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Alejo Carpentier y Valmont (Lausana, Suiza, 26 de diciembre de

1904 - París, Francia, 25 de abril de 1980). Escritor cubano.


La familia Carpentier se instala en La Habana entre 1908 ó 1909.
Hijo de un arquitecto francés y una profesora rusa, inicia estudios
de arquitectura en 1921, que abandona dos años más tarde,
pasando a ejercer como periodista en la
revistas Hispania, Social y Carteles, destacando también como
musicólogo. En 1924 es nombrado redactor jefe de la
revista Carteles. Encarcelado en 1927 por su actividad política de
oposición al dictador Machado, en 1928 abandona Cuba para
establecerse en París. Allí se dedica a actividades relacionadas con
la música, siendo corresponsal de diversas revistas culturales
cubanas.
Entra en contacto con la vanguardia, especialmente con el
surrealismo, y colabora en la revista Révolution Surréaliste de
André Breton. En 1933 publica en Madrid su primera novela ¡Ecué-
Yamba-Ó!, aunque la que marca su madurez literaria es El reino
de este mundo. En España entabla amistad con los poetas de la
Generación del 27 Pedro Salinas, Rafael Alberti y Federico García
Lorca.
En 1937 participa en el II Congreso por la Defensa de la Cultura y
tras dos años en Europa regresa a Cuba. Continúa su labor
periodística en la radio y en revistas como Tiempo
Nuevo y Orígenes. Entre 1945 y 1959 vive en Venezuela, para
volver a instalarse en Cuba tras la victoria de Fidel Castro.
Desempeña las responsabilidades de director de la Editora
Nacional y de vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura,
siendo además consejero cultural en las Embajadas de Cuba en
diversas capitales iberoamericanas y del este de Europa. Sus
últimos años los pasa en Francia como alto funcionario diplomático
en la embajada de París.

http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/argel_alejo_carpentier.
htm
BIOGRAFÍA
Alejo Carpentier nació el 26 de diciembre de 1904 en la calle Maloja, La Habana. Su padre, Jorge
Julián Carpentier era un arquitecto de origen francés y su madre Lina Vamont, de origen ruso,
fue profesora de idiomas. El ambiente musical de la familia determinó la pasión por la música
que sentiría de siempre Carpentier ya que su padre fue cellista, discípulo de Pau Casals y su
abuela paterna había sido pianista, discípula de César Franck.
Alejo estudió en el Candler Collage, y después en el Colegio Mimó de La Habana. En 1913 viajó
con sus padres a Rusia, Francia, Austria y Bélgica.
El futuro escritor tuvo una educación singular ya que su padre consideraba que la enseñanza
primaria en La Habana era muy anticuada y decidió poner a su hijo al frente de una granja, El
Lucero, en las afueras de la ciudad, y él mismo lo inició con clásicos de la literatura como Balzac,
Zola, y Flaubert, aunque en 1917 ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana a
la vez que estudiaba teoría musical, y en 1921 fue admitido en Escuela de Arquitectura de la
Universidad de La Habana, pero los abandonó posteriormente.
En 1922 empezó a colaborar como periodista en La Discusión. En esta época conoció a Julio
Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Juan Marinello y se integró en el Grupo Minorista. Fue
nombrado jefe de redacción de Hispania, y colaboró en la revista Carteles, La revista Chic, el
periódico El Universal, El País, La revista Social, y El Heraldo. Fue también jefe de redacción de
la revista Carteles.
En 1926 fue invitado a un congreso de escritores en México y allí tuvo la oportunidad de hacer
amistad con Diego Rivera y con José Clemente Orozco.
Fue encarcelado el 9 de julio de 1927 por haber firmado el Manifiesto Minorista, y pasó siete
meses en prisión.
En 1928 se fugó de la Habana sin pasaporte lo que se debió, según Carpentier, a la presencia en
la ciudad del poeta surrealista Robert Desnos. Éste lo ayudó a embarcar en el buque España, con
su pasaporte. Vivió en Francia de 1928 hasta 1939, donde trabajó como jefe de redacción de la
revista Musicalia, y colaboró en Bifur y Documents, revistas de vanguardia, e inició su
investigación profunda, a través de las lecturas del continente americano, fundamentales para
su obra posterior.
André Breton lo invitó a colaborar en la revista La Revolución Surrealista, lo que le permitió
conocer a Louis Aragón, Tristan Tzara, Paul Eluard, Georges Sadoul, Benjamín Péret, y a los
pintores Giorgio de Chirico, Ives Tanguy y Pablo Picasso.
También en este año conoció a Ernest Hemingway, con quien mantendría una gran amistad.
En 1932 inició su trabajo en la radio en Poster Parisién, la estación más importante de la época.
Al año siguiente ya dirigía los estudios Foniric de París hasta 1939.
Su primera novela, ¡Écue-Yamba-O!, fue publicada en Madrid, donde hizo amistad con Federico
García Lorca, Rafael Alberti, José Benjamín y Pedro Salinas.
En 1937, en plena guerra civil, participó representando a Cuba, junto a Juan Marinello, Nicolás
Guillén, Félix Pita Rodríguez y Leonardo Fernández Sánchez en el II Congreso Internacional de
Escritores para la defensa de la cultura, celebrado en Madrid, Valencia y Barcelona.
En 1939 regresó a Cuba, donde dirigió diversos programas de radio hasta 1945. En 1941
contrajo matrimonio en Santa María del Rosario con Lilia Esteban.
Desde 1945 tuvo a su cargo la Cátedra de Historia de la Cultura en la Escuela de Artes Plásticas
hasta 1957, y siguió colaborando con
Se publica en México La música en Cuba El Nacional de Caracas y la revista Carteles.
Publicó en 1949 El reino de este mundo, su primera novela que se nutre de su extraordinario
conocimiento cultural, arquitectónico y musical de la realidad americana, sus viajes a Haití y a la
selva del Orinoco le habían servido para forjar aquello que dio en llamarse lo real maravilloso,
que inauguraría una forma nueva de hacer literatura propiamente americana.
Carpentier manifestó claramente su compromiso con la Revolución Cubana, para la que se ocupó
de la administración general de la Editorial de Libros Populares de Cuba y el Caribe, colaboró en
la organización de tres festivales del Libro Cubano y
publicó en la Nueva Revista Cubana los capítulos del I al III de El siglo de las luces.
Siguió su colaboración en publicaciones como El Mundo, Revolución, Granma, Gaceta de Cuba,
Unión, Cuba, Islas, Casa de las Américas, Bohemia y Revolución y Cultura. En 1960 fue
nombrado subdirector de Cultura del Gobierno Revolucionario de Cuba y vicepresidente de la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y más adelante director ejecutivo de la Editorial
Nacional de Cuba, cargo que ocuparía hasta 1966.
Prueba de su fe en la revolución fue la donación de la dotación del Premio Mundial Cino del Duca
del Premio Cervantes al partido comunista cubano.
Falleció en París el 24 de abril de 1980.

Carpentier está considerado como uno de los grandes escritores del siglo XX, fue uno de los
artífices de la renovación de la literatura latinoamericana, en particular a través de su estilo de
escritura, que incorpora todas las dimensiones de la imaginación —sueños, mitos, magia y
religión— en su idea de la realidad.
Él fue el primer escritor latinoamericano que afirmó que Hispanoamérica era el barroco
americano abriendo una vía literaria imaginativa y fantástica pero basado en la realidad
americana, su historia y sus mitos.

BIBLIOGRAFÍA

El reino de este mundo (1949)


Los pasos perdidos (1953)
Guerra del tiempo (1958)
El siglo de las luces (1962)
Concierto Barroco (1974)
El recurso del método (1974)
La consagración de la primavera (1978)

PREMIOS

Premio Internacional Alfonso Reyes en Ciencias y Literatura, 1975


Condecorado con la orden José Joaquín Palma por la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), por
sus cincuenta y tres años de trabajo ininterrumpido como periodista.
Premio Mundial Cino del Duca, 1975
Título de Honorary Fellow, por Consejo Directivo de la Sociedad de Estudios Españoles e
Hispanoamericanos de la Universidad de Kansas, Estados Unidos 1976
Premio Miguel de Cervantes 1978
Premio Medicis Extranjero 1979

