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Un caso clínico de Trastorno de Identidad Disociativo (TID) tratado con EMDR e ICV: una cierta integración (que para la

paciente ha representado una experiencia vitalizante mayúscula).


Artículo | Trastornos infantiles y de la adolescencia | 2006-02-15

 Autor(es): Conxita Vidal1, Antonia Santed2, Juana Sánchez3, Guillermo Mattioli4, M.José Serrano2.
 Título original: A clinical case Dissociative Identity Disorder (DID) treated with EMDR and ICV: a certain integration has
been reached (which for the patient has represented a major revitalizing experience).

RESUMEN

Introducción

Presentamos un caso de trastorno de identidad disociativa (TID), antes llamada de personalidad múltiple, tratada en nuestro
centro y cuyos aspectos más interesantes han sido la movilidad de los síntomas disociativos identitarios y la capacidad de la
terapia de EMDR combinada con ICV para perseguir esas evoluciones a distinos personajes que intentar huir o manipular; ello
sin retraumatizar a la paciente pero acorralando sus recursos disociativos hasta que ella misma va haciendo insight de este
“juego”, y adquiere progresivamente un espacio transicional que no tenía.

Presentación del caso

Mujer de 48 años, que acude a consulta por sensación de vacío, tengo la sensación de no ser yo misma, vivo sin emociones y
siento tanta rabia que podria matar, a veces tengo la sensación de ser dos, nosotras, la razón y la emoción.

Psicobiografia tal como ella la cuenta:

Refiere “bloqueos emocionales” en la infancia: a los 6 años, estando a la salida del colegio va hacia las otras mamás y les coge
de la mano y les pide que por favor la lleven a su casa. Posteriormente en la terapia Laura recuerda que a los 5 años el padre
se entera, por medio de ella, de que su madre tiene un amante y entonces Laura se encuentra entre los dos, la madre la culpa
por haberse chivado y el padre no soporta haberse enterado y también la culpa.

Más adelante, otros recuerdos infantiles surgen en la terapia: ella comenta que su padre era un hombre muy raro, taciturno,
extremadamente celoso; lo describe como un hombre sin amigos, muy obsesivo. Por todo ello y por lo que ha hablado de adulta
con su madre, y por lo que el proceso terapéutico ha facilitado de la integración de los personajes internos, se cuestiona la
antedicha infidelidad de su madre.

Tiene un recuerdo de cuando era pequeña de que su madre intentó ahogarla en la bañera.

Posteriormente, el recuerdo de su madre intentando ahogarla en la bañera, lo puede poner al lado del hecho de saber que su
madre padecía depresión crónica y también de otras imágenes en las que visualiza a su madre mal que bien pero cuidándola.

Laura de pequeña fue obesa, hasta la adolescencia, su madre le llevó a un endocrino pero sólo por dos veces porque era muy
caro, mientras que al hermano mayor les estaban pagando unos fascículos de motociclismo. A los 12 años tiene la fantasía de
que sus padres se mueren y ella cuida de sus hermanitas pequeñas.

Se define a sí misma como una autosaboteadora. Habla de su intento de suicidio por precipitación del balcón a los 13 años, la
recoge su tío. A los 14 años cuando iba al instituto ella era “una gorda asquerosa, sebosa, sudorosa y siente desprecio hacia
ella, asco de sí misma, no se merece nada, solo morir, una cerda”.

Ha tenido 4 relaciones con chicos durante su vida, pero con ninguno ha durado más de 6 meses.

Antecedentes psiquiátricos:

Estados disfóricos de los 16 a los 25 años, primer tratamiento a los 23, tratamientos psiquiátricos irregulares con antidepresivos
y ansiolíticos.

Inicio y evolución del tratamiento actual:

Al inicio de la psicoterapia aparecen 3 personajes, la que acude a consulta, la boicoteadora que se ríe de la que acude a
consulta y una niña asustada. Se trabaja con EMDR ( 5 sesiones) y ICV ( 2 sesiones) intentando rescatar a esa niña y traerla al
presente; ella comenta que no tiene la capacidad de disfrutar de la vida porque le falta esa niña, la inocencia, las ganas de vivir,
la alegría, la falta de las emociones no la consigue agarrar a la vida; después de las sesiones de EMDR ella dice que se siente
más cohesionada.

A lo largo de la primera sesión de EMDR en que se trabaja el foco traumático infantil primario, se ve que la boicoteadora y la
niña son el mismo personaje y son esa parte de emociones que se han quedado en algún lugar y por eso hoy siente ese vacío:
el saboteador era un ente sin edad; en la primera fusión lo perdió como terrorista y se le convirtió en una niña de 5 años que
hacía pataletas.
Durante el tratamiento con ICV, se sigue trabajando la situación traumática, dando herramientas a esa niña y ayudándole a
llegar al presente, haciéndole pasar por diferentes sucesos de los años que han pasado. Repitiendo este ciclo varias veces la
niña acaba integrándose.

En una sesión de EMDR Laura se disocia y empieza a insultar a la niña, esa niña asquerosa…. No para de comer es ua cerda,
que se vaya, que se muera... Le cambia la voz y entonces se trabaja que la niña comía porque se encontraba mal, que había
hecho eso para sobrevivir, que gracias a que sobrevivió ella puede estar ahora aquí y Laura comienza a aceptar que la niña
sobrevivió y que gracias a eso está aquí. Cuando acaba la sesión comienza a hablar de que lo pasó mal que cuando era joven
había empezado a comer y comer para calmar la ansiedad. (se justifica).

En una sesión de EMDR, comienza a sentirse mal: es muy estrecho muy estrecho, siente se ahoga, que se siente muy
apretado (canal de nacimiento) al final dice que va con vueltas de cordón y que cuando nace dice que nadie la coge y nadie la
quiere. Lo que manifestaba en el EMDR es: no tenía que haber nacido, nadie me quiere, soy un asco, una mierda, no valgo
para nada. Se le trabaja la angustia de ese momento de nacer donde nadie le quería, mi madre no quería que naciera, nunca
tendría que haber nacido, no debí nacer. La terapeuta la recoge diciéndole que cuánto le ha costado nacer y que ya lo ha
hecho, está aquí, que se puede ver, que puede cogerse y abrazarse porque esa bebé es muy importante para ella. Al final se
consigue un buen nivel de desensibilización y reprocesamiento en esa sesión.

En otra sesión de EMDR, se trabajó el abandono de la madre y empezó a ver que su madre sí lo había cuidado, que lo había
alimentado y que la atendió dentro de lo que podía porque estaba enferma. Ella incorpora algunas ideas de que la madre a su
manera hizo lo que pudo.

En la última sesión de ICV comenta que se siente comprendida porque ella siempre había tenido la sensación de que era como
una niña perdida a la que había que rescatar y que por fin hay un lenguaje que ella entiende. Ella siente que está recuperando
partes de sí misma que se habían quedado atrás en el pasado y que ahora no siente aquél asco o rabia ni se siente tan inútil,
más capaz de hacer cosas, aunque no las haga muy bien.

Comentarios

Como señala Anabel González en un excelente artículo publicado en Interpsiquis en 2004(1), existe evidencia de que el
Trastorno de Identidad Disociativo es un diagnóstico mucho más frecuente de lo que se pensaba, instrumentos de valoración, y
terapias específicas que parecen ofrecer buenos resultados. Y, ya que se trata de pacientes generalmente con mala evolución,
hay que superar el escepticismo dominante y ensayar nuevas estrategias diagnósticas y terapéuticas. En nuestro caso, hemos
abordado la terapia como sugería con mucha sensatez Raquel Solvey (2) pensando en el trabajo como en una psicoterapia
normal, con un número de técnicas especiales mezcladas con ella.

Entre estas técnicas, hemos escogido el EMDR y la integración del ciclo vital como técnicas de elección, por su rapidez y
especificidad de acción,para acortar significativamente el tratamiento de la paciente y facilitar el proceso integrativo. La ICV
complementa la acción del EMDR a nivel de la etapa del reprocesamiento.

