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Capitulo 2
Diversas han sido las teorías y doctrinas que pretenden dar una explicación de qué
son estas organizaciones. Sólo nos detendremos en las tesis de mayor relevancia.
Siguiendo la tradición romanista y las fuentes francesas que las inspiran, tanto el
Código Civil y de Comercio estudian a la sociedad sólo como un contrato, concepción
que, además, está de acuerdo con el principio de la autonomía de la voluntad que
inspira el liberalismo económico. El Código concibe a la sociedad como unión de
personas que contribuyen a la constitución de un fondo patrimonial y colaboran en
el ejercicio de una actividad con el fin de obtener unas ganancias. Así la define el
Artículo 2053 del Código Civil chileno: “La sociedad o compañía es un contrato
en que dos o más personas estipulan poner algo en común con la mira de repartir
entre sí los beneficios que de ello provenga. La sociedad forma una persona jurídica
distinta de los socios individualmente considerados”.
Para los socios es un contrato, pero para los terceros la sociedad es una persona, con
derechos, obligaciones y responsabilidades distintos de los de los socios.
Los autores que sostienen esta doctrina critican la tesis contractual o clásica en
cuanto considera a la sociedad solo como un contrato, pues éstos solo producen
efectos entre las partes que lo celebraron. Dejaría la tesis clásica sin explicación casos
de sociedades que se forman previo a un acto de aprobación del poder público, como,
por ejemplo, los bancos, compañías de seguros, etc. También aquellos casos en que
los socios ingresan a la sociedad sin tener participación alguna en el acto de su
constitución, como sucede con los accionistas de sociedades anónimas que compran
acciones en la bolsa de comercio.
Esta doctrina sostiene que la sociedad no tiene carácter contractual, sino que se trata
de un “acto unilateral constitutivo por la expresión de las voluntades de los socios
dirigida a la creación de una persona distinta de ellos”. Los fundadores de la
sociedad, por un acto unilateral de ellos, imponen una normativa contenida en los
estatutos, que constituye la ley de la corporación, lo cual traería además como
consecuencia la personalidad jurídica.
4. Teoría de la institución
Los sostenedores de esta teoría, afirman que del contrato nace la sociedad como una
institución, un ser o ente intermedio entre el individuo y el Estado. La sociedad,
reconocida como institución, constituye un sujeto de derecho con intereses distintos
de aquellos de los socios, que posee una misión propia y permanente para realizar.
Las cláusulas estatutarias, de acuerdo a esta doctrina, son simples medios para la
consecución del fin social y por ello pueden ser modificadas según cambien las
circunstancias. Se agrega que la sociedad, como institución, es un organismo dotado
de personalidad jurídica, voluntad propia y un fin social, que es superior al individual
de los socios. La primacía del interés social sobre el individual del socio haría
ilegítimos actos de la sociedad contrarios a su propio interés.
5. Opinión de la Cátedra
A nuestro juicio ninguna de estas doctrinas nos da una respuesta satisfactoria acerca
de la naturaleza jurídica de la sociedad.
Lo que sí no hay duda que desde el punto de vista jurídico la sociedad es “una
persona”, es decir, un sujeto con derechos y obligaciones, diferenciado de los
miembros que la integran.
Por último, cabe tener presente el comentario que acerca de la naturaleza jurídica de
la sociedad hace el jurista chileno, recientemente fallecido, don Alvaro Puelma
Accorsi, en su Tratado de Sociedades, al sostener que las disquisiciones acerca de la
naturaleza jurídica de alguna institución, tienen trascendencia práctica en los casos
que, de adoptarse una u otra teoría, las normas jurídicas aplicables resultaren
distintas. Por el contrario, cuando tal discusión no permite la aplicación de la
normativa diversa, el estudio sobre la naturaleza jurídica solo satisface inquietudes
intelectuales tendientes a una mayor comprensión del fenómeno de que se trata. En
el derecho societario chileno, sostiene este autor, cualquiera sea la tesis que se adopte
sobre la naturaleza jurídica de la sociedad, no varían las normas jurídicas aplicables.
De modo que en nuestro sistema el problema de la naturaleza jurídica de la sociedad
solo tiene importancia doctrinaria.
Estimamos que es útil comparar a la sociedad con otras instituciones que tienen
cierta similitud con ella con el fin de destacar sus aspectos diferenciadores
Tanto una como otra son “organizaciones”, es decir, no una simple reunión de varias
personas físicas, sino una reunión ordenada y sistematizada para la ejecución de
actos tendientes a la obtención de una finalidad común determinada.
La sociedad deriva casi siempre de un contrato, salvo las SpA. Por el contrario, la
“comunidades” es la “situación” en que se encuentra un bien o un conjunto de bienes,
que puede derivarse de un hecho, como la muerte de una persona, lo que da origen
a la comunidad hereditaria; de un contrato, como la compraventa o la donación de
un bien entre dos o más comuneros; o de un acto jurídico unilateral, como un legado
de un bien a más de una persona.
3. LA SOCIEDAD Y LA COOPERATIVA
Desde mediados del siglo XIX comienza a desarrollarse una nueva persona jurídica
compuesta de asociados, la cooperativa.
Este nuevo tipo de persona jurídica, tuvo al parecer su origen en leyes prusianas. Se
normaron en Francia las sociedades de capital variable en 1867, que se cita por los
autores como legislación inicial del cooperativismo. En Inglaterra se las reglamenta
en las Industrial and Provident Act del año 1893.
En cuanto a la sociedad legal minera, el artículo 173 del Código de Minería, señala:
“por el hecho de que se inscriba un pedimento o una manifestación formulada en
común por dos o más personas o por el hecho de que, a cualquier otro título, se
inscriba cuota de una concesión minera que estaba inscrita a nombre de una sola
persona nace una sociedad minera por el solo ministerio de la ley que forma una
persona jurídica”.
Tanto la sociedad conyugal de que trata el Código Civil, como la sociedad legal
minera, a que se refiere el Código de Minería, no son sociedades propiamente tales,
sino que se trata de ciertas situaciones que la ley reglamentó con normas más o
menos parecidas a aquellas concernientes a la sociedad, pero que constituyen
entidades distintas de ésta, con elementos y características propios.
Señala el artículo 1718 del Código Civil, a falta de pacto en contrario, por el mero
hecho del matrimonio se entiende contraída sociedad conyugal entre los esposos.
Desde luego, no puede decirse que sea propiamente una sociedad. Así el artículo 348
del Código de Comercio, modificado por la Ley 20.190, dice: “Las disposiciones de
este Título (Título VII) regulan tres especies de sociedad:
1ª Sociedad colectiva;
2ª Sociedad por acciones; y
3ª Sociedad en comandita
Regula también la asociación o cuenta en participación”.
Se asemejan en cierto modo a las sociedades, porque en ellas también hay dos o más
personas que se unen para hacer un negocio en común, pero se diferencian de ellas
en cuanto la asociación o cuenta en participación es esencialmente privada, oculta
(art. 509), que no se revela al exterior y que no constituye una persona jurídica como
todas las demás sociedades, pues todas las operaciones son efectuadas por uno de
los copartícipes en nombre propio, sin indicar que tras él hay otros interesados en el
negocio.
Sabemos que, conforme al artículo 1.444 del Código Civil, son de la esencia de un
contrato aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto alguno o degenera en otro
contrato diferente.
El Artículo 2053 del mismo Código Civil, por otra parte, define la sociedad o
compañía diciendo que es un contrato “en que dos o más personas estipulan poner
algo en común con la mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provenga”.
De acuerdo con esta definición y la doctrina, son elementos esenciales del contrato
de sociedad: el aporte, la repartición de beneficios y la intención de formar sociedad.
Respecto de este último elemento, la doctrina no es unánime en afirmar que se trata
de un elemento de la esencia, como veremos más adelante.
Siendo la sociedad un contrato, no está demás señalar que es necesario para que ella
exista que concurran, en primer término, las condiciones o elementos de todo
contrato. Pero, además, para que la sociedad sea válida, estos requisitos o
condiciones no deben presentar ningún vicio que pueda dar origen a su nulidad. En
consecuencia, para que el contrato de sociedad sea válido, es necesario que él reúna
las condiciones de validez de todo contrato: Consentimiento de las partes que se
obliga; capacidad para contratar; un objeto determinado que constituya la materia
del compromiso, y una causa lícita en la obligación.
En cuanto al número máximo de socios que puede tener una compañía, nuestra ley
no establece límites, salvo el caso de la sociedad de responsabilidad limitada que solo
puede constar de 50 socios como máximo (art. 2°, inciso 2° Ley 3.918), y la limitación
a tres accionistas de que trata el inciso primero del artículo 498 del Código de
Comercio, referente a las sociedades en comanditas por acciones. Sin embargo, el
número de accionistas de las sociedades anónimas tiene importancia para calificar
una sociedad anónima de abierta o cerrada, de acuerdo a lo que señala el artículo 2°
de la Ley 18.046.
El aporte, es lo que cada socio lleva o se compromete a llevar a la masa común. Este
aporte puede consistir en bienes de cualquier clase, corporales e incorporales, y de
cualquiera cantidad y aun, como veremos, puede consistir en el trabajo o industria
personal. En resumen, pueden consistir en cualquier cosa apreciable en dinero y que
sea de utilidad para la sociedad. Que sea apreciable en dinero significa que la cosa
aportada tenga objetivamente un valor de mercado, o que al menos sea susceptible
de tenerlo. Si una cosa de transa en el mercado necesariamente tiene un precio. Lo
único que se exige es que cada socio aporte algo a la masa común, a los fines
comunes. Si se permitiera a algún socio formar parte de la sociedad, sin contribuir
con aporte alguno, no habría a su respecto contrato de sociedad, habría donación o
cualquier otra convención; pero no sociedad.
Como decimos, la ley sólo exige que se haga aporte. Pero en lo que respecta a la
naturaleza, cuantía y calidad de los aportes la ley ha dado a las partes la más amplia
libertad, predomina en toda su amplitud, el principio de la libertad de contratar.
El artículo 2053 del Código Civil expresa: “La sociedad o compañía es un contrato en
que dos o más personas estipulan poner algo en común, con la mira de repartir entre
sí los beneficios que de ello provenga”, es decir, que los socios se unan con la mira de
obtener un beneficio, y que a todos ellos corresponda alguna participación en este
beneficio.
“El ayuntamiento de dos omes o de mas, que es fecho con entención de ganar algo…
“(Título X, Libro I, Siete Partidas).
Nuestro Código requiere, como elemento indispensable de la sociedad, que los socios
al constituirla persigan beneficios y que éstos puedan ser de cualquier orden siempre
que tengan un carácter pecuniario, entendiendo por tales los que sean apreciables
en dinero y que no tengan un carácter puramente moral.
Sin embargo, no basta solamente que se persiga este fin de lucro pecuniario; es
necesario, además, que todos los socios tengan derecho a esas utilidades (art. 2053).
Y se recalca todavía más esta idea por lo dispuesto en el inciso 2° del artículo 2055
que dice que “tampoco hay sociedad sin participación en beneficios”.
Si un socio aporta algo sin que se le reconozca derecho a tomar parte en las
utilidades, no habrá sociedad; podrá haber comisión u otro contrato cualquiera, pero
no sociedad.
