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El cocodrilo que asustó a los habitantes de

San Andrés
La aparición del animal muestra la incapacidad de algunas CAR para manejar especies
'foráneas'.

¿Alucinación o escena surrealista? Un cocodrilo de casi cuatro metros de largo se


asoleaba en la arena de la playa Sound Bay, de la isla de San Andrés, a la vista de
todos. Apareció sigilosamente al amanecer del domingo pasado y fue reportado como un
'demonio' por un peatón aturdido, que tuvo la mala fortuna de encontrárselo de frente.

Era un reptil de la especie acutus (aguja), en vías de extinción y que nunca ha tenido
el mar como su hábitat. Más bien, es típico de los grandes ríos. Se lo ve en el Sinú y,
hasta hace algunos años, su presencia era normal en las riberas del Magdalena. Hoy, es más
que todo típico del Catatumbo, donde recientemente se encontró la población más grande
de sus congéneres, que reúne a más de 196 ejemplares. (Vea también: Encuentran caimán
en plena vía pública).

La alarma por la presencia del animal, a pocos centímetros del 'mar de los siete colores',
mostrando su enorme dotación de dientes y colmillos en sus peligrosas mandíbulas, y
tratando de acumular calor y energía, fue general. No era un espejismo, pero sí una jugada
rara de la naturaleza. Muchos turistas se acercaron a observarlo, para luego salir
espantados, mientras las autoridades locales trataban de encontrar una
solución. Estaba inquieto, nervioso, y nadie se atrevía a intentar dominarlo.

Del asombro, que duró por lo menos tres horas, se pasó a la confusión total, que
todavía no termina. Por orden de Coralina (Corporación para el Desarrollo Sostenible del
Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina), y ante el peligro y la
imposibilidad de contar con los recursos apropiados para someterlo, el animal fue
sentenciado a morir.
Varios agentes de la Policía llegaron a la playa y, a la distancia, le propinaron varios
tiros. La amenaza quedaba conjurada. El cocodrilo murió, pero nació el escándalo.
Organizaciones ambientales manifestaron su indignación por el desenlace. Y no se
hicieron esperar los mensajes a través de las redes sociales, que catalogaron el acto como
un "crimen ecológico". "¿Aquí, quién es el animal?", dijo Juan Carlos Uribe, de Cali, a
través de Twitter, al ver la foto de un agente de la Policía armado que caminaba junto al
reptil. Matarlo fue calificado como una solución "facilista". Otros hablaron de "pereza
ambiental", porque no se contempló la posibilidad de atraerlo hasta un lugar apartado, con
tal de protegerlo.
Todo indica que el cocodrilo llegó a San Andrés desde Centroamérica. Los más
experimentados en su estudio dicen que fue arrastrado por corrientes marinas desde
la región de Limón (Costa Rica). También se habla de Nicaragua o Jamaica, donde habría
sido expulsado desde algún humedal, luego del paso de una tormenta o un huracán que
modificó el movimiento del océano.

Estuvo mucho tiempo en el mar, porque cuando fue encontrado tenía impregnado en
su lomo algunos cirripedios, crustáceos marinos que suelen fijarse en las especies más
grandes, como ballenas, o en los caparazones de las tortugas, que hacen viajes
transcontinentales que duran años.

Y no era cualquier reptil. El Cocodrylus acutus está incluido en el Apéndice I de la


Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y
Flora Silvestres (Cites), que reúne a aquellas sobre las que se cierne el mayor grado de
amenaza en el mundo.
Geovanni Ulloa, especialista en fauna silvestre y, tal vez, el colombiano que más sabe de
cocodrilos, explica que los acutus son animales cuya mordida puede causar daños mortales,
pero su agresividad es baja, en comparación con algunas especies africanas y australianas.
Por eso, si no es molestado y se toman las medidas de seguridad apropiadas, las
posibilidades de que ataque a una persona son casi nulas."Ellos ven a un humano y
salen corriendo", dice Ulloa.
Aunque para muchos resultan intratables, los cocodrilos son vitales porque, dentro de los
humedales, se comen a los animales débiles o enfermos e, incluso, sus cadáveres; de esta
forma, contribuyen a limpiar los ecosistemas.
"Matar un cocodrilo es contravenir la ley y parte del espíritu por el cual fueron
creadas las autoridades ambientales del país. Por lo tanto, es incongruente que una
autoridad ambiental ordene matar animales silvestres, cuando fue creada para cuidarlos",
opina Ulloa.
El sacrificio del reptil trajo a la memoria la muerte de 'Pepe', un hipopótamo que se
escapó en el 2009 de la hacienda Nápoles, que fue de propiedad del narcotraficante
Pablo Escobar. Por ser una especie africana, que amenazaba la biodiversidad local, la
Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia (Corantioquia) dio la
autorización a la fundación Vida Silvestre para que lo cazara. (Lea la nota Revelaciones del
informe de la cacería del hipopótamo Pepe)
Hubo indignación, pero al final se entendió que el hipopótamo era, claramente, una
especie invasora, casi imposible de sedar y trasladar de una ciudad a otra, no solo por su
peso, sino por los costos que esto implicaba. Además, representaba un peligro para los
campesinos del Magdalena Medio (en África mueren más personas por ataques de
hipopótamos que de leones).
Argumentos similares son los que ahora usa Opal Bent, directora de Coralina, para explicar
por qué ordenó a la Policía que matara a 'Lacoste', como algunos bañistas y nativos
sanandresanos bautizaron al extraño cocodrilo 'marino', que, de paso, dejó al descubierto,
una vez más, la incapacidad de algunas CAR para manejar ciertos retos ecológicos,
estrictamente por ausencia de recursos. Un problema que la misma Bent reconoce.
"Nuestra mayor preocupación era que el cocodrilo se nos escapara, que regresara al mar y
lo perdiéramos de vista, con el peligro que esto hubiera significado para los bañistas. No
tenemos elementos ni equipos para su control, ni expertos para manipularlo, porque
los cocodrilos no hacen parte de nuestra fauna local. Nunca pudimos amarrarlo; si
hubiéramos logrado amarrarlo, hoy no estaría muerto", le dijo Bent a EL TIEMPO.
La directora de Coralina dice que la llegada de un experto que hubiera logrado someterlo
habría tardado al menos cuatro horas, y en ese tiempo el caimán habría regresado al mar.
"En mi decisión de sacrificarlo prevalecieron la seguridad general y el estado de los
ecosistemas de la isla. No me imagino el pánico que se hubiera generado entre
pobladores y turistas al saber que un caimán andaba merodeando por las playas. Lo
más irónico es que si alguna persona hubiera resultado herida, tal vez hoy me estuvieran
cuestionando por no haberlo sacrificado -explicó Bent-. Aquí se nota una doble moral. Hay
nativos que no respetan las vedas de pesca, pero ahora se rasgan las vestiduras porque el
cocodrilo murió. En todo caso, esta ha sido la decisión más difícil que he tomado en mi
vida", agregó.
La Procuraduría General de la Nación, a través de la seccional Agraria y Ambiental, inició
un proceso para "determinar si hay mérito disciplinario en las conductas de quienes dieron
lugar a la muerte del reptil". El ente de control, que será, por el momento, el único que
podrá dirimir la polémica, recordó que en el país sigue vigente la Ley 84 de 1989, que
prohíbe "la crueldad contra los animales".
Aunque esta es la primera vez que se ve oficialmente un cocodrilo en San Andrés,
Bent dice que de ahora en adelante se tendrán que diseñar planes de acción. Y es que,
según estudios de Ulloa, es posible que la especie, que tendría una inusual capacidad