Como señala Raquel Solvey (2), el paciente disociativo ha usado la disociación de una manera compleja para poder lidiar con
su trauma infantil, en la terapia debe recobrar e integrar los conflictos, sentimientos y recuerdos del abuso infantil. Debe
aprender a ser una sola persona, esto implica des-aprender y liberarse de la disociación, y adquirir un nuevo conjunto de
estrategias mas adaptativas y flexibles para funcionar en su vida.

Por último, unirnos con pleno acuerdo a Eduardo Cabazat (3) cuando llama la atención sobre la importancia del trauma, como
en su excelente artículo en que hace un repaso histórico del concepto de disociación psíquica, somática y de su relación
evidente con el trauma temprano, así como del hecho de que, a medida que progresan las investigaciones en el campo de
estudio del trauma y la disociación, crece la idea de la inclusión del trauma psicológico en la comprensión del origen de los
trastornos mentales.

Bibliografía

1. Anabel Gónzalez Vázquez. Diagnóstico de los trastornos disociativos. FUENTE: INTERPSIQUIS. 2004; (2004). Servicio Psiquiatría. Hospital Juan Canalejo. La
Coruña. E-mail: anabelvladi@wanadoo.es.

2. Raquel Solvey.Lineamientos generales para el tratamiento de los trastornos disociativos.(General giduelines for the treatment of dissociative disorders.) FUENTE:
INTERPSIQUIS. 2003; (2003)E-mail: solvey@ddnet.com.ar.

3. Eduardo Cazabat.Evolución histórica del concepto de disociación. FUENTE: INTERPSIQUIS. 2005; (2005)

Trauma psicológico, Disociación, Trastorno disociativo de la identidad, Personalidades múltiples, Terapia EMDR, Terapia ICV.
5 casos reales de personalidad múltiple

Es probable que hayas escuchado hablar de la personalidad múltiple, pero quizás no sepas exactamente qué es. Te contamos
en qué consiste y qué casos reales se han producido a lo largo de la historia.

La personalidad múltiple se caracteriza porque la persona que lo padece tiene varios alter egos y cada uno se relaciona de
una forma distinta con su entorno. Se trata de un proceso involuntario. Cuando una de las personalidades predomina en un
momento determinado y el resto desaparece.

El primer caso conocido de personalidad múltiple

El primer caso de esta enfermedad se detectó por el médico de origen alemán Eberhardt Gmelin en el año 1791. Este médico
trató a una chica alemana que de repente empezaba a hablar en francés o en alemán con acento francés. Existía una relación
entre las dos personalidades ya quela personalidad secundaria conocía a la primaria y mantenía sus recuerdos, aunque
la primaria no conocía a la secundaria.

Mary Reynolds: la chica seria y la chica bromista

Unos años más tarde, en el año 1816, apareció otro caso que fue documentado por Samuel Lotham Mitchell. Se trataba de una
mujer que nació en Inglaterra, pero que se trasladó a Estados Unidos.

Era una joven tímida y solitaria que tras pasar por un estado de ceguera y sordera total durante 6 semanas, cambió totalmente
de personalidad y se convirtió en una persona totalmente extrovertida y bromista. No sabía escribir ni leer y no lograba
reconocer a su familia. Poco después la personalidad primaria apareció de nuevo y las personalidades fueron cambiando a lo
largo de quince años.

Felida X: personalidad tímida y vivaz

Este es el tercer caso que apareció en la historia y se produjo en el siglo XIX. Felida X era una joven tímida y seria que tenía
otra personalidad completamente diferente, mucho más activa. Su personalidad secundaria se burlaba de la personalidad
primaria. A lo largo del tiempo, la personalidad secundaria fue convirtiéndose en la predominante hasta que se implantó por
completo.

Miss Beauchamp y la hipnosis

Este caso aparece mencionado en muchos casos de psicología. Era una mujer joven que llegó a la consulta del psicólogo
Morton Price diciendo que sentía mucho cansancio y falta de vigor. La joven se sometió a unas sesiones de hipnosis y apareció
una segunda personalidad que odiaba las responsabilidades, un tiempo después aparecieron una tercera y cuarta
personalidad. El tercer alter ego era muy obsesivo y se enfadaba con frecuencia.

Doris Fisher y sus cinco personalidades

Doris Fisher fue una mujer que en el año 1917 fue estudiada por desarrollar hasta cinco personalidades diferentes. Algunos
días la personalidad primaria de Doris solo se manifestaba cinco minutos al día. Una de las personalidades, que llamaron
Margaret, se autolesionaba para que la personalidad primaria sintiera dolor.

En el año 1976 se estrenó una película que daría a conocer la enfermedad de la personalidad múltiple que se tituló Sybil. La
película narraba la vida de una mujer con personalidad múltiple y que tenía más de 16 tipos de personalidades diferentes.
Estudio de caso
¿Simulación o trastorno de personalidad múltiple?

Resumen

El trastorno de identidad disociativo (TID) puede considerarse un trastorno raro, dada su aparentemente baja prevalencia, pero
en los últimos años se apunta a su posible infradiagnóstico a causa de su complejidad y de la confusión que puede haber a la
hora de establecer el diagnóstico diferencial. Por otro lado, la simulación de psicopatología mental puede tener un gran impacto
socioeconómico y jurídico, de especial relevancia en este tipo de trastorno, dada la gran incapacidad que genera y su
complejidad diagnóstica. En este trabajo referiremos el caso de un paciente que ingresa en la unidad de hospitalización breve
del Hospital Dr. Rodríguez Lafora (Madrid) con sintomatología depresiva, que posteriormente pareció evolucionar hacia un caso
de TID. La evaluación consistió en una anamnesis psicológica y la aplicación del Inventario Semiestructurado de Simulación de
Síntomas (SIMS) y del Inventario Clínico Multiaxial de Millon (MCMI-II). Los resultados mostraron un perfil claramente alterado
de personalidad, así como una posible simulación de síntomas que impidieron concretar la existencia o inexistencia del TID. A
la luz de los resultados se discuten las posibles implicaciones de este caso.

Los trastornos disociativos

La evolución conceptual de la disociación ha variado a lo largo del tiempo, desde los trabajos pioneros del estadounidense
Rush, en los que incluyó varios ejemplos de casos de disociación. Este autor defendió que la condición disociativa era debida a
una desconexión entre los hemisferios cerebrales (Rush, 1786). Dentro de esta visión clásica encontramos también a Charcot,
quien en 1889 elaboró su teoría sobre la histeria y defiende que después de un hecho traumático se produce un estado
hipnótico en el que las ideas traumáticas se aíslan de la conciencia (Cazabat, 2004).

Fue Pierre Janet, sin embargo, el principal exponente del estudio de la disociación. En 1889 propone el término désagrégation
mentale para referirse a la no integración (Pérez y Galdón, 2003) y establece como un proceso básico en la disociación el
llamado “estrechamiento de conciencia” que impide que la persona perciba e integre ciertos acontecimientos, sobre todo los
traumáticos (Putnam, 2006). Este estrechamiento es definido como una forma de depresión mental en la que se destaca la
debilidad mental que motiva la aparición de los síntomas disociativos (Janet, 1907).

En el siglo XX, a partir de de la Segunda Guerra Mundial, las víctimas empezaron a mostrar una sintomatología específica a la
se denominó shell-shock. Los síntomas incluían toda serie de reacciones disociativas, como amnesias con respecto a la propia
identidad, fugas, cegueras de conversión y parálisis (Menninger, 1945). Posteriormente, con la publicación deDivided
Consciousness (Hilgard, 1977), se postuló una nueva definición de disociación donde se afirma que el funcionamiento mental
está organizado en estructuras y subestructuras ordenadas jerárquicamente que mantienen relación de interdependencia.
Además, se planteó la idea del continuo disociativo, que va desde la disociación parcial hasta la desconexión total (Bernstein y
Putnam, 1986).

En 1990 Spiegel define disociación como separación de los contenidos que en situación normal estarían integrados. Su teoría
se basa en tres pilares fundamentales (Spiegel y Cadeña, 1991): (1) la disociación implica falta de conexión entre las partes de
la conciencia o de la memoria, (2) hay una conexión entre disociación y trauma, siendo el trauma el factor principal de estos
fenómenos y (3) la memoria autobiográfica (self) es la integración de la experiencia personal.

