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EL CARÁCTER DUAL DE L PERSONALIDAD: EL YO Y EL OTRO

El hombre, en cuanto ser racional, es un ente en el que sus constituyentes viven en continua agonía,
en el sentido etimológico de «lucha», bien sea interna (entre sí) o externa (entre el yo y el otro).
Constituyen la personalidad del individuo y se agrupan en torno al yo y al otro.

La constante que guía la actividad vital del ser humano en este mundo es la búsqueda de la
felicidad, cifrada esta en infinitas realizaciones y consecuciones subjetivas, variables según el
individuo. Así se considera que el hombre racionalmente feliz es aquel que logra que los
constituyentes agónicos se mantengan en equilibrio e interdependencia. La preponderancia de uno
sobre otro causa la rotura del equilibrio y produce el desasosiego que conduce a la duda y a la
inseguridad, materializándose en el sufrimiento racional. Así pues, la personalidad del ser se
constituye por la suma del yo y el otro.

Pero ¿cuáles son esos constituyentes de la personalidad del ser humano, de su esencia, que se
escinden en dos núcleos que no son otros que el yo y el otro de los que venimos hablando?

EL YO

1. En el yo, el primero de sus constituyentes en orden de prelación está integrado por un subconjunto
de elementos que conforman la base de la personalidad, del yo: lo que se es objetivamente y
racionalmente. Es el poso y el hondón del yo. Su conocimiento es fundamental en la realización de la
personalidad del ser. A veces se desconoce o no se quiere conocer; no interesa su conocimiento
racional, lo que produce una visión falsa de uno de los elementos esenciales de la personalidad.

2. Diferente y coincidente con el anterior es otro de los elementos del yo, que no es otro que lo que el
individuo cree que es. Aquí se proyecta ya el subjetivismo, la falta del análisis, el rigor, una falsa
percepción del yo, condicionada por agentes internos, externos, actuando solos o a la vez. Cuando
no coincide con el anterior, el yo se distorsiona, se equivoca, falla en su fundamento y aparece un
falso yo.

3. Todavía opera en nuestro yo otro componente esencial: lo que se quiere ser. Si se fundamenta en
lo que se es, da razón a su existencia y se podrá realizar, conseguirá su objetivo. Si ignora el
fundamento, no conseguirá lo que quiere ser, porque su yo aspira a realizarse partiendo de bases
falsas, se convertirá en un edificio sustentado en cimientos de barro, se caerá. No llegará a ser como
quería ser.
EL OTRO

Aunque no seamos conscientes, el otro está operando sobre el yo cuando este se piensa y, sobre
todo, cuando actúa.

1. Lo que desde fuera el otro cree que eres y te lo hace saber de forma directa o indirecta contribuye
a la consolidación del yo, aunque pueda ofrecer una visión distorsionada, parcial o falta de verdad.

2. También actúa el otro, respecto del yo, haciéndote creer lo que eres, que puede o no coincidir con
lo que objetiva y realmente se es.

3. Por último, el otro también te propone lo que quiere que seas. Si esto se realiza sin conocimiento
de lo que se es y de lo que se quiere ser, está condenado al fracaso y contribuye a crear una falsa
personalidad. Acentúa la agonía, ya que lo que quiere ser el yo es diferente a lo que se le propone.
En el rechazo y no en la aceptación estará la realización objetiva y feliz de la personalidad.

No ver a uno tal como se es, sino como se cree que se es o se quiera que se sea es más frecuente
de lo que se piensa y uno de los elementos esenciales de la ruptura de la personalidad y del
consiguiente fracaso personal cuando el yo actúa por orden del otro.

La razón y solo la razón, basada en el análisis y el rigor, debe ser el árbitro de la agonía de los
constituyentes de la personalidad, del enfrentamiento entre el yo y el otro o de los constituyentes
tanto del yo como del otro.

YO Y EL OTRO

Un supuesto muy difícil de erradicar es el que afirma la unicidad (o singularidad) del sujeto. En otras
palabras: que en tanto que yo, somos también y necesariamente uno. El prejuicio no afecta la
consciencia cuando se aplica al llamado “sujeto colectivo”, previamente legitimado en la gramática
por medio de la persona plural simple –nosotros– que suele presentarse en variadas
representaciones muy usuales: como por ejemplo el Pueblo, la mujer, los condenados de la Tierra, la
clase obrera, los fascistas, la burguesía, etc.; y siempre con una responsabilidad asociada puesto
que el sujeto por fuerza es de una acción, la persona del verbo, tal como prescribe la gramática. Sin
embargo, aunque en estos casos se presta nombre a la función, nunca se presupone un yo. El yo
siempre es uno y está ahí, incluso aunque no haga nada.
Es extraño que a la condición subjetiva, que hoy en día se la tiene como una ilusión, como mero
límite del mundo (Wittgenstein), se le siga atribuyendo una singularidad (ser uno). Sin embargo, esta
precomprensión del sujeto como uno resulta fundamental y está en la base de la psiquiatría
normalizada pues sirve para establecer, por ejemplo, si un individuo ha perdido el juicio.
Literalmente: un tipo que dice estar convencido de ser dos personas al mismo tiempo está
considerado loco. Lo que, por cierto, eso sí que es de lo más razonable. Tanto como es contrario a la
razón aceptar como válido que la condición subjetiva sea algo distinto de la identidad, argumento
falaz que sirve para justificar los caprichos de los individuos aquejados por algún trastorno de
conducta; como por ejemplo aquellos que afirman ser hombre y mujer al mismo tiempo con el
argumento de que su “identidad de género” no está estrictamente a tono con una única perspectiva
consciente. Creo que al síntoma del sujeto dividido se lo llama disociación. En forma moderada, es
muy habitual entre casi todo el mundo, entre otras razones porque cualquier actividad reflexiva –
desde escribir hasta preparar una receta o hacer el amor o atender a las quejas de un enfermo o a
una llamada de auxilio– requiere de algún tipo de disociación que separe el sujeto del pensar de la
situación del sujeto del saber que se está pensando. Por allí, en esas circunstancias tan equívocas,
asoma la consciencia moral: justamente lo que le falta al psicópata.

Pero dejemos a un lado disquisiciones más o menos jesuíticas, como distinguir entre la subjetividad
íntima y la pública, o entre el yo y la persona (esto es, entre yo mismo y la parte de mí que ven los
demás y que me acompaña como una máscara –prosopón– y que solo me resulta accesible cuando
la veo reflejada y deformada por un espejo). Como he apuntado más arriba, este tipo de
discriminaciones solo sirven para justificar anomalías de conducta y no son muy honestas que
digamos, por lo que es habitual oírlas en boca de los individuos que se comportan como Tartufos. Su
excusa preferida es que tienen el “sujeto (o también dicen ‘el deseo’) dividido”.

