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¡NA PRIMERA

LECTURA
DE UNO OYES
LADRAR
LOS PERROS"
ANGE~ DE
RAMA JUAN RULFO
ÚJlllIIimales salvajes poesía, ahora por encima de los criterios del verso y la prosa que
antes la circunscribían. En pleno delirio de un egotismo verboso
Los animales salvajes saben no dejar huellas. Sus actos son cuya resaca inunda una época de la historia, unos pocos poetas
-.arbidas por su propio diseno, pulcramente, sin abundancia ni retomarán al vocablo exacto. Ese acto preciso se recortará como
pInIidas, recortados sobre un medio en que se apoyan y al que esmaltado, sobre un campo enigmático: será apenas un diseño
toman enigmático. Porque no están en él Dentro de él emergen, invisible uniendo ciertas figuras de ese campo, que las denota, las
poIiblemente se construyen con su materia, pero en un pase connota y las entrega, indemnes, a la lectura descifrativa. Los
lIfBico eDa se trasmuta en pura forma significativa.- Y vuelven a no animales salvajes de la literatura contemporánea. Rimbaud viene
CItar. siempre como una obligación, a datar la ceremonial apertura del
Tal sabiduría no es propia de los humano. Menos aún de los proceso de recuperación, gracias a la pulcritud precisa de sus
eaitores, desde que se resignaron a manipular palabras profana- iluminaciones. a su ausencia de literatura, a su precisa visión de lo
da, descaecidas de su primigenia sacralidad, que recibieron desam- real: "La moral y el idioma están reducidos a su expresión más
puadas de medida, rigor, significaci n únic capacidad encanta· simple."
toria, de esa su energía-realidad-energía. lIento crecimi nto de la
btquesía se duplica, fanta máticamcnte, con 1 progresiva profana· De este linaje de lacónicos y enigmáticos
ci60 de otro bien que se toma bien mueble: la p 1 bra. Desqu¡'
cilda de sus matrices rítmica gregad d 1 reino melódico De este linaje de lacónicos y enigmáticos, de pulcros, delicados y
compartido con la música, acumulad indi tint men para cual· salvajes, de aniquiladores de los dioramas palabreros para reencon·
quier tráfico, sirviendo de piedra al heter6clit edifici de la trar tras ellos un resplandor sagrado, un solo gran nombre dentro
IIO'eIa moderna, desprendida de u iocru ci n en 1 co para de la narrativa de América Latina: Juan Rulfo. Otros nombres
dnenir representación, derramAndo en I p Usc i6n de I s podrían sei'lalarse en la poesía, pero en el manejo de la prosa
Fueros que desencadena la onda rev lucion ri burgue I rreba· narrativa (situada en los lindes de esa nueva concepción de lo
tu el poder, la palabra pierde u natural z s cra. lo podía poético que debió forjar la cosmovisión recuperadora, propia de la
-aurársela una sociedad tradici nal c n i temas c gnoscitivo m demidad) ningún nombre es más justo, pleno y magnificente,
que resposaban sobre estructura mítica que el de Juan Rulfo.
Esa profanación que las vulg riza, que di uelve los ignific dos Tantas veces se ha hablado de su abandono de la literatura,
lÍIIiCOs, que reconvierte en materi (en grafism) u preciso tejido luego de esa "iluminación" llamada Pedro Páramo. un abandono
IOIlOro. se cumple también en el dicente. el emisor de la palabra vergonzante primero y luego franco y jubiloso, que parece haberse
que por· el mismo movimjento es conducido a la extraversi6n olvidado otro abandono previo: el de sus años iniciales que
llIbjetivista y exhibicionista. El hombre deja de er sagrado: cede naufragaron. íntegros, salvo raras páginas, sólo rescatadas -se
11 enigmático, ceremonial puesto dentro del orden universal de lo diría- para dar testimonio de que sí hubo un continente entero,
lICIO. Se trasmuta en innumerables palabras públicas; queriendo que estuvo, que fue voluntariamente sumergido.
