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Historias que son ahora del pasado [s.

X-XII]

Como Minamoto no Hiromasa Ason fue junto al ciego de Ausaka.

Es ahora del pasado. Había un hombre llamado Minamoto no Hiromasa Ason. Era hijo
del hombre llamado el Príncipe Imperial Director del Departamento Militar, el cual era uno
de los augustos hijos del Soberano de Engi. Se distinguía de forma eminente en todo tipo
de cosas, y entre éstas, destacaba en extremo en la vía musical. Tocaba el laúd
maravillosamente. Soplaba en la flauta de manera inefable. Este hombre figuraba entre los
de la Sala de Arriba, en la época augusta del emperador Murakami.
En aquel tiempo, en la Barrera de Ausaka, un ciego había construido una cabaña y vivía
en ella. Le llamaban de nombre Semimaru. Había sido servidor del Príncipe Director del
Departamento de Ceremonial llamado Atsuzane. El Príncipe, que era uno de los augustos
hijos del Soberano de la Ley Uda, era un hombre insigne en la vía musical. Dado que le
había escuchado habitualmente tocar el laúd durante años, Semimaru tocaba el laúd
maravillosamente.
Hiromasa amaba con locura seguir la vía musical y, por ello, cuando oyó la noticia de
que el ciego de la barrera de Ausaka era hábil, se sintió extremadamente deseoso de
escuchar su laúd. Sin embargo, como la morada del ciego era de un aspecto inusual, en
lugar de ir hizo decir confidencialmente a Semimaru lo siguiente: “¡En qué lugar
inimaginable vives! ¡Ven a la capital y quédate aquí!” El ciego, que había oído estas
palabras, dijo por toda respuesta:

En este mundo
vivir de ésta o aquella manera
no es algo que me importe.
Sea en el palacio o en la cabaña
no hay logro alguno.

Al retornar el mensajero y repetir estas mismas palabras, Hiromasa las juzgó de una
elegancia suprema, y en su corazón se dijo: “Dado que amo con locura esta vía de la
música, tengo el profundo deseo de encontrar, cueste lo que cueste, a este ciego. Por otro
lado, es difícil de prever cuánto tiempo más vivirá este ciego. Y yo mismo tampoco sé cuál
será mi vida. En el laúd, hay unas melodías llamadas ‘La fuente que fluye’ y ‘Picoteando
contra el árbol’. Están entre las cosas que se han de perder en este mundo. Sin duda, sólo
queda este ciego que las conozca. Es preciso que se las oiga tocar”. Pensando en ello, se
presentó de noche en la Barrera de Ausaka. Sin embargo, Semimaru no llegó a tocar estas
melodías, a pesar de que, a lo largo de tres años, cada noche Hiromasa se presentaba
junto a la cabaña del ciego de Ausaka y escuchaba secretamente, a escondidas. “Estas
melodías, ¿las tocará ahora? ¿va a tocarlas ahora?”. Pero el ciego no las tocaba nunca.
Finalmente, al cabo de los tres años, la noche del decimoquinto día del octavo mes, la luna
estaba un poco empañada por las nubes y el viento soplaba dulcemente. Hiromasa pensó:
“¡Oh, qué emocionante es esta noche! ¡Seguro que es esta noche cuando el ciego de
Ausaka va a tocar ‘La fuente que fluye’ y ‘Picoteando contra el árbol’!”, y se fue para
Ausaka, y allí se puso a escuchar a escondidas. Y he aquí que el ciego, paseando sus
dedos, hizo resonar su laúd. Parecía estar sintiendo la melancolía de las cosas. Mientras
que Hiromasa escuchaba con gozo, el ciego dando libre curso a su sentimiento, se puso a
cantar diciendo:

En medio del áspero


sufrimiento de la Barrera
de la Colina del Encuentro,
permanezco ciego
hasta el fin de mis días.

Dijo así e hizo resonar su laúd. Habiéndole escuchado, Hiromasa dejó fluir sus
lágrimas. La profunda melancolía que experimentó fue más allá de todo límite. El ciego,
hablándose a sí mismo, dijo: “¡Cuán conmovedora es esa noche! ¡Si además de mí pudiera
haber en el mundo alguien que la apreciara! ¡Que venga un hombre que la comprenda, y
hablaríamos!”. Habiendo oído lo que decía, Hiromasa elevó su voz: “¡Un hombre llamado
Hiromasa, que vive en la Ciudad Imperial, ha venido aquí precisamente!”. Entonces el ciego
dijo: “Aquel que habla de ese modo, ¿quién es?” Hiromasa dijo: “Soy un hombre de esta y
aquella manera. A causa de que amo con locura esta vía de la música, durante estos tres
últimos años he venido junto a vuestra cabaña y he aquí que, por mi fortuna, esta noche os
he encontrado.” El ciego, oyéndolo, se alegró. En ese momento, Hiromasa, también gozoso,
entró en el interior de la cabaña y estuvieron hablando mutuamente. Hiromasa entonces le
dijo que quería escuchar las melodías ‘La fuente que fluye’ y ‘Picoteando contra el árbol’. El
ciego dijo: “El difunto Príncipe tocaba así”, e hizo recoger a Hiromasa la tradición de esas
melodías. Como Hiromasa no llevaba consigo su laúd, las aprendió únicamente de
memoria, y estuvo disfrutando durante más tiempo. Al llegar el alba, retornó.
Cuando uno piensa en ello, en las distintas vías, es así simplemente como hay que
amar. Sin embargo, en los tiempos recientes ya no sucede así, verdaderamente. He aquí
por qué, en nuestra época del fin del tiempo, hay tan poca gente en las distintas vías que
domine su arte. Es algo realmente digno de lástima. A pesar de que Semimaru era una
persona humilde, por haber escuchado a lo largo de los años cómo tocaba el Príncipe el
laúd, llegó también él a adquirir por su cuenta una habilidad extremada. Cuando se quedó
ciego, se instaló en Ausaka, la Colina del Encuentro. Es a partir de entonces que el laúd de
los ciegos hizo su aparición en mundo. Es así como se ha contado.

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