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PUNTO 1: LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA.

1.1 EL HOMBRE, IMAGEN DE DIOS.


Hay que ver que es el hombre y hay que ir a la revelación y a la fe. Así el
hombre aparece como un ser complejo y compuesto.
No son los seres puramente espirituales, ni criaturas que solo responden a las
estimulaciones exteriores, sino que está compuesto por alma y cuerpo. El
hombre siempre sostuvo que hay algo que sobrevive al cuerpo. En cuanto al
cuerpo somos en algunos casos similar al resto de los mamíferos.
El hombre cuenta con inteligencia racional que nos permite ver causa y efecto,
concebir conceptos, establecer leyes, etc.
Nuestro código para comunicarnos son los conceptos.
También con la observación se descubren leyes, se da cuenta de leyes
invisibles a partir de lo sensible, por ejemplo: la ley de gravedad y asi siendo
las cosas creadas, se llega a que debe haber un creador y que lo ordenó,
llámese Dios, Primer motor, etc.
También tiene poder de decidir que se traduce en Voluntad, pero la libertad
está condicionada, pero dentro de sus posibilidades puede decidir, ya que no
siempre puede elegir y así también se hace responsable. También tiene
necesidades como ser el hambre, el sueño, pero lo pide el cuerpo.
Otra capacidad es la memoria. Pero todos los que tienen algo psíquico tienen
memoria. Pero el hombre tiene memoria conciente y voluntaria, ya que
podemos recordar voluntariamente. Es decir que la capacidad de traer
voluntariamente es la conciencia, recuerdos.
Entre el cuerpo y el alma hay una característica que los une, que es la
sensibilidad que tiene componentes de ambos.
Así la naturaleza del hombre es una unidad sustancial de cuerpo y alma.

Gran interrogante:
¿Por qué esa unidad se quiebra, y es lo que llamamos la muerte?
Es un interrogante por que el hombre lo piensa, se lo imagina, le da miedo. Es
decir, el hombre sufre por su propia muerte.
El cuerpo al ser compuesto con la muerte tiende a descomponerse, ya que es
orgánico. Pero el alma es una sustancia simple y no se descompone por no
ser compuesta. Y esto es lo que nos diferencia de los animales. Pero el alma

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porque no puede sostener al cuerpo y éste es el gran interrogante y a este
interrogante se trata de dar respuesta a través de los religiosos y ahí vamos a
la Revelación.
Y así vemos en el Génesis que el hombre es querido por Dios y que tiene una
misión que es culminar con la creación. Dios les dice cultivar la tierra, y
transmitir la vida, en forma conciente y responsable, y por una decisión libre,
colaborando con la creación y otra capacidad es transformar la naturaleza y
esto necesita una inteligencia racional.
Cuando se dice semejanza es porque todos los hombres tienen algo igual dado
por Dios e Imagen porque puede dar la vida y por este debe responder ante
Dios.
Y las capacidades con que fue creado el hombre son los dones naturales.
Además el hombre tiene una comunicación con Dios. Y Dios quiere tener
comunicación con el hombre y eso es la Gracia que es un don sobrenatural.
Luego el hombre recibe otros que son accidentales y se los llama
preternaturales y que son estos los que Dios les quiere dar, pero no hacen a la
esencia humana y son:
1. Integridad: Es equilibrio entre cuerpo y alma, y que su voluntad está al
igual que su inteligencia. Acá no es arrastrado, sino que decide por si
mismo.
2. Trabajo sin fatiga: No es la fatiga física. Es un trabajo que el hombre
realiza y que le da satisfacción. Los desequilibrios son por el pecado,
por ejemplo: la explotación del hombre por el hombre, acá aparece el
egoísmo.
3. Ausencia de enfermedad: Es un cuerpo sano con inmunidad natural, y
sin dolor y así el cuerpo humano es como si estuviera para ser inmortal,
pero pasó otra cosa.
4. Ausencia de dolor, inmortalidad: Pero por la muerte la respuesta
desde la Fe, no es la inmortalidad del alma sola, sino que se nos
promete una resurrección, de hecho Jesús resucitó.

Con Jesús se recupera la Gracia. El hombre es imagen de Dios por ser hijo de
Dios y es el único que puede dialogar con Dios.
Como consecuencia del primer pecado, que fue una desobediencia, antinatural,
se pierde la Gracia.

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La familia y el trabajo son bendiciones de Dios. Pero las consecuencias de
poder, explotación, etc., son por desequilibrio del hombre.
Así el hombre es un hijo de Dios caído por el pecado, pero rescatado por Jesús
y llamado a una resurrección.

1.5 SITUACION DEL HOMBRE EN EL MUNDO ACTUAL.

4) Esperanzas y Angustias: Signos de los tiempos; cambios rápidos y


profundos, crisis de crecimiento.

5) Cambios Profundos: Predominio de la ciencia y de la técnica; conocimiento


de la historia y aceleración de la historia.

6) Cambios en el orden social: Familia, sociedad (urbana e industrial).

7) Cambios psicológicos, morales y religiosos: Dificultad de comunicación de


los valores de una generación a otra, confusión, crítica, cambios religiosos,
desentendimiento de los valores religiosos.

8) Los desequilibrios del mundo moderno: En el interior de la persona, entre la


eficiencia y la conciencia moral, entre la especialización y el saber universal.

9) Las aspiraciones más universales del género humano: Aspiración a una


vida plena y libre. Incorporación a una cultura universal.

10) Los interrogantes más profundos del hombre:


 ¿Qué es el hombre?
 ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte?
 ¿Qué sentido se le debe dar al progreso humano?
 ¿Qué hay más allá de esta vida?

1.6 CRISTO, HOMBRE NUEVO


(Gaudium Et Spes, 22)

1. ¿En qué consiste la “Vocación Excelsa” del hombre?

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El misterio del hombre no se aclara en realidad sino con el misterio del Verbo
Encarnado. Adán, primer hombre, era imagen del futuro, es decir, de Cristo
Señor. Cristo, nuevo Adán, al revelar el misterio del Padre y de su amor,
manifiesta plenamente el hombre al hombre mismo y le revela su vocación
excelsa.

2. ¿Qué significa “Naturaleza Humana Asumida, No Absorbida”?


Él, que es “imagen del Dios invisible”, es también el hombre perfecto que
devuelve a los hijos de Adán la semejanza divina, deformado desde el primer
pecado. La naturaleza humana ha sido en Él asumida, no absorbida, y por eso
mismo, elevada en nosotros a una sublime dignidad.

3. ¿Qué quiere decir “A nosotros semejante en todo, menos en el


pecado”?
El Hijo de Dios, por su Encarnación se ha unido en cierta manera con cada
hombre. Con manos humanas hacía su trabajo, con mente humana pensaba,
obraba con voluntad humana, armó con corazón humano. Nacido de María
Virgen, es realmente uno de nosotros, a nosotros semejante en todo, menos en
el pecado.
4. ¿De qué manera puede el cristianismo luchar contra el mal en el
mundo de hoy?
El hombre cristiano, hecho conforme a la imagen del Hijo que es Primogénito
entre muchos hermanos, recibió “las primicias del Espíritu” (Rom 8,23), por el
cual es capaz de cumplir la nueva ley del amor. Al cristiano urge la necesidad y
la obligación de luchar contra el mal en medio de muchas tribulaciones y
también de padecer la muerte, pero asociado al Misterio Pascual, configurado a
la muerte de Cristo, irá al encuentro de la resurrección, fortalecido por la
esperanza. Esto no vale solamente para los cristianos, sino también para
todos aquellos hombres de buena voluntad en cuyo corazón la Gracia opera de
modo invisible. El Espíritu Santo brinda a todos la posibilidad de unirse al
Misterio Pascual, de un modo que sólo Dios conoce.

PUNTO 2: LA LIBERTAD DEL HOMBRE.

