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Módulo 1.
- Presentación y objetivos
- Contenidos
- Textos de ampliación
- Bibliografía y enlaces
- Actividades
Presentación y objetivos
Autores
José Antonio López Cerezo es profesor de Lógica y Filosofía de la Ciencia
habilitado como Catedrático en la Universidad de Oviedo, así como coordinador
académico de la red temática CTS+I de la Organización de Estados
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Es autor o
editor de diversos libros y monografías sobre aspectos sociales y filosóficos
relacionados con la ciencia y la tecnología; entre ellos Ciencia y política del
riesgo (Alianza, con J.L. Luján, 2000), Ciencia, tecnología, sociedad y cultura
en el cambio de siglo (Biblioteca Nueva, edición con J.M. Sánchez Ron, 2001),
Políticas del bosque (Cambridge University Press, con M. González, 2002), La
democratización de la ciencia (Erein, 2003) y Studies in Science, Technology,
and Society (Technology in Society, edición con A. Ibarra, 2003).
Conceptualizaciones de la tecnología
La multiplicidad de sentidos de la tecnología
Otro uso común del término es de tipo artefactual y hace referencia a las artes
prácticas y los productos mismos (Ferré, 1988: 14). De hecho, la cuarta
acepción del Diccionario de la Real Academica define la tecnología como el
“conjunto de los instrumentos y procedimientos industriales de un determinado
sector productivo”. Tecnología serían así los aparatos, artefactos o
procedimientos técnicos, es decir, los medios auxiliares de los que se hace uso
en la actividad productiva y de servicios.
Por ejemplo, Arnold Gehlen, en Man in the Age of Technology (1980 – cit. por
van Lente, 1993), distingue tres tipos de tecnología en este sentido de medio
auxiliar para mejorar un cuerpo incompleto. Primero la técnicas de reemplazo
(que permiten actividades más allá del alcance del cuerpo – por ejemplo un
frigorífico); segundo las técnicas de mejora (que extienden las capacidades del
propio cuerpo – por ejemplo un microscopio); y tercero las técnicas de
posibilitación (que descansan al cuerpo de su trabajo – por ejemplo una
motocicleta).
Ahora bien, se nos advierte en esta visión clásica del cambio tecnológico, al
igual que la ciencia sólo podrá contribuir al mayor bienestar social si se olvida
de la sociedad para buscar exclusivamente la verdad, que la tecnología pueda
actuar de cadena transmisora en la mejora social sólo será posible si se
respeta la autonomía que rige su desarrollo en un estado óptimo (véase
Maxwell, 1984). Así, deberíamos preservar la autonomía de la tecnología, una
tecnología que atienda únicamente a ese criterio interno de incremento de
eficiencia. En una extendida versión extrema de este modelo, se entiende que,
además, todo cambio social depende fundamentalmente del cambio
tecnológico. Completar de este modo la tesis de la autonomía de la tecnología
conduce a la llamada tesis del "determinismo tecnológico" sostenida, entre
otros, por J. Ellul (véase el tema 1.6).
El conocimiento tecnológico
El conocimiento presente en las actividades tecnológicas puede clasificarse en
cinco tipos: habilidades técnicas, máximas técnicas, leyes descriptivas, reglas
tecnológicas y teorías tecnológicas (Bunge, 1967; Mitcham, 1994). Analicemos
brevemente cada uno de estos tipos de conocimiento.
Leyes descriptivas. Las leyes descriptivas poseen la forma “si A entonces B”.
Son semejantes a las leyes científicas: son explícitamente descriptivas e
implícitamente prescriptivas para la acción. No son leyes científicas porque no
forman parte de un entramado teórico que las explique. Se trata de
generalizaciones derivadas directamente de la experiencia, por lo que se las
llama también “leyes empíricas”.
La relación ciencia-tecnología
Tal como veíamos antes, el punto de vista más extendido sobre la relación
ciencia-tecnología es el que conceptualiza la tecnología como ciencia aplicada.
