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INSTITUCIÓN EDUCATIVA

MARCELINO CHAMAPGNAT

“VIRREYNATO DEL PERÚ”


Alumno : Diego Cussiramos Franco

Año y Sección : 2do “C”

Curso : Historia

Profesor : Roberto Flores Pacheco

Fecha : 04 de Diciembre del 2009

Tacna - Perú
VIRREYNATO DEL PERÚ
1. Concepto:
El Virreinato del Perú fue una entidad territorial, integrante del Imperio
español, establecida por la Corona española durante su periodo de
dominio americano. Fue creado por el rey Carlos I, por medio de la Real
cédula firmada en Barcelona el 20 de noviembre de 1542, tras la
Conquista del Perú, realizada por las tropas de Francisco Pizarro,
tomándose como base a los territorios de las gobernaciones de Nueva
Castilla y de Nueva Toledo. El Virreinato del Perú comprendió, en el
momento de su mayor extensión, gran parte de Sudamérica y parte de
Centroamérica, bajo diversas formas de control o supervigilancia de sus
autoridades; sin embargo, a lo largo del siglo XVIII, y hasta la
independencia de esas zonas respecto del poder español, correspondió
efectivamente a lo que hoy en día es la República del Perú, de Chile y
Bolivia. A principios del siglo XIX, el virreinato del Perú, se ha denominado
la posesión más importante de la Corona española al tratarse de una de
sus más importantes fuentes de riqueza. El virreinato peruano durante el
proceso de independencia hispanoamericana se convirtió en el último
bastión y centro contra – revolucionario en América del Sur, obligando a
José de San Martín a abandonar su empresa emancipadora tras
establecer la República del Perú, hasta que bajo la división partidista, y sin
auxilios de España, el virreinato sucumbió finalmente en las campañas
decisivas de Simón Bolívar.

En lo militar el virreinato del Perú financió y apoyó militarmente, por


medio del real situado y el envió de soldados y provisiones desde el Perú,
las campañas contra los mapuches en la Guerra de Arauco que se
extendió por todo el período colonial, solamente en el año 1662 fueron
enviados 950 soldados y 300.000 pesos para los gastos de guerra, de
igual manera del virreinato peruano partían las directivas generales para la
conducción de la campaña como fue la que envió el virrey Príncipe de
Esquilache ordenando una guerra defensiva contra los indios y la
prohibición del servicio personal de éstos.[6] La fortificación del puerto del
Callao y la manutención de una fuerza naval para defender las colonias
próximas de incursiones de corsarios y piratas fue también responsabilidad
de los sucesivos virreyes del Perú.

El primer Virrey fue Blasco Núñez de Vela (1544-1546) con el que se


inició un período conocido como de la Colonia, que duraría casi trescientos
años. La dominación española llevó consigo la evangelización católica y la
difusión de la lengua castellana. El poderío español, mientras se mantuvo
el Virreinato del Perú, se explica por la inmensa cantidad de oro y de plata
que España extrajo de lo que fuera el Imperio de los Incas y que sirvió esta
vez para sostener al Imperio español, agobiado por los ingentes gastos
requeridos por sus ejércitos desplazados en buena parte de Europa. Los
virreyes en el Perú ostentaron distintos títulos: Lugarteniente, Gobernador
y Capitán General de los Reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, Presidente
de la Real Audiencia, Presidente de la Junta Superior de la Real Hacienda,
Presidente del Tribunal y Audiencia Real de Cuentas, Superintendente del
Juzgado de Policía, Capitán General de los distritos y Gobernador de las
Provincias, Visitador de los Castillos y Fortalezas, Vice patrono
Eclesiástico, General de la Armada del Mar del Sur.

En un principio el mandato de los virreyes no debía exceder los 3 años.


Sin embargo, debido al extenuante, prolongado y peligroso viaje que
representaba llegar a América y también tomando en cuenta el tiempo que
tardaban en ponerse al corriente de la situación administrativa, el Consejo
de Indias amplió su estancia a 5 años. Aún así, la mayoría de virreyes se
quedaron en el cargo mucho más tiempo que el asignado. El virrey fue el
presidente de la Audiencia de Lima, máxima entidad administradora de
justicia en el virreinato peruano. Al concluir su período de mandato, los
virreyes debían rendir cuentas ante el Consejo de Indias a través del Juicio
de Residencia, en el cual todos los súbditos del virreinato podían
intervenir, estando facultados para denunciar los delitos, las faltas o los
errores cometidos por el virrey

