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Romanticismo y Realismo: tradiciones y rupturas

Medina Oré, Franz


10030309

El presente ensayo es un análisis de los cambios de paradigmas que operaron en las


tradiciones literarias del Romanticismo y del Realismo, centrando nuestro análisis en los
puntos de ruptura que conllevan al agotamiento de una tradición literaria y al posterior
surgimiento de una nueva tradición en clara oposición a la anterior. Proponemos así que el
Romanticismo surge como negación y superación del Neoclasicismo —tradición que le
precede directamente, contrario en cuanto a sus principios estéticos y éticos—, para que
luego, tras establecer sus propios códigos y tradiciones, entrar en un proceso de desgaste y
agotamiento hasta establecer una nueva ruptura por parte de la tradición que le sucede, el
Realismo.

Para los objetivos planteados analizaremos cuatro textos claves para comprender la
dinámica de los cambios en las corrientes antes mencionadas. Dos de estos textos dan
cuenta de los códigos en los que se inscriben sus propias tradiciones, estos son: Prólogo a
Cromwell de Victor Hugo, que expone los principios románticos y Proemio a la comedia
humana de Honore Balzac, que expone las primeras bases de la tradición realista. Los otros
dos textos están relacionados con la recepción que ambas corrientes tuvieron en un
contexto específico y distinto al de donde surgieron, en este caso ambos textos proceden de
autores españoles, estos son: El romanticismo y los románticos de Ramón de Mesoneros
Romanos y Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e índole de la nuestra. Su estado
actual. Su porvenir. Profesión de fe de Mariano José de Larra.

Entendemos que en una tradición literaria las prácticas que le conciernen no solo se
limitan al hecho artístico concreto, como pueden ser la producción de obras estéticas y
objetos culturales, sino que se relacionan también con prácticas sociales, políticas, éticas y
religiosas. La tradición romántica, por ejemplo, conlleva —además de un modo especial de
percibir y producir la literatura—, un modo de ver el mundo, digamos, a través de un
paradigma romántico, el cual condiciona los hábitos y las perspectivas del sujeto
influenciado por esta tradición.
Analizando el Prólogo a Cromwell podemos observar que Victor Hugo está
construyendo un discurso que servirá como un manifiesto romántico, pues en él se plantean
los principios del movimiento con que el autor se identifica. Resalta en este texto su
explícita oposición a la tradición del Neoclasicismo. Esta posición es tan radical que
podríamos decir que los principios del Romanticismo son la negación de los principios
neoclásicos y que surgen como un intento de subvertirlos y superarlos.

Hugo inicia su prólogo haciendo un rápido repaso histórico, ubicando la relación


existente entre la literatura del pasado y su respectivo contexto. Así le confiere a Homero la
primacía en la edad antigua y considera a la epopeya como su mayor expresión. “Homero,
en efecto domina la sociedad antigua. En esta sociedad todo es simple, todo es épico. La
poesía es religión, la religión es ley” (24), para luego criticar el actual estancamiento en el
que ha caído la literatura, al esforzarse por repetir este horizonte clásico “… no solo por las
formas que adopta, sino también por los temas que trata, la tragedia no hace más que repetir
la epopeya. Todos los trágicos antiguos reproducen con detalle a Homero. Las mismas
fabulas, las mismas catástrofes, los mismos héroes. Todos beben en el río homérico” (25-
26). De esta manera, Hugo encuentra caduco el paradigma neoclásico de concebir la
literatura, observa el fin de la epopeya puesto que la literatura basada en los principios de la
imitación ha desgastado todas sus posibilidades tornándose inauténtica y tediosa: “Pero la
edad de la epopeya toca su fin. A igual que la sociedad que representa, esta poesía se gasta
al girar sobre sí misma. Roma es una reproducción de Grecia; Virgilio copia a Homero; y
como si quisiera acabar dignamente, la poesía épica expira en este último alumbramiento”
(26).

De las anteriores citas se desprende que el Romanticismo parte de una


diferenciación explicita con el Neoclasicismo. Posee una nueva consciencia histórica, pues
se siente lejano de los temas propios de la antigüedad, lejos de la epopeya y de Homero,
siendo el mismo mundo clásico expresado en términos despreciativos: “Y, apenas muerto,
nubes de retóricos, de gramáticos, de sofistas, se abaten como moscas sobre su gigantesco
cadáver. Se les ve pulular, se oye su zumbido en este foco de putrefacción” (30). El mundo
antiguo es percibido como un gigantesco cadáver putrefacto, se le considera agotado y
caduco, desgastado por la constante imitación de lo mismo y, por lo tanto, en
contraposición a él, el Romanticismo se manifiesta como lo nuevo, lo moderno, como la
superación de esa tradición que murió con Virgilio. El Romanticismo es lo original, y de
ahí el importante papel que le confiere a la imaginación pues, no imita, sino crea lo nuevo y
lo peculiar.