rwelarse se esconde entre eUas y disuelve con eUas. Cuando El Juan Rulfo de sus veinte años es lo poco que él ha contado
Walter Benjarnin lee, al nivel del Baudelaire de mediados del XIX de ese tiempo, en esas entrevistas fantasmales donde "el otro",
la emergencia de una antropología manejada por las coordenadas como en el texto borgiano, ocupa su lugar en un sitio conven·
del mercado económico burgués, está registrando la disolución del cional (una pieza de hotel en Los nuestros de Luis Haars, una sala
hombre-escritor, el punto más alto de una profanación que de conferencias en Los narradores ante el público, un café en los
funciona coherentemente a todos los niveles de la vida social: diálogos con Elena Poniatowska) y musita algunas cosas alusivas
desde la elaboración industrial de las materias primas que descom- sobre sus antepasados, el pueblo de Comala, la vida en Jalisco, sus
ponen el orden natural, hasta la instauración del género novela primeros trabajos burocráticos, todo insustancial y marginal a la
como el único válido para el gregarismo social. creación artística, todo situado en ese lado de acá que es el de la
A partir de ese grado máximo comienza la progresiva y terca sociedad con su pequeña historia, todo rápidamente convenciona-
recuperación de la sacralidad prinúgenia, lo cual postulará negar las fuado en textos posteriores donde se repite como un sistema
aparenciales conquistas de la arrogante sociedad burguesa, operan- defensivo. Fuera de esas informaciones, sólo quedan escasos mate·
dci siempre en contra de sus tendencias. La línea creativa de ese riales de ese gran naufragio o escamoteo de prestidigitador:
wte será entonces lacónica; el escritor retirará su vida del comercio corresponden a los cuentos de la revista Pan (que en 1942 dirigiera
público a imagen de los clásicos; un aura enigmática se instalará en y fmanciara en Guadalajara junto con Juan José Arreola y Antonio
eIOS actos, en esas escrituras fugaces donde se volverá a instaurar la Alatorre) como el chejoviano "La vida no es muy seria en sus

(Esteensayo sirve de introducción al cuento de Juan Rulfo .. o oyes ladrar


bs perros" en el volumen Primeros cuentos de diez TTU1estros de /o narrativa
1tItinotzmeriCDfUl que, con selección y estudios del crítico Angel Rama
publicará la Editorial Planeta)
cosas" y algún superviviente fragmento ("Un pedazo de noche")
de la novela que escribiera hacia 1940, materiales no significativos
que nada dicen de él salvo, un estremecimiento ante la esencial
dislocación con que se· le define lo real, el que volverá a ser
recuperado en sus posteriores cuentos (que desde "Nos han dado
la tierra" comienzan a conformar su inicial libro El llano en
llamas) aunque ya en las tesituras estilísticas que lo singularizarán
de un modo definitivo.
Entre las huellas borradas de sus primeros pasos y cuando no
enteramente borradas, sí enturbiadas, y las huellas borradas ya
drástica y sabiamente de sus pasos últimos (son las correspondien-
tes a su muy anunciada novela La cordillera o a los cuentos en que
se habría resuelto ese volumen) se sitúan los cuentos que desde
1945 va escribiendo y publicando en insólitas revistas a su alcance.
Tiene 27 años cuando publica "Nos han dado la tierra" y 35 años
(está exactamente a la mitad del camino de la vida dantesca)
cuando recoge la producción ininterrumpida de esos años en el
volumen El llano en llamas (1953). Entre los primeros cuentos de
esta serie se sitúa "No oyes ladrar los perros", aparecido, según
información de Rulfo, en una revista profesional de la época, poco
después de "Nos han dado la tierra"'y "Macario". Dentro del
mismo impulso creativo habrá de situarse la novela, Pedro Páramo,
que publica dos años después, en 1955. Y luego ese silencio, esa
disolución de las huellas que ya dura veinte años. Entre el inicial )-
el posterior silencio, esos dos actos, dos diseños: dos ilumina-
ciones, fugazmente encendidas sobre un enigmático campo.

Un brevísimo cuento.

Un brevísimo cuento. Siendo, indudablemente, una narración y


cumpliendo, rigurosamente, con esas no escritas leyes del género
que se impone en la modernidad normativizando planteos, infor- cuento. Podría leérselo todo sobre el trasfondo crítico que ofrece
maciones, elaboración de la intriga, diseño de personajes, ritmos de "La mosofía de la composición" poeana, o sobre la serie de textos
evolución del asunto, progresiva develación de los significados, que redefmieron lo poético ya profetizado por Rimbaud y Lautre-
acometida del desenlace y disparo del remate, siendo todo eso, amont, para constituir en nuestro siglo la teoría que sostiene la
responde sin embargo a un funcionamiento del imaginario que creación artística que acuñó el nombre de "vanguardia".
viene directamente de la poesía.
No, no es un poema. No pretende serlo. Tampoco es otra Una imagen rige integramente
víctima de la ornamentación poética que androginizó el llamado
"realismo mágico". Es una narración: austera, casi ascética, con- Una imagen rige, íntegramente, todo el cuento y no es aventurado
centrada como un dibujo sobre la cabeza de un almer, un puro y proponer que de ella se desprende, que le da nacimiento la previa
casi esencializado ejercicio del epos. Pero brota impetuosamente invención de la imagen. Ella le confiere un cuerpo literario;
del funcionamiento poético del imaginario. Como una corriente simultáneamente lo circunda de atmósfera; sobre todo instaura su
eléctrica la recorren sus típicas operaciones constitutivas. Esta exclusiva unicidad, como de bloque, haciendo que el texto todo
singularidad, que sitúa a casi todos los cuentos de Rulfo en un responda a un impulso único que desde la primera hasta la última
lugar aparte de la tradición narrativa vigente, dentro y fuera de línea lo pone en tensión.
