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D EL DERECHO A UN TRATO DIGNO


 LA HUMANIZACIÓN
 VISIÓN GENERAL
 DIGNIDAD Y CALIDAD DE LA VIDA HUMANA
 DESHUMANIZACION Y DESPERSONALIZACION
 BIBLIOGRAFÍA

Del derecho a un trato digno

La Ley N°20.584 en vigencia desde el 1 de octubre de 2012, regula los derechos y


deberes de las personas en relación con acciones vinculadas a su atención de salud,
señala en el párrafo 2º que las personas tienen derecho a recibir un trato digno. Como
país y prestadores de salud, nos enfrentamos ante el desafío de velar por el cumplimiento
de las disposiciones legales de dicha ley. Se ha creado esta cápsula con el objeto de
visibilizar la importancia de que los usuarios reciban un trato digno, y avanzar hacia la
instalación de la humanización de la salud en la cultura organizacional de nuestros
establecimientos. Es decir, es necesario caminar hacia la real comprensión que de todos
quienes conformamos el sistema sanitario (equipos de salud y usuarios) somos humanos
y debemos ser tratados como tales.

Enfoque de DDHH

En el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, leemos que: “Toda


persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia,
la salud y el bienestar.”

Los derechos humanos así definidos deben ser aplicados incondicionalmente: no se


puede renunciar voluntariamente a ellos, ni pueden ser restringidos por el Estado. Los
derechos humanos, además, tienen un carácter universal, es decir, las personas deben
tener la posibilidad de ejercerlos sin importar su condición de clase, género o raza.

El Estado está obligado a garantizar, por lo tanto, la salud y el bienestar de todos quienes
están a su cargo. Por ello, bajo el nuevo marco normativo implementado por el Estado
chileno en la Ley 20.584, las personas no solo serán beneficiarias del sistema de salud,
también se considerarán promotores y fiscalizadores activos de los derechos y deberes
de acceso a la salud.

El derecho que tienen los usuarios de salud a recibir un trato digno debe ser respetado y
conocido por todos los equipos de salud. Con este fin revisaremos el párrafo 2° de la ley
N° 20.584, “Del derecho a un trato digno” y el párrafo 3° de la misma ley, “La
humanización del trato y acompañamiento en el duelo.”

 Párrafo 2: Derecho al trato digno


Esta ley asegura que todos los pacientes reciban un trato digno al ser atendidos.
Para esto, la ley obliga que los prestadores:

o - Usen un lenguaje y un idioma comprensible para el paciente.


o - Promuevan actitudes de cortesía y amabilidad, por ejemplo, llamar a las
personas por su nombre.
o - Pidan permiso a los pacientes para usar sus fotografías o información
personal.
o - Se aseguren que los estudiantes en práctica estén siempre supervisados
por un médico.
 Párrafo 3: Acompañamiento en duelo

Uno de los aspectos que aumentan el bienestar del enfermo es el tener la


compañía de sus familiares y amigos cercanos. En consecuencia, la ley impide
que los establecimientos les restringan el acceso al paciente, siempre y cuando no
existan razones médicas para ello.

Asimismo, toda persona que lo solicite tiene derecho a recibir la consejería y


asistencia religiosa o espiritual propia de su cultura.

La humanización

La humanización es el reconocimiento de la dignidad humana en donde el mundo de los


sentimientos juega un papel muy importante tanto para quienes dan asistencia en salud
como para quienes la reciben. No sólo es importante humanizar el trato hacia los
pacientes, sino también es fundamental comprender que los integrantes de los equipos de
salud también somos personas que sentimos, por lo tanto, también merecemos que en
conjunto nos tratemos bien. Es decir, nos tratemos humanamente.

Se intentará explorar el significado y las implicancias de humanizar la salud, la


enfermedad y los procesos de cuidado de las personas en situación de dependencia,
tomando conciencia de lo que significa humanizar, de su naturaleza y de los diferentes
ámbitos que involucra fundamentado desde la dignidad en el contexto de los derechos
humanos.

La humanización, entonces, es un concepto que abarca diversos ámbitos y disciplinas.


Hemos separado su explicación en los tres siguientes apartados:
1. Visión General: en este apartado, revisaremos, en términos generales, una
definición de humanización y el modo en cómo podemos contribuir a tener un
ambiente laboral y personal más humano.
2. Dignidad humana y derechos humanos: examinaremos el modo cómo la
humanización se vincula con el concepto de “dignidad humana” y con los derechos
propios que la dignidad confiere.
3. Deshumanización: para finalizar, revisaremos cuáles son los principales factores
que amenazan a la humanización, considerando los aspectos de la vida moderna
que dificultan el desarrollo de ambientes más humanos.

Visión General

De acuerdo a la perspectiva de Bermejo (Bermejo), humanizar vida significa


comprometerse por erradicar las injusticias, sus causas y sus consecuencias en
cualquiera de las dimensiones de cada persona. El concepto de humanización no sólo
tiene que ver con el mundo de la salud, ya que afecta a todos los ámbitos en los que se
desenvuelve el ser humano. El deseo de humanizar es universal y afecta a la cultura,
a la política, a la educación, a la economía, etc. Aún más, afecta los ámbitos en los que
el ser humano se realiza y despliega su ser:

1. Cultura: una cultura más humana considera a las personas como sujetos de
derecho, no niega el dolor y ni el sufrimiento como realidades a integrar, que
promueve estilos de vida sanos, que se interesa no solo por las enfermedades,
sino por la educación en salud y en valores, que reconoce efectivamente la
dignidad intrínseca de cada persona.
2. Política y economía: un sistema político será tanto más humano cuanto más
justamente distribuya los recursos económicos, cuanto más promueva la
igualdad en el acceso a la asistencia sanitaria, cuanto más transparente sea en la
gestión. El criterio primario para hacer una economía más humana es la
comprensión de que la dignidad está en todos los seres humanos por igual,
empezando por aquellos con sus derechos vulnerados, ya sea en lo sanitario, lo
social, económico o en lo cultural para la producción y distribución de los bienes
de manera justa
3. Formación profesional: humanizar tiene que ver también con la competencia
profesional de los agentes de salud. Esto se ve en la:
1. Inclusión de las ciencias humanas en la formación, ofrecida desde las
universidades e instituciones educativas para cultivar laautoestima y el
autoconocimiento que permitan desarrollar valores compartidos para
quienes trabajan y se desarrollan en el ámbito de la salud..
2. Trabajo interdisciplinario reconociendo el trabajo de los distintos actores del
equipo de salud en beneficio de una mejor atención al usuario y trato al
interior de los equipos de trabajo.
Mapa conceptual de los ámbitos en que se divide la humanización.

Humanizar nuestro entorno, entonces, contribuye inexcusablemente a mejorar la calidad


de nuestras vidas en la búsqueda de la felicidad, desde el cuidado de lo cotidiano y desde
el cuidado de otros cuando estos nos necesitan (Bermejo).

Imperativo de humanizar

La necesidad de humanizar la salud es producto del desarrollo de las sociedades y


del avance tecnológico que ha llevado a mirar las personas como objetos a las
cuales se les aplican procedimientos y técnicas clínicas. Es decir, son objetos que
se les “hace algo”. Entonces, considerando lo anteriormente expuesto se instala la
necesidad de humanizar la salud como un imperativo moral a desarrollar al interior
de los equipos de salud.

QUIZÁS ÉSTA SEA LA TAREA FUNDAMENTAL DEL HOMBRE: TENDER HACIA SER

REALMENTE PERSONA, PERSONA EN RELACIÓN, CAPAZ DE ENCONTRARSE CON

LOS DEMÁS EN LA VULNERABILIDAD Y ACOMPAÑARLES A SER PERSONAS.

Nos vemos obligados a actuar al reconocer nuestra responsabilidad en la miseria del otro.
Por ello, la lamentación por la deshumanización y el deseo de humanizar es sentido
universalmente. Quizás ésta sea la tarea fundamental del hombre: tender hacia ser
realmente persona, persona en relación, capaz de encontrarse con los demás en la
vulnerabilidad y acompañarles a ser personas.

En el mundo de la salud, el sufrimiento producido por la enfermedad es una ocasión


donde se siente especialmente el imperativo de humanizar. Esto causa el sano deseo
de responder ante la necesidad del otro.

Problema de la humanización en salud: la relación equipo de salud-paciente


Para que la medicina llegue realmente a una más amplia visión, debe reconocer el
verdadero impacto de las emociones en la salud. Con demasiada frecuencia, existe una
brecha en relación al ámbito emocional de las personas que requieren asistencia en
salud. . El trabajo cotidiano se enfoca a lo técnico dejando el ámbito emocional a merced
de la capacidad individual de las personas que trabajan en los equipos de salud.

A pesar de las investigaciones que subrayan la conexión existente entre el cerebro


emocional y el sistema inmunológico, y la importancia de considerar las necesidades
emocionales de los enfermos, todavía hay demasiados profesionales de la salud que
siguen mostrándose reacios a aceptar que las emociones de sus pacientes puedan
tener alguna relevancia clínica. Por lo tanto, la cuestión principal en la humanización
consiste hacer que la relación entre aquellas personas que poseen conocimientos
médicos y sus pacientes sea una experiencia saludable.

POR LO TANTO, LA CUESTIÓN PRINCIPAL EN LA HUMANIZACIÓN ES CÓMO

HACER QUE LA RELACIÓN ENTRE AQUELLAS PERSONAS QUE POSEEN

CONOCIMIENTOS ESPECÍFICOS EN EL ÁREA DE LA SALUD Y SUS PACIENTES SEA

UNA EXPERIENCIA ENRIQUECEDORA PARA AMBOS.

¿Cómo avanzamos en la humanización de la salud?

La humanización es posible a partir de la toma de conciencia de nuestra propia condición.


Nos humanizamos también cuando experimentamos la vulnerabilidad, cuando nos
comprometemos con el otro y nos preocupamos de él. A continuación, veremos las
siguientes formas de emprender la humanización en detalle:

 Se humaniza tomando conciencia.


 Se humaniza experimentando la vulnerabilidad.
 Se humaniza comprometiéndose.
 Se humaniza preocupándose.

Tomando conciencia

Cuando el hombre se escindido de la naturaleza y ha hecho de ella su

objeto- y ello pertenece a la esencia misma del hombre y es el acto mismo de su

humanización- se vuelve en torno suyo estremeciéndose, por decirlo así, y pregunta:

“¿dónde estoy yo mismo?”, “¿cual es mi puesto?”


Max Scheler
Humanizar consiste en tomar conciencia de uno mismo, de la propia condición que nos
permite colocarnos fuera de la naturaleza y preguntarnos por ella y por uno mismo en
medio de ella.

Experimentando la vulnerabilidad

La experiencia del encuentro con la vulnerabilidad propia y ajena, se confronta con la


impotencia sentida y desencadena compasión y solidaridad. La limitación del otro, la
pesadumbre y el malestar experimentado cuando no se sabe estar cerca, comunicar
y ayudar, la pena que se siente, todo ello humaniza. Se dice que la experiencia de luto
humaniza, nos derriba de nuestro pedestal narcisista, nos hace daño, nos humilla, nos
recuerda que no somos omnipotentes, que todo pasa, todo cambia, que no siempre
tendremos a nuestro lado a quienes amamos. Y ese dolor del duelo, contra el que las
personas se defienden por todos los medios posibles, acaba abriendo en ello un espacio.
Un espacio de pobreza y de fecundidad, en definitiva, un espacio humanizador. En este
aspecto, parece relevante reflexionar en torno nuestras propias experiencias de vida
como personas que también somos atendidos por el sistema de salud.

Comprometiéndose

Esta relación de compromiso, de expectativas o exigencias constituye un

responsabilidad vinculada al dialogo en cuanto a que “sólo se introduce en la relación

asistencial a la persona que será cuidada mediante el diálogo y la confianza mutua. Si

actuamos de este modo, reconocemos y respetamos la dignidad de la persona, ya que la

tratamos como persona, como ser humano, y no como objeto al que hay que cuidar”.
Victoria Camps

En el encuentro con la condición de vulnerables, las personas se sienten co-


rresponsables y comprometidas por el efecto que sus propias acciones tienen en sus
semejantes. Toda conducta humana tiene consecuencias, tanto para el agente singular
como para la sociedad, por eso, cuando el sujeto se siente responsable, está obligado
éticamente a obrar de tal manera que procure su propia humanización y la
humanización de la comunidad humana.

Preocupándose

La preocupación por el otro vulnerable constituye la fuerza motora de la humanización. Ya


no solo es ocuparse del otro aquí y ahora, sino anticipar esta ocupación, pensar en el
otro, prever sus insuficiencias, en definitiva, ocuparse con antelación y esto es,
precisamente, preocuparse. Esta preocupación por el otro puede articularse de una doble
manera: el cuidado competente y el cuidado personal.
El cuidado competente se refiere al cuidado de todos y cada uno de los elementos que
integran la corporeidad humana: los pies, los brazos, el tronco, la cabeza. El cuidado
competente requiere conocimientos de orden anatómico y fisiológico y solo puede
dispensar dichos cuidados la persona competente en un determinado fragmento de la
corporeidad humana.

El cuidado personal, en cambio, necesita, además del cuidado competente, el cuidado


individual, el trato afectivo, la sensibilidad, la complicidad personal, la confidencia, la
proximidad de orden ético y esto exige, además de grandes dotes comunicativas y
conocimientos psicológicos, un determinado talante moral, un ethos profesional. Estamos
en el corazón del significado de la compasión.

