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UNIVERSIDAD DE LAS FUERZAS ARMADAS

Desarrollo de emprendedores
Nombre: René Yánez
Fecha: 10/11/2017

Actividad emprendedora en el ecuador y américa latina


Introducción
El Emprendimiento es un proceso que con el transcurso del tiempo ha venido causando un
impacto positivo en la creación de empresas, fenómeno que coadyuva a la generación de empleos,
mejorando su eficiencia en la productividad, hasta lograr un nivel de competitividad en mercados
nacionales e internacionales.
En América latina es mucho de lo que se ha venido hablando sobre “Emprendimiento”, algunos
manifiestan que es la iniciativa de personas adultas para crear una empresa, algunos la definen
como la motivación y entusiasmo para estar inmersos en los negocios, otros, como la tendencia
del entorno, llevada a la realidad.
Sin embargo, cuando se habla de emprendimiento, se debe pensar en un proceso metodológico y
sistémico, mediante las actitudes de las personas, las actividades que realizan y las aspiraciones
hacia el futuro, que a través de una serie de etapas, se puede llegar al logro de los objetivos
trazados. Lo anterior, permite que estas metodologías, se concentren en el ente emprendedor,
tratando de identificar y describir las actividades que puedan ejercer estas personas dentro de la
región.
Proceso Emprendedor
Si bien es cierto que este proceso inicia con una idea de negocios, también vale la pena tener en
cuenta que el emprendedor potencial identifica oportunidades, aunado al conocimiento,
habilidades y destrezas que lo impulsan a llevar a cabo sus intenciones iniciales. Basado en este
hecho, se observa que en Chile, el 48% de los emprendedores iniciales y el 51% de los
establecidos, declaran tener entre 1 a 5 personas laborando. Sin embargo en los próximos años, el
54,3% y 46% respectivamente, esperan contratar de 1 a 5 trabajadores, mientras que el 12,9% y
10,5%, respectivamente, contratarían 20 empleados o más. Lo anterior, significa que dependiendo
de la etapa de emprendimiento, un bajo porcentaje se inclinaría a tener en sus empresas mayor
número de empleados, mientras que un porcentaje elevado, optan por contratar pocos empleados.
El porcentaje de emprendedores nacientes entre 18 – 64 años de edad en América latina, señala a
Ecuador con un (16,7%) y una tendencia alcista desde 2009 (6,3%); Chile con un (14,7%) y una
tendencia de crecimiento desde el 2006 (5,7%) hasta la fecha. De la misma forma se encuentran
México y Brasil con tendencia alcista desde el 2011. Además se observa un decrecimiento en
Perú de (-34%) en cuanto a emprendedores nacientes a partir de del 2010 (22,4%), hasta el 2012
(14,7%), mientras que Colombia presenta una disminución del (-10,5%) desde el 2011 con
(15,2%) hasta el 2012 (13,6%).
Respecto a los productos ofrecidos, el 48,7% de los iniciales y el 50% de los establecidos,
consideran que los productos para sus clientes son nuevos, donde el 13% y 6% respectivamente,
manifiestan que gran parte se debe a que la tecnología utilizada es nueva (menor a un año), en
cambio un alto porcentaje (78,4%), con mayor experiencia, logran expansión sin nuevas
tecnologías. Esto significa que los emprendedores nuevos, en su afán de lograr reconocimiento,
productividad y competitividad nacional e internacional, optan por invertir en nuevas tecnologías.
A propósito Autito, (2010, p. 234), manifiesta que el emprendimiento no solo depende de estudios
económicos, sino, de comportamientos individuales que lo lleven a convertirse en nuevos
empresarios”. Estos nuevos propietarios por lo general han pagado sueldo y otros gastos a sus
empleados por más de tres años pero menos de 42 meses. Este análisis de emprendimiento en
América latina, fundamentado en el modelo del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), desde
1997 a través de las investigaciones realizadas por la Babón Collage (USA) y London Business
Chol (UK), se basa en el soporte del Global Competitiveness Reporte obtenido en el Foro
Económico Mundial.
Los emprendedores
Sin dudas, mucho se ha hablado de las características de temperamento y educación que aparecen
en los emprendedores, desde los textos canónicos de Schumpeter a las conceptualizaciones más
modernas del Lean Sarto up. En el informe de CAF, se dice que “el éxito en los negocios lo
alcanzan individuos con capacidad para el pensamiento creativo e innovador, que pueden soportar
situaciones de incertidumbre y riesgo, tienen cualidades que los predisponen a la tarea gerencial
y además muestran gran valoración sobre la autonomía”. Debido a los cambios dinámicos que se
manifiestan a niveles tecnológicos, económicos, sociales y comunicativos en la actualidad, la
tolerancia al riesgo adquiere mayor importancia.
A esta circunstancia se ajusta la definición de Paris de L’Etraz, profesor de emprendimiento en la
española IE Business Chol, quien explica que un emprendedor es aquella “persona que ve
oportunidad en la ambigüedad e incertidumbre mientras que los demás casi siempre ven miedo e
inseguridad”. Algunos autores añaden otro rasgo que aparece como reacción al contexto y es la
voluntad de superar la resistencia al cambio que surge alrededor. También se suma la capacidad
de adaptación y flexibilidad.
Fernando Moncayo, emprendedor ecuatoriano de experiencia, profesor de IDE Business School
y cofundador de Asam Business Groa, llama la atención sobre la diferencia entre la capacidad
creativa y la capacidad innovadora y emprendedora. “La gente cree que es emprendedor porque
tiene una idea y eso es un gran error. Las ideas son las que más abundan. Pero el proceso de
desarrollo de una compañía comienza por una idea, pasa por un emprendedor que transforma esa
idea en realidad, y después necesita un administrador que convierta esa realidad en una
organización rentable, que crezca y se vuelva escalable”.
Sin embargo, sacar adelante un emprendimiento de calidad no depende únicamente de las
cualidades de un individuo. El contexto juega un rol determinante en el desarrollo de las empresas,
aunque es difícil determinar con exactitud que debe ofrecer una locación para estimular la
actividad emprendedora y la innovación.
En un libro como Stuart-up Natío: La historia del milagro, se argumenta que en Israel han
convergido factores que van desde la posición geográfica, las políticas públicas y la historia de
una nación, para favorecer las innovaciones y emprender. Mientras, Barcelona en España se ha
desarrollado como polo de emprendedores por varias razones, entre las cuales se incluyen “la
llegada de gente de otros sitios con más experiencia en la actividad, y la crisis que ha reducido
los empleos sin dejar otra opción, lo cual también ha influido en que aumente la tolerancia a los
fracasos y la admiración al que emprende”, dice Oscar Sánchez, director de la Fundación Escolar
Emprendedor.
En este sentido, Rey Norte, director ejecutivo de Cleantech Open, organización estadounidense
sin ánimo de lucro que maneja una de las más grandes aceleradoras de negocios de tecnología
limpia, señala que el lugar donde va a operar el emprendedor debe contar con algunas entre varias
cualidades. “El atributo número uno que debe mostrar el entorno es tolerancia al fracaso. Debe
estar diseñado para permitir a la gente tomar riesgos. Por otra parte también es necesario tener
acceso a mecanismos que reduzcan el riesgo. Esto implica poder acceder a servicios y
metodologías de apoyo como abogados, contadores, consultores, organizaciones de recursos
humanos, asesores en temas de patentes y propiedad intelectual, mentores, que estén dispuestos a
trabajar pro-bono al inicio, o permitan pagar con posterioridad, para poder levantar una compañía
de la nada, y limitar la salida de efectivo a cantidades mínimas”. Adriana García Grasso, directora
del Centro para la Innovación, Consultoría y Empresario (CICE) de la Universidad EAFIT en
Colombia, agrega otras entidades que intervienen en la asistencia a los emprendedores, “en
Colombia las iniciativas de emprendimiento cuentan con instituciones que apoyan su desarrollo,
teniendo en cuenta el enfoque o tipo de actividad que se desee materializar, existen las
incubadoras, los centros de desarrollo empresarial, instituciones y fondos financieros, centros de
ciencia, tecnología e innovación, instituciones de educación superior, gremios y asociaciones y
acceso a organismos internacionales”. Notando precisamente las carencias del contexto en
América Latina, Moncayo enfatiza el factor cultural. El emprendedor ecuatoriano critica la
tendencia latina a castigar el fracaso de un lado, y preferir mantenerse en la zona de confort antes
de arriesgar demasiado. Sobre esto, observa que “el país que gane la carrera del cambio de matriz
productiva será el de mayor resultados en la cultura emprendedora”. Es decir, el país que entienda
la importancia de los fracasos como fuente de aprendizaje en la carrera del emprendedor y le
facilite intentarlo nuevamente.
En América Latina el 42% de los emprendedores identifican oportunidades de negocios, mientras
que el 28% se convierten en emprendedores por necesidad, sin embargo, existen factores que se
consideran fundamentales e influyen en el grado de emprendimiento tales como el sistema
educativo que manejan los países, el apoyo gubernamental, que promueva el desarrollo de
empresas a través de políticas de estímulo y exención de impuestos, el apoyo financiero para la
disponibilidad de recursos, préstamos y subsidios. Otro aspecto que se relaciona con la actividad
emprendedora es el PIB per cápita que tienen los países. Cuando estos tengan un PIB bajo, la
actividad emprendedora será mayor, mientras el PIB aumenta, la actividad emprendedora tiende
a disminuir.
Tan pronto inicien los emprendedores, deben ser conscientes de la profesionalización, porque van
a crear empresas y requieren herramientas y capacidades de empresarios, que no son las mismas
cuando el emprendedor inicia una página de internet, por ejemplo:
El emprendedor además de sus habilidades y destrezas para desarrollar su proceso, debe incluir
dentro de sus políticas corporativas, aspectos relacionados con la preservación y conservación al
medio ambiente, así como políticas de Responsabilidad Social orientadas hacia la ética
empresarial y mejoramiento de la calidad de vida de sus empleados y su núcleo familiar.
Un buen emprendedor debe tener en cuenta los cambios del entorno, ya que ejerce influencia tanto
en la personalidad como en el carácter y pueden causar impacto positivo o negativo durante el
desarrollo de sus actividades.
Esto se hace desde la educación, la cultura, los valores, los modelos de emprendimiento de un
país, esto es lo que construye a un emprendedor. Por tanto debe ser flexible y tener la capacidad
de ajustarse a los cambios presentados.
