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“ANÁLISIS INSTITUCIONAL DE LA EDUCACIÓN Y SUS ORGANIZACIONES”.

Lucía Garay

Algunos Conceptos para el análisis de las Instituciones Educativas.

Comencemos seleccionando algunos conceptos del cuerpo teórico del Análisis Institucional para
abrirnos camino en el tratamiento de la educación y sus instituciones. Algunos son construcciones o
adecuaciones aplicables solamente al análisis de la educación. Conceptos y teorías que dan cuenta de
fenómenos institucionales específicos del campo educativo o escolar.

Después de 25 años de investigación e intervención estamos en condiciones de reconocer aquellas


construcciones teóricas y metodológicas eficaces, en tanto nos aproximan calificadamente a la realidad
institucional concreta y a rechazar otras por su poca validez o riqueza. Los conceptos y teorías
institucionales son atrapantes, seductores, por lo que hacemos transposiciones al campo institucional
de la educación sin mayor reflexión y confrontación empírica.

Necesitamos ser cautelosos y críticos; sobre todo si los resultados de un análisis van a servir de soporte
a proyectos o a la práctica en general. No es una advertencia de peligros, puesto que no creo ni en las
advertencias ni en los “peligros” del análisis, solo en su falta de eficacia, inocuidad, pérdida de tiempo,
de medios y de paciencia de los demás.

Lucía Garay
1993

La Educación es una función humana y social que siempre existió y seguirá existiendo con el hombre.
Las sociedades se dan, instituyen, modos de organizar y realizar esta función.

La Escuela es una institución. Un momento particular, histórico, de organizar la educación. Es la


Institución Educación hegemónica de la Modernidad.

Hegemónica, quiere decir que desplazó y absorbió otras instituciones educativas anteriores o
contemporáneas a ella. Se instituyó de tal modo que impregnó la vida social y cultural de
escolarización, haciendo difícil reconocer otras formas educativas no escolares. Un buen ejemplo, es
la educación popular de adultos; otro modelo de educación que lucha por instituirs e fuera del modelo
escolar. Necesariamente contra la escuela. En nuestro país perdió la batalla: lo poco que hay en
educación de adultos tiene la marca escolar registrada.

La escuela es algo más que una institución. Es una Institución de Instituciones. De ntro de ella, en cada
establecimiento, existen muchísimas instituciones pedagógicas y sociales que la atraviesan formando
su tejido institucional. El trabajo, la religión, el dinero, familiares, en fin, una diversidad de instituciones
sociales y culturales. Además, instituciones pedagógicas: “el maestro”, “la dirección”, “el recreo”;
desde las que conservan su función y sentido activo (los exámenes) hasta las que han perdido su
funcionalidad y sólo conservan valor simbólico (el guardapolvo blanco).

Esta institución se expande cada vez más. Se hace universal, planetaria. Escolariza la sociedad, le pone
su sello. En algunas sociedades más que en otras. La nuestra es una sociedad escolarizada. En su
territorio y en las representaciones. Tanto que la pensamos como un fenómeno natural. Naturalización
que da cuenta de su grado de institucionalización.
Tal ha sido su desarrollo en este siglo que podemos atribuirle un origen divino. Producto de dioses o
demonios, pero del origen de lo sagrado. Sin embargo, la escuel a está conmovida por una profunda
crisis lo que demuestra que es un producto estrictamente humano.

Presentemos más sistemáticamente el concepto de INSTITUCIÓN.

En el discurso acerca de la educación “lo institucional” es presentado como algo diferente de la


educación como proceso y como práctica. “Dimensión institucional de las prácticas educativas”,
“determinantes institucionales del currículo”, “papel de lo institucional en la calidad de la educación”,
“diagnóstico institucional”, “planeamiento institucional”, “proyecto institucional”; como estas
encontramos muchas afirmaciones que incluyen en concepto. Aluden a dos realidades que tienen
existencia más allá de los actos individuales de los actores en el escenario educativo.

