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Reseñas

MARCELA ORELLANA MUERMANN


LIRA POPULAR (1860-1976). PUEBLO,
POESÍA Y CIUDAD EN CHILE
Santiago de Chile: Editorial Universidad de Santiago,
2005. 134 pp.

Es dentro del contexto de crisis y reposicionamiento de los estudios


literarios registrados en los últimos tiempos que debemos leer la obra Lira
popular (1860-1976). Pueblo, poesía y ciudad en Chile. Su autora, la in-
vestigadora y académica de la Universidad de Santiago de Chile, Marcela
Orellana, nos conduce por un trayecto reflexivo en el que convergen perspec-
tivas literarias e históricas, con la consiguiente apertura a nuevos horizontes
para el estudio de las letras nacionales. En esta recopilación de artículos, lo
popular se erige como parte integrante —no independiente o paralela— de
la historia de la literatura chilena. Orellana nos habla de la irrupción de
lo popular en la literatura urbana y de su búsqueda de legitimación en el
campo cultural.

La presente obra de Marcela Orellana viene a complementar el camino


de investigación iniciado hace ya un siglo por el filólogo y lingüista alemán
Rodolfo Lenz. A través de los seis artículos que la componen, recorremos
la configuración y la evolución de una poesía compleja —en sí misma y
en su relación con su público y contexto—, caracterizada por un discurso
híbrido entre la oralidad y la escritura. Estamos, pues, ante un estudio de los
significados culturales y la lógica interna de la lira popular, forma poética
que posee su propia coherencia, que adopta estilos y códigos distintivos. A
lo largo de estas páginas reconocemos la mano de una enamorada de dicho
género y que, de algún modo, busca rendir homenaje a esta manifestación
cultural, ausente, por lo general, de las historias de la literatura chilena.

La lira popular se configuró como poesía urbana de gran protagonismo


en el Chile de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX,
vendida a viva voz en lugares públicos como mercados y estaciones de ferro-
carriles. Si bien durante este período de más de setenta años la lira popular
mantendrá la forma de las hojas sueltas escritas en décimas, ilustradas con
grabados y, más tarde, con fotos y viñetas, con el tiempo experimentará una
serie de cambios. Sobre ellos reflexiona Orellana e intenta desentrañarlos: la
adaptación del lenguaje a un nuevo contexto y realidad, el rol del poeta en la
sociedad, la configuración del público, etc. A modo de ejemplo, nos encontramos
con composiciones de diversos autores populares, entre los que se destacan José

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Hipólito Cordero, Daniel Meneses y Rosa Araneda. Y nos hallamos, asimismo,


con las opiniones —generalmente despectivas y prejuiciosas— de críticos,
intelectuales y creadores acerca de esta peculiar forma de poesía popular.
Con ello, Orellana nos conduce, inexorablemente, a un antiguo debate: el del
concepto mismo de cultura popular, dilatada reflexión desde, por lo menos,
los grandes pensadores románticos, que nos plantea una serie de problemas
concernientes a la existencia —o no— de una identidad, tradición o esencia
cultural popular, de rasgos distintivos y diferenciados de la cultura de las
elites sociales. En este caso concreto, se concibe la lira como una forma de
literatura popular, pues tiene como destinatario directo al pueblo, público de
escasos medios económicos y culturales que, gracias a estas hojas de versos,
podía acceder a una forma de expresión.

La presentación que Orellana nos hace de la lira popular chilena nos


permite corroborar una de las características comúnmente aceptadas de la
cultura popular moderna: la visión melodramática del mundo y de la rea-
lidad, con su lenguaje altamente dramático y pasional. En el caso chileno,
además, visión entreverada con el amplio espectro de creencias y supersticio-
nes populares. Sirvan como ejemplos algunos títulos de estas liras, siempre
impactantes y llamativos: “El culebrón que se comió a la niña a los pies del
volcán”, “El hombre pegado a la escalera por maldición de la mujer”, “San-
grienta tragedia de amor”, “El reo Bustamente puesto en capilla”, “El gran
crimen de la Alameda”, etc. Como consecuencia de este marcado carácter
melodramático, la lira popular hablará de crímenes pasionales y macabros,
violencia intrafamiliar, vidas en conventillos y asuntos, a menudo, truculen-
tos y poco decorosos, producidos con un lenguaje sencillo y a veces tosco,
buscando despertar el morbo en un público ávido de aventuras escabrosas.
Por todo ello, la literatura popular no ha sido considerada, por lo general,
en la historia literaria chilena. No responde a los parámetros de lo literario
culto y, por tanto, es relegada a un desdeñoso segundo plano. Orellana pre-
senta la lira popular como una forma literaria que molesta e incomoda, que
ocupa un lugar nuevo y difícil de entender, una forma sobre la cual se han
esgrimido razones morales y de tipo estético para excluirla de las historias
oficiales de la literatura.