Ripert, expresa al respecto que “todos los socios deben tener derecho a una parte de
los beneficios, sin el cual la sociedad sería nula por contener una cláusula leonina”
(sociedad “leonina”, es un término sacado de la fábula de Fedro, en la que un león se
asociaba con otros animales, obteniendo para sí toda la ganancia social).
Los socios tienen la más amplia libertad para fijar la distribución de los beneficios.
Es preciso dejar establecido, desde luego, que no hay ninguna relación entre los
aportes y la cuantía de beneficios; podrá estipularse que los beneficios se repartan a
prorrata de los aportes, pero ello no es obligatorio y la ley no pone cortapisa alguna
con tal que se respete este principio. Tanto el Código Civil como el Código de
Comercio, establecen la proporción de esa participación sólo en caso de silencio de
las partes.
Todos los socios deben tener derecho a una parte de los beneficios, así como deben
participar en las eventuales pérdidas. Esto no se encuentra establecido
expresamente en la ley y hay que deducirlo de diversos preceptos y de los principios
generales. No dice el artículo 2053, ni tampoco el 2055, que todos los socios deban
tener participación en las pérdidas, por lo cual podría decirse que éste no es un
requisito esencial, sino un requisito de la naturaleza del acto o contrato. Sin
embargo, es éste un requisito esencial, la ley no lo consignó expresamente, debido a
que en el artículo 2053 se trata de los fines de la sociedad, y lógicamente no podrían
considerarse allí las pérdidas, porque nadie se asocia para repartirse las pérdidas, y
además porque la contribución en las pérdidas es una consecuencia lógica de la
participación en las utilidades.
4. Affectio societatis
“El ayuntamiento cuando se fase entre alguno omes buenos e leales, se socorren los
unos a los otros, bien assi como si fuesen hermanos “ (Título X, Libro I, Siete
Partidas).
El jurista francés Georges Ripert, señala que la affectio societatis, concebida como
un propósito de colaboración entre los socios conlleva la existencia de una especie
de confraternidad entre ellos, el jus fraternitatis, pero sin constituir un elemento
esencial de la sociedad. No obstante, reconoce que la existencia o no de tal elemento
interno puede tener importancia, especialmente en las sociedades de personas, para
su vida armónica.
En nuestro medio, el Profesor Alvaro Puelma, que sigue al autor francés, estima que
la affectio societatis, entendiendo por tal el espíritu y propósito de colaboración
entre socios, no es ni puede ser considerada elemento esencial de toda sociedad. Sin
embargo, agrega que no obstante deba reconocerse que es importante en toda
relación de tracto sucesivo, especialmente en una asociación, que los socios se
guarden mutuo respeto y reine entre ellos la armonía. Si ella falta, especialmente en
las sociedades de personas, puede provocar situaciones que aconsejen poner término
a la sociedad en ciertos casos, o ser causal de exclusión de un socio, entre otros
efectos. También la ausencia de colaboración entre los socios puede hacer
procedente, en ciertas circunstancias, el pago de indemnizaciones de perjuicios por
el infractor a la sociedad y sus consocios.
1. Generalidades
Distintas teorías han tratado de explicar su “naturaleza”, siendo las más difundidas
“la teoría de la ficción o clásica” y las “las teorías realistas”. Existen otras teorías que
desconocen la personalidad jurídica, que no las trataremos porque están
absolutamente desvinculadas con el reconocimiento que le otorgan a la persona
jurídica los ordenamientos occidentales, entre ellos el de nuestro país.
Esta teoría, elaborada por Savigny, sostiene en síntesis que la personalidad jurídica
importa el reconocimiento a un ente de su calidad de sujeto de derecho, capaz de
contraer derechos y obligaciones, y por ente de poder contar con un patrimonio
propio. Como tal, es una creación del ordenamiento jurídico.
Messineo considera que la discusión sobre si la sociedad tiene una existencia real o
meramente jurídica, es de escaso interés jurídico, porque al menos el derecho la
reconoce como tal. Por tal motivo, este autor, sin compartir las bases de la tesis de la
ficción, adhiere en cierta medida a ella, pues considera que basta a la ciencia jurídica
la similitud con que trata la ley, en cuanto a sujeto de derecho, tanto a la persona
jurídica como a la persona natural, pues si bien la persona física es un fenómeno
natural, la persona jurídica “la imita” produciendo los mismos efectos y ventajas
prácticas.
El profesor Puelma, a quien seguimos en esta parte, estima que no debe haber duda
que la personalidad jurídica o calidad de sujeto de derecho que se reconoce a las
asociaciones, es un fenómeno de origen jurídico, creado por el Derecho. El problema,
según Puelma, radica en determinar si el Derecho puede arbitrariamente otorgar o
privar de la personalidad jurídica, o si por el contrario los asociados o socios o la
propia sociedad tienen el derecho a que el Estado les reconozca y respete su vida o
existencia y su calidad de ser sujeto de derecho con patrimonio separado, siempre
que no se lesionen las normas de orden público. Entre tales normas está aquella que
solo permite sociedades con un fin lícito.
2. Teorías realistas
Los sostenedores de las doctrinas “realistas”, consideran que ciertos entes, tales
como el Estado, Iglesia, municipalidades, empresas del Estado, instituciones de
derecho público, corporaciones y fundaciones de derecho privado y ciertos tipos
sociales tienen una realidad social, económica o cultural, que exige necesariamente
su reconocimiento por los ordenamientos jurídicos. No se trata, por consiguiente, de
una ficción que el ordenamiento jurídico o las autoridades crean o destruyen a su
antojo, sino de una realidad que el Derecho y los órganos del Estado se ven forzados
a respetar.
Por su parte el artículo 2053 inciso segundo del Código Civil, dispone: “la sociedad
forma una persona jurídica distinta de los socios individualmente
considerados”.
Este carácter de “persona jurídica” es destacado también por la Ley N° 18.046 sobre
Sociedades Anónimas, en su artículo 1° al expresar: “La sociedad anónima es una
persona jurídica….”. El artículo 424 del Código de Comercio, señala que la SpA
es “una persona jurídica”. También en la Ley N° 19.857 sobre Empresas Individuales
de Responsabilidad Limitada, en su artículo 2° declara: “La empresa individual
de responsabilidad limitada es una persona jurídica…”
a) Desde luego, esto significa que la sociedad es un ente de derecho, es un ser ficticio
que puede adquirir derechos y contraer obligaciones, al mismo tiempo que, al igual
que una persona natural cualquiera, es susceptible de ser representada y de actuar
por sí en la vida de los negocios.
b) Por ser la sociedad una persona jurídica, tiene un patrimonio propio; los bienes
que aportan los socios pasan de la propiedad de éstos a la propiedad de este nuevo
ser de derecho que nace por el solo hecho de celebrarse el contrato de sociedad, y
pasan a constituir el patrimonio social.
Por consiguiente, si el aporte de un socio consiste en un bien raíz, tendrá que hacer
tradición de ese aporte inscribiéndolo en el Conservador de Bienes Raíces
correspondiente a nombre de la sociedad; y, por lo mismo que los bienes son de la
sociedad, ningún socio podrá venderlos o hipotecarlos alegando que tiene una cuota
de dominio sobre ellos, a diferencia de lo que ocurre en el caso de comunidad o
indivisión donde cada socio puede vender o hipotecar libremente su cuota.
Los derechos del socio quedan limitados, durante la vigencia de la sociedad, a recibir
una parte de los beneficios sociales, y una vez disuelta la sociedad, a recibir, de lo
que quede sobrante, una parte correspondiente al valor nominal del aporte que hizo.
d) Por ser la sociedad una persona jurídica, distinta de los socios individualmente
considerados, existe la posibilidad de que ella caiga en procedimiento concursal de
liquidación en sí misma, sin necesidad de que forzosamente caigan también en
quiebra sus asociados.
CLASES DE SOCIEDADES
Son sociedades a título universal las que se refieren en general a todos los bienes
presentes y futuros de una persona. Todas las demás son sociedades a título singular.
Pues bien, el Código Civil, en el artículo 2056 dispone al efecto que “Se prohíbe
toda sociedad a título universal, excepto entre cónyuges”.
Lo prohibido es que, en términos generales, se aporten todos los bienes de los socios;
pero si éstos aportan bienes determinados enumerándolos, la sociedad será a título
singular aún cuando abarque la totalidad de los bienes de éstos. Esta es exactamente
la idea expresada en el contrato de compraventa, en el cual se prohíben las ventas a
título universal (art.1811).
Las primeras son aquellas en que importa más la persona de los socios. La persona
constituye una condición determinante para la celebración y subsistencia de la
sociedad. En este tipo de sociedad el cambio del socio requiere del consentimiento
unánime. La muerte o interdicción y quiebra del socio puede ser causal de disolución
de la compañía. Por el contrario, en las sociedades de capital, lo único importante
son los aportes y el capital que se forma con ellos, de modo que es indiferente la
persona de los socios o accionistas, siendo, por el mismo motivo, libre la cesibilidad
de las acciones.
Las sociedades multinacionales, desde el punto de vista jurídico, son aquellas que se
estiman nacionales de varios países. En el caso chileno, por ejemplo, el banco
Interamericano de Desarrollo y el banco Mundial. En el ámbito económico se
entiende por sociedades multinacional la que opera masivamente en varios países.
El objeto o giro de las sociedades pueden ser múltiples según la actividad que
persigan.
De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 2059 del Código Civil, la sociedad puede ser
civil o comercial. Son sociedades comerciales las que se forman para negocios que la
ley califica de actos de comercio. Las otras son civiles.
Entre ambos tipos de sociedades existen diversas diferencias, partiendo por las
sociedades comerciales son generalmente solemnes mientras que la sociedad civil es
consensual. La quiebra de las sociedades comerciales es más severa.
Esta clasificación corresponde literalmente a los tipos que acepta nuestra legislación,
esto es, sociedades colectivas (civiles y comerciales); en comanditas (simples y por
acciones); de responsabilidad limitada; sociedad por acciones (SpA) y sociedades
anónimas (abiertas, cerradas y especiales).
V. Capítulo Sexto
Antes de estudiar los diversos tipos societarios que acepta nuestro ordenamiento
jurídico, estimamos pertinente referirnos a ciertas materias que son atinentes,
cualquiera sea el tipo social, esto es, la capacidad en el contrato de sociedad y el
objeto y causa en la sociedad.
Norma General
Normas especiales.
Artículo 349 del Código de Comercio: “Puede celebrar el contrato de sociedad toda
persona que tenga capacidad para obligarse.
“El menor adulto y la mujer casada que no esté totalmente separada de bienes
necesitan autorización especial para celebrar una sociedad colectiva.
“La autorización del menor será conferida por la justicia ordinaria, y la de la mujer
casada por el marido”.
Menores de edad
Mujer casada
Pero aquí el problema es otro, el aporte que debe efectuar a la sociedad, pues sus
bienes propios los administra el marido.
“La mujer casada y separada parcialmente de bienes, siempre que la separación sea
convencional, y la que ejerza un empleo, oficio, profesión o industria con arreglo al
artículo 150 del Código Civil, no requerirán la autorización especial de que trata el
artículo 349 del Código de Comercio para celebrar una sociedad comercial de
responsabilidad limitada”.
