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Curso de Especialista en CTS+I

Módulo 1.

Tema 4. Introducción a la noción de Tecnología

- Presentación y objetivos
- Contenidos
- Textos de ampliación
- Bibliografía y enlaces
- Actividades
Presentación y objetivos

En este tema se desarrolla una introducción a la noción de tecnología. Se


presta particular atención a las relaciones de la noción de tecnología con las de
técnica y de ciencia, así como al estudio de sus características estructurales y
dinámicas. Esta noción ha sido objeto de diferentes conceptualizaciones que
son también revisadas en el desarrollo del tema. La disciplina de base es la
filosofía de la tecnología de inspiración analítica, enriquecida mediante la
reflexión procedente de la denominada “tradición humanística”.

Los objetivos del tema son los siguientes:

1. Conocer los principales rasgos que distinguen a los sistemas y


artefactos tecnológicos.
2. Diferenciar las nociones de tecnología, técnica y ciencia, y conocer las
diversas formas de conocimiento involucradas en la actividad
tecnológica.
3. Conocer algunos de los principales autores en el estudio académico de
la naturaleza y dinámica de la tecnología.
4. Apreciar el valor de la tecnología en el desarrollo social, siendo a la vez
consciente de sus condicionantes y limitaciones en tanto que actividad
humana.

Autores
José Antonio López Cerezo es profesor de Lógica y Filosofía de la Ciencia
habilitado como Catedrático en la Universidad de Oviedo, así como coordinador
académico de la red temática CTS+I de la Organización de Estados
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Es autor o
editor de diversos libros y monografías sobre aspectos sociales y filosóficos
relacionados con la ciencia y la tecnología; entre ellos Ciencia y política del
riesgo (Alianza, con J.L. Luján, 2000), Ciencia, tecnología, sociedad y cultura
en el cambio de siglo (Biblioteca Nueva, edición con J.M. Sánchez Ron, 2001),
Políticas del bosque (Cambridge University Press, con M. González, 2002), La
democratización de la ciencia (Erein, 2003) y Studies in Science, Technology,
and Society (Technology in Society, edición con A. Ibarra, 2003).

José Luis Luján es doctor en filosofía por la Universidad de Valencia. En la


actualidad es Profesor Titular de filosofía de la ciencia de la Universidad de las
Islas Baleares. Coautor con J.A. López Cerezo de El artefacto de la inteligencia
(Anthropos, 1989), con M. González y J.A. López Cerezo de Ciencia,
tecnología y sociedad (Tecnos, 1996), y con J. Atienza de La imagen social de
las nuevas tecnologías biológicas en España (Centro de Investigaciones
Sociológicas, 1997). Ha sido editor, junto con M. González y J.A. López
Cerezo, del libro Ciencia, tecnología y sociedad: lecturas seleccionadas (Ariel,
1997) y, con J.A. López Cerezo, de un número especial de la revista Teorema
(vol. XVII/3), dedicado a la filosofía de la tecnología.
Contenido

Un mensaje recurrente en los medios de comunicación es que hoy vivimos la


época tecnológica. Tal como reflejan frases de moda, como “sociedad de la
información”, la megaciencia y la alta tecnología parecen definir nuestro tiempo
en ámbitos tan diversos como los de la economía, la política e incluso la
experiencia personal.(1) Se trata, a este respecto, de esa "textura tecnológica
de la vida", en palabras de Don Ihde (Existential Technics, 1983, pp. 10-11),
que ha llegado a invadir el mundo de nuestra experiencia. En su reflexión
metafísica sobre la tecnología: "Por ejemplo, comenzando con el primer evento
consciente del día, es probable que el ruido del despertador o el sonido de la
radio-despertador sea nuestro primer acto de consciencia. Este es seguido por
una completa serie de interacciones y usos, que pueden incluir apagar la manta
eléctrica o encender el calentador y, en cualquier caso, apartar las sábanas y
mantas tecnológicamente producidas en la cama también tecnológicamente
producida, poner en funcionamiento la enorme red de tuberías, y entrar una
verdadera jungla tecnológica en la cocina moderna, con el horno, la tostadora,
el sistema de agua caliente, la iluminación, etc. Incluso el filósofo da por
sentado está textura tecnológica en su uso diario del teléfono, la fotocopiadora,
la máquina de escribir, el coche, ad
infinitum".
(1)

¿Cómo debemos, no obstante, entender la tecnología? ¿y sus relaciones con


la ciencia y la sociedad?

Noción de técnica: cuestiones


etimológicas

Conceptualizaciones de la tecnología
La multiplicidad de sentidos de la tecnología

"Tecnología" es uno de los términos que mayor diversidad presentan hoy en la


definición de su significado. Revisemos brevemente algunas de las principales
acepciones, siguiendo en líneas generales a Harro van Lente.

La tecnología como forma de conocimiento

La definición habitual en enciclopedias y diccionarios es básicamente de


carácter intelectualista. De acuerdo con la primera aceptación del Diccionario
de la Lengua Española de la Real Académica (21ª edición), la tecnología es el
“conjunto de los conocimientos propios de un oficio mecánico o arte industrial”
(en un sentido análogo se expresan la mayoría de las acepciones de esta
entrada: como lenguaje o como tratado). A su vez, por ejemplo el The
American College Dictionary (1962), define la tecnología como el estudio de las
artes prácticas o (por analogía con biología o sociología) la ciencia de las artes
industriales (Ferré, 1988: 14). Esta acepción tiene normalmente un marcado
tono cientifista y olvida el importante elemento material al que con frecuencia
se hace referencia al hablar de tecnología.

La tecnología como colección de cosas o destrezas prácticas

Otro uso común del término es de tipo artefactual y hace referencia a las artes
prácticas y los productos mismos (Ferré, 1988: 14). De hecho, la cuarta
acepción del Diccionario de la Real Academica define la tecnología como el
“conjunto de los instrumentos y procedimientos industriales de un determinado
sector productivo”. Tecnología serían así los aparatos, artefactos o
procedimientos técnicos, es decir, los medios auxiliares de los que se hace uso
en la actividad productiva y de servicios.

Por ejemplo, Arnold Gehlen, en Man in the Age of Technology (1980 – cit. por
van Lente, 1993), distingue tres tipos de tecnología en este sentido de medio
auxiliar para mejorar un cuerpo incompleto. Primero la técnicas de reemplazo
(que permiten actividades más allá del alcance del cuerpo – por ejemplo un
frigorífico); segundo las técnicas de mejora (que extienden las capacidades del
propio cuerpo – por ejemplo un microscopio); y tercero las técnicas de
posibilitación (que descansan al cuerpo de su trabajo – por ejemplo una
motocicleta).

La tecnología como configuración que funciona

La tecnología, sin embargo, no puede reducirse a una mera colección de


cosas. Un frigorífico o un ordenador no es sólo un conjunto de piezas. Tan
importante como sus elementos materiales es su disposición espacio-temporal,
su uso correcto, etc. Es decir, tan importante como las cosas es que éstas
funcionen.

En esta concepción, la tecnología sería concebida como una configuración que


funciona. Así, en esta definición podríamos incluir tecnologías compuestas por
un conjunto heterogéneo de elementos como sistemas de transporte o
sistemas sanitarios. Del mismo modo, el énfasis en el funcionamiento, en vez
de en el sustrato material, destaca los elementos organizativos y contextuales
que deben estar presentes para que una tecnología sea considerada tal.

La tecnología como alianza de ciencia y técnica

Se trata de una visión generalmente cercana a la concepción de la tecnología


como forma de conocimiento o como destreza práctica, pues suele tratarse de
una caracterización complementaria respecto de otras. Entre otros autores,
esta concepción es propuesta por Sanmartín (1987 y 1990), aunque
favoreciendo en este caso la predominancia de la tecnología como “técnica
teorizada”. Alternativamente, sería aquí posible distinguir casos de “teorías
tecnificadas” (López Cerezo y Luján, 1989).

En este sentido general también se manifiesta Quintanilla (1988: 33): "....


utilizamos el término 'técnica' en sentido genérico y distinguiremos dos grandes
clases de técnicas: las técnicas artesanales o preindustriales y las técnicas
industriales de base científica. Para estas últimas reservaremos el término

Un enfoque filosófico sobre la tecnología


'tecnología'".

La tecnología como transformador de input en output

Hace referencia a la función de la tecnología en la industria, por ejemplo


empleando el enfoque económico neoclásico (véase la última ampliación de
contenido). En esta visión tiende a entenderse la tecnología como elemento
determinante de la forma de las organizaciones, como elemento vertebrador de
la empresa.

La tecnología es concebida como función de producción, como módulo en un


sistema input-output. Esto tiene dos consecuencias en la comprensión de la
tecnología: primero, favorecer las explicaciones funcionalistas (la existencia y
forma de un tecnología se supone suficientemente explicada por el
cumplimiento de su función); segundo, se omiten las vinculaciones sociales y
los efectos sociales de las tecnologías.

Esta concepción es deficiente cuando la tecnología es, por ejemplo, de tipo


reticulado (como la red de electricidad o de transporte); o cuando está
íntimamente conectada con la sociedad o bien no tiene una clara función de
producción (como en el caso del sistema sanitario o educativo).

La tecnología como actividad


Se trata de una definición más general. Por supuesto, puede tratarse de una
actividad teórica o práctica, de un saber qué o un saber cómo. Mitcham (1994:
210) da un listado de forma básicas de expresión comportamental de la
tecnología como actividad. Entre ellas: producir, inventar, diseñar, manipular,
operar y mantener. Pueden resumirse en dos tipos elementales: producción y
uso, según respondan a una acción o un proceso.

La tecnología como símbolo


Hace referencia a la función simbólica de la tecnología: símbolo de progreso,
supremacía, modernidad, masculinidad, efectividad. Por ejemplo, en la
construcción de centrales nucleares para la producción de energía eléctrica
durante los años 60 y 70, el apoyo social y la movilización era buscado
presentando tal tecnología como elemento clave del "progreso tecnológico".
Obstaculizar un inevitable progreso tecnológico, se nos decía, es un grave error
que produciría atraso social. Los críticos, a su vez, concebían tal tecnología y
trataban de movilizar al público en su contra promoviendo una visión de la
misma como amenaza para el bienestar y el progreso real. La tecnología es así
incorporada como símbolo o elemento retórico en el discurso de los
contendientes, como abstracción que expresa un compromiso social, que
puede legitimar propuestas y actividades, y que puede movilizar diversos
segmentos sociales.(2)
(2)

La tecnología como volición

La tecnología ha sido también asociada a diversos tipos de voluntad, impulso,


motivación, aspiración, intención o elección. Por ejemplo, de acuerdo con
Mitcham (1994), ha sido descrita como la voluntad de sobrevivir o de satisfacer
alguna necesidad biológica básica (Spengler, Ferré); la voluntad de control o
poder (Mumford); la voluntad de libertad (Grant, Walker, Zschimmer); la
búsqueda o voluntad de eficiencia (Skolimowski); y la voluntad de realizar "la
gestalt del trabajador" (Jünger) o casi cualquier autoconcepción supranatural
(Ortega).

Por ejemplo, F. Ferré (1988) caracteriza la tecnología en términos de volición.


En principio la define como "aplicación práctica de la inteligencia" (pág. 30),
para describir después la inteligencia práctica como "la autodisciplina mental al
servicio de las necesidades de la vida" (pág. 36). Para Ortega, por otro lado, los
objetos y conocimientos tecnológicos se fundamentan en una auto-realización
intencionada. La afirmación autocreadora precede a la creación al nivel de la
invención material. Es decir, aquello que se desee reclama su tecnología
apropiada.

La tecnología como forma de organización social

Se trata de una visión de la tecnología cercana a la concepción sistémica de


ésta como configuración pero enfatizando el elemento organizativo. Por
ejemplo, con una amplia concepción de la tecnología, Joseph Agassi (1985: 20)
destaca el elemento organizativo de la tecnología para defender su tesis de
que la tecnología (al contrario que la ciencia) no es acumulativa. ".... una vez
que nos damos cuenta de que cada tecnología está ligada a condiciones
sociales y organizaciones, estamos en mejor condición de dar cuenta de las
técnicas y describirlas como formas de vida ....". Otros autores como B. Wynne,
A. Pacey, M. González y otros han defendido la necesidad de concebir la
tecnología como forma de organización social.

