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© de ldana
[1ª Parte]
1 ”Adiós Esther” © by ldana
2 ”Adiós Esther” © by ldana
Se acercaba el día del parto de Maca, y ésta cada día que pasaba veía como Esther
se distanciaba más de ella, doblaba turnos, hacia guardias, había dejado de besarla por las
esquinas del hospital de la misma manera que se mostraba mucho más fría en casa de lo
que era habitual en ella. Maca no sabía muy bien que es lo que estaba ocurriendo y cada
vez que le preguntaba al amor de su vida, ésta siempre le contestaba lo mismo, nada.
Esperó que Esther llegara del trabajo pues ella ya se había tomado los días de
descanso para prepararse ante el parto, entonces sacó fuerzas y decidió plantear
seriamente la situación.
E_ Maca por favor, ¡vale ya eh! –le protestó sin dejarle terminar de hacer la pregunta
mientras se llenaba un vaso de leche.
M_ Pero Esther no te das cuenta que no podemos seguir así, ¿qué es lo que te pasa?,
¿has dejado de quererme?, ¿hay otra persona, quizás?.
E_ Bueno, como veo que la noche va a ser de preguntas tontas, me voy a dormir estoy
cansada.
M_ ¿A dormir? –Maca se había levantado y le sujetaba el brazo con fuerza mientras fundía
sus ojos en los de Esther que no asomaban como siempre, esa mirada de amor infinito-.
Esther.
E_ ¿Ya?.
Las visitas de todos sus compañeros, los regalos, la primera toma del bebé del
pecho, todo, para las dos tenía un significado distinto. Y fue Teresita quien se dio cuenta
de que algo entre ellas estaba pasando, con su característico olfato de problemas, se
acercó a Esther y le preguntó.
T_ Pues hija, a mí me parece que no ¿eh?. Desde que estoy aquí, no te has acercado a
ella, ni le has dado un beso, ni le has dicho nada.
T_ ¿Y qué?, eso nunca os importó, aún recuerdo cuando os ibais besando por los rincones
del hospital delante de todos, ¡no me vengas con cuentos!, algo os pasa.
E_ Maca yo...
M_ No, Esther déjame hablarte. ¿Puedes sentarte a mi lado? –ella se sintió estúpida por el
distanciamiento que guardaba. Se sentó mirándola con temor a los ojos pues algo había en
el rostro de su mujer, que no le gustaba, la conocía tan bien, que sabía que lo que le iba a
contar no le iba a gustar-. He decidido marcharme, Esther.
E_ ¿Pero de qué...?
M_ Déjame terminar por favor –Esther la miraba aterrorizada-. No sé muy bien que nos
está pasando, no entiendo que nos ha pasado, no sé si queremos lo mismo Esther, ¿sabes
cuánto tiempo hacía que no me habías besado? –Esther bajó sus ojos dolida-. ¿Dime, lo
sabes?.
E_ ¿Sabes cuánto tiempo hace que no me dices que me quieres? –se defendió bajo el
suspiro de Maca-. Sólo has pensado en ti y en el niño, me has excluido de tu vida Maca.
M_ Perdona, la que me ha excluido de sus días y sus noches, has sido tú. Has trabajado
no sé si más que en toda tu vida durante los últimos cuatro meses, ¡joder Esther no has
estado por mí! –ella se levantó enfadada y Maca se incorporó a duras penas por el dolor
que aún sentía.
E_ ¡Sí, tú!.
M_ Esto no tiene sentido, ningún sentido, cuando me den el alta me marcho a Jerez, creo
que hemos llegado a un punto sin retorno Esther.
M_ ¿Ah si?, y le has estado comprando juguetes al hijo de Toñi, has estado más pendiente
de ellos que de mí.
El día que Aimé le entregó el alta a Maca, los nubarrones anunciaban tormenta en el
cielo, de igual modo que en los corazones de las dos mujeres, ninguna había querido
volver a hablar del tema, ambas esperaban que la otra diera el paso para impedirlo, pero
se habían hecho daño por igual, se habían hecho un daño que quizá no sería reparable.
Por eso, el día que Maca subió al taxi que la llevaría a Jerez, Esther no pudo estar delante
viéndola partir. Estaba en casa, abrazada al camisón de Maca, llorando reprochándose
tantas cosas, rezando para que Maca hubiera cambiado de parecer, seguía pensando que
así lo haría, lloraba desconsoladamente cuando sonó la llave en la puerta....
De un salto se incorporó con rapidez, se secó las lagrimas, dejó el camisón sobre el
sofá escondiéndolo bajo un almohadón para no delatar su desesperación y fue a reunirse
con su gran amor, sin embargo al llegar a la puerta con quien se encontró fue con Teresa,
sus ojos no pudieron evitar llenarse de lagrimas y su reacción produjo en el rostro de la
mujer, un gesto de dolor.
T_ Esther cariño... –guardó silencio al ver que ella sólo lloraba, se acercó con cuidado a
ella, la abrazó y le habló con voz dulce-. Cariño, ¿qué ha pasado?, Maca me dio las llaves
de casa me dijo que viniera y te las entregara... ¡Esther por Dios que es lo que pasa!.
T_ ¡Ay hija mía!, yo pensaba que esto no pasaba con vosotras que estas peleas gordas
sólo las teníamos nosotros... bueno ya sabes... los matrimonios de... ¡ay deja eso no es
importante ahora! –hizo un ademán con sus manos, mientras sujetaba de la barbilla a
Ester mirándola con pena-. ¿Qué pasa Esther?.
Rompió a llorar sobre el pecho de su amiga, que no sabía como consolarla, decidió
quedarse a su lado un rato, la acostó en el sofá y le preparó una taza de té.
T_ Creo que será mejor que tomes esto –al ver la taza Esther rompió nuevamente a llorar-.
¿Y ahora qué te pasa? –le preguntó sorprendida por su reacción una atónita Teresa.
E_ Es la taza de Maca.
E_ Pero se fue, si me amara realmente hubiera venido aquí, a mi lado... no sé Teresa, ella
creo que no quiere estar conmigo... no quiere...
T_ ¡Cómo no va a querer!, no me digas más tonterías. ¿Qué motivo tienes tú para no estar
con ella?.
E_ Mira Teresa te agradezco tu preocupación, pero ahora quiero estar sola –le dijo con
tono seco.
T_ Está bien –contestó la mujer con un gesto contrariado pues seguía sin saber bien cual
era el problema-. Si necesitas algo, me llamas ¿eh?. Y haz el favor de llamar a Maca,
aclara esta situación.
Esther asintió con la cabeza, aunque su pensamiento era no llamarla, siempre que
Maca iba a Jerez, era ella quien lo hacia con su voz dulce y aterciopelada para explicarle
como había sido el viaje y de ese modo dejarla tranquila, mientras aún en la distancia le
susurraba lo mucho que la amaba. Esta vez, aquella llamada significaría mucho más que
ninguna de las realizadas con anterioridad, significaría que seguía pensando en ella,
significaría que esperaba que se reuniera con ella que le daba la oportunidad de
disculparse.
Eran más de las tres de la mañana, y el teléfono que Esther tenía entre sus manos,
no había sonado ni una vez, sus ojos seguían hinchados de tanta lagrima, y su corazón,
latía lentamente porque el dolor era tan grande que se sentía pesado. Estaba allí sola,
rodeada de todo lo que era Maca, de su ropa, de su olor, de su voz, de sus caricias, de sus
risas y sobre todo, rodeada de su fría ausencia.
T_ Buenos días Cruz –le dijo mirando sobre su hombro hacia la puerta.
C_ Oye –le hizo una mueca de media sonrisa divertida-. ¿Se puede saber a quien
esperas?.
C_ ¿Ah si? –le preguntó un tanto sorprendida-. Pues no debería ¿eh?, el niño es precioso.
T_ Calla que viene, mira que carita trae la pobre. Esther, Esther –la llamó bajo la mirada
triste de Cruz-. ¿Cómo llegó Maca cielo?.
E_ No lo sé.
C_ ¿Pero entonces se han separado? –le preguntó Cruz-. No lo entiendo, ahora que tienen
un niño, ¿se separan?.
T_ No sé Cruz, no sé que ha podido pasar, sin duda algo gordo para que Maca se haya
ido.
Las horas en el hospital se le estaban haciendo largas a Esther, por cada rincón que
pasaba, recordaba alguna escena con Maca, recordó el primer tacto de sus manos en su
cuerpo, aquel masaje, aquel primer beso en el cuello, su miedo y sus deseos al mismo
tiempo por ella. Cuando entró al ascensor, se le vino a la mente el primer beso y cuando
entró al cuarto de enfermeras para marcharse, la imagen feliz de Maca pidiéndole
matrimonio. Allí mismo se derrumbó, eran demasiados recuerdos, no podía soportar la
ausencia y distanciamiento de Maca, pero sin saber porque, su propio orgullo le estaba
matando, porque no le dejaba reaccionar.
E_ Sí.
C_ Muy bien –le sonrió algo preocupada por su mala cara-. Oye.. que... bueno que.... que
si necesitas ayuda, ya sabes.
Esther no le contestó, le agradeció su apoyo tan solo con una pequeña y triste
sonrisa.
E_ Ya no me quieres Maca, ahora lo sé –el sonido del timbre la volvió a sacar de su pena.
Se levantó murmurando-. Maca –sin embargo al abrir la puerta allí estaba su madre-.
¡Mamá!.
Durante mucho rato estuvieron hablando, Esther la miraba con los ojos rasgados de
lagrimas, y su madre le acariciaba con dulzura la cara, mirándola con pena.
En_ Hija mía, esto no puede quedarse así, debes ir con ella ¡y ya!.
Los días en el hospital para Esther iban cada vez a peor, siempre ausente de todo,
trabajaba por impulsos era como una autómata y aquello llamaba la atención de todos.
Pero si había alguien realmente preocupada era Teresa, ella había llamado en varias
ocasiones a Maca pero tenía el teléfono desconectado, no se atrevía a pedirle el número
de aquella mansión donde vivían sus padres a Esther porque sabía que se enfadaría con
ella. Sin embargo, sin dudarlo fue en su busca al cuarto de enfermeras decidida a
ayudarla.
T_ Esther me da pena preguntarte pero, ¿no sabes nada? –ella negó con la cabeza-. Esto
no puede seguir así, ¿por qué no me das su número de casa?, yo la llamaré.
T_ Mira si no quieres que le diga nada de ti, no le digo, pero quiero saber como está ella y
el niño. No sé si lo recuerdas pero yo soy vuestra madrina y no voy permitir que os
separéis, porque como esto siga así, de que os separáis ¡os separáis!. Así que venga,
dame el número.
E_ Haz lo que te dé la gana –le dijo con ira mientras le apuntaba el número en una hoja-.
Pero si ella no quiere saber nada de mí, yo tampoco.
T_ Esto pasa porque sois dos mujeres, ¡buenas somos las mujeres!, con vuestro orgullo
esto es el fin, ¡el fin! –elevó sus cejas tanto como sus manos-. ¡Pero es que, tú no tienes
ganas de ver a tu hijo!.
E_ No, Teresa, no. Pero mira, te voy a decir una cosa, si de verdad me aprecias ¡déjame
en paz!.
La vio marcharse con rapidez, al quedarse sola hizo un gesto contrariado mientras
miraba el papel, dando un toque con su dedo al mismo, ahora hablaría con Maca y sabría
que estaba pasando realmente. Y le diría en el estado en que se encontraba Esther, si
seguía así caería enferma y ella no estaba dispuesta a que las dos sufrieran por una
tontería.
Cuando al día siguiente Esther llegó al hospital, miró a Teresa pero ésta hizo como
si no la viera, se moría de ganas por preguntarle que le había dicho Maca, quería saber si
había preguntado por ella, pero decidió aguantarse las ganas, pasar de largo y tratar de
olvidarse.
V_ ¿Se puede saber que te pasa?, mira, si no estás en condiciones de trabajar prefiero
que te tomes unas vacaciones, y si tienes problemas aquí no los traigas, ¡o los solucionas
o te largas!
Al quedarse sola, negó con su cabeza pues sabía que Vilches tenía razón, no podía
continuar con aquella actitud. Pero echaba de menos tanto a Maca que no podía soportar
vivir sin ella y eso le estaba afectando a su trabajo, algo que en sus ya muchos años de
profesión nada lo había logrado, solo Maca. Entre estos pensamientos la sorprendió Cruz.
C_ Vamos Esther te necesito para una operación, ¡no pierdas tiempo de acuerdo!
Durante el rato que estuvo en quirófano, pudo olvidarse de Maca, Cruz no cesaba
de explicarle cosas de la operación y preguntarle por su opinión. Al salir, en la zona
séptica, mientras se lavaban, Cruz decidió ayudarla.
E_ Si, la verdad que de un tiempo a esta parte todo ha ido mal, por mi culpa supongo –dijo
con tono decaído elevando sus hombros.
C_ Pues arréglalo, lo que no puedes es sufrir y no hacer nada al respecto ¿vale? –clavó
sus ojos en los de Esther que ya estaban comenzando a llenarse de lagrimas-. Además, te
advierto de una cosa, en Jerez las mujeres son muy guapas. Maca te quiere y tú a ella, sea
lo que sea, soluciónalo antes que sea demasiado tarde.
Aquel comentario se clavó como una de las agujas que acababa de usar, en su
corazón. Tiró la toalla y fue directamente en busca de Vilches para informarle que iba a
tomarse unas vacaciones, él sonrió porque sabía que lo que iba a hacer era luchar por
Maca, y en el hospital todos querían volver a ver a las mujeres juntas. Después de
arreglarlo todo, salió en busca de Teresa, la mujer al verla, se mordió el labio inferior, en
señal de nerviosismo.
T_ Eso me dicen –le contestó con temor-. Pero mira, ¿sabes que vamos a hacer?, voy a
llamarte a un taxi, y te vas a Jerez, mira hija que allí las mujeres son muy guapas. Yo de ti
no tardaba en presentarme delante suya.
T_ Nada, nada, tú te vas, hablas con ella y arreglas la situación. Vamos, vamos, ¡venga a
qué esperas!. Voy a llamar al taxi.
T_ Ella quiere, no seas pesada. Mira ya sé que haremos, me voy contigo a tu casa, te
ayudo a poner algo en una maletita, y te vas. Venga que acabo ya.
Sin querer pensarlo más, Esther subió al taxi dirección Jerez, durante todo el
trayecto imaginó como reaccionaría Maca, su corazón latía ansioso de llegar y verla,
conforme iba acercándose su cara iba cambiando de expresión el dolor iba dejando pasó a
la esperanza, a la ilusión y emoción de ver a Maca. Y a nuestro hijo. Se murmuró para sus
adentros, por fin después de un mes que había sido un calvario volvería a ver al amor de
M_¿Qué haces aquí? –su tono era frío y volvía a ser tan borde con ella como el primer día.
E_ Yo... yo quería hablar contigo –titubeó al ver la manera en que le miraba y sin poder
evitarlo miró a la otra que estaba allí. Y al hacerlo se sintió engañada y burlada, su voz
cambió a seguridad y no ocultó su rabia-. Pero veo que estás ocupada.
M_ No cariño –aquella palabra hirió a Esther tanto que sintió ganas de abofetearla. En
lugar de eso, clavó sus ojos en Maca con toda la rabia que sentía-. Debiste avisarme de
que venías, ahora estoy ocupada con Ana, así que dime en que hotel estás.
E_ En ninguno –le dijo con los ojos repletos de celos y la respiración alterada.
M_ Muy bien, pues cuando sepas donde estás me lo dices. Ahora si nos permites –dobló
su cabeza elevando sus cejas gesto que volvía loca a Esther, y que en ese momento le
dolió todavía más. Maca insistió con gesto serio-. ¿Nos permites?.
Con el alma destrozada Esther se marchó de allí, al salir no tenía fuerzas para
caminar, se sentó en la sombra del enorme árbol que precedía la casa, sobre su maleta y
al instante sonó su teléfono móvil, allí estaba Teresa.
T_ Pero, pero... como puedes volverte si estás a su lado, no puedes volver, debes hablar
con ella, aclararlo todo.
E_ Si hablo con ella, voy a decirle muchas cosas que no quiero, porque ahora lo veo claro,
no me ha contestado ni una sola vez el teléfono y se ha cambiado el de casa, deberías
verla, yo estoy hecha una mierda, y ella está... está... jodidamente maravillosa.
T_ Esther, ahora voy a decirte algo muy en serio, y quiero que me hagas caso, entra en la
casota esa que debe tener y habla con ella, ¡habla hija, habla!.
E_ Claro que voy a entrar pero pienso mostrarme tan borde como ella lo ha sido conmigo.
Se cree que solo ella puede ser así, ahora se va a enterar de quien soy yo.
T_ Bueno Esther yo a eso no le daría mucha importancia ¿eh? –le dijo mientras elevaba
sus cejas y jugueteaba con el cordón del teléfono-. Ella siempre ha sido un poco así.
E_ Oye Teresa, no te he dado las gracias por cuidar de mí –cerró sus ojos y apoyó su
mano en la frente.
T_ No, pero espero que Maca si me las dé. Y espero impaciente noticias y te exijo como...
T_ ¡Eso!. Pues te exijo que hables con ella y aclaréis todo este malentendido porque esto
no es más que un malentendido, por celos.
E_ ¿Celos?.
T_ Sí celos, tú piensas egoístamente que pierdes a Maca por el niño, que su cariño....
E_ Oye oye oye Teresa, porque siempre me echas a mí la culpa ¿eh?, a ver si ahora
resulta que Maca es una santa.
T_ No lo es, pero la quieres, lucha por ella. ¡Ay Dios mío que complicadas sois las
lesbianas hija!.
Esther suspiró profundamente, agradecía a los árboles tan enormes aquella sombra
porque el calor era asfixiante, allí sentada comenzó a pensar en Maca, estaba guapa, más
que nunca, el tener un hijo le había sentado genial. Sonrió, pero al recordar el momento
vivido la sangre le bullía. Aquella otra mujer, Maca le había llamado cariño, como se lo
decía a ella.
Entre lamento y lamento vio como se abría la puerta, pensó por un momento que
era Maca que iba a salir para buscarla, pero pronto apartó ese pensamiento de su cabeza,
era aquella tal Ana, salía con su cochazo de casa y al pasar por delante suya, redujo la
velocidad y le sonrió.
El cielo de repente se nubló, las nubes parecían presagiar una fuerte tormenta, pero
ajena a ello Maca estaba paseando por la extensa finca, iba con las manos en los bolsillos
de su pantalón caminando lentamente, respiraba profundamente una y otra vez, el nudo
que desde semanas atrás le había impedido casi comer, notaba que se iba deshaciendo
conforme más pensaba en la situación.
Esther estaba allí, había vuelto, cuando ya casi estaba segura que no lo haría. “¿Y
ahora qué?”, se repetía buscando la respuesta, y le llegó en forma de una pequeña sonrisa
mientras pasaba el dedo por el labio inferior que permanecía preso entre sus dientes, su
mente le devolvía la imagen tan esperada, Esther. Estaba más delgada, parecía que
estaba enferma y le había asustado su manera de mirarla a aquellos ojos que tanto la
enloquecían desde el primer día que la vio.
Un profundo suspiro sacó de sus recuerdos aquellos días desde que la conoció, que
eran los mismos que la habían ayudado a sobrevivir y al mismo tiempo a sentirse perdida
sin ella. Recordó como cuando llegaba por la noche del Hospital y trataba de leer, no podía
porque en su mente sólo aparecía ella, recordaba como había creado una estrategia para
enamorarla, recordaba aquel cuarto donde por primera vez rozó con sus labios la suave
piel de Esther notando como no se había equivocado, pudo volver a sentir su escalofrío,
dejó escapar una sonrisa pero demasiado triste, todo lo que habían pasado, todos los
buenos ratos, todo cuanto se habían amado ¿dónde estaba?. Miraba el infinito como quien
busca la respuesta cuando de repente notó como una mano le oprimía el brazo y la
obligaba de forma brusca a girarse.
M_ Pues... no lo sé, si vas a estar mucho rato, no porque va a empezar a llover –dijo con
la mayor indiferencia mirando al cielo.
Lu_ Pues quizá sea mejor que no se arreglen –dijo Luna pensativa.
L_ ¿Y por qué dices eso? –Laura percibió algo que no le gustó en su tono de voz.
V_ Bueno, yo creo que lo que deberíamos hacer es una apuesta, ¡vamos chicos!, ¿a
cuánto pagamos el no?.
Así quedaron todos haciendo apuestas sobre el futuro de las dos mujeres que tanto
había calado en los compañeros. Sin embargo, Laura, seguía mirando fijamente a Luna,
durante la ausencia de Maca, había insistido mucho en pasar una gran parte de tiempo con
Esther.
Mientras ellos apostaban, Teresa seguía con gesto preocupado sobre el mostrador,
no cesaba de darle vueltas a la cabeza. La sacó de sus pensamientos Cruz, que se acercó
hasta ella preguntándole:
T_ Malas noticias, ¡pero ojo!, yo no me las creo ¿eh? –dijo ladeando su cabeza.
C_ ¿Me vas a contar... o...? –la miró fijamente con gesto divertido.
T_ ¡Ay si hija perdona!. Pues que Esther dice que cuando llegó Maca estaba con una mujer
de bandera.
T_ Pues se ve que sí, ¿eh? –Cruz sonrió haciéndole un gesto para que siguiera hablando-.
Total, que Maca no quiso hablar con Esther le dijo que se fuera, ¡fíjate tú!.
T_ Mal, mal –hizo una mueca de lastima-. Pensaba volverse a aquí sin hablar con ella,
creo que la he convencido para que al menos traten de solucionar el problema.
C_ ¡Va no digas tonterías Teresa!, ¿pero qué tú crees que Maca va a olvidarse de Esther
cuando la quiere tanto? ¡eso no me lo creo yo!. Lo que deben hacer es hablar, Esther
parece que se siente mal por el niño, cree que va a perder a Maca por ello, y Maca se
siente mal porque Esther ha estado distante de ella. Eso es todo.
D_ Hola chicas, ¡a ver!, me podéis decir vosotras que entendéis más que yo, ¿qué diablos
habéis apostado?, es que ando un poco perdido y se paga muy bien el no ¿eh? –les
preguntó Dávila con gesto confundido.
D_ ¿No lo sabéis?. La apuesta que han hecho en la sala de reunión -ante la mirada
incrédula de las dos apostilló- Pues si Esther y Maca ¿vuelven o no?.
T_ Pero... pero... pero que brutos sois –dijo molesta marchándose ante la risa de los dos.
Maca y Esther se estaban desafiando con sus miradas, y fue Maca quien reaccionó,
con una sonrisa repleta de ironía y negando con la cabeza comenzó a andar en dirección
contraria a la casa, la indiferencia que le estaba demostrando hería a una Esther que cada
vez se mostraba más enfadada con la actitud y el distanciamiento de su amor. La misma
rabia que sentía le hizo ir tras ella, la volvió a agarrar fuerte del brazo deteniéndola y
obligándola a girarse sobre sus talones para que la mirara, lo hizo con tanta fuerza, la
fuerza que le dio el dolor de ver a quien amaba comportarse con impasibilidad ante ella,
que la misma Maca se sorprendió mirándola con gesto serio y su frente arrugada por la
mueca de enfado.
M_ ¿Y cómo esperas que te trate, cariño? –le dio tal énfasis a la palabra que surgió efecto,
a Esther siempre le derretía oírla pero en ese instante fue para ella como un puñal directo
al corazón. Y Maca se percató
Teresa estaba acabando de ordenar unas historias, cuando vio como entraba
Encarna la madre de Esther muy alterada, la llamó porque la mujer estaba como buscando
alrededor y parecía realmente nerviosa.
En_ ¡Ay Teresa!, ¿está aquí mi hija?, no la encuentro y tampoco me contesta ni en casa ni
en el móvil –decía con gesto de máxima preocupación.
T_ ¿No te dijo nada? –puso una mueca de asombro y ante la negativa de la mujer con su
cabeza, se apresuró a decirle-. Vamos a tomar algo.
Con dos cafés de por medio, Teresa y Encarna comenzaron a hablar de las chicas.
Teresa le contó lo que había pasado con Esther para que estuviera tranquila de que había
ido a solucionar el problema.
T_ ¿Maca?, ¿has hablado con Maca? –la miró con los ojos como platos.
En_ Pues claro que he hablado con ella –le dijo ofendida por la pregunta-. Para mí es
como si fuera mi hija y además es la madre de mi nieto.
T_ Pero si tu hija y yo llevamos un tiempo como locas llamándola –le contestó perpleja con
la mano tapándose la boca como muestra de incredulidad-. No tiene conectado el móvil.
En_ Bueno, eso lo hizo porque se lo dije yo –dio un pequeño respingo a modo de queja-.
Me llamó pidiéndome ayuda, si la hubieras escuchado llorar, me rompió el corazón. Esta
hija mía ha salido clavadita a su padre, muy cabezona, ¡pero mucho eh!. Cuando se le
mete una tontería en la cabeza...
En_ Y lo peor no es que mi hija haya ido tarde, no, lo peor está por llegar –Teresa la miró
un poco asustada-. ¿Sabes Teresa? mi hija se ha sentido desplazada por el niño de Maca
¡mira si es torpe! –dijo un poco enfadada poniéndose en jarras-, ella piensa que ahora ya
no es lo único que tiene Maca para amar, ahora la tiene que compartir, ¡con su propio hijo!.
No, mi hija no estaba preparada para tener un hijo con Maca –dijo finalmente bajando el
tono de su voz apesadumbrado.
En_ Mi hija no está preparada para que Maca tenga un hijo propio y ella no ser nada de
ese hijo, ¿entiendes? –Teresa negó con la cabeza mientras fruncía el ceño-. Mi hija no
asume que ese niño no será igual para las dos, porque para ella siempre será el hijo de
Maca.
T_ Pero eso es una tontería –se quejó sonriendo-, lo importante es que Maca lo quiso
tener con ella, y Esther estuvo de acuerdo.
En_ Ahí está, que es una tontería –protestó elevando los hombros mientras ladeaba la
cabeza en señal nerviosa-. Y todo es porque la quiere, creo que mi hija no ha amado así a
nadie.
T_ ¿Y eso que dices tú de que lo peor esta por llegar, tiene algo que ver con la jerezana?.
T_ Esther la encontró con otra mujer –el gesto de Encarna le hizo entender que ese no era
el problema-. Así que tenemos más de un problema si no es la jerezana, ¡mira tú qué bien!.
Lentamente, Luna abandonó la mesa que daba la espalda con Encarna, ya había
escuchado todo lo que necesitaba escuchar, y con una sonrisa se marchó.
La tensión entre Esther y Maca se podía cortar con un cuchillo, ambas se miraban
desafiantes y lo peor, mostrándose heridas.
E_ ¿Por qué no me llamaste cuándo llegaste aquí? –desenfundó sus reproches Esther.
M_ Pues mira, porque no me pareció que debía llamarte –apretó sus labios saliéndole su
característica mueca de enfado.
E_ ¿No debías llamarme? –repitió atónita mientras sonreía negando con su cabeza
totalmente fuera de sí.
M_ ¿Por qué no llamaste tú, eh?, vamos, ¡dime porque no me llamaste tú! –elevó el tono
de su voz volviéndose duro y seco.
Por un momento ambas guardaron silencio. Fue Esther quien trató de rebajar un
poco el tono crispado en el que se hablaban.
E_ No me trates con esta indiferencia Maca, he venido porque creo que debía hablar
contigo, pero no me trates con esta indiferencia que me haces daño.
M_ El mismo daño que me has estado haciendo tú durante los últimos meses.
E_ Sabía que me lo ibas a reprochar –agachó la cabeza mientras se le llenaban los ojos de
lagrimas pero no quería que Maca la viera llorar.
E_ Ya, es lo que tenía que haber hecho, así no te habría sorprendido con ésa, ¿no?.
M_ Pues mira ya que lo dices –le dijo cruzando los brazos sobre el pecho en el mismo
instante que sonó en el cielo un lejano trueno.
E_ No lo pudo creer –dijo tan despacio como la primera lagrima que rodó por su mejilla.
M_ Ni yo puedo creer que hagas más caso a Jorge, que a tu propio hijo, y lo peor es que
no puedo creer como aún ni siquiera me has preguntado por él, y ya lo último es que te
refieras a él como mi hijo, excluyéndolo de ti. Lo siento Esther, lo siento pero tú y yo...
Se precipitó sobre ella tomándola fuertemente por los brazos apretaba sus manos
con fuerza, no quería escuchar nada más, sólo quería pedirle perdón, el miedo la inundó
por dentro, se percataba que su peor pesadilla estaba tomando forma. Maca por su parte
la miraba con gesto duro, aunque por dentro lamentaba lo que estaba sucediendo, trataba
de dominar su desbocado corazón y sus ganas locas de besarla, le hacía daño verla llorar,
continuaba siendo lo que más daño le hacía en su vida. Ajena a ello, Esther habló con un
susurro repleto de dolor, sin poder contener el llanto, quiso mirarla a los ojos, como
siempre hacía aunque esta vez los ojos de Maca no le decían nada.
M_ Ya –la miró tan intensamente que Esther sintió el temblor del pánico en
Por su parte, Teresa iba andando nerviosa por los pasillos parecía que iba buscando
a alguien para despedirse, y efectivamente lo encontró.
T_ Vilches, ¿cómo puede ser que hayas hecho lo que has hecho?.
V_ A ver, a ver, ¿a qué te refieres Teresa?, porque hoy he hecho muchas cosas –le sonrió
con gesto suspicaz.
T_ Mira que apostar por que no vuelven Esther y Maca, ¿cómo puedes ser así?.
V_ Oye que el dinero es el dinero, yo quiero que vuelvan, no soy tan malo, pero si por una
de aquellas es que no, ¡me gano un pastón!.
Cuando Teresa estaba a punto de salir, se encontró casualmente con Luna, ésta la
miró y le preguntó como quien no quiere la cosa.
T_ No hija, aún no, estoy de unos nervios –dijo mordiéndose el labio inferior.
T_ Oye, oye –la llamó un tanto extrañada cuando Luna se marchaba-. ¿Y por qué?, vamos
–elevó un hombro en señal de desconcierto-, como que no se porque te interesa tanto.
Se marchó dejándola allí de pie pensativa, mientras la veía marchar por la puerta se
rascó la barbilla sin entender muy bien a que se refería, días atrás si le había llamado un
poco la atención era cierto, que las había visto muy juntas a ella y Esther durante los días
de ausencia de Maca.
C_ Últimamente te veo muy pensativa –le dijo Cruz mientras la miraba fijamente.
C_ Esto ya parece una telenovela, todos esperando noticias. Oye Teresa ¿tú estás bien?,
me parece que te está afectando esto mucho más de lo normal –la miraba preocupada.
T_ Cruz, dime una cosa, durante este tiempo que Maca no ha estado en el hospital, ¿has
visto a Luna más cerca de Esther?.
C_ Hasta mañana Teresa –su expresión mostró incertidumbre por las palabras de Teresa.
Mientras en Jerez comenzaba a llover, pero si agua caía del cielo, más caía de los
ojos de Esther, había roto a llorar sin poder evitar hacerlo. Maca la seguía mirando con
cierta distancia, aunque su interior continuaba diciéndole otras cosas. La lluvia se hizo
intensa, y decidió tomar de la muñeca a una Esther que parecía ausente de todo, arrastró
de ella y entre una fuerte cortina de agua, se metió por un camino el cual daba a una casita
de madera. Entraron de prisa, ambas estaban empapadas, Esther ni siquiera se percató
del lugar, se había tapado la cara con las manos y solo hacía que llorar. Por su parte
Maca, se había separado un tanto de ella, dejando una distancia excesiva entre las dos,
una distancia que nunca antes existió. La miraba y su respiración iba en aumento, llevaba
una falda y una camiseta que con el agua se había apegado tanto a su piel, que era una
visión maravillosa, aunque pronto evitó mirarla de aquella manera no podía, debía seguir,
debía llegar al final aunque fuera duro, aunque le hiciera daño, pero no había otra manera
de superarlo, no se podía arreglar, debía seguir haciéndole daño aunque ese daño también
se lo hiciera ella, no podía dejarse llevar, era necesario y así se lo repitió hasta que
encontró las fuerzas suficientes para hablar.
M_ ¿Esther puedes dejar de llorar? –cruzó sus brazos sobre el pecho mirándola con
frialdad y con su tono estridente añadió-. No me vas a conmover.
E_ Entiendo.
