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Primera lectura Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,

Lectura del segundo libro de Samuel (18,9- ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.
10.14b.24-25a.30–19,3):
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
En aquellos dias, Absalón fue a dar en un hablarán del Señor a la generación futura,
destacamento de David. Iba montado en un mulo, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
y, al meterse el mulo bajo el ramaje de una encina todo lo que hizo el Señor. R/.
copuda, se le enganchó a Absalón la cabeza en la
encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra, Evangelio de hoy
mientras el mulo que cabalgaba se le escapó. Lectura del santo evangelio según san Marcos
Lo vio uno y avisó a Joab: «¡Acabo de ver a (5,21-43):
Absalón colgado de una encina!»
Agarró Joab tres venablos y se los clavó en el En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca
corazón a Absalón. David estaba sentado entre las a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su
dos puertas. El centinela subió al mirador, encima alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un
de la puerta, sobre la muralla, levantó la vista y jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al
miró: un hombre venía corriendo solo. verlo, se echó a sus pies, rogándole con
El centinela gritó y avisó al rey. El rey dijo: insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon
«Retírate y espera ahí.» Se retiró y esperó alli. las manos sobre ella, para que se cure y viva.»
Y en aquel momento llegó el etíope y dijo: Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente
«¡Albricias, majestad! ¡El Señor te ha hecho hoy que lo apretujaba. Había una mujer que padecía
justicia de los que se habían rebelado contra ti!» flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos
El rey le preguntó: «¿Está bien mi hijo Absalón?» médicos la habían sometido a toda clase de
Respondió el etíope: «¡Acaben como él los tratamientos, y se había gastado en eso toda su
enemigos de vuestra majestad y cuantos se rebelen fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto
contra ti!» peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por
Entonces el rey se estremeció, subió al mirador de detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando
encima de la puerta y se echó a llorar, diciendo que con sólo tocarle el vestido curaría.
mientras subía: «¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! Inmediatamente se secó la fuente de sus
iHijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado.
vez de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!» Jesús, notando que había salido fuerza de él, se
A Joab le avisaron: «El rey está llorando y volvió en seguida, en medio de la gente,
lamentándose por Absalón.» preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?»
Así la victoria de aquel dia fue duelo para el Los discípulos le contestaron: «Ves como te
ejército, porque los soldados oyeron decir que el apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha
rey estaba afligido a causa de su hijo. Y el ejército tocado?"»
entró aquel día en la ciudad a escondidas, como se Él seguía mirando alrededor, para ver quién había
esconden los soldados abochornados cuando han sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al
huído del combate. comprender lo que había pasado, se le echó a los
pies y le confesó todo.
Palabra de Dios Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y
con salud.»
Salmo Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa
Sal 21,26b-27.28.30.31-32 del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha
muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
R/. Te alabarán, Señor, los que te buscan Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe
de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.»
Cumpliré mis votos delante de sus fieles. No permitió que lo acompañara nadie, más que
Los desvalidos comerán hasta saciarse, Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
alabarán al Señor los que lo buscan: Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró
viva su corazón por siempre. R/. el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a
gritos.
Lo recordarán y volverán al Señor Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son
hasta de los confines del orbe; éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
en su presencia se postrarán las familias de los Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y,
pueblos. con el padre y la madre de la niña y sus
acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió
de la mano y le djo: «Talitha qumi» (que significa:
«Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a
andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo
visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y
les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor

«Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda


curada de tu enfermedad»

Hoy el Evangelio nos presenta dos milagros de


Jesús que nos hablan de la fe de dos personas bien
distintas. Tanto Jairo —uno de los jefes de la
sinagoga— como aquella mujer enferma muestran
una gran fe: Jairo está seguro de que Jesús puede
curar a su hija, mientras que aquella buena mujer
confía en que un mínimo de contacto con la ropa
de Jesús será suficiente para liberarla de una
enfermedad muy grave. Y Jesús, porque son
personas de fe, les concede el favor que habían ido
a buscar.

La primera fue ella, aquella que pensaba que no


era digna de que Jesús le dedicara tiempo, la que
no se atrevía a molestar al Maestro ni a aquellos
judíos tan influyentes. Sin hacer ruido, se acerca
y, tocando la borla del manto de Jesús, “arranca”
su curación y ella enseguida lo nota en su cuerpo.
Pero Jesús, que sabe lo que ha pasado, no la
quiere dejar marchar sin dirigirle unas palabras:
«Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda
curada de tu enfermedad» (Mc 5,34).

A Jairo, Jesús le pide una fe todavía más grande.


Como ya Dios había hecho con Abraham en el
Antiguo Testamento, pedirá una fe contra toda
esperanza, la fe de las cosas imposibles. Le
comunicaron a Jairo la terrible noticia de que su
hijita acababa de morir. Nos podemos imaginar el
gran dolor que le invadiría en aquel momento, y
quizá la tentación de la desesperación. Y Jesús,
que lo había oído, le dice: «No temas, solamente
ten fe» (Mc 5,36). Y como aquellos patriarcas
antiguos, creyendo contra toda esperanza, vio
cómo Jesús devolvía la vida a su amada hija.

Dos grandes lecciones de fe para nosotros. Desde


las páginas del Evangelio, Jairo y la mujer que
sufría hemorragias, juntamente con tantos otros,
nos hablan de la necesidad de tener una fe
inconmovible. Podemos hacer nuestra aquella
bonita exclamación evangélica: «Creo, Señor,
ayuda mi incredulidad» (Mc 9,24).

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