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La pareja, la gran escuela.

Mtro. Oscar Cobián Villalobos


oscarpsicoterapeuta@hotmail.com

Durante nuestra infancia y adolescencia, incorporamos gran parte de nuestro repertorio de


creencias, actitudes, comportamientos, valores y formas de demostrar afectos, con los cuales
funcionaremos en nuestras relaciones cotidianas posteriores. Ese repertorio puede
denominarse cosmovisión, esquema o mapa personal, en el cual encontramos todas nuestras
recetas para guiarnos por la vida.

Esta cosmovisión nos acompaña en todo momento a manera de telón de fondo, rodeándonos
sin que nos percatemos de ello, por lo que solemos igualarlo o confundirlo con la realidad
misma. Olvidamos que las otras personas con las que convivimos cuentan con su propio telón
de fondo, al que también lo consideran la realidad de las cosas, ¡y cómo no! Si con ello todos
y todas nos hemos servido para vivir y sobrevivir en el mundo.

El problema de fondo es que hemos crecido, por lo general, sin una conciencia crítica de que
nos construimos como personas a través de nuestras experiencias individuales situados en un
contexto histórico, cultural y familiar; y avanzamos por la vida dando por hecho una infinidad
de creencias y supuestos que, en el caso de las relaciones amorosas, constituyen nuestro guion
de vida en pareja, y una vez puesto en marcha, será el origen de muchos encuentros y
desencuentros.

De ahí que podamos considerar a la relación de pareja como una gran escuela. Una escuela
en la que nuestra cosmovisión va a ser confrontada y a la que hay que entrar con humildad
para aprender, desaprender y reaprender cuantas veces estemos en disposición de hacerlo. En
esa escuela hay de todo: alegría e insatisfacciones, lecciones que parecen repetirse y otras
que no estamos dispuestos a asimilar, momentos gozosos y dolorosos difíciles de vivir
experimentados en compañía o en soledad, entre otros.

El trabajo psicoterapéutico de parejas, en sus diferentes estilos y enfoques, consiste en


desmontar el telón para explicitar y analizar esa particular forma en que se ha construido y
sostenido la relación, explorando cómo nos relacionamos y vinculamos afectivamente, así
como los motivos por los cuales se dio la elección y su significado en la historia de vida de
sus integrantes.

Implica también atreverse a mirar las heridas y temores fundamentales con los que
construimos nuestra personalidad, con ello pretende incrementar la capacidad de conciencia
de las necesidades o heridas infantiles detrás de las demandas, lo que nos molesta y adoramos
del otro, idealizaciones, problemas recurrentes y patrones de relación caducos que limitan la
calidad de la vida afectiva en pareja.
¡Por supuesto que no es sencillo sostener un proceso! Sobre todo cuando a consulta llegamos
con creencias de que como el otro es el malo, es quien tiene que entender y cambiar primero
antes que nosotros. Estas reacciones, entre otras, son denominadas resistencias que el
profesional ha de saber sortear y asistirse para facilitar que la pareja, como sistema complejo,
retome su equilibrio, aprenda de sus dinámicas internas y aprendan a funcionar desde una
base real, no fantaseada ni imaginaria y, desde ahí, discernir su rumbo.

La búsqueda y el ofrecimiento de soluciones fáciles y rápidas, propias de la influencia del


espíritu de la época light o líquida actual, lleva a obtener procesos diluidos que poco tendrán
que ver con lo genuinamente psicoterapéutico.

La pareja no es una escuela fácil y estar en psicoterapia tampoco suele ser un paseo divertido,
y a pesar de ello, la pareja no deja de ser una gran oportunidad de autoconciencia y desarrollo
personal. Será tan potente y transformador cuanto más profundo sus integrantes se permitan
llegar en el conocimiento de sí mismos y de su relación.

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