Para controlar las acciones de los virreyes, el Consejo de Indias creó


leyes específicas para ellos. Las principales leyes versaban principalmente
en el terreno personal: no podían contraer matrimonio con alguna mujer
perteneciente a la jurisdicción que administraba, así como tampoco podían
ejercer comercio alguno; sin embargo, muchas veces estas leyes no
fueron acatadas. Desde 1613 todos los virreyes estaban obligados a
elaborar una memoria para informar a su sucesor y al rey sobre sus
actividades en el Perú. Estas memorias fueron de gran utilidad para los
virreyes sucesores, pues le otorgaban un panorama general del virreinato,
tanto en lo administrativo, judicial y económico, como en lo social.

2. Escultura:
La escultura, al igual que todas las artes, fue introducida al virreinato
peruano por la iglesia. La escultura virreinal produjo obras maestras, tanto
por las delicadeza y minuciosidad en los detalles, como por la magnifica
expresión del conjunto.

BALTAZAR GAVILAN – CRISTO SIGLO XVII


Se esculpieron, mayormente, imágenes religiosas, para embellecer los
altares, en los que predominaba el dorado y la policroma; igualmente,
otras estatuas de santos, como aquellas que adornan las fachadas de los
templos, a la vez de altares, púlpitos y confesionarios. En todos los casos
se empleó mayormente, la madera y excepcionalmente la piedra. La
presencia de maestros españoles durante el siglo XVI y principios del XVII
consolidó a Lima como importante fuente de producción escultórica.

Entre las más importantes escultures del virreinato figuran Juan


Martínez de Arrona, excelente ebanista especializado en cajonería
religiosa. Su obra más importante es la Cajonería de la Catedral (1608)
realizada bajo los cánones del renacimiento pues debía armonizar con el
estilo de Francisco Becerra, alarife de la catedral. Otro importante escultor
fue Pedro de Noguera, autor de la Sillería de la Catedral (1532), acaso la
obra escultórica más bella de Lima construida en el siglo XVII.

De los talleres del andaluz Juan Martines Montañéz (1568-1649)


destaca el retablo del Monasterio de la Concepción (actualmente se
encuentra en la Catedral de Lima). Este gran retablo describe en sus
relieves la vida San Juan Bautista y fue enviado, desde Sevilla, durante 15
años a la Ciudad de los Reyes (1607-1622).
Otra obra importante es la escultura de Melchor Caffa titulada "El
tránsito de Santa Rosa" (1699). De origen maltés, Caffa se educó en
Roma, por lo que la obra en honor a la santa peruana posee bastante
parecido con la Santa Teresa de Bernini.

En el siglo XVII, ocupa un lugar especial la obra del mestizo Baltazar


Gavilán. Con un manejo exquisito del barroco, sus obras imprimen un
realismo sin precedentes en la plástica peruana. Destacan La dolorosa
realizada para el convento de San Francisco y La Muerte, para la iglesia
de San Agustín. De 1.95 m, esta escultura representa el fin de la vida
(esqueleto con un arco y flecha en la mano) y según una tradición de
Ricardo Palma fue el mismo Gavilán víctima de esta obra, pues, cuenta la
leyenda, que tras una pesadilla el autor se levantó y a media luz se
encontró con la horrible figura de "La muerte", muriendo de la impresión.
LA PIEDAD - PUNO
3. Pintura:
En la etapa inicial del virreinato la pintura recibió, aparte de la evidente
influencia española, una determinada influencia italiana, debido a la
llegada de muchos artistas de ese país al Perú. El primer italiano en llegar
fue el jesuita Bernardo Bitti, quien desde 1575, difundió su obra por todo el
virreinato, a pesar de que su taller se encontraba en Lima. Con la llegada
de Bitti se produce la época de mayor auge de la influencia del
renacimiento italiano en el virreinato. Junto al maestro jesuita Bernardo
Bitti destacan, dentro de la corriente italiana llegada al Perú, Mateo Pérez
de Alesio y Angelino Medoro.

