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Foto: Alecio de Andrade

Fran^oise Dolto, nacida en París en 1908


y muerta en 1988, es una de las principales
figuras del psicoanálisis aplicado a los pro-
blemas específicos de la infancia y la ado-
lescencia. Desde Psychanalyse el pédiaíñe
(1939), su trayectoria, que incorpora apor-
taciones de Lacan, nos ofrece, en clásicos
como Le cas Dominique (1971), una apor-
tación capital al conocimiento de los pro-
blemas psicoafectivos por parte del gran
público.
PRIMERA PARTE
EL PURGATORIO DE LA JUVENTUD
Y EL SEGUNDO NACIMIENTO

«La educación oficial no te enseña la educa-


ción en el amor..., en el respeto del otro, en el
respeto de ti.n
FRANQOISE DOLTO

i
i.I

CAPÍTULO 1
EL CONCEPTO DE ADOLESCENCIA: PUNTOS
DE REFERENCIA, PUNTOS DE RUPTURA

No se conoce tan bien al adolescente como al niño. Hay


que extenderse sobre la realidad que oculta este término.
Se habla hoy de la población de los «Ados», expresión me-
diática que tiende a aislar a los individuos jóvenes «de
paso», «en tránsito», encerrándolos en un tipo de edad. En
vez de limitarse a situarla en la pirámide de las edades,
es más interesante buscar un consenso y superar las con-
troversias y desacuerdos entre psicólogos, sociólogos y
endocrinólogos-neurólogos.
Algunos prolongan la infancia hasta los catorce anos y
sitúan la adolescencia entre los catorce y los dieciocho
anos, como una simple transición hacia la edad adulta.
Aquellos que la defineri~én términos de crecimiento, como
un período de desarrollo muscular y nervioso, se sienten
tentados incluso de prolongarla hasta los veinte años.
Los sociólogos toman en cuenta el fenómeno actual de
los «adolescentes retrasados», estudiantes prolongados que
viven en casa de sus padres mucho más allá de su mayo-
ría. Algunos psicólogos reducen la adolescencia a un capi-
tulo final de la infancia.

¿Es una edad cerrada, una edad marginal, o una etapa


original y capital de la metamorfosis del niño en adulto?

En mi opinión, jes una fose de mutaciónj Es tan capi-


tal para el adolescente confirmado como el nacimiento y
los primeros quince días de su vida lo son para el niño
pequeño. El nacimiento es una mutación que permite dar
el paso del feto al niño de pecho y su adaptación al aire y
a la digestión. El adolescente, por su parte, pasa_por_JUüia
muda respecto de la cual nada puede decir, y es, para los