Debemos distinguir entre las dos formas en que nos podemos preocupar por el otro.
Ambas igualmente importantes.

Humanización y formación profesional

A pesar de que en los últimos años, la formación de profesionales de la salud ha


incrementado esta perspectiva en sus mallas curriculares, aún la humanización de la
salud constituye un campo poco explorado, casi exclusivamente, desde la reflexión. Sin
embargo, es necesario que esta reflexión permee la praxis de manera transversal a todos
aquellos sujetos vinculados de una manera u otra en la asistencia y cuidado de las
personas. Es decir, personal de aseo, guardias de seguridad, administrativos, auxiliares
de servicio, técnicos en enfermería de nivel superior, profesionales de todo el equipo de
salud y directivos.
HABRÁ QUE CAMINAR HACIA UNA ARMONIZACIÓN ENTRE LOS VALORES

PROCEDENTES DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO-TÉCNICO ESPECIALIZADO Y

LOS VALORES DEL CONOCIMIENTO GLOBAL Y HUMANÍSTICO DE LA PERSONA.

Albert Joveil señala a este respecto: “la medicina basada en la afectividad debería
contribuir a la implantación de un nuevo modelo de gestión basado en el conocimiento
y en los valores, que tuviera como ejes principales la formación como estrategia de
capacitación, la documentación como estrategia de información, la evaluación como
estrategia de provisión de evidencia, y la técnica como estrategia de abordaje de
problemas de salud y de solución de desacuerdos morales. Este modelo, combinación de
ciencia y humanismo, debería posicionar a la profesión médica en la mejor de las
condiciones para afrontar los retos y cambios que se van a producir en la sanidad del
siglo XXI”.

Habrá que caminar hacia una armonización entre los valores procedentes del
conocimiento científico-técnico especializado y los valores del conocimiento global y
humanístico de la persona. Ello no se podrá conseguir sin una seria revisión de los
programas de pregrado y de formación continua que potencien el conocimiento global.

Es pertinente considerar el esfuerzo que en el ámbito académico se ha realizado por


incorporar estos temas en sus actividades curriculares. Sin embargo, también es una
realidad que existe una brecha importante en esta materia. La visibilización de las
diferencias entre la reflexión y la praxis, ya es un avance hacia la humanización como un
imperativo moral.

Trabajar en equipo requiere no solo competencia profesional y buena disposición, sino


formación específica para ello, particularmente para manejar los conflictos y para
escucharse. Allí donde no se produce la escucha es difícil que alguien no padezca los
efectos catastróficos que su ausencia produce.

Humanizar la vida: dignificar la vida en la precariedad

Todos los hombres y mujeres, todos los pueblos, incluidos los más débiles, tienen
derecho a ser sujetos activos y responsables en el desarrollo de sí mismos.”

Ahora bien, la humanización de la vida o la dignificación de la vida en su precariedad


comporta un compromiso activo, siempre que sea posible para el sujeto según sus
potencialidades en acto, por parte de quien se encuentra inmerso en la fragilidad.
Compromiso que se deriva del reconocimiento de la dignidad humana de todo individuo
especialmente por su fragilidad y pertenencia a la comunidad humana.

Humanizar la vida cuando esta se presenta en situaciones de precariedad significa,


ante todo, comprometerse por erradicar las injusticias, sus causas y sus consecuencias,
las condiciones no saludables, en cualquiera de las dimensiones de la persona, de vivir
los limites de la naturaleza, responsabilizándose al máximo de la propia historia y de la de
los semejantes, aun en situaciones de extrema precariedad, como menciona Vicktor
Frankl, mostrando como se puede ser libre y responsable en medio de la esclavitud.
En el mundo de la acción social y de la salud, donde la dignidad humana se presenta
vulnerable y precaria, la humanización consistirá en promover al máximo la
responsabilidad en los procesos de integración y de salud, evitando que las relaciones de
ayuda se conviertan en intervenciones paternalistas y sustitutorias allí donde la
responsabilidad del individuo pueda participar, en mayor o menor medida, en la lucha por
la dignidad no solo como algo debido, sino también como algo conquistado.

Humanizar los ámbitos de salud

La humanización a introducir en la práctica sanitaria es más radical que la simple


recuperación de los aspectos filantrópicos que hay que tener en cuenta, va más allá de la
competencia profesional en la relación con el enfermo. Las virtudes personales son
obviamente necesarias para el ejercicio del arte sanitario. Pero esta no basta por sí sola,
para humanizar la medicina y el cuidado de la salud, si estas no recuperan la perspectiva
de la totalidad del sur humano.”

En el mundo sanitario, humanizar implica reconocer a una persona en el paciente. Para


reconocerlo como persona se debe garantizar un ámbito que promueva una vida sana y
armoniosa a nivel físico, pero también emocional, social y espiritual. Para esto, se verá a
continuación:

 El ejemplo de la medicina “holística” en que se recupera la relación de la mente


con el cuerpo.
 Aspectos a tener en cuenta para mejorar el nivel de humanización.
 Indicadores que nos permitirán evaluar cuán humanizado es nuestro contexto de
trabajo.

El ejemplo de la medicina “holística”

Se trata de una «medicina holística» donde la idea de fondo, es que la medicina ha


olvidado la íntima relación de la mente con el cuerpo, se ha fijado solo en un aspecto y no
ha tenido en cuenta el conjunto del organismo. El enfoque holístico tendría que tener en
cuenta la interdependencia del cuerpo y la mente, tanto en la salud como en la
enfermedad. Se considera entonces la salud como el estado del organismo completo,
cuerpo y mente, y tendría también en cuenta su relación con el entorno. El nuevo
concepto de salud debería ser un concepto dinámico que reconociera las fuerzas
curativas intrínsecas de todo organismo vivo. En este contexto, las medicinas alternativas
y las terapias de todo tipo encaminadas a lograr ese estado total de salud, así como los
enfoques y dimensiones de la psicología y la psicoterapia adquieren gran importancia.
La medicina holística busca integrar el bienestar físico con el bienestar emocional.

Nuevas reflexiones sobre la dimensión holística en la relación reclaman la atención al


hecho de que no sólo la persona entera del otro ha de ser tenida en consideración, sino
que el mismo agente de salud –humanizador– queda afectado por la relación y recibe la
influencia y el empuje de la persona o grupo al que desea considerar de manera holística.

Aspectos a considerar

 Respeto a la unicidad de la persona

Un primer aspecto humanizador de la salud, según Pangrazzi, se centra en el


respeto de la unicidad de cada persona. Cada persona es irrepetible, no puede ser
generalizada, y responde con un estilo propio a las crisis de la vida. El peligro es
que todo el tiempo sea absorbido por la enfermedad y que no quede nada para las
personas.

 Personalización de la asistencia

En segundo lugar, el contacto debe intentar reconocer el protagonismo de los


usuarios en los procesos de salud. Para convertirse en protagonista, el enfermo
debe ser ayudado a comprender su situación con una información clara y precisa.
Además, para poder asumir responsabilidades, el enfermo tiene derecho a
conocer las opciones terapéuticas disponibles de lo contrario, solo desempeñara
un papel pasivo de dependencia. Podemos decir que un sistema sanitario
humanizado es aquel cuya razón de ser es estar al servicio de la persona y, por
tanto, pensado y concebido en función de ellas mismas. Para que esto se realice
debe ser un sistema sanitario integrado que proteja y promueva la salud, que
corrija las desigualdades sanitarias, que elimine las discriminaciones de cualquier
tipo, que de participación al ciudadano en el mismo y, en definitiva, que garantice
la salud de todos los ciudadanos en su concepción de estado completo de
bienestar físico, emocional, mental, social y espiritual, tal como declara la
Organización Mundial de la Salud.

 Cambio de actitudes
Muchas veces un proceso de humanización no es tanto un proceso de estructuras,
de mecanismos, sino de actitudes, cambios de actitudes y de voluntad de todos
nosotros, de todos los que conformamos el personal sanitario para mejorar la
situación actual.

Cómo evaluar nuestro nivel de humanización

Podemos identificar algunos indicadores específicos de humanización de la asistencia


sanitaria. Factores como la calidad de la atención sanitaria, la que podemos definir
como «la obtención del máximo beneficio para el usuario mediante la aplicación del
conocimiento y tecnología más avanzada, tomando en cuenta los requerimientos del
paciente, así como las capacidades y limitaciones de recursos de la institución, y de
acuerdo con los valores sociales imperantes.

A su vez, los elementos que nos indicarán la calidad en un sistema de salud son:

1. La universalización de los servicios de atención sanitaria y de prevención traducido


en acceso igualitario.
2. El tratamiento personalizado en todos los procesos diagnósticos y terapéuticos,
traducido en la consideración de la persona en sentido holístico, con todas sus
dimensiones y percibido por la satisfacción de los usuarios.
3. La participación activa del paciente y su familia, constatable en la información
recibida, su comprensión y el buen uso del consentimiento informado.
4. El respeto a la autonomía del paciente y su derecho a recibir información respecto
a su condición de salud.
5. El trabajo interdisciplinario y evaluación de los procesos, constatable en la
participación de los profesionales en reuniones de equipos interdisciplinares y en
los temas abordados .
6. La existencia de Comités de Ética Asistencial y de investigación debidamente
acreditados.
7. La existencia de Departamentos de Atención al Usuario y canalización correcta de
las demandas de ellos.
8. El cuidado del cuidador mediante los ingredientes propios de la «higiene laboral»,
de un trato adecuado y motivador en los equipos de salud respaldados mediante la
formación continua.
9. La formación tanto en el pregrado como en el postgrado, que armonice los valores
procedentes del conocimiento científico-técnico especializado y los valores del
conocimiento global y humanístico de la persona, donde se reconozca la
relevancia del mundo de los sentimientos y los afectos en la atención de las
personas.
10. La permanente evaluación mediante programas de gestión de calidad de la
atención que permitan mejorar estructuras, la actualización de los equipos y la
revisión periódica de los programas.

11. Dignidad y calidad de la vida humana


12. La dignidad es el concepto central en que se fundamentan los derechos humanos.
La idea de dignidad está basada en su ser, más que en el modo de existir. En el
ordenamiento jurídico chileno, se reconoce en el inciso primero del Artículo Nº 1 de
la Constitución Política de la Republica, bajo el título «Bases de la
Institucionalidad», lo siguiente: «todas las personas nacen libres iguales en
dignidad y derechos».
13. Así también, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, tiene como primer considerando: «que la libertad,
la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la
familia humana».

Definiciones de dignidad

Actúa de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en

la persona del otro, no como un mero medio, sino siempre y al mismo tiempo como fin».
Immanuel Kant

No resulta fácil hablar de dignidad cuando ya el mismo diccionario presenta acepciones


tan dispares para la reflexión, como la relacionada al merecimiento («que merece algo, en
sentido favorable o adverso») y la relacionada con la naturaleza de la persona o cosa
(«correspondiente, proporcionado al mérito y condición de una persona o cosa»).

Es importante explorar el significado de la dignidad humana como fundamento de la


humanización del mundo de la salud y de la enfermedad. Estos son sus principales
significados:

 Valor que le corresponde al hombre en razón de su ser. No por ciertos


rendimientos que sea capaz de prestar, sino por ser un fin en sí misma.
 Un atributo de la persona que debe ser reconocido socialmente. Posee una
dimensión social, colectiva, en el sentido de que va acompañada de la necesidad
de que las demás personas y la comunidad en que el individuo se integra,
respeten su libertad y sus derechos.
 Persona como fin en sí misma. Más allá de las diferentes acepciones que el
diccionario de la Real Academia Española presenta actualmente, el término
«dignidad» designa en latín lo que es estimado o considerado por sí mismo, no
como derivado de algo otro [@RAE]. Cuando se aplica la palabra dignidad a la
persona humana, se la está considerando como fin en sí misma, como primer
criterio de contrastación para la valoración ética de los fines perseguidos.

Una de las expresiones más célebre, en este sentido, aparece en una de las
formulaciones del imperativo categórico kantiano: «actúa de tal modo que trates a la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona del otro, no como un mero medio,
sino siempre y al mismo tiempo como un fin».

Universalidad del respeto a la dignidad


Cabría pensar, inmediatamente, que el concepto de dignidad es universal, valido para
todos. Sin embargo, como dice Peces Barba, conviene tener en cuenta la dificultad
presente en la pluralidad de manifestaciones de la dignidad, y la existencia de
numerosas perspectivas desde las que se manifiesta la necesidad del respeto a la
misma: así, podrá tomarse en consideración la dignidad individual, la del género humano,
la del individuo para consigo mismo, la que el individuo debe respetar y reconocer a los
demás, la que el Estado debe respetar y reconocer a sus ciudadanos como sujetos de
derecho entre otras.

