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de este dominio, es decir, todos los valores, son puestos y llevados a efecto
por medio de una completa “maquinalización” de las cosas y por medio de la
selección del hombre”. Esta brillante idea concluye con la siguiente exigencia
jurídica: “Sólo cuando la subjetividad incondicionada de la voluntad de poder
se ha convertido en la verdad del ente en su totalidad es posible, es decir,
metafísicamente necesaria, la institución [Prinzip. Cursiva de Heidegger] de
una selección racial [Rassenzüchtung], es decir, no la mera formación de razas
que crecen por sí mismas sino la noción de raza que se sabe como tal. [Así
como la voluntad de poder no es pensada de modo biológico sino ontológico,
así tampoco la noción nietzscheana de raza tiene un sentido biologista sino
metafísico]” (Heidegger 2000a, pp. 249 y 250). Lo que va entre corchetes es un
añadido para la edición de 1961. Es muy posible que alguien le señalara al filó-
sofo que la idea era muy fuerte: seguir defendiendo la selección racial después
de la guerra. Yno pocos investigadores se siguen aferrando ahí para demostrar
las bondades que Heidegger ocultaba ante los nazis desde su resistencia espir-
itual. Pero están completamente equivocados o, como afirma George Steiner,
“ya prefieren seguir ciegos”. En efecto, si Heidegger hubiera dejado la selec-
ción racial en manos de Darwin hubiera sido expulsado de la universidad no
por judío, obviamente, sino por profesar una ciencia liberal, la biología, que
aún nos sigue recordando la contingencia del ser humano frente a esa volun-
tad de poder del “destino histórico” del ser.
No le pido al lector que se rompa la cabeza intentando resolver este prob-
lema. Pero, dirá un comerciante, un abogado, una doctora, una agente de
tráfico, una periodista, ¿y qué tiene que ver la ontología y la metafísica con
la selección racial? Creo que los que nos dedicamos a esto tenemos la obli-
gación de dar la cara en vez de mirar hacia otra parte como si no hubiera
pasado nada. Pero, todo lo contrario, nos atrincheramos en nuestros impeca-
bles y lineales curricula porque, aunque amantes de la sabiduría, el ensayo de
autocrítica está muy bien siempre que lo hagan otros. Este, desde luego, no es
el lugar; sin embargo, fue gracias a un excelente comentario de Mario Vargas
Llosa a los libros de Víctor Farias y Hugo Ott por lo que el gremio despertó, si
no del sueño dogmático, al menos del cómodo silencio académico imperante.
El escritor sencillamente, nada más y nada menos, centraba el problema que
los propios filósofos no estábamos dispuestos a discutir: “¿Debemos aceptar,
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Referencias
Actas del I Congreso Internacional de Fenomenología y Hermenéutica, Universidad Andrés
Bello, Santiago, 2008.
Faye, E., 2009, Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía, Akal, Madrid.
Heidegger, M., 2000a, La metafísica de Nietzsche, Ediciones Destino, Barcelona.
————, 2000b, Nietzsche, 2 vols., Ediciones Destino, Barcelona.
Nietzsche, F., 2003, El caminante y su sombra, 2 vols., EDIMAT, Arganda del Rey.
Vargas Llosa, M., 1993, “Führer Heidegger”, El País, Madrid, 5 de septiembre.