E_ ¿Recuerdas cuándo pedimos el deseo de volver a este lugar? –Maca suspiró y trató de
no fallar, no le contestó-. Yo pedí que siempre estuviera contigo.
M_ No tienes remedio Esther, ¿tú crees que disfruto así?, dime –se le acercó aunque no
demasiado, y pensó “¡cuánto te deseo!”-. Esther has sido tú quien me ha apartado de tu
vida, tú, por un motivo estúpido y absurdo.
M_ ¿Cariño?, vaya, ya has encontrado la palabra que durante mucho tiempo perdiste –
Esther agachó la cabeza, Maca cuando se ponía borde, era insoportable, pero era tan
maravillosa que a ver como se lo hacía entender al corazón-. Mira Esther, tu
comportamiento ha sido –hizo una mueca con su barbilla separando los brazos de su
cuerpo-, irrazonable y no sólo eso, sino que además me has impuesto cosas, como tener a
Toñi, al niño y todo cuanto has querido para hacerme daño.
M_ No Esther, no, no se trata de pedir perdón –“no voy a poder” se repetía una y otra vez
luchando contra sí misma-. Se trata de la confianza, del amor y del respeto, todo lo echaste
a perder y lo peor, cuando más te necesitaba, menos te tenía.
E_ Tienes razón, tú nunca me has fallado y sin embargo yo... –volvió a dar un paso hacia
delante mirándola a los ojos con un sentimiento entregado de amor y arrepentimiento-.
Daría todo por volver atrás, daría todo por poder decirte lo que sentía, me daba miedo
perderte porque eres lo más importante que tengo en mi vida, me he comportado como
una estúpida, me refugié en Toñi y en Jorge porque no sabía que hacer –hablaba como en
un susurro, Maca no podía controlar sus impulsos aunque trataba de mirarla con gesto
imperturbable-. Pensé que el niño te apartaría de mí y no podía soportarlo, no podía
soportar el daño que me ibas a hacer –la miró completamente entregada a su amor-, no
soportaba perderte y pensar que el niño –ante el gesto de desacuerdo de Maca se
apresuró a decir-, pensar que nuestro hijo me quitaría parte de tu amor, dime estúpida
pero...
E_ Te quiero Maca, te quiero, te amo, te amo con locura –le decía respirando con la
agitación que da el deseo.
E_ Te adoro, eres lo único que quiero en mi vida, por favor, perdóname -bajó la voz hasta
dejarla en un susurro.
Esther acercó lentamente sus labios a los de Maca, fuera llovía con fuerza sin
embargo el sonido de la lluvia golpeando los cristales y el techo de la casa de madera, no
eran suficientes para callar el sonido de sus corazones latiendo, Esther temblaba de miedo
y deseo, Maca de pasión. De repente.
M_ No.
Justo cuando iba a besarla, justo cuando sus labios se habían rozado, tímidamente
Maca se separó con brusquedad, la mirada incrédula de Esther le estaba dando a entender
que su interior era un infierno, pero era necesario se repetía.
E_ Quiero estar a tu lado para siempre, quiero que seamos una familia, tú, nuestro hijo y
yo, por favor Maca, me he equivocado, perdóname. Dame una oportunidad y te demostraré
que mi amor por ti no ha desaparecido, que he pasado un infierno, te amo mi vida –le
hablaba de manera nerviosa y dependiente de ella-. Maca, Maca mi amor quiero que
seamos una familia –Maca se separó y pasó la lengua por sus labios que pedían a gritos
ser besados, ante este gesto Esther recordó a la otra mujer-. ¿He llegado tarde?.
Cuando Esther terminó la pregunta, los ojos de Maca la miraron, tenían una
expresión sombría, justo en el instante que un trueno ensordecedor rompía el pesado
silencio, mal presagio pensó Esther, y sin poderlo evitar, otra lagrima resbaló por su mejilla.
Maca no pudo resistir más, se abalanzó a los brazos de una Esther que no entendía
nada, pero tampoco se paró a pensar más, Maca comenzó a besarla y a acariciarla,
aferrándose las dos en un abrazo largo, fuerte y necesario para ambas. Sin embargo el
desconcierto de Esther pudo más que la necesidad y el deseo que sentía por Maca.
E_ Maca, ¿y ésa otra? –le preguntó mientras Maca le besaba desesperada el cuello y
comenzaba a desabrocharle la camisa.
E_ La mujer que estaba contigo antes. Cuando llegué... tú estabas... –le hablaba un tanto
desconcertada porque Maca volvió a besarle sin prestarle atención-. Maca, Maca espera.
E_ ¿Y... ésa mujer? –insistió separando por un momento sus manos que le tenían sujetada
la cara con ternura.
M_ Era mi prima Ana, pero me vino muy bien su presencia –le entregó la sonrisa que tanto
enloquecía a Esther-, llegaste en el mejor momento para aplicarte un buen castigo.
M_ Eres muy tontita –dio una carcajada. Luego la miró sin esconder lo que tanto le había
costado esconder durante toda la discusión, el gran amor que sentía por su mujer-. Mi niña
guapa, ¿crees que podría mirar a otra mujer?, sólo tengo ojos para ti, es como si me
hubieras embrujado desde el día que te vi. Te quiero con toda mi alma, por muy cabezota
que seas.
Esther sonreía y lloraba al mismo tiempo, siempre que oía la voz como la seda de
Maca, mientras le decía cosas tan tiernas, le pasaba igual, su piel se erizaba y parecía
andar en una nube, ¡cuánto la quería!, y que cerca había estado de cometer una locura
que le podía haber costado lo mejor que tenía. Maca.
Entre palabras repletas de cariño y amor, se dieron en aquel cuarto donde una vez
habían deseado volver, y allí mismo recuperaron todo el tiempo que habían perdido, se
amaron con ternura y pasión, como si fuera la primera vez que devoraban su piel, como si
fuera la primera vez que probaban el sabor del amor, un amor tan grande que no podía
morir, un amor que había sobrevivido a cuanto había acontecido en sus vidas y un amor
que les había enseñado a vivir. Exhaustas por el maravilloso esfuerzo de la pasión y la
ternura, quedaron abrazadas saboreando sus labios, dedicándose con voz cansada casi
inaudible tiernas palabras de amor.
M_ Mi niña, mi adorada niña –le dijo rozando con sumo cuidado su cara como si fuera el
tesoro más preciado-. Que maravillosa es la vida a tu lado, y que horrible cuando no te
tengo.
E_ Espera –la tomó del brazo y con una expresión de aflicción le preguntó-. ¿Tus
padres...?.
M_ Tranquila Esther, les dije que me venía porque si me quedaba en Madrid, no iba a dejar
de trabajar ¿vale? –le quitó el mechón de pelo que le caía sobre la cara.
M_ Por tonta –le dio un beso en la nariz acompañado de su habitual sonrisa enamorada.
M_ ¿No querías que se llamara Daniel? –le preguntó con gesto desafiante.
E_ Maca por favor, no me pongas esa cara que me derrito y estamos en casa de tus
padres –Maca se le acercó apoyándola contra la pared retándola, y cuando fue a besarla
sonriendo Esther insistió con gesto nervioso-. Maca, Maca que nos pueden ver.
M_ No me importa.
M_ Ya no pensemos más en eso cariño, ahora tenemos que pensar en nosotras ¿si?, en
Daniel, en que somos una familia –Esther la miraba fijamente con una sonrisa ancha de
orgullo-. Te quiero mi niña.
Entre tanto lejos de allí, Teresa se había acercado hasta casa de Encarna se mostró
nerviosa, aunque prefirió no decir nada a la mujer de sus sospechas, pero sí quiso saber si
tenía noticias porque Esther no le había llamado y hacia mucho tiempo que debía haberlo
hecho. Con un café hablaron sobre la pareja y desearon que se solucionaran los
problemas, en eso estaban cuando sonó el teléfono.
En_ ¿Esther?, Esther hija ¿qué ha pasado?. Sí, sí, ¡gracias a Dios! –sonrió ampliamente
mirando a una Teresa que no cesaba de hacerle señas para averiguar-. Si mi amor, si.
¡Maca cariño!.
T_ Quiero hablar con ella, ¡quiero hablar con ella! –decía nerviosa tratando de quitarle el
teléfono.
En_ Espera hija, espera que Teresa quiere decirte algo –le entregó el teléfono contenta
diciéndole mientras juntaba las manos-. Se han arreglado.
T_ Maca hija, que gusto oírte, ¿pero cómo estás?, sí, sí, ¿y Esther?, ¡pobre no sabes lo
mal que lo ha pasado!.
En_ Por cabezota y por esa pachorra que tiene le pasa –añadió Encarna gritando y
asomando su boca por encima del hombro de Teresa que sonrió.
T_ Muy bien hija, yo también besos ¡y traer pronto al niño! –colgó con un gran suspiro-.
Menos mal que lo han arreglado Encarna, yo tenía mis dudas ¿eh?.
En_ Yo creo que mis dudas vienen a partir de ahora, sólo espero que hablen y hablen
mucho, lo van a necesitar.
Las dos asintieron, cada una con un pensamiento distinto, pero ambas sabiendo que
algo grave estaba por llegar.
Mientras en Jerez, había llegado la hora de la cena, Maca le había dado el biberón
al pequeño Daniel y se lo había dejado a Esther para que lo terminara de dormir. Las dos
miraban como bobas al pequeño, sonriendo felices, completamente dichosas. Durante la
E_ Pues lo siento Rosario, pero sólo ha sido un malentendido –su cara transmitía su
enfado y su tono así se lo hizo ver a la mujer.
P_ Creo que estáis cometiendo un grave error, que sin duda lo va a pagar el niño. Mira
Esther, aún estáis a tiempo, yo creo que es mejor que cada una vaya por su lado, al fin y al
cabo, tú no tienes nada que ver con ese niño ¿no?.
E_ Es el hijo de Maca y por lo tanto es mío también –sus ojos estaban repletos de ira, pero
trataba de controlarse todo lo que le era posible-. Y por si aún no se han enterado, Maca y
yo nos queremos, y sacaremos adelante a nuestro hijo con ese amor.
R_ Eso son pamplinas –echó la servilleta sobre el plato fuera de sí la madre que miraba
duramente a Esther-. ¡Márchate!, deja a mi hija en paz –bajando el tono de su voz, le
suplicó-. Por favor, vete de su lado.
M_ Bueno el niño está tranquilito –Maca se percató por el rostro de Esther que algo había
ocurrido-. ¿Qué ha pasado?.
E_ Sí, tus padres quieren que me vaya de tu lado, me lo acaban de pedir con mucho tacto
–los miraba sin esconder su malestar, la Esther guerrera había hecho aparición-. ¡Joder es
que no entienden que nos queremos!.
M_ Esther cariño ... –le tomó de la mano Maca con temor en su mirada.
E_ Ni Esther ni nada, lo siento pero yo no pienso dejar a su hija, ¿les queda claro?. Y
ahora me voy a la cama.
M_ ¿Por qué tenéis que tratarla así, eh?, ¿os he pedido ayuda?, ¡por qué no me dejáis
vivir mi vida como yo quiera!, pensé que os lo había dejado muy claro.
Sus padres se intercambiaron una mirada de pesar, durante esos días habían
guardado la esperanza de que se separaran, aunque viendo la actitud de Maca, sabían
que esa esperanza iba a ser muy pequeña.
M_ Creo que voy a tener que esforzarme un poquito ¿eh?, pero conseguiré quitarte esa
carita –se sentó a su lado besándole en los labios.
M_ No tengo nada que perdonarte mi vida. Ven –abrió sus brazos y Esther se refugió en su
pecho-. ¿Te he dicho que me encanta cuando sacas tu carácter?.
M_ También. Oye Esther, creo que no he sido justa contigo, cuando antes me dijiste que
yo no te había fallado, creo que no es cierto –Esther se separó de su cuerpo mirándola
inquieta. Maca al ver su gesto sonrió pellizcándole suavemente la nariz-. No tonta, no me
he acostado con otra.
E_ Idiota, yo no he pensado eso –se defendió dándole un pequeño golpe en el brazo ante
la sonrisa de Maca.
M_ Creo que durante el embarazo, me volví bastante insufrible, sólo quería que me
atendieras a mí, sólo que me cuidaras a mí, y no estuve a la altura cuando Toñi entró en
nuestras vidas –Esther negó con su cabeza pero Maca le tomó la barbilla para mirarla
fijamente-. Creo que nos hemos comportado como dos niñatas, tú pensando en tonterías
con el bebé, y yo imaginando tonterías con el bebé de Toñi.
E_ Oye niñata lo serás tú, ¿vale? –ambas dieron una gran carcajada. Esther bajó la mirada
acariciándole la mano suavemente-. Creo que como dijiste antes, es mejor olvidar todo y
empezar de nuevo.
M_ Te quiero mi princesa.
E_ Y yo –se besaron con delicadeza pero pasión-. Verás Maca, para empezar de nuevo
quiero comentarte algo que... no sé si te va a gustar y lo que es peor... no sé si me vas a
perdonar –ante la mirada de Maca sonrió y tocándole la nariz le dijo-. No me he acostado
con otra, tonta.
E_ ¿No? –le preguntó sin saber muy bien sin tomarla en serio o no.
E_ ¡Jo!, pues menos mal que no lo hice –dio una carcajada ante el gesto de desaprobación
de Maca-. Bueno... a lo que iba.
M_ Eso, que por la cara que pones creo que no me va a gustar nada lo que me vas a decir.
E_ Yo...
Maca se apartó de Esther aún incrédula por lo que le había contado, después de dar
unos pasos, volvió a girarse para mirarla, cruzó los brazos sobre el pecho, en señal de
desconcierto mientras Esther se ponía en pie.
M_ ¿Debiste? –la miró más incrédula aún-. ¿Desde cuándo llevas planeado esto Esther?.
E_ Lo siento –se precipitó hasta ella repleta de temor, mirándola con cara de
arrepentimiento-, sé que no debí hacerlo, lo sé.
M_ ¿Y? –elevó una ceja esperando que continuara pero manteniendo su compostura fría.
E_ Si, esa que me vuelve loquita –le tomó por la cintura y Maca no se resistió-, esa que me
hace tan feliz y me provoca con su mirada como estás haciendo ahora.
M_ Pues más bien creo que sí, porque con dos niños vamos a tener poco tiempo para esto
–le dio una palmada en el culo mientras se miraban con sus ojos repletos de deseo-. Te
quiero.
E_ Te quiero mucho Maca. Espera ... espera –la detuvo justo cuando había empezado a
desabrochar su pantalón-. ¿Tus padres no nos oirán?.
M_ ¿Te corta?.
E_ Vale.
La luna estaba en lo más alto del cielo, la noche era estrellada y la luz que entraba
justo iluminaba el rostro de Maca que dormía placenteramente después del éxtasis de
amor que habían vuelto a vivir. Sin embargo, Esther no podía cerrar los ojos, estaba
apoyada con su codo en la almohada mirándola absolutamente entregada a ella, siempre
pensó que Maca la amaba mucho más de lo que parecía, y en aquellos momentos podía
asegurarlo, sin ser tan explícita como a ella le gustaría, pero la amaba por encima de todo,
y ese amor que sabía sentía le hacía enormemente feliz, era suya para toda la vida. Le
besó con ternura los labios, mientras se aferraba a ella como si así pudiera librar cualquier
batalla, a su lado, era la mujer más dichosa del mundo. Y cuando Maca abrió los ojos, notó
que igualmente era lo que pensaba, le rodeó suavemente con su brazo la cintura, y le
murmuró un te quiero, que significaba la felicidad que ambas sentían en aquellos
momentos. La luz de la luna se hizo cómplice del amor, y las rodeó para que pudieran
entregarse una última mirada repleta de ternura antes de dormir.
V_ ¿Desde cuándo Teresa nos cita para reuniones? –protestó como siempre Vilches.
V_ Teresa ¡vamos qué no sé si sabes que tenemos que trabajar! –la interrumpió
bruscamente.
T_ ¡Ay Vilches hijo que carácter por Dios!, sólo quería decirte que has perdido tu apuesta.
C_ Eso es estupendo –dijo contenta Cruz-. ¿Bueno, y cuándo vienen y nos traen al niño?,
porque ya les vale ¿eh?.
T_ Esther dijo que como Vilches la había mandado a la calle por insoportable, pues se
coge los días que le quedan y se va con Maca.
H_ Ha recuperar el tiempo perdido –dijo Héctor con una sonrisa al oído de Teresa antes de
irse.
Lu_ ¿Qué me pasa?, pues que me he dejado engañar como una imbécil.
L_ Ya –titubeó pues se percató definitivamente que algo tenía que ver con Maca y Esther-.
¿Y... puedo saber quién te ha engañado?.
En Jerez volvía el sol a brillar con su fuerza habitual, ver amanecer desde la cama
de Maca, no tenía precio pensó una Esther que sentía cada poro de su piel feliz. Volver a
abrir los ojos y disfrutar de la compañía de su mujer, era algo que había apreciado mucho
desde su ausencia día tras día y su dolor. De igual manera Maca, sentía que la sombra
que había en su corazón se había difuminado desde el mismo instante en que Esther cruzó
la puerta de su casa. Se vistieron y Maca se adelantó para hablar con sus padres mientras
Esther arreglaba por primera vez al niño.
R_ ¿Pasa algo?.
M_ Sí, bueno... no, solo quería despedirme, me voy con Dani y Esther a la sierra.
R_ Como siempre huyes una vez te has salido con la tuya, ¡una vez más! –le recriminó en
el mismo momento que Esther entraba en el comedor sonriente.
M_ Mamá lo último que quiero es discutir contigo de esto ¿vale?, te dije que sólo iba a
estar un tiempo aquí, que debía volver a Madrid.
E_ Adiós Rosario.
M_ Vamos cariño.
Rosario ni siquiera contestó a Esther, que con gesto de pena abandonó la casa. Se
subieron a uno de los coches que habían en el garaje un Todo Terreno y se pusieron en
marcha.
M_ ¿Preparada cariño?.
M_ Pues lo es –la besó mientras sus ojos le hablaban de amor-. Y vamos a disfrutar como
lo que somos, una familia.
C_ Sí, pasa.
C_ No... creo que la que me tiene que decir eres tú –Luna la miró un poco asustada-. No
sé que te pasa y no hace falta que me lo cuentes, si no quieres, pero tu actitud está
afectando a los demás porque no estás centrada en tu trabajo.
C_ ¿Algún problema con algún compañero? –le preguntó mirándola fijamente-. Sí es así
dímelo y si te puedo ayudar.
Lu_ Nadie me puede ayudar. Y sí, he tenido un problema pero no con un compañero, sino
con una compañera –Cruz la miró como esperando una explicación-. No te preocupes, ya
lo arreglaré con ella cuando vuelva.
C_ ¿Esther? –le preguntó intencionadamente Cruz ante la mirada de Luna afirmó sus
sospechas y las de Teresa.
Lu_ Sí, Esther. Pero es algo íntimo y preferiría no comentarlo con nadie.
C_ Está bien –asintió con la cabeza y después de un soplido para aliviar su tensión le dijo-.
Puedes irte.
Al salir al pasillo, Luna apoyó su cabeza en la pared, una pequeña sonrisa dibujó su
rostro, pero rápidamente la borró para seguir con su trabajo.
Sin embargo, al llegar al ascensor se encontró con Teresa que la estaba buscando,
le comentó que tenía que acudir al muelle pues la estaban esperando.
T_ ¿De Esther? –le devolvió la pregunta mirándola con incertidumbre-. Pues... lo que ya he
dicho, están en su segunda luna de miel.
Lu_ Ya. ¿Y esa luna de miel, va a durar mucho? –en su tono apareció una alta dosis de
envidia .
Lu_ ¿Sabes una cosa Teresa?, no estés tan segura que vaya a durar mucho tiempo, no
estés tan segura.
Se marchó dejando a Teresa allí en medio del pasillo convencida de que algo había
ocurrido, y fue Cruz quien la hizo pasar a su despacho.
T_ Dime Cruz.
T_ Esa muchacha me tiene con el corazón en vilo –se sentó siguiendo las indicaciones de
una Cruz un tanto desconcertada.
C_ Quiero comentarte algo, desde que me preguntaste por ella y Esther, he estado muy
atenta a cuanto ha ocurrido, ya sabes que quiero mucho a Esther y Maca.
T_ ¿Tú también sospechas que algo ha pasado? –Cruz asintió-. ¡Ay chica, espero que
estemos en un error!.
T_ ¿Qué crees que voy a contar algo?, no, pero tendremos que estar pendientes de
cuando pase.
Teresa la miró con miedo, y Cruz suspiró apenada pues parecía que nuevos
nubarrones sobrevolaban a relación de las dos mujeres.
Los días cuando se es feliz pasan volando, y eso es lo que les ocurrió a Maca y
Esther, durante los seis días que estuvieron en la casa de la Sierra, pudieron disfrutar del
amor nuevamente como si fuera la primera vez. A los ojos de Maca había vuelto
nuevamente la intensidad en su mirada cuando miraba a su mujer, había vuelto
nuevamente la sonrisa amplia de felicidad que le provocaba Esther cuando la veía, la
tranquilidad había vuelto a su enamorado corazón y durante esos días no había guardado
nada, le había entregado a Esther todo cuanto sentía, un amor verdadero e infinito. Por su
parte Esther, había recuperado la emoción que siempre sentía cuando estaba cerca de
Maca, había recuperado el sentimiento de volverse loca si no la tenía. Durante los días que
se dedicaron, volvieron a recuperar su relación, y sobre todo volvieron a recuperar el gran
amor que sentían, el amor mutuo que había nacido y el tiempo se había encargado de
aumentar.
E_ Oye Maca, ¿tú crees que es buena idea que te reincorpores tan pronto?
M_ Esther –la miró con cara eclipsada por el sentimiento de amor hacia ella-. Créeme, nos
hará bien a los dos. No lo vamos a abandonar, el niño estará con nosotras.
E_ Pero es que yo no creo que sea buena idea, insisto, tenerlo en el hospital.
E_ Teresa tiene muchas ganas de verlo –le dijo mientras ponía su espalda sobre el pecho
de Maca buscando su refugio en un abrazo-. Yo creo que todos tienen ganas de verlo.
M_ Mañana iremos, ahora déjame abrazarte en silencio que Daniel duerme y quiero
escuchar los pájaros.
E_ Que mística eres mi vida –sonrió mientras buscaba colocarse lo mejor posible
adaptándose al cuerpo de Maca.
E_ Para nada.
M_ Me lo parecía –le besó el cuello y le murmuró-. Aquí empezó todo, en este maravilloso
cuello que me vuelve loca.
E_ Pues anda que tú, sabía perfectamente cuando estabas a mi alrededor –hablaba
acariciando con suavidad su mano que la aferraba con fuerza por la cintura-. Nunca en
toda mi vida hasta entonces, me había enamorado como lo hice de ti.
M_ ¿Hiciste? –le dio un pequeño apretón que provocó un quejido leve en Esther-. Dime.
E_ ¿No querías escuchar los pájaros? –le preguntó mientras le tomaba su mano y la
besaba.
En el hospital, estaban acabando el día cuando Vilches llegó con cara de pocos
amigos a hablar con Teresa que seguía pendiente del teléfono.
V_ Joder Teresa, hable como hable tú siempre acabas echándome la bronca. Necesito que
la llames y le digas que ya está bien de tanta tontería y que si se ha arreglado con su mujer
–hizo una mueca quejándose al recordarlo-, muy a mi pesar claro, porque me hubiera
llevado un buen pellizco de pasta que tal y como están las cosas me hubiera venido de
muerte. Pues eso, a lo que iba, que si ya lo han arreglado mañana mismo la quiero aquí.
¿Entendido?
L_ Teresa ¿sabes algo de Esther y Maca? –le preguntó Laura mientras Teresa marcaba el
número de teléfono.
T_ Nada, desconectado. Y Vilches que quiere que se incorpore mañana. ¿Qué me decías
Laura?
T_ Pues en esas estoy, no sabemos nada desde que hablé con ellas en Jerez, están
desaparecidas.
Lu_ Tendrán mucho de que hablar –dijo Luna mientras dejaba una historia para guardar.
T_ Esta chica... –se puso en jarras Teresa moviendo su cabeza al verla que se marchaba
con gesto serio.
L_ Mira, tú sabes que yo paso de cotilleos, pero en esta ocasión –miró alrededor y apartó a
Teresa del mostrador asegurándose que no hubiera nadie cerca-, se trata de dos personas
que aprecio y que además me han ayudado cuando las he necesitado.
T_ Quieres decirlo ya ¡por dios me va a dar algo! –puso una de sus manos sobre la frente.
L_ Se trata de Luna.
T_ Pues mira Laura ya somos tres –ella la miró algo sorprendida-. Si, Cruz sabe que ha
pasado algo entre ella y Esther, yo sé que Luna esconde algo y tú sospechas de ella, así
que...
L_ Ya, pero a mí lo que no me cuadra es que Luna siempre ha mirado de manera muy
especial a Maca.
T_ ¿A Maca? –le preguntó con tono sorprendido, ante la afirmación de Laura con su
cabeza añadió-. La verdad, yo siempre he sospechado de Luna –hizo un ademán nervioso
con sus manos-, a mí se me pasó lo de Maca y Esther porque no estaba muy en el asunto
¿eh?, pero desde que conozco esta clase de amor y esos cruces de miradas y todo eso...
L_ Pues ahí está el asunto, algo no cuadra, para mí a Luna le gusta Maca y sin embargo,
parece que lo que haya pasado que no sabemos que es, sea con Esther.
V_ ¡Teresa quieres dejar el cotilleo y atender el mostrador!, aquí estamos para trabajar
¡coño!
T_ Estoy en ello –ante su refunfuñó le dijo en voz baja a Laura-. Cada vez esta peor este
hombre ¿eh?
T_ Pues mira, no sé que decirte, porque mucho sentido no tiene. ¡Ay yo no sé con lo bien
que estaban las dos! –suspiró preocupada-. Desde que Maca se quedó embarazada todo
ha ido a peor.
El llanto de Daniel despertó a la pareja que se había quedado dormida, fue Esther
quien se levantó y lo acunó en sus brazos llevándolo hasta Maca.
M_ ¿Tú crees? –sabía lo que debía pasar por su cabeza y le dejó un beso tierno en la
mejilla-. Mi amor soy tan feliz.
E_ Sí, yo también. Pero la felicidad siempre tiene un final y creo que deberíamos ir
recogiendo las cosas e irnos para casa.
M_ Como siempre tienes razón. Mira como le gusta estar contigo, con su madre –arrimó su
nariz a la de una Esther que lo miraba embelesada.
M_ Lo serás, no tengo ninguna duda de haberlas tenido ni de coña tengo un hijo contigo
¿eh? –le tocó la cabeza.
E_ Por que el niño ha estado contigo más de un mes y yo no lo he podido disfrutar, así que
no protestes y haz algo, ¡venga!.
La pareja y el niño estaban llegando a casa, era la primera vez que iban a estar en
su nido de amor los tres y estaban emocionadas. Justo cuando estaba entrando Esther por
la puerta, sonó el teléfono de casa.
E_ Ya voy –dijo mientras dejaba el bolso sobre el sofá y Maca pasaba sonriente y feliz de
volver a casa-. ¿Dígame?
T_ ¡Hombre menos mal por fin oigo tu voz! –era la voz de una Teresa que parecía un tanto
cabreada.
T_ ¡Uy, y me dice que me pasa!, ¿qué me va a pasar?, que llevo todo el día tratando de
localizarte y no hay manera.
E_ Oye pues dile a Vilches que fue él quien me echó –Maca se sentó delante suya y le
mandaba besitos con los morritos haciéndole caritas monas que sabía la excitaban tanto-.
Oye Teresa, tengo que dejarte que acabamos de llegar a casa, sí, sí, no te preocupes
mañana te lo llevamos. Ale, adiós Teresa.
M_ ¿Vilches te echó? –le preguntó un tanto inquieta mientras Esther se acercaba a ella
con una sonrisa.
E_ Sí, me dijo que estaba insoportable, que fuera y arreglara las cosas contigo o de lo
contrario me echaba a la calle –le apartó un poco la melena ante su sonrisa dejándole un
beso en el cuello-. Y... creo que aún no he terminado de arreglarlo.
M_ ¡Qué loca estás Esther! –la besó justo donde disparaba la respiración de Maca-.
Esther... Esther...
M_ Pues que... Daniel está aquí –le guiñó el ojo con una sonrisa enorme.
E_ Vale. ¡Eh... Maca! –la llamó cuando subía las escaleras para dejar a Daniel. Al volverse
y mirarla le dijo-. Yo también te quiero.
La noticia que llegaban Maca y Esther con el niño, había corrido por todo el hospital
como la pólvora, desde que se fue Maca, nadie había vuelto a ver al pequeñín, pero sin
L_ ¿Aún no Teresa?
L_ Teresa... tranquila ¿vale? –le dijo sonriendo por su forma de hablar al pobre hombre
que le hizo caso y se marchó.
T_ Tengo muchas ganas de verlas, pero al mismo tiempo, tengo un poco de miedo por lo
que pueda suceder.
Ev_ Hola chicas tenemos una llamada pero que no se vayan sin que hayamos visto al niño
–dijo Eva deprisa mientras Rober la llamaba.
T_ Pues sabe que vienen ¿eh?, se lo dije yo –les advirtió Teresa con tono preocupado.
L_ A lo mejor estamos sacando un poco las cosas de quicio, y nada más han tenido un
problema y nosotras estamos haciendo una montaña.
C_ Esperemos que sea así –dijo Cruz un tanto inquieta-. De todos modos nosotras ni
palabra.
V_ Ya estamos, ¡aquí las tres marías!, ¡pero que en este hospital solo trabajo yo! –apareció
Vilches.
L_ No tiene arreglo –sonrió Laura mientras miraban a la puerta-. Bueno me voy que viene
Dávila y no quiero que me riña.
T_ Todavía no.
D_ Bien, cuando vengan que no se olviden de mí, quiero ver a ese bebé.
T_ Está bien –se puso a su faena sin apartar la mirada de la puerta cuando otra vez el
mismo familiar le fue a preguntar, ella se quitó las gafas y con voz firme le dijo-. Mire, ya le
dije antes que le avisarán haga el favor de sentarse y quedarse tranquilito ¿vale?, ¡o no ve
que tenemos mucha faena!
T_ ¡Maca, Esther! –salió corriendo del mostrador primero saludó a Maca con un abrazo
fuerte y emocionado bajo la sonrisa de Esther que contemplaba con el bebé en sus brazos
la escena-. Dios mío Maca que alegría verte otra vez. Y el chiquitín –dijo mirando al niño.
T_ Tú, ve al despacho de Vilches que está que trina contigo. Vamos, vamos déjame a mi
pequeño, cariño soy tu otra abuela mi rey.
M_ Sí cariño, lo siento –elevó sus hombros y con tono burlón le dijo-. Ya sabes que yo soy
la preferida de Teresa.
T_ ¡Uys pues claro! –dijo ella muy seria mientras besaba al niño.
Esther iba a entrar al pasillo una vez había cogido los papeles que le había señalado
Teresa, en ese instante apareció por detrás de las dos mujeres Luna, que omitió su
presencia y se fue directamente a Esther, la tomó del brazo y mirándola fijamente ante la
sorpresa de Maca, le dijo:
Lu_ Te acompaño.
Las dos se perdieron por el pasillo, ante la mirada extraña de Maca y el gesto
consternado de Teresa que temió por si Maca le preguntaba algo al respecto.
T_ Menos mal que os habéis arreglado, mira vamos a la cafetería que tengo que contarte
un montón de cosas.
A_ Bien, tratando de sobrevivir, pero déjame ver este hombretón –Teresa le dio al niño y
en el hombre apareció una sombra en sus ojos que percibieron las dos mujeres.
M_ Teresa me vas a poner al día de chismes, ¿no? –le sonrió mientras empujaba el
carrito.
T_ Después, primero me tienes que contar que tal todo con Esther.
M_ Pues no puedo contarte mucho, la verdad –le dijo con un gesto divertido mientras
andaban hacia la cafetería.
T_ ¿Y eso?.
M_ Porque tú nunca has querido saber de nuestra intimidad y es lo único que hemos
hecho.
T_ ¡Ays hija, calla, calla!, que ya sabes que no me gusta, no me acostumbro yo, ¿qué
quieres que le haga?
L_ ¿Cómo estás Maca? –la abrazó sonriendo-. Que ganas teníamos de verte.