2.1 LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD.

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La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no
obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones
deliberadas; por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo.
La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la
verdad y la bondad.
La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra
bienaventuranza.
La libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por lo tanto,
de crecer en perfección o de flaquear y pecar.
La libertad caracteriza los actos propiamente humanos.
No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia.
La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que
estos son voluntarios.
La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar
disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la
violencia, el temor, los hábitos, las afecciones desordenadas y otros factores
psíquicos y sociales.
Todo acto directamente querido, es imputable a su autor.
La libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona
humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida
como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el
respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una
exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en
materia moral y religiosa. Este derecho debe ser reconocido y protegido
civilmente dentro de los límites del bien común y del orden público.

2.2 LIBERTAD Y PECADO.


La libertad del hombre es finita y falible; de hecho el hombre erró; libremente
pecó; al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo
esclavo del pecado.

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2.3 AMENAZAS PARA LA LIBERTAD.
El ejercicio de la libertad no implica el derecho de decir y hacer cualquier cosa.
Es falso concebir al hombre “sujeto de esa libertad como un individuo
autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los
bienes terrenales”.
Las condiciones de orden económico, social, político y cultural requeridas para
un justo ejercicio de la libertad son con frecuencia, situaciones de ceguera e
injusticia que graban la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los
débiles en la tentación de pecar contra la caridad.
Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se
encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se revela
contra la verdad divina.

2.4 LIBERTAD Y SALVACION.


Por su cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los
rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud.
“Para ser libre los libertó Cristo”. En Él participamos de la verdad que nos hace
libres. El Espíritu Santo nos ha sido dado, y como enseña el Apóstol, “donde
está el Espíritu, allí está la libertad. Ya desde ahora nos gloriamos de la
libertad de los Hijos de Dios”.

2.5 LIBERTAD Y GRACIA.


La Gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando
ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el
corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana,
especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los impulsos
de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las
pruebas; por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad
espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y
en el mundo.

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PUNTO 4: LAS VIRTUDES.

4.2 LAS VIRTUDES CARDINALES O MORALES.


 Prudencia: Elegir los medios mas adecuados para obrar el bien.
 Justicia: Dar a cada uno lo suyo.
 Fortaleza: Preservar el bien, resistir al mal.
 Templanza: Moderar los apetitos sensibles.

Estas virtudes están en potencia en la naturaleza humana y se perfeccionan


con las virtudes teologales, se potencian.
En estas virtudes intervienen la razón y la voluntad.
A la prudencia se la llama virtud de la razón práctica, que me mueven a obrar.
Las otras (justicia, fortaleza y templanza) se refieren a la voluntad.
La prudencia es la virtud directriz, evaluar la situación y obrar bien, eligiendo
los medios más lícitos y adecuados para obrar bien, y esto no es miedo, sino
saber elegir y obrar correctamente.
Con la prudencia voy a poder administrar esa justicia, ese dar a cada uno lo
suyo, en ese obrar con prudencia y justicia se adquiere la fortaleza, sobre la
cual se apoya la templanza, que es aquella que me indica lo bueno que
satisface a mis apetitos sensibles.
Nuevamente la templanza se extiende a los medios de comunicación, a estar
ligados a las imágenes, que nos dominan (televisión, computadoras, etc.).
Es necesario ordenar estas virtudes naturales, y la gracia ayuda a
perfeccionarlas, y se perfecciona la salvación del hombre y de sus hermanos.

4.4 VIRTUDES TEOLOGALES.


JUAN 15 (1-17)
Caridad, amar a Cristo. Estar unido a Cristo, amar como Cristo nos ama.
Así la fe, la esperanza y la caridad son las virtudes teologales.
Virtud significa fuerza que nos lleva a obrar bien, arraigados como hábitos.
Santo Tomás los define como hábitos operativos, arraigados en forma
permanente que me mueve a obrar en la inteligencia y voluntad libre, pienso y
obro. Ese obrar si es bueno, es una virtud.
Lo opuesto es el vicio que es el hábito de obrar mal.

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Las tendencias habituales, configuran la personalidad, no es instantáneo
determinar si es vicioso o virtuoso.
Al comienzo hay un arranque de la voluntad, luego el hábito es automático,
parece que ha nacido con ello, pero es aprehendido y muy difícil desarraigarlo.
Algunas virtudes están dadas a la naturaleza humana y se van perfeccionando,
son las virtudes morales, cardinales, que se enumeran:
* Prudencia * Justicia * Fortaleza y * Templanza.
Hay virtudes que son infundidas, dadas por Dios como Gracia.
Las virtudes cardinales o morales tienen como objeto la conducta de los
hombres. Las teologales orientan al hombre hacia Dios.

4.5 LA FE, LA ESPERANZA Y LA CARIDAD.


La fe teologal, es distinta en sentido amplio (creer en Dios, debe haber un
Dios como accesible a la razón natural), pero la fe teologal, es aquella fe que
se nos revela a través de Jesucristo, creemos en Dios a través de Cristo y en lo
que Cristo ha revelado, con la razón solo no alcanza, porque llega la gracias a
mi alma, supera lo que podemos alcanzar con la razón.
La esperanza, consiste en esperar en las promesas de Dios, a través de
Cristo, su segunda venida, la salvación, la vida eterna, con Cristo en el centro.
La caridad, si bien hay cierta caridad natural en el respeto al otro, amar como
Cristo ha amado, esa es la caridad de la virtud teologal.
Estas virtudes se infunden como gracia de Dios, de cómo la naturaleza, e
infinidad como hábito en el bautismo, ya que permanecía como una semilla.
Nadie puede afirmar que Jesús es Cristo, sino a través de la fe, que es una
gracia de Dios.
La virtud fundamental y que permanece en el tiempo, podríamos decir que la
culminación de todo, que coincide con el pensamiento humano es la caridad,
porque es aquella que permanece rara siempre en esta y otra vida.

CORINTIAS 1 (1-13)
La virtud más grande de todas es la fe, la caridad, no necesitaremos mas la fe
y la esperanza, porque ésta ya se ha cumplido.

LA FE, ESPERANZA Y CARIDAD.

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MATEO 8 (5-13)
Un jefe romano Centurión, manifiesta su fe en Jesús, y se admira por su fe,
Jesús.

JUAN 3 (1-15)
Dialoga sobre el bautismo y la fe en él, la fe como gracia de Dios.
ROMANOS 1 (16-17)
El justo vivirá por la fe.

SANT 2 (14-17)
La fe debe ser acompañada por las obras, esas obras se refieren a la caridad.
Testimoniar la fe mediante la caridad.

ROMANOS 4 (13-25)
La esperanza de Abraham, se asoma en la fe en Dios, acerca de su
descendencia a pesar de su avanzada edad.

ROMANOS 5 (1-5)
Esperamos el cumplimiento de las promesas hechas por Cristo, porque nos
apoyamos en la fe.

ROMANOS 8 (18-25)
La esperanza es esperar con constancia y perseverancia en la vida eterna y en
la segunda venida de Cristo, la gloria futura.

HEBREOS 6 (9-20)
Esperar con constancia y perseverancia, el alma es como un ancla, que se
apoya en nuestra fe, en nuestra esperanza.

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PUNTO 5: EL PECADO

5.1 LA MISERICORDIA Y EL PECADO.


El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios a los
pecadores. En la institución, la eucaristía, sacramento de la redención, Jesús
nos dice: “Esta es mi sangre de la alianza que va a ser derramada por muchos
para remisión de los pecados”.
La acogida de la misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas.
Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es ÉL, para perdonarnos los
pecados y purificarnos de toda injusticia.
Según San Pablo, “Donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia”.
Para hacer su obra, la Gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro
corazón y conferirnos “La justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro
señor”.
Dios mediante su palabra y en espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado.

5.2 DEFINICIÓN DEL PECADO.


El pecado es una falta contra la razón, la conciencia recta, es faltar al ser
verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a
ciertos bienes.
Una palabra, un acto, o un deseo contrarios a la ley eterna.
El pecado es una ofensa a Dios, el pecado es directamente opuesto a la
obediencia de Jesús que realiza la salvación.

