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en un autogobierno carcelario
Ivan Pojomovsky1
Resúmen:
Basados en un trabajo de campo de más de 2 años en una prisión venezolana realizado
a través de la filmación de una película de ficción con los prisioneros, nos proponemos analizar
las posibilidades que dicha entrada permite para la comprensión de un entorno prisional
particular, dominado por lo que una reciente literatura ha denominado “autogobiernos
carcelarios” (Darke y Karam, 2014; Darke 2015).
Intentaremos partir de, pero sin limitarnos a, la discusión metodológica que explora el
uso de herramientas artísticas y de representación en el trabajo etnográfico con poblaciones
excluídas y en ambientes violentos (Turner 2002; Ginsburg, Abu loghod y Larkin, 2002). A partir
de esta reflexión nos preguntaremos: ¿que aspectos de la realidad que presenciábamos se
hacían mas salientes en ese percurso metodológico?, ¿De qué forma esa entrada modeló
nuestra comprensión de las estructuras sociales que nos rodeaban?, Y ¿de que forma eso nos
permite contribuir con la discusión teórica sobre la emergencia de autogobiernos en las
prisiones venezolanas?.
Para esto nos preguntaremos que aspectos de las estructuras políticas, económicas y
culturales del autogobierno la filmación dejó en evidencia, y los desafíos que presenta tanto la
investigación en entornos fuertemente autonomizados donde la protección del Estado es
precaria, como la idea de abordarlos a partir de herramientas que implican ejercicios de
autorepresentación por parte de estos actores. Para esto intentaremos analizar las
motivaciones y objetivos que cada uno de los actores involucrados (Participantes, líderes del
autogobierno e investigadores) tenían en cada uno de estos aspectos, y como la compleja
negociación entre ellos dio forma al proceso.
Así, en términos políticos, exploraremos la forma en que la organización jerárquica del
“carro” se evidenciaba en el proceso de filmación, tanto en la organización de la actividad,
como en los impasses que la producción artística generaba en los roles jerárquicos usuales. En
términos culturales analizaremos la importancia que cobra exponer “fidedignamente” el
código de conducta que rige la vida de la cárcel y la muy particular distribución de la capacidad
de hablar autorizadamente que se da en contextos fuertemente jerarquizados como este,
En términos económicos veremos de forma crítica como el ejercicio cultural puede
servir para ocultar o dejar de lado una dimensión material que se hace evidente sólo como
contraste de las rutinas habituales. Por último, analizaremos como las relaciones con el Estado
quedan desdibujadas por un ejercicio de representación que se centra en los conflictos entre
autogobiernos rivales, y veremos como esto es indicativo de un vacío material y simbólico que
implica la delegación de este sobre el control en las cárceles.
1
Programa Pos-Graduação de sociología. Universidade Federal de Pernambuco
Introducción
Llegamos al puesto de control de la guardia, los funcionarios, que nos conocen, nos
revisan con muy poco ahínco y nos dejan pasar. cierran la puerta detrás de nosotros,
marcando el último punto donde vamos a ver algún representante armado del Estado.
después de unos metros, en un patio amplio donde muchos presos caminan libremente,
saludamos al “lucero”, un preso armado con un fusil que hace guardia. Preguntamos
por alguien, otra persona interrumpe: “¿hoy vamos a filmar la película?” grita
entusiasmado. Lo seguimos al lugar donde nuestro “equipo de filmación” se encuentra:
el “centro de rehabilitación”, un espacio donde los que se encuentran están doblemente
presos, debido a transgresiones al código informal impuesto por los líderes: sin
posibilidad de “desplace”, con la cabeza rapada, que deja ver las cicratices en sus
cráneos, producto de golpes pasados, pasan el día dentro de la mas rígida rutina guiada,
por consentimiento de los líderes, por un pastor evangélico. Apenas llegamos, un grupo
de 15 personas se moviliza inmediatamente, van a buscar al resto del equipo, algunos de
los cuales salieron en las últimas semanas y ya no están en el “centro”. Buscan también
las armas hechas de barro que forman nuestra utilería. Cuando uno de ellos, cargando
con absoluta seriedad el fusil de barro, pasa al lado del lucero, se produce un efecto
cómico. Aun mucho antes de que prendamos las cámaras, la dinámica entre ellos es la
de los personajes que representan, el actor que hace de principal mandonea a todos a su
alrededor, lo que se interrumpe cuando algún lucero, sólo para recordarle su lugar le
ordena hacer algo., todos sostienen sus armas de barro con aire amenazante, y no
intercambian palabras entre los que representan a facciones rivales. Después de que
comienza la filmación, uno de los lideres corrige las escenas “si este es líder no debería
hablar tanto”, el no puede entrar sólo a ese espacio, etc. El entusiasmo de todos es
impresionante, y parece hacernos olvidar que estamos en un lugar de carencia y
sufrimiento, cosa que nuestro elenco debería saber mejor que nadie.