La tecnología, como vemos en esta primera aproximación, puede ser


concebida resaltando aspectos o dimensiones diferentes. Puede en general ser
entendida como un elemento mediador entre distintas categorías de entidades:
artefactos materiales, actores (con su conocimiento, destrezas y estrategias),
patrones de conducta y organizaciones, y lenguaje y orden simbólico (van
Lente, 1993).(3) Veamos ahora con algo más de detalle alguna de estas
dimensiones.
(3)

Concepción tradicional de la tecnología

La concepción tradicional de la tecnología es la de un cuerpo de conocimiento


especializado que deriva de la aplicación de la ciencia y tiene como objetivo la
construcción y mejora de artefactos, sean éstos tejidos sintéticos o aviones
supersónicos. De este modo, la tecnología puede identificarse con un conjunto
de leyes y reglas prácticas que resumen el saber hacer de las distintas
ingenierías, o bien, alternativamente, con el conjunto de los artefactos o
procesos materiales elaborados a partir de dicho saber. Tenemos por tanto un
modo intelectualista (o “cognitivo”) y un modo artefactual (o “instrumental”) de
entender tradicionalmente la tecnología. Si la primera acepción es más
frecuente en diccionarios, enciclopedias y manuales; la segunda parece estar
más cercana al sentido común y la imagen popular de la tecnología..

Entendida de un modo intelectualista o artefactual, esta visión tradicional de la


tecnología delimita con nitidez los aspectos internos de los externos. Interno
será todo aquello que tenga que ver con el correcto funcionamiento de un
artefacto o un sistema técnico, por ejemplo la relación entre sus diversas
piezas o componentes, una adecuada lubricación o las normas para un uso
correcto. De este modo, la tarea del ingeniero será reproducir o mejorar
artefactos dados atendiendo únicamente a un criterio de incremento de
eficiencia. Tendrá éxito cuando satisfaga tal criterio, aplicando su conocimiento
y habilidades técnicas para resolver aceptablemente un problema técnico. Es
decir, cuando los puentes sean sólidos y funcionales o cuando los ordenadores
sean rápidos y potentes.

En esta concepción tradicional, la tecnología, al igual que el conocimiento puro


o los objetos materiales, es valorativamente neutral. Una afirmación acerca del
mundo o un objeto mundano no es ni bueno ni malo, depende del uso que se
haga del mismo en un determinado contexto sociopolítico. La tecnología, se
nos dice aquí, es una cosa; la ética y la política, otra bien distinta. Un conocido
slogan que resume este punto de vista es el de "Hay átomos para la paz y
átomos para la guerra". Todo dependerá, por tanto, de qué uso se le dé a esos
átomos.

Es entonces natural considerar que la tecnología es independiente de cualquier


sistema sociopolítico, y, por tanto, en principio cualquier tecnología puede ser
transferida de un país a otro de igual manera que la luz viaja a la misma
velocidad en Lima o en Singapur. Las tecnologías son neutrales porque
permanecen esencialmente bajo las mismas normas de eficacia
independientemente del contexto en el que se desarrollan o implantan.(4)
(4)

En estrecha relación con esta concepción tradicional de la naturaleza de la


tecnología se encuentra la visión triunfalista y esencialista de su evolución
temporal. La tecnología, en esta visión, es una empresa acumulativa y
progresiva de dominio de la naturaleza. El concurso de la ciencia a través de
los grandes hombres de la historia de la tecnología ha hecho posible superar
las fronteras de la imaginación y mejorar espectacularmente nuestras
condiciones de vida. La tecnología, de este modo, tiene una función clave en la
realización del progreso humano, que es expresada a través del clásico modelo
lineal de innovación:

+ ciencia=+ tecnología=+ riqueza=+ bienestar

Ahora bien, se nos advierte en esta visión clásica del cambio tecnológico, al
igual que la ciencia sólo podrá contribuir al mayor bienestar social si se olvida
de la sociedad para buscar exclusivamente la verdad, que la tecnología pueda
actuar de cadena transmisora en la mejora social sólo será posible si se
respeta la autonomía que rige su desarrollo en un estado óptimo (véase
Maxwell, 1984). Así, deberíamos preservar la autonomía de la tecnología, una
tecnología que atienda únicamente a ese criterio interno de incremento de
eficiencia. En una extendida versión extrema de este modelo, se entiende que,
además, todo cambio social depende fundamentalmente del cambio
tecnológico. Completar de este modo la tesis de la autonomía de la tecnología
conduce a la llamada tesis del "determinismo tecnológico" sostenida, entre
otros, por J. Ellul (véase el tema 1.6).

Esta visión tradicional de la tecnología no ha sido independiente de la evolución


de las políticas públicas al respecto, que adoptaron como base el modelo lineal
para promover la autonomía de la ciencia y la tecnología sobre la base de la
supuesta integridad y productividad del sistema. En otros temas se aborda esta
cuestión. Nosotros nos centrarnos ahora en la crítica académica de esa
concepción tradicional de la tecnología.

La crítica académica de la concepción tradicional

El cambio académico en la imagen de la tecnología es un proceso que


comienza en los años 70 y que aún se halla en fase de consolidación. La clave
se encuentra en presentar la tecnología, no como un proceso o actividad
autónoma que sigue una lógica interna de desarrollo en su funcionamiento
óptimo, sino como un proceso o producto inherentemente social donde los
elementos no técnicos desempeñan un papel decisivo a la hora de explicar su
cambio temporal y elaborar sus criterios de eficacia técnica. En otras palabras,
no pueden separarse con nitidez las cuestiones de hecho y las cuestiones de
valor al analizar el cambio tecnológico, pues la tecnología no es una fuerza
exógena que avance por su propia lógica interna sino una actividad humana
que tiene lugar en contextos sociopolíticos dados. En este sentido, el desarrollo
tecnológico no responde simplemente a las necesidades sociales, pues éstas
son creadas o interpretadas mediante ese mismo desarrollo (véanse los temas
1.6 y 1.11).
Un autor representativo de esa nueva visión subyacente de la tecnología es
Arnold Pacey. De acuerdo con él, se puede hablar de dos definiciones de
tecnología: una restringida y otra general (Pacey, 1986). En la primera sólo se
hace referencia al aspecto técnico (conocimiento, destreza y técnica,
herramientas, máquinas o recursos), que coincidiría con la concepción
tradicional en sus versiones intelectualista o artefactual. Por el contrario, la
segunda definición incorpora, además de los rasgos ya mencionados, los
aspectos organizativos (actividad económica e industrial, actividad profesional,
usuarios y consumidores) y los aspectos culturales (objetivos, valores y códigos
éticos, códigos de comportamiento). Los cambios técnicos pueden producir
ajustes en los aspectos culturales y organizativos, del mismo modo que las
innovaciones en la organización pueden conducir a cambios técnicos y
culturales. Pacey insta a que el fenómeno tecnología sea estudiado, analizado,
valorado y gestionado en su conjunto, esto es, como una práctica social, y a
hacer explícitos los valores culturales a ella subyacentes. De acuerdo con la
concepción convencional de la tecnología, las soluciones a los problemas
planteados por la sociedad son exclusivamente técnicas. Pacey considera, por
el contrario, que en muchas ocasiones las soluciones más acordes con los
deseos y las esperanzas de los ciudadanos dependen en mayor grado de
cambios en la esfera organizativa.(5)
(5)

Conocimiento científico y conocimiento


tecnológico
Un elemento fundamental en la caracterización de la tecnología es el relativo al
conocimiento. De hecho, la superación de la concepción intelectualista de la
tecnología requiere realizar una apreciación justa de la importancia de este
elemento sin que ello suponga necesariamente comprometernos con la
reducción de la tecnología a la ciencia.

Caracterización multidimensional de la tecnología

Con el fin de realizar una caracterización multidimensional de la tecnología, que


dé cuenta adecuadamente del importante componente social de la misma,
podemos ahora definir tentativamente la tecnología como sistemas diseñados
para realizar alguna función. Se hace referencia a sistemas, y no sólo
artefactos, para incluir tanto instrumentos materiales como tecnologías de
carácter organizativo (sistemas impositivos, educativos que pueden estar
fundamentados sobre el conocimiento científico). Siguiendo a H. Radder (1996)
hay cinco características clave para caracterizar la tecnología: realizabilidad,
carácter sistemático, heterogeneidad, relación con la ciencia, división del
trabajo.

Realizabilidad. Hablar de tecnología es hablar de una configuración concreta; la


tecnología ha de estar realizada. Como señala Rapp, la tecnología “es, por lo
pronto, siempre un fenómeno dado fácticamente” (Rapp, 1978). Es
fundamental por tanto distinguir entre la tecnología en sentido estricto y el
conocimiento que la hace posible (Quintanilla y Bravo, 1997; Quintanilla, 1998).
Esta distinción es básica para poder analizar el proceso de cambio tecnológico
y para caracterizar el conocimiento
tecnológico.(6)
(6)

El conocimiento técnico o tecnológico es una condición necesaria para el


desarrollo de una técnica o de una tecnología, pero no es una condición
suficiente. El conocimiento tecnológico, además, posibilita diferentes
materializaciones tecnológicas. Las tecnologías para difundirse ampliamente
han de ser producidas en masa, publicitadas, vendidas y utilizadas con éxito.
Todos estos contextos introducen constricciones a los posibles desarrollos
alternativos. Las características de las centrales nucleares norteamericanas no
son sólo una consecuencia del conocimiento técnico disponible. Son también
una consecuencia del compromiso de suministrar reactores para submarinos
nucleares por parte de compañías como General Electric y Westinghouse.

Como señala Radder, la realizabilidad implica que al estudiar la tecnología las


preguntas “dónde”, “cuándo”, “por quién”, “para quién”... son de la máxima
relevancia. Las tecnologías particulares están condicionadas por factores
concretos que es necesario especificar.

Carácter sistémico. Una tecnología, tal como se ha apuntado antes, no puede


conceptualizarse como simples artefactos aislados. Cualquier tecnología, por
simple que sea, esta insertada en un entramado sociotécnico que la hace
viable. Un coche es una tecnología formada por multitud de componentes de
diferentes orígenes que para funcionar necesita de carreteras, gasolineras y
refinerías, semáforos, guardias de tráfico, etc. No es posible entender una
tecnología sin tener en cuenta el entramado sociotécnico del que forma parte.
Los enfoques para el estudio del cambio tecnológico desarrollados por Hughes,
Latour, Rip y Callon enfatizan esta característica.

Heterogeneidad. Los sistemas tecnológicos realizados son heterogéneos. El


ejemplo del coche sirve perfectamente para ilustrar esta característica. Los
componentes del artefacto coche son de diferente tipo y procedencia. Pero
además, alrededor de él hay todo un entramado configurado por fábricas,
tiendas, seguros, publicidad, regulación, etc. Como señala Radder, la
realizabilidad, sistematizidad y heterogeneidad son características necesarias
para entender el éxito o fracaso de una tecnología. Estas características
contrarrestan el punto de vista que otorga cierta autonomía a la tecnología. El
acta Price-Anderson en Estados Unidos, y otras leyes similares en otros
países, que limita la responsabilidad por accidente de las centrales nucleares
es un hecho esencial para entender la
existencia de esta fuente de energía.(7)
(7)
Relación con la ciencia. La tecnología contemporánea mantiene una amplia y
diversa relación con la ciencia. Esta relación va más allá de la generalmente
reconocida al conceptualizar la tecnología como ciencia aplicada. No sólo el
conocimiento científico, sino también el “saber cómo”, materializado en
habilidades y técnicas teóricas, observacionales y experimentales y resultados
científicos materializados en sustancias, materiales e instrumentos, forman
parte del flujo que va de la ciencia a la tecnología. Sin embargo, y en contra de
lo que comúnmente se ha supuesto, no existe una incorporación automática de
los diversos productos científicos a la tecnología. Es necesaria la intervención
de otros factores. Los sociólogos y economistas del cambio tecnológico se
centran en el estudio de estos factores.

División del trabajo. Las características contempladas aquí implican una


división del trabajo entre quienes desarrollan, producen, operan y usan la
tecnología. La realización de una tecnología crea por tanto relaciones de
dependencia entre los diferentes agentes implicados. Las tecnologías no
pueden funcionar de forma incondicional. Esta característica esta relacionada
tanto con el carácter sistémico como con la heterogeneidad anteriormente
señaladas.

El conocimiento tecnológico
El conocimiento presente en las actividades tecnológicas puede clasificarse en
cinco tipos: habilidades técnicas, máximas técnicas, leyes descriptivas, reglas
tecnológicas y teorías tecnológicas (Bunge, 1967; Mitcham, 1994). Analicemos
brevemente cada uno de estos tipos de conocimiento.

Habilidades técnicas. Las habilidades técnicas son conocimiento operacional,


como opuesto a conocimiento representacional (Quintanilla y Bravo, 1997).
Estas habilidades técnicas son “saber cómo” que se adquiere por ensayo y
error y se transmite por imitación. Se trata de un tipo de conocimiento que es
en gran medida tácito y no discursivo.

Máximas técnicas. Las máximas técnicas son “saber cómo” codificado.


Describen el procedimiento a seguir para conseguir un resultado concreto. Se
trata de conocimiento adquirido por ensayo y error, pero transmisible
lingüísticamente. En ocasiones las máximas técnicas son estrategias
heurísticas para la resolución de problemas.