LIMA – SIGLO XVII


Con los años la influencia del barroco llegó al virreinato peruano con
las pinturas encargadas por el convento de Santo Domingo al gran pintor
sevillano Miguel Güelles. Sus obras reunidas bajo la serie La muerte de
Santo Domingo tuvo un impacto profundo en el medio limeño, pues su
naturalismo e idealismo fueron las características comunes en las pinturas
locales del siglo XVII.
MIGUEL GÜELLES – BATALLA DE LEPANTO
En este siglo la proliferación de aristas españoles propició la apertura
de varios talleres no solo en Lima, sino también en las principales
ciudades del virreinato peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán
(artista español, 1598-1664) uno de sus principales referentes. Muchos de
sus cuadros fueron copiados o sirvieron de molde para nuevas
producciones. De igual manera, algunas de sus obras llegaron al Perú y
fueron motivo de orgullo y satisfacción para la orden religiosa que lo había
encargado (En Lima algunas de sus obras se pueden apreciar en el iglesia
de la Buena Muerte).

ZURBARÁN – MILAGRO
En el siglo XVII, surgió una pintura mestiza, cuya máxima expresión sin
duda se dio en el Cuzco; convirtiéndose así en uno de los referentes
pictóricos más importantes del virreinato. La presencia de Bernardo Bitti
(1583-1585 y 1596-1598) en el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica
cusqueña. Sin embargo, a pesar de que el "movimiento italiano" fue base
para muchas de las obras producidas en esta ciudad, lo cierto es que se
empezó a dejar elementos y a incorporarse otros propios de la región.

BERNARDO BITTI – NACE (PINTADO EN CUSCO)


En otras palabras, se desarrolló con los años una personalidad y
lenguaje diferenciado que sin duda reflejan la personalidad de los pintores
(la gran mayoría andinos y mestizos) y también cual era su base de
inspiración (fue Rubens el artista predilecto por los talleres cusqueños),
dando así lugar al estilo denominado “Escuela Cuzqueña“; que se
caracteriza por el colorido brillante y profusa riqueza de los retratos y
marcos. Sus principales representantes fueron: Diego Quispe Tito, Basilio
de Santa Cruz Pumacallao, Juan Espinoza de los Monteros, Marcos
Zapata, Basilio Pacheco; aunque la mayoría de los obras de esta escuela
es de artistas anónimos fueron los verdaderos impulsores de la corriente
cusqueña pues a su trabajo le añadieron los elementos propios de la
cultura local.

RUBENS – ADORACIÓN A LOS REYES


Durante el siglo XVIII, Lima continuó produciendo pinturas barrocas de
gran influencia hispana. Sin embargo el arte ya no fue exclusividad de la
iglesia. La corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a la pintura a través
de los retratos. Estas pinturas eran más festivas y con un lenguaje
pictórico mucho más profuso que el del siglo anterior. Las pinturas de
Cristóbal de Lozano y Cristóbal de Aguilar son las más afamadas, pues
retrataron a los virreyes más importantes del siglo de las luces.

CRISTOBAL DE AGUILAR
4. Arquitectura:
La arquitectura virreinal alcanzó su máxima expresión en la edificación
de iglesias, claustros, casas y mansiones señoriales, y en menor medida
fortalezas y cuarteles. Su desarrollo fue incentivado fundamentalmente por
la actividad religiosa, la cual construyó catedrales, claustros y conventos
urbanos y rurales, dispersos por toda su geografía. La mayoría de las
iglesias de fines del siglo XVI poseían planta gótico-isabelina con nave
alargada y separada por presbiterio o capilla mayor por un gran arco
denominado toral. Sin embargo, son pocos los ejemplos de arquitectura
del siglo XVI. Algunas casas-patio de Lima y Cuzco, y ciertas iglesias en
provincia son la única muestra de las construcciones de aquella época. Del
siglo XVI destacan la casa de Jerónimo de Aliaga en Lima, La Merced en
Ayacucho, la Iglesia de San Jerónimo en Cuzco y la Asunción en Juli,
Puno.

CATEDRAL DE LIMA
El siglo XVII estuvo marcado por la llegada del barroco. Este estilo
arribó al Perú en un momento de gran madurez artística de los alarifes
afincados en el Perú. La reinterpretación del estilo y su adaptación al
medio local hicieron de la arquitectura virreinal peruana una expresión
nueva y original del barroco americano. Mientras el barroco se afianzaba,
en el Perú hubo un cambio en la construcción y diseño de las naves. Las
iglesias dejarían las plantas isabelinas y se adaptaron a la cruz latina con
bóveda de cañón y cúpulas en el crucero.
CLAUSTRO DE SANTO TOMÁS
Son ejemplo del barroco San Francisco el viejo, Iglesia de las
Trinitarias, Iglesia de La Merced, la Portada del Perdón de la Catedral de
Lima, Santo Domingo, San Francisco, Santa Catalina en Cuzco, etc. A
este estilo también pertenece el Palacio de Torre Tagle. Otro estilo que
tuvo mucha aceptación en el Perú virreinal fue el churrigueresco, ejemplos
de esto lo constituyen los templos de San Agustín y San Marcelo en Lima
así como los retablos en pan de oro de muchas de las iglesias virreinales
del Perú.

