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¿Influye la Luna en el comportamiento

humano?
Algo tiene la luna que nos hipnotiza. Quizás no la miramos demasiado sumidos en
nuestras vidas cotidianas y la damos por sentado: sabemos que si miramos hacia arriba
en la oscuridad de la noche, ella estará allí (a menos que sea luna nueva). Se trata de
una luminosa certeza en mitad de la negrura.

Hay preguntas que suenan extrañas enmarcadas en el contexto científico, pero la


ciencia trata de resolver preguntas, por extrañas que sean. La que vamos a tratar
de resolver hoy es una cuestión que forma parte de ese buen saco de dudas que una
persona normal no sabría responder con certeza. Y es normal: es una pregunta que,
aunque suena misteriosa y esotérica, está lejos de no tener sentido. ¿La luna, el
satélite de nuestro planeta, es capaz de influir en nuestro comportamiento?

Quizás así planteada, resulte más obvia la respuesta positiva. Es evidente que hay
personas a cuyo comportamiento afecta esa enorme roca que da vueltas alrededor de
nuestros cielos: hay personas que dedican su vida a estudiarla, hay personas que se
paran alguna noche a observarla e incluso personas que toman decisiones en función
de la fase en que se halle. Pero no nos referimos a la afección de nuestro
comportamiento a través de la fascinación que nos produzca o a las creencias que
tengamos. La pregunta que vamos a tratar de resolver es la de la afección
inconsciente en función de la fase lunar: ¿puede el estadio en que se encuentre
nuestro satélite estar afectando a nuestro comportamiento de alguna forma sutil
para la que nuestro organismo es sensible? ¿A través de qué mecanismo podría
hacerlo? Al fin y al cabo, por ejemplo, los días nublados hacen que nos duelan más
ciertas lesiones, y la luz del sol determina el ritmo biológico de nuestros cuerpos…
Vamos a revisar lo que dice la literatura científica al respecto.

La luna y el comportamiento violento


Existe una extendida creencia popular acerca de que se cometen más ataques
interpersonales las noches de luna llena o de luna nueva, como si el inmenso disco
blanco en mitad de este, o su completa ausencia, despertase algo primitivo y
agresivo en nuestros interiores. Pero ¿es esta creencia algo acertado? Varios
estudios se han ocupado de arrojar luz al siniestro asunto de muy diversas formas.

La primera de ellas se trata de una aproximación lógica. Si nuestra hipótesis es que la


fase lunar afecta de algún modo a nuestra agresividad, deberemos buscar la forma en
que esta agresividad se manifieste de algún modo para poder testarla. ¿Cuál es el
escenario en que suelen terminar las peleas callejeras, altercados y demás frutos
nocturnos de nuestra agresividad? En efecto, las salas de emergencia de los
hospitales. Si uno está buscando saber si, por ejemplo, la luna llena genera una mayor
abundancia de agresiones, las urgencias hospitalarias son el mejor “chivato”. Si la
hipótesis es verdadera, cabrá esperar mayor número de ingresos en estas aciagas
noches.

Uno de estos estudios (Moon cycles and violent behaviours: myth or fact?) fue
emprendido en el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria (Santa Cruz
de Tenerife, España) de una forma sencilla pero efectiva: simplemente registraron
durante un año completo (1997) la frecuencia de entradas en emergencias
relacionadas con ataques agresivos y luego analizaron los datos
estadísticamente poniéndolos en relación con las fases lunares. Para desgracia
en los creyentes en la misteriosa idea que conduce este artículo, no hallaron relación
alguna entre el número de entradas en emergencias fruto del comportamiento agresivo
humano y la fase lunar.

Otro estudio (Relationship between lunar phases and serious crimes of battery: a
population-based study) cambió la sala de emergencias por la comisaría de policía.
En concreto, incluyó todos los crímenes y comportamientos violentos (sin contar
suicidios) que fueron registrados por el Departamento de la Policía de Media Franconia
(Bavaria, Alemania) entre el 1 de enero de 1999 y el 31 de diciembre de 2005 en una
base de datos del crimen alemana. El equipo investigador cruzó esta base de datos con
las fases lunares y también fracasaron al hallar un efecto de nuestro satélite en la
frecuencia de estos comportamientos humanos.