De este modo, en este tipo de sociedades, la ley permite que la mujer casada,
separada parcialmente de bienes por convención, y la que ejerce un empleo, oficio,
profesión o industria separado de su marido, con arreglo al artículo 150 del Código
Civil, puedan constituir sociedad comercial de este tipo sin autorización del marido,
con relación al patrimonio reservado que separadamente administra.
3. Personas jurídicas
Las personas jurídicas tienen asimismo la capacidad para celebrar el contrato de
sociedad, no existiendo ninguna regla específica limitativa de ese derecho.
El artículo 2053 del Código Civil alude en general a “personas”, comprendiendo, por
consiguiente, a las naturales y a las jurídicas.
Cualquiera persona jurídica puede, entonces, formar parte de una sociedad civil o
comercial, en cuanto ello sea compatible con su finalidad u objeto. Las personas
jurídicas tienen una capacidad limitada al cumplimiento de la finalidad u objeto para
el que fueron constituidas.
II.- El objeto de la sociedad. Hay que distinguir el objeto del contrato de sociedad
del objeto social.
El objeto del contrato social hay que entenderlo como objeto de las obligaciones de
los socios, esto es, los aportes. Aportar o poner algo en común es esencial al concepto
de sociedad. La aportación es la prestación que efectúa el socio como medio para la
consecución del fin común que la sociedad persigue a través del ejercicio de la
actividad propia de su objeto. En principio, cualquier tipo de colaboración que
contribuya al fin común vale como aportación. Esta tiene, además, que ser adecuada
a la formación del patrimonio social según el tipo de sociedad y cumple una función
de garantía que adquiere mayor relieve en las sociedades en las que los socios no
responden de las deudas sociales. Puede hacerse aportación de bienes, en el sentido
más amplio, o de <<industria>>, es decir, aportaciones de actividad personal. Se
puede aportar a título de uso o de dominio. La aportación ha de ser lícita, posible y
determinada.
Deben estimarse con objeto ilícito las sociedades que persigan objetivos contrarios a
la moral, el orden público y a la seguridad del Estado, conforme lo previene para el
caso de las asociaciones el N° 15 del artículo 19 de la Constitución Política de la
República. Al respecto habría que agregar, en obedecimiento a lo prescrito en el
artículo 1462 del Código Civil, que adolecerían de objeto ilícito las sociedades que
contravengan el Derecho Público chileno, como por ejemplo aquellas cuyo objeto
tienda a limitar la libre competencia. Al respecto, habría que citar el artículo 9° de la
Ley 18.046, que establece que la sociedad anónima podrá tener por objeto cualquier
actividad lucrativa que no sea contraria a la ley, a la moral, al orden público o a la
seguridad del Estado.
Brunetti, sostiene que la sociedad se constituye para el ejercicio de una actividad que
proporcione unas ganancias. La causa de la sociedad consistiría en la obtención del
beneficio común al que deben tener derecho todos los socios. Para este autor la causa
ilícita se reduce a considerar que existe tal vicio en una sociedad leonina en la que
algún socio no tenga derecho a la utilidad y en situaciones similares.
LA SOCIEDAD COLECTIVA
1. Antecedentes generales
En nuestro país la sociedad colectiva civil está especialmente reglada en los artículos
2071 y 2115 del Código Civil y la mercantil en los artículos 349 a 423 del Código de
Comercio.
“Es sociedad colectiva aquélla en que todos los socios administran por sí o por un
mandatario elegido de común acuerdo”.
La idea expresada en el artículo 2061 del C.C. se encuentra reforzada por el artículo
385 del C. de C., que dice: “La administración corresponde de derecho a todos y
cada uno de los socios, y éstos pueden desempeñarla por sí mismos o por sus
delegados, sean socios o extraños”.
En ningún caso podrán los socios derogar por pacto la solidaridad en las
sociedades colectivas”.
El inciso 2° de este artículo nos está haciendo ver que la solidaridad es uno de los
requisitos de la esencia de la sociedad colectiva comercial. No siendo lo mismo en la
sociedad colectiva civil y para dar cuenta de ello basta comparar este artículo con el
2095 del Código Civil, que dice:
No se entenderá que los socios son obligados solidariamente o de otra manera que,
a prorrata de su interés social, sino cuando así se exprese en el título de la
obligación, y ésta se haya contraído por todos los socios o con poder especial de
ellos”.
Similares conceptos dan los autores Alvaro Puelma y Carlos Gilberto Villegas.
Para distinguir entre los dos subtipos, se aplica la regla establecida en el art. 2059
del Código Civil, que dispone que son comerciales las sociedades que se forman para
realizar actos de comercio. Las otras son civiles. Las sociedades de giro mixto son
mercantiles; ya que si uno cualquiera de los negocios que constituyen su giro es
comercial, ello mercantiliza la compañía, acorde con lo expresado en el precepto
citado.
Las normativas del Código Civil y del Código de Comercio sobre sociedad colectiva
son similares en muchos aspectos. Las diferencias fundamentales entre las de uno y
otro Código, las señalamos a continuación:
1. Normativa aplicable
La sociedad colectiva comercial está normada especialmente en los artículos 349 a
423 del Código de Comercio.
2. Solemnidades
A. ESCRITURA PUBLICA
Por su parte, el artículo 353 del Código de Comercio agrega que no se admitirá
prueba de ninguna especie contra el tenor de las escrituras otorgadas en
cumplimiento del artículo 350, no para justificar la existencia de pactos no
expresados en ellas.
El artículo 403 del Código Orgánico de Tribunales, sobre la base de los elementos
que sobre el concepto de escritura pública da el artículo 1.699 del Código Civil, la
define como “el instrumento público o auténtico otorgado con las solemnidades que
fija esta ley, por el competente notario, e incorporado en su protocolo o registro
público”.
Para que pueda hablase de escritura pública, el instrumento respectivo debe cumplir,
pues, con los siguientes requisitos:
Sobre el segundo, se trata de algo muy conocido y nos limitamos a recordar que el
artículo 429 del Código Orgánico contiene una descripción completa del protocolo o
registro notarial.
El artículo 426 del Código Orgánico nos dice, sobre estos dos requisitos, que no se
considerará pública o auténtica la escritura que fuese autorizada por persona que no
sea notario o por notario incompetente, suspendido o inhabilitado en forma legal
(N° 1); y tampoco, la que no esté en el protocolo o se escriba en alguno que no
pertenezca al notario autorizante o al de quien esté subrogando legalmente-
En cuanto al tercer requisito, los artículos 404 a 413 del referido Código nos señalan
las diversas solemnidades de la escritura pública. Nos limitamos a indicar que, en
relación con estos preceptos, el artículo 426 del citado Código, en sus números 3 a
10 expresa que no se considera pública o auténtica la escritura en que no consta la
designación exacta del día, mes y año en que se otorga; y la firma de los
comparecientes o la forma en que se ha salvado la circunstancia de que alguno no
diera o supiera firmar; en que sean testigos personas que la ley indica como
incapaces para serlo; en que el Notario no ha suplido la falta de conocimiento de los
comparecientes con testigos o las respectivas cédulas de identidad; que no está en
idioma castellano; que no está escrita con tinta indeleble; en que aparezcan
estipulaciones a favor del Notario y determinados parientes suyos; y que no hay sido
firmada dentro de los sesenta días siguientes a su otorgamiento.
Estos son, pues, los requisitos generales de cualquier escritura y faltando cualquiera
de ellos no existe o se ha omitido la escritura pública-
Ahora bien, el artículo 352 del Código de Comercio nos dice que la escritura de
sociedad colectiva debe cumplir con un cierto contenido de declaraciones y
estipulaciones. “La escritura social deberá expresar” manifiesta el precepto y
enumera, en seguida, lo que ella debe contener.
El análisis del referido artículo plantea una variada y compleja problemática que
conviene estudiar sistemáticamente.
Nos parece que las cuestiones que deben dilucidarse son las siguientes:
Sabemos que, conforme al artículo 1.444 del Código Civil, son de la esencia de un
contrato aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto alguno o degenera en otro
diferente.
El artículo 2.053 del mismo Código Civil, por otra parte, define la sociedad o
compañía como un contrato “en que dos o más personas estipulan poner algo en
común, con la mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan”.
De acuerdo con esta definición y la doctrina, son elementos esenciales del contrato
de sociedad: el aporte, la repartición de beneficios y la intención de formar sociedad,
afecttio societatis. Este último elemento no es considerado como esencial por parte
de la doctrina.
Desde este punto de vista, serían cláusulas esenciales de la escritura social las
mencionadas en los números 4° y 6° del artículo 352 del Código de Comercio, cuyo
tenor es el siguiente:
“4°- El capital que introduce cada uno de los socios, sea que consista en
dinero, en créditos o en cualquiera otra clase de bienes; el valor que se
asigne a los aportes que consistan en muebles o en inmuebles, y la forma
en que deba hacerse el justiprecio de los mismos aportes en caso que no
se les haya asignado valor alguno”.
La escritura social, para que sea tal, por consiguiente, debe contener una estipulación
en virtud de la cual los socios convienen en aportes de bienes, industrias, servicios o
trabajos especificados. Por especificar debe entenderse aquí no sólo la
individualización que es propia de los cuerpos ciertos, sino cualquiera explicación
que conduzca a identificar unas cosas respecto de otras y ello puede obtenerse
mediante la indicación de cantidad, peso, medida, ubicación, determinadas
características; mediante la referencia a un inventario que se tenga parte integrante
del contrato y, en caso del socio llamado industrial, con la descripción del tipo de
trabajo, servicio o industria que aportaba y, en alguna medida, de las obligaciones
que al respecto asume.
Las normas del Código Civil que acabamos de comentar nos permiten precisar el
alcance de la primera oración del N° 2 del artículo 352 del Código de Comercio.
Cuando éste manifiesta que la escritura social debe expresar “el capital que introduce
cada uno de los socios, sea que consista en dinero, créditos o en cualquiera otra clase
de bienes”, debemos, entonces, entender, que tal estipulación debe contener la
especificación de los aportes; esto es, que debe expresar cuál es el monto que cada
socio allega e indicar en que bienes lo entera. Si es dinero, se señalará la cantidad
numérica; si es en otros bienes, se consignará, por ejemplo, en el caso de una
propiedad raíz, su ubicación, linderos e inscripción en el Conservador de Bienes
Raíces; si se trata de mercaderías, se señalará su especie, calidad, cantidad, etc.
La segunda y tercera oraciones del N° 4 del artículo 352 del Código de Comercio
expresan que debe indicarse en la escritura social el valor que se asigna a los aportes
que consistan en muebles o inmuebles o la forma de hacer su justiprecio, en caso de
no asignárseles valor alguno. ¿Es también esencial esta estipulación?
El artículo 383 del Código de Comercio, por su parte, dispone que al socio industrial,
a falta de convención al respecto, tocará en las ganancias una cuota igual a la que
corresponda al aporte más módico y ninguna parte de las pérdidas.
Como puede apreciarse hay una diferencia con el Código Civil pues las pérdidas no
se distribuyen a prorrata de los beneficios sino en proporción a los aportes. “En
cuanto a las ganancias y pérdidas correspondientes al socio industrial, se estará a lo
que se hubiere estipulado en el contrato; y no habiendo estipulación, el socio
industrial llevará en las ganancias una cuota igual a la que corresponda al aporte
más módico, sin soportar parte alguna en las pérdidas” (art.383).