FORTLEZA DEL REAL FELIPE


En la segunda mitad del siglo XVIII aparece el rococó por influencia
francesa, en el virreinato; dejando ejemplos de su estilo, la iglesia de las
nazarenas y la Quinta Presa en Lima; la Casa del Almirante en Cuzco, etc.
Al final del siglo XVIII surge el estilo arquitectónico neoclásico que tuvo su
inspiración en los moldes de la Grecia antigua y la roma imperial.
Corresponde a este estilo los retablos de la Catedral de Lima, la fachada
de la iglesia de San Pedro, el altar mayor de la Iglesia de San Francisco,
etc.
SALÓN DEL TRONO VIRREYNAL
En las ciudades, la vivienda tuvo una fuerte influencia peninsular,
especialmente andaluza. Fueron casas de uno o dos pisos, con un zaguán
en el ingreso. Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el día
pues a él llegaban los vendedores ambulantes o las visitas. Un patio
dominaba el ingreso rodeado de los dormitorios y habitaciones principales.
En el primer piso se encontraba la sala que usualmente conectaba a un
segundo patio y finalmente a la cocina. Muchas casas en Lima tuvieron
huertas en las que cultivaban productos de pan llevar.

PALACIO DE TORRE TAGLE


Las casas de dos pisos tuvieron usualmente un balcón cerrado por
donde se podía observar la calle. En el siglo XVI y XVII estos balcones
poseían celosías, a fines del XVIII y principios del XIX se construyeron
bajo los cánones del neoclasicismo y del estilo imperio, imponiéndose el
uso de ventanas de guillotina, como se puede apreciar en la Casa de
Osambela en Lima. Los balcones de Lima le confirieron a esa ciudad una
personalidad propia, ya que en ninguna ciudad americana existieron tantos
balcones como en la capital del Virreinato del Perú.

UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN MARCOS

5. Literatura:
Las primeras manifestaciones literarias del Perú virreinal recibieron
marcada influencia renacentista e italiana, expresada en los depurados
modelos grecolatinos en prosa y verso (gusto aristocrático). Luego, el
florecimiento de la literatura española entre los siglos XVI y XVII, el
llamado siglo de oro, sentaron su influencia sobre las letras peruanas, pero
sus características, al fusionarse con el espíritu del Perú colonial, dieron
resultados que prestigian a la literatura mestiza.

Los principales representantes fueron:


- Inca Gracilazo de la Vega, autor de la célebre obra Los comentarios reales
de los incas y La florida del inca.

- Juan Espinosa Medrano, su obra titula Apología a favor de Don Luís de


Góngora y Argote.
Antonio de León Pinelo, autor de Paraíso en el Nuevo Mundo.

Pedro Peralta y Barnuevo, escribió numerosas obras de las que se


destaca Lima Fundada.

Amarilis, desconocida poeta huanuqueña, que escribiera Epístola a


Belardo (dirigida al dramaturgo español Lope de Vega)

Diego de Hojeda, autor de La Cristiada.


Juan del Valle y Caviedes, autor de Diente del Parnaso.

Pedro de Oña, autor de Arauco Domado.

Juan de Miramontes y Zuazola, autor de Armas Antárticas.

Diego Dávalos Figueroa, autor de Miscelánea Austral.


Otros destacables literatos coloniales fueron: Juan Dávalos de Ribera,
Sancho de Ribera, Toribio Rodrigues de Mendoza, José Eusebio del Llano
Zapata, Pablo de Olavide y José Hipólito Unanue.

RELIGIÓN

Se caracterizó por el profundo espíritu religioso, especialmente en el siglo


XVII. Prueba de ello es que por esa época, Lima, con 26 000 habitantes,
ya contaba con 19 iglesias y monasterios y que el 10% de esa población
estaba constituido por sacerdotes, canónigos, frailes y monjas, que
penetraron profundamente en la vida del pueblo, en cuyas familias era casi
una actitud tradicional destinar a uno de los hijos para el sacerdocio y
observar rigurosamente las prácticas del rezo y del rosario a la hora del
Ángelus y las asistencias a las diversas actividades de culto.

