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Él' 1

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A la vez. vltstá t'r'f'lr'xiritt y ¡lor'ltul ('tl l)t1 )¡iit, /17


Monr¡ (]ratn.alic'r¡ ('si unlr <k'lits rll ltrts ttl¡is irtt-
p()ftantcs clc ()r't:rvi< > l'l'1,. l)<¡s t's<'t'tl¡ttit¡s r'otl-
verf¡entcs 1;¡¡¡¡i1¡1 r tlq'(iltllrt, t'tt Lt lrtrlirt, y
-q'l
r-rn jarclín ck'(llrrnlllitl¡¡,t' , s()lt ('l l)lrrl() tk'pltt-
ticl¿r clc rrrtrr inrlltgltt'irltt t'rt tr.¡t'no lt,l sr'rt!tkrllc'l
lengr.r;tjc' y stts t'c'lltc'i( )r't('s ('ott l;t t'.':tlit lltr I fi'rtrl'
méniclt, ('lr l()r'll() ltl jur'go (lc' sct tr'l;rh ( r)t'rvs: -
ponck'ncilts ('llll'('i(l('lt I vt'tlro, ¡r,tl;ll)t;t y lx't'-
c'c¡>c'i<itr, r'rr ¡l ist¡tr ) y ('()tl( lr'itilit'rtlo, l,r ¡s tttilos
c'<lsrttogtitrit'os ot'it'nllrlt's y los ;u(lu('lilros tt'vc'-
lllcl<¡s t'n t'l ltt'lt'r'r¡ttt:tttlit'o |)t'l,tt toix .() clt
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cl:tt1r'clt'lost['tnt'rtlt's llir'lutltl ll,rtltl (:()n- -
vc|l.l('n ()('ull:llll('lllt'l t'l lltttlisnrr ) l.lnlrit'(), cn 3
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('ttílttt( I t',r¡lt't'it.'tlt'i1l llllsl it ;t r lr' l() ;tl rs, rlttto, se Ilat
rc'vr'llt ltl'ítt ¡t l;t t('v('l:t('iott ¡tot'l ir';t. lll lrrlutrran- o
lc' gt'ttitr r'x¡rtcsivo tlt' l'ltz lt:tr't' tl,.' l',1 Mono
(intntttlit o ullir ('ot)slr'l¡tr'iott rlt' si¡itt, rs Ñmá-,
Íl('n('s, rlt' ¡rtt'sctt<'irts f ont'lir;ts y st'trtrttttigas,,
r¡ttt' t'sl:rIlrt t on silt'trr'ir) () r'('sl)l:rtl.l,,t' en"tbl'
('rurl)o tlt'llrtlltll¿t rlt' l:t ¡r;tgitt,t ('ll l)lltt( ().

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FI N
SEIX BAR RAL

ililru 2313l[ililill
ü,
Octaüo Paz

El Mono Gramático

BIBLIOTECA BOTSILLO
HANUMÁN, HANUMAT, I{A-
NüMAT. A celebrated monkey
chief. He was able to fly and is
a conspicuous figure in the Rana-
yana ... Hanumán jumped from
India to Ceylon in one bound; he
tore up üees, cafried away the
Himalayas, seized the clouds and
t, performed many other wonderful
exploits ... Among his other ac-
complishments, Hanumán was a
Cubierta: Hanu.mdn (Raiastán, s. xratl), grammarian; and the Rd.ndryana
clibujo sobre papel. Fotografía de Daniel David.
Colección cle Marie José Paz says: <,The chief of monkeys is
perfect; no one equals him in the
Primera edición
sástras, in learning, and in ascer-
en Biblioteca de Bolsillo: octubre 1996
taining the sense of the scriptures
A 7974, Octavio Paz i (or in moving at will). It is well
De¡echos exclusivos de edición en español known that Hanumán was the
reservaclos para todo el munclo: ninth author of grammar>.
@ 1974 y 7996: Editorial Seix llar¡al, S. A.
Córcega, 270 - 08008 B¿rrcelona
John Dowson, M.R.A.S.,
ISBN: 84-322-3135-5
A Classical Dictionary of
Depósito legal: B. 37.551 - 1996 Hindu Mythology.
Impreso en España

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede


sel reproducicla, ahnacenacla o transrniticla en manera alguna ni por ningún
rneclio, ya sea eléctrico, qtriuico, mecánico, óptico, cle grabación o cle fo-
tocopia, sin penniso previo clel eclitor
Mln¡r JosÉ
1

lo mejor será escoger el camino de Galta, recor¡erlo


de nuevo (inventarlo a medida que lo recorro) y sin
darme cuenta, casi insensiblemente, ir hasta el fin
preocuparme por saber qué quiere decir <<ir
-sin
hasta el fin> ni qué es lo que yo he querido decir
al escribir esa frase. Cuando caminaba por el sen-
dero de Galta, ya lejos de la carretera, una vez pasa-
do el paraje de los banianos y los charcos de agua
podrida, traspuesto el Portal en ruinas, al peneüar
en Ia plazuela rodeada de casas desmoronadas, pre-
cisamente al comenzar la caminata, tampoco sabía
adónde iba ni me preocupaba saberlo. No me hacía
preguntas: caminaba, nada más caminaba, sin rumbo
fijo. Iba al encuentro... ¿de qué iba al encuenro?
Entonces no 1o sabía y no lo sé ahora, Tal vez por
eso escribí <<ir hasta el fin>: para saberlo, para saber
qué hay detrás del fin. Una trampa verbal; después
del fin no hay nada pues si algo hubiese el fin no
se¡ía fin. Y, no obstante, siempre caminamos al en-
cuentro de..., aunque sepamos que nada ni nadie
nos aguarda. Andamos :in dir:ección fija pero con un
fin (¿cuál?) y para llegar al fin. Búsqueda del fin,
tcrror ante el fin: el haz y el envés del mismo acro.

11
i- {' il i, t¡ tj
Sin ese fin que nos elude constantemente ni cami-
naríamos ni habría caminos. Pero el fin es la refuta-
ción y la condenación del camino: al fin el camino se 2
disuelve, el encuentro se disipa. Y el fin-también
se disipa.
Volver a caminar, ir de nuevo al encuentro: el Tras mi ventana, a unos üescier¡tos metros, la mole
camino estrecho que sube y baja serpeando enre verdinegra de la arboleda, mor¡taña de hojas y ramas
rocas renegridas y colinas adustas color camello; col- que se bambolea y rcon desploma¡se. Un
^menaza.
gadas de las peñas, como si estuviesen a punto de pueblo de hayas, abedules, álamos y fresnos con-
desprenderse y caer sobre la cabeza del caminante, gregados sobre una ligerísima eminencia del terreno,
las casas blancas; el olor a pelambre trasudada y a todas sus copas volcadas y vueltas una sola masa
excremento de vaca; el zumbar de la tarde; los gritos tríquida, lomo de mar convulso. El viento los sacude
de los monos saltando enre las ramas de los árboles y ios golpea hasra hacerlos aullar. Los árboles se
o corriendo por las azote s o balanceándose en los retuercen, se doblan, se yerguen de nuevo con gran
barrotes de un balcón; en las alturas, los clrculos de estruendo y se estiran como si quisiesen desarraigar-
Ios pájaros y el humo azulenco de las cocinas; la se y huir. No, no ceden. Dolor de raíces y de follajes
luz casi tosada sobre las piedras; el sabor de sal en rotos, {ercz tenacidad vegetal no menos poderosa
Ios labios resecos; el rumor de la tierra suelta al des- que la de lss'animales y los hombres. Si estos árboles
moronarse baio los pies; el polvo que se pega a la se echasen a andar, destruirían a todo lo que se opu-
piel empapada de sudor, enroiece los ojos y no deia siese a su paso. Prefieren quedarse donde están: no
respirar; las imágenes, los recuerdos, las figuraciones tienen sángre ni nervios sino savia y, en lugar de la
fragmentatias-todas €sas sensaciones, visiones y se- cólera o el miedo, los habita una obstinación silen-
mipensamientos que aparecen y desaparecen en el ciosa. Los animales huyen o atacan, los árboles se
espacio de un parpadeo, mientras se camina al en- quedan clavados en su sitio. Paciencia: he¡oísmo ve-
cuentro de... El camino también desaparece mientras getal. No ser ni león ni serpiente: ser encina, ser
lo pienso, mientras lo digo. pirú.
El cielo se ha cubierto enteramente de nubes
color acero, casi blanco en las lejanías y paulati-

