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Lipovetsky
Introducción
En su libro “La era del vacío” Gilles Lipovetsky reúne un conjunto de ensayos que giran
en torno a un mismo diagnóstico social, histórico y humano que ha venido dibujándose.
Para comprender con mayor claridad el intento que lleva a cabo el autor al tratar de
instaurar una cierta categoría que logre dar cuenta de la totalidad de manifestaciones que
van haciendo presencia en su época, es de suma importancia esclarecer y hacer patente la
distinción entre dos períodos históricos cuyos rasgos definitorios están bien establecidos, y,
por tanto, su independencia como momentos concretos en el tiempo es bastante visible.
Ahora bien, como en todo tipo de análisis y categorización histórica, es importante aclarar
que esta diferenciación no implica una separación y oposición tajante entre ambos períodos,
como si aquello que hace parte de una de las épocas estuviese netamente excluido de la
otra. Los esquematismos en este tipo de cuestiones son sumamente perjudiciales, sin
embargo, establecer unas ciertas distinciones es algo importante y, podría decirse, necesario
para efectuar análisis que permitan ver las gradaciones que se dan a través del tiempo y los
rasgos característicos de los distintos momentos identificables.
Para continuar con la entrada que hace Lipovetsky en la zona de la personalización, será
importante aclarar pues algunas de las características más relevantes de este proceso que
entra en escena. El proceso de personalización implica y contiene en su desarrollo distintos
valores que atañen a la preponderancia y dominación del punto de vista individual en los
distintos ámbitos sociales. Valores como el hedonismo, el narcisismo, la psicologización, el
placer, la proximidad, la comunicación, la responsabilidad individual, el ritmo cambiante
hacen presencia y son contundentes en medio del desarrollo constante de las distintas
relaciones sociales. Ya a partir de este conjunto de adjetivos que se le adjudican al proceso
de personalización, se puede entrever hacia donde tiende dicha relevancia del punto de vista
del individuo, pues si en un primer momento al introducir la noción del rescate del
individuo parece ser que se propende por un empoderamiento del poder de realización y
elección del sujeto, en últimas lo que en realidad hace presencia es la inmersión del ser
humano en una especie de relajación, placer, y ausencia de sentido y significación fuerte al
cual adherirse. Lipovetsky al referirse a dicho proceso lo describirá así:
“…Sin embargo no es cierto que estemos sometidos a una carencia de sentido, a una
deslegitimación total; en la era posmoderna perdura un valor cardinal, intangible,
indiscutido a través de sus manifestaciones múltiples: el individuo y su cada vez más
proclamado derecho de realizarse, de ser libre en la medida en que las técnicas de control
social despliegan dispositivos cada vez más sofisticados y «humanos»” (p. 11, 1983).
En conclusión, y de manera paradójica, el sujeto siente y expresa la realización de su, así
llamada, autonomía, de su carácter individual más íntimo a partir de su implacable
subordinación a un sistema, que, en definitiva, va plenamente en contra de un auténtico
proyecto de expresión y florecimiento humano.
La sociedad humorística
Lipovetsky se propone hacer una reconstrucción de los momentos más relevantes del
fenómeno humorístico que se han venido dando partiendo de la Edad Media. Es en el
desarrollo histórico del humor que el autor logra esbozar, que se puede comprender con
mayor claridad la singularidad de la era postmoderna humorística. Esta singularidad
consistirá en que la oposición rígida entre lo serio y lo no serio, lo cómico y lo ceremonial,
se difuminará, en tanto se mantiene, de acuerdo a la tesis dicha anteriormente, el hecho de
que el aspecto humorístico irrumpe en los distintos ámbitos reconocibles.
