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Nos preocupa por las consecuencias económicas, dada la relación entre desempleo y baja
cualificación. Por las repercusiones sociales, en la medida en la que la educación superior es motor
de crecimiento económico, lo que influye en la cohesión social y territorial. Y también por las
personales, al incidir negativamente en la autoestima de las personas, lo que también influye en
su empleabilidad.
Sostenibilidad
Para esta universidad, mejorar su capacidad competitiva supone actuar sobre todos sus aspectos:
académicos, metodológicos, tecnológicos, organizativos y de comunicación, es una prioridad pues
de ello depende nuestra sostenibilidad. Dado el sistema mixto de financiación del que disponemos,
en el que el porcentaje público es minoritario, recuperar o mejorar nuestras ventajas competitivas
es uno de nuestros objetivos estratégicos.
Reducir la tasa de abandono, en el que confluyen algunos de los aspectos citados antes,
académicos, organizativos, afectivos, comunicacionales y de calidad en la experiencia del
estudiante, es un reto crucial en el lo que se pone a prueba es nuestra capacidad para responder
adecuadamente a las nuevas expectativas respecto a la enseñanza superior de un entorno que ha
experimentado un cambio radical en la última década.
Por eso este plan de reducción del abandono, inscrito en uno más general de mejora integral de
la experiencia de nuestros alumnos. Porque creemos que podemos reducir este problema con
acciones que, por cierto, también contribuirán a mejorar la experiencia de todos los estudiantes en
general, lo que mejorará nuestra capacidad competitiva.
Esto es lo que pretendemos: identificar los problemas y sus causas para mejorar aquellos aspectos
de nuestra relación con nuestros estudiantes, en todos los niveles, que puedan influir en su decisión
de abandonar los estudios.
Muchas otras universidades han afrontado este problema y lo han reducido con éxito. En el diseño
de este plan les hemos escuchado y estudiado para aprender de ellos. Y creemos que también
estamos en condiciones de tener éxito. Pero nos hemos dado cuenta de que nuestra universidad
es peculiar y compleja y que necesitamos una solución específica. Una "solución Uned". Por eso
necesitamos que toda la comunidad participe desde el principio para definir adecuadamente los
problemas y sus causas y proponer soluciones.
Este es el sentido de esta encuesta que os proponemos. Nadie mejor que cada uno en su trabajo
diario para detectar tanto nuestros defectos como las vías de mejora.
CONTEXTUALIZACIÓN
Sostenibilidad comprometida
En nuestro caso, tenemos unas altas tasas de abandono que comprometen a la institución tanto
económica como reputacionalmente. Sin embargo, determinar las causas por las que se produce
el abandono es complejo. A menudo, el abandono se ha atribuido a factores como el perfil
tradicional del estudiante a distancia —una persona adulta de mediana edad que compatibiliza sus
estudios con responsabilidades familiares y laborales, y que por lo tanto dedica un tiempo limitado
al estudio— pero más allá de este perfil, que por otra parte está cambiando en los últimos tiempos,
el abandono puede ser atribuido a distintos tipos de causas.
Causas y factores
Por ejemplo, Jancey & Burns (2013), distinguen tres tipos de factores: a) disposicionales, como la
motivación, la confianza, la preparación, etc.; b) situacionales, es decir el contexto concreto en el
que se halla el estudiante (recursos económicos, localización geográfica, tiempo y calidad del
tiempo disponible, redes interpersonales etc.); y c) institucionales, que engloban diferentes formas
de apoyo potencial, así como la dimensión organizativa de la oferta educativa.
La clasificación adoptada en la Open Universiteit (Koper, 2014), divide las causas en factores
institucionales, aproximación didáctica e integración social y académica, redundando en la
importancia del arraigo emocional.
Simpson (2016), centrándose en la perspectiva del estudiante, propone una caracterización de las
causas del abandono en las que destaca: a) dificultades administrativas que tienen que ver con el
acceso de los estudiantes a la organización docente y administrativa de la institución; b) dificultades
cognitivas, relacionadas con el procesamiento de la información que se proporciona a los
estudiantes, fundamentalmente por vía escrita y audiovisual, así como con la carga de trabajo
requerida por las distintas asignaturas; y c) dificultades afectivo-motivacionales, derivadas del
sentimiento de aislamiento que experimentan los estudiantes a distancia en relación con sus
instituciones, sus profesores y los otros estudiantes, lo que se ha denominado “distancia
transacional” (Moore, 1993) o “déficit de la distancia”. Estas dificultades pueden ser consideradas,
según Simpson (2016), como retos a los que se enfrentan nuestros estudiantes y para los que la
universidad puede brindar distintos tipos de apoyo.