Si bien, por un lado el trabajo cultural en prisiones tiene una larga historia () y la
idea de usar herramientas fílmicas como dispositivo etnográfico también(), y por otro la
experiencia de investigar una prisión en latinoamerica es cada vez mas común que
implique relacionarse con alguna forma de autogobierno (), nos proponemos en este
trabajo analizar los cruces entre estos ejes. Para eso intentaremos profundizar en los
aspectos centrales de estos autogobiernos y las formas de acceder a ellos. Los complejos
juegos que se dan cuando sujetos inmersos en dinámicas de opresión y violencia
asumen espacios para autorepresentarse (García Canclini; Grignon y Passeron),
atravesaran nuestras reflexiones.
Me propongo reflexionar en torno a los 3 ejes con que Antillano (2015) ha caracterizado
a los autogobiernos venezolanos, (estructura política, códigos culturales y matrices
económicas) pensando como nuestra estrategia de inserción nos ayudó a hacer mas
visibles o mas opacos determinados elementos.
El “carro” y su película:
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Esto en comparación con lo que narran, por ejemplo, Darke para los casos de Brasil y Ecuador, e
incluso para lo que refiere Biondi para el PCC en el sur de Brasil, por lo menos en el hecho de carecer de
todo tipo de acceso para guardias armados, no así en las dimensiones y alcance extra-muros del
autogobierno
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El carro es el nombre que recibe La organización de presos armados que rigen la vida intramuros en
alguna prisiones venezolanas. Están formado por el “principal” y sus “luceros”. El carro mantiene una
serie de obligaciones sobre el resto de los presos, como el pgo de una “causa” (impuesto) semanal, unas
horas al día de guardia armada rotatoria, y otras. Para mas detalle, revisar Antillano et al (2016) y
Antillano (2015)
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El centro de rehabilitación era uma iniciativa punitiva específica de la prisión donde trabajábamos, de
la cual los líderes del carro se sentían particularmente orgullosos. Relevaba, para las infracciones mas
leves (normalmente la falta de pago de la “causa”, pero también riñas menores o desobediencias a los
miembros del carro) de los castigos corporales, normalmente disparos en la manos o en las piernas,
propias de otras prisiones. Sobre su naturaleza biopolítica” y su especularidad con la lógica moderna
que creo la prisión, revisar Antillano (2015) y Sepúlveda y Pojomovsky (2017))
que cada uno de estos actores perseguía y como se entremezclaron en le proceso de
filmación, ayudando a mostrar como la organización política del presidio era
evidenciada por este proceso, y que aspectos quedaban, en cambio, mas opacos.
“La película”, como fueron llamando los participantes nuestro ejercicio, fue
constituyéndose al mismo tiempo como una celebración del carro, pero también como
una subversión (temporaria) de su orden. Si bien la trama de la película celebraba a los
líderes del carro, centrando su historia en la lucha entre un carro virtuoso, que emulaba
a los líderes actuales. y otro corrupto, la dinámica de filmación, que involucraba sujetos
penalizados por el carro, implicaba unos permisos y licencias para estos que
contrariaban sus códigos.
La rutina representada
Esta no fue, bajo ningún concepto, una filmación normal. Como ya hemos
narrado en otros trabajos (Sepúlveda y Pojomovsky, 2015), fue un proceso donde los
participantes mostraban un compromiso inagotable. Las actuaciones, y la película en
general, no se estructuraban en base a criterios estéticos, sino que se manifestaban
como una curiossa extensión de la vida real. Los actores no hablaban de representar un
“papel”, sino que hablaban en primera persona del personaje que representaban. El actor
que hacía de principal mandoneaba a los otros, tomando decisiones sobre quien
participaba o no con un tono despótico. Como en el carnaval (Da Matta), los papeles
tomaban el cuerpo de sus interpretes.
En este sentido, el código informal de reglas que rigen la vida en la prisión, que
los presos llaman “rutina” (Antillano et al. 2016; Antillano 2015), se volvia central.