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adultos, objeto de un cucstionamienlo que. según los pu- produce la fragilidad del bebé que nace, sumamente sensi-
dres, está cargado de angustia o pleno de indulgencia Mí ble a lo que recibe como mirada y oye como palabras que
profesor de filosofía, parafraseando el proverbio, decía de le concierncn. Un bebé cuya familia lamenta que sea como
una de mis compañeras de la que pensaba que se había es, que se parezca a aquel otro, que tenga una nariz así o
quedado en la adolescencia: «Dios, mesa o palangana; ¿en asá. y Mega hasta lamentar el sexo que tiene o el color de
qué se convertirá?» A sus ojos, todas deberíamos haber su cabello, corre el riesgo de quedar marcado para toda la
sido ya jóvenes adultas. He aquí una de las posibles y grá- vida, mientras la gente piensa que no comprende nada. Ha t
ficas maneras de definir la adolescencia como una edad captado este hándicap social con el que ha nacido. A esa f
en que el ser humano no es dios, mesa ni jofaina. El csia- edad, todos los juicios surten efecto, incluyendo aquellos
do de adolescencia se prolonga según las proyecciones que que expresan gentes de poco fiar, por ejemplo, personas
los jóvenes reciben de los adultos y scgúnloqucTa" socie- celosas o resentidas con los padres. El niño no^ tiene en
dad íes impone como límites de exploración. Los adultos cuenta las cosas, no hace más que oír que hablan mal de
están ahí para ayudar a un joven a entrar en las respon- él, y se lo toma al pie de la letra. Y se trata de algo que
sabilidades y a no ser lo que se llama un adolescente re- puede comprometer, de por vida, sus relaciones con la so-
trasado. ciedad. El papel de las personas ajenas a la familia y que
conocen a un adolescente, que tienen relación con él por
La sociedad tiene interés en que e! adolescente no pier- causa de la escuela, o por causa de la vida social, es muy
da el tiempo en una vida de beneficiado. Pero esta justa importante durante algunos meses. Pero, desgraciadamen-
preocupación lleva también al exceso de celo que consiste te, la gente no sabe cuál es el período sensible para dicho
en estimular demasiado a un niño de once años a no ser joven. En el caso del bebé, se ignora que oye todo lo que
un niño prolongado. Si bien no hay que dormirse, tampo- le dicen. «¡Ah! ¡Qué pena que se parezca a tía Lili... Qué
co hay que precipitar las cosas... En el lenguaje popular, demonio era!» Y luego se ponen a hablar de la tía Lili, y
se dice con frecuencia: «Siempre te portas como un niño, el niño recibe a quemarropa una descarga negativa que le
pero ya no eres un niño.» ¿Acaso no es éste un lenguaje afecta profundamente. Lo sabemos ahora. Pues bien, lo
totalmente pernicioso y culpabiliíantc, si el padre o la mismo sucede con un joven en pleno desarrollo.
madre le dicen esto a un preadolesccnlc? Para comprender adecuadamente qué es la inopia, la
debilidad de la adolescencia, tomemos la imagen de los bo-
Yo creo que él no le presta a estas palabras la menor gavantes y langostas que pierden su concha: se ocultan
atención. Se la prestaría si fuera uno de sus compañeros bajo las rocas en ese momento, mientras segregan su nueva
quien se la dijera. Pero no los padres. Los padres, de todos concha para adquirir defensas. Pero, si mientras son vul-
modos, dejan de ser a sus ojos los valores de referencia. nerables reciben golpes, quedan heridos para siempre; su
En las escuelas hay Grandes Meaulnes en todas las épocas caparazón recubrirá las heridas y las cicatrices, pero no
que gozan de cierto prestigio. Son los líderes de pequeños las borrará. Las personas secundarias juegan un papel muy
grupos. Y siempre corretea por allí un muchachito menos importante en la educación de los jóvenes durante este pe-
afirmado, menos desarrollado, que tiene problemas en ha- ríodo. Aunque no estén encargadas de dar dicha educación,
cerse aceptar por el arcángel o el cabecilla. Se le rechaza: todo lo que hacen puede favorecer la expansión y la con-
«Eres un pequeñín, un renacuajo; no sabes de que va... fianza en sí, al igual que el valor para superar sus impo-
lárgate.» Esta infantilizacion es peyorativa viniendo de un tencias, o, al contrario, pueden estimular el desaliento y la
joven; afecta más al niño que si su madre le dice: «No te depresión. Hoy, muchos jóvenes a partir de los once afloá)
hagas el pequeñín.» conocen estados depresivos y estados paranoicos. Y ejecu-/
Es también muy vulnerable a las observaciones despec- tan actos de agresión gratuitos. En estas «crisis», el joven
tivas procedentes de otros adultos que tienen el papel de se opone a todas las leyes, porque le ha parecido que al-
mandar a los jóvenes. En el curso de esta mutación, re- guien que representa la ley no le permitía ser ni vivir.

