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INICIACIÓN CRISTIANA DE ADULTOS

SUMARIO: I. Introducción: 1. El término "iniciación": 2. Teología bíblica y


litúrgica del nexo entre estos tres sacramentos - II. El desarrollo histórico de la
iniciación cristiana: 1. Del s. I al V: a) La época apostólica, b) Del s. II al V; 2. Del
s, VI al X; 3. Del s. X al Vat. II - III. La iniciación en Oriente - IV. El ritual del Vat.
II: 1. La iniciación cristiana de los adultos (O1CA); 2. La iniciación cristiana de los
niños (OBP) - V. La eucaristía como sacramento de la iniciación - VI. Catequesis y
pastoral litúrgica.

I. Introducción

1. EL TÉRMINO "INICIACIÓN". Hoy el término iniciación no nos resulta ya


habitual. Nos remite instintivamente a las religiones mistéricas de la época
helenística, por ejemplo al culto de Mitra, casi contemporáneo de la entrada del
cristianismo en Roma. Esto no significa que la iglesia de Roma haya copiado los
ritos paganos para construir su iniciación. Ciertas semejanzas y ciertos simbolismos
—piénsese en el bautismo con agua— son connaturales a toda cultura para expresar
la purificación.

En realidad, la iniciación cristiana se refiere a las etapas indispensables para entrar


en la comunidad eclesial y en su culto en espíritu y verdad. Sin querer exagerar el
sentido de la disciplina llamada del arcano, no se puede olvidar que, en la iglesia
primitiva, los ritos de iniciación eran secretos. Las catequesis de los padres nos
demuestran que la explicación particularizada de los ritos tenía lugar cuando los
catecúmenos habían hecho ya la experiencia vital de los sacramentos de la
iniciación. Esta catequesis era especialmente mistagógica.

Iniciación significa también comienzo, entrada en una vida nueva, justamente la del
hombre nuevo en el seno de la iglesia. Como en toda vida, también aquí se tiene un
progreso con etapas, que en este caso están representadas por los sacramentos de la
iniciación. Ninguno de ellos permanece cerrado en sí mismo, sino que está abierto a
la secuencia de un crecimiento dinámico hacia una perfección más profunda. Se
equivocaría aquella catequesis que los presentase a cada uno aislado, como una cosa
que, una vez recibida, está definitivamente cerrada y pasada. Si el bautismo y la
confirmación se reciben una sola vez, la eucaristía, que fue instituida para ser
continuamente repetida, renueva cada vez lo que se dio con los dos primeros
sacramentos.

La antigua tradición de la iglesia vivió esta iniciación a los tres sacramentos


precisamente como iniciación a los tres juntos: se conferían en una única
celebración, incluso a los niños. La sucesión de los tres ritos se nos describe desde
el s. II en un texto ya clásico de Tertuliano: "Se lava el cuerpo para que sea
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purificada el alma; se unge el cuerpo para que sea consagrada el alma; se signa el
cuerpo [con el signo de la cruz] para que sea fortalecida el alma; se cubre con la
sombra el cuerpo [por la imposición de las manos] para que sea iluminada el alma
por el Espíritu Santo; se nutre el cuerpo con el cuerpo y la sangre de Cristo para que
se nutra de Dios el alma.

El n. 2 de la Introducción general contenida en el Ritual del Bautismo de Niños (=


RBN) y en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), al que remitimos,
se propone cabalmente esclarecer el sentido de la iniciación cristiana, y une entre sí
los tres sacramentos que ésta comprende: bautismo, confirmación, eucaristía.
Aunque, por motivos históricos o pastorales, en la iglesia latina no se continuó
confiriendo estos tres sacramentos durante la misma celebración (cuando se trataba
de niños), la catequesis de uno de ellos requiere siempre que haya referencia a los
otros dos, que le están estrechamente vinculados. Por tanto, la iniciación cristiana se
presenta como un sacramento que comprende tres etapas sacramentales.

2. TEOLOGÍA BÍBLICA Y LITÚRGICA DEL NEXO ENTRE ESTOS TRES


SACRAMENTOS. Para estudiar el vínculo que enlaza estos tres sacramentos de la
iniciación, el modo mejor no es, aunque se use frecuentemente, el que parte del
análisis de los efectos, sino más bien el que tiene presente la acción del Espíritu en
la historia de la salvación y el designio de Dios para la restauración de la alianza.

El Espíritu está tipológicamente presente desde la creación del mundo en unidad. La


creación se presenta ya como el signo del amor de Dios y de la alianza, como signo
de unidad: unidad entre las criaturas infrahumanas; unidad entre el hombre y estas
criaturas, que obedecen a la voluntad de Dios y le tributan alabanza a través de la
mediación del hombre; unidad del hombre consigo mismo, siendo su cuerpo como
la traducción del alma; unidad del hombre con Dios, hasta el punto de ser su
imagen'. La intervención del pecado destruye esta unidad y es el origen de la
división, de forma que Orígenes concluye: "Ubi peccatum, ibi multitudo': Pero el
AT no se cansa de mostrarnos a Dios comprometido en restablecer la alianza y la
unidad del mundo. Como estaba presente en la creación del mundo en unidad, el
Espíritu Santo prosigue su actividad en la recreación del mundo a través de los
patriarcas y los líderes del pueblo de Dios: jueces, reyes y profetas Tras el fracaso
de estos innumerables intentos de alianza y de reconstrucción, el Espíritu no
interrumpe su acción, antes bien es él quien provoca en María la encarnación del
Verbo eterno (Le 1,26-38). La encarnación del Verbo eterno en una existencia
según la carne, tal como ven las cosas los padres y en particular san León Magno '
encuentra especial correspondencia en los sacramentos, y sobre todo en el bautismo,
en el que se constata la acción del Espíritu en la fuente bautismal, sepulcro y útero
que nos engendra a la vida según Dios.

El verbo de Dios desciende a la existencia según la carne, y nosotros somos


elevados a la vida divina como hijos de adopción. Como Cristo desde su nacimiento
en la carne, también nosotros, desde nuestro nacimiento según Dios, poseemos la
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cualidad de profeta, rey y sacerdote, como bien expresa la oración que acompaña a
la unción posbautismal (OBP 62 [RBN 129]). Pero el Espíritu sigue obrando en la
vida terrena de Cristo: en el bautismo en el Jordán y en la transfiguración. La voz
del Padre, en presencia del Espíritu, designa oficialmente a Jesús como "aquel en
quien se complace", como profeta, rey y sacerdote (Mt 3,13ss; Mc 1,9-11; Lc 3,21-
22). Después de haber recibido el propio ser-hombre, Jesús recibe el
propio obrar. Efectivamente, Cristo comienza anunciando la salvación con la
palabra y con los milagros, y la realizará en el misterio pascual. En sintonía con la
tradición testimoniada por muchísimos padres, podemos afirmar que en la
confirmación también nosotros recibimos, después del ser según Dios (bautismo),
el obrar según su voluntad; es decir, somos designados para anunciar con nuestro
testimonio, y sobre todo con la celebración de la eucaristía —que es la actualización
del misterio pascual—, la muerte y la resurrección de Cristo, la reconstrucción del
mundo inaugurada por el Espíritu el día de pentecostés con la constitución de la
iglesia. Estas consideraciones permiten comprender fácilmente cuán íntimamente
vinculados entre sí están los tres sacramentos de la iniciación.