C_ Oye... este niño es clavadito a ti ¿eh? –le dijo Cruz señalándole con su dedo índice.
M_ Sí.
C_ ¿Y Esther?
M_ Oye Teresa, he visto un poco rara a Luna ¿no? –las tres se intercambiaron una mirada
un tanto nerviosa-. No me dijo nada se fue con Esther pero ni me vio.
L_ Bueno, está un poco nerviosa –dijo Laura ante el silencio de las dos mujeres que no
sabían muy bien que contestarle.
C_ Venga que tenemos un momentito vamos a tomar algo y nos cuentas como estás y que
tal ha ido todo.
T_ No, como ha ido todo no, sólo que nos cuente como está.
M_ De verdad Teresa... –sonreía divertida mientras la mujer hacia un ademán gracioso con
su mano.
Mientras, Esther estaba un poco nerviosa por la actitud de Luna, durante la ausencia
de Maca se había hecho muy amiga suya, la había acompañado en los malos momentos,
habían compartido alguna comida fuera del hospital, y eso que siempre le había inquietado
su manera de mirar a Maca, y cuando lo había hablado con ella siempre le decía que era
una celosa empedernida, sin embargo, su actitud la tenía desconcertada. Cuando llegó al
despacho de Vilches, tocó la puerta y él la hizo pasar con su tono serio de siempre.
Una vez fuera se apoyó sobre la pared, lo que le acababa de decir Vilches era lo
único que le faltaba, estaba todavía impresionada por la noticia cuando vio pasar a Luna,
se mordió el labio tratando de recordar cosas que había decidido dejar enterradas en su
mente, entonces, un miedo se apoderó de ella tanto que el estómago comenzó a dolerle.
Solo el grito de Aimé la sacó de sus pensamientos. Una urgencia acababa de entrar, y
salió corriendo hacia el box.
Maca había decidido acercarse a Pediatría para mostrar a su hijo, todos coincidían
en comentar lo guapo que era, y lo mucho que se parecía a ella, algo que sin duda le
satisfacía de igual modo que le creaba una pequeña inquietud, conociendo a Esther ese
comentario le haría daño. Cuando había terminado de saludar a todos y se iba a marchar a
casa, se cruzó con Luna, hasta ese momento, Luna siempre la había mirado con mucho
cariño, tanto que a veces habían discutido Esther y ella por ello, sin embargo, en ese
momento sus ojos le transmitían algo muy diferente que no acertaba a entender.
Lu_ De Esther lo dudo –sonrió un tanto burlona-. ¿Oye te ha dicho algo Esther?
Lu_ Vaya, por lo que veo no, tengo mucho lío tengo que dejarte.
M_ He ido a Pediatría.
E_ Ya, no paran de decirme todos lo guapo que es y lo mucho que se parece a ti –Maca
puso su mano en la barbilla de Esther y la miraba de manera apenada pero con una
pequeña sonrisa comprensiva-. Ya lo sé Maca, me voy a tener que acostumbrar.
M_ El próximo lo tendrás tú ¿vale? –la abrazó y notó como Esther temblaba y se asustó-.
¿Qué te pasa cariño?
M_ Cariño –le puso morritos elevando sus cejas con lo que arrancó una sonrisa a su amor-
. Así me gusta, tu sonrisa es maravillosa mi vida.
E_ Venga Maca, vete a casa que este ambiente no es bueno para el niño, y además eres
capaz de si entra alguna urgencia que te necesite atenderla que te conozco.
B_ Ah, no, pero yo no soy quien lo ha dicho, a mí me lo contó Luna. Bueno tengo que irme,
creo que vas a tener un problema porque en este Hospital si algo hay, son malas
intenciones y a lo mejor Maca ya se ha enterado que le has puesto los cuernos.
T_ Dime reina. Te veo muy bien, ¿eh?, muy mejorada, si es que Maca es lo que tú
necesitas.
T_ Decir, decir pues... que se nota que ya estás con Maca, te ha cambiado la cara, te lo
estoy diciendo.
E_ No digo eso –la miró seria-. Me ha dicho Vilches que dicen que me he acostado con
Luna.
T_ ¡Qué! –exclamó con un gritito de susto-. ¿Te has acostado con Luna?
E_ Claro que no, pero si Maca se entera que van diciendo eso ... –le dijo preocupada.
T_ Oye Esther, francamente, esa chica le pasa algo contigo, no sé si es amor, celos o no
sé que será pero ha estado muy pendiente de ti, ha salido y entrado contigo, todas
sospechamos que ha pasado algo entre vosotras.
En ese instante pasaba Luna por delante de ellas, Esther abandonó con la palabra
en la boca a una Teresa que no salía de su asombro y salió tras Luna.
Una vez entraron Esther quiso tomar aire para hablar con ella lo más francamente
posible, pero notó como los brazos de Luna le tomaban por la cintura aferrándola a su
cuerpo, rápidamente se separó de ella mirándola incrédula.
Lu_ ¿Por qué no le has dicho nada?, me dijiste que se lo ibas a decir.
E_ ¿De qué estás hablando? –la miraba atónita con los ojos abiertos como platos.
Lu_ Esther, me dijiste que la ibas a dejar, me dijiste que ibas a estar conmigo.
E_ ¡Luna joder pero de qué me estás hablando! –cada vez se sentía más atacada, y lo
peor, sin entender sus palabras.
E_ Luna ...
Lu_ Te quiero Esther, te quiero –acercó sus labios a una desconcertada Esther-. Te amo.
Cruz había estado buscando a Esther pues no habían podido hablar, el día había
sido duro y no tuvieron un descanso para poder ponerse al día. Había visto a Maca muy
feliz, pero una de las veces que se había cruzado con Esther pudo notar una profunda
preocupación marcada en su rostro. Teresa la había informado rápidamente de lo que ya
era un secreto a voces. Una de sus compañeras le dijo a Cruz que estaba en el cuarto, que
aún no se había ido. Decidida entró y efectivamente allí estaba, sentada con una actitud
completamente derrotada, sus manos se apoyaban al asiento del banco mientras sus ojos
no se separaron del suelo ni siquiera cuando oyó la puerta cerrarse. Cruz, entró y se sentó
a su lado.
C_ ¿Estás bien?.
E_ No Cruz, no estoy bien –masculló mientras una sucesión de lagrimas caían sobre su
bata.
E_ No lo sé Cruz, ese día estaba borracha, habíamos salido a tomar unas copas fue el
cumpleaños de Rober, y... no sé... ella me llevó hasta casa, recuerdo que... –Cruz la
miraba atentamente y al ver que le costaba continuar le apretó la mano en señal de apoyo,
quería ayudarla-... que me subió hasta la habitación porque no podía casi andar, recuerdo
que me tumbó en la cama y me dijo algo, que me hizo reír, luego me acarició y me besó,
no recuerdo más.
C_ ¿Esther... no sé si te das cuenta en el lío que te has metido? –ella asintió-. ¿Qué vas a
hacer, eh?
E_ No lo sé, tengo miedo porque Maca lo único que no me perdonaría sería algo así, lo sé.
Y si me deja me moriré, esto también lo sé.
C_ Vamos, vamos –la estrechó contra su pecho al verla llorar-. Creo que deberías irte a
casa, darte una ducha y hablar con Maca.
M_ Buenas noches cariño. ¿Te gusta? –le preguntó Maca que apareció en el comedor con
un picardías ajustado a su cuerpo que resaltaba toda su belleza-. ¿Estás muy cansada?
M_ Mi niña, pensé que te emocionaría pero no tanto –le dijo sonriendo al verla llorar.
No dijeron nada más, no hubo palabras y la cena, tuvo que esperar un buen rato,
hasta que quedaron sin fuerzas y necesitaron recuperarlas. Esther se duchó, y se puso
uno de sus camisones largos, y la miró sonriente.
M_ Cariño te noto triste –apoyó su mano en la barbilla de una contrariada Esther, pero
entonces Maca le dio unos cuantos mimos que le hicieron sonreír-. Me tienes loca, ¿te lo
he dicho?
Cada palabra que Maca le dedicaba con total dependencia, se le clavaba más y más
en el corazón, la escuchaba hablar de las ganas que tenía de volver al trabajo, y eso le
volvió a recordar todo lo ocurrido. Sabía que debía decirle la verdad, sólo así podría
esperar que Maca pudiera comprenderla.
Durante la cena hablaron de todo menos del trabajo, una vez terminaron, Maca se
estiró en el sofá mientras apoyaba la cabeza en las piernas de Esther, quien la acariciaba
con ternura en silencio mientras escuchaban de fondo a Mozart.
M_ Dime cariño
M_ ¿Vas con él?, le toca el bibe y parece que nos ha salido comilón –le besó la punta de la
nariz.
E_ Sí, si se parece a ti vamos a tener que trabajar turnos dobles para comprar ¿eh? –quiso
aparentar tranquilidad
M_ ¿Me estás diciendo que soy una tragona? –le dijo mientras separaba su camisón lo
suficiente para encontrarse con su interior desnudo mostrándole un gesto de total deseo.
E_ Sí –le regaló una de sus características carcajadas-. Déjame loquita que Daniel nos
llama.
M_ Uf, esta bien, pero te recuerdo que tengo un fuego interior que no se que voy a hacer
con él –le susurro bajito en su oído mientras le dejaba un beso en el cuello que hizo
suspirar a Esther
E_ Sí.
M_ ¿Me dices que vas a esperar? –le tomó de la cintura acompañándola hasta la cama
donde se sentaron con Daniel.
M_ ¿Sabes que estás muy interesante dándole el biberón a Daniel?, tiene suerte –le
acarició la cabeza al bebé-, tiene una madre maravillosa.
Durante la noche, Esther no podía conciliar el sueño trataba de recordar pero era
inútil, y le costaba mucho más al tener el cuerpo de Maca entre sus brazos, su cara
quedaba a escasos milímetros de la suya, le apartó con cuidado de no despertarla
suavemente un mechón de pelo que le impedía verle el rostro, así pasó gran parte de la
noche, adorándola en silencio. También iban juntas a darle el biberón al niño, ni el
cansancio ni tener que madrugar le impedían a Esther levantarse con ilusión, algo que
llenaba de alegría a Maca.
La mañana amaneció con una gran nube negra que amenazaba lluvia, cuando el
despertador sonó, Maca ya estaba preparándole el desayuno a Esther que al despertarse y
no verla a su lado, se alertó. Al bajar a la cocina la vio allí enfrascada con las naranjas
preparando un zumo. Sonreía apoyada sobre el marco de la puerta, cuando Maca se volvió
para dejar la taza sobre la mesa y la vio, no pudo más que saludarle con una amplia
sonrisa, Esther se acercó y se fundieron en un beso prolongado y un fuerte abrazo.
M_ Lo sé –buscó con su mirada los labios de Esther que sonrió besándola-. Oye cariño,
¿qué tenías que decirme anoche que no sabía por donde empezar?.
E_ Bueno, no sé, sería algo del trabajo –la interrumpió-. ¿No vas a desayunar conmigo?.
M_ Claro. Ah y déjame decirte una cosa, ¿desde cuándo usas tú estas bragas?.
Le mostró la pieza que era roja con encajes algo que Esther no soportaba y que al
verla le hizo paralizarse completamente.
E_ Nada, nada, pues... no sé Maca... sería algún regalo de mi madre que ya sabes como
es y... como no estabas hice pocas lavadoras, la verdad. No sé –no pudo evitar ponerse un
tanto nerviosa-. Bueno Maca voy a ducharme o llego tarde.
Esther salió de la cocina con gesto aterrado, aquellas bragas no las había visto
nunca entonces suspiró pensando en Luna.
T_ ¿Esther? –ella se paró a su lado-, menuda cara me traes, se lo ha tomado muy mal
Maca, ¿verdad?
T_ ¿No? –ella negó con la cabeza mientras resoplaba-. Cuanto más tardes en decírselo
será peor, si va a empezar a trabajar se va a encontrar con el chisme y va a ser peor.
E_ Lo sé Teresa lo sé, pero no es fácil para mí, no es fácil decirle que no le puedo
asegurar que aquello no pasara.
T_ ¡Ay hija!, que poca cabeza –ante la mirada enfurecida de Esther le apuntó-. Sí, todos
nos dimos cuenta de lo mucho que te seguía Luna, todos menos tú.
E_ ¿Ha llegado?
Esther dejó a Teresa y se fue a cambiar, justo salía una de sus compañeras de
turno y dejó la puerta entre abierta, en ese instante Luna se detuvo para observar a Esther
que buscaba algo desesperadamente en su bolso, hasta que finalmente se quejó.
Luna se marchó en el mismo instante en que Esther se giraba y salía en busca del
teléfono para llamar a Maca.
E_ Maca cariño soy yo, ¿qué tal estáis?, vale. No me pasa nada, no, tranquila nada –
Teresa se acercó-. Llegaba tarde. Te quiero Maca.
T_ ¿Qué?
E_ ¡Joder Teresa que pesadita eres!, sólo quería saber como esta el niño.
T_ Ya, bueno... tú sabrás que haces, pero te digo una cosa ¿eh?, luego no vengas a
buscarme para llorarme.
E_ No me digas eso, porque siempre estás ahí –le sonrió con tristeza.
V_ ¡Vamos Esther mueve el culo que vienen varios trabajadores heridos!, ¡vamos!
E_ Ya voy, ya voy.
E_ Gracias Teresa.
T_ ¡Ay sólo espero que Maca, tenga mucha calma para entender este desatino pero
mucha! –murmuró Teresa negando con la cabeza mientras veía marcharse a toda carrera
a Esther.
Mientras tanto, Maca en casa estaba preparándose para marcharse cuando sonó el
móvil, por la música se dio cuenta que era el de Esther, sonrió mordiéndose el labio por lo
despistada que era, fue a descolgar cuando vio en la pantalla que era Luna quien le
llamaba, justo cuando fue a contestar el timbre se cortó. Le extrañó aquella llamada porque
sabía que Esther no congeniaba mucho con Luna, pero no quiso darle mayor importancia,
lo que sí le daba vueltas en la cabeza era la presencia de aquella braga que seguía
dudando que fuera de Esther y mucho más porque su actuación había sido un tanto
reveladora de que algo le pasaba, trató de tranquilizarse pensando que era algo imposible
que Esther le estuviera engañando, aunque sin querer, sintió un fuerte desdén en su
interior.
En urgencias el trabajo había descendido un tanto una vez atendidos los heridos,
Esther se encontraba en la cafetería con Cruz que seguía preocupada por ella, cuando vio
como Luna entraba directamente a la nevera, cuando la miró, Luna no disimuló una gran
sonrisa dedicada a Esther y una mirada cargada de afecto, algo que le hizo hervir la
sangre, se levantó sin dudarlo y tomándola del brazo fuertemente la sacó de allí, entraron
en el lavabo para mujeres y sin pensárselo Esther le recriminó con gesto repleto de ira y
voz llena de angustia.
E_ ¿Qué es lo que quieres Luna?, dime la verdad, ¿qué estás buscando?, dudo mucho
que a mí –la miró duramente.
E_ ¡No me llames cariño! –le espetó con rabia mientras apartaba bruscamente la mano
que había depositado en su rostro.
Lu_ Te quiero a ti Esther, ya te lo dije, lo he dejado todo por ti, desde que te vi la primera
vez sentí algo especial –Esther la miraba irónica-. Te quiero a ti mi vida.
E_ No me quieres a mí, y dudo mucho que entre tú y yo pasara algo, lo tengo clarísimo.
Lu_ Esther por favor, me prometiste que dejarías a Maca, que te había hecho mucho daño
con Jorge, y que solo pensaba en su hijo –Esther la miró contrariada porque aquello era
verdad había sido su estúpido pensamiento-. Mi amor, yo te daré todo lo que ella no ha
sabido darte, va por ahí hablando de su hijo... solo su hijo.
E_ Dejaste las bragas a propósito, ¿verdad?, o por el contrario acostumbras a ir sin ellas.
Lu_ No las deje a propósito, sólo que salí deprisa llegaba tarde al hospital.
E_ ¿Crees que soy gilipollas? –le preguntó con una mueca repleta de desprecio.
E_ Vete a la mierda.
Lu_ Te quiero, y estoy segura que te darás cuenta y vendrás a mí, ella solo tiene ojos para
su hijo. Recuerda –bajó el tono entregándole con ternura y voz armoniosa palabras que
dejaron boquiabierta a Esther-, te estaré esperando.
Cargada con la compra había vuelto Maca a su casa, el niño estaba llorando pues le
tocaba su biberón. Justo estaba entrando por la puerta cuando le sonó el móvil.
M_ ¡Esther!, nada, nada oye cariño tengo que volver pronto a trabajar ¿eh?, esto de ser
ama de casa no es lo mío –sonrió-, ya, bueno tranquila ahora me tomaré algo y te espero
para comer. Sí, todo bien, de verdad, oye –se calló suspirando feliz-, te echo mucho de
menos. Adiós. Bueno, vamos a ver chiquitín que hambre tienes. Era mami, quería saber
como está lo más bonito del mundo –le besó sonriente pero su sonrisa se borró al recordar
lo ocurrido por la mañana-. No quiero pensar que haya pasado algo que... Esther no sería
capaz –murmuró con una duda que le carcomía el interior-. Bueno, vamos.
J_ Por nada, no sé me parecía que estabais un poco tirantes... bueno... oye dime que tal
Daniel.
E_ Si –tan solo fue un murmullo pues por un segundo le pasó la posibilidad ante el nuevo
problema que tenía delante de poder perder a Daniel también-. Bueno te dejo que tengo
que quedarme Vilches quiere cobrarse todos los días que estuve fuera.
Lu_ Ya era hora que me contestaras cariño, ¿ya le has dicho algo a Maca? –dijo
intencionadamente mientras tapaba con su mano el auricular para que no la oyera reírse.
M_ Luna soy Maca –fue lo único que acertó a decir con voz temblorosa.
Lu_ ¿Maca?
M_ Sí.
Lu_ Ah.
Lu_ Lo siento –comenzó a lloriquear-, Maca yo... creo que tendré que ser yo quien te lo
diga, porque Esther no sabe como hacerlo y ya no aguanto más.
Lu_ Maca, Esther y yo... Esther y yo –hizo un poco más larga la pausa para conseguir su
propósito-, estamos juntas, ella no sabe muy bien como decirte que quiere dejarte.
Lu_ Lo siento ella no sabía como decírtelo, hemos estado juntas mientras tú no estabas y
... ella me prometió que cuando volviera de ver a tu hijo, se quedaría conmigo
definitivamente.
Maca mantenía cerrados los ojos, se estaba mareando, ya sabía de quien era la
braga que había encontrado y cortó la comunicación, mientras notaba que se ahogaba que
no podía respirar bien, se puso su mano en el pecho negando con su cabeza no podía ser
verdad, Esther la había engañado, no podía ser verdad, se repetía sin cesar, pero
entonces recordó aquello que no sabía por donde empezar a decirle la noche anterior, se
sintió engañada y tonta, Esther había jugado con ella. Cerró los ojos y sintió que su mundo
se desmoronaba a su alrededor, entonces el sonido el móvil hizo que abriera nuevamente
los ojos y viera reflejado en la pantalla otra vez el nombre de Luna. Lo desconectó. Trató
de pensar pero su mente estaba bloqueada, quiso atar cabos para alejar esa conjetura que
le había contado Luna, pero todo lo que pensaba le acercaba más y más a la supuesta
verdad.
En el hospital, Vilches salía acompañado por una Esther que seguía con gesto serio,
y le dijo de acompañarla hasta casa.
V_ Bien, desde luego me tenéis contento, primero pierdo una apuesta y ahora resulta que
nuevos problemas os acechan. Déjame decirte una cosa Esther.
E_ Te escucho.
V_ Bueno, voy a decirte lo que te diría Cruz, cuando haces algo debes ser responsable
hasta el final, todos cometemos errores pero eso no significa que tengáis que dejarlo ¿eh?,
más que nada porque soportaros a las dos aquí puede ser un infierno.
V_ Espero por tú propio bien que hables con ella, sé como se sufre lejos de quien amas.
Vamos.
Miró pero no la vio por ningún lado, le extrañó que no estuviera esperándola,
decidida fue a la cocina mientras la llamaba sin recibir contestación. Al entrar, la vio allí
apoyada sobre el banco, sonrió y se acercó hasta ella.
Cuando Maca se dio la vuelta, y vio sus ojos rasgados por lagrimas de dolor, y su
mirada fría, penetrante y amenazadora que le hizo sentir un nudo en la garganta.
M_ ¿Es cierto que te has acostado con Luna? –no elevó la voz pero no por eso su tono fue
menos duro.
M_ ¿Me vas a contestar? –le preguntó con su voz crispada pero sin alzarla.
E_ Maca... yo...
M_ ¿Sí o no? –la miraba tan intensamente que notaba como sus ojos ni siquiera
parpadeaban.
E_ Según ella sí –Maca elevó una de sus cejas en señal de sorpresa mientras se daba la
vuelta, cerraba los ojos y abría la boca pues le faltaba aire para poder respirar. Esther se
acercó hasta ella sujetándola por los brazos-. Maca.
E_ Maca por favor, no es lo que parece –Maca se giró con rapidez sobre sus talones
desafiándola con la mirada-. Yo estaba borracha y...
M_ ¿Qué pretendes que haga?, escuchar lo bien que os lo habéis pasado a mis espaldas,
¿eh?, ¿cuándo pensabas decírmelo? –hablaba sin parar de mirarla totalmente lánguida-.
¡Dímelo Esther!
M_ Ya...
E_ Por favor.
M_ En nuestra propia casa, en nuestra propia cama, ¿qué más puedo esperar Esther?,
¿qué más? –elevó una ceja mientras la barbilla le temblaba pero trataba de aguantar y no
llorar.
E_ Sabes que te quiero Maca, que ha sido un estúpido error, no era consciente además yo
no lo recuerdo yo...
M_ Me has oído perfectamente, ¡vete de aquí! –fue a pasar por su lado deprisa pero Esther
la agarró del brazo sujetándole con fuerza. Ella la miró y en sus ojos apareció un
sentimiento nuevo, el odio-. ¡Suéltame!
M_ No quiero oírte, no quiero verte, ¡fuera! –Maca se marchó rápidamente para que no la
viera llorar.
M_ ¿Ah si?, ¡joder pues menos mal que me quieres! –se jactó de sus palabras
apareciendo en su voz esa manera suya de hablar en plan borde.
E_ Te he dicho que estaba borracha –se acercó a ella mirándola con temor-. ¿De verdad
crees que lo hice sabiendo lo que hacia? –la mirada de Maca le contestó afirmativamente-.
No lo puedo creer.
M_ ¡Ah no!, lo que me faltaba, ahora hazte la ofendida, ¡vamos es un papel que te sale
muy bien!.
E_ Te quiero Maca, te quiero –le repetía con los ojos cerrados necesitada de ser
comprendida.
M_ Perfecto, no hay problema –se dirigió al armario y comenzó a sacar su propia ropa.
E_ Maca por favor –la detuvo y Maca rompió a llorar como jamás la había visto con
anterioridad-. Maca.
E_ Cariño.
M_ ¡No me llames cariño!, ¡no me nombres!, déjame en paz y apártate que haga la maleta
–dijo repleta de rabia mientras se limpiaba las lagrimas.
M_ ¿Esperas que te lo agradezca?, ¿eh? –se le acercó con una furia que Esther temió
fuera a golpearle-. No quiero volverte a ver por aquí, ¿me oyes?
En la otra punta de la ciudad, Teresa estaba pintando una figura de escayola, era su
manera de relajarse de tanta tensión acumulada en el trabajo. El sonido del timbre del
teléfono le sobresaltó.
T_ ¿Dígame?
T_ Vamos ni lo dudes ¿eh?, ven para casa, vamos, te espero justo hoy mi hijo no viene a
dormir.
T_ Ni molestarme ni nada, ¡venga!, ¿dónde estás?, bien estás cerca, vamos Esther te
espero. ¡Ay Dios mío!, ya sabía yo que algo gordo iba a pasar.
Esther le contó lo ocurrido ante la mirada atenta de Teresa que le había preparado
una tila. Cuando terminó suspiró profundamente mientras se sonaba la nariz.
T_ Madre de Dios.
E_ Llámala por favor, se ha quedado fatal y... ¡joder! –se tapó el rostro con las manos.
T_ Tranquila por favor, pero vamos a ver Esther, ¿tú estás segura que ocurrió?
E_ Esperaré a mañana para volver a hablar con ella, hoy no me ha dado oportunidad de
nada.
T_ Maca es una mujer con mucho carácter –Esther la miró asintiendo- bueno que te voy a
decir a ti.
T_ Sí –descolgó el teléfono y llamó, esperó con cara de preocupación hasta que saltó el
contestador, tapando el auricular le dijo a Esther-. Es el contestador ¿qué hago?
T_ Maca... cariño... soy Teresa quería hablar contigo, por favor si me estás escuchando
contéstame estoy preocupada por ti.
No hubo contestación, ni en ese momento ni en las dos horas siguientes, por más
que llamó Teresa no hubo manera que contestara, una y otra vez saltaba el contestador. El
desespero se había apoderado de las dos mujeres, y en el último mensaje Teresa le dejó
el recado como que iba a ir a casa a verla, se estaba poniendo la chaqueta cuando su
teléfono sonó, Esther la miraba impaciente mientras hablaba.
T_ Maca hija, ¿cómo estás?, sí, sí –Esther le hacía señas mientras Teresa le hacía callar-.
Entiendo, pero escúchame Maca, ¿no quieres qué vaya?, bueno... como quieras. De
acuerdo.
E_ ¿Qué?
T_ No quiere que vaya, no quiere que le llame y me ha dejado muy claro que quiere estar
sola.
La noche fue dura para las dos, ninguna pudo conciliar el sueño en toda la noche.
En su casa Maca, en la máxima expresión de la soledad, había tenido una dura batalla con
su cama, no soportaba la visión de Esther allí con la otra, quitó las sábanas, echó todas sin
dejar ninguna en casa, sacó las fotografías que tenía en la mesita de noche, no quería ver
nada que le recordara a Esther, parecía que se había trastornado. Cuando finalizó se fue al
comedor llevándose a Daniel junto a ella, y allí, sentada en el sofá trató de calmar sus
nervios y sus sollozos. No podía perdonarle algo tan cruel, justamente a Esther, justamente
la persona que siempre pensó que no le fallaría.
Al llegar al hospital, Esther iba acompañada por una nerviosa Teresa. Ella tampoco
había podido dormir demasiado buscando la manera de ayudar a sus dos amigas. Cada
una se fue a su puesto de trabajo aunque Teresa le prometió algo así como veinte veces a
Esther que llamaría a Maca para saber como estaba y luego le diría a ella.
Esther había estado buscando a Luna pero no había podido localizarla, estaba
segura que su plan le funcionaría y quería ponerlo en práctica de la manera menos
perjudicial posible.
D_ Rápido Esther ha habido un accidente muy grave de niños en un tren, quiero a todo el
equipo bajo en el muelle, ¡ah!, y lo siento mucho pero localízame a Maca, la quiero aquí
¡ya!
Solo de pensar que iba a verla se disparó su corazón, podría hablar con ella y tratar
de pedirle nuevamente perdón, pero para empezar pensaba que era mejor que la llamara
Teresa.
E_ Teresa por favor llama a Maca, dile que es muy urgente que venga, es por lo del
accidente.
T_ Sí.
Teresa llamó a una Maca que estaba tan desanimada que ni siquiera se había
duchado ni arreglado, pero ante la llamada del hospital, tuvo que reaccionar y en parte lo
agradeció para quitarse su propio problema de la mente, en parte no, porque tendría que
ver a Esther y quien sabe, a Esther con Luna y no estaba preparada para ello.
E_ Sí ya venía hacia aquí Dávila –no pudo evitar mostrarse un tanto alterada.
M_ Hola, siento el retraso –dijo sin mirar a Esther mientras se colocaba junto a Cruz.
V_ Bueno pues ya sabéis lo que hay que hacer, os aviso que va a ser un día duro e
intenso ¡eh!, así que necesitamos lo mejor de cada uno.
D_ Esther sé que no tengo que decírtelo pero... quiero a pleno rendimiento a todas las
enfermeras.
Aquella observación la dejó helada, ahora vendría lo peor, pensó, todos se darían
cuenta de la distancia que había entre ellas y sabía que eso todavía le crearía más
problemas. Suspiró con fuerza y decidida fue directamente al muelle pensando que Maca
estaría allí, quería hablar con ella, quería decirle algo, no sabía muy bien que... pero
necesitaba hablar con ella. Al llegar, vio que no estaba y se fue en busca de Teresa.
T_ Acabo de hablar con ella, lo único que me ha dicho es que ha dejado a Daniel con tu
madre.
E_ ¡Joder Teresa! –protestó sintiéndose herida por su comentario- ¿No te ha dicho nada
más?
T_ Sí, pero no creo que te guste saberlo –la miró con intranquilidad haciendo amago de
irse.
E_ ¡Joder! –murmuró.
T_ Yo no es por desanimar ¿eh?... pero... lo vas a tener crudo hija, muy crudo.
H_ Ya te vale Esther.
E_ ¿Qué dices?
E_ Oye ¿y tú que sabes eh? –lo miraba perpleja-, sólo lo que dicen los demás ¿me has
preguntado a mí acaso? ¡no verdad! –le recriminó con fuerza-. Pues no me toques las
narices.
C_ Maca, sé que ahora mismo no debe hacerte mucha gracia que te pregunte, pero me
tienes preocupada ¿eh?.
M_ Bueno Cruz, la verdad que si te soy sincera estoy fatal –miraba el suelo y su tono era
tan pesaroso que Cruz instintivamente le acarició la cara-. Nunca pensé que Esther
pudiera hacerme algo así, ¡y en mi propia casa!
C_ Bueno Maca... la verdad que durante el tiempo que no estabas, ella y Luna estaban
muy unidas pero de ahí a más...
M_ Sí, y creo que es mejor no volver a repetir lo mismo, así que espero que me deje
tranquila.
Acababa de entrar una niña, Maca recogió los papeles que le entregaba Rober
mientras escuchaba lo que sucedía, pasó por delante de Esther sin ni siquiera mirarla, una
Esther que acudía veloz dispuesta a ayudarla.
M_ Creo que hay que hacer placas Begoña, ves preparándolo todo ¡venga, rápido! –se
dirigió a Begoña omitiendo a Esther.
E_ Cruz te juro que no puedo, necesito hablar con ella aclararlo todo, pedirle perdón... ¿me
entiendes?
C_ Hazme caso, será lo mejor, eso sí, trata de no forzar ninguna situación que pueda ser
incómoda para las dos, ya sabes que esto es un hospital. Venga, que hay mucho trabajo.
Teresa entró al despacho de Maca para darle un recado, al entrar la vio que miraba
pero no veía una de las historias que tenía delante, parecía estar muy lejos de aquel lugar.
T_ Me ha llamado Encarna, dice que estés tranquila que Daniel está bien.
M_ Gracias Teresa –pero la mujer no se movió de allí mirándola fijamente. Cuando Maca
levantó la vista y la vio, clavó su mirada en ella y con gesto serio mientras elevaba el
bolígrafo que llevaba en su mano derecha le dijo-. ¿Algo más?
T_ Mujer... me imaginaba que... bueno... pues que me preguntarías algo –le dijo un tanto
nerviosa elevando los hombros.
M_ Pues mira sí –Teresa sonrió-, tienes razón. ¿Sabes dónde está Javier?
Una desesperada Esther muy lejos de hacer caso a Cruz, ni a las peticiones de
Maca, se dirigía por los pasillos camino a su despacho, estaba decidida a todo cuanto
fuera necesario para aclarar el tema y volver a ser una familia. Pero si Esther buscaba a
Maca, Luna buscaba desesperadamente a Esther. Justo cuando tomaba el pasillo donde
estaba Maca, se interpuso en su camino Luna.
Lu_ Necesitaba verte –bajó su voz hasta dejarla en un susurro-, no hemos podido hablar
y...
Le pasó la mano por la mejilla, mientras Esther mostraba una sonrisa escéptica,
pero para Maca que salía en ese instante del despacho la escena tuvo otra visión, una
caricia y una sonrisa, y esa visión resulto ser un puñal en su corazón. Se dio la vuelta
mordiéndose el labio en señal de disgusto y se marchó cabizbaja.
Lu_ Había pensado que te gustaría repetir nuestra maravillosa vivencia, cuando acabemos
podrías venir a mi casa –se acercó más a ella-, me muero de ganas de volverte a hacer
mía.
