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Yo no le canto a la luna
Porque alumbra y nada mas,
Le canto porque ella sabe
De mi largo caminar.
Ay lunita tucumana
Tamborcito calchaquí,
Compañera de los gauchos
Por las sendas de Tafí
Estribillo:
Perdido en las cerrazones
Quien sabe vidita
Por donde andaré
“Cantaba sin premura, porque el alba tarda en clarear”. Jorge Luis Borges del poema “Los
gauchos”.
“contra-fusión no fusión (..) es una política cultural del diálogo que el artista se
propone con el pasado, a manera de un cortejo. No hay fórmulas o recetario de
ingredientes. La contra-fusión consiste en desarmar el legado para recomponerlo
de otro modo. Todo puede ser desarmado y vuelto a armar. Hay que intentar leer
lo que no ha sido escrito, eso provoca tensión y esa tensión es filosófica, política,
cultural, es música. La decimos y escuchamos decir” (Rodríguez, 2006: 32).
El resultado estético, como consecuencia del pensamiento político, darían cuenta del
eje teoría-praxis expresado en esta disolución conciliada de la hemiola en dos unidades
autónomas con características rítmicas opuestas. La presentación de los elementos
“desarmados”, expuestos en sus partes constitutivas de manera autónoma y vueltos a armar,
parece ser la premisa del arreglo propuesto.
La línea melódica desde un punto de vista interválico, se mueve por grados y pareciera
ceder protagonismo al texto. Con los antecedentes de la primera estrofa, no estaríamos en
condiciones de fijar una tonalidad para la línea melódica.
Si analizamos la melodía en función del ostinato la duda persiste, puesto que las notas
que componen el ostinato (fa-do-mi) no permiten fijar una tonalidad. El fa en el bajo y el re
en la línea melódica podrían definir un re menor con séptima menor con bajo en fa. La clara
resolución de la frase musical de la línea melódica a la nota do (tercera menor de A menor)
del compás siguiente parece aclarar que el ostinato es más bien una inversión de A menor y
el Fmaj7 presume fantasmalmente el A menor de la tonalidad. Si fuera así el Fmaj7
reemplazaría el tradicional Am de la canción original y el D7 reemplazaría el E7 como
dominante. Los medios de análisis armónicos presentan complejidades, puesto que desde la
armonía funcional no es sencillo establecer los grados que corresponderían a cada acorde
propuesto. El análisis de cada voz que participa en el arreglo, topa con la escasez de
elementos melódicos. Tal vez esto tenga mas que ver con la tradición folclórica en donde los
elementos armónicos secundan los elementos rítmicos en cuanto profundidad y riqueza. El
centro del arreglo propuesto, en su diferenciación con la versión original, está dado por una
instrumentación no tradicional y por un contraste rítmico evidente entre la línea melódica de
la voz y los instrumentos musicales.
No habría entonces una base como soporte del texto sino mas bien una línea autónoma
de desarrollo en una conformación poco tradicional para una zamba. El eje tradición-
modernidad está dado, entre otros elementos, por la línea melódica que mantiene una
acentuación binaria de subdivisión ternaria, como remanente o ancla a la tradición. La voz
como portadora del texto y la musicalidad característica del folclor funciona como el
elemento tradicional en el montaje que la propuesta ofrece, contrastando la sonoridad de
instrumentación docta y el ostinato. La línea melódica se mantiene en un rango interválico
que no supera la tercera menor, pero tiene una clara prevalencia de tresillos.
El arreglo propuesto por Liliana Herrero pareciera obviar las funciones armónicas
tradicionales. Es complejo designar grados funcionales al discurso armónico, puesto que el
uso designa una autonomía melódica de los instrumentos que de alguna manera prescinden
de una estructura armónica que los sustente. El uso de motivos melódicos superpuestos
parece ajustarse mejor a lo propuesto por Liliana Herrero.
Si consideramos el ostinato como bloque sonoro sumando la línea melódica,
visualizamos claras diferencias con la progresión tradicional de la zamba argentina.