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namente ennegrecido hacia el centro, amiba de la ar- retórica de los árboles y el viento. En el rincón
boleda: allí se reconcentra en congregaciones mora- opuesto está el bote de basura, un cilindro metálico
das y violentas. Los árboles gritan sin cesar bajo de setenta centímetros de altura y medio meffo de
esas acumulaciones rencorosas. Flacia la derecha la diámeüo: cuatro patas de alambre que sostienen un
arboleda es un poco menos espesa y los foilajes de aro provisto de una cubierta oxiclada y del que cuel-
dos hayas, enlazados, forman un arco sombrío. Abajo ga una bolsa de plástico destinada a conrener los
del arco hay un espacio claro y extraordinariarnente desperdicios. La bolsa es de color rojo encendido.
quieto, una suerte de laguna de luz que desde aquí Otra vez los cangrejos. La mesa y el bote de basura,
no es del todo visible, pr-reS la corta la raya de la las paredes de ladrillo y el piso de cemenro, encierran
barda de los vecinos. Iis una barda de poca altura, al espacio. ¿Lo encierran o son sus puertas?
una superficic cuadriculada de ladrillos sobre la que Bajo el arco de las havas la luz se ha profundi-
se extiende la mancha, verde y Íría, de un tosal. zirdo 1' sr-r fijeza, sitiada por las sombras convulsas
A trechos, donde no hay hojas, se ve el tronco nudoso del follaje, es casi absolura. Al verla, yo también me
y las bifurcaciones de st¡s ramas larguísimas y eúza- quedo quieto. Mejor dicho: mi pensamienro se re-
clas c{e espinas. Profusión de brazos, pinzas, patas y pliega y se qr-reda quieto por ul largo instante. ¿Esa
otras extremidades armadas de púas: nunca había quietud es la fuerza que impide huir a los árboles
pcnsado quc un rosal fuese un cangrejo inmenso. EI
1' disgregarse al cielo? ¿Es la grduetlad de esre mo-
patio debe tener unos cuarenta netros cuadrados; su mento? Sí, ya sé que la naturaleza-o lo que así lla-
piso es de cemento y', además del rosal, Io adorna mamos: ese conjunto de objetos y procesos que nos
un prado minúsculo sembrado de margaritas. En una rodea y qr,re, alternativamente, nos engendra y nos
esquina hay una mesita de madera negra, ya desven- ¡-lsye¡¿-¡6 es nuestro cómplice ni nuestro confiden-
cijada. ¿Para qué habrá servido? Tal vez fue pedes- te. No es lícito proyectar nuestros sentimientos en
tal de una maceta. Todos los días, durante varias las cosas ni atribuirles nuestras sensaciones y pasio-
horas, mienffas leo o escribo, la tengo frente a mí, nes. ¿Tampoco lo será ver en eilas una guía, una
pero, por más acostumbrado que esté a su presencia, doctrina de vida? Aprender el arre de la inmovilidad
me sigue pareciendo una incongruencia: ¿qué hace en la agitación del torbellino, aprender a quedarse
allí? A veces la veo como se ve una falta, un acto cluieto y a ser transparente como esa luz fiia en medio
indebido; otras, como una crítica. La crítica de la cle los ramajes frenéticos-puede ser un programa de

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vida. Pero el claro ya no es una
laguna ovalada sino cambio es una incesante búsqueda de frjeza? Nostal-
un riángulo incandescente, recorrido po, gia de la inercia: la pereza y sus paraísos congelados.
finísimas
esrrías de sombra. El uiángulo
se agita impercepti_ La sabiduría no esrá ni en la frjeza ni en el cambio,
bhT:1,.. hasta que, poco a poco, se produce sino en la dialéctica enre ellos. Constante h y venir:
una
ebullición luminosa, pri-.ro
* f", ..gion., exterio la sabiduría está en lo instantáneo. Es el tránsito.
res y después, con creciente írnp.tt'r,'.n
su núcleo Pero apenas digo tránsito, se rompe el hechizo. El
encendido, como si toda esa
tu, tiquia" fuese una tránsito no es sabiduría sino un simple ir hacia...
hirviente. y progresivamenre El mánsito se desvanece: sólo así es t¡ánsito.
fl1r...tii lmarilla. ¿Esta_
uarar Las burbujas se encienden y
apagan continua_
mente con un ritmo semejante
al de una respiración
inquieta. A medida que el cielo
se oscurece, el claro
de luz se vuelve más profund. y
una l-ámnara a punto de extinguirr.
;;;;rdeanre, casi
.'nrr" tinieblas
agitadas. Los árboles siguen
.r"pi" uurqr.r" ya están
vestidos de orra luz.
La frjeza es siempre momentánea. Es
un equili
brio,,a un tiempo precario y perfecto,
que dura lo
que dura un instanre: basta
,rnu uib.oáón de la luz,
la aparición de una nube o unu
.fri.a alteración
de Ia temperaiura para que el pacto
de quietud se
rompa y se desencadene Ia serie
de l"s metamorfosis.
Cada metamorfosis, a su vez,
es otro momento de
nteza aI que sucede una nueva
alteración y otro in_
sólito equilibrio. Sí, nadie está
,olo f ."a" cambio
aquí provoca ono cambio allá.
Nadíe está solo y
nada es sólido: el cambio ,.
,.r.r.lu. en fijez", qrre
son acue¡dos momentáneos.
¿Debo decir que Ia forma
del cambio es la fijeza o, más .*u.,rrná,.,
que el
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t7
3

No quería pensar más en Galta y en su polvoso ca-


mino, y ahora vuelven. Regresan de una manera in-
sidiosa: a pesar de que no los veo siento que están
de nuevo aquí y que esperan ser nombrados. No se
me ocurre nada, no pienso en nada, es el verdadero
<<pensamiento en blanco)>: como Ia palabra tránsito
cuando la digo, como el camino mienffas lo camino,
todo se desvanece en cuanto pienso en Galta. ¿pien-
so? No, Galta está aquí, se ha deslizado en un recodo
de mis pensamientos y acecha con esa existencia in-
decisa, aunque exigente en su misma indecisión, de
los pensamientos no del todo pensados, no del todo
dichos. Inminencia de la presencia antes de presen-
tarse. Pero no hay tal presencia-sólo una espera
hecha de irritación e impotencia. Galta no esrá aquí:
me aguarda al final de esta frase. Me aguarda para
desaparecer. Ante el vacío que produce su nombre
siento la misma perplejidad que frente a sus colinas
achatadas por siglos de viento y sus llanos amad-
llentos sobre los que, durante los largos meses de
sequía, cuando el calor pulveriza a las rocas y el cielo
parece que va a agrietarse como la tierra, se levantan
las tolvaneras. Rojeantes, grisácesas o pardas apari-

t9
ciones que brotan de pronto como si fuesen
un sur_ nos y después bandas de parias errantes ocuparon las
tidor de agua o un géiser de vapor, salvo que
Ios ¡uinas.
torbellinos son imágenes de la sed, malignas
celebra_
ciones de Ia aridez. Fantasmas que danzan No es más de una hora de marcha. Se deja la
al girar, carretera a la izquierda, se tuerce entre colinas roco-
avanzan, teüoceden, se inmovilizan,
desaparecen aquí,
reapar-ecen allá: apariciones sas y se sube por quebradas no menos áridas. Una
sin sustancia, ceremonias
desolación que no es hosca sino lastimosa. Paisaje
de polvo y aire. También esro que esc¡ibo es una
ceremonia, girar de una palabra que aparece de huesos. Restos de templos y casas, arcos.que con-
y desa_ ducen a patios cegados por la arena, fachadas detrás
pa¡ece en sus giros. Edifico tor¡es
de aire.
Los torbellinos son frecuentes en la otra de las cuales no hay nada sino pilas de cascajo y
vertien_ basuras, escalinatas que terrninan en el vacío, terra-
te del monte, en Ia gran llanura, no entre
estos de_ zas desfondadas, piscinas convertidas en gigantescos
clives y hondonadas. Aquí la tie¡ra es
mucho más depósitos de excrementos. Al cabo de recorrer esas
accidentada que del oro lado, aunque
de nada Ie haya
servido a Galta cobijarse en las fuid", ondulaciones se desciende a un llano raso y pelado.
del monte. il El sendero es de piedras picudas y uno se cansa pron-
contrario, su situación la expuso aún más
a la acción to. A pesar de que son ya las cuatro de la tarde, el sue-
del desie¡to. Todas ondulaciones, cavidades y
"rtu,y
gargantas son las cañadas lo quema. Arbustos pequeños, plantas espinosas, una
ros cauces de arrovos hov
extintos. Esos montículos arenosos fueron vegetación torcida y raquítica. Enfrente, no muy lejos,
urúol"drr. la montaha famélica. Pellejo de piedras, montaña sar-
No sólo se camina entre cascs destruidas: también
el paisaje se ha desmo¡onado y es una ruina. nosa. Hay un polvillo en el aire, una sustancia im-
Leo una palpable que irrita y marea. Las cosas parecen más
desoipción de 1891: <<The way the sandy
desert quietas bajo esta luz sin peso y que, sin embargo,
is encroaching in the rown should be noticed. It
has caused one large subu¡b to be deserted agobia. Tal vez le palabra no es quietud sino persis-
and tencia: las cosas persisten bajo la humillación de la
the houses and gardens are going to ruin. The
sand luz. Y la luz persiste. Las cosas son más cosas, todo
has even drifted up the ,uuin., of the hills.
This está empeñado en ser, nada más en ser. Se cruza el
evil ought to be arrested at any cost by planting>.
Menos de veinte años después Galta fue cauce pedregoso de un riachuelo seco y el ruido de
aban_ Ios pasos sobre las piedras hace pensar en el rumor
donada. No por mucho tieÁpo, primero
los mo_ clel agua, pero las piedras humean, el suelo humea.
20
2l
Ahora el camino.da vueltas
entre colinas cónicas y
negruzcas. Un paisaje petificado. y la otra presencia no menos impalpable y que no
Conrrasta esta se_ nos deja nunca, sombra de nuestros pensamientos,
veridad geométrica.::i 19,
d.lirio, lue el viento y revcrso de lo que vemos y hablamos y somos) y así
las rocas invenran allá aniba,."-i"
rnl"rrña. Se sube hasta llegar, de nuevo por el cauce del mismo arroyo,
duranre un cenrena, d"
,"t.o, ;;;r, cuesta no a un valle minúsculo.
muy empinada, entre montones
de pedruscos y tierra
arenisca. A Ia geometría Atrás y a los lados, las colinas achatadas, el pai-
suced. lo infor_e: impo_
sible sabe¡ si csos escombros sajc aplastado de la erosión; adelante, la montaña
son los de las casas con la senda que lleva al gran tanque bajo las peñas
o lo que queda d. p.;ar.os disgregados,
:]::lolidas
<iesnlenuzados por el_viento y-el sol. y, desde allí, por cl camino de los peregrinos, al san-
dcscicnde: y..bnl.r., plantas
Offa vez se tuario de la cumbre. Apenas si quedan huellas de las
biliosas, cardos, hedo¡ a
boñiga e inmundicia humana casas. FIay tres banianos, viejos y eminentes. A su
dad,rs y agujereaclos, trapos
; ffi;i, biclones oxi- sombra-o más bien: metidos en su espesura, escon-
con manchas menstrua_
les, una asanrblea de_buitres didos en la penumbra de sus entrañas, como si fuesen
;;.;';'un perro con cuevas y no árboles-unos niños vivísimos y en an-
el vientre despedazaclo , pi.ororof-
ir,ilon", de mos- drajos. Cuidan una docena de vacas flacas y resig-
cas, una ¡oca sobre lr.q-u"
han pintado con alquitrán
las siglas del parrido d.i nadas al marririo de las moscas y las garraparas.
congr.r;, ;;; vez el arroyo
scco, un nim enorme donde También hay dos cabritos y muchos cuervos. Apa-
viven centenares cie príja-
ros 1' ardillas, más llanos y rece la primera bandada de monos. Los niños los
ruinas, l* uu"lo, pasio_
nales de los pericos, un apedrean. Verdes y centelleantes bajo la luz constan-
montículo que fr-¡e tal vez
un cenotafio, un ml te, dos grandes charcos de agua pestilente. Dentro de
(Krishno unas semanas el agua se habrá evaporado, el lodo se
;egra l:,il'":;:":;::Tj:,:::ff'r'H.l
hguras irreconocibles),
una mrrirmu .ubi"rru de lotos
habrá secado y los charcos serán lechos de polvo finí-
y sobre ellos una nube cle .uriporrrl-el simo sobre el que los niños y el viento han de revol-
silencio de carse.
Ias rocas bajo Ia vibración
lrminosa á"1 *.", Ia res_
piración campo, el teruor ,nr"-"1
-del
tama o el ruido de una pedrezuela
.*;r¿. de una
n_,ouidu por una Ia_
gartija (la constante presenciir
invisible de ra cobra
22 I
23
4