El respeto por el otro

El otro puede ser cualquier persona, amigo o desconocido que padece dolor y necesita de
nuestra ayuda. Cuando nos sentimos llamados a responder a esa solicitud de ayuda,
cuidando de ese otro-vulnerable es lo que llamamos el despertar de la conciencia ética, la
vocación. Este llamado puede ser silencioso, manifestarse en un cruce de miradas entre
nosotros como funcionarios y los pacientes o sus familiares que también padecen dolor.
Ese otronos llama a través de su rostro sufriente. No podemos esquivar su mirada
interpelante, no podemos bajar la mirada como si no pasara nada. Cuando estamos frente
al otro-vulnerable, nos damos cuenta que debemos responder a su sufrimiento, porque
dejar de hacerlo sería inhumano. [@totalidad] El filósofo Levinas decía que los rostros
hablan, aunque las personas no digan nada, nosotros podemos interpretar los sentidos
ocultos en las miradas. Al detectar vulnerabilidad y sufrimiento en el rostro de los
pacientes y sus familias, debiésemos sentirnos llamados a responder a ellos. Sin
embargo, esto no significa sobreproteger a ese ser vulnerable al punto de anular su
autonomía. En el reconocimiento del otro, por muy vulnerable que éste se presente, debe
existir siempre un equilibrio entre su autonomía y la beneficencia.

Razón, amor y voluntad son perfecciones, son facultades supremas,

constituyen la esencia absoluta del hombre en cuanto hombre y el fin de su existencia. El

hombre existe para conocer, para amar, para querer.


Ludwig Feuerbach.

Ética de la fragilidad

Quizás la gloria del individuo no se escribe sólo cuando éste es capaz de pensar,
decidir, amar (como facultades supremas), sino también cuando un semejante
piensa «en el qué» y «por el qué» no es capaz de hacerlo por sí mismo; decide para
y por aquél que no es autónomo psicológica o moralmente y ama a aquel que, si bien
conscientemente no es sujeto de afectos, es destinatario del amor; amable por sí mismo,
por su semejanza, por su vulnerabilidad y pertenencia a la comunidad humana. Podemos
experimentar esto, por ejemplo, con los pacientes en estado vegetativo persistente, los
postrados, algunos pacientes psiquiátricos, algunas personas con capacidades diferentes,
entre otros casos.
Todo lo mencionado permite considerar que la dignidad humana está en estrecha relación
con su condición de vulnerabilidad. Una vez más se acude la llamada «ética de la
fragilidad». El hombre lábil, como dijera Paul Ricoeur, expresando de manera precisa que
la naturaleza de la realidad humana fundamenta una ética humanizadora a partir de la
comprensión de la persona como vulnerable, débil, perteneciente a la comunidad
humana capaz de hacerle ser y subsistir. La vida humana, especialmente frágil y
siempre en el límite. La expresión del llanto, como símbolo de la fragilidad humana,
constituye un rasgo fundamental que revela que la condición de vulnerabilidad
desencadena la dimensión ética.

Todos somos vulnerables. Ser vulnerable es ser finito; es decir, estamos expuestos al
sufrimiento y a la muerte. La ética de la fragilidad se refiere al deber que tenemos frente al
sufrimiento de nosotros mismos y de los demás. Nos plantea que, frente a la fragilidad
ajena no podemos permanecer impávidos, sino que debemos responder solidariamente,
debemos hacer un esfuerzo “por mitigar esa vulnerabilidad y ayudar al otro a desarrollar
su autonomía personal, física, moral e intelectual”

Ética de la calidad de vida

En los últimos años se está prestando una particular atención a la relación existente entre
dignidad y calidad de vida. Esta pregunta surge porque el hombre es capaz de
prolongar la vida, pero no siempre en condiciones que al sujeto o los responsables
de la distribución o aplicación de recursos, les parece que esta sea digna.

En principio, como dice Diego Gracia, «parece natural pensar que es bueno todo aquello
que va a favor de la vida y malo todo lo que va en contra suya o la pone en peligro. Pero
la vida sin más no es un criterio de moralidad. El criterio surge cuando se califica o
cualifica esta vida de cierta manera».

LA VIDA SIN MÁS NO ES UN CRITERIO DE MORALIDAD. EL CRITERIO SURGE

CUANDO SE CALIFICA O CUALIFICA ESTA VIDA DE CIERTA MANERA.

La ética de la calidad de vida constituye hoy en día una aportación fundamental en la


reflexión bioética. El problema es que no existe una única definición de un criterio para
medir la calidad de vida. De la importancia que se le dé al concepto de calidad de vida
dependen no pocas decisiones en el ámbito de la acción sanitaria, socio-sanitaria, social y
política.

La calidad de vida hace referir la vida, verla de manera comparativa consigo misma en
otras circunstancias o con otros. Diego Gracia dice que la calidad de vida consiste en «el
conjunto de propiedades que hacen esa vida apreciable y mejor que la de otras
personas».

El concepto de calidad no se reserva entonces exclusivamente a la experiencia individual,


sino también al proceso seguido para conseguir tal experiencia o para cuidar a la persona
respetando su dignidad, a la eficacia y eficiencia de los procesos, que han de estar
impregnados de excelencia ética en el uso de los recursos y en el discernimiento sobre la
idoneidad (referidos también en términos de justicia pensada con criterios universales) y
la necesaria evaluación de la adecuación de tales procesos para la satisfacción de
necesidades reales y de respeto por la dignidad humana.

Indisociabilidad de la vida y la dignidad

Hasta qué punto merece la pena vivir si no se vive como hombre, es decir, si no es
posible vivir de modo conforme a la propia dignidad, la discusión presenta mayor
complejidad. Si, como se ha podido comprobar, el concepto mismo de dignidad es
extremadamente difícil de definir por su gran dosis de relatividad, estas mismas
dificultades, y el consiguiente riesgo, se plantean para determinar en qué punto se
produce esa ruptura o falta de adecuación entre la vida y la dignidad, y a quien
corresponde decidir sobre esa falta de adecuación.

Algunos despejan la incógnita diciendo que tiene tal valor para el hombre la dignidad, que
lo que se plantea es hasta qué punto vale la vida sin dignidad y hasta qué punto merece
la pena vivir si no se vive como hombre, como persona humana. Pero en
seguida argumentan que no puede existir la vida humana sin dignidad, ya que en
ningún momento de su vida, y en ninguna circunstancia, la persona deja de ser
persona: mientras hay vida, hay personalidad (condición humana, condición de
persona en cuanto tal) y por tanto, hay dignidad.

Deshumanizacion y despersonalizacion

Los conceptos de dignidad y de calidad están íntimamente relacionados con la necesidad


experimentada por todos de humanizar la vida, particularmente cuando esta se ve
necesitada de acompañamiento en el afrontamiento de dificultades personales,
relacionales, etc. Nunca como hoy se ha hablado tanto de deshumanización. Como si la
vida pudiera presentarse, en cualquiera de sus dimensiones, también con rostro
inhumano o como si esto estuviera siendo una lamentable realidad y fuera necesario
luchar con ella.

La palabra que más se utiliza, sin duda, es la de la «deshumanización», para denunciar


situaciones de pérdida de lo especifico del hombre. Vail la ha definido como «pérdida de
atributos humanos», mientras que Lewis le asigna como «perdida de dignidad». El
termino de deshumanización, aparece como fácilmente intercambiable con el de
«despersonalización».

Cada vez se experimenta con más intensidad, la tensión entre lo que la realidad es y lo
que debe de ser en relación a las exigencias éticas. En este sentido la Declaración de los
Derechos Humanos, constituye una aspiración «utópica» que crea exigencias éticas que
distingue la brecha entre lo que «pasa» y lo que realmente «debe pasar».

Las causas profundas de la deshumanización


En el fondo del proceso de deshumanización hay, sin duda, elementos más profundos,
que tienen sus raíces más hondas que en la explicación de lo que acontece en el mundo
hospitalario, raíces relacionadas con la misma antropología y con la política.

Tomar conciencia de la complejidad del mundo de la salud en general ya nos permite


hacernos cargo también de que éste es reflejo de la cultura en general. En el mundo de
la salud se puede constatar por ejemplo, numerosas injusticias debidas a la economía de
mercado imperante en el mundo y que no permiten hablar de acceso igualitario a los
recursos para luchar contra la enfermedad y para prevenirla. Una mirada más amplia, que
tuviera como horizonte el mundo, exigiría levantar el grito ante tanta injusticia. Mientras
que en los países del primer mundo se discute sobre la proporción u oportunidad de un
tratamiento sofisticado (o de su retirada) en relación a la calidad de vida, en numerosos
puntos del mundo la situación es sencillamente escandalosa. Muchos de los recursos no
se conocen, el acceso a la mayoría es imposible y el discurso se centra en términos de
cubrir las necesidades básicas de alimentación, cobijo, higiene, prevención, alivio de
síntomas.

Mientras la dimensión ética no se incorpore explícitamente en los planteamientos


socioeconómicos en sentido universal, se seguirá hablando de deshumanización. –
es necesario considerar que no es posible sostener el conocimiento científico distanciado
de los valores humanos, por lo que cabe menester volver al concepto mismo de la
bioética enunciado por Potter: “La humanidad necesita urgentemente una nueva sabiduría
que le proporcione el conocimiento de cómo usar el conocimiento para la supervivencia
del hombre y para la mejora de la calidad de vida…Yo propongo el término bioética con el
fin de enfatizar los dos ingredientes más importantes para lograr la nueva sabiduría que
tan desesperadamente se necesita: conocimientos científico y valores humanos” En la
actualidad, la reflexión bioética incluye variados ámbitos de la vida misma, incluidos los
aspectos éticos relacionados en las instituciones de salud.

EN LA MEDIDA EN QUE SE REINTRODUZCA LA MUERTE, EL LÍMITE Y SUS

PRECURSORES E INDICADORES (ENTRE ELLOS LA ENFERMEDAD), EN LOS

ESQUEMAS MENTALES DE LAS PERSONAS, SIN NEGARLA NI REPRIMIRLA, EN

ESA MEDIDA SE LUCHA CONTRA LA DESHUMANIZACIÓN.

Con frecuencia se alude a la deshumanización de las grandes instituciones hospitalarias,


a la dificultad del personal sanitario para acompañar humanamente al enfermo terminal,
se suele criticar la falta de información al enfermo y las mentiras que se crean a su
alrededor. De esta forma, tenemos una dicotomía fundamental que se funda en el temor
instalado en nuestra cultura, la necesidad de que la cura sea asociada al éxito y la
recuperación y la muerte al fin, a la oscuridad, a la soledad, al temor por lo que en la
reflexión se evidencian preocupación para quienes hemos dedicado parte de nuestra vida
al tema qué está relacionado con ¿Cómo se puede ayudar y asistir a las personas al final
de la vida si le tememos a la muerte?, entonces concluyo que muchos quedan bastante
solos en este proceso ya que en esta época a pesar de lo que se ha logrado tanto en el
desarrollo tecnológico como en la legislación evidenciado en la ley de derechos y deberes
de los pacientes que en su artículo 10 explicita que “toda persona tiene derecho a ser
informada, en forma oportuna y comprensible, por parte del médico u otro profesional
tratante, acerca del estado de su salud, del posible diagnóstico de su enfermedad, de las
alternativas de tratamiento disponibles para su recuperación y de los riesgos que ello
pueda representar, así como del pronóstico esperado, y del proceso previsible del
postoperatorio cuando procediere, de acuerdo con su edad y condición personal y
emocional” (ley 20.584). Sin embargo, ante la noticia lapidaria de un diagnóstico terminal
se puede observar en el cotidiano que aún persiste la idea de entregar la información a la
familia y ésta es muchas veces quien solicita al tratante ocultar la información en una
suerte de “conspiración del silencio” (CS), entendida como el “acuerdo implícito o
explícito, por parte de familiares, amigos y/o profesionales, de alterar la información que
se le da al paciente con el fin de ocultarle el diagnóstico y/o pronóstico, y/o gravedad de la
situación” (Arranz, Barbero, Barreto y Bayés, 2003) generando una en el propio paciente
incertidumbre que termina por tener que descubrir, de acuerdo a los síntomas que va
presentando, que se trata del final de su vida y de este modo se genera una barrera con
la familia dificultando la comunicación hasta que logra explicitar a sus seres queridos su
pensamiento interior. En este sentido ¿no sería más adecuado el diálogo directo que
favorezca la expresión de sus inquietudes y temores acompañado de los que ama y que
de esta forma pueda mantener su autonomía dando la oportunidad de participar en los
preparativos manifestando su propia voluntad?,

De dónde surge la deshumanización

En último término, en el fondo de la deshumanización está el olvido de la propia condición


de las personas, como agentes morales que como parte de su propósito de vida está la
búsqueda de la felicidad mediante la aspiración al bien propio y ajeno, en dónde es
posible vincular la fragilidad con la fortaleza como constitutivos de su ser. Una analogía de
esto sería el reconocerse como sanador- herido, empujado a la búsqueda del bien en la
relación intersubjetiva y solidaria. Algunos aspectos que son posibles de distinguir:

 La deshumanización surge cuando no se integra el canon de moralidad que obliga


al hombre a reconocerse constitutivamente como un ser moral. Esta lo obliga,
mediante la razón y la deliberación comunitaria (dimensión política), a buscar el
bien para la persona vulnerable.
 El avance tecnológico que se apropia de los espacios, en cuanto a concebir la
salud como únicamente la aplicación de técnicas y procedimientos para la efectiva
y exitosa cura de enfermedades, desplaza a la persona como sujeto quien posee
una dimensión más amplia que ser receptor de tecnologías.
 Las relaciones verticales existentes en los equipos de trabajo limitan dinámicas
participativas en la toma de decisiones. Ingredientes de la deshumanización

En el análisis en torno a la deshumanización apunta a estos ingredientes:

1. Tendencia a ver el individuo como un objeto (acogida fría e impersonal).


2. Falta de información para el paciente respecto a su enfermedad.
3. Escasa participación en los procesos terapéuticos.
4. La marginación de ciertos grupos de enfermos (ancianos, enfermos crónicos,
moribundos y discapacitados).