Habitualmente y tomando como referencia la cadencia de Atahualpa Yupanqui en su versión
de Luna tucumana, podemos contrastar los usos armónicos de cada propuesta.
Cadencia de Luna tucumana en la versión de Atahualpa Yupanqui.
Figura 4: Liliana herrero, luna tucumana, 2016 transcripción de Daniel Román.
Vuelve el ostinato para la tercera estrofa y el motivo del interludio con una pequeña
variación armónica. En este destaca un solo de clarinete, utilizando el ruido como efecto,
para finalizar con el estribillo donde cambia la palabra original “tucumana” por “patria”,
modificando el texto original y citando el motivo de los interludios a modo de coda con una
pequeña variación melódica.
La voz en su sentida interpretación se instala al borde del llanto. Tal vez siguiendo la
presencia fantasmal de un verso ausente, la música se sustenta más en sus silencios que en el
despliegue virtuoso de los instrumentistas. Parece ser que la consigna del arreglo sea la
contención y el uso mínimo de elementos.
Claramente el “tono” en términos poéticos de la interpretación y de los arreglos sea
muchísimo mas “sentido” que en la versión de Atahualpa Yupanqui. ¿Por qué hay aquí
vanguardia? Por la autonomía fragmentaria y disonante entre las partes que componen el todo
como no-síntesis.
El poema, manteniendo su estructura tradicional da cuenta de un acontecer moderno
en su padecimiento. La voz se separa de sus soportes rítmicos convencionales dados por el
acompañamiento e instala al silencio como elemento presente. Es decir, el silencio se
musicaliza. La intérprete incorpora instrumentos de la tradición docta, como el clarinete bajo
y el contrabajo con arco. El 6/8 tradicional, binario de subdivisión ternaria, cambia su
acentuación a un 3/4, es decir acentuación ternaria con subdivisión binaria, su completo
opuesto en términos de cifra indicadora y acentuación, desnudando la falsa unión
característica de la hemiola y exponiendo de manera autónoma su intrínseco contraste. Todo
esto ocurre en la interpretación de una zamba del siglo pasado.
Pareciera ser que cada instrumento funcionara bajo su propio fundamento. La
construcción del arreglo da la sensación de estar incompleto, lleno de vacíos como un
rompecabezas inconcluso con espacios en blanco pero haciendo notar su ausencia, como si
replicara el gesto del epígrafe. Hay más música en la canción que la que se deja oír, como
algo que fue sustraído de su lugar, dejando pequeños retazos o como si el silencio se hubiera
apoderado de ellos. La pretensión atmosférica de la música sería entonces un complemento
autónomo de sutil presencia, de una sobriedad que acompaña a un texto que se vuelve en su
recepción final, de profundo dolor y pérdida.
Los ejes de análisis presentados en el primer capítulo y utilizados como base
metodológica del presente análisis, han demostrado ser adecuados para analizar este
repertorio, con los resultados expuestos a continuación:
1 5
Vuelvo por fin al arrollo Una noche aquí de azahares
Junto al cual antes temblé… Me miraron las estrellas…
Ay, vidalita de estas orillas Ay, vidalita del infinito,
Todo en el aire me llama aquí. Todo en el aire me llama aquí.
2 6
Oigo en la tarde el secreto Me iré pesado de gracias
del agua escondida y frágil… Con el corazón ajeno…
Ay vidalita del monte solo, Ay, vidalita de no ser uno,
Todo en el aire me llama aquí Todo en el aire me llama aquí.
3 7
Busco en la tapia no sé Miro las hondas cañadas
Que del Jazmín y la niña Huir la lluvia de plata…
Ay, vidalita de los amores, Ay, vidalita de los baldíos
Todo en el aire me llama aquí Todo en el aire me llama aquí.
4 8
Dejé en las ramas oscuras Volveré con otros ramos
Miedos que nunca vencí… Para la ofrenda mejor
Ay, vidalita de los misterios, Ay, vidalita del aire hallado,
Todo en el aire me llama aquí Toda una flauta cantará aquí.
