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Prólogo

Sobre la politización de los


intelectuales
Walter Benjamin

Ancestral, quizá tan antiguo como la. propia literatura, es en es-


ta última el modelo del descontento. Tersítes, el detractor ho-
mérico; el primer conjurado, el segundo y el tercero en los dra-
mas de reyes shakespeareanos; el contrariado en el único gran
drama de la Guerra Mundial,' son diversas encarnaciones de
esta única figura. Pero la fama literaria del género parece no
haber animado a sus ejemplares vivos. Éstos suelen ir por la vi-
da anónimos y reservados, y representa ya un acontecimiento,
para el fisonomista, el hecho de que un miembro del clan llame
la atención sobre sí mismo y declare públicamente, en la calle,
que no quiere seguir participando del juego_ Por cierto que
aquel del que nos ocupamos en esta ocasión no procede parti-
cularmente de esta manera. Una S. lacónica ante el apellido nos
disuade de esclarecer su aparición. De otro modo se enfrenta el
lector con este laconismo en el interior del libro: como naci-
miento de la humanidad a partir del espíritu de ironía. S. arroja.
una mirada hacia las salas de audiencia del tribunal de trabajo,
y la despiadada luz le revela aquí no «a hombres míseros, sino
aquellas circunstancias que generan la miseria». En todo caso,
una cosa es cierta: este hombre no qt..iiere seguir participando
del juego, Rehusa colocarse una máscara para participar en el
carnaval que representan sus contemporáneos —incluso ha de-
jado en casa el birrete de graduación del sociólogo—, y ruda-
mente abre un camino entre la masa para arrancarle aquí y
allá la máscara a un sujeto especialmente desvergonzado.
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Este trabajo es un diagnóstico, y en cuanto tal renuncia Para terminar, doy las gracias a todos lo que me ayudaron.

uspa.9Q e a∎ syD usnsauim


conscientemente a realizar propuestas de mejora. Las recetas Numerosos empresarios, jefes de personal de grandes empre-
no resultan apropiadas en todo lugar, y menos que en cual- sas, diputados, consejeros de empresa y representantes de los
quier otro en éste, donde lo que importa en primera instancia diversos sindicatos de empleados me brindaron gustosos la
es comprender una situación que apenas ha sido observada oportunidad de discutir y, de esa manera, facilitaron la reali-
hasta ahora. El conocimiento de esta situación, además, no só- zación de mi trabajo. De ningún modo querría dejar de men-
lo es la condición necesaria para todas las transformaciones, cionar las numerosas conversaciones mantenidas con los pro-
sino que supone, ya de por sí, un cambio, ya que si la situación pios empleados, y es mi deseo que este pequeño libro hable
aludida se conoce a fondo, será preciso actuar sobre la base de realmente acerca de ellos, que sólo con dificultad pueden ha-
la nueva conciencia conquistada acerca de aquélla. Por lo de- blar acerca de sí mismos.
más, en este trabajo podrá encontrarse, sin esfuerzo, una serie
de observaciones que conducen más allá del análisis. Enero de 1930
Con ocasión de la primera publicación de este trabajo en el S. Kracauer
suplemento literario de la Frankfurter Zeitung —la edición como
libro coincide, a excepción de algunos cambios insignifican-
tes, con la versión aparecida en el diario—, llegó a mis manos
una serie de cartas que demuestran el interés universal en las
cuestiones que aquí se tratan. Procedían principalmente de
varones que ocupan puestos directivos, de docentes, sociólo-
gos y personas del ámbito de los empleados. En la mayoría de
los casos se declaran satisfechos de que se haya realizado un
trabajo de estas características. Algunas de las observaciones
críticas se basan en equívocos. Así, se me ha reprochado, por
ejemplo, el hécho de afirmar que aun las funciones que no son
cumplidas por las máquinas podrían ser llevadas a cabo por
gente que sólo sabe escribir y leer de forma deficiente; mien-
tras que, en realidad, he tenido en cuenta expresamente la ne-
cesidad de que el personal superior posea una buena forma-
ción. También se ponen en tela de juicio algunos efectos de la
racionalización que otros, además de mí, consideran incon-
testables, o se busca negar la economía del favoritismo, que es
posible encontrar en otros lugares y cuya existencia me pro-
puse señalar. Por lo demás, el significado actual de una inves-
tigación como ésta es, en parte, estimular la discusión pública.
Una empleada despedida demanda, ante el tribunal de trabajo, que se
la reincorpore o que se la indemnice. Corno representante de la empre-
sa querellada se presentó un jefe de departamento, que antes había si-
do superior de la empleada. Para justificar el despido explica, entre
otras cosas: ((La empleada no quería ser tratada en cuanto empleada,
sino como una danza». El jefe de departamento es, en la vida privada,
seis años nzá joven que la empleada. ji

II

Un caballero elegante, sbz duda un importante confeccionista, entra


por la noche, en compañía de su amiga, en el vestíbulo de un local de
diversiones de una gran ciudad. A primera vista se advierte que la
amiga, en su trabajo extra, permanece ocho horas cada día detrás del
mostrador. La encargada del guardarropa se dirige a la amiga: «Se-
o?».
ñora, ¿querría quitarse el abrigo?».
Territorio desconocido