II. El desarrollo histórico de la iniciación cristiana

1. DEI. S. 1 AL V. a) La época apostólica. Esta época nos ofrece pocos datos


precisos sobre la iniciación; no hay ninguna descripción de una organización que se
refiera a la preparación para los tres sacramentos; sabemos, sin embargo, que toda
la predicación de los apóstoles tiene como fin la fe y el bautismo (Mt 28,19-20; Mc
16,15-16; He 2,14-36; 8,12-36; 10,34-43; 16,1314; 18,5; 19,4-5). El bautismo entra
obviamente en la enseñanza de los apóstoles, que lo distinguen del de Juan (Mt
3,11; Mc 1,8; Lc 3,16; Jn 1,33; He 19,1-5). El bautismo de Juan es un rito de
conversión (Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn 1,32-34); pero Cristo, al
recibirlo, lo transformó de rito de purificación en don de la vida nueva (Jn 3,5-6).
En cuanto a los ritos, el evangelio de Mateo, aun sin darnos la que será
la fórmula, dice que el objeto del bautismo es la fe y la inserción en el Padre, en el
Hijo y en el Espíritu (Mt 28,19-20); los Hechos, por el contrario, nos describen
mejor el rito bautismal (2,38-41) [-> Bautismo, II, 5]. En cuanto a
la confirmación, al leer el NT debemos olvidar nuestra mentalidad contemporánea.
Se tiene, en efecto, la impresión de que el Espíritu viene dado, sea directamente,
como en el caso de Cornelio (He 10,44), sea a través de la imposición de las manos
acompañada de una oración (He 8,5-25; 19,1-6). En los Hechos también se
menciona un caso (el de los samaritanos) de una imposición de las manos
netamente distinta del bautismo (8,15). La carta a los Hebreos tiene tendencia a
distinguir el bautismo de la confirmación (6,1-2). Sin embargo, Pablo no habla
nunca de una imposición de las manos después del bautismo, poniendo el don del
Espíritu dentro del mismo bautismo'.

b) Del s. II al v. En los escritos de Justino —estamos en el año 150 constatamos que


para administrar el bautismo son necesarios dos elementos: la catequesis y, cuando
el bautismo está ya cercano, la oración y el ayuno. Este ayuno estaba probablemente
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prescrito para el miércoles y el viernes, como atestigua la Didajé. En cuanto a la
instrucción prebautismal, tenía por fin la fe y sus consecuencias morales'. Sin
embargo, ni Justino ni la Didajé ofrecen elementos precisos sobre el rito bautismal,
y mucho menos sobre la confirmación.

Ireneo de Lyon, en sus libros Contra los herejes, sólo tiene algunas referencias
alusivas al bautismo; pero se hace más explícito en la Demostración
apostólica: aquí podemos formarnos una idea del contenido de una catequesis y de
una preparación bautismal, pero sólo parcialmente; tratándose de una catequesis
mistagógica, se refiere más bien al momento posbautismal. Quizá es exagerado
querer encontrar en esta obra una fórmula bautismal "en el nombre del Padre y en el
nombre de Jesucristo y en el nombre del Espíritu Hablando del Espíritu, en
el Adversus haereses, Ireneo usa a menudo el término perfección. Mientras que para
Ireneo no se puede afirmar una explícita referencia del término a la confirmación,
Ambrosio de Milán lo usa justamente en referencia a ésta.

En el s, III el tiempo de preparación al bautismo tiene una organización propia; en


efecto, los catecúmenos se preparan al mismo generalmente en el espacio de tres
años: nos lo atestigua Hipólito de Roma en su Tradición apostólica. Tertuliano
exhorta a los catecúmenos a prepararse al bautismo "con oraciones asiduas, ayunos,
postraciones y vigilias". Distingue netamente el bautismo con el agua del don del
Espíritu que se recibe con la imposición de la mano; de suerte que en el bautismo
parece ver sólo el efecto negativo, la remisión de los pecados,ya que el Espíritu
viene dado con la imposición de la mano Cipriano explicita ulteriormente la
separación entre bautismo y don del Espíritu en la confirmación " y se remite a los
Hechos, definiendo los efectos de la confirmación con el
término consummatio'". Orígenes concibe el catecumenado como una entrada en la
fe a través de una catequesis que presente un breve compendio de la fe: en ella se
expone el misterio cristiano en sus elementos esenciales; conservamos muchas
homilías en las que Orígenes exhorta a los catecúmenos a la penitencia. Describe
los ritos bautismales, que conoce bastante bien.

Pero si hasta aquí estamos en condiciones de conocer la iniciación cristiana sólo a


través de alusiones más o menos explícitas, con la Tradición apostólica de Hipólito
entramos en conocimiento de numerosos detalles sobre el catecumenado, el
bautismo, la confirmación y la eucaristía. Aquí nos limitaremos al catecumenado.
Lo que describe Hipólito sirve de base para el desarrollo ulterior, pero no se puede
afirmar que sus descripciones reproduzcan "absolutamente el uso romano"''. Para
entrar en el catecumenado, el candidato es sometido a un severo examen; debe
responder a preguntas precisas sobre la moralidad, la profesión, etc. Luego, durante
tres años, los catecúmenos reciben las instrucciones de los catequistas, incluso
laicos, los cuales les imponen las manos después de la catequesis o en aquellos
momentos de crisis por los que pueden pasar los catecúmenos.

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Al término de este período, y tras un nuevo examen, se decide la admisión del
catecúmeno a la preparación inmediata a los tres sacramentos de la iniciación ". Se
tienen así dos clases de catecúmenos, la segunda de las cuales comprende aquellos
que, ya cercanos a los sacramentos, son admitidos a escuchar el evangelio. Más
tarde se llamará a éstos electi, mientras que en Africa, Galia y España se les
llamará competentes (= cum petere, correr juntos). A partir de este momento,
los electi reciben cada día un exorcismo, antes de la noche de pascua, y ayunan el
viernes santo. El sábado santo los reúne el obispo, ordenándoles que ayunen y oren
de rodillas; luego les impone la mano para el exorcismo y, después de haberles
soplado en la cara y haber trazado la señal de la cruz en su frente, oídos y narices,
les mandará levantarse. Durante toda la noche los catecúmenos velan en oración,
escuchando las lecturas y las catequesis. Al canto del gallo se ora sobre el agua, y a
continuación tiene lugar el bautismo, luego la confirmación y por último la
celebración eucarística, en la que participan por primera vez los neoiniciados. La
sustancia de este rito" durará hasta hoy y recibirá un importante desarrollo.