Se comienza por el humor enmarcado en la Edad Media. En dicho contexto el humor está
ligado con lo carnavalesco, y lo festivo. La característica central de este tipo de humor se
puede entender a través de la noción de “realismo grotesco”. Dicha noción expresa que
todo lo sagrado, ceremonioso, perteneciente a la ley, a la oficialidad, es parodiado y
ubicado en la materialidad grotesca, obscena y cotidiana de los distintos habitantes
comunes de las sociedades medievales. Allí, en esta parodia, en esta vulgarización de lo
que se ubica en un plano considerado superior, se produce el fenómeno humorístico. Esto
conlleva una carga simbólica para la época, pues en este proceso, de alguna manera se le da
muerte a lo ubicado en ese ámbito sagrado, estricto y oficial, para procurar una nueva
juventud, el inicio de una renovación.
Por otro lado, todo este ambiente humorístico genera una atmósfera que se podría calificar
de cool, apática, indiferente frente a lo que usualmente posee un grado de dramatismo y
seriedad inherente. Esto se expresa por ejemplo en la actitud de ciertos personajes de
algunas películas de la época, los cuales se conducen de acuerdo a una actitud indiferente,
poco seria frente a fenómenos y situaciones que deberían conllevar bastante preocupación.
Este héroe logra acometer sus objetivos a través de esta actitud desenfadada y apática.
En este estadio de humorismo y tranquilidad, una categoría como la violencia trata de ser
erradicada del panorama social. Esta erradicación implica que el hecho agresivo o violento
ya no implicará una reacción humorística, sino que, adquirirá un aspecto eufemístico, que
en muchos casos, niega su verdadera cualidad. Por otra parte, entendiendo la violencia con
relación a una cierta rigurosidad y disciplina de los hábitos y costumbres de los individuos,
el humor intervendría también en este dominio para tratar de relajar dichas actitudes
consideradas como rígidas en exceso.
Otro de los asuntos importantes para comprender la actitud general de los individuos en
esta sociedad humorística, es que se ha implantado un tipo de liquidación de la risa. Ya no
se presentan esos momentos intempestivos en los cuales la risa o carcajada hacía presencia.
El estallido espontáneo de risa y comicidad se apaga poco a poco, en tanto la sociedad se ve
invadida por una atmósfera sofocante de ritmos y sonoridades que acallan dichas
expresiones. Ejemplos de este acallamiento de la expresividad cómica se dan, por ejemplo,
a partir de una musicalidad fuerte en las discotecas, o de un tipo de música ambiente
constante y resonante en cada esquina.
Metapublicidad
Como última anotación a este respecto, en tanto la publicidad se desembaraza del carácter
ilusorio e idiológico, propende entonces por una actitud activa y participativa del individuo
a quien se le muestra, este se convierte en alguien que opera en la creación de sentido de la
publicidad, deja de estar estático y sujeto a un conjunto de valores dominantes. Al menos
así es como aparenta ser el fenómeno publicitario.
La moda
En este punto, considero importante resaltar básicamente que la moda encierra como
fenómeno humorístico, esta especie de singularidad, de amplio abanico de opciones, de
expresión de la personalidad a través de lo que se usa. Como dirá Lipovetsky:
“Lo chic ya no consiste en la adopción del último grito, radica en guiñar el ojo, en la
independencia respecto a los estereotipos, en el look personalizado, sofisticado y
heteróclito para los tenores de la moda, banalizado “relax” para el hombre de la calle” (p.
151, 1986).
Como bien se ha venido viendo en la medida en la que la expresión humorística queda libre
pues de un código rígido, de un mensaje pesado y coercitivo, se da lugar a una especie de
aura detonante, psicodélica, que se vincula de manera totalmente consecuente con la
tendencia hedonista y psicologista de la época. El código humorístico, si bien está de
hecho vinculado a la sociedad consumista, no se reduce a este ámbito, pues para Lipovetsky
es esencial entender este fenómeno de una manera más amplia, lo cual queda implicado en
la siguiente cita en la que se habla de la imposición general del estilo humorístico:
“…Imposible explicarlo únicamente por el imperativo de vender, por los progresos del
diseño o de las técnicas publicitarias. Si el código humorístico se ha impuesto, se ha
propagado, es porque corresponde a nuevos valores, a nuevos gustos (y no solamente a los
intereses de una clase), a un nuevo tipo de individualidad que aspira al placer y a la
expansión, alérgica a la solemnidad del sentido después de medio siglo de socialización a
través del consumo” (p, 156, 1986).