« ¡ Pero si todo se encuentra ya en las novelas », respondió


una empleada de una empresa privada cuando le pedí que me
hablara acerca de su vida en la oficina. La conocí un domin-
go, mientras viajábamos en tren hacia un suburbio berlinés.
Venía de un banquete de bodas que había durado todo un día
y se encontraba, según ella misma confesó, un poco ebria. Es-
pontáneamente habló sobre su jefe, un fabricante de jabones
con quien llevaba ya tres años trabajando como secretaria
privada. Él era soltero y admiraba sus bellos ojos azules.
—Sus ojos son realmente preciosos —dije.
—Salimos siempre de noche. A menudo, ya por la tarde, me
lleva al café; entonces ya no retornamos. Vea mis zapatos; ca-
da dos meses los gasto de tanto bailar. ¿Por qué le interesa la
oficina? No hablo en absoluto con el personal de la oficina;
las chicas se mueren de envidia.
—¿Se casará con su jefe?
—¿Cómo se le ocurre? No me atrae la riqueza. Soy fiel ami
novio.
—¿Sabe su novio...?
—No soy tan tonta. Lo que hago con mi jefe no le concierne
a nadie.
Resultó que, de momento, su novio dirigía en Sevilla la fi-
lial de un negocio de lencería. Le sugerí que lo visitara.
—En Barcelona tiene lugar ahora la Exposición Universal...
—En el agua, uno no tiene dónde aferrarse —repuso.
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A pesar de que se lo aseguré seriamente, no creyó que es res. En un lapso en el que el número de los obreros no llegó a
3
posible llegar a España por vía terrestre. Dijo que más ade- cp,
duplicarse, los empleados prácticamente se han quintuplica-
lante querría instalar, junto con su novio, un pequeño hotel en o do. Por cada cinco obreros hay, actualmente, un empleado.
los alrededores de Berlín. Allí tendrán un jardín, y en verano También el número de funcionarios públicos ha experimenta-
irán los extranjeros... do un intenso crecimiento.
ro
No todo se encuentra en las novelas, en contra de lo que Casi la mitad de esta enorme masa de empleados se en-
opina la empleada de la empresa privada. Precisamente sobre cuentra ocupada en el comercio, en los bancos y en el trans-
ella y sus semejantes apenas pueden obtenerse informaciones. porte. Cabe destacar que, en los últimos años, el número de
Centenares de miles de empleados pueblan a diario las calles los empleados industriales ha aumentado con ' especial rapi-
de Berlín, y sin embargo su vida es menos conocida que la de dez; hoy asciende ya a 1,35 millones. El medio millón restante
las tribus primitivas, cuyas costumbres admiran los emplea- corresponde a instancias administrativas, organizaciones, et-
dos en las películas. Los funcionarios de los sindicatos de em- cétera. En lo que respecta a la distribución de las profesiones,
pleados —como no podría ser de otra manera— muy rara vez el grupo más significativo es, con mucho, el de los empleados
miran, rebasando el plano del detalle, en dirección a la estruc- de comercio, con 2,25 millones. Le siguen, a considerable dis-
tura de la sociedad. Los empresarios no son, en general, testi- tancia, los demás grupos —de dimensiones prácticamente si-
gos imparciales. Los intelectuales, o son empleados o son tra- milares—: los empleados de oficina, los técnicos y los capata-
bajadores independientes, y por ende el empleado suele ces, cada uno de los cuales asciende a alrededor de un cuarto
carecer, para ellos, de interés, a raíz de su carácter cotidiano. de millón.
Ni siquiera los intelectuales radicales suelen sondear más allá Las razones para este formidable crecimiento pueden extra-
del exotismo de la vida cotidiana. ¿Y los propios empleados? erse de la bibliografía especializada. Se vinculan, esencialmen-
Son los que tienen menos conciencia acerca de su situación. te, con los cambios estructurales en la economía. La_evolución
Pero la existencia de éstos transcurre a la vista de todos. Por hacia la gran empresa moderna, junto con la simultánea
el hecho de estar expuesta a la vista de todos, se encuentra transformación de su forma de organización; la expansión del
aún más a salvo de ser descubierta, como la «Carta a Su Ma- aparato de distribución; la difusión de la seguridad social y de
jestad» en el cuento de E. A. Poe.' Nadie advierte la carta los grandes sindicatos que regulan la vida colectiva de nume-
porque ésta se encuentra a la vista de todos. Sin duda están en rosos grupos, todo esto hizo que aumentaran las cifras, a pe-
juego fuerzas poderosas que querrían evitar que aquí se ad- sar de todas las reducciones de personal. El hecho de que,
vierta algo. precisamente, tantas mujeres hayan accedido a puestos como
Con todo, hace tiempo que es hora de que la luz de la opi- empleadas puede explicarse a partir del mayor excedente de
nión pública caiga sobre las condiciones públicas en que vi- población femenina, a partir de las consecuencias económicas
ven los empleados. La situación de éstos se ha modificado ra- de la guerra y la inflación, y de la necesidad de independencia
dicalmente desde los años de preguerra. económica que sintió la nueva generación de mujeres.
Ya en términos puramente cuantitativos, hoy en Alemania El salto dialéctico de la cantidad a la calidad no se hizo es-
hay 3,5 millones de empleados; 1,2 millones de ellos son muje- perar. O, en cuanto al contenido, la cualidad se convirtió en
-

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cantidad. La causa de este salto es la tan mencionada raciona-


_ - t) inseguridad-- de la existenciay se ha desvanecido casi por com-

Dimes ión Clásica © gedisa


lización. Desde que existe el capitalismo, continuamente ha pleto la perspectiva de independencia. En consecuencia, ¿es
habido racionalizaciones dentro de los límites trazados por él, r)
I pósibieso-stener la creencia de que los empleados constituyen
pero el período de racionalización que va de 1925 a 1928 seña- algo así como una «nueva clase media»? Se verá que las ilu-
la una fase especialmente importante. Ha producido la instala- siones producidas para los empleados se topan con una abun-
ción de la máquina y de los métodos de la «cadena de montaje» dante demanda.
en las salas de empleados de las grancks empresas. A través de De todos modos, el sentido de la realidad que poseen los
esta reorganización efectuada según el modelo norteamerica- empleados se ha agudizado a raíz de su oprimida situación ma-
no -y que está lejos de hallarse concluida-, gran parte de las terial. Los sueldos promedio -que, para los cualificados, se si-
nuevas masas de empleados asumen, dentro del proceso de túan por debajo de los 150 marcos y, para los que tienen ma-
trabajo, una función menor que antes. Actualmente hay una yor antigüedad en la profesión, difícilmente alcanzan, en los
multitud de empleados no cualificados y cualificados que cum- puestos altos, los 500 marcos- los obligan a considerarse, al
plen con una actividad mecánica. (En las tiendas de precios fi- menos desde el punto de vista económico, como asalariados.
jos surgidos recientemente, por ejemplo, las tareas de las ven- Por lo demás, el ingreso de las empleadas, por regla general, es
dedoras están mecanizadas.) En lugar de los precedentes inferior en un 10-15%. En la lucha por mejores condiciones de
«suboficiales del capital» ha aparecido un imponente ejército, trabajo se ha organizado sindicalmente alrededor del 30% de
en cuy as filas surgen cada vez más hombres corrientes, que los empleados. Los tres sindicatos principales son:
son intercambiables entre sí.
Nada menos que Emil Lederer dice que se alude a «un he- La «Asociación general libre de empleados » 3 («Asociación
cho objetivo cuando se afirma que los empleados comparten Afa»), con más de 400.000 miembros. A ella pertenecen: la
el destino del proletariado». Incluso se atreve a decir que «Liga central de empleados» 4 («Z.d.A.»), la «Asociación ale-
«[...] el ámbito social en que aún encontramos la esclavitud mana de capataces », 5 «Liga de empleados y funcionarios téc-
moderna [...] ya no es la empresa en que trabaja la gran masa nicos»6 («Butab») y « Liga general de empleados de banco ale-
de los obreros, sino que ese ámbito social es la oficina». 2 Es manes»;' además, ligas marítimas y casi todos los sindicatos
posible discutir aquí y allí sobre la dimensión de la esclavitud, de artistas. Un contrato sindical establece la relación de la
pero no es posible poner en duda la proletarización de los em- «Asociación Ata» -que es un sindicato libre- 8 con la «Asocia-
pleados. En todo caso, para amplios sectores que trabajan ba- ción sindical general de Alemania»;' en términos políticos, es-
jo la condición de empleados rigen las mismas condiciones tá muy próxima al Partido Socialdemócrata. Impulsa la am-
que para el proletariado en sentido estricto. Se haformado un pliación de la legislación referente a la política social, y el paso
ejército industrial de reserva integrado por empleados. A la del sistema capitalista a la economía socializada.
opinión según la cual se trata de un fenómenopasajero, se La «Asociación sindical de empleados»'' («G.d.A.»). Es
opone otra que sostiene que ese ejército sólo puede ser supri- una asociación unitaria que abarca a empleados de todas las
mido junto con el sistema que lo ha conjurado: una discusión profesiones; fundamentalmente a empleados de comercio y
de la que habrá que hablar luego. Además, se ha agravado la oficinistas. Junto con la «Unión alemana de funcionarios ban-
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carios»" y la «Liga general de empleados de seguros»,' 2 con los intensamente el proceso económico que engendró las masas
que se encuentra organizado en el «Círculo sindical alemán» 13 1) de empleados; aquí tienen lugar las discusiones prácticas e
o
—que comprende las «Uniones sindicales Hirsch-Duncker»—,' 4 ideológicas decisivas; aquí, la configuración de la vida pú-
conforma el grupo «nacional-liberal» del movimiento de em- blica se halla determinada de un modo especialmente osten-
pleados, que reúne a 376.000 miembros. Su posición es, a e , sible por las necesidades de los empleados y de aquellos que,
grandes rasgos, democrática. En términos de política sindical, por su parte, querrían determinar estas necesidades. Hoy
coincide ampliamente con la «Asociación Afa». Berlín es claramente la ciudad de la cultura de los emplea-
La «Confederación de sindicatos de empleados alemanes >> 15 dos ; es decir, de una cultura creada por empleados y para
(«Gedag»), con más de 400.000 miembros. Sus ligas más im- empleados, y que es considerada una culturaspor la mayoría
portantes son la «Liga nacional alemana de auxiliares de co- de los ellos. La realidad efectiva de los empleados sólo se
mercio»'' («D.H.V.») y la «Liga de empleadas de comercio y puede captar en Berlín, donde los lazos con el origen y el te-
oficina». 17 La «Gedag» pertenece al ala nacional-cristiana de rruño han retrocedido en tal medida que el weekend puede
los sindicatos. Es enemiga del socialismo y tiene tintes de anti- convertirse en una gran moda. Dicha realidad configura, al
semitismo. Su proceder sindical —a menudo radical— en las ne- mismo tiempo, una buena parte de la realidad de Berlín.
gociaciones salariales difícilMente pueda reducirse al mismo ¿Esta realidad se extrae del reportaje ordinario? Hace al-
denominador común que su ideología estamental-burguesa. gunos años que el reportaje goza, en Alemania, de un lugar
Además, existe un «Asociación nacional de ligas de emplea- preferencial entre todas las formas de exposición, pues sólo
dos alemanes»' 8 (con 60.000 miembros), ligada a la «Comisión él —se opina— puede adueñarse de la vida en toda su fluidez.
nacional de ligas sindicales de empresa».' No es irrelevante se- Los escritores no conocen prácticamente una mayor ambi-
ñalar que la «Unión de altos empleados » 2° («Vela») se abstiene ción que la de informar; la reproducción de lo observado es
de toda actividad sindical. Se contenta con la asistencia médica, la carta de triunfo. Un hambre de inmediatez que es sin duda
una póliza de seguro de vida y la representación de los intere- consecuencia de la desnutrición ocasionada por el idealismo
ses generales. alemán. A la abstracción del pensamiento idealista, que no
sabe aproximarse a la realidad concreta a través de ninguna
mediación, se contrapone el reportaje como una declaración
Aquí hay un par de hechos que delinean provisionalmen- personal. Pero no se consigue atrapar la existencia una vez
te el área que ha de recorrer esta pequeña expedición, que que ésta ha sido fijada, a lo sumo en un reportaje. Ésta ha si-
es quizá más arriesgada que viajar por África para rodar do una legítima reacción frente al idealismo, nada más, ya
una película. Pues a la vez que sondea a los empleados, con- que el reportaje no hace más que perderse en la vida que el
.
duce a las entrañas de la gran ciudad moderna. Sombart se- idealismo no puede encontrar, que es para éste tan inaccesi-
ñaló en una ocasión que hoy nuestras grandes ciudades ale- ble como para aquél. Cien informes sobre una fábrica no se
manas no son ciudades industriales, sino de empleados_y pueden sumar hasta constituir la realidad de la fábrica, sino
funcionarios. Si esto es válido a propósito de alguna ciudad, que siguen siendo, por toda la eternidad, cien modos de ver
esa ciudad es Berlín. Es aquí donde se ha desarrollado más la fábrica. La realidad es una construcción. Ciertamente la
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vida debe ser observada a fin de que la realidad se constitu-