Tecnificación de la atención
Al hablar de la deshumanización de la medicina, uno de los aspectos asociados suele ser
el del desarrollo de la técnica y la tecnología. Una afirmación frecuente es que junto al
desarrollo de la técnica, se ha ido produciendo un proceso de deshumanización. A veces,
el discurso cobra tonos nostálgicos, en el recuerdo de aquella medicina pretérita que era
pobre en medios (conocimientos, métodos diagnósticos y terapéuticos), pero que hacía
abundante el uso de la relación humana al servicio del enfermo.

LA TÉCNICA ES UN MEDIO QUE MÁS QUE DESHUMANIZAR PUEDE HUMANIZAR,

EN FUNCIÓN DE CÓMO SE UTILICE.

No se puede negar la estrecha relación entre la tecnificación y deshumanización en el


mundo de la salud. Es realmente espectacular el progreso de la técnica diagnóstica y
terapéutica en los últimos años. Pero, en la praxis comprobamos, como dice Rocamora,
que junto a beneficios notables conlleva o puede arrastrar graves inconvenientes. Entre
otros, hacer del enfermo una máquina corporal averiada y del profesional de la salud un
mecánico, y aumentar de forma progresiva la separación entre ambos. Paulatinamente,
se ha ido depositando la confianza en los medicamentos e instrumentos accesorios
de diagnóstico o tratamiento en lugar de depositarse en la persona.

En esta situación se advierten los peligros más graves de la técnica: el reduccionismo y la


tecnolatría.

1. Reduccionismo: minimiza el enfermar humano, contemplándolo sólo con el


prisma de la técnica y buscando el remedio únicamente a través de la ciencia
instrumental.
2. Tecnolotría: al depositar toda nuestra capacidad de curación solamente en los
procedimientos técnicos, olvidándonos que también la palabra y el encuentro son
medios eficaces de sanación y de cuidados.

La técnica es un medio que más que deshumanizar puede humanizar, en función de


cómo se utilice. Así lo creía Ortega: «El hombre empieza cuando empieza la técnica. No
hay hombre sin técnica». Quien deshumaniza, por tanto, es el ser humano. La
«cibernetización» puede esclavizar o liberar, dar o quitar trabajo, dar más seguridad o
más vulnerabilidad. Lo importante es educar al usuario en la comprensión de la
complejidad y de las repercusiones humanas y éticas de su aplicación y en la
organización social.

Burocratización

La burocratización exagerada que se puede ver en la organización de los programas y


servicios de salud conlleva una despersonalización lamentable. Como afirma Marchesi,
«la persona se convierte en objeto de experimentación y el hospital en una factoría, en la
cual pacientes son atendidos "en cadena", como en un montaje de automóviles. La
deshumanización en el servicio aumenta el malestar del enfermo y, con frecuencia, es
causa y origen de nuevas enfermedades.»
La excesiva burocratización lleva a tratar a los pacientes como objetos en una línea de
montaje.

Cosificación del paciente

Quizá el problema más importante de la «colonización tecnológica del mundo sanitario»


sea la posible reducción del ser humano a objeto. Este proceso de conversión de lo
subjetivo en objetivo, de lo singular en lo seriado, se denomina cosificación y a través de
él, se produce una grave pérdida de identidad personal.

Ortega y Gasset decía que la técnica es incapaz de determinar el contenido de la vida. Si


cuidar a un ser humano tiene que ver con la acción de ayudarle a ser él mismo, como dice
Torrealba, esta tarea solo puede desarrollarla un sujeto, esto es, alguien que está
llamado, también, a ser él mismo. Cuidar es una tarea ineludiblemente humana y lo es
porque a través de ella se desarrolla la cuestión del sentido de la existencia, la cuestión
de la libertad, la cuestión de la intimidad y de la autenticidad. Este tipo de categorías
forman parte del universo personal y solo una persona, debidamente cultivada, puede
ayudar a otra a encauzar correctamente dichas categorías en su vida personal.

CUIDAR ES UNA TAREA INELUDIBLEMENTE HUMANA Y LO ES PORQUE A TRAVÉS

DE ELLA SE DESARROLLA LA CUESTIÓN DEL SENTIDO DE LA EXISTENCIA, LA

CUESTIÓN DE LA LIBERTAD, LA CUESTIÓN DE LA INTIMIDAD Y DE LA

AUTENTICIDAD.

El valor primario de la dignidad de la persona debe iluminar el uso de la tecnología, a fin


de que ésta no se vuelva deshumanizadora, pero no siempre esto es así. Pensemos en la
impresión de miedo y de aislamiento sufrida a menudo por el paciente moribundo que se
siente rodeado de monitores y de aparatos sofisticados, cuando lo que verdaderamente
necesita es un corazón amable, una mano que le consuele y una voz de le infunda
aliento.

La responsabilidad individual, el mundo de los valores quedan interpelados por este


proceso de deshumanización. A veces, el trabajo sanitario es visto exclusivamente en
términos remunerativos. En ocasiones la solicitud y la compasión son remplazadas por
reglas frías e impersonales del contrato de trabajo. Expresiones como: «no es mi
responsabilidad», «no me pagan por esto», «mi turno ha terminado espere el próximo»
etc., pueden indicar el afianzamiento de una mentalidad centrada en los propios intereses
, dejando al paciente en una situación particularmente frágil.

Relaciones funcionales

Esto ha favorecido la aparición de otro elemento deshumanizador: el incremento de


relaciones funcionales, más que personales. Baste pensar en los paternalismos
manifiestos o escondidos; en la tendencia de los profesionales de la salud a privilegiar la
enfermedad y no a la persona enferma; en la costumbre recurrente de referirse a «un
caso interesante». Más alarmante aún es el riesgo de que los enfermos tengan contacto
casi exclusivamente con los aparatos sanitarios, y en cambio muy escaso con las
personas que los atienden.

Es necesario recuperar un tipo de relaciones con los pacientes que no sea únicamente
funcional.

Atención centrada en la enfermedad

Quizás otro elemento que esté en el fondo de la deshumanización sea el hecho de que la
ideología médica manifiesta más interés en la cura del síntoma de la enfermedad
que en la salud.

Medicalización de la vida

En la cultura occidental el médico es considerado como el guardián de la salud. A él


se recurre en numerosos actos cotidianos: certificado para el carnet de conducir,
certificado para salir al extranjero, certificado para cobrar la pensión de invalidez,
certificado de defunción, etc. Incluso, ante las más pequeñas molestias se consulta al
médico (fiebre, dolor de muelas, gripe, etc.). No se está ante otra cosa que un
imparable proceso de medicalización de la vida. Esta supervaloración de los
profesionales de la salud (sobre todo del médico) impulsa al inconsciente colectivo
a proyectar sobre ellos una serie de exigencias, en el fondo irracionales.Y es
posiblemente este hecho, uno de los motivos que provoca el alejamiento entre el médico y
el enfermo, y en definitiva, la deshumanización de la relación. Por lo tanto, la
supervaloración del significado de la medicina lleva también a la deshumanización.

Relación de ayuda
El abordaje de las relaciones interpersonales en el sector de la salud ha estado marcado
por una tendencia paternalista en la relación clínica. Diego Gracia ha reflexionado
acerca del modelo de relación usuario-sanitario, en el que el camino tiende hacia una
relación más horizontal entre agentes de salud y personas usuarias del sistema. Por otro
lado, tanto la reforma sanitaria como la ley N⁰ 20.584 sobre “los derechos y deberes que
tienen las personas en relación con la acciones vinculadas a la atención de salud”
representan un avance hacia relaciones más horizontales entre el equipo de salud y los
pacientes. En este módulo, revisaremos un modelo de relación interpersonal que te
permitirá mejorar la forma en que enfrentas la relación con tus pacientes.

Objetivos

Al finalizar este módulo, serás capaz de:

 Reconocer la importancia de la relación de ayuda en la atención en salud.


 Aplicar el modelo de Carl Rogers sobre la relación de ayuda.
 Adoptar las actitudes fundamentales para establecer una relación de ayuda.

Relación interpersonal y humanización

Como vimos en el módulo anterior, humanizar es un proceso individual y colectivo que


consiste en hacer digno de la condición humana una situación o un estado de cosas. La
humanización se expresa en distintos ámbitos:

 Político: la promoción de la salud, y la prevención de la enfermedad y su curación


son formas de humanización.
 Jurídico: jurídicamente, se marcan límites de protección y defensa de la
vulnerabilidad humana.
 Ético: existe una dimensión ética en la humanización al afrontar y resolver
conflictos.

La relación interpersonal es el ámbito por excelencia de la humanización: se puede


ser muy humano y personalizado, o se puede otorgar un trato despersonalizado y
deshumanizado. A continuación, veremos qué es y cómo opera la relación de ayuda bajo
los principios de la humanización.

Qué es la relación de ayuda

«Por ayuda entiendo cualquier relación entre una persona más

conocedora o asesor, ya sea consejero, profesor o padre, y otra menos conocedora o

asesorada, ya sea cliente, estudiante o hijo».


Robert Carkhuff
El término ayudar deriva del latín adiuvare, que significa «provocar alivio». Una persona
intenta aliviar, hacer más ligero el peso y disminuir el malestar de quien, a causa de
diferentes motivos, sufre. Ayudar, por lo tanto, es ofrecer recursos a una persona para
que pueda superar una situación difícil o para afrontarla y vivirla lo más sanamente
posible. Estos recursos pueden ser materiales, técnicos o relacionales. Cuando los
recursos que ofrecemos son relacionales, es decir la misma persona del ayudante se
ofrece como recurso para acompañar en el proceso de afrontamiento de la dificultad del
ayudado (incluso si se hace de manera simultánea al ofrecimiento de los otros tipos de
recursos), entonces hablamos de relación de ayuda.

ayuda
Del lat. adiuvare, provocar alivio
«cualquier acto de asistencia a una persona».

Entendemos la relación de ayuda como aquella que intenta hacer surgir una mejor
apreciación y expresión de los recursos latentes del individuo y un uso más funcional de
éstos. Hablamos de relación de ayuda, normalmente, desde una perspectiva centrada en
la persona del ayudado, considerada en sentido holístico, y no directiva. Aplicada al
mundo de la salud, nos referimos al conjunto de actitudes y habilidades que el
profesional conoce, interioriza y despliega en la relación terapéutica, dotándola de
competencia relacional y emocional.

Relación de ayuda en el trabajo interdisciplinar

Pero no solo esto. También comprende unas buenas relaciones interpersonales en el


trabajo interdisciplinar. No es éste ya un contexto de relación ayudante-ayudado, cuanto
de relación entre iguales, donde se busca un objetivo común: la calidad del servicio y
la salud en los procesos. En concreto, la deliberación como arte de tomar decisiones
sabias y prudentes sólo tendrá lugar de manera correcta si se produce una relación
auténtica en los participantes en el proceso, donde las personas se escuchen, se intenten
comprender de manera empática, sean ellas mismas y se acepten incondicionalmente. El
ámbito de aplicación de la relación de ayuda, por tanto, no queda reducido al mundo de
las relaciones con las personas en condiciones de vulnerabilidad que piden ayuda, sino
que viene a convertirse en un «modo de ser», un «modo de trabajar» cualificado porque,
en el fondo, el que trabaja interdisciplinarmente o pretende deliberar, también «busca
ayuda» de alguna manera.

Relación de ayuda y counseling

Frecuentemente, las expresiones counseling y relación de ayuda son usadas como


sinónimos. Sin embargo, existen diferencias: el counseling es una forma más estructurada
que se deriva de un modelo concreto. En el counseling existen dos roles bien definidos
entre un counselor, que da el consejo, y quien lo solicita.

La relación de ayuda, por su parte, es un concepto que se aplica a un conjunto más


amplio de situaciones, incluyendo a aquellas del ámbito de la salud, la educación y la
terapia. A pesar de esto, las actitudes y habilidades suelen coincidir, por lo que, con
mucha frecuencia, se usan los dos conceptos indistintamente.
Counseling Relación de ayuda

Modelo Estructurado y concreto Flexible

Conjunto amplio de
Delimitado, más situaciones (salud,
Ámbito de aplicación
específico educación y terapia,
entre otras)

Relación de ayuda en el ámbito de la salud

A pesar de la importancia del estudio de las relaciones interpersonales, históricamente la


formación universitaria de los profesionales de ayuda la ha dejado de lado. Las
habilidades de relación son tomadas como disciplinas inferiores en relación a las
disciplinas intelectivas.

Sin embargo, en los últimos años, se ha realizado un trabajo de reflexión sobre las
actitudes y habilidades que confieren competencia relacional y emocional al agente
de salud, en concreto al médico, a la enfermera, al trabajador social, etc. Algunos autores
han propuesto una formación de estos agentes a la relación en el ámbito del ejercicio de
su profesión, basada en la interiorización de la triada rogeriana –que veremos más
adelante– y en el adiestramiento en una serie de habilidades en las que aquellas se
despliegan y actualizan.