Primero, refieren con el término institución a los establecimientos educacionales; organizaciones


observables en espacios y tiempos concretos: escuelas, colegios, institutos, facultades, etc. Segundo,
a configuraciones de ideas, valores, significaciones instituidas, que se expresan, co n diferente grado
de formalización, en Leyes, Normas, Pautas, Códigos. Pueden estar escritas, pero no necesariamente;
pueden conservarse y transmitirse oralmente sin figurar en ningún documento. Este sistema de leyes,
normas, pautas serías objetivaciones de aquellas ideas (ideales), valores y significaciones.

Las instituciones serían como “lógicas” que regulan una actividad humana (la educación, en este caso),
caracterizan o se pronuncian valorativamente con respecto a ella, clarificando lo que debe ser- es decir
lo que está prescripto-, lo que no debe ser- lo proscripto-, así como aquello que es diferente u opuesto.
(Baremblitt, G. 1992).

El Establecimiento, con su Organización, sería el escenario concreto donde la institución toma cuerpo.
La escuela como institución, configuración de representaciones, se materializa en la “Institución -
Establecimiento”. No toda institución tiene un establecimiento como forma de concretización
específica. Hay formaciones sociales y culturales instituidas que no se realizan en un establecimiento,
ni tienen expresión jurídica o normativa explícita; en el ámbito educativo es difícil encontrarlas, más
aún después del proceso de escolarización de la sociedad. El establecimiento, las prácticas cotidianas
y las representaciones mentales del individuo serían las instancias más singulares de “concretización”
de las instituciones, así como las hemos caracterizado: configuración de representaciones (ideas),
significaciones, normas… Es decir, como instancia simbólica.

Metodológicamente, y a los fines de la investigación diagnóstica, el establecimiento es una unidad de


análisis. Efectivamente, allí aparecen todas las instancias de “lo institucional”, desde la sociedad hasta
los sujetos cuyas prácticas las producen, reproducen y cambian.

Esta caracterización de institución parece simple y transparente, nunca es así. Cada institución
contiene otras u se imbrica dentro de otras. No siempre se materializan en organizaciones ni
establecimientos, a veces todos ellos forman complejos de gran tamaño y extensión, los sistemas
educativos, por ejemplo. Como lógicas regulatorias de las actividades humanas a veces son explícitas,
pero no siempre. Pueden estar funcionando como lógicas subyacentes u ocultas, subsidiarias o
periféricas a otra institución (la escuela, respecto al Estado, por ejemplo).

Una institución es, en realidad, un producto instituido. Ha estado precedida de un proceso de


constitución al que llamamos INSTITUCIONALIZACIÓN. Suponemos que ha tenido un momento de
origen, difícil de establecer con certeza. Generalmente esta génesis es reinventada desde el presente,
imaginario retrospectivo que conforma la “mitología de los orígenes”, la cual tiene valor simbólico para
los sujetos que lo inventan y reinventan. Es una fuente de sentido a las identificaciones con la
institución.
Hay otro aspecto del proceso de institucionalización, de valor más sociológico y político que auxiliaría
en la comprensión de los funcionamientos actuales de la institución. Una institución para ser generada
supone otras instituciones que le sirven de plataforma de despegue. Necesita de distintas
instituciones, desplaza algunas, reabsorbe otras; nace y se institucionaliza en oposición a otras
instituciones o complementariamente (la escuela en relación al Estado-Nación).

El proceso de institucionalización tiene, por lo menos, tres planos. Uno con la sociedad y con la etapa
histórica que ha creado las condiciones (objetivas y subjetivas) que posibilitan el surgimiento e
institucionalización. Otro, en la sociedad con la creación de condiciones y mecanismos que aseguren
su reproducción. En el caso de la escuela como institución este proceso lo denominamos
“escolarización”. Por último, la institucionalización en los individuos, se denomina socialización
institucional a este proceso.