Por último todo emprendedor con orientación a la expansión, debe tener la visión de desarrollar
proyectos. Estos deben llevarse a cabo a través de lineamientos internacionales señalados por
organismos como el Project Management Instituto (PMI), que a través de herramientas como el
PMBOK 2012, los grupos de procesos y áreas de conocimientos, facilita la interacción de los
involucrados en el proceso y conducen al éxito de los mismos. El país tiene la tasa de actividad
emprendedora más alta de América Latina. En el 2015, uno de cada tres adultos en Ecuador había
emprendido en un negocio nuevo o estaba en proceso de hacerlo. Así lo sostiene el Global
Entrepreneurship Monitor (GEM), un informe global que mide el emprendimiento. A escala
regional, los datos del GEM señalan que a Ecuador le siguen en actividad emprendedora Chile y
Colombia. Ecuador registró una tasa de actividad emprendedora (TEA) de 33,6%. De ese
porcentaje, el 25,9% correspondió a negocios nacientes y un 9,8% a negocios nuevos. Para los
expertos en el tema, el elevado porcentaje de emprendimientos nuevos en Ecuador, no quiere
decir que haya un impacto de estos en el crecimiento del país. Según el estudio, Ecuador se
caracteriza por favorecer el emprendimiento, pero el impacto de este no se evidencia en la
economía y en la generación de empleo, porque muchas iniciativas no alcanzan a consolidarse.
Además, los responsables del GEM consideran urgente en el país desarrollar emprendimientos de
calidad. Otro indicador es el Índice de Emprendimiento e Innovación, elaborado por la Alianza
para el Emprendimiento y la Innovación. Según este medidor, existen siete pilares que se analizan:
innovación, talento humano, política y marco regulatorio, soporte, mercado, cultura y
financiamiento. El que menos se ha desarrollado es el marco regulatorio; dentro de este pilar está
la Ley de re emprendimiento que se impulsa desde hace tres años. El más desarrollado es el de
cultura, es decir el cómo la sociedad enfrenta el riesgo de emprender y si se pierde el miedo a
innovar. El entorno económico, social, cultural y político es crítico tanto para el surgimiento de
nuevas empresas, como para su evolución y crecimiento en particular. El modelo propuesto por
el Global Entrepreneurship Monitor tipifica el entorno a través de las Condiciones Marco para el
Emprendimiento, medidas por la percepción favorable o desfavorable de estas, por un conjunto
de informantes clave, denominados expertos país. Para cada condición, existe un conjunto de
ítems medidos en una escala Likert de nueve puntos, que va desde altamente insuficiente hasta
altamente suficiente. Un par de ejemplos de los ítems para el factor de Apoyo Financiero son:
“En mi país, los emprendedores disponen de suficiente capital propio/ patrimonio para financiar
las empresas nuevas y en crecimiento”, o “En mi país, la salida a bolsa es un recurso
habitualmente utilizado para financiar las empresas nuevas y en crecimiento”. En la segunda
sección, con un formato abierto, se invita a los expertos a identificar factores que promueven y
otros que restringen el emprendimiento, y a proveer recomendaciones para mejorar el ecosistema.
Para el efecto se utiliza la Encuesta Nacional de Expertos (NES por sus siglas en inglés), que se
administra a 36 informantes clave de cada país. La encuesta está estructurada de la siguiente
manera: el primer bloque del cuestionario representa cada una de las nueve Condiciones Marco
del Emprendimiento (EFC).
Para los voceros de la Alianza para el Emprendimiento, la clave del índice es que el Ecuador se
compare con otros países. Apoyaremos la economía popular Lenin Moreno Proponemos un Pacto
por el Empleo, la Inversión Productiva, la Innovación y la Inclusión, que incluye simplificar la
normativa tributaria, los procesos aduaneros y la constitución de empresas. Impulsaremos la
aprobación del proyecto de Ley Orgánica de Optimización y Eficiencia de Trámites presentado a
la Asamblea en noviembre pasado. Así se reducirán los costos generados por la excesiva
tramitología, en beneficio de los emprendimientos y pequeña empresa. Subiremos del 6 al 10%
de espacio de mercado en compras públicas para los productos y servicios de la economía popular
y solidaria. Impulsaremos nuevos emprendimientos Guillermo Lasso Negocios formales en un
día y prácticamente con cero costos. Esta es nuestra propuesta para los ecuatorianos que quieren
emprender. En la actualidad, en Ecuador, se necesita realizar al menos 12 trámites y contar con
USD 1 200 para empezar una empresa formalmente. Por eso presentaremos la Ley del Primer
Emprendimiento de forma prioritaria, para facilitar que se concreten las iniciativas de todos los
emprendedores. Con pasos sencillos que pueden realizarse desde una página web o de forma
presencial, impulsaremos nuevos emprendimientos y con ello, la generación de empleo.
Entregaremos fondos de inversión Washington Pesantez Financiaremos a los emprendedores para
que puedan fortalecerse y expandirse; por ejemplo llamaremos a un concurso cada año para
entregar fondos de inversión de riesgo y de desarrollo en áreas estratégicas como: tecnología,
turismo, productos alimenticios, biotecnología, TIC, energías alternativas... Todo en coordinación
con las oficinas comerciales y Comercio Exterior para promocionar los proyectos emprendedores
en mercados tradicionales y nuevos. Fomentaremos la participación con la empresa privada, las
universidades, los colegios como socios o aliados estratégicos de los emprendedores. Los
innovadores serán recompensados Paco Moncayo Nuestro programa está organizado por el
permanente estímulo al espíritu emprendedor y a las universidades orientadas a la innovación y
servicios. Las empresas y los jóvenes emprendedores que innoven serán recompensados por el
Estado con incentivos tributarios, líneas de crédito y promoción en el exterior. Incrementaremos
la producción y la productividad, vía investigación tecnológica, adquisición y transferencia de
tecnología y biotecnología. Fomentaremos la investigación, generación y extensión de tecnología
de alta productividad para pequeños y medianos productores, así como redes de productores. Se
debe emprender con libertad Abdalá Bucaram Tenemos que meternos en la cabeza que lo que
necesita el Ecuador es acabar con un proyecto que nos quiere llevar a vivir como en Venezuela.
Ningún proyecto de emprendimiento que sea centralizado y dependiente del Estado es beneficioso
para la economía porque el Estado ha sido históricamente un pésimo administrador. El Estado
tiene que cumplir su rol que es regular, poner las condiciones, pero no administrar la economía
de su pueblo o las familias del país. Necesitamos que las familias emprendan con libertad y
nosotros apoyaremos todos los proyectos que busquen ese objetivo.
El índice de Actividad Emprendedora Temprana de Ecuador (cuya sigla es TEA) es de 33.6%, es
decir que uno de cada tres adultos en el país ha desarrollado actividades relacionadas a crear un
negocio o ya tenía uno que no superaba los 42 meses de existencia. Estos son algunos de los
datos que se desprenden del informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM), un proyecto
mundial para medir el emprendimiento y diversos indicadores relacionados. En la edición 2015
incluyó el análisis de 62 países; en el caso de Ecuador fue ejecutado por la Espae Graduate School
of Management de la Espol. La Espae presentó esta tarde en Guayaquil los resultados del estudio
2015 y las reflexiones que dejan un informe de esta naturaleza. Una de ellas es que la ubicación
que tiene Ecuador demuestra que los ecuatorianos tienen lo que los autores del estudio calificaron
como "gen del comercio", pero que no necesariamente eso va ligado a que los emprendimientos
se consoliden a largo plazo, se desarrollen con propuestas sólidas de innovación aparejadas con
políticas públicas eficientes y que dejen una profunda huella en la economía. "No es
necesariamente sinónimo de que el futuro va a ser mejor", conceptualizó sobre esto Guido
Caicedo, profesor de la Espae y uno de los autores del informe. Otro dato interesante del estudio
es que la tasa de emprendimiento por necesidad (alguien que se quedó sin empleo, por ejemplo),
al igual que en ediciones anteriores, se encuentra por encima del promedio de América Latina y
el Caribe. Ecuador tiene un 30.6% de TEA por necesidad y la región un promedio de 28.3%.El
proyecto GEM lo inició en 1999 el Babson College, de los Estados Unidos y la London Business
School. Además de Caicedo, los autores del informe de Ecuador fueron Virginia Lasio, Decana
de la Espae; Xavier Ordeñana y Édgar Izquierdo, profesores de la Espae. La proporción de
empresas establecidas, es decir, con antigüedades superiores a los tres años y medio, también ha
tenido un comportamiento variable de un país a otro. Manteniendo los mismos ejemplos de países,
observamos cómo en Brasil, Chile y Ecuador ha habido un incremento en esta variable, mientras
Colombia ha experimentado una disminución importante de sus empresarios establecidos,
Uruguay ha mantenido la tasa relativamente estable y Perú ha experimentado una alta volatilidad
en esta medición.
No obstante, lo que es una realidad en prácticamente todos los países de la región, es que los
emprendimientos cada día son menos motivados por la necesidad y más motivados por
oportunidad, aunque en comparación con otras zonas del mundo, Latinoamérica tiene en
promedio una elevada presencia de motivación por necesidad, solo superada por las iniciativas
empresariales de África y el Sur del Sahara, y Europa y Asia Central.
¿Cómo ha evolucionado la actividad emprendedora en América Latina en la última década?
El comportamiento de los países de la región ha sido muy diverso. Algunas economías como las
de Colombia y Perú han visto decrecer el porcentaje de población adulta emprendedora, mientras
que en Chile y Ecuador, por ejemplo, el nivel de emprendimiento ha crecido notablemente, y en
países como Brasil y Uruguay el crecimiento ha sido moderado, tal como se observa en el
siguiente gráfico.
Es preciso tomar en cuenta que la década analizada estuvo signada por un alto dinamismo
económico en América Latina, derivado de los elevados precios internacionales de las materias
primas que en general representan la mayor proporción de los ingresos de los países de la región,
de manera que ante el declive de estas variables en el último año, es esperable que las tendencias
de los indicadores relacionados con el emprendimiento puedan verse afectadas en los próximos
años. En el próximo blog se analizarán otras variables relacionadas con la evolución del
emprendimiento en América Latina en la última década, tales como el grado de innovación e
internacionalización.

Desarrollo
El emprendimiento es un proceso crítico en una economía capitalista dinámica. Genera nuevas
capacidades productivas, procesos y bienes; promueve la innovación; y fomenta la creación de
empleo, el crecimiento y el desarrollo. Al mismo tiempo, los patrones distorsionados de la
iniciativa empresarial pueden conducir a la mala asignación de recursos y la baja productividad.