2. DEL s. VI Al X. En este período poseemos dos importantes fuentes sobre la


iniciación cristiana en Roma. La primera es una carta que el diácono Juan —quizá
el futuro papa Juan I (523-526) — escribe a Senario, funcionario de Rávena,
respondiendo a la petición de una exposición sobre el tema. La otra es
el sacramentario Gelasiano, que contiene, además de los textos para la iniciación,
también algunas indicaciones rituales. Va unido al Gelasiano un texto que es una
adaptación suya y contemporáneo del mismo: el Ordo romanus XI.

a) La carta del diácono Juan a Senario no sólo enumera los ritos, sino que intenta
dar una interpretación de los mismos: de ahí su gran importancia. En esta carta se
describen con particular atención los ritos del catecumenado. Encontramos la triple
repetición de los escrutinios antes de pascua. Es importante subrayar la formulación
del diácono Juan: "quare tertio ante pascha scrutentur infantes". Se trata, pues, de
una iniciación que se hará en pascua; hay tres reuniones, que toman el nombre
de escrutinios. Sin embargo, el diácono da a este término una interpretación
errónea: ve en el escrutinio una especie de examen en torno a la fe de los
catecúmenos, mientras que según los textos se trata más bien de profundizar a
través de los exorcismos la apertura del catecúmeno a recibir la fe y la gracia
bautismal. Juan habla de "infantes": por tanto, nos encontramos ya ante una praxis
de iniciación que se dirige habitualmente a niños; y puesto que Juan alude a una
catequesis que se ha de impartir, ésta va dirigida ciertamente a los padres o a los
padrinos y madrinas de los futuros iniciados: en ella se enseñarán los rudimenta
fidei. La entrada en el catecumenado está marcada por la imposición de la mano,
una especie de exorcismo que muestra cómo el candidato no pertenece ya al
demonio, sino a Dios. Con el rito posterior del soplo sobre el candidato se querrá
significar que el demonio es rechazado y el candidato es preparado como una
morada para Cristo. Luego se le confiere la sal bendita para que se conserve en la
sabiduría y en la palabra que se le ha enseñado. Las imposiciones de la mano se
hacen frecuentes; y, después de un largo período catecumenal de tres años, se
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entrega al que es ya electus o competens el símbolo apostólico. Esta "traditio"
(entrega) es la más antigua que conocemos. Luego les llega el turno a los
escrutinios; y aquí es donde Juan se equivoca considerándolos un examen sobre la
fe y el conocimiento de la religión cristiana, mientras que se trata de exorcismos. En
el último exorcismo se tocan los oídos (para la adquisición de la inteligencia), la
nariz (para estar en condiciones de percibir el buen olor de Cristo); por último se
toca el pecho, que es la morada del corazón.

En su De sacramentis san Ambrosio nos había presentado ya algunos ritos del


catecumenado. Partiendo de la última reunión de la mañana del sábado santo,
Ambrosio describe estos ritos pero con cierto embarazo. Aquel día probablemente
se leía la curación del sordomudo en la narración de Marcos (7,34). Jesús en aquella
ocasión tocó los oídos y la boca del sordomudo, no la nariz. Evidentemente, san
Ambrosio no tiene ya presente el significado de este último rito (= seguir el buen
olor de Cristo) —que era ya practicado con anterioridad a la elección del fragmentó
evangélico del sordomudo—, por lo que da una interpretación fantasiosa del
mismo, tanto en el De sacramentis como en el De mysteriisen su intento de explicar
la divergencia entre rito y evangelio.

b) La segunda fuente, representada por el sacramentario Gelasiano, aun no siendo


unitaria (las sesiones catecumenales no son todas de una misma época, ni son
presentadas en el orden lógico), nos ofrece sin embargo los textos de las misas de
escrutinio, las diversas traditiones (entregas), los ritos del bautismo y de la
confirmación. En el Gelasiano, los domingos de cuaresma, del tercero al quinto,
están organizados con vistas a los escrutinios. Cada misa tiene un Memento para los
padrinos y las madrinas y un Hanc igitur para los catecúmenos. De las oraciones,
sobre todo la colecta contiene referencias a los catecúmenos y a su situación. El
primer domingo de cuaresma, los catecúmenos se reúnen para la inscripción; del
tercero al quinto domingo, para los exorcismos'°. A lo largo de la semana se les
convoca para la traditio del símbolo de la fe ", del Pater" y de los cuatro evangelios
Sólo se pueden hacer conjeturas sobre las lecturas escogidas para las misas de los
escrutinios: parece que corresponden aproximadamente a las del actual ciclo A.

Quedan ahora tres interrogantes. ¿Por qué no se utiliza el segundo domingo de la


cuaresma? ¿En qué sentido hay que tomar la rúbrica que establece que los
escrutinios deben celebrarse en un día de la semana °', si las misas de escrutinio se
fijan en domingo? ¿Cómo explicar las frecuentes rúbricas que parecen probar que
todo el rito se celebra para niños que todavía no tienen uso de razón?

A la primera pregunta se puede responder fácilmente: la inserción de las cuatro


témporas en cuaresma ha exigido la celebración de las mismas el segundo sábado; y
puesto que a las seis lecturas de la vigilia se añadía la misa de la noche, la misa
dominical quedaba suprimida. Los copistas de los manuscritos de esta época
escriben a este respecto: Dominica vacat

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Más compleja es la segunda respuesta. El Ordo XI —como veremos , tras haber
desdoblado los escrutinios, los ha trasladado a los días laborables. La rúbrica del
Gelasiano tiene las mismas intenciones, que sin embargo contradicen el
ordenamiento de los domingos de cuaresma. Es difícil decir si el Gelasiano ha
influido en el Ordo XI, o si es verdad lo contrario La argumentación de Chavasse
parece más convincente que la de Andrieu, induciéndonos a optar por el primado
del Gelasiano sobre el Ordo XI.

Tercera pregunta: más que dar una respuesta, se puede proponer una hipótesis.
Aunque las numerosas rúbricas parecen destinar a losniños un rito hecho para los
adultos, el ritual del catecumenado (ésta es la hipótesis) se conserva con vistas a la
instrucción de los padres, de los padrinos y de las madrinas. La catequesis se
encuadra en urja liturgia en la que éstos contraen un compromiso con los niños,
sobre los que se practican exorcismos progresivos. Los responsables de la iniciación
del niño realizan junto a él una progresión hacia la luz de la fe.

c) Al ritual contenido en el Gelasiano hay que añadir el del Ordo XI °". El ritual
aquí está claramente organizado para los niños, y no se trata de ocultarlo ° Se
desdoblan los escrutinios, y por tanto pasan a los días laborables, llevando consigo
las lecturas previstas para los domingos de los escrutinios; para los nuevos
escrutinios se escogerán lecturas más adaptadas a los niños. Sobre los motivos del
desdoblamiento de los escrutinios difieren las interpretaciones. Chavasse y Beraudy
se inclinan a ver en esto una especie de compensación; es decir, se aumentan las
intervenciones de Dios porque el sujeto de la iniciación es totalmente pasivo. Pero
se puede repetir también con respecto al Ordo XI la hipótesis hecha para el
Gelasiano: se ha hecho tal reorganización a fin de encuadrar en el rito una
catequesis dirigida a los padres, padrinos y madrinas; para conseguir este objetivo
no se ha dudado en trastrocar el itinerario pascual presentado en las lecturas de los
domingos de cuaresma (que la reciente reforma nos ha restituido íntegramente).