Fundada Lima, se estableció un obispado en 1541 que, en 1548, fue


elevado a la categoría de arzobispado, durante el gobierno del pacificador
don Pedro de la Gasca. Este arzobispado tenía bajo su mandato a todos
los demás obispados que, por entonces, funcionaban en toda América del
Sur, y eran el obispado de Cuzco, Panamá, Papayán, Quito, Charcas y
Paraguay. El primer arzobispo fue fray Jerónimo de Loayza hasta que, en
1581, fue nombrado como arzobispo fray Toribio Alfonso de Mogrovejo,
considerado el verdadero organizador del sistema eclesiástico en el
virreinato, para cuyo efecto reunió en Lima dos concilios provinciales. De
acuerdo a esto la Iglesia Peruana se organizó en arzobispados, obispados
y curatos. Se contaba también con los curas doctrineros en las
reducciones.

Las órdenes religiosas eran organizaciones de la Iglesia Católica que, bajo


la advocación de un santo, tuvieron como tarea el adoctrinamiento de los
indígenas dispersos por todo el virreinato. Todos ellas fundaron conventos
y monasterios, y edificaron hermosas iglesias en Lima y otras ciudades del
Perú.

Las órdenes religiosas que se establecieron en el Perú fueron la Orden de


Predicadores (dominicos), la Orden de Frailes Menores (franciscanos), la
Orden de la Merced (mercedarios), la Orden de San Agustín (agustinos) y
la Compañía de Jesús (jesuitas).

La Inquisición en el Virreinato:
En el Virreinato Peruano el Tribunal de la Santa Inquisición se
estableció durante el gobierno del virrey Toledo, por real cédula de 25 de
enero de 1569. Empezó a funcionar el año siguiente, en 1570. Estuvo bajo
la dirección inicialmente de los dominicos y luego de los mercedarios, pero
después jesuitas acapararon sus más altas esferas.
La misión de la Inquisición no era otra que combatir a los herejes. En
este sentido, sus atribuciones eran las mismas que el tribunal inquisitorial
de España. Se buscaba, con esto, preservar la Fe Católica. En un
comienzo, su acción no tenia alcance sobre los indígenas; puesto que solo
se condenaba herejía, pero pronto las atribuciones de esta institución se
ampliaron al seguimiento de causas por blasfemia, poligamia, hechicería,
idolatría, etc., comprendiendo dentro de sus alcances al pueblo nativo. La
jurisdicción de la Inquisición Limeña se extendía hasta las audiencias de
Charcas, Chile y Quito.

La aplicación de tormentosos castigos corporales eran ejercidos por


hermanos de la orden de Santo Domingo, mientras que los de San Juan
de Dios se encargaban de cuidar a los enfermos. Este rígido y severo
tribunal envió a la hoguera a 40 personas por herejes, mientras que, en
conjunto, con el proceso seguidos por otras causas el número de
sentenciados llegó a 371, hasta que dejó de funcionar en 1761. Todo esto
desenvolvió un sentimiento adverso al tribunal, tal es así que a su
supresión, en 1761, se produjeron manifestaciones de contento popular en
el ambiente del Perú virreinal, especialmente en Lima.

Dominicos:

La Orden de Predicadores fue la primera en llegar al Perú con fray Vicente


Valverde en 1532 (destacada actuación en la captura del inca Atahualpa y
primer obispo del Cuzco). Su primer convento lo construyó sobre el templo
inca del Coricancha, (Cuzco); fundó en Lima la Universidad de San Marcos
(1551), e implementó inicialmente el tribunal de la Santa Inquisición.
Destacó por su defensa de las poblaciones andinas, siguiendo la lucha del
fraile dominico Bartolomé de las Casas, y por su gran labor de
adoctrinamiento de las poblaciones indígenas (fray Domingo de Santo
Tomás fue la primera persona en estudiar el quechua).
Franciscanos:

La Orden de Frailes Menores llegó al Perú en 1533, dedicándose


especialmente a las misiones, es decir, a la difusión del Catolicismo en el
virreinato. Llegó a instalar conventos en Arequipa, Huamanga, Trujillo,
Chachapoyas y otras ciudades (construyeron el Convento de Ocopa, en
Huancayo). Fue una de las órdenes que más trabajó con misiones a las
inhóspitas regiones de la selva.