En el caso particular de esta obra, expondremos la matriz literaria que sus propios
autores declaran como referencias y citas musicales en la consumación del arreglo de
“Villaguay vidalita de la vuelta” (Imposible, 2016). Ricardo Piglia, Macedonio Fernández,
La ciudad ausente, Gerardo Gandini y Juan L. Ortiz, configuran la trama “transpuesta” en la
canción. Abordaremos entonces la medición intertextual en base a elementos poéticos y
musicales. Develaremos los antecedentes poemáticos y literarios de la canción y el
fundamento estético de la música a través de la escala-acorde que propone la introducción
del tema. En términos rítmico-musicales, analizaremos la contrafusión como elemento
presente en la disolución de la hemiola como respuesta crítica a la tradición, desde la
tradición.
Esta escala, si bien parece una excentricidad desde el punto de vista occidental, la
encontramos también en la música de la india, específicamente como un “Melakarta” llamado
“simhendra madhyama”. Los “melas” son escalas de siete notas ascendentes y descendentes
idénticas. Los “melas” son las escalas matrices desde los cuales se construyen los ragas. Los
ragas aunque tienen similitudes o se comprenden como escalas indias más precisamente los
“ragas se refieren a aquello que crea pasión o rasa. Moldes melódicos o tipos melódicos.
Cada raga es una entidad estética y tiene una personalidad tonal”. Existen 72 melakartas que
se construyen de 12 chakras de seis escalas cada uno (Charlie Mariano 2000: 7). Si bien las
notas utilizadas en el antecedente no respetan el orden estricto de la escala, la escala utilizada
coincide con el melakarta antes mencionado.
En términos armónicos encontramos que la escala, desde el análisis de la armonía
funcional, forma una tétrada de CmMaj7 con novena natural, oncena sostenida y trecena
Bemol.
Al escuchar la atmósfera creada e inspirada en Macedonio Fernández, claramente el
uso de esta escala, independiente de su ascendencia, nos remite a una sonoridad
contemporánea o atonal. Lo que prevalece en el uso melódico de esta escala es la oscuridad
y la fidelidad con que el arreglador “cita” no sólo la altura de lo explicitado por Gandini, sino
que también la disposición rítmica pausada y agógica del género docto, acentuada por el
accelerando con el que remata el motivo ascendente.
Figura 2: Liliana herrero, Villaguay vidalita de la vuelta, 2016 transcripción de Daniel
Román.
La superposición que instala, atenta contra la noción tradicional del folclor vinculado
normativamente al concepto de hemiola, y será la relación 3:4 o tres contra cuatro la que
funcione como soporte sonoro del arreglo. Liliana declara “Vi la respuesta de Ariel y me
alegró mucho. Decididamente lo que hizo tiene que ver con mi idea de la contrafusión”
(Liliana Herrero, comunicación directa, 2 de Octubre, 2017)
El otro concepto que parece trabajar Naón conecta con los diálogos permanentes con
el compositor argentino Guillermo Klein. El concepto armónico de la armonía funcional da
paso al contrapunto, retomando el desarrollo autónomo de cada instrumento por el sonido
armónico tradicional en bloque. Es decir habría otro elemento que oblitera la música
folclórica tradicional y da paso a la materialización intertextual de referentes de la música y
la cultura argentinas.
“ Y lo otro que busque conscientemente fue hacer un arreglo que no tenga una
armonía vertical. El arreglo es a tres voces. Nunca hay un acorde. Son tres voces
totalmente independientes. Eso también tiene que ver con alguna charla con
Guillermo Klein sobre pensar en voces y no en armonía vertical de acordes”.
(Ariel Naón, comunicación directa, 2 de Octubre, 2017).
Por medio del montaje, el folclore de vanguardia propuesto por Liliana herrero, interpela los
conceptos tradicionales de la música folclórica develando estéticamente problemas de
identidad y temporalidad. En términos estrictamente musicales tensiona los conceptos de
hemiola, rítmo y armonía, concretando en la obra misma, la apuesta política que la
vanguardia intenta enrostrarnos: El disenso radical ante lo normativo y la arbitrariedad de lo
dado a través de la politización del arte.