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VI – El reparto del mundo entre las grandes potencias.

“El rasgo característico de este período a fines del siglo XIX- concluye el geógrafo Supan
autor del libro (El desarrollo territorial de las colonias europeas)- es, por consiguiente, el
reparto de Asia y Polinesia”.

La política colonial y el imperialismo existían ya antes de la fase actual del capitalismo y


aun antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, llevó a cabo una política colonial
y realizó el imperialismo. Pero los razonamientos “generales” sobre el imperialismo, que
olvidan o relegan a segundo término la diferencia radical de las formaciones económico-
sociales, se convierten inevitablemente en banalidades vacuas o en fanfarronadas, tales
como la de comparar “la Gran Roma con la Gran Bretaña”. Por vez primera, el mundo se
encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente
nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un “amo” a otro, y no el paso de un
territorio sin amo a un “dueño”. Incluso la política colonial capitalista de las fases
anteriores del capitalismo se diferencia esencialmente de la política colonial del capital
financiero. Vivimos en una época singular de la política colonial del mundo que se halla
íntimamente relacionada con la “novísima fase de desarrollo del capitalismo”, con el capital
financiero. Por eso es necesario detenerse ante todo más detalladamente en los hechos
concretos, para formarnos una idea lo más precisa posible de la diferencia existente entre
esta época y las precedentes, así como de la situación actual.

Para el capital financiero tienen importancia no sólo las fuentes de materias primas
descubiertas ya, sino también las probables, pues la técnica se desarrolla con una rapidez
increíble en nuestros días y las tierras hoy inservibles pueden ser convertidas mañana en
tierras útiles, si se descubren nuevos procedimientos (a cuyo efecto un banco importante
puede organizar una expedición especial de ingenieros, agrónomos, etc.), si se invierten
grandes capitales. Lo mismo se puede decir con respecto a la exploración de riquezas
minerales, a los nuevos métodos de elaboración y utilización de tales o cuales materias
primas, etc., etc. De aquí la tendencia inevitable del capital financiero de ampliar el
territorio económico y aun el territorio en general. Del mismo modo que los trusts
capitalizan sus bienes en el doble o en el triple de su valor, calculando los beneficios
“posibles” en el futuro (y no los beneficios presentes) y teniendo en cuenta los resultados
ulteriores del monopolio, el capital financiero manifiesta en general la tendencia a
apoderarse de las mayores extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se halle donde
se halle, por cualquier medio, teniendo en cuenta las fuentes posibles de materias primas y
ante el temor de quedarse atrás en la lucha rabiosa por las últimas porciones del mundo
todavía no repartidas o por un nuevo reparto de las ya repartidas.

La superestructura extraeconómica, que brota sobre la base del capital financiero, la


política, la ideología de éste, refuerza la tendencia a las conquistas coloniales. “El capital
financiero quiere, no la libertad, sino la dominación”. Puesto que hablamos de política
colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el
capitalismo financiero y la política internacional correspondiente, la cual se reduce a la
lucha de las grandes potencias por el reparto del mundo, crean toda una serie de formas de
transición de dependencia estatal. Para ésta época son típicos no solo los dos grupos
fundamentales de países: los que poseen colonias y los países coloniales, sino la forma
variada de países dependientes, políticamente, o sea, independientes desde punto de vista
formal, pero en realidad, envueltos por las redes de la dependencia financiera y
diplomática.

“La América del Sur, y sobre todo la Argentina-dice Schulze- Gaevernitz en su obra sobre
el imperialismo Británico-, se halla de una situación de dependencia financiera con respecto
a Londres, que se la debe calificar de colonia comercial inglesa.”

Con respecto al reparto tal del mundo, con esa caza rabiosa de las riquezas y de los grandes
mercados de la tierra, la importancia relativa de los imperios creados en este siglo XIX es
completamente desproporcionada al puesto que ocupan en Europa las naciones que lo han
creado. Las potencias predominantes en Europa, no predominan igualmente en todo el
mundo. Y debido a que el período colonial, la esperanza de poseer riquezas todavía
ignoradas tendrá, evidentemente, una repercusión en la importancia relativa de las
potencias europeas, la cuestión colonial-el imperialismo, si quieren-, que ha transformado
ya las condiciones políticas de Europa misma, las irá modificando cada vez más.

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