Este es el minucioso, y a veces barroco conjunto de reglas que es explicado a los presos
al momento de su entrada, y que es garantizado por el ejercicio del carro (y que, hasta
cierto punto, los conmina también a ellos). La rutina no formaba parte de la película, si
no que era su esencia. Narrar la película para los participantes era desplegarla, mostrar
su conocimiento sobre ella, competir entre ellos por ver quien era capaz de decir que es
lo que debería suceder en cada situación siguiendo sus códigos. Nuestras reuniones de
guión se convirtieron en debates casi escolásticos sobre lo que siguiendo a la ley de la
cárcel debería suceder. “Con ese tipo de falta el encargado de disparar es el principal”,
“Para establecer una “palabra” entre líderes primero se hace de tal forma”, etc.
Para los participantes este carácter fidedigno parece derivar de varios factores.
Primero la importancia que cobra el mostrarse como “rutinario”, tanto en el entorno
carcelario como en los otros circuitos materiales a los que este “saber hacer” carcelario
permite tener acceso (Pojomovsky Sepúlveda). Por otro lado, ayudaba a construir el
sitio de autoridad desde el cual los participantes podían afirmar su condición de
“testigos presenciales” (Turner; notas producción), usando para su beneficio, de forma
temporaria, el estigma que implica ser un prisionero.
Este sustrato “documental”, esta necesidad de que cada gesto fuera “real”
convertía la filmación en un ejercicio de “sabiduría carcelaria”, donde los mas
capacitados (p. Ej, los miembros del carro) tenían más autoridad para definir
contenidos. Se sucedieron múltiples espacios durante la filmación donde las necesidades
de representación (impulsadas por sujetos mas afiliados, con capitales fuera del mundo
carcelario) eran acalladas en pos de que la película reflejara exactamente lo que hubiera
sucedido. La jerarquía penitenciaria era reimpuesta en el ejercicio de la filmación, pero
como un aspecto de un conocimiento de la rutina, de una “sabiduria penitenciaria” que
hacía el discurso de unos mas válido que el de otros. Esto permitía a los miembros del
carro no solamente posicionar su perspectiva de los hechos (la trama narrabaxxxx) sino
que permitía justificar su rol de liderazgo no como producto de una imposición, sino
como fruto de encarnar ellos un mayor conocimiento de un código común. Su papel de
consejeros en la película los posicionaba desde el ángulo mas “legitimo” que su
ejercicio de poder podía enfocarse.
Esta tensión se manifestaba también dentro de los miembros del carro. Uno de
los lugartenientes del carro (un sujeto con una trayectoria de militancia política antes de
su entrada en la cárcel) entendió rápidamente los problemas que podían presentarse por
la difusión de esta con respecto al ministerio, al cual la exposición de la violencia
representada podría resultarle muy molesto. Por eso interrumpió la filmación y nos
prohibió continuar con ella. Sin embargo fue el principal (quien después de muchos
años preso tal vez se cifrara mas en el contexto carcelario) quien, desatendiendo a su
lugarteniente, interrumpió una sesión de proyección para “corregir” la película, y
hacerla incluso más violenta! Las correcciones de él estaban enfocadas en la fidelidad
de esta a lo que en realidad pasó, y su único auditorio parecían ser otros presos. Las
formas en que el auditorio de la representación se
Para nosotros, por otro lado, era un ejercicio particularmente productivo, pues no
daba una ventana directa a una meta-reflexión de los participantes sobre las normas que
conforman su vida cotidiana. Si bien para esto era fundamental la idea de que fueran
ellos los que crearan el contenido, eso no estaba libre de contradicciones, En la medida
que fue avanzando nuestro ejercicio, la representación de los aspectos mas crueles y
cruentos del ejercicio del carro comenzó a generarnos incomodidad. En una escena de
la película, por ejemplo, un personaje comete una falta particularmente terrible (robar en
la habitación del líder) y el guión narraba que primero le disparaban, y después lo
descuartizaban colectivamente. Parte del equipo audiovisual que nos acompañaba se
negaba a participar en la representación de esa escena. ¿Hasta que punto nuestra
descripción “objetiva” de las historias de la cárcel, como la narraban sus propios
actores, nos eximía de contribuir en la construcción de una narrativa que glorificaba sus
aspectos mas violentos?
Si algo estaba ausente de la película, pero se nos hacía evidente por otros
aspectos de nuestra entrada de campo, eso eran las bases materiales de reproducción del
carro. Fuera de los gastos ostentosos de los líderes, el guión no hacía mención ninguna
al origen del dinero con que estos se hacían. Las fuentes de renta con las que se
compraban los fusiles y municiones, aspecto clave en la lucha entre distintos carros,
desaparecía para dejar en su lugar un conflicto puramente moral.