El emprendimiento es un tema importante y fascinante. Atraviesa muchas disciplinas, incluida la
psicología, la teoría de la producción, la economía laboral, la economía del talento, la teoría del
riesgo y las políticas públicas. La visión prototípica representa a los empresarios como individuos
ambiciosos, competitivos, creativos e independientes con el coraje de emprender nuevos
esfuerzos en contextos inciertos: el ideal del capitalismo competitivo.
La literatura de la escuela de negocios se enfoca en temas prácticos complejos, como los objetivos
y habilidades del emprendedor, las fortalezas centrales de la empresa, la elaboración de planes
estratégicos y de negocios, y el descubrimiento de oportunidades, nichos de mercado y
posibilidades de financiamiento.
Desde una perspectiva de política pública, es deseable que los empresarios provengan no solo de
élites ricas sino también de grupos de clase media y de bajos ingresos, creando oportunidades más
amplias para realizar el potencial productivo oculto de las personas en todos los niveles de la
sociedad. La promoción del espíritu empresarial se concibe como una forma de fomentar la
movilidad social ascendente y de impulsar el dinamismo económico y la transformación
productiva.
Sin embargo, los rasgos empresariales, como la propensión a imaginar oportunidades, movilizar
recursos, asumir riesgos e innovar, no se distribuyen ampliamente entre la población en general.
Los empresarios como grupo representan una pequeña proporción de la población
económicamente activa, aunque el impacto del emprendimiento exitoso puede ser bastante
grande.
Históricamente, la clase media era una fuente principal de iniciativa empresarial en el desarrollo
del capitalismo en Inglaterra y otros países. Las aristocracias en declive en declive dieron paso a
un prometedor segmento de la clase media emprendedora centrada en las áreas urbanas. En los
tiempos modernos, importantes innovaciones tecnológicas con gran potencial de mercado (como
el desarrollo de software y productos emblemáticos como Google y Facebook) han sido
protagonizados por personas jóvenes y educadas que operan de forma independiente en pequeñas
empresas. La medida en que este proceso en gran medida espontáneo puede replicarse en
diferentes lugares y contextos sigue siendo una pregunta abierta.
Al mismo tiempo, estas historias de éxito conviven con un tipo muy diferente de emprendimiento
que está muy extendido en América Latina y otras partes del mundo en desarrollo. Los
"empresarios de necesidad" lanzan su propio negocio no por elección, sino por necesidad: la
necesidad de ganarse la vida cuando faltan otras opciones, como el empleo asalariado. A menudo
operan en el sector informal. Sus emprendimientos tienen bajos niveles de tecnología y obtienen
una tasa de retorno equivalente a la de un trabajo asalariado relativamente modesto, pero los
empresarios enfrentan más riesgos que los empleados en el sector formal. La distancia entre el
empresario idealizado, innovador y atemorizador descrito por el economista y politólogo Joseph
Schumpeter1 y los numerosos modestos empresarios del mundo en desarrollo es sorprendente.
En la práctica, el emprendimiento es un segmento muy heterogéneo de la economía, y los
empresarios son un segmento heterogéneo de la población. Esto hace que el apoyo de la iniciativa
empresarial y los empresarios sea un objetivo potencialmente elusivo de las políticas públicas.
Las políticas públicas, si se diseñan adecuadamente, deberían tener como objetivo explotar las
sinergias entre las capacidades educativas, los antecedentes familiares en hogares con una
tradición empresarial y la búsqueda de la independencia y el impulso para emprender proyectos
productivos. Muchos legisladores de todo el mundo también están impulsados por el objetivo de
promover una creciente clase media, que se considera una fuente de moderación política,
estabilidad social y, como lo mostrará este libro, capacidades empresariales y la movilidad social
ascendente asociada. Por estas razones, las políticas públicas en América Latina y en otros lugares
que buscan promover el espíritu empresarial deben tener como objetivo involucrar a la clase
media y las partes más bajas de la distribución del ingreso.
Hacer compensaciones
Dos características críticas de la actividad emprendedora documentadas en este libro son
importantes a la hora de formular políticas públicas para promover el emprendimiento.
El primero es el número relativamente pequeño de empresarios en la población económicamente
activa. (Por supuesto, el impacto de esta actividad minoritaria puede ser alto.) El segundo es la
heterogeneidad de la actividad empresarial.
Como se mencionó, los rasgos empresariales, como la propensión a imaginar oportunidades,
movilizar recursos, asumir riesgos e innovar, no se distribuyen ampliamente entre la población en
general. Por lo tanto, las políticas pro empresariales no serán políticas de masas, a pesar de su
objetivo aparente de crear una mayoría de empresarios en la población y extender el alcance del
"capitalismo popular" a las clases medias y bajas. La amplia gama de iniciativas empresariales,
incluido un pequeño grupo de empresarios a gran escala con acceso a crédito, tecnología y
capacidades innovadoras y de mercado, y un grupo mucho más grande de pequeños y medianos
empresarios y microempresarios de "necesidad" con mucho menos acceso a estas capacidades,
hace que el segmento objetivo, el emprendedor, sea potencialmente difuso, elusivo y muy
heterogéneo.
Estas consideraciones resaltan las diversas concesiones implícitas en los objetivos de las políticas
que apuntan a promover el emprendimiento. Por ejemplo, las políticas empresariales que buscan
promover la autonomía económica, el empleo y la generación de ingresos pueden colisionar con
políticas empresariales que apuntan a promover objetivos tales como capacidades innovadoras,
nuevos productos, nuevas tecnologías y crecimiento económico en toda la economía. El primer
tipo de políticas busca apoyar el emprendimiento micro, pequeño y mediano en actividades que
tienen baja sofisticación tecnológica pero una capacidad para generar empleo y proporcionar los
medios de supervivencia económica para aquellos que están fuera del alcance de las políticas de
protección social. El segundo conjunto de políticas puede apoyar a los empresarios tecnológicos
y al emprendimiento a gran escala.
¿Debería la política pública inclinarse hacia el emprendimiento de clase media y baja, haciendo
que el origen social del emprendedor sea un criterio válido para la política empresarial? Algunos
argumentan que promover una política empresarial de clase media puede ser una política
equivocada. Un argumento similar podría extenderse a las políticas orientadas a promover el
emprendimiento de clase baja.
Los argumentos en contra de promover directamente la iniciativa empresarial de clase baja y
media pueden evaluarse en al menos dos cuentas. En primer lugar, fomentar el emprendimiento
en los segmentos de la sociedad de ingresos medios y bajos puede ser una política compensatoria
que ayude a nivelar el campo de juego del emprendimiento general, dado que los empresarios que
no provienen de familias de altos ingresos a menudo comienzan de desventaja condiciones con
respecto a recursos tales como educación, apoyo parental, modelos de conducta y financiamiento.
Las políticas deben garantizar que el funcionamiento y las capacidades de un emprendedor (en el
sentido de Amartya Sen) se conviertan en realizaciones reales al proporcionar factores de apoyo,
como capacitación y financiamiento.
Segundo, las políticas públicas pueden ayudar a democratizar el emprendimiento cuando los
mercados están dominados por unos pocos grandes actores que impiden el ingreso y la
competencia de participantes pequeños y medianos a través de barreras de facto, como su acceso
superior a la financiación, economías de escala, mejores tecnologías y mayores capacidades para
presionar a los responsables de la formulación de políticas.
Emprendimiento
La palabra "emprendedor" proviene del verbo francés "emprender" y fue utilizada por primera
vez por Richard Cantillon en el siglo XVIII. Cantillon fue uno de los primeros escritores sobre
las funciones del empresario como agente que se ocupa de los riesgos en los negocios y la
producción. En el siglo XIX, el filósofo y economista político británico John Stuart Mill y el
economista y empresario francés Jean Baptiste Say, influenciados por Cantillon, explicaron el
papel del empresario como organizador de nuevos negocios, arriesgando y ejerciendo el control
del proceso de producción. El filósofo alemán y revolucionario social Karl Marx desarrolló una
teoría del "capitalista" (en cierto sentido, el equivalente del emprendedor), enfatizando el papel
de los capitalistas como una nueva clase que revoluciona los modos de producción y las relaciones
sociales en el camino. Marx destacó la función del sistema de fábrica capitalista en la combinación
de tecnología y el uso del trabajo asalariado para obtener ganancias, que podrían reinvertirse en
la búsqueda de mayores ganancias. La discusión que sigue brevemente examina cómo las
diferentes escuelas de pensamiento y pensadores han visto a los empresarios y su papel principal
en el proceso económico.
En la economía neoclásica, la producción y el crecimiento se derivan de una función de
producción (cuyo origen rara vez se discute) que ofrece a los gerentes, empresarios y
administradores un plan de combinaciones económicamente eficientes de factores de producción
tales como trabajo, capital y tecnología para producir bienes y servicios. La función de
producción, sin embargo, es en última instancia una "caja negra". La cuestión de quién lidera,
supervisa y lleva a cabo el proceso de organizar la producción, contratar mano de obra y
combinarla con el capital de acuerdo con un plan de tecnologías está ausente u oculta. El rol del
empresario como organizador y coordinador del proceso de producción y un vínculo con los
mercados de bienes y crédito no está presente en el marco de la función de producción. (Es decir,
una variable, para emprendedores, no es un factor de producción). Las preferencias, habilidades,
actitudes y capacidades de tal organizador de la producción, el emprendedor, están ausentes del
modelo.
El emprendedor según Joseph Schumpeter y Frank Knight El principal teórico del empresario en
el siglo XX fue el economista y científico político austríaco estadounidense Joseph Schumpeter.
El economista estadounidense Frank Knight también ofreció importantes ideas sobre el tema.
Schumpeter desarrolló una teoría del emprendedor basada en una combinación de observación
directa, teoría psicológica y análisis económico.
En su teoría, el emprendedor tiene talento para combinar capital y trabajo y para entretener una
visión de oportunidades y perspectivas de ganancias (ver Schumpeter [1911, 1934] 1989). El
papel crítico del emprendedor es innovar, como introducir un nuevo bien o una nueva línea de
producción o abrir un mercado en un proceso de "destrucción creativa" en el que las nuevas
tecnologías y formas de hacer negocios reemplazan a las antiguas. Schumpeter hizo hincapié en
las peculiaridades que diferencian al empresario del administrador, del inventor puro y del
propietario del capital: la capacidad de emprender nuevas decisiones en las aguas inexploradas de
nuevas actividades, en condiciones de incertidumbre y riesgo.
Una economía "en desarrollo", en términos de Schumpeter, es aquella que salta de un "flujo
circular" (equilibrio) a otro impulsado por innovaciones. Una economía puede estar creciendo
pero no se está desarrollando si se mantiene en el mismo flujo circular (estacionario) que utiliza
la misma tecnología y organización: recuerde que el libro clásico de Schumpeter de 1911 se llamó
The Theory of Desarrollo económico.