No. La experiencia de un yo, cualquiera que sea la identidad o la máscara que se asuma, es única,
tanto es así, que no se puede comunicar. ¿Cómo puede ser tenida entonces como experiencia?
Puede que sea única, pero también es falsa. El yo siente, sí, pero no se siente yo. Es apenas un
límite, una marca imaginaria que separa algo del conjunto de las cosas; y aquello que separa no
tiene lugar determinable ni ocupa un espacio. Su acontecimiento es pura ilusión. Por esta razón la
mayoría de disciplinas ascéticas –me resisto a hablar de “religiones” por mor de ser lo más estricto y
preciso que pueda– se concentran en disiparla. Solo cuando dejamos de “experimentar” el yo
alcanzamos el tipo de lucidez requerida para la experiencia mística. Una especie de fusión con el
alma del mundo. Incluso el psicoanálisis recurre a este ascetismo cuando empuja al paciente a
sumergirse en su propio discurso inconsciente, lejos de las complacencias y las autoindulgencias
yoicas. Siempre con la esperanza de que, fuera de mi yo, libre de su influencia, llegaré a conocerme
como soy en verdad. Por consiguiente, el yo parece la suprema representación, la apariencia
absoluta, lo falso.

(Eso dicen.)

Pero su condición ilusoria no lo hace menos único y singular. ¿Lo es? No estoy seguro.

Cuando hablamos del yo como único nos referimos al sujeto del conocimiento. Allí tenemos por
objeto la sustancia de una función gramatical. ¿Pero qué ocurre con el yo de la volición, ese que se
revela en la experiencia de la música? El yo de la escucha musical no es un límite y existe porque
siente, se conmueve y (a veces) se armoniza con lo otro de sí.

Hegel lo explica mejor, aunque –como de costumbre– no sea del todo claro. (Cfr. Fenomenología del
espíritu. A, I y II. Valencia, 2007.) La cosa, el objeto (otro) y yo son en un principio lo mismo y la
consciencia oscila, bascula (pendonea) del yo al objeto, del objeto al yo, y vuelve a la inmediatez
considerando el todo de esa relación (yo-cosa) como esencial. En esa oscilación piensa o bien
desde uno o bien desde lo otro. Cuando es objeto piensa la cosa como esencia, cuando es sujeto
piensa el ser de la cosa como inesencial, a la manera de los sofistas. Es el momento en que el yo
actúa como un solipsista y declara: la cosa es solo para mí. Hegel presupone que la consciencia
progresa desde el objeto hacia el sujeto y desde este hacia el todo de la certeza sensible hasta
conseguir la mediación en la forma (determinidad) de una percepción, pero de ese avatar resultan
dos yos (!!): uno seguro y cierto de su propia sensibilidad y otro plural, universal, que es la síntesis
de todos los yos singulares. Un yo abstracto pues. La historia del pensamiento refleja este proceso
sensible. Así describe Hegel los tres momentos:

a) saber objetivo (el ser de Parménides) que acaba con la negación del objeto

b) saber subjetivo (Protágoras y los sofistas: el hombre como medida de todas las cosas) que acaba
con la negación del sujeto por un yo universal.

c) determinación del objeto como cosa para un yo universal: res cogitans y res extensa, cuando el
objeto y el yo ya no son inmediatos.

Los dos yos se piensan en su mutua idealidad y se niegan o se anulan recíprocamente. Lo que uno
piensa el otro no lo reconoce en parte de su propia experiencia. Aquí está el origen de la
desconfianza en la realidad del mundo: la consciencia descubre en esta dialéctica de los dos yos
incompatibles que no puede estar segura de lo que siente, que nunca estará en lo cierto de aquello
que solamente percibe.

A la filosofía le cabe determinar cuáles son los estados de la consciencia que conllevan absoluta
certeza, como en las matemáticas y en la música, y cuáles la hunden en el vértigo de la disociación.

QUE ES EL YO Y EL OTRO EN LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA

El yo dentro de la filosofía, se podría decir que es la esencia del ser, la divinidad de la persona, el
raciocinio de cada persona para resolver los problemas cotidianos que se le presentan al individuo.
Es el yo que controla y toma las decisiones de las emociones que experimenta y las expone al
mundo exterior.

Todo lo contrario del Otro que nace de la contra parte del Yo, es el desdoble de la personalidad para
no asumir las responsabilidades que le corresponde. Es el subconsciente que no queremos escuchar
o que lo escuchamos de manera conveniente, muchos lo llaman locura, pues no es racional.

Por eso en muchos casos se hace referencia al otro para definirlo como el espejo de la persona,
también está el caso de la moral, pues se toma el ejemplo que si lo hace el otro es correcto ante los
ojos de la sociedad.

Immanuel Kant

(Königsberg, hoy Kaliningrado, actual Rusia, 1724 - id., 1804) Filósofo alemán. Hijo de un modesto
guarnicionero, fue educado en el pietismo. En 1740 ingresó en la Universidad de Königsberg como
estudiante de teología y fue alumno de Martin Knutzen, quien lo introdujo en la filosofía racionalista
de Leibniz y Christian Wolff, y le imbuyó así mismo el interés por la ciencia natural, en particular, por
la mecánica de Newton.

Su existencia transcurrió prácticamente por entero en su ciudad natal, de la que no llegó a alejarse
más que un centenar de kilómetros cuando residió por unos meses en Arnsdorf como preceptor,
actividad a la cual se dedicó para ganarse el sustento luego de la muerte de su padre, en 1746. Tras
doctorarse en la Universidad de Königsberg a los treinta y un años, ejerció en ella la docencia y en
1770, después de fracasar dos veces en el intento de obtener una cátedra y de haber rechazado
ofrecimientos de otras universidades, fue nombrado por último profesor ordinario de lógica y
metafísica.
La vida que llevó ha pasado a la historia como paradigma de existencia metódica y rutinaria. Es
conocida su costumbre de dar un paseo vespertino a diario, a la misma hora y con idéntico recorrido,
hasta el punto de que llegó a convertirse en una especie de señal horaria para sus conciudadanos;
se cuenta que la única excepción se produjo el día en que la lectura de Emilio o De la educación, de
Jean-Jacques Rousseau, lo absorbió tanto como para hacerle olvidar su paseo, hecho que suscitó la
alarma de sus conocidos.

