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"La Transferencia En La Cura Psicoanalítica: Una Práctica Del

Desencuentro"

(*) Conferencia En El Crírculo Psicoanalítico Freudiano, Agosto 1992 - Texto Publicado En: Las Intervenciones Del Analista
(buenos Aires: Acme/agalma; 1997)

Isidoro Vegh

0 -Un relato
"Una práctica del desencuentro": entre la repetición de lo mismo y la diferencia que lo dice.
Anticipa una divisoria de aguas. ¿Quién no ha leído acerca de la llamada transferencia
positiva, entendida como alianza entre analista y analisante?. ¿Cómo se sitúa la transferencia
desde esta perspectiva, que intenta armonizarse con otra difícil de medir en su alcance, el
análisis como experiencia de un discurso sin palabras?
Un relato de la tradición Zen: "Un samurai, guerrero de la época medieval japonesa, se
presentó delante del maestro zen Iacuín y le preguntó:
–¿Existen realmente el infierno y el paraíso?.
Respuesta del Maestro:
–¿Quién eres tú?.
–Soy el samurai.
–Tú un guerrero! –exclamó Iacuín– pero mírate bien, ¿qué señor va a querer tenerte a su
servicio?, pareces un mendigo. La cólera se apoderó del samurai, aferró su sable y lo
desenvainó.
Iacuín continuó:
–Ah!, incluso tienes un sable, pero seguramente eres demasiado torpe para cortarme la
cabeza. Fuera de sí, el samurai levantó su sable dispuesto a golpear al Maestro. En ese
momento, este le dijo:
–Aquí se abren las puertas del infierno. Sorprendido por la seguridad tranquila del monje, el
samurai envainó el sable y se inclinó respetuosamente.
--"Aquí se abren las puertas del paraíso".
Así podría ser la intervención del analista. Pone la cabeza, pero no al modo cartesiano.
Para hablar de este vínculo tan extraño, un vínculo donde no hay dos, es necesario un
recorrido a través de la estructura que lo sostiene, la transferencia.
Si quisiéramos explicarle a alguien ajeno al psicoanálisis qué es la transferencia, podríamos

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decirle que desde el inicio es el motor de la cura, permite que el analista opere como en una
transferencia de fondos en un banco: un deslizamiento hacia el analista de algo que proviene
de otro tiempo y otro espacio de la vida del sujeto. La pregunta que surge inmediatamente es
¿qué determina ese efecto?. ¿Cuál es su razón, por qué se produce?
Tal vez convenga indagar la estructura de aquel que sufre o vive los efectos de la
transferencia y "aquel" se refiere a ambos, el analista y el analisante. Alguien puede golpear
las puertas de un analista y no estar dispuesto a pagar el precio de esa experiencia; no
siempre se está dispuesto a una inmersión en la transferencia. Vale también para el analista.
Los invito a situar algo de la estructura que haría posible este vínculo de alguien, y dejo el
signo de interrogación ¿Con qué?, porque no es con el otro.

1 -La estructura
Voy a desplegar la estructura de cada uno de nosotros en el modo como se propone desde la
última escritura de la obra de Lacan, el nudo borromeo.
En realidad no es un nudo sino una cadena que anuda tres eslabones.

Por la manera en que estos tres eslabones se anudan se cumplen dos condiciones: no hay
ningún anillo que penetre al otro, y si se corta por cualquiera de los tres anillos los otros dos
también se separan. Esta escritura corresponde a la matemática moderna. Podría ser
ubicada, como una rama de la topología, en la teoría de los nudos.
A Lacan le sirve para escribir el modo en que piensa la estructura del sujeto, constituida por
tres registros: lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. El registro imaginario es aquello que los
psicoanalistas situamos en la dimensión del Yo, el de la instancia psíquica freudiana; es el
campo de la representación y también del sentido.
Lo Simbólico, si lo queremos resumir al extremo, son lo efectos de nuestra sujeción al
lenguaje y a la función de la palabra. Hablar de lo simbólico es indicar la eficacia de la palabra,
es el campo de las oposiciones, de las diferencias.
El campo de lo Real, si lo homologamos a una referencia freudiana, es el territorio del trauma,
no hay representación que lo pueda ligar y por eso ek-siste al sentido y a la palabra ( ). En el
código lacaniano se dice: "Es lo que no cesa de no escribirse". Si en cambio dijera “lo que no
se escribe”, estaríamos en el campo de la religión, suponiendo un real existente como los
dioses. Lo Real no puede ser cubierto por la palabra ni por la imagen, pero golpea a la puerta.
No cesa de no escribirse, no cesa de avisarnos que no se escribe, que no hay representación
que lo cubra. Golpea a nuestro umbral.
Ésta es la estructura mínima que Lacan nos propone anudada.

