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INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC

Licenciatura en psicología.

Capítulo 5 LA INTEGRACIÓN: PERSONA, CONDUCTA Y AMBIENTE

Materia: Psicología criminal

Alumno: Sánchez Gómez Javier

Grupo: 8° “B”

Juchitán de Zaragoza, Oax. 20 de Abril de 2018.


LA INTEGRACIÓN: PERSONA, CONDUCTA Y AMBIENTE
1. TEORÍAS PSICOLÓGICAS INTEGRADORAS.
Según Siegel (1998) se han desarrollado tres grupos principales de teorías integradoras. El
primero, denominado teorías multifactoriales, incluye diversas perspectivas que consideran la
influencia sobre la conducta delictiva de diferentes factores sociales, personales o económicos,
procedentes de las teorías de la desorganización y la tensión social, del control, del aprendizaje,
del conflicto, de la elección racional y de los rasgos.
Un segundo grupo lo constituyen las teorías de los “rasgos latentes” (Rowe, Osgood y Nicewander,
1990), cuya hipótesis básica es que algunas personas poseen una serie de características
individuales (como una menor inteligencia o una personalidad impulsiva) que las sitúan frente a un
mayor riesgo de comportamiento delictivo.
Un tercer grupo de perspectivas integradoras lo forman las teorías de las etapas vitales (“life-course
theories”). Según estas, no existe una propensión individual estable para la conducta delictiva sino
que el comportamiento evoluciona a lo largo del proceso de desarrollo de los sujetos.
2. LA TEORÍA INTEGRADORA DE FARRINGTON.
Farrington (1996) distingue, el desarrollo en los individuos de una serie de tendencias antisociales,
y la concreta ocurrencia de los delitos
2.1. El grado de la tendencia antisocial.
Farrington plantea que la aparición de una carrera delictiva juvenil puede explicarse sobre la base
de las siguientes cuatro etapas:
a) motivación
b) métodos o dirección
c) creencias internalizadas o inhibición
d) toma de decisiones.
En la etapa de motivación, se asume que los motivos principales que pueden llevar a la
delincuencia son efectos motivacionales a corto plazo (aburrimiento, frustración y estrés, ira y
consumo de alcohol) y a largo plazo como el deseo de obtener bienes materiales, la excitación o
deseos de estimulación (más intensos en chicos pertenecientes a familias pobres debido a que
son menores las posibilidades para su obtención), y el conseguir prestigio entre el grupo de pares.
En la segunda etapa, esos motivos se concretarán en tendencias antisociales -hábitos- cuando se
eligen métodos ilegalespara satisfacerlos, como ocurre en muchos jóvenes que no cuentan con
métodos legales para obtener esos refuerzos (jóvenes de familias pobres). Esa baja capacidad de
satisfacer legalmente las motivaciones señaladas se debe a su fracaso en la escuela y a su
deficiente formación profesional, los cuales a su vez surgen de un ambiente familiar que estimula
poco la inteligencia y el desarrollo de metas a largo plazo.
En la etapa tercera, las tendencias antisociales son facilitadas o inhibidas por las creencias
internalizadas existentes sobre la conducta antisocial, creencias que son el producto de la historia
de aprendizaje de cada sujeto. Así, las tendencias antisociales pueden retraerse si se han
internalizado creencias y actitudes prosociales (mecanismos inhibitorios) a través de un proceso
de aprendizaje social de refuerzos y castigos (estrecha supervisión, relaciones cariñosas,
confianza, disciplina consistente). También pueden ser inhibidas por el desarrollo de sentimientos
empáticos resultantes de relaciones cálidas entre padres e hijos.
Si estos procesos fallan porque los niños están expuestos a actitudes y conductas que favorecen
la delincuencia (modelado en la familia o en el grupo de amigos), o porque se trata de niños con
una alta impulsividad y una baja inteligencia, se desarrollan creencias sobre la legitimidad de la
delincuencia y se aceptan actitudes antinormativas.
En la cuarta etapa (toma de decisiones) se explica que si una persona comete o no un delito en
una situación dada depende de las oportunidades y de las probabilidades, costes y ganancias
percibidos asociadas a las diferentes alternativas de acción. Los costes y beneficios incluyen
factores situacionales inmediatos, tales como los objetos que pueden ser robados y la probabilidad
y consecuencias caso de ser arrestado. También incluye factores sociales como el rechazo o
aprobación de familiares y amigos.
2.2. La decisión de cometer un delito.
Farrington considera que la ocurrencia o no de delitos tiene lugar en la interacción del individuo
con la situación concreta.
2.3. Inicio, persistencia y desistimiento de la delincuencia.
Farrington sitúa prioritariamente el inicio de la conducta delictiva en la mayor influencia que ejercen
sobre el joven los amigos, que adquiere su punto álgido durante la adolescencia.
La persistencia va a depender esencialmente de la estabilidad que presente la tendencia antisocial,
como resultado de un prolongado proceso de aprendizaje. Por último, se va a producir el
desistimiento o abandono de la carrera delictiva ya iniciada en la medida en que el joven mejore
sus habilidades para la satisfacción de sus objetivos y deseos por medios legales y aumenten sus
vínculos afectivos con parejas no antisociales
3. EL MODELO INTEGRADOR DE ANDREWS Y BONTA.
Parte de la ‘psicología de la acción’, es decir, la importancia de los determinantes de la acción en
situaciones particulares, y se centran especialmente en los principios del condicionamiento clásico
y operante (recompensas, costes, antecedentes), y en los del aprendizaje social y cognitivo (control
cognitivo de la conducta y significación clave de las creencias, actitudes y relaciones sociales).