Novelista, ensayista y musicólogo cubano, que influyó notablemente en el desarrollo de la


literatura latinoamericana, en particular a través de su estilo de escritura, que incorpora todas las
dimensiones de la imaginación -sueños, mitos, magia y religión- en su idea de la realidad. Nació en
La Habana el 26 de diciembre de 1904, hijo de un arquitecto francés y de una cubana de refinada
educación. Estudió los primeros años en La Habana y a la edad de doce años, como la familia se
trasladó a París durante unos años, asistió al liceo de Jeanson de Sailly, y se inició en los estudios
musicales con su madre, desarrollando una intensa vocación musical. Ya de regreso a Cuba
comenzó a estudiar arquitectura, pero no acabó la carrera. Empezó a trabajar como periodista y a
participar en movimientos políticos izquierdistas. Fue encarcelado y a su salida se exilió en Francia.
Volvió a Cuba donde trabajó en la radio y llevó a cabo importantes investigaciones sobre la música
popular cubana. Viajó por México y Haití donde se interesó por las revueltas de los esclavos del
siglo XVIII. Marchó a vivir a Caracas en 1945 y no volvió a Cuba hasta 1959, año en el que se
produjo el triunfo de la Revolución castrista. Desempeñó diversos cargos diplomáticos para el
gobierno revolucionario, murió en 1980 en París, donde era embajador de Cuba. Carpentier
recibió la influencia directa del surrealismo, y escribió para la revista Révolution surréaliste, por
encargo expreso del poeta y crítico literario francés André Breton. Sin embargo, mantuvo una
posición crítica respecto a la poco reflexiva aplicación de las teorías del surrealismo e intentó
incorporar a toda su obra la 'maravilla', una forma de ver la realidad que, mantenía, era propia y
exclusiva de América. Entre sus novelas cabe citar El reino de este mundo (1949), escrita tras un
viaje a Haití, centrada en la revolución haitiana y el tirano del siglo XIX Henri Christophe, y Los
pasos perdidos (1953), el diario ficticio de un músico cubano en el Amazonas, que trata de definir
la relación real entre España y América siguiendo la conquista española. Se considera que es su
obra maestra, un intento de llevar a cabo su idea de construir una novela que llegue más allá de la
narración, que no sólo exprese su época sino que la interprete. Guerra del tiempo (1958) se centra
en la violencia y en la naturaleza represiva del gobierno cubano durante la década de 1950. En
1962 publicó El siglo de las luces, en la que narra la vida de tres personajes arrastrados por el
vendaval de la Revolución Francesa. Más que una novela histórica, o una novela de ideas es, en la
interpretación de algunos críticos, una cabal novela filosófica. Concierto Barroco (1974) es una
novela en la que expone sus visiones acerca de la mezcla de culturas en Hispanoamérica.
Finalmente El recurso del método (1974) y La consagración de la primavera (1978), obras
complementarias y difíciles; la primera suele considerarse como la historia de la destrucción de un
mundo, la caída del mito del hombre de orden, mientras que la segunda representa la larga
crónica del triunfo en Cuba de un nuevo mito, que Carpentier trata de explicar desde su imposible
papel de espectador: el autor trata de explicar el inconciliable desajuste entre el tiempo del
hombre y el tiempo de la historia. A pesar de su corta producción narrativa, Carpentier está
considerado como uno de los grandes escritores del siglo XX. El fue el primer escritor
latinoamericano que afirmó que Hispanoamérica era el barroco americano abriendo una vía
literaria imaginativa y fantástica pero basado en la realidad americana, su historia y mitos. Su
lenguaje rico, colorista y majestuoso está influido por los escritores españoles del siglo de Oro y
crea unos ambientes universales donde no le interesan los personajes concretos, ni profundizar en
la psicología individual de sus personajes, sino que crea arquetipos -el villano, la víctima, el
liberador- de una época. © M.E.

Premios[editar]

En 1956 gana el Prix du Meilleur Livre Etranger por su novela Los pasos perdidos (Francia)

En 1975 recibe un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de La Habana (Cuba)

En 1975 recibe el Premio Internacional Alfonso Reyes (México)

Es hecho Miembro Honorario de la University of Kansas (Estados Unidos)

Recibe el Premio Mundial Cino Del Duca (Francia)

En 1977 recibe el Premio Cervantes (España)

En 1979 recibe el Premio Medicis Extranjero (Francia)

Sr. Alejo Carpentier Balmont


Alejo Carpentier Balmont, nació en La Habana el 26 de diciembre de 1904, hijo
del arquitecto francés Georges Julien Carpentier y de la profesora rusa Catherine
Balmont o Blagoobrasoff, que había sido estudiante de Medicina en Lausana,
Suiza, donde conoció a su esposo.

Sobre el segundo apellido de Carpentier existen algunas discrepancias. Lisandro


Otero en dos artículos periodísticos dedicados a la familia materna del novelista
lo da como Balmont;16,17 Marta Rojas al escribir sobre documentos inéditos de
Carpentier, hallados en Francia lo transcribe Valmont(18)y en su expediente de
estudios en la Universidad de La Habana, en el certificado de matrimonio de sus
padres, aparece como Blagoobrasoff y con este apellido firma Carpentier en el
expediente.19

En tan importante documento de estudios también se lee que nació en Lausana,


Suiza, en la fecha citada, haciéndome pensar que esto se debe a que fue inscrito
en dicha ciudad, donde vivía la familia materna y que allí se registró como
ocurrido su nacimiento, hecho que después él siempre aclaró que sucedió en la
calle Maloja, en La Habana.

No obstante el medio familiar y sus muchos años vividos en el extranjero Alejo


Carpentier fue siempre un cubano muy orgulloso de su nacionalidad.

En la capital habanera recibió la enseñanza primaria en el Candler College y en


el Colegio Mimó, este último fundado y dirigido por el notable profesor de
geometría y trigonometría de la Universidad de La Habana, doctor Claudio Mimó
y Caba, de quien guardará siempre Carpentier como recuerdo el libro Historia de
las sociedades humanas, de la Biblioteca Ilustrada, dedicado por su maestro en
premio a su aplicación.

Los estudios de bachillerato los realizó en el Liceo Jeanson de Sailly, en París y


en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, pero parece que no los
concluyó pues su ingreso en la Escuela de Ingenieros, Electricistas y Arquitectos
de la Universidad de La Habana, lo llevó a cabo por examen que realizó el 30 de
septiembre de 1922 ante un tribunal compuesto por los ingenieros Aurelio
Sandoval García, Plácido Jordán Tremoleda y Virgilio Quiñones Gómez.

En su citado expediente universitario no existe constancia alguna de los estudios


realizados en la carrera de arquitectura, que según el propio Carpentier fueron
muy breves.

Figura 6. Sr. Alejo Carpentier Balmont (1904-1980)


Propuesto para el Premio Nobel de Literatura.
Si bien es cierto que los estudios académicos fueron muy irregulares, su gran
formación cultural, comenzada a muy temprana edad, se debió a la influencia de
sus padres que lo iniciaron en el conocimiento de las literaturas clásicas y
modernas europeas, la música e idiomas. El padre, además de hombre de gran
cultura era un buen cellista y la madre, pianista y profesora de idiomas.

Abandona sus estudios de Arquitectura y se dedicó a lo que será una de sus


mayores pasiones a lo largo de toda su vida, el periodismo. El 23 de noviembre
de 1922 aparece en el periódico habanero "La Discusión" su primer artículo con
el título "Pasión y muerte de Miguel Servet por Pompeyo Gener" con el que
inicia la sección "Obras Famosas" que el redactará. Su último artículo lo escribió
en la mañana del mismo día de su muerte para la revista francesa "Le Nouvel
Observateur" con el título "Flaubert y el mundo hispano".

En esta modalidad de periodismo culto dará a conocer sus extraordinarias


cualidades como crítico literario, de teatro, de pintura, de escultura y de cine, sus
profundos conocimientos de historia, arquitectura clásica y moderna, etnología,
geografía, filosofía y política. Una muestra muy exigua de su virtuosismo, pues
su obra total en este campo comprende más de 4 000 artículos, la podemos hallar
en sus Crónicas, La Habana, 1976, dos tomos, donde se reúnen 146 artículos y
en Letra y solfa, Caracas, 1975, con un centenar de los publicados en El Nacional
de la capital venezolana, todo lo cual nos confirma su variada y profunda cultura
y su depurado estilo periodístico.

La prensa diaria escrita y radial será vehículo de otra de las más brillantes facetas
de su personalidad como hombre de cultura: el musicólogo. Si Carpentier no
hubiera producido más que su obra en este campo estoy seguro que hubiera
figurado igualmente en la historia de la cultura americana. Sus tres tomos de Ese
músico que llevo dentro, La Habana, 1980, en los que se recogen 587 artículos y
7 ensayos, de los mas diversos aspectos sobre el tema y su libro La música en
Cuba, México, 1946, lo consagran como uno de los mas eruditos musicólogos
del continente. No faltan en su obra numerosos libretos para piezas musicales,
que incluyen operas, muchos de ellos, llenos de profundas raíces cubanas como
"La rebambaramba" y "El milagro de Anaquillé" ambos con música de Amadeo
Roldán y "Manita en el suelo" con música de Alejandro García Caturla.