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2 - El buen orden
Si bien al presentarnos estos tres registros como equivalentes –puedo correr cualquiera de
estas letras R.S.I. a cualquiera de los tres anillos–, Lacan deshace una afirmación del primer
tiempo de su enseñanza, cuando hablaba de la primacía de lo simbólico, el que estén
anudados nos indica que, sin embargo, es lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico de un sujeto de
la palabra. En este tiempo Lacan llama al sujeto con un neologismo, parlêtre. Es una
condensación entre parle y être, pero no pone “être quí parle” sino parlêtre: ser que se
constituye por su referencia primera a la palabra.
Entre los tres registros hay un orden que es un buen orden y otro que no lo es. En la
perspectiva que nos situamos, que no es la de la religión, el orden adecuado es el de la
herejía. En francés, héresie, homófono con R.S.I. Ése es el buen orden, el que no se
encuentra. El orden que encontramos, el que permite que un análisis se produzca es otro,
aquel que hace que alguien golpee a nuestra puerta diciéndonos "Acudo a usted porque tengo
inhibiciones, sufro de síntomas, padezco de angustias". ¿Qué son esa inhibición, ese síntoma
o esa angustia, si los queremos decir con esta escritura?: son la alteración de ese supuesto
orden con el cual cualquiera de nosotros, en tanto neurótico, no puede dejar de soñar.

¿Qué es el síntoma?. Si lo quiero presentar con esta escritura, lo voy a escribir así.

Es una inmixión de lo simbólico en el campo de lo real. Algo no anda bien en el campo de lo


real, porque algo de lo simbólico entra a jugar. Un ejemplo simple, de nuestra realidad, o de
nuestro real. Tenemos la suerte de tener la pampa húmeda, nos enseñaron que es una de las
mejores tierras para producir trigo, y producimos trigo. La tierra, como en el verso de Víctor
Hugo, “Booz Endormi”, no es avara, produce todo el trigo que puede, el problema es qué
pasa con ese trigo cuando lo queremos vender. Entonces hay una pelea entre el Mercado
Común Europeo y Estados Unidos, y venden ese trigo subsidiado y los productores de nuestro
país, que tienen la mejor tierra posible, pierden dinero. ¿Qué sucede?: un orden, el del
intercambio capitalista, que es un orden simbólico, produce una inmixión en lo real, algo
comienza a no andar bien ahí, se hace síntoma.
Inhibición: el sujeto dice que tiene ganas de hacer tal o cual cosa, pero el tiempo sigue y
sigue y no hay nada que lo mueva a avanzar en eso que él presenta como su camino. ¿Qué
es lo que se interpone entre el sujeto y su anhelo?: otra inmixión, algo del orden de lo
imaginario cubre el campo de lo simbólico.

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En términos freudianos, es la instancia del narcisismo que se opone a la castración. La
condición para desear es que algo me falte. Si en cambio estuviera apresado en una
estructura donde me presento pleno –freudianamente la llamamos Yo del narcisismo–, el lugar
y el modo en que me sitúo harán obstáculo para que encuentre razón que me mueva. Inmixión
de lo imaginario en lo simbólico, produce un efecto de inhibición.

¿Y la angustia?. Esa que irrumpe en el pecho, que el sujeto quiere arrancarse desesperado
en medio de la noche, en el sueño que termina despertándolo. La angustia es otra inmixión,
de lo real en el campo de lo imaginario.

Su metáfora podría ser Edipo, horrorizado por sus propios ojos arrancados. Inhibición,
síntoma, angustia. En cada una de estas inmixiones hemos seguido exactamente el orden
opuesto: lo Simbólico entrando en lo Real, lo Real en lo Imaginario y lo Imaginario en lo
Simbólico. S, R, I es el orden opuesto a R, S, I.

3- La transferencia
Necesitábamos exponer la estructura para deplegar el objeto de nuestra operación, aquello
que con Freud ubicamos como su resorte principal: la transferencia como motor fundamental
de la cura.
¿Qué es lo que produce esta alteración del orden de los registros?. ¿Qué es lo que lleva a un
sujeto –si efectivamente acude movido por su angustia, su inhibición o su síntoma– a una
demanda de análisis?. Nos es preciso incorporar una letra, la letra a, Lacan dice el objeto petit
a. Esta letra, referencia del álgebra lacaniana, nos deja un enigma: ¿qué es eso que está en el
lugar donde se recubren los agujeros de los tres registros?