Este punto de vista es el subyacente al modelo lineal de innovación, por lo que
ha influido en la formulación de políticas públicas de ciencia y tecnología hasta
tiempos recientes. Ha sido común, aunque frecuentemente de modo implícito,
en la filosofía de la ciencia. Veamos ahora cuales son sus principales
afirmaciones:
De este modo, para el Platón temprano, "téchne" hace referencia a todas las
actividades humanas de las que puede hablarse o sobre las que se puede
razonar; actividades que no son ni espontáneas ni resultado de algún impulso
insconsciente o perpeción intuitiva. Se enfatiza el carácter lógico de la téchne,
no en el sentido de la lógica simbólica moderna, sino en el sentido griego de
estar relacionada con el lenguaje y por tanto con el conocimiento de la
naturaleza de las cosas.
Esta comprensión de "téchne" se desarrolla hacia las nociones modernas de
tecnología en el Platón posterior del Filebo. En este diálogo, Platón divide el
conocimiento en dos clases:
Tras Ramus, el término "tecnología" comienza a ser usado con más frecuencia
con su nuevo significado, especialmente en el trabajo del teólogo puritano
William Ames (1576-1633) en Inglaterra. La influencia de Ramus, por supuesto,
también se extiende por la Europa continental hasta llegar a la Encyclopédie
francesa (1751-1772).
Conviene antes de nada establecer una distinción entre lo que es una técnica
propiamente dicha y lo que son realizaciones o aplicaciones concretas de una
técnica y formulaciones de una técnica. Las técnicas son entidades culturales y
de carácter abstracto(1), que pueden tener distintas realizaciones o aplicaciones
y se pueden formular o representar de diferentes formas. Supongamos, por
ejemplo, la técnica de tornear madera utilizando un torno mecánico. El manual
de operaciones del torno sería una formulación más o menos estándar de esa
técnica (que incluirá la descripción de la máquina, el tipo de materiales que se
pueden tornear con ella, las operaciones que hay que realizar para utilizarla y ,
seguramente, información adicional sobre el “arte” de tornear con esa
máquina). El uso o aplicación de la máquina para tornear un determinado trozo
de madera sería una aplicación o realización concreta de esa técnica. La
técnica en cuanto tal sería una realidad abstracta que podríamos definir como
el conjunto de todas las realizaciones técnicas concretas posibles con esa
máquina. Generalizando, la técnica del torneado de madera sería el conjunto
de todas las técnicas con máquinas de tornear madera, etc. En principio, para
caracterizar una técnica podríamos explicar o relatar su “manual de
operaciones”, o bien mostrar una concreta realización técnica y explicar la
clase de realizaciones que consideramos equivalentes a ésa. Paralelamente,
para caracterizar el concepto general de técnica podemos o bien caracterizar el
tipo de contenido que se supone común a todos los manuales de operaciones o
formulaciones de una técnica, o bien determinar el tipo de acciones o procesos
que caracterizan a cualquier realización de esa técnica. Aquí seguiremos este
segundo enfoque, que intentaremos justificar en el siguiente aparto. Por
consiguiente, empezamos caracterizando informalmente la noción de
realización técnica. En el próximo capítulo desarrollaremos el aparato formal
que nos permitirá precisar estas primeras nociones intuitivas.
Hay tres posibles enfoques de estas relaciones que revelan distintos enfoques
filosóficos del fenómeno técnico. El enfoque que denominaremos intelectualista
considera que las técnicas son aplicaciones de conocimientos, previamente
disponibles, a la resolución de problemas prácticos. La tecnología se reduce en
último término a ciencia aplicada. La investigación que realiza el tecnólogo para
el diseño de un artefacto se limita a aplicar conocimientos científicos relevantes
para el problema práctico y a diseñar normas de actuación basadas en esos
conocimientos. El enfoque que llamaremos pragmatista considera, a la inversa,
que la base de todo conocimiento es la experiencia práctica (la habilidad
técnica) y que los conocimientos científicos son formulaciones teóricas que
pretenden fundamentar o explicar esos conocimientos obtenidos a través de la
práctica. La ciencia evoluciona a partir de las técnicas, y las tecnologías son
complejos técnicos promovidos por las necesidades de organización de la
producción industrial, que promueven a su vez nuevos desarrollos de la
ciencia.
En realidad, las relaciones entre ciencia y técnica son mucho más complejas,
multifacéticas y problemáticas de lo que permite ver cualquiera de los dos
enfoques unilaterales. He aquí un resumen de tales complejidades:
Referencias
BUNGE, M. (1983), Treatise on Basic Philosophy. Vol. VI: Epistemology and
Methodology II. Understanding the World. Bordrecht, Reidel
MUMFORD, L. (1967). The Myth of the Machine. 2 vols. (1967, 1970). Nueva
York.