La filosofía de Kant

En el pensamiento de Kant suele distinguirse un período inicial, denominado precrítico, caracterizado


por su apego a la metafísica racionalista de Wolff y su interés por la física de Newton. En 1770, tras
la obtención de la cátedra, se abrió un lapso de diez años de silencio durante los que acometió la
tarea de construir su nueva filosofía crítica, después de que el contacto con el empirismo escéptico
de David Hume le permitiera, según sus propias palabras, «despertar del sueño dogmático».

En 1781 se abrió el segundo período en la obra kantiana, al aparecer finalmente la Crítica de la


razón pura, en la que trata de fundamentar el conocimiento humano y fijar asimismo sus límites; el
giro copernicano que pretendía imprimir a la filosofía consistía en concebir el conocimiento como
trascendental, es decir, estructurado a partir de una serie de principios a priori impuestos por el
sujeto que permiten ordenar la experiencia procedente de los sentidos; resultado de la intervención
del entendimiento humano son los fenómenos, mientras que la cosa en sí (el nóumeno) es por
definición incognoscible.

Pregunta fundamental en su Crítica es la posibilidad de establecer juicios sintéticos (es decir, que
añadan información, a diferencia de los analíticos) y a priori (con valor universal, no contingente),
cuya posiblidad para las matemáticas y la física alcanzó a demostrar, pero no para la metafísica,
pues ésta no aplica las estructuras trascendentales a la experiencia, de modo que sus conclusiones
quedan sin fundamento; así, el filósofo puede demostrar a la vez la existencia y la no existencia de
Dios, o de la libertad, con razones válidas por igual.

El sistema fue desarrollado por Kant en su Crítica de la razón práctica, donde establece la necesidad
de un principio moral a priori, el llamado imperativo categórico, derivado de la razón humana en su
vertiente práctica; en la moral, el hombre debe actuar como si fuese libre, aunque no sea posible
demostrar teóricamente la existencia de esa libertad. El fundamento último de la moral procede de la
tendencia humana hacia ella, y tiene su origen en el carácter a su vez nouménico del hombre.
Kant trató de unificar ambas "Críticas" con una tercera, la Crítica del juicio, que estudia el llamado
goce estético y la finalidad en el campo de la naturaleza. Cuando en la posición de fin interviene el
hombre, el juicio es estético; cuando el fin está en función de la naturaleza y su orden peculiar, el
juicio es teleológico. En ambos casos cabe hablar de una desconocida raíz común, vinculada a la
idea de libertad. A pesar de su carácter oscuro y hermético, los textos de Kant operaron una
verdadera revolución en la filosofía posterior, cuyos efectos llegan hasta la actualidad.

Inmanuel Kant

El sistema filosófico de Kant se articula en tres partes. La primera, y la más importante para los
filósofos posteriores, es la que plantea en la Crítica de la razón pura. En la segunda parte, Crítica de
la razón práctica, el pensador expone su método para alcanzar los objetivos morales. En la tercera
parte de su sistema filosófico, recogida en la Crítica del juicio, Immanuel Kant explora asuntos que
están a caballo entre la teoría y la práctica. Con su Crítica de la razón pura, el filósofo socava los
cimientos de la metafísica y de la teología al afirmar que la “cosa en sí” es inaccesible al
entendimiento humano.

El sueño de la razón. Aseguró que la lectura de David Hume le conmovió y le influyó, aunque las
argumentaciones filosóficas del pensador escocés parecían disolver las certezas naturales de la vida
en meras probabilidades sensoriales. Aunque le conmoviera algún aspecto del ideario de Hume, el
filósofo alemán atacó con virulencia sus tesis escépticas. “He visto el futuro, en el que escepticismo y
dogmatismo yacen derrotados ante el poderoso tribunal de la razón pura (…) Mi sueño es el sueño
de la Ilustración, el sueño de que la gente vivirá en libertad, respondiendo sólo a la razón (…) Mi
sueño es el sueño platónico, el sueño de que la filosofía asumirá su legítima posición de gran
maestra y guía de la humanidad”, escribe Kant.

Dueños del destino. El filósofo alemán creía que es factible organizar un mundo racional basado en
la libertad, la voluntad y la conciencia ética. Adjudicaba a la razón práctica una función superior a la
de la razón pura. Rechazaba que la libertad fuera un bien inherente a la condición natural del
hombre, tal y como defendía Rousseau. A través del conocimiento y del autocontrol, el hombre es
capaz de superar los condicionantes que impone la vida natural. Gracias a ellos, los humanos
podemos convertirnos en dueños de nuestro destino y alcanzar la libertad.

La conciencia individual. En su gran obra, Crítica de la razón pura, el filósofo postuló que la
experiencia no lo es todo en nuestro conocimiento. “Actúa como si la máxima de tu acción tuviera
que convertirse a través de tu voluntad en ley universal de la naturaleza”, escribió el pensador
germano. La moral no es un reflejo de unos valores existentes fuera del sujeto. Esa moral no está en
Dios, ni en la causa primera o sustancia universal. La moral es un acto que surge de la conciencia
individual del ser humano.

Fundamento de la ética. Kant afirma que nunca podemos conocer las cosas tal y como son en sí
mismas. Sólo podemos conocerlas en la medida en que recorren el camino que atraviesa nuestras
formas de sensibilidad y entendimiento. Nuestras obligaciones éticas se originan a partir de la razón
y son determinadas por ella. El filósofo sintetiza su idea clave, en virtud de la cual la razón es el
fundamento de la ética, en el famoso imperativo categórico. Ser moral consiste en cumplir con el
propio deber y el deber no entiende de condiciones. El imperativo categórico es la herramienta
kantiana para generar la ley moral de la razón.

La rutinaria vida del filósofo

Immanuel Kant no abandonó Königsberg en toda su vida. No le gustaban los viajes y siempre
alardeó de su localidad natal como el lugar idóneo para desarrollar su talento. “Una gran ciudad, el
punto central de un imperio, en donde se encuentra la administración estatal del gobierno, que posee
una universidad y además una situación propicia para el comercio marítimo (…) Una ciudad tal
puede muy bien ser considerada un lugar conveniente, tanto para el conocimiento humano como
también para el conocimiento del mundo”.

En ella, Kant llevó una vida extraordinariamente ordenada. Se levantaba cada día a las cinco de la
madrugada y, a continuación, alternaba el trabajo, las clases y el paseo. Se acostaba puntualmente
a las diez de la noche. Pese a todo, el filósofo no rechazaba la vida social. Invitaba a comer
regularmente a sus amigos y mantenía con ellos tertulias sobre los temas más variados, astronomía,
gastronomía o literatura, pero nunca filosofía, una materia a la que prefería dedicarse en la más
absoluta soledad.