E_ Pues va a ser que no –le dijo cruzando sus brazos sobre el pecho-. Ahora, si quieres
podemos quedar después del trabajo en la cafetería de la calle.
Lu_ Esther, cariño, nunca nadie me había hecho tan feliz como tú. Te quiero.
Acercó sus labios a una Esther completamente desconcertada pero que a tiempo
retiró su cabeza hacia detrás.
Luna sonrió al verla marchar, entonces apareció Begoña en el pasillo y le hizo una
señal, Luna afirmó con la cabeza y fue tras ella.
B_ Acabo de ver a Maca, iba con una cara que parecía que había visto un fantasma.
Lu_ No, ha vito algo mejor, a su querida mujercita hablando conmigo. ¿Oye ya le has dicho
algo?
B_ No, aún no –sonrió-, pero lo haré cuando tenga la oportunidad, ya sabes que yo a Maca
no le caigo muy bien. Tengo que ser prudente.
B_ No hay de que, ya sabes que todo lo que sea hundir a Esther es beneficioso para mí.
Esther llegó, y mandó salir a la enfermera quedándose solas las dos con la
pequeña. Maca no la miró ni una vez, tampoco le habló así en silencio comenzaron a
trabajar, hasta que no tuvo más remedio que hablarle.
M_ Di que preparen el quirófano esta niña está muy mal, llama a Javier.
E_ Si.
M_ ¡Mierda! –exclamó al ver que la niña comenzaba a ahogarse-. Rápido hay que
intubarla, ¡rápido! o la perdemos.
Con la sincronización que tenían trabajando juntas, comenzaron a luchar por la vida
de la pequeña, en uno de esos movimientos las dos rozaron sus brazos, Esther sintió el
mismo escalofrío que siempre le producía el roce de la piel de Maca, mientras que ella
aunque trató de no sentirlo, sintió alivio y ganas de abrazarla. Pero sin duda antes que
ellas estaba la pequeña a la que tuvieron que sacar ellas mismas para llevarla al quirófano.
E_ ¡Un celador!, ¡un celador rápido!, ¡Teresa localiza a Javier llevamos una niña muy
grave!
T_ Sí, sí.
Viéndolas así Teresa pensó que parecía que todo estaba como siempre, pero la
aparición de Luna llamando a Esther, devolvió a las dos a la difícil realidad que estaban
viviendo en esos momentos.
E_ Maca, creo que Begoña no está preparada para una operación tan necesaria de...
Lu_ ¡Eso si que es un golpe bajo! –ante la mirada asesina de Esther rectificó-
E_ ¡Vete a la mierda!
Conociendo como conocía a Maca, sabía que no le iba a resultar nada fácil poder
acceder a su corazón y poder ganarse de nuevo su confianza. Estaba con la cabeza
apoyada en la pared del pasillo de quirófano cuando la voz de Vilches le sobresaltó.
V_ ¿Qué haces aquí? –ella lo miró sin entender-. ¡Joder! Maca y Javier están teniendo
problemas en la operación, y tú aquí pasando del tema.
E_ Mira Vilches, me parece que si quieres saber que hago aquí, deberías irle con el cuento
a Maca, es ella quien no quiere que entre.
V_ Esther no me obligues a hacer algo de lo que me pueda arrepentir –la miró con gesto
adusto y le indicó-. ¡Te he dicho que entres!
Tanto Vilches como Esther aparecieron en el quirófano, Maca cruzó su mirada con
Esther pero no le dijo nada, fueron momentos muy duros y todos luchaban por salvar la
vida de la niña. Como cada uno fue terminando su trabajo, fueron saliendo, los primeros
que lo hicieron fueron Javier y Begoña, mientras Esther esperaba que lo hiciera Maca, y
Maca esperaba que lo hiciera Esther. Vilches captó la situación y mandó fuera a Esther.
M_ Gracias, pero sin vuestra ayuda no hubiera sido capaz de salvar su vida.
V_ Maca, no quiero meterme donde nadie me llama, pero deberías saber que casi siempre
–la miró intensamente elevando una de sus cejas-, de lo que se dice en los hospitales, ni
un cuarto de lo dicho es cierto.
M_ Ya lo sé, pero como todo en la vida, hay excepciones donde hay mucho de cierto.
V_ Mira yo conozco muy bien a Esther, y te aseguro que ella no es de esa clase de
personas –Maca sonrió con tristeza-. Por lo menos trata que no influya en vuestro trabajo.
Una vez sola en su despacho, se sentó en el sillón, se retumbó y cerró los ojos.
Pensó en Esther como siempre, en cuanto la amaba, en su sonrisa, en su gesto cuando se
enfadaba, en como la besaba, como la acunaba entre sus brazos cuando ella estaba triste,
con la pasión que se entregaban para amarse, terminó por suspirar profundamente y al
abrir los ojos como una aparición que su mente le regalaba, Esther estaba ante ella.
M_ Me iba ya.
M_ ¿Sabes una cosa Esther? –la miró a los ojos fijamente-. Es que no me apetece verte,
no quiero verte es así de sencillo, verte me produce acidez.
M_ ¿Qué pasa, te molesta? ¿eh? ¿eh? –se acercó a ella desafiante con una sonrisa
maliciosa que provocó cierto miedo a Esther.
Maca la bordeó con gesto de gran enfado y se marchó dando un portazo que hizo
reaccionar a Esther que no estaba acostumbrada a estos desplantes de su mujer, cuando
reaccionó se dio la vuelta y fue tras ella, andaba deprisa casi a punto de correr no quería
que se marchara, pero cuando llegó al muelle ya no la vio. Teresa que también había visto
como Maca se había marchado, supuso que habrían hablado.
E_ ¿Me has dicho que Maca había llevado a Daniel a mi casa, verdad?
T_ Sí, estaba con tu madre –Esther fue al cuarto de enfermeras a cambiarse y al verla
marchar corriendo Teresa trató de hablarle pero fue inútil-. Esther dime al menos si vas a
venir.
M_ La verdad que sí. Te agradezco mucho que te hayas hecho cargo –le sonrió.
Juntas fueron a tomar un café a una cafetería que estaba bastante despejada de
gente, se sentaron en una esquina donde nadie les molestara. Encarna le preguntó que
estaba ocurriendo y Maca prefirió no decirle la verdad.
M_ Encarna, creo que es tu hija quien te puede explicar mejor lo que ha ocurrido.
En_ ¿Es por Jorge?, ya le dije yo que a escondidas no se pueden hacer las cosas, ¡esta
hija mía!
M_ No, no, no es por eso Encarna, entiéndeme no es agradable para mí hablar del tema,
mejor tu hija te lo contará.
En_ ¿Qué dices? –le preguntó desconcertada mirándola con expresión de conmoción-.
Para mi hija eres lo máximo Maca, ¿por qué me dices eso?
En_ Por lo que puedo adivinar –le escudriñó su rostro-, tú y mi hija no vais a estar juntas
hoy, y quizá mi hija no sabe que tengo yo al niño –Maca guardó silencio-. Está bien Maca,
tus razones tendrás, sólo espero que mi hija me lo cuente y no sea tan... no sé si llamarte
prudente.
En_ Acabo de estar con ella, Esther espera hija, espera –la llamó cuando iba a salir-. Creo
que tú y yo debemos hablar un momento, anda hija, siéntate aquí.
En_ ¿Qué has hecho? –su mirada era tan penetrante que Esther agachó la mirada.
Encarna con la dulzura que sólo una madre puede dar, le tomó de la barbilla obligándola a
mirarla-. Dímelo, soy tu madre y quiero ayudarte.
E_ Cuando Maca estaba en Jerez, una noche me emborraché como una verdadera idiota –
su madre la escuchaba atentamente-. Luna, una compañera del trabajo se empeñó en
llevarme a casa, me ayudó a meterme en la cama, y según ella entre nosotras pasó...
bueno ya sabes –Encarna cerró los ojos como agradeciendo que se callara y también
preocupada por Maca-. Ella se dejó unas bragas allí en casa, bragas que encontró Maca.
En_ Por eso no me ha contado nada, me dijo que era algo que tú debías decirme. ¿Pero
Esther cómo fuiste capaz?
E_ No lo sé mamá –sin poderlo evitar se puso a llorar-, no recuerdo nada yo creo que no
pasó, debería acordarme, pero sé que Maca no me va a perdonar, esto no me lo va a
perdonar.
El consejo de Encarna fue el mismo que le dieron Cruz y Teresa, era mejor dejarla
un poco, dejar que su rabia pasara para que pudiera ver su corazón repleto de amor
nuevamente.
Pero Maca en su casa, vivía un calvario que no compartía con nadie, todo eran
recuerdos de Esther, escuchaba su risa y la piel se le erizaba, se había puesto la cinta del
banquete de la boda, allí estaba, tan guapa, tan sonriente ¿cómo podía haberla
engañado?, era la pregunta que más se repetía. Tenía su mano apoyada en la frente
mientras notaba el suave roce de su pelo en su piel, su piel que tan hambrienta estaba de
caricias que sólo Esther sabía como saciar.
Al día siguiente cuando Maca llegó al hospital, saludó a Teresa que prefirió no
hondar más en la herida, y le preguntó por el niño, Maca le contestó y se marchó. Al poco
rato llegó una Esther con mala cara.
T_ Sí, y creo que ella tampoco pudo cerrar los ojos ¿eh?, ¡qué lastima!
E_ Vale Teresa, muchas gracias, en lugar de apoyarme encima me hundes más, ¡gracias!.
T_ Esther, Esther... ¡vaya ahora se enfadará conmigo como si lo viera!, nada chica que es
cierto que un tercero siempre sobra.
L_ La verdad que es un poco incomodo si, pero bueno, vamos a ver que pasa.
Lu_ Buenos días, ¿ha llegado ya Esther? –las dos se cruzaron una mirada repleta de
fastidio.
T_ Sí.
L_ Pues fíjate Teresa, no tendría mucho sentido que estuviera así de feliz, si fuera todo
mentira, ¿no?
Lu_ Buenos días Maca –ella no contestó ni siquiera la miró-. La verdad que... no me es
nada fácil estar así contigo –la miraba pero Maca no hacia ningún gesto, seguía
jugueteando-. Yo siento lo que ha pasado, pero Esther es maravillosa y me cautivó desde
el principio, siento de verdad esto.
Maca seguía guardando silencio, mirando fijamente la taza de café. Luna no sabía
muy bien si estaba pasando de ella, o es que sus palabras no le afectaban, así que volvió
a insistir.
Lu_ Maca yo no quiero que esto influya en nuestro trabajo, las relaciones empiezan y se
acaban, verás yo...
M_ ¿Decías algo? –le preguntó Maca poniéndose en pie ante el gesto extraño de Luna se
apresuró a recoger su bata y a despedirse-. Me pareció oírte hablar, bueno, hasta luego.
E_ Maca, Maca espera. Maca –ella la omitía de una manera dañina hasta que Esther tiró
de su brazo y la detuvo-. ¡Maca joder!. Necesito hablar contigo.
M_ Mira llevo prisa, así que primero suéltame y después mantén tu boquita cerrada con lo
que respecta a mí.
Esther se quedó de piedra en el pasillo, cada encuentro con ella era un nuevo dolor,
un nuevo golpe en su corazón.
Una enfermera la llamó desde el pasillo, habían traído una niña y necesitaban su
ayuda. En el box estaba Maca, Laura y Begoña, cuando entró Esther.
E_ ¿Qué ha pasado?
M_ Begoña antes que nada hay que limpiarle las heridas y sobre todo desinfectar bien –
Laura miró a Esther que se tragaba su ira.
M_ Laura creo que vamos a tener que llevarla al quirófano, mira esto –le señaló un gran
desgarro en la cabeza mientras Begoña limpiaba a la niña.
L_ Si, tendremos que hacerle una resonancia para descartar cualquier lesión.
M_ Creo que será mejor que llames a otra enfermera Begoña, date prisa.
L_ Voy a prepararme –dijo una incomoda Laura que no sabía como salir de allí, se sentía
en medio del fuego cruzado de las dos.
M_ Está bien.
E_ Oye Maca, creo que te estás pasando ¿eh?, soy la enfermera jefe no sé si te acuerdas
–le decía elevando un poco la voz-. Y soy yo la que debe dar las directrices a seguir.
M_ Yo soy Médico, tú una simple enfermera, ¿debo recordártelo? –le sonrió con cierto
sabor de victoria.
Esther se marchó pasando por el lado de Dávila sin siquiera pararse, Maca resopló
con rabia poniéndose en jarras, y cuando Begoña le indicó que ya estaba preparada se
marcharon al quirófano.
D_ Vamos a ver, sé que estáis pasando un mal momento personal, pero eso no es motivo
para que os comportéis de la manera que lo habéis hecho hace un momento, esto es un
hospital, antes que vosotras como personas, estáis como médico tú Maca, y Esther como
enfermera, ambas sois necesarias y ambas debéis de comportaros como tal, no me
gustaría abriros un expediente. ¿Os ha quedado claro? –ambas asintieron sin decir palabra
porque el gesto de Dávila era serio, muy serio y ambas sabían que tenía razón-. No quiero
volver a ver otra escena como la de antes ¡que os quede claro!
Al salir cada una se fue por su lado, la primera en marcharse fue Esther, y cuando
Maca llegó al final del pasillo se giró para verla, suspiró fuertemente, aquella situación era
insostenible, tenía que hacer algo y pronto. Así estaba cuando se acercó Begoña, se puso
a su lado y le murmuró:
B_ No entiendo como te ha podido hacer algo así, además Luna está tan ilusionada con
ella, ha dejado a su novio y todo por Esther, espero que no juegue con ella también,
porque según me han contado es muy propio de Esther. Bueno, me voy.
Maca se quedó como si en aquel lugar sus pies hubieran echado raíces en el suelo,
ni un solo músculo se movió, tan solo el corazón latía de manera herida.
L_ Hola Maca.
L_ Bueno, yo lo siento por vosotras –le dijo sentándose a su lado-. Creo que a quien
deberías pedirle disculpas es a Esther, no a mí.
L_ Maca... yo no quiero tomar parte por ninguna de las dos, sabes que os aprecio de
verdad, pero pienso que esta situación no podéis mantenerla por mucho tiempo.
M_ Dímelo a mí, que desde que he llegado todos me miran como queriendo decir, mira por
ahí va Maca, la cornuda, pobrecita.
L_ Bueno... tampoco le des mayor importancia, porque dentro de nada ocurrirá otra cosa y
se olvidaran de vosotras, aunque claro, es que lo vuestro es tan influyente en todo el
mundo.
M_ Porque somos lesbianas. Es como si todo el mundo esperara que esto pasara para
atacarnos.
L_ ¡Ay amiga!, voy a ser sincera contigo, yo conozco a Esther, un poco más de tiempo que
tú, ella siempre ha sido muy desgraciada y nunca la había visto tan feliz como a tu lado, no
creo que lo que dice Luna sucediera de verdad, aunque es cierto, que ella se ha encargado
de ir dando pequeños coletazos por aquí, por allá, para que de alguna manera todos lo
supiéramos cuanto antes. Esther te quiere de verdad, nada más había que verla el tiempo
que estuviste en Jerez.
M_ No dudo que me quiera Laura, pero si hay algo que no soporto es que me tomen el
pelo.
M_ Si –asintió dando un último trago-. Creo que voy a disculparme no me siento bien así.
L_ Eso está bien –le tomó la mano con aprecio-. Ojalá pudiera decirte que es mentira y que
ha sido un engaño.
M_ Entonces, creo que Esther no me perdonaría a mí, pero tengo demasiadas pruebas de
que ocurrió.
M_ Gracias Laura.
Maca salió dispuesta a pedirle disculpas a Esther, fue a Teresa que como siempre
andaba renegando.
M_ ¡Teresa!
M_ Tienes mojada la bata –le dijo con gesto de extrañeza por la pulcritud de Teresa.
T_ De sus lagrimas –Maca se impresionó-. Anda Maca por favor, déjale que te hable, ¿qué
vas a perder escuchándola?, está destrozadita y ya sé –elevó sus manos-, ya sé que no
quieres que te hable de ella, ¡pero que quieres hija!, la veo sufrir a ella, y te veo sufrir a ti,
¡y no lo puedo soportar!
Ev_ Maca rápido traemos un recién nacido, estaba en una bolsa de basura.
M_ Vamos Eva.
Ev_ Tiene las constantes un poco alteradas sobre todo la respiración es baja.
En ese momento Esther pasaba por delante del box hablando con otra enfermera y
al ver que estaba Maca, trató de no separar sus ojos de su carpeta.
M_ ¡Esther!, ¡Esther! –insistió dos veces-. ¿Puedes venir un momento por favor? –ella le
dio la carpeta a su compañera y se acercó sin prácticamente mirarla-. Necesito que me
ayudes en el reconocimiento.
Ev_ Bueno... yo os dejo con el pequeño –dijo un tanto nerviosa ante ellas.
M_ Vaya, ¿y eso me lo dices tú? –discutían en voz baja para no llamar la atención-. Tú la
experta en clavar puñaladas traseras.
E_ ¿Yo?, ¿y tú qué?, la experta jueza que no deja defenderse creyendo de ante mano que
soy culpable.
M_ Eres de lo más... bien, creo que con una analítica en principio bastara –dijo cambiando
su tono al ver como Dávila se acercaba.
E_ Está bien, ¿quieres alguna cosa más? –le preguntó con tono amable.
M_ En principio no.
D_ Así me gusta, de buen rollo chicas. De buen rollo. ¿Lo tenéis estabilizado?
M_ Sí Dávila, creo que debieron descubrirlo pronto porque con el oxígeno se está
estabilizando.
El mensaje que le mandó no fue lo suficientemente dañino como para bajar su calor,
el simple roce del aliento de Maca en su cuello, la volvía loca. Cerró los ojos y su
respiración se elevó, sólo cuando abrió sus párpados y su mente pudo canalizar las
palabras después del deseo, sintió ganas de vengarse.
No tuvo tiempo de hacer nada porque Luna se presentó a su lado, le tocó del brazo
y justo en el lado opuesto en que Maca la había vuelto loca, ella también lo intentó
susurrándole.
E_ Pues tienes razón –suspiró mientras daba con el bolígrafo en la carpeta y la miraba con
ojos repletos de furia-. No tengo nada que esconder ¿verdad?
Lu_ Verdad mi amor. Sólo quiero hacerte feliz, ¿vamos? –le dio la mano pero Esther no se
la cogió pasando por delante de ella.
C_ Mira Maca, yo creo que... no sé, es una opinión mía ¿eh?, deberías cambiar el turno de
tus guardias, procurar que no coincidan con Esther, así te dolerá menos.
C_ Mmmm yo creo que... será mejor que nos vayamos ¿eh? –le dijo un tanto asombrada
por la actitud de Esther que no soltaba la mano de Luna y parecía reírse mientras ésta le
hablaba bajito. Toda la atención de Maca estaba centrada en Esther, y su gesto perplejo
daba muestras de su estado, tal era, que Cruz debió insistir-. Maca, ¿Maca me oyes?
C_ Que será mejor que nos vayamos, no me gustaría que tuvieras otro problema y si
sigues mirando así, pues quizá ahora tenga que firmar la defunción de Esther porque
quede fulminada por los mísiles que le estás lanzando.
Maca salió de la cafetería sin dirigir la mirada hacia el lado donde estaban las dos,
pero quien sí lo hizo fue Cruz, sin duda no evitó demostrarle a Esther su reproche.
Lu_ Que me gustaría mucho irme contigo este fin de semana, perdernos por algún lugar sé
uno que...
Lu_ ¿Aquella noche? –elevó sus cejas de manera divertida mientras sonreía.
Lu_ No, tú querías irte sola, pero ibas de lado y creímos que lo mejor era uno de nosotros
acompañarte.
Lu_ Luego... –le acarició la mano mientras entraba Teresa que se quedo de piedra-, bueno
luego me dijiste que te gustaba y que... –se acercó a su oreja mientras los ojos de Teresa
se encendían de cólera-, querías que te acompañara a tu cuarto.
T_ ¡Esther! –las dos dieron un salto ante el grito de Teresa-. ¿Tienes un momento?
Lu_ Claro cariño cuando tú quieras, ¿no me vas a dar un beso? –le sonrió.
T_ Vamos Esther.
Teresa le dio un empujón que por poco la echa al suelo, se la llevó de allí ante la
sonrisa maliciosa de una Luna que seguía tejiendo su plan con toda seguridad. La que no
estaba segura era Esther ante la bronca de Teresa, la tenía apoyada contra la pared
hablándole con gesto contrito.
T_ Esto es el colmo Esther ¡imagínate por un segundo solo que Maca te ve!, ¿pero qué
poca cabeza la tuya?, ¡será posible!; así que es cierto ¿eh?, y yo defendiéndote como una
auténtica idiota, ¡no sí ya me lo ha dicho Laura ya!...
E_ Mira Teresa –le devolvió la mirada-. Acabas de joderme con tu aparición, estaba
intentado sacarle la verdad a Luna y tú lo acabas de fastidiar.
T_ ¿La verdad?, pues vaya manera de sacarle la verdad dejarle que te acaricie y te hable
con voz de tonta.
T_ Pues mira eso al menos igual te sirve. Pero ahora le irán con el chisme a Maca.
E_ Sí, total ella no me cree ni me da pie a defenderme, ella tiene su teoría y de ahí no hay
quien la saque. Tendré que tomar otras decisiones, pero hasta el momento esta es la única
que se me ha ocurrido.
E_ Bueno mira, da igual, ¡ahora tendré que volver a soportar a la Luna está de la hostia!
E_ Da igual, para todos yo soy la mala, así que ahórrate tus comentarios y no vayas a
decirlo a nadie no se entere Luna y me jodas del todo el plan.
Esther andaba pensativa con las palabras de Luna, recordaba que Héctor le había
dicho de llevarla a casa, luego todo aparecía confuso, se juro nunca más volver a beber.
Tenía que ir a por unos papeles a la planta de traumatología y fue a subir al ascensor, en
su interior habían dos enfermeras que la miraron bastante mal y detrás de ellas Maca que
la miró con fastidio. Dudó un instante pero enseguida entró vio que estaba apretado el
botón 2, y el 5, apretó el 6 rezando que fuera Maca la que se bajara antes que ella.
Cuando el ascensor llegó al piso 2, las dos enfermeras bajaron murmurando entre ellas,
mientras Maca se quedaba con Esther, no la miraba y su rostro reflejaba un enfado
considerable. Maca estaba al lado de los botones y Esther en la otra parte, el ascensor
comenzó a subir justo en el momento en que Esther pasando por delante de Maca lo
detuvo apretando el stop.
M_ ¿Pero qué haces? –le preguntó tratando de quitarle la mano del botón.
M_ Esther haz el favor de soltar el botón ¡joder! –volvió a estirar de su mano pero Esther
con la otra la paró.
E_ No seas así mujer, que aquí nadie nos va a molestar y estamos bien juntas.
E_ Te pones tan guapa cuando te enfadas –le susurró mientras su otra mano la apretaba
contra la pared, una Maca desconcertada se dejó hacer-. Sabes que me vuelves loca con
ese gesto tuyo.
M_ Pues hace poco estabas hablando muy animada con Luna ¿no?
E_ Sí, es cierto –puso su cadera y su pierna entre las piernas de Maca que ante el
movimiento entre abrió la boca-. Me vuelves loca Maca, no me hagas perder el tiempo
lejos de ti –le dijo con voz amorosa.
M_ Suéltame no quiero que me toques, ¡vale! –no hizo nada por soltarse.
E_ Claro que quieres que te toque –la miraba a los ojos viendo en ella el reflejo de los
suyos, el deseo-. Como siempre vida mía.
M_ Esther –Esther posó sus labios suavemente sobre una desconcertada pero encantada
Maca, que al notar el roce sintió como su sangre hervía. Sin embargo un recuerdo llegó a
su mente que le hizo empujarla-. Ya veo que se te da cada vez mejor esto, te gusta
besarte por todos los rincones del hospital, conmigo o con ella, ¿hay alguna más? –elevó
sus cejas desafiándola con la mirada.
M_ Y te revuelcas con ella nada más me doy la vuelta –con rabia apartó su mano del
botón-. No Esther, se acabó, tú y yo acabamos para siempre. Después de verte en la
cafetería con esa zorra, me he dado cuenta que jamás podré perdonarte.
Durante el resto de la tarde ambas trataron de esquivarse, hasta que Laura le pidió
a Esther unos resultados y tuvo que ir a la sala de médicos. Fue con el corazón encogido,
aquel era el territorio de Maca y lo más lógico era encontrarla allí, y no tenía ganas de
volver a discutir. Antes de entrar, se cruzó con Begoña que la miró con ojos burlones.
Esther respiró profundamente y abrió la puerta, al hacerlo con sus ojos rápidamente repasó
toda la sala, Maca no estaba, pero sí pudo ver su chaqueta.
E_ Adiós.
M_ ¡Esther puedes salir un momento! –le ordenó con los celos instalados en su tono.
Esther se giró con rapidez, quien la estaba acunando era Luna, mientras la mirada
de Maca desde la puerta la dejó helada. Fue a salir, pero una sonriente Luna, le cogió del
brazo y cuando Esther fue a pedirle que la soltara, aprovechó el momento de desconcierto
para besarla, Esther se separó con rapidez, la miró con sus ojos repletos de furia, y al
buscar a Maca ya no la encontró, pensó que cada encuentro las separaba más y
desalentada fue a reunirse con ella. Maca no la miró sólo le dijo:
E_ ¡Maca! –se detuvo en la puerta, ladeó un poco la cabeza y se quedó mirándola con
expresión adusta-. Pensé que eras tú.
Mientras ellas estaban en el box, Begoña se había visto con Luna en la farmacia.
B_ No tiene importancia. Pero dime ¿cómo lo llevas? –la miró con ansiedad.
Lu_ Perfecto. Maca me está facilitando mucho las cosas con su actitud.
B_ No bajes la guardia, que éstas dos son muy pesaditas, muy empalagosas.
Lu_ Ya, pero un día oí decir a Maca que lo único que no perdonaría nunca, sería una
infidelidad –elevó sus cejas-. Y hoy ha ido bien servida –dio una carcajada acompañada
por Begoña.
E_ No hace falta que vayas a por Daniel, esta noche se queda conmigo.
M_ ¿Ah si? -su voz reflejaba escepticismo-. ¿Y se puede saber por qué?
M_ Tú has perdido cualquier derecho –le dijo desafiante acercándose un poco más a ella
pero sin alzar la voz.
M_ Tienes razón, no me gusta, así que tendremos que hacer algo al respecto.
M_ ¿No me vas a besar esta vez?, ¿eh? –la miraba con sorna.
Se quedó sola allí en medio del pasillo mordiéndose el labio, cada día que pasaba
más le costaba mostrarse firme con ella, la adoraba tanto. Al marcharse saludó a Teresa
que se fue corriendo en busca de Esther pues había presenciado toda la escena.
T_ ¿Puedo pasar? –Esther asintió-. ¡Ay Esther, Esther!, ¿qué vamos a hacer?
E_ No lo sé Teresa. Creo que mi plan “A” no ha funcionado, ¡es que parece que disfrute
haciéndome daño!
T_ ¿Y tú que esperabas? –le preguntó muy seria-. ¿Sabes el daño que le has hecho a
ella?
E_ Ya Teresa ¿qué quieres que haga, eh?, le he pedido perdón mil veces, pero ella... ella
es tan perfecta que no acepta que los demás nos equivoquemos.
T_ ¿Recuerdas cuándo aquel novio tuyo te engañó con la rubia aquella? –la miraba
intensamente.
E_ No es lo mismo.
T_ ¿Ah no?, ¡pues querida según él solo fue una vez, un error!
T_ Pues ahora testaruda, date cuenta que es lo mismo que piensa Maca de ti.
T_ Además perdona ¿eh?, pero en la cafetería parecías estar bien a gusto con la Lunita
ésa –dijo con tono despectivo.
E_ Ya te dije que...
T_ Sé lo que dijiste, pero Maca no lo sabe y estás echando leña al fuego, y al final te vas a
quemar de verdad.
E_ Me ha amenazado con separarse de mí –se sentó decaída tapándose la cara con las
manos en actitud desesperada.
Lu_ ¡Joder Maca!, no me hables así –Maca puso expresión de sorpresa-. Yo no he hecho
nada, te lo juro. Pero... tú no estabas... Esther insistió tanto y...
Lu_ He quedado con Esther para ir a cenar, me ha dicho que la esperara y... no sé ¿la has
visto?
M_ Ella siempre llega tarde –sin querer su voz resultó nostálgica y se marchó cabizbaja
con la pena clavada en su alma.
Durante el camino en coche hasta casa de Encarna, no pudo reprimir el llanto, tuvo
que parar para poder llorar a todo pulmón, necesitaba sacar ese dolor que se había
enclaustrado en su interior, pero no solo lloraba, también llamaba insistentemente a Esther.
Una vez pudo tranquilizarse, subió a casa de su suegra, le dio un beso como siempre
hacia y se sentó en el sofá mirando a su hijo que dormía placidamente.
En_ Maca, tú has llorado, hija –se sentó a su lado abrazándola fuertemente mientras Maca
sentía que ese abrazo la reconfortaba-. Cariño... espera voy a prepararte una tila que eso
va muy bien.
M_ No Encarna de verdad –se separó de ella limpiándose las lagrimas-, me voy a ir.
En_ No Maca, no, tú no te vas hasta que estés tranquila. Espera que ya vuelvo.
En_ Es un bendito, ¡estoy como loca con él! –sonreía mientras hablaba y le entregaba la
tila.
En_ Al principio... –repitió con una sonrisa divertida-, lo que más me costó fue el principio
de verdad, cuando Esther me contó que salía con una mujer mi corazón yo creo que dejó
de latir un segundo, no me hizo falta que me dijera quien era, adiviné que eras tú por la
manera en que la mirabas –Maca sonrió al recordar los viejos tiempos-, eso me costó
mucho más, pero la veía feliz y lo principal para una madre es ver a su hija feliz, sea como
sea, sea con quien sea. Ahora cuando veo tus ojos cada vez que miras al niño veo el
mismo amor que entonces por mi hija, y lo acepto como mi nieto porque tú para mí eres
como una hija Maca –Maca la miró agradecida mientras saboreaba la tila, sabía que era
cierto-. Lo que es verdad que no puedo aceptar es la sombra que existe en tus ojos y el
dolor que veo en mi hija.
M_ Encarna...
En_ Si ya sé lo que me vas a decir, pero déjame contarte algo antes que venga mi hija.
M_ Tranquila que tardará, está con Luna –un gesto que mostraba su herida tomó su rostro,
y al ver la mueca de Encarna se arrepintió-. Encarna de verdad yo tampoco lo entiendo
pero...
En_ Mi hija me ha dado muchos disgustos por su poca cabeza, pero ninguno como este, y
en el fondo ¿sabes qué?, yo la creo cuando me dice que estaba bebida, y no sabía que
hacía, la vi sufrir cuando tú no estabas a su lado –Maca la escuchaba con gesto apenado-.
Yo la creo, soy su madre dirás, sí, pero tú no sabes como fue su vida antes que llegaras.
En_ Mira Maca cariño, Esther es clavadita a su padre, todo lo hace de corazón, a mi hija se
le ve venir y tú lo sabes, nunca, óyeme bien, nunca había sido tan feliz, por muy torpe que
sea que no te digo que no –la miró divertida arrancándole una sonrisa-, sé que tú eres su
gran amor, eres de su vida lo más importante.
M_ Ahora me parece que no Encarna –su voz casi fue inaudible por el dolor.
En_ El padre de Esther cuando ella tenía meses, me engañó con otra, él me amaba yo
sabía que era verdad, aquella se le entrometió y ya sabes... la carne es débil según para
quien –hizo una mueca de resignación-. Bueno a lo que iba, me quedé con la niña
pequeña y sola, lo eché de casa sin miramientos, estuvo varios días llamando y no le
abría, venía a esperarme cuando salía a comprar, estaba desesperado él sabía que yo lo
amaba y comprendió que la otra no podía darle más que esos ratos, no quería perdonarlo,
M_ No tiene sentido, además Esther es muy maniática con todo eso, siempre con sus
celos y sospechas, ¡y mira tú por donde y me la pega a mí!
En_ ¿No le vas a dar una oportunidad? –la miraba con preocupación.
En_ Por esto hija mía, no perdáis más tiempo, hablar exígele todo lo que quieras, dile que
es la última oportunidad que le das, sé que mi hija te necesita ¡aunque esté cenando con la
Luna ésa!, -mostró rabia ante aquella incongruencia de su hija.