En lo que se refiere a las pérdidas, ambos Códigos adoptan igual criterio, aunque
usan un lenguaje diferente.
Conforme al artículo 1.444 del Código Civil, son de la naturaleza de un contrato las
que, no siendo esenciales en él, se entienden pertenecerle, sin necesidad de una
cláusula especial. En otros términos, debemos buscar en la ley aquellos elementos
que configuran la estructura del contrato, aunque las partes no los expresen y que,
no siendo esenciales, lo revisten de la fisonomía que la ley ha querido darle en el
silencio de las partes.
Se relacionan con este tipo de elementos del contrato de sociedad los números 3°, 7°,
9°, 10° y 11° del artículo 352 del Código de Comercio, que se refieren,
respectivamente, a la administración y uso de la razón social, a su duración, a la
resolución por árbitros de las dificultades entre los socios y al domicilio social.
ADMINISTRACION DE LA SOCIEDAD.
Debemos puntualizar, en primer término, que el artículo 2.071 del Código Civil
confirma que el pacto relativo a la administración no es indispensable que esté
contenido en la escritura social, como quiera que previene que la administración
puede confiarse a uno o más de los socios, sea en la escritura social o por acto
posterior, unánimemente acordado.
Ahora bien, si las partes nada han convenido sobre la administración de la sociedad,
conforme al artículo 2.081 del Código Civil debe entenderse que cada uno de los
socios ha recibido de los otros el poder de administrar con las facultades que señalan
los artículos precedentes al indicado; es decir, con las que tienden a satisfacer el giro
ordinario de la compañía. Agrega el artículo 2.081 que cualquiera de los socios podrá
oponerse a los actos administrativos de otro, mientras esté pendiente su ejecución o
no haya producido efectos legales. Semejantes reglas se consignan en los artículos
384, 385, 386, 387, 388, 389, 390 y 391 del Código de Comercio, aclarando el
artículo 385 que la facultad de administración que a todos los socios corresponde a
falta de estipulación expresa sobre el particular, pueden desempeñarla por sí o por
delegados, sean socios o extraños; puntualizando el 386 que la actuación de
cualquiera de los socios dentro de este mandato legal obliga solidariamente a todos;
previendo el artículo 389 los efectos de la oposición de un socio a los actos de
administración de otro y señalando que suspende la ejecución del acto o contrato
proyectado hasta que la mayoría numérica de los socios resuelva; y consagrando el
391 el derecho de los socios a ser indemnizados en caso de ejecución del acto o
contrato proyectado, a pesar de su oposición.
En cuanto al uso de la razón social, el artículo 393 del Código de Comercio previene
que la facultad de administrar trae consigo el derecho de usar la firma social. Habrá
que entender que este derecho lo tienen todos los socios si nada se ha estipulado
sobre la administración de la compañía.
Suele pactarse en las sociedades limitadas una forma de administración semejante a
la que es propia de las compañías anónimas: es decir, se conviene que la
administración estará a cargo de un directorio. En un caso tal, estimamos que la
reglamentación contractual debe ser completa, pues no habría reglas supletorias,
desde que no cabría remisión tácita a las normas atinentes con la sociedad anónima.
Por reglamentación completa entendemos que debe preverse, por lo menos, la forma
de elección o designación de los directores; el quórum de sus reuniones y la forma
de convocarlas; las mayoría necesarias para adoptar acuerdos; la manera de hacer
constar las determinaciones del consejo y de darlas a conocer a terceros. Se estima
que sería perfectamente aceptable que el pacto social se remitiera, en lo no
reglamentado específicamente, a las normas sobre directorios contenidas en la
legislación sobre sociedades anónimas. Si las estipulaciones sobre el consejo de
administración fueren insuficientes y no se hubiere previsto la aplicación supletoria
de las reglas correspondientes de la legislación sobre sociedades anónimas, se estima
que faltaría la estipulación relativa a la administración y no sería posible suplirla con
reglas legales adecuadas para que una estructura administrativa diferente, como son
las que se contienen en los artículos 2.081 del Código Civil y 384 y siguientes del
Código de Comercio.
El N° 5 del artículo 352 del Código de Comercio expresa que la escritura social debe
indicar las negociaciones sobre las cuales debe versar el giro de la compañía.
La ley se pone, pues, en el caso de una sociedad colectiva mercantil sin género
determinado de objeto social, por lo que habrá que entender que no es necesario, a
este respecto, cumplir con lo prevenido en el N° 5 del artículo 352 del Código de
Comercio. Con todo, no podría realizar aquellas operaciones que la legislación
reserva a determinados tipos de sociedades o a compañías que deben tener un objeto
exclusivo.
Se puede, pues, afirmar que, a falta de indicaciones sobre el objeto social, la ley suple
el silencio, estableciendo que la sociedad colectiva comercial puede realizar
cualquier giro mercantil.
Esta afirmación supone que en el pacto social se indique la voluntad de formar una
sociedad mercantil a una civil. A esto queda, en nuestro concepto, reducida la
exigencia del N° 5 del artículo 352 del Código de Comercio.
DURACION DE LA SOCIEDAD.
Establece el N° 7 del artículo 352 del Código de Comercio, que la escritura social debe
expresar “la época en que la sociedad debe principiar y disolverse”.
Pues bien, el Código Civil nos previene, en el artículo 2.065 que, no expresándose
plazo o condición para que tenga principio la sociedad, se entenderá que principia
en la fecha del contrato y que, no expresándose cuando debe tener fin, debe
entenderse contraída por toda la vida de los socios, salvo el derecho de renuncia;
agrega el precepto que si el objeto social es un negocio de duración limitada, se
entenderá contraída por todo el tiempo que durare el negocio. El artículo 2.99 del
mismo Código confirma la regla de que la estipulación sobre plazo de duración de la
sociedad no es esencial.
LIQUIDACION DE LA SOCIEDAD.
Establece el N° 9 del artículo 352 del Código de Comercio que la escritura social debe
expresar la forma en que ha de verificarse la liquidación y división del haber social.
Esta estipulación puede faltar, porque el mismo código se encarga en los artículos
408 y siguientes de reglamentar lo pertinente, para el caso de que los socios nada
hayan convenido al respecto.
Por de pronto, el artículo 408 mismo nos dice que, disuelta la sociedad, se procederá
a su liquidación por la persona que al efecto haya sido nombrada en la escritura
social o en la de disolución. No es esencial, pues, que el nombramiento de
liquidador se haga en la escritura social.
ARBITRAJE.
El N° 10 del artículo 352 del Código de Comercio establece que la escritura social
debe expresar si las diferencias que ocurran entre los socios durante la sociedad
deberán o no ser sometidas a la resolución de arbitradores y la forma de hacer el
nombramiento de éstos.
Pues bien, el artículo 415 del mismo Código suple el silencio de las partes y previene
que, faltando la estipulación consabida, tales diferencias, sea que ocurran durante la
sociedad o al tiempo de la disolución, serán sometidas a compromiso, regla que
repite el N° 4 del artículo 227 del Código Orgánico de Tribunales.
No dice la ley si el árbitro debe ser de derecho, arbitrador o mixto. Pero, para los
efectos que nos interesan, basta con destacar que la estipulación sobre arbitraje
puede faltar en la escritura social sin afectar a la validez de la sociedad.
Además, debe tenerse presente que no toda dificultad entre los socios debe ser
materia de arbitraje. Solamente lo son aquellas surgidas entre los socios con ocasión
de la ejecución o cumplimiento del contrato social, con su contenido o alcance, ya
sea durante la vigencia de la sociedad o después de su disolución.
Escapan al arbitraje las dificultades con terceros o entre socios pero ajenas al
contrato social. Escapan también al arbitraje y deben ser sometidas a la justicia
ordinaria, las cuestiones sobre existencia o validez del contrato de sociedad. Un
litigio sobre la existencia o validez del pacto social pone en duda la jurisdicción
misma del árbitro, que precisamente se funda en el hecho de existir la sociedad con
absoluto valor. El árbitro que debiera declarar la inexistencia o nulidad del contrato
social, declararía con ello implícitamente, su falta de jurisdicción y, en consecuencia,
la ineficacia de su fallo.
DOMICILIO DE LA SOCIEDAD.
El artículo 352 N° 11 nos dice que la escritura social deberá contener el “domicilio de
la sociedad”.
No se trata de una mención esencial, porque está suplida por el artículo 355
(modificado por la Ley 19.499), que expresa: “Si en la escritura social se hubiere
omitido el domicilio social se entenderá domiciliada la sociedad en el lugar de
otorgamiento de aquélla”. Por consiguiente, es un elemento de la naturaleza
El N° 8 del artículo 352 establece que la escritura social debe expresar “la cantidad
que puede tomar anualmente cada socio para sus gastos particulares”
En en evento que se hubiere pactado los socios están obligados a respetarla bajo la
sanción que establece el artículo 404 N° 1.
La mera extracción autoriza a los consocios del que la hubiere verificado para obligar
a éste al reintegro o para extraer una cantidad proporcional al interés que cada uno
de ellos tenga en la masa social”
La sanción que establece el artículo 404 N° 1 nos permite obtener la respuesta a qué
cantidad puede sacar cada socio cuando el Contrato no dice nada. Sólo estando de
acuerdo todos los socios puede uno de ellos sacar una cantidad de dinero para sus
gastos particulares.
El N° 12 del artículo 352 hace una referencia general a los pactos accidentales, al
expresar que las escrituras contendrán “los demás pactos que acordaren los
socios”.
En el contrato de sociedad de sociedad como en todos los demás contratos, las partes
pueden modificar todas las cosas que no sean de la esencia del contrato y agregar
otras meramente accidentales. Así, por ejemplo, pueden señalar que las utilidades
de los primeros años no serán repartidas entre los socios, sino que se destinarán a
ampliar las negociaciones sociales.
Aparte de las estipulaciones que se han analizado más atrás, el artículo 352 del
Código de Comercio establece que la escritura social debe contener los nombres,
apellidos y domicilio de los socios; la razón o firma social; y el domicilio de la
sociedad.
Sin embargo, ocurre a menudo que uno o más de los otorgantes de una escritura
social comparezca como mandatario del efectivo socio y que la individualización
requerida por el artículo 405 del Código Orgánico se cumpla respecto del otorgante,
sin que en la escritura se indique el domicilio del socio poderdante. La escritura
cumpliría con todos los requisitos del Código Orgánico; pero le faltaría la mención
del domicilio del socio representado, como lo ordena el N° 1 del artículo 352 del
Código de Comercio.
Esta omisión podría estar suplida si en la escritura social se inserta copia íntegra de
la de mandato en virtud de la cual comparece el apoderado, caso en el cual el
domicilio del socio poderdante estaría mencionado en la última de las escrituras
referidas y, por lo tanto, expresada en la escritura social. Si la escritura de mandato
no se inser6ta íntegra o por lo menos en lo relativo a la individualización del socio
poderdante, faltaría irremediablemente en la escritura social la expresión domicilio
del socio que se trata.
El N° 2 del artículo 352 del Código de Comercio establece que la escritura social debe
expresar la razón o firma social.