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¿Pero acaso esta reacción de defensa no Íes deja aun «¿Qué es lo que vas a pensar? No estás en edad de pen-
más desarmados? sar; aún tienes el gusto de la leche en los morros.» Etc.
Cuando un joven comienza a tener ideas propias y a mez-
En este momento de extrema fragilidad, se defienden clarse en la conversación de los adultos, no pierden un ins-
contra los demás, bien mediante la depresión, o por medio tante en desalentarlo, cuando sería el momento de darle la
de un estado de negativismo que agrava aún más su debi- palabra: «Te interesas por esto; bien, dime tu opinión; ah,
lidad. es interesante...» El padre no quiere que se diga que su
hijo empieza a ser escuchado por los jóvenes que le ro-
La sexualidad podría ser un recurso para ellos. dean. Hs él quien debe tener la supremacía. Hay muchos
padres que no saben ser padres de adolescente. Y lo cu-
No tienen aún vida sexual, si no es a través de la ima- rioso es que no saben serlo delante de su mujer y de su .
ginación. Con mucha frecuencia, penetran en un falso nivel hija, pero cuando están solos con los muchachos, los en-
expansivo de sexualidad, que depende de lo imaginario: In tienden mejor. liso so debe a que no desean que al mu-J
masturbación. En el momento difícil en que los jóvenes se chacho se le preste la misma atención que a ellos cuando!
Asienten incómodos en la realidad de los adultos por falta se ponen a hablar en la mesa y el joven discrepa de su »
de confianza en sí mismos, su vida imaginaria les sostie- padre. F.I padre quiere que su opinión prevalezca sóbrela"^
ne. El muchacho o la joven están casi decididos a excitar de su hijo. I,a frase justa sería, por ejemplo: «Bueno, a
en sí la zona que les dará fuerza y valor, es decir, la zona dos edades distintas, pensamos de manera diferente. No
genital que se anuncia. Y de esc modo la masturbación, hay problema» Si el joven se ve interrumpido, o bien lo
de remedio de su depresión, se convierte en trampa. Tram- tolera con una sonrisa de condescendencia («Papá no quie-
pa, porque de este modo se descargan nerviosamente y tie- re reconocer su error; bien, ¡tanto peor!»), o no se atreve
nen mayor dificultad para afrontar la realidad, para ven- a afirmarse para expresar en otro lugar una afirmación que
cer estas deficiencias, mucho más imaginarias que reales, ha sostenido en casa; cuando esto, en otro lugar, le confe-
pero que han sido alimentadas por frases inoportunas de riría valor. Pero como en casa esto le ha «desvalorizado»,
las madres, como por ejemplo: «No llegarás a ser nada; queda marcado por una depresión y cree que no tiene de-
¿cómo quieres gustar a una chica, si siempre vas tan de- recho a pensarlo.
saseado?», o por el entorno que les sorprende y les hace
ruborizar con frases como: «Ah, vaya, no le eres indiferen- En este momento es cuando tendría necesidad de ser
te. ¿Es tu novia?» Resulta espantoso para un joven ser des- • fortalecido. Los educadores parecen muy indicados aquí
cubierto así y ver puesto de manifiesto el sentimiento pre- 'para (ornar el relevo.
coz que experimenta; ello puede lanzarle verdaderamente
a ia masturbación, porque esta es un sostén a la excita- Y no sólo los que imparten disciplinas escolares, sino
ción de las pulsiones que le permitirían superar esta de- los que enseñan deporte, arte, etc. A ellos corresponde darle
presión. Desgraciadamente, como se satisface de una ma- la voz al, niño, pidiéndole su opinión, su juicio sobre un
nera imaginaria, carece ya de la fuerza para ir a buscar combate, su parecer sobre una exposición. Y que no con-
en la realidad, en otro ser humano, muchacho o mucha- cedan solamente el derecho de hablar a los vozarrones que
cha, el apoyo, la camaradería o el amor que le sostenga y se imponen, sino también a todos los que tienen una opi-
le ayude a salir de esta trampa en que le han encerrado nión pero no dicen esta boca es mía. Se trata de animar-
algunos adultos indiferentes o agresivos. O celosos, pues les: «No dices nada, pero tendrás tu opinión. He visto que
hay adultos que están celosos de esta «edad ingrata». Re- contemplabas el partido con mucha atención; seguro que
cuerdan que ellos fueron maltratados por adultos, y, en te lias hecho una idea sobre éste o aquel jugador.» El joven
lugar de evitar cometer el mismo error con los otros, como interpelado reconoce entonces que, aunque no se ha mos-
si fuera más fuerte que ellos mismos, cargan la mano: trado entre los activos, cuenta en el juicio de aquel profe-