M_ Necesito un poco más de tiempo, me duele verla con ella, me duele mucho.
M_ Claro, lo sé, pero cierro los ojos y me viene a la mente con Luna, y entonces creo que
voy a enloquecer... porque pienso que igual ahora mismo puedan estar quedando para
iniciar una relación.
En_ Eso es imposible, ¡quita... quita, quítate eso de la cabeza por Dios! –gesticulaba
nerviosa.
M_ En fin Encarna, necesito tranquilidad, tiempo y pensar –su gesto seguía siendo
apenado.
M_ Pues... –dudó.
M_ Tranquila.
E_ Mira Luna, yo no sé que pretendes con todo esto –fue a hablar pero la detuvo
levantándole la mano-. Espera, si pasó algo o no, pues mira, lo siento porque tú a mi no
me interesas para nada, yo creo que jamás te he insinuado nada, que jamás te dije nada
que pudiera darte alas a sentir que yo te estaba proponiendo algo entre tú y yo. Lo siento
Luna, pero es que tú a mí no me interesas para nada –insistió.
E_ Sé lo que te dije y sin duda lo dije porque estaba borracha perdida, Maca es el centro
de mi vida y voy a luchar por recuperar su amor.
E_ Tú, pues mira lo siento aunque sigo sin creerme nada de tu historia y mucho menos
que estés enamorada de mí. Te agradeceré que me dejes tranquila.
E_ Ni Esther ni nada, ¡no quiero saber nada de ti!, ¿te ha quedado claro?
E_ No me vengas con gilipolleces, no sé que buscas pero te aseguro que estaré atenta no
vaya a ser que lo que quieras es alejarme de Maca para estar tú con ella –entonces la miró
fijamente a los ojos y con un tono severo le dijo-. Si es así, soy capaz de matarte.
Cuando llegó a su casa, tuvo que soportar la bronca de su madre, hasta que al final
le explicó todo lo que había pasado, Encarna, prefirió callar su conversación con Maca
para no dar falsas expectativas a su hija.
E_ Menos mal que Maca me hizo caso y dejó a Daniel –lo abrazó con cariño sonriendo.
En_ Pues no, lo ha dejado por mí, insistió mucho en que Daniel se quedaba por mí y
supuse que tú le habías dicho algo.
E_ Joder, no sé como voy a reconquistarla otra vez, las voy a pasar putas.
Cuando la noche cayó en la ciudad, apareció una luna enorme en el cielo, iluminaba
todo y aquella luna era la que tanto les gustaba compartir a la pareja abrazadas
compartiendo el calor de sus cuerpos en silencio. Ambas sin poder dormir miraban hacia el
cielo, Maca pensando en Esther, Esther pensando en Maca. Eran tan absolutamente
iguales que las dos tenían la misma emisora de radio, y mientras ellas recordaban desde el
primer momento en que sus miradas se cruzaron, sonaba una canción que parecía
expresamente dedicada a ellas.
En_ Buenos días hija, no sabes lo bien que me vienes, me he quedado sin azúcar y quería
bajar. En la habitación de Esther esta Daniel, no ha dado nada de faena, pasa, pasa ¡ah!, y
cuento contigo para el desayuno.
La mujer se marchó y una Maca sonriente cerró la puerta dejando el bolso sobre la
mesa, directa se marchó a la habitación y al llegar su rostro reflejo sorpresa, allí en la cama
estaba Esther durmiendo abrazada al pequeño. Los ojos de Maca recorrieron su cuerpo
que tan solo lo tapaba un camisón que dejaba al descubierto su espalda, sus piernas y sus
hombros, Maca notó como se le secaba la garganta, despacio se acercó hasta ella con una
suave sonrisa marcada en sus labios y mirándola con dulzura, sus ojos brillaban y sus
manos temblaban de deseo por tocar aquella piel que parecía llamarla a gritos. Tuvo que
resistirse mucho para no hacerlo, suspirando bordeó la cama hasta llegar a su hijo, apartó
de manera brusca su mano del cuerpo del pequeño esperando despertarla, la miraba con
una sonrisa maliciosa, pero ella ni se inmuto.
Estuvo un buen rato jugando con el pequeño pero no perdía detalle de la puerta de
la habitación, esperaba verla salir, la visión de Esther en camisón saliendo por la puerta,
encendía de manera brutal su deseo. Cuando el niño volvió a dormirse, Maca lo dejó
suavemente en el moisés. Sin pensarlo dos veces, volvió a asomarse a la habitación, en la
misma postura seguía Esther, su mente le empujaba a hacer cualquier travesura, y
decidida entró.
E_ ¡Luna déjame! –murmuró aún medio dormida. Cuando abrió los ojos ante ella se
encontró con una Maca completamente desencajada mientras ella consciente de lo que
había dicho se sentó de un salto frotándose el cuello un tanto dolorido-. Maca cariño...
E_ ¡Maca, Maca! –se levantó yendo tras ella que salía despavorida cogiendo el bolso y
encaminándose hacia la puerta-. Espera Maca, tenía una pesadilla yo...
M_ Esther –la miró frunciendo su frente mientras se mojaba los labios sutilmente con la
lengua-. Me hartan tus excusas, me cansan.
El día empezaba mal, justo ese día que se lo había propuesto iba a ser el de la
reconciliación entre ambas. Había cambiado su turno para poder coincidir con ella por la
tarde, estaba decidida a todo no iba a cejar en su empeño de recuperarla, no podía verla
sufrir ni tampoco soportaba que le hiciera sufrir a ella.
E_ Nada, tonterías sin importancia –se giró para mirar la puerta por si llegaba Maca.
T_ Oye ¿qué llevas ahí? –la miraba sorprendida y Esther sonrió-, eso... eso es un bocado
en toda regla ¿eh?
T_ ¡Maca! –exclamó boquiabierta-. ¡Ay hija no entiendo nada!, ¿puedes ser más explícita?
T_ Esther estás poniéndome nerviosa a mí ¡tranquilízate por favor!. Ah una cosa -hizo un
inciso-, mejor dicho, dos. Primera, esta noche es la fiesta de Laura, bueno fiesta... ya
sabes...
E_ ¿Y la segunda? –se le notaba deseosa de que pasara el tiempo y llegara Maca, porque
solo le importaba Maca.
T_ Pues ya quisiera yo pero no –le miró expectante a su pregunta pero no la hizo-. Es para
ti.
M_ No te habrá hecho falta –la leyó sin inmutarse-, sabes perfectamente de quien es –
dicho esto con paso apremio se marchó.
Cuando la puerta del cuarto de enfermeras se abrió de par en par, Esther presintió
quien era.
E_ Maca ya esta bien, ¡hasta cuándo, eh! –se puso en jarras mirándola con total
dependencia de ella-. No puedo más, no puedo estar lejos de ti, dame una oportunidad
Maca.
M_ Mira Esther, ya te lo dije, no pienso darte ninguna oportunidad ¿vale?, así que déjate
de tonterías.
E_ ¿Tonterías?, ¿crees que esto es una tontería?, ¿querer volver a estar juntas es una
tontería? –la miraba atónita.
M_ Cuéntale ese cuento a otra idiota, a mí, no por favor –contestó llena de resentimiento.
E_ ¿Entonces tu beso de esta mañana también era una tontería? –Maca elevó una ceja
tomando esa actitud casi chulesca en ella acercándose a Esther mirándole los labios-.
Maca...
E_ ¡Joder Maca! –murmuró con tristeza y excitación, no podía soportar su juego-. ¿Qué
voy a hacer?
Maca se había cambiado y cuando bajaba al box se cruzó con Luna que llevaba
muy mala cara, no quiso preguntarle, pero pensó que podía haberle pasado algo a su
hermano y finalmente lo hizo.
B_ Imagino, debes estar muy contenta ¿ya habéis vuelto?, te creía más integra.
E_ Sí, debe estar a punto de descubrirla, no sé... creo que lo tengo chungo.
M_ Teresa –la voz firme de Maca hizo que las dos se pusieran tensas como si las hubiera
descubierto haciendo algo indebido-. ¿Puedes dejarme sola con ella?.
T_ Ya vuelvo.
Maca se marchó sintiendo que le fallaban las piernas, entró en el box donde tenía
un paciente y se encontró con Luna llorando, la miró apenada suspiró y se marchó sin
decirle palabra.
T_ ¿Qué? –Teresa la miraba con los ojos abiertos como platos-. ¡Esther!, estás blanca ¿te
encuentras bien?
T_ No digas eso mujer. Esto es un bache –alzó sus manos nerviosa, ladeó la cabeza y
apuntó elevando las cejas-. Profundo, un bache muy profundo pero... ¡Esther!, ¡Esther!,
vaya tengo que hacer algo –murmuró decidida al verla marchar.
M_ ¡Vaya, supuse que tú eras el cómplice y no me equivoqué! –le respondió con su mismo
tono.
T_ Eres injusta Maca –le dijo con firmeza-. Pero mira a mí no me engañas, ¿a qué tienes
miedo?
T_ Sé lo suficiente como para saber que estás sufriendo y mucho, igual que ella y es una
pena, porque el tiempo que estáis perdiendo no lo vais a recuperar, y a lo mejor Maca, un
día te arrepientes de tu actitud.
M_ Yo no me he acostado con otra, ni me he ido besando, ni acariciando por ahí, ni... –se
detuvo con un nudo en la garganta y gesto desesperado.
T_ Esther se ha equivocado al pensar que si hacia todo eso que dices tú, Luna le
confesaría la verdad, y podría ir a ti para poder tener algo en lo que basarse –ante el gesto
de contradicción de Maca, Teresa insistió-. Sólo te digo esto Maca, ¿tú alguna vez has
dejado tus bragas en casa de otra y te has ido a trabajar cómo tu madre te trajo al mundo?
–Maca frunció el ceño-. Pues si tu base es esa, piénsalo bien.
M_ ¿Estas de su parte por lo que veo?, ¡muy bien Teresa! –hizo amago de irse.
M_ ¡Dímela tú entonces! –se giró repleta de rabia-, dímela tú que parece lo sabes todo.
T_ Lo único que sé es que estás sufriendo porque amas a Esther y algo que no sé si
llamarlo miedo, no te deja perdonarla.
Teresa se marchó con paso firme, mientras Maca se quedaba allí cerrando los ojos
y apoyando la cabeza en actitud pesarosa contra la pared. Se abrió la puerta y apareció
Laura sonriente.
Mientras en Urgencias Esther trabajaba con gesto serio, Laura le había dicho que
fuera a tomar algo cuando terminara con su trabajo y aunque le había dicho que sí, no
pensaba ir.
La tercera sorpresa la tenía en sus manos Esther que ya se había cambiado para
marcharse, era un anillo que el día anterior a que Maca la echara de casa, habían visto y le
había encantado, no le importó el precio pues nada era suficiente para el amor de su vida.
Pensaba dárselo antes de irse, pero las cosas no habían ido como ella pensaba, triste
cerró la caja con lentitud, se puso la mochila en la espalda y se dispuso a marcharse. Pero
apareció una nerviosísima Teresa.
E_ ¿A la mierda? –le preguntó abriendo los ojos atónita porque no podía creerla.
T_ Sí, luego la perdí de vista, menos mal que se cruzó con una auxiliar que enseguida me
avisó, ahora la tengo en el cuarto de enfermeras de detrás, pero vamos... está perdidita
¿eh?.
Al entrar, Maca estaba sentada con las piernas abiertas, recostada en el respaldo
jugando con el vaso lleno de bebida. Cuando la vio Esther, sintió pena porque se sentía
culpable. A su lado iba Teresa con cara de preocupación.
Sin rechistar Maca se levantó, ante la sorpresa de las dos mujeres que vieron que le
hizo caso, dejó el vaso sobre la mesa y miró a Esther sonriente, se acercó y cuando la
tenía delante le dio una sonora bofetada que hizo tambalearse a Esther ante el grito de
Teresa.
M_ ¡Que ganas tenía de meterte una buena hostia! –la miraba con odio y una sonrisa
repleta de dolor.
M_ “Eres la persona más maravillosa de mi vida”, decía la primera tarjeta, la segunda “Su
dulzura no tiene nada que ver con la tuya, te amo”, ¡Bravo Esther!, ¡bravo! –casi no se
mantenía en pie y sus ojos siempre la miraban con un profundo dolor-. No tenía ni idea de
que mintieras tan bien.
M_ Suéltame y dime en que más me has mentido –la tomó con fuerza de los brazos
mirándola con gesto enloquecido.
T_ ¡Maca por Dios! –se puso las manos en la cara Teresa asustada.
E_ Teresa –le insistió mientras no apartaba los ojos enfurecidos de los de Maca.
M_ ¡Ah, lo sabes!, ¡pero qué lista es mi niña! –dijo apretándole las mejillas mientras miraba
sus labios con adoración.
E_ Vamos –la puso delante suya empujándola suavemente pero Maca se resistió-. Maca
por favor si alguien te ve así, vas a tener problemas.
E_ No te pongas borde y anda –le dijo con seriedad en su rostro rozando el enfado.
T_ Mira Maca hija, Esther tiene razón y... ¡ay! –dio un salto pues Maca le había dado un
pellizco en el culo mientras se mordía el labio mirándola divertida.
M_ Que pena que estés casada Teresa... aunque... pensándolo bien eso importa poco,
¿verdad Esther?.
M_ ¡Humm!, que miedo me das –se acercó a ella pero sus piernas le fallaron-. ¡Mierda!.
Entre las dos la sacaron a duras penas del hospital porque trataba de soltarse de
sus manos que la empujaban para llevársela, como era tarde poca gente transitaba por los
pasillos. Una vez fuera en la calle, la montó en el taxi.
E_ No gracias, ya me las arreglaré yo. Nunca la había visto así, no sé que hacer... bueno
ya veré. ¡Ah Teresa! –la llamó cuando iba a sentarse en el coche-. Lo que si puedes hacer
es llamar a mi madre que se quede con el niño, no quiero dejarla sola en casa.
M_ Tú no vienes a mi casa, así que pare y que se baje –le dijo balbuceando como podía al
taxista.
E_ No le haga caso.
M_ ¿Crees que vas a acostarte conmigo también ahora cuando lleguemos? –el taxista las
miró por el espejo sorprendido.
M_ Es verdad –sonrió mirando por la ventana, tras unos segundos callada se giró
mirándola de manera acusadora-. La cogí cuando te conocí.
E_ Maca por favor –le rogó agarrándola del brazo y mirándola fijamente, pero Maca se
soltó.
Ta_ Vaya –murmuró haciendo equilibrios con su palillo entre los labios-. Así que son
bolleras.
E_ Maca...
Ta_ Cuando se lo cuente a mi mujer... ella no sabe como se lo hacen dos mujeres... –dio
una estúpida carcajada.
E_ ¡Bueno Maca ya está bien! –vio los ojos del hombre mirarlas con cierto deleite y con
voz baja le dijo repleta de enfado-.Te estás pasando guapa.
E_ Solo quiero que te calles Maca, sólo eso –le decía cansada cerrando los ojos.
M_ No pienso bajar, no pienso ir contigo a ningún sitio –cruzó sus brazos sobre el pecho.
M_ Capullo.
E_ Venga vamos, y haz el favor de callarte o vas a despertar a los vecinos Maca –le dijo
mientras la ayudaba a salir con dificultad del taxi.
M_ Oye –le sujetó del brazo cuando iba a empezar a andar-, me gustas cuando te pones
seria, ¡me excitas mogollón! –le dijo poniéndole morritos.
E_ De verdad ¿eh?... –protestó nerviosa ante los comentarios de Maca. Cuando metió la
llave en la cerradura notó como Maca le tocaba el culo y reposaba su cuerpo sobre ella-.
Maca.
M_ Estás tan buena cariño... –le pasó las manos por el vientre-. Dime, ¿ella es mejor que
yo, eh?, ¿te pone más que yo?
M_ Te vuelve loca como yo, ¿eh? –la cogió atrayéndola suavemente contra su cuerpo
mientras sus ojos se posaban en los labios de Esther reflejando el deseo que sentía.
M_ ¿Te hace todo lo que te hago yo? –la acercó más a ella.
E_ Maca, por favor cállate –trató de separarse pero Maca la agarró con más fuerza.
Hubo un momento de silencio donde las dos trataban de sujetar la mirada de la otra
con firmeza, entonces Maca apartó bruscamente a Esther y le dijo mirándola con dureza.
M_ Espero que por poco tiempo –decía con dificultad-, mi abogado ya tiene los papeles
para separarme de ti.
E_ Lo que te dan ganas de vomitar es el tremendo pedo que llevas tía –suspiró cansada
mientras Maca le sonreía pícaramente-. Voy a hacerte la cama, de ahí no pasas ya.
M_ No pienso acostarme ahí –trató de levantarse pero no puedo, fijó sus ojos en la figura
de Esther y la calma cubrió su interior, habló como pudo como la tremenda borrachera le
dejaba pronunciar con frases cortas pero no por ello menos intensas-. Cuando te conocí,
pensé que había tenido suerte, me enamoré perdidamente de ti, fuiste la primera persona
a quien le abrí de par en par mi corazón, creí que merecías la pena, que nunca me fallarías
–Esther la miró con una sombra de lastima en sus ojos-. Ahora, sin ti, me siento perdida,
me siento vacía, me siento sola porque no sé vivir sin ti.
E_ Levanta Maca –le habló con ternura ayudándola a incorporarse, estaba afectada por
sus palabras, la ayudó a sentarse en la cama mientras se arrodillaba ante ella tomándola
de las manos, el tacto de sus pieles a las dos les hizo suspirar al mismo tiempo-. No quiero
que te sientas así, yo te adoro Maca, te amo con locura no he querido así a nadie, lo que te
decía la tarjeta es verdad, es lo que siento mi amor.
E_ Te quiero es lo único que tienes que recordar cada minuto de nuestra vida, mi amor por
ti –trató de mirarla a los ojos como siempre hacía, pero ella los cerró como si aquellas dos
palabras se clavaran en su corazón como un puñal-. Venga acuéstate Maca.
M_ ¿La quieres?
E_ ¿A quién?
M_ A Luna.
E_ A ti, te quiero con locura –sonrió por el interrogatorio veloz que le hizo y luego bajando
la voz con un susurro repleto de ternura añadió-. Mas que a nadie en el mundo.
E_ Cariño porque nunca te he engañado, jamás en mi vida –se apoyó sobre las puntas de
los pies para tomar fuerza y alzarse un poco y así poder acariciar con sus labios la boca
que estaba seca de Maca, ella dejó que la besara y del fino roce pasó a un poco más de
pasión, Maca se dejó hacer-. Mi amor cuanto te echo de menos.
M_ ¿Por qué has dejado a Luna? –puso su mano sobre la boca sedienta de Esther cuando
iba a besarla nuevamente.
E_ Nunca he estado con ella, estoy segura que todo es mentira –trató de no desesperarse
demasiado con la actitud de Maca, trató de tener paciencia, volvió a besarla porque ardía
en deseo.
M_ Vete Esther –le dijo confusa separándose de ella moviendo en el brusco movimiento su
pelo que cayó sobre su rostro tapándolo-. Quieres aprovechar que estoy borrachísima.
E_ Maca no me hagas esto por favor –le dijo en voz baja repleta de deseo mientras le
apartaba el cabello-. Maca...
M_ Vete –insistió.
E_ Vale –se levantó y le dijo sin volverse-. Estaré bajo por si necesitas algo.
Esther se dirigió con gesto abatido hacia la puerta, la abrió pero la mano de Maca
que había llegado por detrás le obligó a cerrarla. Entonces se giró y Maca dejó salir todo lo
que realmente sentía, se abrazó a ella, la abrazaba con fuerza, con dependencia, mientras
le murmuraba repleta de congoja.
E_ Maca... ¿estás segura qué quieres que me quede? –la apartó mirándola fijamente .
M_ No te vayas por favor –le rogó con total dependencia y mientras se apartaba con la
mano las lagrimas le dijo-. Esther, te quiero.
Se mordió el labio y aunque sentía que todo le daba vueltas, la figura de Esther
estaba allí aferrada a ella, la besó y del primer beso suave se desató la pasión como un
gran fuego de artificios, comenzó de manera lenta pero era tanto el deseo que habían
estado guardando durante ese tiempo que rápidamente se quitaron la ropa entre suspiros,
gemidos y caricias. Quedaron desnudas sobre las frías sábanas, devoraban sus labios, se
Cuando terminaron rendidas de tan maravilloso placer, Maca aún quiso más, subió
sobre una extasiada Esther que le sonrió, le costó colocar su cuerpo porque estaba tan
mareada que no podía controlar bien sus movimientos.
M_ ¿Te gusta? –le preguntó mientras besaba su oreja y metía su lengua suavemente
lamiéndola produciendo en Esther un gemido enloquecido que acabo con una sonora
carcajada.
E_ Sabes que sí, me encanta –sonrió-. Me vuelves loca –le dijo acariciando su pelo.
M_ Es lo que quisiera mi amor, volverte loca y encerrarte aquí para mí, solo para mí sin
dejarte salir –volvió a beber sus labios con pasión murmurando mientras deslizaba su
mano entre las piernas de Esther-. Sólo para mí.
El cansancio les hizo quedarse dormidas abrazadas, pero Esther no quería dejarse
vencer por el sueño, se pasó gran parte del tiempo mirándola, acariciándola con suavidad
mientras sonreía, y otra parte de la noche preocupada por ella, su reacción y sus palabras
le había dolido profundamente, ella era sin duda la culpable de ese dolor, indirectamente
pero lo era. Y antes de que el sueño le venciera le dijo.
E_ Espero Maca, que cuando despiertes sigas pensando igual –la besó suavemente en la
punta de la nariz.
Unos tímidos rayos de sol comenzaron a colarse por la venta del cuarto, la luz se
había posado sobre el rostro de Maca que aunque dormía placidamente sentía en sus
sienes el duro golpeteo de martillazos, con dificultad abrió sus ojos y el fogonazo de la luz
le hizo quejarse porque el dolor era penetrante y persistente, trató de ponerse de lado para
minimizar en lo posible el daño y entonces la vio, allí a su lado donde siempre había estado
estaba Esther desnuda, la miró sorprendida sin entender que hacía allí, se percató que ella
también estaba desnuda y por las agujetas que su cansado cuerpo le hizo notar pensó que
habían vivido una noche de lujuria. Se apoyó sobre el codo para incorporarse, pero el dolor
la hizo detenerse, se sentía aturdida y con unas terribles ganas de vomitar, fue entonces
cuando recordó la borrachera, puso su mano en la frente retirándose el pelo. Miró a Esther
sintiendo calma por encontrarla allí pero al mismo tiempo sintió rabia una rabia
incontrolada. No pudo seguir llenándose del rostro feliz y tranquilo de su mujer porque tuvo
que salir a toda prisa al lavabo a vomitar.
E_ ¡Maca!, ¿Maca estás bien? –le preguntó alertada por el silencio-. Déjame entrar, Maca
déjame entrar –golpeaba la puerta y ésta se abrió, con los ojos vidriosos por el esfuerzo y
un gesto de malestar salió Maca con el albornoz puesto. Esther la ayudó hasta llegar a la
cama y allí se sentó a su lado-. Menuda la cogiste mi amor, no sabes lo que me costó
traerte –Esther le acarició el pelo con una sonrisa en sus labios.
M_ Ya, ¿y acostarte conmigo, te costó o te fue muy fácil aprovechando que estaba
borracha? –su voz sonó con aspereza.
M_ Mira Esther –la interrumpió elevando su voz que se tornó nuevamente gélida, quiso
continuar pero las ganas de vomitar le hicieron salir corriendo.
E_ Hola Teresa.
T_ Menuda cara me traes hija –ella no contestó y firmó-. ¿Maca está bien?
T_ ¿Qué ha pasado ahora?, no me digas más, anoche tuvisteis bronca –la miró adivinando
el motivo de sus ojos tristes.
T_ Mira guapa te voy a decir algo, que no se hubiera metido donde nadie le llamó.
M_ ¿Vienes buscando a Esther? –la miró sin salir de su asombro ni dejarla pasar.
M_ ¿Y qué quieres?
Lu_ Hablar contigo, necesito hablar contigo –su expresión rozaba la máxima tristeza que
un rostro puede mostrar-. Por favor no será mucho rato.
Lu_ Es por Esther, quería preguntarte –se detuvo el tiempo suficiente como para alertar a
Maca. La miró con dolor y le preguntó-. ¿Ha vuelto contigo?
M_ No –no apartaba sus ojos de los de ella, quería ver más allá de esa expresión triste,
quería saber si escondía algo de verdad tal y como le dijo Esther.
M_ ¿Cuándo la fiesta? –era una pregunta, pero más bien sonó con una imperiosa
necesidad de que la respuesta fuera la que ella buscaba.
Lu_ No que va, lo de la fiesta fue después de haber estado ya juntas, pero... prefiero no
hablar de esto, entiéndeme.
M_ ¿Entonces hubieron más veces? –Luna la miró extrañada por su pregunta-. No es que
me importe, pero ella me aseguró que sólo había sido una vez y que estaba
completamente borracha.
Lu_ Que mentirosa –murmuró cerrando los ojos poniendo cara de buena chica.
M_ Déjalo, eso no me importa –suspiró tratando de tragar el nudo que se le había formado
en la garganta-. En resumen, ¿qué es lo que quieres?
Lu_ Pues... ¿a que va ser?... tú has pasado por lo mismo, ha jugado con las dos debes de
sentir lo mismo que siento yo, ¿cómo hago para superar esto?
Lu_ Vale, lo entiendo pensé que podría recuperar tu amistad, pero ya veo que no.
T_ ¿Así qué piensa que te aprovechaste de su pésimo estado para estar con ella?.
E_ Te juro Teresa que fue ella, primero me echó, luego no dejó que me fuera y después se
puso pesadita y...
T_ No Esther, lo que está es hecha un lío y todo esto es la mejor muestra de ello. Aunque
déjame decirte algo, exceptuando la bofetada, en lo demás estuvo graciosilla ¿eh? –dio
una carcajada.
T_ Deja, deja a ver si se entera alguien y van por ahí metiéndome en un lío.
E_ Teresa, ¿sabes una cosa?, estoy fatal creo que esto está en un callejón sin salida,
hagamos lo que hagamos siempre acabamos con reproches –ella le tomó con fuerza la
mano tratando de transmitirle animo-. Además en el trabajo parece que todos se hayan
puesto de su parte, sólo tú me apoyas... bueno y Vilches y además, parece que Maca le ha
pillado el gustito a hacerme daño una y otra vez.
V_ Peor.
E_ Hombre tampoco es para tanto, vivir con Maca es maravilloso, lo complicado es vivir sin
ella.
T_ Sí.
V_ Veamos Teresita, tú que eres la única persona en este hospital centrada e inteligente.
¿Crees que volverán?
T_ Pues mira, no lo sé, lo único que sé es que no tenía yo ni idea que ser lesbiana fuera
tan complicado.
Por el camino Esther rezaba para que Maca no estuviera de mal humor después de
lo ocurrido, sabía que iba a ser un momento complicado verse cara a cara después de
todo. Cuando estaba por llegar, recordó las veces que al principio la llamaba y como su
corazón se disparaba en felicidad sin poder ocultar su sonrisa nerviosa, siempre entraba al
box esperando llenarse de ella, sin embargo en ese momento su corazón latía repleto de
miedo y lo que su rostro no podía ocultar era la sombra del temor. Al entrar se cruzó con
Begoña que salía.
M_ Pues sí, hace más de diez minutos –no la miró, estaba rellenando la ficha pero su tono
fue duro e incompasible-. Últimamente estás siempre donde no debes y no donde
deberías. Begoña lo ha solucionado.
E_ ¿Cómo estás? –le tomó del brazo cuando Maca iba a salir omitiendo su reproche.
M_ Muy bien.
Hubo un silencio entre las dos incómodo y Esther decidió marcharse ante el suspiro
de Maca. Cuando terminó con su paciente se fue a la cafetería, se sentó sola necesitaba
pensar se preparó un café y se fue a una esquina, en ese momento entró Esther, sus
miradas se cruzaron, fue a la nevera sacó un zumo y directamente se marchó a la otra
parte bien lejos de ella. Ambas cruzaron miradas furtivas, y aunque ninguna quería ambas
acababan mirándose era inevitable sus ojos hablaban lo que sus corazones sentían, los de
Maca se mostraban tranquilos cuando la miraba, los de Esther deseosos de estar junto a
ella. Pero el hechizo lo rompió Cruz, entró y se dirigió directamente a la mesa donde
estaba Esther.
C_ ¡Esther!
E_ ¿Si?
E_ Pues... porque a mí nadie me ha avisado –le contestó seria no le gustó el tono en que
le habló.
E_ Ya, ¿y qué quieres que haga si nadie me avisa?, pero vamos... voy ya.
C_ Ahora ya no hace falta, tuvo que ir Begoña y no se puede multiplicar por ti, esta
mañana sucedió lo mismo con Maca y encima llegas tarde al quirófano –Esther la miró con
malestar-. Mira Esther o te centras o tendré que hablar con Dávila.
Cruz se marchó y Esther se quedó pensativa, sentía sobre ella la mirada de Maca, y
aquellos ojos la ponían más nerviosa decidida se fue, no soportaba aquella situación
porque además a su alrededor todos empezaron a murmurar. Cuando salía se cruzó con
M_ ¿Puedo sentarme Teresa? –le preguntó con la taza en la mano acudiendo a su mesa.
M_ Teresa, por favor perdóname, sé que me pase bastante, lo siento –puso gesto de
compasión pero la mujer no le dijo nada y ella quiso justificarse-. Mira Teresa estoy
bastante mal y... bueno, no voy a ser más imbécil cuando tienes razón la tienes. Sí, tengo
miedo.
M_ Ya –dijo un tanto nerviosa por su actitud fría y distante con ella, carraspeó-. ¿Puedo
cenar contigo?, yo invito y luego prometo que te dejo en casita.
M_ Tú dirás.
T_ No vas a tocarme el trasero otra vez –le dijo acercándose mientras le hablaba en voz
baja mirándola intensamente.
T_ Anoche me tocaste el pompis –Maca sonrió atónita-. Sí querida, me dijiste que estaba
muy buena.
M_ ¿Yo te dije eso? –se tapó con la mano izquierda los ojos en señal de vergüenza luego
se disculpó-. Lo siento, siento si te ofendí.
T_ ¡No tranquila tienes un pase porque estabas perdidita!. Ahora la peor parte se la llevó
Esther, pobre.
T_ Sí, para ser más exacta le dijiste –carraspeó-. “Que ganas tenía de pegarte una buena
hostia!”.
T_ Claro.
Maca se levantó con prisa, se cruzó con Javier y le preguntó si sabía donde estaba
Esther, la mandó al box pero allí no estaba. La buscó por el cuarto de enfermeras y
tampoco la encontró. Entonces la vio entrar al cuarto de farmacia, decidida fue tras ella,
entró y cerró la puerta quedando las dos dentro. Esther al verla se quedó mirándola
fijamente sin decir nada con gesto serio.
E_ ¿Qué sientes, solo la bofetada?, pues tienes muchas cosas más por las cuales
disculparte.
M_ ¿Ah si?, no me digas –se acercó lentamente a ella cambiando la expresión seria de
arrepentimiento en su rostro, por la de picardía que era lo que le provocaba Esther, la miró
desafiante-. ¿Y por qué más me tengo que disculpar?
E_ Mira Maca, estoy cansada, harta y me duele mucho la cabeza –su voz fue cortante-. Lo
único que quiero es irme a casa y olvidarme de todo.
M_ No me extraña que estés cansada –la miró mordiéndose el labio y sonriendo mientras
metía sus manos en los bolsillos de la bata-. Debe ser difícil tener a dos mujeres contentas
a la vez.
E_ Di lo que quieras, no lo vas a conseguir Maca, no lo vas a conseguir –se puso a trabajar
omitiendo sus comentarios.
M_ Yo no estaría tan segura –se puso a un milímetro de distancia, no la rozaba pero era
suficiente para alterar a Esther que no pudo controlar un suspiro nervioso. Mucho más
cuando Maca acercó su boca hasta su oído y en ese movimiento rozó su cuerpo, Esther
notó su pecho en su hombro sin poderlo evitar se puso exaltada y Maca que lo sabía con
voz tierna le murmuró-. Sabes que siempre consigo lo que quiero.