Es sin dudas la narrativa, ya sea en el relato corto o en la novela, donde alcanza


renombre mundial, la que lo lleva a merecer importantes galardones
internacionales y a ser considerado el "eterno" candidato al Premio Nobel de
Literatura. Sus cuentos: "El camino de Santiago", "Viaje a la
semilla", "Semejante a la noche", "El acoso", "Los fugitivos", "Los
advertidos", "El derecho de asilo" y "Oficio de tinieblas" recopilados en libros
como Guerra del tiempo, México, 1958 y Cuentos, La Habana, 1976, figuran
entre los mejores de habla hispana en el presente siglo.

Su obra novelística que comenzó con Ecue-Yamba-Oh, Madrid, 1933, historia


afrocubana, a la que siguen muchos años después El reino de éste
mundo, México, 1949; Los pasos perdidos, México, 1953; El siglo de las
luces, México, 1962; Concierto barroco, México, 1974; El recurso del método,
México, 1974; La consagración de la primavera, México, 1978 y El arpa y la
sombra, Madrid, 1979, sin ser muy numerosa, lo sitúa por su calidad como el
mejor novelista cubano de todos los tiempos, uno de los mejores de América y
entre los más importantes de lengua española en el siglo XX.

Toda esa labor en la narrativa unida a sus ensayos y conferencias recopilados en


volúmenes como Tientos y diferencias, México, 1964; Razón de ser, Caracas,
1976 y La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos,
México, 1981, ha merecido numerosísimas ediciones en español y en otros 24
idiomas, en los que se incluyen las lenguas escandinavas como el sueco, noruego,
danés y finés, lo que hacía más asequible su obra a los miembros de la Academia
Sueca.

Después de larga permanencia en países como Francia, Venezuela y otros que


mucho aportaron a darle ese toque universal a su obra tan profundamente cubana,
regresó definitivamente a la patria con el triunfo revolucionario en mayo de
1959, para ocupar importantes cargos: Administrador General de la Editorial de
Libros Populares de Cuba y el Caribe en 1959, Subdirector de Cultura del
Gobierno Revolucionario en 1960, Vicepresidente del Consejo Nacional de
Cultura en 1962, Director Ejecutivo de la Editorial Nacional de Cuba desde 1962
a 1966, Ministro Consejero de la Embajada de Cuba en Francia desde 1966 a
1980, y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por el Municipio
Habana Vieja desde 1976 a 1980.

Alejo Carpentier que se destacó también como profesor de enseñanza superior en


sus cursos libres sobre Literatura del Siglo XX en la Facultad de Humanidades de
la Universidad Central de Caracas y en su cátedra de Historia de la Cultura en la
Escuela de Artes Plásticas, en la propia capital venezolana, con la reforma
universitaria de 1962 ingresó en la Facultad de Humanidades, Escuela de
Historia, de la Universidad de La Habana, como profesor de Historia de la
Cultura desde 1962 a 1966.

Entre los reconocimientos más importantes que recibiera Carpentier en vida


están: Premio al mejor libro extranjero, otorgado por once de los principales
críticos literarios de París por su libro Los pasos perdidos en 1956; Orden José
Joaquín Palma, de la Unión de Periodistas de Cuba, por sus 53 años de labor en
la prensa en 1974; grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad de La
Habana, el 3 de enero de 1975; Premio Internacional Alfonso Reyes de Ciencia y
Literatura, de México en 1975; Premio Mundial Cino del Duca, de París en 1975,
destinado como reza en su reglamento a "recompensar y dar a conocer mejor a un
autor cuya obra constituya bajo una forma científica o literaria un mensaje de
humanismo moderno", ascendente a 23 millones de liras (38000 dólares) que
donó al Partido Comunista de Cuba; el Honorary Fellow de la Sociedad de
Estudios Españoles e Hispanoamericanos de la Universidad de Kansas, EE.UU.
en 1976; el Premio Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid en 1977, la más alta
distinción literaria de la nación ibérica, considerado como el Nobel español, cuya
medalla e importe los donó al Partido Comunista de Cuba y el Premio Medicis
Extranjero, París en 1979, el más alto galardón que adjudica Francia a escritores
extranjeros.

El 24 de abril de 1980, después de un intenso día de trabajo falleció Alejo


Carpentier en París. A su cadáver tendido en la base del Monumento a José
Martí, en la Plaza de la Revolución, le rindieron conmovedor homenaje fúnebre
el gobierno revolucionario en pleno y el pueblo habanero en representación de
todos los cubanos.

A partir de 1949, en que publicó El reino de éste mundo, comenzó a producir la


obra novelística más importante escrita por un cubano. En 1953 aparece Los
pasos perdidos, a la que siguen tres años después la novela corta El acoso y
seis más tarde El siglo de las luces, para convertirse desde entonces en uno de los
novelistas más importantes de América Latina y con Miguel Angel Asturias, de
Guatemala, autor entre otras novelas de El Señor Presidente, Hombre de maíz y
Weeckend en Guatemala, los dos más fuertes candidatos al Premio Nobel de
Literatura.

En 1967 se le concedió el premio a Asturias y Carpentier sigue consolidando su


obra con novelas tan importantes como El recurso del método y Concierto
barroco, ambas aparecidas en 1974. Desde ese momento, todos los años se
escribe insistentemente sobre su nominación para el Nobel de Literatura. En París
se le otorga el Premio Mundial Cino del Duca con requisitos muy semejantes al
Premio Nobel y el Ministerio de Cultura de España le concede el Premio Miguel
de Cervantes Saavedra, precedido solamente por el insigne poeta castellano
Jorge Guillén y propuesto por la Real Academia Española de la Lengua,
institución a la que el Comité del Premio Nobel de Literatura, por reglamento, le
concede derecho de nominación.
En 1978 aparece "Consagración de la primavera", al siguiente año "El arpa y la
sombra" y le confiere Francia el Premio Medicis. No parecía tener rival Alejo
Carpentier para lograr el tan merecido galardón cuando un repentino infarto
miocárdico le produce la muerte en París.

Dos años después, en 1982, recibió Gabriel García Márquez, de Colombia,


el Premio Nobel de Literatura. Siempre he pensado que ese era el Nobel de
Carpentier, aunque no dudo que el afamado autor de Cien años de soledad, El
coronel no tiene quien le escriba y El amor en los tiempos del cólera, lo hubiera
recibido en el próximo viaje del premio a Latinoamérica en 1990 cuando se le
otorgó a Octavio Paz, de México, autor de Raíz del hombre, Libertad bajo
palabra y Luna silvestre.
16.
Otero L. Los Balmont: cepa rusa de Alejo Carpentier. Periódico
Granma. Septiembre 11 de 1984.
17.
Otero L. La familia rusa de Alejo Carpentier. Periódico Granma.
Septiembre 20 de 1984.
18.
Rojas M. La maleta pérdida de Alejo Carpentier Valmont. Periódico
Granma. Noviembre 25 de 1989.
19.
Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Expediente de Estudios
No. 9137 (Alejo Carpentier Blagoobrasoff).

‘El reino de este mundo’ por Alejo Carpentier

Posted on enero 17, 2011 by Guillermo Pineda

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Alejo Carpentier nació el 26 de diciembre de 1904 en la ciudad de La Habana, Cuba en donde vivió
hasta los 12 años. Con tan sólo 12 años de edad, el joven Carpentier se trasladó a la ciudad de Las
Luces en la cual estudiaría el liceo y desarrollaría una intensa vocación por la música. Fue también
en esta ciudad que motivado por su padre cursó estudios de arquitectura, los cuales nunca
finalizó, y trabajando como periodista empezó su vida política al lado de los grupos políticos
izquierdistas tan de moda en la época.

Siendo izquierdista fue encarcelado y luego de ser puesto en libertad decidió irse al exilio y
regresar a su tierra natal en el año de 1939. Estando en Cuba Carpentier realizó varios viajes y fue
en una de sus visitas a Haití que tuvo la oportunidad de conocer y ser un espectador de primera
fila del sincretismo cultural y religioso creado por los negros africanos, que habían sido traídos en
la colonia como mano de obra en las grandes plantaciones, y la cultura europea de los franceses y
sus títulos nobiliarios y religión católica.
En 1949 Alejo Carpentier escribe una de sus más importantes novelas. Esa novela lleva por
nombre “El reino de este mundo” y a él le es concedido un alto lugar como literato mundial, pues
fue y es uno de los pocos escritos histórico-literarios que comentan y ejemplifican el proceso de
independencia haitiano. Además, Carpentier es reconocido como uno de los fundadores del
llamado realismo mítico en el cual la literatura juega y entrelaza la realidad y los sueños, la
imaginación y el raciocinio, la vida y la muerte, que al lado del barroquismo crean un tapiz
suntuoso, mágico y alegórico del Haití de principios del siglo XIX. Es con este libro que Carpentier
se unifica a un movimiento en busca de las tradiciones y orígenes de la historia haitiana, en una
búsqueda de una consciencia americana propia, autónoma e independiente de un Nuevo Mundo.