Pero, tanto en el Gelasiano como en el Ordo XI, la iniciación se realiza con la


administración de los tres sacramentos en una única celebración, en la que se
suceden bautismo, confirmación y eucaristía. El bautismo se lleva a cabo con la
triple inmersión y el interrogatorio sobre la fe enlas tres personas de la Trinidad 52;
la confirmación se confiere mediante la imposición de la mano, acompañada por el
texto de Isaías sobre el don del Espíritu, y por la unción "; la eucaristía concluye la
iniciación.

d) Si el sacramentario Gregoriano conserva sólo el primer escrutinio suprimiendo


los demás y mantiene la celebración de la mañana del sábado santo, que comprende
la redditio del símbolo de fe (que los candidatos recitan tras haberlo recibido), el
Effetá y la renuncia, los Gelasianos del s. viii siguen transcribiendo con pocas
variantes de escasa importancia la celebración del Ordo XI". Cuando Marténe
(1654-1739) visite Lieja, ciudad cercanísima a Aix-la-Chapelle, donde había vivido
Carlomagno, gran difusor de la estructura gregoriana y del sacramentario que le
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había enviado el papa Adriano, en los libros litúrgicos de la catedral encontrará
todavía el Ordo XI"

En Roma los escrutinios caen en desuso. El Suplemento de Alcuino – atribuido hoy


preferentemente a Benito de Aniane— reagrupa en una sola celebración la entrada
en el catecumenado, los exorcismos, la celebración de la mañana del sábado santo y
el bautismo'.

El Pontifical romano-gérmánico del s. x prevé dos rituales: el uno recoge a la letra


el del Ordo XI"; el otro se presenta como ritual continuo, en el que se encuentran
reagrupadas las diversas celebraciones, como en el Gregoriano.

En el período que se extiende entre los ss. vi y x se producen algunas


modificaciones y añadiduras. Entre los ss. v y vn se modifica profundamente la
fórmula bautismal. Hasta ahora el bautismo se realizaba con las tres inmersiones,
cada una de las cuales comprendía una interrogación sobre la fe, a la que seguía la
respuesta Credo por parte del candidato o, tratándose de un niño, por parte de los
padres, o padrino y madrina. Ahora, por el contrario, al multiplicarse el bautismo de
los niños, se piensa que es mejor interrogar a los padres, a los padrinos y las
madrinas antes del bautismo, y para el bautismo como tal introducir la fórmula: Ego
te baptizo... Este uso está atestiguado en Roma desde el s. vui. Desde el s. 4 x, en
Galia el bautismo no está ya vinculado ni a la pascua ni a pentecostés.

3. DEL s. x AL VAT. II. Aun habiendo abandonado las diferentes "traditiones"


(entregas), el Pontifical de la curia romana del s. xiii conserva todavía el rezo
del pater y del credo. Se constata, sin embargo, una serie de añadiduras de señales
de la cruz y multiplicaciones de exorcismos y otros elementos dispares tomados de
diferentes Ordines. De este modo algunos ritos se repiten al menos dos veces En el
s. xi, la entrega del vestido blanco al bautizado, que es un rito antiquísimo, va
acompañada por una oración de origen franco; y en el Ordo de Jumiége, del mismo
siglo, se entrega al bautizado un cirio, rito que el Pontifical romano del s. xii pondrá
de manifiesto. En el s. xiv, el bautismo por inmersión es raro, y se ha generalizado
el bautismo por infusión. La confirmación está separada la mayoría de las veces del
bautismo, y hay una rúbrica que prescribe: Si está presente el obispo, confírmese al
niño; en caso contrario, désele sólo la eucaristía. Este uso se encuentra también en
Roma, como nos testimonia un manuscrito de fines del s. xiii; el uso se mantiene en
Francia más tiempo, y se encuentra en muchos libros litúrgicos de los ss. xiv y xv.

Como hemos podido constatar, el ritual de la iniciación ha tomado de


otros Ordines muchos usos, y no faltan duplicados, que encontramos puntualmente
en el ritual de Alberto Castellani. También el card. Santori, ayudado por Belarmino,
había redactado un ritual. Recogía, en él un doble ritual, del que formaba parte
también el del Ordo XI con los siete escrutinios. En el ritual de Santori se dedicaba
una parte a la catequesis (elemento bastante importante para la época), e indicaba
los pasajes bíblicos y patrísticos que se deberían leer a los catecúmenos, para los
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que el cardenal había establecido una disciplina bastante severa. Sin embargo, Pablo
V, aun recogiendo (tal vez ad litteram) en la propia introducción al ritual de 1614
pasajes enteros del ritual de Santori, no quiso oír hablar de este último, e incluso
mandó destruir sus ejemplares. Por fortuna se salvaron algunos, multiplicados
posteriormente por la familia de Santori.

Así pues, hasta el Vat. II se han usado rituales adulterados: el de adultos era el
resultado de un retoque de los escrutinios con las respectivas fórmulas; el de niños,
que utilizaba las fórmulas destinadas para los adultos, comprendía los tres
exorcismos del Gelasiano, puestos uno tras otro en una sola celebración, y no
adaptados a los niños. Así las cosas, había que pensar en una restauración de la
iniciación cristiana, tanto para el bautismo de adultos y de niños como para la
confirmación, la cual, aislada del bautismo, se había convertido en un
ritohinchado: hinchado en el intento de restituirle una importancia que la separación
respecto del bautismo le había hecho perder. Además: estos rituales separados del
bautismo y de la confirmación no contenían ya ningún lazo visible con la eucaristía.
Así la iniciación cristiana había perdido su carácter unitario, hasta el punto de que
para cada sacramento, tratado aparte, se hacía una catequesis consistente en un acto
autónomo y cerrado, sin apertura a la iniciación, término que ya había caído en
desuso.

III. La iniciación en Oriente

La evolución histórica del ritual del catecumenado refleja la experiencia occidental.


Cuando se bautizaba exclusivamente a los niños, desaparecieron los ritos del
catecumenado, que fueron integrados en el ritual bautismal. A algunos ritos se
reservaba una particular atención; entre ellos, el de la renuncia fue comentado por
muchísimos padres de la iglesia oriental. La renuncia comprendía dos momentos: el
primero, negativo, consistía en rechazar al demonio, y estaba simbolizado por el
acto de escupir hacia occidente (apotáxis); el segundo, positivo, consistía en la
adhesión a Cristo, dirigiendo la mirada a oriente (syntáxis).

No faltan, sin embargo, diferencias importantes. El óleo para la unción prebautismal


se bendice en cada bautismo, así como el agua bautismal. Hasta hoy ha
permanecido el uso casi exclusivo del bautismo por inmersión con la fórmula:
N... es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Oriente
siempre ha poseído una liturgia de la palabra unida a la celebración de la iniciación,
y la elección de los fragmentos bíblicos se hacía de tal modo que facilitara la
explicación de los ritos que se celebraban. Salmos e himnos favorecían la
participación activa de los fieles.

El rito comprende una unción prebautismal: se unge la cabeza y todo el cuerpo.


Para los orientales, este rito significa que el candidato adquiere la cualidad de rey y
sacerdote. En el rito romano, por el contrario, se atribuye este significado a la
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unción posbautismal, casi desconocida en Oriente. En el rito bizantino, a la unción
posbautismal, realizada habitualmente por el mismo sacerdote, se la considera el
sacramento de la confirmación.'También se da la eucaristía al bautizado, aun
tratándose de un recién nacido. Hay que subrayar, por tanto, que Oriente ha sabido
conservar la fisonomía de la iniciación como sacramento conferido en tres etapas
sacramentales íntimamente unidas".

IV. El ritual del Vat. II

El Vat. II, al querer llevar a cabo su reforma litúrgica en el campo de la iniciación,


se ha encontrado ante la necesidad de una revisión profunda; pero esta revisión, si
bien por una parte podía ser facilitada por las ediciones existentes de muchísimas
fuentes litúrgicas, por la otra resultaba trabajosa debido a las discusiones teológicas
—sobre todo a propósito de la confirmación— y a ciertas tomas de posición
pastorales.