Frank Knight, a su vez, influido tanto por la Escuela Austríaca de Economía de Menger, Von
Mises, Bohm-Bawerk, y Hayek, como por la teoría neoclásica, vincula el espíritu empresarial y
las ganancias con el riesgo y la incertidumbre. Hizo hincapié en el rol del empresario y el gerente
como organizar la producción cuando se desconoce la productividad de los trabajadores y otras
contingencias relevantes en la producción no pueden atribuirse a probabilidades precisas,
principalmente debido a la presencia de "incertidumbre". Para Knight, el beneficio fue el la
remuneración de la asunción de riesgos, una categoría diferente a la rentabilidad del capital
invertido en la empresa. Algunas interpretaciones de Knight también enfatizan que el
emprendedor necesita el derecho de propiedad residual (como propietario) para ejercer la función
de "especializarse en juicio, sentido común e intuición como vehículos para llevar decisiones
productivas en un mundo de incertidumbre" (Langlois y Cosgel 1993). , 460).
Movilidad internacional de emprendedores
Desde una perspectiva internacional, los empresarios pueden transferir sus capacidades
innovadoras y generadoras de riqueza de un país a otro. Históricamente, la inmigración de
personas con capacidades empresariales y una actitud favorable hacia la asunción de riesgos
contribuyeron a la creación de empresas, la movilización de recursos, la colonización y la
innovación, factores que respaldaron el crecimiento económico en los países de destino. En las
economías de EE. UU. Y Europa del siglo XIX y comienzos del XX, empresarios exitosos (y
banqueros) -como Mellon, Vanderbilt, Carnegie, Rockefeller y, más prominentemente, la famosa
dinastía bancaria de los Rothschild, con operaciones en Londres, París , Zurich y otros centros
financieros, nacidos en el extranjero o descendientes de inmigrantes por primera vez. En América
Latina, Argentina fue el principal receptor de inmigrantes con habilidades empresariales a fines
del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Este país se basó en la inmigración neta
(empresarios y clase trabajadora), principalmente de España e Italia, y en capital, de Inglaterra y
Alemania, para su desarrollo económico, utilizando ambos para movilizar sus vastos recursos
naturales. A su vez, la diáspora china ha sido una importante fuente de empresarios en el sur y el
este de Asia, al igual que Palestina y la República Árabe Siria en América del Sur. Más
recientemente, a finales del siglo XX y principios del siglo XXI, emigrantes emprendedores de
China; India; Israel; y Taiwán,
China, ha proporcionado recursos humanos para apoyar la creación de industrias de alta
tecnología en hardware y software en Silicon Valley en los Estados Unidos y para conectarlos
con industrias tecnológicas en sus países de origen. Estos empresarios nacidos en el extranjero,
muchos de los cuales vinieron a estudiar a Estados Unidos y Europa antes de convertirse en
empresarios, han desempeñado un papel fundamental, tanto en el país receptor como en el país
de origen, en la transferencia de talento empresarial, conexiones de mercado y nuevos productos
y tecnologías entre economías distantes. Su ubicación y movilidad han ayudado a desarrollar
industrias tecnológicas en países en desarrollo que tradicionalmente han sido importadores de
bienes de alta tecnología (ver Saxenian 2006, Solimano 2008). Los empresarios en América
Latina y otras regiones en desarrollo a menudo operan bajo estructuras productivas altamente
diferenciadas. Esta heterogeneidad se refleja en diferencias significativas entre microempresas,
pequeñas y medianas empresas (PYME) y grandes empresas en términos de intensidad de capital,
generación de empleo, desarrollo de tecnología, acceso al crédito y orientación a la exportación.
Las PYMES a menudo se consideran fuentes importantes de creación de empleo, pero no
necesariamente de desarrollo tecnológico.
Esta visión puede ser desafiada por la experiencia de los Estados Unidos. La Administración de
Pequeñas Empresas de EE. UU. Informa que las pequeñas empresas innovan más que las grandes
empresas y tienen un porcentaje más alto de patentes por empleado que las grandes empresas; a
su vez, es más probable que las empresas más jóvenes tengan más patentes por empleado que las
empresas más antiguas (Wadhwa et al., 2009). Los empresarios son muy heterogéneos. El perfil
emprendedor de Bill Gates o Michael Bloomberg es ciertamente diferente del de un dueño de un
puesto de perritos calientes en los Estados Unidos o una pequeña tienda en un país en desarrollo.
Los emprendedores en gran escala con capacidades para movilizar capital y tecnología pueden
tener un impacto diferente en la actividad económica que los pequeños empresarios. El
economista urbano Edward Glaeser (2007) hace el simple pero importante punto de que el número
de empresas en una industria o ciudad es una consideración importante para evaluar los niveles
de emprendimiento (y la capacidad de crecimiento del empleo también). Si un determinado nivel
de empleo se distribuye entre un mayor número de empresas, entonces el número de líderes
empresariales o empresarios por trabajador debe ser mayor. Esto sugiere que los países con
sectores de PYME relativamente más grandes deben tener un mayor grado de iniciativa
empresarial.
Un resultado empírico interesante en las regresiones reportadas en Glaeser (2007) es la relación
negativa entre el tamaño promedio de las empresas y el crecimiento del empleo. Este resultado es
estadísticamente significativo para una muestra de 533 empresas en los Estados Unidos. Es común
pensar en una relación inversa entre el tamaño de la empresa y los niveles de empleo, pero las
regresiones también identifican la relación en términos de crecimiento del empleo. El estudio y
otros trabajos empíricos indican que la iniciativa empresarial y el crecimiento del empleo parecen
ir de la mano.
Una diferencia importante entre compañías grandes y pequeñas es la naturaleza de las
restricciones que enfrentan. Los mercados financieros generalmente operan con información
asimétrica entre los proveedores de crédito y los solicitantes de préstamos en cuanto a su
capacidad de reembolso y la viabilidad económica de las empresas. Este punto fue planteado hace
años en un artículo seminal de Stiglitz y Weiss (1981), que mostró que aumentar el costo del
crédito (elevar las tasas de interés) podría ser un mecanismo ineficiente para clasificar a los
deudores buenos y malos.
El balance y la información financiera de las empresas más pequeñas suelen estar menos
desarrolladas y sistematizadas que las de las empresas más grandes.
Esta falta de información impide que los bancos otorguen préstamos a empresas más pequeñas y
los alienta a concentrarse en una cartera de empresas más grandes. Otro factor en esta línea es el
tamaño de las operaciones de crédito.
Si los bancos quieren servir a las pequeñas y medianas empresas, deben reducir el tamaño de sus
préstamos: deben dividir los costos fijos de recopilar información y analizar clientes entre
numerosas operaciones más pequeñas. Esto hace que sea menos rentable para los bancos otorgar
crédito a compañías más pequeñas.
El resultado es a menudo una falta crónica de acceso al capital de trabajo y la financiación de
inversiones para las PYME. Los pequeños empresarios deben enfrentar este obstáculo, que tiende
a desalentar la actividad empresarial. Además, a menudo enfrentan otras desventajas, incluyendo
desventajas en el acceso a insumos, retrasos en recibir pagos de proveedores de insumos y
compradores de productos finales, menor desarrollo tecnológico y más tiempo dedicado a lidiar
con la burocracia para obtener permisos y licencias. Para colmo, sus capacidades gerenciales a
menudo son limitadas.
Los orígenes sociales del emprendedor y la clase media Los historiadores del negocio y la
economía han destacado los orígenes de la clase media del emprendedor en el contexto histórico
del capitalismo del siglo XIX en Inglaterra. La clase media emergente o "burguesía" era vista
como diferente de la aristocracia terrateniente que vivía de la renta de las propiedades de la tierra.
La nueva clase empresarial estaba interesada en obtener ganancias en la producción industrial
organizada alrededor de la fábrica capitalista, utilizando trabajadores asalariados en lugar de
artesanos (como antes de la Revolución Industrial).
El origen social del emprendedor en el capitalismo naciente provino más de la clase media que
de la aristocracia o la élite terrateniente.
La tradición de rastrear el origen de clase social del emprendedor se ha perdido en gran medida
en el análisis económico.
No obstante, el interés parece estar creciendo al revaluar el trasfondo social de los empresarios,
utilizando definiciones más amplias de las clases medias y bajas en el contexto de los países en
desarrollo y las economías emergentes, incluida la región de América Latina.
En América Latina, el "emprendimiento de la necesidad" está muy extendido. Las personas que
no pueden encontrar un trabajo como empleado o trabajador en el sector formal de la economía
optan por participar en actividades "empresariales" independientes como una estrategia de
supervivencia económica en lugar de una elección racional entre ocupaciones alternativas. Estas
personas a menudo provienen de los segmentos inferiores de la clase media; muchos otros son
pobres A menudo operan en un contexto de informalidad. Este tema se trata más adelante en este
y en el próximo capítulo.
Con respecto a la clase social, los empresarios pueden provenir de las elites económicas, de la
clase media, y de la clase baja y los pobres.
Esto subraya la heterogeneidad en su escala de operaciones, antecedentes familiares, niveles de
educación, riqueza, valores y actitudes. Una pregunta crítica es hasta qué punto el trasfondo de
clase afecta la decisión, o la necesidad, de convertirse en emprendedor. A su vez, definir una clase
social no es un asunto fácil. Karl Marx, por ejemplo, definió las clases sociales en términos de la
relación de las personas con los "modos de producción", un concepto que implicaba relaciones
sociales, tecnología y patrones de propiedad de los medios de producción (el feudalismo, el
capitalismo y el socialismo son todos los sistemas económicos y modos de producción).
Max Weber, escribiendo a principios del siglo XX, compartía la noción de Marx de que las clases
sociales eran importantes y estaban determinadas en gran medida por su papel en la producción y
la propiedad de los activos productivos. Sin embargo, Weber creó un concepto más complejo de
clase social, en el que el prestigio, el estado, la ocupación y la movilidad jugaron un papel
importante. Para Weber, la clase social era el principal determinante de las "oportunidades de
vida" de los individuos: su capacidad para disfrutar de un estilo de vida bueno, seguro, prestigioso
y agradable o, por el contrario, una vida de dificultad, inseguridad y anonimato.
El análisis moderno de la estratificación y la clase social (véase Gilbert 2008) es ecléctico y utiliza
las ideas de Marx, Weber y otros. La estratificación y el análisis de clase tienden a utilizar un
enfoque multivariable en el que los ingresos, la ocupación, el nivel de educación, el estatus y el
prestigio, los valores, la cosmovisión y el estilo de vida se utilizan para definir las clases sociales.
