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Las capas de una cebolla

La imagen de una cebolla, al igual que ella yo también tengo muchas capas que
no permiten mostrar la belleza de mi corazón.

 Primera capa: Yo soy un ambiente. He nacido en un ambiente, durante años


he respirado el aire de ese ambiente, por tanto puedo tener las mismas
actitudes del ambiente. Pero, ¿quién ha hecho el ambiente? Hombres y
mujeres que en la vida cotidiana, casi sin darse cuenta, empezaron a vivir los
valores falsos del ambiente. Así surgió el ambiente y así se mantiene. Y,
¿cuáles son los principios de mi ambiente?
 A mi ambiente le interesa el Tener. Mi ambiente me ha enseñado que uno
de los objetivos de la vida es tenerlo todo, tener hasta lo que no es
necesario.
 En mi ambiente interesa ser el mejor, “deslumbrar”, llamar la atención, ser
el centro de todo, Valer. Muchas veces hago las cosas para ir delante, para
que me aplaudan, para “tener los primeros puestos” de los que habla el
Evangelio.
 Mi ambiente gusta del dominio, del Poder. Me gusta que me sirvan y que
hagan lo que yo quiero. Me gusta manejar a los otros, con palabras, con
argumentos, con sentimientos.
 En el ambiente en el que vivo se trata a las personas como si fueran
objetos, se las utiliza, se las degrada, se las compra. Muchas veces nos
acercamos a los demás sólo en beneficio propio.
 En mi ambiente la responsabilidad siempre es de otros. Si alguien es rico
es “porque se lo ha ganado” en el libre mercado; si alguien es pobre es
“porque quiere”.
 Mi ambiente confunde divertirse con re-crearse.
 Mi ambiente es envidioso, receloso.
 Mi ambiente no confía en nadie; por eso muchas veces prefiero
callarme mis problemas, sin importarme el dolor.
 Segunda capa: Yo soy un cuerpo y unos sentidos. Mi cuerpo, ¿qué expresa?,
¿para qué lo uso? Mi cuerpo termina expresando lo que mi ambiente con
ganas de lucir y aparentar le impone en cada momento. El cuerpo es quizá el
mayor medio de comunicación que tenemos. Por el cuerpo podemos expresar
todo lo que nos sucede; por los sentidos podemos captar todo lo que le sucede
al mundo, todo lo que le sucede a los demás. Y mis sentidos, ¿qué siento con
ellos?, ¿pueden ver mis ojos los sufrimientos que hay a mi alrededor?,
¿escucho los lamentos de los pobres?, ¿he tocado el dolor de los que viven
cerca de mí? Mi ambiente me ha enseñado a ser insensible. A pesar de todo lo
que sucede, tiendo a ser indiferente: miro sin ver, oigo sin escuchar, toco sin
palpar, gusto sin sentir. Mi vida es superficial, porque la forma como siento el
mundo es superficial.
 Tercera capa: Yo soy una afectividad, unos sentimientos. Mi afectividad es un
don, la capacidad que me permite sentir la vida, con sus alegrías y tristezas.
Hace que la vida no me sea indiferente, que la realidad me afecte; pero ¿Qué
es lo que yo siento normalmente? A veces siento soledad, aburrimiento,
inseguridad, mal genio, dolor, tristeza. A veces siento unos complejos que me
llenan de timidez, de introversión o de deseos de llamar la atención o de huir.
Otras veces siento como siente el ambiente y busco amores fáciles, busco que
me quieran, que me reconozcan, que me alaben, busco toda una serie de
experiencias que no me dejan nada en el corazón. No me conmueve el
mendigo, ni el drogadicto, ni me conmueven los que pasan hambre. Me
preocupo sólo por mí y la mayor parte de las veces lloro por mí, porque de la
única persona que llego a sentir lástima, es de mí. Inconmovible, sintiendo
dolor o ternura sólo por mí, amando para que me amen.... así me voy
quedando en las profundidades de una gran soledad.
 Cuarta capa: Yo soy una mente. Mi mente tiene tres funciones básicas:
inteligencia para descubrir y conocer; libertad, para elegir y voluntad, para
realizar lo elegido. Pero, ¿qué es lo que yo conozco acerca de mí?, ¿qué
decisiones tomo? o ¿me toman mis decisiones?, ¿qué cosas valiosas he
hecho, sobre todo: qué he hecho por los demás? Indudablemente mi
inteligencia, contaminada por el ambiente, muchas veces me ha
engañado. Por eso no me conozco, por eso no sé quién soy. Peor aún, mi
inteligencia suele justificar toda mi mediocridad con bellas ideas: “es que soy
joven”, “es que así es la vida”, “es que yo soy así”. Y así, con tres razones
tontas, permanezco en la mediocridad. Pero en el fondo, hay una quinta capa
no contaminada, aunque si escondida por toda la contaminación de mi
ambiente: Yo soy lo mejor de mí. Lo mejor de mí son todos esos valores,
todas esas realidades auténticamente positivas que yo tengo. Es difícil captar
lo mejor de mí, porque o me han dicho tantas veces que no sirvo para nada y
han exagerado tanto mis defectos, o me han alabado tantos valores falsos que
aparento tener, o me han apreciado por tener cosas que el ambiente considera
valores (dinero, fama, belleza física, posición social), que al fin de cuentas me
es difícil saber qué es lo mejor de mí. Sí, es difícil descubrir cuáles son mis
valores auténticos, diferenciándolos de las caricaturas que admira y aprecia mi
ambiente. Con todo, aunque sea difícil necesito descubrir qué es lo mejor de
mí, pues sólo desde mis valores auténticos, desde lo mejor de mí, puedo
reconstruir mi vida.

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