Alejo Carpentier en su novela relata la historia haitiana y trata de cimentarla en fechas y eventos
históricos reconocidos luego de que en el año de 1943 viajara al que antaño fue el reino de Henri
Christophe; de esta manera menciona el envenenamiento de las aguas realizado por Mackandal
en 1757 y su ejecución en 1758, el levantamiento de Bouckman en 1791, la huída de los
plantadores franceses a la ciudad de Santiago de Cuba, entre los cuales se encontraba Lenormand
De Mezy, el intento de Napoleón Bonaparte por recuperar el control de la colonia haitiana entre
1801-04, el envió de Paulina Bonaparte como representante real en 1801-02, el reinado de Henri
Christophe entre 1807-1820, y finalmente la llegada de los agrimensores que realizaron un Código
rural enviados por Jean-Pierre Boyer en 1826. Además, de identificar a personajes de la historia
haitiana como el latifundista de la región Limbé al norte de Haití, Lenormand de Mezy.

El reino de este mundo es una obra basada en el realismo mágico, en una mezcla de la historia
independentista y revolucionaria haitiana, junto al sincretismo religioso, al voduismo, a los
sacrificios de animales, al calor y sudor de los esclavos negros en las plantaciones, una trama en la
que la ironía del poder repite un ciclo vicioso en el cual todo final es un origen y la relación amo-
sometido responde al ideal nietzscheano de la vida. Su credibilidad acontece en las referencias ya
documentadas sobre la historia de Haití, pero la inclusión del barroquismo en su literatura, el uso
de la naturaleza y su entorno nos proveen de un ambiente místico que transporta al lector a lo
más profundo de las playas caribeñas y nos imaginamos incluso el palacio del cielo en que Henri
Christophe dejó su cuerpo en los muros, como una perpetuación del primer rey negro del Nuevo
Mundo.

La trama de El reino de este mundo inicia con una breve reseña sobre la burocracia francesa
presente en la isla de Haití, que es parte de la corona de Francia y se menciona por primera vez a
Ti Noel, un esclavo negro, que pertenece al latifundista Monsieur Lenormand de Mezy. Es aquí
cuando por primera vez percibimos la presencia de la imagen que habrá de mantenerse a lo largo
de toda la obra. Una imagen en la que se ilustra a los pueblos negros africanos viviendo como “un
negro rodeado de abanicos de plumas y sentado sobre un trono adornado de figuras de monos y
de lagartos. Para luego hacer una comparación entre este rey negro rodeado de abanicos y
plumas con el rey europeo al que tilda de cobarde, incompetente, sumiso y débil de carácter y
fuerza; minimizándolo al lado del rey-guerrero negro.

Luego de fijar su mirada en un cuadro en el que se ilustraba a un rey negro recibiendo a visitantes
blancos, Ti Noel se recuerda de un personaje tanto histórico como parte íntegra de la cultura vodú
haitiana. Este personaje se llamaba Mackandal.
Mackandal era un negro que trabajaba en la plantación de Lenormand de Mezy y que debido a un
accidente con el trapiche quedó manco y fue empleado en labores más sencillas debido a sus
nuevas limitantes. Mackandal era un hombre excepcional, tenía el poder de llevar a todo el que
escuchara sus relatos por viajes fantásticos de un mundo allende los mares en África; un mundo
en que las ciudades de Guinea eran ricamente ilustradas y los negros soñaban con su libertad lejos
del yugo blanco.

Un nuevo personaje sale a escena. Se trata de un negra practicante del vodú, su nombre es
Mamán Loi, y es ella quien provee a Mackandal en las páginas siguientes de enormes poderes
licantropitos que lo conectan a un mundo hombre-animal, hombre-naturaleza y cuerpo-espíritu.

Curiosamente y luego del envenenamiento de un perro con uno de los hongos que Mackandal le
había dado a comer, el negro Mackandal desaparece luego de que Lenormand de Mezy lo
mandase a llamar para pedir explicaciones. De Mezy resuelve que no habría de buscar al manco,
pues no representaba peligro alguno. Tiempo después y luego de la enorme desesperanza que le
envolvía; Ti Noel recibió un mensaje. Y este mensaje se desarrolla entorno a un evento por de más
importantísimo y que representa el renacimiento a la vida y la esperanza luego de vivir en un valle
de sombras, truenos y centellas: “Un día, cuando los ríos hubieron vuelto a su cauce, Ti Noel se
encontró con la vieja de la montaña en las inmediaciones de las cuadras. Le traía un recado de
Mackandal.”

Mackandal lo esperaba en una lúgubre cueva, llena de pociones y cosas extrañas. Fue aquí que
divisó a su amigo y se percató de que nunca había desaparecido. Sólo estuvo ausente y a la vez
presente del reino de este mundo.

Durante su ausencia es que Mackandal realizó alianzas para un levantamiento que habría de
acabar con el yugo blanco y fue así que las haciendas de la llanura habían pactado con Mackandal
y su resurrección.

El primer acontecimiento de la novela empieza. El veneno que había empezado por acabar con los
estómagos de las vacas, bueyes, novillos, caballos y ovejas había esparcido su alcance a los
blancos. Grandes hogueras que al inicio sólo calcinaban los cuerpos enfermos de animales habrían
ahora de recibir los cuerpos de blancos que uno a uno caían ante la enfermedad. El pánico cundía.
Mackandal fue descubierto y mítines de exploración fueron enviados a toda la comarca. En el
ínterin el negro se movilizaba como licántropo en forma de iguana, mariposa, perro, alcatraz, etc.
de hacienda en hacienda como vigía de que sus fieles siguieran lo planeado y su ápice había
iniciado. Cuatro años después Mackandal era ahora ilimitadamente sobrenatural.

El gran velo. Capítulo que inicia con una metáfora interesante y de fácil detección; expresa como el
inicio de una nueva época, poco antes de la salida del sol y a la vez poco después de una noche
que termina, de un cierra de las tinieblas, los negros son llevados en oleada a la Plaza Mayor. El
negro ha caído. Mackandal sería muerto calcinado.

“Un lunes de enero, poco antes del alba, las dotaciones de la Llanura del Norte comenzaron a
entrar en la Ciudad del Cabo… De pronto, todos los abanicos se cerraron a un tiempo… Mackandal
avanzaba hacia el centro de la plaza
¿Acaso el negro ha muerto? ¿Acaso este es el fin de la resistencia? ¿Acaso es este el fin de la
revolución negra? De hecho lo es. El mundo blanco acabó con el protagonista de sus pesadillas y
temores. Mackandal es ahora parte del fuego y morirá hecho polvo, parte de la tierra que en algún
momento alimentó los hongos con los que mataba a los blancos. Mackandal ha muerto en el reino
de este mundo, Mackandal ya no es.

Pero el mundo negro es ahora cuando descubre su ascensión. Mackandal se ha liberado del
cuerpo. Ha trascendido a un nivel superior. Él es parte íntegra de un mundo extra sensorial y extra
terrenal. Su espíritu se encuentra en cada negro que presenció su muerte en las brasas.

La fortuna y peculio son parte de la colonia francesa. El excedente de las plantaciones se nota en
las calles de la Ciudad del Cabo. Las casas eran grandes y el barroquismo está presente con sus
excesos en ornadas y pernios trebolados. Los oficios se han desarrollado e incluso un teatro y
ópera había sido inaugurado en la calle Vandreuil.

Monsieur Lenormand de Mezy había regresado, ahora de la mano de una bella dama, en realidad
una actriz fracasada en Europa, que a lo largo habrá de demostrar su frustración artística
violentando e insultando a sus esclavos negros. 20 años habían pasado ya y Ti Noel era padre de
una jauría de hijos que una cocinera había parido 12 veces. La hacienda florecía pero su amo había
cambiado. La borrachez lo había tomado por completo y pasaba días castigando corpóreamente a
los negros.

A continuación una larga e importantísima cita se presenta. Es una cita que demuestra la primera
noticia del grito de ¡vive la Revolution! Que llegaba a la isla. Pero en qué contexto ocurre. De
nuevo en medio de las lluvias torrenciales que demuestran los temores de una tierra que retumba,
una tierra que se preocupa por el porvenir de los negros. Era una reunión de sombras, sombras
silentes que murmuraban en lo profundo de la barranca. Era una ronca y sombría barranca que
habría de ensordecer poco a poco con su grito de rebelión. Los unos por un lado apoyados por un
Dios tirano amante del dolor y sufrimiento del látigo blanco, por el otro dioses de la naturaleza
sedientos de venganza negra, venganza contra el Dios tirano de los blancos.