El tercer estudio que vamos a exponer brevemente (Aggression in a prison setting as a


function of lunar phases) optó por una aproximación diferente pero acertada: la
observación directa de sujetos con cierta propensión a la violencia. Para ello, fue
elegido un entorno cerrado y controlado: una cárcel de media seguridad de Texas y
sus 1.300 presos. Durante un año (de 1995 a 1996), el equipo de la penitenciaría fue
entrenado para registrar diferentes tipos de comportamientos violentos (asalto, ofensa
verbal, amenazas…), pero, de nuevo, al término del estudio no se halló correlación
alguna.

La luna y la salud
Otra de las creencias que rodean a nuestro satélite es que su estado, de algún modo,
es capaz de afectar a nuestra salud. Un equipo de investigadores, esta vez del Hospital
Universitario de Saarland (Alemania), se entregó a explorar esta hipótesis tomando
como base ni más ni menos que diez años de datos (de Agosto de 2001 a Agosto de
2010), en concreto más de 27.000 pacientes que fueron bajo operaciones de diversa
índole. Hallaron que las fases lunares no afectaron de ningún modo a la frecuencia
de emergencias ni a la pérdida de sangre durante las operaciones. Como extra,
este estudio (Popular belief meets surgical reality: impact of lunar phases, Friday the
13th and zodiac signs on emergency operations and intraoperative blood loss) también
exploró posibles efectos de otras dos “variables esotéricas”, la ocurrencia de viernes 13
y el “momento zodiacal” (el signo del zodiaco correspondiente a cada periodo
estudiado), pero tampoco encontró correlación alguna entre ellas y la salud.

No obstante, una aproximación diferente halló un “curioso efecto” de nuestro


satélite en la salud de la población, o más bien en las creencias que las personas
mantienen acerca de su propia salud. El estudio A link between lunar phase and
medically unexplained stroke symptoms: An unearthly influence? llevado a cabo por un
equipo de la Universidad de Glasgow encontró una relación significativa entre las
noches de luna de llena y el número de personas que ingresaban a la unidad de
urgencias cardiacas con un cuadro de síntomas de infarto sin explicación médica
(es decir, psicosomático).

Otro equipo, esta vez de la Universidad de Utrecht, encontró de una manera no menos
curiosa otra curiosa relación entre la luna y nuestra salud, aunque débil: una pequeña
relación entre las fases lunares y las búsquedas en Google de términos como
“epilepsia” o “ataque epiléptico”. Según su estudio Web-search trends shed light on
the nature of lunacy: relationship between moon phases and epilepsy information-
seeking behavior, las búsquedas de ambos términos parecían incrementar ligeramente
en los días de mayor luminiscencia lunar (noches de luna llena o cercanas a la luna
llena). ¿A qué se debía este misterioso efecto? Aunque la relación entre los ciclos
lunares y los ataques epilépticos sigue siendo tema de discusión histórico, los autores
se aventuran a explicar tal efecto como una consecuencia del cambio en la calidad del
sueño que, según algunos estudios, parece producir nuestro satélite.

Retomando la psicosomática y en relación con los ataques epilépticos, otro


estudio, Effect of lunar phase on frequency of psychogenic nonepileptic events in the
EMU, halló un incremento de la incidencia de ataques epiléptcos psicogénicos (es
decir, no relacionados con actividad eléctrica cerebral anormal sino más bien con alto
estrés psicológico) durante la fase de luna nueva.

La luna y el sueño
Quizás una de las influencias de esa roca que nos orbita que más ha sido estudiada es
la que parece tener sobre una actividad que la mayoría de nosotros ejecuta cuando ella
aparece en el cielo nocturno: el sueño. Diversos estudios han tratado de desentrañar
una relación que, como hemos visto, algunos grupos sugieren como explicación a la
aparente relación entre el ciclo lunar y los ataques epilépticos.

Según el estudio Evidence that the lunar cycle influences human sleep existen
evidencias de que la luna llena se relaciona con una mayor latencia del sueño (es
decir, con el tiempo en que tardamos en dormirnos), con una mayor latencia del sueño
REM, con un menor tiempo total de sueño, con una menor cantidad de sueño
profundo y con una menor secreción de melatonina. Un estudio similar (Association
between lunar phase and sleep characteristics) halló idénticos resultados.
No sorpresivamente, esta “perturbación lunar” tenía su eco en la percepción subjetiva
de los participantes de la calidad de su sueño: en las noches de luna llena informaban
haber dormido peor. Debido a que el estudio fue realizado en un entorno controlado y
con condiciones de luz estables, los resultados no pudieron deberse a una interferencia
de la luz lunar con el sueño (es decir, los pacientes no podían dormir peor porque la luz
de la luna llena estuviese entrando por la ventana e impidiendo un correcto sueño). Los
investigadores que lo llevaron a cabo ven estos resultados como una “pista” de que
en el ser humano, como en algunas especies animales, existen ritmos biológicos
circalunares, es decir, dirigidos por el estado de nuestro satélite.

