Compañías japonesas paralizan actividades en China
Varias compañías tecnológicas y automotrices japonesas anunciaron el lunes la
parálisis de sus operaciones en China, tras una oleada de protestas nacionalistas originadas en la disputa por la soberanía de las llamadas Diaoyu (China) o Senkaku (Japón), 8 diminutas islas cubiertas de vegetación. Los ánimos acabaron de exacerbarse el miércoles, cuando Tokio anunció la compra de tres de los islotes. Desde entonces, autoridades y medios de comunicación chinos han avivado los sentimientos 'anti-japoneses', alentando manifestaciones en al menos cien de las principales ciudades del país y orquestando un boicot a los productos nipones cuyas consecuencias económicas ya se han empezado a notar en los balances de las empresas. También se han repetido en los últimos días los ataques contra fábricas, restaurantes, mercados, cadenas comerciales, e incluso carros de marcas japonesas. Por lo general, la policía ha permitido las movilizaciones, aunque vigilándolas de cerca e interviniendo, incluso con fuerzas antidisturbios, para frenar la violencia y evitar que se les fuese de las manos. Desde el sábado y para evitar mayores destrozos, decenas de empresas japonesas han ido anunciando que cerrarán sus puertas hasta que los ánimos se calmen. Desde las fábricas de Panasonic a las tiendas de Seven Eleven, pasando por las cadenas de montaje de Toyota, muchas amanecieron el lunes con las puertas cerradas. Algo parecido sucedía con los restaurantes de comida nipona, algunos de los cuales colocaron en sus puertas enormes banderas con los colores de la China comunista para complacer a los manifestantes ultranacionalistas. La asfixia económica contra los intereses japoneses es una estrategia de presión que muchos académicos y asesores chinos llevan tiempo reclamando en los medios de comunicación en las últimas semanas. Se trata, sin embargo, de una táctica totalmente insostenible a medio plazo, ya que la segunda y tercera economías del mundo son gigantes interdependientes. Y es que si Japón vendió a China unos 150.000 millones de euros en 2011, el gigante asiático exportó a su vez unos 115.000 millones. Iniciar una "guerra económica" es algo que no interesa a ninguno de los dos gobiernos. La tensión acumulada ha despertado la preocupación del otro gran actor de Asia- Pacífico, de Estados Unidos. El secretario de Defensa, Leon Panetta, pidió el lunes "calma y contención en ambos bandos". Lo hizo desde suelo japonés, después de un encuentro con ministros nipones que estaba programado desde hacía tiempo. Por la tarde, Panetta cogió otro avión hacia China, donde se reunirá este martes con su homólogo, Linag Guanglie y con el vicepresidente Xi Jinping, llamado a suceder al presidente Hu Jintao al frente del país en el congreso que se debería celebrar el mes que viene. La 'intermediación' de EEUU en los asuntos territoriales del Pacífico es algo que a China no le hace ninguna gracia, como ya le dejaron claro a la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, durante su última visita. Dicha reticencia es lógica, ya que Japón es un aliado prioritario de Washington. La tensión podría aumentar en los próximos días. Según la agencia japonesa 'Kyodo', se espera la inminente llegada de unas 1.000 barcas pesqueras a las islas en disputa. El gesto podría aumentar la tensión e inflamar aún más los ánimos. "Si los barcos se acercan a las islas, podría haber un accidente con las patrulleras japonesas", advirtió Kyodo. Además, el fervor anti-japonés podría alcanzar su momento álgido este martes, cuando en China se conmemora el Día de la Humillación. El 18 de septiembre de 1931 las tropas invasoras iniciaron la guerra contra China. Desde la liberación, cada año se realizan todo tipo de actos para recordarlo, actividades en las que suelen participar las escuelas. La disputa de las islas Diaoyu/Senkaku hace que la cita tenga hoy un contenido emocional añadido. Con todo, dentro y fuera de China pocos dan credibilidad a los tambores de guerra que han retumbado en los últimos días en algunos diarios ultranacionalistas chinos y que han sido exagerados por varios medios de comunicación occidentales. Y es que, aunque podrían esconder un pequeño yacimiento de petróleo bajo sus aguas y gozan de una relativa posición estratégica, nadie considera que la soberanía de las Diaoyu/Senkaku sea motivo para desatar una guerra. El pulso entre Tokio y Pekín parece motivado, más bien, por cuestiones políticas y por la rivalidad que mantienen ambos gobiernos para redefinir el equilibrio de poderes en el Pacífico. China, potencia ascendente, y Japón, potencia descendente, atraviesan momentos complicados. En Pekín, el Partido Comunista afronta una renovación de la cúpula en medio a escándalos y a una creciente división interna, mientras se teme una desaceleración de su boyante economía. Japón, mientras tanto, arrastra una interminable crisis que ha generado una importante frustración social en los últimos años, haciendo que resuciten las banderas ultranacionalistas. El auge de China como superpotencia se observa desde Tokio como una evidencia más de este declive y ganan terreno los políticos que prometen plantar cara al gigante comunista.