Desde el idealismo trascendental a las categorías, pasando por su ética formal y su conocido
imperativo categórico. Este es un resumen en diez conceptos del pensamiento del filósofo
Immanuel Kant.

1 La filosofía es la respuesta. Tras iniciarse en el conocimiento del mundo gracias a su interés por
la física, Kant se consagró a la filosofía en todas sus facetas: a su enseñanza, su revisión y crítica,
su incesante cultivo. Pero ¿qué fue para él la filosofía? ¡Todo!, sería una respuesta simplista, pero
verdadera. Para Kant, la filosofía engloba la relación de todos los acontecimientos con los fines
esenciales a los que tiende la razón humana. De ese modo se distinguen tres apartados, tres
preguntas cuya respuesta es la misma: la filosofía.
¿Qué puedo conocer? La filosofía establece los límites y los principios que hacen posible un
conocimiento científico de todo lo que existe, de los seres físicos y de la naturaleza.

¿Qué debo hacer? La filosofía determina los principios de las acciones del hombre y las
condiciones de su libertad.

¿Qué puedo esperar? A la filosofía corresponde delinear el destino del ser humano y evaluar las
condiciones y posibilidades de su realización.

A cada una de las tres preguntas, Kant dedicó una de sus obras capitales. A la primera, la Crítica de
la razón pura; a la segunda, la Crítica de la razón práctica; a la última, la Crítica del juicio. A la
respuesta, a la filosofía, le entregó su vida entera.

2 Idealismo trascendental. Kant etiquetó el conjunto de su producción filosófica como “idealismo


trascendental”. Lo esencial de esto es que el conocimiento humano sólo puede referirse a los
fenómenos y no a los noúmenos. Es limitado por lo tanto. Es activo y personal: defiende que la (mi)
experiencia de conocer el objeto influye sobre ese objeto. Este nunca se percibe, por decirlo de
alguna manera, sin filtro porque el filtro es la mente que lo percibe. Por ello a menudo se ha visto en
el idealismo trascendental una forma de relativismo o subjetivismo. Ambas ideas tuvieron una
repercusión decisiva en el desarrollo de la filosofía posterior.

3 Giro copernicano: el ser humano en el centro del universo. Se anuncia de alguna manera en el
punto anterior. En la filosofía anterior a Kant se aceptaba la realidad de un sujeto que conoce y de
otra, ajena a él, que es conocida. Bien. Esto puede ser válido en todo caso para un conocimiento
empírico. La operación de Kant es situar al ser humano en el centro del tablero y decir que ese
sujeto que conoce lo hace de una manera activa y que, de alguna manera, filtra, se imbrica y hasta
modifica la realidad que está conociendo. Reivindica, para hacer su idea más comprensible, el
hallazgo de Copérnico, desmintiendo que el sol y los demás astros giraran alrededor de la Tierra y
colocando al sol en el centro. Siglos más tarde es Kant el que coloca al ser humano en esa posición
central.

4 A priori, a posteriori. Estos términos, básicos en el idioma kantiano, están relacionados con la
posibilidad del conocimiento y también con la moral. En el primer caso, el término a priori se aplica a
todo aquello que no procede de la experiencia, sino que tiene que ver con las facultades propias del
sujeto cognoscente. Se refiere a condiciones universales y necesarias y son, además, previas a la
experiencia. Kant creyó que la matemática y la física pura tienen un origen apriorístico, como
también lo tienen las coordenadas espacio-tiempo. Las condiciones a posteriori o empíricas, por
contra, son particulares, fácticas y contingentes.

De ese modo existen juicios a priori, que son verdaderos sin necesidad de recurrir a la experiencia.
Que el todo –por ejemplo– es mayor que las partes es un juicio evidentemente verdadero sin que
haya que medir ni el todo ni las partes. Sin embargo existen juicios a posteriori que sólo pueden ser
verdaderos si se hacen comprobaciones. De nuevo los primeros son universales y necesarios. No
así los segundos. La extensión de las características de los juicios a priori en el ámbito de la moral
dará lugar al imperativo categórico.

5 Fenómeno vs noúmeno. La distinción entre fenómeno y noúmeno es clave a la hora de entender


el sistema kantiano. Con fenómeno, Kant designa el objeto del conocimiento empírico y objetivo, lo
que aparece o se muestra al sujeto que conoce. Para aquello que conocemos sin que exista una
transcripción material o sensible, Kant empleó el término noúmeno o cosa-en-sí. El noúmeno, por
tanto, es lo que no puede ser reconocido ni por la intuición sensible ni intelectual. Ya que el
conocimiento se limita a los fenómenos, no hay conocimiento de las cosas-en-sí al menos a través
de la razón teórica. Su campo es el de la razón práctica. Solo a través de la experiencia de la moral
se muestran accesibles los noúmenos.

6 Kant, ética formal. La ética puede ser de dos tipos: material o formal. La primera –las primeras,
mejor dicho pues tienen diversos contenidos– son empíricas porque esos contenidos proceden de la
experiencia; tienen preceptos condicionales, abocados a conseguir fines y son heterónomas; el
sujeto se determina mediante leyes ajenas a sí mismo o su propia razón. La ética de Kant las
rechaza: rechaza el contenido que le puede otorgar la experiencia, la determinación que establezca
unos fines o cualquier ente externo al sujeto. Kant es un tipo formal y su ética también lo es. La ética
kantiana no tiene fines y no determina lo que debemos hacer. La ética de Kant se centra en cómo
debemos actuar. Y ¿cómo hemos de actuar? La respuesta es por deber. “Una acción hecha por
deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiera alcanzar, sino en la
máxima por la cual ha sido resuelta”. Fundamentación de la metafísica de las costumbres.

7 El imperativo categórico. Esa sumisión al deber de la ética de Kant recibe el nombre de


imperativo categórico. No puede ser hipotético, parcial como sucede en el caso de las éticas
materiales. Del imperativo categórico existen distintas formulaciones en el mencionado libro
Fundamentación de la metafísica de las costumbres, de las que las más conocidas son:
Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley
universal.

Obra de tal modo que uses la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier
otro siempre como un fin y nunca como un medio.