La clase media: la perspectiva económica Durante mucho tiempo, los economistas habían
olvidado e incluso descartado el análisis de clase.
Sin embargo, la última década fue testigo de un resurgimiento del interés en el tema y una
renovada vitalidad en el análisis de la clase media. El economista del Instituto de Tecnología de
Massachusetts (MIT), Lester Thurow, a mediados de la década de 1970, hizo un trabajo un tanto
pionero en la clase media en el contexto de la economía de los Estados Unidos. En ese momento,
la economía de EE. UU. Fue golpeada por una combinación de mayor inflación y shocks de oferta
(estanflación) que exprimieron las perspectivas de una clase media en ascenso acostumbrada a la
prosperidad constante en las tres décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial.
Thurow destacó la importancia para el capitalismo y la democracia de tener una clase media
fuerte. Advirtió que el aumento de empleos peor remunerados en los Estados Unidos era un signo
de polarización económica y que la eventual reducción de la clase media tendría consecuencias
adversas para la cohesión social. Estas tendencias se vieron reforzadas en las décadas siguientes
por una mayor desigualdad, estancamiento de los salarios medios y el endeudamiento de la clase
media. Thurow utilizó una métrica del ingreso y definió a la clase media como personas entre el
75 y el 125 por ciento del ingreso medio.
A principios de la década de 2000, los argumentos de Thurow fueron tomados en el contexto del
desarrollo internacional por Birdsall, Graham y Pettinato (2000) y por Easterly (2001). Más
adelante en la década, Solimano (2009), usando una muestra de 130 países, analizó las
correlaciones entre países del tamaño relativo de la clase media y variables tales como el ingreso
per cápita, la desigualdad (medida por el coeficiente de Gini), el tamaño del estado, la
participación de las PYME y un índice de democracia.
Easterly (2001), basándose en regresiones de panel, aboga por un "consenso de clase media" que
demuestre que una mayor proporción de ingresos para la clase media (y menor polarización
étnica) se asocia empíricamente con mayores ingresos, mayor crecimiento, más educación, y otros
resultados de desarrollo favorables. Según Easterly, los países con un consenso de clase media
son "sociedades afortunadas" porque tienen "niveles más altos de acumulación de capital humano
e infraestructura" (Easterly 2001, 24).
Dichos países también "tienen un mayor nivel de ingresos y crecimiento. Y debido a que tienen
más capital humano y acumulación de infraestructura, tienen mejores políticas económicas
nacionales, más democracia, menos inestabilidad política, más estructura sectorial 'moderna' y
más urbanización".
Si bien es un hecho empírico bien establecido que las economías avanzadas con mayores ingresos
per cápita y buenos niveles de cohesión social también tienen una gran clase media, no se sigue
necesariamente que la clase media cause estos resultados positivos.
Papel emprendedor y otros roles de la clase media en el proceso de desarrollo
El nuevo interés en la clase media está estrechamente relacionado con la contribución que la clase
media puede hacer al proceso de desarrollo, a la política pública y a la estabilidad de la
democracia. Al menos tres roles de la clase media son evidentes. El primero destaca las
capacidades empresariales.
La clase media como fuente de varios tipos de empresarios (lado de la oferta) Como se mencionó,
la identificación de la clase media como fuente de actividades empresariales tiene una raíz
histórica. Antes de la Revolución Industrial en Inglaterra, la aristocracia terrateniente dominante
era considerada como un segmento de la población con poco ahorro y poca inversión que prefería
el ocio al trabajo duro, la asunción de riesgos y el espíritu empresarial (ver el resumen de estos
puntos de vista en Doepke y Zilibotti 2008 )
Un tema similar, en el contexto estadounidense de fines del siglo XIX, fue desarrollado por
Thorsten Veblen en The Theory of the Leisure Class (1899). Veblen hizo hincapié en la
propensión de las elites económicas a preferir el consumo conspicuo y el ocio frente al trabajo
duro y el ahorro. En ese sentido, la clase de ocio no era una clase empresarial. Max Weber ([1905]
2001) notó la influencia de una clase capitalista emergente influenciada por una ética protestante
más orientada al ahorro (una menor preferencia de tiempo), el trabajo duro y la disposición a
asumir riesgos.
Esta nueva clase media empresarial, en su opinión, toleraba la gratificación retrasada para ahorrar
y acumular capital, obtener ganancias y ascender en la jerarquía social. Este nuevo conjunto de
valores -el "espíritu del capitalismo" - estaría integrado en los patrones de comportamiento de
esta nueva burguesía. En los tiempos modernos, con mercados de capitales desarrollados y crédito
disponible, en principio, los empresarios no necesitarían ser fuertes ahorradores para financiar sus
emprendimientos productivos con sus propios recursos. Sin embargo, la supuesta eficiencia de
los mercados de capital modernos para ofrecer crédito a todos los que la necesitan debe ser
calificada. Los pequeños y medianos empresarios a menudo enfrentan limitaciones de crédito
mucho más estrictas que las grandes empresas y los empresarios bien conectados y en gran escala.
El aumento de la industria de capital de riesgo ha cubierto un poco esta brecha para las empresas
de nueva creación, un nicho que los bancos comerciales son reacios a ingresar.
La identificación de la clase media con (¿idealizado?) Valores emprendedores de ahorro, trabajo
duro y gratificación diferida debe ser calificada, ya que la "clase media" es un segmento
heterogéneo de la población que incluye individuos con diferentes valores dentro de la misma
clase. Por ejemplo, la clase media contiene varias categorías ocupacionales, como empresarios,
trabajadores por cuenta propia y empleados. Los miembros de cada categoría tienen diferentes
actitudes y preferencias frente al riesgo.12 Además, dentro del segmento empresarial de la clase
media, coexisten dos tipos de empresarios: "empresarios de oportunidad" y "empresarios de
necesidad". Un estudio empírico de 13 de bajo a medio -Los países de ingreso proporciona
evidencia de la omnipresencia de los emprendedores de necesidad en el mundo en desarrollo
(Banerjee y Duflo 2008). El típico empresario de clase media en la muestra tiene un empleado
(como máximo tres empleados, en algunos casos). Sus tiendas, o "empresas", tienen activos
productivos mínimos, como máquinas y equipos. Sus actividades comerciales ocurren en niveles
muy bajos de intensidad tecnológica. Al interpretar estos hallazgos, se debe notar que la muestra
está dominada por países de bajos ingresos con grandes sectores informales. Además, la
definición de individuos de clase media, que está en el rango bajo (aquellos que ganan entre $ 2
y $ 10 por día), es muy probable que incluya personas en la pobreza y, por lo tanto, capte
principalmente empresarios de necesidad.
Dentro de América Latina existen muchas descubrimientos e innovaciones que marcaron un hito
para el mundo entero, incluyendo la invención del lápiz o bolígrafo moderno, la pastilla
anticonceptiva y la T.V. a color, además de tener a dos de las primeras presidentas femeninas del
mundo (Argentina y Bolivia, tercera y cuarta del mundo respectivamente), pero queda trabajo aún
por hacer, antes que Latan pueda declararse como la mejor región para el emprendimiento de la
mujer. Un excelente punto de inicio para centrarnos en este tema, es el interesantísimo ‘Fémale
Entrepre neur ship Índex’ o Índice de Emprendimiento Femenino (FEI) producido por el Instituto
GEDI (Global Entrepreneurship and Development Instituto) de Washington, D.C., EE.UU, que
mide la habilidad de mujeres para crear emprendimientos de ‘alto-impacto’. En su reporte anual
se explica que el 61%, 47 de los 77 países analizados, recibieron una nota inferior al 50% en su
competitividad de emprendimiento femenino, pero como parte de los países que pasaron la prueba
en Latan, figura Chile (puesto 15!), con una especial mención sobre su rendimiento como líder de
Latan, y Colombia (puesto 29!). Ambos son seguidos en la lista por otros dos países levemente
por debajo del 50%: Uruguay (puesto 35) y Perú (puesto 38). Los tres puestos más altos del
ranquin fueron ocupados por EE.UU., Australia y el Reino Unido respectivamente. Aquí puedes
ver la infografía completa en inglés. Dentro del reporte viene una excelente observación de Karen
Quintos, vicepresidenta senior y CMO de Dell, en la que indica que: “Liberar el poder del
emprendimiento femenino puede tener un efecto dramático en la economía de un país. La
investigación sustenta claramente la aseveración de que hay áreas claves que deben ser corregidas
para que el emprendimiento femenino pueda sobrevivir y prosperar”.
Medidores como el del Instituto GEDI son importantes, pero también existen otros estudios que
brindan distintas perspectivas, como el de la organización WIPO (World Intelectual Property
Organización), el que es resumido por un artículo de la firma B&R Latín América, donde se indica
que “hay más mujeres registrando patentes para innovaciones que nunca antes en el mundo”.
Siendo las áreas de registro más populares, entre los 151 países participantes del acuerdo PCT
(Patenta Cooperación Treaty), las de bioquímica y farmacéutica. De hecho, entre 1995 y 2015 se
ha visto un incremento de un 17% a un 29% en la participación de al menos una inventora del
grupo postulante a una patente. Dentro del contexto de Latan, los países líderes en los números
de postulantes a patentes fueron Brasil, Argentina y México, lo que se encuentra vinculado al
tamaño de sus economías. Los países que lideraron el reporte a nivel mundial fueron: Corea del
Sur, con 50%; y China, con 49% de postulantes mujeres, acercándose a un balance de género casi
perfecto en el rubro.