Los dos últimos autores importantes dentro de esta nueva visión de la disociación son Kihlstrom y Putnam. Kihlstrom
(1994) define la disociación como el mecanismo bajo el cual algunos elementos mentales no son codificados conscientemente,
es decir, son disociados. Esta alteración puede afectar las diferentes áreas de funcionamiento mental. Putnam (1994), por su
parte, investiga este trastorno observando especialmente a población infantil, ya que muchas experiencias disociativas que
pueden ser patológicas en adultos no se consideran tales en niños o adolescentes, como puede ser la aparición de un “amigo
invisible”. Este último autor defiende la idea de un continuo en la disociación que iría desde los episodios breves, que aparecen
debido a una situación concreta, hasta las experiencias disociativas frecuentes, muy intensas, que aparecen en contextos no
apropiados (Putnam, 1993).

Sea como fuere, los datos epidemiológicos internacionales obtenidos a comienzos del siglo XXI parecían señalar un
infradiagnóstico de los trastornos disociativos en general que, contrariamente a lo que se ha venido defendiendo durante
décadas, mostraba que esta clase de problemas eran mucho más habituales en entornos clínicos de lo que se solía suponer en
un principio, lo cual motivó una revisión de los criterios psicodiagnósticos para esta clase de trastornos de cara a la elaboración
del DSM-5:

Globalmente, estudios independientes de diversos países demuestran claramente que los trastornos disociativos constituyen un
problema de salud mental frecuente no sólo en la práctica clínica, sino también en la comunidad. La falta de secciones sobre el
trastorno disociativo en los instrumentos de cribado psiquiátrico general empleados habitualmente ha dado lugar a la omisión de
los trastornos disociativos en los estudios epidemiológicos a gran escala. Aunque los estudios que utilizan instrumentos
específicos han empezado a corregir esta percepción, la inclusión de los trastornos disociativos en los estudios de cribado de la
psiquiatría general ayudará a obtener información detallada sobre los temas de comorbilidad. […] Las diferencias entre las
tasas obtenidas en diversas situaciones pueden estar relacionadas con diferencias en la conducta de búsqueda de tratamiento
y en los sistemas de administración de la salud mental. […] En particular, la prevalencia relativamente elevada del TDNE
[trastorno disociativo no especificado], tanto en situaciones clínicas como en la comunidad, indica la necesidad de una revisión
exhaustiva de la sección de los trastornos disociativos del DSM-IV (Sar, 2006, p. 228).
La personalidad múltiple

El trastorno de identidad disociativo (TID) –popularmente conocido como “trastorno de personalidad múltiple”– parece
infrecuente en entornos clínico pero sin embargo es muy popular entre el vulgo gracias al concurso de la literatura y el cine.
Está definido en las principales clasificaciones diagnósticas (CIE-10, DSM-5) como la alteración de las funciones integradoras
de la conciencia, memoria e identidad. Parece iniciarse en la infancia para manifestarse unos años más adelante,
diagnosticándose más en mujeres que en hombres (APA, 2012). Las últimas posiciones teóricas en cuanto a este trastorno lo
relacionan con el trauma, la sugestionabilidad y el trastorno de estrés postraumático (Gershuny y Thayer, 1999).

Según Sar (2006), el concepto de “trauma” no es equivalente al de “suceso o vivencia nociva” como habitualmente se hace ver
o se entiende. Para este autor sería un proceso sociopsicológico complejo, que englobaría componentes objetivos y subjetivos.
En este sentido el “trauma psíquico” sería, por un lado, la pérdida por parte del sujeto de la cohesión de su mundo interno, de la
cohesión de la realidad externa y, por otro lado, la desconexión entre ellas. De tal manera, el trauma crea una pérdida de la
armonía psíquica en un momento específico de la vida de la persona y desde allí se proyecta hacia su futuro (Sar y Ozturk,
2005), entendiendo de esta forma el trauma y la disociación como una escisión o ruptura de los procesos mentales (APA,
2004), de modo que ambos conceptos quedan íntimamente ligados.

En su momento, el DSM IV-TR indicaba los siguientes criterios para el diagnóstico del TID (APA, 2012):

- Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistentes
de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo).

- Al menos dos de estas identidades, o estados de personalidad, controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo.

- Incapacidad para recordar información personal importante, demasiado amplia como para ser explicada por el olvido ordinario.

El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos del consumo de sustancias o a una enfermedad médica.
No obstante, la nueva clasificación establecida por el DSM-5, revisada desde los criterios epidemiológicos a los que
anteriormente se aludió, señala que los criterios para el diagnóstico del TID son:

- Perturbación de la identidad que se caracteriza por dos o más estados de la personalidad bien definidos y que se puede
describir en algunas culturas como una “experiencia de posesión”. La perturbación de la identidad implica una discontinuidad
importante del sentido del yo y del sentido de entidad, acompañado de alteraciones relacionadas del afecto, el comportamiento,
la conciencia, la memoria, la percepción, el conocimiento y/o el funcionamiento sensitivo-motor. Estos signos y síntomas
pueden ser observados por otras personas o bien comunicados por el individuo.

- Lapsos recurrentes en la memoria de acontecimientos cotidianos, información personal importante y/o sucesos traumáticos
que son demasiado amplios como para ser compatibles con el olvido ordinario.

- Los síntomas causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del
funcionamiento del sujeto.

- La alteración no es una parte normal de una práctica cultural o religiosa ampliamente aceptada. Se anota que en los niños los
síntomas no deben confundirse con la presencia de “amigos imaginarios” u otros juegos de fantasía.

- Los síntomas no se pueden atribuir a los efectos fisiológicos del consumo de sustancias (así por ejemplo los episodios de
laguna mental o comportamiento caótico durante la intoxicación alcohólica) u otra afección médica (como por ejemplo la
epilepsia parcial compleja).

Según la CIE-10 (OMS, 1992), el TID se engloba dentro del epígrafe destinado a los trastornos disociativos o de conversión
(F44) y se define como un trastorno “raro” sobre el que no hay acuerdo en cuanto a hasta qué punto es iatrogénico o propio de
una cultura específica. Se trata de un apunte lógico, teniendo en cuenta que en el momento en el que esta guía se publicó
existía un criterio muy diferente con respecto al impacto epidemiológico de los trastornos disociativos y, además, el TID se
había hecho muy popular en los medios de comunicación a la par que pesaba sobre él una fuerte sospecha de
sobrediagnosticación (Kluft, 1991). El hecho esencial en este caso es la existencia aparente de dos o más personalidades
distintas en el mismo individuo y que cada vez se manifiesta sólo una de ellas. Cada personalidad es completa, con sus propios
recuerdos, comportamiento y preferencias, que pueden ser muy diferentes a los de la personalidad premórbida única.

En la forma común de dos personalidades, una personalidad domina sobre la otra, pero nunca tienen acceso a sus recuerdos
respectivos y, casi siempre, cada una ignora la existencia de la otra (OMS, 1992). Los cambios o pasos de una personalidad a
la otra en la primera ocasión son súbitos y están estrechamente relacionados con acontecimientos traumáticos. Los cambios
siguientes se limitan a menudo a acontecimientos dramáticos o estresantes o bien se presentan durante las sesiones con un
terapeuta que utiliza relajación, hipnosis o procedimientos de abreacción (OMS, 1992)1. Ocurre, sin embargo, que la evaluación
y el diagnóstico del TID han ido evolucionando a lo largo del tiempo, por cuanto se ha comprendido que no es imprescindible
que una personalidad anule o suplante por completo a la otra. Puede tratarse o bien de una mera confusión de la propia
identidad, incluyendo el género, como de la alteración del estado de la identidad o de un cambio definido de la identidad en
algún sentido específico y concreto. En este caso el sujeto afectado por el TID puede asumir un rol, un nombre, una
personalidad o una conducta diferente a la habitual (Steinberg y Schnall, 2000). A tal respecto, en referencia a un caso
específico, García Andrade (2001) explica:

En estos casos es posible compartir memorias o pautas de conducta diferentes, pudiendo una de estas personalidades tomar el
control absoluto de la persona, con transiciones más o menos repentinas, en ocasiones conscientes o no con las otras
personalidades, e incluso dar resultados diferentes con los tests, lo que erróneamente se interpretó como simulación (pp. 22-
23).

