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La biología del amar

La definición que Maturana da del amor, es desde su perspectiva


como biólogo, y considera que es la emoción fundamental que hace
posible nuestra evolución como seres humanos. La define de la
siguiente forma: "... cuando hablo de amor no hablo de un
sentimiento ni hablo de bondad o sugiriendo
generosidad. Cuando hablo de amor hablo de un fenómeno
biológico, hablo de la emoción que especifica el dominio de
acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus
acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación
mutua, y yo sostengo que tal operacion constituye los fenómenos
sociales".

En ese sentido, los seres humanos somos intrínsecamente


amorosos, y podemos comprobarlo fácilmente, observando lo que
ocurre cuando a una persona se le priva del amor, o sea, se les
niega el derecho a existir o se les quita validez a sus propios
fundamentos básicos, emocionales, para la existencia. Esta
carencia afectiva produce trastornos, como la ansiedad, la
agresividad, desmotivación, inseguridad, tristeza y estrés crónico,
etc.

Entonces, el amor es una manera de vivir en sociedad. Surge


cuando al interactuar con otras personas, no importa quienes sean
o su lugar en la comunidad, las consideramos como un legítimo
otro, que puede coexistir con nosotros. Esta emoción, entonces,
amar, es el fundamento de la vida social, al aceptar la existencia de
los demás, sin querer anularlos o negar su propia visión del mundo.

Entonces, ¿qué recomienda Maturana?


Maturana nos indica que lo mejor es aceptar nuestra naturaleza,
nuestra propia forma de sentir y experimentar la realidad, no
negarla, pues eso genera un estrés innecesario y nos hace la vida
más difícil e incluso miserable. En otras palabras, nos
recomienda aceptar que no existe una realidad objetiva donde
se imponga una sola forma de entender las cosas, pues cada
ser humano posee su propia realidad, y de esta forma, no excluimos
al resto.

Asimismo, esto obedece al hecho que nuestra naturaleza biológica


está fundada en el amor, por lo que la no exclusión de distintas
miradas, responde a ello mismo. Así, nuestros pensamientos o
creencias no excluyen o niegan las de los demás y viceversa.

Para ello, además, debemos abrirnos al espectro emocional de


nuestra existencia y recordar que no constituye una
interferencia con el campo intelectual, sino que a la inversa, las
emociones entregan sentido y profundidad a nuestro
razonamiento.

Además, al relacionarnos desde la aceptación del otro y no desde el


conflicto, se producen numerosas reacciones en cadena, que
efectivamente nos hacen la vida más llevadera con los demás.
Resulta sumamente interesante, que una teoría científica tenga una
aplicación tan directa en nuestra vida diaria.

Ustedes dirán que todo esto es un poco “soñador”, pero como dijo
un gran sabio, el mundo ideal está a sólo un día de distancia... si
todos nos pusiéramos de acuerdo en respetar la existencia del otro.

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