Para el profesor Raúl Varela, la razón social no sería un elemento esencial del
contrato de sociedad y se basan para ello en el silencio que, al respecto, mantiene el
Código Civil.
Por su parte, el profesor Sergio Baeza Pinto, agrega que, no obstante lo dispuesto por
el N° 2 del artículo 352 del Código de Comercio, podría pensarse que la ley habría
previsto suplir la falta de estipulación sobre el nombre social, al establecer, en el
artículo 365, que la razón social es la fórmula enunciativa de los nombres de todos
los socios o de alguno de ellos, con la agregación de las palabras “y compañía”. Es
decir, podría deducirse del texto legal que, a falta de pacto sobre la razón social,
podría usarse como tal o el nombre de todos los socios, o el de algunos, en ambos
casos con el agregado de “y compañía”. Parecida conclusión podría sacarse del texto
del artículo 476 del Código de Comercio, sobre la sociedad en comandita, y hasta del
artículo 4° de la Ley sobre Sociedades de Responsabilidad Limitada.
No nos parece que tal interpretación pueda basarse en la redacción y puntuación del
artículo 365 del Código de Comercio. Existe una sentencia de la Corte de Valparaíso,
que declara nula una sociedad colectiva comercial en que se omitieron las palabras
“y compañía” en la razón social.
Por el otorgamiento de la escritura pública la sociedad existe entre los socios, pero
es necesario facilitar a los terceros el conocimiento del contenido y de las
modalidades del contrato de sociedad. Esto se cumple precisamente con la
inscripción en el Registro de Comercio del domicilio de la sociedad de un extracto de
la escritura pública que contiene el estatuto o pacto social.
El artículo 350 dispone que la sociedad colectiva se forma y prueba por escritura
pública inscrita en los términos del artículo 354.
La inscripción deberá hacerse antes de expirar los sesenta días siguientes a la fecha
de la escritura social”.
Así lo dice el artículo 350, inciso 2° al expresar que “La disolución de la sociedad que
se efectuare antes de vencer el término estipulado, la prórroga de éste, el cambio,
retiro o muerte de un socio, la alteración de la razón social y en general toda reforma,
ampliación o modificación del contrato, serán reducidos a escritura pública con las
solemnidades indicadas en el inciso anterior”
1. Generalidades
Los problemas que originaba la nulidad de las sociedades, hacía necesario contar con
un procedimiento que permitiera sanear la nulidad de la constitución o modificación
de sociedades, causada por vicios de carácter formal, pues los costos y las
pérdidas de tiempo que irrogan superan los males que con las formalidades se quiere
prevenir. Por estas razones el legislador consagró la posibilidad de sanearla con
efecto retroactivo.
El artículo 356 del Código de Comercio, en su inciso primero que expresa: “La
sociedad que no conste de escritura pública, o de instrumento reducido a escritura
pública o de instrumento protocolizado, es nula de pleno derecho y no podrá ser
saneada”.
Como ya indicábamos, las consecuencias se producen ipso jure, esto es, sin que
medie declaración judicial alguna.
Dada la gravedad de la sanción, una sociedad nula de pleno derecho tendría que ser
repactada con las formalidades legales, por los interesados, para darle valor
jurídico. Con todo, la sociedad nula ipso jure puede existir de hecho, siempre que
cuente con los requisitos propios de toda sociedad, es decir, estipulación de aportes,
participación en las utilidades y pérdidas y affectio societatis, como asimismo llene
los requisitos inherentes a todo contrato (capacidad, consentimiento, objeto y causa
lícitos).
Esto significa que las relaciones entre los comuneros se rigen por las normas propias
correspondientes al tipo de sociedad que se quiso formar. En el caso que los
comuneros nada hayan convenido y tengan que aplicarse subsidiariamente las reglas
de la sociedad, esto es, concretamente, el artículo 382 del Código de Comercio, la
repartición de utilidades y pérdidas se llevará a cabo a prorrata de los aportes
efectuados por cada comunero, y en la misma forma se procederá a la restitución de
los aportes.
B. NULIDAD ABSOLUTA
2) cuando al instrumento le faltan los requisitos para que tenga valor de escritura
pública según el Código Orgánico de Tribunales, v.gr., la individualización de los
comparecientes; y cuando es otorgda ante notario incompetente.
3) cuando faltan enunciaciones esenciales exigidas por el artículo 352 del Código de
Comercio, como, por ejemplo, el capital que introduce cada uno de los socios;
referencia al objeto social.
Ejercicio de la acción. La acción de nulidad absoluta puede ser ejercida por los
socios, en juicio entre ellos, por la vía de la acción o de excepción, en todo aquellos
casos en los que no se produzca la nulidad de pleno derecho. Los socios están
legitimados para la ejercitación de la acción de nulidad, aun en el caso que supieran
o debieran saber el vicio que la invalidaba, pues en materia comercial no se aplica el
principio contemplado en el articulo 1683 del Código Civil 1, precisamente para
permitir que la situación de anulabilidad de la compañía pueda ser resuelta con
mayor facilidad ante los tribunales.
Esta nulidad absoluta no puede ser invocada por los socios frente a los terceros
interesados en la existencia de la sociedad y éstos pueden probarla por cualquiera de
los medios probatorios autorizados por el Código de Comercio, para hacer efectiva
la responsabilidad solidaria de los socios, en caso de nulidad de pleno derecho, y para
reclamar dicha responsabilidad y la de la sociedad, en el evento de nulidad saneable,
como lo veremos más adelante.
Esta sanción está prevista en el artículo 357 del Código de Comercio: “La sociedad
que adolezca de nulidad por incumplimiento de lo prescrito en el artículo 350
gozará de personalidad jurídica y será liquidada como una sociedad si consta de
escritura pública o de instrumento reducido a escritura pública o protocolizado-
Todo ello, sin perjuicio del saneamiento en conformidad con la ley”
1
Art. 1683 C.C. “La nulidad absoluta puede y debe ser declarada por el juez, aun sin petición de parte,
cuando aparece de manifiesto en el acto o contrato; puede alegarse por todo el que tenga interés en ello,
excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o debiendo saber el vicio que lo
invalidaba; puede asimismo pedirse su declaración por el ministerio público en el interés de la moral o de la
ley; y no puede sanearse por la ratificación de las partes, ni por un lapso de tiempo que no pase de diez años”.
La persona que alega esta nulidad tiene que acreditar en el juicio que la existencia
del vicio en el que ella se basa, le causa un efectivo perjuicio de carácter pecuniario,
pues en caso contrario su acción será desestimada (art. 8° Ley 19.499).
Por otra parte, una vez que la sociedad se ha disuelto por haber operado alguna de
las causales de disolución previstas por la ley o por los estatutos, cesa el derecho de
alegar la nulidad ya sea por vía de acción o de excepción (art. 10 Ley 19.499).
Por tratarse de esta clase de prescripción, corre contra toda persona, no se suspende
y su efecto es sanear de pleno derecho la nulidad, prevaleciendo las estipulaciones
de la escritura sobre el extracto. Con todo, esta tutela de certeza jurídica sólo permite
sanear los vicios que enumera la citada norma, esto es: omisiones de que adolezca el
extracto inscrito o publicado de la escritura constitutiva o de modificación,
2
Respecto de la publicación, cuando se trate de SRL; S.A.; SpA y E:I:R:L:
contradicciones entre el extracto y la escritura pública y defectos en la convocación
o desarrollo de las juntas de accionistas de sociedades anónimas o en comanditas
por acciones.
En consecuencia, esta prescripción de corto tiempo no sanea los otros vicios formales
en que se pueda incurrir ni los vicios de fondo, que sólo pueden convalidarse con la
prescripción de 10 años, de conformidad con el artículo 1683 del Código Civil.
Lo que la ley autoriza para sanear son los vicios formales en los que se haya
incurrido tanto en la constitución como en las modificaciones de las sociedades ya
señaladas.
La omisión total de la escritura pública habrá que considerarla como un vicio formal,
susceptible de saneamiento, cuando la sociedad conste al menos de instrumento
reducido a escritura pública o de instrumento protocolizado.
Vicios de fondo.
Estos errores pueden subsanarse mediante escritura pública suscrita por alguna de
las personas que sean titulares de los derechos sociales al tiempo del saneamiento de
la constitución o de la modificación o por alguno de los administradores de la
sociedad, pero no requieren cumplir todas las exigencias del procedimiento de
saneamiento establecido por la citada ley.
La ley exige ciertas condiciones o requisitos mínimos que deben cumplirse para
llevar a cabo el procedimiento que permite convalidar los vicios de forma.
Para sanear la nulidad producida por vicios formales u omisiones es preciso otorgar
una escritura pública cuyo objeto es expresar la voluntad de sanear tales vicios u
omisiones y proceder a corregirlos o completar la o las enunciaciones omitidas. No
se exige reproducir totalmente el contenido de la escritura constitutiva o de reforma,
en su caso (art. 3°, letra b) de la Ley 19.499).
Luego esta escritura se inscribe y publica en extracto, dentro del plazo de 60 días
contados desde la fecha del otorgamiento. En el caso de la sociedad colectiva
comercial, ni la constitución ni la reforma de la compañía están sujetas a publicación
del extracto, por ende, dicha formalidad no se aplica para la escritura de
saneamiento.
c) Sociedad anónima
La norma del art. 3°, letra a) inc. 3° Ley 19.499 se aplica también a las anónimas.
Pero, a diferencia de las en comanditas por acciones, la ley fija las mayorías que como
mínimo deben reunirse para adoptar acuerdos en estas materias, distinguiendo
entre saneamiento de la constitución y de una modificación de una sociedad y, en
este segundo caso, entre sociedades abiertas y cerradas.
“El extracto será autorizado por el notario que ejerza en la notaría ante la cual se
otorgó esta escritura”. El extracto se inscribe en el Registro de Comercio del
domicilio social y se publica por una sola vez en el Diario Oficial, según corresponda,
dentro del plazo de 60 días contado desde la fecha de la escritura extractada.
DE LOS APORTES
1. FONDO SOCIAL
Los aportes constituyen el fondo social o dicho de otro modo, el capital con que la
sociedad va a llevar a efecto el fin para el cual las partes se asocian. El artículo 375
nos dice que “el fondo social se compone de los aportes que cada uno de los socios
entrega o promete entregar a la sociedad”.
2. COSAS APORTABLES
Puede ser objeto de aportes todas las cosas comerciables capaces de prestar alguna
utilidad. Puede, pues, serlo el trabajo y el crédito personal. La ley solo exige que el
aporte tenga para la sociedad un valor pecuniario y esté dentro del comercio lícito
(art.376).
Los cargos públicos aun cuando reditúen dinero no pueden ser objeto de aporte,
según esto. Así, un notario no podría aportar a una sociedad, su Notaría (art.377).
El trabajo puede ser objeto de aporte. Pero en la sociedad en comandita, según el art.
478, no se acepta que su capacidad, crédito o industria pueda ser aporte de un
comanditario. La ley quiere así evitar que este aporte haga aparecer al socio
comanditario con la calidad de socio gestor.
“Si este consiste en cosas fungibles, en cosas que se deterioran por el uso, en cosas
tasadas, o cuyo precio se ha fijado de común acuerdo, en materiales de fábrica o
artículos de venta pertenecientes al negocio o giro de la sociedad, pertenecerá la
propiedad a ésta con la obligación de restituir al socio su valor.