migratoria, hasta ahora poco estudiada, hubiese tenido en el pasado poblaciones en San
Andrés, conectadas con el continente, que habrían sido arrasadas por los primeros
colonizadores de la zona insular.
Lo demostraría el hecho de que en las islas del Rosario, hasta los
años 40, los reptiles de este tipo eran abundantes, y en la actualidad persisten en República
Dominicana y Cuba. De esta forma, queda sentado que las posibilidades de que un caimán
regrese al archipiélago no son tan remotas. Los isleños deben estar preparados, porque si
uno llegó, muchos otros también pueden hacerlo. A lo mejor, 'Lacoste' comenzó a
recuperar el tiempo perdido.
En 18 años 700 jóvenes han desaparecido en
San Andrés Islas por culpa del narcotráfico
Alrededor de 40 jóvenes, entre los 20 y 25 años, han desaparecido
anualmente desde 1999 en el mar de San Andrés.
Por Javier Jules Alrededor de 40 jóvenes, entre los 20 y 25 años, han
desaparecido anualmente desde 1999 en el mar de San Andrés. La mayoría de
quienes no se supo nada más de su suerte salieron de la isla seducidos por el
narcotráfico y se cree que murieron en el océano, o están en cárceles de Centro
América. En las páginas de un libro llamado Los hijos del paisaje se narran las
historias de aquellos raizales de San Andrés, cuyos familiares se preguntan en
donde están. María Matilde Rodríguez Jaimes, escritora habitante de la
capital del Archipiélago, califica como una tragedia el que los jóvenes de la isla
se pierdan al parecer buscando un mejor futuro. “ Una tragedia de la Insularidad
y es el desaparecimiento de generaciones enteras en rutas o bien del narcotráfico
o bien del desconocimiento del Archipiélago de San Andrés Providencia y Santa
Catalina, tenemos generaciones pérdidas de jóvenes que llevan cualquier cosa y
dejan a familias como víctimas de esa espera” , revela la investigadora.
[imagewp:404484] Foto: RCN Radio A San Andrés, a pesar de parecer una
Colombia distinta, también ha llegado el flagelo del narcotráfico en la
búsqueda de nuevas rutas para el transporte de las drogas hacia Centroamérica.
Los jóvenes son las principales víctimas de quienes prometen dinero y lujos y
una oportunidad para salir de la isla. “ Del año 99 a la fecha hay más de 700
desaparecidos, pero estas cifras no son oficiales, las familias muchas veces no
reportan, las familias guardan la esperanza que estén en las cárceles
centroamericanas bajo otro nombre” , agrega Rodríguez Jaimes. Adriana
Santos, rectora de la Universidad Nacional con sede en San Andrés, destacó la
producción de investigaciones académicas entorno a la desaparición de personas.
Lo que si intenta determinar es si están en cárceles de países como Nicaragua,
Guatemala y Honduras. [imagewp:404486] Foto: RCN Radio “ Trabajos que han
hecho antropólogos con las familias, sabiendo que es lo que pasa, si se relaciona
con que los jóvenes van a actividades en altamar y luego no regresan, hay
familias que tienen esos desaparecidos como se ha registrado” , indica la rectora.
La incautación de drogas ha disminuido durante los últimos meses en las Aguas
de San Andrés y Providencia porque según el Contralmirante Walter
Villegas al frente del Comando de la Armada que vigila esta zona del Caribe, el
narcotráfico ha disminuido. Sin embargo sigue siendo una amenaza. “ La
actividad de toda la comunidad raizal inicialmente aquí en San Andrés fue la
agricultura y la pesca y debe convertirse nuevamente en una fuente de inspiración
para los jóvenes que actualmente de alguna manera han sido tocados por el
narcotráfico” , señala el oficial. Mientras pasa el tiempo y no hay noticias del
paradero de quienes desaparecieron, la crisis para las familias de isleños aumenta
pues temen que sus seres queridos hayan perecido en altamar. “ Hay
desaparecimientos que yo diría que son selectivos, porque hay una gente que
pasa y otra que no pasa y que sucede que dejan una cantidad de víctimas,
familias, mujeres sobretodo, madres esposas e hijos, esperándolos, dejan un
dolor” , puntualiza María Matilde Rodríguez.
Muy pocos conocen que el paraíso representado en el paisaje de San Andrés y
que atrae a decenas de miles de personas anualmente, esconde dramas de
pobreza de quienes nacieron en la isla y al intentar buscar oportunidades más
allá de la pesca o el turismo han desaparecido en el mar de los siete colores