(1) En mi trabajo Quintanilla (1988), donde avancé las ideas básicas que estoy
desarrollando aquí, no quedaba suficientemente clara la distinción entre
técnicas, como entidades abstractas, y sistemas técnicos concretos, como
realizaciones o aplicaciones de una técnica. Debo agradecer a Jesús Mosterín
el haberme hecho notar la importancia de la distinción en cuantas ocasiones (y
han sido varias) hemos tenido de discutir estos temas. Espero que la
exposición presente haga finalmente justicia a sus objeciones.
(3) Rogers (1983). Las relaciones entre arte y técnica son objeto frecuente de
reflexión filosófica y de estudio histórico: Mumford (1934, 1952) y Frnakastel
(1956) son referencias obligadas. La última obra publicada por Ellul (1980) está
dedicada al análisis de la significación del arte en una sociedad sometida al
imperio de la tecnología (1954, 1977)
(4) Bunge (1983, vo. 2 pag. 140 ss) analiza el concepto de eficiencia
tecnológica en relación con el de verdad científica demostrando su
irreductibilidad. Tobar-Arbulu (1988) define la eficiencia tecnológica
reduciéndola a la eficiencia temodinámica.
Callon y Latour han elaborado otro enfoque constructivista dentro del campo de
la sociología de la tecnología conocido como la teoría de la red de actores o del
actor-red (actor-network theory). Se trata de un enfoque menos radicalizado, en
principio, que el de SCOST y en el que la explicación social del cambio
tecnológico no implica la desmaterialización de los artefactos.
Tanto los desarrollos científicos como los tecnológicos pueden ser analizados
en términos de luchas entre diferentes actores por imponer su definición del
problema a resolver. Michel Callon y Bruno Latour hablan tanto de actores
humanos como de actores no humanos (baterías, chips, o cualquier otro
componente tecnológico u objeto físico). Los actores humanos tienen por
consiguiente que atender al comportamiento tanto de otros actores humanos
como de actores no humanos (Latour, 1987; Callon, 1986a, 1986b).
El enfoque de Vergragt guarda cierta relación con las teorías evolucionistas del
cambio tecnológico. El ambiente externo a la actividad científica y tecnológica,
tal como es percibido por los actores, puede provocar momentos de tensión y
revisión en los que se reabran las negociaciones sobre las diferentes
alternativas de definición del problema. Dicho elemento circunstancial o
exógeno a la actividad científico-técnica queda configurado por las
regulaciones gubernamentales, las necesidades de los mercados o por las
estrategias de los competidores, por citar algunas variables. La renegociación
también puede quedar sujeta al fracaso (percibido) de la línea de investigación
o a los cambios corporativos efectuados en el seno de la organización de la
que dependa el centro de investigación: cambios de personal directivo,
reformulaciones de las estrategias comerciales, desviaciones de recursos
presupuestarios o reducciones en la plantilla investigadora. Según el propio
Vergragt, su enfoque no cae en el determinismo tecnológico (sólo se realizan
elecciones entre las alternativas posibles y disponibles), ni en el determinismo
economicista (las posibilidades y las constricciones económicas son percibidas,
asumidas y negociadas por cada uno de los diferentes actores intervinientes en
el desarrollo tecnológico).
Una línea de trabajo con bastantes puntos en común con la teoría de la red de
actores y con la orientación cuasi-evolucionista se ha desarrollado dentro del
campo de la historia social de la tecnología (Law, 1987). Me refiero, más
concretamente, al estudio de los sistemas sociotécnicos. Thomas P. Hughes,
exponente más destacado de esta orientación metodológica, divide el proceso
tecnológico en varias fases: invención, desarrollo, innovación, transferencia,
crecimiento, competición y consolidación. Las tecnologías son analizadas como
sistemas con componentes heterogéneos, al igual que heterogéneo es
considerado el conjunto de individuos humanos implicados en el desarrollo de
los sistemas tecnológicos. Con el tiempo, los sistemas tecnológicos adquieren
un estilo y un ímpetu (momentum). Cuando un sistema tecnológico llega a
tener ímpetu parece manifestar una cierta autonomía, pero no se trata de una
propiedad intrínseca: es una cualidad que se explica desde un punto de vista
social. En el mantenimiento y perdurabilidad de un sistema bien establecido
están comprometidos los intereses de muchos grupos e individuos (Hughes,
1987 y 1994).