Pero no todo iba a ser perfecto: un estudio en 2014 que abordó la misma cuestión
con muestras más grandes (Lunar cycle effects on sleep and the file drawer
problem) no encontró tales efectos circalunares.

La luna y las enfermedades psiquiátricas


Cuando alguien llama “lunática” (“que vive en la luna”) a una persona que manifiesta
síntomas de enfermedad mental, ¿lo hace con fundamento científico?

Le resultará de interés al lector que el uso primordial del término “lunático” se remonta
al siglo XV, a la Vulgata, al evangelio de San Mateo, en donde un padre desesperado
pide a Jesús que cure a su hijo lunático, es decir, afectado por un mal que “bailaba” con
las fases de la luna. La palabra apareció como traducción de la palabra griega “σ
εληνιαζεται ´ ” (“seleniazetai”), que incluye el prefijo griego para luna, “selen-”. Con esta
palabra los antiguos probablemente aludían, a falta de un término mejor, a
enfermedades como la epilepsia y a otras patologías que cursaban con ataques
periódicos.

De ese uso restringido a enfermedades con ataques recursivos, la palabra “lunático”


poco a poco fue abarcando a todas las enfermedades mentales en general y
olvidándose de la epilepsia, al menos en sociedades en donde la etiología de la
epilepsia es conocida. Ya hemos visto que la relación de la luna con la epilepsia está
aún en debate y que parece haber datos que favorecen esta idea pero ¿qué hay del
resto de enfermedades psiquiátricas? ¿Se ha explorado la relación de la luna con
ellas? Por supuesto.

Diversos estudios han encarado el tema y se han encontrado con resultados en contra
de la idea de que la luna afecta a la incidencia de brotes de cualquier
psicopatología. Por ejemplo, uno de ellos, Impact of seasonal and lunar cycles on
psychological symptoms in the ED: an empirical investigation of widely spread
beliefs, halla nula interacción entre la luna y ataques de ansiedad o consultas por
trastornos del estado de ánimo. Otro, Emergency psychiatric condition, mental illness
behavior and lunar cycles: is there a real or an imaginary association?, tampoco
encuentra relación entre las visitas a urgencias causadas por diversas
psicopatologías (depresión, esquizofrenia, ansiedad, personalidad límite, trastorno
bipolar, etc.) y nuestro satélite. El mismo tipo de resultados con aproximaciones
diferentes se reportan en “No effect of lunar cycle on psychiatric admissions or
emergency evaluations“, “Lunar phases and psychiatric hospital admissions” y “Lunar
phases and crisis center telephone calls“.

La luna y el suicidio
Muchas personas intentan suicidarse de noche. Parece como si la oscuridad del final
del día exacerbara nuestras tristezas y peores pensamientos. Tal asociación entre
noche y suicidio llevó a que se engarzara en la cultura popular la idea de que las
fases de la luna inciden en las tasas de suicidio. Es un pensamiento de cierta
manera romántico, pero ¿es cierto?

Investigaciones con amplias muestras nos permiten desechar la idea, tanto para
intentos de suicidio como para suicidios consumados. Vamos con unos pocos ejemplos.
En “Admission to intensive care for parasuicide by self-poisoning: variation by time
cycles, climate and the lunar cycle“, los investigadores hallaron una relación entre un
momento del día (antes de medianoche) y los intentos de suicidio; también hallaron una
relación entre ellos y los días lluviosos, además de una relación, aunque menos clara,
entre el día de la semana y los intentos de suicidio (¿adivinarías qué día de la semana
se daban picos? En efecto, los lunes), pero ninguna con las fases de la luna. Otro
estudio respondió con otro rotundo “no” con una muestra de más de 65.000 suicidios
consumados en Austria entre los años 1970 y 2006. Lo mismo ocurrió con otra
investigación realizada en Alemania con los suicidios ocurridos entre 1998 y 2003, y en
Madrid.

Aunque la existencia de ritmos circalunares, similares a los circadianos que sí


“gobiernan” nuestras vidas, sigue siendo cuestión de debate, parece que podemos
desechar desde ya mismo el lado más romántico y siniestro de su naturaleza.

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