Es el núcleo que Freud nombró "Kern unseres wesen", el núcleo de nuestro ser. Propongo
este objeto como un paquetito de goce. Irrisorio, pero fácil de apreciar en nuestra vida
cotidiana, en las sublimes y pequeñas historias de cada día.
¿Qué es más irrisorio que gozar de un cigarrillo?, ¿qué necesidad satisface?. Es común en la
literatura kleniana el ejemplo del bebé hambriento que alucina el pecho. ¿Es ése el sujeto que
transita por la vida?: sólo en casos extremos. ¿Cuántas veces realmente pasaron hambre?:
no fuman por hambre. Según fórmula extendida del campo psi usted fuma porque se quiere
matar. ¿Quién fuma porque se quiere matar?, si usted fuma es porque le gusta, tan simple

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como eso.
De igual manera a veces se escucha en ciertas interpretaciones psicoanalíticas cuando la
paciente viene y dice (mirando para abajo y compungida) –Otra vez estoy embarazada:
–Usted lo que quiere es destruirse. No está casada, no tiene las condiciones sociales que le
permitan tener más hijos. ¿Es por eso que se embarazó?: de ningún modo. Le gusta
embarazarse, desea un hijo.
Desgraciadamente o por suerte, los seres humanos no nos movemos por designios altos y
sublimes, que también existen, pero ni ustedes ni yo estamos acá por esos divinos ideales. Si
no estuviera en juego este paquetito de goce, probablemente estaríamos en otro lado. Es una
elección, un paquetito me gusta más que otro, cada cual tiene derecho a elegir el que le gusta.
El problema, cuestión ética, es que el neurótico sufre porque ese paquetito no es él quien lo
elige, apenas lo elige a medias. La otra mitad la decide el Otro.
¿Cuál es la estructura de la transferencia y el modo en que el analista opera, si éste es el
sujeto con el cual nos las tenemos que ver?. ¿Nos dedicamos a pedir alianzas terapéuticas?.
Contamos con eso en un primer momento, pero ¿cuánto dura?. Gran sorpresa de Freud, esta
paciente vino porque sufría de parálisis, cegueras, etc. Vino para que la ayude a aliviarse y al
cabo de cierto tiempo hace lo imposible para entorpecer el avance de la cura. ¿Por qué, cuál
es el misterio que se opone a su propia felicidad?. Si seguimos en la perspectiva en que
estamos, diremos que ese paquetito, cuando uno lo tiene, no lo deja sin más. Y curarse
reclama el precio de su pérdida.
El analista apunta a ese lugar que retiene al sujeto. En terminología freudiana, muestra dónde
el sujeto sufre una fijación, persiste retenido en un goce.
Propuse que el análisis era la experiencia de un vínculo con nadie, ¿y el analista?. Sin duda
que ocupa un lugar, pero no es el lugar de alguien. En el análisis el analista sufre, como
Sócrates en la polis griega, de atopía, sin lugar. El lugar preferencial del analista, al que
apunta cuando puede situarse a la altura que lo reclama, es el de ese núcleo de nuestro ser,
el lugar de a.
Como el relato del Maestro y del samurai, el analista pone la cabeza, pero no en un modo
cartesiano. Eso es apenas un tiempo, y no el más difícil. El siguiente es inaguantable.
Una salida que fue abundante en el psicoanálisis postfreudiano, la ritualización del encuadre,
del seting, no fue sino el intento desesperado de amarrar al analista a un lugar que no
encuentra, salvo si se dispone a situarse en la trama de los hilos del Otro.
Mi primer maestro, Enrique Pichón-Rivière, solía contar que era común, en los jóvenes
analistas –a los que llamaba aprendices–, el fantasma claustrofóbico de quedar encerrado en
la mente de su paciente. Esto se ve en los controles, en el temor, muchas veces reconocido,
de pedirle al paciente asociaciones: "Si asocia con este sueño, después ¿qué hago?, ¿qué
digo?”, como si fuera a quedar atrapado en una telaraña con la cual no sabrá luego qué
hacer. Se trata precisamente de dejarnos llevar a esa telaraña, dejarnos situar en ese lugar
donde los hilos del Otro nos proponen. Eso, para el analista, es su a-siento. Como pueden
advertir, no reniego de la contra-transferencia, siempre y cuando sea segunda de ese lugar al

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cual es invitada. Por eso el lugar del analista es el del a - siento. ¿Cuál es su función desde
allí?