Referencias
Bijker, W.E., T.P. Hughes y T. Pinch (eds.) (1987), The Social Construction of
Technological Systems, Cambridge (Mass.): MIT Press, 1989.
Callon, M., J. Law y A. Rip (eds.) (1986), Mapping the Dynamics of Science and
Technology, Londres: MacMillan.
Mackenzie, D. (1984), “Marx and the Machine”, Technology and Culture 25:
473-502.
Pinch, T. y W.E. Bijker (1984), “The Social Construction of Facts and Artifacts:
or How the Sociology of Science and the Sociology of Technology Might Benefit
Each Other”, Social Studies of Science 14: 399-441.
Smith, M.R. y L. Marx (eds.) (1994), Does Technology Drive History? The
Dilemma of Technological Determinism, Cambridge, MA.: MIT Press (tras. cast.
en Alianza: Historia y determinismo tecnológico).
Texto preparado por José Luis Luján, Universidad de las Islas Baleares.
Ampliación de conceptos
(1)
La técnica ha tenido también un papel determinante en nuestra evolución como
especie. Los antropólogos han discutido mucho sobre los determinantes del proceso de
hominización, es decir, sobre el tipo de factores que condujeron a que un grupo de
primates abandonaran la vida en los árboles, hace varios millones de años. Aunque los
antropólogos no han llegado a acuerdos definitivos sobre la importancia y el orden de
esos factores determinantes, sí parece estar claro que la sociabilidad, la capacidad
lingüística y las habilidades técnicas fueron fundamentales en el proceso que condujo
del simio al ser humano.
(2)
Otro ejemplo de la tecnología como símbolo lo proporciona Freeman Dyson en su
libro Imagined Worlds (cit. por Ferris, 1997: 19-20), donde critica lo que llama
tecnologías "guiadas ideológicamente” (ideologically driven). Se trata de tecnologías
que, como en el caso del programa espacial o la energía nuclear (en sus comienzos),
simbolizan el orgullo nacional y por ello están obligadas a tener éxito. Estas tecnologías
no pueden tener ningún fallo y por ello no se experimenta con ellas (la experimentación
sólo tiene sentido si fracasan algunos intentos), ni se dice la verdad acerca de su grado
de seguridad. Y una tecnología con la que no se experimenta no puede evolucionar
apropiadamente.
(3)
De acuerdo con M.A. Quintanilla (1998), “podemos definir un sistema técnico como
un dispositivo complejo compuesto de entidades físicas y de agentes humanos, cuya
función es transformar algún tipo de cosas para obtener determinados resultados
característicos del sistema .... Los elementos que caracterizan a un sistema técnico son
los siguientes:
A. Componentes materiales. Se trata de las materias primas que se utilizan y se
transforman en el sistema técnico ...., la energía que se emplea para las operaciones del
sistema ...., y el equipamiento, es decir, los componentes técnicos del propio sistema ....
B. Componentes intencionales o agentes. La diferencia principal entre un artefacto y un
sistema técnico es que el sistema técnico requiere la actuación de agentes intencionales
.... Los agentes de un sistema técnico son generalmente individuos humanos,
caracterizados por sus habilidades, sus conocimientos y valores .... y que actúan en el
sistema bien sea como usuarios, como operadores manuales o como controladores o
gestores del sistema. En sistemas complejos estas funciones pueden ser ejercidas por
individuos diferentes; pero también es posible que varias de esas funciones las ejerza la
misma persona e incluso es posible que parte de ellas sean transferidas a mecanismos de
control automático.
C. La estructura del sistema. Está definida por las relaciones o interacciones que se
producen entre los componentes del sistema. Distinguimos dos tipos: relaciones de
transformación y relaciones de gestión. Entre las primeras cabe distinguir los procesos
físicos que se producen en los componentes materiales del sistema, por una parte y las
acciones de manipulación que llevan a cabo los agentes intencionales. En un reactor
nuclear, los procesos de fisión del núcleo atómico pertenecen al primer grupo, los
procesos de manipulación, carga y descarga del combustible, pertenecen al segundo
grupo. Las relaciones de gestión son también relaciones entre los componentes del
sistema, pero en ellas lo que cuenta no son las transformaciones materiales que se
producen entre los componentes, sino el flujo de información que permite el control y la
gestión global del sistema ....
