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ABSTRACT:
This research analyzes the vision of the revolt of July 18, 1936 in the extensive
bibliography of Stanley G. Payne. The aim is to demonstrate how this
interpretation has changed as the American historian has deepened his
knowledge of the Second Republic. To elaborate this we have used the numerous
books of Payne on this historical period. Regarding its structure is articulated in
three points. The first corresponds to the explanation of la historiography of Civil
War. The second, to Payne's view of this historical process; distinguishing three
stages. And the third, to the conclusion.
KEY WORDS: Spain, Second Republic, July 18 coup d’ état, Stanley G. Payne.
1
1.- UN PROBLEMA HISTORIOGRÁFICO: LAS CAUSAS DE LA GUERRA CIVIL.
Los historiadores han seguido el consejo del gran pensador español, y han
intentado buscar las razones que provocaron la sublevación del 18 de julio de
1936, origen de la Guerra civil, en los acontecimientos que tuvieron lugar en el
periodo anterior. Esta búsqueda ha dado origen a la bibliografía más amplia que
se conoce sobre un acontecimiento histórico, veinte mil volúmenes, sólo
superada por la correspondiente a la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, a pesar de un número de libros tan amplio, no se ha conseguido
el consenso en el campo académico en relación con las causas que provocaron
dicha sublevación, que hizo posible el conflicto civil2.
Las primeras obras sobre este acontecimiento fueron escritas por periodistas
aficionados a la historia como Joaquín Arrarás y Manuel Aznar. En las mismas, si
bien aportaron importantes datos –especialmente la de Arrarás–, tuvieron escaso
valor académico por su sesgo favorable a los sublevados; desarrollando la tesis
de la sublevación preventiva para evitar una revolución comunista en ciernes.
En los años sesenta, aparecieron los libros de hispanistas anglosajones como
Hugh Thomas y Gabriel Jackson, que fueron la base del llamado “paradigma
anglosajón sobre la guerra civil”, articulado sobre la idea de que la Guerra Civil
fue la consecuencia final del fracaso de la Segunda República como régimen
democrático.
En la década siguiente, los setenta, y según Pérez Ledesma, se impondría el
“consenso”, lo que suponía el “reparto de culpas”, y la “objetividad” como
denominador común3. No obstante, en esta década y en la siguiente, también
aparecería la corriente historiográfica dominante en el ámbito de la academia
1
ORTEGA Y GASSET, José, La rebelión de las masas, Madrid, Espasa-Calpe, 1986, p. 233.
2
Existe una amplia producción bibliográfica sobre la historiografía de la Guerra Civil española,
donde destacamos las siguientes obras: BLANCO RODRÍGUEZ, Juan Andrés: “La historiografía
de la guerra civil española”, Hispania Nova, revista de Historia Contemporánea, 7 (2007), pp. 5-
33; GARCÍA, Hugo, “La historiografía de la Guerra Civil en el nuevo siglo”, Ayer, 62 (2006), pp.
285- 306; PÉREZ LEDESMA, Manuel, “La Guerra Civil y la historiografía: no fue posible el
acuerdo”, JULIA, Santos (coord.): Memoria de la guerra y del franquismo, 2006, Barcelona,
Taurus, pp. 101-133, y DEL REY REGUILLO, Fernando, “Por la república. La sombra del
franquismo en la historiografía «progresista»”, Studia historica. Historia contemporánea, 33
(2015), pp. 301-326.
3
PÉREZ LEDESMA, Manuel, “La Guerra Civil…”, pp. 105-108.
