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LECTURA
DE UNO OYES
LADRAR
LOS PERROS"
ANGE~ DE
RAMA JUAN RULFO
ÚJlllIIimales salvajes poesía, ahora por encima de los criterios del verso y la prosa que
antes la circunscribían. En pleno delirio de un egotismo verboso
Los animales salvajes saben no dejar huellas. Sus actos son cuya resaca inunda una época de la historia, unos pocos poetas
-.arbidas por su propio diseno, pulcramente, sin abundancia ni retomarán al vocablo exacto. Ese acto preciso se recortará como
pInIidas, recortados sobre un medio en que se apoyan y al que esmaltado, sobre un campo enigmático: será apenas un diseño
toman enigmático. Porque no están en él Dentro de él emergen, invisible uniendo ciertas figuras de ese campo, que las denota, las
poIiblemente se construyen con su materia, pero en un pase connota y las entrega, indemnes, a la lectura descifrativa. Los
lIfBico eDa se trasmuta en pura forma significativa.- Y vuelven a no animales salvajes de la literatura contemporánea. Rimbaud viene
CItar. siempre como una obligación, a datar la ceremonial apertura del
Tal sabiduría no es propia de los humano. Menos aún de los proceso de recuperación, gracias a la pulcritud precisa de sus
eaitores, desde que se resignaron a manipular palabras profana- iluminaciones. a su ausencia de literatura, a su precisa visión de lo
da, descaecidas de su primigenia sacralidad, que recibieron desam- real: "La moral y el idioma están reducidos a su expresión más
puadas de medida, rigor, significaci n únic capacidad encanta· simple."
toria, de esa su energía-realidad-energía. lIento crecimi nto de la
btquesía se duplica, fanta máticamcnte, con 1 progresiva profana· De este linaje de lacónicos y enigmáticos
ci60 de otro bien que se toma bien mueble: la p 1 bra. Desqu¡'
cilda de sus matrices rítmica gregad d 1 reino melódico De este linaje de lacónicos y enigmáticos, de pulcros, delicados y
compartido con la música, acumulad indi tint men para cual· salvajes, de aniquiladores de los dioramas palabreros para reencon·
quier tráfico, sirviendo de piedra al heter6clit edifici de la trar tras ellos un resplandor sagrado, un solo gran nombre dentro
IIO'eIa moderna, desprendida de u iocru ci n en 1 co para de la narrativa de América Latina: Juan Rulfo. Otros nombres
dnenir representación, derramAndo en I p Usc i6n de I s podrían sei'lalarse en la poesía, pero en el manejo de la prosa
Fueros que desencadena la onda rev lucion ri burgue I rreba· narrativa (situada en los lindes de esa nueva concepción de lo
tu el poder, la palabra pierde u natural z s cra. lo podía poético que debió forjar la cosmovisión recuperadora, propia de la
-aurársela una sociedad tradici nal c n i temas c gnoscitivo m demidad) ningún nombre es más justo, pleno y magnificente,
que resposaban sobre estructura mítica que el de Juan Rulfo.
Esa profanación que las vulg riza, que di uelve los ignific dos Tantas veces se ha hablado de su abandono de la literatura,
lÍIIiCOs, que reconvierte en materi (en grafism) u preciso tejido luego de esa "iluminación" llamada Pedro Páramo. un abandono
IOIlOro. se cumple también en el dicente. el emisor de la palabra vergonzante primero y luego franco y jubiloso, que parece haberse
que por· el mismo movimjento es conducido a la extraversi6n olvidado otro abandono previo: el de sus años iniciales que
llIbjetivista y exhibicionista. El hombre deja de er sagrado: cede naufragaron. íntegros, salvo raras páginas, sólo rescatadas -se
11 enigmático, ceremonial puesto dentro del orden universal de lo diría- para dar testimonio de que sí hubo un continente entero,
lICIO. Se trasmuta en innumerables palabras públicas; queriendo que estuvo, que fue voluntariamente sumergido.
rwelarse se esconde entre eUas y disuelve con eUas. Cuando El Juan Rulfo de sus veinte años es lo poco que él ha contado
Walter Benjarnin lee, al nivel del Baudelaire de mediados del XIX de ese tiempo, en esas entrevistas fantasmales donde "el otro",
la emergencia de una antropología manejada por las coordenadas como en el texto borgiano, ocupa su lugar en un sitio conven·
del mercado económico burgués, está registrando la disolución del cional (una pieza de hotel en Los nuestros de Luis Haars, una sala
hombre-escritor, el punto más alto de una profanación que de conferencias en Los narradores ante el público, un café en los
funciona coherentemente a todos los niveles de la vida social: diálogos con Elena Poniatowska) y musita algunas cosas alusivas
desde la elaboración industrial de las materias primas que descom- sobre sus antepasados, el pueblo de Comala, la vida en Jalisco, sus
ponen el orden natural, hasta la instauración del género novela primeros trabajos burocráticos, todo insustancial y marginal a la
como el único válido para el gregarismo social. creación artística, todo situado en ese lado de acá que es el de la
A partir de ese grado máximo comienza la progresiva y terca sociedad con su pequeña historia, todo rápidamente convenciona-
recuperación de la sacralidad prinúgenia, lo cual postulará negar las fuado en textos posteriores donde se repite como un sistema
aparenciales conquistas de la arrogante sociedad burguesa, operan- defensivo. Fuera de esas informaciones, sólo quedan escasos mate·
dci siempre en contra de sus tendencias. La línea creativa de ese riales de ese gran naufragio o escamoteo de prestidigitador:
wte será entonces lacónica; el escritor retirará su vida del comercio corresponden a los cuentos de la revista Pan (que en 1942 dirigiera
público a imagen de los clásicos; un aura enigmática se instalará en y fmanciara en Guadalajara junto con Juan José Arreola y Antonio
eIOS actos, en esas escrituras fugaces donde se volverá a instaurar la Alatorre) como el chejoviano "La vida no es muy seria en sus
Un brevísimo cuento.