8 Un filósofo trascendental. Efectivamente, lo fue y así lo ha demostrado el devenir del


pensamiento, pero, además de serlo y de usar la palabra para definir toda su producción, como
hemos visto, Kant la aplicó también a diversas ramas de sus estudios. En la Crítica de la razón pura,
Kant diferencia entre:

Estética trascendental. Se centra en la sensibilidad y en su papel respecto a la posibilidad del


conocimiento. Concluye que las variables tiempo y espacio son formas a priori de la sensibilidad:
para que algo pueda ser percibido por el sujeto, debe ser sometido, reducido a esas dos condiciones
de la sensibilidad, el tiempo y el espacio.

Analítica trascendental. Ya no hablamos de sensibilidad, sino de conocimiento. Este se realiza a


través de conceptos. Algunos, los empíricos, proceden de los datos de los sentidos, pero otros son a
priori, puros. A estos Kant los denomina categorías y los define como aquellos conceptos que hacen
posible “pensar los objetos”. Los tocaremos en detalle en el siguiente epígrafe.

Dialéctica trascendental. Se centra en la razón y en la posibilidad, o no, de la metafísica. Si la


razón, en su infatigable búsqueda de las causas últimas y el origen de las cosas no es limitada,
acabará entrando en el terreno de la metafísica: esto es, de nociones como el alma, el mundo o
Dios. Kant concluye que la metafísica, como conocimiento de realidades más allá de la experiencia
es imposible, pues las categorías sólo deben aplicarse a los fenómenos, a los datos obtenidos de los
sentidos.

9 Categorías, en detalle. Las categorías son un tipo de concepto de los que hacen posible el
entendimiento. Hay dos, los generados a partir de la experiencia y otros innatos, a priori: las
categorías. Kant estaba muy satisfecho con este descubrimiento hasta el punto de catalogarlo.
Serían doce categorías, tres por cada tipo de juicio:

Según la cantidad: unidad, pluralidad y totalidad.

Según la cualidad: realidad, negación y limitación.

Según la relación: sustancia, causa (y efecto) y reciprocidad.


Según la modalidad: posibilidad (o no), existencia (o no) y el juego necesidad-contingencia.

A este cuadro de categorías elaborado a partir de la clasificación lógica de los juicios se le llama
“deducción metafísica de las categorías”.

10 ¿Qué hay de Dios? Kant examinó y criticó los argumentos tradicionales que demostraban la
existencia de Dios en la Crítica de la razón pura. En ese mismo libro había puesto de manifiesto la
imposibilidad de la metafísica como ciencia y, se entiende, de las materias de las que esta se ocupa:
el alma, la inmortalidad, Dios… Pues bien, Kant parece decir a continuación que “con Dios hemos
topado” y nunca negó su existencia ni la de la inmortalidad del alma. Sostuvo que ambos conceptos
no son cognoscibles por la razón teórica, pero que se imponen en la razón práctica como postulados,
es decir, como algo indemostrable, pero necesario para la moral. En el caso de Dios entiende que
una separación tan grande entre el ser y el deber ser como la que aqueja a este mundo hace
necesaria la existencia de Dios como entidad en la que ser y deber ser se unifican por fin en una
unión perfecta de virtud y felicidad.

Fragmentado: Las oscuras maravillas de la mente humana

En “Fragmentado”, de M. Night Shyamalan, el escocés James McAvoy interpreta a un


personaje perturbador con 23 personalidades distintas.

Fragmentado, el más reciente filme del cineasta hindú M. Night Shyamalan, desarrolla un escabroso
thriller protagonizado por James McAvoy (X-Men: Apocalipsis) como Kevin Wendell Crumb, un
individuo quien abarca en un mismo cuerpo (y mente) a otros. Crumb padece de trastorno de
identidad disociativo, por lo que su psique se ha dividido en 23 distintas personalidades, en pugna
por manifestarse y tomar el control. Entre algunas de dichas identidades encontramos al
extremadamente pulcro y un tanto pervertido Dennis, a la refinada y dulce Patricia, al extrovertido
genio de la moda Barry y al niño de nueve años Hedwig.

Sobre las razones para escoger este tema como eje de su nuevo trabajo, el propio Shyamalan
comenta: “La mente me fascina. Me fascina como funciona…” y revela cómo dicha fascinación nació
años atrás por una curiosa circunstancia. “Mi esposa tiene un doctorado en psicología. Cuando
empecé a salir con ella tuve que tomar cursos de psicología porque quería gustarle (risas). Así fue
como me enamoré del tema de la mente, de cómo funciona… es un tema que me parece muy
complejo e interesante”.
Sin embargo –y es aquí donde radica la genialidad del autor– varias de las personalidades
coexistentes en Kevin pareciesen estar conspirando, fortaleciéndose y tomar repetidamente la batuta
para llevar a cabo extraños preparativos en víspera de la llegada de una nueva identidad; la número
24, bautizada como La Bestia, y a la cual reverencian y temen por igual. De esta forma, el creador de
producciones como Sexto Sentido (1999) y Señales (2002) introduce el elemento fantástico. “Cuando
estaba escribiendo la historia pensé ¿qué pasaría si una de estas personas cree que tiene poderes
sobrenaturales?” y añade “Quienes sufren este trastorno de verdad creen que son esos personajes,
e incluso su físico sufre transformaciones. La idea detrás del filme es la conexión tan fuerte que
existe entre nuestra mente y nuestro cuerpo”.

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Fragmentado, el más reciente filme del cineasta hindú M. Night Shyamalan, desarrolla un escabroso
thriller protagonizado por James McAvoy (X-Men: Apocalipsis) como Kevin Wendell Crumb, un
individuo quien abarca en un mismo cuerpo (y mente) a otros. Crumb padece de trastorno de
identidad disociativo, por lo que su psique se ha dividido en 23 distintas personalidades, en pugna
por manifestarse y tomar el control. Entre algunas de dichas identidades encontramos al
extremadamente pulcro y un tanto pervertido Dennis, a la refinada y dulce Patricia, al extrovertido
genio de la moda Barry y al niño de nueve años Hedwig.