La fijeza es siempre momentánea. ¿Cómo puede ser-


lo sienpre? Si lo fuese, no sería momentánea-o no
sería frjeza. ¿Qué quise decir con esa frase? Proba-
blemente tenía en mienres la oposición enre movi-
miento e inmovilidad, una oposición que el adverbio
siempre designa como incesante y universal: se ex-
tiende a todas las épocas y comprende a todas las
circunstancias. Mi frase tiende a disolver esa oposi-
ción y así se presenta como una taimada transgresión
del principio de identidad. Taimada porque escogí la
palabra momentáne¿ como el complemento de liieza
para atenuar la violencia del contraste enffe movi-
miento e inmovilidad. Una pequeña superchería retó-
rica destinada a darle apáriencia de plausibilidad a la
infracción de la lógica. Las relaciones entre la retó-
rica y la moral son inquietantes: es turbadora la faci-
Iidad con que el lenguaje se tuerce y no lo es menos
que nuestro espíritu acepte tan dócilmente esos jue-
gos perversos. Deberíamos someter el lenguaje a un
régimen de pan y agúa, si queremos que no se conom-
pa y nos corrompa. (Lo malo es que régimen-de-pan-
y-^gúa es una expresión figurada como lo es Ia corrup-
ción-del-lenguaje-y-sus-contagios.) Hay que destejer
25
(otra metáfo¡a) inclusive
las frases más simples para
averiguar qué es Io. que encier¡an no es ni silencio ni voz, aparece) es aquello que el
(más expresiones lcnguaje calla (la ftjeza es siempre momentánea).
figuradas) y de qué y cómo j;..f,us (¿de
está hecho el lenguaje? y, "rr¿n qué Vuelvo a mi observación inicial: por medio de
sobre todo, hecho o es
algo que perpetuamenre se ¿.rta trna sucesión de análisis pacientes y en dirección con-
está hatiendo?). Destejer
el tejido verbal; la_ realidad ,p;.;;;. traria a la actividad normal del hablante, cuya fun-
(Dos metá- ción consiste en producir y consffuir frases, mientras
foras.) ¿La realidad será .t
;;;;;^;el tejido, et clue aquí se trata de desmontarlas y desacoplarlas
¡eve¡so de la metáfora*aquello
que cstá del oro --desconsffuirlas, por decirlo ¿5(-, deberíamos re-
lado del lenguaje? (Er renguaj.
no ,i.n. reverso ni montar la corriente, desandar el camino y de expre-
ca¡a ni Iados.) euizá Iu ,.ulidád
también es una me_ sión figurada en expresión figurada llegar hasta la
táfon (¿de qué y/o de quién?).
son cosas sino palabras: metáfo¡as,
óui"J las cosas no ra,í2, \a palabra original, primordial, de la cual todas
palabras de otras l,rs otras son metáfoms. Momentánea es metáfora
cosas. ¿Con quién y de qué
hablan las cosas_pala_
bras? (Fsta página es_un saco --¿de qué otra palabra? Al escogerla como cornplc-
de palabras-cosas.) Tal nrento de fijeza incurrí en esa {recuente confusión
vez, a Ia rnanera de las .oru,
q,r. hablan con ellas rlue consiste en atribuir propiedades espaciales al
en su de .ounr, .l l.nguu¡e no habla
Ttr,T.r
uc .lenguaje
ras cosas nr del mundo: ticmpo y propiedades temporales ai espacio, como
habla de sí mismo y con_
sigo.mismo. (Thougths of ctrando decimos <a lo largo del añor>, la <<carrera de
a dry ¡*in in a clry sea-
son.) Ciertas realidades no Irrs horas>>, el <,avance del minutero> y otras expre-
,. pu.d"n .nun.ir. p".o, siones de ese jaez. Si se substituye la expresión figu-
cito de memoria, <<son aqueilo
que se muestfa en er i'ada por la directa, aparecerá el contrasentido: la
lenguaje sin que el lenguaje
lo enuncierr. Son aquello lijeza es (siempre) noaimiento. A su vez, ñjeza es
que el lenguaje no dice y
así dice. (Aquello que se
muesrra cn el lensuaje no una metáfora. ¿Qué quise decir con esa palabra? Tal
es el silencio, que por cle-
finición no dice, -ni aquello que vcz: aquello que no canbia. Así, la frase podría haber
diría el silencio si siclo: lo que no cambia es (siempre) movimiento. El
hablase,, si dejase de ser
silencio, sino...) Aquello
que.se.dice en el lenguaje sln rcsultado no es satisfactorio: la oposición entre no-
que.l l.ngur;. lo diga, cambio y movimiento no es neta, la ambigüedad rea-
es decir (¿es decir?); aquello
qu. ,"utri.nte se dice
(aquello que enrre un, l)arece. Puesto que movimiento es una metáfora de
frrre y orr^,.;;;; grieta que
cambio, lo me¡'or será decir: no-cambio es (siempre)
26
27
cambio. AI fin barece que he llegado
al desequilibrio .les de un muro a la horu en que las reverberaciones
deseado. Sin embargo,
cambio io e, Ia palabra
ginal que busco: es una ori_ rleshabitan el espacio, reflejo entre reflejos, instan-
figura de deuenir.
tuir cambio por devenir,"ru ,.i".ioi'.nrr.Al substi_ trínea claridad aguzada hecha de un pico, unas plumas
términos se alrera, de Ios dos ¡' el brillo de un par de ojos; la lagartija gris y trian-
modo n .'1"U, reemplazar
por permanencia, qule ¡1ular, espolvoreada por una finísima materia apenas
::^::if.
n1eza corno deveni,r Io
es una metáfora de verdosa, quieta en una hendedura de otra barda de
ilrgor_o_r", que, po¡ su ()tra tarde en otfo lugar: no una piedra veteada úno
parte, es una metáfora ls.de
del tienpo en sus transfo¡ma-
ciones incesantes... No un trozo de mercurio animal; la mata de hojas fres-
hay p.i*ipr., no try palabra
original, cada una es ulla cas sobre las que de un día pata otro, sin previo
metáfora ic otra palabra
es una nretáfora de otra que irviso, aparece un orín color de fuego que no es
y así sucesivamente. To_ sino la marca de las armas rojas dei otoño y que
das son traducciones de
iradu..;;r. Transparen- inmediatamente pasa por diversos estados, como la
cia en la que elhaz es
el envés: l^^Or;^siempre irrasa que se aviva antes de extinguirse, del cobre
momentánea. es