ella, es realzada aquí por la brevedad, la violencia y la precisión Tal imagen, como teorizaron los escritores vanguardistas, debe
con que se aplican las matrices trópicas a la construcción de un ser una creación. Nada de trasladar la rosa e injertarla, aunque ya
palabra, en el texto, sino inventarla, como pidió Huidobro la inlagen de un animal mitológico, en la apertura narrativa de la
ntando a su vez a un poeta indígena de Sudamérica que le primera secuencia sólo es un monstruo que avánza dentro de lo
ría dicho en lengua aymará: "El poeta es un dios; no cantes a oscuro y dentro de lo silencio9:>, o sea en la opacidad generalizada
uvia, poeta, haz llover." Que esa imagen inventada asocie los del campo neutro sobre el cual se dibuja, siendo ese monstruo
ntos más lejanos y dispares de modo de que irrumpa una meramente, únicamente, una imagen. La imprecisión acerca de la
pa entre ellos, tal como pedía Reverdy, en cuyos textos escala de valores que la determina, aliada a una nítida referencia a
dió Breton la operación que e~quetó de surrealista. Que de su presuntiva naturaleza humana, genera el aura enigmática de la
subrepticio modo parezca nacida dentro del jardín de las imagen y ese matiz de horror que siempre acarrea el entrecruza-
s del mal, que brote de la extrañeza, de la perplejidad y del miento del orden de lo humano con cualquier otro posible orden
, que aparezca sobre el borde o uro que oculta lo real que se defina como in·humano. Es una experiencia que la literatu-
un indicio que lo alude y lo elude, que lo convoca a nuestra ra estableció mediante un cuervo que decía "Never more", con un
ción y lo rehúsa a nuestras previas categ rí de conocinlien- bosque repleto de objetos artificiales, pero que impetuosamente
exigiéndoles que se sometan al mandato berano de la imagen. creció y se democratizó mediante monstruos interplanetarios,
Esa imagen, como es frecuente en la n rrativa rulfiana, es animales desfasados de sus proporciones naturales y la parafernalia
osa. Tal rasgo cumpl una fun i n unmc nte de los del bazar surrealista con sus maniquíes y sus objetos congelados.
s ingredientes constitutivo de 1 imag n, ex ctamente en las La imprecisión inicial es tal, sólo respecto. a las aclaraciones que
podas de la racionalizad c ncepci n h raci na del rte poéti- introduce la segunda secuencia, pero la imagen en sí es absoluta-
y más bien dentro de e bú qu da d I glutin nt ue re rre mente precisa y continuará siéndolo como un bajo fondo que sigue
barroco, se extravía por el r m ntic y rr lladoramente c rre circulando por el cuento, ya no como dominante sino como
el moderno vanguardista. - a m n tru id d ti ne tal imperi , elemento re ce si vo , como una imagen contrapuesta y anegada que
toque inquietante y absorbente, u pu de xi tir de m nera desde debajo de las aguas sigue rigiendo las agitaciones de la
noma, sosteniendo a la imagen en u pr pia virtualidad sin superficie del relato: de tal modo que la relación "padre-hijo" que
ender a las explicacione raci nal • reductiv ,que de truirían ,nos muestra la segunda secuencia en la atmósfera iluminada que
extrafieza e ineditez fragm ntánd la. Pu s eH funci nan bre corresponde a la racionalización (por introducirse de lleno en la
criterios del análisis: su primera op fa i ne implicarían eticidad) siempre quedará contrastada con aquella inicial aproxima-
móntar la unidad postulada p r la imag n, c n lo cual reduci· ción monstruosa a "los hombres"- acoplados, a la que seguirá
m la energía derivada de u m nstruo ¡dad. reflfiéndose el texto, concitando rastros de una imagen que se
De las cuatro secuencia que se uceden en" o oyes ladrar los hunde en aguas emocionales, oscuras, ambiguas.
ptlTos". toda la primera, que abre con la in lita e inexplicable Por la obligada diacronía del relato, lo que después .de su
invocación ("Tú que vas allá arriba, (gna i ") Y se ci rra con la apertura se diga, se sumará a la imagen inicial: la trasmutará
temporaria renuncia al enigma o sea con una parcial explicación quizás, pero no la cancelará. El conflicto ético que habrá de
que comienza a desmontar la inicidad de la imagen ("Bájame"), plantearse, descansará sobre la inicial percepción de lo monstruoso
esa secuencia primera maneja la imagen en su e tado poético puro, y con él se asociará de algún modo. Cuando esta imagen pierda su
se rehúsa tesoneramente a sustraerla de su atmósfera enigmática, confusión tomándose clara y no sea ya una incomprensible forma
prolonga todo lo posible el claroscuro que le permite funcionar amasada con seres humanos, sino un hombre viejo que lleva a
dentro de las coordenadas lógicas gramaticales. "la sombra larga horcajadas a otro hombre, más joven y herido, quien es su hijo, la
y negra de los hombres" (cuya ambigüedad responde a la oscila- inicial imagen poética no hará sino trasladar su naturaleza aberran·
ción entre el singular y el plural de los artículos determinantes te del universo de las formas, en que radicó primeramente, al de
que, al nivel gramatical, in troducen un disturbio en las significacio- las significaciones. En este segundo, que implica otro plano
nes), es "una sola sombro tambaleante", como habrá de precisar narrativo, se proseguirá elaborando una imagen planteada como
luego, la cual tiene un solo arriba y un solo abajo, unas solas inexplicable forma y como inexplicable situación. ¿Quiere decir
"orejas de fuera" pero dos voces dialogantes y por lo tanto dos que la segunda secuencia aporta una comprensión racional, que
bocas que se oponen (Jo que vuelve a reiterar ese disturbio por la funciona como la develación del anagrama anterior? Nada de eso:
oscilación entre lo uno y lo doble que, en las imágenes concretas como siempre, el bosque ideal complica lo real en vez de simplifi·
iniciales, instaura ya la problemática profunda del relato, emparen- carIo.