En el fondo es importante el convencimiento de que para realizar bien las profesiones


de salud no es suficiente poseer una competencia científico-técnica, sino que es
necesaria también una buena capacidad de comunicar. Un buen diagnóstico, una
buena adherencia a un tratamiento, un buen soporte emocional, la comunicación de una
mala noticia, la solicitud del consentimiento informado, etc., tareas propias de agentes de
salud, tendrán tanto más éxito y serán realizadas tanto más a la medida de la dignidad de
la persona, cuanto más diestro sea el profesional en relación de ayuda. La experiencia y
la práctica en el campo de las relaciones en el mundo de la salud muestran que la eficacia
de muchos procedimientos diagnósticos y terapéuticos pasa por el buen manejo de la
relación de ayuda.

Modelo Rogeriano

Carl Rogers (1902-1987), psicólogo humanista caracterizado por una orientación


comprensiva de las diferentes dimensiones de la persona, acuñó la expresión de relación
de ayuda centrada en la persona. Bautizó su propuesta de psicoterapia como «no
directiva» y más tarde «centrada en el cliente».

Detrás del no directivismo propio de la relación de ayuda hay un antidogmatismo a la


vez que una apertura a diferentes corrientes dentro de la psicología y la psicoterapia.
Rogers era antidogmático hasta el punto de que él prefería ayudar a un psicólogo o a un
psicoterapeuta que prefiere una forma de terapia directiva y controladora, a aclarar sus
pretensiones y significados, antes que disuadirle para que se adhiera a la posición
centrada en la persona.

LA HIPÓTESIS CENTRAL CONSISTE EN AFIRMAR QUE CADA PERSONA POSEE EN

SÍ MISMA AMPLIOS RECURSOS PARA LA AUTOCOMPRENSIÓN Y PARA LA

MODIFICACIÓN DE ACTITUDES Y QUE EL ACOMPAÑAMIENTO ES UN PROCESO

DE AYUDA A IDENTIFICAR LAS CAPACIDADES SECUESTRADAS Y A

MOVILIZARLAS.

El modelo rogeriano de relación de ayuda se basa en el acompañamiento a quien tiene


un problema, en la identificación de este y en la realización de un proceso personal,
autónomo, descubriendo los propios recursos para su abordaje. La hipótesis central
consiste en afirmar que cada persona posee en sí misma amplios recursos para la
autocomprensión y para la modificación de actitudes y que el acompañamiento es
un proceso de ayuda a identificar las capacidades secuestradas y a movilizarlas. No
se trata de un estilo de «abandono del ayudado a su destino», sino de verdadero
compromiso por construir con el enfermo un destino verdaderamente personalizado y
encarnado en su aquí y ahora, en un compromiso auténtico que no dudará en calificar de
«amor» por el ayudado, de pasión por acompañarle a realizar su camino con la esperanza
de que en él desarrollará lo mejor de sí mismo

Actitudes para la relación de ayuda

La competencia relacional está compuesta por conocimientos, habilidades y actitudes


relativas al fenómeno de la relación interpersonal. Entre ellas, las actitudes constituyen el
elemento terapéutico fundamental en la interacción con la persona que sufre, junto con los
recursos del ayudado.

Las actitudes, o disposiciones interiores ya contienen un elemento cognitivo, un elemento


afectivo y un elemento conductual, ya que para disponerse en una actitud se requiere la
capacidad de hacerlo, además de la voluntad. Con alguna frecuencia se confunden
las actitudes con las habilidades reduciendo aquéllas a éstas.

En los siguientes apartados, veremos las tres actitudes comprendidas en el modelo de


Rogers (tríada rogeriana).

 Aceptación incondicional.
 Empatía.
 Autenticidad.

Aceptación incondicional o consideración positiva


Cuando el paciente experimenta la actitud de aceptación que el terapeuta

tiene hacia él, es capaz de asumir y experimentar esta misma actitud hacia sí mismo.

Luego, cuando comienza a aceptarse, respetarse y amarse a sí mismo, es capaz de

experimentar estas actitudes hacia los demás.


Carl Rogers

El significado de la consideración positiva o aceptación incondicionalva más allá de


una simple disposición optimista y acogedora, esta considera:

 Protagonismo del ayudado

El reconocimiento de que el protagonismo en el proceso de relación de ayuda está


centrado en la persona del ayudado. Él es el que ha de conducir su vida con
autonomía; valorando, sí; dejándose confrontar, sí; pero, en el fondo, la persona
tiene posibilidad de tender hacia el bien, crecer y decidir en sintonía con su propia
escala de valores.

 Confianza en los recursos del ayudado

Es una disposición que va contra el paternalismo en las relaciones de ayuda.

 Cordialidad o calor humano

Esta actitud supone una relación afable y cálida. La ausencia de este aspecto de
esta actitud genera distancia y, con frecuencia, lamentación por deshumanización.
No se trata de una disposición de una ternura tal que se salga del ámbito de los
roles propios de la profesión, sino la calidez humana propia de la dignidad de la
persona que no puede reducirse a una relación funcional.

Empatía

Quizás la palabra más utilizada en el ámbito de la reflexión sobre la relación de


ayuda sea precisamente ésta. Pero quizás sea también una de las palabras
utilizadas con menos precisión, e incluso se pueda decir de ella que está
sobredimensionada.
La historia del concepto de empatía es relativamente breve en psicología. Cuando
Titchener tradujo la noción de Einfühlung con empathy sirviéndose del
griego empatheia quería subrayar una identificación tan profunda con otro ser que le
llevara a captar con precisión los sentimientos del otro con los «músculos de la
mente». El desarrollo del concepto lleva a adquirir una importancia central en el
ámbito de las relaciones de ayuda, de modo particular con Rogers.

Empatía
Del gr. empatheia, identificación.
Actitud en virtud de la cual, una persona hace el esfuerzo cognitivo, afectivo y conductual
por captar, de la manera lo más ajustada posible, la experiencia ajena, sus necesidades,
los significados que las cosas tienen para ella, sus sentimientos, los valores que la
habitan, las dinámicas que actualiza, las expectativas y deseos que le mueven, así como
los recursos con los que cuenta. Pero no solo esto, la empatía comporta también que la
persona del ayudado perciba que está siendo comprendido.

No se trata de una comprensión fácil y superficial, semejante a las palabras bien


intencionadas que quitan importancia y relativizan; ni tampoco una comprensión
que genera la grata experiencia de sentirse en sintonía emocional. No. La empatía
no siempre genera una experiencia placentera de sentirse comprendido porque, a
veces, lo que se comprende y, además, se comunica a quien lo vive, es una
contradicción o dinámica no saludable, aunque cómoda.

Quien desea disponerse en actitud empática ha de ponerse a sí mismo entre


paréntesis, adoptar el marco de referencia interior del otro, ver las cosas desde su punto
de vista y, en el fondo, hacer una doble identificación: con la persona y con la situación.
Algo así como decirse a sí mismo: «también yo, si fuera tú (identificación con la persona)
y estuviera en tu situación (identificación con el problema)…» No es otra cosa que
renunciar a la proyección de significados e intentar captar la experiencia ajena mirando
desde donde mira el otro.

La empatía es la actitud que regula el grado de implicación emocional con la


persona del ayudado. A la vez que requiere un proceso de identificación actitudinal,
requiere también la capacidad de manejar la propia vulnerabilidad, el impacto que la
experiencia ajena tiene sobre sí, las propias sombras y heridas que pueden
despertar con ocasión del encuentro con la vulnerabilidad ajena. Requiere también
aprender a separarse, restablecer la distancia emocional necesaria (junto con la
proximidad) para no quemarse, para no identificarse emocionalmente y prevenir el
síndrome del burn-out.

 No es lo mismo que la simpatía (gentileza), ni siquiera en el sentido


etimológico («sentir con»). Cuando una persona, queriendo comprender a
otra, experimenta sus mismas emociones, entonces estamos ante el
significado etimológico de la «simpatía». No es el objetivo de la empatía
lograr experimentar los sentimientos ajenos, sino captarlos (junto con las
necesidades, los recursos, etc.), de la manera lo más ajustada posible a
como son vividos.
 Es unidireccional. No es correcta la expresión «entre nosotros hay una buena
empatía», o «generar empatía», o «entrar en empatía», tantas veces utilizadas,
sino que lo correcto sería poder decir: «yo estoy en actitud empática contigo».
Tiene carácter unidireccional, es unívoca, y no requiere vivir las mismas
emociones de la persona a la que se quiere comprender.

Algunos autores han desarrollado una reflexión sobre la empatía hablando de fases de la
misma. Es un modo de presentar el proceso cognitivo-afectivo de la empatía, que pasa
por la

 Fase 1

Identificación con la persona y la situación del otro.

 Fase 2

Repercusión e incorporación o conciencia y manejo de la propia vulnerabilidad y


del impacto que sobre sí mismo tiene el encuentro con la vulnerabilidad ajena.

 Fase 3

Separación o restablecimiento de la distancia psicológica y emocional acortada por


la aproximación del primer momento.

En el evolucionar del concepto de empatía, se considera como una capacidad que incluye
elementos cognitivos y afectivos, así como elementos comunicativos o conductuales que
constituyen la parte visible de la empatía. Asimismo, somos del parecer de que la empatía
«es un proceso activo, consciente e intencional y que, por tanto, puede ser activado
voluntariamente». Ello no impide que agentes expertos tengan una particular facilidad
para disponerse en actitud empática, habiendo llegado a ser algo automático, un «modo
de ser».

Autenticidad

La tercera actitud propia de la relación de ayuda según el modelo humanista inspirado en


Carl Rogers es la autenticidad. Una persona es auténtica cuando es ella misma en la
relación, cuando entre su mundo interior, su consciencia y su comunicación externa hay
sintonía.

Ser auténtico confiere autoridad al ayudante en la relación. Ser sí mismo, coherente


con los propios valores, sentimientos, pensamientos, significa a veces ser capaz de
presentar explícitamente la divergencia, autorrevelarse y comunicar lo que el ayudante
siente (aunque no sea el objetivo primero de la relación), mantener coherencia interna y
externa.
LA PERSONA DEL AYUDANTE, ANTES QUE SUS CONOCIMIENTOS Y SUS

ESTRATEGIAS DIAGNÓSTICAS O TERAPÉUTICAS, ELLA MISMA, CONSTITUYE UN

FÁRMACO TANTO MÁS EFICAZ CUANTO MÁS PERSONA SEA Y MENOS SE

ESCONDA DETRÁS DEL ROL.

Existen dos factores importantes para lograr la autenticidad: el autoconocimiento y el


manejo de la propia vulnerabilidad:

 La autenticidad comienza por el autoconocimiento. De hecho, una de las vías


necesarias para ser un buen ayudante es el conocimiento de sí mismo, de las
propias dinámicas, de los propios sentimientos y su manejo, de los propios valores
interiorizados (no sólo proclamados). Ser sí mismo en la relación es algo más que
ejercer el rol de profesional. Es considerar que la propia persona constituye un
recurso para el otro. La persona del médico –decía el Dr. Balint- es terapia para
el paciente. La persona del ayudante, antes que sus conocimientos y sus
estrategias diagnósticas o terapéuticas, ella misma, constituye un fármaco tanto
más eficaz cuanto más persona sea y menos se esconda detrás del rol. Ser
auténtico significa que los sentimientos que experimenta el ayudante están a su
alcance, disponibles a su percepción, y que se es capaz de vivirlos y de
comunicarlos si se desea.
 Uno de los requisitos para que la autenticidad se traduzca en la relación de ayuda
es aprender a manejar la propia vulnerabilidad. La metáfora del sanador
herido ilustra el hecho de que la persona del ayudante no sólo es capaz de ayudar
(posee recursos), sino también es vulnerable, como el ayudado; posee tanto
recursos como vulnerabilidad. El ayudante habrá de ser él mismo, es decir,
dueño de su propia vulnerabilidad hasta el punto de convertirla en recurso
para la relación, es decir, capacidad de comprensión de los límites y dificultades
ajenos precisamente por la familiaridad que tiene en el conocimiento de sus
propios límites y sombras.

Habilidades para la relación de ayuda

Las actitudes son las disposiciones interiores del agente de salud y tienen una dimensión
cognitiva, afectiva y conductual. Las habilidades, en tanto, son la manifestación práctica
de estas actitudes, son la traducción de las actitudes en maneras concretas de articular
la comunicación y hacerla operativa.

A continuación, revisaremos en detalle las siguientes ocho habilidades que nos ayudarán
a mejorar la relación de ayuda.

 La escucha activa.
 La respuesta empática.
 La personalización.
 La confrontación.
 La inmediatez.
 La iniciación.
 El autoconocimiento del ayudante.
 El autocontrol emocional.

 La escucha activa
 En las relaciones de ayuda, la escucha activa representa la herramienta
fundamental de la interacción. La escucha activa representa el modo práctico de
promover el protagonismo del ayudado en el proceso de reconocimiento y
afrontamiento de la dificultad. Representa, además, el camino que permite al
ayudado liberarse del sufrimiento provocado por la soledad o por la necesidad de
vaciarse emocionalmente.
 El calificativo de «activa» se aplica a la escucha porque no se trata de un mero
oír superficial, sino de la acogida de los significados y de la experiencia
peculiar de la persona a la que se quiere ayudar, de tal modo que
efectivamente el otro experimente que está siendo acogido. La atención bien
centrada, como despliegue de la actitud empática, es la que permite captar la
experiencia ajena.
 Un buen diagnóstico nace de una buena escucha; una buena adherencia a una
indicación terapéutica depende, en buena medida, de la calidad de la
comunicación con el paciente y ésta, a su vez, de cómo se siente escuchado. Una
persona deposita su confianza en el profesional de la salud si percibe que para él
es importante lo que ella está viviendo y, de alguna manera, comunicando. Las
profesiones de salud sin escucha terminan percibiéndose deshumanizadas, sin
encuentro interpersonal.
 A escuchar se aprende capacitándose en el arte de hacer silencio interior. Esto
requiere una disposición a centrarse en el otro, aprendiendo a manejar los
sentimientos que produce el encuentro, especialmente el encuentro con la
vulnerabilidad ajena.
 Existen numerosos obstáculos para la escucha, algunos, de naturaleza física;
otros, de naturaleza psicológica. El conocimiento de los propios obstáculos es el
primer paso para su superación. Quizás el paso más importante sea la necesidad
de manejar los sentimientos que se producen en quien se encuentra ante la
debilidad, el límite y el sufrimiento ajenos. De aquí que la competencia
emocional, la capacidad efectiva de conocer y controlar las propias emociones
sea requisito necesario para una buena escucha.
 La escucha activa, por otra parte, representa uno de estímulos positivos y
caricias más importantes para la persona. El que se siente escuchado
experimenta que es reconocido por el otro, considerado y respetado como distinto.