Por lo tanto, cabe señalar que el TID es uno de los trastornos más difíciles de diagnosticar, tanto por sus características propias
como por su solapamiento con otras patologías fronterizas, desde la amnesia disociativa y la fuga disociativa hasta la propia
esquizofrenia. De hecho, la disociación se tiende a observar como una manifestación de la personalidad histriónica, siendo
habitual que las personas que presentan síntomas aislados de disociación sean diagnosticadas de diferentes trastornos de
personalidad pero raramente de TID (Johnson, Cohen, Kasen y Brook, 2005). Ello ha motivado que actualmente la prevalencia
del trastorno sea menor al 1% en la población general, pudiendo llegar al 5% en la población clínica, siendo el porcentaje mayor
el correspondiente al sexo femenino, tal y como sucede con el resto de trastornos disociativos (Gershuny y Thayer, 1999; Sar,
2006).

Simulación

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebró en septiembre de 2011 la Cumbre Mundial sobre Enfermedades
Crónicas. Allí se reconoció que los trastornos mentales, entre otras enfermedades, suponen un desafío de “proporciones
epidémicas”, con un grave impacto en el desarrollo socioeconómico de los países (World Health Organization, 2011). De ahí la
necesidad de la correcta identificación de los casos de simulación de síntomas en las bajas laborales (o incapacidades), tanto
temporales como permanentes, por enfermedades crónicas (Santamaría, Capilla y González Ordi, 2013).

Se debe reconocer que tanto la picaresca y el engaño como la simulación de síntomas de diversas enfermedades han sido
estrategias ampliamente utilizadas por el ser humano a lo largo de la historia. Cabe destacar que la simulación ya aparece
recogida en la Biblia, donde se narra el momento en que David, para escapar de la ira del rey de Gat, fingió padecer un
trastorno mental (I Samuel 21: 10-14).

Existen varias clasificaciones respecto a la simulación, ninguna de las cuales ha alcanzado un consenso clínico y/o académico
generalizado. Antoine Porot propone una de las más conocidas en 1921, a fin de clasificar la simulación de síndromes mentales
en tres tipos simulación mental: total o verdadera, sobresimulación y metasimulación. Posteriormente, el propio Porot
(1977) amplió su clasificación en base a la personalidad y actitud del simulador, diferenciando entre:

- Simuladores pasivos, o aquellos que se centran en defectos funcionales.

- Simuladores activos, o aquellos en los que su sintomatología se manifiesta por medio de procesos psicomotores activos.

- Simuladores absurdos, esto es, los que manifiestan conductas extravagantes.

Asimismo, en función de la personalidad del simulador, Vallejo-Nájera (1930) señalaba dos tipos: por un lado, los simuladores
ocasionales, dentro de los cuales diferenció entre simulador inculto, simulador sugestionable, simulador paranoide, simulador
histérico, simulador mitómano o fabulador, simulador emotivo, simulador amoral y simulador profesional y por otro lado, habló
de los simuladores permanentes, que habitualmente presentan más anomalías psicológicas.

Otra clasificación posterior es la que estableció Utitz (1950), diferenciando la autosimulación, donde el sujeto cree en la
autenticidad de sus síntomas, de la disimulación, que consiste en el ocultamiento de forma consciente y voluntaria para
conseguir un fin.

Por tanto, podemos definir la simulación como la producción intencional de síntomas físicos o psicológicos falsos o exagerados
motivados por incentivos externos (Capilla Ramírez, González Ordi y Santamaría Fernández, 2008).

Pese a tratarse de un tema central en el ámbito del diagnóstico médico en general y del psicodiagnóstico en particular, se
incorporó como entidad clínica diagnóstica de manera tardía en el DSM-III (1980). La simulación involucra la existencia de
recompensas externas (cobro de seguros e indemnizaciones, recompensas penitenciarias o jurídicas, etc.), a diferencia de los
trastornos facticios, y se realiza consciente y premeditadamente, a diferencia de los trastornos somatomorfos (APA, 2000).
Numerosos estudios han tratado de establecer la incidencia de la simulación, aunque ciertamente resulta difícil aportar datos
precisos, debido a que existe una gran variabilidad en función del campo de estudio o de la patología que se aborde (González
Ordi, Capilla Ramírez y Matalobos Veiga, 2008). Asimismo, las investigaciones realizadas hasta la fecha parecen indicar que
los seres humanos no somos mejores detectores de la mentira que lo explicable por el azar y ni siquiera los profesionales
vinculados a contextos de simulación, como los psicólogos, los policías o los jueces, mostrarían una especial habilidad a este
respecto (Aamodt y Custer, 2006; Faust y Ackley, 1998). Aun así parece existir una mayor tasa de incidencia de simulación en
el ámbito médico-legal relacionado con la valoración de la discapacidad, y en consecuencia con los posibles beneficios
laborales, jurídicos, penitenciarios y socioeconómicos asociados (Mittenberg, Patton, Canyock y Condit, 2002).

Un principio fundamental en la detección de simulación es que cuantas más inconsistencias presente un paciente en las
diferentes pruebas y dimensiones relativamente independientes, más plausible resultará pensar que su rendimiento refleja un
esfuerzo deliberado por dar una imagen irreal de sus capacidades o de su sintomatología (Bianchini, Greve y Glynn, 2005). De
ahí que la convergencia de datos provenientes de diferentes fuentes de información sea crucial para asegurar el diagnóstico de
simulación (Capilla Ramírez et al., 2008). Sin embargo, diferentes estudios han mostrado cómo al registrar pruebas de
procesamiento cognitivo de la memoria tanto los simuladores como las personas con el trastorno ofrecieron niveles similares en
recuerdo, reconocimiento y primado entre las diferentes identidades (Allen y Movius, 2000; Eich, Macaulay, Loewenstein y
Dihle, 1997; Huntjens, Peters et al., 2005; Huntjens et al., 2006; Huntjens, Peters, Woertman, Van der Hart y Postma, 2007;
Huntjens et al., 2002; Kong, Allen y Glisky, 2008; Silberman, Putnam, Weingartner, Braun y Post, 1985). Del mismo modo, las
personas diagnosticadas con el trastorno mostraron un procesamiento de la información menos eficaz que personas
simuladoras del trastorno (Dalenberg et al., 2012), así como tiempos de reacción significativamente más lentos que los
simuladores (Allen y Movius, 2000; Huntjens et al., 2002; Huntjens, Postma, Woertman, Van der Hart y Peters, 2005).

Presentación del caso

En la unidad de hospitalización breve del Hospital Dr. Rodríguez Lafora de Madrid ingresa de forma voluntaria un paciente de
19 años de nacionalidad dominicana refiriendo tener un estado de ánimo bajo.

El paciente acude a las entrevistas con un aspecto cuidado, aseado y adecuado a la situación social en la que se encuentra.
Permanece orientado en las tres esferas durante todas las sesiones y mantiene un discurso coherente y fluido, refiriendo su
biografía sin titubeos ni distracciones. Mantiene contacto visual sin dificultad y se relaciona de forma habilidosa.

El paciente refiere que los síntomas que le preocupan aparecen por vez primera cuando llega a España, con 18 años de edad.
Estos comienzan con un estado de ánimo deprimido. Cuando el estado de ánimo es más bajo, explica, se le aparece como
figura externa un hombre alto y vestido de negro, llamado Noob 2, al que solo se le ven los ojos. Con él puede hablar de cosas
para olvidarse de su estado de ánimo. Tiempo después de la irrupción de la entidad Noob en la vida del paciente empieza a
haber ocasiones en las que se siente como una mujer, adopta posturas femeninas, se pinta las uñas y hace cosas que, como él
mismo dice, “pertenecen a las mujeres”. Cuando adopta este papel femenino –nótese que el paciente indica “cuando ella
aparece” y que no habla en momento alguno de “posesión”– se siente protegido, se aleja de peleas y sabe qué cosas tiene que
hacer para sentirse bien. Hasta este momento, el paciente no refiere episodios de consumo de drogas.