2
española: la de la izquierda o progresista. Su iniciador fue el historiador marxista
ortodoxo Manuel Tuñón de Lara, y sus seguidores principales Julio Aróstegui,
Julián Casanova, Paul Preston, Ismael Saz, Alberto Reig Tapia, etc. La idea
fundamental sobre la que construyeron sus obras fue que la Segunda República
fue un régimen progresista y modernizador que quería acabar con el retraso
secular de España, derivado del fracaso de la revolución liberal. Este proyecto
político hubiera puesto fin al dominio que las élites tradicionales –agrarias
fundamentalmente– habían ejercido durante cientos de años. Por eso, decidieran
acabar con el nuevo régimen, buscando el apoyo del Ejército –otro símbolo del
tradicionalismo–, y con el fascismo como ideología, pusieran en marcha una
conspiración que derivó en la guerra Civil y en el franquismo como régimen,
donde esas élites mantuvieron su posición dominante. Este planteamiento, si
bien no fue aceptado por historiadores como el socialista Santos Julia, el
democristiano Javier Tusell o el franquista Ricardo de la Cierva, se convirtió en
“clásico” dentro de la historiografía española, gracias al dominio que sus
seguidores ejercían en las universidades de nuestro país, hasta el extremo de
que algunos de ellos, como Pérez Ledesma o Ricardo Robledo hablaron de la
existencia de un “consenso” en torno a la Guerra Civil4.
Este supuesto consenso comenzó a debilitarse en el campo académico en la
primera década del siglo XXI con la aparición de una nueva escuela liberal,
encabezada por Fernando de Rey Reguillo, Manuel Álvarez Tardío, Roberto
Blanco Villa, Pedro Carlos González Cuevas, Gabriele Ranzato, Julius Ruiz,
Michael Seidman, etc. Dentro de este grupo, destacó el análisis de la exclusión
política con elemento determinante en el régimen republicano, plasmada en la
célebre obra Palabras como puños5, que tuvo un enorme impacto en el mundo
académico español. Fue esta exclusión política la que provocaría el fracaso de la
Segunda República, que no consideran ni idílica ni democrática.
La aparición de esta escuela provocó un renacimiento de la historiografía de
izquierdas, que bajo el liderazgo de Ángel Viñas, y con las aportaciones de
autores como José Luis Ledesma, Francisco Espinosa, Francisco Moreno,
Casanova6, etc.; han combatido sus aportaciones, si bien han reconocido que la
Segunda República no era un régimen democrático tal como se entiende hoy en
día, y que para los hombres de los años treinta democracia era sinónimo de
revolución.
En este debate historiográfico, que sigue abierto, la aportación de Payne ha
sido clave y se ajustado cronológicamente a las diferentes etapas del mismo.
4
ROBLEDO, Ricardo, “Historia científica vs. Historia de combate en la antesala de la Guerra
Civil”, Studia historica. Historia contemporánea, 32 (2014), pp. 75-94.
5
DEL REY REGUILLO, Fernando (coord.), Palabras como puños: La intransigencia política en la
Segunda república, Madrid, Tecnos, 2011
6
La obra que mejor refleja este planteamiento es VV. AA., Los mitos del 18 de julio, Barcelona,
Crítica, 2013.
3
a lo largo del tiempo un papel cada vez más importante, pudiendo distinguirse
tres grandes fases en su estudio.
7
PAYNE, Stanley G.: Falange. Historia del fascismo español, Paris, Ruedo ibérico, 1965.
8
PAYNE, Stanley G.: Falange. Historia del fascismo español, Madrid, Sarpe, 1985, p. 117.
9
Véase MUÑOZ BOLAÑOS, Roberto: “La Gran Coalición contra el Frente Popular”, en
GONZÁLEZ MADRID, Damián A., ORTÍZ HERAS, Manuel y PÉREZ GARZÓN, Juan Sisinio (eds.):
La Historia, Lost in translation? Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia
Contemporánea, Albacete: UCLM, 2017, pp. 1649-1661.
10
PAYNE, Stanley G.: Falange. Historia…, p. 117.
11
Ibidem, p. 118.
12
La primera edición se publicó en Palo Alto (California) por Stanford University Press en 1967.
En español, apareció al año siguiente, publicada en Paris por Ruedo Ibérico.