 La respuesta empática
 Hemos dicho que no se produce realmente empatía si el ayudado no
experimenta que está siendo comprendido. La respuesta, pues, adquiere una
particular relevancia en el diálogo de ayuda. No sólo la respuesta verbal, sino
también la no verbal. Uno de los peligros que existen es que la empatía se
reduzca a una mera intención de comprensión, sin que se traduzca en la
comunicación efectiva de la misma.
 La respuesta empática constituye uno de los modos más eficaces de generar
confianza, de provocar que el ayudado sienta que el ayudante está centrado en
él. Algunos autores llaman a esta comunicación de la comprensión «empatía
avanzada», especialmente en aquellas en que la comprensión contiene una dosis
de interpretación.
 Los diferentes tipos de reformulación son un modo práctico de hacer que una
respuesta sea empática en el diálogo. Reformular consiste en devolver al
ayudado, con las palabras del ayudante (o el lenguaje no verbal), lo que al
ayudante ha comprendido de cuanto el ayudado está viviendo y ha
comunicado o el ayudante capta que vive. En el fondo, la reiteración de las
últimas palabras, la dilucidación temática de lo comprendido o la reformulación del
sentimiento captado son modos distintos de hacer que el ayudado experimente
que está siendo seguido en la presentación de sus dificultades.
 Más aún, el aparato técnico fundamental de la relación de ayuda pasa por
conseguir reformular, es decir, devolver al ayudado su propia situación, no de
manera superficial, sino de manera lo más ajustada posible a la experiencia del
ayudado. Esto no implica necesariamente buscar que el otro se sienta bien, sino
caminar juntos hacia la realidad, su conocimiento y su manejo con autoridad.

La personalización

Personalizar es lo contrario de generalizar. Con frecuencia, las intervenciones que


quieren ser de ayuda se sitúan en el plano de la generalización, de la apelación a la
reacción común de la gente ante situaciones semejantes, o al consuelo fácil o
procedente de la razón lógica que poca conexión tiene en muchas situaciones con la
experiencia afectiva y emocional que la persona hace de sus dificultades.

La personalización tiene un talante interpretativo, con una dosis de directividad. Por lo


tanto, pretende acompañar al ayudado a tomar conciencia lo más precisa posible de lo
que le está sucediendo, de su significado, de su responsabilidad en el afrontamiento y del
objetivo que pretende conseguir. Por eso, se habla de personalizar el significado, el
problema, el sentimiento y el fin.

 Personalizar el significado

Consiste en acompañar al otro a responder a la pregunta (no formulada


necesariamente de manera expresa), «¿qué significa para ti lo que te está
pasando y pretendes comunicarme?».

 Personalizar el problema

Consiste en acompañar a tomar conciencia de la responsabilidad (y no


culpabilidad) del ayudado en el manejo de su situación. Se trata de que tome
conciencia de qué está haciendo o no haciendo para que lo que le sucede
constituya un problema para él o deje de serlo. Es, de alguna manera, un
acompañamiento a la apropiación de la dificultad de manera consciente y de la
actitud ante ella.

 Personalizar el sentimiento

Consiste en tener en cuenta qué efecto tiene sobre el ayudado la toma de


conciencia del significado y del problema que vive, es decir, a vivir
conscientemente el efecto de las dos subdestrezas de la personalización ya
citadas anteriormente.

 Personalizar el fin

Consiste en acompañar a tomar conciencia de lo que el otro desea hacer en


relación a lo que efectivamente puede y cree que debe. Se dan cita aquí la
voluntad, los límites de la realidad y la escala de valores y motivaciones que llevan
al deseo del cambio y a la responsabilización por trabajar en él activamente.

En síntesis, se trata de acompañar a la persona para que esta pueda:

1. Poseer y comprender lo que le pasa.


2. Tomar consciencia de lo que hace o deja de hacer para que el problema se
produzca.
3. Tomar conciencia de los sentimientos que suscita todo este proceso.
4. Concretar hacia dónde quiere y hacia donde siente que debe ir.

Personalizar, en el fondo, es un modo de acompañar al otro a apropiarse de su situación y


tomar protagonismo en el afrontamiento de las dificultades. Es un modo de evitar la huida
por la generalización. Personalizar constituye un modo de humanizar.

La personalización no excluye lo que en la entrevista clínica recibe el nombre de


normalización, es decir, la ayuda a que el paciente tome conciencia de que su reacción,
después de haber sido comprendida como personal, forma parte del modo normal y
habitual de reaccionar de la mayoría de las personas. No se trata de un consuelo fácil
porque es un mal común, sino el intento de minimizar el sufrimiento que podría ocasionar
considerarse extraño o único en la experiencia que está viviendo.

La confrontación

Si la personalización ya es un modo de acompañar a apropiarse del problema de manera


responsable, la confrontación constituye un paso más en el intento de acompañar a ser
conscientes y responder de las posibles contradicciones que el ayudante percibe
en lo que el ayudado vive, entre sus pensamientos, sus sentimientos, sus necesidades,
sus valores, etc.

Confrontar no es más que un modo incisivo de reformular. Se reformula lo que el


ayudante ha comprendido de la experiencia del ayudado, pero en concreto de
aquella parte de la experiencia donde el ayudante percibe contradicciones,
actitudes pasivas, desconocimientos, incoherencias. El objetivo no es mostrar la
clarividencia del ayudante frente a la confusión del ayudado, sino acompañar con buena
dosis de comprensión, a tomar las riendas de aquello que no se presenta como coherente
o saludable.

SÓLO LA AUTENTICIDAD DEL AYUDANTE, LA PURIFICACIÓN DE LAS

MOTIVACIONES POR LAS QUE SE CONFRONTA Y LA CONDICIÓN DE QUE SEA

HECHA DESPUÉS DE COMUNICAR COMPRENSIÓN Y CON SAGRADO RESPETO,

GARANTIZAN LA VALIDEZ DE LA CONFRONTACIÓN.

Naturalmente, confrontar comporta diferentes problemas. Por un lado, se corre el peligro


de que se transforme en una proyección de los puntos de vista del ayudante, o
incluso de un modo de mostrar su autoridad. Por otro lado, puede convertirse en
una humillación del ayudado al sentirse descubierto en desconocimientos o
incoherencias. Sólo la autenticidad del ayudante, la purificación de las motivaciones por
las que se confronta y la condición de que sea hecha después de comunicar comprensión
y con sagrado respeto, garantizan la validez de la confrontación. De hecho, una
confrontación hecha antes de una acogida incondicional o antes de mostrar
empáticamente la comprensión, suele ser percibida como un juicio moralizante.

En realidad, la confrontación (excepto quizás la didáctica) suele plantear problemas


éticos. Más aún, la confrontación se hace más difícil cuando el ayudado se encuentra
ante un conflicto o problema ético. Confrontar no consiste tanto en acompañar al otro a
que decida aquello que al ayudante le parece mejor, cuanto el arte de discernir juntos,
respetando la autonomía, pero teniendo en cuenta las repercusiones de la conducta
sobre los demás y la naturaleza valórica de la misma. La confrontación ética tiene
como objetivo acompañar a tomar decisiones responsables y no meramente impulsivas,
decisiones donde razón y sentimiento estén equilibradas, donde la dignidad de la persona
o personas afectadas sea respetada, a la vez que la libertad de quien se encuentra en
medio de un conflicto.

En el fondo, confrontar representa un deber ético del ayudante.

La inmediatez

Una habilidad más de la relación de ayuda es la inmediatez. Esta adquiere diferentes


connotaciones en función de la situación y el problema del ayudado. Su significado más
común consiste en la destreza del ayudante de captar el aquí y ahora de cuanto está
viviendo el ayudado, aunque no lo diga, así como verificarlo con la confirmación del
ayudado. Es común que el ayudado transmita mensajes ocultos, indirectos o
distorsionados, a través de sus diferentes manifestaciones. Mediante la inmediatez, el
ayudante provoca que el ayudado tome conciencia de cuanto está viviendo en la
relación en el aquí y ahora. Se vendría así a responder a la pregunta implícita: «¿qué
está pasando entre tú y yo aquí y ahora?»

transferencia
reproducción de patrones de conducta no auténticos y no centrados en el aquí y ahora de
cada una de las personas que interactúan

Uno de los problemas más frecuentes de lo que pudiera parecer a primera vista, viene
constituido por la transferencia. El fenómeno, descrito inicialmente por Freud, representa
una reproducción de patrones de conducta no auténticos y no centrados en el aquí y
ahora de cada una de las personas que interactúan. Es el caso del ayudado que ve en la
persona del médico, por ejemplo, la de su padre protector que le solucionará todos los
problemas, o el del paciente que se enamora del ayudante y transfiere sobre él
sentimientos, expectativas y conductas no apropiadas a los roles en los que la relación se
plantea. Cuando se produce la transferencia en este sentido, el ayudado reacciona ante el
ayudante como si éste fuera un tercero, transfiriendo sobre él sentimientos, expectativas o
comportamientos que no le son propios a su rol, sino a otra persona hacia la que aquél los
viviría de manera más propia. Cuando la transferencia se produce en el ayudante hacia el
ayudado, entonces hablamos de contra-transferencia.

Esta forma de transferencia (cuando no se limita al simple sentimiento producido en la


relación y que no comporta problema alguno), genera dependencia, limita la libertad de
las personas, y constituye un problema para la relación que, con frecuencia se hace más
grande que aquél que originó la relación de ayuda. La relación, que pretendía ser de
ayuda, se convierte en problema: una enfermedad de la relación que necesita ser
sanada mediante la inmediatez. Aclarar la relación mediante la inmediatez le dota a la
relación de autenticidad de modo que pueda ser más eficaz.

Otras estrategias de afrontamiento, además de la inmediatez, son la no satisfacción de las


expectativas desproporcionadas al rol del ayudante, la solicitud de ayuda para el mismo
ayudante a un tercero y, en último término, agotadas éstas, la derivación a otros
profesionales.

La iniciación

El proceso de la relación va desde la escucha y la comprensión del problema a la


personalización y apropiación de este por el ayudado. Para que esto ocurra, se
requiere de la destreza de iniciar. Iniciar consiste en incitar a la acción, en provocar que el
ayudado defina lo que va a hacer y adopte una actitud activa ante las dificultades,
contemplando incluso alternativas a considerar en caso de que las primeras decisiones
que expresa no den buen resultado.

El autoconocimiento del ayudante


«Conócete a ti mismo»
Sócrates

Hemos visto que la competencia relacional está conformada por las actitudes,
habilidades y conocimientos del fenómeno de la relación interpersonal. Junto con ellas, el
autoconocimiento también juega un rol importante en las relaciones de ayuda. La máxima
de Sócrates constituye un aspecto fundamental de la «inteligencia emocional». El agente
de salud que conoce sus emociones y sus límites y que realiza un trabajo para
conocerlos y manejarlos, se hace más competente en la relación de ayuda. En
efecto, conocerse evita las proyecciones no controladas, los mecanismos de defensa
inconscientes, y permite hacer de la propia fragilidad y de los propios límites, recursos al
servicio de una mayor comprensión, permite purificar las motivaciones que llevan a
intervenir de una determinada manera en la ayuda.

sombra
aquello que hemos arrojado al inconsciente por miedo a no ser aceptados

La introspección constituye uno de los caminos para el conocimiento de uno


mismo y el mejor manejo de las propias dinámicas. El autoconocimiento tiene como
objetivo también la «integración de la propia sombra» en términos de Carl Jung. La
sombraes aquello que hemos arrojado al inconsciente por miedo a no ser aceptados.
Constituye «un oscuro tesoro compuesto por los elementos infantiles del ser, los apegos,
los síntomas neuróticos, los talentos y los dones no desarrollados». La aceptación e
integración de la propia sombra no comporta su eliminación, sino su utilización para
fines positivos. Llegar a ser consciente de la propia sombra implica reconocer como
presentes y actuales los lados sombríos de la persona y su influjo en la conducta y en la
vida moral

El autocontrol emocional

Uno de los ámbitos donde resulta importante el autoconocimiento es en el mundo


emocional. Conocer los sentimientos que nos habitan cuando adoptamos el rol de
ayudantes constituye un paso para poder controlarlos, manejarlos, encauzarlos y no ser
víctima de su energía. La falta de conciencia de un sentimiento hace que éste actúe
en una persona de manera incontrolable, manifestándose de manera salvaje, ciega, es
decir, sin la participación o con una mínima participación de la inteligencia y de la
voluntad.