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sor que conoce bien el paño, y eso puedo salvar a un mu- obligado para inaugurar su dimensión de ciudadano res-
chacho que en casa es abrumado por sus padres. ponsable. y acto irreversible. En nuestra sociedad, los jó- ^
Se trata de una edad frágil pero asimismo maravillosa, venes no reciben ayuda porque no tenemos el equivalente del A
porque reacciona también a todo lo positivo que se hace los, ritos de inlciación^que antaño marcaban esta época! '
por él. Sólo que los adolescentes no lo manifiestan en el de ruptura. Las pruebas colectivas eran impuestas a ni-
mismo momento. Es un poco decepcionante para los edu- ños de la misma edad, pero que no estaban todos igual-
cadores que no ven los efectos inmediatos. No me cansaré mente maduros para que produjeran un efecto mulante en
de incitar a los adultos a perseverar. Digo y repito a todos ellos. Sin embargo, era un acontecimiento que marcaba, y
los que enseñan y se desaniman, que traten de valuri/ar- la sociedad les consideraba entronizados, es decir, que ha-
los: continuad, aunque el joven parezca «tomaros el pelo», bían superado la iniciación que permite convertirse en ado-
como se dice. Cuando son varios, con frecuencia le toman lescente a partir de dicho paso. Tanto si estaban preparados^
el pelo a una persona mayor, y cuando están solos, esta interiormente como si no, los adultos les concedían el_de--'
persona es para ellos alguien muy importante. Pero hay rocho a acceder a ella. Reducidos a sí mismos, los jóvenes
que soportar ser abucheado. Uno puede pensar: sí. soy abu- de hoy no son conducidos juntos y solidariamente de una
cheado porque soy adulto, pero lo que les digo les ayuda orilla a la otra; y se ven obligados a conseguir este^dere^_
y les sostiene. cho de paso por sí mismos. Esto exige de su parte una
conducta de riesgo.
Así pues, ¿los once años son realmente un punto de
máxima fragilidad? /:/ África negra y Oceanta ofrecen a la etnología una
gran variedad de ritos de iniciación y de aprendizaje. Será
Sí, de once a trece años: tienen rubores, se tapan el interesante pasar revista a las diversas soluciones que las
rostro con los cabellos, azotan el aire con las manos para sociedades antiguas encontraron para ayudarles a pasar
vencer su malestar, su vergüenza, o pueden incluso enmas- este período de mutación, la muerte de ¡a infancia.
carar una gran herida que quizá sea indeleble Pero antes de comparar las actitudes del cuerpo social .
a través de la historia de las sociedades, y de investigar '
¿Es la pubertad la cresta de esta travesía crítica? contó los adolescentes de hoy pueden, solos o en grupo, (
afrontar la realidad, trataremos de describir lo que sucede
La época difícil es el momento de la preparación de la en el interior de cada individuo, y poner de relieve la trans- )
primera experiencia amorosa. El joven siente que hay en formación capital que hace del niño un adolescente en (
ello un riesgo, lo desea y lo teme al mismo tiempo Al res- ciernes. -- •>
pecto existe una gran polémica que la cargada estadística
de suicidios o de conductas suicidas pone sobre el tapete El hecho trascendental que marca la ruptura con el es-
de la actualidad. Plantea en definitiva esta pregunta esen- tado de infancia es la posibilidad de disociar la vida ima-~;
cial: ¿Lo problemático es la primera experiencia sexual, que ginaria de la realidad; el sueño, de las relaciones reales./
es una cresta culminante en la vida del adolescente, o cier- Tras ta crisis llamada edipiana que opone al mucha*'
ta necesidad de experimentar la muerte? Es decir: ¿se trata cho perdidamente enamorado de su madre a su rival, el
de la confrontación con el riesgo y el peligro, o del no-dcsco padre, en quien ve, en el mejor de los casos, un motivo de
de vivir...? admiración, los fuegos se apagan, y el niño llega a la edad
Opino que es indisociable. Porque precisamente el ries- que nosotros llamamos "l?*"nrifl» J>afíifndo q\ig no f*
go del primer amor es experimentado como la muerte de que un niño, se resigna a esperar ej_|uturp. Ello no exclu-
la infancia. La muerte de una época. Y" este Final que os ye que tenga claramente la noción de una sexualidad la-
arrastra y aniquila como cuando os dais en el amor, cons- tente, pero comprende que no podrá encontrar su objeto
tituye el verdadero peligro de dicha cresta, punto de paso de amor en la familia. Así pues, en el mejor de los casos,