D. Los objetivos. Se supone que un sistema técnico se diseña y se utiliza para conseguir
unos determinados objetivos o realizar determinadas funciones .... Para caracterizar un
sistema técnico es muy importante definir bien sus objetivos, a ser posible en términos
precisos y cuantificables, de manera que el usuario u operador del sistema sepa a qué
atenerse y qué puede esperar del mismo.
E. Los resultados. En general el resultado de una acción intencional no coincide
completamente con los objetivos de la acción: puede suceder que parte de los objetivos
no se consigan (o no se consigan en la medida prevista) y que además se obtengan
resultados que nadie pretendía obtener. Por eso, para caracterizar y valorar cualquier
sistema técnico, es importante distinguir entre los objetivos previstos y los resultados
realmente obtenidos.”
(4)
Esta visión de la tecnología hunde sus raíces en siglos anteriores (véase, en general,
Mitcham, 1994). Durante el siglo XVII, el término es progresivamente utilizado en
lenguas vernáculas con un significado cada vez más cercano a la acepción intelectualista
que recogen la mayoría de diccionarios y obras académicas. Por fin, en 1706, en la
edición de John Kersey del diccionario de Edward Phillips The New World of English
Words se ofrece ya una versión de su acepción moderna al decir que la tecnología es
una "descripción de las artes, especialmente las mecánicas".
(5)
Otros autores, enfatizando los aspectos sociales sobre los técnicos, han caracterizado
a las tecnologías como formas de organización social (Wynne, 1983; Schienstock,
1993). Las tecnologías, en tanto que formas de organización social que involucran
característicamente el uso de artefactos o ciertos modos de gestión de recursos, se
integran además en sociosistemas más amplios en los que establecen vínculos de
interdependencia funcional con otras tecnologías y diversos parámetros
socioeconómicos y culturales.Es interesante observar cómo este tipo de concepciones
plantea la cuestión de la participación pública. Frente a la tradicional imagen de la
tecnología como un conjunto de artefactos (que involucran contingentemente agentes y
procesos sociales), se defiende en estas concepciones una nueva imagen de la tecnología
como un complejo interactivo de formas de organización social (que implican
característicamente la producción y uso de artefactos, así como la gestión de recursos).
(6)
Hasta la llegada de los españoles, el transporte rodado era desconocido en meso
América. Entre los siglos IV y XV DC, sin embargo, se crearon figuras de barro de
diversos animales con ejes y ruedas con el fin de hacerlos móviles. Los pueblos
mesoamericanos, por tanto, poseían gran parte del conocimiento necesario para
desarrollar el transporte rodado, pero no lo hicieron, i.e., no dispusieron de dicha
técnica. El historiador de la tecnología George Basalla argumenta que los
mesoamericanos no utilizaron vehículos con ruedas porque no era factible hacerlo dadas
las características topográficas de su tierra y la fuerza animal de que disponían (Basalla,
1988). Existen ejemplos en los que no sólo se posee el conocimiento, sino que se
desarrolla una técnica y posteriormente se abandona. Entre los siglos III y XII DC los
pueblos de oriente próximo sustituyeron el transporte rodado por el uso del camello. Las
armas de fuego europeas fueron introducidas entre los japoneses por los portugueses en
1543. A finales del siglo XVI el rifle se había difundido enormemente por todo Japón.
Poco después volvieron a sus armas tradicionales: la espada, la lanza, el arco y la flecha.
(7)
La heterogeneidad de la tecnología (de la tecnociencia, en su terminología) es
remarcada por los teóricos de la red de actores (Latour, Callon y Law) y por otros
autores influidos por ellos como Rip, Vergragt y van Lente, por ejemplo.
(8)
A este respecto Pavitt señala lo siguiente: “El problema es incluso más grave en el
diseño y desarrollo de sistemas complejos de maquinaria y producción, que involucran
múltiples objetivos y múltiples restricciones, y la combinación de una gran variedad de
tecnologías y materiales. En este contexto, la esencia de habilidades de ingeniería y de
la profesión de ingeniero es la capacidad de conseguir que las cosas funcionen
utilizando y combinando tecnología que procede de una gran diversidad de fuentes”
(Pavitt, 1987: 198).