“Los truenos parecían romperse en aludes sobre los riscosos perfiles del Morne Rouge, rodando
largamente al fondo de las barrancas, cuando los delegados de las dotaciones de la Llanura del
Norte llegaron a las espesuras de Bois Caimán, enlodados hasta la cintura, temblando bajo sus
camisas mojadas… una voz potente se alzó en medio del congresos de sombras… Era Bouckman el
jamaiquino quien hablaba de esa manera… algo había ocurrido en Francia, y que unos señores
muy influyentes habían declarado que debía darse libertad a los negros, pero que los ricos
propietarios del Cabo, que eran todos unos hideputas monárquicos, se negaban a obedeces… el
Dios de los blancos ordena el crimen. Nuestros dioses nos piden venganza… ya en mayo, la
Asamblea Constituyente… había acordado que se concediera derechos políticos a los negros, hijos
de manumisos.”

Ocho días habría de esperarse. La sublevación iniciaría y sólo juzgaría por el color quien viviría y
quien no. Cuando Monsieur Lenormand de Mezy se encontraba tras los ajuares de una negra en la
bodega de tabaco la sublevación inició. La cobardía tomó sus pantalones y permaneció escondido
mientras las cabezas de los blancos empezaban a rodar y el cuerpo de su esposa era violada sin
más ni menos que por Ti Noel.
Luego de dos días de Mezy sale a la luz, la sublevación había terminado, su esposa había sido
violada y luego muerta, y todos menos 12 de sus esclavos habían sido asesinados. Pero el blanco
salió perdiendo, la moral de sus señoritas había sido destruida. Sus cuerpos fueron penetrados y
desgarrados por el orgullo negro. Haití ya no era colonia francesa. Nunca más lo sería como en su
ápice lo fue. ¿A qué se debió que esto se saliera de las manos?

“La anarquía se entronizaba en el mundo. La colonia iba a la ruina. Los negros habían violado a casi
todas las señoritas distinguidas de la Llanura. Después de haber destrozado tantos encajes, de
haberse refocilado entre tantas sábanas de hilo… ya no había modo de contenerlos. Monsieur
Blanchelande (el Gobernador) estaba por el exterminio total y absoluto de los esclavos, así como
de los negros y mulatos libres… los negros tenían, pues, una religión secreta que los alentaba y
solidarizaba en sus rebeldías. A lo mejor, durante años y años, habían observado las prácticas de
esa religión en sus mismas narices, hablándose con los tambores de las calendas, sin que él lo
sospechara.”

Los franceses se retiran de la isla. Su dirección es el puerto de Santiago de Cuba, sus motivos: la
pérdida de la esperanza, el honor y el orgullo. Su consuelo: el licor, la comida y el poco dinero que
les quedaba. Pero la revanche está en pie y los franceses envían mastines que habrán de desgarrar
las carnes de los negros como ellos desgarraron a sus bellas mujeres.

Ahora Bonaparte entra en escena. Su enviada es Paulina Bonaparte que habrá de encabezar el
ejército que recuperará el control de la isla. Ella, débil de carácter ejemplifica el exceso y la
lascivia. Busca el cumplimiento de su sueño infantil de princesa y está lista para sucumbir ante la
sensualidad de jóvenes oficiales al descubrir su cuerpo y tentarlos con lo infinitamente imposible
que será para ellos tocar uno de sus cabellos. Es Paulina Bonaparte el nexus entre la feminidad
que en la época colonial ejemplifica en su totalidad la inmoralidad de una colonia inundado por
mores sociales que reprimen “sus instintos”.

Ti Noel ahora libre decide regresar a la isla y a lo largo de la isla capta como las raíces negras
habían vuelto a sus caminos con sacrificios animales y el sonido africano. Al llegar a sus tierras
divisa un enorme palacio y una enorme iglesia que se erguían en medio de los pastizales. Pero ¡oh
asombro! Toda la gente que miraba era negra: sacerdotes, señoras, ministros y reclusos. Había
llegado a Sans-Souci, la residencia de un rey negro, el primero de América. Henri Christophe, aquel
que había sido un cocinero y dueño de La Corona en la ciudad, era ahora la cabeza de una enorme
ciudad y un soberbio palacio en construcción.

Nomás llegado Ti Noel es tomado por esclavo y por 12 largos años se somete al yugo de sus amos
negros quienes latiguean a su misma sangre exigiéndoles trabajo. El rey negro era un tirano con
sed de poder y gloria.

Luego de años de sufrimiento, el pueblo estaba agotado y clamaba por la cabeza de su rey. Un día
al asomarse por la ventana se percata de un gran ambiente de algarabía y tambores sonaban al
son de las manos. ¿Pero por qué sonaban tambores? La sublevación había iniciado, el monarca
corre como loco en busca de su ejército y sirvientes.

“Pero, en ese momento, la noche se llenó de tambores. Llamándose unos a otros, respondiéndose
de montaña a montaña, subiendo de las playas, saliendo de las cavernas, corriendo debajo de los
árboles, descendiendo por las quebradas y cauces.”
El rey olvidó que la sangre de los toros que habría de sacrificar por doce años le protegería de un
ataque de los blancos, sin saber que serían los negros, su raza, los culpables de su caída y del
balazo que atravesaría su cuerpo. Disparo dado por el mismo hacia la sien. Sus trajes reales se
teñían de sangre, su reinado había caído, su muerte era el fin del rey negro del Nuevo Mundo.

Cinco de sus esclavos cargaron su cuerpo a tuto y lo llevaron a la Ciudadela de La Ferrière, donde
habría de ser parte de la fortaleza. Su cuerpo desaparecería en la argamasa, luego de que un dedo,
su dedo meñique se iría a Roma en el escote de la reina María Luisa. Mientras que su sueño sería
su pesadilla, el nunca sería polvo, su cuerpo quedaría atrapado por la eternidad en el hormigón
que el mismo mando a construir. Ese sería su purgatorio por el resto de los días.

Ti Noel había tomado partido en la destrucción de la Ciudadela. Su casa estaba adornada por
tesoros robados del castillo de Henri Christophe. Una cosaca adornaba de vez en vez su cuerpo y
su mente se transportaba a “Angola”, su reino propio. ¿Acaso Ti Noel había enloquecido? ¿Acaso
había descubierto realmente la libertad? ¿Era el su propio rey?

“Ti Noel había caído en posesión del rey de Angola, pronunciando un largo discurso lleno de
adivinanzas y de promesas. Luego, habían nacido rebaños sobre sus tierras. Porque aquellas
nuevas reses que triscaban entre sus ruinas eran, indudablemente, presentes de sus súbditos… Ti
Noel dictaba órdenes al viento. Pero eran edictos de un gobierno apacible, puesto que ninguna
tiranía de blancos ni de negros parecía amenazar su libertad.”

La llegada de los agrimensores afrancesados acabó con el sueño de Ti Noel. Estos agrimensores
son ni más ni menos que el Código Rural que Jean-Pierre Boyer realizó en 1826. Su mundo era
invadido de nuevo. ¿Ahora a donde lo llevaría el viento?

Su camino procedió a seguir los pasos de Mackandal, su amigo eterno, el espíritu que después de
su “muerte” moraba a su alrededor. Fue gracias a Mackandal que Ti Noel era ahora ave, luego un
garañon, luego una avispa, ahora una hormiga que habías sido sometida a otra clase de trabajo, ¡al
trabajo en serie! ¡Bienvenido a la Revolución Industrial! Él era ahora parte de “un engranaje igual
de corrupto” o al menos eso es lo que trata de describir Carpentier.

“Transformado en hormiga por mala idea suya, fue obligado a llevar cargas enormes, en
interminables caminos, bajo la vigilancia de unos cabezotas que demasiado le recordaban los
mayorales de Lenormand de Mezy, los guardias de Christophe, los mulatos de ahora.”

Ahora era ganso y descubrió que había luchado su vida entera por cambiar el rumbo del mundo,
cuando todo menos el mundo estaba dispuesto a cambiar. La relatividad de la vida, la subjetividad
de la posición desde la que se juzga. Lo bueno y lo malo, arriba o abajo, amo y sometido, blanco y
negro. El reino de este mundo era un mundo en el que:

“El hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que
nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán
felices, pues el hombre

ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada.”