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el niño del final de Edipo, hacia los ocho-nucvc años, con- Pero, a esa edad, estallará el problema latente: en su se-
serva una gran ternura idealizada por su madre, y tam- gunda vida imaginaria, los temas de interés que encuentra"
bién por su padre, aunque con un sentimiento dividido fuera del campo familiar y que deberían prepararle para
entre la confianza y el temor de apartarse de la ley que el la vida real siguen teniendo a los padres como referencia...
padre quiere que guarde, y que no sólo es una ley dictada El padre al que no se ama porque se ha divorciado de la
por el padre, sino que éste la representa y ejemplifica. El madre, o la madre que es mal vista porque el padre dice
niño ve en el padre al garante de la ley y al mismo tiempo cosas en contra de ella o a sus espaldas, o la abuela pa*
al testigo ejemplar dueño de sus pulsiones. terna que no quiere a la nuera, conflictos de relación que
De todos modos, a los once años se manifiestan los pri- trastornan la vida imaginaria de un niño entre los nueve y
meros indicios de una sexualidad que se anuncia con un los once años, pero cuyos efectos no se ven hasta los once:
fortísimo componente imaginario antes de que el cuerpo sigue teniendo dificultad en distinguir el sonido de la rea-
entre en juego; esto corresponde, en el muchacho, a las lidad del sonido de lo imaginario. Pero si todo ha ido bien,/
primeras emisiones involuntarias de esperóla, y. en las mu- si no ha habido desgarro familiar, en su segundo mundo\o el niño ya no necesitará to
chachas, a las primeras reglas. Pero antes de que el cuer-
po siga, se diría que el joven y la muchacha preparan este intramuros de la familia. En lo sucesivo, sus modelos se^
acontecimiento fisiológico con una especie de fiebre psíqui- rán exteriores. Sigue contando con la familia como^un
ca de amor imaginario por modelos que actualmente se co- valor-refugio. pero no siente que desempeñe en ella un
nocen como ídolos de masa, y que han sucedido a los hé- papel, y pone su empeño en triunfar socialmente. Toda su .
roes de ayer. El «relevo» ha llegado de los Estados U n i - energía se dirige ahora hacia el grupo de companeros dej
dos. Héroes e ídolos constituyen sus compañeros en el la. escuela, o a los grupos deportivos y demás, y hacia la
juego de papeles donde !o imaginario despla/.a a la rea- vida imaginaria que pueden proporcionar la televisión, las
lidad. lecturas o sus invenciones en los juegos. Esto es lo que
ocurre antes de la eclosión de la pubertad en un umbral
¿Comienza, pues, una segunda vida imaginaria, en d de lo imaginario más allá de la familia, en el mundo exte-
umbral de la adolescencia? rior. Cuando_llega a la adolescencia es cuando este mundo
imaginario exterior le provocara, le hará decirTque..quiere "^
La primera vida imaginaria que se inicia a los trcs- salir. Quiere ir a medir, por decirlo así, esta discrimina-
cuatro años, pone la mira en las personas del grupo próxi- ción que ha hecho entré lo i magín ario vi á~featíd aHT pgnjg^>
mo al niño, es decir, el padre, la madre, hermanos y her- trando en esos grupos sobre los que ha imaginado muchas
manas, y el entorno familiar íntimo. Para lo demás, está irrealidades pero que, al mismo tiempo, existen, puesto que,
en relación con el1 mundo exterior mediante las opiniones se habla de ellos. Es atraído por pequeñas bandas de jó-
de los padres; pero, directamente, no le interesa, salvo que venes mayores que él y en las que pretende integrarse. Y ¿
se produzcan grandes acontecimientos como una invasión, entrará así en su adolescencia saliendo de la familia y mez- \e con..grupos constituidos que
o una guerra, en cuyo caso el niño queda preso, como tos
padres, en la tormenta. En una sociedad relativamente es- mcntáncamcnte un papel de sostén extrafamiliar.
table, la visión que el niño tiene del exterior queda abso- No puede abandonar completamente~I6s~modelos del
lutamente obstruida por su interés por la familia y por el medio familiar sin antes disponer de modelos de relevo.
modo en que la familia reacciona a n t e la sociedad, por los No son sustitutos, sino relevos para su toma de autono-
eslóganes del padre. Los niños son enteramente de la mía de adolescente confirmada, que se hará merced a las
misma opinión que el padre, incluyendo sus opciones polí- heridas en el amor propio y en las alegrías, a las dificulta-
ticas. Cuando Jos padres discrepan, el niño presenta difi- des y a los éxitos que serán los acontecimientos de su vida*
cultades para pensar por su cuenta, dificultades que se entre los once v los catorce años. Tanto él como ella.
mantendrán más o menos en silencio hasta los once años.