Podría decirse que la institucionalización, en tanto proceso concreto, deja sus marcas en las
estructuras, en la dinámica, en las prácticas, en los logros y fracasos, en los conflictos al interior de la
organización, en cada establecimiento. Ella produce y es producida por luchas de fuerzas,
movimientos, mutaciones y transformaciones de sus características. Dice Baremblitt “en pocas
ocasiones privilegiadas se puede asistir, históricamente, al nacimiento de una gran institución. A lo que
sí se puede asistir es a grandes momentos históricos de revolución de una institución, de profundas
transformaciones de una institución”. Pueden ser también, momentos de cisma, agotamiento y
extinción.

Son fuerzas y luchas de fuerzas las que tienden a transformarla, quebrarla o extinguirla. A estas fuerzas
se las llama INSTITUYENTES, productoras de nuevas ideas y valores, -o ideas y valores del pasado que
se reinstituyen-. Son fuerzas productoras de códigos, símbolos. Generan una nueva
institucionalización, otras características institucionales, otro instituido.

Ideas, metas, valores sostenidos por fuerzas instituyentes, imaginarios transformadores, utopías
sociales o educativas para instituirse deberán plasmarse en muchos PROYECTOS, consensuados,
abarcantes de y para el conjunto. Tampoco esto sería suficiente, tendrían que existir condiciones
objetivas que lo hagan posible; condiciones objetivas y subjetivas al interior de l a institución y en la
sociedad.

La Institucionalización originaria, como la institucionalizaci ón de las transformaciones, es un proceso


complejo, no lineal, con avances y retrocesos. Desigual en sus avances y en sus efectos. A veces se
esfuman, quedan como utopías deseables, como imaginarios escindidos del hacer; intentos fallidos,
fracasos o mutados de modo que se constituyen en remodelaciones de lo instituido.

La INSTITUCIÓN es, entonces y a la vez, estos tres componentes: INSTITUIDO, INSTITUYENTE e


INSTITUCIONALIZACIÓN.

La institución es en sí proceso: el movimiento de las fuerzas históricas que hacen y deshacen las formas.
Tiene tres momentos reconocibles: universalidad, particularidad, singularidad que designan a sus tres
componentes. (Loureau, 1980).

Un momento de universalidad de la ideología dado en lo instituido. Un momento de particulari dad de


la base social que encarnan las fuerzas instituyentes y, un momento de singularidad de la base
material, constituyente de “las formas y el fuego” que garantizara la legitimidad, la duración de esas
formas. (Loureau, 1980) Se trata de la institucionalización. La parte del proceso que realiza el traspaso
de lo instituyente en instituido.

“El conjunto del proceso es la historia, sucesión, interferencia y mezclas de fuerzas contradictorias que
funcionan tanto en el sentido de la institucionalización como en el de la desinstitucionalización. Tanto
en el sentido de la imposición, reforzamiento, del mantenimiento de las formas como en el sentido de
la disolución, de la desaparición, de la muerte de las formas” (Loureau, 1980)

En el análisis institucional lo instituido se describe fácilmente puesto que se corresponde con lo dado,
lo organizado, con los patrones según los cuales se realiza todo en pro de la institución.

Lo instituyente es buscado y reconocido como la potencia organizante, el reino de los ima ginarios
sociales e individuales de lo nuevo, lo diferente deseado. Objeto de una intención de hacer en pro de
la transformación.

La institucionalización es una fase activa. El modo en como realmente suceden las cosas. La historia en
acción.

Por ello, es a mi entender, la fase cuyo conocimiento aporta más claves para comprender e interpretar
el escenario institucional. Nos aventuramos a decir que el análisis y la intervención queda, en su
articulación política, inscripta en esta fase.

La institucionalización es un proceso difícil de ser observado, aunque como lo caracterizamos antes es


la instancia más concreta, más real de la institución. A veces se logra en el proceso de análisis poder
reconstruirla, hacerla salir de su nivel inconsciente. Con frecuenci a, y para nuestra desesperación como
investigadores o analistas, sólo captamos acciones fragmentadas y exteriores a la institución misma (el
decreto de creación de una escuela: el reglamento de sanciones; la instalación de un reloj para marcar
los horarios de entrada y salida). En general lo visible es aquello que tiene que ver con lo instituido.