table con el tema de la descendencia por derivación y duplicación Si lo real es la impresión del ojo que no ha tenido tiempo, ni
de un- elemento único de la realidad). fuerzas, ni suficiente información, para reinstalar la sensación
Si la segunda secuencia del cuento nos revelara que se trata de dentro de un estable sistema cognoscitivo, podríamos defmir esa
imagen inicial del cuento Como lo real en su estado puro, al menos' al símbolo mítico, según la lúcida clasificación de Paul Ricoeur'
tal como puede detectarlo una situación circunstanciadamente (Le conflit des interprétations). Tal imagen simbólica, que fuera
histórica de la cultura. Pero cuando se desprende de la pura consolidada en el período arcaico por las culturas agrarias primiti-
sensación porque un COnjunto de datos permiten situarla en un vas (y es desde allí que viene para reaparecer en la escultura del
plano conceptual, lejos de simplificarse adquiere más alta tempera- Picasso del siglo XX) fue objeto de posterior transposición por la
tura enigmática: el ele~ento insólito que sostenía la imagen da religión, elaborando racionalizadamente uno de los mitos tenaces
paso a otro elemento, Igualmente insólito, pero que autoriza una de las sociedades cristianizadas de Europa donde algunas de las
curiosa estructura de la significación. Son las coordenadas cultura- originarias conmociones del símbolo primario pr~c~icament~ .se
les las que nos abren l.a Puerta a un plano en que la pura imagen disuelven o se disfrazan bajo explicaciones lógicas, etIcas o religIO-
(con su plural carga Simbólica que corresponde a "esa reserva de sas. Pero como "el mito no agota de ningún modo la constitución
sentido de los símbolos Primarios" que para Ricoeur es "mucho semántica del símbolo", lo que le permitió a Brueghel su inquie-
'más rica que la de los ~írnb%s míticos y con más razón que la de tante reconstrucción del mito del hijo pródigo a pesar del tan
las mitologías racionalIZantes") se introduce en el campo de las racionalizado estadio de que parte representado por el texto del
significaciones. Nuevo Testamento del mismo modo la imagen mitológica del
pastor y su oveja, 'que acuñó la religión, no puede ajustarse a la
Un animal mitológü:o radical ajenidad que muestran los textos de Juan Rulfo respect? a
los patrones culturales europeos. Por eso creo que resultan desaJUS-
Un animal mitológico es evocado por la segunda secuencia: el tadas sobre el texto del cuento las explicaciones críticas (Mario
pastor q.~ transporta ~obre sus hombros a la oveja perdida, Benedetti, Hugo Rodríguez Alcalá) que han puesto el ace~~o. sobre
recon~ucIendola al redil. De inmediato disminuyen las cargas el amor del padre, la emotividad del sacrificio, en defmItIva, la
emOCIOnales, se empobrece la imagen; gana terreno en cambio la eticidad.
seguridad y el entendirnien too Del símbolo primario hemos pasado "Oveja perdida ven sobre mis hombros" será la versión retórica
ofrecerá la poética renacentista del lugar común mitologizante. relación 'padre-madre', con lo cual ésta modificaría compensatoria-
cotejan esas versiones con las que ofrece la historia contada mente su signo, sustituyendo amor por odio; pero no obstante el
Rulfo, se podrá ver cómo en éste todos los elementos odio paterno y el poder adulto del padre, al fin de un largo
nan en discordancia con el modelo mitológico tradicional. combate será él quien reciba la muerte a manos de su descendien-
Juay arrepentimiento explícito; ni tampoco, tanto de una parte te.