ya. Pero ésta de ningún modo se encuentra contenida en la
serie de observaciones más o menos casuales que conforman Selección
el reportaje; antes bien, se halla única y exclusivamente en el
mosaico que se compone a partir de las observaciones indivi- e
o
duales, sobre la base del conocimiento del contenido de la re-
alidad. El reportaje fotografía la vida; un mosaico como éste
sería su imagen.

—¿Por qué quiere ser empleado de comercio?


—Porque me gusta esa actividad.
—¿En qué ramo?
—Decorador.
—¿Por qué precisamente este ramo?
—Porque para mí es un trabajo fácil y respetable.
Otra respuesta a la primera pregunta: «Porque me gusta
realizar trabajos intelectuales».
Otra respuesta: «Me gustaría trabajar como vendedor».
—¿Por qué no elige un trabajo manual?
—No me gustaría trabajar en fábricas.
Los muchachos y muchachas que dejan la escuela llenan
con tales respuestas los cuestionarios que reciben de la oficina
de orientación vocacional de la «Liga central de empleados».
La ortografía no siempre es impecable, y a menudo la gramá-
tica ilegal del lenguaje popular soterra las reglas del alemán
escrito que han aprendido. Uno, dos años después, los apren-
dices, equipados de instrucción literaria, escribirán con segu-
ridad, en las cartas comerciales, su: «Saludamos a usted aten-
tamente [...]».
Trabajo intelectual, gusto en vender, trabajo fácil y respe-
table... no todos los sueños florales maduran.' En todo caso,
no basta con sentirse llamado; también hay que ser elegido."
Elegido por las instancias que activan el proceso económico
que los activa. En Dresde, los fabricantes de zapatos, según
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parece, han decidido hace poco emplear sólo a aprendices 1,1 La afluencia a las instituciones secundarias es mayor que el

usTaul!cl
que hayan aprobado el segundo año de los estudios secunda- 1). amor al conocimiento, y los empleados técnicos que provie-
rios. Uno no puede ni siquiera poner suelas y remendar por nen de escuelas industriales fundan asociaciones de egresa-