4 -Las intervenciones
Cualquier analista de cualquier escuela, en la medida que los años lo van enfrentando a la
serie de sus errores, interviene de diversos modos. El problema es que hacer algo de hecho
no se iguala a sostenerlo de derecho.
Una pregunta que suelo formular a mis colegas y a mis alumnos es si alguna vez dicen
chistes a sus pacientes. Creo que el chiste es una buena intervención, pero ¿no podría
pedirse al analista que lo hace que diga cuál es la razón de esa eficacia?. Si nuestro campo
tiene algo que ver con la cientificidad ¿no es razonable que se nos demanden los argumentos
que nos llevan a hacer tal o cual intervención?. Mi propuesta es que el analista interviene
desde lo Imaginario, desde lo Simbólico y desde lo Real. La cuestión es descifrar la lógica
implícita para situar mejor los tiempos en que cada intervención puede ser más adecuada.
Desde la llamada de alguien a un analista, éste interviene; es lo que denominamos
entrevistas: si es un analista, no va a a intervenir para hacer una historia clínica al modo de un
psiquiatra. ¿Cuál sería la función de la entrevista?. Un breve ejemplo que está escrito en la
historia que nos antecede: se encuentran por la calle Sócrates y Alcibíades, son las calles de
Atenas, ellos son el filósofo y el general. Sócrates le dice a Alcibíades –Hola, Alcibíades
¿Cómo te va? Un gusto verte. Veo que portas sobre tu frente una medalla más. Alcibíades
hace un gesto de falsa modestia. Dice, mirando para abajo –Bueno, sí, gané la última batalla.
–Ah!, qué bien, Alcibíades, qué bien. Qué gran general eres, te felicito. –No es para tanto, dice
Alcibíades, quién en realidad quería más elogios. Sócrates lo deja que se relama un ratito.
Luego le pregunta –Dime Alcibíades, hace un mes que no nos vemos. Además de la
obtención de esta medalla, en este tiempo ¿hiciste algo por tí? Alcibíades responde –Otra vez
me llenas de rubor y de vergüenza, Sócrates.
Las entrevistas sirven para que el analista ejercite la insolencia socrática, la que sitúa al
sujeto ante sus preguntas, aquellas que podrían, si él lo quiere, hacerlo avanzar más allá de
sus tropiezos. Este puede ser el primer tiempo lógico del análisis.
Que trabaja en este campo que se interpone entre lo imaginario y lo simbólico, donde domina
el sentido. (sens, en francés).

Es el tiempo de conmoverle al sujeto los sentidos a los que está habituado. Para eso el
analista apenas precisa un subrayado, una leve puntuación, repite lo mismo con un signo de
interrogación. Es otro modo de decir –Siga hablando. Pero también: –Siga hablando, lo que
usted dijo tal vez no sea suficiente.

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¿Cuál es el valor de esta intervención en lo imaginario del sentido?. En la vida cotidiana
sentimos, como neuróticos, que queremos ordenar rápidamente el departamento nuevo al que
nos mudamos. Pintarlo, arreglarlo, ponerle los cuadros, los adornos; no soportamos el
desorden. Cada cosa en su lugar. Cuando está ordenado ¿qué nos pasa?: nos aburrimos. Si
el sujeto busca algo más es que sufre su aburrimiento.
Pessoa, el gran poeta, decía: "El arte es la prueba de que la vida no alcanza". El arte, cuando
es arte y no best-seller, es el intento de deshacer un sentido cristalizado, de conmover esa
rutina que nos agobia, que nos aparta del gusto por la vida. Intervención que en Buenos Aires
suele llamarse también interpretación, apunta al sentido para producir una mínima diplopía.
Propicia que el sujeto, que hasta hace un rato veía muy claro, advierta sus opacidades. En el
fondo de este sentido está el objeto a, lo que el analista sí sabe –y esto es de la estructura–:
que el mundo que cada uno de nosotros habita está condicionado por ese intervalo de goce al
que estamos anclados.