4
esta explicación, partió de la idea de que los militares no tenían ninguna
animadversión hacía la nueva forma de Estado. Por el contrario, los políticos
republicanos –especialmente su figura clave, Azaña, eran antimilitaristas; pues
consideraban que el Ejército, junto a la Iglesia católica, eran las instituciones
responsables del retraso secular de España. De ahí que la reforma militar que
este político llevó a cabo, y que fue estudiada con cierto detalle en la obra, no
tenía por objetivo mejorar la capacidad operativa de la institución militar, ya que
Azaña era profundamente pacifista, sino suprimir el poder militar, condición sine
qua non para consolidar la democracia13.
Precisamente esta actitud de Azaña, unido al antimilitarismo de la izquierda
republicana, fue según el historiador texano, una de las causas del primer ataque
de los militares contra la Segunda República: la “Sanjurjada”, que tuvo lugar el
10 de agosto de 193214.
El análisis que realizó de la gran conspiración de julio de 1936 alcanzó una
claridad y un detalle todavía no superado. De hecho, se trató sin duda del mejor
capítulo de su obra, pues no sólo fue capaz de realizar un desarrollo cronológica
de la operación –a pesar de las fuentes limitadas que manejó 15–, sino que,
además, analizó con detalle la personalidad de la principal figura de la misma, el
general Mola, y también las múltiples dificultades que encontró, como
consecuencia de la existencia de diferentes redes conspirativas militares y de la
actitud dubitativa de muchos de sus compañeros, entre ellos el general Franco.
Igualmente, introdujo en su explicación el papel jugado por las diferentes fuerzas
de la derecha en la organización de la operación, y los contactos internacionales
del líder de los conspiradores, el teniente general Sanjurjo 16. Sin embargo, no
entró a explicar las causas que provocaron su puesta en marcha.
La tercera obra llevaba por título Franco’s Spain17 y fue publicada en 1967.
Aunque no se trataba, al igual que las anteriores, de una obra que analizase la
Segunda República como proceso histórico, en la “Introducción” hacía un
pequeño pero profundo desarrollo de su evolución histórica, recogiendo las
líneas básicas del paradigma anglosajón. Así consideraba que el fracaso del
régimen republicano había sido consecuencia de la falta de consenso entre
derecha e izquierda, pero también de la situación internacional, marcada por el
auge del fascismo y la crisis de la democracia liberal 18. De hecho, fue este
contexto el que utilizó para explicar la Revolución de Octubre de 1934, que
consideraba un acontecimiento clave en el desarrollo de la república, no sólo
porque polarizó y radicalizó las posiciones política, sino también porque fue
acompañada por un espíritu de venganza por parte de la derecha –respresentada
13
Ibidem, pp. 231-232.
14
PAYNE, Stanley G.: Los militares y la política en la España contemporánea, Paris, Ruedo ibérico,
1968, pp. 241-254.
15
Los documentos más importantes para conocer la conspiración de 1936 son los que el ayudante
del general Mola, el comandante de Infantería Emiliano Fernández Cordón entregó al Servicio
Histórico Militar (SHM), y a los que Payne no tuvo acceso. Copias de documentos facilitados por
el teniente coronel Emiliano Fernández Cordón, referentes a la preparación y desarrollo del
Alzamiento Nacional, Archivo General Militar (Ávila), Archivo de la guerra civil, Documentación
Nacional, legajo 4, carpeta 8.
16
PAYNE, Stanley G.: Los militares…, p. 285.
17
PAYNE, Stanley G.: Franco’s Spain, Syracuse, Thomas Y. Crowell, 1967
18
Ibidem, p. XIV.
5
por la CEDA–, que intentó hacerse con el control del poder, lo que no pudo lograr
“gracias a los escrúpulos del presidente de la República”19.