de la otra, certeza de redención, la cual se dejará expresa- Esta historia será contada de diversas maneras, según sean las
como improbada en el relato; ni hay nunca la menor leves variantes básicas de que se parta, las que exigen modificacio-
ción del magisterio (padre) y del discipulado (hijo) que es lo nes compensatorias dentro de una estructura prototípica, pero será
ftncula a las dos partes de la imagen cr" tianizada, sino, al siempre la misma subrepticia historia de~ parricidio: en "Anacleto
o ,explícita y reiterada afirmación de la semejanza (que es Morones", en "La noche que lo dejaron solo" o en "¡Diles que no
.tilbld) entre ambas partes. Ello patentiza en su designación me maten! ", reencontramos siempre, franco o embozado, el
Oca e imparcial como "hombres", lo que crecienta la mOIl&- mismo combate de los dos hombres de la misma sangre y el mismo
• ad del hombre (que ya no hijo, ni m nos ovej ) ahorcaja- linaje y también un idéntico desenlace. (Entre las contribuciones
IObre otro hombre y aun la d 1 hombre más joven descansando más sabias de Claude Lévi-Strauss en su Anthropologie structurale
el más viejo. "Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre se cuenta la recomendación de "definir cada mito por el conjunto
Itombros" dice y es esa la sen 'bilid d peculiar del cuento. de todas sus versiones", lo que en literatura nos lleva a examinar
ha además debe repararse en que la invención de una imagen globalmente toda una creación artística para poder descubrir, a
es valorable sino en relaci6n a lo parámetros artísticos o través de los plurales sistemas de regulación que acarrean las
ativos de su creador, o de la e tética a que pertenece o en distintas variantes, la constitución original y dinámica del modelo
caso de la cultura den tro de la cual construye. Esto dos que se propone el creador, el que va edificando a través de una
res superpuestos son los protagonistas de l m s difícil y multiplicidad de proposiciones correctas o meras variantes opera-
° a relación que pueda percibirse en el arte de Rulfo: padre e cionales, cada una de las cuales implica una reordenación de la
Los modelos de ese vínculo que n proponen lo diversos totalidad estructural, cada una de las cuales tiende a presentársenos
....tos están bien lejos de simbolizar el amor o la piedad, ni como un cuento o un poema o una novela distintas.)
pueden reanimar el mito del hijo pr6di o que regre y es recibido Es dentro de la serie de combates que debe ubicarse "No oyes
por su padre. En Rulfo, la relaci6n entre eUos es directa, con ladrar los perros" para poder medir cabalmente su aparencia!
drástica elisión de la mediadora femenina: padre e hijo se sitúan extemporaneidad, visto que aquí el padre parece cumplir un acto
frente a frente en un campo solitario del que ha sido eliminada la de piedad. Su excepcionalidad dentro del conjunto es más impor-
prellencia de la madre-mediadora (es una primitiva ciedad viril tante que su afirmación intrínseca y nos impone preguntarnos:
donde la maternidad pertenece a un orbe sagrado y creto) y ¿por qué, en qué grado, ron qué limitaciones, respondiendo a
donde, por lo mismo, la relación alcanza un aire arcaico y a veces cuáles impulsos? Digamos que también aquí existió el combate y
una despiadada ferocidad. aunque el hijo alcanzó resonantes triunfos, a él se debe la muerte
del "segundo padre" o "padre sustitutivo" que es el padrino de
Padre e hijo bautismo, del mismo modo que se le atribuye la muerte de la
madre (como en "La herencia de Matilde Arcángel") a través de la
Padre e hijo son, a veces, figuras desviadas entre sí, cuyos caminos acción del "segundo hermano" o "hermano sustitutivo" y se le
no se cruzan nunca (es el desconcierto sobre el cual se edifica reconoce en capacidad de matarla "otra vez si ella estuviera viva a
Pedro Páramo y que se contrapone a la relación con Susana San estas alturas", Si bien el cuento pone en funcionamiento el mismo
Juan) aunque entre eUos se teje una distante historia de rencor, de modelo de combate entre los integrantes más cercanos de un linaje
desprecio, de fiero olvido: "el olvido en que nos tuvo, cóbraselo de reemplazo y sustitución, esta vez Rulfo lo elucida en una
CIlIO': Pero más frecuente~nte son figuras enemigas que buscan variante que disuena respecto a su desenlace prototípico: ahora
destruirse: son los protagonistas de un combate que se manifiesta ofrece al hijo derrotado. No es el hijo pródigo, no es la oveja
como muy antiguo, como continuo, como inextinguible. El esque- perdida del mito cristianizado, aunque aparencialmente pueda
ma de esta rivalidad puede seguirse en el cuento "La herencia de confundírselo, sino que es el vencido. No vuelve arrepentido:
MBilde Arcángel": hay un padre que odia tesoneramente a su hijo, vuelve derrotado.
que procura destruirl?; en el origen de este macerado rencor está Por este aspecto, sólo por este aspecto, el cuento hubiera
la muerte de la madre que atribuye a! hijo, quien habria cumplido podido titularse con su frase más patética, la que enarbola como
una típica operación sustitutiva desplazando a la madre de la reproche el padre: "A quién darle nuestra lástima". Porque el
problema (y el gran tema) que en este cuento se nos expone, no es
el del hijo, sino el del padre, cuyo universo piadoso resulta
bloqueado por el compartimiento de su descendiente. A causa de
la éscala de valores que 'éste habría puesto en funcionamiento, se
provoca el aislamiento paterno, la refluencia de toda su cosmovi-
sión. Es el padre quien se encuentra imposibilitado de dar a nadie
su "lástima" (a pesar de que él lo infiera del hijo y de sus
compinches muertos) porque ella ha dejado de ser un valor dentro
del 'sistema de los intercambios humanos. Sólo podrá vencer en su
pugna con el hijo y por lo tanto sólo podrá salvarse él, si
demuestra nuevamente la efectividad de la "lástima", si logra su
aceptación. La tercera y más larga secuencia del cuento' (que
comienza con "Todo esto que hago no lo hago por usted" y
concluye con la pregunta clave: "No tenemos a quien darle nuestra
lástima. ¿Pero usted, Ignacio?") está representada por un sermón
doctrinal donde se exalta el triunfo del padre, donde el padre
mismo procede a su autoglorificación, sin obtener más que el
impávido (o doliente) silencio del hijo, el pedido de que lo baje y
lo abandone, unas gotas (¿lágrimas o sangre? ), en todo caso nunca
el reconocimiento expreso de la cosmovisión piadosa. En la mejor
de las interpretaciones, la ambigüedad del silencio.
