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16-04-2018
Destaca, a propósitos de este ensayo, el carácter escindido en las que resultan estas
figuras, es decir, constituyen una “frontera” que separa el conocimiento de la Cosa misma.
El intento de aprehender “algo” con la mediación de un instrumento necesariamente modifica
su objeto, lo transforma, lo cual tiene como consecuencia el fracaso de un proyecto fundado
en esta preocupación: “En ambos casos, estamos utilizando un medio que produce, de modo
inmediato lo contrario a su propósito”1 (p. 143).
En este reparo creemos ver una alusión al proyecto crítico kantiano (entre otros),
principalmente a las elaboraciones de la Crítica de la razón pura, en tanto empresa que
cristaliza el estudio de las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible. El giro
copernicano que redefine el objeto [B137] se presenta como paroxismo de la aprehensión vía
instrumento, en tanto que la validez del objeto queda supeditada a la facultad del
entendimiento. En palabras de Kant “Estos [conocimientos] consisten en la referencia
determinada de representaciones dadas, a un objeto. Objeto, empero, es aquello en cuyo
concepto está reunido lo múltiple de una intuición dada” (B137). En este giro, creemos, la
Cosa misma queda modificada, y ya no puede ser aprehendida sino vía la modificación del
1
Propósito que sería, tal como se mencionó en un inicio, el conocimiento efectivo de lo que es en verdad, es
decir, la Cosa misma.
entendimiento que la produce como objeto. Es decir, la Cosa misma sólo puede ser conocida
en tanto [producida como] objeto, y, en este movimiento deja de ser ella misma [para sí], por
lo que se levanta la escisión o “frontera” previamente mencionada2.
Para dar cuenta de este rasgo infranqueable que se presenta en la Crítica, propio de la
conciencia a la hora de pensarse a sí, es necesario dar cuenta de la función del tiempo en la
Estética trascendental. En palabras de Kant: “El tiempo no es nada más que la forma del
sentido interno, es decir, del intuir a nosotros mismos y a nuestro estado interior” [A33]. Más
precisamente, “el tiempo es una condición a priori de todo fenómeno en general, a saber, la
condición inmediata de los [fenómenos] internos (de nuestras almas) y precisamente por eso,
mediatamente, también de los fenómenos externos” [A34]. Es decir, toda intuición que nos
es dada por nuestra capacidad de receptividad debe, necesariamente, presentarse bajo la
forma del tiempo.
Ahora bien, al ser el tiempo la forma real de la intuición interna [A37] determina, de
igual modo, la manera de representarme a mí mismo como objeto. Esto es, el modo de
intuirme a mí mismo debe, por necesidad, estructurarse de modo temporal. La conciencia
empírica, al tomarse a sí misma como objeto, se constituye bajo la forma de la intuición
2
Respecto a este punto, Podetti (2007), en su Comentario a la introducción a la Fenomenología del Espíritu,
refiere:
En este caso, el instrumento modifica la cosa de manera que ésta se transforma en otra: hay
una fusión entre la cosa y el efecto que sobre ella causa el instrumento; de modo que la cosa,
sin la acción del instrumento, permanece desconocida, pero bajo la acción del instrumento, se
transforma en otra, resultado que en cierto modo está visto por Kant: sin las formas a priori,
esto es, sin instrumento deformador o conformador, no conocemos nada, pero con ellas
conocemos una cosa en cuya conformación la acción del instrumento es decisiva (p.68).
interna, surgiendo toda representación resultante de sí misma como aparición fenoménica.
Ahora bien, si consideramos la capacidad de la conciencia de tomarse a sí misma como objeto
meramente en base a la facultad de la receptividad, tendríamos como consecuencia un
sinnúmero de representaciones desconectadas unas de otras. Bajo estas condiciones, la
conciencia de sí solo puede informar el estado interno tal como es dado en “x” momento de
la sucesión temporal, sin embargo, no permite concebir una unidad yoica que se conserve
en el tiempo: “La conciencia de sí mismo según las determinaciones de nuestro estado, en la
percepción interior, es meramente empírica, siempre mudable; no puede haber ningún yo
estable o permanente en este flujo de fenómenos internos” [A107].