CDISVD
pura inclinación interior. La estupidez demuestra lo que se 2 dos. Un miembro de la «Unión alemana de funcionarios
constató con cierta resignación en el último congreso sindical: ‘, bancarios», que en una conversación que mantuvimos pen-
11
E
que los diplomas están arraigados en nuestra esencia. Si no en b" saba, no sin cierta satisfacción, en la posibilidad de que to-
la esencia, al menos sí en la base del orden social actual. Se dos los funcionarios de banco posean diplomas, enlazó in-
conocen —o posiblemente no se conocen— los diversos diplo- mediatamente con este hecho la siguiente observación:
mas bajo cuya influencia se abren ciertas esferas de la jerar- «Una parte de ellos procede de hogares de case media aco-
quía burocrática. Desde hace poco se exige el Abitur' como modada. Su nivel, por cierto, no es proletario». La observa-
condición para los niveles altos de los funcionarios interme- ción es instructiva desde una doble perspectiva, pues expre-
dios, una exigencia a la que, felizmente, se ha opuesto Seve- sa no sólo un importante objetivo del sistema de diplomas,
ring. 24 Una vez suprimido el Estado clasista, ¿quién no vatici- sino que también instruye que se alcanzará el objetivo. Aun-
naría, para estos atavíos de mal gusto, el mismo destino que que ciertos diplomas sean objetivamente necesarios, y otros
para los ornamentos en Kurfürstendamm? 25 Entre tanto, és- se expliquen a partir de la estrechez del espacio vital, es un
tos prosperan también en la economía privada, y no sólo co- hecho que la mayoría de los que aprobaron el ciclo básico de
mo arabescos. Los grandes bancos, y algunas otras empresas • la escuela secundaria y el Abitur proceden de la clase media
comerciales e industriales, hacen que el ingreso a la bienaven- acomodada y de la pequeña burguesía. Los hijos de proleta-
turanza de sus secciones comerciales dependa de la aproba- rios deben ser muy talentosos para poder estudiar más allá
ción del ciclo básico de los estudios secundarios, y prefieren a del octavo año de la escuela primaria, y si acaso consiguen
jóvenes que hayan aprobado el Abitur. En Berlín, de acuerdo ascender lo suficiente, a menudo desaparecen de la vista co-
con una información confiable, de cien aprendices de comer- mo si fueran faquires de la India. Pero, en la medida en que
cio, en total cincuenta pueden seguir perfeccionándose en el la sociedad privilegia principalmente a los burgueses, que
séptimo curso del bachillerato. Entre los afortunados que ob- desde el hogar saben cómo proceder, en las empresas se
tienen el título, muchos permanecen durante toda su vida constituye una suerte de guardia personal. Ésta es tanto más
confinados a una actividad que estaría también en condicio- confiable cuanto que recibe en sus manos, bajo la forma de
nes de ejercer cualquier aplicado estudiante de escuela prima- certificados y diplomas, armas decoradas con las que es po-
ria de antaño; una formación elevada no se corresponde siem- sible obtener esplendor y capital. Verdaderamente, aquel
pre con un salario elevado; las medidas de reducción de funcionario bancario elogiaba a sus colegas al decir que su
personal y otros males que implican golpes del destino, afec- nivel ciertamente no es proletario. La guardia muere, pero
tan igualmente a justos y pecadores. Pero como para los po- no claudica ante un modo de pensar contrario a las prescrip-
deres superiores el diploma vale como un talismán, lo persi- ciones: de ese modo, el sistema se pone a salvo de la ruina.
guen todos los que pueden materialmente obtenerlo, y buscan Aún se presentarán otras pruebas de la conciencia estamen-
acrecentar, en la mayor medida posible, su valor monopólico. tal de los empleados. El hecho de que las ligas reunidas en la
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«Asociación Afa» aspiren a conseguir la supresión de los diplo- tr; cado de la administración que pretende hacer que el cambio
mas, es una mera consecuencia lógica de las ideas socialistas. en el tipo de ocupación dependa del resultado del examen:
o «Un aumento o una disminución en el salario sólo tienen lu-
gar cuando el empleado en cuestión asume un puesto supe-
«A cada uno se le asignará el puesto que está en mejores e rior o inferior». En ciertas circunstancias, pues, la ventura de
condiciones de cumplir de acuerdo con sus capacidades, co- la personalidad no sirve de mucho.
nocimientos, características psíquicas y físicas, en suma, se- La misma concepción económica que configura la fábrica
gún la peculiaridad de toda su personalidad. ¡El hombre .
de un modo cada vez más racional engendra también, sin du-
adecuado en el puesto adecuado!» Estas frases proceden de da, el empeñoen racionalizar totalmente la masa de seres hu-
un comunicado emitido por la administración de la sociedad manos, que hasta ahora era difícil de manejar. Hace poco, el
en comandita O. a finales de 1927, y procuran preparar a los profesor William Stern se declaró como su defensor —no total-
empleados de comercio para los exámenes de aptitud laboral mente experto, desde la pespectiva político-social— en una se-
planificados por aquel entonces. Personalidad entera, hom- sión ampliada de la Afa sobre los exámenes de empleados. Él
bre adecuado y puesto adecuado: estas palabras, extraídas conduce en Hamburgo la «Sociedad de fomento de la psicolo-
del diccionario de la deslucida filosofía idealista, generan la gía aplicada», 2 que se ocupó de los exámenes que tuvieron lu-
impresión de que, en los exámenes realizados desde enton- gar en la empresa. O. De las exposiciones de Stern cabe inferir
ces, de lo que se trata es de una auténtica selección de hom- (,. que un empleado de comercio es una cosa infinitamente más
bres. Mientras, ni en la sociedad en comandita O. ni en otras compleja que un obrero. Si en el caso de éste basta, en general,
fábricas se asigna, a la mayoría de los empleados, actividades con el simple examen de función, aquél sólo puede ser sondea-
que demanden una personalidad o aun la peculiaridad de do a través de una observación total, a raíz de las mayores exi-
una personalidad, para no hablar del hombre adecuado. Los gencias que plantean las profesiones comerciales, aun cuando
puestos no son exactamente profesiones que hayan sido he- sólo hayan de cristalizarse aquellas propiedades del empleado
chas a la medida de las así llamadas personalidades, sino que son importantes para el trabajo. Hacen experimentos con'
puestos en la 9mpresa, que son asignados de acuerdo con las él: exámenes contables, exámenes telefónicos, etcétera. Lo ob-
necesidades del proceso de producción y distribución. Sólo servan: ¿cómo guarda el candidato las facturas que tiene que
en los niveles superiores de la jerarquía social comienza la ordenar? Le hacen estudios fisonómicos y grafológicos. En r x
personalidad genuina que, ciertamente, ya no se somete a la una palabra, el más insignificante de los empleados es, para el k../ )
obligación de ser puesta a prueba. A lo sumo, los exámenes psicólogo de las_profesiones, un microcosmos. A pesar de esta
de aptitud laboral pueden averiguar si los empleados son es- valoración tan alta y tan gratificante de la vida anímicaárna . ,
pecialmente aptos para determinados puestos. Telefonista o los políticos sindicales presentes en la sesión se pronunciaron
taquidactilógrafa, ésa es la cuestión. Una aclaración nada in- unánimemente en contra de la visión total aquí ejercida. Du-
significante, pues expresa que tales exámenes efectuados en dan con razón de su absoluta confiabilidad, y con igual razón
la empresa responden más al interés de ésta que al del hom- luchan contra el peligro que supone una intromisión en la esfe-
bre adecuado. A favor de ello habla un pasaje en el comuni- ra privada, y por último afirman una vinculación —cuando me-
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nos, inconsciente— entre los examinadores que trabajan en la cualificados para ser jefes de departamento; sólo uno de ellos
1,

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.

empresa y los empresarios. En todo caso los talentos de los debía acceder al puesto que había quedado vacante. Él envió
e
empleados —opinan— pueden ser descubiertos metódicamente, una descripción personal de los dos delincuentes, en la que a
al ingresar en la profesión, pero sólo en lugares neutrales. uno se le atribuye mayores conocimientos generales que al
Tales_higares son las agencias de colocación. El encargado :11 otro. La gran empresa eligió los mayores conocimientos ge-
de realizar los exámenes de aptitud en una agencia de coloca- 1 nerales, y ahora está sumamente satisfecha. Luego cuenta el
ción de Berlín me habló acerca de su tarea. Tiene importancia siguiente caso: un jefe envía al examinador dos jóvenes; una,
el hecho de que también, de acuerdo con la convicción de este raquítica, la otra muy atractiva. El jefe, naturalmente, prefie-
hombre, los exámenes no deben tener lugar en las empresas. re emplear a la atractiva, pero cuan a menud9 ocurre en los
«Una gran empresa», dice, «que necesita un examen de apti- cuentos maravillosos la raquítica es precisamente la joya.
tud para reubicar a su gente, no tiene un buen control de su Como un Paris moderno, el examinador no elige a Afrodita,
personal.» De hecho, los directivos de una empresa deben de sino a Palas Atenea. 27 (Es imposible encontrar a una Hera
saber muy poco acerca del personal subalterno si sólo pueden entre los empleados.) Recibe la triunfal noticia de que el jefe,
sonsacar a éste la confesión acerca de sus capacidades ocultas después de un tiempo, incorpora a la diosa raquítica en su
mediante la aplicación de la tortura científica. En todo caso, oficina privada. Incluso en un «caso de conexión» ha triunfa-
el examinador propone que las grandes empresas confeccio- do la ciencia, pues el recomendado, a raíz de su incapacidad
nen tarjetas en las que se hagan registros acerca de los emple- psicológicamente probada, fue rechazado. Finalmente, el
ados. La propuesta, que seguramente fue hecha con honesti- examinador hace algo más y esboza la descripción de mi pro-
dad, tiene sus argucias. Si el espíritu de la empresa es decente, pio carácter, que subrepticiamente compuso durante nuestra
los registros en las cartas resultan superfluos; si es avieso, a conversación. Es un observador experimentado, en cuya
pesar de todas las medidas de control, surgirán listas negras. vasta red categorial quedan atrapadas ciertas condiciones es-
Las experiencias del examinador se relacionan con taquidac- tructurales. La red podría conseguir insertarme en un grupo
tilógrafas, empleados contables, responsables de la corres- de salarios medios.
pondencia en alemán y en otras lenguas, y jefes de departa- Peritos confiables como éste son tanto más importantes
mento. Conforme a su deber, evita cualquier declaración cuanto que los exámenes de aptitud también se aplican a los
acerca de los sujetos privados y se atiene exclusivamente a la nuevos empleados. Uno de los dueños de una conocida tienda
psicología laboral. Así, por ejemplo, formuló en una ocasión de artículos especializados me explica cómo procede su em-
el siguiente juicio: «El señor X es, en el trabajo, un farsante». presa a la hora de incorporar nuevo personal. Cada aspirante
Esto no es nada bueno para el señor X. Quizá en las relacio- debe llenar un formulario y es examinado personalmente por
nes privadas con jóvenes tiende a ser tímido, pero en su traba- el jefe competente. Las telefonistas y losaspirantes al depar-
jo es un fanfarrón. ¿Hay que dividir al hombre en dos mita- tamento de publicic6A son considerados, además, como los
des? Para borrar mis dudas, el examinador me informa objetos naturales de la técnica psicológica. Si se trata de fuer-
acerca de algunos éxitos dignos de mención. Una gran em- zas cualificadas, se solicitan peritajes grafológicos. El grafólo-
presa se dirigió a él para pedirle que examine a dos caballeros go al que se confían tales informes de expertos entra en las al-
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mas de los empleados como un espía del gobierno en territo- que se le abran las puertas de la empresa. Las expresiones «cor-