Hasta el Vat. II el bautismo de adultos, y en particular la preparación al mismo, no


estaban insertos en un contexto litúrgico vivo: la catequesis prebautismal se
producía fuera de la liturgia; el sacramento estaba envuelto en una especie de falsa
discreción, como si se tratase de una práctica que no había que manifestar. La falta
de un nexo, siquiera mínimo, entre los tres sacramentos, conferidos separadamente,
ocultaba su íntima vinculación. El desarrollo de la actividad misionera y la
multiplicación, en nuestros mismos países, de las conversiones de adultos han
provocado indudablemente un notable despertar y la necesidad de una profunda
revisión del ritual de la iniciación de adultos.

En cuanto al bautismo de niños, no bastaba ciertamente con ajustar lo que se había


realizado anteriormente en rituales como el de Pablo V (1614). Más bien había que
hacer frente a una situación real que no permite ya bautizar juntos a adultos y a
niños, según el uso de otros tiempos, con los mismos ritos y las mismas fórmulas.
Por lo demás, estas fórmulas con sus respectivos ritos resultaban inadecuadas desde
que se comenzó a bautizar a los niños solos, a pesar de que los escrutinios se
reunieran en una sola vez. La iglesia latina se encontraba además en estado de
inferioridad respecto a Oriente, ya que confería el sacramento sin una liturgia de la
palabra de Dios. Otro problema: había que restaurar el sentido de la iniciación
cristiana en su globalidad, es decir, redescubrir el sentido de un sacramento
realizado en tres etapas sacramentales, problema particularmente difícil a causa de
algunas situaciones pastorales. Por lo menos había que provocar una toma de
conciencia acerca de la unidad entre los tres sacramentos.

Para responder a estas exigencias, la reforma litúrgica posconciliar ha preparado el


nuevo Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA) y el Ritual del Bautismo
de Niños (RBN). Este último, en particular, es una creación totalmente nueva y, aun
restringiéndose únicamente al rito del bautismo, pone las premisas para
10
una iniciación cristiana de los niños que abarque también la confirmación y la
eucaristía, como se desprende del hecho de que se abre con unas Observaciones
generales sobre toda la iniciación cristiana. (Esta introducción general después se
insertó también al comienzo del RICA.)

1. LA INICIACIÓN CRISTIANA DE LOS ADULTOS (OICA). Una rápida lectura


del Ordo Initiationis Christianae Adultorum es suficiente para darnos cuenta de que
su composición se ha inspirado globalmente en la Traditio apostolica de Hipólito y
en el sacramentario Gelasiano. Se han abandonado los siete escrutinios del Ordo
XI para disminuir el número de las reuniones, si bien conservando la reunión para la
"traditio" (entrega) del símbolo de fe, del pater y de los evangelios. Han
permanecido las diversas etapas del catecumenado, y los tres sacramentos de la
iniciación se presentan finalmente vinculados íntimamente entre sí. Los formularios
son por lo común los del Gelasiano, a los que se han añadido nuevas fórmulas de
reciente composición a elección del celebrante. Remitiendo al lector a las voces
correspondientes para los detalles sobre el -> bautismo y la -> confirmación,
profundizamos ahora en los ritos del catecumenado.

La estructura general del RICA presenta tres grados. El primer grado consiste en la
admisión del candidato al catecumenado y en el catecumenado mismo. Este grado
presupone una evangelización preliminar, que se puede definir
como precatecumenado (RICA, Obs. previas 9-20). El segundo grado abarca la
preparación inmediata del candidato a los sacramentos de la iniciación, preparación
que normalmente se desarrolla en tiempo de cuaresma, en domingos fijos, haciendo
uso de lecturas apropiadas (RICA, ib, 21-26). El tercer grado comprende los tres
sacramentos de la iniciación, conferidos en la misma celebración (RICA, ib, 27-36).
Veámoslos en sus detalles.

a) El primer grado va normalmente precedido por un precatecumenado.


Esta institución corresponde a la voluntad de la iglesia de obtener para los
sacramentos de la iniciación la máxima autenticidad y, por tanto, de sustraerlos, en
especial en las tierras de misión. a toda formade folclore sacramental y de
superstición familiar y a toda tendencia a considerarlos como un medio para
adquirir un status social. Del precatecumenado se ocupan largamente
las Observaciones previas (RICA 9-13). Se trata de instruir, de dar a conocer el
evangelio, esforzándose en construir un ámbito religioso y humano en torno a quien
se siente atraído a la fe cristiana.

La entrada en el catecumenado (RICA 68-97) es un rito importante, y es bueno que


se lleve a cabo sólo después de haber comprobado en el candidato algún resultado,
fruto de la preevangelización. Al entrar en el catecumenado con un rito oficial, el
candidato se ve desde ese momento comprometido en primera persona a una actitud
de lealtad. Recuérdense a este propósito las instrucciones dadas por Hipólito y la
severa investigación que precede a la admisión de los candidatos. A partir de ahora
el candidato forma parte de la iglesia, hasta el punto de que, si se casan entre sí dos
11
catecúmenos o un catecúmeno y un no bautizado, existe para esto un rito particular.
El catecúmeno tiene derecho a funerales cristianos. Hay que considerar, por tanto,
la entrada en el catecumenado como un momento serio en la vida de un
hombre (RICA, Obs. previas 18).

El rito de la admisión al catecumenado comprende ante todo un rito introductorio,


que se desarrolla eventualmente fuera de la iglesia (RICA 73), compuesto por varios
elementos: una monición inicial, un diálogo con los candidatos, una primera
adhesión; en caso de que fuera necesario, se lleva a cabo el exorcismo y la renuncia
a los cultos paganos, que se harán según las formas previstas por las conferencias
episcopales locales. El celebrante hace luego la señal de la cruz sobre la frente y
sobre los sentidos de los candidatos diciendo una fórmula de reciente
composición (RICA 83). Concluye luego con la oración: "Escucha, Señor, con
clemencia nuestras preces..." (RICA 87), tomada del Gelasiano ", o con la otra ad
libitum, teológicamente más pobre. La primera (texto latino: "Preces nostras,
quaesumus, Domine, clementer exaudi, et hos catechumenos..., quos crucis
dominicae impressione signavimus, eiusdem virtute custodi, ut, gloriae tuae
rudimenta servantes, per custodiam mandatorum tuorum ad regenerationis gloriam
pervenire mereantur") habla de los elementos de gloria que el catecúmeno, con su
elección, ha recibido ya.

Introducido el catecúmeno en la iglesia, tiene lugar la celebración de la palabra de


Dios, seguida de la homilía y de la oración universal. Tras la lectura del evangelio,
anticipando la entrega de los evangelios prevista por el Gelasiano, el celebrante
puede entregar al candidato un ejemplar del evangelio (RICA 93). La primera
oración conclusiva (RICA 95) proviene del Gelasiano; la otra, de libre elección, más
reciente y más accesible, es sin embargo menos rica. Despedidos los catecúmenos,
puede seguir la celebración eucarística.

No hay que olvidar en este momento una regla que vale para todas las celebraciones
catecumenales que se llevan a cabo durante la eucaristía: cuando, después de la
liturgia de la palabra y los exorcismos, se despide a los catecúmenos, no deben ser
abandonados a sí mismos, sino que se puede organizar para ellos una reunión
fraterna, en la que tengan ocasión de intercambiar recíprocamente la alegría de su
entrada en el catecumenado o del adelanto que se les ha concedido con vistas a su
iniciación sacramental (RICA 96).