E_ Si, siempre, pero hoy no lo conseguirás –le dijo tratando de aparentar calma dentro de
su excitación por el deseo que la embargaba.
Se giró para no continuar demostrándole que la deseaba con todas sus fuerzas,
Maca por su parte, se mordió el labio decepcionada, quería abrazarla, quería sentirla suya,
pero no fue capaz de mover un solo músculo, despacio salió del cuarto, y una vez fuera,
tuvo que pararse y apoyarse en la pared respirando profundamente para sacar de su
interior el fuego del deseo en que ardía.
M_ Sí, pasa. He visto que has puesto en esta historia unas observaciones que no me
cuadran con el informe –entonces la miró y le vio hacer un gesto amargo de dolor- ¿Qué te
pasa?
M_ De niños y aunque por tu actitud lo parezcas, tienes unos cuantos años ya.
Lu_ No quiero ir a urgencias estamos en el cambio de turno, ¿no puedes mirarme tú por
favor?
L_ Pues no.
B_ A Maca con Luna, deberías haber visto, Maca le estaba dando un masaje a Luna que
por su cara debía estar en la gloria. Y sé que esta mañana estuvo en su casa, y Maca
estuvo muy atenta con ella, me gustaría tanto que se quedara con Luna.
B_ Sí.
L_ Todo puede ser ahora que no quiere saber nada de Esther. Venga ayúdame.
T_ Sí –se quitó las gafas sujetándolas en el aire con su mano derecha, le preocupó el
rostro de Esther-. ¿Pasa algo Esther?
E_ No nada importante... Oye y mañana ¿cómo te viene quedar conmigo para comer?
T_ Pues...
E_ ¡Joder Teresa!, no tengo coche, lo tiene ella, todo lo tiene ella –se quejó-. Tengo unas
ganas que me llegue la carta del abogado para arreglar las cosas.
E_ Pues eso Teresa... ¡que no aguanto más! –explotó con un gesto de furia-. Y si quieres
se lo puedes decir, ya me he cansado de rogarle.
E_ Me voy.
E_ No.
T_ Oye Esther, tienes muy mala cara ¿eh? –le señaló con las gafas en la mano.
E_ No hace falta.
El Restaurante que Maca había elegido, era muy tranquilo, al entrar la saludaron y
dirigieron a un apartado para estar más cómodas. Una vez habían elegido la cena se
dispusieron a hablar. Aunque ambas estaban un poco tensas sobre todo Maca que se
sentía nerviosa.
M_ Claro Teresa –dio un sorbo al vaso de agua-, como que es un restaurante de ambiente
–Teresa puso una cara que le arrancó una sonrisa a Maca-. Relájate, nadie va a verte.
Maca sonrió nerviosa no podía evitarlo, de todos la única persona que sabía cual
era su motivo real para la situación, la tenía enfrente y aquello le producía cierto temor.
T_ Bueno, lo comprendo has tocado fondo. Oye, Esther esta esperando los papeles de tu
abogado, dice que los va a firmar –le dijo sin demorar más tiempo y por facilitarle las cosas
a una Maca que se quedó blanca como las nubes del cielo-. ¿Ha sido un farol, no?, digo
para presionar a Esther.
M_ Sí.
T_ Lo es, te lo aseguro y lo sabes –dijo mirándola con seguridad entonces vio como Maca
la fuerte, la dura, la imperturbable se deshacía en lagrimas. Teresa se apuró y con dulzura
le habló-. Maca por favor.
M_ Siempre me prometí a mi misma después de sufrir por culpa del amor, que jamás en mi
vida entregaría a nadie completamente mi corazón, hasta que llegó Esther –se apartó
suavemente una lagrima pero era inútil seguían acudiendo con una facilidad asombrosa a
sus ojos-. Llegó con sus despistes, con su miedo a mi mirada, con sus preguntas, con su
inseguridad –sonrió aunque no por ello cesaron algunas lagrimas-, llegó con su maravillosa
sonrisa, con su ternura y te juro que me desarboló, me robó el corazón y sé que ella no es
consciente de lo mucho que la amo, no sé quizá no se lo demuestro realmente como la
siento, sé que en el hospital todos dicen que ella me quiere más que yo a ella, pero no es
verdad Teresa. Yo la amo con locura, con esta locura en la que estoy metida.
T_ Lo sé. Se nota y ella también lo sabe, pero esa inseguridad que tiene y que tú has
conseguido mejorar, porque déjame decirte que Esther a tu lado ha mejorado muchísimo
M_ Por Esther he hecho cosas que no he hecho por nadie –había conseguido
tranquilizarse-. ¿Sabes?, cuando estaba en Jerez pensaba ¿qué hará?, cada minuto de mi
pensamiento era para ella, y eso es lo que me da rabia, que yo pasé los días pensando en
ella, llorando desesperada y ella parece que no sintió lo mismo porque Luna me ha
asegurado que no sólo fue una vez.
M_ Y en la cafetería estaba tonteando con ella en mis propias narices –dijo enfadada.
M_ No estoy segura de nada únicamente de una cosa, que estoy sufriendo como nunca
Teresa, y necesito tiempo para pensar para sacarme de encima este agobio que llevo y
esta sensación de burla.
M_ Porque me duele cada vez que lo recuerdo, cada vez que cierro los ojos y la veo con
Luna, no soporto el engaño y ella sabe que es así.
T_ Mira Maca, tú has nombrado varios defectillos de Esther y te puedo asegurar que su
mayor virtud es el amor que siente por ti, todos cometemos errores. Recuerda cuando el
accidente de helicóptero lo mal que lo pasaste porque creías que la perdías, tú te habías
equivocado y ella reconoció que se precipitó dejándote.
T_ No tardes demasiado Maca, Esther le está dando vueltas a algo que me dirá mañana
¡por qué voy a comer con ella! hija estoy de un solicitado que quien se va a divorciar, es mi
marido de mí.
M_ ¿Y no sabes que es? –sonrió la broma pero rápidamente arrugó su frente en señal de
inquietud.
T_ No.
M_ Me gustaría ir ahora y pedirle perdón, es lo que me gustaría pero hay algo en mí que
no me deja, hasta que no esté completamente segura de lo que voy a hacer, no quiero dar
T_ ¡Caray!, cuantas emociones ¿no? –Maca asintió un tanto desesperada-. Debes acabar
agotada hija.
M_ Pues la verdad que sí ¡para que te voy a engañar! –sonrió-. Me da miedo hacerme
ilusiones, volver con ella y que me vuelva a engañar, es que ahora mismo no le tengo
ninguna confianza. Necesito tranquilizarme.
T_ ¡Jo!, mira para mi entender es bien sencillo, solo que una de las dos tiene que bajar del
burro. Y como sois dos cabezotas pues esto puede ser interminable. Sigo pensando que
debía estar aquí Esther y lo podíamos haber solucionado.
T_ Y eso que nunca discutíais, erais la envidia del Hospital, pero desde que apareció Toñi
¡caray ha sido un no parar!
M_ Y lo peor es que no sé si quiera arreglarlo o ahora que ya estoy sufriendo como una
condenada, dejarlo así y sufrir de una.
T_ Sería un error Maca, Esther y tú no sabéis vivir la una sin la otra y la prueba la tenéis
bien reciente. Un mes separadas y casi os da algo.
M_ Pero ahora no es igual, nos hemos dicho cosas horribles y nos hemos hecho daño.
T_ ¡Ya lo tengo Maca! –ella la miró con gesto de agradecimiento por su implicación-. ¿Y si
la intentas reconquistar?
T_ Sí –sonrió y luego ante su mirada carraspeó y corrigió-. Digo no, yo solo quiero que
todo vuelva a ser como antes, veros felices, sonrientes, pillaros besando por ahí –hizo un
ademán divertido-. Maca, no seas dura contigo misma, vence el miedo a perderla luchando
por ella.
M_ Baja a Daniel.
E_ No creo que sea una hora para sacarlo de casa, está durmiendo.
M_ ¡Abre la puerta Esther!, ¡abre! –le ordenó molesta por el telefonillo. Mientras subía no
podía esconder su sonrisa porque imaginaba el gesto de Esther, y le gustaba. Pero al salir
cambió su expresión por máxima seriedad-. Buenas noches.
E_ Está dormido, y mi madre también –le dijo en voz baja Esther que llevaba un pijama
corto que encandiló a Maca-. ¿Me oyes?
M_ No estoy sorda.
E_ ¿Y borracha?, es para saber como debo actuar –le dijo entre cerrando sus ojos con
malestar.
E_ Pasa –se dirigió a su cuarto, allí en la cuna dormía placidamente el pequeño, Maca se
acercó mirándolo embelesada mientras Esther metía en la bolsa la ropa, fue a la cocina y
llevó el biberón-. He comprado varios biberones para tenerlos aquí, no hace falta que
traigas cada vez que lo traigas a mi casa.
E_ ¡Pero qué borde eres Maca! –se cruzó de brazos mirándola asombrada.
E_ Mucho.
E_ Maca mañana tengo que madrugar –le dijo cerrando los ojos aunque se moría de
ganas por abrazarla.
M_ Nada, llevarme a Daniel. ¿Qué quieres tú? –la miraba de manera insinuante.
E_ Dormir.
M_ Ya.
E_ Si.
M_ Pues duerme.
E_ Pues vete.
M_ Ya me voy, ya me voy –decía sin moverse-. ¿Seguro qué quieres que me vaya?
La sonrisa de Maca le hizo ver a Esther que se estaba divirtiendo mientras ella
sufría su juego. Sonrió ella también al pensar que estaba más guapa que nunca, llevaba
una falda larga con una camiseta que le estaba haciendo arder en deseos, Maca lo sabía y
seguía provocándola con la mirada repleta de pasión. Esther resistía como podía, mientras
Maca insistía en elevar el calor que sentían. Entonces… lentamente… con movimientos
seguros… la mirada fija en sus ojos Esther se acercó a ella y le preguntó:
M_ ¿Y qué diría Encarna si me encuentra en tu cama? –la miraba sin esconder ni una
pizca de su deseo. Dio un paso adelante.
M_ Ya –dobló un poco la cabeza desafiándola-. ¿Y... me tendría que quedar por ti?
Esther tomó la iniciativa, se acercó a ella sin despegar sus ojos ansiosos de los de
su gran amor. Maca volvió a retroceder, insistía en su desafío con una sonrisa repleta de
provocación, sin embargo la presencia del armario la frenó en seco. Esther al saberse
vencedora le sonrió satisfecha. Con un movimiento rápido con su mano izquierda levantó
la falda y con la otra la posó con decisión sobre la braga de una Maca que no pudo evitar
un gesto de estremecimiento, con delicadeza apartó la braga para llenarse su tacto suave,
Maca suspiró cerrando los ojos dejándose llevar sin ningún disimulo. Esther le besó el
cuello suavemente, pasó con delicadeza su lengua por él provocando en ella un leve
gemido incontrolado. Maca necesitaba llenarse de ella de igual manera, decidida puso su
mano sobre la cintura para atraerla hacia su cuerpo y con la otra separó de un solo
movimiento el pantalón llegando a su tesoro. Comenzaron sus respiraciones a hacerse
más aceleradas, lo mismo que sus besos, sus caricias...
E_ No pasa nada mamá –tragó saliva pues la excitación le había dejado la garganta seca-.
Estaba discutiendo con Maca.
En_ ¡Maca hija! –pasó de largo de Esther y se fue a besar a una Maca que aún sentía su
corazón latiendo acelerado-. ¿Cómo estás?
En_ ¿Y por qué no te quedas aquí?, ahora no es hora para que te vayas conduciendo y
sola, ¡hay tanto loco al volante hija! –Maca miró a Esther levantando una ceja con
expresión irónica.
E_ No se puede quedar, lo que debes hacer es dejar a Daniel aquí y marcharte tú.
En_ Deberías hacer que se quede, eso es lo que deberías hacer ¡y menos discutir! –las
riñó-. A ver si os dejáis ya de tanta tontería, ahora tenéis un hijo por el que velar ¡ay señor!,
¡no pensaba que fuerais tan inconscientes!.
E_ Tiene razón.
M_ Me voy –cogió al niño que al principio se puso a llorar pero con las caricias de Maca y
su dulce voz volvió a dormirse. Esther no podía más que mirarla orgullosa-. Dame la bolsa.
E_ Bajo contigo.
M_ No hace falta.
M_ Tú tampoco Esther.
En_ Anda ven aquí –le mandó sentar-. ¿Vais a estar mucho tiempo en estas condiciones?
E_ Ya he hecho todo cuanto podía, hemos llegado a un punto sin retorno. Lo único que
logramos cada vez que hablamos es discutir y hacernos daño.
En_ Mi pequeña, se ha enredado todo demasiado –le besó con ternura en la frente, Esther
se dejó mimar-. Si no os amaráis tanto, esto no pasaría.
Esther en su casa andaba nerviosa de un lado a otro, ya hacía más de una hora que
Maca se había marchado y no había dado señales de vida. Decidida tomó el teléfono y
marcó su número. Cada nuevo pitido que tardaba en contestar, iba poniéndose más tensa.
E_ ¡Podías haberme avisado no!, ¡ya te vale Maca! –se exasperó al notar que estaba
durmiendo.
E_ Maca hemos quedado que me llamarías, además... ¿Maca?, ¿Maca?. ¡La madre que la
parió!
Había colgado el teléfono con una sonrisa maliciosa en sus labios, acabó con una
pequeña carcajada divertida y cuando paró de reírse se percató que se estaba volviendo
mala, jamás había actuado de aquella manera con nadie, hasta para eso, Esther era
diferente, se sentó en la cama, el teléfono volvió a sonar y ella lo desconectó sin contestar.
Sentía que se encontraba en tierras movedizas, la separación con Esther le estaba
haciendo cambiar demasiadas cosas. Tenía claro que no podía resistirse a ella, al
contrario, cada vez que la veía su apetito sexual se disparaba como si tuviera un detector
de alarma de incendio y Esther le hacía arder en fuego su interior. Se retiró el pelo de la
cara con gesto cansado, suspiró mirando al techo, después volvió a mirar al niño.
Necesitaba olvidar, pasar página y tomar decisiones sin dilatar más tiempo. Era cuestión
de ir sacando poco a poco a Esther de su interior, no cerraría los ojos y pensaría en ella,
no buscaría su sonrisa para poder respirar hondo y levantarse de la cama, ni desearía
rozar su piel para alimentar su alma. Desde ese momento debía ser firme, era una perdida
de tiempo, aquellos encuentros furtivos que tanto les gustaban no hacían otra cosa más
que empeorar lo que realmente era importante, sólo servía para llenar de reproches cada
discusión. Haría caso a Teresa, cambiaría su turno para no coincidir con ella en el hospital,
haría caso a Encarna, trataría de aclararse ella, después separarse de Esther porque no
tenía sentido vivir así y buscaría la manera de proteger al pequeño de la locura que
Era noche de luna llena, el cielo estaba estrellado y parecía que todo era mágico, la
luz penetraba por la ventana del cuarto de Maca, la luz de la luna jugaba en su bello rostro,
le daba dormida un misticismo maravilloso. Dormía profundamente abrazada a la
almohada de Esther, si algo no podía todavía asumir, era dormir sola, había regresado a
su cama porque el olor a ella la había atraído como si fuera un animal oliendo el rastro de
su pareja. Aún dormida pensaba en Esther, y se murmuró para sí que debía
acostumbrarse a dormir nuevamente sola. Estaba tan dormida que no escuchó como la
puerta de casa se abría y cerraba lentamente, tampoco como unos pies descalzos subían
la escalera sin hacer el mínimo ruido, ni tampoco como se detenían justo a su lado. La
visión de Maca con un camisón de tirantes bajo la luz de la luna eclipsó a una Esther
entregada a los latidos que su corazón le entregaba en su pecho. Despacio se desnudó y
se metió en la cama, su sonrisa permanente en los labios mostraba un gesto travieso.
Sin dudarlo estrechó el cuerpo de Maca contra el suyo, no sabía si era el helor de la
sábana o el contacto con la piel deseada lo que le hizo tiritar. Apartó el pelo suavemente y
le dejó un fino beso en el cuello, Maca se movió pero no se despertó, ella la observaba
atentamente quería ver su reacción, sonreía e insistió en los besos suaves, delicados y
estremecedores.
E_ No he venido para dejarte dormir –le susurró con voz cautivadora mientras con su
mano acariciaba tiernamente su pierna.
M_ ¡Esther!, ¿qué coño haces aquí? –dio un salto cuando se despertó separándose de
ella, su voz cambió de gustosa a irritada, la miraba atónita porque la sonrisa de Esther la
estaba enfadado considerablemente-. Tú estás mal de la cabeza...
E_ A ver Maca... verás –le fue a acariciar y ella le retiró la mano, la actitud burlona esta vez
de Esther no le estaba gustando nada-. Si me cuelgas el teléfono, tendré que venir ¿no?
E_ No te quejes, he venido a terminar lo que empecé mi amor –su tono seguía siento
diferente al habitual, sonreía mientras hablaba y la miraba fijamente a los ojos.
M_ ¡De verdad Esther me parece muy fuerte!, creo que te estás pasando –elevó sus cejas
con actitud muy molesta aunque pensaba “no voy a resistir, vamos Maca no te dejes
vencer por su encanto”.
M_ ¿Estás bebida? –le detuvo la mano que iba subiendo por su pierna.
E_ No, eso es cosa tuya –apartó su mano y con la otra empezó a acariciarla.
E_ Ven aquí.
M_ No me apetece hacer el amor contigo –trató de parecer convincente sin mucho éxito
porque además provocó una carcajada en Esther-. No sé que te hace tanta gracia.
E_ No, te prometo que será mejor –se separó suavemente de ella para recostarse y
comenzó a dejar suaves besos sobre su piel, cuando notó como Maca perdía el control la
soltó-. Vamos a celebrar por todo lo grande que nos separamos, que sea una última vez
espectacular, cariño.
Se lo dijo con un tono tan firme que logró conmocionar a Maca, todos los
pensamientos que había sopesado horas antes, ya no valían, porque allí estaba deseando
que Esther comenzara, y aunque le molestaba su actitud se daba cuenta que su estrategia
estaba siendo devuelta, que por mucho que estaba buscando una respuesta hiriente no la
hallaba. Los besos y caricias de Esther la tenían conmocionada, solo se sentía capaz de
acariciarla, de sentirla suya completamente suya.
M_ Así que quieres desafiarme ¿eh? –le dijo jadeantes separándose de ella tratando de no
dejarse vencer.
E_ Lo estoy haciendo.
M_ Eres muy mala Esther –le hizo rodar por la cama hasta quedar sobre ella.
La pasión que sentían fluía como la lava del volcán arrasando cualquier sentimiento,
cualquier pregunta sobre el futuro, los gemidos subían de tono, eran incapaces de
controlar ninguna emoción, daban y recibían de igual modo. Sentían lo mismo, disfrutaban
por igual. No habían palabras dulces, ni amorosas, más parecía un reto, un duelo, su
comportamiento no era el de dos mujeres que se aman, parecían dos fieras queriendo
devorar el cuerpo de la otra, queriendo provocar el mayor éxtasis para poder consagrarse
como vencedora en aquella cama, en aquel cuarto que tanto amor había vivido. Estaban
llegando al clímax cuando Daniel comenzó a llorar.
E_ ¡Mierda!
M_ ¡No pares Esther, no pares! –bastó esta suplica para que Esther parara y Maca
murmurara cerrando sus ojos-. ¡Joder!
M_ ¿Qué le pasa?
E_ Espera –sonrió.
M_ No puedo esperar.
E_ Claro –salió del paso porque había bajado la guardia y Maca lo había aprovechado.
Apartó con cuidado su mano que le oprimía la mandíbula.
M_ Ven.
E_ Ven tú.
Maca la miró retándola, pero Esther no se movió sosteniéndole la mirada, aún con
todo el deseo que sentía, se levantó, se puso la bata y salió de la habitación. Esther exhaló
En la cocina sentada estaba Maca, se sentía torpe, tenía apoyada una mano sobre
su pelo, había tratado de ponerse aquella noche como el punto de inflexión para cambiar la
situación, y olvidar a Esther, y justo a los pocos minutos ya estaba entregada a ella como
una loca. Suspiró justo cuando oyó la puerta de casa cerrarse, supuso que Esther se había
marchado.
Eran casi las cuatro de la mañana pero no podía dormir, llamó a Esther necesitaba
hablar con ella, rogarle que no volviera a hacer lo que había hecho y que tenían que hablar
para definitivamente aclararlo todo, pero el teléfono estaba desconectado. Se quedó
dormida y le despertó el despertador ya que le tocaba el biberón al pequeño, lo tomó en
brazos, lo besó, le habló, lo arropó, sonriente pero un ruido extraño le borró la sonrisa, el
ruido provenía de la casa, al principio se asustó, luego prestó más atención sí, sin duda
algo andaba mal.
Agarró al niño con cuidado asomó la cabeza al pasillo pero no vio nada fuera de lo
normal... pero el ruido volvió a sonar... ahora lo tenía claro, provenía de la habitación
pequeña, con sigilo se dirigió hasta allí aunque su gesto mostraba un poco de temor.
Despacio asomó la cabeza con la boca un poco entreabierta, la melena revuelta y los ojos
de espanto, sin embargo su gesto cambió ante lo que vio, su rostro pasó del espanto al
asombro.
E_ Sí, aparta –le dijo pasando por su lado con unas camisetas en la mano para guardar en
los cajones mientras dejaba un beso en la cabeza del niño.
E_ Lo único que quiero es estar con mi hijo. No busco nada más que te quede claro –le
contestó con firmeza.
E_ Pues no me mires –la miró fijamente con gesto indiferente-. Olvídate que existo,
haremos turnos para el niño, por lo demás tú para mí no existes. Haz lo mismo conmigo.
E_ ¡Ah claro, por mi parte! Mira Maca, aquí la única insensata e hipócrita eres tú.
M_ Voy a darle el biberón, pero te aseguro Esther que esto no queda así.
Maca estaba cabreada, pero sabía que Esther era así, y cuando tomaba una
decisión no le importaba nada, hasta hacer lo que quería. Así lo había hecho últimamente y
sabía que ni discutiendo la cambiaría de pensamiento.
Le estaba dando el biberón al niño mientras pensaba en todo lo que le había dicho
Esther, entonces apareció ella y se paró delante suya, le dio un beso al niño, rozando con
su pelo el brazo de Maca, que sintió las cosquillas.
M_ Pues... no lo sé.
E_ Está bien, me lo llevo ya te lo traeré –dio media vuelta y sin mirarla se fue.
T_ No hija, no, si ya estuve ayer aquí con Maca. No si al final, traeré a mi marido y todo.
E_ Puedes traerlo ¿eh?, lo van a dejar pasar –sonrió divertida aunque sus ojos mostraban
una sombra de tristeza.
T_ Por tu tono tan serio me da a mí que no me va a gustar nada –hizo un chasquido con su
boca.
T_ ¿Es definitivo? –la miró con una enorme tristeza deteniendo a mitad camino la cuchara
de la sopa.
E_ No hay nada que pensar. Mira, lo único que sabemos hacer es discutir, hacernos daño,
llenarnos de reproches y humillaciones y como si fuéramos dos leonas acabamos en la
cama –el comentario provocó en Teresa asombro-. Si Teresa, sólo sabemos castigarnos
de la manera que sea, las dos por igual.
T_ Vamos a ver Esther, ¿tú has hablado con Maca de todo esto?
T_ ¿Con ella? –Esther asintió, Teresa hizo un gesto de alucinación-. Perdóname, igual soy
antigua ¿eh?, o las lesbianas tenéis otro pensamiento y otra manera de hacer las cosas,
pero... no entiendo nada. ¿Te quieres separar y te vas con ella?
E_ No me voy con ella o por ella, me voy con Daniel, por él, creo que después de pensarlo
mucho no puedo consentir que porque Maca no quiera nada de mí, tenga que separarme
de él.
T_ Sí... en eso llevas razón, pero yo no estaría tan segura de que no quiera nada de ti, ella
te ama.
E_ Me gustaría saber donde está el fallo, me gustaría saber donde se quebró nuestro amor
y porque.
E_ No Teresa, sentimos mucho rabia por dentro, eso nos ciega y creo que no podríamos
dejar pasar el tiempo y volver como antes, siempre quedará ese pellizco que nos hemos
hecho en el corazón. Además ella insiste mucho en el divorcio, supongo que querrá estar
libre.
T_ Oye, ¿no lo estarás diciendo por los comentarios del masaje de Maca a Luna?, ¿por
qué te habrás enterado, no?
T_ Esther cariño, te conozco y sé que la quieres y ella a ti, no os separéis, daros un tiempo
no cometáis más errores. Ella solo quiere tiempo.
E_ ¿Pero tiempo para qué?, ¿si me sigue queriendo no entiendo para que quiere tiempo?,
y si no me quiere, el paso de los días no va a hacerle cambiar.
T_ Pues ahora que lo dices... –elevó los hombros ante el resoplido de Esther-. ¿Sabes
qué? deberíamos hacer una reunión en este Restaurante tan mono y hablar las dos
tranquilamente, yo me presto de arbitro –sonrió tratando de animar a una desanimada y
apagada Esther.
E_ Estoy fatal Teresa, y lo peor no es eso sino, que no sé si quiera arreglarlo o ahora que
ya estoy sufriendo como una condenada, dejarlo así y sufrir de una tirón.
T_¡Pero si sois iguales!, lo mismito que me acabas de decir, pero igual ¿eh?, fueron las
palabras de Maca.
Esther se calló, sentía su alma repleta de tristeza pero era lo mejor. Dejó a una
Teresa preocupada por ellas y volvió a casa. Fue al cuarto pensando que estaría arriba
pero ni ella ni el niño estaban.
No había ni rastro de ellos, bajó al comedor, fue a la cocina pero nada, miró en el
jardín y tampoco. Decidió tomarse un vaso de agua pues seguía teniendo la garganta seca
desde la conversación con Teresa y de repente, un miedo descontrolado se apoderó de
ella.
E_ No me puede haber hecho esto. ¡Mierda!, está apagado. No me puedes haber hecho
esto Maca. No seas bruta Esther ¿cómo va a irse y dónde?, ¿y si se ha ido a Jerez?...
Maca es capaz –murmuró con desazón, entonces volvió a descolgar y llamó a su madre,
trató de tranquilizarse para no asustarla-. ¡Mamá!, sí, si estoy bien, ¿oye por casualidad te
ha llamado Maca o te ha dicho algo?, ¿no?, vale, no no, no pasa nada solo que he llegado
y no está, ha debido salir a comprar. Si mamá tranquila te avisaré.
E_ Espera te ayudo.
M_ ¡Mira Esther, mejor cállate! –la miró con gesto repleto de enfado.
Le hizo caso aunque con gesto incomodo, luego se dirigió al niño le dio besos y lo
sacó del carrito.
Maca suspiró con agobio y una expresión de histeria marchándose a la cocina con
el carro de la compra mientras mascullaba enfadada.
E_ ¡Ay mi niño que guapo es, madre! –lo miraba repleta de orgullo con su sonrisa ancha!-.
¿Quieres dormir corazón?, no me llores, ya, ya no llores o mami me reñirá. Te quiero
mucho pequeñajo.
Acostó al niño en la cunita que habían puesto en el comedor, después de darle unos
cuantos arrumacos más fue a la cocina para prepararse té.
Al entrar se miraron sin decirse nada, sus ojos cruzaron un campo de batalla
existente entre ellas.
M_ ¡Ya te estarás quietecita! –Esther no contestó y Maca resopló con expresión irritada
marcada en su rostro.
La tensión entre ellas era palpable, Maca subió a ducharse mientras Esther se
tomaba el té y preparaba una lista sobre como repartirse todas las tareas de la casa y con
el niño, quería entregárselo a Maca y que ella diera su punto de vista, así participaría
también en las tareas y no le reprocharía nada. No le hizo falta levantar la vista para saber
que había entrado, estaba recién duchada y el olor a su perfume favorito le puso el
corazón a galope, llevaba el pelo mojado y se había puesto un pantalón corto y una
camiseta de tirantes sin sujetador. Cuando fue a mirarla para hablarle, tuvo que
carraspear.
E_ He hecho una lista para repartirnos los biberones y lo demás –le entregó el papel y
Maca sin leerlo lo rompió con expresión rebelde-. ¿Pero... pero qué haces?
E_ Maca no te pases, creo que somos dos personas civilizadas –trató de calmarse y no
elevar la voz-, deberíamos hablar por el bien de Daniel.
M_ ¿El bien de Daniel? –murmuró irónica, después la miró de reojo pues notaba como ella
luchaba por no mirarla-. ¿Bien, a ver, qué es lo que la señora propone hacer?
E_ Primero, a mí no me hables con ese tonito y segundo, junta los pedazos si quieres
saberlo.
Maca la miró desafiante con fuego en sus ojos, Esther se lamentó de cómo lo había
dicho, pero no le dio la gana arreglarlo. Guardó silencio esperando su reacción.
M_ Vaya, esto es lo que tú entiendes por ser una persona civilizada –Esther se detuvo en
seco-, te largas y me dejas con la palabra en la boca.
E_ Mira Maca –se giró con rapidez apoyando sus manos sobre la mesa justo delante suya,
la miró con gesto serio y apuntó con voz contundente-. Vamos a tener la fiesta en paz, he
Esther dio media vuelta y cuando fue a salir por la puerta, se detuvo al escuchar su
nombre en la voz de Maca.
E_ Está bien.
Esther esperó a que Maca cenara, estaba en el cuarto sentada en el pequeño sillón,
hacía tiempo para no cruzarse con ella en la cocina, cuando bajó, Maca estaba leyendo en
su sofá favorito estirada, y aunque Esther trató de pasar de largo sin centrar sus ojos en
sus largas piernas desnudas, no lo pudo evitar como tampoco pudo evitar sentir una
oleada de calor. Cenó en la cocina sola, y cuando estaba terminando, Maca entró, se puso
un vaso de leche fría y se marchó a dormir.
Estaban acostadas cada una en su habitación sin embargo las dos fijaban su mirada
en las puertas correspondientes, esperando que la otra entrara, hasta que finalmente el
sueño venció a Esther mientras Maca aunque trataba de leer era inútil no podía
concentrarse, sentía unas ganas irrefrenables de ir en busca de su amor, se levantó pero
se detuvo en la puerta, necesitaba salir, necesitaba tocarla, besarla, amarla, decidida salió
y al ver que tenía la puerta cerrada suspiró un tanto deprimida. Volvió a su cama tratando
de tranquilizar sus nervios incontrolados, dio mil vueltas y de ninguna de las maneras
podía encontrar el sueño, se sentó, se cruzó de brazos y tuvo la idea de darse una buena
ducha fría. Estaba en ello cuando entró Esther porque le tocaba el biberón a Daniel. Al oír
el chorro de la ducha, sonrió y sus nervios se desataron, no pudo evitar mirar al interior y
allí estaba la silueta de Maca. Se impuso no mirar, así se lo repitió hasta cinco veces, y
solo cuando oyó que cerraba el grifo se dirigió a por el niño. Lo tomó en brazos y comenzó
a darle el biberón, aunque de vez en cuando no podía dejar de levantar la vista, una de las
veces que lo hizo la vio apoyada en el marco de la puerta con la toalla enrollada
secándose el pelo. No le hizo el mínimo comentario, tan solo hablaba al pequeño con una
inmensa ternura y una sonrisa que era la debilidad de Maca, que sin ningún tapujo se quitó
la toalla y se metió en la cama mirando fijamente a Esther sin decir una palabra. Esther
acabó de darle el biberón y después lo cambió, todo bajo la atenta mirada de una Maca
que trataba de controlar sus bastos deseos.
M_ Sí.
Esther se marchó y Maca suspiró. Una vez fuera de la puerta, tuvo que apoyarse en
ella mordiéndose el labio mientras se pasaba una mano por la cara, luego sonrió porque le
había demostrado a Maca que no iba a volver a fallar.
M_ Pues nada Teresa, que Esther ha ido a dejar al niño con Encarna.
T_ Esther está decidida a separarse –vio en sus ojos una sombra de dolor-. ¿Por qué no
haces algo?
T_ No te engañes Maca, deja ya de hacer la tonta, detén los papeles si lo haces Esther
estoy segura que dará marcha atrás, lo está esperando.
T_ Ya viene de camino ¡y por las veces que ella hace el tuyo guapa! –Begoña miró con
rabia a Teresa y se fue-. ¿Y tú por qué te has quedado callada?, deberías haber dicho
algo. Oye Maca ¿estás bien? –le preguntó preocupada porque se había quedado blanca.