Sobre las razones para escoger este tema como eje de su nuevo trabajo, el propio Shyamalan
comenta: “La mente me fascina. Me fascina como funciona…” y revela cómo dicha fascinación nació
años atrás por una curiosa circunstancia. “Mi esposa tiene un doctorado en psicología. Cuando
empecé a salir con ella tuve que tomar cursos de psicología porque quería gustarle (risas). Así fue
como me enamoré del tema de la mente, de cómo funciona… es un tema que me parece muy
complejo e interesante”.
Sin embargo –y es aquí donde radica la genialidad del autor– varias de las personalidades
coexistentes en Kevin pareciesen estar conspirando, fortaleciéndose y tomar repetidamente la batuta
para llevar a cabo extraños preparativos en víspera de la llegada de una nueva identidad; la número
24, bautizada como La Bestia, y a la cual reverencian y temen por igual. De esta forma, el creador de
producciones como Sexto Sentido (1999) y Señales (2002) introduce el elemento fantástico. “Cuando
estaba escribiendo la historia pensé ¿qué pasaría si una de estas personas cree que tiene poderes
sobrenaturales?” y añade “Quienes sufren este trastorno de verdad creen que son esos personajes,
e incluso su físico sufre transformaciones. La idea detrás del filme es la conexión tan fuerte que
existe entre nuestra mente y nuestro cuerpo”.

Anya Taylor-Joy como Casey Cooke

Anya Taylor-Joy como Casey Cooke en “Fragmentado”.

Shyamalan refiere además que para dar mayor credibilidad al relato, los datos científicos
mencionados en la película son verdaderos, e inclusive menciona un caso específico. “Hay una
historia documentada de un hombre que estaba en la cárcel y que él se concebía como una persona
que pesaba más de 100 kilos, aunque en realidad pesaba la mitad. Pero apaleaba a todo mundo
porque realmente se lo creía y de algún modo, se transformaba”.

Varios de los casos y datos sobre dicho trastorno son introducidos en la trama a través de la Doctora
Karen Fletcher (Betty Buckley), quien da tratamiento psiquiátrico a Kevin y con la cual este último
siente gran confianza, a grado tal que alguna(s) de sus personalidades trata(n) de contactarla para
advertirle sobre el inminente peligro que se aproxima. A diferencia de algunos de sus colegas, la Dra.
Fletcher cree en lo que sus pacientes le dicen, y comprende (y detalla al espectador) el diagnóstico
específico de Kevin, desde un punto de vista no desprovisto de fascinación y asombro que son eco
de los propios sentires del cineasta sobre el tema. “Este trastorno en realidad es muy controvertido
porque mucha gente realmente no cree que existe. Yo sí creo. No creo que se trate de alguien que
finge primero ser un niño y después finge ser otra persona. Es un trastorno fascinante porque le
sucede únicamente a personas que sufrieron un abuso muy violento entre las edades de 1 a 15
años. Como su cerebro se está desarrollando en ese período de alguna manera tiene que encontrar
la forma de detener ese abuso y de encontrar una nueva personalidad. Es extraordinario porque es
el cerebro humano luchando por sobrevivir”.

A la lucha interna de las personalidades de Crumb se suma el secuestro de tres adolescentes, entre
las que se encuentra Casey Cook –la talentosa Anya Taylor-Joy, protagonista de The Witch, de
Robert Eggers–, quien intenta huir y salvar su vida y las de sus amigas. Es justamente la
supervivencia el hilo conductor de la narración, expresada en dos vertientes: de forma externa al
presenciar los múltiples y frustrantes esfuerzos de Casey y sus amigas; y a nivel interno. Esta última
manifestación se observa el conflicto que se suscita en la mente de Kevin, y también a través de
Casey, a quien el estrés producido por esta situación límite detona en su mente recuerdos que
revelan un abuso sufrido en su infancia y que es el principal motivo de su carácter retraído y
antisocial.

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Fragmentado, el más reciente filme del cineasta hindú M. Night Shyamalan, desarrolla un escabroso
thriller protagonizado por James McAvoy (X-Men: Apocalipsis) como Kevin Wendell Crumb, un
individuo quien abarca en un mismo cuerpo (y mente) a otros. Crumb padece de trastorno de
identidad disociativo, por lo que su psique se ha dividido en 23 distintas personalidades, en pugna
por manifestarse y tomar el control. Entre algunas de dichas identidades encontramos al
extremadamente pulcro y un tanto pervertido Dennis, a la refinada y dulce Patricia, al extrovertido
genio de la moda Barry y al niño de nueve años Hedwig.

Sobre las razones para escoger este tema como eje de su nuevo trabajo, el propio Shyamalan
comenta: “La mente me fascina. Me fascina como funciona…” y revela cómo dicha fascinación nació
años atrás por una curiosa circunstancia. “Mi esposa tiene un doctorado en psicología. Cuando
empecé a salir con ella tuve que tomar cursos de psicología porque quería gustarle (risas). Así fue
como me enamoré del tema de la mente, de cómo funciona… es un tema que me parece muy
complejo e interesante”.

Sin embargo –y es aquí donde radica la genialidad del autor– varias de las personalidades
coexistentes en Kevin pareciesen estar conspirando, fortaleciéndose y tomar repetidamente la batuta
para llevar a cabo extraños preparativos en víspera de la llegada de una nueva identidad; la número
24, bautizada como La Bestia, y a la cual reverencian y temen por igual. De esta forma, el creador de
producciones como Sexto Sentido (1999) y Señales (2002) introduce el elemento fantástico. “Cuando
estaba escribiendo la historia pensé ¿qué pasaría si una de estas personas cree que tiene poderes
sobrenaturales?” y añade “Quienes sufren este trastorno de verdad creen que son esos personajes,
e incluso su físico sufre transformaciones. La idea detrás del filme es la conexión tan fuerte que
existe entre nuestra mente y nuestro cuerpo”.

Anya Taylor-Joy como Casey Cooke

Anya Taylor-Joy como Casey Cooke en “Fragmentado”.

Shyamalan refiere además que para dar mayor credibilidad al relato, los datos científicos
mencionados en la película son verdaderos, e inclusive menciona un caso específico. “Hay una
historia documentada de un hombre que estaba en la cárcel y que él se concebía como una persona
que pesaba más de 100 kilos, aunque en realidad pesaba la mitad. Pero apaleaba a todo mundo
porque realmente se lo creía y de algún modo, se transformaba”.