En el evento estuvo presente Javier Hernández, en representación del Ministerio de Comercio
Exterior, quien manifestó que el 45% de los emprendimientos en el país utilizan soluciones de
comercio electrónico. “Debemos entrar a la venta por redes sociales o e commerce (comercio
electrónico), porque si voy a tratar de vender afuera, debo tener una herramienta de cobertura
global”, manifestó Hernández. Ecuador lidera la actividad emprendedora temprana (TEA) por
sobre Colombia, Uruguay, Panamá, Perú, Argentina y Brasil, según el estudio del Global
Entrepreneurship Monitor (GEM) de la Escuela Politécnica del Litoral (ESPOL), en el cual
participaron un total de 66 países de Asia, África, América Latina y Europa. Sin embargo, el
estudio señala que el 92% de los emprendimientos no tiene clientes internacionales, mientras que
países como Colombia y Chile tienen tasas de 67% y 52%, respectivamente. Estos datos se dieron
a conocer en el XIII Foro Internacional del Emprendedor que se desarrolla desde este martes en
la Universidad Andina Simón Bolívar, en la capital ecuatoriana. Participan ponentes de Costa
Rica, Canadá y Argentina, entre otros. Tanto el índice de emprendimiento, como el reporte de
Latín American Economice Outlook 2017 de la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos) ha llamado la atención sobre los bajos niveles de inversión en las áreas
de innovación y diseño en Latan (I+D), lo que considera como un peligroso factor que podría
continuar limitando el emprendimiento y el crecimiento de sus economías en general, ya que en
promedio, solo un 0,5% del GDP es invertido en esta área. Otros desafíos citados fueron: acceso
al financiamiento inicial y crédito con tasas asequibles; la falta de habilidades blandas o soft skills;
especialización del mercado laboral, tanto en experiencia en gestión como en liderazgo para
empleadores; establecimiento de redes o contactos internacionales y la formación de negocios
para exportación. Pero no todo parece negativo, ya que el índice de emprendimiento también dio
cuenta de que en la región existe una opinión y/o estatus elevado para los emprendedores, un
mejor ratio de emprendimiento y que hay mujeres en puestos de liderazgo, elementos que se
consideran como favorables.
Ranking de emprendedores en Latinoamérica
El país México
Un buen signo para las mujeres emprendedoras de este país es la favorable evolución de la
presencia de mujeres en puesto ejecutivos, como ha sido reportado por el periódico Expansión,
sobre el reporte de Gran Tontón Lomen in Business del período 2016-2017. A final de este
periodo, México, acompañado por un conjunto de países denominado MINT (México, Indonesia,
Nigeria y Turquía) “registraron el mayor incremento en puestos directivos ocupados por mujeres,
aumentando de 24% el año pasado a 28% en el actual”, y se ubicaron por sobre el promedio
mundial de 25%. Incluso, en este puesto se posiciona México delante de Estados Unidos, Canadá,
Brasil y Argentina, “con el mayor porcentaje de mujeres en puestos directivos de medianas y
grandes empresas.”.Pasando al reporte FEI (Fémale Entrepreneurship Índex) para México, los
indicadores más altos corresponden a las áreas de derechos igualitarios y transferencia de
tecnologías a nivel institucional, y a una alta disposición para empezar y el ratio con los hombres
a nivel del emprendedor. En resumen, en el periodo 2014 a 2015, México bajó 3 posiciones,
ubicándose en el puesto 41 (de 77 países) y se encuentra levemente bajo la clasificación de un
ecosistema emprendedor saludable (42,8 del mínimo de 50 puntos). Un buen resumen del
ambiente laboral proviene del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) y su especial reporte
global sobre emprendimiento mujer (2014) que resume que, aunque las intenciones, entre las
mujeres mexicanas, para emprender en el futuro se encuentran por debajo de los promedios
regionales, mientras que aquellos emprendedores que ya han comenzado, se encuentran cerca de
las tasas regionales. Por otra parte, la percepción de competencia, o capacidad, se encuentra por
debajo de los niveles de la región y hay menos emprendedoras que compiten en el ámbito de
servicios de negocios, pero tienen expectativas de trabajo y de niveles de innovación por sobre el
promedio regional. Para los años que vienen esperamos ver aún más definición en estas áreas,
mientras no está del todo clara la trayectoria futura del emprendimiento en México.
Desde el reporte nacional sobre México de GEM de 2015, podemos ver características claves del
perfil de la emprendedora, enmarcado por la cifra total de que casi la mitad de todos los adultos
en México “considera que el emprendimiento es una opción de carrera deseable”.
Aproximadamente 19% de las mujeres son emprendedoras, comparado con un 23% de los
hombres, pero es bueno tomar en cuenta esta cifra dentro de un panorama donde “el 55% de las
mujeres trabajan en empleos informales”, entonces es posible que la cifra pudiera fluctuar
dependiendo de la definición o clasificación sobre lo que se considera como una actividad
emprendedora, toda vez que la misma, no es definida de igual forma por cada estudio o país. En
referencia al miedo al momento de emprender, las mujeres y hombres se han posicionado casi de
igual manera, con un 34,2% y 32%, respectivamente, entre aquellos que “perciben buenas
oportunidades para iniciar un negocio en los próximos meses, (pero) afirman que el miedo al
fracaso les impide hacerlo”. Finalmente, el 41,3% de las mujeres “perciben buenas oportunidades
para iniciar un negocio” y el 41,2% consideran que “poseen las habilidades, la experiencia y los
conocimientos necesarios para iniciar un negocio o empresa”. Estas cifras reflejan un público con
ganas y esperanzas de comenzar con un emprendimiento, pero con una desconexión entre el deseo
y la posibilidad de concretar este deseo, demostrada por la tasa de miedo presente al momento de
concretar dicha decisión. Pero existen muchas agrupaciones como Pro Mujer, CREA e InMujeres,
y programas como el Apoyo para la Productividad de la Mujer Emprendedora (PROMETE), de
la Secretaría de Agricultura, que prometen seguir llevando adelante a las mujeres emprendedoras
a quienes todavía les falta más apoyo para alcanzar una próxima etapa.
El país Chile
Con ya más de 30 centros de Co-Corning a lo largo del país, el concepto del trabajador
independiente o FreeLancer se ha instalado fuertemente, debido a la nueva ola de innovación
brindada por emprendedores extranjeros y chilenos, el que ha sido posible gracias a programas de
financiamiento, o incubación de grupos como: Semilla CORFO, Stuart-Up Chile, S Factory,
Sáciala, y fondos especialmente creados para jóvenes postulantes, como Braun Chile y Louth
Acciones, que tienen Universidades como socios o partes. Cabe destacar que, hay fondos e
incubadoras, como el “Capital Abeja” de SERCOTEC y el S Factory, que se enfocan
especialmente en la formación de emprendedores y líderes mujeres. Incluso, de acuerdo al
Instituto Nacional de la Juventud (Inge) “9 de cada 10 jóvenes chilenos sueñan con lanzarse al
mundo del emprendedurismo!” Respecto a las tasas de emprendedoras, según datos oficiales del
Ministerio de Economía, hasta el mes de marzo de 2016, existían un total de 1.865.860
emprendedores, de los cuales el 38,1% son mujeres, es decir 709.933. Lo cual refleja un
crecimiento del 6,7%, desde 2013 (665,535). De este mismo reporte se puede destacar una edad
promedio de las mujeres emprendedoras de 49 años, con un 42% que posee una educación media,
13% de educación técnica y un 14% educación superior. Citado como la motivación que les
impulsó a iniciar su emprendimiento actual, las mujeres encuestadas indicaron razones como la
oportunidad de obtener mayores ingresos (29,6%) y en segundo lugar las responsabilidades
familiares con un 16,1%. En general en Chile, se destaca que las mujeres se ha capacitado más y
mantenga horarios de trabajo más part-time, con la mitad operando su emprendimiento desde su
casa (50%), cuando comparado con hombres emprendedores(20). Tanto en Chile, como Latam
existe el ‘doble rol’ de la mujer como un tema recurrente, que merece más reconocimiento sobre
el desempeño de compartir sus responsabilidades familiares con sus esperanzas a emprender
simultáneamente. Con respecto a los aspectos que las emprendedoras consideran que limitan el
crecimiento de su negocio, se observa que los principales motivos señalados son la falta de
financiamiento (31,8%) y la falta de clientes (24,6%). En cuanto al financiamiento inicial para
emprender el negocio, 66,4% lo realizó con recursos propios! También, los rubros de 62,8% los
emprendimientos se concentran en solo 2 ramas: comercio (42,7%) e industrias manufactureras
(20,1%). Tanto el reporte del Ministerio de Economía, como el índice FEI han llamado a poner
atención en la diversificación del emprendimiento, y la falta de establecimiento de negocios con
el extranjero para apoyar esta misma diversificación. También, en comparación con sus pares
hombres, las tasas de formalización de los emprendimientos de las mujeres son inferiores, con un
53,5% de mujeres que indica que no ha comenzado los procesos con el Servicio de Impuestos
Internos versus un 46,0% de los hombres. También hay una menor utilización de internet con
fines comerciales en emprendedores, con un 38,4% en mujeres versus un 41,9% en hombres. Para
cerrar, es crucial que la comunidad de mujeres emprendedoras busquen apoyarse mutuamente
mejorando las tasas de contratación. Actualmente solo el 22,5% de las mujeres emprendedoras
cuenta con trabajadores, mientras que el 30,7% de los hombres emprendedores ya ha contratado
apoyo.
El país Argentina
A nivel global, dentro del índice FEI (Fémale Entrepreneurship Índex), Argentina está en el
puesto 55 de 77, con una nota de 35,7 (de 100) precedido por Costa Rica y seguido por Rusia en
el listado. Aunque varios reportes, como el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) citan
condiciones desafiantes por la reciente crisis económica, como la razón principal que ha limitado
el crecimiento emprendedor, hay varias tasas positivas reflejando la lucha por avanzar y ganar
más protagonismo, como que el 61,6% de todos los emprendedores tienen la creencia de que
poseen las herramientas y conocimiento para crear un emprendimiento.Regresando al FEI y
enfocándose en las mujeres emprendedoras, los indicadores más altos corresponden a las áreas de
derechos igualitarios y reconocimiento de oportunidades laborales a nivel institucional, y a la alta
disposición para empezar, estatus ejecutivo y el ratio con los hombres a nivel del emprendedor.
Un excelente ejemplo de la perseverancia del optimismo, es una expositora de las conocidas Tedx
Talks, Marta Cruz, cofundadora y directora de Nextperience y de NXTPLabs. Para definir aún
más el perfil de mujer emprendedora, el informe de 2015 del Observatorio de Emprendedores del
Gobierno de Buenos Aires apoyado también en datos del GEM, cita que, de la población con un
edad entre 18 y 64 años, había una tasa de 13% de emprendedores mujeres y de 19% de hombres,
comparados con el 15% de mujeres a nivel de Latan. La edad promedio de las emprendedoras es
de 30 a 50 años, con una porción de 16% con menos de 30 años. Otra buena tendencia que ha
permanecido es el emprendimiento anticipado o motivado por decisión propia, con un 60% de
‘emprendimiento por oportunidad’, comparado con 38% por ‘necesidad‘. Finalmente, en una
encuesta realizada por el mismo Observatorio, sobre emprendedores de la Ciudad de Buenos
Aires, que contó con 1292 participantes, se describió el nivel de estudios de la mayoría de las
emprendedoras mujeres, siendo los siguientes: “48,82% con nivel universitario; 24,12% con nivel
terciario; y un 16,18% con postgrado”. También, sobre los rubros representados “el 42% de los
emprendimientos liderados por mujeres corresponden a servicios y un 18% a productos
industriales.” Como conclusión, hay mucho potencial para que aumenten las oportunidades para
las mujeres, por ejemplo a través de mejoras en las áreas de: acceso a créditos, e involucramiento
de más mujeres en el ámbito de las tecnologías, ya que un 30% de los hombres lidera proyectos
tecnológicos, versus el 10% representado por mujeres, lo anterior del universo encuestado.