Tras las elecciones de 1936 ganadas por el FP –seguía explicando–, la
situación se radicalizó. Por un lado, los jornaleros, animados por los anarquistas
y socialistas, iniciaron una campaña de ocupación de tierras, ante la pasividad
del Gobierno. Por otro, los falangistas desencadenaron una campaña terrorista, y
junto a los monárquicos, incitaron al Ejército a rebelarse. Estos hechos, hicieron
que los miembros más conservadores de esta institución comenzaran a diseñar
una conspiración en la primavera20.
Según Payne, la situación de España en junio y julio de 1936 “era muy
confusa”. No existía ningún plan revolucionario en el campo de la izquierda y la
facción más radical del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) estaba
perdiendo terreno. Pero en el campo de la derecha, no existían esperanzas de
llegar a un acuerdo con el Gobierno, que seguía tolerando los desmanes de la
izquierda. La Guerra Civil no era inevitable, pero “los órganos de mediación y
conciliación estaban completamente rotos”. De hecho “socialistas, anarquistas,
comunistas, monárquicos, falangistas, clericales autoritarios y activistas
militares querían una ruptura abrupta con la situación existente mas que un
acuerdo constructivo que mitigara las tensiones”21.
En estas condiciones el asesinato de Calvo Sotelo hizo que muchos
conservadores y moderados indecisos se unieran a la conspiración, haciendo que
cuatro días después la sublevación se convirtiera en una guerra civil.
6
izquierda y la extrema derecha tuvo su paralelo en una serie de tiroteos mortales
entre la CNT y los grupos marxistas”24.
El segundo, la actitud sectaria y partidista del Gobierno. Así, a propósito del
asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936, escribió25:
Sin embargo, negó que hubiera ningún plan de provocación por parte de los
revolucionarios para que la derecha para que se sublevara 28, y sobre todo que
existiera ninguna revolución en ciernes, ni siquiera comunista: “Entre 135 y
1936, entre los grupos revolucionarios españoles, sólo los comunistas contaban
con un plan bastante definido para la conquista revolucionaria del poder. Pero
incluso ellos mismos parece que carecieron e un programa específico.”29.
24
Ibidem, p. 220.
25
Ibidem, p. 224-225.
26
Ibidem, p. 220.
27
Ibidem, pp. 221-222.
28
Ibidem, p. 227.
29
Ibidem, p. 226.
7
Payne tampoco trataba de forma positiva a las bases sociales y las élites de las
organizaciones de derecha, a las que acusaba de pasividad e incapacidad para
hacer frente a la situación30:
Este planteamiento sobre las causas que derivaron en la Guerra Civil rompía
con la visión de la naciente historiografía de izquierdas; provocando el
enfrentamiento del historiador texano con esta corriente; máxime cuando
coincidió en el tiempo con el inicio de su relación con historiadores franquistas
como Ricardo de la Cierva32 y los hermanos Ramón y Jesús Salas Larrazabal33.
Más de veinte años después, se publicaba una de las grandes obras de Payne,
La primera democracia española: la Segunda República, 1931-1936 34, donde
recogía la tradición historiográfica de Annales, aprendida de su maestro Jaume
Vicens Vives. El objetivo perseguido era desarrollar los planteamientos recogidos
en la anterior, a través de la realización de una historia “total” de la Segunda
República, donde la explicación de los factores socioeconómicos y políticos se
combinaba con la historia comparada, para analizar los orígenes, evolución
histórica y las causas que provocaron su fracaso.
30
Ibidem, pp. 226-227.
31
Ibidem, p. 227.
32
Sobre este conflicto, véase FABER, Sebastian: Anglo-American Hispanists and the Spanish Civil
War: Hispanophilia, Commitment, and Discipline, New York, Palgrave MacMillan, 2008, pp. 91-
92.
33
El teniente general Ramón Salas Larrazabal escribió el prólogo de la obra de Payne, Ejército y
sociedad en la España Liberal (1808-1936), que constituía una edición corregida y aumentada del
libro que estamos analizando. Véase PAYNE, Stanley G.: Ejército y sociedad en la España
liberal (1808-1936), Madrid, Akal, 1976, pp. V-XXXIX.