Este carácter novedoso está ligado a una nueva forma de ver el mundo, el
Cristianismo es considerado como el agente promotor de una nueva sensibilidad y portador
de una verdad trascendente, la cual, unida a la nueva sensibilidad, necesita ser expresada en
nuevas formas artísticas. Por ello, la aparición del drama es superación y conciliación de los
géneros tradicionales (tragedia y comedia), pues consolida como legítimamente artístico
aquello que la tradición anterior despreciaba: “La poesía nacida del cristianismo, la poesía
de nuestro tiempo es, pues, el drama; el carácter del drama es lo real; lo real resulta de la
combinación perfectamente natural de dos tipos, lo sublime y lo grotesco, que se cruzan en
el drama como se cruzan la vida y la creación. Ya que la poesía verdadera, la poesía
completa está en la armonía de los contrarios” (46).

El Romanticismo elimina las barreras que separaban a la tragedia y la comedia


como formas exclusivas de representar temas solemnes y temas ridículos, un precepto que
era extremadamente valioso para la tradición neoclásica. Lo alto y lo bajo son ahora la dos
caras opuestas de una misma realidad y estando imbricados en un solo contenido, el drama
es capaz de expresar lo sublime y lo grotesco en un solo género; de esta manera, al fusionar
ambos géneros, el Romanticismo gana para sí una enorme libertad expresiva, la cual le es
completamente necesaria para poder expresar esa nueva realidad que percibe y que es parte
de esa nueva sensibilidad que profesa. Entonces, se hace evidente que el Romanticismo
nace y se construye como una constante trasgresión y ruptura con la tradición anterior y
que, de cierta manera, su aparición es consecuencia directa del desgaste y agotamiento de
los estrictos preceptos que regían a la tradición neoclásica.

Analizaremos ahora el artículo El romanticismo y los románticos, el cual plantea,


desde una perspectiva paródica, la decadencia del Romanticismo en el ámbito de un
contexto español. Ramón de Mesoneros critica y desvirtúa muchas de las prácticas y
temáticas románticas a través de la creación de un supuesto sobrino que se construye como
la caricatura hiperbólica de los excesos románticos. El texto es una clara muestra de los
problemas a los que se enfrenta una corriente literaria, cuando pasa a ocupar una posición
dominante en el campo literario. En este nuevo posicionamiento, el Romanticismo pasó a
ocupar el lugar central que antaño le pertenecía al Neoclasicismo, y su influencia se
expandió por casi toda Europa. Mesoneros demuestra que el Romanticismo se estaba
desgastando y por ende su ideología se tornaba ridícula.

El personaje que Mesoneros recrea en su sobrino como aquel que “… vio


romantizada su persona, toda su atención se convirtió a romantizar igualmente sus ideas, su
carácter y sus estudios” (97), y por ello se trasforma en la materialización de los excesos
románticos. Se muestra la influencia negativa que tienen los textos románticos pues, a
manera de un Quijote, los libros románticos le han perturbado la cabeza y le han
transformado en un inadaptado social.

El sobrino no trabaja, no se asea, viste ropa de épocas pasadas, desea con gran ansia
alcanzar la inmortalidad a través de la carrera de poeta y se pasa las horas meditando en
soledad sobre la naturaleza de los sentimientos, la muerte y demás extravagancias. Una de
sus mayores hazañas es la de crear un drama, el cual es intento de concentrar todos los
principios románticos: “… aplicado al ojo izquierdo al catalejo romántico, que todo lo
abulta, que todo lo descompone, inflamóse al fin su fosfórica fantasía y compuso un drama”
(100). Vale decir que el drama viola de manera extrema los tres principios de las unidades
aristotélicas (de acción, de tiempo y de lugar) los cuales era los pilares del quehacer
literario neoclásico, y exagera de manera ridícula todos los principios fundados por el
Romanticismo.

Así, el pequeño drama del sobrino romántico, después de un idilio frustrado con la
hija de un respetable vecino, concluye con su transformación, gracias al servicio militar al
que es enviado, en un hombre serio y formal, alejado de toda la fantasía negativa que el
Romanticismo le había insuflado: “… el placer que me causaría, al contemplarle robusto y
alegre, la charretera a la derecha y una cruz en el lado izquierdo, cantando perpetuamente
zorcicos y rondeñas, y por toda biblioteca en la maleta la Ordenanza militar y la Guía del
oficial en campaña” (108). El romanticismo para Mesoneros, por lo tanto, es un producto
ambiguo, negativo para el orden social como para la productividad.
El siguiente texto a analizar es el Proemio a la comedia humana de Honoré Balzac,
en el cual desarrolla las ideas, el plan y el origen de su ambicioso proyecto. Este prólogo es
de gran importancia, pues resume de manera general los principios del realismo literario y
sus diferencias con la tradición romántica.