Durante el tiempo del catecumenado se prevén y recomiendan celebraciones de la


palabra (RICA 106-108), en las que se pueda instruir a los catecúmenos sobre el
dogma y la moral cristiana, sobre la oración, sobre los tiempos litúrgicos y sobre los
signos sagrados. La novedad del rito, a propósito de este momento, consiste en
haber insertado los "exorcismos menores" (RICA 109-118; 373) y las
"bendiciones" (RICA 119-124; 374), recogiendo lo que Hipólito preveía para el
tiempo del catecumenado en la Traditio apostolica. Hipólito y el rito
actual (RICA 109 y 119) encomiendan estos exorcismos y bendiciones también al
12
catequista laico. Tenemos así once fórmulas de exorcismos y nueve de bendición,
para usarlas en diversas circunstancias, y también al finalizar la catequesis.

También a lo largo del catecumenado se prevén otros ritos; por ejemplo, las
diversas traditiones o entregas, ya previstas por el Gelasiano y que, aunque el
nuevo rito las inserta en el segundo grado (RICA 181-192), pueden adelantarse en
caso de que el catecúmeno resulte maduro, por razón de la brevedad del segundo
grado, que corresponde sólo al tiempo de cuaresma (RICA 125). Si se considera
oportuno, se puede hacer también, al término de una celebración de la palabra, una
unción con óleo bendecido por el obispo, ungiendo al catecúmeno en el pecho, en
las manos o en otra parte del cuerpo. Antes de la unción, el celebrante puede llevar
a cabo uno de los exorcismos menores previstos, y acompañará la unción con las
palabras: "Que os proteja"... Se prevé el caso (y la fórmula correspondiente) de que
el sacerdote mismo bendiga el óleo (RICA 127-132).

b) El segundo grado comienza con los ritos de la elección o de la inscripción del


nombre (RICA 133-151). La disciplina de la elección refleja la de Hipólito de
Roma". En presencia de los responsables del catecumenado se examina el
catecúmeno que debe pasar a la segunda etapa, la de su preparación inmediata a los
sacramentos de la iniciación. A esta elección va unida la inscripción del nombre. La
antigua praxis catecumenal ponía este último rito al principio del catecumenado,
antes del comienzo de la prueba trienal, y se celebraba el primer domingo de
cuaresma, como se aconseja hacer también hoy. Para el Gelasiano parece, por el
contrario, que la inscripción del nombre del niño se hacía sólo en el momento de la
preparación inmediata a la iniciación sacramental. Esta es la praxis conservada por
el RICA. Los candidatos, una vez presentados e interrogados, son admitidos
solemnemente. Sigue una oración del tipo de la universal, y se cierra la celebración
con la oración: "Oh Dios, creador y restaurador del género humano...", que se
remonta al Gelasiano "', o con la más reciente: "Padre amantísimo y
todopoderoso...". Luego se despide a los elegidos y comienza la liturgia eucarística.

Es preciso detenerse en la elección de las lecturas para este primer domingo de


cuaresma, siempre que haya inscripciones: es mejor usar las del ciclo A,
independientemente del año en que nos encontremos, por tratarse de una tradición
antigua y ser tales lecturas particularmente adecuadas. El evangelio (Mt 4,1-11)
propone el fragmento del ayuno de cuarenta días de Jesús en el desierto y de la
tentación por parte del diablo. Asistimos a la victoria de Cristo, que se contrapone a
la caída de Adán, narrada en la primera lectura (Gén 2,7-9; 3,1-7), a la que sigue el
salmo responsorial tomado del Sal 50, bastante significativo. El inscrito encuentra
en la segunda lectura (Rom 5,12-19) una visión optimista, después de la situación
realista que le ha presentado la primera lectura:donde abundó el pecado, ha
sobreabundado la gracia (RICA 139-141). Cumplidos los ritos de la inscripción del
nombre el primer domingo de cuaresma, del tercer domingo en adelante se celebran
los escrutinios. Ei primer escrutinio (RICA 160-166) se celebra el tercer domingo
de cuaresma, dejando así de lado el segundo domingo, como en la antigua tradición,
13
a causa de la celebración de las cuatro témporas la noche del sábado [1 supra II, 2,
b]. Los formularios son propios, y las lecturas son las del domingo (ciclo A),
escogidas de modo que preparen al catecúmeno a su iniciación sacramental. El
evangelio es el fragmento de Jn 4,5-42, y presenta el agua como vehículo de gracia
y de renovación. Ya el fragmento de las bodas de Caná anticipaba esta renovación:
el agua es transformada en vino, y este vino nuevo es mejor que el viejo (Jn 2,1-10).
También Nicodemo deberá nacer de nuevo si quiere participar en la vida eterna (Jn
3,1-6). En el evangelio proclamado en este domingo son nuevos el templo y el culto
(cf Jn 4,20-21). La primera lectura (Ex 17,3-7) insiste en el tema del agua: el agua
que brota de la roca del Horeb, y el salmo responsorial (Sal 94) canta a la Roca de
nuestra salvación. La segunda lectura (Rom 5,1-2.5-8) recuerda que el amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones.

Después de la homilía se ora en silencio antes de la oración por los elegidos en la


forma de la oración universal. Sigue el exorcismo, con una evocación del fragmento
de la samaritana. El celebrante, después de imponer las manos sobre cada elegido,
las extiende sobre todos, diciendo la oración: "Señor Jesús, fuente a la que acuden
estos sedientos...' (RICA 164), o una de las otras dos ad libitum (RICA 379).
Despedidos los elegidos, reanuda la eucaristía.

El cuarto domingo de cuaresma se celebra el segundo escrutinio (RICA 167-172),


con la misma estructura celebrativa (lecturas del ciclo A). El evangelio, también de
Juan (9,1-41), presenta la figura del ciego de nacimiento y recuerda a los elegidos
que también ellos van a ser iluminados por la gracia bautismal. La primera lectura,
tomada del primer libro de Samuel (16,1.4.6-7. 9-13), describe la unción de David,
elegido rey de Israel. Como el ciego de nacimiento ha recibido una unción de barro,
también el catecúmeno recibirá una unción que le dará la luz y lo hará rey. En
respuesta, el salmo responsorial (Sal 22) canta el camino pascual y bautismal. En
este salmo los padres han visto descrita el agua bautismal, la unción y la eucaristía:
los tres sacramentos de la iniciación cristiana, a los que el Pastor, que es Cristo,
conduce a los elegidos. La segunda lectura (Ef 5,8-14) anuncia de qué modo
despertará Cristo de entre los muertos a los que están todavía en la muerte y en las
tinieblas del pecado para iluminarlos. Después de la homilía viene la oración por los
catecúmenos; luego el exorcismo, en que se hace alusión al ciego de nacimiento, y
por último la despedida de los elegidos.

El tercer escrutinio (RICA 174-,79) se celebra el quinto domingo de cuaresma.