5.3 DIVERSIDAD DE PECADOS.


La variedad de pecado es grave.
La escritura contiene varias listas. La epístola de los Gálatos, opone las obras
de la carne al fruto del espíritu. “Las obras de la carne son conocidas,
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos,
iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueses y cosas
semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes
hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
Se los pueden distinguir según su objeto, según las virtudes que se oponen, o
según los mandamientos que quebrantan.

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Se los puede distinguir, si se refieren a Dios o al prójimo, en espirituales y
carnales, o pecados de pensamientos, de acción u omisión.
La raíz del pecado está en el corazón del hombre, en su libre voluntad, pero en
el corazón reside también la caridad, principio de las obras buenas y puras, a la
que el pecado hiere.

5.4 LA GRAVEDAD DEL PECADO.


Pecado mortal y venial.
La distinción obra en Juan 5 (16-17).
El pecado mortal, destruye la caridad en el corazón del hombre por una
infracción grave a la ley de Dios.
El pecado venial, deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere.
Ante el pecado mortal, se necesita una iniciativa de la misericordia de Dios y
una conversión mediante el sacramento de la reconciliación.

 EL PECADO MORTAL:
Tiene como objeto materia grave, uno de los diez mandamientos.
La gravedad de los pecados es mayor o menor y la cualidad de las personas
lesionadas cuenta también. La violencia contra los padres es mas grave que
contra un extraño.
Requiere plena conciencia y consentimiento, deliberado para una elección
personal.
La ignorancia voluntaria aumenta el carácter voluntario del pecado.
La ignorancia involuntaria puede disminuir o excusar la imputabilidad de la falta
grave.

 EL PECADO VENIAL:
Cuando no se observa en materia leve la medida prescrita por la ley moral, o
cuando se desobedece la ley moral, pero sin pleno conocimiento o sin entero
consentimiento.
El pecado venial no rompe la alianza con Dios, es humanamente reparable con
la gracia de DIOS.

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5.5 LA PROLIFERACIÓN DEL PECADO.
El pecado crea fragilidad para el pecador, engendra el vicio por la repetición de
actos.
Son inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la
valoración del bien y del mal.
El pecado es un acto personal, tenemos responsabilidad cuando cooperamos
con ellos:
 Participando directa y voluntariamente.
 Ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos.
 No revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de
hacerlo.
 Protegiendo a los que hacen mal.

PUNTO 6: LA COMUNIDAD HUMANA.

6.1 EL CARÁCTER COMUNITARIO DE LA VOCACIÓN HUMANA.


Todos los hombres son llamados a un mismo fin: Dios. El amor al prójimo es
inseparable al amor a Dios.
La persona humana necesita de la vida social, como exigencia de su
naturaleza.
El intercambio, la reciprocidad de servicios y el diálogo con sus hermanos,
desarrolla sus capacidades y así responde a su vocación.
Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por el
principio de unidad que supera a cada una de ellas.
Una sociedad perdura en el tiempo, recoge el pasado y prepara el porvenir, el
hombre como heredero, recibe talentos que enriquecen su identidad y los que
debe fructificar. Cada uno tiene deberes con las demás comunidades que
forma parte y está obligada a respetar las autoridades encargadas del bien
común de las mismas.
El principio y fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona
humana.
La socialización también presenta peligros.
Una intervención demasiado fuerte del Estado puede amenazar a la libertad y
las iniciativas personales.

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La doctrina de la iglesia ha elaborado el principio de subsidiariedad, en el cual
según éste, una estructura social de orden superior, no debe interferir en la vida
interna de un grupo social de orden inferior, privándolo de sus competencias,
sino mas bien debe sostenerlo y en caso de necesidad de ayudarlo a coordinar
su acción social, en miras al bien común.
Dios no ha querido retener para él todos los poderes, entrega a cada criatura
las funciones que es capaz de ejercer según las capacidades de su naturaleza.
El principio de subsidiariedad, se opone al colectivismo, trata de límites a la
intervención del Estado, e intenta armonizar las relaciones entre los individuos
y sociedad, tiende a instaurar un orden internacional.

6.2 LA CONVERSION Y LA SOCIEDAD.


La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana.
Para alcanzar este objetivo es preciso respetar la jerarquía de los valores,
subordinando valores materiales e instintivos a interiores y espirituales.
Los medios y fines deben ser destinados como puros medios para un fin, que
engendra una ardua y prácticamente imposible conducta cristiana.
Es necesario apelar a las capacidades espirituales y morales y su permanente
conversión interior para lograr cambios sociales, mejoras convenientes para
que se conformen en normas de justicia, favorezcan el bien, en lugar de
oponerse.
La caridad representa el mayor mandamiento social, debiendo respetar al otro
y sus derechos, mediante la práctica de la justicia lograremos la caridad.

6.3 LA AUTORIDAD.
Una sociedad organizada requiere de gobernantes con legítima autoridad que
defiendan las instituciones y consagren su actividad al provecho común del
país.
Autoridad, es aquella persona o institución que da leyes y órdenes y esperan
obediencia.
Toda actividad humana necesita de una autoridad que rija, por su propia
naturaleza humana, es necesaria para la unión de la sociedad y su misión es el
bien común de la sociedad.
La autoridad es exigida por el orden moral que emana de Dios, de todo que
quien se opone a la autoridad se rebela contra el orden divino.

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El deber de obediencia impone honrar a la autoridad, el respeto y gratitud.
Si esa autoridad responde al orden fijado por Dios, es decir, la determinación y
designación a la voluntad de los ciudadanos.
Los regímenes contrarios a la ley natural, orden público y derechos
fundamentales no pueden realizar el bien común.
La autoridad no debe comportarse de manera despótica, sino actuar para el
bien común, es decir, con una fuerza moral que se basa en la libertad y
asumiendo sus obligaciones.
Esa autoridad se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo y para
alcanzarlo utiliza medios lícitos. Si procurasen leyes injustas o medidas
ordinarias al orden moral, esa autoridad se desmoronaría por completo.

6.4 EL BIEN COMUN.


Acorde a la naturaleza social, el bien de cada uno se relaciona con el bien
común, y solo debe ser entendido como “el consumo de aquellas condiciones
de la vida social, que permitan a los grupos y a cada uno de sus miembros
conseguir la perfección”.
El bien común afecta a la vida de todos.
Tiene tres elementos esenciales:
 Respeto a las personas: El respeto a los derechos fundamentales e
inalienables de la persona humana, las libertades naturales, y la
protección de la vida.
 El bienestar social: Que corresponde, cuando la actividad debe decidir
en nombre del bien común entre diversos bienes particulares, para
facilitar lo que cada uno necesita llevar, alimento, vestido, salud, trabajo,
educación cultura, formar una familia, etc.
 La paz, estabilidad y seguridad de un orden justo: La seguridad de
la sociedad y de sus miembros, con una legítima defensa individual y
colectiva. Corresponde al Estado, promover y defender el bien común.
Así la comunidad se universaliza, lo que implica un bien común
universal, ese que esta orientado al progreso de las personas y tiene
como base la verdad y se edifica con justicia y viviendo en el amor.

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6.5 RESPONSABILIDAD Y PARTICIPACIÓN.
La participación es el compromiso voluntario y generoso en los intercambios
sociales.
Es necesario que todos participen desde el lugar que cada uno desempeña
para promover al bien común y es inherente a la dignidad humana.
Puede variar esta participación de un país a otro, o de una cultura a otra.
Esa participación implica un deber ético y una conversión sin cesar de los
miembros de una sociedad que debe actuar para contribuir a ese bien común.

RESUMEN
Tanto el hombre como la comunidad, el hombre es comparado como imagen e
hijo de Dios y la sociedad como la comunidad de la Santísima Trinidad.
La sociedad es necesaria para el destino de la persona humana y es necesario
la conversión para lograr los cambios.

PUNTO 7: LA LEY Y LA GRACIA.

7.1 LA LEY MORAL.

Según la Escritura, la ley es una instrucción paternal de Dios que prescribe al


hombre los caminos que llevan a la bienaventuranza prometida y proscribe los
caminos del mal.