Empiezo iri tinto y del leonado al requemado: en cada mo-


de nuevo: si es un conmasentido
que la frjeza,siempfe e.s decir inento y en cada estado siempre la misma planta; la
momenránea, no Io se¡á
que nunca Io es. La luz-del decir rnariposa aquella que vi un mediodía de Kasauli, cla-
,ol ¿.'.riu mañana ha vada sobre un girasol negro y amarillo como ella, Ias
j:"::: interrupción
;: meslra negra que está
sobre r, i";;;il''superficie
de rrlas abiertas, ya una muy tenue lámina de o¡o perua-
ra
en un rincón del patio de
vecinos (al fin riene una los no en la que se hubiese concentrado todo el sol de
función .n o,u, páginas: los Himalay¿s-s5¡{¡ fijos, no allá: aquí, en mi men-
sirve de ejemplo en una
111 demostración incierta) te, fijos po¡ un instante. La frjeza siempre es momen-
durante el poco tie
anubar¡ado,';;;, tánea.
r;?n.ff il:, i:,r;jf:[,1 ff];
mosr¡ar Ia falsedad de Ia Mi frase es un momento, el momento de fijeza,
frase , U Ái"r^ nunca
momenránea. El tordo, plateado es cn el monólogo de Zenón de Elea y Hui Shih (<Hoy
en un filo de sombra, él
y olí,í..o, posado s;algo hacia Yüeh y llego ayer>>). En ese monólogo uno
mismo ,oí¡o'JnUda vuelto
luz.erguida entre y conrra ..le los términos acaba por devorar al otro: o la inmo-
los diversos resplandore, vilidad sólo es un estado del movimiento (como en
de Ios vidrios roros cle
Uor"liu Jn.;ffi, en los
bor_ mi f¡ase) o el movimiento sólo es una ilusión de
28
29
la inmoviüdad (como enre los hindúes). por
tanto,
no hay que decir ni siempre ni nltnca,
sino casi siem-
pre o casi nunca, sólo de vez en cuanclo
o más de Io 5
que generalmente se piensa y menos
cle Io que está
expresión podría indicar, en muchas
ocasiones o en
rarísimas, con cierta constancia o
no disponemos de I)ebo hacet un esfuerzo (¿no dije que ahora sí i¡ía has-
elementos suficientes para afirmar con
certeza si es pe_ t,r el fin?), dejar el paraje de los chatcos y llegar, unos
riódica o iregular: la fijeza (siempre,
nunca, casi nril metros más lejos, a lo que llamo el Portal. Los
siempre, casi nunca, etc.) es momeirtánea
(siempre, rriños me acompañan, se ofrecen como guías y me
nunca, casi siempre, casi nunca, etc.)
la fijeza (ui"m_ l,iden dinero. Me detengo ju,rto a un arbolillo, saco mi
pre, nunca, casi siempre, casi nunca,
etc.) es momen- rravaja y corto una rama. Me servirá de bastón y de
tánea (siempre, nunca, casi siempre,
.ari nunca, etc.) cstandarte. El Portal es un lienzo de mutalla, alta
la fijeza... Todo esto quiere d".i, qu" la frjeza
nunca llunque no muy extensa, y que ostenta desteñidos tra-
eJ-enteramente frjeza y que siempre
es un momento zos de pintura roja y negra. La puerta de entrada está
del cambio. La frjeza es siempre Áom"rtárrer.
situada en el centro y la remata tln gfan arco sarrace-
no. Arriba y a los lacios del arco, dos hileras de balco-
ncs qLre recuerdan a los de Sevilla y a los de Puebla de
\.i[éxico, salvo que éstos son de madera v no de hierro.
l)cbajo de cada balcón hay una hornacina vacía' El
r,rrrro, los balcones y el arco son los restos de lo que
,lcbe haber sido un palacete de fines del siglo xvrlr,
:.cnleiante a los que abundan en el otro lado de la
ir r()ntaña.
Cerca del Portal hay un gran baniano que debe
,,er viejísimo a juzgar por el número de sus raíces
t olgantes y la forma intrincada en que descienden a
l;r tierra desde lo alto de la copa para afincarse' as-
. r'ncler de nuevo, avanzlt y enffeteierse unas con

30
3r
otfas a Ia mane¡a de Ias
cuerdas, Ios cables y los das. En el cenüo de la calle, a unos cien metros de
tiles de un velero. pero el más_
br"i;;;_;.i..o no se pudre .londe estoy ahora, hay una fuente. Los monos saltan
en las aguas esrancadas
de
f¡a a¡enosa. En sus ramas, "",
;;i;:rno en esta rie- cl muro del Portal, atraviesan coniendo la plazoleta
los devotos hu., ut"do
tas de colores, todas desteñidas .i* y se encaraman en la fuente. Pronto los desalojan
sol. Esos moños descoloridor-i;
p", I, lluvia
y el las piedras que les lanzan los niños. Camino hacia

mentable de un gigante
;;; el aspecto la- la fuente. Enfrente hay una construcción todavía en
cubierto d. u.ndm sucias. pie, sin balcones pero con anchas puertas de madera
Adosada ul tron.o principal,
,ob." unu pequeñapla_ ,lc par en par abie¡tas. Es un templo. A los lados de
taforma encalada, reposa
una piedra de unos cuarenta l¿s entradas hay varios puestos entoldados en donde
centímetros
de altura; ,, f*.u ., uugra.nte
hu_ rrnos vejetes venden cigarrillos, fósforos, incienso, dul-
y toda ella está embadurnada,
mana
con una pintura ccs, oraciones, imágenes santas y otras chucherías.
espesa y brillante de
un.rojo ,rnguir.o. Al pie i)csde la fuente puede vislumbra¡se el patio, vasto
figura hay pétalos amarillos, cenizas, de Ia
cacharos rotos ('spacio rectangular enlosado. Acaban de iavarlo y des-
y otros ¡estos que no acierto
a distinguir. Los niños ¡'ide un vapor blancuzco. A su alrededor, bajo un re-
saltan y gritan, señalando
h p;";;;; o"H"nuren, H"_ ehado sostenido por pilares, como si fuesen las sec-
"
A sus gritos b.ot,
l,1TT]_ .,ltr. h, fi.aru, un men_ t iones de una feria, los altares. Unos barandales de
dlgo que me muestl
rrradera separan a un altar de otro y a cada divinidad