Posteriormente, empieza a consumir marihuana y al poco tiempo empieza a adoptar –el término para referirse a esta adopción,
nunca posesión, vuelve a ser “aparecer”– la que considera como “peor” de las personalidades: es muy violenta, mostrándose
como la más fuerte y dominante de todas. Cuando aparece, en ocasiones el paciente pierde la noción del tiempo, puede hacer
cosas de las que luego no guarda recuerdos y experimenta temor ante su aparición (amnesia y fuga disociativa). Esta
personalidad se llama “Cruza o muere”. Su llegada está vinculada a un hecho especialmente traumático para el sujeto: su
padrastro, que traficaba con droga, le obliga a ayudarle ejerciendo como mulero y llevando de este modo la mercancía
introducida en su cuerpo por vía rectal desde España hasta Alemania. Durante el viaje el paciente refiere notar esa presencia
oscura. En un primer momento “Cruza o muere” se muestra dialogante e intenta persuadirle a través del pensamiento. Le dice
que mate a su padrastro ya que le está haciendo la vida imposible, a la par que le insulta. De manera progresiva esta
personalidad pasa del diálogo interior al dominio de sus actos, involucrándolo en peleas graves e incitándole a beber.

Al revisar su biografía, durante el proceso de elaboración de la anamnesis, el paciente refiere que desde que era muy pequeño
tenía un amigo invisible llamado “Jack”, lo cual muestra que estos episodios disociativos ahondan en una infancia muy
traumática y compleja. El paciente refiere que “Jack” y él pasaron muchos años juntos, hasta que a los 15 años éste se despidió
de él y se marchó, diciéndole que ya era lo bastante mayor como para estar solo. Cuando se le pregunta por los detalles de su
niñez, la recuerda en general con tristeza, como un niño maltratado por su padre, abandonado en las calles de Santo Domingo
y que tuvo que sobrevivir entre las peleas y los tiroteos. El hecho es que su padre le echó de casa a los 11 años y, de manera
accidental, le dispararon a los 13 años. Posteriormente, cuando llegó a España, vivió con su madre por un tiempo, pero luego
ésta le abandonó al marcharse sola al extranjero, concretamente a Holanda.

El paciente refiere que en ese momento intentó suicidarse tirándose desde un noveno piso, ya que creía que no pintaba nada
en este mundo y que estaba muy solo. Explica que se trató de un acto impulsivo y no planeado que finalmente no llevó a
término al no sentirse con valor para ello y ser una persona religiosa, lo cual le indujo a considerar que esa conducta sería
pecaminosa. Tras un tiempo él se va a Holanda, donde vive con su madre y su padrastro, el cual les maltrata a ambos. Un día
después de regresar de una excursión del colegio no encuentra a su madre en el hogar y le informan de que ésta ha apuñalado
y quemado a su padrastro por lo cual está en la cárcel. La noticia le sorprendió. El paciente refiere que le da miedo poder dañar
a alguien, ya que “Cruza o muere” no le va a hacer daño a él pero si puede dañar a otros.

Evaluación y resultados

Se plantea la evaluación del paciente a partir de diferentes instrumentos:

Anamnesis psicológica anteriormente referida, cuyo resumen encontramos en la tabla 1.


Tabla 1.

Temporalización de eventos estresantes referidos en la anamnesis

Suceso Traumático Edad Personalidad


Maltrato infantil 8-15 años Jack
Madre se va a España 10 años
Cambio de residencia a España 18 años Noob
La madre se va a vivir a Holanda 19 años Mujer
Tráfico de drogas “mulero” 19 años Cruza o muere

Inventario Semiestructurado de Simulación de Síntomas (SIMS; Widows y Smith, 2005; traducción española de González Ordi y
Santamaría Fernández, 2009). Se compone de 75 ítems de verdadero y falso que evalúan cinco escalas: psicosis, deterioro
neurológico, trastornos amnésicos, baja inteligencia y trastornos afectivos. Es una prueba de aplicación breve y de sencilla
interpretación. Permite observar, por la vía del despistaje, qué sintomatología aparece de forma atípica o si el sujeto pretende
simular un trastorno concreto, existiendo un punto de corte a partir del cual se puede considerar sospecha de simulación
(ver fig. 1).

Figura 1. (0.16MB).
Resultados de la prueba SIMS.

Inventario Clínico Multiaxial de Millon II (MCMI-II; Millon, 1994; versión española, 2004). El MCMI-II proporciona información
validada empíricamente para apoyar el diagnóstico en diversos ámbitos: clínico, médico y forense. Es idóneo para aplicar a
individuos que presentan tanto problemas emocionales como conductuales o interpersonales. Cuenta con 4 índices de validez y
24 escalas clínicas según el nivel de gravedad: patrones clínicos de personalidad, patología grave de la personalidad,
síndromes clínicos y síndromes clínicos graves (Winberg y Vilalta, 2009). La valoración cualitativa de los resultados obtenidos
por el paciente se presenta en la tabla 2.

Tabla 2.
Valoración cualitativa de los resultados del MCMI-II
Esquizoide
Fóbica Inhibición social, sentimientos de inferioridad e
hipersensibilidad a la evaluación negativa.
Dependiente
Histriónica Excesiva emotividad y búsqueda de atención
Narcisista Grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía
Antisocial Patrón general de desprecio y violación de los derechos de
los demás.
A-Sádica Patrón hostil, agresivo, abusador y destructivo
Compulsiva Preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control, a
expensas de la flexibilidad, la espontaneidad y la eficiencia.
P- Agresiva
Masoquista
Esquizotípica Patrón descompensado
Límite
Paranoide Patrón descompensado
Ansiedad
Somatización
Hipomanía Significativo
Distimia
A. Alcohol
A. Drogas Significativo
P. Psicótico
Depresión M.
T. Delirante Sospecha psicosis

Los resultados hallados tras aplicar el SIMS al paciente (fig. 1) manifestaron indicios de sospecha de simulación, tanto en
psicosis como en deterioro neurológico, tras obtener una puntuación directa de 7 y 5 respectivamente.

Discusión y conclusiones

Se parte de la hipótesis de que cada una de las personalidades referidas por el paciente surgen en momentos de fuerte estrés
que no sabe cómo afrontar al carecer de las herramientas necesarias para ello, así como del adecuado entorno compensatorio
que le ayude a vencer estas adversidades.

La primera de ellas, “Jack”, no cabría ser calificada propiamente como personalidad, en la medida que aparece durante la
infancia en la forma de un amigo invisible que le ayuda y le apoya, seguramente para poder enfrentarse al maltrato sufrido por
su padre y a una situación socioambiental en absoluto propicia, en lo que sería un episodio tópico de defensa psicológica
mediante huída o refugio en la fantasía.

Más adelante, sin embargo, una vez instalado en España, aparece una nueva alucinación llamada Noob, con la que puede
hablar cuando se siente deprimido reduciendo su malestar. Cuando su madre le abandona marchándose a Holanda aparecería
la primera de las personalidades disociadas, en la medida que ya no estamos ante una alucinación o personaje externos al
individuo sino a una figura interna, además femenina, lo cual nos permite hipotetizar con el afrontamiento del abandono
materno. Esta personalidad le ayuda a alejarse de las peleas y a no consumir drogas para mantener el apego de la figura
materna perdida (Freyd, 1997). Es muy relevante que esta personalidad aparezca justo ahora y particularmente asociada a un
intento de suicidio, pues la literatura establece la alta prevalencia de trastornos afectivos y altas tasas de intentos de suicidio
asociados a los trastornos disociativos (APA, 2014).

La obligación impuesta por el padrastro de traficar con drogas, hecho que además se sucede de una manera especialmente
traumática al tener que usar su propio cuerpo como recipiente, suscita la llegada de “Cruza o muere”, una personalidad
completamente opuesta a la suya que se presenta ante situaciones en las que es necesario un afrontamiento físico de
situaciones de riesgo ante las que no se siente capacitado. Todo ello encajaría con la literatura sobre trastornos disociativos, en
tanto que, como venimos indicando, refiere que aparece en situaciones especialmente traumáticas, arraigadas en la infancia, y
posteriormente va evolucionando hacia nuevas formas más complejas. Se debe indicar que, frente a los tópicos habituales
difundidos por cine y literatura con respecto a la forma en que el sujeto vive el TID, la realidad es que las personas afectadas
suelen vivirlo como un cambio en su personalidad o como si otra persona dentro de ellos tomara el control, de tal forma que
pueden darse una o varias identidades. Generalmente la persona afectada no recuerda los episodios de las alteraciones, pero
ello no es necesario ni imprescindible para el diagnóstico formal del TID –ya hemos referido antes los criterios– por cuanto la
despersonalización que vive el sujeto también puede caracterizarse por sensaciones de irrealidad, percepción del self alterada
y una sensación persistente y recurrente de distanciamiento de los procesos del propio cuerpo, a la par que el sentido de la
realidad permanece intacto. Es muy sintomático que los pacientes informen de una “sensación de irrealidad”, aun siendo
conscientes de que es su propia percepción la que se encuentra alterada (Oberst, 1987), elemento que lo diferenciaría de
trastornos más psicóticos.