En el mundo de la salud y del sufrimiento humano, las conductas de los pacientes y


familiares provocan emociones que los profesionales de la salud deben manejar. «La
clave de la regulación emocional radica en mantener en jaque las emociones angustiosas.
Si son desmesuradamente intensas y se prolongan más de lo necesario, resquebrajan la
propia estabilidad. Una sana maduración personal no pasa por eliminar los sentimientos
angustiosos, sino por aprender a detectarlos y tratarlos adecuadamente».

Pasos para la integración de las emociones


Uno de los retos importantes de todo agente de ayuda es realizar consigo mismo un
proceso de integración de las propias emociones. Con frecuencia éste es presentado
aludiendo a los siguientes pasos a dar en relación a los sentimientos del ayudante:

1. Tomar conciencia de los sentimientos del ayudante y ser capaces de dar


nombre a las emociones que se experimentan con familiaridad
2. Aceptar las emociones, liberándolas de la connotación moral de la que suelen ir
cargadas, puesto que las emociones en sí mismas no son buenas ni malas
moralmente
3. Integrar las emociones, aprovechando su energía en la dimensión conductual, de
manera que ésta sea el resultado del sano equilibrio entre la energía que proviene
de los sentimientos y la regulación emocional mediante los valores.

A lo largo de la historia, se han opuesto la razón y los sentimientos, despreciando estos


últimos.

La relación entre sentimientos y valores es compleja. A lo largo de la historia de la filosofía


se ha establecido un abismo –casi siempre infranqueable- entre los actos de la
inteligencia intelectiva (concebir, juzgar, etc.) y el mundo de los sentimientos, a los que
Luis Vives llamó los «alborotos anímicos». En este sentido, los sentimientos han convivido
con una connotación de «blandura», siendo relegados a un segundo plano en la
consideración de la vida de la persona, cuando no despreciados o calificados
negativamente desde el punto de vista moral.

Pero más allá de la complejidad de la relación entre sentimientos y valores, entre sentir e
inteligir, entendemos que el agente de salud ha de realizar un camino de exploración
e integración de las emociones de manera inteligente. De alguna manera ha de
hacerse experto en lo que Pascal llamó las «razones del corazón», porque estas influyen
mucho tanto en la persona del agente de salud como en la del cliente o paciente en todos
los procesos de salud, enfermedad o sufrimiento de cualquier naturaleza.
Desgraciadamente, todavía son muchos los que al mundo emocional le confieren un
rango menor en cuanto tiene que ver con la salud.

La experiencia humana de la pérdida

Únicamente aquellos que evitan el amor, pueden evitar el dolor del duelo. Lo importante
es crecer a través del duelo y seguir permaneciendo vulnerable al amor.

John Brantner

Entendemos por pérdida «quedar privado de algo que se ha tenido, fracasar en el


mantenimiento de una cosa que valoramos, reducir alguna sustancia o proceso o destruir
y arruinar» (Neimeyer 2002). El tipo de pérdida a la que normalmente préstamos más
atención es la muerte de un ser querido. Por ello, las sociedades han dedicado rituales
que facilitan la elaboración del duelo asociado a este proceso. Sin embargo, la pérdida no
es solo la muerte. La pérdida es un cambio en el mundo de las personas que se vive
como una privación o una separación. La pérdida, antes que con la muerte, se relaciona
con cambio porque eso es lo que nos encontramos en la vida de las personas: el cambio.

Pangrazzi (2004) sugiere que, en realidad, lo que nos encontramos en la vida no es la


muerte, que tan solo aparece una vez, sino el cambio, el devenir o el crecimiento y, como
tipo de cambio que conlleva unos efectos de desajuste y ajuste, la pérdida.

pérdida
el conjunto de experiencias significativas de privación o separación de personas u objetos
con los que hay una relación o un vínculo, un «lazo» en la terminología actual.

La experiencia de pérdida consiste, resumiendo todo lo dicho antes, en la vivencia de la


privación de algo que es significativo para la persona. Tal privación supone la separación
total o parcial respecto de este objeto perdido y por ello supone un proceso de
elaboración de la relación con él que llamamos duelo.

Tipos de pérdida

Entre los tipos de pérdida consideramos las pérdidas relacionales, intrapersonales,


materiales y evolutivas (Tizón, 2004); de tipo físico o psicológico (Rando, 1993).
Pangrazzi las divide en las siguientes categorías: las que afectan a la propia vida, las que
conllevan el mismo crecimiento, la pérdida de la propia cultura, la pérdida de bienes
materiales, la pérdida de vínculos afectivos, la pérdida de la identidad, la pérdida de
bienes humanos, la pérdida de la salud, la pérdida de aquello que nunca se ha tenido
pero se ha soñado y deseado, y la muerte, como pérdida más temida (Pangrazzi, 2004).

Existen múltiples y variadas experiencias de pérdida.

Hablamos, por tanto, de nacimiento (Pangrazzi, 2004), crecimiento (Erikson, 1980),


emigración (Santamaría, 2010), adopción, robos, desastres, objetivos queridos,
separaciones, divorcios, ruptura de pareja, enfermedad, envejecimiento, fracasos, paro,
abandono, marcha de amigos, ruptura de amigos, la carrera no cursada, el hijo que no
nació, la soltería impuesta o mal soportada, muerte de seres queridos cercanos y muerte.
Mirar para evitar un dolor mayor: la mirada preventiva

El acompañamiento de personas en duelo mira, sobre todo, a evitar que las personas
suframos más de la cuenta o que suframos por cosas que son añadidas. Esto se refiere a
lo que vimos más arriba como sufrimiento evitable.

sufrimiento evitable
sufrimiento que puede ser evitado, dado que no es inherente a la pérdida. Es el objeto del
enfoque preventivo.

El enfoque preventivo sobre las pérdidas tratará de abordar aquello sobre lo que
puede ayudar al control percibido, a la eficacia de afrontamiento y a los recursos
necesarios para ello, sea de modo específico o de modo no específico. Este enfoque no
busca suprimir el sufrimiento ante las pérdidas ni la negación de esta ni, por supuesto,
trata de suprimir la misma realidad de las pérdidas.

Este tipo de sufrimiento que pretendemos evitar se relaciona muy especialmente con el
estilo vincular de la persona, las ideas irracionales, pensamientos distorsionados o
creencias de este tipo, con las que han crecido o de la elección del sufrimiento como
modo de adquirir una identidad propia. Este tipo de sufrimiento no es inherente a la
pérdida y en gran medida depende del modo como se aprende a negociar con el dolor.

La mirada preventiva es la mirada del acompañante que trata de hacer descubrir qué
cosas pueden estar complicando un duelo y buscar la forma de desatascar el proceso en
cada caso. Es la mirada que se interesa por extraer los recursos de la persona y
establecer una relación más sana, es decir, capaz de generar salud en la persona.

Proceso de prevención

prevención
Proceso activo de implantación de iniciativas tendentes a mejorar la formación integral y la
calidad de vida de los individuos, fomentando el autocontrol de la persona y la resistencia
ante lo que percibe como riesgo.

Tradicionalmente la terminología que se utilizó al hablar de prevención contempla esta


como un proceso de tres fases dependiendo del momento de afrontamiento de la
intervención Kaplan, 1980).

Calafat habla de dos tipos de prevención:

 Específica: tiene que ver con el problema a prevenir de modo directo, atendiendo
a sus causas inmediatas o remotas.
 Inespecífica: tiende a potenciar los factores de protección generales de la
persona.

Las personas en duelo, suelen necesitar mirar desde los dos momentos. Por un lado
necesitan no agravar su sufrimiento por la pérdida actual. Por otro lado, miran de reojo al
futuro y se preguntan si podrán con otras pérdidas que vienen. Por eso, la tarea de
acompañar mirará al presente sobre todo, pero tenderá un camino de futuro.
 Prevención primaria

La intervención se realiza antes de que aparezca el problema.

 Prevención secundaria

El objetivo es localizar y tratar lo antes posible el problema cuya génesis no ha


podido ser impedida por medidas de prevención primaria. Se interviene para evitar
que el problema se agrave.

 Prevención terciaria

El objetivo es minimizar los daños del problema. El enfoque paliativo es un


enfoque de este tipo. Esta misma clasificación la sumen en la definición de la
psicología de la salud (Santacreu y Zaccagnini, 1998).

Más allá del sufrimiento: la mirada positiva ante las pérdidas.

Lo dicho hasta aquí se centra en los efectos de las pérdidas a corto plazo en un duelo
normal. En los duelos que se complican, este corto plazo se hace medio y el sufrimiento
puede llegar a no desaparecer.

Ahora bien, las pérdidas tienen otros efectos a medio y largo plazo, no de modo
inmediato, que suelen ser descritos de otra manera. En el camino del duelo, hay etapas
en las que se empieza a vislumbrar tierras nuevas y paisajes diferentes. Sin perder de
vista que, para llegar estas tierras, se ha pasado por el sufrimiento: hay signos de
crecimiento (Pangrazzi), de aprendizaje (Neimeyer) o de progresión de la conciencia
personal (De la Herrán), de la formación de la identidad (Erikson) o del sentido que
subyace en ellas (Frankl), entre otros.

autopoiesis
(Del gr. poiein, crear).
Expresa que es el mismo dinamismo del ser humano lo que hace que la vivencia de la
pérdida sea precisamente lo que origina un orden nuevo.

Estos efectos positivos de la pérdida indican que hay algo de verdad en el dicho de que
el duelo lo sana el tiempo, pero sobre todo, tienen que ver con lo que las personas
hacemos con el duelo, con nuestro trabajo de elaboración personal y la decisión, como
dice Worden.

La verdad es que, tras la ofuscación que produce el sufrimiento sin control existe en
nosotros una capacidad de pensarnos, de autoexplicarnos que llama Maturana,
«autopoiésis». Es decir, en la pérdida reside una posibilidad de autocreación. El verbo
griego poiein nos lleva a otro derivado que es la poesía. Esto encuentra los inevitables
puntos de conexión entre la pérdida, la dimensión espiritual y el arte.

Mirar y crecer: mirada evolutiva

Todas las personas estamos sujetas, de manera casi continua, a cambio, desarrollo o
evolución. En la dinámica del crecimiento, las crisis originadas cuando perdemos son
parte de un estado nuevo o de una nueva síntesis de nuestras vidas.

MIRANDO LAS COSAS QUE TUVIMOS QUE PERDER PARA CRECER

COMPRENDEMOS QUE ES POSIBLE CRECER DESDE UNA NUEVA PÉRDIDA.

Mirando las cosas que tuvimos que perder para crecer comprendemos que es posible
crecer desde una nueva pérdida. Desde un enfoque de desarrollo evolutivo en que la
identidad se fragua en la dinámica de crisis, las pérdidas amenazan el sentido de
identidad, pero no lo rompen. El que se rompa es quizá uno de los miedos más
comunes en el tiempo del duelo. Miedo que se expresa de modo sencillo con preguntas
como ¿Qué voy a hacer ahora? o ¿qué va a ser de mí?. Se presenta además, con la
sensación de no poder superar el duelo o de que este va a ser demasiado para uno
mismo.

Las pérdidas son parte de la vida, del ciclo vital. Esta afirmación es fenoménica, tiende a
considerar el hecho como algo que hay que aceptar del mismo modo como se aceptan los
bienes pero, como Neimeyer señala, son parte de nuestra identidad las que hemos vivido
y nos hacen ser quienes somos

La mirada defensiva y la mirada evolutiva

En realidad, aceptar que hemos perdido, elaborar este hecho, recuperarse, forman parte
de un punto de vista negativo de las pérdidas que podemos llamar defensivo. Erls
Footman, en la revista «Mortality», señaló que todas las teorías sobre el duelo y las
prácticas no dejan de ser una manera de tratar de devaluar la pérdida como si ésta fuera
una amenaza de la que defenderse en general.

¿Es posible abrir un enfoque no defensivo? La respuesta es afirmativa. Es posible,


contemplar con ojos que nos ayuden a ver la pérdida como algo que no es
negativo, ni positivo sino que está en la dinámica del crecimiento de modo que sin
crisis no se puede crecer. En apoyo de esta afirmación encontramos a Erikson.
Presenta él un modelo de desarrollo de la personalidad en el que la persona va
adquiriendo una serie de logros o bien deja de adquirirlos y se estanca. La cuestión que
nos ocupa aquí es que la identidad necesita ser puesta en crisis antes de cambiar de
estadio de desarrollo. En el proceso de la crisis se suele poner en cuestión el logro más
preciado del estadio anterior. La resolución de cada etapa acarrea una pérdida,
podríamos decir de ese logro anterior pero, de este modo, las personas vamos
avanzando.
La crisis para Erikson es la antesala de una pérdida que pide ser asumida para
poder avanzar como si para crecer hubiera que decrecer al mismo tiempo. La
pérdida evolutiva es parte del crecimiento. Es cierto que solo hablamos de un tipo de
pérdida pero se entiende, desde Erikson, que si esto es así como dinámica de
crecimiento, es posible asumir las otras pérdidas del mismo modo.