Leyes descriptivas. Las leyes descriptivas poseen la forma “si A entonces B”.
Son semejantes a las leyes científicas: son explícitamente descriptivas e
implícitamente prescriptivas para la acción. No son leyes científicas porque no
forman parte de un entramado teórico que las explique. Se trata de
generalizaciones derivadas directamente de la experiencia, por lo que se las
llama también “leyes empíricas”.

Reglas tecnológicas. Cuando una ley descriptiva se fundamenta


científicamente se habla de “regla tecnológica”. Es posible también transformar
las leyes científicas, mediante enunciados nomopragmáticos (véase más
adelante), en reglas tecnológicas. Las reglas tecnológicas son, según M.
Bunge, instrucciones para realizar un número finito de actos en un orden dado
y con un objetivo determinado y pueden simbolizarse por una cadena de
signos. Son normas que indican cómo debe uno proceder para conseguir un fin
determinado y están, además, basadas en un conjunto de fórmulas de leyes
capaces de dar razón de su efectividad. Las reglas tecnológicas son
formulaciones lingüísticas que representan teóricamente el saber tecnológico.

Teorías tecnológicas. Teorías tecnológicas, de acuerdo con Bunge, las hay de


dos tipos: sustantivas y operativas. Las teorías sustantivas son esencialmente
aplicaciones de las teorías científicas. Ejemplo: la aerodinámica como una
aplicación de la dinámica de fluidos. Las teorías tecnológicas operativas están
desde el principio relacionadas con las acciones humanas y del complejo
hombre-máquina. Serían ejemplos de estos tipos de teorías la teoría de la
decisión y la investigación operativa. Las teorías sustantivas emplean tanto el
contenido como el método de la ciencia, mientras que las teorías operativas
aplican sólo el método de la ciencia a problemas de acción para desarrollar
teorías científicas relativas a la acción.

Desde distintas posiciones epistemológicas se otorga distinto peso a cada uno


de estos tipos de conocimiento en la tecnología en general. Y desde cada
posición epistemológica se entienden los diferentes ámbitos tecnológicos como
combinaciones diferentes de estos tipos de conocimiento.

El análisis del conocimiento tecnológico está relacionado con cuestiones


relativas a las políticas científicas y tecnológicas y el desarrollo tecnológico.
Una influyente tradición en ciencias sociales asume que la tecnología posee las
propiedades de la información: es mucho más costoso producirla que utilizarla
y transmitirla. Este supuesto significa también que la mayor parte del
conocimiento tecnológico puede ser completamente codificado en forma de
patentes, proyectos, manuales de funcionamiento, etc. Según K. Pavitt, los
análisis empíricos sugieren que este supuesto es falso: el desarrollo
tecnológico es, en gran medida, específico, complejo, a menudo tácito y
acumulativo (específico y acumulativo). Veamos estas características:

Especificidad. La tecnología es específica en dos sentidos: respecto a las


empresas (donde se lleva a cabo la mayor parte de la actividad tecnológica); y
es específica respecto a los productos y procesos.

Complejidad. La teoría raramente es lo suficientemente robusta como para


predecir la ejecución de una tecnología concreta, lo que eliminaría la costosa y
ardua tarea de construcción y prueba de prototipos y plantas pilotos.(8) La
naturaleza compleja de la tecnología posee dos implicaciones: (i) existe un alto
nivel de incertidumbre para realizar una valoración previa precisa del
funcionamiento o la utilidad de una innovación; (ii) la asimilación de tecnologías
desarrolladas en otras organizaciones es una labor costosa, ya que la
asimilación supone realizar modificaciones y obtener conocimiento adicional.
(8)

Conocimiento tácito. La especificidad y la complejidad muestran la importancia


que el conocimiento tácito posee en el desarrollo tecnológico. Esta importancia
del conocimiento tácito hace que la frontera entre innovación e imitación sea
difusa. El conocimiento tácito es conceptualizado como capacidades o saber
cómo incorporados en individuos y/o organizaciones. (El volumen de comercio
entre compañías es mayor en relación con el saber cómo que en relación con
el derecho de patentes.)

Acumulación. Como consecuencia de la especificidad y la complejidad, la


actividad tecnológica en las empresas tiende a construirse gradualmente sobre
lo que ya se conoce. Los procesos de innovación están limitados por lo que las
empresas ya han aprendido. El conocimiento disponible configura las
expectativas de desarrollo futuro, factor que influye en las elecciones de
tecnologías.

La relación ciencia-tecnología

Un tema fundamental en el análisis filosófico de la tecnología es su relación


con la ciencia. Se han defendido diferentes puntos de vista sobre esta relación.
Niiniluoto (1997) ofrece una clasificación:

La ciencia es reducible a la tecnología

La tecnología es reducible a la ciencia

La ciencia y la tecnología son la misma cosa

La ciencia y la tecnología son independientes

Hay una interacción entre la ciencia y la tecnología

En este contexto es oportuno afinar mejor la distinción entre técnica y


tecnología (Bunge, 1967; Sanmartín, 1990; Quintanilla y Bravo, 1997). El
término técnica haría referencia a procedimientos, habilidades, artefactos,
desarrollados sin ayuda del conocimiento científico. El término tecnología se
utilizaría, entonces, para referirse a aquellos sistemas desarrollados teniendo
en cuenta el conocimiento científico. Los procedimientos tradicionales utilizados
para hacer yogures, quesos, vino, cerveza, serían técnicas; mientras que la
mejora de estos procedimientos a partir de la obra de Pasteur y el desarrollo de
la microbiología industrial serían tecnologías. Esta distinción entre técnica y
tecnología se introduce sobre la base de un hecho histórico: la relación entre la
ciencia y la técnica es reciente. El ser humano ha creado artefactos y
desarrollado procedimientos técnicos con anterioridad al surgimiento de la
ciencia.

Esta distinción entre técnica y tecnología implica que, por definición, la


tecnología mantiene algún tipo de relación estrecha con la ciencia. Un
problema distinto es cuál es ese tipo de relación. Las respuestas son también
diversas.

La tecnología como ciencia aplicada

Tal como veíamos antes, el punto de vista más extendido sobre la relación
ciencia-tecnología es el que conceptualiza la tecnología como ciencia aplicada.
Este punto de vista es el subyacente al modelo lineal de innovación, por lo que
ha influido en la formulación de políticas públicas de ciencia y tecnología hasta
tiempos recientes. Ha sido común, aunque frecuentemente de modo implícito,
en la filosofía de la ciencia. Veamos ahora cuales son sus principales
afirmaciones:

1) Los principales productos de la actividad científica son las teorías científicas;

2) Las teorías científicas son conjuntos de enunciados organizados


deductivamente;

3) Las leyes científicas son enunciados legaliformes;

4) Aplicar una teoría es lógicamente equivalente a realizar una predicción, i.e.,


se puede formalizar como una inferencia deductivamente válida:

Mario Bunge distingue entre leyes científicas y reglas tecnológicas (Bunge,


1967 y 1985). Una regla es una regla tecnológica si está fundamentada en
leyes científicas. Esta fundamentación se produce a través de enunciados
nomopragmáticos. El enunciado “el agua hierve a 100ºC” es un enunciado
nomológico. El enunciado “Si se calienta el agua a 100ºC, entonces hervirá” es
un enunciado nomopragmático (ya que introduce la acción de calentar). Y el
enunciado “para hervir el agua es necesario calentarla a 100ºC” es una regla
tecnológica.

La diferencia entre predecir y aplicar se entendería entonces en función de la


diferencia de los objetivos de la ciencia y la tecnología. Las predicciones se
realizan para probar la adecuación de una teoría científica, mientras que las
aplicaciones persiguen la solución de algún problema práctico. Los
experimentos científicos prueban la adecuación de una teoría, los experimentos
tecnológicos su efectividad. Afirmar que la tecnología es ciencia aplicada
equivale entonces a afirmar que:

1. Una tecnología es principalmente un conjunto de reglas tecnológicas;


2. Las reglas tecnológicas son consecuencias deducibles de las leyes
científicas;
3. El desarrollo tecnológico depende de la investigación científica.

Crítica de la tesis de la tecnología como ciencia aplicada

• En su análisis de la historiografía de la tecnología, John Staudenmaier


(1985) argumenta que la tesis de la tecnología como ciencia aplicada ha
sido atacada desde diferentes frentes. Los argumentos principales son
los siguientes:
• La tecnología modifica los conceptos científicos;
• La tecnología utiliza datos problemáticos diferentes a los de la ciencia;
• La especificidad del conocimiento tecnológico;
• La dependencia de la tecnología de las habilidades técnicas.

La tecnología modifica los conceptos científicos. Thomas Smith estudió el


Whirlwind project, desarrollado tras la II Guerra Mundial en el MIT para crear
una computadora digital. Concluye que la mayor parte de los conceptos
utilizados eran endógenos a la propia ingeniería, y los que procedían de las
ciencias (especialmente de la física, en relación con el almacenamiento
magnético de información) fueron sustancialmente transformados para su
utilización en el desarrollo del proyecto. Smith llega a afirmar que la idea de la
ciencia como un reservorio de conocimiento para el desarrollo tecnológico es
una noción romántica.

La tecnología utiliza datos problemáticos diferentes a los de la ciencia. Walter


Vincenti ha estudiado el diseño aeronáutico, mostrando que la ingeniería
realiza aportaciones importantes a problemas de los que la ciencia no se ha
ocupado. Realiza una categorización del conocimiento tecnológico: 1)
conceptos fundamentales de diseño, 2) criterios y especificaciones, 3)
herramientas teóricas, 4) datos cuantitativos, 5) consideraciones prácticas, y 6)
instrumentalidades de diseño. El conocimiento científico es importante en los
tipos 2, 3 y 4, pero parte de estos tipos de conocimiento proceden del propio
desarrollo tecnológico.

La especificidad del conocimiento tecnológico. Aunque existen fuertes


paralelismos entre las teorías científicas y las teorías tecnológicas, los
presupuestos subyacentes son diferentes. Según Layton, la tecnología, por su
propia naturaleza es menos abstracta e idealizada que la ciencia.

La dependencia de la tecnología de las habilidades técnicas. La distinción entre


la técnica y la tecnología se realiza en función de la conexión de esta última
con la ciencia (tanto en relación con el conocimiento como con la metodología,
el uso de herramientas teóricas, etcétera). Esta distinción no implica que en la
tecnología actual no desempeñen ningún papel las habilidades técnicas.

Estas cuatro líneas de argumentación identificadas por Staudenmaier (1985) no


niegan necesariamente que exista relación entre la ciencia y la tecnología, lo
que niegan es que esta relación sea exclusivamente la que se expresa en la
comprensión de la tecnología como ciencia aplicada. No debemos olvidar que,
en cualquier caso, diversos trabajos empíricos muestran la penetrante
influencia, en todos los sectores de la economía, de la difusión de tecnologías
surgidas de la investigación básica en física y química (Pavitt, 1991).

Aunque la conceptualización de la tecnología como ciencia aplicada ha sido


históricamente muy importante, hoy en día es difícil de defender. Shrum (1986)
señala que parece existir un consenso en entender la ciencia y la tecnología
como dos subculturas simétricamente interdependientes. Pero por debajo de
este aparente consenso existen dos puntos de vista distintos. Uno defiende la
distinción sobre la base de los métodos empleados, los productos obtenidos,
los objetivos establecidos, etc. El otro defiende la identidad entre ciencia y
tecnología.(9)
(9)

Tecnología y conocimiento tecnológico

Tras este análisis de la tecnología, el conocimiento tecnológico y la relación


ciencia-tecnología podemos concluir lo siguiente:

1. La tecnología es producto del conocimiento tecnológico y de otros


factores como valores, contextos sociales, económicos, políticos, etc.
2. El conocimiento tecnológico esta formado por conocimiento codificado y
por conocimiento tácito.
3. El conocimiento codificado esta formado por conocimiento científico, por
conocimiento tecnológico relacionado con la ciencia (contenido y
método), por conocimiento desarrollado en la propia actividad
tecnológica y por conocimiento técnico.
4. En cada ámbito de desarrollo tecnológico particular la combinación de
estos factores puede variar sustancialmente.
Textos de ampliación
• Noción de técnica: cuestiones etimológicas
• Un enfoque filosófico sobre la tecnología
• Modelos de cambio tecnológico

Noción de técnica: cuestiones etimológicas


Crédito: Texto adaptado de Carl Mitcham, Thinking through Technology,
Chicago: Chicago University Press, 1994, págs. 117 ss.

El término griego "téchne" (plural "technai"), que corresponde al latino "ars", es


la raíz etimológica de "técnica" y es traducido habitualmente como "arte",
"habilidad", "destreza". Procede del indoeuropeo "tekhn-", que significa
probablemente "trabajo en madera", o "carpintería".

En la literatura no filosófica, "téchne" es usado para hacer referencia a la


habilidad en el conseguir, el fabricar o el hacer, así como para oficios,
habilidades o destrezas diversas. Se trata de una habilidad que sigue ciertas
reglas, y por ello puede significar también "oficio".

