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Desde niño escuché que los números siempre han estado presentes en el proceso de la
comunicación humana y que también forman parte de su lenguaje. A medida que mis
estudios fueron avanzando, los números se hacían presentes y corroboraba todo lo que en
un principio me habían dicho sobre el lenguaje matemático y sus implicaciones en nuestra
realidad.
“Dios habla a través de los números”, es una frase que se le endilga a Platón, filósofo
griego que quiso explicar el lenguaje de los números en el universo que nos rodea. De todos
los lenguajes que ha creado el ser humano para percibir, analizar, detallar, interpretar,
comprender, explicar y transmitir ideas y saberes, el lenguaje de los números es el que
cuenta con los significados más exactos y las normas de composición más rigurosas.
Los números, a manera de ejemplo, hablan de muchas cosas. A través de los estudios de
investigación cuantitativa, con el uso de la estadística inferencial y la informática, facilitan
la interpretación de fenómenos y proyectan sus implicaciones al resto de una población
conformada por elementos particulares, según de qué se trate la investigación en cuestión.
Un ejemplo de lo señalado estriba en estudios de investigación que, una vez analizados e
interpretados los datos, señalan que la primera estimación de la carga mundial de las
enfermedades de transmisión alimentaria muestra que 1 de cada 10 personas enferman
cada año por la ingesta de alimentos contaminados y 420 mil mueren como consecuencia
de estas enfermedades.
Sin duda alguna que los números arrojados en dichas investigaciones nos advierten sobre el
riesgo de consumir alimentos contaminados y más allá de esos datos, infieren que la
contaminación, en términos generales, está afectando las fuentes de alimentos en el planeta,
como en el caso de los océanos, ríos y lagos como fuentes proveedoras de carnes blancas
que se están contaminando por las actividades industriales, el vertido de fluidos tóxicos en
sus aguas y la actividad minera que impregna de mercurio las afluentes de los ríos, entre
otras razones más.
Por otra parte, ¿no demuestran los números que el tabaco es malo para la salud? Desde
luego que sí. Sin embargo, eso no impide que sigamos fumando. Igualmente pasa con
actividades que son nocivas para nuestra salud, como el consumo de alimentos conocidos
como chatarra y el peligro que acecha cuando consumimos este tipo de alimentos en la vía
pública, pues generalmente quienes los preparan y los lugares en que los exponen, no
guardan normas mínimas higiénicas para la manipulación de alimentos y aún así, nos
encanta este tipo de alimentos y más aún, ingerirlos en esos lugares.
El universo, según Galileo Galilei, está escrito en lengua matemática. Este sabio también
expresó que sus símbolos representan triángulos, círculos, figuras geométricas sin las
cuales resulta imposible entender ni una palabra del lenguaje de la ciencia. Para el hombre
moderno, los números son como el fuego para los antiguos. Esquilo, con su mirada de
águila, descubrió su importancia, al colocar la invención del lenguaje numérico en un rango
superior a la domesticación de los animales, postulado que Prometeo atestiguó cuando con
sus palabras cuando dijo que por los hombres inventó los números, ciencia entre todas
eminente.
Desde mi punto de vista, los números valen tanto o más por lo que educan, que por su
carácter educativo, por lo que forman, en cuanto factores civilizadores o palancas del
pensamiento, que por los resultados a que los conducen. Los números son los maestros de
la humanidad, pues develan la inteligencia humana, además de que han logrado elevarla al
máximo grado de poderío y de abstracción de nuestros días.
Nuevamente surgen otras ideas en mi mente, pienso sobre la relación de los números con
las guerras que la humanidad ha librado en toda su historia, con los desastres naturales, en
ocasiones causados por la intervención del hombre en la naturaleza, en la extinción de
animales salvajes, en la destrucción de millones de hectáreas para saciar las necesidades de
consumo de la sociedad moderna, en fin, en tantos otros puntos en que los números, como
lenguaje de la ciencia, nos habla, en oportunidades con voces de advertencia o de reflexión.
Todos estos resultados son indicios de que es preciso asumir una postura filosófica y
pedagógica que permita consolidar las bases sobre las cuales se formará al estudiante, a
través del uso de la matemática en la vida y en su desarrollo integral. Los estudiantes de
esta época, llamada sociedad del conocimiento, requieren comprender los descubrimientos
matemáticos previos a partir de los cuales se generó esta disciplina; así como también
descubrir y describir sus propias ideas matemáticas adquiridas en su vida cotidiana y
muchas veces ignoradas en el proceso educativo.
Si los números hablan para expresar conocimientos creados por la ciencia, hay que estar
muy pendientes de esas voces que no tienen tono ni sonido, pero que las podemos escuchar
a través de su lectura.