Varios de los casos y datos sobre dicho trastorno son introducidos en la trama a través de la Doctora
Karen Fletcher (Betty Buckley), quien da tratamiento psiquiátrico a Kevin y con la cual este último
siente gran confianza, a grado tal que alguna(s) de sus personalidades trata(n) de contactarla para
advertirle sobre el inminente peligro que se aproxima. A diferencia de algunos de sus colegas, la Dra.
Fletcher cree en lo que sus pacientes le dicen, y comprende (y detalla al espectador) el diagnóstico
específico de Kevin, desde un punto de vista no desprovisto de fascinación y asombro que son eco
de los propios sentires del cineasta sobre el tema. “Este trastorno en realidad es muy controvertido
porque mucha gente realmente no cree que existe. Yo sí creo. No creo que se trate de alguien que
finge primero ser un niño y después finge ser otra persona. Es un trastorno fascinante porque le
sucede únicamente a personas que sufrieron un abuso muy violento entre las edades de 1 a 15
años. Como su cerebro se está desarrollando en ese período de alguna manera tiene que encontrar
la forma de detener ese abuso y de encontrar una nueva personalidad. Es extraordinario porque es
el cerebro humano luchando por sobrevivir”.
A la lucha interna de las personalidades de Crumb se suma el secuestro de tres adolescentes, entre
las que se encuentra Casey Cook –la talentosa Anya Taylor-Joy, protagonista de The Witch, de
Robert Eggers–, quien intenta huir y salvar su vida y las de sus amigas. Es justamente la
supervivencia el hilo conductor de la narración, expresada en dos vertientes: de forma externa al
presenciar los múltiples y frustrantes esfuerzos de Casey y sus amigas; y a nivel interno. Esta última
manifestación se observa el conflicto que se suscita en la mente de Kevin, y también a través de
Casey, a quien el estrés producido por esta situación límite detona en su mente recuerdos que
revelan un abuso sufrido en su infancia y que es el principal motivo de su carácter retraído y
antisocial.

James McAvoy protagoniza "Fragmentado", de M. Night Shyamalan.

James McAvoy protagoniza “Fragmentado”, de M. Night Shyamalan.

Sobre la participación de Anya Taylor-Joy, Shyamalan comenta que “es maravillosa. Su don es ser
muy honesta, no trata de hacer algo fingido. En el momento en que empezaba a actuar yo la detenía
y le decía ‘no, no, no, hazlo como tu eres en realidad’. Y así lo hizo”.

Sin embargo, el mayor peso de la obra recae directamente en los hombros del actor escocés James
McAvoy, por la complejidad y variedad de personajes que debe interpretar. “Cuando escribí este
personaje en realidad pensé que era una locura porque nadie iba a poder interpretarlo”, confiesa el
director. “Al hablar con James le dije que cuando tenía que actuar como el niño no tenía que actuar
como un hombre tonto, sino que realmente tenía que ser como un niño. Y en realidad son pocos los
actores con el perfil para interpretar esta variedad de personajes, porque tenía que ser violento, tenía
que ser reprimido, tenía que mostrar pasión. Todo a la vez. Y creo que no había muchos que
pudieran hacerlo”.

El cineasta conoció a McAvoy durante una edición de la Comic-Con de San Diego –uno de los
máximos eventos en torno a la historieta y la cultura pop que se celebra en Estados Unidos–, cuando
este acababa de terminar el rodaje de la más reciente cinta de los X-Men. Ahí se percató de que era
el actor apropiado para hacerse cargo del protagónico. “Le mande por mail el guion y me mando un
mensaje de regreso preguntándome ‘¿Cuál de esos personajes voy a interpretar?’. Y pensó que
estaba bromeando cuando le dije: ‘nada más léelo y después vas a entender’… a lo mejor hay otros
actores que tienen lo que yo necesitaba de ellos en términos de actuación, pero también necesitaba
que tuvieran suficiente valor para creer en mi”, agrega el cineasta.
Desde luego, una película de Shyamalan no puede estar desprovista de la vuelta de tuerca al final de
la historia. Y la incluida al final de Fragmentado es particularmente especial; ya que no solo
redimensiona la trama general, sino que abre interesantes perspectivas y un universo de
posibilidades en la carrera del director, quien desea que no se revelen detalles para no estropear la
sorpresa. “Del final es de lo que quiero que guarden el secreto por favor”, suplica entre sonrisas.

¿Cuántas personalidades tiene el protagonista?

Esta pregunta es la más sencilla de todas, porque el mismo afiche promocional y el trailer lo indican:
el protagonista de Fragmentado posee 23 personalidades. Sin embargo, en la película son tres las
personalidades que aparecen con más frecuencia: Dennis, quien es quien secuestra a las tres
adolescentes, un tipo fuerte y obsesivo con la limpieza; Patricia, una fanática religiosa sumamente
estricta y Hedwig, un niño bastante inocente, por no decir tonto.

Sabemos también que el individuo original tiene por nombre Kevin Wendell Crumb, un hombre
traumatizado por los maltratos que sufrió de pequeño por parte de su cuidadora. A medida que
avanza la película también nos enteramos que la personalidad dominante es una llamada Barry, un
artista afeminado, pero que por razones de las que hablaremos a continuación, perdió su dominio a
favor de Dennis, Patricia y Hedwig.

¿Qué es La Bestia?

La Bestia es la personalidad número 24 de Kevin. Hasta el momento en que inicia la película,


solamente Dennis, Patricia y Hedwig admiten creer en su existencia, pero la doctora Fletcher (la
psicóloga de Kevin) cree que La Bestia es simplemente un invento de las 3 personalidades
perversas para intimidar a las otras y tomar la luz.

Según la misma descripción de Dennis, La Bestia es un monstruo de gran tamaño, gran fuerza y
capaz de trepar por las paredes.

¿Qué es tomar la luz?

Ahora, en el contexto de la película, sólo una de las personalidades puede tomar el control del
cuerpo de Kevin a la vez, esa toma de control es lo que se conoce como tomar la luz. Tal como ya
habíamos mencionado, Barry es la personalidad que originalmente tiene el control, pero pronto es
superado por Patricia, Dennis y Hedwig, que comparten dicho poder.
Curiosamente, para evitar sospechas, Dennis se hace pasar como Barry al inicio de la película,
imitando sus manías, su forma de hablar y su personalidad, pero pronto la Doctora Fletcher descubre
que es un método de evitar sospechas, ahora que tiene a tres adolescentes secuestradas.

¿Para qué secuestró Dennis a las 3 adolescentes?

Aunque podría parecer que el objetivo de Dennis, siendo un depredador sexual, era sencillamente
violar a las chicas, luego se revela que su propósito es que sirvan de alimento a La Bestia, aunque
mientras esta aparece, él puede hacer con ellas lo que le plazca, objetivo que no se cumplió por los
consejos de Casey, las interrupciones de las otras personalidades y la misma aparición de La Bestia.

¿Cómo es posible que La Bestia pudiera trepar muros y doblar barras de hierro?

Aquí es donde el asunto se pone interesante. La doctora Fletcher es una creyente acérrima de la
teoría que cada personalidad es un ser independiente dentro de un cuerpo compartido. Así, como
seres independientes, el cuerpo responde a lo que cada una de estas personalidades cree que es.