¿Adiós al cocoloco? Prohíben uso de cocos


para bebidas en San Andrés
En el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina hay gran revuelo
por una ordenanza aprobada por la Gobernación que prohíbe que los cocos se
usen en la isla para vender bebidas y cocteles. Con la medida, entonces, se
dejarían de vender los tradicionales cocolocos en las islas.
La ordenanza, fechada el 14 de julio, busca “evitar el desabastecimiento de
coco en la isla y garantizar la facilidad de las prácticas gastronómicas
tradicionalesen el departamento San Andrés, Providencia y Santa Catalina”. Y,
como medida punitiva para los vendedores que decidan seguir comercializando
estas bebidas, contempla multas de cinco salarios mínimos mensuales, lo que
significa comparendos de $3,6 millones.
La Secretaría de Agricultura y Pesca de la gobernación se encargará de
ejecutar la medida. Además, que durante un mes tendrá que “hacer campañas de
concienciación sobre la producción, comercialización y uso de cocos en la isla,
así como de la presente ordenanza”. También contempla que “los recursos
recaudados por multas deberán ser reinvertidos en la tecnificación de la
producción del coco”.
Pero la reciente decisión de la gobernación no ha calado bien entre vendedores. A
pesar de que Roy Robinson, secretario de Agricultura y Pesca, aseguró a
Noticias Caracol que esta es una medida “sana, toda vez que el cocotero está en
peligro”, son varias las voces en contra. Es el caso de Gilberto Livingston, quien
le dijo al mismo medio, que “yo tengo 50 años viviendo de esto y no sé por qué
van a prohibir el coco para vender si esa es nuestra cultura”.
TSUNAMI MATÓ A TERREMOTO
La adrenalina y la ansiedad se iban tomando a la isla cuanto más pasaban los días
para la gran carrera entre ‘Tsunami’ y ‘Terremoto’, los mejores caballos de las
cuerdas de Orange Hill y Perry Hill. En la calle los transeúntes lo comentaban, ni
hablar en La Loma y San Luis; en los lugares de trabajo era del tema del día:
¿Tsunami o Terremoto?, las apuestas verbales -y también las de verdad- crecían
minuto a minuto.
Y este fervor que siente la comunidad en general no es nada comparado con lo
que sienten los miembros de las cuerdas o equipos quienes preparan a sus
caballos con meses de anterioridad para esta carrera. Meses y meses de
entrenamiento y de una compleja preparación cargada de mística y conocimiento
ancestral, para consumarlo todo en una galopada de no más de un minuto de
duración.
Para esta carrera adelantada el pasado sábado 20 de febrero, la isla parecía que
se iba a inclinar hacia la punta sur por la cantidad de gente que se veía
desplazándose por la vía a San Luis en dirección a South End. Volodia Road estaba
atiborrada de gente; algunos estimaban que había aproximadamente 5 mil personas
listas para presenciar lo que muchos calificaban como la carrera del año.

Música para animar a la gente y calmar la ansiedad y la especulación de todos los


presentes que argumentaban entre sí porqué su caballo favorito ganaría la carrera.
Había personas de todas las edades. Más allá de que es un certamen que mueve
grandes apuestas que generan rivalidad, sobre todas las cosas es un evento de
tradición raizal que también reúne a toda la familia isleña.

Se podía apreciar a varios abuelos raizales llevando de la mano a sus nietos,


buscando un buen lugar para poder ver y contagiar a los pequeños de esa emoción
que traen ellos de años atrás con esta costumbre ancestral. Es por este tipo de
cosas que vale la pena una inversión para darle a este pueblo un escenario más
apropiado para desarrollar este tipo de actividades.

El hipódromo: un viejo anhelo

Un hipódromo con una pista de carreras adecuada y una gradería alrededor,


permitiría que todos los asistentes puedan ver la carrera completa desde un buen
lugar, con mucha más seguridad para los asistentes, sobre todo para los menores
y los mismos caballos. Seguro sería una actividad rentable por la cantidad de
aficionados que mueve este deporte y lo más importante, ayudaría a mantener viva
esta tradición.

Finalmente, llegó el momento de la carrera. Las dos cuerdas competidoras


pasearon previamente a sus grandes y hermosos caballos y a sus jinetes,
rodeándolos muy bien para hacerlos sentir seguros y protegidos, cuidando
difícilmente de que los efusivos espectadores no les tomaran fotos por una cuestión
de cábala.

Se dio el pitazo inicial y el ruido del imponente galopeo de estas grandes bestias
hacían gritar al público de la excitación. Con sobrada distancia, ganó Tsunami (de
Orange Hill). Sus aficionados extasiados celebraban el triunfo, muchos cobraban
sus apuestas y los niños saltaban sorprendidos por lo que sus jóvenes ojos fueron
testigos.

Fue corto y rápido, pero la carga emocional, la adrenalina y el peso de la tradición


que posee a todos a través de esta competencia, sencillamente no se puede medir
con un reloj.

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