“Este valor será el que tuvieron las mismas cosas al tiempo del aporte; pero de las
cosas que se hayan aportado apreciadas, se deberá la apreciación” (art. 2084 del
Código Civil).
3 Artículo 764 C.C. “El derecho de usufructo es un derecho real que consiste en la facultad de gozar
de una cosa con cargo de conservar su forma y substancia, y de restituirla a su dueño, si la cosa no es
fungible; o con cargo de volver igual cantidad y calidad del mismo género, o de pagar su valor, si la
cosa es fungible”.
El aporte debe hacer en la época y forma estipulada en el contrato. A falta de
estipulación, la entrega se hará en el domicilio social luego que la escritura de
sociedad esté firmada (art.378). De acuerdo con esto, el contrato de sociedad
empieza a producir efectos antes de cumplirse las formalidades. Sabemos que la
sociedad es un contrato solemne que se otorga y prueba por escritura pública inscrita
en extracto en el Registro de Comercio, y mientras estas formalidades no se cumplan,
el contrato no está perfecto. Sin embargo, el art. 378 hace que el contrato produzca
efectos, pues dice que los aportes se entregarán firmada que sea la escritura.
Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a su promesa de poner en común
las cosas o industria a que se ha obligado en el contrato, los otros tendrán derecho
para dar la sociedad disuelta (artículo 2.101 C.C.).
Esta facultad no es sino la aplicación del principio general que el artículo 1489 del
Código Civil consagra para todos los contratos bilaterales. Eso sí, que en este caso la
resolución recibe el nombre especial de disolución y produce también efectos
especiales.
Art. 379: “El retardo en la entrega del aporte, sea cual fuere la causa que lo produzca,
autoriza a los asociados para excluir de la sociedad al socio moroso o proceder
ejecutivamente contra su persona y bienes para compelerle al cumplimiento de su
obligación.
En uno y otro caso el socio moroso responderá de los daños y perjuicios que
la tardanza ocasionare a la sociedad”.
Se dice aquí que se puede dirigir contra “su persona y bienes”. La primera expresión
no tiene hoy explicación, porque desde el año 1868, se suprimió la ejecución sobre la
persona del deudor, no se admite, entre nosotros, la prisión por deuda como medio
compulsivo de pago de las obligaciones, ahora sólo puede procederse contra los
bienes del deudor.
X. Capítulo Undécimo
ADMINISTRACION DE LA SOCIEDAD
1. Generalidades
La sociedad como persona jurídica entra en relaciones con sus propios socios y con
terceros. Las relaciones con sus propios socios conciernen fundamentalmente al
régimen de administración para llevar a cabo la consecución del fin social. Las
vinculaciones de la sociedad con los terceros consisten en los actos y contratos que
ella ejecuta o celebra mediante el uso de la razón social y en las consecuencias que
de ellos derivan, esto es, la circunstancia qu8e queda obligada frente a los acreedores
sociales y el hecho que surge la responsabilidad solidaria de los socios colectivos, si
se agota el patrimonio de la compañía sin satisfacer la deuda social.
La administración de la sociedad colectiva comercial puede ser ejercida por todos los
socios a quienes les corresponde de derecho, o bien puede delegarse en uno o más
de ellos o en terceros extraños.
Está regulado en los artículos 385 y siguientes del Código de Comercio y descansa en
los siguientes principios básicos:
c) Gracias al mandato legal, cada uno de los socios puede hacer válidamente todos
los actos y contratos comprendidos dentro del giro ordinario de la sociedad o que
sean necesarios o conducentes a la consecución de los fines sociales (art. 387).
Por último, la sociedad colectiva puede ser administrada por otras sociedades. Esta
alternativa es posible, sea la sociedad administradora socia o extraña, conforme a las
reglas generales contenidas en el artículo 384 del Código de Comercio.
Según lo previsto por el artículo 402 del Código de Comercio, el administrador delegado
por socio o extraño, tiene la competencia que le señala su mandato y en lo que estuviere allí
determinado tiene sólo las facultades comprendidas en el giro de la sociedad, “o que sean
necesarias o conducentes a la consecución de los fines que ésta se hubiere propuesto”
(artículo 387, Código de Comercio).
En consecuencia, el administrador, por regla general, sólo tiene facultades para actuar
dentro del objeto social o giro ordinario de la misma y además tendrá únicamente las
facultades que designe su título (artículos 394 y 397 Código ce Comercio y 2.077 Código
Civil), pero con la limitante en este último caso de que en el ejercicio de sus facultades los
administradores delegados también deben enmarcarse dentro del mismo objeto social o
giro ordinario de la sociedad (artículo 352 número 5 del Código de Comercio), ya que la ley
del ramo dispone que la sociedad no es responsables de los documentos suscritos con la
razón social cuando las obligaciones que los hubieren causado no le conciernan (artículos
370, 374, 393 397 del Código de Comercio).
Las facultades del administrador tienen, por ende, dos límites: uno de ellos está
representado por las facultades que designe su título o mandato, de manera que todo acto
que exceda ese mandato no obliga a la sociedad; y el otro, por el ejercicio de la función
administradora, que siempre debe quedar comprendido dentro de las operaciones que
constituyen el giro ordinario de la sociedad, sea mediante facultades otorgadas o sin ellas.
De ello sigue que al contratar con una sociedad colectiva es preciso examinar atentamente
las facultades contenidas en el poder otorgado al administrador, para comprobar si el acto
o contrato que se trata de ejecutar o celebrar coincide con la facultad específica que a éste
se le ha conferido y, además, si dicho acto o contrato queda comprendido en el objeto social
o que se trata de un acto necesario o conducente a la consecución de los fines sociales. Es
importante definir cuándo un acto está destinado al cumplimiento del objeto social y
cuándo no lo está. Un criterio restrictivo admite que el acto está encaminado a la
consecución del fin social cuando se trata de actos de administración interna, de operación
o de explotación y cuando se trato de actos o contratos ejecutados o celebrados con terceros
que directamente conforman el objeto de la sociedad. En esta concepción restringida no
son actos dirigidos al cumplimiento del objeto social aquellos que son accesorios o
complementarios del objeto social. Una concepción más amplia reconoce que son actos
destinados al cumplimiento del objeto social todo acto que ejecute una sociedad por medio
de sus administradores, a menos que estén expresamente prohibidos, dándose cabida a la
noción de órgano de administración que expresa la voluntad social.
Frente a esta grave dificultad que plantea la administración de las sociedades colectivas
comerciales y en general las sociedades de personas, consistentes en la inoponibilidad del
acto frente a la sociedad y en la posibilidad de que ella misma resulte ineficaz como
estructura jurídica de la empresa colectiva, un autor postula que: “no debería existir
inconveniente a lo menos para extender al régimen de administración de las sociedades
de personas el contenido del artículo 328 del Código de Comercio, que si bien se encuentra
ubicado en el contrato de comisión, en las disposiciones comunes a los factores y
dependientes de comercio la naturaleza de los factores y de los administradores de las
sociedades de personas por una parte, y por otra, la situación que contempla dicha
disposición, son semejantes, destacando que ello es posible, con mayor razón desde el
momento que la misma disposición menciona el establecimiento que administran y
bien sabemos que este último forma parte del objeto social genérico”.
“El artículo 328 señala: “…… se entenderá que los han ajustado (los contratos) por cuenta
de sus comitentes en los casos siguientes:
2º Si hubiere sido celebrado por orden del comitente, aun cuando no esté
comprendido en el giro ordinario del establecimiento:
“De esta manera, dar cabida al artículo 328 del Código de Comercio, sobre todo en los
casos a que se refieren los número 2º, 3º y 4º mencionados, significa ampliar el ámbito
de acción de los administradores de la sociedad, aun concebidos éstos en los términos
clásicos de simples mandatarios de la sociedad”.
Creemos que la solución apropiada en tanto no se legisle sobre la materia dándoles a los
administradores de las sociedades colectivas facultades legales como las que el artículo 40
de la Ley número 18.046 entrega al directorio de la sociedad anónima.
En los textos legales las facultades de los administradores se encuentran en los artículos
2.077 del Código Civil, 395, 396, 397, 398, 400 y 402 del Código de Comercio, a los que hay
que remitirse para mayor detalle.
Cuando por el contrato de sociedad o por un acto posterior se han designado uno o varios
administradores, los otros socios quedan, por este solo hecho, excluidos de toda injerencia
en la gestión social.
Pero la ley admite que en su gestión el o los administradores puedan ejecutar actos que
adolezcan de vicios o que produzcan perjuicios manifiestos a la masa común. A la primera
situación corresponden los actos y contrato que el administrador programe o contemple
ejecutar o celebrar con fraude, caso en el cual la ley permite a los demás socios no
administradores que se opongan a la consumación del acto o contrato de que se trata
(artículo 400 inciso 1º). La idea de fraude comprende cualquier engaño que implique faltar
a la verdad y que afecte a los socios en cuanto víctimas del mismo.
Asimismo la facultad de administrar, ejercida por los socios o sus delegados, sena éstos
socios o extraños, es intransmisible a los herederos del administrador. El problema puede
plantearse cuando en conformidad con el artículo 2.013 del Código Civil, la sociedad haya
de continuar por el acto constitutivo entre los socios sobrevivientes y los herederos del
difunto, de manera que si el socio administrador designado en el estatuto social fallece y la
sociedad continúa, no pudiendo ser reemplazado el administrador, o ejercido el cargo por
otros, en virtud de la misma estipulación contractual, la sociedad se disuelve por “grave
motivo”, consistente en “la perdida de un administrador inteligente…..” (Artículo 2.108
Código Civil), salvo que por reforma de los estatutos convenida por todos los socios,
comprendidos los herederos del socio fallecido, se acuerde otra cosa.
Dada la naturaleza intuito personae de la sociedad colectiva que se organiza cuando los
socios se tienen entre sí mucha confianza, se prohíbe hacerse sustituir en el desempeño de
la función de administrador. Tal prohibición está prevista en el artículo 404 número 3 del
Código de Comercio. La dificultad estriba en precisar el alcance de la prohibición frente a la
estipulación contractual que permite al administrador delegar el todo o parte de sus
facultades especialmente otorgadas, sobre todo cuando el administrador delega la totalidad
de sus facultades enumeradas en el contrato. En este caso la delegación importaría
desconocer la prohibición, por cuanto la delegación se transformaría en una sustitución en
el desempeño de las funciones de la administración. Gracias al principio de la autonomía
de la voluntad que informa a todos los contratos y en particular al de sociedad, tal
estipulación tendría valor. Otro argumento a favor del valor de la delegación total de las
facultades de administración se encuentra el artículo 404 número 3º, inciso 2º, del Código
de Comercio, según el cual tal convención no es nula si es autorizada por todos los socios y
tal autorización se encontraría dentro de las facultades otorgadas al administrador
delegante.
La autorización que todos los socios confieren para hacerse sustituir en las funciones de
administración, no requiere reforma del contrato social, porque la ley no la exige
específicamente y porque la cláusula relativa a la gestión social no es de la esencia del acto
fundacional de la compañía. Con todo, para que sea oponible a los terceros creemos que
debe formalizarse a través de escritura pública y anotarse al margen de la inscripción de la
sociedad en el Registro de Comercio.