34
PAYNE, Stanley G., La primera democracia española: la Segunda República, 1931-1936,
Barcelona, Paidos, 1995.
8
Así, partía del proceso de modernización español en el siglo XIX, que
consideraba único, afirmando35:
35
Ibidem, p. 21.
36
Ibidem, p. 415.
37
Ibidem, p. 417.
38
Ibidem, pp. 417-418.
9
traducido a descarnada miseria social. Aunque la industria y las finanzas se
habían expansionado rápidamente en los años veinte, su capacidad para
soportar más expansión y perfeccionamiento durante la depresión era, en el
mejor caso, problemática.
Sin embargo, eran los terceros a los que daba mayor importancia 40:
Los problemas políticos de la República empezaron antes que nada con los
fundadores mismos de ella. Aunque pretendían representar –y en algunos
aspectos lo hicieron– una ruptura decisiva con el pasado, los republicanos de
izquierda siguieron siendo un típico producto del liberalismo y el radicalismo
español modernos. Reflejaron el pertinaz sectarismo y personalismo de la
política faccional decimonónica de estilo antiguo y su insistencia a apegarse el
gobierno más como una especie de patrimonio que como una amplia
representación del sinfín de distintos intereses nacionales. Al igual que lo que
les ocurrió a una serie de líderes responsables de cambios de régimen en el
siglo XIX, no representaron tanto un esfuerzo para superar y rebasar las
divisiones del pasado como el celo de un grupo nuevo que quiso imponer sus
propios valores y vengarse de sus derrocados precursores.
39
Ibidem, pp. 418-419.
40
Ibidem, p. 419.
41
Ibidem, p. 419.
42
Ibidem, p. 419.
10
saludables”43. El problema fue que se plantearon sin buscar el consenso, sin
respeto por el proceso democrático y sin tener en cuenta los intereses
conservadores, las creencias religiosas y el extremismo revolucionario44.
A este conjunto de problemas, ya de por si muy graves, se unía otro
posiblemente mayor: la posición de “semileal” al régimen de los dos partidos
mayoritarios, la CEDA y el PSOE. Payne era crítico con la formación de derechas,
cuya “ambigüedad” hizo que tanto la izquierda como el presidente de la
República, Alcalá Zamora, le negaran el acceso al poder45. Pero sobre todo,
rechazo su política en el año 1935, tanto en materia represiva tras la Revolución
de Octubre de 1934 como por su carácter reaccionario contra la legislación del
bienio republicano-socialista (1931-1933). Estas tomas de posición, unidas al
“estilo político arrogante y autocomplaciente” de Gil-Robles contribuyeron a unir
a la izquierda, desunir a la derecha y debilitar el régimen republicano46.
Igualmente era crítico con el PSOE, el gran partido de la izquierda. Pues, si
bien reconoció su colaboración en el primer bienio, adelantándose a otras
formaciones europeas de la misma ideología; también consideró muy negativas
su ambigüedad frente a la democracia parlamentaria y sobre todo su papel en la
Revolución de Octubre de 1934, pues contribuyó a la polarización política 47.
Su crítica se extendió también al gran partido de centro, el Partido
Republicano Radical (PRR), que si bien defendió y respetó el parlamentarismo
democrático, practicó “la política cucharera” y representó “una ausencia de
moral y de metas”; afirmando que “los radicales fracasaron por ser tan poco
cosa, pero si hubieran poseído un peso significativo, la democracia constitucional
podría haber durado”48.
Respecto a los protagonistas políticos, cargó las tintas en dos,
responsabilizándoles del fracaso del régimen republicano. El primero, Alcalá
Zamora, del que si bien reconoció su compromiso liberal, rechazó su carácter
“decimonónico” y su pertenencia a una cultura política “elitista y oligárquica”.