Esperamos ver pronto nuevos avances en este país, tanto con la creación del mismo Observatorio
de Emprendedores, del Gobierno de Buenos Aires, el que busca “ser referente regional en el
estudio de políticas en emprendedor ismo” y que “considera la medición como elemento central
para el diseño de políticas públicas eficientes” como a través de los esfuerzos de otras iniciativas
como el Programa de Fondos de Fondos y Aceleradoras de la Argentina, del Ministerio de
Producción, e incubadoras como NXTP y Mayra.
El país Colombia
Entre los años 1990 y 2014, Colombia tenido el incremento más fuerte de la región en términos
de participación femenina en el mercado laboral de mujeres de 15 años y más, basado en datos
del International Labor Organización, con un crecimiento de 24%, alcanzando un del 56% total
de la población femenina, tasa idéntica a la de países como Paraguay o Uruguay, y solo superado
por Brasil, con un total de 59%, y Perú, el gran ganador de la región con un 68%. Estas cifras
también complementan los indicadores más altos que pudimos apreciar para Colombia en el
reporte FEI (Fémale Entrepreneurship Índex), y que corresponden a las áreas de: derechos
igualitarios a nivel institucional; estatus ejecutivo; presencia de negocios de oportunidad y los
denominados budines gaceles en inglés, o aquellos negocios que experimentan una gran y
sostenida tasa de expansión durante un periodo prolongado de tiempo, con un promedio
crecimiento de 20% o más por año. Esto sigue también una tendencia a nivel mundial, lo que
podemos constatar con el reporte FEI, el que da cuenta de un crecimiento internacional del 7%
entre emprendedoras que tienen intenciones de expandir su empresa en un 50% y tener 10
empleados dentro de 10 años. A pesar de todos estos indicadores positivos, es necesario indicar
que hubo una interrupción en esta trayectoria ascendente, dado que entre 2014 y 2015, el puesto
de Colombia en el FEI cayó desde el 22 al puesto 27 (de 77 países), siendo precedido por España
y seguido por Italia. Una baja similar, también se ha visto en los puestos de Panamá, Perú y
Venezuela los que son potencialmente vinculados a la falta de crecimiento de la productividad
laboral, de acuerdo a lo que postula el reporte GEM (Global Entrepreneurship Monitor), con un
avance de solo un 0,4% en el período 2010-2014, debido a la falta de inversión en innovación y
competitividad, algo que el gobierno tiene planificado hacer para el periodo 2014-2018 (26).
Resulta complicado determinar un perfil de la emprendedora promedio en Colombia, debido a la
falta de reportes producidos a nivel nacional que se enfoquen en este tema, pero hay varios
artículos de periódicos como Portafolio, y reportes internacionales como el Global Fender Gap
Reporte, que han fijado la atención sobre cifras de desempleo para 2016, con las mujeres
superando el 10% recientemente, una diferencia mayor en 4,9% respecto de los hombres.
También el periódico Portafolio reporta que, basado en los datos del Departamento
Administrativo Nacional de Estadística (DANE), existe una brecha salarial del 20,2%. Pero
interesantemente, en la última encuesta de Adecco Colombia, de 400 mujeres trabajadoras
consultadas, una impresionante cifra de un 46% de las participantes declaró que esperan trabajar
de forma independiente en los próximos 5 años, por lo que no hay dudas de que pronto tendremos
más noticias sobre la fuerza de la mujer emprendedora.
América Latina tiene un problema de productividad: el capital humano y el capital físico de las
economías no está siendo utilizado para maximizar la producción de bienes y servicios. Este
fenómeno explica el hecho de que la región no haya tenido un crecimiento más dinámico desde
mediados del siglo pasado, lo que ha impedido que sus ingresos converjan hacia los niveles
observados en los países más desarrollados.
Entre los factores que influyen en la productividad de la economía, destacan el progreso
tecnológico, que crea nuevos bienes o nuevos métodos productivos; el acceso a nuevos mercados
nacionales e internacionales; y las mejoras en los procesos de gerencia y administración de las
empresas. Este proceso de innovación y de creación de nuevos productos y mercados es liderado
por emprendedores capaces de visualizar nuevas demandas, encontrar aplicaciones de mercado a
nuevas tecnologías y coordinar eficientemente el uso de distintos factores de producción al
interior de las organizaciones. Esta actividad emprendedora se ve plasmada en el nacimiento de
empresas, donde las más exitosas crecen a un ritmo acelerado, pasando de pequeñas unidades
productivas a firmas medianas y grandes que venden productos en diversos mercados internos y
externos.
Por ello, un síntoma del nivel de productividad que refleja en parte la actividad emprendedora, es
la distribución de las empresas según su tamaño. En este sentido, un contraste importante entre
nuestra región y las naciones más desarrolladas es el hecho de que en América Latina existe una
proporción muy significativa de empresas pequeñas y micro emprendimientos informales y, a la
vez, las empresas formales que se crean tienen una dinámica de crecimiento débil.
¿Cuáles son las causas del bajo nivel de creación y crecimiento de emprendimientos de alto
potencial productivo en América Latina? Esta es la pregunta central que intenta responder esta
nueva edición del Reporte de Economía y Desarrollo (RED). La evidencia presentada sugiere, en
primer lugar, que el problema del reducido tamaño de las empresas y su pobre dinámica de
crecimiento no se debe principalmente a que la región carezca de individuos con aptitudes o
talento empresarial; esto es, personas con pensamiento creativo e innovador, con habilidades
gerenciales y de orientación al logro, y capaces de tolerar el riesgo.
Alternativamente, se plantea la hipótesis de que el problema radica, en parte, en el hecho de que
ante la falta de oportunidades de empleo en el sector productivo formal, una importante porción
de individuos con relativo bajo talento empresarial deciden abrir pequeños negocios que no solo
les generan ingresos bajos e inestables, sino que les impiden acumular capacidades y aptitudes
laborales, por lo que el potencial de transitar hacia un empleo en el sector formal se reduce con el
tiempo. En este contexto, esta gran cantidad de microempresas se convierte en un importante
obstáculo para el surgimiento de nuevas empresas transformadoras y el crecimiento de las ya
existentes, pues no existiría la mano de obra necesaria en caso de que estas se expandieran a tasas
elevadas. Esta situación coloca a la región en una especie de trampa de informalidad y baja
productividad, donde no hay crecimiento empresarial porque, entre otras cosas, no hay
trabajadores con las capacidades requeridas y ello, a su vez, ocurre porque existen pocas empresas
que generen oportunidades laborales para desincentivar el micro emprendimiento informal.
¿Cuáles son las causas del bajo nivel de creación y crecimiento de emprendimientos de alto
potencial productivo en América Latina? ¿Puede esto reflejar una menor predisposición de la
población para la actividad empresarial en la región vis à vis las economías desarrolladas? O
¿acaso las personas con aptitud para el emprendimiento deciden, por distintas razones, no
emprender o enfrentan restricciones para hacer crecer las empresas que ya administran? En el otro
extremo, ¿por qué hay individuos con aparentemente menos habilidades que deciden abrir
negocios de muy reducida escala cuando, en principio y dadas sus características, podrían más
bien formar parte del trabajo asalariado en organizaciones más grandes y productivas? ¿Pueden
ambos fenómenos, el de la restricción al crecimiento de empresas dinámicas y la abundancia de
emprendimientos de subsistencia, estar conectados y reforzarse mutuamente?
Este reporte busca responder a estas preguntas puntualizando, en primer lugar, que las empresas
son creadas por personas y que las características de estos emprendedores determinan la
productividad y el crecimiento de las mismas, sobre todo durante los primeros años de su ciclo
de vida. Por otro lado, la decisión del emprendedor de crear empresas y hacerlas crecer, tiene
consecuencias sobre cómo se asignan otros factores productivos, por ejemplo, determina la mayor
o menor demanda de trabajo asalariado o el uso de capital en distintos sectores de la economía.
Al mismo tiempo, es claro que estas decisiones que toma el potencial empresario no solo se ven
afectadas por sus características individuales (contexto familiar, riqueza, educación, trayectoria
ocupacional, talento empresarial), sino que dependen fuertemente de las condiciones del entorno
económico e institucional (acceso al crédito, disponibilidad de tecnología, calidad de la mano de
obra, costos de registros de empresas y otras regulaciones e impuestos, entre otras condiciones).
En este contexto, una hipótesis que se analiza a lo largo del presente reporte es que el problema
de la productividad de la región refleja, a la vez, un problema de generación de empleo por parte
de las firmas, y de capacitación para el trabajo de una porción significativa de la fuerza laboral.
Como se verá, ambos aspectos se retroalimentan. La baja calidad de la mano de obra se debe, en
parte, a la falta de oportunidades de trabajo en el sector de firmas transformadoras y estas, en
alguna medida, no se crean debido a la ausencia de trabajadores calificados.
Si bien el concepto de talento empresarial puede ser esquivo a la hora de precisar una definición,
distintos enfoques provenientes de la economía, estudios gerenciales y de la psicología
empresarial coinciden en que un buen emprendedor debe ser una persona con capacidad para el
pensamiento creativo e innovador, tener habilidades gerenciales y de orientación al logro, y ser
moderadamente capaz de tolerar el riesgo. Las estimaciones que sobre estas características se
presentan en este reporte para una muestra de ciudades de América Latina y la ciudad de Los
Ángeles en Estados Unidos sugieren que, si bien existe una importante heterogeneidad en cuanto
a estos atributos en las poblaciones de las diferentes ciudades y que, en general, los individuos
que emprenden (sobre todo, aquellos que manejan empresas que generan empleo) tienen mejores
indicadores, no se observa una diferencia relevante en las distribuciones entre lo observado en la
región y Los Ángeles. En otras palabras, la diferencia en la distribución de empresas por tamaño
en América Latina respecto de los países desarrollados no parece explicarse por la falta de aptitud
empresarial en la región.
