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En la era virtual, los mensajes a través de la red han desplazado a las cartas perfumadas, dando
pauta a relaciones que no pocas veces terminan en drama porque alguno de los cibernautas
engañó al otro, provocó un divorcio, una ruptura familiar, o en el extremo de los casos, lo hizo
En esas relaciones a ciegas transitan a diario millones de personas alrededor del mundo,
desarrollando en un plano inconsciente un rápido sentimiento de intimidad que lleva a otro,
igualmente veloz, de necesidad mutua; de ahí al enamoramiento hay sólo un "click" del ratón.
Esther Gwinnell, psiquiatra de Portland, identifica en su libro "El amor en Internet" , los pasos que
sigue habitualmente un ciberidilio.
Empieza con la comunicación casual; a continuación una persona del chat manifiesta interés por
lo que dice otra; posteriormente ambas intercambian mensajes públicos dentro del grupo de
conversación. Esto conduce a los canales privados; ganada la confianza mutua, los mensajes se
vuelven más personales, largos y comprometidos.
Con el ánimo activado, continúa Gwinnell, uno de los comunicantes empieza a utilizar
expresiones cariñosas, mientras el otro sigue la pauta. Muy pronto los mensajes se hacen más
frecuentes.
"Es emocionante e interesante abrir el buzón de correo electrónico. Cuanto más mensajes
enviamos y recibimos, más deseamos recibir otros mensajes, y más placer sentimos cuando los
vemos aparecer en la pantalla de la computadora" , afirma.
Las fantasías se intensifican y se hacen más significativas para la vida emocional. Algunas
personas pueden pasar entre seis y 10 horas intercambiando mensajes con su amante virtual.
Pero qué tan auténtico puede ser un sentimiento cuando no hay intercambio de miradas o
sonidos de la voz que sirven para conocer mejor a la pareja e identificar su estado de ánimo.
De acuerdo con Luis Ferrer Ibalsebre, jefe del Servicio de psiquiatría del complejo Hospitalario de
La Coruña, España, en la vida diaria, cuando ves la cara de tu enamorado el corazón da un
vuelco, su voz al teléfono es fascinante y te acelera el ritmo cardíaco.
Los amantes en un ciberidilio tienen también algunas de esas sensaciones. Cuando reciben un
aviso de correo el corazón también se sobresalta y se entusiasman.
Ferrer Ibalsebre comenta que estadísticamente parece que son las mujeres de mediana edad y
las personas (hombres y mujeres) que se encuentran desocupadas las que tienen mayores
posibilidades de verse envueltas en ciberidilios.
Sin embargo, para otros expertos las relaciones amorosas que surgen de los contactos virtuales
sólo pueden ser "platónicas" por la imposibilidad de culminar el sentimiento amoroso, al menos en
"Hay como una natural disposición para aceptar el flirteo o desarrollar al seductor o seductora que
todos llevamos dentro. El sentimiento se desarrolla con enorme facilidad porque no existe la
intrusión del cuerpo, del gesto de la palabra, que muchas veces crean distancia" , asegura.
El especialista añade: "en este espacio virtual abierto a las relaciones humanas cada uno
construye la imagen de lo que le gustaría ser y no describe lo que realmente es. Este espejo
deformado ayuda para que la pareja potencial, al otro lado de la red, sueñe con haber encontrado
algo cercano al ideal de pareja" .
Asimismo, señala que esa situación es engañosa, porque no se puede pasar de la relación virtual
a la real sin evidenciar la realidad de cada uno. Allí empieza a desarmarse todo lo construido y,
aunque no es la norma, es lo más frecuente.
Pero el Internet, con la facilidad de recibir y enviar e-mails y hablar por "chat" no sólo se ha
convertido en el recurso más fácil para salir de la soledad, sino también en una fuente para
acercarse a las personas y desarrollar sentimientos. "En esta dinámica el amor, los celos y la
infidelidad no pueden estar ausentes" , concluye Echegaray.
En resumen el amor en la red puede tener efectos severos en el ámbito emocional de la persona,
producir celos por infidelidad, hacerles sentir el amor como vivencia y ser la causa de
separaciones, pero también, como en la mayoría de los casos, sólo puede tratarse de una ilusión
gratuita. Allá cada quien y su ciber-conciencia.
Fuentes: El Universal