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rios enemigos. Por vías ocultas, ambos deben traer del campo tés» y «amistoso» se repiten en su respuesta como piezas de re-
enemigo material valioso para sus clientes. La creciente apli-
cación de métodos de información psíquica, que redunda en
n
w.
pertorio. Ante todo, los patrones quieren recibir una impresión
de cortesía. Aquellas personas que producen esa impresión —a
mayores ganancias, es también, no en última instancia, un in- ésta pertenecen también los buenos modales—, son incorpora-
dicio de la distancia que el sistema establece entre los emplea- o_
rt
das aun cuando sus referencias sean malas. El funcionario opi-
dores y las innumerables categorías de empleados. Cuando se na: «Las cosas tendrían que funcionar entre nosotros como en-
exige una visión total, ya no se contempla verdaderamente a tre los norteamericanos. El varón debe tener un rostro afable».
nadie. Posiblemente esto mejore cuando se cumplan las pro- Para incrementar la afabilidad del varón, la oficina de empleo
féticas palabras del comunicado de O. y los hombres adecua- exige, por lo demás, que éste se presente con el rostro afeitado
dos reciban el puesto adecuado. y con su mejor traje. También el presidente del comité de una
gran empresa recomienda a sus empleados que, ante una visita
de los jefes, ostenten el adorno bélico de sus trajes para días de
Aquella muchacha raquítica que, gracias al examinador, ha fiesta. Sumamente instructivo es un informe que recibo en una
encontrado la vía que conduce a la secretaría privada, ha sido conocida gran tienda de Berlín. «A la hora de contratar perso-
favorecida extraordinariamente por eldestino. Sucede que, en . nal de ventas y administrativo», dice un influyente caballero
genral,hoyspicextrnadmpñuel del departamento de personal, «nos fijamos ante todo en su as-
decisivo, y ni siquiera hay que sufrir de raquitismo para ser re- pecto agradable.» Desde lejos recuerda un poco a Reinhold
chazado. «En vista de la enorme oferta de fuerzas de trabajo», Schünzel, 28 en las viejas películas. Le pregunto qué entiende él
escribe el diputado socialdemócrata Julius Moses, «se produ- por «agradable»: ¿picante o atractivo? «No exactamente
ce forzosamente cierta "selección" física. Deficiencias corpó- atractivo. Es más decisivo el color de piel moralmente rosado,
reas visibles, aun cuando no perjudiquen en lo más mínimo la usted ya me entiende...»
capacidad de trabajo, convierten precozmente al débil social Entiendo. Un color de piel moralmente rosado... esta
en cuestión en, un inválido laboral involuntario» (diario de la combinación de conceptos hace que se torne súbitamente
Asociación Afa, febrero de 1929). Desde muchos sectores transparente la vida cotidiana que se halla saturada de esca-
queda confirmado que no sólo se comportan así en el caso de parates decorados, de empleados y de revistas ilustradas. Su
empleados que están en contacto inmediato con el público. Un moral debe ser de color rosado, su color rosado debe estar
funcionario de una oficina de empleo de Berlín me explicó que matizado moralmente. Esto es lo que desean aquellos que se
personas con defectos corporales, rengos por ejemplo, o inclu- ocupan de la selección. Querrían recubrir la vida con un bar-
so zurdos, deben ser considerados discapacitados laborales, y niz que oculte su realidad, que no es de ningún modo rosada.
especialmente difíciles de colocar. A menudo se les reeduca. El ¡Ay, si la moral se manifestase a través de la piel, y el rosado
funcionario no procura ocultar la mayor dificultad para ven- no fuese lo suficientemente moral como para impedir la irrup-
der arrugas y cabellos grises. Trato de indagar qué poderes ción de los apetitos... ! La lobreguez de la moral sin afeites re-
mágicos deben hallarse contenidos en un fenómeno a fin de sultaría tan peligrosa para el dtatu que como un rosado que co-
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menzara a arder inmoralmente. Con vistas a compensarse


mutuamente, ambos se acoplan entre sí. El mismo sistema
que necesita del examen de aptitud, produce también esta
mezcla cortés y amistosa, y cuanto más avanza la.racionaliza-
Breve pausa para airearse
ción, tanto más prolifera la presentación moralmente rosada.
No es excesivamente
_ osado afirmar que, en Berlín, está for-
mándose un tipo de empleado que se uniformiza en dirección
al color de piel- anhelado. Lenguaje, vestimentas, gestos y fi-
sónomías se asemeján, y el resultado del proceso es precisa-
mente aquel aspecto agradable que puede ser reproducido
ampliamente con la ayuda de fotografías. Una selección natu- El director comercial de una fábrica moderna me informa, an-
ral que se consuma bajo la presión de las relaciones sociales y tes de que veamos la marcha de los negocios: «La elaboración
que forzosamente se sustenta por la economía a través . de la comercial del proceso de trabajo», dice, «se encuentra raciona-
producción de necesidades de consumo correspondientes. lizada hasta el menor de los detalles». Muestra esquemas cuyo
Los empleados deben contribuir a esto, quieran_ o no. La sistema de líneas de color ilustra la marcha de los negocios.
afluencia a los muchos salones de belleza responde también a Los planos enmarcados están colgados de la pared de su des-
cuidados vitales; el uso de productos cosméticos no siempre pacho. En la pared opuesta se hallan dos extrañas cajas que
es un lujo. Por miedo a ser retirados de la circulación como recuerdan los ábacos para niños. Esferas de colores, fijadas en
cuerdas verticales, ascienden, muy apretadas entre sí, a alturas
productos viejos, las damas y los caballeros se tiñen los cabe-
diversas. Con sólo lanzar una mirada a dichas esferas, el direc-
llos y los cuarentones hacen deporte, a fin de mantenerse es-
tor obtiene información inmediata sobre la actual situación de
beltos. « ¿Oué debo hacer para embellecerme? », reza el título
la fábrica. Cada dos días, las esferas son reagrupadas por un
de un folleto lanzado recientemente al mercado, con el cual se
empleado especializado en estadísticas. En la habitación no
corresponde la publicidad insertada en diarios que muestra
entra ningún ruido; el escritorio sólo está cubierto por unos
medios «a través de los cuales uno puede parecer joven y hen=
pocos papeles. Ese sosiego en las cumbres" parece dominar en
moso de momento, y de forma duradera». Moda y economía
todas las altas esferas. Un capitán de la industria que conozco
se benefician mutuamente. Por cierto, la mayoría no está en
se aloja en el centro de la gigantesca fábrica, cuyo destino con-
condiciones de visitar a un médico especialista. Uno se con-
duce, en una reclusión monástica; y el director de una impor-
vierte en botín de los falsos médicos o se contenta forzosa=
tante empresa emite señales luminosas para indicar a los visi-
mente con preparados que son tan baratos como dudosos. En
tantes que aguardan frente a la puerta de su oficina privada si
su interés, el ya mencionado diputado doctor Moses lucha,
deben entrar, esperar o irse. Recuerdo los días de adiestra-
desde hace algún tiempo, en el Parlamento para incorporar a
miento de tropas en que —se decía— el ministro de guerra, gra-
la seguridad social la asistencia para defectos físicos. La re-
cias a la organización prodigiosa de los planos de campaña,
ciente «Comunidad laboral de médicos alemanes dedicados a
podía permanecer sentado e inactivo en su pacífico cuarto de
la cosmética»" se sumó a esta justificada demanda.
trabajo, en tanto las tropas salían al exterior. Por cierto, esa
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guerra se perdió... « ¿Sabe usted qué aspecto tienen los pasa- cuya ejecución eran necesarios el trabajo intelectual —que nun-