Fue esta actitud la que le llevó a su error más grave: la destrucción del PRR para
sustituirlo por otra formación de centro indirectamente subordinada a su
persona. “Aquello fue una locura rematada y no es de sorprender que terminara
en un desastre”49.
Con el segundo, Azaña, fue más crítico, afirmando50:
Fue en realidad mucho más hijo de la vieja cultura elitista y sectaria del
siglo XIX de lo que él creía. Descendiente directo de los exaltados de 1820,
Azaña representaba tanto lo viejo como lo nuevo. Fue el último vástago de una
larga letanía de políticos burgueses sectarios y decimonónicos, y se le puede
calificar exageradamente muy poco como el último gran protagonista de la
arrogancia castellana tradicional de la historia de España (…).
43
Ibidem, p. 420.
44
Ibidem, pp. 420-422.
45
Ibidem, p. 423.
46
Ibidem, pp. 423-424.
47
Ibidem, p. 425.
48
Ibidem, p. 426.
49
Ibidem, pp. 426-427.
50
Ibidem, pp. 427-428.
11
Manuel Azaña no fue otra cosa que el ejemplo más patente del fracaso del
liderazgo en la República.
51
Ibidem, p. 405.
52
Ibidem, p. 403.
53
Ibidem, p. 404.
54
Ibidem, p. 405.
55
Ibidem, pp. 408-409.
56
Ibidem, pp. 410-411.
57
Ibidem, p. 409.
12
En el siglo XXI, las investigaciones de Payne sobre la Segunda República
marcaron la tendencia que posteriormente recogería la nueva historiografía
liberal, al primar los aspectos políticos y al centrarse en las causas que
provocaron el fracaso de este régimen. Esto le llevó a acotar cronológicamente
su campo de estudio, primero centrándose en el periodo comprendido entre 1933
y 1936, y posteriormente abordando lo ocurrido tras el triunfo del FP en las
elecciones de febrero de 1936. No obstante, la característica más acusada e
estas obras, fue que explícitamente cargó las culpas del fracaso del régimen
republicano en la actitud de la izquierda.
El libro que marcó este cambio de tendencia fue El colapso de la República:
los orígenes de la Guerra Civil (1933-1936)58.
En este libro, Payne recogía algunas de las ideas desarrolladas en obras
anteriores, como la visión negativa de Azaña59 y Alcalá Zamora60, la crítica ante
la actitud ambigua de la Confederación Española de Derechas Autónomas
(CEDA)61, o la consideración positiva de las reformas que se pusieron en marcha
en el Bienio republicano-socialista (1931-1933), que juzgaba de
“impresionantes”, salvo en el terreno religioso y agrario, pues contribuyeron a
polarizar la vida política española62. No obstante, la tesis fundamental de la
misma, ya anunciada en otras obras, era el carácter sectario y excluyente de la
izquierda como causa fundamental del fracaso de la República. Para explicarla,
partía de dos aspectos. Por un lado, el carácter radical de los republicanos de
izquierda de 1931, a los que vinculaba con los exaltados del siglo XIX, afirmando
que siempre habían defendido “la toma del poder, el rechazo de la moderación, el
empleo de la violencia y el gobierno coercitivo” 63. Por eso, para este grupo,
dirigido por Azaña, el nuevo régimen no debería ser “una democracia tolerante,
con igualdad de derechos para todos, sino un proyecto de reforma radical que
debía disfrutar de una total hegemonía sobre la vida española”64. Eso significaba
“excluir permanentemente a la derecha del Gobierno” 65; pues, consideraban que
la coalición que había ganado las elecciones del 12 de abril de 1931,
“representaba a la gran mayoría de la opinión pública española” 66. Por eso, si
bien “no negaba que los sectores conservadores de la sociedad todavía existían
pero juzgaba que habían alcanzado un estatus irremediablemente minoritario
que no merecía reconocimiento alguno en la legislación y el gobierno de
España”67. Por otro, el carácter revolucionario y violento que paulatinamente fue
adquiriendo el PSOE68
Este sectarismo alcanzaría su punto de no retorno en el año 1933, considerado
el punto de inflexión del régimen republicano, pues junto al comienzo de la
58
PAYNE, Stanley G., El colapso de la República: los orígenes de la Guerra Civil (1933-1936),
Madrid: La Esfera de los Libros, 2005
59
Ibidem, pp. 30-31.