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LOS JUEGOS estudios prolongados. Jóvenes y muchachas permanecen en
la casa mucho más tiempo, se casan más tarde, tienen ex-
e Dolto: «Cuando era joven, mis cantara- periencias de amor libre. Muchos factores sociales abogan
das me decían continuamente: "¿Qué íc apuestas? por la emancipación juvenil. Pero la sedentarización de los
A ver, ¿qué te apuestas" "No me apuesto nada" "¿Es jóvenes que se demoran en el hogar mantiene a toda una
que no crees en lo que dices?" "Desde luego; he dicho generación en un estado de postadolescencia y viene a con-
lo que pensaba. Pero no tengo ganas de apostar." Mis tradecir a los partidarios de una mayoría anticipada. Entre
camaradas no cesaban de apostar. Las chicas se in- estas dos posiciones extremas, los padres quedan cada vez
teresaban menos en el juego que ahora. más perplejos. ¿Qué indicaciones darles sobre las probabi'
»Hoy, las muchachas acuden a las máquinas tra- ¡idades del fin (real) de la adolescencia? Dado que no es
gaperras con los chicos. Lo cual le quita una parte posible fijar la edad, ¿cuáles son los puntos de referencia?
de fantasía al juego. El compañero, el rival, no es
más que una máquina. El juego ya no es cosa de Un individuo joven sale de la adolescencia cuando laí
hombres. Las chicas están presentes y apuestan. El angustia de sus padres no le produce ningún efecto inhibí-j
fantasma lúdico del niño que se nutre de lo imagir a- dor Lo que digo no es muy agradable para los padres.
rio ("Si yo fuera millonario)" desaparece con la prác- pero es la verdad que puede ayudarles a ser clarividentes.
tica de los juegos con dinero.» Sus hijos han alcan/.ado el estado adulto cuando son ca-
paces de liberarse de la influencia paterna tras alcanzar
este nivel de juicio: «Mis padres son como son; no los cam-
Hemos intentado delimitar la entrada en ¡a adolescen- biaría y no trataría de cambiarlos. No me toman corno^spy;
cia, el primer «paso». ¿Cuál es su última frontera? ¿Qué peor para ellos: los abandono.» Y no tienen sentido de cill- ;
representa el final de la adolescencia? Los neurólogos diri- pabilidad por abandonarlos. En este momento de ruptura '
gen la mirada al desarrollo nervioso.- veinte años, la edad fecunda, demasiados padres querrían culpabilizar a sus ;
en que el tejido cerebral queda totalmente constituido. Los hijos, porque sufren y están angustiados de no poder man- i
especialistas del crecimiento fijarán la fecha en los últimos tenerles bajo vigilancia. «En qué se van a convertir... No i
puntos de osificación. tienen experiencia...», etc.
Es el final de la osificación de la clavícula, a los veinti- ¿Puede, este final de la adolescencia, ser vivido mucho ft
cinco años. antes de los dieciséis años? ^
El juez tomará como punto de referencia la mayoría No, porque la sociedad no lo permite. Sí, si la socie-
penal; el educador, el fin de la escolaridad obligatoria, los dad permitiera que se trabaje fuera de casa a partir de los
dieciséis años. Pero el legislador ha establecido en diecio- catorce años, y que se gane uno la vida. El joven no en-
cho años la mayoría civil. La precocidad de las relaciones cuentra en Occidente soluciones legales para abandonar a
sexuales, ¡as fuentes de información cxtrafamiliares, la te- sus padres asumiendo su condición sin aparecer como un
levisión, la calle, los viajes al extranjero, los períodos de marginal, un delincuente o a cargo de alguien que quiere
prácticas, los medios de locomoción individuales (dos rue- ocuparse de un adolescente en peligro de perversión. Ac-
das), ponen en tela de juicio la edad fatídica. ¿Hay que tualmente hay muchos adultos interesados por la fuerte de-
establecer la mayoría en dieciséis, en quince, o en catorce manda de adolescentes en el nivel sexual y afectivo. Final-
años? A los educadores les corresponde poner objeciones mente, los jóvenes se ven obligados a venderse, tanto si la
a la falta de madurez, a la irresponsabilidad de una ju- venalidad es visible, como la prostitución callejera, como
ventud demasiado asistida. A ¡a inversa, uno se siente si es ambigua: se hacen mantener por alguien que a partir
tentado a tomar en cuenta el componente social de ¡os de esc momento se considera con derecho sobre ellos, O
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empleo, pero era una chica inteligente que quería hacer el
sobre su cuerpo, lista nueva forma tic dependencia proce- bachillerato; la directora de escuela le permitió obtener
de del hecho de que las leyes no le permiten a un joven dicho diploma Pero no quería que siguiera estudios supe-