La ley es una ordenación de la razón al bien común, promulgada por el que


está a cargo de la comunidad".

Cristo es el fin de la ley; sólo él enseña y otorga la justicia de Dios.

7.2 LA LEY MORAL NATURAL.

La ley natural es una participación en la sabiduría y la bondad de Dios por


parte del hombre, formado a imagen de su Creador. Expresa la dignidad de la
persona humana y constituye la base de sus derechos y sus deberes
fundamentales.

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La ley natural es inmutable, permanente a través de la historia. Las normas
que la expresan son siempre sustancialmente válidas. Es una base necesaria
para la edificación de las normas morales y la ley civil.

7.3 LA LEY ANTIGUA.

La Ley antigua es la primera etapa de la Ley revelada. Sus prescripciones


morales se resumen en los Diez mandamientos.

La Ley de Moisés contiene muchas verdades naturalmente accesibles a la


razón. Dios las ha revelado porque los hombres no las leían en su corazón.

La Ley antigua es una preparación para el Evangelio.

7.4 LA LEY NUEVA O EVANGELICA.

La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo recibida mediante la fe en Cristo,


que opera por la caridad. Se expresa especialmente en el Sermón del Señor en
la montaña y utiliza los sacramentos para comunicarnos la gracia.

La Ley evangélica cumple, supera y lleva a su perfección la Ley antigua: sus


promesas mediante las bienaventuranzas del Reino de los cielos, sus
mandamientos, reformando la raíz de los actos, el corazón.

La Ley nueva es una ley de amor, una ley de gracia, una ley de libertad.

Más allá de sus preceptos, la Ley nueva comprende los consejos evangélicos.
"La santidad de la Iglesia también se fomenta de manera especial con los
múltiples consejos que el Señor propone en el Evangelio a sus discípulos para
que los practiquen".

7.5 LA JUSTIFICACION.

La justificación, como la conversión, presenta dos aspectos. Bajo la moción


de la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así
el perdón y la justicia de lo Alto.

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La justificación entraña la remisión de los pecados, la santificación y la
renovación del hombre interior.

La justificación nos fue merecida por la Pasión de Cristo. Nos es concedida


mediante el Bautismo. Nos conforma con la justicia de Dios que nos hace
justos. Tiene su fin en la gloria de Dios y de Cristo y el don de la vida eterna. Es
la obra más excelente de la misericordia de Dios.

7.6 LA GRACIA.

La gracia es el auxilio que Dios nos da para responder a nuestra vocación de


llegar a ser sus hijos adoptivos. Nos introduce en la intimidad de la vida
trinitaria.

La iniciativa divina en la obra de la gracia previene, prepara y suscita la


respuesta libre del hombre. La gracia responde a las aspiraciones profundas
de la libertad humana; llama al hombre a cooperar con ella y la perfecciona.

La gracia santificante es el don gratuito que Dios nos hace de su vida,


infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla del pecado y
santificarla.

La gracia santificante nos hace "agradables a Dios". Los carismas, gracias


especiales del Espíritu Santo, están ordenados a la gracia santificante y tienen
por fin el bien común de la Iglesia. Dios actúa así mediante gracias actuales
múltiples que se distinguen de la gracia habitual, permanente en nosotros.

7.7 EL MERITO.

El hombre no tiene, por sí mismo, mérito ante Dios sino como consecuencia
del libre designio divino de asociarlo a la obra de su gracia.

El mérito pertenece a la gracia de Dios en primer lugar, y a la colaboración del


hombre en segundo lugar. El mérito del hombre recae en Dios.

La gracia del Espíritu Santo, en virtud de nuestra filiación adoptiva, puede


conferirnos un verdadero mérito según la justicia gratuita de Dios.

La caridad es en nosotros la fuente principal del mérito ante Dios.


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7.8 LA SANTIDAD CRISTIANA.

Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le
aman...a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la
imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y
a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos
también los justificó; a los que justificó, a esos también los glorificó".

"Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la


plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad". Todos son llamados
a la santidad: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".

Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas,
según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de
Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo,
haciéndose conformes a su imagen, y siendo obedientes en todo a la voluntad
del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos
abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de
los santos.

Nadie puede merecer la gracia primera que está en el inicio de la conversión.


Bajo la moción del Espíritu Santo podemos merecer en favor nuestro y de los
demás todas las gracias útiles para llegar a la vida eterna, como también los
necesarios bienes temporales.

7.9 LA VIDA MORAL Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA.

La Iglesia, "columna y fundamento de la verdad", "recibió de los apóstoles este


solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad que nos salva". "Compete
siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso
los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera
asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales
de la persona humana o la salvación de las almas"

El magisterio de los pastores de la Iglesia en materia moral se ejerce


ordinariamente en la catequesis y en la predicación, con la ayuda de las obras

18 - ALMI, Fernando -
de los teólogos y de los autores espirituales. Así se ha trasmitido de generación
en generación, bajo la dirección y vigilancia de los pastores, el "depósito" de la
moral cristiana, compuesto de un conjunto característico de normas, de
mandamientos y de virtudes que proceden de la fe en Cristo y están vivificados
por la caridad. Esta catequesis ha tomado tradicionalmente como base, junto al
Credo y el Padrenuestro, el Decálogo que enuncia los principios de la vida
moral válidos para todos los hombres.
El magisterio ordinario y universal del Papa y de los obispos en comunión con
él enseña a los fieles la verdad que han de creer, la caridad que han de
practicar, la bienaventuranza que han de esperar.

La autoridad del Magisterio se extiende también a los preceptos específicos


de la ley natural, porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria
para la salvación. Recordando las precripciones de la ley natural, el Magisterio
de la Iglesia ejerce una parte esencial de su función profética de anunciar a los
hombres lo que son en verdad y de recordarles lo que deben ser ante Dios.

Los ministerios deben ejercerse en un espíritu de servicio fraternal y de


dedicación a la Iglesia en nombre del Señor. Al mismo tiempo, la conciencia de
cada uno en su juicio moral sobre sus actos personales, debe evitar encerrarse
en una consideración individual. Con mayor empeño debe abrirse a la
consideración del bien de todos según se expresa en la ley moral, natural y
revelada, y consiguientemente en la ley de la Iglesia y en la enseñanza
autorizada del Magisterio sobre las cuestiones morales.

No se ha de oponer la conciencia personal y la razón a la ley moral o al


Magisterio de la Iglesia.

7.10 LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA.

Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en esta línea de una vida moral


ligada a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de
estas leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin
garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el
esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Los
mandamientos más generales de la santa Madre Iglesia son cinco:

- ALMI, Fernando - 19
El primer mandamiento (oír misa entera y los domingos y demás fiestas de
precepto y no realizar trabajos serviles) exige a los fieles que santifiquen el día
en el cual se conmemora la Resurrección del Señor y las fiestas litúrgicas
principales en honor de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen María y
de los santos, en primer lugar participando en la celebración eucarística, y
descansando de aquellos trabajos y ocupaciones que puedan impedir esa
santificación de estos días.

El segundo mandamiento (confesar los pecados mortales al menos una vez


al año) asegura la preparación para la Eucaristía mediante la recepción del
sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de
perdón del Bautismo).

El tercer mandamiento (recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por


Pascua) garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor
en conexión con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana.

El cuarto mandamiento (abstenerse de comer carne y ayunar en los días


establecidos por la Iglesia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que
nos preparan para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre
nuestros instintos, y la libertad del corazón.

El quinto mandamiento (ayudar a las necesidades de la Iglesia) enuncia que


los fieles están además obligados a ayudar, cada uno según su posibilidad, a
las necesidades materiales de la Iglesia.

7.11 VIDA MORAL Y TESTIMONIO MISIONERO.

La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del


evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los
hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe
ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. "El mismo
testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu
sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios".

20 - ALMI, Fernando -
Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef
1,22), contribuyen, mediante la constancia de sus convicciones y de sus
costumbres, a la edificación de la Iglesia. La Iglesia aumenta, crece y se
desarrolla por la santidad de sus fieles (cf LG 39), "hasta que lleguemos al
estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo" (Ef 4,13).