60
Ibidem, pp. 55-59.
61
Ibidem, pp. 50-51.
62
Ibidem, pp. 42-43.
63
Ibidem, p. 18.
64
Ibidem, p. 31.
65
Ibidem, p. 31.
66
Ibidem, p. 32.
67
Ibidem, p. 39.
68
Ibidem, pp. 60-65.
13
radicalización del PSOE, se produjo el intento de toda la izquierda de anular el
resultado de las elecciones de noviembre, afirmando69:
Toda esta tétrica maniobra ponía de relieve lo que había llegado a ser la
inamovible posición de la izquierda en la República: sólo aceptarían el
gobierno permanente de la izquierda y cualquier elección o gobierno no
dominado por ella no era «republicano» ni «democrático», lo que bien pudo
tener como efecto el hacer imposible la existencia de una república
democrática.
69
Ibidem, p. 77.
70
Ibidem, p. 99.
71
Ibidem, p. 547.
72
PAYNE, Stanley G., “Franco y los orígenes de la Guerra Civil española”, La Albolafia: Revista de
Humanidades y Cultura, 1 (2014), p. 20.
73
PAYNE, Stanley G., El camino al 18 de julio: La erosión de la democracia en España (diciembre
de 1935-julio de 1936), Madrid, Espasa, 2016.
74
Ibidem, p. 354.
75
Ibidem, pp. 394-396.
14
La gran ola de huelgas.
La incautación ilegal de propiedades, especialmente en el sur.
La proliferación de incendios y destrucciones de propiedades.
La incautación de iglesias y propiedades eclesiásticas.
El cierre de colegios católicos.
La crisis económica provocada por el desorden público.
La amplia extensión de la censura.
La detención arbitraria de miles de miembros de la derecha.
La impunidad de los miembros del FP para cometer todo tipo de delitos.
La politización de la justicia mediante nuevas leyes y políticas con el fin de
facilitar las detenciones y procesos políticos arbitrarios e ilegalizar a las
formaciones derechistas.
Cambios arbitrarios de personal en los gobiernos provinciales y municipales
en muchas provincias para eliminar a los representantes electos y
sustituirlos por miembros del FP.
La disolución oficial de los grupos políticos derechistas: Falange, sindicatos
católicos, Renovación Española, etc.
El proceso de eliminar las elecciones democráticas y sus resultados,
empezando con los desordenes del 16 al 20 de febrero, que alteraron los
resultados en al menos seis provincias, tanto como el balance final.
La subversión de las fuerzas de seguridad gracias a la reincorporación de
los elementos revolucionarios, procesados con anterioridad por sus
acciones subversivas y violentas.
El incremento de la violencia política
3.- CONCLUSIÓN
76
Ibidem, p. 402.
15
historiografía progresista y también por un sector importante de la sociedad
española.
Stanley G. Payne ha intentado explicar estas causas a través del estudio
profundo de este periodo, pero también de la historia comparada y de diferentes
planteamientos historiográficos. El resultado ha sido una visión cambiante –muy
vinculada con lo ocurrido en el terreno de la historiografía sobre este tema en los
últimos cincuenta años–, que ha evolucionado desde la neutralidad del
paradigma anglosajón y el reparto de culpas característico del periodo de
transición a la democracia, hacía un nuevo planteamiento de corte político que le
lleva a considerar a las fuerzas de izquierdas como las grandes responsables del
fracaso del régimen republicano.
BIBLIOGRAFÍA
77
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Akal, 1976.
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ROBLEDO, Ricardo, “Historia científica vs. Historia de combate en la antesala de
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17