$i::;#";;;';,.,::T:ffi.::ilTiüJ"*:.; ..lc los devotos. Más que altares son jaulas. Dos sacer-
,iotes sebosos, desnudos de la cintura para arriba,
Me aparto, cruzo el arco y penetro
en una suerte :rparecen en la enüada y me invitan a pasar. Me
de plazoleta. En el extremo
d.¡..ho, uru.onfum p.rr_ rchúso.
pectiva de arquitecturas
desplomr¿rri .n'.f izquierdo, Al otro lado de la calle hay un edi6cio
un muro que reproduce en devastado
una escala más modesta rrcro hermoso. De nuevo el alto muro, los dos balco-
el Po¡ral: fazos de
rrcs a la andaluza, el arco y, tras el arco, una esca
nes y una en*ad" i;'"T:,"i1J,1,i-ll*,Ti:: linata dueña de cierta secreta nobleza. La escalinata
T. deja
Itación ver un pario .n.riu¡.do-pl.
hostil; enfrente, una calle
unu u.r._ (onduce a una vasta tefiaza rodeada por una arque-
anci" r ía que repite, en pequeño, el arco de la enftada. Los
empedrada, bordeada por
casas casi del ;at:t::::"I :rrcos están sostenidos por columnas de formas irre-
t2
)3
gulares y
caprichosas. precedido por los monos,
cru- tradas, monos que se pelean o juegan o se masturban
zo 7a calle y traspongo el arco. Me detengo
y, luego o se arrebatan la fruta robada, monos gesticulantes de
de un momento de indecisión, empiezo
a subir lenta- ojos chispeantes y colas en perpetua agitación, gritería
mente los peldaños. En el oro extremo
de la calle .lc monos de culos pelados y rojos, monos' monos.
los niños y los sacerdofes me gritan algo
que no en_ Golpeo el suelo con los pies, doy grandes voces,
tiendo.
corro de un lado para otro, enarbolo la rz;ma que corté
Si continúo... porque puedo no hace¡lo
pués de haber rehusado Ia invitación ¡r, des_ cn el paraje de los charcos y la hago silbar en el aire
de los dos obe_ como un látigo, azoto con ella a dos o tres monos
sos sacerdotes, seguir a Io largo de
la calle clurante (llle se escapan chillando, me abro paso entre los
unos diez minutos, salir al .".po y
emprender el ()tros, atravieso la teÍtaza, penetro un corredor bor-
empinado camino de los peregrinos que
lleva al gran ,lcado por una complicada balaustrada de madera cu'
tanque y a la ermira al pie .le Ia roca.
Si contiiúo, yo repetido motivo es un monstruo femenino, alado
subi¡é paso a paso la escalinata y llegaré
a la gran y con garras, que recuerda a las esfinges del Medite-
te-úaza. Ah, respirar en el centro
.1" er" rectángulo rráneo (entre los barrotes y las molduras aparecen
abie¡to y que se ofrece a los ojos con
una suerte de y desapatecen las caras curiosas y las colas en per-
simplicidad lógica. Simplicidad, necesidacl,
fericiclacl
d.. yn rectángulo perfecto bajo los cambios, ¡rctuo movimiento de los monos que' a distancia, me
los ca_ siguen), entro en una estancia en penumbra, a pesar
prichos y las violencias de Ia huz. Un
espacio hecho tlc la oscuridad y de que marcho casi a tientas adivi-
de aire y en el que todas las formas poseen
la consis_ no que el recinto es espacioso como una sala de reu-
tencia del aire: nada pesa. Al fonJo de
la rerraza rrión o de fiestas, debe haber sido el salón principal
hay un gran nicho: or:.a vez la piedra
informe emba- .lcl harem o la sala de audiencias, entreveo palpitantes
durnada de rojo encendido y u .u, pies
las ofrendas: l,olsas negras colgando de la techumbre, es una tribu
flores amarillas, cenizas de incienro. Er,oy
rodeaclo ,lc murciélagos dormidos, el aire es un miasma acre
por monos que saltan de un lado para
otro: machos l' pesado, salgo a otta teffaz más pequeña, ¡cuánta
fornidos que se rascan sin parar y grun.n
enseñando Iuz!, en el otro extremo reaparecen los monos, me
los dientes si alguien ,. I., u..r.o] h".b.o,
con las rniran desde lejos con una mirada en la que la curio-
crías prendidas a las tetas, monos que
expulgan a offos si.lad es indistinguible de la indiferencia (sí, me miran
monos, monos colgados de las cornisas y
las balaus- ,lcsde la leianía que es ser ellos monos y yo hom'
34
J5
gulares y
caprichosas. precedido por los monos,
cru- radas, monos que se pelean o juegan o se masturban
zo Ia calle y t¡aspongo el arco. Me detengo
y, luego o se arrebatan la fruta robada, monos gesticulantes de
de un momento de indecisión, empiezo a subir
lenta- ojos chispeantes y colas en perpetua agitación, gritería
mente los peldaños. En el omo exremo de la
calle de monos de culos pelados y rojos, monos, monos.
Ios niños y los sacerdotes me gritan algo
que no en- Golpeo el suelo con los pies, doy grandes voces'
tiendo.
como de un lado para otro, enarbolo la rama que corté
Si continúo... porque puedo no hacerlo v, des_ cn el paraje de los charcos y la hago silbar en el aire
pués de habe¡ rehusado Ia invitación de
los dos obe_ como un látigo, azoto con ella a dos o tres monos
sos sacerdotes, seguir a lo largo de la
calle durante (lue se escapan chillando, me abro paso entre los
unos diez minutos, salir al campo y emprender el ()tros, atravieso la ferraza, penetro un corredor bor-
empinado camino de los peregrinos que lleva
al gran ,lcado por una complicada balaustrada de madera cu-
tanque y a \a ermita al pie de la roca. Si
continúo, yo repetido motivo es un monstruo femenino, alado
subiré paso a paso la escalinata y llegaré
a la gran y con garras, que recuerda a las esfinges del Medite-
teftaza. Ah, respirar en el centro de ese rectángulo
rráneo (enüe los barrotes y las molduras aparecen
abierto y que se ofrece a los ojos con una suerte
de y desaparecen las caras curiosas y las colas en per-
simplicidad lógica. Simplicidad, necesidacl, feliciclacl
de- yn rectángulo perfecto bajo los cambios, ¡retuo movimiento de los monos que, a distancia, me
los ca_ siguen), entro en una estancia en penumbra, a pesar
prichos y las violencias de la luz. Un espacio
hecho ,le la oscuridad y de que marcho casi a tientas adivi-
de ai¡e y en el que todas las formas poseen la
consis_ no que el recinto es espacioso como una sala de reu'
tencia del aire: nada pesa. Al fondo de la
terraza rrión o de fiestas, debe haber sido el salón principal
hay un gran nicho: otra vcz la piedra informe
emba- .lcl harem o la sala de audiencias, entreveo palpitantes
durnada de rojo encendido y a sus pies las
ofrendas: l,olsas negras colgando de la techumbre, es una tribu
flores amarillas, cenizas de incienro. Ertoy rodeaclo
,lc murciélagos dormidos, el aire es un miasma acre
por monos que saltan de un lado para otro;
machos
fornidos que se rascan sin parar y grunen enseñando
v pesado, salgo a oú^ teffaza más pequeña, ¡cuánta
lrrz!, en el otro extremo reaparecen los monos, me
los dientes si alguien s" le, ac"rca, hembra,
con las nriran desde lejos con una mirada en la que la curio-
crías prendidas a las tetas, monos que expulgan
a ot¡os es indistinguible de la indiferencia (sí, me miran
monos, monos colgados de las cornisas y las balaus- 'i.lad
,I.:sde la lejanía que es ser ellos monos y yo hom'
34
35
estoy al pie de un mu¡o manchado
Pr.),
humedad"hor. de y desplegando las piernas y losbrazos con un ritmo
y con restos d. pintura, _uy proUuUlemente
se t¡ata de un paisaje, no esre parejo como una rana gigantesca, adelante la cabeza,
de G^i; sino o*o ver- proa que rompe los vientos y destroza las tempesta-
de y montañoso, casi con toda ,.ruridrd
es una de des, los ojos son dos faros que perforan los torbellinos
esas rep¡esentaciones estereotipadas
de los Himala_ y taladran el espacio petrificado, entre las encías ro-
yas, sí, esas formas vagamente
cónicas y üiangulares
figuran montañas, urro, Himalryu, jas y los labios morados asoman sus dientes blanqui
J.-pi.os nevados, simos: aguzados limadores de distancias, la cola rí-
riscos,
-cascadas
y lunas .ob." un d"rfil"d"ro, _on_
tañas de cuento ¡icas en fieras, gida y en alto es el mástil de este terrible esquife, co-
ascetas y prodigios,
frente a ellas cáe y se levanta, ,á lor de brasa encendida todo el cuerpo, un horno de
y.rg* y se humilla, ,rnergía volando sobre las a€Juas, una montaña de co-
montaña que se hace y deshace,
,r., rnm convulso, im_
potente e hirviente de monstruos lrre hirviendo, las gotas de sudor que escurren de su
y abominaciones (los
dos exmemos, irreconciliables ('uerpo son una poderosa lluvia que cae en millones
.oío .i ,g,ra y el fue_ ..le matrices marinas y terresnes (mañana habrá gran
go: Ia montaña pura y que esconde
enffe sus replie_ cosecha de monstruos y maravillas), a medida que
gues los caminos de Ia libera
ción / el mar impuro y
cl cometa rojizo divide en dos al cielo el mar alza
Itn...r1h:r; el espacio de la definici ón j dde la inde_
nnrclon; Ia montaña y su oleaje perificado; sus millones de brazos para aprisionarlo y destruirlo,
la perma_
nencia / el mar y sus montañas ¡¡randes serpientes lascivas y demonias del océano se
inestables; el mo-
vrmrefito y sus espejismos; la montaña lcvantan de sus lechos viscosos y se precipitan a su
hecha a la ima_ ('ncuentto, quieren devorar al gran mono, quieren co-
gen del ser, manifestación sen"ible
del principio de
identidad, inmóvil como una tuutologiu I'r,lar con el casto simio, romper sus grandes cántaros
se contradice sin cesar, el mar
i.i rnu, qu. lrcrméticamente cerrados y repletos de un semen acu-
c¡ítico dÉl .., y de si
mismo), entre Ia montaña y el mar durante siglos de abstinencia, quieren repar-
el espacio aéreo 'nulado
y en la mitad de esa región vacía: tir la sustancia viril entre los cuaüo puntos cardina-
una flran forma os-
cura, la montaña ha disparado i,'s, diseminarla, dispersar al ser, multiplicar las apa-
un bólido, huy .rn ..r.r_
po poderoso suspendido sobre ricncias, multiplicar la muerte, quieren sorberle el
el o.éuno, no es el sol:
r'('nsamiento y los tuétanos, desangrado, vaciarlo, es-
¡es el elefante entre los monos, el león, el to¡o
de iir jarlo, chuparlo, convertirlo en un badajo, en una
los simios!, nada vigorosamente en
el éter plegando .ísclrfc, cluieren quemarlo, chamuscar su cola, pero
36
37
el gran nrono avanza, se despliega y
cubre el espacio,
su sombra abre un surco en .l o.éáno,
,u .ab.r, p.r_
fora nubes minerales, entra como un
huracán cálido
en una confusa región de manchas informes 6
que des-
figuran todo este ext¡emo del muro,
d vez son re_
presentaciones de Lanká y de su palacio,
tal vez aquí Manchas: malezas: bor¡ones. Tachaduras. preso entre
está pintado todo lo que allá hizo
y vio Hanumán las líneas, las lianas de las letras. Ahogado por los
después de habe¡ saltado sob¡e el
.rr_"rp"rura in_ trazos, los lazos de las vocales. Mordido, picoteado
descifrable de líneas, ttazos, volutas,
mapas deliran_
tes, historias g¡otescas, el discurso ¡ror las pinzas, los garfios de las consonantes. Male-
á" lo, monzones za de signos: negación de los signos. Gesticulación
impreso sobre esra pared decrépita.
cstúpida, grotesca ceremonia. Plétora termina en ex-
tinción: los signos se comen a los signos. Maleza
se convierte en desierto, algarabia en silencio: arena-
Ies de letras. Alfabetos podridos, escriru¡as quemadas,
detritos verbales. Cenizas. Idiomas nacientes, larvas,
fctos, abortos. Maleza: pululación homicida: erial. Re-
peticiones, andas perdido entre las repeticiones, eres
una repetición entre las repeticiones. Artista de las
rcpeticiones, gran maestro de las desfiguraciones, ar-
tista de las demoliciones. Los árboles repiten a los
'írboles, las arenas a las arenas, la
jungla de letras
cs repetición, el arenal es repetición, la plétora es
vacío, el vacío es plétora, repito las repeticiones, per-
rlido en \a maleza de signos, errante por el arenal sin
signos, manchas en Ia pared bajo este sol de Galta,
rrranchas en esta tarde de Cambridge, maleza y
manchas sobre mi frente que congrega y disgrega^re-
'ral,
l)aisajes inciertos. Eres (soy) es una repetición entre
36
)9
Ias repeticiones. Es eres soy: soy es eres:
eres es soy.
Demoliciones: me tiendo sobre mis trituraciones,
yo
habito mis demoliciones.
7