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^
jes para los paquetes turísticos? », me preguntó el director co- ca funcionaba con seguridad automática—y una duración infi-
(Q)
mercial. Asiento, sorprendido. «Le mostraré nuestros pasa- nitamente mayor. El agente de la elaboración mecánica es la
'
jes». Entramos en un ambiente cuyas estanterías metálicas o tarjeta perforada —cubierta de hileras de cifras—, en la que se
albergaban numerosos fascículos que, de hecho, se asemeja- ,expresan numéricamente las posiciones importantes para la
ban a pasajes para paquetes turísticos. Contienen, plegadas, E fábrica. Cada tarjeta es perforada con ayuda de la máquina
todas las indicaciones para ejecutar el proceso de trabajo. El perforadora y contiene el proceso contable en la escritura per-
proceso de trabajo es la suma de las operaciones que deben forada. Las tarjetas ya elaboradas circulan, en el ambiente
ejecutarse, desde la realización del pedido hasta el transporte contiguo, por las máquinas distribuidoras e impresoras. En un
de la mercancía comisionada. Si el pedido supone un traslado, abrir y cerrar de ojos, aquéllas ordenan el material de acuerdo
la ruta es fijada de acuerdo con el formulario; y por cierto, que con las diferentes posiciones; éstas asientan los números per-
ninguna agencia de conciertos podría determinar de antemano forados en el formato de tablas deseado y suman automática-
con mayor precisión la gira de un virtuoso. Los aparatos que mente las columnas. Algunos caballeros supervisan los pesa-
había en la oficina del director de fábrica encargado de super- dos monstruos cuyo ruido supera intensamente el monótono
visar todo el proceso guarda la misma relación, con la decora- tableteo de las perforadoras. Le pregunto al director de la ofi-
ción ficcional de la oficina en la película Spione,' de Fritz cina por el modo de trabajo de las maquinistas.
Lang, que una puesta de sol ficcional con un cromo genuino. —Las chicas —responde— perforan sólo durante seis horas,
El ornamento principal de la verdadera oficina lo constituye y durante las dos horas restantes trabajan en tareas de ofici-
un mueble, de forma semejante a la de un armario, que se en- na. De esa manera se les evita el trabajó excesivo. Esto se rea-
cuentra tachonado de bombillas de color. Hoy las tonalidades liza a través de una determinada rotación, de modo que cada
rojas, amarillas y verdes tienen el único fin de configurar aún empleado pasa por todos los trabajos. Además, por razones
másracionalmente resa. A partir del encendido y apa- de higiene_intercalamos, de vez en cuando, algunas pausas
\\S gado de las pequeñas bombillas, el director de la empresa pue- para airearse.
( de inferir enlodo momento el estado en que se encuentran los ¡Oué organización... I Ni siquiera se olvidan de los breves
trabajos en cada una de las secciones. Durante el recorrido lapsos de tiempo para tomarse un respiro.
que el director comercial realiza conmigo a través de las ofici- —Hemos trabajado (Jurante nueve meses para organizarlo
nas, pasamos paulatinamente por los sistemas de líneas que todo —señala el director comercial—. El jefe de la oficina me
apareCen.en la pared de su cuarto. Es maravilloso que la plani- coloca bajo la nariz un libro enorme en el que se encuentra ri-
ficación sea puesta en movimiento por el «hombre adecuado». gurosamente consignado, hasta el menor detalle, el plan de
Una cantidad de muchachas se encuentra simétricamente dis- trabajo adecuado para la sala de máquinas
tribuida en la sala de las máquinas Powers, perfora tarjetas y —Si alguna vez (el Cielo no lo permita) usted cae súbita-
escribe. La maquinaria Powers —o Hollerith—, que se aplica mente enfermo —le dije al jefe de la oficina—, ¿puede alguien
para efectuar los registros contables y para todos los fines es- sustituirlo de inmediato y asumir la dirección con la ayuda del
tadísticos posibles, realiza por medios mecánicos tareas para libro?
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—Claro que sí. pero uno no puede ocuparse de ellas si está distraído, ya que
Se siente muy halagado de que se reconozca la previsión ellas obligan al operador a poner en movimiento su cerebro a
o
con que logró que siempre sea posible reemplazarlo. un número acorde de "revoluciones por minuto". Y esto es lo
á decisivo: a través de ello, el trabajo toma ritmo, y esto es lo