Se vive pensando en la libertad, se muere pensando en la libertad. Haití era libre y a la vez
oprimido. Haití fue el primer país en independizarse de América Latina, pero qué es Haití ahora
sino un cúmulo de problemas y horrores. Haití significó no más que una advertencia para América.
No podemos ignorar que hay una mano invisible que maneja nuestro mundo y ese mundo a veces
es preferible no perturbarlo. Haití significó el caos para un mundo negro que no estaba listo para
dirigirse por sí solo. Fue un fracaso de independencia como lo fueron en menor escala casi todos
los países latinoamericanos que le siguieron. América no estaba lista para ser el dueño de su
propio destino.
abriel García Márquez. Biografía
 Biografía
 Premios
 Cronología de obras
 Bibliografía

Gabriel García Márquez. (6 de marzo de 1927, Aracataca, Colombia - 17 de abril de 2014,


México D.F.). Escritor y periodista colombiano.
Nace y pasa sus primeros años en una zona caribeña del norte de Colombia, que le marca
especialmente por su contraste con Bogotá y otras zonas del país en las que vive más
tarde. En 1947 empieza a estudiar Derecho, carrera que abandona para dedicarse al
periodismo. Sus primeros artículos se publican en El Espectador y en El Heraldo y pasa a
integrar el conocido como “Grupo de Barranquilla”, de cuya mano conoce la obra de los
autores que más adelante le influenciarán: Faulkner, Virginia Woolf, Hemingway y Kafka,
entre otros.
Su primera obra, La hojarasca, se publica en 1955. En esa misma fecha viaja a Europa por
primera vez y se queda allí cuatro años, viviendo en Ginebra, Roma y París. Durante su
estancia en Francia, donde atraviesa dificultades económicas, escribe El coronel no tiene
quien le escriba y La mala hora (publicadas en 1961 y 1962, respectivamente).
Regresa a América en 1958 y se instala temporalmente en Venezuela, donde compagina
una intensa actividad periodística con la escritura de los relatos de Los funerales de la
Mamá Grande (1962). Tras pasar unos meses en Cuba, donde acaba de triunfar la
revolución, y vivir un tiempo en Nueva York como corresponsal, decide establecerse en
México. Allí trabaja en publicidad y escribe su primer guión para el cine, El gallo de oro, en
colaboración con Carlos Fuentes.
Unos años después, en 1967, publica la que pronto se convierte en su obra más conocida, y
a cuya escritura dedica más de un año de intenso trabajo: Cien años de soledad. El éxito es
inmediato, agotándose la primera edición en apenas unos días, y para alejarse de la fama
decide ir a Barcelona, donde vive de 1968 a 1974. Allí escribe El otoño del
patriarca (publicado en 1975) y cuentos como Isabel viendo llover en Macondo (1968)
o Relato de un náufrago (1970).
En los años sucesivos alterna su residencia entre México, Cartagena de Indias, La Habana y
París. En 1982 recibe el Premio Nobel de Literatura y más adelante escribe El amor en los
tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989) y Doce cuentos
peregrinos (1992). En ese tiempo participa también en la fundación de la Escuela de Cine
de San Antonio de los Baños (Cuba), donde dirige anualmente un taller de guión.
Tras obras como Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1996)
publica en 2002 Vivir para contarla, donde narra aspectos biográficos de su infancia y
juventud. Sus últimas obras publicadas son Memoria de mis putas tristes (2004) y Yo no
vengo a decir un discurso (2010).
Muere en México D.F. el 17 de abril de 2014. Los herederos de Gabriel García Márquez
depositaron el 24 de febrero de 2015 en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un
legado del escritor in memoriam.

Gabriel García Márquez, su vida, su historia

Foto archivo
COLPRENSA | PUBLICADO EL 03 DE ABRIL DE 2014
Gabriel García Márquez nació el 6 de marzo de 1927, en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica
colombiana. Gabo, como se le conoce cariñosamente, es el mayor de una familia numerosa de doce
hermanos, que podríamos considerar de clase media: Gabriel Eligio García, su padre, fue uno de los
numerosos inmigrantes que, con la fiebre del banano, llegaron a Aracataca en el primer decenio del siglo
XX.

Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio a una de las familias eminentes del lugar: era
hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores de
su hija con uno de los aventureros de
la hojarasca (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes), que desempeñaba el humilde oficio
de telegrafista. Por eso, cuando tras vencer múltiples dificultades, Gabriel Eligio y Luisa Santiaga
consiguieron casarse, se alejaron de la
familia y se instalaron en Riohacha. Sin embargo, cuando tenía que nacer su primer nieto, sus padres
convencieron a Luisa Santiaga de que diera a luz en Aracataca. Poco después Gabriel Eligio y Luisa
Santiaga regresaron a Riohacha, pero el niño se quedó con sus abuelos hasta que, cuando tenía ocho
años, murió el abuelo, al que García Márquez consideró siempre “la figura más importante de mi vida”.

De esos primeros ocho años de “infancia prodigiosa” surge lo esencial del universo narrativo y mítico de
García Márquez, hasta el punto de que, con alguna exageración, ha llegado a decir: “Después todo me
resultó bastante plano: crecer,
estudiar, viajar... nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante”.

Lo que sí es cierto es que los recuerdos de su familia y de su infancia, el abuelo como prototipo del
patriarca familiar, la abuela como modelo de las “mamas grandes” civilizadoras, la vivacidad del
lenguaje campesino, la natural convivencia con lo
mágico... aparecerán, transfigurados por la ficción, en muchas de sus obras (La hojarasca, Cien años de
soledad, El amor en los tiempos del cólera...) y el mundo caribeño, desmesurado y fantasmal de
Aracataca se transformará en Macondo, que en realidad era el nombre de una de las muchas fincas
bananeras del lugar y que según unos alude “a un árbol que no sirve pa un carajo” y según otros “a una
milagrosa planta capaz de cicatrizar heridas”.

Como el propio novelista explica: “Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que
transcurrió en una casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba
el porvenir, y numerosos parientes de
nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia”.

En la universidad
En 1947, García Márquez se instala en Bogotá y empieza a estudiar derecho. Sus impresiones de Bogotá
no son mejores que las de Zipaquirá: con sus “cachacos” que siempre “andaban de negro, parados ahí
con paraguas y sombreros de coco, y bigotes”, la capital le parece “gris y yerta”, “asfixiante”, sinónimo
de “aprehensión y tristeza”. Con estros rasgos describirá a Bogotá cuando raramente aparezca en su
mundo ficción.

Aunque estudia los cinco cursos de Derecho –algunos en Bogotá y otros en Cartagena, donde se había
trasladado su familia y donde se hace amigo del poeta Álvaro Mutis- no llega a graduarse, porque, según
confiesa, “me aburría a morir esa carrera”.

Lo más importante de ese periodo es el encuentro con alguna de las personas más decisivas de sus vida –
especialmente, Camilo Torres, el que luego será cura guerrillero cruelmente asesinado y Plinio Apuleyo
Mendoza, desde entonces uno de sus amigos más íntimos.

Inicio en el periodismo
Otra circunstancia importante es que, en Bogotá, empieza a escribir, para el periódico El Espectador, sus
primeras obras: Diez cuentos, de los que renegó después, que constituyen su “prehistoria” como escritor.
También es remarcable que García Márquez participase, como otros muchos estudiantes, en las
manifestaciones surgidas a raíz del “bogotazo”: el asesinato en 1948 de Jorge Eliecer Gaitán, político
progresista aspirante a la presidencia de la república. El asesinato de Gaitán desencadena una
escalofriante y larga oleada de violencia (casi trescientos mil muertos entre 1948 y 1962) que tendrá su
reflejo en la literatura de García Márquez y de otros escritores, como Fernando Garrido y Álvaro Mutis,
hasta el punto de que la narativa colombiana de estas décadas ha sido designada como “literatura de la
violencia”.

Pronto, García Márquez abandona los estudios de Derecho: en un viaje a Barranquilla conoce a un grupo
de periodistas y decide instalarse allí y orientar totalmente su vida al periodismo, por lo que empieza a
trabajar de columnista en El
Heraldo, y a la literatura: se instala en un cuartucho ínfimo de un bloque de cuatro piso llamado El
Rascacielos y allí empieza a escribir su primera novela, La hojarasca.

Intelectuales
Gabo se integra en el llamado Grupo de Barranquilla, que se reúne en el Café Happy y el Café
Colombia. Miembros del “Grupo de Barranquilla” son: Germán Vargas, Álvaro Cepeda y Alfonso
Fuenmayor, periodista de El Heraldo de gran formación
intelectual, al que García Márquez le debe el descubrimiento de los autores que más tarde se convertirán
en sus modelos literarios: Kafka, Joyce y, muy especialmente, Faulkner, Virginia Woolf, y Hemingway.
A las tertulias del Café Colombia
acude también Ramón Vinyes, un viejo catalán republicano, escritor, ex-librero y profesor de un colegio
de señoritas, junto a sus tres amigos, en las últimas páginas de Cien años de soledad.

Su amor
En Barranquilla, García Márquez conocerá a Mercedes Barcha, quien más tarde se convertirá en su
compañera de toda la vida. En 1954, convencido por Álvaro Mutis, García Márquez regresa a Bogotá.
Allí, de nuevo para El Espectador, trabaja como reportero y crítico de cine. Ese periodo de apasionada
dedicación al periodismo, dejará posteriormente huella en su literatura.