¿Por qué si la institucionalización es un proceso difícil de ser observado, un movimiento que involucra
macrorrelaciones (escuela y sociedad, escuela y estado) y un transcurrir en el tiempo le concedemos
tanta importancia? Más aun teniendo en cuenta que el análisis es, en general, microanálisis de
unidades- establecimientos o de partes de ellos.

El supuesto básico es que ese establecimiento es un escenario en donde los actores, sus papeles, los
guiones y sus productos no se explican por sí mismos. Las fracturas, los conflictos, las funciones, los
estilos conllevan las marcas de la institucionalización. Es decir, de los resultados de la lucha entre lo
instituido y lo instituyente; de las fuerzas (poderes) que fueron puestos en juego; como de los grupos
sociales, actores del campo educativo y escolar, que sostuvieron lo instituyente y/o defendieron lo
instituido.

Dar cuenta de la institucionalización (de un proyecto, un establecimiento, una reforma, etc.) no solo
tiene valor para el análisis, sino para el reconocimiento de aquellos proyectos, ideas, propuestas,
prácticas institucionales que quedaron en el camino; que pueden volver a constituirse en el germen
de proyectos transformadores.

Como podríamos explicar la crisis de la “función docente” sin remitirnos al contradictorio proceso de
institucionalización del docente como el especialista legítimo a cargo de la enseñanza escolar.

¿De los momentos y factores que transformaron su posición de “maestro” en el antiguo sentido de
quien domina un arte o materia y libremente la entrega a aquellos que elige como discípulos, a la de
“docente”- profesional y de esta a la de “trabajador de la educación”? Dar cuenta de la
institucionalización es, a la vez, una meta y una operación de la investigación básica para el análisis.
Sirve tanto para analizar una institución globalmente, como para comprender y explicar los contenidos
y sentidos de una función, por ejemplo.
La función directiva en un establecimiento o en el sistema educativo; la función social de la escuela en
una comunidad; la función de los “equipos técnicos” en las escuelas; el destino de una reforma
curricular, de un consejo directivo, etc.

En varios estudios sobre escuelas, al preguntarnos sobre las relaciones entre estas y las comunidades
donde se ubican, se nos aparecían grandes diferencias (en la participación de los padres, en la
capacidad de convocatoria para sus acciones, en la cooperación) según que la creación fuera el
producto de la iniciativa, a veces, la lucha de padres, docentes y vecinos; que fuera una creación
producto del accionar de políticos o que, simplemente, fuera una creación establecida desde el
gobierno educativo como parte de un plan de expansión. En este ejemplo, es posible ver la diferencia
que existe entre reconstruir la historia de creación y reconstruir el proceso de institucionalización. En
la primera quizás baste con historiografiar los hechos que culminaron con la inauguración. En la
segunda, interesa además dar cuenta de los grupos, sectores, personas que participaron en la creación
de las ideas y proyectos que los animaban; de las luchas internas; de la relación que grupos e ideas
(instituyentes) guardan con lo finalmente resuelto. La construcción del edificio, su localización, el
nombre, su primer directivo, el primer grupo de alumnos, suelen ser los indicadores - resultados de
estos movimientos y disputas.

En estas luchas entre instituido e instituyente (a veces representados por “las au toridades” y “la gente”
o “la comunidad”); o entre fuerzas instituyentes de distinto signo, ideologías o proyectos se generan
microhistorias que a modo de corriente subterránea alimentan disputas actuales. Pueden llegar a
prefigurar estilos de funcionamiento, rostros de la identidad institucional. “Aquí todo se alcanza
después de largas peleas; a veces nos despistamos de lo que estamos discutiendo” (entrevista a un
Secretario de una Escuela comercial. Carpeta de casos institucionales. 1992). Una escuela cuyo
proyecto original fue producto de encarnizadas luchas internas del grupo de fundadores.

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