En la literatura filosófica, sin embargo, "téchne" no sólo es concebido como una


clase particular de actividad sino como una clase de conocimiento.

En Platón, que es el primero en tratar esta noción por extenso, "téchne" y


"episteme", arte y conocimiento científico (o sistemático), son nociones
estrechamente asociadas. Por ejemplo, en el Gorgias Sócrates aduce que toda
téchne está asociada a logoi (palabras, habla, razón) concerniente a la materia
específica del arte en cuestión. Sócrates distingue dos tipos de téchne: una que
consiste fundamentalmente en trabajo físico y requiere un uso mínimo del
lenguaje (como la pintura o la escultura) y otra que está más íntimamente
ligada al lenguaje y requiere poca actividad física (como la aritmética o la
astronomía).

Otras actividades, como cocinar, no son técnicas (atéchnos) porque están


basadas en la simple experiencia, sin conciencia de la naturaleza o la causa de
lo que fabrican o hacen. No constituyen un arte que pueda ser enseñado sino
una forma rutinaria de operar.

De este modo, para el Platón temprano, "téchne" hace referencia a todas las
actividades humanas de las que puede hablarse o sobre las que se puede
razonar; actividades que no son ni espontáneas ni resultado de algún impulso
insconsciente o perpeción intuitiva. Se enfatiza el carácter lógico de la téchne,
no en el sentido de la lógica simbólica moderna, sino en el sentido griego de
estar relacionada con el lenguaje y por tanto con el conocimiento de la
naturaleza de las cosas.
Esta comprensión de "téchne" se desarrolla hacia las nociones modernas de
tecnología en el Platón posterior del Filebo. En este diálogo, Platón divide el
conocimiento en dos clases:

• el conocimiento implicado en la educación y la crianza,


• y el implicado en el hacer o el producir.

En esta segunda clase, el conocimiento técnico, se distinguen a su vez dos


géneros:

• uno donde se procede mediante la conjetura y la intuición basada


simplemente en la práctica y la experiencia (como la música, la medicina
y la agricultura),
• y otro que involucra de un modo consciente el uso de la numeración, la
medida y el peso (como la carpintería).

Esta última clase de conocimiento es la que posee mayor exactitud o precisión,


y constituye téchne en un sentido primario.

De este modo, la téchne es distinguida de toda actividad y conocimiento


humano de tipo político (como la educación o el gobierno) de forma que quede
asociada estrechamente a las actividades del fabricar o el producir que operan
sobre el mundo material no humano. Esas actividades serán tanto más téchne
cuanto mayor precisión cuantitativa involucren.

Pero Platón también distingue entre téchne y episteme, el arte y el


conocimiento sistemático (aunque anteriormente, en el esquema clasificatorio
anterior, hayan sido usado de un modo practicamente intercambiable). En el
Filebo, Platón nos habla de una aritmética "filosófica" que difiere de la
aritmética del carpintero en trata solamente con números, no con cosas
numeradas. Aquí tendríamos un caso de episteme más penetrante donde no
puede hablarse de téchne. De este modo la téchne se diferencia de la pura
teoría, del conocimiento no relacionado con el mundo de un modo práctico.

Aunque Platón no hace uso del término griego "technologia", su discusión de la


téchne parece apuntar en este sentido (al menos tal como el término es
concebido intuitivamente: como producción racional, o producción eficiente
gracias al análisis matemático).

La primera aparición de "technologia" se encuentra en Aristóteles. Para


Aristóteles, como para Platón, téchne es un conocimiento especial del mundo
que da forma a la actividad humana.

Como tipo de conciencia del mundo, la téchne se encuentra entre la


experiencia inconsciente y el conocimiento de los primeros principios: forma
parte del continuo que discurre entre las impresiones sensoriales, pasa por la
experiencia y llega al conocimiento sistemático (episteme) (Metafísica).

Ahora bien, aunque sigue enfatizando el carácter epistémico de la téchne,


Aristóteles no la concibe sólo como un tipo de conocimiento sino que reclama
también la noción de téchne como actividad (una noción bien atrincherada en el
sentido común). Así, téchne no es estrictamente una actividad sino una
capacidad para la acción basada en un tipo especial de conocimiento.

Téchne es por tanto, en Aristóteles, una capacidad práctica que depende de


una percepción o razonamiento correcto sobre la cosa que debe hacerse. La
ausencia de téchne en una práctica implica o ausencia de cualquier logos
(conciencia) o la presencia de un falso logos (falsa conciencia) (Etica a
Nicómaco).

Téchne, en Aristóteles, es así una episteme en el sentido en que involucra


conciencia verdadera del mundo, y, en consecuencia, pueder enseñarse o
comunicarse (Metafísica). Pero debe distinguirse de la episteme en tanto que
se ocupa de cosas cambiantes más bien que permanentes (Etica a Nicómaco)

Aristóteles coincide con Platón en enfatizar el carácter "lógico" de la téchne al


tiempo que la separa del conocimiento de los asuntos mundanos, por un lado, y
de la teoría pura, por otro. Sin embargo, en Aristóteles está ausente cualquier
sugerencia respecto a que parte de la lógica de la téchne consista en el uso de
conceptos matemáticos o cuantitativos (por ejemplo en la Política se refiere a
tocar la flauta como algo que requiere una gran téchne). A diferencia de Platón,
Aristóteles puede concebir la medicina como una téchne en sentido primario
(Metafísica).

Por tanto, Platón y Aristóteles coinciden en subrayar el carácter "lógico" de la


téchne, pero difieren en su comprensión del carácter del logos implicado. Ahora
bien, otro punto en común, es que no hablen de un lógos de la téchne:
simplemente la téchne hace uso del logos. Por ejemplo, en Platón, la
carpintería hace uso de una episteme aritmética más general o universal.
Aunque la aritmética es un logos que se usa en carpintería, no es el logos de la
carpintería en el sentido de que se derive o se limite a esta téchne particular; ni
tampoco es todo el logos de la carpintería, pues hay otros elementos de
conciencia en la carpintería que no pueden ser expresados en el lenguaje de la
aritmética.

De un modo simple, lo que puede ser captado o conocido por la téchne


mediante el logos es la forma o idea, eidos, el qué de la cosa que ha de
producirse. Lo que no puede captarse es la actividad, el "cómo hacerlo" de la
producción real, poiesis. Veamos un ejemplo del Cratilo de Platón. Se trata de
un carpintero que repara una lanzadera [instrumento para tejer] rota. Al
repararla el carpintero no presta atención a una lanzadera rota sino a la forma,
a "lo que por naturaleza es adecuado para actuar como una lanzadera". Esto
es lo que el carpintero debe restaurar "no de acuerdo con su propia voluntad
sino de acuerdo con su naturaleza". Es el eidos captado por el lógos lo que es
operativo en la téchne. La materia, aquello de lo que está hecha una cosa, y el
consecuente proceso de producción no cae dentro de la estructura lógica del
arte.

La téchne en su comprensión clásica, de este modo, se orienta


fundamentalmente hacia los particulares, no hacia la producción eficiente de
muchas cosas de la misma clase con el fin de amasar dinero. Como afirma Carl
Mitcham, la producción en masa sería inimaginable para un griego clásico (y no
sólo por motivos técnicos).

Hay una gran diferencia entre la téchne griega y la tecnología moderna. La


téchne implica el lógos, pero sólo en la captación del eidos o la forma, no en la
dirección del proceso real de producción, en la actividad qua actividad. No hay
logos de una actividad. La negación de lo anterior es precisamente lo que
constituye a la tecnología moderna: el logos de una actividad, la racionalización
del proceso de producción.

Podemos comprobar esa tensión considerando el caso de la posibilidad de


enseñar la téchne, algo en lo que coinciden Platón y Aristóteles. La téchne
puede enseñarse porque involucra lenguaje, pero debemos tener cuidado y no
confundir esto con la noción moderna de enseñanza. La téchne no puede
enseñarse del mismo modo que se enseña tecnología en nuestros días. Lo que
puede enseñarse son las formas de la belleza, no los procesos de producción.

Con respecto a la práctica de la téchne, el logos no es suficiente para


Aristóteles. Como la virtud, la téchne es aprendida primariamente a través de la
imitación práctica: "Los seres humanos se convierten en constructores
construyendo" (Etica a Nicómaco). Lo cual explica la ausencia de tratados
generales sobre la téchne en el corpus aristotélico. Solamente existe un
excepción: el tratado aristotélico sobre la téchne de la retórica, un lugar donde
las palabras téchne y lógos se conjuntan por vez primera.

En la Retórica, a diferencia de Platón, Aristóteles defiende el divorcio de la


retórica respecto a consideraciones sobre la verdad: la retórica sólo es una
téchne de los "medios" de persuasión, de los procesos. (Es por ese divorcio por
lo que Platón precisamente critica la retórica en, por ejemplo, Gorgias o el
Fedro). Aunque no está muy claro, parece que Aristóteles está haciendo
referencia al lógos de la actividad de la téchne de la persuasión (al
razonamiento sistemático sobre un arte).

De este modo, el término griego para "tecnología" comienza a significar el


estudio de la gramática o la retórica, y el término "tecnólogo" a hacer referencia
al gramático o retórico. Este uso de "tecnología", o un uso similar, puede
encontrarse en numerosos autores desde el siglo I a.C. hasta el siglo XII d.C.
(ej. Porfirio o Sexto Empírico, ambos del siglo III d.C.).

No obstante, el término no se consolida realmente en el vocabulario latino


hasta el siglo XVI, cuando es usado por el retórico protestante francés Pedro
Ramus (1515-1572) con un significado bastante diferente. No se hace
referencia mediante "tecnología" al logos de una téchne (i.e. la retórica) sino al
logos de las relaciones entre todas las technai. En concordancia con la pasión
por el método del humanismo renacentista, para Ramus la technologia clasifica
y ordena sistemáticamente las artes y las ciencias.

Tras Ramus, el término "tecnología" comienza a ser usado con más frecuencia
con su nuevo significado, especialmente en el trabajo del teólogo puritano
William Ames (1576-1633) en Inglaterra. La influencia de Ramus, por supuesto,
también se extiende por la Europa continental hasta llegar a la Encyclopédie
francesa (1751-1772).

Durante el siglo XVII, el término es cada vez más utilizado en lenguas


vernáculas con un significado cada vez más cercano al actual. Hasta que por
fin, en 1706, la edición de John Kersey del diccionario de Edward Phillips The
New World of English Words ya ofrece una versión de su acepción moderna al
decir que la tecnología es una "descripción de las artes, especialmente las
mecánicas". El Anleitung zur Technologie (1777), del educador alemán Johann
Beckmann, es la primera obra en usar el término en su título.

En 1831, la primera obra inglesa con el término en su título, Elements of


Technology de Jacob Bigelow, dirá que la tecnología hace referencia a "los
principios, procesos y nomenclaturas de las artes más conspicuas,
particularmente aquellas que implican aplicaciones de la ciencia".

Aunque el término clásico griego téchne no está incorporado en ninguna lengua


viva, parte de su significado sí está presente en posteriores discusiones sobre
la técnica, especialmente en autores de la tradición escolástica, incluso de
autores contemporáneos como Jacques Maritain.
Un enfoque filosófico sobre la tecnología
Tomado de: M.A. Quintanilla, Tecnología: un enfoque filosófico, Madrid:
Fundesco, 1989, págs. 33-44.

La noción general de “técnica”.

Los término “técnica” y “tecnología” son ambiguos. En castellano, dentro de su


ambigüedad, se suelen utilizar como sinónimos. En la literatura especializada
se tiende a reservar el término “técnica” para las técnicas artesanales
precientíficas, y el de tecnología para las técnicas industriales vinculadas al
conocimiento científico. Por otra parte, los filósofos, historiadores y sociólogos
de la técnica se refieren con uno u otro término tanto a los artefactos que son
producto de una técnica o tecnología como a los procesos o sistemas de
acciones que dan lugar a esos productos, y sobre todo a los conocimientos
sistematizados (en el caso de las tecnologías) o no sistematizados (en el caso
de muchas técnicas artesanales) en que se basan las realizaciones técnicas.
Por último, el concepto de técnica se usa también en un sentido muy amplio, de
forma que incluye tanto actividades productivas, artesanales o industriales,
como actividades artísticas o incluso estrictamente intelectuales (como la
técnica para hallar la raíz cuadrada).

En este libro utilizamos el término “técnica” en sentido genérico y


distinguiremos dos grandes clases de técnicas: las técnicas artesanales o
preindustriales las técnicas industriales de base científica. Para estas últimas
reservamos el término tecnología. Nuestro propósito ahora será caracterizar
informalmente el concepto genérico de técnica, desde la perspectiva de
considerar prioritarios para la definición de una técnica los procesos y acciones
involucrados en ella. A partir de este concepto genérico podremos dar cuenta
de otros sentidos en que se usa la misma noción.