Los resultados arrojados por el MCMI-II no se consideran concluyentes de cara al diagnóstico de TID ya que, como se muestra
en la tabla 2, el paciente puntúa de manera significativa en demasiadas escalas. Esto puede deberse a múltiples factores:
desde la simulación de síntomas a la interferencia de las diferentes personalidades en conflicto, ya que el paciente, al contestar
el cuestionario, expresa que prefiere hacerlo teniendo en cuenta no sólo sus propios actos y criterios sino también los de sus
personalidades, problema, por cierto, habitual en el diagnóstico de los trastornos disociativos, al no existir herramientas
apropiadas (Sar, 2006).

Por otro lado, y a pesar de los resultados obtenidos en la prueba SIMS, si analizamos los ítems que podrían significar
simulación de psicosis, vemos que muchos de ellos podrían encajar como síntomas del TID desde el punto de vista clínico, ya
que el SIMS no es una herramienta de diagnóstico propiamente dicha, ni una prueba de personalidad y, por consiguiente,
tampoco ha sido diseñada con el fin de discriminar de manera fehaciente este tipo de elementos. No obstante, sí es utilizada
como prueba de screening (Widows y Smith, 2005).

Aun así, a pesar de que la clínica del caso pueda concordar con un posible diagnóstico de TID, la falta de una evaluación más
exhaustiva, las puntuaciones superiores al punto de corte del SIMS y el perfil encontrado en personalidad (histriónico,
narcisista, antisocial) pueden poner en duda la hipótesis de la presencia de un trastorno disociativo. Existen muchas similitudes
entre el trastorno y la simulación en relación al reconocimiento de las otras personalidades. No hemos de olvidar que el estudio
de Giesbrecht, Lynn, Lilienfeld y Merckelbach (2008) propone que las personas que simulan suelen ser indistinguibles de las
personas diagnosticadas con el trastorno, ya que hay una influencia social en la etiología del trastorno.

De cara a líneas de investigaciones futuras sería aconsejable hacer una evaluación más amplia, utilizando instrumentos
específicamente desarrollados para el diagnóstico de los trastornos disociativos, como la Escala de Experiencias Disociativas
(DES; Bernstein y Putnam, 1986) o la Entrevista Estructurada Clínica Diagnóstica para los Trastornos Disociativos (SCID-
D; Steinberg, 1993), que suele dar resultados más altos en severidad para personas diagnosticadas con el trastorno que para
simuladores (Welburn et al., 2003), estudiar el perfil del paciente para ver si se encuentran otras características comúnmente
relacionadas con la disociación, como la sugestionabilidad (Dienes et al., 2009) o el fantaseo (Merckelbach, Horselenberg y
Schmidt, 2002), y la posible presencia de sintomatología somatomorfa (Nijenhuis, Spinhoven, Van Dyck, Van der Hart y
Vanderlinden, 1996) y profundizar en la evaluación de procesos cognitivos (Kong et al., 2008). Del mismo modo, con el objetivo
de esclarecer la hipótesis de la simulación, sería necesario ampliar, si se pudiera, la evaluación a otras fuentes de información
cercanas al paciente y precisar la posible existencia de beneficios externos objetivables (González Ordi et al., 2008).

En este caso, dado que el paciente se encontraba ingresado en la unidad de agudos, mostrándose estable, fue dado de alta y
no se dispuso del tiempo suficiente para profundizar adecuadamente en el caso. Además, la falta de instrumentos para el
diagnóstico de este trastorno en el momento del ingreso también supuso una dificultad añadida a la hora de evaluar y realizar
un diagnóstico diferencial. En esta línea, sería importante poder contar con más estudios sobre este trastorno poco conocido y
que a veces puede ser infradiagnosticado, cuando no simplemente mal diagnosticado (Sarbin, 1997), de cara a la realización de
intervenciones y seguimientos adecuados.

Conflicto de intereses

Los autores de este artículo declaran que no tienen ningún conflicto de intereses.
Financiación

Este trabajo ha sido financiado por el Vicerrectorado de Investigación e Innovación de la Universidad Camilo José Cela.

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1. Descarga de emociones y/o afectos vinculados a recuerdos o experiencias generalmente penosas de la infancia que han
sido reprimidas por el paciente.

2. Palabra utilizada en inglés, de forma despectiva, para denominar a los novatos o principiantes.

LOS 10 CASOS REALES CON TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD QUE INSPIRARON ‘MÚLTIPLE’

M. Night Shyamalan ha dirigido ‘Múltiple‘ (Split) y cuenta la historia de un hombre llamado Kevin (James McAvoy) que sufre de
un trastorno de personalidad múltiple. Su enfermedad se manifiesta con 23 personalidades diferentes que aparecen
inesperadamente. Una de sus personalidades decide secuestrar a tres adolescentes y encerrarlas en una habitación sin
ventanas. Las chicas consiguen convencer a una de las personalidades de Kevin para dejarlas salir antes de que aparezca su
personalidad número 24 – un monstruo sin piedad.

Aprovecho esta película para hablaros sobre el Trastorno de Identidad Disociativo (TID), popularmente conocido como el
Trastorno de Personalidad Múltiple; un trastorno bastante raro y especial. Normalmente aparece como resultado de
una infancia de abusos y traumas. Si se cura a tiempo, las personalidades se pueden fusionar en una. Pero si no se cura,
puede que vayan apareciendo más y más personalidades.

Aunque ‘Múltiple‘ estigmatiza esta enfermedad mental, da a conocer todos los problemas relacionados con la salud mental
para ayudar a las personas que lo sufren. Sobre todo, ayuda a que deje de ser un tema tan tabú en nuestra sociedad.

Aquí tenéis algunos de los casos más famosos de personas con trastornos de personalidad múltiples. ¡Encontraréis desde
personas que sufrieron con 10 personalidades a otras que tuvieron hasta 100!

10. Louis Vivet

Número de personalidades: 10

Su historia inspiró: Dr. Jekyll y Mr. Hyde, una novela de Robert Louis Stevenson

Louis Vivet fue una de las primeras personas en ser diagnosticado con TID. El 12 de febrero
de 1863, su madre prostituta dio a luz a Louis. Lo ignoró casi durante toda su infancia y por ello,
cometió su primer crimen con solo 8 años. Vivet fue arrestado muchas veces y vivió en un
correccional hasta los 18 años.

Su trastorno se manifestó cuando tenía 17 años y sus personalidades aparecieron cuando empezó a trabajar en una viña.
Una víbora se envolvió alrededor de su mano y aunque no le mordió, le causó un trauma. Empezó a sufrir convulsiones y se
quedó paralizado de cintura hacia abajo. Sus síntomas no eran físicos, sino psicosomáticos. Por ello, fue enviado a
un psiquiátrico y su trastorno se complicó aún más. Se convirtió en una persona totalmente nueva, con personalidad propia y
sin reconocer a nadie que era cercano a él.

Entre 1880 y 1881 lo cambiaron varias veces de asilos para tratarlo con diferentes técnicas como la hipnosis y metaloterapia.
Más adelante, un doctor pudo diagnosticarlo bien y descubrió que tenía 10 personalidades diferentes; cada uno con sus rasgos
e historias.

9. Lurancy Vennum, el Watseka Wonder

Número de personalidades: Unspecified

Su historia inspiró: The Possessed, un documental/mini-serie de


SyFy de 2009

Muchos cínicos dirán que el Watseka Wonder no fue nada más que
una falsa posesión espiritual. Lurancy Vennum creyó que estaba
siendo poseída por Mary Roff, una chica que murió unos años antes que ocurriera todo esto.