DE LA RAZON SOCIAL
1. Generalidades
Según el artículo 365 “La razón social es la fórmula enunciativa de los nombres de
todos los socios o de alguno de ellos, con la agregación de estas palabras: “y
compañía” (estas palabras comprenden genéricamente a los socios cuyos nombres
no se han incluido en la razón social).
Por su parte, el artículo 366, agrega que “Sólo los nombres de los socios colectivos
pueden entrar en la composición de la razón social. El nombre del socio que ha
muerto o se ha separado de la sociedad será suprimido de la firma social”.
Sólo los nombres de los socios pueden figurar en la razón social; de ningún modo
podrá incluirse en ella el nombre de un tercero, porque ello podría inducir a error a
otras personas, quienes podrían considerar como socio a ese tercero que
efectivamente no lo es y que no responde de las deudas sociales. Así lo dispone el
Artículo 368: “El que tolera la inserción de su nombre en la razón de comercio de
una sociedad extraña, queda responsable a favor de las personas que hubieren
contratado con ella”.
Artículo 367: “El uso que se haga de la razón social después de disuelta la sociedad,
constituye un delito de falsedad, y la inclusión en aquélla del nombre de una persona
extraña es una estafa.
La sociedad, no se acaba, no muere con su disolución sino que subsiste como persona
jurídica a través de todo el proceso de su liquidación durante el cual se le nombra un
gerente que recibe el nombre de liquidador.
Si la sociedad subsiste como persona jurídica aún después de disuelta necesita una
razón social, y si bien las funciones del liquidador no son las mismas que las del
gerente, es cierto que el liquidador está representando a la sociedad. Podría, pues,
usar de la razón social sin incurrir en delito, ya que la disposición del art. 367 hay
que interpretarla de acuerdo con la finalidad que persigue y no más. Durante la
liquidación se agrega a la razón social las palabras: “en liquidación”.
Hay que distinguir entre los efectos frente a la sociedad y los efectos frente a terceros:
a) Frente a la sociedad.
La razón social es inherente a la facultad del administrador. Su uso corresponde,
pues a todos los socios si todos ellos administran, y en caso contrario, sólo a aquél o
aquellos a que se ha entregado la administración (art. 371).
“El uso de la razón social puede ser conferido a una persona extraña a la sociedad. El
delegatario deberá indicar en los documentos públicos o privados que firma por
poder, so pena de pagar los efectos de comercio que hubiere puesto en circulación,
toda vez que la omisión de la antefirma induzca en error acerca de su cualidad a los
terceros que los hubieren aceptado” (art. 372).
“Si un socio no autorizado usare la firma social, la sociedad no será responsable del
cumplimiento de las obligaciones que aquél hubiere suscrito, salvo si la obligación
se hubiere convertido en provecho de la sociedad. La responsabilidad, en este caso,
se limitará a la cantidad concurrente con el beneficio que hubiere reportado la
sociedad” (art. 373).
En este artículo la ley está haciendo una aplicación específica de la regla en virtud de
la cual para que una persona obligue a otra es necesario que esté facultada para
representarla, a menos que esta última se enriquezca, pues entonces queda obligada
hasta el monto del provecho reportado. Hay aquí en realidad un caso de aplicación
de la actio de in rem verso.
Puede suceder que un socio autorizado para usar la razón social se haya excedido en
sus poderes celebrando un acto no comprendido en las facultades administrativas ni
conducentes al fin de la sociedad. Por ejemplo, vende un inmueble de la sociedad,
para lo cual necesita un poder especial, salvo que la sociedad se haya constituido para
esta clase de negocios. En este caso, el acto del socio no afecta a la sociedad, a menos
que ésta lo ratifique y sin perjuicios de la acción de in rem verso (art. 2054 C. C.).
Puede ocurrir también que el socio administrador celebre un acto que esté dentro de
la órbita de sus facultades, pero que no concierne a la sociedad. En este caso, de
acuerdo con el art. 374, la sociedad no es responsable cuando el tercero conocía esa
circunstancia. Dice este artículo: “La sociedad no es responsable de los documentos
suscritos con la razón social, cuando las obligaciones que los hubieren causado no le
conciernan y el tercero los aceptare con conocimiento de esta circunstancia”.
Las obligaciones sociales comprometen no sólo el fondo social sino también los
bienes de los socios. En la sociedad colectiva civil, los socios colectivos responden en
forma indefinida, pero a prorrata de sus aportes, y la cuota del socio insolvente grava
a los otros (art. 2095 C.C.).
¿Los acreedores sociales deben dirigirse primero contra la sociedad y después contra
los socios? La cuestión es de gran importancia práctica. Los socios son
solidariamente responsables entre sí y no contra la sociedad, de manera que los
acreedores sociales necesariamente tienen que dirigirse primero contra la sociedad
y sólo en caso que ésta no pague podrán dirigirse contra los socios.
a) Extraer del fondo común mayor cantidad que la asignada para sus
gastos particulares. Es frecuente que en la escritura social se deje establecido qué
cantidad de dinero puede retirar mensualmente los socios para sus gastos, con cargo
a futuras utilidades. Cuando un socio infringe esta prohibición, la mera extracción
autoriza a los consocios del que la hubiere verificado para obligar a éste al reintegro
o para extraer una cantidad proporcional al interés que cada uno de ellos tenga en la
masa social. Esta segunda solución puede traer aparejado el riesgo de
descapitalización para la sociedad.
El socio que hubiere violado esta prohibición llevará a la masa común las ganancias,
y cargará él solo con las pérdidas del negocio en que invierta los fondos distraídos,
sin perjuicio de restituirlos a la sociedad e indemnizar los daños que ésta hubiere
sufrido.
En cuanto a la primera situación, el hecho de que la ley prohíba a los socios colectivos
ceder su parte de interés en la sociedad, es una consecuencia del hecho de que la
sociedad colectiva sea una sociedad de personas, donde la consideración del
individuo es un elemento dominante en las relaciones de los socios entre sí. Sea que
la cesión de la parte de interés se haga a un tercero extraño, sea que se haga a otro
socio, en ambos casos la ley no distingue: ella está prohibida.
Ahora bien, si no obstante la prohibición se efectúa la cesión, el socio que cede sus
derechos no se exonera de su responsabilidad, en el sentido de que los acreedores
puedan perseguirlo por las deudas sociales como si fuera socio. La cesión no afecta,
no produce valor para los socios ni para terceros.
Para que tenga valor la cesión de parte social debe ser aceptada unánimemente por
los demás socios. En estas condiciones constituye una modificación del contrato; por
tanto, debe reducirse a escritura pública y cumplirse las formalidades de publicidad,
o sea, la inscripción del extracto en el Registro de Comercio correspondiente al
domicilio de la sociedad.
La competencia desleal que los socios hagan a la sociedad a la cual pertenecen puede
configurar un caso de abuso del derecho. De acuerdo con el artículo 405 del Código
de Comercio, los socios industriales o capitalistas pueden realizar todo tipo de
operaciones mercantiles, siempre y cuando soliciten autorización de sus consocios,
quienes están en principio obligados a concederla, debiendo fundamentar su
negativa en caso contrario.
“Los socios que contravengan a estas prohibiciones serán obligados a llevar al acervo
común las ganancias y a soportar individualmente las pérdidas que les resultaren”
(art. 404 inc. Final).
DE LA DISOLUCION DE LA SOCIEDAD
La disolución opera aquí de pleno derecho y para que la sociedad pueda prorrogarse
es necesario el consentimiento unánime de todos los socios.
Hay un caso sí, en que la prórroga no necesita de estas formalidades. Ello ocurre
cuando en el mismo contrato de sociedad se diga que se entiende prorrogada una vez
expirado el término si ninguno de los socios manifiesta su voluntad en contrario.
Esto es lo que recibe el nombre de “prórroga automática”. Así se dice “la sociedad
durará cinco años a contar desde esta fecha; pero si dos meses antes del vencimiento
del plazo ninguno de los socios manifiesta su intención de retirarse, se entenderá
prorrogada la sociedad por un período igual”. A ello se refiere el artículo 350 inciso
final: “No será necesario cumplir con dichas formalidades (escritura pública inscrita
en el Registro de Comercio) cuando se trate de la simple prórroga de la sociedad que
deba producirse de acuerdo con las estipulaciones que existan al respecto en el
contrato social. En este caso la sociedad se entenderá prorrogada en conformidad a
las estipulaciones de los socios, a menos que uno o varios de ellos expresen su
voluntad de ponerle término en el plazo estipulado mediante una declaración hecha
por escritura pública y de la cual deberá tomarse nota al margen de la inscripción
respectiva en el registro de comercio antes de la fecha fijada para disolución”.
Art. 2099: “La sociedad se disuelve por la finalización del negocio para que fue
contraída”.
Es ésta una causal de muy poca aplicación, porque generalmente estas sociedades no
se constituyen para explotar un negocio determinado, por importante que él sea.
La insolvencia es el estado en que se halla una persona que no le permite cumplir sus
compromisos económicos, tiene incapacidad de pagar.
Cuando una sociedad está insolvente, es decir, tiene más deudas que bienes, es lógico
que los socios puedan pedir la disolución, porque la insolvencia de ella les está
perjudicando, porque no solo perderán los bienes aportados, sino otros, pues ellos
responden con su patrimonio personal de las obligaciones sociales.
Art. 2100: “La sociedad se disuelve….., por la extinción de la cosa o cosas que forman
su objeto total”.
La destrucción de la cosa puede ser física o jurídica, o bien, puede subsistir la cosa,
pero la sociedad ha sido privada de su explotación, como el caso de un fundo que ha
sido reivindicado por un tercero. En estos casos no hay posibilidad de seguir
explotando el bien. Resulta, pues que para que la disolución se produzca es necesario
que la extinción de la cosa que constituye el objeto de la explotación impida cumplir
el fin para el cual se constituyó la sociedad.
Puede también suceder que aún cuando la destrucción no sea total, las cosas que
subsistan no sean suficientes para que la sociedad pueda continuar útilmente su
actividad. Siguiendo con el ejemplo, si una sociedad tenía en explotación dos fundos,
uno de 500 y otro de 10 hectáreas, y si el predio de 500 hás es reivindicado, la
sociedad no podrá subsistir, pues su organización se montó para trabajar fundos
extensos y no una pequeña parcela. La apreciación de si hay o no utilidad, y de si la
sociedad puede o no continuar su giro, queda entregada al criterio de los socios, pues
es una regla establecida en su propio interés, y en su desacuerdo por el juez. Los
socios pueden provocar judicialmente la disolución probando que con las cosas que
quedan, la sociedad no puede continuar útilmente sus actividades. Esta regla no es
sino una aplicación de la causal general de disolución judicial del art. 2108 que
faculta pedir la disolución siempre que haya grave motivo.
Los socios que desean formar la sociedad prometen poner algo en común con la mira
de repartir los beneficios que de ella provengan. Frente al incumplimiento de la
obligación de enterar el aporte, la sociedad puede exigir el cumplimiento forzado de
ella (embargo de bienes y venta de los mismos) o excluir al incumplidor de la misma.