También en este caso las lecturas (ciclo A) están escogidas de modo admirable. El
evangelio (Jn 11,1-45) narra la resurrección de Lázaro, tipo de la resurrección de
Cristo y de la nueva vida de los catecúmenos; también esta resurrección, como la de
Lázaro, depende de la fe. La primera lectura recuerda la acción del Espíritu que
devuelve la vida (Ez 37,12-14); mientras que la segunda (Rom 8,8-1 1) enseña que
el Espíritu de aquel que ha resucitado a Jesús de entre los muertos habita también
en nosotros. El exorcismo hace alusión a esta resurrección.

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A los escrutinios les siguen las entregas. Escójanse los días más idóneos para la
celebración (RICA 182). Ya hemos recordado [-> supra, a] que la entrega del
evangelio puede hacerse después del primer grado.

La entrega del símbolo comprende una liturgia de la palabra, con lecturas bastante
sugestivas (RICA 183-185). Después de la homilía, el celebrante recita, solo o junto
con la comunidad, el símbolo. Sigue la oración sobre los elegidos: "Te suplicamos,
Señor, fuente de luz y de verdad, que tu eterna y justísima piedad..."; tomada del
Gelasiano. El RICA prevé también la "entrega de la oración dominical". Después de
la liturgia de la palabra, en que se proclama Mt 6,9-13: "Cuando recéis, hacedlo así:
Padre nuestro...", y después de la homilía, el celebrante recita una oración sobre los
elegidos (RICA 188-192).

Aquí concluye el tiempo de la prueba. El RICA introduce para la mañana del sábado
algunos ritos antiguos que se remontan a la Traditio apostolica de Hipólito " y al
Gelasiano. Se trata de la recitación del símbolo y del rito "Effetá", último
exorcismo solemne (RICA 193-202).

Para la recitación del símbolo se proponen tres perícopas evangélicas (Mc 7,31-37;
Mt 16,13-17 y Jn 6,35.63-71). La primera es indicada cuando se celebra juntamente
también el rito del Effetá. Después de una oración los elegidos recitan el símbolo.
El rito del Effetá se realiza después de la lectura de Mc 7,31-37 (en que se narra la
curación del sordomudo); el sacerdote toca con el pulgar los oídos y (no la nariz,
sino) la boca cerrada.

En el RICA encontramos también la "imposición del nombre cristiano", en caso de


que no se hubiera hecho antes (RICA 203-205), y la "unción con el óleo de los
catecúmenos", si la conferencia episcopal conserva este rito y si, por falta de
tiempo, no puede celebrarse durante la vigilia pascual (RICA 206-207).

c) El tercer grado corresponde a la iniciación sacramental. Los tres sacramentos en


este caso pueden ser conferidos seguidamente, subrayando su íntima unidad.
Después de las letanías (RICA 213-214), el celebrante bendice el agua usando una
de las tres fórmulas, a libre elección (RICA 215; 389)". Sigue la renuncia, con una
de las tres fórmulas (RICA 217) "°. Si no se ha hecho antes, se introduce en este
momento la unción con el óleo de los catecúmenos (RICA 218). Después de la
profesión de fe (RICA 219) los candidatos reciben el bautismo por inmersión o por
infusión (RICA 220-221) 99. Si al bautismo le sigue inmediatamente la
confirmación, se omite la unción posbautismal (RICA 224)". Se entregan entonces a
los candidatos el vestido blanco y el cirio encendido (RICA 225-226). Por último se
celebra la confirmación (RICA 227-231) y la eucaristía (RICA 232-234).

El RICA contiene también algunas instrucciones para lo que justamente


titula Tiempo de la mistagogia. Durante el tiempo pascual, en las misas
dominicales, resérvense a los neófitos puestos particulares entre los fieles; y, al final
15
del mismo, para cerrar el tiempo de la mistagogia, se organiza alguna celebración.
Es de desear que se celebre también el aniversario del bautismo (235-239).

El RICA ha procurado prever un rito más sencillo de la iniciación de un adulto


(240-277), y un rito más breve para los casos de peligro de muerte (278-294).
Contiene ademásuna preparación para la confirmación y para la eucaristía de los
adultos bautizados en la primera infancia y que no han recibido catequesis (295-
305). Prevé, por último, la iniciación para los niños que han alcanzado ya una edad
idónea para la catequesis; este ritual, bastante cercano al de los adultos, lleva, sin
embargo, algunas adaptaciones (306-309).

2. LA INICIACIÓN CRISTIANA DE LOS NIÑOS (OBP). Se trata, como hemos


dicho [1 supra, IV, comienzo], de una nueva creación A9. Aunque
las Observaciones generales del Ritual del Bautismo de Niños (que sirven
de Observaciones generales también al RICA: cf A. Pardo, Liturgia de los nuevos
Rituales y del Oficio divino, Ed. Paulinas, etc., Madrid 1980, 31-37) en los nn. 1-2
se hayan preocupado por subrayar el vínculo entre los tres sacramentos de la
iniciación, luego no se ha realizado concretamente esta vinculación, si se exceptúan
algunas referencias a la confirmación únicamente (en la oración de los
fieles: RBN 117) y a la confirmación junto con la eucaristía (RBN 134).

El RBN (Observaciones generales 7 y 13: o.c., 33-34; RBN 15; 16-20) se preocupa
también de la catequesis para los padres, padrinos y madrinas, pero no da
indicaciones para insertar estas catequesis en un ámbito litúrgico y comunitario. Sin
embargo, esto no impide elaborar celebraciones que se inspiren en las de los
escrutinios, al objeto de ofrecer una catequesis inserta en un contexto litúrgico [->
infra, VI, 1].

El rito del bautismo de niños no difiere del de adultos. Para los detalles
concernientes al primero, remitimos a la voz -> Bautismo.

Por lo que se refiere a los niños, es difícil hablar de iniciación cristiana propiamente
dicha en el rito latino,porque aquí los tres sacramentos de la iniciación no aparecen
juntos en la celebración. Fueron separados a lo largo de la historia, como hemos
visto [-> supra, II, 3], y la pastoral contemporánea parece tener motivos bastante
serios para no volver a la tradición antigua. A pesar de esto, la catequesis deberá
preocuparse por insertar el bautismo en el contexto de los otros sacramentos de la
iniciación, como sugiere el nuevo rito con las referencias (mencionadas aquí arriba)
a los otros sacramentos.

Para la problemática relativa al carácter unitario de la iniciación cristiana de los no-


adultos, cuya fractura depende también de la opción de conferir la
confirmación después de la primera eucaristía (cf nota 70), aconsejamos la lectura
de toda la voz -> Confirmación.

16
V. La eucaristía como sacramento de la iniciación

Como antiguamente, también hoy en el ritual para la iniciación de adultos se prevé


y considera normal la participación de los neófitos en la eucaristía. En su camino
hacia el altar, conclusión obligatoria de su iniciación, antiguamente los neófitos
eran acompañados por el canto de los Sal 22 y 44. San Ambrosio, comentando el
Sal 22, ve en la eucaristía el sacramento que nos hace entrar definitivamente en el
cuerpo de Cristo. El bautismo y la confirmación nos dan la posibilidad de
incorporarnos definitivamente al cuerpo del Señor: son la preparación indispensable
para lo que en la eucaristía encuentra su pleno cumplimiento.

En Oriente, la costumbre antigua ha permanecido intacta, y también el niño


pequeño, nada más ser bautizado y confirmado, recibe la eucaristía bajo la especie
del vino. En Occidente, la comunión bajo la especie del vino desaparece poco a
poco para todos los fieles, y el concilio Lateranense IV (1215), al hacer obligatoria
la comunión sólo a la edad del uso de la razón (DS 812), hizo que la eucaristía no se
diera ya a los niños pequeños.