Espesura indescifrable de líneas, trazos, volutas, ma-


pas: discurso del fuego sobre el muro. Una super-
licie inmóvil recorrida por una claridad parpadeante:
temblor de agua transparente sobre el fondo quieto
del manantial iluminado por invisibles reflectores.
Una superficie inmóvil sobre la que el fuego proyecta
silenciosas, rápidas sombras convulsas: bajo las on-
dulaciones del agua clarísima se deslizan con celeri-
dad fantasmas oscuros. Uno, dos, tres, cuaüo rayos
negros emergen de un sol igualmente negro, se alar-
gan, avlnz n, ocupan todo el espacio que oscila y
ondula, se funden entre ellos, rehacen el sol de som-
bra de que nacieron, emergen de nuevo de ese
sol----como una mano que se abre, se cierra y una vez
rnás se abre para transformarse en una hoja de higue-
ra, un trébol, una profusión de alas negras antes de
c:sfumarse del todo. Una cascada se despeña calla-
rlamente sobre las lisas paredes de un dique. Una
luna carbonizada surge de un precipicio entreabierto.
lln velero con las velas hinchadas echa raíces en lo
,rlto y, volcado, es un árbol invettido. Ropas que vue-
lirn sobre un paisaje de colinas de hollín. Continentes
, irl deriva, océanos en erupción. Oleajes, oleajes. El
40
4r
viento dispersa las rocas ingrávidas. Un
adante esta-
lla en añicos. Otra vez pájaros, oua vez peces.
Las
sombras se enlazan y cubren todo el
muro. Se desen_ 8
Iazan- Bu¡bujas en el centro de la
superficie líquida,
cí¡culos concéntricos, tañen a\lá abajo
campanas su_
mergidas. Esplendor se desnuda con
una mano sin Manchas: malezas. Rodeado, preso entre las líneas,los
solta¡ con Ia otra la verga de su pareja.
Mientras se lazos y razos de las lianas. El ojo perdidg.en la pro-
desnuda, el fuego de Ia chim
"n ^
ú cubre de ¡e_ fusión de sendas que se croz n en todos sentidos en-
flejos cobrizos. Ha dejado su ¡opa
al lado y se abre tre árboles y follajes. Malezas: hilos que se enredan,
paso nadando ent¡e las sombras
. La luz de ia hogue_ rnadejas de enigmas. Enramadas verdinegras, matorra-
ra se enrosca en los tobillos de Esplendor
y asciende les ígneos o flavos, macizos trémulos: Ia vegetación
entre sus piernas hasta iluminar su pubis
y su vien_ asume una apariencia irreal, casi incorpórea, como si
tre. EI agua color de sol moja su ,o.lio y
peneffa en- fuese una mera configuración de sombras y luces so-
t¡e los labios de la vulva. La lengua telplada
de Ia bre un muro. Pero es impenetrable. A horcajadas
llama sobre Ia humedad de la ui"ca;
la lengua entra sob¡e la alta barda, contempla el tupido bosquecillo,
y palpa a ciegas las. paredes palpitantes. EI
agua de se rasca la peluda rabadilla y dice para sí: delicia de
muchos dedos ab¡e las valvas y tror^el
obstinalclo bo- los ojos, dertota del entendimiento. El soi quema las
tón eréctil escondido ent¡e repliegues
choneantes. Se puntas de los bambúes gigantes de Birmania, tan al-
enlazan y desenlazan los reflejos, iás
llamas, las ondas. tos como delgados: sus tallos alcanzan los ciento
Sombras t¡émulas sobre el espacio que
respira como treinta pies de altuta y miden apenas diez pulgadas de
un animal, sombras una ma.iposa doble que abre, diámetro. De izquierda a detecha, con extrema len-
cierra, abre las alas. {e
Nudos. Sob¡e el cuerpo tendido titud, muevela cabeza y así abarca todo el panorama,
de Esplendor sube y baja el oleaje. Sombra
de un .lc los bambúes gigantes al soto de árboles ponzoño-
animal bebiendo sombras enre las piernas
abiertas de sos. A medida que sus ojos recorren la espesura, se
i, T*h.:ha. El agua: Ia sombra; i^ lur, el silencio.
Laluz: el agua; Ia sombra: el silencio. El silencio:
inscriben en su espíritu, con la misma celeridad y per-
el fccción con que se estampan sobre una hoja de papel
agua; 7a luz: la sombra.
lrrs letras de una máquina de escribir manejada por
nrAnos expertas, el nombre y las características de
42
4t
cada árbol y de cada planta: la palmera de Filipinas, sos; el árbol de las salchichas; el Daluk: su jugo le.
cuyo fruto, el buyo, perfuma el aliento y
enrojece la choso enceguece; la araucaria Bunya-bunya (más co-
saliva; la palmera de Doum y la de Nibung,
una oriun- nocida, pensó sonriendo, como Rompecabezas del Mo-
da del Sudán y Ia otra de
Java, Ias dos airosas y de no) y la araucaria de América, cónica torre vetde bo-
ademanes sueltos; la Kitul, cle la que
extraen el licor tella de doscientos pies; la magnolia indostana, el
alcohólico llamado <<toddy>>; la Talipot:
su ronco tie- Charnpak citado por Válmiki al describir la visita
ne cien pies de alto y cuaro de ancho,
al cumplir cle Hanumán al boscaje de Ashoka, en el palacio de
los cua¡enta años de edad lanza una florescencia
cre_ Itávana, en Lanká; el árbol del sándalo y el falso árbol
mosa de veinte pies y después muere;
el árbol del .lel sándalo; Ia planta Dhatura, droga ponzoñosa de
guaco) célebre por sus poderes curativos
bajo el nom_ los ascetas; el árbol de la goma, en perpetua tumescen-
bre de Palo Santo; el delgado, modesro árbol
de la cia y desentumescencia el Kimuska, que los ingleses
guatapercha; el plátano salvaje (Musa paradisiaca)
y Ilaman <<flame of the forest>>, masa pasional de follajes
la Palma del Via;ero, manantial vegetal: en (lue van del naranja al encarnado, más bien refrescan-
las vai_
nas de sus inmensas hojas guarda li,.o,
y Iihos de tcs en la sequía del verano interminable; la ceiba y
agua potable que beben con avidez los
sedientos via- cl ceibo, testigos soñolientos e indiferentes de Palen-
ieros extraviados; el árbol upa: su corteza contiene que y de Angkor; el mamey: su fruto es una brasa
el ipoh, un veneno que da .ul"nturur, hinchazones, clentro de una pelota de rugby; el pimentero y su pri-
qu:ma Ia sangre y mata; los arbustos de
eueensland, rno el turbinto; el árbol de hierro del Brasil y la
cubie¡tos de flores como anémonas de
mar, plantas orquídea gigante deMalaya; el Nam-nam y los almen-
que producen delirios y mareos; las
ribus y confede_ tlros de Java, que no son almendros sino enormes ro-
raciones de hibiscos y abobras; el árbol
del hule, con_ cas esculpidas; unos siniestros árboles latinoamerica-
fidente del olmeca, húmedo y chomeante
de savia en nos-no diré su nombre para castigarlos-con frutos
la-oscuridad caliente; el caobo llameante;
el nogal de semejantes a cabezas humanas que despiden un olor
Okari, delicia del papú; el
Jack de Ceilán, artocorpó- f ótido: el mundo vegetal repite el horror sórdido de
¡eo hermano del árbol del pan, cuyos frutos lrr historia de ese continente; el Hora, que da frutos
pesan
más de setenta kilos; un árbol bien conocido
.., Si.- trrn ligeros que las brisas los transportan: el infe-
rra Leona: el venenoso Sanny; el Rambután
de Mala_ xible Palo Hacha; la industriosa bignonia del Bra-
ya: slls hojas, suaves al tacto, ocultan frutos
espino_ sil: tiende puentes colgantes entre un á¡bol y otro
44
45
gracias a los ganchillos con que trepa y a los cordon_ ue esta espesura? Hanumán sonríe con placer ante la
cillos con que se sujeta; la serpienie, otra trepadora analogía que se le acaba de ocurrir: caligrafiay vegeta-
equilibrista, igualmente diestra en el uso de ción, arboleda y escritura, lectura y camino. Caminar:
lanchi_
llos, moteada como una culebra; el oxipétalo enrosca- leer un trozo de terreno, descifrar un pedazo de mun-
do ent¡e ¡acimos azules; la sarmentosa momóndiga; do. La lectura considerada como un camino hacia... El
el Cocotero Doble, así llamado por ser bir.*uaáo, camino como una lectura: ¿una interpretación del
también conocido como Coco del Mar porque sus fru_ mundo natural? Vuelve a cerrar los ojos y se ve a sí
tos, bilobulados o trilobulados, .ruu"lto, enrre gran- mismo, en otra edad, escribiendo (¿sobre un papel o
des hojas y semejantes a magnos órganos genitalÁ, sobre una roca, con una pluma o con un cincel?)el ac-
se
encuentran flotando en el océano fndico; el Cocotero to de Jv[abaniitaka en que se describe su visita al bos-
Doble, cuya inflorescencia masculina es de fo¡ma fá_ quecillo del palacio de Rávana. Compara su retórica a
lica, mide tres pies de longitud y huele a ratón, en una página de indescifrable caligrafía y piensa: la di-
tanro que la femenina es redonda y, artificialmente fetencia entre la escritura humana y la divina consiste
polinizada, tarda diez años en producir fruto; cn que el número de signos de la primera es limitado
el
Goda Kaduro de Oceanía: sus ,".illm grises y aplas_ nientras que el de la segunda es infinito; por eso el
tadas contienen el alc¿loide de la esmicnina; el rrniverso es un texto insensato y que ni sic.,riera para
árbol
de Ia tinta; el árbol de Ia lluvia; el ombú: sombra los dioses es legíble. La crítica del universo (y la de
be_
Ila; el baobab; el palo de rosa y el palo de pernambu_ los dioses) se llama gramática... Turbado por este ex-
co; el ébano; el pipal, Ia higuera religiosa a cuya som_ traño pensamiento, Hanumán salta de la barde al sue-
bra el Buda venció a ll[ata, planta .rtr"nguluáora; lo, permanece un instante agachado, se yergue, es-
el
aromárico Karunbu Neti de Molucas y el Grano cruta los cuatro puntos cardinales y, con decisión, pe-
del
Paraíso; el Bulu y Ia enredadera Dada Kehel... rletra en la maleza.
El
Gran Mono cierra los ojos, vuelve a ¡ascarse y musita:
antes de que el sol se hubiese ocultado del
toio_aho_
ra corre ent¡e los altos hambúes como un animal
per-
seguido por Ia sombra-logré reducir el boscaje
a un
Una página de enmarañ ada caligtafía vegeral.
3lttjlogo,
Maleza de signos: ¿cómo leerla, cómo ab"rirse paso
en_

46
47
9

Frases que son lianas que son manchas de humedad


que son sombras proyectadas por el fuego en una
habitación no descrita que son la masa oscura de la
arboleda de las hayas y 1os álamos azotada por el
viento a unos trescientos metros de mi ventana que
son demostraciones de luz y sombra a propósito de
una realidad vegetal a la ho¡a del sol poniente por las
que el tiempo en una alegoría de sí mismo nos im-
parte lecciones de sabiduúa tan pronto formuladas co-
mo destruidas por el más ligero parpadeo de la luz o
de la sombra que no son sino el tiempo en sus en-
carnaciones y desencarnaciones que son las frases que
escribo en este papel y que conforme las leo desapa-
recen:
no son las sensaciones, las percepciones, las ima-
ginaciones y los pensamientos que se encienden y
apagan aquí, ahora, mientras escribo o mientras leo
lo que escribo:
no son lo que veo ni lo que vi, son el reverso de
lo visto y de la vista-pero no son lo invisible: son
cl residuo no dicho,
no son el otro lado de la realidad sino el otro lado
rlel lenguaje, lo que tenemos en la punta de la len-