Vennum era de Watseka, Illionis y su caso fue llamado ‘Watseka Wonder’ porque sufrió ataques epilépticos que a veces la
dejaban inconsciente; cuando se despertaba le decía a su familia que había ido al cielo y había visto los ángeles de sus
hermanos fallecidos. Cuando empezó a sufrir más ataques epilépticos, los médicos recomendaron a la familia que la ingresaran
en un psiquiátrico. Asa B. Roff, su vecino, convenció a la familia que sus experiencias eran reales y que no la ingresasen.

Lurancy estaba “poseída” por diferentes espíritus, pero más adelante decidió que solo estaba poseída por Mary Roff, la hija
muerta de Asa Roff. Los Roffs acogieron a Vennum en su casa durante mucho tiempo. Los psicólogos descubrieron más
adelante que “Mary” solo se manifestaba cuando estaban presentes los Roff.

Años más tarde, Lurancy volvió a su casa y se casó con un hombre que no creía en el espiritismo. A partir de entonces, “Mary”
dejó su cuerpo y no se volvió a manifestar nunca más.

8. Judy Castelli

Número de personalidades: 44

Castelli sufrió durante años de abusos físicos y sexuales; luchó con las voces que tenía dentro de su cabeza y de una
depresión. Fue hospitalizada varias veces por serias autolesiones y varios intentos de suicidio, y cada vez que iba, la
diagnosticaban equivocadamente de esquizofrenia crónica.

Aún así, Judy ha tenido una buena vida artística. En 1980, una de sus personalidades, empezó su carrera como cantante en
clubs del barrio de Greenwich de Nueva York. Incluso estuvo a punto de firmar con Columbia Records pero echaron el hombre
que estaba a cargo de ella y se quedó con las ganas. Eso sí, aunque no pudo sacar un álbum con la discográfica, Castelli cantó
en una reconocida obra de off-broadway, Bottomline.

Fue correctamente diagnosticada en 1994 y descubrieron que tenía 44 personalidades múltiples: escritores, músicos,
escultistas, etc.
7. Herschel Walker

Número de personalidades: Aproximadamente 12

Herschel Walker fue jugador profesional de fútbol americano y experto en artes


marciales. También es dueño de una empresa de alimentos. A simple vista
parece una persona exitosa muy normal, pero en realidad, por dentro está
luchando con un trastorno muy difícil de llevar. Fue diagnosticado con TID
después de retirarse del fútbol americano. De niño siempre le habían
hecho bullying por su peso y porque tartamudeaba. Pero Herschel luchó hasta
que pudo superar a todo el mundo académica y atléticamente.

Herschel creó otra persona dentro de él: una persona que nunca se rendiría; casi como un súper humano. Y dejó que lo
dominara completamente.

Hizo una entrevista para CBN y describió su lucha contra el TID:

“Cuando empiezas a ponerte un sombrero – un sombrero rojo que te pones para jugar a fútbol, y te pones el sombrero blanco
para estar en casa y uno azul para ir a trabajar. Pero de repente cuando sales de casa, te pones el sombrero rojo; te lo pones
en casa. Te lías con tantos sombreros. Así que ahora, esa agresividad que tienes en el campo de fútbol lo tienes en casa
porque te has puesto el sombrero equivocado.”

En 2008, Herschel escribió un libro llamado Breaking Free: My Life with Dissociative Identity Disorder donde contó todas sus
experiencias para que todo el mundo entendiera mejor su trastorno.

6. Truddi Chase

Número de personalidades: 92

Su historia inspiró: Voices Within: The Lives of Truddi Chase, una TV


movie de 1990

Las personalidades de Truddi nunca chocaron entre ellas y eran


bastante conscientes de su presencia en el cuerpo de Truddi. Ella los
llamaba “the troops” (en castellano, escuadrón o tropas) y no querían
que se fusionaran porque habían pasado demasiadas experiencias juntos.
Truddi afirma que fue abusada física y sexualmente por su padrastro cuando tenía dos años, mientras que su madre abusó de
ella emocionalmente durante 12 años. Se dedicaba a la inmobiliaria, pero era incapaz de trabajar bien. Es cuando decidió ir a
un psiquiatra y descubrieron que tenía trastorno de personalidad múltiple… ¡y tenía 92 personalidades diferentes! Su
personalidad más joven tenía cinco años y se llamaLamb Chop (en castellano, chuletas de cerdo) y el más viejo era Ean, un
filosofo y poeta irlandés de 1000 años.

Ella y su psiquiatra escribieron juntas sus experiencias con TID en un libro llamado When Rabbit Howls. El libro fue adaptado a
una miniserie.

5. Robert Oxnam

Número de personalidades: 11

Robert Oxnam nunca fue abusado de pequeño. De hecho, investiga y estudia la cultura china.
Trabajó como consultor privados en asuntos y culturas chinas pero se volvió alcohólico en 1989.
Cuando decidió dejar su terapia para poder dejar el alcohol, de repente apareció Tommy, un
joven enfadado que vivía en un castillo. Más adelante aparecieron otras 10 personalidades que
hablaban sobre sus terribles vidas.

Después de muchos años de terapia, consiguió reducir sus personalidades a tres: Robert o Bob, su personalidad
principal; Bobby, un hombre muy feliz al que le encanta patinar en Central Park; y Wanda, una budista. Wanda era parte de otra
personalidad que era una bruja, pero acabó enamorándose del budismo por su amor a la cultura china.

En 2005, Oxnam escribió una memoria llamada A Fractured Mind: My Life With Multiple Personality Disorder.

4. Kim Noble

Número de personalidades: 100

¿Cómo sería vivir con 99 personas que controlan tu vida? Kim Noble vive con este problema y
llega a tener hasta cuatro o cinco personalidades al día.

Kim nació en Inglaterra en los años 60 a una familia infeliz de obreros. Desde pequeña
sufrió abusos físicos y podría haber contribuido a los problemas mentales que sufrió desde que
era adolescente. De hecho, Kim dijo que sus personalidades más destructivas aparecieron
cuando tenía unos 20 años. Julie era una de ellas; Kim era conductora de una furgoneta y un
día apareció Julie mientras conducía y la hizo chocarse contra varios coches aparcados.

Otra experiencia destructiva fue cuando una de sus personalidades llamada Hayley fue involucrada en una red de pedófilos.
Cuando Kim pudo recuperar el control, fue directa a la policía. A partir de ahí, empezó a recibir amenazas de muerte, alguien le
lanzó ácido a la cara y casi quemaron su casa.

Finalmente, en 1995, Kim fue diagnosticada con trastorno de identidad disociativo y está siendo tratada desde entonces. Por
suerte, ahora una de sus personalidades más calmadas y responsables, Patricia, se ha convertido en la personalidad
dominante.

Kim trabaja como artista y ha escrito un libro llamado All of Me: How I Learned to Live with the Many Personalities Sharing My
Body.

3. Chris Costner Sizemore

Número de personalidades: 22

Su historia inspiró: Las tres caras de Eva, una película de 1957

A diferencia de la mayoría de personas que aparecen en esta lista, Chris Costner


Sizemore vino de una buena familia. Uno de los incidentes que desencadenaron su TID fue
cuando vio como sacaban a un hombre de una zanja cuando ella tenía dos años. Ese evento le
cambió toda la vida.

De mayor, empezaron a aparecer diferentes personalidades y comenzaron a cambiar su vida. Cuando dio a luz a su hija Taffy,
una de sus personalidades, ‘Eve Black‘, intentó estrangular al bebé; por suerte, ‘Eve White‘ pudo pararla.

Dr. Corbett H. Thigpen le diagnosticó trastorno de personalidad múltiple y mientras la trató, salió otra personalidad. Cris vio un
total de 8 psiquiatras en los últimos 25 años y tuvo 22 personalidades diferentes. ¡A veces hasta podía
tenía tres personalidades a la vez!
Finalmente, en 1974, después de cuatro años de terapia con Dr. Tony Tsitos, consiguieron fusionar todas las personalidades en
uno. Su caso fue compilado por Dr. Thigpen y Hervery M. Cleckley en un libro llamado Las tres caras de Eva. Más adelante fue
adaptado en una película.

