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Madre mía

Cuando los ojos a la vida abría,

al comenzar mi terrenal carrera,

la hermosa luz que vi por vez primera

fue la luz de tus ojos, ¡madre mía!.


Y hoy que, siguiendo mi escarpada vía,

espesas sombras hallo por doquiera,

la luz de tu mirada placentera

ilumina mi senda todavía.

Mírame, ¡oh madre!, en la postrera hora,

cuando a las sombras de mi noche oscura

avance ya con vacilante paso.

Quiero que el sol que iluminó mi aurora

sea el mismo sol que con su lumbre pura

desvanezca las brumas de mi ocaso.

Rafael Escobar Roa

Apegado a mí, un poema para las mamás


Velloncito de mi carne,

que en mi entraña yo tejí,

velloncito friolento,

¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol

escuchándole latir:

no te turben mis alientos,

¡duérmete apegado a mí!

Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,

no te sueltes de mi pecho:

¡duérmete apegado a mí!

Yo que todo lo he perdido

ahora tiemblo de dormir.

No resbales de mi brazo:

¡duérmete apegado a mí!

Gabriela Mistral
Versos a mi madre. Poema para las mamás
Mi madre es un poema

de blanca cabellera,

que tiene a flor de labios

un gesto de perdón.

Cuando tras larga ausencia regreso

ella me espera,

me abraza como a un niño,

me besa con pasión.

Mi madre es pequeñita

igual que una violeta,

lo dulce esta en su alma,

el llanto en el adios.

Es dueña de mis sueños,

aunque no soy poeta,

los versos a mi madre

me los inspira Dios.

Que linda que es mi madre

que suerte es tenerla y

que dichoso al verla


feliz en el hogar

Radiante de alegría

al lado de sus hijos

cuidando sus nietitos

que santa que es mi madre,

Bendícela, si, bendícela Señor.

Mi madre es una rosa

de pétalos ajados

que guarda su perfume

muy junto al corazón.

Viviendo nuestra angustia

no se lo que ha llorado

por eso al mencionarla

me embargo de emoción.

Mi madre es como un cromo

de mágica paleta

Canción dolor ternura

de todo hay en su voz

Es dueña de mis sueños,

aunque no soy poeta,

los versos a mi madre

me los inspira Dios.

Que linda que es mi madre

que suerte es tenerla y

que dichoso al verla

feliz en el hogar.

Julio Jaramillo
Estaba oscuro...

Solo el rayo de la luz de tus ojos.


Me enseñaste a respirar
y tus entrañas acariciaban mi frágil cuerpo.
Soñaba con colores
y te imaginaba hermosa,
fueron nueve meses en un mundo rosa.
Crecí de a poco con tu calor
me alimentaba con tus caricias
y frases de amor.
El momento llegaba
iba a conocerte,
estaba muy protegida
con miedo de perderte...
Se hizo la luz
una mañana de febrero,
mamá ahí estabas tú
tan maravillosa y tan dulce
como te había imaginado.
Aprendí con el correr del tiempo
y en mis andanzas peligrosas
de cada uno de tus consejos
valorados en cada acto
de mis diecinueve años,
y soñando cada vez
que me encuentro lejos,
con tus palabras
que envuelven mis vivencias
y acobardan los miedos
de mi juventud.

Luciana Carelli

Poema 1
Sólo el amor de una Madre apoyará,
cuando todo el mundo deja de hacerlo.
Sólo el amor de una Madre confiará,
cuando nadie otro cree.

Sólo el amor de una Madre perdonará,


cuando ninguno otro entenderá.

Sólo el amor de una Madre honrará,


no importa en qué pruebas haz estado.

Sólo el amor de una Madre resistirá,


por cualquier tiempo de prueba.

No hay ningún otro amor terrenal,


más grande que el de una Madre.
Poema 2
Sólo en sueños,
sólo en el otro mundo del sueño te consigo,
a ciertas horas, cuando cierro puertas
detrás de mí.
¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan,
y ahora estoy preso en su sortilegio,
atrapado en su red!
¡Con qué morboso deleite te introduzco
en la casa abandonada, y te amo mil veces
de la misma manera distinta!
Esos sitios que tú y yo conocemos
nos esperan todas las noches
como una vieja cama
y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen.
Me gusta decirte lo de siempre
y mis manos adoran tu pelo
y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre.
Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo,
y con mi mano en tu boca, te busco y te busco.
A veces lo recuerdo. A veces
sólo el cuerpo cansado me lo dice.
Al duro amanecer estás desvaneciéndote
y entre mis brazos sólo queda tu sombra.
Poema 3
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.


Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,


o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa


quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,


ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!


Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!


(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;


en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
Poema siguiente
Tu mirada de amor
descubre lo que otros no quieren ver.
Tu nobleza
te hace apreciar lo que los demás desprecian.
Tu amor desinteresado
te hace defender a los pequeños
que otros atacan o menosprecian.
Tu presencia
despierta confianza, amor a la vida
y esperanza en un futuro mejor.
Poema siguiente
Yo te miré a los ojos
cuando era niño y bueno.
Tus manos me rozaron
Y me diste un beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,


Y las noches tienen las mismas estrellas.)

Y se abrió mi corazón
Como una flor bajo el cielo,
Los pétalos de lujuria
Y los estambres de sueño.
(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)

En mi cuarto sollozaba
Como el príncipe del cuento
Por Estrellita de oro
Que se fue de los torneos.

(Los relojes llevan la misma cadencia,


Y las noches tienen las mismas estrellas.)

Yo me alejé de tu lado
Queriéndote sin saberlo.
No sé cómo son tus ojos,
Tus manos ni tus cabellos.
Sólo me queda en la frente
La mariposa del beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,


Y las noches tienen las mismas estrellas.)
Poema siguiente
Madre: cuéntame un cuento de ésos que se relatan
de un curioso enanito o de una audaz sirena;
tantos que de los genios maravillosos tratan.
Esas lindas historias que conoces. ¡Sé buena!

Dime de caballeros que a princesas rescatan


del dominio de monstruos —dragón, buitre, ballena—;
donde nadie se muere y los hombres no matan,
historias en países que no saben de pena.

Cuéntame un cuento, madre, que me quiero dormir


escuchando tu voz, asido de tu mano;
como Hansel y Gretel, seré en sueños tu hermano,
aunque en sombra andaremos tras de la misma senda
y escribiremos juntos nuestra propia leyenda,
y, tal vez, como chicos, dejarás de sufrir.
Poema siguiente
Durante aquella hora, quien se halle en el terrado
no retorne a buscar sus muebles bajo el techo,
pues —de dos en un campo—uno será librado
y el otro abandonado. (O de dos en el lecho.)

Dos mujeres moliendo, bien que trabajen juntas,


una será elegida, la otra rechazada.
Huelgan disquisiciones e inútiles preguntas
porque el Señor lo ha dicho: Su Palabra está dada.

(Soñamos el milagro: la que elige el Señor


apresa de la mano —por llevarla consigo—
a la otra en abandono, y pone tal fervor
en librar aquel ser del eterno castigo,
que Dios, al verla, dice: —La ha salvado tu amor.
Puedes venir con ella. Y ella venir contigo.)
Poema siguiente
Te fuiste de mi lado.
En silencio fue tu partida.
Mi corazón se ha desangrado
por tan súbita despedida.

Tu espíritu luchador
a la vida se aferraba.
Más Dios, desesperado,
a su lado te llamaba.

En ángel te has convertido.


Velando por nosotros estás.
Aguardando que se cumpla la cita
de reunirnos en la eternidad.

Sin embargo, me parece tan lejos...


Quisiera ahora poderte abrazar.
Te busco, te llamo. No te encuentro.
Dime... ¿Cómo me he de consolar?

Tu amor incalculable
mis faltas por alto pasó.
Porque el querer de una madre,
ese, no tiene comparación.

Sé que en el cielo habitas.


Al lado de Dios has de estar.
Aguardaré paciente el día
en que nos volvamos a encontrar.

Entonces será para siempre.


Nada ni nadie nos podrá separar.
No temeré cuando llegue mi momento
pues tu presencia me confortará.

Me esforzaré por ganar el cielo


para no perderte nunca más.
Mientras tanto, guía mis pasos.
Ilumina mi senda, enséñame el camino.

Que tu presencia me rodee siempre


hasta que se cumpla mi destino.
Poema siguiente
Mi madre vino a la Tierra,
Con la esperanza
De romper lo malo y coser lo bueno,
Tijera y aguja en mano.

Su afán por matizar


Arcoiris y ternura,
Hizo un jardín de esperanzas
De donde brotaron tres espliegos,
Que a fuerza de arrullos,
Manos balsámicas,
Sortearon las travesías del pasado.

¡Qué cosas!
Estos corazones
No fueron humildes
Ni sencillos,
Como ella hubiera soñado.

Hoy,
Los días grises han desaparecido
Y nuestras almas se reencuentran…

Madre,
¡Ya no te afanes!

Ríete de la vida,
Olvídate de las dietas,
Y cosecha las flores con versos de amor,
Que nunca se escriben en vano.

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