Mercedarios:

La Orden de la Merced (mercedarios) llegó al Perú en 1533 y su centro de


operación fue la ciudad de Lima. Explotó bienes inmuebles incursionando
en las haciendas y otro tipo de negocios (repartimientos, encomiendas).
Logró controlar la Santa Inquisición desde mediados del siglo XVIII.
Agustinos:

La Orden de San Agustín arribó en 1551 y se instaló en Lima y en varias


partes del virreinato peruano, principalmente en la Sierra, extendiéndose
incluso hasta el Alto Perú (actual Bolivia). Tomaron a su cargo el célebre
santuario de Copacabana, a orillas del Lago Titicaca, a partir del cual
predicaron con gran eficacia la doctrina católica a las poblaciones
indígenas de sur andino.

Jesuitas:

La Compañía de Jesús llegó al Perú en 1568, como una organización


moderna y poderosa, al servicio de la Contrarreforma, es decir, a la lucha
contra los protestantes europeos. Con ese antecedente, tuvo gran empuje
en su labor misional en el Perú, asumiendo con gran éxito la
administración de haciendas y fundando multitud de colegios (también
incursionaron en el estudio del quechua, además del aymará). Con los
años, esta labor adquirió gran prestigio e influencia en los ámbitos
políticos, culturales y económicos locales. Los jesuitas fueron expulsados
por España y sus colonias por orden de Carlos III (1768), preocupado por
el poder que detentaban y las posiciones sobre las libertades políticas que
dejaban entrever. Esto constituyó un rudo golpe para la cultura y economía
del virreinato.
Proceso de Evangelización:
La labor evangelizadora en el Virreinato Peruano empezó el mismo día
que los españoles arribaron a estas tierras y emprendieron su empresa de
conquista. La evangelización se dio de manera paulatina a media que
llegaban las órdenes religiosas, pero también con cierto desorden pues la
dispersión de los misioneros impedía una eficaz labor centralizada. Las
primeras acciones importantes de evangelización empezaron después del
primer Concilio Limense en 1551. La primera medida a tomar fue el
bautizo de indígenas, que en el acto debían abandonar las prácticas
idólatras y todas las formas que iban contra las leyes eclesiásticas y
contradecían los mandamientos católicos.

En el segundo Concilio Limense (1567-1568) se retoma la idea de


destruir las huacas y de colocar en su lugar cruces o levantar una iglesia o
ermita en caso que la huaca haya sido un importante lugar de culto.

El Tercer Concilio Limense (1582-1583) marcó un cambio significativo


en la evangelización peruana. Lo nuevo fue en materia de textos y
catecismos. Las distintas órdenes debían utilizar los mismos materiales de
enseñanza y adoctrinamiento. Para ello se debía conocer a fondo la
lengua quechua (y sus variantes). Los jesuitas fueron los más entusiastas
con esta nueva metodología de evangelización debido a que el catecismo
era una de sus principales virtudes.

Sin embargo, a principios del siglo XVII los sacerdotes aún estaban
quemando momias incaicas y descubriendo llamas destinadas a un
sacrificio entre las andas de los santos. Fue entonces que el intento de
extirpación de idolatrías se hizo más rigurosa: los curas destruyeron todo
objeto incaico considerado hereje, se obligó a los indios a asistir a misa
bajo pena de azote y a bautizar a sus hijos con nombres cristianos, se
estableció castigos y penas severas contra de los idólatras andinos, se
persiguió a hechiceros y brujos, etc.
Santidad en el Virreinato:
En el Perú hubo mayor cantidad de santos y siervos de Dios que en
todos los virreinatos españoles. La mayoría apareció entre 1570 y 1660,
muchos de ellos coexistiendo en la sociedad limeña, tal como fue el caso
de San Martín de Porres, San Juan Masías, Santo Toribio de Mogrovejo,
San Francisco Solano y, muy especialmente, Isabel Flores de Oliva,
canonizada con el nombre de Santa Rosa de Lima, patrona de América y
las islas Filipinas.

Factor activo en el acrecentamiento de la religiosidad virreinal fue el


terremoto del 31 de marzo de 1650 en el Cuzco, que dio lugar al culto del
Señor de los Temblores, y el del 20 de octubre de 1687, en Lima, que
originó la Festividad del Señor de los Milagros.

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