Desde lo simbólico, la interpretación clásica. Clásica hasta cierto límite: freudiana, no


post-freudiana. Si digo freudiana es que Dick significa gordura y en homofonía el nombre del
primo competidor( ). Cuando un síntoma se presenta bajo el modo del sufrimiento, el único
modo de deshacerlo es avanzando por la trama de palabras –significantes–, que son las que
enhebran, en el fondo de este síntoma, al objeto a. ¿No es lo que enseña el descubrimiento
freudiano, que detrás del sufrimiento manifiesto que la histérica clama de su parálisis, esconde
un goce inconfesable?
Una frase de Lacan nos guía: "Es en tanto que una interpretación justa apaga un síntoma,
que la verdad se especifica por ser poética". Interpretación, efecto de metáfora, proximidad
con la poesía.
No digo que un analista es un poeta, pero tal vez haya mayor proximidad entre el campo del
analista y la poesía que entre el campo del analista y el saber de la Medicina.
En la intervención desde lo simbólico el analista, en vez de ofrecer brasas para el fuego del
síntoma, de ofrecerle sentido, ofrece poesía para el encuentro de su verdad.

El relato del samurai y el Maestro es una intervención en lo real. El analista interviene en lo


real, por lo menos de dos modos. Uno que llamamos construcción, Lacan le dice "construcción
interpretativa"; yo lo llamaré "construcción interpretante". Es una intervención que, desde la
palabra, intenta exponer el armazón en que está retenido el sujeto: hace emerger la dimensión
del goce donde se encuentra fijado. Implica, si efectivamente merece su nombre, interpretar la
castración del Otro. En este otro lugar,

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entre lo Real y lo Imaginario, Lacan escribe JA, iniciales de Jouissance del'Autre, goce del
Otro, como si dijéramos goce de Dios, goce del Otro completo, goce de un Otro capaz de todo
el goce. Borges decía que el tiempo es una dádiva que nos es entregada a los mortales para
no tener que sufrir todo el goce al mismo tiempo. Tiempo, muerte, castración, el goce del Otro
sería todo el goce al mismo tiempo, no acotado. Inexistente, porque no hay Otro, si
entendemos por Otro esa estructura que, como Dios, puede alardear de que nada le falta.
Retornan algunas preguntas. Si el Otro no existe y el goce del Otro es inexistente ¿para qué
situarlo en la estructura?. Es un error empirista en el que es fácil deslizarnos; que algo no
exista no lo hace menos operante. Como neuróticos, nos pasamos el tiempo soñando y
haciendo cosas para sostenerlo. Una manera que tiene el neurótico de sostener el goce del
Otro es identificándose a este paquetito de goce, ofreciéndose en bandeja al Otro de su
fantasma. En este lugar el analista no alcanza a producir la eficacia que anhela apelando
solamente a la palabra.
Hay un límite en la eficacia de la palabra que reclama que el analista, como en el relato zen,
esté dispuesto a poner la cabeza. Es lo que propongo como intervención en lo Real. El
analista carga sobre sí el lugar de esta cuota de goce. En dos tiempos lógicos: un primer
tiempo que es de dificultad, cuando es urgido a sostener con su presencia ese objeto de goce.
Es la razón del tiempo que desencadena el torbellino pulsional de la transferencia.
Tiempo de presencia, avanza al destino final de un análisis que no es su persistencia sino su
caída. Esto es lo que en el código lacaniano se llama el objeto a como causa del deseo. No
está al comienzo, es un producto en un recorrido. Para esto, el analista tiene que hacer aún
un esfuerzo, que es también el lugar del desencuentro. Tendrá que soportar la diferencia entre
su ideal de lo que es una cura, y el hilo que sólo al sujeto le cabe enhebrar.
5- Final
El final del análisis no es el sujeto realizado sino el sujeto advertido de lo que le impide su
realización. El final del análisis es el comienzo de su realización. No es más que una apuesta.
Tal vez se produzca, tal vez no. Allí el analista tendrá que aceptar que el analisante se vaya,
soporta la incertidumbre de lo que siga. La única certeza es que él ya no está en ese lugar.
Hay una similitud entre lo que le pasa a Lacan, lo que le pasa a Freud, y lo que le pasa a
cualquier analista cuando sostiene esta práctica imposible durante una cantidad de años. Si
puede soportarlo, los años le harán presente la cantidad de veces que fracasó. Entonces,
como Freud, se verá urgido a dar un cauce a eso que su práctica le presenta, tal vez escriba
algo parecido a "Más allá del principio del placer". Lacan escribió algo parecido a la lógica
freudiana de "Más allá del principio del placer" en lo que llamó el sinthôme.
El sinthôme lacaniano, es, a mi entender, una manera de confesar en acto el fracaso de los
análisis que él condujo. Hay algo que el sujeto debe tejer en lo Real que va más allá de la
práctica misma del análisis.
Un final de análisis no solamente sitúa al sujeto de un modo diferente en relación al goce,
también en relación a la creación. Final de análisis, apuesta a que el sujeto pueda gozar y

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crear de un modo distinto.

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