Conviene antes de nada establecer una distinción entre lo que es una técnica
propiamente dicha y lo que son realizaciones o aplicaciones concretas de una
técnica y formulaciones de una técnica. Las técnicas son entidades culturales y
de carácter abstracto(1), que pueden tener distintas realizaciones o aplicaciones
y se pueden formular o representar de diferentes formas. Supongamos, por
ejemplo, la técnica de tornear madera utilizando un torno mecánico. El manual
de operaciones del torno sería una formulación más o menos estándar de esa
técnica (que incluirá la descripción de la máquina, el tipo de materiales que se
pueden tornear con ella, las operaciones que hay que realizar para utilizarla y ,
seguramente, información adicional sobre el “arte” de tornear con esa
máquina). El uso o aplicación de la máquina para tornear un determinado trozo
de madera sería una aplicación o realización concreta de esa técnica. La
técnica en cuanto tal sería una realidad abstracta que podríamos definir como
el conjunto de todas las realizaciones técnicas concretas posibles con esa
máquina. Generalizando, la técnica del torneado de madera sería el conjunto
de todas las técnicas con máquinas de tornear madera, etc. En principio, para
caracterizar una técnica podríamos explicar o relatar su “manual de
operaciones”, o bien mostrar una concreta realización técnica y explicar la
clase de realizaciones que consideramos equivalentes a ésa. Paralelamente,
para caracterizar el concepto general de técnica podemos o bien caracterizar el
tipo de contenido que se supone común a todos los manuales de operaciones o
formulaciones de una técnica, o bien determinar el tipo de acciones o procesos
que caracterizan a cualquier realización de esa técnica. Aquí seguiremos este
segundo enfoque, que intentaremos justificar en el siguiente aparto. Por
consiguiente, empezamos caracterizando informalmente la noción de
realización técnica. En el próximo capítulo desarrollaremos el aparato formal
que nos permitirá precisar estas primeras nociones intuitivas.

Una realización técnica es un sistema de acciones humanas intencionalmente


orientado a la transformación de objetos concretos para conseguir de forma
eficiente un resultado valioso.

Una técnica es una clase de realizaciones técnicas equivalentes respecto al


tipo de acciones, a su sistematización, a las propiedades de los objetos sobre
los que se ejercen y a los resultados que se obtienen. En todo caso el concepto
de técnica se refiere a acciones(2). Pero conviene hacer algunas aclaraciones.

En primer lugar, no cualquier tipo de acción humana intencional será


considerada como una acción técnica. Concretamente, el hecho de realizar una
acción valiéndose de instrumentos o herramientas no es suficiente para
considerarla una acción técnica (aunque el empleo de herramientas
propiamente dichas, es decir, de instrumentos creados para realizar acciones
específicas con mayor eficacia, sí supone una técnica: la de la producción de
esas herramientas). Cuando Pascual Duarte mata de un tiro a su perro está
realizando una acción intencional valiéndose de instrumentos, pero no una
acción técnica. En cambio, cuando el matarife sacrifica un animal, siguiendo
una pautas establecidas y orientadas a la consecución de su objetivo de
acuerdo con ciertos criterios de utilidad (mejorar la calidad de la carne, evitar el
sufrimiento animal, garantizar condiciones higiénicas, etc.), sí está aplicando
una técnica, por elemental que pueda ser. Así pues, las técnicas son sistemas
de acciones, no acciones aisladas o esporádicas. Ésta es una primera
restricción que establecemos para el uso del concepto genérico de técnica.

Por otra parte, sólo utilizaremos el concepto de técnica para referirnos a


sistemas de acciones intencionalmente orientados. Esto excluye del ámbito de
las técnicas las acciones llevadas a cabo, de forma sistemática pero instintiva,
por algunas especies animales, como es el caso de la construcción de nidos,
madrigueras o colmenas. No excluye, sin embargo, la posibilidad de que una
técnica involucre acciones no deliberadas de individuos humanos. Un remero,
un ciclista o un obrero en una cadena de montaje pueden ejecutar una técnica
de forma mecánica, una vez aprendida; pero el conjunto de acciones que
realizan ha sido intencionalmente sistematizado, a través de un proceso de
aprendizaje o por una planificación consciente, para conseguir el máximo
rendimiento, el mínimo esfuerzo o la mayor regularidad. Lo que es esencial es
que el conjunto de las acciones que constituyen una técnica esté
intencionalmente sistematizado para conseguir los objetivos o resultados de
esa técnica. En la medida en que la actividad intencional no es patrimonio
exclusivo de la especie humana, nuestra noción de técnica no excluye posibles
técnicas animales, en el sentido de técnicas aprendidas o inventadas por
animales no humanos, de las que hay ejemplos en la literatura etológica. No
profundizaremos, sin embargo, en este tema. Seguramente, como en el caso
de otros aspectos de la cultura, la diferencia entre técnicas animales y técnicas
humanas tiene más que ver con el grado de complejidad de las mismas, y
sobre todo con las posibilidades de transmisión, innovación y “progreso”, que
con la naturaleza misma del tipo de operaciones que unos y otros pueden
realizar.

Introducimos también en nuestra caracterización de la técnica la referencia a la


transformación de objetos concretos. De esta forma nos apartamos de un uso
aún más genérico del término “técnica” que le hace equivalente a “método”, al
incluir no sólo operaciones reales sobre cosas reales, sino también
operaciones conceptuales. Podemos caracterizar un método como un
procedimiento –una sucesión de operaciones– para resolver un problema. Si el
problema es de tipo práctico, las operaciones necesarias serán en su mayoría
acciones concretas sobre cosas concretas, y el método constituirá una técnica
en sentido estricto. Si el problema es puramente conceptual, las operaciones
pueden ser también estrictamente conceptuales o abstractas. El método para
resolver ecuaciones de segundo grado es de este último tipo. Sin embargo,
casi todos los métodos conceptúales involucran acciones concretas y , más
aún, para muchos problemas conceptuales existen métodos de resolución que
consisten estrictamente en realizar operaciones concretas sobre objetos
concretos: desde los métodos de resolución de problemas geométricos con
regla y compás hasta los de construcción de modelos a escala para resolver
sistemas complejos de ecuaciones en ingeniería civil o aeronáutica (es decir,
en la parte de la actividad técnica de los ingenieros que es puramente
conceptual, la construcción y evaluación de modelos teóricos, aunque su
objetivo sea práctico). Más aún, la tecnología de la información tiene un
componente estrictamente conceptual (lo que llamamos el software o soporte
lógico de un sistema informático), y además permite construir modelos
procesables por computador para tratar en principio cualquier problema
conceptual que pueda ser definido con precisión. Sin embargo, sigue siendo útil
mantener la separación entre métodos conceptuales y técnicas concretas: la
filosofía de la técnica no se solapa con la metodología de la ciencia. Un
procedimiento para resolver problemas conceptuales constituirá una técnica, en
el sentido en que aquí usaremos este término, si se lo considera desde el punto
de vista de las acciones u operaciones que hay que realizar sobre objetos
concretos para resolverlo; constituirá un método, pero no una técnica, si se lo
considera desde el punto de vista de las operaciones conceptuales que
involucra. La vritualidad de esta distinción se puede apreciar con un ejemplo
elemental: en un método abstracto para resolver sistemas de ecuaciones la
función del papel y el lápiz no es esencial; lo esencial es la sucesión de
operaciones algebraicas abstractas (transformaciones de fórmulas) que hay
que realizar, independientemente de que las operaciones se realicen con papel
y lápiz o con tiza y pizarra, con números, con letras o con figuras. Sin embargo,
una técnica para la resolución del mismo sistema de ecuaciones por
computador exige adaptar el método abstracto a operaciones concretas que
deberá realizar la máquina. Desde luego, la representación del algoritmo o
programa informático que resolverá el problema puede hacerse también en
abstracto, pero la formulación definitiva del mismo de forma apta para que sea
procesado por el ordenador se reduce a una serie de operaciones concretas
sobre el soporte material de la memoria del ordenador. Y este último proceso
(el de programar la máquina) constituye estrictamente una técnica. Lo mismo
vale para “técnicas” y métodos en el ámbito de la literatura, la música y en
general las artes “inmateriales”.

La idea de ordenación del sistema de acciones a la consecución de un


resultado valioso es algo más problemática que las anteriores. Las nociones de
resultado de una acción y de valor de un resultado son ambiguas. No es lo
mismo el resultado que obtiene el pintor al pintar un cuadro que el que obtiene
un ingeniero al construiri un engranaje. Para distinguir las técnicas productivas
de las artes se suele decir que en el arte no existe una intencionalidad previa
de conseguir un resultado predefinido utilizando para ello lso medios que se
consideran más adecuados, sino que el resultado de la obra se va definiendo a
la medida que ésta se realiza(3); por el contrario, en los oficios o técnicas
productivas el resultado perseguido condiciona todo el proceso. Esto es sólo
verdad a medias. En realidad, no es un despropósito que un concepto genérico
de técnica como el que estamos utilizando pueda aplicarse tanto a técnicas
artísticas como productivas. La diferencia entre unas y otras depende del
criterio de valoración de los resultados que rija en cada caso. En principio cabe
suponer que las realizaciones técnicas las juzgamos prioritariamente con
criterios pragmáticos, de utilidad para resolver problemas prácticos, para
modificar el medio que nos rodea de forma que se adapte a nuestras
necesidades o para controlar de acuerdo con nuestros deseos el
comportamiento de la realidad. Frente a esto las obras de arte las valoramos
con criterios no necesariamente pragmáticos. Sin embargo, conviene no olvidar
que, de hecho, en la mayoría de obras técnicas, es difícil diferenciar los
componentes estéticos de los funcionales o utilitarios; desde el hacha de sílex
hasta la más avanzada obra de ingeniería civil, cualquier obra técnica se puede
juzgar con criterios estéticos, prácticos o económicos. Hay, sin embargo, una
última nota en nuestra caracterización de la técnica que es más relevante a
este respecto: el criterio de eficiencia.

No es fácil definir la eficiencia de una acción. Por el momento podemos


contentarnos con la noción intuitiva, según la cual una técnica es más eficiente
que otra si consigue el mismo resultado con menor coste (bien sea económico,
energético, de tiempo, etc.), o si con el mismo coste consigue un resultado más
valioso, siempre que los valores de los resultados de ambas sean
comparables. La dificultad, sin embargo, reside en la valoración objetiva de los
resultados y los costes(4). Éste es un asunto en el que tendremos que
profundizar más adelante. Por el momento, baste con señalar que la presencia
de una valoración de costes y beneficios (aunque no tenga por qué ser sentido
económico) en la caracterización de la técnica implica que la ordenación del
sistema de acciones técnicas a la consecución del resultado previsto se rige
por principios de adecuación de medios a fines, es decir, por principio s de
racionalidad práctica o instrumental(5). La obra de arte se valorará
fundamentalmente por su capacidad expresiva y en esa medida la ineficiencia
de su realización, como la inutilidad de su resultado, puede no sólo no ser un
disvalor, sino ser incluso una parte importante de su valor estético.
Seguramente ésta es la razón que justifica las preferencias estéticas por las
obras de artesanía frente a los productos industriales. Conviene señalar, sin
embargo, que este criterio de expresividad frente a eficiencia y funcionalidad no
es el único posible para la valoración estética. El auge del diseño industrial, o la
incorporación de criterios estéticos a la arquitectura funcional, no sindican que
hay otros criterios de valoración en que se conjugan la eficiencia y la
funcionalidad con el agrado o el gusto estético.

Hasta aquí nuestra caracterización inicial del concepto genérico de técnica. A


partir de él se puede dar cuenta de otros usos del mismo término en un sentido
derivado. Ya hemos indicado que es usual referirse con él no sólo a un sistema
de acciones, sino también al resultado de esas acciones, a veces a los
materiales sobre los que se ejercen esas acciones (la técnica del hierro, la
tecnología del silicio, del carbón, etc.), e incluso al sistema de reglas
operacionales o de conocimientos teóricos y prácticos que son necesarios para
llevar a cabo las acciones. Así, la historia de la técnica se concibe
generalmente como la historia de los artefactos técnicos (lo unico que
conocemos, muchas veces, de las técnicas del pasado) o de los conocimientos
técnicos (que inferimos a partir de los artefactos que conocemos o por
testimonio directo de escritos en los que se exponen esos conocimientos); rara
vez se entiende la historia de la técnica en el sentido primario que aquí damos
al término. Pero en general la existencia de estos usos derivados del término
no debe plantearnos ningún problema grave. La identificación de una técnica
con un tipo de artefactos que son sus resultados es una metonimia
perfectamente natural, puesto que los resultados de una acción constituyen un
buen medio para designar esa acción. Pero no parece importante insistir en la
referencia primaria de nuestro concepto genérico de técnica, para abarcar con
claridad todo el ámbito de problemas de la filosofía de la técnica.
Concretamente la filosofía de la técnica no es sólo una teoría de lo artificial o
de los artefactos entendidos como entidades, sino de la realización de
artefactos. Y en especial, la filosofía de la técnica no es sólo una teoría del
conocimiento técnico, sino de la acción guiada por ese conocimiento (Bunge
1985).