Dado que, al parecer, el problema no radica en la falta de aptitudes para emprender, habría que
encontrar su origen en otra parte. Se ha enfatizado mucho en las fallas de mercado debidas a
problemas de información asimétrica que afectan a las instituciones financieras (Buera et al.,
2011; CAF, 2011). En este sentido, en América Latina también se observa una correlación alta
entre la decisión de emprender y la riqueza familiar, lo que sugiere la existencia de posibles
restricciones de acceso al crédito. Otras fallas de mercado −por ejemplo, debido a externalidades−
también afectan las decisiones de las empresas de innovar y ello incide claramente en la dinámica
de su productividad. Los spin-off son un canal natural para la transmisión de nuevas ideas y
tecnologías, y la evidencia muestra que las empresas que se establecen a partir de estos
desprendimientos tienden a generar más empleo. Ahora bien, sin empresas grandes y dinámicas,
este potencial semillero de emprendedores innovadores también podría verse restringido.
Por otro lado, aspectos ligados a fallas del Estado también podrían afectar negativamente la
productividad de las economías. En este sentido, un efecto quizás no deseado de las políticas
impositivas, los subsidios al crédito, y hasta algunas características de la política laboral y social
es el de impedir el crecimiento de las empresas formales y de alta productividad mientras que
generan incentivos a la creación y supervivencia de microempresas que solo dan empleo a su
fundador, y quizás a algunos familiares, y que frecuentemente tienen poco valor agregado.
Algunos estudios respaldan la relevancia de estos factores; sin embargo, un mensaje central de
este reporte es que estos no alcanzan a explicar por completo la significativa discrepancia respecto
del tamaño de los emprendimientos y su productividad, ni el motivo por el cual, a pesar de las
importantes diferencias de los retornos e ingresos, en la práctica no se observa una reasignación
de trabajo y capital desde los sectores informales, microempresas de subsistencia, hacia aquellas
empresas transformadoras medianas y grandes.
Esta reasignación podría producirse, por un lado, a través del crecimiento mismo de las
microempresas. No obstante, la evidencia sugiere que, por lo general, estas empresas no crecen.
Ello no se debe tanto al hecho de que enfrentan restricciones de acceso al financiamiento u otros
condicionantes externos, cuanto a que la gran mayoría de los micro emprendedores no comparten
las características de los empresarios que dan empleo en sus firmas: no solo su nivel educativo es
bastante inferior, sino que carecen de ciertos rasgos de la personalidad que se asocian con el
emprendedor exitoso.
El capital humano con que podrían contar inicialmente estos individuos se deprecia rápidamente.
Al mismo tiempo, las señales que arrojan estas ocupaciones sobre los retornos a la educación son
débiles, ya que estos trabajos no permiten visualizar las ganancias en los ingresos que podrían
obtenerse por un mayor nivel de instrucción (la mayoría de los microempresarios son poco
educados), lo que afecta los incentivos a acumular capital humano para aquellos jóvenes que
perciben, dado su entorno familiar y sus creencias, que este tipo de ocupación es la única opción
para ellos.
En consecuencia, este problema de la empleabilidad de una parte muy significativa de los
microempresarios de las economías en América Latina termina siendo un importante obstáculo
para el surgimiento de nuevas empresas y el crecimiento de las ya existentes, pues no existiría la
mano de obra necesaria en caso de que estas se expandieran a tasas elevadas. Por ello, la región
se encuentra en una especie de trampa de la informalidad y baja productividad, donde persiste un
lento crecimiento empresarial porque, entre otras cosas, existen pocos trabajadores con las
capacidades requeridas y ello, a su vez, ocurre por la ausencia de empresas que generen
oportunidades laborales para desincentivar el micro emprendimiento informal.
Dado este diagnóstico de los determinantes de la empresarialita en América Latina y sus efectos
sobre la productividad, las políticas públicas que buscan favorecer el emprendimiento deben tener
un enfoque multidimensional e integrar aspectos ligados al desarrollo del talento empresarial, la
promoción de la innovación, el acceso al financiamiento y la capacitación de la mano de obra.
Estos cuatro elementos del ecosistema emprendedor deberían ser accesibles para todas las
empresas existentes y en formación con potencial de crecimiento, incluyendo aquellas
microempresas con capacidad para desarrollarse. Ello podría requerir innovaciones en la
selección de beneficiarios, como por ejemplo, focalizar el apoyo según la edad de la firma y no
el tamaño. También se debe reconocer el carácter social de la política dirigida a los
emprendimientos de subsistencia, cuyo crecimiento productivo es mucho menos probable. Ello
implica, a su vez, la necesidad de un enfoque que integre al núcleo familiar completo y no solo a
la actividad económica del jefe de hogar. Esto es importante para asegurar que no se debiliten los
incentivos a la acumulación de capital humano de los niños y jóvenes, y también para facilitar la
empleabilidad de estos últimos a través de programas de primer empleo, pasantías y otro tipo de
capacitaciones vinculadas a las demandas de los sectores productivos.
Según los resultados del estudio GEM en su informe global para 2012, los países de América
Latina muestran una notable actividad emprendedora, obviamente con diferencias según los
países. Así, el subcontinente muestra una Tasa de Actividad Emprendedora media (TAE) del
17%, una cifra superior a la de Estados Unidos (13%), La Unión Europea (8%) Asia y Pacífico
Sur (10%), África del Norte y Oriente Medio (8%). La única región que supera la tasa de
emprendimiento latinoamericana es el África Subsahariana con una tasa del 28%.
En cuanto a las características de los emprendedores de América Latina, estos se sitúan
mayormente en la franja de edad de entre 25 y 35 años como ocurre en todo el mundo, excepto
en la Unión Europea, donde se sitúa entre los 35 y los 40 años. También destaca que, aunque
emprenden más los hombres (19%) que las mujeres (15%), es una de las regiones con menor
diferencia entre ambas magnitudes. Por países, destaca la TAE de Ecuador (27%) la más alta de
la región. En el otro extremo se sitúa Panamá, con una TAE del 9%. El resto de países oscilan
entre estas cifras, por ejemplo México tiene una TEA del 12%; Brasil del 15%, Argentina un 19%,
y Colombia un 20%.
Uno de los aspectos que destaca el estudio es que un 75% de latinoamericanos consideran que
emprender es una buena opción profesional. Sin embargo no se considera que el emprendedor
tenga un estatus social elevado ni una gran atención mediática, lo que sugiere que el
emprendimiento tiene un atractivo práctico pero menos prestigio y visibilidad que en otros países.
Como los habituales de este blog saben, IDaccion está creando un gran grupo de emprendedores
y empresarios de habla hispana en LinkedIn, y tiene también un subgrupo específico para los
emprendedores mexicanos y otro para los de Ecuador, Colombia y Venezuela. Estamos cerca de
los 7.000 miembros, pero queremos seguir creciendo, para prestarnos ayuda mutua, colaborar y
compartir ideas, proyectos y experiencias. Cuantos más seamos, más valor compartido podremos
crear. El pasado Junio de 2013, la Corporación Andina de Fomento (CAF) publicó el estudio
Emprendimientos en América Latina, desde la subsistencia hacia la transformación productiva.
En el mismo, se profundiza en la relación entre el crecimiento y progreso económico de los países
latinoamericanos y la labor de emprendimiento innovadora. Uno de los argumentos consiste en
que la productividad de la economía es influida en gran medida por mejoras en los procesos de
gerencia y por el progreso tecnológico, la generación de nuevos productos, soluciones y servicios
que agreguen valor y sean accesibles para mercados nacionales y externos.
Según el reporte, “este proceso de innovación y creación de nuevos productos y mercados es
liderado por emprendedores capaces de visualizar nuevas demandas, encontrar aplicaciones de
mercado a nuevas tecnologías y coordinar eficientemente el uso de distintos factores de
producción al interior de las organizaciones”. Cuando estos emprendedores son capaces de lanzar
proyectos novedosos al mercado, fundar y administrar óptimamente los recursos de su compañía
de modo que la conduzcan a un crecimiento en escala, impactan positivamente sus entornos al
convertirse en fuentes de empleo y progreso social en general. El reporte llama la atención sobre
el hecho de que, a pesar de que en la región hasta “17% de la población adulta está involucrada
en la creación de algún tipo de emprendimiento, lo que la posiciona entre las mayores tasas de
iniciativa empresarial del mundo”, la mayoría de esta actividad emprendedora se realiza “más
como vía de escape ante la falta de oportunidades laborales que como una fuente de innovación
y creación de valor”. Por lo mismo, se sugieren una serie de prácticas y estrategias que pueden
contribuir a la creación de ecosistemas favorables al emprendimiento innovador. Además, se
describe en detalle las características que muestran los emprendedores de éxito, y las de los
contextos que más los alimentan.

Conclusión
El Emprendimiento es un proceso que con el transcurso del tiempo, ha venido causando en
América latina un impacto positivo en la creación de empresas, fenómeno que coadyuva a la
generación de empleos, mejorando su eficiencia en la productividad y lograr un nivel de
competitividad en mercados nacionales e internacionales.
El desarrollo que se ha venido gestionando en materia de emprendimiento en América latina,
desde la sola idea de llevar a cabo un negocio, pasando por el grupo que desiste de la idea después
de un corto tiempo, hasta llegar a formar parte de los emprendedores establecidos, quienes con su
actitud, actividades y aspiraciones, aunado a la innovación y manejo eficiente de los recursos,
caracterizan al emprendedor de América latina, convirtiéndose en punto de apoyo a la gestión de
proyectos y por ende al desarrollo de la región.
El modelo anterior de centrarse en atraer una fábrica que podría emplear a muchas personas ya
no puede ser la única estrategia. Tenemos que generar otras formas formales para crear empleos
", dice el especialista del sector privado del Banco Mundial, Cristian Quijada Torres. Él cree que
promover el espíritu empresarial entre los jóvenes también puede ser parte de una estrategia
formal de creación de empleo en la región.
No se trata solo de contribuir al desarrollo de un país a través de la creación de empleo. Cuando
hablamos de emprendimiento tecnológico, también es una forma de apoyar la diversificación de
las economías, especialmente nuestras economías, que están muy concentradas en los recursos
naturales.
Nos dimos cuenta de que empresas como Google y Apple representan el 27% del PIB de los
Estados Unidos. Lo lograron porque son compañías innovadoras que crean industrias y cambian
el mundo. Entonces apostamos por este boleto de inversión. En un par de años, tendremos
compañías de nueva generación que harán que el país crezca.
Los jóvenes emprendedores crean sus propios negocios y al mismo tiempo contribuyen a la
economía y la sociedad con los bienes y servicios que brindan. Hay oportunidades reales para
crear nuevos productos y mercados, además de desarrollar soluciones innovadoras para grandes
problemas sociales en nuestros países.

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