Como señala Vargas Llosa, de allí proviene en buena medida su fascinación “por los hechos y
personajes inusitados, la visión de la realidad como una suma de anécdotas” y “las virtudes de concisión
y transparencia de estilo” de sus mejores libros, en los que narra con la precisión de un cirujano. Esta
simbiosis de literatura y periodismo es clara en algunas sus obras narrativas publicadas, Relato de un
náufrago (1955), Crónica de una muerte anunciada (1981), Noticia de un secuestro (1997).

Desde ese momento, García Márquez no abandonará nunca su actividad periodística y posteriormente
será colaborador habitual en periódicos de Colombia, Venezuela, México, España y Estados Unidos.

Descubrir el mundo
En 1955, García Márquez va por primera vez a Europa como corresponsal de El Espectador. El que tenía
que ser un breve viaje para alejarlo de las iras gubernamentales desencadenadas por la publicación de El
relato de un náufrago, se convierte en una estancia de más de cuatro años: Ginebra, Roma –donde,
además de cubrir la información de la enfermedad de Pío XII, se matricula en el “Centro Sperimentale
de Cinematografía”- y finalmente París. Al poco de llegar a Francia, recibe la noticia de que El
Espectador había sido clausurado y un cheque para el pasaje de regreso.

Pero García Márquez, que había decidido seriamente ser escritor, decide quedarse en París. Afrontando
grandes penalidades económicas (“Estuve viviendo durante cuatro años de milagros cotidianos”) y
trabajando, como explica Vargas Llosa, “a diario, con verdadera furia, desde que oscurecía hasta el
amanecer”, escribe La mala hora (1961) y paralelamente, a partir de un episodio que se le desprendió de
esa obra, una de sus mejores novelas: El coronel no tiene quien le escriba (1958).

En 1958, tras una estancia de dos meses en Londres, decide regresar a América, entre otras cosas porque
sentía que se le “enfriaban los mitos”. Primero se instala en Venezuela, donde su amigo Plinio Apuleyo
Mendoza le había conseguido trabajo de redactor en la revista Momentos. Al poco de llegar a Caracas,
es testigo del bormbardeo aéreo y del asalto al Palacio presidencial, hechos que concluirán días después
con el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez.

Estos hechos, especialmente la imagen, según cuenta Vargas Llosa, de la huida de “un oficial con una
ametralladora bajo el brazo y con las botas embarradas” y la entrevista que le hizo al que, durante 50
años, había sido mayodormo de Palacio,
sirviendo a varios presidentes y dictadores, serán decisivos en la gestación de un proyecto literario que
empieza a obsesionarle: escribir una novela de tiranos, que reflexione sobre “el misterio del poder” y la
capacidad de fascinación hipnótica de los tiranos. Otras experiencias recientes se imbrican con las que
está viviendo en Venezuela y le ayudan a entender los mecanismos de la dictadura: el poder supremo del
sumo pontífice en Roma, la fanática pervivencia del culto a Stalin que, cuatro años después de la muerte
del dictador, había palpado en Moscú... Tardará 17 años en hacer realidad ese proyecto en la quinta de
sus novelas: El otoño del patriarca (1975).

En un viaje relámpago a Barranquilla, se casa con su novia Mercedes Barcha, con la que pronto tiene
dos hijos, Rodrigo (que nació en Bogotá en 1959) y Gonzalo (que nacería en México tres años más
tarde).

Cien años de soledad


La revelación tuvo lugar un día de enero de 1965 mientras conducía su Opel por la carretera de México a
Acapulco. Inesperadamente para el coche y le dice a Mercedes: “¡Encontré el tono! ¡Voy a narrar la
historia con la misma cara de palo
con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella tarde en que el niño es
llevado por su padre a conocer el hielo!.

García Márquez decide encerrarse a escribir su novela de Macondo y los Buendía. Logra reunir cinco
mil dólares (los ahorros de la familia, las ayudas de sus amigos, especialmente de Álvaro Mutis) y le
dice a Mercedes que mientras tarde en escribir su novela se ocupe de todo y no lo moleste bajo ningún
concepto. Cuando después de 18 meses de duro trabajo concluye Cien años de soledad, Mercedes le
espera con una deuda doméstica que sobrepasa los 10.000 dólares.

A las librerías
Cien años de soledad aparece en junio de 1967. El éxito es fulminante: en pocos días se agota la primera
edición y en tres años se venden más de medio millón de ejemplares. Según Vargas Llosa, “el éxito
resonante deja a García Márquez mareado y algo incrédulo”, aunque feliz porque por fin puede
dedicarse exclusivamente a escribir.

De 1968 a 1974 vive en Barcelona: quiere alejarse –aunque inútilmente- de la persecución cada vez más
agobiante de la fama y palpar el ritmo de la vida cotidiana en una dictadura (aquí se viven los últimos
años del franquismo), pues se ha decidido por fin a convertir en novela esa imagen que le persigue desde
hace diecisiete años: un déspota viejísimo se queda sólo en un palacio lleno de vacas.

En 1975 aparece por fin El otoño del patriarca, que, escrita según la técnica del monólogo múltiple
(voces diferentes que cuentan, desde perspectivas diferentes, la misma historia) es para García Márquez
“mi libro más experimental y el que más me interesa como aventura poética. También el que me ha
hecho más feliz” .

Entre Cien años de soledad (1967) y El otoño del patriarca (1975) escribe algunos cuentos y un guión de
cine, a partir de un episodio desgajado de Cien años de soledad, que finalmente se convierte en una
novela breve: La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada (1972).

Desde 1974, García Márquez alterna su residencia entre México, Cartagena de Indias, La Habana y
París. Desde esos años, tan difíciles para América Latina, García Márquez es consciente de su
resposabilidad como intelectual de prestigio: estrecha lazos de amistad con mandatarios de tendencia
progresista (Fidel Castro, Torrijos, Carlos Andrés Pérez , los sandinistas, y hasta el fallecido Hugo
Chávez), se convierte en embajador extraoficial del continente, lucha activamente en defensa de los
derechos humanos.

En 1981 escribe Crónica de una muerte anunciada, novelando unos hechos reales acaecidos en Sucre
durante su juventud y asumiendo por primera vez el papel de narrador. Al escribir Crónica de una
muerte anunciada, García Márquez contraria a su madre que le había pedido que no escribiera una
historia en la que intervenían tantos parientes, al menos mientras la madre del hombre que inspiró a
Santiago Nasar siguiera viva.
Ese mismo año, en pleno lanzamiento de Crónica de una muerte anunciada, el gobierno conservador lo
acusa de financiar al grupo guerrillero M-19. García Márquez se ve obligado a pedir asilo político en la
embajada mexicana y abandona Bogotá en medio de un gran escándalo. Meses después, ya en 1982, le
conceden el Premio Nobel de literatura.

Legado a periodistas
En 1986 cumple una vieja deuda con la tercera de sus pasiones: promueve la Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano y funda -con la ayuda del director argentino Fernando Birri, al que conocía desde sus
años en Italia- la Escuela de cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. Allí cada año, García Márquez
dirige un taller de guión, donde diez jóvenes inventan conjuntamente una historia. A los mejores
alumnos se los lleva a México para trabajar en otro taller de guiones, éste
profesional: realizan guiones para la televisión y, con parte de los beneficios, consiguen fondos para
financiar la Fundación y la Escuela.

En Cómo se cuenta un cuento (1995) relata una de las experiencias del taller de guión: inventar una
historia que pueda ser contada en formato de media hora. El guión “Me alquilo para soñar” -que primero
fue uno de los doce Cuentos peregrinos
(1992)- es uno de los frutos de ese taller de guión, que fruto del trabajo conjunto de García Márquez, el
cineasta brasileño Doc Comparato y diez jóvenes enamorados del cine y de la literatura.

En 1989 escribe El general en su laberinto, una nueva novela histórica donde cuenta el camino hacia la
muerte de Simón Bolívar a los 47 años, por el río Magdalena de su infancia. El origen de esta novela es
una frase de su manual escolar de
historia, que guardaba en su memoria: “Al cabo de un largo y penoso viaje por el río Magdalena, murió
en Santa Marta abandonado por sus amigos”.

En 1992 escribe Doce cuentos peregrinos. En 1994 publica, Del amor y otros demonios , una novela
ambientada en la Cartagena de Indias del siglo XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de
treinta años y una marquesita
criolla de doce, a la que debía exorcizar.