Técnica, ciencia y tecnología

Uno de los tópicos obligados de la filosofía de la técnica es el de las relaciones


entre ciencia y técnica, así como el de la distinción entre técnica y tecnología,
que tienen que ver con el anterior.

Ya hemos dicho que reservaremos el término “tecnología” para el tipo de


técnicas productivas que incorporan conocimiento y métodos científicos en su
diseño y desarrollo. Son precisamente las tecnologías las técnicas que mayor
interés filosófico suscitan, y es la importancia del conocimiento científico en los
procesos técnicos a partir de la revolución industrial la que justifica el creciente
interés de los filósofos de la ciencia por la filosofía de la técnica. Sin embargo,
las relaciones entre ciencia y técnica son más complejas de lo que a primera
vista pudiera parecer.

Hay tres posibles enfoques de estas relaciones que revelan distintos enfoques
filosóficos del fenómeno técnico. El enfoque que denominaremos intelectualista
considera que las técnicas son aplicaciones de conocimientos, previamente
disponibles, a la resolución de problemas prácticos. La tecnología se reduce en
último término a ciencia aplicada. La investigación que realiza el tecnólogo para
el diseño de un artefacto se limita a aplicar conocimientos científicos relevantes
para el problema práctico y a diseñar normas de actuación basadas en esos
conocimientos. El enfoque que llamaremos pragmatista considera, a la inversa,
que la base de todo conocimiento es la experiencia práctica (la habilidad
técnica) y que los conocimientos científicos son formulaciones teóricas que
pretenden fundamentar o explicar esos conocimientos obtenidos a través de la
práctica. La ciencia evoluciona a partir de las técnicas, y las tecnologías son
complejos técnicos promovidos por las necesidades de organización de la
producción industrial, que promueven a su vez nuevos desarrollos de la
ciencia.

Seguramente ningún filósofo de la técnica se sentiría a gusto clasificado como


intelectualista o pragmatista puro, aunque en cada uno se pueden observar
rasgos de uno u otro tipo. La postura más razonable parece, pues, que debería
ser una postura ecléctica, que reconozca al mismo tiempo la autonomía de la
técnica, como parte de la cultura humana, y su interacción con otras partes de
la cultura, como las manifestaciones artísticas o la misma ciencia. Aquí
seguiremos ese criterio.

Los principales argumentos en contra del intelectualismo son los siguientes: 1)


las técnicas, como ya hemos dicho, incorporan elementos no reducibles a
factores cognoscitivos, las habilidades o capacidades técnicas. 2) El diseño de
un artefacto de de una técnica no es una simple operación de “aplicación” de
conocimientos a situaciones o problemas prácticos definidos de antemano. Por
el contrario, por una parte incluye un elemento de invención o de creación
práctica (el descubrimiento del problema práctico, la ideación de un nuevo
objetivo para la acción) y, por otra, el uso de criterios específicos de
evaluación, en especial criterios de rendimiento, eficiencia, fiabilidad, etc. En
ambos casos se puede utilizar y aplicar el conocimiento científico, pero se hace
algo más que eso. 3) El diseño de una técnica no sólo se basa en el
conocimiento científico previamente disponible, sino en los resultados de
investigaciones expresamente emprendidas para el propósito técnico. 4)
Existen ciencias tecnológicas en sentido estricto, es decir, sistematizaciones de
conocimientos científicos orientadas a problemas prácticos (resistencia de
materiales) o referidas a la organización de acciones (investigación de
operaciones).

En cuanto al enfoque estrictamente pragmatista baste decir que en realidad es


lógicamente inconsistente: si pretendemos que el conocimiento científico no es
más que una forma de representar en abstracto la experiencia técnica habría
que preguntarse cuál es la razón de que esa decantación de la experiencia
aumente no sólo nuestro conocimiento representacional o teórico de la
realidad, sino también las posibilidades de enriquecer la propia experiencia
técnica. Dicho en otros términos: si el único contenido informativo del
conocimiento científico es el de la experiencia técnica en que se basa, ¿qué
sentido tiene que juzguemos las teorías científicas con criterios de verdad,
precisión, exactitud, etc. mucho más exigentes que los criterios de utilidad,
eficiencia, etc. con que juzgamos los conocimientos operacionales de las
técnicas?

En realidad, las relaciones entre ciencia y técnica son mucho más complejas,
multifacéticas y problemáticas de lo que permite ver cualquiera de los dos
enfoques unilaterales. He aquí un resumen de tales complejidades:

1. El empleo de conocimientos científicos de carácter teórico y abstracto


para diseñar y construir artefactos no es específico de las modernas
tecnologías industriales. Los principios teóricos de la estática, la
hidrostática y la dióptrica ya se utilizaban en la Antigüedad para diseñar
y construir máquinas y artefactos de varios tipos.
2. A partir de la revolución industrial se generaliza la explotación
sistemática de los nuevos conocimientos científicos para aplicarlos a la
producción industrial y agrícola (motores, fertilizantes) así como a los
servicios (transportes y salud principalmente), pero sobre todo al diseño
de nuevos artefactos o productos de consumo (telégrafo, teléfono, radio,
televisión, ordenadores personales, etc.). Sin embargo, no todas las
nuevas tecnologías de la sociedad industrial son resultado de aplicación
directas del conocimiento científico: las máquinas de vapor, por ejemplo,
son anteriores a la formulación de la termodinámica.
3. Existen, por lo menos desde el siglo XVIII, formas institucionalizadas de
agrupar las profesiones de ingenieros y de organizar la elaboración,
sistematización, desarrollo y transmisión de conocimientos
específicamente tecnológicos. Éstos generalmente se basan en la
ciencia y en el método científico, pero no se reducen a ella (incluyen el
aprendizaje y desarrollo de procedimientos operacionales, no sólo de
teorías científicas)
4. Tanto en las tecnologías preindustriales como en las industriales la
invención, el diseño y la innovación creativa son factores decisivos para
el desarrollo de una técnica, y estas operaciones no se pueden entender
como simples procesos de aplicación de conocimientos científicos
previamente disponibles.
5. Cada vez es más frecuente que la innovación tecnológica sea el motor
de la investigación científica tanto de carácter aplicado, para aportar
conocimientos que ayuden a resolver problemas tecnológicos, como de
carácter básico, para aportar un fondo de conocimientos sobre el que
puedan florecer nuevas iniciativas de innovación técnica.
6. Por último, la tecnología ha dado lugar al surgimiento de nuevas ramas
de la investigación científica y a nuevas teorías que, como la mecánica
en sus orígenes, son al mismo tiempo estrictamente científicas, por su
generalidad e incluso su carácter abstracto, y estrictamente
tecnológicas, por su carácter eminentemente operacional (Bunge 1985).
La teoría de la información, la cibernética, la teoría matemática de la
decisión, la programación lineal, la investigación operativa, son todas
ellas teorías científicas básicas, aunque de carácter tecnológico (se
refieren a operaciones técnicas y a artefactos).

Así pues, no hay un único modelo de relaciones entre ciencia y técnica. De


forma que cuando reservamos el término “tecnología” a las técnicas en las que
el conocimiento científico tienen una importancia especial, debemos ser
conscientes de la diversidad de situaciones que caen bajo esta denominación.

Quizá fuera más esclarecedor delimitar este difuso concepto de tecnología


atendiendo, más que a la multiforme relación de la tecnología con el
conocimiento científico, a las peculiaridades del diseño y desarrollo de las
técnicas en las sociedades industrializadas. En efecto, la diferencia
fundamental entre las técnicas artesanales y las tecnologías modernas reside,
más que en la estructura o el contenido de las mismas, en su dinámica, en lo
que podríamos llamar la “lógica de su desarrollo”.

Referencias
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VALDIVIA, L., VILLANUEVA, E. (comps.) (1988). Los supuestos de la


racionalidad de la tecnología. México, UNAM.

(1) En mi trabajo Quintanilla (1988), donde avancé las ideas básicas que estoy
desarrollando aquí, no quedaba suficientemente clara la distinción entre
técnicas, como entidades abstractas, y sistemas técnicos concretos, como
realizaciones o aplicaciones de una técnica. Debo agradecer a Jesús Mosterín
el haberme hecho notar la importancia de la distinción en cuantas ocasiones (y
han sido varias) hemos tenido de discutir estos temas. Espero que la
exposición presente haga finalmente justicia a sus objeciones.

(2) En Quintanilla (1980) utilicé por primera vez la noción de sistema de


acciones para definir la técnica, aunque la definición que entonces propuse me
parece incorrecta.

(3) Rogers (1983). Las relaciones entre arte y técnica son objeto frecuente de
reflexión filosófica y de estudio histórico: Mumford (1934, 1952) y Frnakastel
(1956) son referencias obligadas. La última obra publicada por Ellul (1980) está
dedicada al análisis de la significación del arte en una sociedad sometida al
imperio de la tecnología (1954, 1977)

(4) Bunge (1983, vo. 2 pag. 140 ss) analiza el concepto de eficiencia
tecnológica en relación con el de verdad científica demostrando su
irreductibilidad. Tobar-Arbulu (1988) define la eficiencia tecnológica
reduciéndola a la eficiencia temodinámica.

(5) Muchos filósofos distinguen tajantemente entre racionalidad práctica


(referida a los fines de la acción humana) e instrumental (referida a los medios)
y existen fuertes discusiones acerca de la naturaleza de la racionalidad
tecnológica. Véase Mosterín (1978, 1986), Quintanilla (1981), Mugerza (1986),
Liz (1988) y Valdivia y Villanueva (comps. 1988)
Modelos de cambio
tecnológico
En las dos últimas décadas el cambio tecnológico ha despertado gran interés
entre humanistas y científicos sociales. Este interés se ha materializado en
diversos modelos que ofrecen una imagen del cambio tecnológico radicalmente
distinta a la tradicional, principalmente conceptualizada por la economía
neoclásica. Estos modelos de cambio tecnológico poseen importantes
implicaciones para la elaboración de políticas públicas de ciencia y tecnología y
para la gestión de la tecnología. Expondré brevemente en primer lugar la
conceptualización del cambio tecnológico propuesta desde la economía
neoclásica y sobre este trasfondo analizaré a continuación los modelos
desarrollados recientemente por economistas y sociólogos principalmente.

La imagen tradicional del cambio tecnológico

Desde los enfoques de corte tradicional, la tecnología se concibe como una


empresa autónoma que produce efectos o impactos en la sociedad. Una de las
labores de sociólogos y economistas es precisamente su observación,
medición e interpretación. Una idea generalmente asumida por la mayoría de
los estudios económicos y sociológicos de la tecnología es que la sociedad se
relaciona con los productos tecnológicos, pero no con el proceso de generación
de tecnologías, algo que en última instancia obedece a la dinámica interna del
conocimiento humano. Según esta línea de pensamiento, la sociedad, en tanto
que conjunto de usuarios de artefactos, sólo puede aceptar o rechazar los
productos tecnológicos en función de sus efectos o impactos. Este aspecto ha
constituido tradicionalmente el foco de atención de los científicos sociales
respecto del cambio tecnológico.

La economía neoclásica parte de premisas como la racionalidad del


consumidor, la maximización de la ganancia como norma de conducta
empresarial, el equilibrio, el mercado libre y la disponibilidad de información por
parte de los agentes económicos. Desde este entramado conceptual, el cambio
técnico es una consecuencia de la conducta maximizadora de los empresarios.
Éstos seleccionan aquellas tecnologías cuyo “impacto” socioeconómico
conlleva una reducción del coste por unidad de producción (rebajando el
número de trabajadores o empleando materias primas más baratas, por
ejemplo). La perspectiva neoclásica da cuenta de los procesos de difusión de la
innovación (o cambio técnico), pero dice poco respecto a la generación de la
innovación. Aunque la innovación puede afectar al sistema económico, éste no
tiene la posibilidad de influir sobre aquélla (Winter, 1993).

Desde el marxismo, el cambio técnico se hace depender de la selección de


tecnologías que el empresario realiza sobre la base de sus impactos
socioeconómicos. Pero no se trata tanto de un caso de maximización de la
ganancia, como de una preferencia por parte de los empresarios por aquellas
tecnologías que les confieren una posición de ventaja en el proceso de lucha
de clases (se trata de un criterio relativo al poder social en sentido amplio y a
largo plazo) (Rosenberg, 1982; Elster, 1983; Mackenzie, 1984; Misa, 1994).

El decenio de los años ochenta ha sido testigo de una profunda reformulación


teórica que ha tenido como principales aportaciones los enfoques denominados
evolucionistas, desarrollados en economía, y constructivista en sociología.
Pese a que estos dos grandes enfoques han centrado las investigaciones
sobre este tema en los últimos años, no son los únicos. Haré referencia
también al modelo evolucionista propuesto por Basalla y al sistémico
desarrollado por Hughes, ambos historiadores de la tecnología.