Contra la fiereza de otros cuentos, en éste parecería postularse
la recuperación y la afumación de un universo cristianizado, a
partir de esa inicial invocación a la preterida figura de la madre-
mediadora ("Lo hago por su difunta madre"); a la tesitura de
otros cuentos más salvajes, éste opone, en el sermón paterno, los
valores morales de la catolicidad 'que vino a América en las tres
carabelas y junto con ellos evoca el respeto y veneración de la
mujer, la aseveración de "la lástima" como un valor, el emociona-
lismo del recuerdo y de las lágrimas, en fin, la instauración de una
ética que resultó en Occidente una formulación compensatoria
para un orden social geométrico.
Pero esta aparieflcia está lejos de resultar convalidada por el en juego movilizan extrañas resonancias simbólicas a las que
creador en la escritura del cuento. La radical ambigüedad de la podríamos interrogar por un momento.
narrativa rulfiana resultaría subvertida si se lo pretendiera. El Es necesario desconfiar de las lecturas simbólicas que en la
escritor que ha inventado, dentro del narrar contemporáneo, la narrativa rulfiana son desbordantemente convocadas por ellaconis-
técnica del discurso sin respuesta, ese discurso ante el oyente mo enigmático del texto y por las poderosas cargas que transpor-
silencioso ("Luvina") que remite todo el texto al terreno de la tan sus imágenes. Sin cesar (en cualquier de sus críticos se io
hipótesis, y el escritor que ha inventado el desenlace marginal ("Es comprueba) la lectura de Rulfo desencadena juegos analógicos que
que somos muy pobres", "La cuesta de las comadres") que alude son especialmente esquivos porque están hechos de alusiones y
la resolución del planteo central y lo deja oscilando en su plural elusiones, de furtivos razomientos con grandes y estereotipados
ambivalencia, mal podría aquí, ante un tema capital de su creación mitos dentro de los cuales es posible sospechar la soterrada
artística, próponer mecánicas soluciones clarificadoras. No se trata pervivencia de esos símbolos primarios de poderosa impregnación y
sólo del silencio sin explicación de Ignacio (¿sufrimiento, piedad, de vastos y confusos territorios. Utilizando ese sistema analógico,
odio?) que vuelve a encerrar al padre dentro de su incomunicable recordemos la frase del famoso texto: "¿O hay acaso alguno entre
cosmovisión, sino de la dualidad misma que ésta comporta. Porque vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra o si le pide
el padre ha maldecido al hijo, porque se mueve sobre una tensa y un pescado le da una culebra? " Luego reparémos en que aquí hay
ambigua cuerda de rencor, porque los materiales literarios puestos un hijo que pide "agua" y a quien se le contesta: "Aquí no hay
...... No hay más que piedras" de tal modo que los dos términos antes de las estructuras míticas propiamente dichas. Quizás en
• constituyen en una pareja de opuestos que para ser tales deben cambio sería productivo cotejar la elaboración del tema "padre/
filler puntos de contacto comunes (como "pan/piedra" o "pesca- hijo" operada por un escritor europeo clásico, con la de un
m,lculebra") y por lo mismo pasan a referir a la otra pareja de narrador mexicano actual.
*minos, "hijo/padre" proponiendo las sustituciones respectivas: Cuando el mito cede, en el mundo latino, descendiendo al
llío=llgua, padre=piedra y por lo tanto la relectura del conflicto a marco histórico y a la demanda de una sociedad constituída que
pIllir de esas transposiciones metafóricas que hubieran avivado la aspira a ser representada especularmente en la literatura, la imagen
plSión del imaginario libro que ejercitaba Bachelard. Eventualmen- inicial que nos ofrece el epos romano para explicar sus orígenes es
te esta lectura acarrearía resoluciones no previstas en la poética justamente la del hijo que transporta sobre sus espaldas al padre:
blchelardiana al permitir la recuperación de los símbolos y los Eneas salva al viejo Anquises de la muerte en la Troya incendiada,
mitos dentro del mundo histórico y no sólo, como la corriente transport.ándolo sobre sus hombros en una demostración fehaciente
mitologizante contemporánea ha desarrollado, en un exclusivo del amor fIlial. Cuando la imagen tradicional del pastor y su oveja
1miverso esencial, primigenio, pre y anti·histórico. Para eso debería- perdida (simbolizadora del patemalismo esencial de las culturas
lIIOS retornar a la consideración de Juan Rulfo como un escritor de primitivas, agrarias, que la engendraron y del ftjismo de un saber
América. Más exactamente, corro un escritor de México, como el que siempre es referido al padre y nunca al hijo) abandona esa
descendiente de un cataclismo cultural de proporciones casi cosmo· cosmovisión estática que es la de una historia también estática y se
IÓJlicas como lo fue el ocasionado por el choque de las dos incorpora a una historia que deviene dinámica, presta, creativa,
culturas a partir del descubrimiento europeo y la conquista. proyectada al futuro, asistimos a su reemplazo que llega hasta la
inversión de los términos: es el hijo quien transporta al padre, lo
ÚII interpretaciones míticas que implica la obvia revalorización del papel del hijo, quien ha
devenido el factor del cambio histórico.