Aparte de la idea de “artista” libre de la función, hay otras razones para pensar
que la película no retratatse con detalle la vida material. La condición segregada de
nuestros participantes hacía tal vez menos deseable hablar de esos temas. Es sobre ellos,
y sobre sus familias, sobre los que pesan los problemas asociados a no conseguir llevar
el peso de esta muy particular forma de privatización.
El estado ausente
El trabajo cultural sirve de puente para evitar el inevitable enfrentamiento entre staff y
prisioneros por ser escuchados dentro de u contexto de investigación (Liebling breaking
the silence). Al ser percibidos como “trabajadores culturales”, se cumple la función de
ser “parte del personal” para los guardias.
Esta omisión era parte de la película. En ninguna escena se veía a los miembros
del carro negociar con autoridades, y hablar de ese tipo de tratos era hasta cierto punto
“taboo”. Así como el Estado, y sus preocupaciones con el contenido violento, eran
menospreciadas en pos de intimidar a otros carros, de la misma forma el centro de la
trama giraba en torno a los enfrentamientos y contrastes entre los dos carros. El Estado
sólo operaba como un actor fatal: en uno de los finales propuestos, el Estado entraba y
mataba a casi todos los participantes, dejando a unos pocos contar el final de la historia.
La profunda influencia que el Estado posee en modular las conductas de los
autogobiernos, y el trato contínuo que posee con sus líderes, quedaba completamente
fuera del foco.
Bibliografía:
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- Descripción autogobierno
- Por un lado el trabajo cultural permitió visibilizar una serie de procesos, por otro rodeó
nuestra inmersión con unos sesgos particulares
- El producto en sí
Políticos:
- Los investigadores: el interés por conocer, las dudas sobre colaborar, La negociación por
arriba, el problema con representar la violencia
Culturales:
- La importancia de la rutina
Económicos:
‘
Entrar como investigador en una prisión latinoamercana implica siempre varios riesgos,
contradicciones y desafíos. Para esta presentación quiero abordar algunos que derivan de un
aspecto muy específico del panorama contemporáneo en prisiones: la creciente
autonomización de los presos en los contextos intramuros.
Tal vez toda la historia de la antropología este imbricada con el alejamiento de la protección
del estado nación occidental
En este sentido, si nos permitimos, como recomienda Garcia Canclini, atender tanto al proceso
como al producto de la obra artística para entender los procesos sociales que subyacen a ella
Una descripción (aç estilo de Chelina) de los aspectos mas salientes del autogobierno: armas
de alto calibre, drogas a cielo abierto, rejas abiertas
La entrada “por arriba”: los problemas para encontrar contrarelatos del carro; la tentación
hobbesiana aplicada al investigador, tener un “jefe” con el que hablar, que describe un
“orden” constante y asible
Analizar nuestra estrategia de aproximación al objeto intenta salvar el puente entre una
reflexividad metodológica dominada por una narrativa personal y una sistematización fría y
“objetiva” de los datos, intentando generar, a partir del análisis retrospectivo, elementos que
sean útiles para comparar tanto la naturaleza de estos contextos como las estrategias para
estudiarlas, y la inevitable particularidad de estas.
Exploraremos los dilemas que el “dotar de voz” a ciertos actores implica cuando estos forman
parte de una estructura que genera explotación y violencia entre iguales.
la profunda necesidad de legitimación que presentan los autogobiernos,, y como las
estrategias de producción cultural permiten movilizar este impulso.
cómo, siguiendo tal vez la idea clásica del productor cultural como un ser apartado de las
necesidades materiales (Bourdieu 2003: Becker, 2008), nuestros sujetos consiguieron
abstraerse de las terribles condiciones que experimentaban a través de su ejercicio como
actores y directores. Analizaremos de
La película se movió desde el principio entre dos polos: por un lado una visión “profesional” de
la representación, donde se tenía consciencia del producto como vehículo para movilizar
ciertas ideas, y se enfatizaba el uso de “técnicas” para lograrlo, entendiendo la actuación, la
dirección y el guión desde una perspectiva pragmática atenta al efecto que causaría en un
público genérico. Por otro lado existía un compromiso al mismo tiempo mas comprometido e
incapaz de la distancia, donde las decisiones de la película
Estos dos polos estaban representados por nuestros dos actores principales: uno un chico con
una familia con trayectoría en el mundo criminal, con una pposición relativamente acomodada
y con intereses y aptitudes vnculads a las artes: escritura de canciones y poemas; un gusto por
la actuación como técnica en si misma, retándose cont.