Creemos que con esta exposición es posible concebir (al menos de modo precario)
cómo, el sujeto cognoscente de la empresa kantiana se ve constreñido a una escisión
constituida a partir de su propia estructura interna. En su núcleo se instala una división que
lo mantendrá alejado de la posibilidad de aprehenderse de modo consciente a sí mismo. A
este respecto Johnston (2005) considera que el sujeto kantiano no puede ser concebido de
modo totalmente temporal (fenoménico/intuitivo) ni definitivamente atemporal (lógico o
formal). Refiere que este sujeto estaría dividido en dos por la mediación del tiempo en tanto
sentido interno, con lo que se desgarra la subjetividad en “ego” y “yo”. Como consecuencia
de esta división, tal como se refirió anteriormente, El Yo trascendental sólo puede
aprehenderse a sí mismo en una auto-determinación reflectiva (virtual) al hacerse instancia
como yo fenomenal. En base a esta estructura, podemos concluir que, debido a su estructura
interna, el sujeto kantiano, al momento de concebir el conocimiento como instrumento para
el acceso a la Cosa misma (si se toman las palabras de Hegel), no puede realizar una
experiencia consiente y total de sí.
Este girar en un perpetuo círculo es, según nuestra interpretación, en el marco del
pensamiento de Hegel un conocimiento no verdadero, que no accede a la totalidad de o que
es en verdad. Este fracaso en el acceso a la verdad está vaticinado en el momento en el cual
el conocimiento es conceptualizado como instrumento en el aparato trascendental kantiano,
quedando el ser en sujeción estructural al conocer.
Queda, por tanto, la tarea de esbozar cómo, a partir del pensamiento de Hegel, es
posible vislumbrar un modo de sortear las dificultades planteadas respecto a la conciencia de
sí. Para ello nos avocaremos al análisis del siguiente extracto:
Para comprender esto la diferencia entre el ser natural y la conciencia nos parece
esencial. El primero no puede desarrollarse saliendo de su individualidad por sí mismo, es
decir, para ir más allá de su experiencia inmediata debe ser empujado por algo otro (sin
embargo, “este ser arrancado es su muerte” (p. 151)). Siguiendo el argumento de Podetti
(2007) esto otro que puede empujar al ser natura fuera de su inmediatez es el espíritu, que
puede elevarlo en la conceptualización y, con ello, desarrollarlo su singularidad hacia la
universalidad del pensamiento. Con ello, el individuo muere como ser individual, quedando
abarcado como concepto en la totalidad del saber. A diferencia del ser natural, la conciencia,
es para sí misma su propio concepto; esto puede ser interpretado, hipotetizamos, bajo la idea
de que contiene en sí el germen de su propio movimiento de elevación como concepto que
va más allá de lo limitado: “la conciencia es al mismo tiempo limitada y parcial, y superación
de esa limitación y parcialidad; o ella es esta conciencia particular y es su propio concepto
que se supera y absorbe todas las particularidades” (Podetti, 2007, p.98).
A partir de esto podemos concluir que el modo de superación que podemos vislumbrar
a partir de Hegel en relación con el problema que levanta la forma de la temporalidad en el
sujeto kantiano, debe ser ceñida al modo en que la conciencia accede a la verdad como
totalidad. Tal como refiere Ormeño (2011) “la conciencia es en sí misma lo que ella es para
sí misma. Es decir, la conciencia puede ir por sí misma “más allá de su existencia inmediata”:
su pretensión de verdad es absoluta […] supera con creces la concepción de sí que tiene cada
vez” (2011, p. 10). Al salir de un marco en el que el conocimiento es medio o instrumento
de aprehensión del ser, es posible considerar a la conciencia un movimiento de superación
de lo particular hacia su desarrollo como concepto “y su propio concepto es el saber absoluto”
(Podetti, 2007, p. 92) por lo que todos sus momentos particulares (en sus instancias
temporales o históricas específicas) son partes de su desarrollo hacia la totalidad:
Pero la meta le está fijada al saber tan necesariamente como la serie del
proceso; está allí donde el saber ya no tenga necesidad de ir más allá de sí
mismo, donde se encuentre a sí mismo, y el concepto corresponda al objeto, y
el objeto al concepto (Hegel, 2010, p. 151).
Creemos, pues, que este cambio en la noción de verdad posibilita la concepción una
conciencia que supere esta “barrera” infranqueable planteada en un principio por Hegel. Sin
embargo, creemos, que para el entendimiento total de las consecuencias que estas
consideraciones tienen, es necesario dar cuenta a cabalidad del desarrollo del espíritu que se
desenvuelve en la Fenomenología, empresa que supera con creces los propósitos del presente
ensayo.
Referencias