Las interpretaciones míticas han sido evocadas en varias ocasiones Salvar al padre es lo mismo que salvar a los dioses que presiden
por la crítica a propósito de estos textos, hasta el punto de haber el pasado y, efectivamente, Eneas transportará junto con su padre
aenerado una resistencia del propio autor, sobre todo ante ese tipo a los dioses penates. Es esta la operacIón que en el nivel del
de conversión por equivalencias que concluye haciendo de Pedro espíritu permite arrancar las raíces de una tierra natal para poder
Ptitamo una versión reducida y desmejorada de La Divina Comedia emigrar. Pero es también el reconocimiento y la aceptación de la
o de la Te/emaquill. Carlos uentes ya anotó, sin embargo, que en legítima sustitución de las generaciones, la aplicación del orden
Rulfo la transposición de los grandes mitos universales no es tal: racional de la vida que implica afirmación de la continuidad
"la imaginación mítica renace en el suelo mexicano y cobra, por creadora de la especie, pero ahora mediante el cambio y no por la
fortuna, un vuelo sin prestigio". No obstante, el propio Fuentes simple continuación de lo ya estatuido. Eneas salva su pasado, se
sólo evoca mitos griegos dentro de esa forzada tributación america- lo apropia pero lo disuelve dentro de sí. Se define en esa vía crucis
na: si los mitos son estructuras universales de significación, valdría como el héroe piadoso, pero será premiado con la oportuna
lo mismo sustituir los mitos prestigiosamente helénicos con los muerte de Anquises que le aportará la libertad para devenir, sin
preteridos mitos autóctonos americanos, sin contar que éstos culpa, padre a su vez, y por esa calidad convertirse en fundador de
agregarían al universalismo, la contingencia de su instalación una estirpe, de una ciudad, de un imperio, de una civilización que
circunstanciada. El peso del pasado, el peso de la historia, el peso lo sobrevivirá y que también servirá para transportarlo hasta sus
del arte, el peso de la dependencia, siguen haciéndonos ver a descendientes como él hiciera con su padre. Continuidad y varia-
Hércules en las estrellas. ción se combinan aquí. Gracias a este orden será posible que una
Pero ya Lévi-Strauss, a pesar de su anti-historicismo, no dejó cultura engendre otra cultura, similar y distinta a la vez: el pasaje
reconorer la "doble estructura, a lo vez histórica ya-histórica" del del Anquises troyano al Eneas romano, prefigura otros posteriores
mito, que él superpuso, analógicamente, a la estructura saussureana y sucesivos pasajes que se cumplirán en Europa y que por último,
de "ptlTolejlongue". De tal modo que podemos postular dos niveles desbordándose de ese continente, procurarán reiterarse sobre los
de lectura mítica (histórica y a-histórica), donde la primera se demás, empezando por nuestro contienen te americano.
acrecentaría por tratarse de una pieza literaria de autor individual. El cuento de Rulfo, en cambio, nos propone una imagen
Estamos examinando un cuento, una elaboración literaria. Quizás simétrica y opuesta en cada uno de sus términos, a la virgiliana.