Teoría de los estados de identidad

Un continuador de la obra de Erikson es James Marcia. Centrándose en la etapa de


adolescencia, Marcia buscó la forma de comprobar y ampliar el pensamiento de Erikson.
Marcia expone el papel de las crisis en el crecimiento desde la necesidad del ser humano
de explorar. Su teoría de los estados de identidad muestra cuatro maneras diferentes de
afrontar las crisis:

LA TEORÍA DE LOS ESTADOS DE IDENTIDAD DE MARCIA DEJA CAER QUE SE

PUEDE VIVIR LA CONEXIÓN CON LA PROPIA IDENTIDAD DE VARIAS MANERAS SIN

NECESIDAD DE CONTEMPLAR LA PÉRDIDA.

1. Demorar las crisis, ignorando sus llamadas de atención.


2. Resolverlas de prisa, dejando su resolución en manos de otros.
3. Eternizarnos en ellas o bien.
4. Transitar con consciencia por ellas.

Estas cuatros formas dan lugar a cuatro estados de identidad. Estos diferentes modos de
construirse son modos diversos de afrontar ese tipo de crisis de crecimiento que viene
con el duelo. Cuatro formas diferentes de vivir el duelo por tanto.

Los ritos de paso, ayudan a que la persona dé carta de naturaleza a la crisis y se


encamine a una resolución personalizada. La teoría de los estados de identidad de Marcia
deja caer que se puede vivir la conexión con la propia identidad de varias maneras sin
necesidad de contemplar la pérdida. En este sentido Erikson es mucho más tajante: si
no se pierde lo ganado, o se pone en riesgo de perderlo, no se produce crecimiento
sino estancamiento. Por eso, Erikson hablará de los ritos de paso y del origen del rito
como algo que sirve al crecimiento de la persona.

El acompañamiento en duelo

El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estas cansado,
comer cuando tienes hambre, estornudar cuando te pica la nariz. Es la manera en que la
naturaleza sana un corazón roto.”

Doug Manning. No me quites mi duelo.


En principio, el duelo no es una enfermedad ni un trastorno. Es un proceso vital –
estresante, en muchos casos— por el que pasamos todos los seres humanos. Cuando
una persona entra en duelo sufre una serie de desajustes (por ejemplo, cuando una
persona coge un virus, se empieza a descompensar en todos los niveles). El duelo
provoca un desequilibrio psicoemocional que afecta a todas las funciones cognitivas
superiores (percepción, lenguaje, memoria), que requiere de un proceso de nuevo
equilibrio. A eso se le llama duelo: búsquedas del equilibrio que se rompe tras la
ruptura/muerte de un ser querido. Si no se consigue, el duelo se complica e, incluso, se
puede patologizar. Pero esto último solo sucede cuando hay un trastorno previo.

duelo
Búsqueda del equilibrio que se rompe tras la ruptura/muerte de un ser querido.

El duelo es algo normal. Es la respuesta emotiva a la pérdida de algo o de alguien


significativo. Cada desapego provoca una serie de reacciones o sentimientos, que nos
hacen pasar por un proceso que llamamos duelo. Es una experiencia global que afecta a
la persona en su totalidad: en sus aspectos psicológicos, emotivos, mentales, sociales
(redes de apoyo), físicos y espirituales.

La expresión del duelo dependerá de las normas y expectativas culturales, y de las


circunstancias de la pérdida. Dependiendo del país de origen de la persona (por ejemplo,
inmigrantes) y de la forma de vivirlo, se tratará de una manera u otra.

Diferencia entre duelo y luto

En ninguna otra situación como en la del duelo el dolor producido es total: es un dolor
biológico (duele el cuerpo); psicológico (duele la personalidad); social (duele la sociedad y
su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la
pérdida de un ser querido el pasado, el presente y, especialmente, el futuro. Toda la vida
en su conjunto, duele (J. Montoya Carrasquilla).

Duelo Luto

Manifestaciones externas de esa


vivencia que me ha provocado la
pérdida: ritos, costumbres, ropa negra.
Una experiencia psicoemocional.
Manifestación pública del duelo o la
expresión social del comportamiento y
las practicas posteriores de la pérdida

Manifestaciones del duelo

No se debe utilizar nunca los términos «normal» o «no normal», sino «propio», «legítimo».
Todos los duelos se viven de una forma distinta. A continuación te entregamos
recomendaciones para lidiar con las distintas manifestaciones del duelo.
La actividad del duelo

Hay dos grandes perspectivas teóricas:

1. Teorías tradicionales: lo muestran de forma pasiva. Presentan el proceso del


duelo en etapas o fases.
2. Teorías constructivistas: presentan el duelo como un trabajo activo de
construcción de nuevos significados (hay que volver a reconstruir, y siempre se
hace con trabajo y esfuerzo). El doliente tiene que hacer determinadas tareas para
salir de esa situación.
En los siguientes apartados se tomarán ambas perspectivas y veremos cuáles son, por
una parte las fases en las que se divide el duelo y, por otra, las tareas que tiene que
realizar una persona que atraviesa este proceso. Además, revisaremos recomendaciones
para prestarles ayuda.

Fases del duelo

Se denominan «fases» a los diferentes estados psicoemocionales que el doliente puede ir


experimentando en su proceso de duelo. Este pasará por todas las etapas o solo por
alguna de ellos. Esto hay que tenerlo claro para explicárselo al doliente.

Bowlby (1980) habla de cuatro fases:

 1. Impacto y aturdimiento/shock

Duración: Puede durar un momento o varios días y la persona que experimenta el


duelo puede recaer en esta fase varias veces a lo largo del proceso del duelo.

Características: no se es consciente de la realidad de la muerte no se reacciona


emocionalmente a la pérdida. Sensación de caos, falta de manejo de su vida y
decisiones. Desconsuelo y llanto continuado. Es la fase temprana de intensa
desesperación, caracterizada por el aturdimiento, la negación, la rabia y la no
aceptación.

Intervención: En esta fase no se interviene, porque no es el momento. No tienen


capacidad de procesar, de ir asimilando nada. Si ha habido «duelo anticipado», el
duelo por la muerte es más «light», pero el duelo es inevitable.

 2. Búsqueda y anhelo

Duración puede durar varios meses e incluso años de una forma atenuada.

Características: Ya hay conciencia de la muerte. Han desaparecido los


mecanismos defensivos. Te enfrentas a la ausencia de la persona fallecida. El
soporte social ha desaparecido. Dilema: por una parte se entiende que el ser
querido ha muerto, y por otra no se puede evitar caer en la ilusión de vuelta y en
comportamientos de búsqueda, esperando el reencuentro. Es un período de
intensa añoranza y de búsqueda de la persona fallecida, caracterizada por
inquietud física y pensamientos permanentes sobre el fallecido). Esta fase la
encontramos muchos en comentarios como: «abro la puerta de su habitación para
verle.. y no está». Momentos de toma de conciencia muy dolorosos. Los viven con
angustia y tristeza.

Intervención: En un principio los vamos a respetar y y validar, porque forman


parte del proceso.

 3. Desorientación y desorganización

Duración : Es la fase más larga.

Características: señales de desorden físico y mental. Antes el fracaso de


recuperar al ser fallecido, la idea de no-vuelta va tomando consistencia, por lo que
el doliente va entrando en un estado emocional de tristeza y desesperanza.
Aparecen la desmotivación y la falta de confianza en poder organizar la propia vida
sin el ser querido. (La realidad de la pérdida comienza a establecerse, la
sensación de sentirse arrastrado por los acontecimientos es la dominante y la
persona en duelo parece desarraigada, apática e indiferente, suele padecer
insomnio, experimentar pérdida de peso y sensación de que la vida ha perdido
sentido. La persona en duelo revive continuamente los recuerdos del fallecido, la
aceptación de que los recuerdos son sólo eso, provocan una sensación de
desconsuelo).

 4. Reorganización

Se va construyendo un nuevo sentido de identidad, un cambio mental de rol; por


ejemplo, de esposa a viuda. No se consigue llegar a esta redefinición de uno
mismo si no se ha asimilado la realidad de la muerte y la consiguiente renuncia a
seguir esperando la vuela del fallecido. Es una etapa de reorganización en la que
empieza a remitir los aspectos más dolorosamente agudos del duelo y el individuo
empieza a experimentar la sensación combinada de alegría y tristeza y se
internaliza la imagen de la persona pérdida).

Tareas del duelo

«El duelo es un proceso activo. Después de sufrir una pérdida hay ciertas

tareas que se deben realizar para establecer el equilibrio y para completar el proceso de

duelo.»
William Worden

El trabajo de duelo es el esfuerzo y la fatiga necesarios para elaborar los sentimientos


ligados a la pérdida de una persona o realidad significativa. Es elaborar el duelo. Este
proceso es siempre doloroso y fatigoso.

Las tareas que se deben realizar en este trabajo son:

 Aceptar la realidad de la pérdida (muerte)

Afrontar el hecho de que la persona ya no está. Worden distingue entre dos tipos
de aceptación:

o Aceptación intelectual: conocimiento que se tiene de una muerte o


pérdida.
o Aceptación emocional: va más allá del hecho de ser consciente de que
alguien se ha ido, siendo necesario reconocer y vivir las emociones que
han generado la pérdida. Reconciliarse con lo negativo y tomar conciencia
de lo positivo. Llegar a poder decir: «siento su presencia, porque forma
parte de mi, pero no necesito aferrarme su ropa», es decir, se renuncia a la
esperanza de recuperar a la persona perdida y restablecer la situación
previa.
 Dar expresión a los sentimientos

La pérdida puede evocar sentimientos muy dolorosos: pena, culpa, rabia,


indefensión. Saca todos los sentimientos que te ha provocado esta muerte. No te
quedes con nada. Para poder trabajar las emociones que surgen durante el
periodo de duelo, es necesario que la persona sea consciente de qué emociones
está experimentando y permitirse sentirlas.

o La pena aparece inmediatamente y su expresión es el llanto.


o Rabia hacia la persona que se ha perdido. Rabia hacia otras personas
implicadas. Rabia hacia uno mismo.
o Explorar la posibilidad de ideas de suicidio: la persona se ha planteado que
no vale la pena seguir viviendo. Ha pensado en hacer algo para quitarse la
vida, ha pensado en la forma, ha hecho planes concretos y lo ha intentado.
o A veces todo lo que se expresan son sentimientos negativos hacia el
difunto, protegiendo al doliente de la pena profunda que supondría
reconocer que la pérdida fue importante para él.
o Culpa por las emociones experimentadas. Insuficientemente afectado.
Sentimientos de alivio hacia el fallecido. ¿Qué hacer cuando hay
responsabilidad real en la pérdida? Aprender a perdonarse y realizar tareas
de reparación. La culpa se suele organizar sobre formulaciones del tipo «
¿Y sí..?» «Si no le hubiera pedido que viniera». Puede ser útil preguntar
cuales son las opciones reales que hubo y por qué en aquel momento
eligió aquella.
 Adaptarse al ambiente en el que el difunto no está

Worden habla de tres áreas de adaptación:

o Adaptaciones externas: cómo influye la pérdida en el día a día de la


persona, es decir, qué roles desempeñaba.
o Adaptaciones internas: cómo influye la pérdida en la imagen que la
persona tiene de sí misma, en su sensación de eficacia personal.
o Adaptaciones espirituales: cómo influye la pérdida en las creencias,
valores y los supuestos sobre el mundo que tiene la persona.
Emancipaciones emocionales de las uniones de apego con el difunto.
Presencia de la ausencia. Visualización del difunto como realmente fue.
Recuerdo.
 Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo

Reconstruir y recuperar su confianza en un mundo imprevisible. Confirmar su


identidad personal y recuperar la confianza en sí mismo. Debemos encontrar
maneras de recordar a los seres queridos que han fallecido llevándolos con
nosotros, pero sin que ello nos impida seguir viviendo (me puedo abrir al mundo).

Dar ayuda en el proceso de duelo

Acompañar significa honrar el espíritu, no sólo centrarse en el intelecto. Acompañar


significa caminar a su lado, no dirigir sus pasos. Acompañar significar descubrir el regalo
del silencio, no llenar cada momento difícil con palabras. Acompañar significa escuchar
con el corazón, no analizar con el cerebro. Acompañar significa estar presente ante el
dolor del otro, no robarles su dolor (D. Wolfelt).

Se deberá buscar ayuda profesional cuando nos encontremos con alguna de las
siguientes situaciones:

 Pensamientos de suicidio.  Síntomas físicos.


 Intensos sentimientos de culpa.  Rabia incontrolada.
 Desesperación extrema.  Dificultad continuadas de funcionamiento.
 Cuadro psicótico.  Abuso de sustancias.

Señales de recuperación:

 Recupera interés por la vida. Nuevas gratificaciones. Nuevos roles.


 Capacidad para recordar y hablar del fallecido sin llanto y angustia intensa.
 El dolor intenso es sustituido por el recuerdo afectuoso y tranquilo del pasado.

Factores en la elaboración del duelo

La elaboración del duelo será diferente para cada persona. Esta dependerá de los
siguientes factores:

1. Relación con el difunto: no de parentesco, aunque suele ir ligada, pero si del


vínculo.
2. Características del sujeto doliente: mecanismo de afrontamiento/evitación,
tolerancia al sufrimiento, entre otras.
3. Contexto de la muerte: en casa, atropellado.
4. Tipo de muerte: natural, súbita, suicidio.
5. Edad del difunto: las muertes antes de tiempo de niños y jóvenes dificultan el
duelo.
6. Duelosprevios: sensibilizan a las personas que están en duelo. Sensación de
«ahora que estaba mejor, otra vez..». Aunque el duelo anterior lo tenga ya
resuelto, es otro golpe.

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