Modelos evolucionistas del cambio tecnológico

Más que como un proceso de elección racional, los economistas evolucionistas


conciben el cambio técnico como un proceso de ensayo y error (variación y
selección). Richard Nelson y Sidney Winter, primeros teóricos evolucionistas
del cambio tecnológico, rechazan los conceptos de “racionalidad
maximizadora” y de “equilibrio”, y proponen como alternativas los procesos de
“búsqueda” (como forma de variación) y “selección”. La meta no queda, pues,
predeterminada por la maximización, sino por un tipo de satisfacción
compatible con una amplia gama de patrones de comportamiento empresarial.
De esta manera, las empresas que puedan hallar mejores técnicas o
tecnologías y que utilicen mejores métodos de “búsqueda”, estarán en
condiciones más apropiadas de competitividad y expansión. Al respecto,
Nelson y Winter hablan tanto de “trayectorias tecnológicas” como del “ambiente
de selección” (selection environment). Los economistas de orientación
neoclásica, como ya he señalado, se habían centrado en la difusión de
tecnologías. Los economistas evolucionistas reclaman el papel protagonista de
la innovación (variación), por lo que a veces también se les conoce como
economistas neo-schumpeterianos.

Giovanni Dosi ha introducido la noción de “paradigma tecnológico”. Una de las


realizaciones de un paradigma es una trayectoria tecnológica, condicionada por
un ambiente específico. Un paradigma tecnológico define, a su vez, las
necesidades que deben ser satisfechas, los principios científicos y las técnicas
materiales que han de ser utilizados. En otros términos, un paradigma es un
patrón para la solución de problemas tecnoeconómicos utilizando conocimiento
científico (Dosi, 1982).

Un paradigma tecnológico se caracteriza por un conjunto de “ejemplares” (un


automóvil o un circuito integrado, pongamos por caso, y sus particulares
propiedades tecnoeconómicas), y unos principios heurísticos: ¿a dónde
podemos llegar desde donde nos encontramos?; ¿qué podemos buscar?; ¿qué
conocimiento nos puede ser de utilidad? En este sentido, un paradigma define
las futuras oportunidades de innovación, y algunos de los procedimientos
básicos para llevarlas a cabo, esto es, orientan y concentran el esfuerzo
innovador en una dirección concreta. Estos mismos conceptos de “paradigma”
y “trayectoria” han sido utilizados por un buen número de autores con
diferentes variaciones terminológicas: indicadores tecnológicos (technological
guideposts) o instrumentos focalizadores (focusing devices). Cristopher
Freeman y Carlota Pérez hacen uso de un concepto más amplio que el de
paradigma tecnológico y hablan de paradigmas tecnoeconómicos para referirse
tanto a propiedades comunes o complementarias, como a interrelaciones entre
distintos paradigmas tecnológicos.

Al utilizar estos conceptos, los economistas evolucionistas señalan que las


“mutaciones” tecnológicas ofertadas en el mercado no son aleatorias. Además,
no sólo la selección sistemática del mercado provee una dirección al proceso
de cambio tecnológico. Se trata, más bien, de un proceso de interacción entre
aspectos cognitivos y aspectos socioeconómicos.

En un principio, los economistas evolucionistas asumían como independientes


los procesos de generación y difusión de tecnologías. Uno de los aspectos más
interesantes de los recientes trabajos en este campo es precisamente el
análisis de la interacción entre ambos procesos. En la difusión, las
innovaciones tienen que ser adaptadas a las distintas condiciones particulares
de uso. Esto es, la innovación continúa durante la difusión. A su vez, la
innovación puede caracterizarse en parte como difusión en tanto que se genera
a partir de conocimiento productivo pre-existente (Winter, 1993). En otro nivel
puede hablarse de co-evolución entre, por ejemplo, tecnología e instituciones
(Nelson, 1993), o entre tecnologías y estrategias empresariales (Malerba y
Orsenigo, 1993).

La aplicación de los modelos evolucionistas al estudio del cambio tecnológico


tiene limitaciones importantes, al igual que ocurría en el caso de las
aplicaciones de modelos evolucionistas al cambio de teorías científicas. El
análisis de estas limitaciones es útil para entender la naturaleza del cambio
tecnológico. En la evolución de la tecnología, contrariamente a la evolución
biológica, parece claro que los procesos de variación y selección se
encuentran, por lo menos en algunos casos, relacionados. Los actores sociales
involucrados en el desarrollo de tecnologías no siempre consideran que las
preferencias de los consumidores o las regulaciones son constricciones
estructurales inalterables.

El análisis de estas limitaciones de la aplicación del modelo evolucionista al


cambio tecnológico ha servido para que algunos estudiosos de la tecnología
propongan un acercamiento que denominan cuasi-evolucionista (Belt y Rip,
1987; Schot, 1992; Lente, 1993). Las características principales de este
enfoque son las siguientes: (i) la práctica de la ciencia y la tecnología consiste
en procesos de búsqueda guiados por principios heurísticos que prometen la
consecución de un objetivo, aunque no la garantizan; (ii) la variación y la
selección son procesos independientes pero íntimamente relacionados (la
variación no es aleatoria y el ambiente de selección es modificable); y (iii) el
cambio tecnológico se define a partir de tres conceptos: las “trayectorias” (una
secuencia de productos con funciones similares); los “paradigmas” (un conjunto
de expectativas y principios heurísticos relacionados con un ejemplar concreto);
y los “nexos institucionales” (una unión estable entre los agentes que
proporcionan variaciones y el entorno de selección) (Lente, 1993).

Modelos sociológicos del cambio tecnológico

Una parte importante de los recientes modelos sociológicos son aplicaciones


de la metodología empleada en algunos de los programas de la sociología del
conocimiento científico al estudio del cambio tecnológico. Este es el caso del
programa empírico del relativismo y la teoría de la red de actores.

El programa SCOST (Social Construction of Science and Technology), es el


resultado de la fusión de EPOR (Empirical Programme of Relativism) y SCOT
(Social Construction of Technology). EPOR es un programa dentro del campo
de la sociología del conocimiento científico, la cual, más que una disciplina, es
una orientación disciplinar en el seno de los estudios sociales sobre la ciencia,
y cuya pretensión es dilucidar la estructura del conocimiento científico desde
una óptica social. SCOT es, por su parte, un programa de la sociología de la
tecnología en el que el proceso de desarrollo tecnológico se concibe como un
producto de la interacción entre variación y selección. Contrariamente a otros
enfoques de la sociología de la tecnología, la configuración de una tecnología
implantada con éxito no se considera como la única posible, y por lo tanto, este
éxito es el explanandum, no el explanans (Pinch y Bijker, 1984).
Consiguientemente, mediante la construcción de modelos multidireccionales se
trata de explicar por qué unas variantes sobreviven y otras perecen. Ello se
lleva a cabo teniendo en cuenta cuáles son los problemas que cada variante
persigue solventar y, posteriormente, determinando los grupos afectados
(grupos sociales relevantes). El proceso de selección de variantes tecnológicas
aparece así como un proceso marcadamente social.

En la metodología de SCOST, tal y como ha sido formulada por Trevor Pinch y


Wiebe Bijker (1984), se estudian, en primer lugar, las controversias científicas o
tecnológicas para determinar la variabilidad en la interpretación de datos (en el
caso de la ciencia), o en la interpretación de las aplicaciones o de los diseños
tecnológicos alternativos (en el caso de las tecnologías). Seguidamente, se
analizan los mecanismos por los que dicha variabilidad se reduce y por qué
permanecen o se imponen determinados diseños o interpretaciones
(mecanismos de clausura de la controversia). Finalmente, se relacionan estos
mecanismos de clausura con el contexto social (grupos sociales relevantes,
intereses profesionales, intereses económicos de clase, intereses sociales de
clase, intereses estatales, intereses burocráticos u organizacionales).

El excesivo énfasis de los impulsores de SCOST en los significados atribuidos


por los grupos sociales relevantes a los artefactos les lleva a mantener una
postura ciertamente radicalizada. La materialidad de la tecnología se difumina
hasta un grado en el que distintos significados (o definiciones) implican la
existencia de diferentes artefactos. En este sentido, algunos de los
investigadores que trabajan en la órbita de SCOST parecen proporcionar una
versión sociológica del aforismo de Berkeley esse est percipi (ser es ser
percibido).

Callon y Latour han elaborado otro enfoque constructivista dentro del campo de
la sociología de la tecnología conocido como la teoría de la red de actores o del
actor-red (actor-network theory). Se trata de un enfoque menos radicalizado, en
principio, que el de SCOST y en el que la explicación social del cambio
tecnológico no implica la desmaterialización de los artefactos.

Tanto los desarrollos científicos como los tecnológicos pueden ser analizados
en términos de luchas entre diferentes actores por imponer su definición del
problema a resolver. Michel Callon y Bruno Latour hablan tanto de actores
humanos como de actores no humanos (baterías, chips, o cualquier otro
componente tecnológico u objeto físico). Los actores humanos tienen por
consiguiente que atender al comportamiento tanto de otros actores humanos
como de actores no humanos (Latour, 1987; Callon, 1986a, 1986b).

Algunos de los aspectos de la aproximación de Callon y Latour han sido


retomados por Philip Vergragt (1988), para quien las elecciones entre las
diferentes opciones de Investigación y Desarrollo (I+D) reflejan intereses y
relaciones de poder entre los diferentes actores involucrados en el proceso
tecnológico. De acuerdo a ello, una línea de investigación no deja de ser una
sucesión de decisiones respecto a ese conjunto de opciones. Entre los diversos
momentos en que se toman decisiones sobre las distintas posibilidades
planteadas hay períodos de continuidad en los que los fines de la investigación
y las resoluciones de los problemas permanecen inalterados, y durante los
cuales los científicos y tecnólogos trabajan para incrementar su conocimiento y
resolver las anomalías relacionadas con la definición dominante del problema.
Como resultado de una decisión entre alternativas se crea un “nicho” en el que
los científicos y tecnólogos trabajan de acuerdo con las reglas, los
procedimientos y los estándares científicos. El concepto de nicho es similar al
de “ciencia normal” (kuhniana), pero incluye, además de las resoluciones de los
“rompecabezas”, las posibles aplicaciones, la percepción de los mercados
potenciales y las estrategias empresariales y corporativas. Los actores no son,
por tanto, sólo los científicos y los tecnólogos, sino también los gestores y los
responsables de los laboratorios de investigación, los ingenieros, los
departamentos de ventas y mercadotecnia y los dirigentes de las empresas,
por citar algunos de ellos. Una línea de investigación es, pues, el resultado de
un proceso de negociación entre actores, cada uno de los cuales intenta
enrolar o incorporar a sus tesis a otros actores. Cuando se establece una
definición dominante del problema se estabiliza la línea de investigación y se
crea un “nicho” de científicos y tecnólogos.

El enfoque de Vergragt guarda cierta relación con las teorías evolucionistas del
cambio tecnológico. El ambiente externo a la actividad científica y tecnológica,
tal como es percibido por los actores, puede provocar momentos de tensión y
revisión en los que se reabran las negociaciones sobre las diferentes
alternativas de definición del problema. Dicho elemento circunstancial o
exógeno a la actividad científico-técnica queda configurado por las
regulaciones gubernamentales, las necesidades de los mercados o por las
estrategias de los competidores, por citar algunas variables. La renegociación
también puede quedar sujeta al fracaso (percibido) de la línea de investigación
o a los cambios corporativos efectuados en el seno de la organización de la
que dependa el centro de investigación: cambios de personal directivo,
reformulaciones de las estrategias comerciales, desviaciones de recursos
presupuestarios o reducciones en la plantilla investigadora. Según el propio
Vergragt, su enfoque no cae en el determinismo tecnológico (sólo se realizan
elecciones entre las alternativas posibles y disponibles), ni en el determinismo
economicista (las posibilidades y las constricciones económicas son percibidas,
asumidas y negociadas por cada uno de los diferentes actores intervinientes en
el desarrollo tecnológico).

Una línea de trabajo con bastantes puntos en común con la teoría de la red de
actores y con la orientación cuasi-evolucionista se ha desarrollado dentro del
campo de la historia social de la tecnología (Law, 1987). Me refiero, más
concretamente, al estudio de los sistemas sociotécnicos. Thomas P. Hughes,
exponente más destacado de esta orientación metodológica, divide el proceso
tecnológico en varias fases: invención, desarrollo, innovación, transferencia,
crecimiento, competición y consolidación. Las tecnologías son analizadas como
sistemas con componentes heterogéneos, al igual que heterogéneo es
considerado el conjunto de individuos humanos implicados en el desarrollo de
los sistemas tecnológicos. Con el tiempo, los sistemas tecnológicos adquieren
un estilo y un ímpetu (momentum). Cuando un sistema tecnológico llega a
tener ímpetu parece manifestar una cierta autonomía, pero no se trata de una
propiedad intrínseca: es una cualidad que se explica desde un punto de vista
social. En el mantenimiento y perdurabilidad de un sistema bien establecido
están comprometidos los intereses de muchos grupos e individuos (Hughes,
1987 y 1994).