PUNTO 8: LOS MANDAMIENTOS EN RELACIÓN A DIOS.

8.1 LOS DIEZ MANDAMIENTOS.


En los primeros meses de su vida pública, Jesús tiene una gran aceptación
entre los que le oyen, y en otros a los que llega el mensaje. ¿Qué era lo que
Jesús predicaba para ser tan aceptado? Nada más y nada menos que el reino
de Dios.
La esperanza en el reino de Dios, no era cosa de unos días, ni de una
generación, sino que se remontaba a siglos, -más de un milenio-, en la
conciencia histórica de Israel.
En todos los hombres y en todos los pueblos, ha existido la esperanza de una
organización, donde reine la paz y la justicia y donde los hombres puedan
relacionarse con Dios con libertad, a pesar de que los continuos fracasos,
lleven a considerar este reino de paz, amor, justicia y libertad como una utopía.
Pero en Israel, esta esperanza tiene una fuerza especial porque conecta con la
promesa histórica hecha por Dios mismo.
En Israel, el poder tuvo siempre una dimensión religiosa. Así se aprecia ya en
Abraham, y en Jacob.
También era muy fuerte entre los fariseos; todo el pueblo estaba a la espera del
reino de Dios. En este contexto llega Jesús, avalado por el testimonio del
Bautista, y dice que ha llegado el Reino de Dios; por fin la esperanza se está
cumpliendo.
Jesús lo anuncia y expresa que deben convertirse, cambiar de mente,
depurarse de las deformaciones, y estar dispuestos a ver y aceptar, en qué
modo se manifiesta el cumplimiento de las promesas y la plenitud del reino.

Una vez anunciado el reino de Dios, ¿Qué se debe hacer para entrar en el
Reino de Dios y pertenecer a él? ¿Se debe cumplir la ley de Dios según fue
dada a Moisés en el monte Sinaí? ¿En que consiste la ley moral?

- ALMI, Fernando - 21
Jesús declarará que no ha venido a cambiar la ley, sino a llevarla a su plenitud.
Es necesario ver a Dios como Padre, y vivir como hijos de Dios. Si vivían así,
los hombres glorificarían al Padre.

La religiosidad no debe ser algo externo y superficial, sino que se debe amar y
rezar a Dios como Padre nuestro.

El Padre, es quien toma la iniciativa frontal de amar y que, además de


engendrar al Hijo unigénito, quiere engendrar hijos libres que sepan amar por la
senda amplia de los mandamientos.

La Ley hay que cumplirla toda hasta el detalle más ínfimo; pero con un espíritu
nuevo; el espíritu de la ley, que es amar a Dios, en el fondo del corazón y en la
conducta.

8.2 PRIMER MANDAMIENTO: ADORAR A DIOS Y DARLE CULTO.

“AMARÁS A DIOS, SOBRE TODAS LAS COSAS”

El primer mandamiento llama al hombre para que crea en Dios, espere en él y


lo ame sobre todas las cosas.

"Al Señor tu Dios adorarás". Adorar a Dios, orar a él, ofrecerle el culto que le
corresponde, cumplir las promesas y los votos que se le han hecho, son actos
de la virtud de la religión que constituyen la obediencia al primer mandamiento.

El deber de dar a Dios un culto auténtico concierne al hombre individual y


socialmente.

El hombre debe "poder profesar libremente la religión en público y en privado".

8.3 LA SUPERSTICIÓN.

La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que


impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por

22 - ALMI, Fernando -
ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas
prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola
materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de
las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición.

LA IDOLATRÍA.

El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en


más dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único
Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los "ídolos, oro y
plata, obra de las manos de los hombres", que "tienen boca y no hablan, ojos y
no ven..." Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: "Como ellos serán
los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza".

La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una


tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay
idolatría desde que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de
Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder,
de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. "No
podéis servir a Dios y al dinero", dice Jesús.

La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El


idólatra es el que "aplica a cualquier cosa en lugar de Dios su indestructible
noción de Dios".

ADIVINACIÓN Y MAGIA.

Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la
actitud cristiana justa consiste en ponerse con confianza en las manos de la
Providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad
malsana al respecto. La imprevisión puede constituir una falta de
responsabilidad.

Todas las formas de adivinación deben rechazarse: recurso a Satán o a los


demonios, evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente
se supone "desvelan" el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la
quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de

- ALMI, Fernando - 23
visión, el recurso a "mediums" encierran una voluntad de poder sobre el
tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de
conciliarse los poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el
respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.

Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende


domesticar las potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder
sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son
gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más
condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro o
recurren a la intervención de los demonios. El llevar amuletos es también
reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o
mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El
recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de
las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

LA IRRELIGIÓN.

El primer mandamiento de Dios reprueba los principales pecados de irreligión,


la acción de tentar a Dios en palabras o en obras, el sacrilegio y la simonía.

La acción de tentar a Dios consiste en poner a prueba de palabra o de obra, su


bondad y su omnipotencia. Así es como Satán quería conseguir de Jesús que
se arrojara del templo y obligase a Dios, mediante este gesto, a actuar. Jesús
le opone las palabras de Dios: "No tentarás al Señor tu Dios". El reto que
contiene este tentar a Dios lesiona el respeto y la confianza que debemos a
nuestro Criador y Señor. Incluye siempre una duda respecto a su amor, su
providencia y su poder.

El sacrilegio consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las


otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares
consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre todo cuando es
cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se
nos hace presente sustancialmente.

24 - ALMI, Fernando -
La simonía se define como la compra o venta de las realidades espirituales. A
Simón el mago, que quiso comprar el poder espiritual del que vio dotado a los
apóstoles, Pedro le responde: "Vaya tu dinero a la perdición y tú con él, pues
has pensado que el don de Dios se compra con dinero". Así se ajustaba a las
palabras de Jesús: "Gratis lo recibisteis, dadlo gratis". Es imposible apropiarse
de los bienes espirituales y de comportarse respecto a ellos como un posesor o
un dueño, pues tienen su fuente en Dios. Sólo es posible recibirlos
gratuitamente de él.

EL ATEÍSMO.

"Muchos de nuestros contemporáneos no perciben de ninguna manera esta


unión íntima y vital con Dios o la rechazan explícitamente, hasta tal punto que
el ateísmo debe ser considerado entre los problemas más graves de esta
época".

El nombre de ateísmo abarca fenómenos muy diversos. Una forma frecuente


del mismo es el materialismo práctico, que limita sus necesidades y sus
ambiciones al espacio y al tiempo. El humanismo ateo considera falsamente
que el hombre es "el fin de sí mismo, el artífice y demiurgo único de su propia
historia".

Otra forma del ateísmo contemporáneo espera la liberación del hombre de una
liberación económica y social a la que "la religión, por su propia naturaleza, es
un obstáculo para esta liberación, porque, al orientar la esperanza del hombre
hacia una vida futura ilusoria, lo apartaría de la construcción de la ciudad
terrena".

En cuanto rechaza o niega la existencia de Dios, el ateísmo es un pecado


contra la virtud de la religión. La imputabilidad de esta falta puede quedar
ampliamente disminuida en virtud de las intenciones y de las circunstancias. En
la génesis y difusión del ateísmo "puede corresponder a los creyentes una
parte no pequeña; en cuanto que, por descuido en la educación para la fe, por
una exposición falsificada de la doctrina, o también por los defectos de su vida
religiosa, moral y social, puede decirse que han velado el verdadero rostro de
Dios y de la religión, más que revelarlo".

- ALMI, Fernando - 25
Con frecuencia el ateísmo se funda en una concepción falsa de la autonomía
humana, llevada hasta el rechazo de toda dependencia respecto a Dios. Sin
embargo, "el reconocimiento de Dios no se opone en ningún modo a la
dignidad del hombre, ya que esta dignidad se funda y se perfecciona en el
mismo Dios". "La Iglesia sabe muy bien que su mensaje conecta con los los
deseos más profundos del corazón humano".

