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Reflejo

El término reflejo se define como la respuesta automática e involuntaria que realiza un ser vivo ante la presencia de un
determinado estímulo. La respuesta refleja implica generalmente un movimiento, aunque puede consistir también en la
activación de la secreción de una glándula.1
Como ejemplo de reflejo que implica el movimiento, puede citarse el de prensión palmar que consiste en que al aplicar
presión en las palmas de las manos con un objeto, se desencadena una flexión espontánea de la mano que se cierra
tratando de atraparlo. Este reflejo es característico de los niños recién nacidos y se pierde a partir de los cuatro meses.
Entre los reflejos que provocan la activación de una glándula, puede citarse el reflejo de secreción láctea que consiste
en la respuesta de la glándula mamaria que produce leche ante el estímulo de succión del pezón por parte del niño. 2
Los reflejos pueden ser de carácter innato o adquirido. Un ejemplo de reflejo innato sería alejar la mano de una
superficie caliente. Un reflejo adquirido o condicionado sería pisar el freno del coche tras observar la luz roja en un
semáforo. Este reflejo se va adquiriendo a través de la experiencia durante el proceso de aprendizaje en la conducción,
llega un momento que el acto se realiza de manera automática sin que debamos pensar antes de llevar a cabo la
acción.

Acto Reflejo
Un acto reflejo es la acción realizada por el arco reflejo, un conjunto de estructuras anatómicas del sistema nervioso (receptor,
neurona sensitiva, interneurona, neurona motora, y efector). Esta acción es una respuesta estereotipada e involuntaria a un
estímulo específico, como por ejemplo, dar un golpe en el ligamento rotuliano. La respuesta estereotipada consiste en la
coordinación rápida de las siguientes acciones: excitación, mediante un estímulo, que provoca la conducción de un mensaje a la
médula, la cual coordina la respuesta, llevándose a cabo la reacción.

Es importante remarcar la diferencia entre este concepto y lo que se conoce habitualmente como "reflejo". Fuera del ámbito
científico, es común encontrar el uso de la palabra REFLEJO al referirse a movimientos complejos pero visiblemente rápidos. El
término correcto para referirse a este tipo de movimientos es el de "movimientos balísticos". Estos se realizan en menos de medio
segundo pero requieren de: aprendizaje previo, nivel de conciencia activo y perfeccionamiento mediante la práctica, al igual que el
andar. Un ejemplo claro para marcar las diferencias podría ser: cuando algo está cayendo al piso y sin pensarlo, lo atajamos. No es
un reflejo porque requiere la coordinación de numerosas áreas motoras (es decir, corteza cerebral, que no interviene en los
reflejos, recordemos que en los reflejos interviene solamente la médula espinal); se trata en este caso, de un movimiento
balístico: rápido, inconsciente, en respuesta a un estímulo, pero previamente aprendido, perfeccionado y con un estado
consciente.

Dependiendo del curso y determinación de la neurona puede integrar los reflejos musculares del tronco y los miembros, reflejos
auditivos y vestibulares, respiración, como recibir señales sensoriales que parten de los receptores, procesar estas señales y
realizar las respuestas a las mismas para ser seguros.

Reflejo de flexión

Se origina a partir de receptores del dolor presentes en la piel y los músculos (receptores nocioceptivos). La estimulación de los
mismos produce una respuesta motora que tiende a separar el miembro del estímulo doloroso, activando los músculos flexores de
la extremidad afectada, por ello recibe también el nombre de reflejo de retirada.

Este reflejo tiene la función fisiológica de evitar que se produzca un daño importante en los tejidos. Se activa con relativa
frecuencia en la vida cotidiana, por ejemplo si mientras andamos pisamos una tachuela, automáticamente la pierna se flexiona y el
pie se separa del suelo en un intento de minimizar el daño.

Reflejos vegetativos
Los centros reflejos encargados de determinadas respuestas específicas se hallan situados a diferentes niveles de
la médula, como los que producen la erección del pene, la eyaculación, la secreción de sudor, etc. Algunos se ubican
en el bulbo raquídeo, engrosamiento medular próximo al encéfalo donde están situados los centros respiratorios,
circulatorio, de la deglución, que controlan las actividades correspondientes.
El funcionamiento vegetativo del organismo se halla regulado y controlado por un conjunto de reflejos muy variados,
entre los que se pueden citar, además de los que afectan al sistema respiratorio, circulatorio o a la secreción salival, de
cuyos centros se hablaba en el apartado anterior, otros como la tos; el parpadeo; los reflejos posturales, mediante los
cuales se mantiene el equilibrio del cuerpo en condiciones estáticas y dinámicas; el del tono muscular; el rubor o la
palidez, éstos de carácter muy complejo. Todos estos reflejos son de tipo innato, no aprendido y en su casi totalidad de
carácter involuntario, si bien sobre algunos se puede ejercer cierto control.

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