En ambas hipótesis no se produce la disolución de la sociedad, pero nada impide que
los socios puedan pedirla de acuerdo con el artículo 2101 del Código Civil que
expresa:
Art. 2.101: “Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a su promesa de
poner en común las cosas o la industria a que se ha obligado en el contrato, los
otros tendrán derecho a dar la sociedad por disuelta”.
Art. 2.102: “Si un socio la aportado la propiedad de una cosa, subsiste la sociedad
aunque esta cosa perezca, a menos que sin ella no pueda continuar útilmente. Si
sólo se ha aportado el usufructo, la pérdida de la cosa fructuaria disuelve la
sociedad, a menos que el socio aportante la reponga a satisfacción de los consocios,
o que éstos determinen continuar la sociedad sin ella”.
1era. situación: Un socio lleva a la sociedad el dominio de una cosa; si ésta perece
después que la tradición fue hecha, la pérdida es de la sociedad, puesto que las cosas
perecen para su dueño, y la sociedad lo es. En estos casos, la sociedad no podrá exigir
al socio que la reemplace por otra, porque el aporte fue cumplido.
En esta situación, la sociedad como contrato va a subsistir, pero hemos visto que
cuando la pérdida de la cosa es total, se disuelve, y si es parcial, y no puede subsistir
útilmente, los socios pueden provocar la disolución.
En este caso, el socio debe reemplazar la cosa por otra semejante, o soportar la acción
de los socios que piden la disolución de la sociedad.
A pesar de que la ley dice que la pérdida de la cosa fructuaria disuelve la sociedad, la
verdad es que la disolución no se produce de pleno derecho; el Código sólo da la
facultad a los socios de pedir la disolución, tanto más cuando el propio artículo indica
que la disolución puede evitarse, bien cuando el socio reemplazó la cosa, o cuando
los socios acordaren continuar sin ella.
La sociedad colectiva es una sociedad de personas y puede que los socios no tengan
en los herederos del fallido la misma confianza que en éste tenían; por eso, la muerte
de cualquiera de los socios produce ipso jure, de pleno derecho, la disolución de la
sociedad. Sin embargo, no hay ningún inconveniente para que los socios estipulen
expresamente que la sociedad no se disolverá por el fallecimiento de uno de ellos.
Esta estipulación podrá hacerse de dos maneras. En primer lugar, estableciendo que
la sociedad continúe con los herederos del fallido; en este caso, no hay cuestión, y si
el socio fallecido es uno de los administradores, no se transmite a éstos la facultad
administrativa que a su causante le correspondía.
Según lo dispone el art. 2105 del Código Civil: “Los herederos del socio difunto que
no hayan de entrar en sociedad con los sobrevivientes, no podrán reclamar sino lo
que tocare a su autor, según el estado de los negocios sociales al tiempo de saberse
la muerte, y no participarán de los emolumentos o pérdidas posteriores sino en
cuanto fueren consecuencia de las operaciones que al tiempo de saberse la muerte
estaban ya iniciadas”
En este caso, es claro que no habrá una división material de los bienes sociales,
porque ello sería incompatible con la subsistencia de la sociedad. Por tanto la
liquidación va a ser ideal, es decir, se hará una valorización de los distintos bienes
del activo y una estimación de las deudas del pasivo, para ver cuanto vale la cuota
del socio muerto que debe entregarse a sus herederos.
Esta valorización de los negocios deberá hacerse considerando el estado existente al
momento de la muerte del socio.
Si la sociedad ha de continuar con los herederos del difunto, tendrán derecho para
entrar en ella todos, exceptuándose solamente aquellos que por su edad o sexo o por
otra calidad hayan sido expresamente excluidos en la ley o el contrato.
Fuera de este caso los que no tengan administración de sus bienes concurrirán a los
actos sociales por medio de sus representantes legales”.
De acuerdo con la norma, los incapaces deben concurrir a los actos sociales por
intermedio de sus representantes legales.
Estas causales son la aplicación del principio “intuito personae” que inspira el
contrato de sociedad colectiva. Si uno de los socios se vuelve demente y es declarado
en interdicción, los consocios tendrán que tratar con su curador que puede no
merecerles confianza, por consiguiente, no va a existir el mismo interés en seguir
asociado, y es justo que se conceda el derecho a pedir que se deshaga la sociedad en
este caso.
Este derecho está establecido en el interés privado de los socios. Por tanto, éstos
podrán o no alegarla. Así los dispone el art. 2106 en su inciso segundo: “Podrá, con
todo, continuar la sociedad con el incapaz o el fallido, y en tal caso el curador o los
acreedores ejercerán sus derechos en las operaciones sociales. El marido como
administrador de la sociedad conyugal, representará de la misma manera a la mujer
que siendo soletera se casare”.
No es pues una causal de disolución que opere de pleno derecho, ya que la sociedad
puede seguir subsistiendo si los socios lo desean.
Al pactar sociedad las partes lo han hecho en consideración a que todos han de
colaborar para formar la responsabilidad de la sociedad que a más de descansar en
el patrimonio común descansa sobre la responsabilidad de los socios
individualmente considerados. Esta responsabilidad, en las sociedades colectivas
comerciales es indefinida y solidaria, pero en las relaciones entre los socios es a
prorrata de sus aportes, salvo pacto en contrario.
Si hay un solio insolvente y otro u otros socios son obligados a pagar en virtud de su
responsabilidad solidaria, estos no podrán repetir contra aquél y su cuota los
gravará. De ahí que, ante la insolvencia de uno de los socios, sus consocios se pueden
poner a cubierto de las eventualidades perjudiciales que les pueda acarrear el hecho
de estar asociados colectivamente a un insolvente, pidiendo la disolución de la
sociedad.
Art. 2.107: “La sociedad podrá expirar en cualquier tiempo por el consentimiento
unánime de los socios”.
Este acuerdo que pone fin al contrato de sociedad antes de expirado el tiempo por el
que se celebró está sujeto a la solemnidad que establece el art. 350, inciso 2°, y que
son escritura pública e inscripción de su extracto en el registro de comercio. De ahí
también que en el art. 364 nos diga que este acuerdo no produce efectos respecto de
terceros mientras no se haga la inscripción.
¿Qué pasa ahora, si uno de los socios se opone a la disolución anticipada? ¿Podría la
mayoría pasando por sobre la voluntad de este oponente, llevarla a cabo? Parece que
no, dado que el artículo 1545 del Código Civil dice que el contrato es ley para las
partes contratantes y sólo puede terminar por el mutuo consentimiento o por causas
legales. Por lo demás, los acuerdos de la mayoría sólo obligan a la minoría cuando
recaen sobre un acto de administración o sobre el fin de la sociedad, pero tratándose
de la disolución es necesario la unanimidad (art. 2054 C.C.).
Art. 2108: “La sociedad puede expirar también por la renuncia de uno de los
socios”.
La sociedad puede terminar también por la renuncia de uno de los socios. Ella opera
sólo en dos casos:
La ley ha dejado abierta la posibilidad a los socios para que se retiren de la sociedad,
ya que no pueden estar formando parte de ella contra su voluntad.
Para que la renuncia produzca efectos (sociedad sin plazo o autorización en los
estatutos) deberá cumplir los siguientes requisitos:
La renuncia que se hace de mala fe no vale, cuando se hace, por ejemplo, con el
propósito de apoderarse de un negocio de la sociedad, como lo indica el artículo
2.111:
“Renuncia de mala fe el socio que lo hace por apropiarse una ganancia que debía
pertenecer a la sociedad; en este caso podrán los socios obligarse a partir con ellos
las utilidades del negocio, o a soportar exclusivamente las pérdidas, si el negocio
tuviere mal éxito.
En estos casos, la sociedad sigue subsistiendo para los efectos de aplicar al socio las
sanciones que la ley establece.
Tiene relación con cuestión los N° 2° y 4° del artículo 404 del Código de Comercio,
que dicen:
“2°) Aplicar los fondos comunes a sus negocios particulares y usar en éstos la firma
social.
El socio que hubiere violado esta prohibición llevará a la masa común las ganancias,
y cargará él solo con las pérdidas del negocio en que invierta los fondos distraídos,
sin perjuicio de restituirlos a la sociedad e indemnizar los daños que ésta hubiere
sufrido.
Podrá también ser excluido de la sociedad por sus consocios.
4°) Explotar por cuenta propia el ramo de industria en que opere la sociedad, y hacer
sin consentimiento de todos los consocios operaciones particulares de cualquiera
especie cuando la sociedad no tuviere un género determinado de comercio.
Los socios que contravengan a estas prohibiciones serán obligados a llevar al acervo
común las ganancias y a soportar individualmente las pérdidas que les resultaren”.
Aun cuando el socio tenga interés en retirarse, debe aguardar para ello un momento
oportuno
La ley protege, pues, el interés del grupo que está por sobre el interés individual que,
no obstante la inoportunidad de su renuncia insiste en retirarse de la sociedad, las
mismas sanciones que impone al renunciante de mala fe.
Respecto del socio que se va sin renunciar, que abandona la sociedad, de hecho, el
artículo 2113 aplica la misma regla que a los renunciantes.
La sociedad puede expirar también por graves motivos. Existen motivos graves,
como, por ejemplo, 1) la inejecución de las obligaciones de un socio; 2) la pérdida de
un administrador inteligente que no pueda reemplazarse entre los socios; 3)
enfermedad habitual del renunciante que lo inhabilite para las funciones sociales; 4)
mal estado de los negocios por circunstancias imprevistas, u otros de igual
importancia (art.2.108 C.C.).
A estos motivos graves, calificados por la ley, es decir que comprobados obligan al
juez a pronunciar la disolución.
12. Formalidades de la disolución de la sociedad y sus efectos
La disolución produce efectos entre los socios desde que ella tiene lugar o desde
cuando se declare la ocurrencia de la causal que le pone término, según el caso.
Respecto de terceros la disolución no produce mientras no se cumplan las
formalidades (escritura pública e inscripción en el Registro de Comercio, arts.350 y
354). En caso contrario, los terceros tienen derecho a considerar la sociedad como si
estuviera vigente.
Disuelta la sociedad procederá a la liquidación por la persona que al efecto haya sido
nombrada en la escritura social o en la escritura de disolución. Producida la
disolución social, se originan los siguientes efectos:
PRESCRIPCIÓN
1. Plazos de prescripción
Art. 419 del Código de Comercio: “Todas las acciones contra los socios no
liquidadores, sus herederos o causahabientes prescriben en cuatro contados desde
el día en que se disuelve la sociedad, siempre que la escritura social haya fijado su
duración o la escritura de disolución haya sido inscrita conforme al articulo 354.
La sociedad se obligó por el acto ejecutado por su agente o por el liquidador durante
el proceso de la liquidación y esta responsabilidad comprende el patrimonio social y
el individual de los socios.
De ahí que el art. 422 diga que “La prescripción no tiene lugar cuando los socios
verifican por sí mismos la liquidación o la sociedad se encuentra en quiebra”.
“La prescripción corre contra los menores y personas jurídicas que gocen de los
derechos de tales, aunque los créditos sean ilíquidos, y no se interrumpe sino por las
gestiones judiciales que dentro de los cuatro años hagan los acreedores contra los
socios no liquidadores (art. 420).
“Pasando los cuatro años, los socios no liquidadores no serán obligados a declarar
judicialmente acerca de la subsistencia de las deudas sociales” (art.421).