EL AGNOSTICISMO.

El agnosticismo reviste varias formas. En ciertos casos, el agnóstico se resiste


a negar a Dios; al contrario, postula la existencia de un ser transcendente que
no podría revelarse y del que nadie podría decir nada. En otros casos, el
agnóstico no se pronuncia sobre la existencia de Dios, declarando que es
imposible probarla e incluso afirmarla o negarla.

El agnosticismo puede a veces contener una cierta búsqueda de Dios, pero


puede igualmente representar un indiferentismo, una huida ante la cuestión
última de la existencia, y una pereza de la conciencia moral. El agnosticismo
equivale con mucha frecuencia a un ateísmo práctico.

8.4 EL SEGUNDO MANDAMIENTO: RESPETAR EL NOMBRE DEL SEÑOR.

El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor. Pertenece,


como el primer mandamiento, a la virtud de la religión y regula más
particularmente nuestro uso de la palabra en las cosas santas.

Entre todas las palabras de la revelación hay una, singular, que es la revelación
de su Nombre. Dios confía su nombre a los que creen en él; se revela a ellos
en su misterio personal. El don del Nombre pertenece al orden de la
confidencia y la intimidad. "El nombre del Señor es santo". Por eso el hombre
no puede usar mal de él. Lo debe guardar en la memoria en un silencio de
adoración amorosa. No lo hará intervenir en sus propias palabras sino para
bendecirlo, alabarlo y glorificarlo.

La deferencia respecto a su Nombre expresa la que es debida al misterio de


Dios mismo y a toda la realidad sagrada que evoca. El sentido de lo sagrado
pertenece a la virtud de la religión:

26 - ALMI, Fernando -
Los sentimientos de temor y de "lo sagrado" ¿son sentimientos cristianos o no?
Nadie puede dudar razonablemente de ello. Son los sentimientos que
tendríamos, y en un grado intenso, si tuviésemos la visión del Dios soberano.
Son los sentimientos que tendríamos si verificásemos su presencia. En la
medida en que creemos que está presente, debemos tenerlos. No tenerlos es
no verificar, no creer que está presente.

El fiel debe dar testimonio del nombre del Señor confesando su fe sin ceder al
temor. La predicación y la catequesis deben estar penetradas de adoración y
de respeto hacia el nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

El segundo mandamiento prohíbe usar mal del nombre de Dios, es decir, todo
uso inconveniente del nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de
todos los santos.

Las promesas hechas a otro en nombre de Dios comprometen el honor, la


fidelidad, la veracidad y la autoridad divina. Deben ser respetadas en justicia.
Ser infiel a ellas es usar mal el nombre de Dios y, en cierta manera, hacer de
Dios un mentiroso.

La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en


proferir contra Dios -interior o exteriormente- palabras de odio, de reproche, de
desafío; en decir mal de Dios, faltarle al respeto, en las conversaciones, usar
mal el nombre de Dios. Santiago reprueba a "los que blasfeman el hermoso
Nombre (de Jesús) que ha sido invocado sobre ellos" (St 2,7). La prohibición
de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos
y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para
justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar
muerte. El abuso del nombre de Dios para cometer un crimen provoca el
rechazo de la religión.

La blasfemia es contraria al respeto debido a Dios y a su santo nombre. Es de


suyo un pecado grave.

- ALMI, Fernando - 27
Las palabras mal sonantes que emplean el nombre de Dios sin intención de
blasfemar son una falta de respeto hacia el Señor. El segundo mandamiento
prohíbe también el uso mágico del Nombre divino.

El Nombre de Dios es grande donde se pronuncia con el respeto debido a su


grandeza y a su Majestad. El nombre de Dios es santo donde se le nombra con
veneración y el temor de ofenderle.

8.5 TERCER MANDAMIENTO: SANTIFICAR EL DIA DEL SEÑOR.

"Guardarás el día del sábado para santificarlo".

"El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor".

El sábado, que representaba la coronación de la primera creación, es sustituido


por el domingo que recuerda la nueva creación, inaugurada en la resurrección
de Cristo.

La Iglesia celebra el día de la Resurrección de Cristo el octavo día, que es


llamado con pleno derecho día del Señor, o domingo.

"El domingo...ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de


precepto". "El domingo y las demás fiestas de precepto, los fieles tienen
obligación de participar en la Misa".

"El domingo y las demás fiestas de precepto...los fieles se abstendrán de


aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría
propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del
cuerpo".

La institución del domingo contribuye a que todos disfruten de un "reposo y


ocio suficientes para cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa”.

Todo cristiano debe evitar imponer, sin necesidad, a otro impedimentos para
guardar el Día del Señor.

PUNTO 9: LOS MANDAMIENTOS EN RELACION AL PROJIMO.

28 - ALMI, Fernando -
9.1 EL CUARTO MANDAMIENTO. LA FAMILIA CRISTIANA.

El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la


caridad. Dios quiso que, después de él, honrásemos a nuestros padres, a los
que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios.
Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro bien,
ha investido de su autoridad.

El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones


con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a
las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar. Exige que se
dé honor, afecto y reconocimiento a los ancianos y antepasados. Finalmente se
extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los
empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes,
de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan.

El cumplimiento del cuarto mandamiento comporta su recompensa: "Honra a tu


padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el
Señor, tu Dios, te va a dar". La observancia de este mandamiento procura, con
los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de prosperidad. Y al contrario,
la no observancia de este mandamiento entraña grandes daños para las
comunidades y las personas humanas.

LA FAMILIA CRISTIANA.

La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específicas de la


comunión eclesial; por eso puede y debe decirse iglesia doméstica".

Es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una


importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento.

La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la


comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y
educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la
oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra

- ALMI, Fernando - 29
de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y
misionera.

9.2 DEBERES DE LAS AUTORIDADES Y DE LOS CIUDADANOS.

LAS AUTORIDADES EN LA SOCIEDAD CIVIL.

El cuarto mandamiento de Dios nos ordena también honrar a todos los que,
para nuestro bien, han recibido de Dios una autoridad en la sociedad. Este
mandamiento determina los deberes de quienes ejercen la autoridad y de
quienes están sometidos a ella.

DEBERES DE LAS AUTORIDADES CIVILES.

Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio. "El que quiera
llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo". El ejercicio de una
autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional
y su objeto específico. Nadie puede ordenar o instituir lo que es contrario a la
dignidad de las personas y a la ley natural.

El ejercicio de la autoridad ha de manifestar una justa jerarquía de valores con


el fin de facilitar el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad de todos. Los
superiores deben ejercer la justicia distributiva con sabiduría teniendo en
cuenta las necesidades y la contribución de cada uno y atendiendo a la
concordia y la paz. Deben velar porque las normas y disposiciones que
establezcan no induzcan a tentación oponiendo el interés personal al de la
comunidad.

El poder político está obligado a respetar los derechos fundamentales de la


persona humana. Y administrar humanamente justicia en el respeto al derecho
de cada uno, especialmente de las familias y de los desheredados.

La autoridad pública está obligada a respetar los derechos fundamentales de la


persona humana y las condiciones de ejercicio de su libertad.

DEBERES DE LOS CIUDADANOS.

30 - ALMI, Fernando -
Los que están sometidos a la autoridad deben mirar a sus superiores como
representantes de Dios que los ha instituido ministros de sus dones: "Sed
sumisos, a causa del Señor, a toda institución humana... Obrad como hombres
libres, y no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad, sino
como siervos de Dios". Su colaboración leal entraña el derecho, a veces el
deber, de ejercer una justa reprobación de lo que les parece perjudicial para la
dignidad de las personas o el bien de la comunidad.

Deber de los ciudadanos es contribuir con la autoridad civil al bien de la


sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el
servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la
caridad. La sumisión a las autoridades legítimas y el servicio del bien común
exigen de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la
comunidad política.

La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen


moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la
defensa del país:

Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien


tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor.