M_ No, tranquila.
T_ Esto va a terminar fatal. Cruz, mira que Maca va para tu despacho mira a ver que yo a
esta chica le veo muy mala cara.
B_ Estoy harta, siempre llega tarde a todos los sitios yo tengo mi trabajo y además debo
hacer el suyo, ¡voy a poner una queja si esto sigue así!
T_ Dime.
V_ Localízame ya a Esther ¡ya! –le acusó con el dedo mientras su gesto de enfado era
fácilmente reconocible.
T_ Sí si.
M_ No, si esto se me debe pasar ¿no? –hablaba con dificultad pues notaba que le faltaba
el aire.
C_ A ver Maca, tienes una crisis de ansiedad importante ¿eh?, estás mal y no creo que
estés en condiciones de atender urgencias –de pronto Maca comenzó a llorar
desconsoladamente asustando a la propia Cruz-. ¡Maca!.
C_ Llora, eso te hará más bien que cualquier tranquilizante –Maca se sentó ayudada por
Cruz-. ¿Es por Esther, claro?
C_ ¿Tan mal estáis? –le había cogido la mano y la miraba con pena.
M_ Sí, hay una parte de mí que quiere dar el paso, pero hay otra que… –volvió a llorar.
M_ Es que ahora quien quiere separarse es ella –suspiró limpiándose la nariz-. Cuando me
creí dueña de la situación, disfrutaba cada vez que veía que Esther se sentía mal, era para
mí una manera de satisfacer mi dolor, ¿pero sabes?, ahora que es ella quien se quiere
separar no lo puedo soportar, ¡no sé que voy a hacer sin ella!
M_ Lo sé.
C_ Últimamente Esther está muy afectada, demasiado distraída en el trabajo esta bajando
su rendimiento y Vilches está esperándola no de muy buen humor.
M_ Mira, todos sabéis que ella es de las más eficientes –decía limpiándose la nariz entre
suspiros por el llanto-. Tener un poco de paciencia.
C_ Esto es un hospital Maca, tú lo sabes –ante su gesto de pena agregó-. Hablaré con ella
¿de acuerdo?, pero ahora debes tratar de relajarte o te vas a tu casa.
Por la puerta estaba entrando una sofocada Esther, al verla Teresa la llamó
nerviosa.
T_ Corre vete a quirófano Vilches está que muerde, y Begoña no para de mal meter en tu
contra.
E_ Vale.
T_ Esther –ella se paró-, Maca ya está aquí –al ver su gesto murmuró sin darse cuenta que
Begoña acababa de ponerse a su lado-. Nada, no hay nada que hacer, de esta se
divorcian seguro.
En uno de los box estaba Luna revisando al enfermo estaba enfrascada en el control
del monitor, pero al lazar la vista vio entrar a Begoña con una inmensa sonrisa y la llamó.
Lu_ Descuida –Begoña sonrió marchándose mientras Luna murmuraba-. Ahora sí, Maca,
ahora por fin vas a ser mía.
E_ ¿Sabes cuantas veces he tenido que hacer yo su trabajo? –le preguntó molesta.
E_ Bueno... pues nada, ¿por qué no me das otra semana de vacaciones y así Begoña no
se quejara?
Se marchó enfadado mientras Esther ponía gesto contrariado, entonces con rapidez
se marchó en busca de Begoña. La vio en la cafetería y sin dudarlo se dirigió a ella
apartando una silla y sentándose a su derecha con gesto duro.
B_ ¿A qué te refieres?
E_ Lo sabes perfectamente, todas las veces que me tenías que haber llamado no lo hiciste
o lo hiciste cuando ya no era necesaria mi presencia –hablaban en voz baja pero por sus
gestos todos sabían que estaban discutiendo Esther no apartaba sus ojos de ella.
B_ Eso son imaginaciones tuyas –se levantó pero Esther la cogió del brazo.
B_ Lo que estás es paranoica ¿qué pasa que te jode que Luna y Maca estén juntas?
B_ Eres imbécil Esther, ¿por qué crees que Maca se quiere separar de ti?
En ese momento Cruz acompañaba a Maca para que se tomara una tila, al entrar
ambas presenciaron la escena de tensión que había entre las dos enfermeras.
Cruz decidió acercarse al ver como subía de tono la discusión y Maca que conocía a
Esther aunque nunca la había visto así, fue a sujetarla pues parecía que le iba a golpear.
M_ Esther por favor –le sujetó Maca con fuerza tratando de callarla.
M_ Esther –le susurró Maca tratando de tranquilizarla pero ella sin mirarla la apartó.
E_ Lo siento –murmuró con voz arrepentida-. Lo siento, sé que tienes razón pero da la
casualidad que siempre que tiene que buscarme Begoña no me encuentra, o me encuentra
demasiado tarde.
C_ Mira Esther, ayer reconozco que me pase contigo, tú pagaste mi mal humor, igual que
Begoña ha pagado el tuyo ahora –Esther la miró con seriedad-. Pero hay una diferencia, yo
no soy Begoña y tú la has insultado, y te juro que te entiendo Esther, tratándose de
Begoña te entiendo, pero por favor estate alerta, ella no se anda con remilgos si ha sido
capaz de denunciar a Dávila, imagínate a ti con las ganas que te tiene.
C_ ¿Puedo hacerte otra pregunta? –la miró y asintió-. Muchas veces has tenido problemas
de trabajo, incluso más graves que este, pero por como te he visto reaccionar hoy,
imagino que te diría algo de Maca, ¿no es así?
C_ Está bien –afirmó con la cabeza mirándola a los ojos tristes de Esther que le
contestaron lo que su boca calló-. Ten cuidado ¿eh?
Trató de sonreír pero tan solo sus labios dibujaron una sonrisa repleta de tristeza, al
salir se apoyó sobre la puerta y cerró los ojos suspirando.
M_ ¿Esther? –le tocó suavemente el brazo Maca, ella abrió los ojos-. ¿Estás bien?, ¿qué
te ha pasado?
E_ Nada, lo siento pero estoy muy liada –se separó con rapidez de ella y cuando se iba a
ir, volvió sobre sus pasos miró a Maca con una mirada tan fría, que ésta no pudo evitar
sentir un escalofrío por su espalda-. ¿Te importa ir a por Daniel a casa de mi madre?
M_ Claro, yo iré.
Lu_ Tienes mala cara, ¿por qué no te vas a casa?, si quieres yo te llevo –puso su mano
sobre el hombro de Maca.
M_ No gracias... ahora tengo que hablar con Teresa, luego te veo ¿vale?
M_ Claro.
Luna sonrió contenta al verla marchar, estaba feliz por fin podía intentar lo que tanto
había deseado, estar con ella, poder compartir su vida con ella.
T_ Sí, está con Héctor. Vamos por partes cariño, porque al fin y al cabo la bronca de
Esther no es tan importante, ha tenido otras de mayor envergadura, lo que si me preocupa
eres tú. ¿Qué te ha pasado?
Maca estaba ojerosa, se le notaba pálida y sus labios estaban blanquecinos. Tenía
aspecto de enferma por mucho que ella lo negara.
M_ Nada Teresa, me dio como un ataque de ansiedad. Ayer pasé muchos nervios y a
penas he dormido esta noche.
M_ Pues no Teresa, la mala noche me la he dado yo solita –le cortó y recordó como había
tentado a Esther pero la había omitido por primera vez desde que se conocían-. Estoy
preocupada por Esther.
M_ Me siento culpable.
M_ Porque yo le he metido mucha caña Teresa, cada vez que la necesitaba si tardaba le
daba una bronca. Creo que nuestra situación ha estado afectándonos a las dos en el
trabajo pero ella, se ha llevado la peor parte.
T_ Por tu bien y el de ella, arreglar esto pronto o vamos a tener un disgusto ¡y de los
gordos!
M_ Oye Teresa, ¿qué te dijo exactamente?, ¿qué es eso a lo que le está dando vueltas? –
la miraba inquieta mientras se incorporaba en la silla.
T_ Pues... ella dice que... que está decidida –dijo con pena-. Pero creo que solo es pura
fachada.
Llegó la hora de marcharse, antes de hacerlo pasó por el cuarto de enfermeras pero
Esther no estaba, se acercó a su taquilla para saber si se había ido, en su bolso tenía una
copia de la llave porque en otros tiempos le gustaba dejarle regalos o notas. Abrió y vio
que el uniforme de Esther estaba allí colgado, al rozarlo sintió que se le hacía un nudo en
la garganta, aquel armario tenía su aroma, al fijarse vio que allí tenía una foto que provocó
su sonrisa, eran de aquellos tiempos en los que sus vidas estaban repletas de sonrisas, de
alegría y de unión. Apenada cerró la taquilla y fue hasta Teresa para que preguntarle.
T_ No hija no la he visto marcharse –dijo un tanto inquieta-. ¿Estás segura que se ha ido?
M_ Sí, está su pijama en taquilla. Bueno, me voy tengo ganas de descansar. Hasta
mañana Teresa.
T_ Hasta mañana.
Maca se dirigió hasta casa de Encarna a recoger al bebé, allí tampoco estaba
Esther, no había ni rastro no le dijo nada, supuso que ella no sabía nada y no quiso
alarmarla. Con la promesa de llamarla cuando llegara a casa, se marchó..
M_ ¿Dónde estarás? –se preguntó en voz alta mientras Daniel empezaba a llorar-. Ya voy
chiquitín, voy a cambiarte y a darte el biberón, esperaremos juntos a que venga Esther,
¿vale cariño?. Esther –susurró con nostalgia.
M_ Pues ahora os lo bajo, estábamos durmiendo –sonrió alegre pero con la tristeza
reflejada en sus ojos.
P_ Se nota que está decorada por nuestra hija –se mostró orgulloso.
R_ ¡Pero qué grande está ya! –exclamó cogiéndolo en brazos mientras sonreía feliz.
P_ ¿Y Esther?
M_ No, no, está haciendo unas cosas –trató sin éxito de controlar la tensión-. ¿Queréis
tomar algo?
P_ Habíamos pensado ir a cenar fuera ¿si os parece bien?. Anda déjamelo coger Rosario.
R_ ¡Pero qué guapo madre mía!, se parece muchísimo a ti hija –ella sonrió pero en su
rostro se marcaba el gesto preocupado-. Tienes mala cara Maca, ¿estás bien?...
M_ Sí, cansada el trabajo, el niño, sólo eso... bueno... pues sí queréis ir a cenar ¡vamos!
R_ ¿Y Esther? –insistió.
M_ No sé cuanto tardará, pero vamos ahora llamo y que me diga. Mientras os dejo con
Daniel y me arreglo.
Antes de reunirse con sus padres se duchó, se vistió y cada dos minutos llamaba a
Esther, estaba atacada ¿y si Esther había hecho alguna tontería?. Entonces con rabia le
vino a al mente Luna, sin dudarlo la llamó pero tenía también tenía el teléfono
desconectado. La preocupación que había sentido por Esther se volvió en un desenfreno
de celos, notaba como su interior se estaba sublevando, se sentó en la cama desesperada
porque además estaban sus padres y bastante cruzada tenían a Esther como para que
supieran como estaban las cosas. Sabía que tenía que marcharse, por suerte cuando
volviera Esther sus padres no estarían. Con un fuerte suspiro que buscó en lo más
profundo de su interior trató de calmarse. Fue a reunirse con ellos y cuando iba a bajar las
escaleras se encontró con su padre que subía con una maleta al ver el gesto de Maca, el
hombre a modo de disculpa le dijo.
M_ Sí, sí, no pasa nada –su cabeza no paraba “en la habitación está todo lo de Esther”-.
No hace falta que subas la maleta ya la dejo yo.
Se fueron a cenar juntos y Maca excusó a Esther aunque se daba cuenta que sus
padres no se habían tragado sus explicaciones. Al llegar a casa y darse cuenta que las
luces estaban apagadas pensó que aún no había llegado, estuvo esperando su llamada
pero en toda la noche no se produjo. Quiso asegurarse que no estaba en la cama,
mientras sus padres le daban el biberón a Daniel ella subió pero Esther tampoco estaba,
apoyó la cabeza en el marco de la puerta fue a su habitación y estaba vacía. Se paró a
pensar en ella, y fue su madre quien la sacó de su ensimismamiento.
M_ Bueno –suspiró sin saber muy bien que decir-. No estamos en nuestro mejor momento
pero... no es nada grave.
En casa ya estaban todos acostados, Daniel dormía en la cuna pero ella estaba tan
desesperada que decidió bajar al comedor a esperarla allí. Dejó de llamarla porque se
percató que era inútil lo había desconectado adrede. Miró nerviosa el reloj vio que eran las
doce menos cuarto y pensó en llamar a Teresa, sabía que a esas horas aún estaba
despierta.
T_ ¿Qué pasa Maca, no me asustes? –le preguntó preocupada por su tono de voz
apagado.
T_ Pues yo tampoco, he llamado esta tarde al hospital por si había vuelto o algo, pero no.
T_ Pues no creo... ahora me dejas con la duda, pero no, no ¡anda quítate esa idea de la
cabeza y haz el favor de relajarte!, no vaya a darte otro ataque que yo te veo mal Maca, te
veo mal.
M_ La verdad que... –oyó en ese instante la llave rodar en la cerradura-. ¡Ya está aquí
Teresa!, si. Buenas noches.
La esperaba sentada en el sofá con una luz tenue para no molestar a sus padres,
quiso no aparentar preocupación para cuando entrara, no quería que supiera los nervios
E_ Estoy cansada, así que si me sueltas me iré a dormir, y deja de montarme este
numerito.
M_ ¿Cansada de qué? –sus ojos reflejaron celos y su dedos que sujetaban suavemente su
brazo, se aferraron con mayor fuerza clavándose en su piel. Se acercó a ella mirándole
con pasión los labios mientras le preguntó con voz quebrada por los intensos celos que
sentía en su interior-. ¿Has estado con ella, eh?
E_ Yo no ¿y tú? porque últimamente siempre estáis juntas –le reprochó y ante el gesto de
discordia que puso Maca, se dio la vuelta para marcharse.
M_ ¡Esther!
E_ Maca que me dejes tranquila ¡hostia!, no tengo porque darte ninguna clase de
explicación –le habló fuerte.
M_ ¡No grites que están aquí mis padres! –exclamó entre dientes inquieta.
M_ ¿Tú qué crees que van a hacer? –la miraba encendida luchando con sus celos que le
provocaban dolor y ganas de arrojarse sobre ella. Respiró hondo y trató de hablarle con
voz reconciliadora-. No me importa lo que hagas Esther, pero justo hoy tenías que
hacerme esto.
M_ ¿No puedes acostarte conmigo?, no creo que mis padres necesiten ver tan claramente
como estamos.
E_ Pero si nos vamos a separar no seas hipócrita, algún día lo tendrán que saber, pues
hoy es un buen día.
E_ Es lo que eres Maca –le dijo arrastrando las palabras con rabia mirándola a los ojos.
M_ Muy bien Esther, gracias, muchas gracias, haz lo que te dé la gana –le contestó
perpleja y decepcionada.
Molesta consigo misma y con todo el mundo, Esther sacó del armario una colcha, no
quería acostarse con Maca entre otras cosas y eso no se lo podía negar, porque se moría
de ganas de abrazarla. Entonces sus propias palabras le vinieron a la mente, le había
reprochado a Maca su hipocresía cuando ella misma estaba actuando de igual modo.
Eran las dos de la mañana, Esther seguía sin poder dormir tampoco quería que los
padres de Maca si la veían le cayeran encima con reproches. Preparó el biberón de Daniel
y subió a la habitación, Maca estaba sentada con la luz encendida, notó que había llorado
por sus ojos enrojecidos e hinchados, pero prefirió no decir nada no soportaba verla llorar y
sabía que si se acercaba a ella con la guardia baja, le vencería. Se acercó a la cuna con
una sonrisa hablándole con ternura al pequeño, lo cogió en brazos bajo la mirada de
estima de Maca que no la escondió en ningún momento.
E_ ¡Pero qué hambre tiene mi niño! –exclamó sonriente mientras dejaba un beso en su
frente.
Cuando terminó, lo cambió y en silencio sin cruzar palabra con Maca y Maca sin
dejar de admirarla, entró en el cuarto de baño, se duchó elevando la tensión de Maca que
podía imaginar perfectamente su cuerpo desnudo bajo el grifo de la ducha, tantas veces la
habían compartido que sabía cualquier movimiento de ésta. Carraspeó tratando de pensar
M_ No me hables así por favor –ambas estaban acostadas pero hablaban sin mover un
solo músculo como si estuvieran aferradas cada una en aquella posición.
E_ ¿Y cómo quieres qué te hable? –se sentó de un salto en la cama mirándola fijamente
logrando que Maca reaccionara de igual modo.
E_ Pues hasta que lo sepas, haz el favor de no fastidiarme más con tus dañinos
comentarios, ¿vale?
M_ Esther... –la llamó con la voz entrecortada pues ella se había vuelto dándole
nuevamente la espalda.
M_ No... nada...
Volvió a acostarse y cerró la luz. Cada una estaba en una esquina de la cama sin
rozarse si quiera, parecía que habían construido de repente un muro entre ellas, imposible
de sobrepasar, aunque las dos estuvieran como locas por sobrepasarlo, una vez más pudo
el orgullo con el sentimiento.
Cuando Maca se levantó para darle el biberón, la vio dormida con gesto tranquilo,
no pudo evitar acercarse con cuidado y dejar sobre su mejilla un fino beso que la hizo
suspirar de devoción.
A las siete de la mañana sonó el despertador esa vez fue Esther quien tomó al niño
para darle el biberón, así seguían con los turnos como si la relación pésima entre ellas no
tuviera cabida en su deber como madres. Maca que no había dormido casi nada, ni
R_ ¿Y mi hija?
E_ Durmiendo.
R_ ¿Qué tu sepas? –entraron en la cocina Rosario se sentó pero sin dejarla de mirar con
preocupación. Esther le dio al niño-. Pues si le pasó algo ayer, la que debería saberlo eres
tú ¿no te parece?
E_ Mire Rosario, sabe que yo soy bastante clara y digo las cosas a la cara, así que le
agradecería que me dijera que es lo que quiere saber realmente.
R_ Tengo claro que pasa algo entre vosotras, mi hija está mal y tú no tienes mucha mejor
cara. ¿Qué es lo que pasa?
E_ Sí. Así que ya puede estar tranquila va a perderme de vista y su hija quizás encuentre
otra mujer como ella –pensó en Luna-. Bueno, eso seguro una mujer de su clase no tiene
de que preocuparse.
R_ No digas tonterías Esther –ante el comentario quien se sorprendió de verdad fue Esther
que la miró desconcertada-. Mi hija te quiere a ti, y sé que es feliz a tu lado.
E_ Pues mire, no tendrá ni que anteponer ni que asimilar nada más conmigo. Y ahora si se
hace cargo de Daniel, yo me voy a trabajar.
Al rato bajó una Maca que por su cara confirmaba todo cuanto su madre había
pensado, se sentó después de darle un beso a ella y otro al niño, como no había visto a
Esther, prefirió no preguntar a su madre, quería por todos los medios que no se enterara
de lo que iba a pasar, aún le quedaba una mínima esperanza.
M_ Vaya, no sé porque te ha tenido que decir nada, le advertí que no quería que os
enterarais.
M_ He sido una estúpida, la verdad que aún no sé que me está pasando. Me dijeron que
Esther mientras yo estuve en Jerez, me había engañado con una compañera de trabajo.
R_ ¿Entonces es definitivo?
M_ Creo que sí, los papeles deben estar a punto de llegar y... sólo me queda la esperanza
de que Esther no los firme.
M_ Lo sé, lo sé –entonces sonó su teléfono-. Perdona. Hola Dávila, ¿ahora?, sí, sí está
bien.
R_ ¿Qué pasa?
R_ Sí, hija, piensa en él cuando tengas que tomar una decisión, tú quisiste que Esther
fuera su madre también, recuérdalo ¿eh?
V_ Pues tú dirás que es eso tan importante que tienes entre manos que me ha sacado de
mi despacho cuando estaba desayunando.
D_ No te pases de listo.
D_ Del acuerdo ese de ir a las aldeas o pueblos más pequeños a revisar a niños y
ancianos –Vilches asintió-. Pues se trata de niños esta vez, he tenido que llamar a Maca
porque hoy libraba.
V_ ¿Y? –lo miró elevando sus cejas mientras jugaba con una figura que Dávila tenía sobre
su mesa.
D_ Pues quería preguntarte que hago, había pensado que fuera Esther, que tal y como
están las cosas tiene aquí mucho follón.
V_ Pues mira, a lo mejor es lo que necesita, perderse con ella y arreglar la situación.
D_ Tampoco se van tan lejos, es un pueblo a dos horas de coche ¡quieres dejar la dichosa
jirafa! –exclamó perdiendo los nervios
V_ ¿Esto es una jirafa? –ante su gesto agregó después de dejarla sobre la mesa y respirar
hondo-. Mira, yo lo haría así, quizá sirva para algo porque estas dos, nos están sacando a
todos de quicio. ¿Begoña ya se ha quejado?
V_ Pues adelante, que se vayan y si quieres diles que se queden allí a dormir, nunca se
sabe –sonrió.
M_ Hola Dávila.
M_ Hola Vilches.
V_ Bueno, pues nada, buena suerte Maca la vas a necesitar–le dijo sonriendo.
M_ Tú dirás.
D_ Nos han mandado a dos pueblos para revisar a unos niños, y he pensado que tú
podrías ir.
D_ Pues sí, tú. Desde luego eres a la única a quien le confiaría esta tarea, es algo
delicada, por quien me la pide, sé que es tu día de descanso, pero te lo recompensaré.
M_ Está bien, tendré que avisar en casa. ¿Y voy a ir sola? –lo miró dubitativa.
D_ No, te va a acompañar...
E_ ¿Me has llamado Dávila? –apareció Esther que al ver a Maca se detuvo-. Bueno si
estás ocupado ya vuelvo luego.
D_ No, no pasa –Maca cerró sus ojos imaginando por quien iba a ir acompañada y apoyó
su mano sobre la frente-. Verás ha surgido un imprevisto y tienes que salir ahora mismo
con Maca a hacer unos reconocimientos.
E_ ¡Dávila no creo que deba ir! –alzó la voz nerviosa ante el asombro del hombre.
D_ ¡Vamos a ver!, he dicho que vais las dos y punto, tú Esther ves cambiándote salís, ¡ya!.
Y tú Maca, prepara un botiquín con todo lo que puedas necesitar, incluido algo de
medicación que deberás entregar, aquí tienes la relación de cosas que necesitas. Os
quiero de viaje dentro de diez minutos.
Esther cruzó una mirada enfurecida con Maca, y ésta se la devolvió. Ambas salieron
a la vez pero tomaron pasillos diferentes.
Cada una por separado pensaba lo mismo “hoy todo puede cambiar para bien o
para peor”, ambas sentían que era un desafío muy fuerte y que quizá gran parte de su
futuro estaba en lo que allí ocurriera. Pero ambas justo antes de salir del cuarto donde
cada una estaban, se les escapó una sonrisa traviesa.
La primera en llegar fue Maca, se puso frente al mostrador mirando a Teresa que
estaba hablando por teléfono. La miraba con una tímida sonrisa que no podía controlar
mientras sus ojos trataban de encontrar a Esther.
M_ Dávila que tiene un compromiso con algún jefazo y me manda a dos pueblos de la
Sierra.
M_ A hacer una revisión a los niños –hablaba sin perder detalle del pasillo por donde debía
venir Esther.
T_ ¿Y vas sola?
M_ Como lo oyes. No quiero ni imaginar el caminito que me espera –se quejó poniendo
una mueca de pereza-. Porque encima viene obligada por Dávila.
T_ ¿No quería ir? –preguntó completamente atónita mirándola por encima de las gafas.
E_ ¡Ya estoy!, hola Teresa –apareció con su cara mostrando un gran enfado.
E_ ¡Que remedio! –protestó con fastidio Esther mientras Maca y Teresa la miraban serias.
Primero ninguna alargó la mano para coger los papeles, después lo hicieron al
mismo tiempo y por último, fue Esther quien de un manotazo lo cogió, ante la mirada
hostigada de Maca.
D_ Bien, espero que tengáis cuidado y vayáis con ojo por la carretera.
M_ No te preocupes Dávila, igual Esther con un poco de suerte se queda dormidita –la
miró intensamente.
D_ Bueno... bueno... –dijo apurado-. Lo único que quiero es que volváis en perfecto estado
las dos.
T_ Tener cuidado por favor –les dijo Teresa cuando se dispusieron a salir-. ¡Anda qué tú
también Dávila!, de esta o se juntan o esta misma noche firman el divorcio. ¡Qué poca
cabeza has tenido!.
D_ Mujer Teresa, Vilches y yo pensamos que era una buena oportunidad para ellas.
T_ Mira Dávila, no está el horno para bollos –ante el gesto sorpresivo de Dávila, agregó
rápidamente-. Bueno... es una manera de hablar.
Entonces mientras Dávila se marchaba sonriente, Luna pasó como una flecha hacia
la puerta, Teresa la siguió intrigada con la mirada.
Lu_ ¡Maca, Maca! –Maca se detuvo y Esther también mirándola con un agudo odio-.
¿Puedo hablar un momento contigo a solas?
E_ Yo ya llevo los papeles –le cogió las llaves y se fue sin el maletín ante el gesto
indignado de Maca.
Lu_ No sabía que te ibas con ella –le habló con tono irritado.
M_ Mira Luna, no sé que pretendes, pero... no juegues conmigo ¿vale?, yo no soy Esther,
y ahora si no te importa el maletín pesa.
Se quedó allí de pie, viendo como Maca se dirigía al coche, al girarse se topó con la
presencia de una Teresa que la miraba con actitud amenazadora y sus manos puestas
sobre las caderas.
T_ Cada vez veo más claras tus malas intenciones, ¡apártate de ellas!
Lu_ No me interesa tu opinión, estoy enamorada de Maca y en cuanto esté libre que por lo
que me ha dicho falta poco, estaremos juntas.
T_ Espera un momento –Luna la miró con indiferencia-. Así que Esther no iba mal
encaminada, te inventaste todo para separarlas.
Lu_ Trabajar tan poco, te hace imaginar mucho –con una sonrisa maliciosa, se marchó.
T_ ¡Pero bueno!... esto lo tiene que saber Maca –se dijo para sí misma.
T_ Dime Cruz.
T_ Sí hija, sí.
Ev_ Bueno mira... a lo mejor les viene bien para hablar por el camino.
T_ Pues no sé que quieres que te diga Eva, porque últimamente más que hablar se ladran
y se muerden.
L_ Yo creo que la pareja está rota, ya sabéis lo que se comenta por los pasillos.
T_ ¡Pero qué tonterías dicen!, si Maca lo está pasando fatal y os digo una cosa, como se
separen, quien se va a llevar la peor parte, es ella.
C_ Estoy de acuerdo contigo Teresa. Además yo creo que están las dos con la tontería de
ver quien se arrepiente primero de todo cuanto se han dicho y se pide perdón antes.
T_ Está bien está bien, ¡ale chicas a trabajar!, que con el permiso de Cruz, Vilches va a
llevarme con esos brazotes –todas incluida ella dieron una carcajada.
En el garaje, Maca había dejado el maletín en el maletero, abrió la puerta y entró sin
decir nada, Esther había puesto la llave en el contacto y ni siquiera la miró, ya llevaba
puesto el cinturón y su mirada vagaba al lado opuesto de Maca. Maca por su parte, le dio
al contacto y se puso la radio en marcha, comenzaron su camino por la ciudad en el más
estricto silencio. Aún no habían recorrido ni un kilómetro cuando Esther desconectó la radio
sabiendo lo que le gustaba a Maca conducir oyendo música.
E_ Me duele la cabeza.
M_ Pues bájala, pero quiero oír música –le habló con toda la calma que pudo.
M_ ¡Mira Esther! –detuvo el coche en seco ante la gran pitada de un taxista-. Vamos a
estar un buen rato por carretera, ¿piensas darme todo el viaje con tus tonterías?
E_ ¡Ya estamos!, digo algo y es una tontería, pues mira bonita, lo tienes muy fácil, no me
hables y así no tendrás que escuchar más tonterías.
E_ Muy bien, pues para y me bajo y le digo a Dávila que no te soporto y me niego a ir
contigo –se quitó el cinturón mirándola con rabia.
El semáforo la hizo parar, entonces pudo girar su cabeza hacia la derecha, clavó
sus ojos en Esther, sabía perfectamente a quien se refería, porque le salió un reproche
repleto de celos en su voz, suspiró y le dijo sopesando sus palabras a traición mientras le
sujetaba por la barbilla.
E_ Es verdad –le apartó la mano sujetándosela con fuerza-. Había olvidado que tú eres la
perfecta, la que nunca hace nada mal, perdona mi osadía –le dijo con tono mordaz.
Le soltó la mano y Maca se la tuvo que frotar porque le había hecho daño. Se pasó
la lengua por los labios después se los mordió, negó con la cabeza, todo en actitud
nerviosa pero prefirió no contestarle.
Durante el resto del viaje no hubieron más comentarios, Maca sabía llegar hasta un
punto donde debía desviarse, no quiso tener otra confrontación con ella, y con la máxima
suavidad que pudo, que no fue mucha porque estaba muy molesta, le dijo.
E_ ¿Con lo lista que eres y no lo sabes? –le dijo irónica mientras sonreía con una sonrisa
burlona e hiriente.
E_ ¿Estás de coña? –le preguntó sonriendo aunque en su interior sintió que hablaba en
serio.
M_ Muy bien, ¿no piensas bajar?, ¡estupendo!, entonces por favor colabora conmigo, a mí
tampoco me gusta esto pero cuanto antes lleguemos antes volveremos.
Esther reconoció para sí que tenía razón y también que se estaba comportando
como una verdadera estúpida. Abrió el mapa y le indicó.
E_ Tenemos que seguir por esta carretera, la próxima salida es la que hay que tomar.
No hablaron entre ellas en voz alta, pero sí para sus adentros, cada una valoraba la
situación en la que se encontraban.
E_ “Me gustaría tanto que dejara de hablarme con ese resentimiento. Fíjate si está para
comérmela, ese suéter le queda de muerte... y cuando se cabrea se pone tan interesante...
lo que daría por perderme con ella y volver a empezar de nuevo. Bueno... mejor quítate
esa idea de la cabeza y no pierdas detalle de los cartelitos o me manda bajar otra vez...”
M_ “Daría lo que fuera porque no me hablara con ese tono tan hiriente... no sé si voy a
poder aguantar... esta divina y aunque me reviente reconocerlo... ahora mismo me lanzaba
a su cuello... está tan guapa cuando se enfada... ¡ay Maca!, quien te ha visto y quien te ve,
completamente dependiente de ella... bueno será mejor que me fije o se vengara por
mandarla bajar”.
Seguía conduciendo y las dos guardaban un tenso silencio, de repente la voz más
calmada de Esther rompió el hielo.
M_ Vale.
Volvió el silencio.
E_ ¡Joder Maca que te has pasado!, te estaba diciendo que doblaras. Da la vuelta –le
habló con tono impertinente.
M_ Tranquilita ¿eh?
M_ ¡Entendido! –asintió con la cabeza y gesto contrariado-, así que lo que odias es estar
conmigo.
E_ No he dicho eso.
Nuevamente silencio.
E_ “Joder no quería decir eso... ¿cómo puede pensar que la odio? –la miró de reojo esta
vez ella, se sintió mal por la seriedad del rostro que Maca reflejaba, sabía que le acababa
de hacer daño-. Eres idiota Esther... ¿y ahora cómo lo arreglo?.
Nuevamente silencio.
E_ Maca.
Detuvo el coche y bajó dejando a Esther dentro con gesto pesaroso. Al salir, notó el
fresco en la cara que le vino bien porque pareció que al estremecerse, se sacudía el
malestar que había creado en ella el comentario de Esther, que le había hecho daño. Al
M_ Pues sí.
E_ ¿Dónde tenemos que ir? –preguntó con el tono de culpabilidad marcado en el timbre de
su voz.
Esther puso mala cara y volvió a abrir la puerta del coche, en el asiento había
dejado los papeles que Dávila les había entregado, miró el sobre referente al lugar, y lo
abrió, Maca se había acercado un poco pero dejando una distancia prudente.