«[...] Y, después de todo, es totalmente indistinto 1, que, en mi opinión, vuelve atractivo un trapajo monótono».
que lo hagamos tú o yo.» . 1 El entusiasmo se torna inmediatamente más comprensible
cuando uno se entera de que este empleado fue citado en una
Entonces pasamos a la sección de liquidaciones y perso- revista de empresa que los empleados escépticos llaman la
nal, en que sólo recorren la máquina contabilizadora unos «trompeta adulona». Cuán agotadora es realmente la activi-
formularios preimpresos. dad prolongada con las máquinas es algo que se infiere inme-
diatamente del hecho de que varias empresas que conozco
—como las anteriormente descritas— las circunscriban a un
El auténtico trabajo mecanizado ha sido aplicado princi- segmento de la jornada laboral, y casi sin excepción asignen
palmente en los grandes bancos y en otras grandes empresas, suplementos especiales al personal que trabaja con las máqui-
en las que es redituable la costosa inversión de capital. Difí- nas. La circunstancia de que se prefiera poner al mando de las
cilmente puedan ser sobrestimadas las ventajas comerciales máquinas a chicas jóvenes se deriva, entre otras razones, de la
del procedimiento mecanizado; hoy, éste permite que los ban- • innata destreza con los dedos que tienen estos jóvenes entes;
cos generen en el menor tiempo posible las cuentas corrien- destreza natural que constituye, por cierto, un don natural
tes, y que éstas se actualicen cada hora. Gracias al trabajo in- demasiado difundido como para justificar un salario elevado.
telectual invertido en el equipamiento, los trabajadores no Cuando las cosas le iban mejor a la clase media, algunas jóve-
cualificados se ven dispensados de poseer conocimientos, y si nes que ahora se dedican a perforar practicaban estudios en
la asistencia a la escuela de comercio no fuera obligatoria, los pianos familiares. De todos modos, la música no desapa-
ellos no necesitarían saber nada en absoluto. Los misterios de reció por completo de aquel proceso, que el «Consejo Nacio-
la empresa les resultan inaccesibles, ya que ellos sólo se ocu- nal para la Productividad» 32 define del siguiente modo: «Ra-
pan de las cifras. Únicamente se les pide una cosa: atención. cionalización es la aplicación de todos los medios que ofrecen
Ésta no se puede ejercer libremente, sino que está subordina- la técnica y el ordenamiento plánificado para incrementar la
da al control del aparato que se controla y, en conjunción con productividad y, con ello, para aumentar la producción de
el ruido de las salas de máquinas, debe exigir tanto más los bienes, para abaratar éstos y, también, para mejorar su cali-
nervios cuanto menos atractivo resulta el objeto en cuestión. dad». Repito que la música no desapareció por completo. He
Algunos se quejan de lo poco que se tiene en cuenta el can- oído hablar de un taller industrial que contrata a jóvenes del
sancio a la hora de calcular las tareas que se deben realizar. liceo, asignándoles un sueldo, y hace que un profesor del pro-
Por cierto, hay personas que consideran que este esfuerzo es pio taller les enseñe mecanografía. El astuto profesor encien-
especialmente valioso. Así, uno escribe, jubilosamente, que de un gramófono, al ritmo del cual deberían tipear las estu-
las máquinas trabajan con rapidez, y continúa diciendo: «[...] diantes. Cuando se escuchan alegres marchas militares, se
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marcha al doble de velocidad. Paulatinamente, el disco va gi- nosotros de lo que lo hacen las prescripciones del profesor
rando con mayor rapidez y, sin darse cuenta, las muchachas 1 universitario Kalveram. En un artículo de la revista de la
Ó.
tabletean cada vez más rápidamente. En los años de forma- o «Unión alemana de funcionarios bancarios», el profesor Kal-
ción se convierten en veloces mecanógrafas; la música ha pro- veram niega que la mecanización del trabajo de oficina entra-',
ducido el módico milagro. e ñe el peligro de la deshumanización; afirma, además, que la
(
En la definición del «Consejo Nacional para la Productivi- utilización de la máquina demanda la entera cooperación es-
dad», faltan las palabras «ser humano». Tal vez se las han ol- piritual del ser humano, y explica: «Según la concepción ale-
vidado porque ya no desempeñan un papel tan importante. mana, el trabajo debe conducir a un desarrollo y realización
Sin embargo, se encuentran de vez en cuanto empleados que de la propia personalidad. Debe ser considerado un servicio
computan la eliminación del ser humano como una pérdida. para las grandes tareas de la comunidad a la que pertenece-
No tanto los jóvenes —que se hacen grandes, y a la vez peque- mos». Nada se contrapone tanto con estas exigencias ideoló-
ños en las grandes empresas— como los mayores, que guardan gicamente tendenciosas del profesor Kalveram como su de-
el recuerdo de las condiciones pretéritas. Un apoderado de claración —realizada en otro pasaje del mismo artículo— según
banco me cuenta que uno de sus empleados, que al comienzo la cual se habría reducido el campo de actividad de las masas
no quería saber nada de la racionalización, cambió espontá- que trabajan en la empresa mecanizada. De hecho, las vacan-
-neamente de actitud después de medio año; pero también co- tes en muchas categorías de empleados se han reducido por
nozco el caso de un empleado bancario al que pusieron a tra- efecto de la racionalización. En un gran banco en el que me
bajar con la máquina y que después de dos días abandonó el aseguran que la responsabilidad aún se encuentra en manos
trabajo sin dar excusas. El presidente del comité de empresa del apoderado, desde hace poco llaman al jefe de oficina «el
de un gran banco me habla con cierta resignación acerca de la soldado más viejo del cuartel»; una designación chistosa, que
pérdida de lo que él llama el valor de la personalidad. evidencia su pérdida de importancia. Un jefe de personal ex-
Sus demandas en relación con la personalidad son tan ridí- presa el cambio de funciones a su manera cuando opina, en
culas como modestas. Hoy, según cuenta, un empleado conta- conversación conmigo, que no representa perjuicio alguno el
ble prácticarñente sólo tiene que «puntear» los registros y, por hecho de que los empleados pequeños y medios se hayan es-
las escasas fuentes de error, es posible comprobar con exacti- pecializado. En bastantes áreas ha tenido lugar el proceso de
tud el tiempo empleado por él. Antes era diferente. En aquel especialización. Los empleados de abastecimiento, por ejem-
tiempo, un jefe contable era un hombre de experiencia, que a plo, han tenido que ceder parte de su independencia a raíz de
menudo necesitaba largos días para clarificar diferencias, y la creciente racionalización del mercado, y los capataces, a los
podía aprovechar a placer esta ocasión para su ocio privado, que antes se confiaba la conducción técnica, hoy cumplen con
sin tener que temer un control. El valor de la personalidad funciones estrictamente limitadas en el proceso de produc-
consistiría, pues, según la opinión del presidente del comité ción. Los viejos capataces —informa un entendido— contem-
de empresa, en que es posible prolongar arbitrariamente el plan a los colegas del nuevo estilo tan despectivamente como
trabajo: una idea que, en todo caso, compromete mucho me- el artesano al obrero. A la restricción de sus plenos poderes y
nos el concepto idealista de personalidad tan difundido entre a su mayor fungibilidad se ha atribuido, no en última instan-
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cia, el hecho de que la liga de capataces se haya fusionado, en tonía no tiene parangón. Esta teoría es totalmente excepcio-
su momento, con la Asociación Afa. ¿Qué sentido tienen las nal, y como no veo posibilidad alguna de proporcionarle a un
chácharas acerca de la personalidad, si el trabajo se convierte O excepcional barrendero el salario y la fama merecidos, quiero
cada vez más en función parcial? al menos salvar de la ruina esta excepcional teoría. Está he-
e cha a la medida de los obreros, pero vale igualmente para nu-
merosos empleados. El profesor Heyde recuerda en un estu-
19:
En estas condiciones es difícil promover el goce de la pro- dio (incluido en la compilación Cambios estructurales en la
fesión. Un artículo de la revista de la «Asociación sindical de economía política alenuma) 34 la reciente investigación acerca de
empleados» decreta, ciertamente con envidiable optimismo, la monotonía; investigación que llegó a la corPclusión de que
que «la ciencia de la psicología del trabajo y de los trabajado- algunos hombres sufren mucho con el trabajo monótono, en
res deberá buscar y encontrar vías para promover el goce de tanto otros, en cambio, se sienten muy a gusto en él. «Hay que
trabajar»; en definitiva, tampoco es posible, con todo, conver- reconocer, ante todo», escribe el profesor Heyde a propósito
tir a la ciencia en una criada para todo servicio. En una oca- ■ de ello, «que la monotonía de una actividad siempre idéntica
Sión ésta debe racionalizar las empresas, y en otra producir deja a los pensamientos libres para ocuparse de otras cuestio-
aquel alegre estado de ánimo que su racionalización ha supri- nes. El obrero piensa entonces en sus ideales de clase, quizá
mido. Más sensatas son, sin duda, aquellas tentativas de rea- ajusta en secreto las cuentas con todos sus enemigos, o piensa
nimar el placer de trabajar que tienen en vista mejores posibi- en su mujer e hijos. Pero, entre tanto, su trabajo continúa
lidades de ascenso y aumentos salariales, aun cuando el ,avanzando. La obrera, especialmente en tanto cree, siendo
profesor Kalveram defiende la concepción según la cual «la
cuestión salarial» de ningún modo «determina de forma exclu- \
' '
Ir
una joven, que para ella la actividad profesional es solamente
un fenómeno pasajero, sueña, durante el trabajo monótono,
siva la actitud que el hombre asume frente a su trabajo». Pero, ) en novelas rosas, en filmes dramáticos o en el noviazgo; ella es
según se verá, hoy se han puesto límites estrictos a la realiza- \ prácticamente menos sensible a la monotonía que el varón.»
ción de estas propuestas. Para aquellos patrones que son ideó- No hay que olvidar que detrás de estas meditaciones edifican-
logos, el goce de la profesión es, ante todo, naturalmente, una tes se encuentra, sin duda, el sueño de que los obreros real-
cuestión que atañe a la vida anímica. Uno de ellos adopta ante mente puedan pensar en sus ideales de clase sólo en secreto.
el tema una actitud directamente metafísica. Toda profesión, Cuán agradables resultan, en comparación con este tufo pro-
me dice poco más o menos, tiene sus goces, y un barrendero, fesoral, las declaraciones sinceras de un director de fábrica
por ejemplo, puede convertir su actividad en algo totalmente que fueron formuladas hace poco en el marco de una negocia-
excepcional. Le respondo que el barrendero sólo disfruta de ción salarial. El director de la fábrica le dijo al delegado de la
su excepcionalidad si ésta encuentra el debido reconocimien- organización de empleados que, en su opinión, la vida de un
to externo. Incluso se amargan aquellos artistas cuyo genio empleado de comercio —digamos de un empleado contable—
permanece desconocido. Aquel patrón encuentra un fiel alia- era de una espantosa monotonía y que él mismo difílmente
do en el profesor Ludwig Heyde, el editor de la revista Praxis podría tolerar una existencia como ésa. Más tarde agregó, in-
socuz.1, 33 cuya teoría acerca de la felicidad en medio de la mono- cluso, que los afectados por esa monotonía tal vez no sobrelle-
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van tan mal su suerte, ya que él nunca había visto una sofo-
cante desesperación. A estas palabras no las debilita el hecho
de que él, con su desdén, se propusiera también desacreditar Empresa en funcionamiento
las demandas que le fueron presentadas.
Algunos líderes económicos advierten ante las manifesta- o
o
rv
ciones exageradas sobre la aplicabilidad de la maquinaria, y
es sabido que muchas fábricas —ante todo las pequeñas y las
medianas— rechazan una drástica racionalización. De ahí que,
aun en medio de la creciente concentración, la mecanización
de la actividad de los empleados experimente progresos. ¿Có- «Señalo E...) de antemano que antes de ser despedido sin pre-
mo juzgan los propios empleados esta evolución? Aun si a aviso me había propuesto presentar las reclamaciones mencio-
menudo eluden en el plano ideológico —y hay que incluir aquí nadas ante la dirección de la empresa, pues estoy firmemente
a las organizaciones más radicales— la situación en la que se convencido de que los señores consejeros de administración
encuentran, en lugar de analizarla, en todo caso no permiten no han sido debidamente informados de los hechos.» El autor
que la sabiduría de los profesores universitarios les dore las de esta frase, que ha sido extraída de una demanda presentada
píldoras que deben tragar. Una modesta mecanógrafa que ante el tribunal laboral, es un pequeñoburgués destituido. An-
trabaja en una empresa demasiado grande para ella, me lanza tes de la guerra, tenía a sus órdenes a un numeroso personal;
en pleno rostro que ni ella ni sus colegas tienen interés en el después de la guerra, en condición de inválido, debió ganarse
tipeo mecánico. Por lo demás, los diversos sindicatos desean el sustento como empleado de comercio. Pero esto no es lo im-
encauzar en dirección a los empleados el efecto benéfico de la portante aquí; es tanto o más irrelevante que la causa de su
racionalización y saben, por la historia de los movimientos so- despido se debiera a una ausencia sin justificación de dos días.
ciales, que nada sería más errado que convertirse en destruc- Lo único decisivo es, antes bien, que los señores consejeros de
tores de máquinas. «La máquina», me dice un miembro de un administración no hayan sido debidamente informados de los
comité de enlpresa, «debe ser un instrumento para la libera- hechos. ¿Quién se interpuso como una pared entre ellos y los
ción.» Posiblemente haya oído a menudo esa expresión en las hechos? El superior del demandante, que ni siquiera es jefe de
asambleas. El hecho de que esté desgastada, la hace aún más departamento. En la demanda se dice que este hombre, una
conmovedora. especie de jefe de subdepartamento, había escarnecido y mal-
tratado a sus subalternos. «Nosotros lo aplastaremos», dijo el
jefe de subdepartamento a modo de amenaza. O: «Lo dejare-
mos sin asistencia social» . Los insultos deben de haber dolido
terriblemente, ya que todos ellos fueron contados y quedaron
registrados para la eternidad. Uno se entera de que el ator-
mentador a menudo obligaba a su víctima a trabajar de acuer-
do con instrucciones erróneas; que trataba a este hombre, ya
SIEGFRIED KRACAUER LOS EMPLEADOS
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de todos modos humillado, como a un farsante; que incitaba a derna. Su posición, comparable con la de un militar de bajo