2. Shirley Mason

Número de personalidades: 16

Su historia inspiró: Sybil, una miniserie de 1976

Shirley Mason nació el 25 de enero de 1923 en Dodge, Minnesota, a una madre sádica.
Las dificultades de su infancia eran inimaginables; la madre de Shirley solía
darle enemas para llenar su estómago de agua fría.

Cuando se hizo mayor, perdía la consciencia y se “despertaba” en otras ciudades sin saber cómo había llegado allí. Una de sus
peores experiencias fue cuando se encontró en una tienda delante de varios productos caros sin saber cómo había llegado.

En 1954, Shirley buscó ayuda para intentar tratar sus problemas mentales. Mantuvo una larga relación con Dr. Cornelia Wilbur.
Durante las terapias, las personalidades empezaron a aparecer, hasta un total de 16 personalidades diferentes. Más adelante
Shirley admitió que algunas de estas personalidades eran falsas. A partir de entonces, Shirley se convirtió en adicta a los
barbitúricos y se volvió muy dependiente de Dr. Cornelia, que pagaba sus deudas y le daba dinero.

1. Billy Milligan

Número de personalidades: 24

Su historia inspiró: The Crowded Room, una película que será retratada por Leonardo DiCaprio

Esta historia parece que haya salido directamente de una película thriller – excepto que realmente
ocurrió a finales de los 70. Ohio State University se hizo famoso por tres secuestros que ocurrieron
entre el 14 y 26 de octubre en 1977. Las mujeres fueron llevadas a una zona apartada donde fueron
robadas y violadas. Las víctimas tenían diferentes testimonios sobre la personalidad del sospechoso.
Una afirmó que tenía acento alemán. Otra dijo que el chico era realmente agradable. Físicamente,
describieron al mismo chico, pero sexualmente, los ‘sospechosos’ no podrían ser más diferentes.

Todas las pruebas condujeron a la polícia a Billy Milligan, un joven de 22 años. Le hicieron pruebas psicológicas y fue
diagnosticado con TID de 24 personalidades diferentes. La defensa afirmó que dos de las personalidades fueron los que
cometieron los crímenes: Ragen, un hombre de Yugoslavia y Adalana, una lesbiana.

Billy fue el primer estadounidense en recibir un veredicto “no culpable” por un jurado debido a su trastorno. En lugar de
encarcelarlo, fue confinado en un psiquiátrico hasta 1988. Dicen que todas sus personalidades se fusionaron en uno.

Daniel Keyes, un autor muy reconocido, escribió la biografía de Billy Milligan en un libro llamado ‘La Extraordinaria Mente de
Billy Milligan’.

La mujer ciega que puede ver cuando cambia de personalidad


Lucía BlascoBBC Mundo

Una mujer con trastorno de personalidad múltiple y más de 10 identidades diferentes, que puede ver cuando adopta una de
ellas, ayudó a comprender mejor cómo el cerebro puede controlar el flujo de información visual.

Tenía 33 años cuando visitó por primera vez la clínica psiquiátrica del doctor alemán Bruno Waldvogel, acompañada de su
perro lazarillo, como acostumbraba desde hacía más de 10.

Había perdido la visión por completo, hacía concretamente 13 años, tras sufrir un accidente traumático del que los médicos no
quieren dar detalles.

En ese momento había sido diagnosticada con ceguera cortical, causada –de acuerdo con su informe médico– por el daño
cerebral ocasionado durante el incidente.

Pero los motivos que le llevaron a la clínica del doctor Waldvogel nada tenían que ver con su ceguera.

La protagonista de esta historia, que responde a las iniciales de B.T., sufría, además, trastorno de identidad
disociativo (personalidad múltiple), un desorden mental que ya padecía antes del traumático evento.
"Presentaba más de 10 personalidades", reza el informe emitido por el doctor Waldvogel y el profesor asociado de psicología
médica del Instituto de Medicina Psicológica de Munich (IMP), Hans Strasburger, quien también trató a la paciente.

"Cambiaba de identidad espontáneamente. En cada personalidad adoptaba un nombre, edad, género, aptitudes y
temperamento diferentes", se lee en el reporte, recientemente publicado en la revista especializada PsyCh Journal.

En el caso de B.T. cada identidad tenía un nombre, género y características diferentes. Incluso hablaban distintos idiomas.

"En algunos casos, incluso hablaba distintos idiomas; a veces sólo inglés, otras alemán y, en ocasiones, los mezclaba", se
explica ahí.

Según el análisis médico, la paciente había vivido algunos años, durante su infancia, en un país de habla inglesa, por eso
conocía el idioma.

"Lo más sorprendente fue cuando, en la cuarta sesión de consulta, encarnando la identidad de un muchacho
adolescente, recuperó la visión de repente", le cuenta a BBC Mundo el profesor Strasburger.

"En algún lugar de nuestro cerebro, se genera nuestra personalidad".

"La paciente reconoció algunas palabras en el título de una revista".

"Al principio eran sólo letras, pero después, muy rápidamente, comenzó a visualizar objetos, hasta que llegó a
recuperar la visión por completo".

Los doctores comenzaron a utilizar técnicas hipnoterapéuticas, y la capacidad visual de B.T. "se extendió a otras identidades
o estados de personalidad", aseguran.

Ceguera "psicológica"

"Es increíble cómo esta paciente es capaz de cambiar de un estado a otro, de manera que a veces ve y otras veces no. Es el
primer caso que se conoce de estas características", dice Strasburger.

Según el especialista, ninguno de sus colegas había oído hablar de un caso parecido.

¿Cómo puede la mente controlar lo que vemos y quiénes somos?

Y Waldvogel y Strasburger llegaron a la conclusión de que el primer diagnóstico había sido equivocado: la ceguera de
B.T. no era cortical, porque no se debía al traumatismo craneoencefálico tras el accidente.

Se trataba de una ceguera "psicológica": una "perturbación psicógena de la visión", tal y como la describió Sigmund Freud
en 1910.

"No es algo tan raro, a veces sucede y es un concepto que se conoce desde hace muchos años", explicó Strasburger.

"Lo que nunca se había dado hasta ahora es que una persona pudiera ser ciega y ver a la vez, según la personalidad que
adopte", puntualizó.

Según el doctor, la paciente ya no está en terapia y su situación actual es la de una persona ciega que, a veces, puede ver.

Una de las conclusiones más interesantes, según Strasburger, son "las implicaciones de la capacidad cerebral para
controlar el flujo de información visual".

"Las personas con ceguera por daño cerebral difícilmente recuperan la visión y, si lo hacen, les cuesta muchos años", dijo.
"El hecho de que B.T. recuperara la vista repentinamente es muy revelador".

El cerebro, ese gran desconocido

El caso revela las implicaciones biológicas en desórdenes mentales.

En su caso, para poder identificar la actividad cerebral de la paciente, los médicos colocaron unos electrodos en la parte
posterior de su cabeza, con el objetivo de medir la respuesta del sistema nervioso central a los estímulos sensoriales, lo que se
conoce como "potencial evocado" (VEP, por sus siglas en inglés).

"Normalmente, la información viaja desde el ojo hasta el tálamo (en el centro del cerebro) y después a la parte posterior, hasta
la corteza visual".
Pero los psiquiatras descubrieron, gracias a esta técnica, que la información se "bloqueaba" en el cerebro de B.T. y no
llegaba a su destino final.

"Este caso muestra cómo el cerebro es capaz de bloquear información y también revela que hay una base biológica en los
trastornos visuales psicógenos y de personalidad múltiple", sostiene Strasburger.

El especialista asegura que muchas personas creen que quienes padecen ceguera psicológica "fingen no ver", pero esto no es
así porque, de hecho, "hay mecanismos en el cerebro que se lo impiden".

De acuerdo con los doctores, el caso de B.T. demuestra que las diferencias entre los estados de la personalidad "varían según
la información sensorial y tienen fundamentos biológicos".

"Ahora mismo tú y yo estamos teniendo una conversación. Tú tienes tu personalidad y yo tengo la mía. Pero éstas son, de
alguna forma, inventadas: se generan en alguna parte de nuestro cerebro", asegura Strasburger.

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