Guiados por los planteamientos de esta investigadora de la literatura


popular, llegamos ante una problemática de gran vigencia: la de la confi-
guración del canon y de las literaturas marginales. Marcela Orellana nos
invita a preocuparnos de la cultura chilena en términos más amplios y a
prestar atención a esta manera alternativa de hacer poesía y contar historia.
Su estudio se yergue, en este sentido, como un esfuerzo por dirigir la mi-
rada inquisidora sobre una multitud de textos a los que no se les han dado
las suficientes oportunidades de ser atendidos por la crítica. La suya es una

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tendencia muy actual en la actividad intelectual, que postula una verdadera


semiótica textual que ha de abrir un campo nuevo y más amplio de trabajo:
el de todo el espectro de la cultura.

Con reflexiones y análisis que tienen el mérito de la sencillez y la


claridad —no hay ni un atisbo de presunción ni grandilocuencia en este
estudio—, Orellana nos trae a la palestra el problema de las llamadas ma-
nifestaciones paraliterarias —o ‘subliteraturas’—. La lira popular, producida
al margen de la literatura oficial chilena consagrada por los hábitos estéticos
e institucionales de una época, no está exenta de calidad estética y temática
y, por consiguiente, no puede ser descalificada y marginada a priori. Que
críticos e intelectuales como Raúl Silva Castro o Antonio Acevedo Hernández
hayan visto en ella una decadencia con respecto a la poesía tradicional no
significa que deba ser descartada del campo de estudio. Y es que no ha de
olvidarse lo variable de los códigos estéticos y los juicios de la crítica a lo
largo de la historia.

Por otra parte, Orellana nos remite, con su publicación, a otra proble-
mática: la de la relación entre literatura popular e identidad nacional. La lira,
como poesía urbana, popular y masiva, surgida en el período de la turbulenta
organización de la nación en los años que siguen a la Independencia, fomenta
una identificación con el mensaje emitido. La lira popular se erige así en
descubridora de rasgos de identidad. La cultura popular se instala, entonces,
como sujeto para la construcción de identidades nacionales; gana rápidamente
los sentimientos y la conciencia de las multitudes. Analizar la lira popular
implica, pues, estudiar los procesos de conformación de identidades: la lira,
aglutinadora del sentir y vivir del pueblo, refleja la idiosincrasia del chileno
y ocupa un papel importante en relación con el imaginario social y colectivo.
Gracias a la lira popular nos es posible conocer la propia historia, la que
se suele omitir de los documentos oficiales, la historia “privada” y sentida,
la de los marginados o sin historia. Los cultivadores de la lira popular se
convertirán en verdaderos poetas cronistas de la intrahistoria; sus versos son
reflejo de la vida citadina con sus personajes y procesos, y revelan motivos
contingentes que permiten una mirada a la vida de la época. Estudiar la lira
popular implica, por consiguiente, adentrarse en la memoria nacional y en
el testimonio —personal y colectivo— de todo un pueblo. Tarea ineludible,
por consiguiente, tanto para la historia como para la literatura. Tarea que
Orellana asume con responsabilidad.

Ahora bien, en su investigación Marcela Orellana va más allá de lo


nacional al situar el surgimiento de la lira popular dentro de un fenómeno
característico a nivel latinoamericano: la creación de espacios de expresión
popular. Las capas pobres urbanas de fines del siglo XIX encontraron en

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la lira popular una forma de expresión. Era el único medio para un grupo
social que no tenía otro espacio de representación. En este sentido, estudiar
la lira popular conlleva prestar atención a las minorías culturales. De especial
interés para el tema de la marginalidad resulta el capítulo consagrado a la
figura de Rosa Araneda (‘Vuélvase mi pluma espada’: Rosa Araneda y su voz
femenina), poeta popular que vivió en Santiago en la segunda mitad del siglo
XIX y cuya voz fue ya reconocida —no sin polémica— en su tiempo. En
un medio donde la voz masculina dominaba, logró imponerse con su arte y
talento. Orellana repasa el proceso de conquista de un espacio para una voz
femenina. La lira popular permite, en definitiva, otorgar señas de identidad a
gentes marginadas de la cultura, ya sea por su condición de pobres e iletrados
o por su condición de mujer. Y lo hace por medio de una voz colectiva, en
complicidad solidaria con sus iguales, fruto de la conciencia de pertenecer a
un grupo con condiciones de vida y preocupaciones similares, en momentos
en que se evidencia una crisis y se siente la urgencia de una solución.

Lira popular. Pueblo, poesía y ciudad en Chile (1860-1976) es un


ejemplo de cómo se debe abordar la literatura popular. Más allá de ser objeto
de estudio e interés para bibliófilos, historiadores y coleccionistas, la literatura
popular ha de ser atendida por críticos y estudiosos de la literatura. Resulta
necesario, pues, replantearse el modo de lectura de estos productos culturales.
Y Marcela Orellana lo hace al conjugar la perspectiva literaria y la histórica
y presentar una reflexión que concierne a la poesía y a la actividad poética
en marcos culturales concretos. Orellana pareciera decirnos que la clave está
en los estudios interdisciplinarios, en el ejercicio esencialmente ecléctico. La
invitación, entonces, es doble: la apertura a nuevos objetos de estudio (en
este caso: lo popular en el entramado de lo urbano) y la incorporación de
diversas perspectivas. Es, a fin de cuentas, el reconocimiento absoluto de un
principio de heterogeneidad que ha de traducirse, siempre, en una complejidad
de signo positivo, ajena a todo reduccionismo.