Con el decreto Quam singulari del 8-8-1910 (DS 3530-3536), san Pío X precisa la
edad del uso de razón a partir de la cual comienza la obligación de acercarse a la
comunión: hacia los siete años, cuando el niño está en condiciones de distinguir la
eucaristía del pan común y puede recibir cierta formación religiosa. El decreto es
recibido en el CDC de 1917, can. 854 (cf CDC de 1983, cáns. 913-914).

Atenta a la exigencia de la responsabilidad, la pastoral actual ha optado porque


también la confirmación sea recibida con plena conciencia. En tal sentido hay que
leer la opción por desplazar la confirmación a una edad más madura. Se considera
que, si bien el niño pequeño puede comprender qué es la eucaristía, le resulta más
difícil comprender qué es la confirmación. Así pues, se ha introducido el uso de
administrar la eucaristía hacia los seis-siete años, y la confirmación más tarde, en
torno a los doce-catorce, trastrocando así el orden de los sacramentos de la
iniciación por motivos pastorales, sobre lo cual es juez la iglesia.

Pero debemos recordar que en la iniciación cristiana dos sacramentos confieren


carácter: el bautismo, que nos coloca en la condición de ser-hijos-de-Dios [->
supra, 1, 2], y la confirmación, que nos sitúa en el obrar-como-hijos-de-Dios [->
supra, 1, 2]. La eucaristía, instituida para ser repetida, consolida y ahonda el
carácter recibido en el bautismo y en la confirmación. Cuando un bautizado recibe
la eucaristía sin haberrecibido antes la confirmación, se podría decir que para él la
eucaristía es más bien un alimento, un sustento que sostiene su ser-cristiano, su ser
hijo-adoptivo-de Dios. Cuando, por el contrario, ha recibido la confirmación, su
participación en la eucaristía se hace positiva y activa: ofrece con Cristo el
sacrificio de la alianza para la reconstrucción del mundo [-> infra, VI, 2].

17
VI. Catequesis y pastoral litúrgica

1. Como hemos recordado [-> supra, IV, 2], el RBN ha insistido justamente en la
necesidad de impartir una catequesis preparatoria a los padres y a los padrinos de
los candidatos al bautismo; pero, por desgracia, no ha dado ninguna indicación de
contenido y de forma sobre el tema. Estas indicaciones pueden obtenerse mediante
un uso inteligente del RICA. Demos algún ejemplo esclarecedor para los
precedentes históricos [-> supra, 11, 2, b y c].

Se puede pensar en una serie de cinco reuniones, para las que se utilizarán las
liturgias de la palabra de los cinco domingos de cuaresma del ciclo A, también fuera
del tiempo cuaresmal. Cada domingo ofrece un cuadro notable al que referirse para
la catequesis. La primera reunión, basándose en las lecturas del primer domingo, se
centrará en el tema del pecado original, estado en que nacen todos los hombres;
pero la victoria de Cristo sobre el mal ha hecho que, donde abundó el pecado,
sobreabundara la gracia. Se puede recuperar el uso de la inscripción del nombre,
que en otro tiempo se practicó este día. Un registro depositado en el altar recordará
a los padres su voluntad de sustraer su hijo al poder del mal, y el sacerdote
confirmará este deseo escribiendo el nombre delniño con solemnidad y haciendo
que refrenden la firma los padres, padrinos y madrinas. El contenido de la
catequesis es claro. La segunda reunión explicará, por medio de la lectura de la
vocación de Abrahán y su respuesta, cómo Dios escoge a los que destina a la
salvación. El evangelio de la transfiguración indicará que con Cristo también el
cristiano es transformado en la gloria. El tema puede ser ilustrado asimismo con la
bendición de los vestidos blancos que pueden llevarse a esta reunión con vistas al
futuro bautismo. La tercera reunión, por la referencia a las lecturas del tercer
domingo, que presentan el tema del agua, permite una catequesis sobre el bautismo
y sobre sus efectos, recordando también el tema de la transfiguración, que
caracterizó a la reunión precedente. Es importante referirse también a la primera
fórmula de bendición del agua y a la tipología que se contiene en ella. Se puede
concluir la celebración con la bendición del agua lustral y la aspersión de los
presentes, mientras se canta el Asperges o el Vidi aquam. La cuarta reunión, por
referirse al evangelio del ciego de nacimiento, permite el tratamiento del tema de la
luz, de la posibilidad de discernir a la luz de Cristo lo que es duradero y lo que es
pasajero, y de leer con fruto la palabra de Dios, que abre los ojos y hace caminar
expeditamente hacia la fe. Se podría tomar del RICA el rito de la entrega del
evangelio y distribuir a los padres el libro de los evangelios. Se podría asimismo
celebrar la entrega del pater, en caso de que no se la destine para la última
celebración. La quinta reunión tiene por tema la plenitud de vida adquirida en la
resurrección, guiándose por el evangelio de la resurrección de Lázaro. Esta
celebración encuentra una justa conclusión con el rito de la entrega del credo y
del pater [referenciar más explícitas a las lecturas de los domingos de cuaresma,
ciclo A, -> supra, IV, 1 b].

18
Las cinco celebraciones sugeridas pueden enriquecerse con oraciones tomadas
del RICA, procurando adaptarlo todo a la situación concreta de los padres. Algunas
oraciones que el RICA indica para que se recen sobre el catecúmeno pueden
adaptarse para la bendición de los padres y de los niños cuando se visita a la
familia, cuidando que no se confundan con la celebración del bautismo.

2. Como sacramento de la iniciación, la eucaristía se administra a los adultos en


estrecha conexión con el bautismo y la confirmación [-> supra, IV, 1, c]. Para los
niños, por el contrario, el uso latino actual prevé la primera comunión a la edad de
la razón, y sólo más tarde la confirmación. Pero se plantea el problema de la
confesión y de la comunión.

La iglesia ha manifestado el deseo de que antes de la primera comunión celebren


los niños la confesión. No hay ninguna dificultad para la catequesis sobre esta
penitencia, entendida como segunda penitencia vinculada a la primera penitencia
que es el bautismo.

La dificultad atañe a la catequesis sobre la eucaristía, cuando se trate de explicar la


relación que une a la primera comunión con el bautismo y con la confirmación. Es
evidente que la eucaristía recibida por quien está sólo bautizado y por quien está
también confirmado es siempre la misma. Sin embargo, el mismo santo Tomás
enseña que cada uno tiene con la eucaristía una relación conforme a la situación en
que se encuentra. El sacerdote tiene con la eucaristía una relación particular, aunque
comulgue sin haber celebrado. Lo mismo vale para el diácono y para los casados:
cada uno tiene con la eucaristía una relación que está determinada por
su posición sacramental. Según esto, la catequesis preparatoria para la primera
comunión anterior a la recepción de la confirmación podrá insistir en la eucaristía
como alimento del carácter recibido en el bautismo; mientras que la catequesis con
vistas a la primera eucaristía recibida después de la confirmación verá la eucaristía
como actividad del sacerdocio de cada bautizado, explicitado en el confirmado a
través de la unción del Espíritu.

[-> Catecumenado; -> Confirmación].

A. Nocent

BIBLIOGRAFÍA:

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