Importancia de lo emocional
De acuerdo con este autor, la respuesta institucional puede articularse en torno a dos ejes: apoyo
académico (docente, desarrollo de capacidades cognitivas, evaluación y feedback), y el apoyo no
académico, que subdivide en apoyo organizativo (consejo para optimizar el tiempo de trabajo y
mantener el ritmo del curso, ayuda para priorizar cuestiones personales, profesionales y
académicas) y apoyo emocional. Este último implica el desarrollo de la motivación y de la confianza
en sí mismos de los estudiantes, así como la gestión del estrés, especialmente frente a la evaluación.
Otros autores como Garrison et al. (2007) o Rienties et al. (2016) también señalan, entre otros
aspectos, la importancia del apoyo emocional. En este sentido, los distintos autores coinciden, en
lo que a apoyo emocional se refiere, en la necesidad de implantar de un sistema de mentoría y de
monitorización a través de encuestas del estado de ánimo de los estudiantes.
las cuales destaca como más fiables el apoyo de un tutor y la mentoría, con mejoras potenciales
en torno al 20% en el primer caso y al 30% en el segundo, aunque el número de estudiantes que
se implican en la mentoría no suele ser significativo. Las otras dos medidas son los contactos
motivacionales desde la institución (llamadas, mensajes…) antes del curso y durante el mismo,
aunque con expectativas de éxito más bajas. Gibbs (2007), por su parte, muestra que una
comunicación proactiva por parte de los tutores era significativamente más productiva que la
comunicación institucional, pero condiciona la efectividad de la misma a que el contacto sea
temprano y frecuente al inicio del curso y a que se disponga de un sistema de monitorización que
permita alertar a los tutores de que un estudiante está inactivo. Sin embargo, Hattie (2009) advierte
sobre la necesidad de utilizar grupos control para valorar la eficacia de las diferentes medidas,
aspecto que no se ha considerado en la mayoría de los estudios llevados a cabo.
En resumen, con las cautelas señaladas por Hattie (2009), la investigación previa sobre este tipo de
intervenciones ha revelado que el apoyo emocional a los estudiantes mejora la permanencia y
finalización de sus estudios, aunque estas investigaciones también muestran que el apoyo más
valorado por los estudiantes es el que le proporcionan sus propios compañeros. En este sentido,
son varios los estudios que han demostrado que el apoyo que los estudiantes con mayor
experiencia en la universidad proporcionan a los estudiantes nuevos a través de la mentoría entre
iguales incrementa tanto la motivación (e.g, Manzano-Soto, Martín Cuadrado, Sánchez García,
Rísquez, & Suárez Ortega, 2012) como el éxito en los estudios de estos (e.g., Allen & Bowles, 2012;
Boyle, Kwon, Ross, & Simpson, 2008; Luque et al, 2013; O’Brien & Bowles, 2013). Sin embargo, el
éxito de la mentoría (estimado entre un 5 y un 10%) es muy dependiente del momento en el que
se produzca el acompañamiento. Se ha demostrado que el abandono ocurre fundamentalmente
en las etapas iniciales del curso (Simpson, 2015), por lo que es fundamental proporcionar el apoyo
desde el inicio del curso, o incluso antes.
En este contexto, y tomando como referencia algunas investigaciones realizadas por grupos de
investigación de nuestra propia universidad, así como las experiencias exitosas llevadas a cabo en
la Open University del Reino Unido y la Open Universiteit holandesa (OUNL) proponemos un plan
institucional de compromiso con la permanencia de los estudiantes articulado en torno a tres retos:
a) reto afectivo, b) reto administrativo, y c) reto académico, concretado en distintas acciones, que
involucre todos los sectores de la universidad, clave del éxito obtenido en las experiencias
precedentes (ver la siguiente presentación https://prezi.com/p/1bmx4stusquu/ ).