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En su carta a Henry Oldenburg de abril de 1662, Spinoza reconoce que su teoría de los atributos –junto
con el hecho de que no separe a Dios de la naturaleza– es la parte de su doctrina más odiada por los
teólogos, pues invierte el orden tradicional:
Para Spinoza, pensamiento y extensión no son creaturas de Dios, sino atributos de Dios, y lo
constituyen. Los atributos spinozianos divinos no son las tradicionales propiedades de Dios
–benevolencia, omnipotencia u omnisciencia– sino maneras en que Dios o la Sustancia puede ser
entendido. Los atributos divinos dejan de ser propiedades de un Dios trascendente y pasan a ser, en
cambio, maneras en que la realidad es construida, articulada o expresada.
Deleuze (1968) señala que los atributos de Spinoza son dinámicos, la sustancia se expresa a sí misma y
los atributos son sus expresiones. Y sugiere que el término expresión en este concepto lleva implícito
dos metáforas tradicionales: la idea de espejo, que refleja imágenes, y la del germen o semilla que
expresa el árbol. Los atributos de Spinoza son espejos, cada uno de los cuales expresa la esencia de la
sustancia. Pero lo expresado también está implicado en la expresión, como el árbol en la semilla. No es
una reflexión pasiva, sino activa, una articulación dinámica.
La cuestión de si los atributos son o bien representaciones subjetivas que el intelecto atribuye a la
sustancia o bien realidades objetivas de la sustancia, todavía es tema de discusión. Examinaremos
algunas de las respuestas dadas a esta cuestión.
Martial Guéroult (Ethique: Dieu, 1968, pp. 428-461) demostró concluyentemente la naturaleza ‘objetiva’
de la distinción entre los atributos.
Una interpretación alternativa a la de Guéroult es la de Harry Wolfson en Spinoza, quien presenta los
atributos como subjetivamente distintos unos de otros. En esta interpretación ‘subjetiva’, la referencia al
intelecto en la definición 4 de los atributos se toma como si implicara que los atributos son diferentes
pero no en sí mismos, sino solamente en la percepción que el alma tiene de ellos (Wolfson, 1934, pp.
142-157). Si tal como Wolfson sugiere, los atributos son solo subjetivamente diferentes entre sí, no habrá
dificultad en explicar cómo se encuentran unidos en una única sustancia.
Casi todos los estudiosos hoy en día coinciden con Guéroult. Vamos a examinar el análisis de Guéroult
sobre esta controversia, para luego dar su propia posición (apartados I, II y III). Concluiremos con un
resumen de la posición de Allison sobre la cuestión.
Esta interpretación implica a juicio de Guéroult al menos tres afirmaciones que Sp. rechazaría. Ellas son:
1. Los idealistas, recurriendo a una prueba por el absurdo, podrían argumentar que los atributos, si
fueran reales, deberían poder deducirse de la sustancia.
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Universidad de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras
Profesora: Dra Diana Cohen
Resp. de Guéroult: A la interpretación idealista: No, no pueden deducirse, porque ellos son la sustancia
misma, la constituyen (E1Def.6 y P11).
II. Interpretación realista (Jacobi, 1819; Herder, 1828 y Kuno Fischer, 1880): La crítica de los realistas a
los idealistas es que “Identificar los atributos con la sustancia [como lo hacen los idealistas] es negar al
spinozismo y acercarse a los atomistas y a Leibniz”.
Esta interpretación realista también parte del postulado de que la sustancia es indeterminada y el atributo
determinado. Si se adhiere a esta posición, el problema consiste en explicar cómo es que un atributo
determinado puede ser afirmado de una sustancia que, al ser indeterminada, no tolera ninguna
determinación.
Según los realistas, los atributos son aquello que le permite a la sustancia ser fuerza productora, sin ellos
ella sería una “esencia impotente, unidad infecunda y sin vida, noche de lo absoluto donde todas las
diferencias se disipan”.
Respuesta de Guéroult a los realistas: es verdad que los atributos son fuerzas, si por ello se entiende la
potencia de Dios. Pero al distinguirlos de la esencia, el realista contradice el concepto de sustancia
donde se identifican la esencia y la potencia. Pues la sustancia es “esencia actuosa”, en tanto es causa
sui y causa rerum. El realista introduce entre la sustancia y los atributos una distinción real (o por lo
menos modal, mientras que en verdad es de razón).
El atributo es al modo como el género a la especie, pero no es un género en verdad. Porque si lo fuera,
debería definirse por una diferencia específica y otro género, superior al suyo (y esto es imposible
porque, por hipótesis, el atributo debe ser superior a todos).
Esta confusión se origina en la lógica de la imaginación, que opera con universales que no son sino
percepciones confusas, residuo de imágenes cerebrales.
La lógica del entendimiento (finito o infinito) que opera con las ideas adecuadas de sustancia y de modos
y que se aplican a cosas físicamente reales descubre, en cambio, su naturaleza constitutiva. En esta
lógica verdadera, el fundamento que convalida apriorísticamente tanto a los atributos como a los modos,
es la sustancia divina.
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• Otros, de manera objetivista a la manera de Descartes, sostienen que los atributos son
propiedades esenciales de la sustancia. Esta interpretación posee la ventaja de que da cuenta de la
objetividad de los atributos, y de que explica porqué Spinoza identifica con frecuencia sustancia y
atributo y trata a los atributos como si fueran es en sí mismos sustancias. El problema es que una
sustancia puede tener más de un atributo.
• Allison sostiene que el problema se supera cuando pensamos la sustancia como lo que es en
Spinoza: un orden de cosas necesario y universal, no tanto una cosa en la que las propiedades inhieren.
En este sentido, los atributos que el intelecto percibe como constituyendo la esencia de la sustancia,
pueden ser entendidos como las diferentes expresiones de este orden o, mejor aún, las diferentes
perspectivas desde las cuales puede ser visto. Surgen en esta interpretación varias analogías: una
proposición y su expresión en diferentes lenguajes, o la de una curva geométrica y su ecuación
algebraica. Pero estas analogías no toman en cuenta el hecho de que el atributo es lo que el intelecto
percibe. Surge así la analogía de la perspectiva o el punto de vista. Cada atributo es la sustancia [toda],
pero expresada desde cierto punto de vista: cada atributo es la sustancia, pero es la sustancia
aprehendida desde un particular punto de vista.
Esta analogía, sin embargo, es inadecuada en al menos dos respectos: en primer lugar, cada atributo, a
diferencia de una perspectiva, es autosuficiente; en segundo lugar, ningún atributo es privilegiado.