El deber de los ciudadanos es trabajar con las autoridades civiles en la


edificación de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y
libertad.

El ciudadano está obligado en conciencia a no seguir las prescripciones de las


autoridades civiles cuando son contrarias a las exigencias del orden moral.
"Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.

Toda sociedad refiere sus juicios y su conducta a una visión del hombre y de su
destino. Sin la luz del evangelio sobre Dios y sobre el hombre, las sociedades
se hacen fácilmente totalitarias.

9.3 EL QUINTO MANDAMIENTO. LA VIDA HUMANA ES SAGRADA.

- ALMI, Fernando - 31
"La vida humana es sagrada, porque desde su inicio comporta la acción
creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el
Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta
su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de
matar de modo directo a un ser humano inocente".

Toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, es


sagrada, pues la persona humana ha sido amada por sí misma a imagen y
semejanza del Dios vivo y santo.

Causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad de la


persona y a la santidad del Creador.

La prohibición de causar la muerte no suprime el derecho de impedir que un


injusto agresor cause daño. La legítima defensa es un deber grave para quien
es responsable de la vida de otro o del bien común.

Desde su concepción, el niño tiene el derecho a la vida. El aborto directo, es


decir, buscado como un fin o como un medio, es una práctica infame
gravemente contraria a la ley moral. La Iglesia sanciona con pena canónica de
excomunión este delito contra la vida humana.

Porque ha de ser tratado como una persona desde su concepción, el embrión


debe ser defendido en su integridad, atendido y curado como todo otro ser
humano.

La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos,


constituye un homicidio. Es gravemente contraria a la dignidad de la persona
humana y al respeto del Dios vivo, su Creador.

El suicidio es gravemente contrario a la justicia, a la esperanza y a la caridad.


Está prohibido por el quinto mandamiento.

El escándalo constituye una falta grave cuando por acción u omisión arrastra
deliberadamente a otro a pecar gravemente.

32 - ALMI, Fernando -
A causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, debemos
hacer todo lo que es razonablemente posible para evitarla. La Iglesia implora
así: "del hambre, de la peste y de la guerra, líbranos Señor".

La Iglesia y la razón humana afirman la validez permanente de la ley moral


durante los conflictos armados. Las prácticas deliberadamente contrarias al
derecho de gentes y a sus principios universales son crímenes.

"La carrera de armamentos es una plaga gravísima de la humanidad y


perjudica a los pobres de modo intolerable".

"Bienaventurados los que obran la paz, porque ellos serán llamados hijos de
Dios".

9.4 EL RESPETO DE LA DIGNIDAD DE LAS PERSONAS.

El respeto del alma del prójimo: el escándalo

El escándalo es la actitud o el comportamiento que llevan a otro a hacer el mal.


El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la
virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El
escándalo constituye una falta grave, si por acción u omisión, arrastra
deliberadamente a otro a una falta grave.

El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la
moda o por la opinión.

Así se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras


sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la
vida religiosa.

El respeto de la salud.

La vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos
cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los
demás y el bien común.

El cuidado de la salud de los ciudadanos requiere la ayuda de la sociedad para

- ALMI, Fernando - 33
lograr las condiciones de existencia que permiten crecer y llegar a la madurez:
alimento y vestido, vivienda, cuidados sanitarios, enseñanza básica, empleo,
asistencia social.

El respeto de la persona y la investigación científica.

Los experimentos científicos, médicos o psicológicos, en personas o grupos


humanos, pueden contribuir a la curación de los enfermos y al progreso de la
salud pública.

El respeto de la integridad corporal.

Los secuestros y el tomar rehenes hacen que impere el terror y, mediante la


amenaza, ejercen intolerables presiones sobre las víctimas. Son moralmente
ilegítimos. El terrorismo amenaza, hiere y mata sin discriminación; es
gravemente contrario a la justicia y a la caridad. La tortura, que usa de violencia
física o moral, para arrancar confesiones, para castigar a los culpables,
intimidar a los que se oponen, satisfacer el odio, es contraria al respeto de la
persona y de la dignidad humana. Exceptuados los casos de precripciones
médicas de orden estrictamente terapéutico, las amputaciones, mutilaciones o
esterilizaciones directamente voluntarias de personas inocentes son contrarias
a la ley moral.

El respeto a los muertos.

A los moribundos se han de prestar todas las atenciones necesarias para


ayudarles a vivir sus últimos momentos en la dignidad y la paz. Serán
ayudados por la oración de sus parientes, los cuales velarán para que los
enfermos reciban a tiempo los sacramentos que preparan para el encuentro
con el Dios vivo.

Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad en la fe y
la esperanza de la resurrección. Enterrar a los muertos es una obra de
misericordia corporal, que honra a los hijos de Dios, templos del Espíritu Santo.

La autopsia de los cadáveres es admisible moralmente cuando hay razones de

34 - ALMI, Fernando -
orden legal o de investigación científica. El don gratuito de órganos después de
la muerte es legítimo y puede ser meritorio.

La Iglesia permite la incineración cuando con ella no se cuestiona la fe en la


resurrección del cuerpo.

9.5 LA DEFENSA DE LA PAZ.

Recordando el precepto: "no matarás", nuestro Señor exige la paz del corazón
y denuncia la inmoralidad de la cólera homicida y del odio:

La cólera es un deseo de venganza. "Desear la venganza para el mal de aquel


a quien es preciso castigar, es ilícito"; pero es loable imponer una reparación
"para la corrección de los vicios y el mantenimiento de la justicia". Si la cólera
llega hasta el desear deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente,
constituye una falta grave contra la caridad; es pecado mortal. El Señor dice:
"Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal".

El odio voluntario es contrario a la caridad. El odio al prójimo es pecado cuando


el hombre le desea deliberadamente un mal. El odio al prójimo es un pecado
grave cuando se le desea deliberadamente un daño grave. "Pues yo os digo:
Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis
hijos de vuestro Padre celestial...".

La paz terrena es imagen y fruto de la paz de Cristo, el "Príncipe de la paz"


mesiánica.

Evitar la guerra.

El quinto mandamiento condena la destrucción voluntaria de la vida humana. A


causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, la Iglesia insta
constantemente a todos a orar y actuar para que la Bondad divina nos libre de
la antigua servidumbre de la guerra.

Todo ciudadano y todo gobernante están obligados a trabajar para evitar las
guerras.

- ALMI, Fernando - 35
9.6 EL SEXTO MANDAMIENTO: SEXUALIDAD INTEGRADA,
RESPONSABLE Y ORDENADA.

"El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano".

Al crear al ser humano hombre y mujer, Dios confiere la dignidad personal de


manera idéntica a uno y a otra. A cada uno, hombre y mujer, corresponde
reconocer y aceptar su identidad sexual.

Cristo es el modelo de la castidad. Todo bautizado es llamado a llevar una vida


casta, cada uno según su estado de vida.

La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona. Entraña el


aprendizaje del dominio personal.

Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la


masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas, y las prácticas
homosexuales.

La alianza que los esposos contraen libremente implica un amor fiel. Les
confiere la obligación de guardar indisoluble su matrimonio.

La fecundidad es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los


esposos participan de la paternidad de Dios.

La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y


la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos
no justifica el recurso a medios moralmente reprobables (p.e., la esterilización
directa o la anticoncepción).

El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la


dignidad del matrimonio.

36 - ALMI, Fernando -
9.7 EL SEPTIMO MANDAMIENTO: DESTINO Y RESPETO DE LOS BIENES
TERRENOS.

"No robarás". "Ni los ladrones, ni los avaros...ni los rapaces heredarán el Reino
de Dios".

El séptimo mandamiento prescribe la práctica de la justicia y de la caridad en el


uso de los bienes terrenos y los frutos del trabajo de los hombres.

Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El


derecho a la propiedad privada no anula el destino universal de los bienes.

El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo es la usurpación del bien


ajeno contra la voluntad razonable del dueño.

Toda manera de tomar y de usar injustamente el bien ajeno es contraria al


séptimo mandamiento. La injusticia cometida exige reparación. La justicia
conmutativa impone la restitución del bien robado.