El proyecto de Balzac tiene como base un gran cambio de paradigma con respecto al
romanticismo. El autor no es ya el genio creador, iluminado por la divinidad, o el mediador
de lo sublime; para Balzac, influenciado por los importantes trabajos biológico-científicos
de Buffon, Bonnet, Lebniz y otros, el escritor es principalmente un observador y un analista
de la sociedad que le rodea: “… y siempre existirán especies sociales como existen especies
zoológicas. Y si Buffon llevó a cabo una obra magnifica al tratar de representar en un libro
el conjunto de la zoología, ¿no habría otra obra que hacer de ese estilo con respecto a la
sociedad?” (4). La conciencia que se tiene del autor se ha deslizado desde la idea de un
creador autosuficiente y por encima de la realidad objetiva, hacia un autor dependiente de
la realidad social, la cual es objeto de su quehacer literario; es decir, el autor es un
mediador entre la sociedad y la literatura, su escribano.

A partir de este cambio de conciencia en el autor, operan otros cambios, como el de


la sistematicidad y la objetividad de la obra, en lugar del texto inspirado por las fuerzas del
espíritu. Balzac se ha propuesto escribir la historia de las costumbres humanas, y dentro de
este marco la sistematicidad de su obra es más una exigencia que una elección; es conocida
la división de la comedia humana en escenas de la vida privada, parisense, política, militar
y rural. Ello le permite trazar un mapa, un esquema de proyecto a manera de los modelos de
clasificación científica, a través del cual ha planeado incluir a toda su sociedad.

Existen también algunos aspectos en los cuales va a coincidir con el manifiesto


romántico de Víctor Hugo. La valorización del cristianismo como elemento central en el
desarrollo de la sociedad y el pensamiento modernos es quizá el aspecto más evidente: “El
cristianismo ha creado a los pueblos modernos y los conservará (…). Yo escribo a la luz de
dos verdades eternas: la Religión y la Monarquía, dos necesidades que los acontecimientos
contemporáneos proclaman y a las que todo escritor de buen sentido debe intentar
encaminar a nuestro país” (6). La idea de verdad que expresa Balzac en esta cita refleja
también parte de su proyecto, y es por ello que se aleja de los románticos, pues en ella
podemos ver el carácter moralizante y a la vez objetivo que le da a su obra. Observamos así
que el realismo de Balzac se construye en oposición a varios principios románticos, pero
sin dejar mantener algunos vínculos con él. Si bien la oposición no es tan radical como lo
fue el choque entre los románticos y los neoclásicos, si es producto del agotamiento del
paradigma romántico.

Por último analizaremos el texto Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e


índole de la nuestra. Su estado actual. Su porvenir. Profesión de fe de Mariano José de
Larra, teniendo en cuenta como un texto que expresa la recepción de ambas corrientes, de
manera panorámica, en España.

La tesis de Larra es que a pesar de la influencia que las grandes corrientes literarias
extrajeras (Romanticismo y Realismo), el espíritu español ha sabido mantenerse,
conservando la esencia de su tradición en contra de los imitadores y de la alienación. La
causa de esto parece encontrarse en un elemento que ambas corrientes extranjeras resaltan:
la religión: “La España estaba más lejana del foco de las ideas nuevas; las que en otros
países caducaban ya eran nuevas todavía para ella, porque recién salía de la larga
dominación musulmana, veía todavía en el catolicismo el paladium que la había salvado”
(78).

Así, la religión es fuente de resistencia contra las formas modernizadoras


extranjeras, nótese que aquí el sentido es opuesto a las ideas que Hugo y Balzac tenían de
del Cristianismo como motor de la modernización de los pueblos. Por otro lado, Larra
manifiesta una visión del retraso en el que vivía España por mantenerse lejos de las ideas
revolucionarias debido a la fuerte presencia de la religión. Sin embargo, se hace explícito
que ese espíritu español del que habla se siente mucho más cercano a ideales románticos
que realistas. Prueba de ello es que el carácter de observación y sistematización que
proponían los realistas dista mucho del genio español, lo cual contribuyó mucho más al
retraso de la modernización: “… ni nuestra literatura tuvo un carácter sistemático
investigador, filosófico; en una palabra útil y progresivo. Imaginación toda, debía prestar
más campo a los poetas que a los prosistas: así que, aun en nuestro siglo de oro es cortísimo
el número de escritores razonados” (79).
En suma, sostenemos que las corrientes literarias surgen, principalmente, como
oposiciones y rupturas con las tradiciones anteriores. Algunas llegan incluso a ser la
negación casi total de la tradición que le precede. Estos fenómenos se dan en mayor o
menor medida, según el nivel de desarrollo y aceptación que hayan podido desarrollar
dentro de los marcos de sus respectivas instituciones. Las recepciones de aquellas son
siempre problemáticas, pues incluso dentro de la aceptación cabe el rechazo a lo “otro”, a
lo foráneo, o a lo poco conocido.

Bibliografía.

1842 BALZAC, Honore. Proemio a la comedia humana.

1837 DE MESONEROS ROMANOS, Ramón. El romanticismo y los románticos.

1843 DE LARRA, Mariano José. Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e índole de
la nuestra. Su estado actual. Su porvenir. Profesión de fe.

1827 HUGO, Víctor. Prólogo a Cromwell.

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