ganarse la vida, ni siquiera de un modo parcial pero que riores, y le decía: uSerá tu perdición si lo haces; tienes que
le proporcionaría el medio de evitar una cama y una sopa quedarte al servicio de la enseñanza primaria.» La joven
de beneficencia.... en fin, la manera de no estar a cargo de se hallaba realmente en muy mala situación psicológica
nadie y, al mismo tiempo, de encontrar un empleo o un cuando la conocí. En compañía de su protectora, no había
aprendi/.aje pagado, o una experiencia de viaje subvencio- concluido su pubertad. Sólo gracias a un psicoanálisis pudo
nado. Pienso que la sociedad podría hacer mucho anun- desprenderse de aquella promesa de quedarse como maes-
ciando posibilidades de bolsas de viaje, bolsas de forma- tra que le impedía vivir completamente y realizar aquello
ción..., una gama completa de «pequeñas tareas». que deseaba, es decir, estudios superiores. Posteriormen-
te, ha tenido éxito en su profesión.
Así pues, hoy cu día e! paso a la cdad^adulla se mitin- Este ejemplo muestra claramente que la fidelidad hacia
ee muy concretamente en término* de independencia eco- quien nos subvenciona sin pertenecer a la familia es mucho
nómica. mayor. A la familia se le es infiel. Se es infiel a los pa-
* dres; ésa es la ley. Y está bien, y uno se siente sostenido
En términos de independencia económica, de potencia- por la fuerza, en el fondo, del honor que se hace a los pa-l
lidad creadora y de aprendizaje que permitan adaptarse, dres haciendo por uno mismo lo que se tiene que hacer, yfl
insertarse en un grupo social. Dejar de recibir o de admi- además, no amándoles puesto que no le comprenden a unoj
tir dinero de los padres no resuelve el problema, si uno lo Y entonces nos ponemos a amar a alguien que nos com-
sigue recibiendo de otro adulto. Es peor, pues surge en- prende, y podemos quedar completamente bloqueados por-
tonces un sentimiento de dependencia que no se tiene res- que se trata justamente de alguien de la generación ante-
pecto de los padres. Lo que los padres nos han dado, lo rior. Un joven tiene necesidad de amar a las personas de
devolveremos a nuestros hijos. Pero !a protección y la su edad, y de formarse a través de los de su generación, y
ayuda material de una tercera persona culpabili/.an mucho no de seguir dependiendo de alguien de una generación an-
más. Pues su donación no será devuelta, no será transmi- terior que en un momento dado ha sido un modelo. Si la
tida a la descendencia. La influencia de esos prolectores o influencia se prolonga, es un modelo desestructurador. Mo-
protectoras puede alienar la vida de libertad de sus prote- mentáneamente, parece ayudar al joven a realizarse, pero -
gidos, incluso más allá de la muerte de esos «nitores». La en realidad lo aplasta, porque el joven cree estar en deuda /
relación de dependencia se desarrolló «honorablemente», sin pues no fue él quien lo buscó, sino que la generosidad le ,
sexualidad alguna involucrada. Se irata de personas inteli- cayó encima por elección del adulto que fijó su atención,/
gentes y generosas que adquieren influencia sobre un joven. en él. Es esto lo que hay que comprender en una sociedad \*.
Recuerdo a una muchacha sumamente dotada pero li- en la que un joven no puede ganarse el derecho de decir A
gada a su mentor por un voto, que ella respetaba como no a sus padres y decir sí a su futuro, «sí a mí y a mi
una última voluntad y que le impedía ser otra cosa que futuro». En los Estados Unidos, los jóvenes consiguen afir-c
maestra de niños de die/. años, como la que le había posi- marsc al poder ganar dinero, mientras siguen escolariza-^*
bilitado cursar sus estudios. Sus padres se habían negado dos —es la misma regla de juego que participar en la fi- £
a conservarla a su lado más allá de los dieciséis años, por- nanciación de sus estudios—; pero en Francia esto no es A
que la niña no aportaba dinero a la casa. Y lúe una direc- posible. Y, sin embargo, resulta algo capital a esa edad, ¡
tora de escuela totalmente desinteresada la que lomó el re- de los once a los trece años, escapar a la tutela económica f -\ acceder al derecho de la
levo, sin darse cuenta siquiera de que le estaba cortando
las alas al impedirle que en el f u t u r o hiciera otra cosa que escolari/ados se han convertido en una clase a fuerza de
lo que ella le tenía destinado: seguir su misma carrera. La ser considerados como no aptos para entrar en la sociedad.
muchacha, a los dieciséis años, hubiera podido (ornar un
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