(9)
Nos centraremos ahora en este punto de vista que cuestiona la utilidad analítica de
distinguir entre los contenidos de la ciencia y la tecnología. Keith Pavitt ha planteado
este problema de un modo muy expresivo: “¿Sigue siendo útil la distinción entre ciencia
y tecnología cuando los científicos que trabajan en la General Electric norteamericana,
en Dupont en los laboratorios Bell o en EMI, ganan premios Nobel?” (Pavitt, 1987). Un
modo de contestar a esta pregunta es analizando las patentes, que constituyen el registro
público más extenso de la tecnología codificada. Las patentes que citan otras patentes
reflejan tecnología construyéndose sobre tecnología; las patentes que citan artículos
especializados reflejan tecnología construyéndose sobre ciencia. La principal conclusión
que se puede extraer de los análisis sobre patentes es que la tecnología se construye en
gran medida sobre tecnología, pero que el grado de interacción con la ciencia varía
considerablemente dependiendo de los campos científicos y de las tecnologías (Pavitt,
1987 y 1991). Existen ámbitos en los que se ha producido en la práctica una fusión entre
investigación científica e innovación tecnológica. En las patentes biotecnológicas se
utilizan resultados científicos con tanta frecuencia como en la investigación biomédica
(Narin y Noma, 1985). Pero la biotecnología puede interpretarse como un caso límite.
Los estudios sobre patentes muestran una gran variedad en los patrones de dependencia
científica de las tecnologías. Las patentes químicas y bioquímicas citan con gran
frecuencia resultados de la investigación básica. Las patentes electrónicas y eléctricas
son las siguientes en cantidad de citas científicas, pero de trabajos que informan tanto
sobre resultados de investigación como de la ingeniería aplicada (Pavitt, 1987 y 1991).
La eliminación de las fronteras entre ciencia y tecnología no es por tanto un patrón
generalizado.
Referencias
Agassi, J. (1985), Technology: Philosophical and Social Aspects, Dordrecht:
Reidel.
Bijker, W.E., T.P. Hughes y T. Pinch (eds.) (1987), The Social Construction of
Technological Systems, Cambridge (Mass.): MIT Press, 1989.
Durbin, P.T. (ed.) (1980), A Guide to the Culture of Science, Technology, and
Medicine, Nueva York: Free Press.
Ferris, T. (1997), "Some Like It Hot", The New York Review of Books XLIV/14:
16-20.
González García, M.I., J.A. López Cerezo, J.L. Luján López (1996), Ciencia,
tecnología y sociedad: una introducción al estudio social de la ciencia y la
tecnología, Madrid: Tecnos.
González García, M.I., J.A. López Cerezo, J.L. Luján López (eds.) (1997),
Ciencia, tecnología y sociedad: lecturas seleccionadas, Barcelona: Ariel.
González García, M.I., J.A. López Cerezo, J.L. Luján López y M.I. de Melo
Martín (1994), "Las concepciones de la tecnología", Arbor CXLIX/585: 125-145.
López Cerezo, J.A., J.L. Luján y E.M. García Palacios (eds.) (2001), Filosofía
de la tecnología, Madrid: Organización de Estados Iberoamericanos.
Luján, J.L. y L. Moreno (1993), "The Social Study of Technology", en: L.A.
Hickman y E.F. Porter (eds.), Technology and Ecology, Carbondale (IL):
Society for Philosophy and Technology, 1993.
Mumford, L. (1967-70), The Myth of the Machine, vol. 1, Technics and Human
Development, vol. 2, The Pentagon of Power, Nueva York: Harcourt Brace
(trad. cast.: El mito de la máquina, Buenos Aires: Emecé, 1969).
Ampliación
Broncano, F. (2000), Mundos artificiales: filosofía del cambio tecnológico,
México: Paidós.
Una visión crítica del fenómeno tecnológico desde un autor influido por la
Escuela de Frankfurt.
Enlaces de Internet
Artículo que desarrolla la evolución de la reflexión filosófica desde la
concepción heredada de la ciencia hasta los nuevos enfoques CTS,
conectando este cambio con la creciente importancia que se ha concedido a la
Filosofía de la Tecnología.
www.ugr.es/~eianez/Biotecnologia/cts.htm