En 1996 publica Noticia de un secuestro, un reportaje novelado de un secuestro colectivo, de diez


personas (ocho de ellas periodistas), a manos de la banda de narcotraficantes de Pablo Escobar. García
Márquez, que trabajó duramente en este libro tres años, definió “esta tarea otoñal como la más difícil y
triste de mi vida” y como “una experiencia humana desgarradora e inolvidable”. A finales de 1995,
cuando acaba de concluir Noticia de un secuestro y el país vive pendiente de otro secuestro –el de Juan
Carlos Gaviria, hermano del ex presidente- lee un insólito comunicado en la prensa: los secuestradores
ofrecen la liberación de Juan Carlos Gaviria si García Márquez asume la presidencia del gobierno en
lugar del actual mandatario, Ernesto Samper.

La respuesta de García Márquez es contundente: “Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad
de ser el peor presidente de la República (...) Liberen a Gaviria, quiténse las máscaras y salgan a
promover sus ideas de renovación al amparo del orden constitucional.”

Después de 10 años publica una nueva novela, ya en 2004 sale a la luz Memoria de mis putas tristes, un
homenaje de Márquez a La Casa de las Bellas Durmientes de Kawabata. Pero antes en 2002 publicó su
autobiografía, llamada Vivir para contarla. Lo último que se conoce del Nóbel fue publicado en 2010, se
trató de una recopilación de 22 textos escritos llamados Yo no vengo a decir un discurso.
http://www.rae.es/obras-academicas/ediciones-conmemorativas/cien-anos-de-soledad

Casi lo mejor de aquellos libros escritos en el español de América eran sus comienzos asombrosos.
Se leía la primera línea y ya se estaba en el interior de un mundo, en el desafío de un misterio, en
la corriente de una historia. Eran principios que nos parecían tan poderosos como los de los
grandes relatos originarios, el del Génesis o el del Quijote, el de En busca del tiempo perdido, la
Ilíada. Delante del pelotón de fusilamiento el coronel Aureliano Buendía se acuerda de la mañana
remota en que su padre lo llevó a descubrir el hielo. Alguien vino a Comala porque le habían dicho
que allí vivía su padre, Pedro Páramo. Durante tres días y tres noches del carnaval de 1927 la vida
del Emilio Gauna de Bioy conoce su primera y misteriosa culminación. La candente mañana de
febrero en la que Beatriz Viterbo murió un personaje que se llama Borges dice que notó que en los
cartelones de la plaza Constitución habían cambiado un anuncio de cigarrillos. En una mañana gris
de Lima un periodista joven encuentra por casualidad a un antiguo conocido y al mismo tiempo
que se va desgranando el principio de una historia unas palabras actúan como un motivo musical:
“Zavalita, ¿en qué momento se jodió el Perú?”. En un pueblo de una serranía punteada de
sanatorios antituberculosos el dueño de un colmado ve llegar a un viajero y se fija en sus manos, y
en esa figura alta y sombría de Los Adioses uno reconoce un autorretrato de Juan Carlos Onetti
con la misma familiaridad con la que lee las primeras palabras definitivas de la historia: “Quisiera
no haber visto del hombre nada más que las manos”…En cada arranque hay una interrogación y
una búsqueda. Con mucha frecuencia también un viaje, una caminata. En el principio de la primera
línea de Rayuela hay una pregunta que contiene cifrado en su brusca brevedad el hilo de la
historia, del que habrá que ir tirando poco a poco hasta quedar envuelto en ella: “¿Encontraría a la
Maga?”. No sabemos quién habla, si es hombre o mujer, ni sabemos si quiera si habla en primera
o en tercera persona, y el nombre tan raro de la mujer que provoca esa búsqueda es un motivo
nuevo de incertidumbre, porque además no es un nombre, sino un apodo, más alarmante visto
ahora que cuando lo leíamos de muy jóvenes.

Empieza la narración, pero ya está en marcha la novela: como si tropezáramos caemos en medio
de ella, como quien entra a una sala oscura con la película empezada. De buenas a primeras nos
encontramos, como los personajes, en el trance de un descubrimiento, y ya no podemos parar la
lectura hasta que no lleguemos al fondo de todo. Cuál es la historia que trae consigo el enfermo
alto de Onetti; cuál es la razón de esa atmósfera fantasma de Comala, con sus casas vacías y sus
voces venidas de ninguna parte; qué estaba oculto en la vida de Beatriz Viterbo y en uno de los
últimos escalones del sótano de su casa; adónde llevarán sus pasos a Horacio Oliveira, por París y
por Buenos Aires; qué malla de corruptelas, crueldades y cobardías mantuvo sometido a Perú a
una dictadura militar de ocho años; cuántas historias caben en la vida de un solo hombre, en el
relámpago de despedida y rememoración antes de que los fusiles lo derriben, cuando le
sobreviene ese recuerdo infantil que lo devuelve a la fundación del mundo.
Mi amor por la literatura incluía un acopio de primeras frases. Y la emoción era mayor porque
aquellos escritores estaban vivos y escribían en mi propio idioma, aunque en variantes que a mí
me parecían más libres, dotadas de una flexibilidad y de un rumor de habla que no solía encontrar
en la mayor parte de la literatura de mi propio país. Aquellas novelas, aquellos cuentos, no habrían
sido tan buenos sin la contundencia irresistible de sus arranques. Era como leer el principio de
¡Absalom, Absalom! o el de Luz de agosto, con la muchacha negra sentada al costado del camino,
embarazada, con los pies descalzos en el polvo, mirando venir una carreta lenta; o como empezar
La metamorfosis o Por el camino de Swann. Había una exaltación física: las dos manos apretando
el libro abierto y combando las hojas, la cabeza inclinada, el mundo exterior dejado en suspenso,
aunque uno anduviera por la calle o en un autobús. Raymond Chandler también tenía el don de los
comienzos suntuosos: en el de El largo adiós Philip Marlowe recuerda la primera vez que sus ojos
vieron a Terry Lennox, desmoronándose borracho en un coche recién abierto, cayendo al suelo de
un aparcamiento.

De joven yo leía a García Márquez para aprender a hacerme escritor. Luego lo seguía admirando,
pero ya había dejado de leerlo

La muerte de Gabriel García Márquez es uno de los finales tristes de aquellos principios, y la
tristeza no es solo la del apagarse de una vida y el paso del tiempo. De muy joven uno no sabe que
hay arranques de historias tan demasiado brillantes que han de acabar forzosamente en finales sin
lustre, en la decepción de las promesas que no podían cumplirse. La apoteosis póstuma del
escritor elevado a monumento ahoga el rumor siempre en voz baja de la literatura. Guardias
presidenciales, banderas, disputas sobre el destino de las cenizas, como sobre las reliquias
milagrosas de un santo. Que se quiera exhibir una parte de las cenizas del escritor en una urna de
vidrio, en el museo de su ciudad natal, quizás es una prueba de que las desmesuras del realismo
mágico pueden ser tan perjudiciales en la vida cívica como en la novela. Gobiernos oligárquicos
que niegan a la inmensa mayoría de sus ciudadanos el derecho a la educación y por lo tanto al
disfrute de la literatura se condecoran a sí mismos con la pompa vacía de la glorificación del
escritor y gastan en ella lo que no gastarán nunca en bibliotecas ni escuelas públicas ni becas de
estudio. Personajes de rango económico y político nos informan en sus necrológicas de la amistad
—entrañable— que los unía al difunto y hasta de la alta opinión que este tenía de ellos.

De muy joven yo leía a Gabriel García Márquez para aprender a hacerme escritor. Luego, en algún
momento, lo seguía admirando, pero ya había dejado de leerlo. Mi idea de la escritura se fue
volviendo más austera, y la sobreabundancia verbal que antes me había, literalmente, encantado,
ahora me fatigaba, con su monotonía de desmesuras y prodigios. García Márquez empezó a
representar para mí una clase de escritor a la que me siento muy ajeno: el escritor Victor Hugo,
que actúa ya en vida como un monumento de sí mismo, que proyecta sobre un país entero su
sombra excesiva de caudillo. Me gusta más el escritor reservado, el escritor Onetti o Flaubert. Lo
que más me queda de la obra de García Márquez es el recuerdo de los artículos que publicaba en
EL PAÍS en los años ochenta y esa primera frase que sigo sabiéndome de memoria, seguida ahora
por un gran espacio en blanco. Por curiosidad literaria, por lealtad a lo que me importó tanto, me
hago el propósito de abrir de nuevo la novela y leerla de principio a fin.
Artículos publicados por distintos académicos de la RAE:

Antonio Muñoz Molina: «Gabo, de principio a fin». El País, 3 de mayo de 2014.

Luis María Anson: «Gabo y las putas tristes». El Mundo, 21 de abril de 2014.

Juan Luis Cebrián: «Gabo, el poder y la literatura». El País, 21 de abril de 2014.

Darío Villanueva: «García Márquez hizo temblar los muros». ABC, 20 de abril de 2014.

Víctor García de la Concha: «Gracias a un diccionario». El País, 18 de abril de 2014.

Mario Vargas Llosa: «Historia de un deicidio: el pasado esplendor». El País, 18 de abril de 2014.

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