tlacuache gordo o un tlacuache tonto no es ningún problema cuando vemos a los puer- cos o a las zonzas lagartijas tumbadas bajo el sol; pero ser tlacuache y ser chaparro… Ése era el problema del tlacuache de este cuento. Su estatura de chilaquil hacía que lo sa- ludaran siempre con un: “¡Hola, tlacuachito!” Nuestro amigo quería crecer, usar som- brero negro y que le dijeran: “Buenos días, Licenciado Tlacuache”. Una tarde el tlacuache iba muy pensativo, pisando las hojas secas, cuando de pronto alzó la vista. Al hacerlo sus ojitos se iluminaron El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 12
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como dos lentejuelas… había descubierto a
la luna, que parecía navegar como una barca en la mar de la noche. Entonces el tlacuache pensó: “Si yo pu- diera alcanzar la luna sería un tlacuache im- portante”, y acto seguido se levantó sobre sus patitas traseras, y equilibrándose con la grue- sa cola empezó a saltar; pero no, no pudo alcanzar la luna. Entonces dijo: “Lo que me hace falta es una silla”, así que encontró una, se subió en ella y comenzó a brincar nueva- mente. Tampoco esta vez pudo, y pensó: “Lo que necesito es una escalera”, y cuando la halló subió en ella y se estiró y dio un salti- to… pero ¡CUAS!, se cayó contra el piso. Al levantarse, el pequeño tlacuache sa- cudió el polvo de su barriga y sobó una de sus rodillitas lastimadas. Fue cuando des- cubrió un árbol muy alto. “¡Eso es!”, se dijo, “hay que llegar hasta la punta de ese pino”; y el tlacuache trepó en el tronco, y trepó, y trepó hasta la última de sus ramas, desde El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 13
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donde dio un brinco más… ¡y quedó colga-
do de uno de los cuernos de la luna! Por fin lo había logrado. Entonces el tlacuache enroscó la cola en el otro cuerno de la luna y se recostó en ella como si fuera una hamaca. ¡Ah, qué como- didad estar allá arriba descansando! Pero el tlacuache extendió una uñita y comenzó a rascar aquella superficie… Una hora después el tlacuache regresó a casa. Al entrar, su mamá le dijo: —Vaya, por fin llegas, tlacuachito. —Me podrías decir “don Tlacuache”, ma- má. ¿No se me nota? —¿No se te nota qué, hijo? —preguntó ella sonriendo. —Que me subí a la luna —anunció el pe- queño. Doña Tlacuacha miró a su hijo con ex- trañeza. —No, hijo. No se te nota —le respon- dió—: Sólo los raspones en la rodilla. El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 14
—Ay, mamá —dijo molesto el tlacua-
che—. ¿Es que nunca podré ser grande? Doña Tlacuacha abrazó a su hijo y después lanzó un vistazo a través de la ventana. El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 15
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En el parque, en ese momento, muchos
enamorados también volteaban hacia el cie- lo, y al no encontrar la luna, suspiraban. Los perros también, en las azoteas, en vez de la- drar, suspiraban. Y las ranas en los estanques, en vez de croar, suspiraban. —Qué raro —comentó doña Tlacuacha—, no veo la luna en el cielo. —Claro que no, mamá —explicó su hi- jo—. Me la comí hace rato. La madre del tlacuache lo miró sorprendida: —¿Te la comiste? —preguntó. —Sí, mamá, pero creo que me hizo daño —el tlacuache comenzó a sobarse la panza. —¿Y, a qué sabía, hijo? —Chistoso, mamá. Un poco a queso, un poco a dulce de coco… Pero, ¡ay, mi pancita!, me duele, mamá —comenzó a quejarse el pe- queño. Doña Tlacuacha, alarmada por la enferme- dad de su hijo, lo cargó hasta el consultorio del doctor armadillo. El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 16
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Para entonces, el tlacuache lloraba de