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gua y se desvanece antes de ser dicho, el otro lado que
si no lo sabías, ahora lo sabes: todo está hueco;
no puede ser nombrado porque es lo contrario del y apenas digo todo-está-hueco, siento que caigo
nombre:
en la trampa: si todo está hueco, también está hueco
lo no dicho no es esto o aquello que callamos, el todo-está-hueco;
tampoco es ni-esto-ni-aquello: no es el árbol que digo
no, está lleno y repleto, todo-está-hueco está hen-
que veo sino la sensación que siento al sentir que lo
chido de sí, lo que tocamos y vemos y oímos y gus-
veo en el momento en que voy a decir que lo veo,
tamos y olemos y pensamos, las realidades que inven-
una congregación insustancial pero real de vib¡acio-
tamos y las realidades que nos tocan, nos miran, nos
nes y sonidos y senridos que al combinarse dibujan
oyen y nos inventan, todo lo que tejemos y desteje-
una configuración de una presencia verde-bronceada-
mos y nos teje y desteje, instantáneas apariciones y
negra-leñosa-hojosa-sonoro-silenciosa ; desapariciones, cada una distinta y única, es siempre
no, tampoco es esto, si no es un nombre menos la misma realidad plena, siempre el mismo tejido que
puede ser la descripción de un nombre ni la descrip-
se teje al destejerse: aun el vacío y la misma privación
ción de la sensación del nombre ni el nombre de son plenitud (tal vez son el ápice, el colmo y la calma
la sensación:
de la plenitud), todo está lleno hasta los bordes, todo
el árbol no es el nombre árbol, tampoco es una es real, todas esas realidades inventadas y todas esas
sensación de árbol: es la sensación de una percep- invenciones tan reales, todos y todas, están llenos de
ción de árbol que se disipa en el momento mismo de
sí, hinchados de su propia realidad;
la percepción de la sensación de árbol;
y apenas lo digo, se vacían: las cosas se vacían y
los nombres, ya lo sabemos, están huecos, pe¡o
los nombres se llenan, ya no están huecos, los nom'
lo que no sabíamos o, si Io sabíamos, Io habíamos bres son plétoras, son dadores, están henchidos de
olvidado, es que las sensaciones son percepciones de
sangre, leche, semen, savia, están henchidos de mi-
sensaciones que se disipan, sensaciones que se disi-
nutos, horas, siglos, grávidos de sentidos y signifi
pan al ser percepciones, pues si no fuesen percepcio-
cados y señales, son los signos de inteligencia que el
nes ¿cómo sab¡íamos que son sensaciones?;
tiempo se hace a sí mismo, los nombres les chupan
sensaciones que no son pefcepciones no son sen-
los tuétanos a las cosas, las cosas se mueren sobre
saciones, percepciones que no son nombres
¿qué csta página pero los nombres medran y se multipli
son?
can, las cosas se mueren para que vivan los nombtes:
50
5L
enrre mis labios el árbol desaparece mientras lo el árbol que digo no es el árbol y el otro, el que no
digo y al desvanecerse aparece: míralo, torbellino de digo y que está allá, tras mi ventana, ya negro el
hojas y raíces y ramas y tronco en mitad del venta-
tronco y el follaje todavía inflamado por el sol po-
rrón, chomo de verde bronceada sonora hojosa reali- niente, tampoco es el árbol sino la realidad inaccesible
dad aquí en Ia página: en que está plantado:
mí¡alo allá, en la eminencia del terreno, míralo: entre uno y otro se levanta el único árbol de la
opaco entre la masa opaca de los á¡boles, míralo imeal
sensación que es la percepción de la sensación de ár-
en su bruta realidad muda, mí¡alo no dicho: bol que se disipa, pero
la realidad más allá del lenguaje no es del todo
¿quién percibe, quién siente, quién se disipa al
realidad, realidad que no habla ni dice no es rea- disiparse las sensaciones y las percepciones?
lidad;
ahora mismo mis ojos, al leer esto que escribo con
y apenas Io digo, apenas esc¡ibo con todas sus cierta prisa por llegar al fin (¿cuáI, qué fin?) sin tener
leras que no es realidad la desnuda de nombres, los clue levantarme para encender la luz elécffica, aprove-
nomb¡es se evapofan, son aire, son un sonido engas-
chando todavía el sol declinante que se desliza entre
tado en otro sonido y en otro y en otro, un murmullo, las ramas y las hojas del macizo de las hayas planta-
una débil cascada de significados que se anulan:
das sobre una ligera eminencia
el árbol que digo no es el árbol que veo, árbol (podría decirse que es el pubis del terreno, de tal
no dice árbol, el árbol está más allá de su nombre, modo es femenino el paisaje enre los domos de los
¡ealidad hojosa y leñosa: impenetrable, inrocable, rea- pequeños observatorios asronómicos y el ondulado
lidad más allá de los signos, inmersa en sí misma, ('empo deportivo del Colegio,
plantada en su propia realidad: puedo tocarla pero podría decirse que es el pubis de Esplendor que
no puedo decirla, puedo incendiarla pero si la digo sc ilumina y se oscurece, mariposa doble, según se
la disipo: nrueven las llamas de la chimenea, según cfece y
el árbol que esrá allá entre los árboles no es el ,lecrece el oleaje de la noche),
átbol que digo sino una realidad que esrá más allá de
ahora mismo mis oios, al leer esto que escribo,
los nombres, más allá de la palabra realidad, es la inventan la realidad del que escribe esta larga fra-
realidad tal cual, la abolición de las diferencias v la 'i(', pero no me inventan a mí, sino a una figura del
abolición también de las semejanzas; i.'nguaie: al escritor, una realidad que no coincide con

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mi propia realidad, si es que yo tengo alguna realidad
es un continuo ir y venir de las cosas a los nombres
que pueda llamar propia;
a las cosas,
no, ninguna realidad es mía, ninguna me (nos) no, digo que voy y vengo sin cesar pero no me he
pertenece, todos habitamos en otra parte, más allá
movido, como el árbol no se ha movido desde que
de donde estamos, todos somos una realidad dis- comencé a escribir,
tinta a la palabra yo o a la palabra nosoros, otra vez las expresiones inexactasi conencé, es-
nuestra realidad más íntima está fuera de noso-
cribo, ¿quién escribe esto que leo?, la pregunta es
tros y no es nuestra, tampoco es una sino plural, plu-
reversible: ¿qué leo al escribir: quién escribe esto
ral e instantánea, nosotros somos esa pluralidad que que leo?,
se dispersa, el yo es rcal quizá, pero el yo no es 1,o
la respuesta es reversible, las frases del fin son
ni tú ni é1, el yo no es mío ni es tuyo, el revés de las frases del comienzo y ambas son las
es un estado, un parpadeo, es la percepción de mismas frases
una sensación que se disipa, pero ¿quién o qué per- que son lianas que son manchas de humedad so-
cibe, quién siente?, bre un muro imaginario de una casa destruida de
los ojos que miran lo que escribo ¿son los mismos Galta que son las sombras proyectadas por el fuego
ojos que yo digo que miran lo que escribo? de una chimenea encendida por dos amantes que son
vamos y venimos entre la palabra que se extingue el catálogo de un jardín botánico tropical que son una
al pronunciarse y la sensación que se disipa en la per- alegoría de un capítulo de un poema épico que son
cepción-aunque no sepamos quién es el que pro- la masa agitada de la arboleda de las hayas tras mi
nuncia la palabra ni quién es el que percibe, aun- ventana mientras el viento etcétera lecciones etcé-
que sepamos que aquel que percibe algo que se disi tcra destruidas etcétera el tiempo mismo etcétera,
pa también se disipa en esa percepción: sólo es la las frases que escribo sobre este papel son las
percepción de su propia extinción, sensaciones, las percepciones, las imaginaciones, etcé-
vamos y venimos: la realidad más allá de los rcra, que se encienden y apagan aquí, frente a mis
nombres no es habitable y la realidad de los nom- ojos, el residuo verbal:
bres es un perpetuo desmoronamiento, no hay nada lo único que queda de las realidades sentidas, ima-
sólido en el universo, en todo el diccionario no hay
¡iinadas, pensadas, petcibidas y disipadas, única rea-
una sola palabra sobre la que reclinar la cabeza, todo lidad que dejan esas realidades evaporadas I gue,
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aunque no sea sino una combinación de signos, no es
menos real que ellas:
los signos no son las presencias pero configuran 10
otra presencia, las frases se alinean una tras otta sobre
la página y al desplegarse abren un camino hacia un
fin provisionalmente definitivo, Vio a muchas mujeres tendidas sobre esteras, en va-
las frases configuran una presencia que se disipa, riados trajes y atavíos, el pelo adornado con flores;
son la configuración de la abolición de la presencia, dormían bajo la influencia del vino, después de haber
sí, es como si todas esas presencias tejidas por las pasado la mitad de la noche en iuegos' Y el silencio
configuraciones de los signos buscasen su abolición de aquella gran compañia, ahota mudas las sonoras al-
para que aquellos árboles inaccesibles, in- hajas, era el de un vasto estanque nocturno rebosan-
^patezcan te de lotos y ya sin ruido de cisnes o abejas... El
mersos en sí mismos, no dichos, que están más allá
del final de esta frase, noble mono se dijo a sí mismo: Aquí se han iuntado
en el otro lado, allá donde unos o¡'os leen esto que los planetas que, consiltnida su proaisión de méritos,
escribo y, al leerlo, lo disipan caen del firmamento. Era verdad; las mujeres res-
plandecían como caídos meteoros en fuego. Unas se
habían desplomado dormidas en medio de sus bailes
1- yacían, el pelo y el tocado en
desorden, fulminadas
entre sus ropas desparramadas; otras habían atrojado
al suelo sus guirnaldas y, rotas las cintas de sus colla-
lcs, desabrochados los cinturones y los vestidos re-
vueltos, parecían yeguas desensilladas; otras más, per-
<lidas sus aiorcas y aretes, las túnicas desgarradas y pi-
soteadas, semejaban enredaderas holladas por ele-
íantes salvajes. Aquí y allá las perlas esparcidas cru-
;,aban reflejos lunares entre los cisnes dormidos de
l,>s senos. Aquellas muieres eran ríos: sus muslos,
i;rs riberas; las ondulaciones del pubis y del vien-