La obra de Orellana constituye un ejemplo, asimismo, del análisis de


los fenómenos literarios en marcos culturales concretos y situaciones reales.
La lira popular chilena, nos dice la académica de la USACH, es el refle-
jo de una agitación en las expresiones de la sociedad, una voz nueva que
emergió en un contexto específico: el de la gran ciudad en un período de
fuerte inmigración desde zonas rurales, alrededor de 1860. El ámbito urbano
es, pues, fundamental para entender los cambios que sufre la poesía popu-
lar impresa respecto de su antecedente tradicional y oral. Marcela Orellana
hace un llamado a estudiar las formas de producción cultural en relación
con las estructuras sociales e históricas. Y es en este sentido en el que la
lira popular, según nos refiere la autora, se abre a la actividad cultural del
momento que le es de más fácil acceso: el periodismo. Entramos así a una

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nueva problemática de gran actualidad: la de la participación de los medios


de comunicación masivos en la configuración de lo popular. La lira popu-
lar se acercó a la prensa buscando imitarla; fue una suerte de poesía de la
noticia. Podría decirse que la investigación de Marcela Orellana nos lleva
a considerar la lira popular como precursora del periodismo sensacionalista
—recuérdese el marcado carácter melodramático de esta—: sucesos esca-
brosos y macabros que explotan al máximo el morbo del pueblo abundan
en estos versos que se acompañan de imágenes como si se tratase de ver-
daderas representaciones dramáticas. Esta monografía nos habla, entonces,
de la estrecha relación existente entre periodismo y literatura y, en especial,
entre la prensa ideológica y de compromiso que existía en el siglo XIX y
la literatura popular que buscaba las emociones y sensaciones populares por
medio del relato de historias que contenían rareza, ‘suspense’, morbo sexual,
escándalos y conflictos de diversa índole.

De sumo interés resulta, también, la contribución de Marcela Ore-


llana al estudio de las manifestaciones literarias en un período complejo de
nuestra historia nacional. La lira popular chilena había desaparecido como
fenómeno de literatura popular en la década 1920-1930, pero en los años
setenta resurgió como un corpus significativo, aunque reducido. Hojas de
liras fueron producidas en el campo de concentración “Melinka”, en la
Quinta Región, y también por miembros de la Agrupación de Familiares de
Detenidos Desaparecidos. Eran tiempos de fragilidad y crisis y la lira popular
permitió que emergieran voces desde el silencio para contar sus experiencias.
Constituía, nuevamente, el modo de expresión de un grupo subyugado, el
soporte para la voz de quienes eran silenciados. El último poema escrito
por Víctor Jara, compuesto en décimas pocos días antes de morir, parece
una coincidencia más que reveladora, a juicio de Orellana. Esta realidad nos
habla, pues, de estructuras poéticas que parecían olvidadas y que retoman
vigencia en determinadas circunstancias. Algo, por lo demás, no exclusivo
de la literatura chilena. Sabido es que durante la Guerra Civil española re-
surgió el romancero de tipo noticioso y tono épico; su razón de ser, al igual
que en el caso de la lira chilena, fue algo coyuntural. Lo que el romance
daba de sí para convocar a las masas e instarlas a actuar, se buscó en Chile
con la lira popular. El discurso poético se volvía experiencia compartida y
ansiaba calar en la conciencia de todos. Ahora bien, y siguiendo con las
relaciones, habría sido interesante que en su monografía Marcela Orellana
hubiese dado cuenta del vínculo existente entre la lira popular chilena y
su más claro antecedente: la literatura de cordel española, también llamada
literatura de pliegos sueltos, que pervivió —desde el siglo XVI— hasta co-
mienzos del siglo XX. Se echa de menos una referencia y profundización
en este innegable parentesco, que hubiese permitido entender y enfocar el
fenómeno de la lira popular chilena en un contexto más universal. Sin duda

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ello habría ayudado a comprender mayormente los procesos de formación


de lo popular literario y el resurgimiento de ciertas formas poéticas como
una constante en la humanidad.

Para concluir, agreguemos que parte del interés que suscita la obra
de Marcela Orellana radica en el hecho de que el tema tratado resulta
atractivo por sí mismo. Reflexionar sobre la lira popular obliga a replantear
el tipo de historia de la literatura que se ha cultivado y la noción misma
de literatura nacional, y a adoptar una amplitud de miras. El propósito es
desterrar todo juicio de definición que implique un juicio de jerarquía. El
trayecto reflexivo de Marcela Orellana nos ha llevado a valorar esta poesía
viva y hondamente sentida, poesía que rescata lo cotidiano para cantarle a
lo humano y a lo divino. Como consecuencia de esto sería esperable que
las colecciones de lira popular que aún se conservan fueran cada vez más
asequibles al público lector.

Rocío Rodríguez Ferrer


Universidad de Salamanca

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