fuera imprudente situarla entre los mitos, máxime cuando es Volvemos a corroborar la constante heterogeneidad de Rulfo
posible sospechar que la creación rulfiana se sitúa a ese nivel respeGto al universo europeo de las significaciones (aunque no
intennedio de lo que llama Ricoeur los "símbolos míticos", o ~ea respecto a la lengua y al arte, por obvias razones de especificidad)
y a la vez podríamos establecer una similar distancia respecto a la , testimonia a quinientos años de su inicial conflagración el conflicto
concepción CUltural norteamericana que en sus mayores creaciones que opuso a las civilizaciones. Pone en evidencia el cataclismo que
aceptará la norma europea y la prolongará, aunque en un grado de ha subvertido el orden de la sucesión natural y que continúa
erizamiento casi primitivo (Moby Dick). En Rulfo volvemos apa· irresoluto: unas veces mata el hijo, otras veces es vencido, pero en
rentemente atrás: el padre conduce al hijo, pllro agregamos otro ninguno de los casos llega a convalidar los valores dúplices (la
modo de relacionar las partes: el odio entre ellas, la oposición que piedad, la piedra) con que es enfrentado por el padre: ni cuando ,
sólo podrá resolverse con la destrucción de uno de los términos de lo golpea el odio ni cuando trata de sobornarlo la piedad. Podría
la ecuación. Si en la cosmovisión romana la sociedad viril que complementarse diciendo que en este último caso muere, mientras
engendra el mito provoca también la elisión de la madre, ella al que en el primero es capaz de matar, lo. que permitiría construir
menos no cesará de ser la amparadora, vigilante custodia del hijo un esquema de resoluciones alternas según los diversos trances del
desde lejos, desde su inmortalidad divina; por ráfagas descenderá planteo inicial.,
hasta la presencia del hijo que la invoca amorosamente y mediante
este comportamiento le permitirá a su descendiente que practique Dibujados sobre esta transparencia
tanto el amor-pasión como el amor-<:onyugal. En Rulfo, en c,am-
bio, la madre muere por obra del hijo y nada queda en éste de su Dibujados sobre esta transparencia es evidente que los compo-
presencia amparadora, salvo que por su ausencia invierte la relación nentes del cuento resultan. devorados por las racionalizaciones, las
de padre e hijo transformándola en un vínculo de rencor desborda- que se nutren de sus potencialidades simbólicas para reemplazarlos.
do. Pero hay algo más: mientras en Virgilio la imagen del fuerte Es previsible que por esta vía pasemos del cuento a una medita-
Eneas salvador robusto de la débil ancianidad de Anquises es ción libre, de tipo simbólico, que procurará una relectura del
armoniosa, cumple con los preceptos del canon artístico clásico, en pasado americano reviviendo las heridas sólo en apariencia cicatri·
Rulfo la imagen del padre viejo con el hijo a horcajadas es zadas de los grandes conflictos que han dado nacimiento a su
monstruosa, rebate todo equilibrio y armonía, se ofrece como cultura, con especial referencia al área mestiza mexicana. Si
testimonio de la discordancia. siguiéramos este proceso, estaríamos rehaciendo ese vaivén que,
El ciclo de la vida con su cadena de sustituciones e inversiones, para Freud, explica la creación artística y la equipara con el
no es aquí aceptado, ni por lo tanto es conocido como norma sueño: la inmediatez de una serie de escenas pertenecientes a
natural que del padre surja el "semejante/diferente" que es el hijo, nuestro entorno actual y en especial la poderosa imantación de
por la mediación femenina, sino que el padre engendra solo, en el alguna imagen que las interpreta y unifica, nos transporta al
jardín de las flores del mal, como por superfetación vegetal, un pasado, a la infancia, a los orígenes, a los traumas primordiales,
homólogo que crece sobre él para poder destruirlo y al que sólo sumergiéndonos en las fuentes; sólo después podremos retomar en
podrá recubrir de la piedad si ha conseguido destruirlo. La imagen un esfuerzo que no se detendrá en el hoy sino que se proyectará al
que da nacimiento a Roma es rebatida por esta imagen en la que futuro, que lo construirá. Pero para entonces ya habríamos
es posible encontrar algo más que el juego libre de la imaginación abandonado el cuento como un desecho inútil, como ese trauma
o al menos los mayores riesgos de ella. del presente que es sólo ancHar de la recuperación del trauma
. Lévi·Strauss ha teorizado libremente la sistemática inversión de inicial perdido, el que a su vez también deberá disolverse en el
los mitos entre Europa y América. Dentro de nuestra América sólo futuro, en la obra de arte.
un mexicano, Octavio Paz, lo ha seguido con pre'steza, desarrollan- Es propio del arte de Rulfo generar estos planteas, sacudiendo
do jubilosamente las posibilidades de esa tesis. El cotejo que de tal modo las napas recónditas del lector. Y sin embargo este
hemos trazado entre dos elaboraciones literarias de una misma nivel todavía pervive dentro de la historia (y de la "parole" diría
imagen primigenia, a ambos lados del Océano, parecería proporcio· Lévi·Strauss) por lo cual se ofrece como un punto de partida
nar otra prueba, no tanto a la tesis de Lévi-Strauss como a su nuevo para abrir otra lectura, posiblemente más larga y minuciosa
manejo por el imaginario mexicano. que la que hasta aquí hemos llevado. No la intentaremos.
La imagen americana que proporciona Rulfo se opone término Como un puñado de polvo negro arrojado a los ojos, podría
a término a la que engendrara, en su apogeo, Roma, esa que servir para la nueva investigación, una constelación de elementos
Arnold Toynbee ha llamado la primera civilización filial de la cuyas coneXiones internas y cuyo sistema regulador habría que ir
historia humana, aquella donde se produce el traslado de un legado poniendo en descubierto. Algunos de ellos son: la luna roja, el
(griego), su paciente elaboración con nuevas aportaciones (latinas) color azul, el agua, la sangre, la piedra, la sordera, el ladrido del
y su trasmisión al futuro (europeo J. La imagen americana, en perro. y una hipótesis: preguntar si sus significaciones pueden
cambio, nacida en una de las áreas de profunda mestización, existir fue,ra de la historia y en ese caso averiguar dónde.

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