La ley moral proscribe los actos que, con fines mercantiles o totalitarios, llevan
a esclavizar a los seres humanos, a comprarlos, venderlos y cambiarlos como
mercancías.

El dominio, concedido por el Creador, sobre los recursos minerales, vegetales y


animales del universo, no puede ser separado del respeto de las obligaciones
morales frente a todos los hombres, incluidos los de las generaciones
venideras.

Los animales están confiados a la administración del hombre que les debe
aprecio. Pueden servir a la justa satisfacción de las necesidades del hombre.

- ALMI, Fernando - 37
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. LA JUSTICIA SOCIAL.

La Iglesia pronuncia un juicio en materia económica y social cuando lo exigen


los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas. Se
cuida del bien común temporal de los hombres en razón de su ordenación al
soberano Bien, nuestro fin último.

El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica y social. El


punto decisivo de la cuestión social consiste en que los bienes creados por
Dios para todos lleguen de hecho a todos, según la justicia y con la ayuda de la
caridad.

El valor primordial del trabajo atañe al hombre mismo que es su autor y su


destinatario. Mediante su trabajo, el hombre participa en la obra de la creación.
Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor.

El desarrollo verdadero es el del hombre entero. Se trata de hacer crecer la


capacidad de cada persona de responder a su vocación, por tanto, a la llamada
de Dios.

La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna; es también


una práctica de justicia que agrada a Dios.

En la multitud de seres humanos sin pan, sin techo, sin patria, hay que
reconocer a Lázaro, el mendigo hambriento de la parábola. En dicha multitud
hay que oír a Jesús que dice: "Cuanto dejásteis de hacer con uno de estos,
también conmigo dejásteis de hacerlo".

9.8 EL OCTAVO MANDAMIENTO: VIVIR EN LA VERDAD.

"No darás falso testimonio contra tu prójimo". Los discípulos de Cristo se han
"revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la
verdad".

La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus


juicios y en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.

38 - ALMI, Fernando -
El cristiano no debe "avergonzarse de dar testimonio del Señor" en obras y
palabras. El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe.

El respeto de la reputación y el honor de las personas prohíbe toda actitud y


toda palabra de maledicencia o de calumnia.

La mentira consiste en decir lo falso con intención de engañar al prójimo.

Una falta cometida contra la verdad exige reparación.

La regla de oro ayuda a discernir en las situaciones concretas si conviene o no


revelar la verdad al que la pide.

"El sigilo sacramental es inviolable". Los secretos profesionales deben ser


guardados. Las confidencias perjudiciales a otros no deben ser divulgadas.

La sociedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la libertad,


la justicia. Es preciso imponerse moderación y disciplina en el uso de los
medios de comunicación social.

9.10 EL NOVENO MANDAMIENTO: LA PURIFICACION DEL CORAZON.

"Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón”.

El noveno mandamiento pone en guardia contra la codicia o concupiscencia de


la carne.

La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del


corazón y la práctica de la templanza.

La pureza del corazón nos alcanzará el ver a Dios: nos da desde ahora la
posibilidad de ver todo según Dios.

La purificación del corazón exige la oración, la práctica de la castidad, la pureza


de intención y de mirada.

La pureza del corazón requiere el pudor, que es paciencia, modestia y


discreción. El pudor preserva la intimidad de la persona.

- ALMI, Fernando - 39
9.11 EL DECIMO MANDAMIENTO: ORDENAR EL DESEO DE RIQUEZA Y
PODER.

"Donde está tu tesoro allí estará tu corazón".

El décimo mandamiento prohíbe el deseo desordenado, nacido de la pasión


inmoderada de las riquezas y del poder.

La envidia es la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo


desordenado de apropiárselo. Es un pecado capital.

El bautizado combate la envidia mediante la caridad, la humildad y el abandono


en la providencia de Dios.

Los fieles cristianos "han crucificado la carne con sus pasiones y sus
concupiscencias", son guiados por el Espíritu y siguen sus deseos.

El desprendimiento de las riquezas es necesario para entrar en el Reino de los


cielos. "Bienaventurados los pobres de corazón".

El hombre que anhela dice: "Quiero ver a Dios". La sed de Dios es saciada por
el agua de la vida.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS,


Denominación de los preceptos que, según el Antiguo Testamento, fueron
entregados por Dios a Moisés en el monte Sinaí. De acuerdo con Éxodo
(31,18) fueron grabados por el propio Dios sobre dos tablas de piedra. Es
probable que se tratara de tablas de arcilla, del tipo utilizado en la escritura
cuneiforme. Más tarde, Moisés destruyó las tablas, enojado porque su pueblo
había abandonado su fe. Dios le ordenó entonces labrar nuevas tablas, que
fueron depositadas en el Arca de la Alianza.

En Éxodo (20,1-17) y en Deuteronomio (5,6-21) aparecen dos versiones


diferentes de los mandamientos, aunque en ambas el espíritu es el mismo. La
versión del Éxodo difiere de la del Deuteronomio en dos elementos:
proporciona un motivo religioso, en lugar de humanitario, respecto a la

40 - ALMI, Fernando -
observancia del sábado; y, al prohibir la codicia, incluye a la mujer del prójimo
junto con el resto de sus propiedades, en lugar de hacerlo por separado.

Por tradición, los mandamientos han sido enumerados de acuerdo con tres
criterios. La mayoría de los cristianos protestantes y ortodoxos dividen y
enumeran los mandamientos del siguiente modo:

(1) prohibición de adorar a cualquier divinidad que no sea Dios;


(2) prohibición de la idolatría;
(3) prohibición de tomar el nombre de Dios en vano;
(4) observancia del sábado;
(5) honrar a los padres;
(6) prohibición de matar;
(7) prohibición del adulterio;
(8) prohibición de robar;
(9) prohibición de prestar falso testimonio;
(10) prohibición de codiciar la propiedad o desear a la mujer del prójimo.

Los católicos y los luteranos siguen la división utilizada por san Agustín de
Hipona (siglo IV). El prólogo y las dos primeras prohibiciones están
combinados, y el último mandamiento se divide en dos prohibiciones: desear a
la mujer del prójimo y codiciar los bienes ajenos. Por ello, la enumeración de
los demás mandamientos difiere en un número.
En la tradición católica, los mandamientos rezan así:

1) Amarás a Dios sobre todas las cosas.


2) No tomarás el nombre de Dios en vano.
3) Santificarás las fiestas.
4) Honrarás a tu padre y a tu madre.
5) No matarás.
6) No cometerás actos impuros.
7) No robarás.
8) No dirás falso testimonio ni mentirás.
9) No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10) No codiciarás los bienes ajenos.

- ALMI, Fernando - 41
En la tradición judía el prólogo es considerado el primer mandamiento, las dos
primeras prohibiciones se conjuran como segundo mandamiento, y el resto
sigue el mismo orden que las tradiciones protestante y ortodoxa.

En realidad, los Diez Mandamientos engloban los principios comunes para toda
la humanidad. Los filósofos y teólogos escolásticos del medioevo, como santo
Tomás de Aquino y san Buenaventura, sostienen que todos los mandamientos
son parte de la ley natural y, por consiguiente, aprehensibles para todos los
seres racionales. Ambos alegaron que Dios reveló los mandamientos a Moisés
para recordar a la humanidad sus obligaciones, olvidadas con facilidad por
causa del pecado original. En realidad, se hacían eco de una idea similar
expresada por los primeros padres de la Iglesia, como Tertuliano y Agustino,
que manifestaron que los mandamientos ya habían sido grabados en el
corazón humano antes de ser escritos sobre tablas de piedra.

Es posible hallar amplias secciones del Decálogo en las leyes de otros pueblos
de la antigüedad. Por ejemplo, en la religión egipcia, eran de obligado
cumplimiento determinados preceptos (las prohibiciones de robar, matar y
comportarse de forma injusta) para entrar en el templo de Osiris, diosa y
sacerdotisa de los muertos.

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