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tre, los rizos del agua bajo el viento; sus grupas y se-
nos, las colinas y eminencias que el curso rodea y ci-
ñe; los lotos, sus caras; los cocodrilos, sus deseos; sus 11
cuerpos sinuosos, el cauce de la corriente. En tobillos
y muñecas, antebrazos y hombros, cerca del ombligo
o en las puntas de los pechos, se veían graciosos rasgu- La transfiguración de sus juegos y abtazos en una ce-
ños v marcas violáceas que parecían joyas... Algunas remonia insensata les infundía simultáneamente mie-
de estas muchachas saboreaban los labios y las len- do y placer. Por una parte, el espectáculo los fasci-
guas de sus compañeras y ellas les devolvían sus be- naba y aún alimentaba su lujuria: aquella pareja de
sos como si fuesen los de su señor; despiertos los sen- gigantes eran ellos mismos; por la otra, al sentimien-
tidos aunque el espíritu dormido, se hacían el amor to de exaltación que los embargaba al verse como
las unas a las otras o, solitarias, estrechaban con bra- imágenes del fuego se aliaba otro de inquietud, re-
zos alhajados un bulto hecho de sus propias topái o, suelto en una pregunta más temerosa que incrédula:
bajo el imperio del vino y del deseo, unas dormían
¿eran ellos mismos? Al ver aquellas formas insustan-
recostadas sobre el vientre de una compañera o entre ciales aparecer y desaparecet silenciosamente, girar
sus muslos y otras apoyaban \a cabeza en el hombro de una en torno de la oua, fundirse y escindirse, palparse
su vecina u ocultaban el rostro entre sus pechos y y desgarrarse en fragmentos que se desvanecían y un
así se acoplaban las unas con las otras como las ra- instante después reaparecían para inventar de nuevo
mas de una misma arboleda. Aquellas mu¡'eres de ta- otro cuerpo quimérico, les parecía asistir no a la
lles estrechos se entrel azaban entre ellas al modo de proyección de sus acciones y movimientos sino a una
Ias üepadoras cuando cubren los troncos de los árbo- función fantástica, sin relación alguna con la realidad
les y abren sus corolas al viento de marzo. Aquellas que ellos vivían en aquel momento. Fastos ambiguos
mujeres se entretejían y encadenaban con sus bra- de una procesión interminable, compuesta por una
zos y piernas hasta formar una enramada intrincada sucesión de escenas incoherentes de adoración y pro-
y selvática (Sundara Kund, tx). fanación, cuyo desenlace era un sacrificio seguido por
Ia resurrección de la víctima: otro fantasma ávido que
iniciaba una escena distinta a la que acababa de Úans-
currir pero poseída por la misma lógica demencial.
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El muro les mostraba la metamorfosis de los trans- do que, aunque desconocían el sentido de aquel tea-
portes de sus cuerpos en una fábula bárban, enigmá_ üo de signos, no ignoraban su tema pasional y som-
tica y apenas humana. Sus actos vueltos un baile de brío, sabían gue, a pesar de estar hecha de sombras,
espectros, este mundo redivivo en el oüo. Redivivo y la enramada que tejían sus cuerpos era impeneÚable.
desfigurado: un cortejo de alucinaciones exangües. Racimos negros colgando de una roca abrupta y
Los cuerpos que se desnudan bajo la mirada del vaga pero poderosamente masculina, hendida de pron-
otro y bajo la propia, las caricias que los anudan y to como un ídolo abierto a hachazos: bifurcaciones,
desanudan, la red de sensaciones que los encierra y los ramificaciones, disgregaciones, coagulaciones, des-
comunica enffe ellos al incomunicarlos del mundo, membramientos, fusiones. fnagotable fluir de som-
los cuerpos instantáneos que forman dos cuerpos en bras y formas en las que aparecían siempre los mis-
su afán por ser un solo cuefpo-todo eso se trans- mos elementos-sus cuerpos, sus ropas, los pocos
formaba en una trama de símbolos y ieroglíficos. No muebles y objetos de la habitación----cada vez combi-
podlan leerlos: inmersos en la realidad pasional de nados de una manera distinta aunque, como en un
sus cuerpos, sólo percibían fragmentos de la otra pa- poema, había reiteraciones, rimas, analogías, figuras
sión que se representaba en el muro. pero si hubie- que reaparecían con cierta regularidad de oleaje: lla-
sen seguido con atención el desfile de las siluetas, tam- nutas de lava, tijeras volantes, violines ahorcados,
poco habrían podido interpretarlo. Sin embargo, aun- vasijas hirvientes de lerras, erupciones de triángulos,
que apenas si veían Ios cortejos de sombras, sabfan combates campales entre rectángulos y exágonos, los
que cada uno de sus gestos y posiciones se inscribía en miles de muertos de la peste en Londres transforma-
la pared, transfigurado en un nudo de escorpiones o dos en las nubes sobre las que asciende la Virgen
pájaros, manos o pescados, discos o conos, signos cambiadas en los miles de cuerpos desnudos y enla-
instantáneos y cambiantes. Cada movimiento engen- zados de una de las colosales orgías de Harmonía cal-
draba una forma enigmática y cada forma se enlazaba culadas por Fourier vueltos las grandes llamas que
a oúa y otra. Gavillas de enigmas que a su vez se devoran el cadáver de Sardanápalo, montañas nave-
entretejían con otras y se acoplaban como las ramas gantes, civilizaciones ahogadas en una gota de tinta
de una arboleda o las tenazas vegetales de una uepa- teológica, hélices plantadas en el Calvario, incendios,
dora. A \a luz insegura del fuego se sucedían y en- incendios, el viento siempre entre las llamas, el viento
cadenaban los trazos de las sombras. Y del mismo mo- que agita las cenizas y las disipa.

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Esplendor se recuesta en la estera y con las dos La conjunción de las tinieblas precipita la descarga.
manos oprime uno contra oüo sus pechos hasta jun- Blancura súbita. Caída interminable en una cueva ab-
tarlos casi enteramente pero de modo que dejen, aba- solutamente negra. Después se descubre tendido al
jo, un estrecho canal por el que su compañeto, obe- lado de ella, en una penumbra ala orilla del mundo:
diente a un gesto de invitación de la muchacha, in- más allá están los otros mundos, el de los rnuebles y
troduce su verga. El hombte está arrodillado y bajo objetos de la habitación y el otro mundo del muro,
el arco de sus piernas se extiende el cuerpo de Esplen- apenas iluminado por la luz muriente de las brasas.
dor, la mitad superior erguida a medias pan facrlitat Al cabo de un rato el hombre se levanta y aviva el
las embestidas de su pateia, T¡as unos cuantos y enér- fuego. Su sombra es inmensa y aletea en todo el cuar-
gicos movimientos de ataque, la verga atraviesa el to. Vuelve al lado de Esplendor y mira los reflejos
canal formado por los pechos y reaparece en la zona del fuego deslizarse sobre su cuerpo. Vestidura de
de sombra áe la garyanta, muy cerca de la boca de luz, vestiduta de agua: la desnudez es más desnuda.
la muchacha. En vano ella ptetende acariciar con la Ahora puede verla y abarcarla. Antes sólo había en-
lengua Ia cabeza del miembro: su posición se lo pro- trevisto pedazos de ella: un muslo, un codo, la palma
híbe. Con un gesto rápido aunque sin violencia el de una mano, un pie, una rodilla, una oreja escondida
hombre empuja hacia ar¡iba y hacia adelante, hace sal- cn un mata de pelo húmedo, un ojo entre pestañas, la
tat los senos y entre ellos emerge su verga como un suavidad de las corvas y de las ingles hasta llegar a
nadadot que vuelve a la superficie, ahora sí frente a la zona oscura y áspera, la maleza negra y mojada en-
los labios de Esplendor. Ella la humedece con la len- tre sus dedos, la lengua entre los dientes y los labios,
gua,la atrae y la conduce ala gtuta roja. Los coiones (:uerpo más palpado que visto, cuerpo hecho de pe-
del hombre se hinchan. Chapaloteo. Círculos concén- .lazos de cuerpo, regiones de sequía o de humedad,
ricos cubren la superficie del estanque. Tañe grave regiones claras o boscosas, eminencias o hendeduras,
el badajo de la campana submarina. nunca el cuerpo sino sus partes, cada parte una ins-
En el muro, el cuerpo del hombre es un puente tantánea totalidad a su vez inmediatamente escindida,
colgante sobre un río inmóvil: el cuerpo de Esplen- cuerpo segmentado descuartizado despedazado, tro-
dor. A medida que disminuye el chisporroteo de la zos de oreja tobillo ingle nuca seno uña, cada peda-
chimenea, crece la sombra del hombre arrodillado so- zo un signo del cuetpo de cuerpos, cada parte entera
bre la muchacha hasta que invade del todo al muro. y total, cada signo una imagen que aparece y arde

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