dolor: —¡Ay, ay, ay; mi pancita! ¡Me duele mucho! —¡Pero, qué comiste, tlacuachito! —ex- clamó el doctor armadillo al revisar su estó- mago, igual que un globo inflado—. Parece como si te hubieras comido la luna. —Pues —comenzó a decir doña Tlacua- cha—, aunque usted no lo crea, doctor… Para entonces, en la plaza del pueblo ha- bía muchos animales reunidos. Todos vocife- raban con indignación: —¡Ese cocodrilo fue el que se robó la lu- na! —acusaba el sapo—. Todas las noches se las pasa nomás mirando para arriba. —Es que no puedo mirar para otro lado —se quejó el cocodrilo. —Para mí que fue el tecolote —reclama- ba la zorra—. Yo he visto cómo se pasa la noche queriendo apagar la luna porque no lo deja dormir. El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 17
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—¡Uuh! ¡Uuh! Yo no fui —se quejó el te-
colote. —¡Calma todo el mundo! —gritó de pron- to el doctor armadillo—. ¡La luna está en mi consultorio!… El tlacuache la acaba de arrojar. —¡¿Se la comió el tlacuachito?! —repi- tieron todos. —Así es —contestó el doctor armadi- llo—, pero ése no es ahora el problema. El problema está en ver cómo le vamos a hacer para regresarla a su lugar. —Claro —rezongaron todos. Una hora des- pués, en la casa donde vivía el armadillo, se juntaron todos los animales. Y allí estaba, recargada contra una pared del patio, la luna. Parecía la rebanada brillante de una jícama recién cortada, y todos se acercaban a tocarla, a mirarla de cerca, a probar su sabor azuca- rado. —Yo creo que para regresarla a su lugar —propuso el conejo— hay que hacer una El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 18
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resortera gigantesca, y así la disparamos al
cielo, como si fuera una piedra. —No, eso no; es muy mala idea —di- jeron todos—. Se puede romper. —¡Ya sé, ya sé qué hacer! —gritó el zopi- lote—. Subimos la luna en un columpio, y empujamos y empujamos fuerte, hasta que llegue a su lugar. —No, no. Un columpio no alcanza —co- mentó el oso. —No, eso tampoco; es muy mala idea —di- jeron todos. —Tengo una buena idea —anunció en- tonces la cotorra—. ¿Por qué no amarramos la luna a un cohete y lo echamos al cielo para que la arrastre hasta su lugar? —No, no, eso menos —gruñeron todos—. Es muy peligroso y se puede quemar. Es una idea malísima. —Lo que hay que hacer —propuso una vocecita que nadie supo de quién era— es que debemos coser juntas todas nuestras cobijas, y El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 19
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luego de poner en medio la luna, entre todos
la aventamos para arriba, hasta que llegue a su lugar… —Como quien juega al pelele, ¿verdad? —reconoció el gato. —Exactamente —respondió el tlacuache, porque la idea había sido suya. —¡Eso! ¡Eso haremos! —corearon todos los animales, y echaron a correr hasta sus ca- sas para regresar cargando sus cobertores. Muy pronto, con hilo y agujas, estuvieron cosidas todas las cobijas. Aquel enorme manto parecía la bandera de todos los países. Allí en medio, cuidadosamente, el chango depositó la luna. Y entonces todos comenzaron a jalar para arriba, desde los bordes, una, y otra, y otra vez. La luna subía, subía, y volvía a caer. Y otra vez a mantearla, ¡para arriba!, la luna subía, subía y subía, y para abajo. Y otra vez, grita- ban todos los animales: —¡Arriba, lunita, arriba! —porque la luna subía, y subía, y subía… hasta que llegó a su El tlacuache lunatico 8/24/09 12:18 PM Page 20
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lugar, y quedó colgando para siempre en
medio de la noche. Los animales suspiraron felices. La luna brillaba nuevamente y todos recordaron que era la hora de irse a dormir. Desde entonces, por cierto, a nuestro ami- go ya nadie le dice: “Hola, tlacuachito”. Al encontrarlo en la calle, los animales lo salu- dan muy corteses y respetuosos: —Buenas tardes, Tlacuache Lunático —porque así le llaman desde entonces.