Al estudiar los sistemas sociotécnicos, la interrelación entre factores sociales y


tecnológicos surge por doquier. Hacer que una tecnología funcione no sólo
depende de los componentes físicos, sino también de la incorporación de
innovaciones sociales. Por otra parte, los distintos intereses sociales, políticos y
económicos influyen en el desarrollo de la tecnología, pero las relaciones
sociales están igualmente estructuradas y definidas, aún parcialmente, por las
propias tecnologías.

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Texto preparado por José Luis Luján, Universidad de las Islas Baleares.
Ampliación de conceptos

(1)
La técnica ha tenido también un papel determinante en nuestra evolución como
especie. Los antropólogos han discutido mucho sobre los determinantes del proceso de
hominización, es decir, sobre el tipo de factores que condujeron a que un grupo de
primates abandonaran la vida en los árboles, hace varios millones de años. Aunque los
antropólogos no han llegado a acuerdos definitivos sobre la importancia y el orden de
esos factores determinantes, sí parece estar claro que la sociabilidad, la capacidad
lingüística y las habilidades técnicas fueron fundamentales en el proceso que condujo
del simio al ser humano.
(2)
Otro ejemplo de la tecnología como símbolo lo proporciona Freeman Dyson en su
libro Imagined Worlds (cit. por Ferris, 1997: 19-20), donde critica lo que llama
tecnologías "guiadas ideológicamente” (ideologically driven). Se trata de tecnologías
que, como en el caso del programa espacial o la energía nuclear (en sus comienzos),
simbolizan el orgullo nacional y por ello están obligadas a tener éxito. Estas tecnologías
no pueden tener ningún fallo y por ello no se experimenta con ellas (la experimentación
sólo tiene sentido si fracasan algunos intentos), ni se dice la verdad acerca de su grado
de seguridad. Y una tecnología con la que no se experimenta no puede evolucionar
apropiadamente.
(3)
De acuerdo con M.A. Quintanilla (1998), “podemos definir un sistema técnico como
un dispositivo complejo compuesto de entidades físicas y de agentes humanos, cuya
función es transformar algún tipo de cosas para obtener determinados resultados
característicos del sistema .... Los elementos que caracterizan a un sistema técnico son
los siguientes:
A. Componentes materiales. Se trata de las materias primas que se utilizan y se
transforman en el sistema técnico ...., la energía que se emplea para las operaciones del
sistema ...., y el equipamiento, es decir, los componentes técnicos del propio sistema ....
B. Componentes intencionales o agentes. La diferencia principal entre un artefacto y un
sistema técnico es que el sistema técnico requiere la actuación de agentes intencionales
.... Los agentes de un sistema técnico son generalmente individuos humanos,
caracterizados por sus habilidades, sus conocimientos y valores .... y que actúan en el
sistema bien sea como usuarios, como operadores manuales o como controladores o
gestores del sistema. En sistemas complejos estas funciones pueden ser ejercidas por
individuos diferentes; pero también es posible que varias de esas funciones las ejerza la
misma persona e incluso es posible que parte de ellas sean transferidas a mecanismos de
control automático.
C. La estructura del sistema. Está definida por las relaciones o interacciones que se
producen entre los componentes del sistema. Distinguimos dos tipos: relaciones de
transformación y relaciones de gestión. Entre las primeras cabe distinguir los procesos
físicos que se producen en los componentes materiales del sistema, por una parte y las
acciones de manipulación que llevan a cabo los agentes intencionales. En un reactor
nuclear, los procesos de fisión del núcleo atómico pertenecen al primer grupo, los
procesos de manipulación, carga y descarga del combustible, pertenecen al segundo
grupo. Las relaciones de gestión son también relaciones entre los componentes del
sistema, pero en ellas lo que cuenta no son las transformaciones materiales que se
producen entre los componentes, sino el flujo de información que permite el control y la
gestión global del sistema ....
D. Los objetivos. Se supone que un sistema técnico se diseña y se utiliza para conseguir
unos determinados objetivos o realizar determinadas funciones .... Para caracterizar un
sistema técnico es muy importante definir bien sus objetivos, a ser posible en términos
precisos y cuantificables, de manera que el usuario u operador del sistema sepa a qué
atenerse y qué puede esperar del mismo.
E. Los resultados. En general el resultado de una acción intencional no coincide
completamente con los objetivos de la acción: puede suceder que parte de los objetivos
no se consigan (o no se consigan en la medida prevista) y que además se obtengan
resultados que nadie pretendía obtener. Por eso, para caracterizar y valorar cualquier
sistema técnico, es importante distinguir entre los objetivos previstos y los resultados
realmente obtenidos.”
(4)
Esta visión de la tecnología hunde sus raíces en siglos anteriores (véase, en general,
Mitcham, 1994). Durante el siglo XVII, el término es progresivamente utilizado en
lenguas vernáculas con un significado cada vez más cercano a la acepción intelectualista
que recogen la mayoría de diccionarios y obras académicas. Por fin, en 1706, en la
edición de John Kersey del diccionario de Edward Phillips The New World of English
Words se ofrece ya una versión de su acepción moderna al decir que la tecnología es
una "descripción de las artes, especialmente las mecánicas".
(5)
Otros autores, enfatizando los aspectos sociales sobre los técnicos, han caracterizado
a las tecnologías como formas de organización social (Wynne, 1983; Schienstock,
1993). Las tecnologías, en tanto que formas de organización social que involucran
característicamente el uso de artefactos o ciertos modos de gestión de recursos, se
integran además en sociosistemas más amplios en los que establecen vínculos de
interdependencia funcional con otras tecnologías y diversos parámetros
socioeconómicos y culturales.Es interesante observar cómo este tipo de concepciones
plantea la cuestión de la participación pública. Frente a la tradicional imagen de la
tecnología como un conjunto de artefactos (que involucran contingentemente agentes y
procesos sociales), se defiende en estas concepciones una nueva imagen de la tecnología
como un complejo interactivo de formas de organización social (que implican
característicamente la producción y uso de artefactos, así como la gestión de recursos).
(6)
Hasta la llegada de los españoles, el transporte rodado era desconocido en meso
América. Entre los siglos IV y XV DC, sin embargo, se crearon figuras de barro de
diversos animales con ejes y ruedas con el fin de hacerlos móviles. Los pueblos
mesoamericanos, por tanto, poseían gran parte del conocimiento necesario para
desarrollar el transporte rodado, pero no lo hicieron, i.e., no dispusieron de dicha
técnica. El historiador de la tecnología George Basalla argumenta que los
mesoamericanos no utilizaron vehículos con ruedas porque no era factible hacerlo dadas
las características topográficas de su tierra y la fuerza animal de que disponían (Basalla,
1988). Existen ejemplos en los que no sólo se posee el conocimiento, sino que se
desarrolla una técnica y posteriormente se abandona. Entre los siglos III y XII DC los
pueblos de oriente próximo sustituyeron el transporte rodado por el uso del camello. Las
armas de fuego europeas fueron introducidas entre los japoneses por los portugueses en
1543. A finales del siglo XVI el rifle se había difundido enormemente por todo Japón.
Poco después volvieron a sus armas tradicionales: la espada, la lanza, el arco y la flecha.
(7)
La heterogeneidad de la tecnología (de la tecnociencia, en su terminología) es
remarcada por los teóricos de la red de actores (Latour, Callon y Law) y por otros
autores influidos por ellos como Rip, Vergragt y van Lente, por ejemplo.
(8)
A este respecto Pavitt señala lo siguiente: “El problema es incluso más grave en el
diseño y desarrollo de sistemas complejos de maquinaria y producción, que involucran
múltiples objetivos y múltiples restricciones, y la combinación de una gran variedad de
tecnologías y materiales. En este contexto, la esencia de habilidades de ingeniería y de
la profesión de ingeniero es la capacidad de conseguir que las cosas funcionen
utilizando y combinando tecnología que procede de una gran diversidad de fuentes”
(Pavitt, 1987: 198).
(9)
Nos centraremos ahora en este punto de vista que cuestiona la utilidad analítica de
distinguir entre los contenidos de la ciencia y la tecnología. Keith Pavitt ha planteado
este problema de un modo muy expresivo: “¿Sigue siendo útil la distinción entre ciencia
y tecnología cuando los científicos que trabajan en la General Electric norteamericana,
en Dupont en los laboratorios Bell o en EMI, ganan premios Nobel?” (Pavitt, 1987). Un
modo de contestar a esta pregunta es analizando las patentes, que constituyen el registro
público más extenso de la tecnología codificada. Las patentes que citan otras patentes
reflejan tecnología construyéndose sobre tecnología; las patentes que citan artículos
especializados reflejan tecnología construyéndose sobre ciencia. La principal conclusión
que se puede extraer de los análisis sobre patentes es que la tecnología se construye en
gran medida sobre tecnología, pero que el grado de interacción con la ciencia varía
considerablemente dependiendo de los campos científicos y de las tecnologías (Pavitt,
1987 y 1991). Existen ámbitos en los que se ha producido en la práctica una fusión entre
investigación científica e innovación tecnológica. En las patentes biotecnológicas se
utilizan resultados científicos con tanta frecuencia como en la investigación biomédica
(Narin y Noma, 1985). Pero la biotecnología puede interpretarse como un caso límite.
Los estudios sobre patentes muestran una gran variedad en los patrones de dependencia
científica de las tecnologías. Las patentes químicas y bioquímicas citan con gran
frecuencia resultados de la investigación básica. Las patentes electrónicas y eléctricas
son las siguientes en cantidad de citas científicas, pero de trabajos que informan tanto
sobre resultados de investigación como de la ingeniería aplicada (Pavitt, 1987 y 1991).
La eliminación de las fronteras entre ciencia y tecnología no es por tanto un patrón
generalizado.
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Recopilación de estudios sobre aspectos filosóficos de la tecnología publicados


anteriormente como artículos.

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Know about Technology, Cambridge: Cambridge University Press.

Aproximación constructivista a la temática sobre la base de estudios de casos.

Feenberg, A. (1991), A Critical Theory of Technology, Oxford: Oxford University


Press.

Una visión crítica del fenómeno tecnológico desde un autor influido por la
Escuela de Frankfurt.

Ferré, F. (1988), Philosophy of Technology, Englewood-Cliffs: Prentice-Hall.

Un manual clásico y bastante completo de introducción a la temática.

Mitcham, C. y R. Mackey (comps.) (1973), Bibliography of the Philosophy of


Technology, Chicago: University of Chicago Press.

Aunque un tanto antigua, constituye una completa revisión bibliográfica del


campo.
Pacey, A. (1986), The Culture of Technology, Cambridge (Mass.): MIT Press
(trad. cast. en FCE: La cultura de la tecnología).

El libro desarrolla una visión amplia del concepto de tecnología donde se


resaltan sus dimensiones sociales.

Quintanilla, M.A. (1988), Tecnología: un enfoque filosófico, Madrid: Fundesco.

Un libro ya clásico en castellano donde se ofrece un completo y riguroso


estudio filosófico de la noción de tecnología.

Enlaces de Internet
Artículo que desarrolla la evolución de la reflexión filosófica desde la
concepción heredada de la ciencia hasta los nuevos enfoques CTS,
conectando este cambio con la creciente importancia que se ha concedido a la
Filosofía de la Tecnología.
www.ugr.es/~eianez/Biotecnologia/cts.htm

Amplio artículo que critica el olvido tradicional de la tecnología en la reflexión


filosófica sobre la ciencia y el conocimiento, destacando la importancia de la
Filosofía de la Tecnología para comprender la sociedad y la ciencia actuales.
www.saum.uvigo.es/reec/volumenes/volumen2/Numero3/Art8.pdf

Comentarios introductorios de J.A. López Cerezo y J.L. Luján acerca de la


Filosofía de la Tecnología.
www.campus-oei.org/salactsi/teorema00.htm

Artículo en portugués que trata de clarificar el concepto, tan relacionado con la


reflexión filosófica sobre la tecnología, de “Síndrome de Frankeinstein”
www.humanas.unisinos.br/disciplinas/politica/frankeinsteim1.htm

Artículo de I. Hronszky acerca de la Filosofía de la Tecnología en Europa,


centrado en el caso alemán (influencia de la Escuela de Frankfurt, Asociación
Alemana de Ingenieros, etc.).
www.campus-oei.org/salactsi/teorema06.htm

Reseña sobre el libro de Carl Mitcham Dos Versiones Rivales de la Filosofía de


la Tecnología.
www.campus-oei.org/salactsi/teorema09.htm

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