En síntesis, las fuentes principales en la variación de los juicios sobre la idoneidad o no de una
acción en una situación dada son los siguientes:
(1).Características del ambiente inmediato
(2). Actitudes, valores, creencias y racionalizaciones sobre la conducta social y antisocial
(3). Apoyo para la conducta delictiva
(4). Una historia previa de comportamiento antisocial
(5). Habilidades de solución de problemas y autogobierno
(6). Otras características relativamente estables de personalidad que potencian el comportamiento
antisocial.
El modelo reconoce que existen múltiples caminos para involucrarse en la carrera delictiva, pero
que las actitudes y relaciones antisociales son factores de riesgo especialmente importantes.
4. EL MODELO DE WALTERS SOBRE EL ESTILO DE VIDA CRIMINAL.
Esta teoría conceptúa al delincuente persistente como aquel que lleva un estilo de vida
caracterizado por una continua violación de las reglas y leyes sociales, por un acercamiento
intrusivo a las relaciones interpersonales, por una variedad de intereses auto-indulgentes, y por un
sentido global de irresponsabilidad. Estas cuatro características conductuales, que aunque son
diferentes están interrelacionadas entre sí, conceden precisión y especificidad a la idea de que el
crimen es un estilo de vida.
En el siguiente cuadro presentamos un esquema del modelo de este autor, establecido en torno a
cuatro aspectos: condiciones (o correlatos de criminalidad), elección, cognición y conducta.

Las CONDICIONES influyen en el desarrollo del estilo de vida criminal a través de los principales
dominios de la experiencia humana: físico (o modulación de estímulos, que incluye la búsqueda
de estimulación sensorial y de excitación, y el locus de control externo e interno), social (o apego,
que engloba la empatía y los vínculos sociales) y psicológico(o autoimagen, que se compone de
la autoestima, imagen corporal, autodefinición y expectativas personales).
El crimen es una función de las ELECCIONES que tomamos ante las tareas tempranas y tardías
que ocurren en los dominios físico, social y psicológico.
Por lo tanto, a través de las condiciones interactivas se van desarrollando las decisiones y los
patrones cognitivos del estilo de vida criminal, dando sentido a la secuencia ‘TOMA DE
DECISIONES-COGNICIÓN’.
Desde este punto de vista, los criminales pueden tomar decisiones violentas porque cuentan con
un sistema cognitivo, desarrollado como respuesta a sus condiciones y elecciones, que les permite
filtrar la realidad perpetuando los PATRONES CONDUCTUALES de irresponsabilidad,
autoindulgencia, intrusión interpersonal y violación de las normas sociales. Cuanto más
consolidados estén estos patrones de comportamiento, más probabilidades de violencia criminal.
A su vez, cada uno de ellos se relaciona con diferentes COGNICIONES (en concreto ocho patrones
cognitivos primarios).

Bibliografía
Latorre, M. J. (2018). Psicología de la delincuencia. Salamanca: CISE.

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