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su víctima en contra del jefe de sección, y a éste en contra de rango, es tan importante porque las relaciones entre las esfe-
aquél. Según se extrae del acta, el monstruo oficinesco tam- ras de la empresa se han tornado, a través de la racionaliza-
bién torturaba a los colegas del demandante. Si uno de ellos se ción, aún más abstractas que en el pasado. Cuanto más plani-
mostraba resuelto a quejarse, lo hacía desde el «vamos a la si- ficada se encuentra la racionalización, tanto menos tienen
guiente advertencia»: «Lo negaré todo», y las personas calla- que ver los hombres entre sí. Los superiores no tienen prácti-
ban por temor. El demandante, en su desesperación, comenzó camente la posibilidad de saber algo acerca de los empleados
a beber, y se presentaba a trabajar de forma irregular. «Incluso que habitan en las regiones inferiores, desde las cuales a la
estoy dispuesto a aceptar un acuerdo amistoso», escribe al fi- mirada aún le cuesta más penetrar en lo alto 1E1 jefe de de-
nal, «pero no lo estaré si el señor X (el jefe de subdepartamen- partamento, que recibe las indicaciones y las transmite, de-
to) permanece en la empresa», una frase en la que el pundonor sempeña el papel de mediador. Si éste se afirmase en lo alto
privado del pequeñoburgués al menos trata de procurarse sa- tan directamente como en sus subordinados, al menos los se-
tisfacción en su papel. En la audiencia final ante el tribunal de res humanos estarían unidos por su intermedio. Pero ¿dónde
trabajo se presentó, como representante de la empresa, uno de se sitúan los señores consejeros de administración, que son
los señores consejeros de administración, que no conocía ni al los auténticos responsables? Incluso el director del que de-
jefe de subdepartamento -que trabajaba en una dependencia pende el jefe de departamento se encuentra hoy, en general,
exterior de la empresa-, ni al demandante, y que expresó su en una posición dependiente, y gusta de llamarse a sí mismo
sorpresa ante el hecho de que 'éste no se hubiera dirigido inme- un empleado, cuando quiere empequeñecerse. Por encima de
diatamente a la central. Quizá ese señor no se encontraba ni si- él se llega al consejo de administración y a los apoderados de
quiera entre los puntos más altos del empresariado. La empre- los bancos, y la cumbre de la jerarquía se pierde en los oscu-
sa es conocida por su cortesía. ros cielos del capital financiero. Los hombres sublimes se
han alejado tanto que ya no los conmueve la vida de la pro-
fundidad y pueden tomar sus decisiones puramente sobre la
Si a menudo la literatura se basa en la realidad, aquí base de consideraciones económicas. Éstos pueden exigir
aquélla le ha tomado a ésta la delantera. En las obras de que a un. departamento se le extraiga por la fuerza un mayor
Franz Kafka han quedado para siempre plasmados la intrin- rendimiento, y el jefe de departamento debe velar por el
cada gran empresa humana -cuya atrocidad recuerda los cumplimiento de esa exigencia. Una orden puede significar,
castillos de bribones para niños fabricados en papel maché- en ciertas circunstancias, una muestra de rigor, pero los su-
y el carácter inaccesible de la instancia más elevada. La de- periores no conocen al personal. El jefe de departamento,
manda del pequeñoburgués empobrecido, que hasta en el que lo conoce, quizá no quiere poner en riesgo, por su parte,
lenguaje parece haber sido tomada en préstamo a Kafka, re- la propia posición. Aun presuponiendo confiadamente que
presenta sin duda un caso extremo, pero indica con suma no sólo él, sino también los poderosos poseen intenciones re-
precisión el lugar típico que ocupa el superior intermedio lativamente buenas, los actos inhumanos persisten. Son una
-en general, el jefe de departamento- en la gran empresa mo- consecuencia necesaria de la abstracción de la economía vi-

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