Los criterios, valores y parámetros que anteriormente se tenían y que eran dignos de un
respeto por parte de los sujetos, muchas veces terminan hoy en día por ser parte de las
burlas y del humor incesante. En la época descrita por el autor escenarios como lo político
y lo artístico encierran de manera fuerte y predominante esta tendencia humorística. En el
caso de lo político, las oposiciones partidistas, la afiliación a alguna corriente ideológica, no
representan más que una falta de seriedad y de compromiso, el inmersión en el humor
predominante. En el arte, distintos movimientos siguen este ritmo incesantemente
humorístico, en manifestaciones como las deconstrucciones cubistas, la fantasía surrealista,
la abstracción geométrica o expresionista, entre otras.
Por otro lado, el afán de expresión de lo individual lleva a que se creen múltiples redes de
reconocimiento a las que los individuos se afilian para encontrar un espacio de
identificación que ellos sienten como plena. Así se crean asociaciones de padres solteros,
de claustrofobos, de obsesos, calvos, entre otras. Lo interesante aquí es que sigue haciendo
presencia el tono humorístico, pues esta diferenciación creciente entre tantos rasgos
humanos que tratan de ganar un espacio, constituye un hecho que raya ya con lo absurdo y
lo jocoso.
En este amplio panorama de constante diferenciación, se ocasiona pues que haya una
pérdida de una identidad vinculante entre los seres humanos. El encuentro con el otro
encierra una cierta extrañeza, se le considera desde una óptica humorística basada en esa
relajación y hedonismo imperantes, cesa de haber un reconocimiento pleno.
Reflexiones Finales
Como conclusión, quisiera resaltar algunas características que considero que pueden
relacionarse de manera clara con la problemática del tiempo que viene siendo tratada en
clase a partir de la lectura de Debord. Si bien es cierto que en Lipovetsky no hay un
tratamiento explícito de la categoría del tiempo, a partir del establecimiento de un vínculo
entre lo propuesto por Debord y lo hallado en la obra “La era del vacío” se puede dilucidar
una forma de comprensión de lo temporal.
Se puede concluir que la actitud general de la sociedad descrita por Lipovetsky implica que
los individuos viven de acuerdo a una inmersión constante en el instante inmediato, hay una
falta de reflexividad que propicia dicha tendencia al placer y al hedonismo que parecen ser
inagotables. Este instante placentero, eufórico y narcisista en el que se pierde el sujeto
parece implicar una concepción cíclica del tiempo, en tanto hay una vuelta constante a
dicho momento anhelado, este placer y relajación constituye la cualidad imperante que se
repite y sustenta el proceso de personalización. En este sentido, en la sociedad postmoderna
se puede constatar una especie de actitud nihilista, bajo la cual los individuos viven por y
para el goce, se sumergen constantemente en él. No es un nihilismo que implique un grado
de conciencia, consiste simplemente en la actitud ya descrita. En la medida en la que se da
lo anterior, el sujeto parece vivir en perpetuo presente, se da una ausencia de una
conciencia histórica de lo precedente, y la falta de una conciencia prospectiva que permita
ir en búsqueda de ideales y valores claros. Por otro lado, es claro que en la era postmoderna
se está en posesión del saber que expresa el tiempo irreversible. Se sabe que los distintos
momentos que se suceden en el tiempo conllevan de por sí cierta cualidad de
irrecuperables, se sabe que el sujeto interviene en el tiempo a partir de su relación con la
base material que le sirve para producir y de sus distintas relaciones sociales. Sin embargo,
si bien hay un saber al respecto, lo que parece suceder de hecho, es que los individuos se
sumen a un tiempo cíclico sustentado a partir de ese goce irrefrenable. Esta sería pues la
relación que creo que puede establecerse con la categoría de lo temporal.