Por ejemplo, Dennis es increíblemente fuerte. Patricia es muy perceptiva. Hedwig es débil y tonto.
Incluso una de las personalidades tiene diabetes, mientras que las otras no padecen de dicha
enfermedad.

El asunto con La Bestia es que probablemente fue una entidad gestada por los inventos de Patricia,
Dennis y Hedwig. Y que al momento de tomar la luz, es capaz, tal como lo predijo la doctora
Fletcher, de transformarse físicamente en el monstruo prometido. Aunque también podría ser, como
también creía la doctora, que era otra entidad que entró a este mundo a través del desorden de
personalidad de Kevin.

¿Qué fue lo que le sucedió a Casey?

Con la ayuda de los flashbacks, es posible vislumbrar que Casey desde niña sufrió abusos
aterradores por parte de su tío. Primero sexual y luego físico, tras la muerte de su padre, muerte en
la que probablemente su tío también tuvo que ver. Es luego de ver las secuelas de este maltrato, que
La Bestia, una entidad encargada de eliminar impuros (gente malcriada o que no ha sufrido) deja de
perseguir a Casey y la declara pura o digna.

Al final no se revela que sucedió con Casey, pero probablemente, luego de todo lo que le sucedió, lo
más probable es que haya denunciado a su tío y recobrado su libertad.

¿Qué es lo que sucede al final? ¿Por qué sale Bruce Willis? ¿Quién es el hombre de cristal?
En lo que muchos consideran el giro inesperado de la película, Bruce Willis aparece en la escena
final y le responde a un grupo de mujeres que asocian a La Bestia, con un extraño asesino de unos
años atrás… el hombre de cristal.

Esta escena es una conexión con Unbreakable, otra película de M.Night Shyamalan protagonizada
por Bruce Willis, en la que él encarnaba a David Dunn, un hombre aparentemente ordinario de
Filadelfia, que luego de sobrevivir un espantoso accidente es guiado por Elijah Price (Samuel L.
Jackson), o el hombre de cristal (por su extraña enfermedad en los huesos), hasta descubrir que es
prácticamente invulnerable, además de ser increíblemente fuerte.

Sin embargo, al final de Unbreakable, David Dunn descubre que el hombre de cristal fue el
responsable del ataque terrorista que provocó el accidente de tren al que sobrevivió, además de
muchos otros más. Es por eso que las mujeres afirman que todo el asunto con Kevin Wendell
Crumb, a quien apodan “La horda” es algo igual de extraño a lo que sucedió con el hombre de cristal.

Hasta aquí nuestra sesión de análisis y explicación. No olviden usar la sección de comentarios si
tienen preguntas, dudas, o hasta opiniones contrarias o correcciones. Los espero.

Night Shyamalan llega de nuevo con un filme de suspenso y terror centrándose en Kevin Wendell
Crumb, protagonizado por James McAvoy, un hombre joven con un grave caso de trastorno de
personalidad múltiple que secuestra a tres mujeres adolescentes al encargo de “Dennis” y “Patricia”,
dos de sus 23 personalidades siendo estas las dominantes y las que hacen que se cometan los
crímenes.

La película te lleva por el camino del secuestro, el encierro, los intentos de escape de las tres
prisioneras y el tratamiento psicológico que lleva Kevin o cualquiera de sus 23 personalidades con la
Dra. Fletcher que ve a sus pacientes como individuos dotados, incluso superiores que los humanos
comunes y corrientes.

¿De qué se trata la película Fragmentado?

La narrativa que se utiliza te lleva del presente al pasado mediante flashbacks de la vida de una de
las tres niñas secuestradas, Casey, y poco a poco de una manera que te mantiene al borde del
asiento te explica el por qué ella es la inadaptada y la contrastante dentro del grupo, ya que las otras
dos, Claire y Marcia viven una vida perfecta sin problemas y padres que las cuidan y aman. El ritmo
de la fotografía es rápido, todo se desenvuelve sin dar lugar al aburrimiento y te dan los suficientes
elementos para que te quedes con ganas de más y que no puedas saltar a conclusiones. Nunca
estás seguro de qué va a pasar a continuación.

Cinematográficamente, se usan muchos acercamientos que tensan al público y dan claridad a la


actuación impresionante de McAvoy que transmite todo sin tener que decir una palabra teniendo en
cuenta que no solamente está protagonizando a un personaje sino a las variadas personalidades de
Kevin, McAvoy logra decirte quién es solamente con su expresión corporal, una mirada, una sonrisa,
su postura, su forma de caminar y cuando empieza a hablar se pierde completamente en otro
personaje. Simplemente impresionante la actuación.

Se utilizan planos alternantes y paralelos que hacen que se sienta la desesperación de las
perseguidas y como rápidamente el tiempo se les acaba mientras “Dennis” se acerca a su objetivo
que es acabar con las “impuras”.

En la guarida o el lugar de encierro que es donde habita Kevin y los “demás” los colores son oscuros,
te hace sentir esa desesperación que pueden estar sintiendo las prisioneras dentro de ese lugar con
un loco que cada vez que entra a la habitación, puede ser una persona completamente distinta. Los
ángulos utilizados para fortalecer la imagen del villano son de contra picada y en picada para las
prisioneras, sin embargo se usa mucho también al nivel de los ojos para dar una naturaleza y un
realismo a las tomas y envolverte aún más.

El montaje es muy rítmico, todo se mueve rápido pero claro en todo momento. Saben qué enseñarte
y qué no para que sigas en suspenso.

Tras este análisis de la película Fragmentado, en sí me gustó mucho por la gran actuación de
McAvoy que logra interpretar a una persona con un serio trastorno psicológico y lo hace
impresionantemente bien. Narrativamente iba excelente hasta que la ficción dentro de la ficción del
filme se hizo totalmente irreal y a mí gusto eso hace que pierda el miedo o la desesperación que me
puede hacer sentir la película por alejarte de una manera tan innecesaria de la realidad que nos
puede hacer sentir un miedo aún más intenso.

Comentario: Creo, que su infancia maltratada lo llevo a crear estas distintas personalidades,
que lo ayudaban a escapar de su propia realidad y sufrimiento, además si podía controlar
cada una de acuerdo a la circunstancia, ya que lograba cambiar de una a otra de forma rápida
y tranquila, la bestia fue la explosión de este trastorno tan severo. La chica con las cicatrices
lo hicieron entrar en razón recordándole lo que el sufrió y su verdadera personalidad, por eso
no le hace daño.

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