Maca cerró el coche y fijó su mirada en la figura de Esther, sabía perfectamente que
su comentario no era lo que sentía, veía en sus ojos la pena por decir algo tan
incongruente. Cuando la vio sonreír con la señora, supo cuanto la amaba, esa sonrisa que
tanto echaba de menos, esa sonrisa que en su día la cautivó y que tanto necesitaba
recuperar en ese momento. La miraba fijamente entregada a ella, no cambió su gesto ni su
manera abierta de mirarla ni siquiera cuando Esther se puso delante de ella para contarle
lo que la señora había dicho.
E_ A ver, la señora que es muy agradable nos va a acompañar -Maca no movió un solo
músculo, sólo la admiraba. Esther que se dio cuenta le preguntó un poco cortada-. ¿Estás
bien?
Llegaron en compañía de la señora que les iba enseñando el pueblo, mientras ellas
miraban pero no veían pues Esther había entendido esa mirada, y Maca, había entendido
cuanto la amaba. Al llegar al colegio les estaba esperando el médico del pueblo Juan y los
dos profesores.
J_ Muy bien –le estrechó la mano a Esther que miraba a Maca de reojo ofendida-. Por aquí
por favor.
M_ ¿Y cómo quieres que te presente? –le contestó en voz casi inaudible para el resto.
Maca sonrió y se puso a la altura del doctor. Durante un par de horas dejaron de un
lado sus problemas personales y se centraron en los niños, a los que atendieron entre
risas y bromas. Al terminar, el médico les agradeció la ayuda.
J_ Claro, aquí en el pueblo hay una tasca donde se come muy bien.
M_ Muy amable –le sonrió Maca que se percató la poca gracia que le hizo a Esther y
cuando el hombre se adelantó le dijo-. ¡Anima esa cara, ya te queda menos para
soportarme! –le tocó la barbilla mordiéndose los labios.
E_ ¡Por suerte!
M_ Si –entonces sin dudarlo le pegó una palmada en el culo mientras ponía gesto de
provocación.
E_ Creo que es mejor que llames a casa, para saber como está Daniel –trató de disimular
que le había gustado ese roce de Maca.
M_ Tranquila Esther, mis padres saben cuidar niños, te recuerdo que tienen más nietos.
M_ Muy bien, ahora iban a comer y luego me ha dicho mi madre que irían a pasear. ¿Das
el visto bueno? –bebió un poco de vino.
J_ Bueno, espero les guste la comida, es lo típico de aquí. Y gracias por el material
estamos un poco apurados.
M_ Yo también le agradezco que lo haya cogido, no sabe lo que pesaba el maletín –sonrió
divertida ante el gesto serio de Esther.
J_ Pueden venir con sus maridos, están todos invitados –ellas cruzaron sus miradas con
una tímida sonrisa-. Les gustaran nuestras fiestas.
Se despidieron del hombre en la puerta del restaurante, y fueron paseando por las
calles del pueblo, Esther trataba de imprimir un poco de ritmo, pero Maca por el contrario
paseaba observando todo cuanto podía, aunque realmente no viera nada, le gustaba ver el
gesto de desespero de Esther, le divertía.
M_ Llegamos de sobra y este lugar es precioso. Así que tranquilita, relájate y admira tu
entorno –le sonrió
E_ Oye –se puso a su altura y sin pararse le dijo-. En la comida cuando Juan dijo lo de los
maridos, pensé que le dirías que no tenemos maridos.
M_ Si no fueras tan desastre, ahora tendrías una chaqueta como yo –le hizo una mueca
graciosa elevando sus cejas mientras se abrigaba.
M_ Esther, está abierto –le dijo con tono irónico, y nuevamente molestó a Esther y
suspirando exclamó-. ¡Ay señor cómo estás de tontita!
M_ Ya te aclararas, últimamente siempre andas entre dos caminos totalmente opuestos –le
lanzó una mirada directa acompañando el reproche.
M_ Pues no deberías.
E_ Es que si no lo hago Maca, voy a decirte algo de lo que me voy arrepentir otra vez.
E_ Ves como eres insoportable –apoyó el codo sobre la ventanilla y con la mano se sujetó
con actitud cansada la cabeza.
M_ Me dan ganas de besarte –la miró fijamente, sus ojos ardían insinuantes.
M_ Se te pasaría el frío.
E_ Sí –la miró tratando de enfrían aquellos ojazos que la miraban de aquella manera que
tanto le gustaba.
M_ Pues que sepas que me encanta cuando pones ese gesto de mala leche, cuando
juntas las cejas, cuando aprietas los labios –fue a tocarlos pero ella le apartó la mano-, me
excitas ¡qué quieres que haga!
E_ ¡Pero... joder! –exclamó enfadada-, encima se lleva las llaves y me deja aquí con el frío
que tengo. Espero acabar pronto o sino, me voy a ahogar de tanto aguantarme de no
besarla.
Al poco rato, salió Maca de una tienda con una bolsa en la mano y cara divertida
sonriendo, entró al coche y cuando fue a hablar Esther se le adelantó
En el hospital, Teresa andaba preocupada por ellas, las había llamado un par de
veces pero le indicaba que no tenían cobertura. Dávila también le había preguntado, y en
ese momento que estaba en la cafetería se acercó Vilches y Cruz.
C_ A Maca le dio un ataque de ansiedad ayer, yo creo que todo por lo mismo.
V_ Es que debe ser dificilísimo ser lesbiana, imagínate dos mujeres soportándose ¡tiene un
mérito!.
V_ Bueno... –se rascó la barbilla pensativo-... tendré que hacer otra apuesta.
T_ No tienes arreglo. Mira, me voy a ver si ahora ya han salido de la montaña y las puedo
localizar, es que me las imagino en el coche discutiendo todo el camino y me da un miedo
que les pase algo.
C_ No les va a pasar nada, tranquila. Cuando sepas algo, nos lo dices. Anda que... eres
más bruto –le riñó Cruz.
E_ Dime Teresa.
E_ Sí, ya hemos visitado La Hiruela, dile a Dávila que allí está todo correcto no hay ningún
problema.
T_ Vaya, creo que el viajito no es de tu agrado, sólo espero que no discutáis conduciendo.
Volvió a sonar su móvil y al ver el número le dijo un tanto nerviosa aunque trató de
disimular.
M_ ¿Por qué?
Maca paró el coche y Esther bajó, se puso de espaldas a ella y comenzó a hablar,
aquella actuación llamó su atención, disimuladamente bajó la ventanilla pero la voz de
Esther no le llegaba con nitidez. Maca tenía puesta la mano sobre sus labios y se mordía el
dedo, mientras con la otra se aferraba con fuerza al volante, aquella llamada que trató de
ocultar su contenido para ella, le estaba haciendo ponerse nuevamente en su contra, se
daba cuenta que desde el momento en que le falló con Luna, todo era diferente, ahora la
inseguridad, el temor a nuevas mentiras, le hacía desconfiar de todo, y quizá siempre sería
así, notaba como la sangre se le había revelado, notó el calor en la cara, y se sintió
estúpida hasta de haberle comprado la chaqueta, sin pensarlo, abrió la puerta salió y se
plantó delante suya en jarras mirándola con cara de pocos amigos.
M_ Te doy dos minutos, y te aseguro que me voy –le dijo con tono irritado y cara
amenazante.
Ca_ Vale –Teresa le dio la lista y él la miró-. Oye, pero aquí faltan Esther y Maca.
Ca_ Claro que sí, no pueden faltar aunque Esther esté de uñas conmigo.
En el coche iban calladas, Esther cuando tenía que tomar alguna carretera le decía
por donde pero nada más, Maca tampoco le decía nada, así, por la carretera sinuosa no
hubo palabras, tan solo silencio.
M_ Buenas tardes, venimos de parte del Hospital Central –se presentó dándole la mano.
Las dos fueron a entrar a la vez, golpeándose. Maca la miró que si sus ojos
hubieran actuado, el cadáver de Esther yacería sobre el suelo del colegio, mientras Esther
esquivó aquellos ojos enfurecidos. Trabajaron como en el colegio anterior, pero sin risas, ni
bromas. Los niños presentaban todos unos estados de salud espléndidos.
M_ Pues esto ya está. Me quedo la historia de Ana, la niña con perdida de audición, yo
creo que esta audiometría me dice que hay un problema más serio de lo que puede
aparentar.
Ma_ Si por eso insistí al director, estudiamos juntos y me dijo que en su hospital estaba la
mejor pediatra que podía encontrar.
M_ Tampoco es para tanto –dijo algo abrumada por el comentario-. Yo lo que haría es
ingresarla unos días, que venga con la madre y...
Ma_ Está bien, si no les importa, sus padres están aquí, ahora les digo que pasen y
ustedes se lo comunican.
M_ ¿Y qué quieres que nos vayamos sin dar explicaciones? –la miraba atónita.
E_ No he dicho eso.
Ambas suspiraron a la vez, y cuando vieron a los padres cambiaron el gesto serio
por una sonrisa cordial. Después de explicar todos los procedimientos a seguir, recogieron
las cosas para ponerse en marcha.
Ma_ Sí.
Ma_ Una cosa si les quería advertir, la carretera que sale a la Nacional esta en obras, así
que tendrán que ir nuevamente hacia detrás, por donde han venido y ya verán las
indicaciones para dar con ella.
M_ Gracias. Será mejor que nos vayamos porque parece que va a llover.
Ma_ Si, son malas fechas ahora son típicas las tormentas. Lo dicho, muchas gracias por
todo.
E_ ¡Qué bien ahora nos pillara una tormenta!, como si lo viera venir.
M_ No seas gafe.
M_ Mamá, hemos terminado ahora, vamos a tomar camino de regreso, ¿qué tal esta el
niño?, vale –colgó y le dijo sin más-. Todo bien.
E_ ¡Mamá!, sí, no, mamá, ¡mamá déjame hablar!. Estamos en la Sierra, ¡pues trabajando
mamá!, si, con Maca, si está aquí sí. Ahora no se puede poner, venga ya vamos para allá.
Si, no, están los padres de Maca. Vale, adiós –resopló.
Arrancó y salieron camino de vuelta, Esther tuvo que encender la luz interior para
seguir las indicaciones del mapa y cuando llevaban un rato dijo:
E_ No veo nada.
M_ Es que estoy segura que no es por aquí, te has empecinado que tenemos que ir por
esta carretera, ¡y no es por aquí!.
M_ Mira Esther, haz el favor de fijarte en el mapa y en los carteles o de aquí no salimos.
E_ Para que quieres que mire, si siempre lo hago mal –protestó cruzando los brazos.
E_ Pues anda que yo –hubo un momento de tregua. Hasta que Esther murmuró-. Por favor
que no haya tormenta o me da algo.
E_ Puedes burlarte pero en plena montaña que estamos, ya me dirás si no es para tener
miedo.
M_ Pues no, vamos en el coche y aquí no pasa nada, miedo si fuéramos andando.
E_ Pues da la vuelta.
E_ Oye Maca, tú te has dado cuenta que llevas la luz de la gasolina encendida.
M_ ¡Anda pues no!, ¡pero si le he puesto gasolina esta mañana!, se habrá estropeado es
imposible que se haya acabado –golpeó el cuentakilómetros.
M_ ¿Tienes miedo?
E_ Sí.
E_ Te crees el centro del mundo Maca, y por lo menos, del mío ya no lo eres.
M_ Y no quería.
E_ Bueno déjalo. ¡Cuidado! –la alertó porque en medio de la carretera había una piedra-.
¡Joder, cuándo vea a Dávila se va a enterar!
E_ Joder pero no pares –le riñó asustada al detenerse el coche en medio de la carretera.
E_ Ostia.
M_ Espera a ver –trató de arrancar pero el coche ni siquiera hacia el intento de ponerse en
marcha-. ¡Joder no arranca!
E_ No me digas eso.
M_ Tienes razón.
M_ ¡Qué bien! –murmuró-. Perfecto, perdidas en medio de la montaña, con una tormenta
de narices, y sin saber donde.
E_ Y sin cobertura –apuntó Esther con su rostro serio-. ¡Me cago en Dávila!
M_ A ver Esther que no cunda el pánico –suspiró cerrando la documentación-. ¿Tú que
harías?
M_ Vale, así que debo tomar la decisión yo, como siempre. Y seguro que tú me dices que
es la equivocada.
M_ ¿Y podré pedirme algo a cambio si te saco de aquí? –la mirada de Esther le demostró
que no estaba para bromas-. Vale, entendido, no, pues oye es una lastima ¿eh?
M_ Creo que... lo más sensato es esperar a que pare de llover y se nos pase un poco la
histeria del momento.
E_ Vale, ¿y luego?
M_ Pues... luego... lo mejor será ir andando hasta el próximo pueblo, porque de lo que
estoy segura es que estamos más cerca del próximo que del anterior.
M_ Me lo dice mi intuición.
E_ Pues recuerdo aquel día que fuimos a ver a tu amiga, que gracias a tu intuición dimos
un pequeño rodeo de 40 kilómetros.
M_ Bueno, no es infalible –sonrió al recordar las burlas de Esther durante todo el viaje de
vuelta a casa-. Además ya te burlaste bastante ¿no?
M_ De acuerdo.
E_ Lo he dicho sin pensar –la miró y a pesar de la oscuridad que las rodeaba pudo notar
su mirada apasionada-. Lo siento.
E_ Nadie importante. Oye parece que llueve menos, ¿podías probar si arranca?
M_ Lo que sé es que si nos quedamos aquí sin calefacción, vamos a tener algún
problemilla.
E_ Joder si es que no hacía tanto frío, y justamente tiene que ser hoy cuando empiece el
dichoso bajón de temperaturas.
M_ Bueno, vamos para fuera, creo que con la linterna podremos ir alumbrando el camino,
digo por si hay lobos o toros o yo que sé.
La noche era cerrada, pero el olor a hierba y tierra mojada, daba el toque personal
de la montaña, Maca sacó del maletero la linterna.
M_ Creo que deberíamos empujar el coche hacia fuera, no vaya a pasar alguien y encima
nos lo destroce.
E_ Maca.
M_ ¿Qué?
E_ Tengo frío, miedo y hambre –le dio la mano y al notar su cálido roce, sintió como su piel
se erizaba.
M_ Lo primero se nos pasara en cuanto llevemos un rato andando, las otras dos, me da
que no –le cogió de la mano primero suavemente después con decisión y fuerza-. Es
indignante que no pase ni un solo coche.
E_ ¿Pero qué loco se mete en esta carretera en una noche como está?
M_ Tú y yo.
M_ Esther no te pongas nerviosa anda, que estamos en plena sierra y aquí debe haber de
todo, pero si vamos con tranquilidad nada va a pasar.
M_ Bueno, ahora búrlate de mi intuición, mira un pueblo –a lo lejos vieron luces en algunas
casas.
Las nubes fueron separándose, y dejando paso a los tímidos rayos que la luna
regalaba desde el cielo de terciopelo negro, poco a poco la luz que iluminaba todo, también
las iluminó a ellas, en el momento en que se dieron cuenta, estaban cogidas de la mano,
mirándose fijamente allí paradas sin hablarse como si el mundo se hubiera detenido, y la
visión de aquel maravilloso lugar fuera únicamente suyo. Ni siquiera las gotas de la lluvia
les hizo reaccionar.
E_ Creo que será mejor que sigamos ¿no? –titubeó Esther-. Está lloviendo.
M_ Pues... sí.
M_ Sí... ¡Esther!
E_ ¿Dime?
M_ No lo sé, espero que si no nos pueden ayudar, al menos haya algún sitio donde
podamos pasar la noche.
M_ Mira, yo, con tal de estar caliente, me conformo al lado de las vacas –dieron una
carcajada las dos sin soltar sus manos-. ¿Ya se te ha pasado el miedo?.
E_ No, hasta que no este metida en una casa, creo que no voy a sentirme segura.
E_ Sabes que tú me das seguridad, pero yo soy de ciudad ya lo sabes, lo mío son los
atascos, las aglomeraciones... pero esto... me da un cague impresionante.
E_ Mira, ya se ven las casas lo primero que habrá que hacer es avisar que estamos bien.
M_ Si, espero que tengamos suerte. A ver –miró el reloj-. Son las nueve, deben estar
preocupadas por nosotras.
E_ Si además mi madre es capaz de movilizar al ejército para que salga en nuestra busca.
M_ Si –sonrió con ternura y Esther sintió latir con fuerza su corazón-. Es maravillosa.
No hablaron más hasta llegar a una de las primeras casas del pequeño pueblo,
llamaron para pedir ayuda muertas de frío pues la lluvia les había calado la ropa.
M_ Nada, aquí no hay nadie, anda que como sea un pueblo fantasma.
E_ No digas eso por favor, mira allí hay luz, vamos –soltó su mano.
E_ Menuda nochecita llevamos –dijo una vez siguieron sus indicaciones después de
dejarse la voz para hacerle entender lo que buscaban.
E_ Sí, allí nos informaran y me imagino que tendrán teléfono porque esto sigue sin
funcionar, ¡jo estoy calada hasta los huesos!
M_ Y yo –se frotó los brazos temblando mientras miraba el móvil-. Menuda mierda siempre
pasa igual, cuando más necesitas el móvil...
E_ Oye la Fonda es esto, ¿qué hacemos? parece muy pequeña –miró hacia arriba y vio
que era una casa con dos pisos.
M_ Pues entrar y rezar para que tengan sitio, agua caliente y calefacción.
F_ Hola, buenas noches, ¿querían algo? –les preguntó un hombre alto con cara de pocos
amigos.
F_ Tanto como mecánico no, pero hasta mañana el Palomino no está aquí.
E_ Oiga y... por casualidad usted no tendrá un par de habitaciones libres –dijo Esther ante
el gesto de sorpresa de Maca, pues pensaba que durante el camino habían estado como
siempre, y por un momento le defraudó aquel comentario-. Es que no podemos volver a
Madrid.
F_ Me llamo Fermín.
Esperaron a que Maca terminara de hablar, y siguieron las indicaciones del hombre,
las acompañó por una escalera estrecha, y ambas pensaron que aquel lugar era pésimo
para pasar la noche, pero no podían elegir otra cosa. Cuando Fermín abrió la puerta de la
habitación, las dos se quedaron boquiabiertas, tenía el suelo de barro, una cama antigua
de matrimonio de madera rustica, dos mesitas de noche que se notaba habían sido
talladas con delicadeza a mano, un gran ventanal en el techo de la habitación, un sofá de
dos plazas con una mesa de madera que hacía las funciones de salón, y un cuarto de
baño que ni en sus mejores sueños pudieron imaginar.
F_ Esta es la habitación.
M_ Si pudiera ser, se lo agradeceríamos –dijo Maca que había estado mirando toda la
habitación con detenimiento.
M_ Gracias –cuando se quedaron solas Maca miró a Esther que tenía expresión ceñuda-.
¿Qué te pasa?.
E_ Nada.
M_ La cama es grande –le dijo mirándola un tanto apenada y su voz sonó desagradable
nuevamente.
E_ ¿Qué te han dicho en casa? –preguntó con rapidez pues entendía a que se debía aquel
cambio de voz.
E_ ¡Qué! –exclamó estupefacta-. ¿Mi madre con tus padres?, esta si que es buena.
M_ Si... la verdad que a mí también me ha parecido muy fuerte –dio una carcajada pero un
escalofrío le hizo tiritar-. ¿Y ahora que hacemos?, no tenemos otra ropa y vamos caladitas
hasta vamos... –se miró a si misma.
M_ Pues vamos... me lavo las manos y vamos, a ver si tuvieran aunque sea dos
camisones de su mujer –sonrió.
Entraron en el cuarto de baño y Esther soltó un silbido, los grifos de la ducha eran
antiguos, ella no había visto nada igual en toda su vida, los accesorios eran de hierro con
formas tan sinuosas que ambas tuvieron la necesidad de rozar con las yemas de sus
dedos.
M_ Que maravilla.
M_ ¿Aún estás enfadada con Dávila? –le dijo mientras se ponía jabón en las manos.
E_ Sí –ella también se puso el jabón y cuando fueron a enjuagarse, tropezaron sus manos
y tímidamente le dijo-. Perdona.
M_ ¿Te ha ido bien la chaqueta? –la miraba a través del espejo fijamente, la ropa se le
había ceñido al cuerpo, tanto, que notó su excitación como aumentaba y tuvo que
carraspear.
E_ Sí, me hubiera congelado sin ella –Esther agachó la mirada nerviosa ante aquellos ojos
tan expresivos-. Gracias, creo que no te he dicho nada.
M_ De nada, tengo que cuidarte –se acercó a ella como si sintiera necesidad de besarla
para coger la toalla pasó tan cerca su cara de la de Esther, que ésta prefirió cerrar los ojos.
M_ Oye Esther... y… si le digo que nos suba la cena y... nos quitamos la ropa
M_ ¿No?
En_ Bueno cada una está para una cosa, ¿Danielito ya duerme? –preguntó ante el gesto
molesto de Pedro por le diminutivo.
R_ Encarna esta mañana he hablado con mi hija, me ha estado contando y... –al notar
como la mujer se ponía en tensión pensando que era un reproche, añadió rápidamente-.
¿Usted cree que de verdad se van a separar?
En_ Pues no debería ser partidario de algo que sin duda les va a hacer daño a las dos –le
dijo segura Encarna sin esconder su malestar.
En_ Usted o está ciego o quiere poco a su hija. Puede que la mía no tenga dinero, ni sea
un monumento de mujer, ni sea de su agrado, pero hace feliz a Maca, y la adora, igual que
Maca hace feliz a mi hija y por eso le estoy y le estaré eternamente agradecida –él guardó
silencio-. Se aman y la prueba está en todas y cada una de sus peleas, les cuesta
reconocer los errores, todo lo que les ocurre es por su maldito orgullo.
En_ Mi hija esta terriblemente confundida, Maca y ella tienen que hablar mucho y creo que
este percance es una buena oportunidad para ello.
R_ Ojalá se arreglen, yo pienso como usted Encarna, mi hija nunca había sido tan feliz,
aunque a mi marido le cueste un poco reconocerlo –lo miró tiernamente acariciándole la
mano.
Cuando la pareja bajó a recepción, se encontraron con una mujer regordeta, con
unos hermosos colores de cara, al verlas se quedó parada.
C_ ¡Ay que hombre el mío no me ha dicho nada!, bueno... déjenme presentarme me llamo
Carmen.
C_ Vengan conmigo, tengo ropa guardada de gente que se va dejando cosas, ya saben...
está todo limpio –Esther estornudó-. ¡Jesús!; claro si va a pillar un catarro...
E_ Gracias...
C_ Esto era un molino, era el molino del abuelo de mi marido –entraron a un pequeño
cuarto, con una bombilla desnuda en medio, que alumbraba toda la estancia y vieron la
ropa allí clasificada-. Nosotros lo hicimos hace algunos años una Fonda para los turistas,
mañana cuando se despierten disfrutaran del lugar.
C_ Típica de por aquí –dio una carcajada mientras rebuscaba y miraba a las dos que se
miraban divertidas-. A ver yo creo que esto para usted le puede venir bien.
E_ Pareja –Maca clavó sus ojos en ella como si fueran dos bolas de fuego.
E_ Pues sí lesbianas... pero bueno... nos vamos a separar ¿eh? –añadió con un punto de
gracia que no gustó nada a Maca.
C_ Vaya –murmuró desconcertada poniéndose la mano sobre la barbilla, luego las miró a
las dos con gesto pensativo y finalmente dijo-. Entonces tendré que buscar algo de hombre
para usted.
E_ Ninguna Carmen –le dijo sonriente parecía divertida con la situación-, somos dos
mujeres y si nos da otro camisón, asunto arreglado.
C_ Bueno... bueno... yo nunca había tratado con nadie como ustedes –Maca cerró los ojos
suspirando mientras Carmen rebuscaba por la ropa-. Mire, yo creo que esto es perfecto
para usted. ¿qué le parece?
M_ Que tiene razón, es perfecto para mí –cogió el pijama con ganas de desaparecer de
allí.
C_ Vale, pues ahora se suben a la habitación, se duchan y se cambian que yo les subo la
cena, es que ya veo el resfriado que van a coger -y mirándolas fijamente mientras se ponía
la mano en la barbilla y abría sus ojos, murmuró-. ¡Pareja!
Cada vez que Esther hacia referencia al poco tiempo, a Maca el estómago se le
hacia pequeño, empezaba a sospechar que aquella llamada de teléfono tenía algo que ver
con el asunto.
M_ Oye Esther, ¿por qué le has dicho a Carmen que somos pareja?, pensé por un
momento que nos iba a echar –le habló confundida dirigiéndose a la habitación.
E_ Si, aunque la verdad me muero de ganas por verte con el pijama de conde ese que te
ha dado –dijo divertida partiéndose de risa.
M_ Pues yo no le veo la gracia, vamos, ninguna gracia le veo –dijo mirando el horrible
pijama.
E_ Ahora vuelvo.
M_ Vale, gracias.
M_ Maca –le dijo con cautela al ver que la mujer le cogía graciosamente del brazo
acercándola a ella con gesto confidencial-. ¿Qué pasa?
C_ Yo creo que hacéis muy buena pareja, la verdad, yo de ti no le decía nada del vino –le
guiñó el ojo-, y arreglaba vuestra situación, es una pena la verdad.
M_ Muchas gracias por el consejo –le contestó también bajando la voz un tanto aturdida.
C_ He visto tu gesto y tus ojos, estás enamorada de ella hasta los huesos, no
desaproveches la ocasión.
E_ ¿Verdad?, además huele a limpio que te mueres –dijo sentándose en el sofá con una
sonrisa ante la cena-. Me encantaría que mi ropa oliera así, bueno yo si no te importa
empiezo que me duele hasta el estómago.
M_ Ten cuidado que es cabezón –Esther sonrió-. Aunque me ha dicho que no te dijera
nada…
M_ Eso parece, dice que hacemos muy buena pareja –dijo entrando al cuarto de baño.
M_ ¿Qué decías?
M_ Mira porque hace frío que si no... ni loca me lo pongo, aunque tuviera que ir desnuda –
sus ardientes ojos chispearon de deseo.
E_ Si.
M_ Ya.
E_ ¿Ya? –Maca la miró interrogándola con la mirada-. ¿No sabes decir otra cosa?
E_ Nada.
M_ Ah.
E_ ¿Cómo está Daniel? –mientras pensaba “sobre todo cuando estamos cerca y con poca
ropa”.
M_ Estaba durmiendo.
E_ Maca, antes me has preguntado con quien he hablado por teléfono –Maca la miró
nuevamente pero no dijo nada-. Era el abogado.
M_ ¿Y? –quiso aparentar frialdad pero las venas de sus ojos se enrojecieron de furia al
imaginar el resto de la conversación.
M_ ¿Los vas a firmar? –la miró fijamente rogando con su mirada que su contestación
fuera negativa.
M_ Esther creo que… deberíamos hablar y ahora podría ser un buen momento.
M_ A mí me parece que sí –contestó elevando sus cejas mientras la miraba con temor y su
voz reflejó el miedo que sentía a perderla.
M_ ¿Qué quieres Esther?, ¿qué hubieras hecho tú?, ¿eh?, sabes que no soporto las
mentiras.
E_ Ya.
M_ ¿Ya? –Esther la miró con tristeza, Maca aprovechó para devolverle su reproche-. ¿No
sabes decir otra cosa?
E_ Creo que es lo mejor que podemos hacer Maca, esto ya no tiene marcha atrás.
M_ Podríamos intentarlo –le dijo con esperanza y una sonrisa temerosa dibujó su rostro
mientras le sujetaba de la barbilla.
E_ He vivido esto antes, y te aseguro que no me apetece volver a intentar nada, y menos
contigo, hemos sido incapaces de arreglar una mentira, que no sé como la creíste.
M_ Esther –le dijo tratando de ser prudente-. Tenía alguna que otra prueba y tú misma me
dijiste que no podías negarlo, y luego os vi en el hospital.
E_ Claro, no lo podía negar, pero sí saber que sería incapaz de hacer eso, porque te
quería.
M_ Pero Esther… ¿por qué no quieres volver conmigo? ¿por qué no lo quieres intentar
conmigo? –le tomó del brazo cuando se levantó del sofá, mientras sus ojos le transmitían
un profundo pesar y temor. Con la voz apagada y herida le dijo finalmente-. No lo entiendo
cariño.
E_ Ya te lo he dicho, sería una tontería, tú siempre vas a dudar de mí, cuando llegue un
poco tarde a casa creerás que me he liado con alguna, por ejemplo, fue lo que hiciste la
otra noche cuando llegue tarde –Maca agachó la mirada sabía que llevaba razón-. Si por
casualidad me suena el teléfono y es otra mujer, me mirarás dudando y esa duda nos
matara, nos iremos haciendo daño sin cesar, habremos perdido la confianza la una en la
otra, además creo que tú y yo estábamos mal y de no haber sido por esto, hubiera sido
cualquier otro motivo. Lo siento Maca, pero no quiero intentarlo.
E_ No, tú te has encargado una y otra vez de humillarme, una y otra vez de hacerte la
victima y dejarme fuera de demasiadas cosas, además, fuiste tú quien pidió el divorcio.
En el sofá se quedó una Maca completamente rota, no esperaba una reacción así
de Esther tampoco podía entender que no quisiera intentar salvar su matrimonio, ella
estaba segura que hablando llegarían a un punto de comprensión, que una cedería un
poco y la otra, otro, pero se dio cuenta que Esther estaba muy segura de sus palabras.
Dejó el trozo de carne pues el estómago se le había vuelto a cerrar, pensó que si seguía
con ese ritmo, la úlcera se le formaría rápidamente con cada negativa de Esther. Se
recostó suspirando fuertemente, trató de ser ecuánime, ella también había tenido mucha
culpa de lo que sucedía, había tratado fatal a Esther, ¿y cómo le iba a explicar que cuánto
peor la trataba, más la amaba? Era una situación horrible, entonces Teresa le vino a la
mente, tenía que haberle hecho caso a ella, tenía que haber esperado, tenía que haber
dado la oportunidad a Esther de explicarle las cosas y escucharle con el corazón, no con la
rabia del engaño, tenía, tenía se repetía una y otra vez en su mente, tenía era pasado y lo
que allí estaba ocurriendo, su presente estaba en contra suya. Se le erizó la piel por el frío
y el miedo, decidió después de lavarse los dientes con un cepillo que Carmen les había
dado a cada una, acostarse.
En la cama se encontraba Esther en la punta derecha, así que por lógica ella se fue
a la punta izquierda, se recostó sobre su lado izquierdo, mientras Esther lo hacia sobre el
derecho. Quería no pensar que la tenía allí, tan cerca y tan lejos que le hacia daño. Se
resistió a llorar.
E_ ¿Oye Maca, por qué no miras si en el armario hay más mantas? –le preguntó sin
moverse de su sitio.
M_ ¿Y yo no? –le preguntó perpleja ante su cara dura sin volverse a mirarla.
Se levantó y vio que en el armario no había nada tan sólo una almohada más, sonrió
porque se imaginó a Carmen llevándose las mantas para ver si solucionaban con la excusa
del frío sus problemas.
E_ ¿De qué te ríes? –le preguntó subiendo más la sábana y la colcha hacia su cara.
M_ No hay mantas.
E_ ¡Joder!
M_ Pues... no creía mucho, la verdad, pero desde que entré en el Central cambié de
opinión.
M_ Yo esperaba entrar en otro hospital, lo tenía todo apalabrado pero a última hora dije
que no, no me preguntes porque que no lo sé, y fue entonces cuando recibí la llamada de
Dávila.
Volvió el silencio entre ellas, las dos tenían frío aunque mucho más Esther que no
podía parar de hacer ruido con sus dientes.
M_ ¡Esther por favor puedes dejar de hacer ese ruido!, me estás poniendo nerviosa.
E_ ¿Y qué quieres que haga, eh?, me muero de frío creo que me he constipado –se
defendió.
E_ ¿Adónde?
M_ Va Esther que hace frío fuera de la cama –se había incorporado y acercado a ella,
había separado la sábana y la miraba fijamente, al no moverse le insistió-. Ven aquí, yo
seré tu manta y tú la mía.
M_ Oye que a mí me da igual ¿eh?, pero es la única manera que tú pares de castañear y
yo de tener esta sensación de temblor. Joder que frío.
No muy convencida Esther se acercó, lo que tanto había temido al ver una sola
cama en esa habitación, estaba empezando a suceder, ella cerca de Maca, aquello era
como acercar una cerilla a la pólvora, explotaría seguro antes o después. Se arrimó al
cuerpo de Maca y ésta se encargó con cariño de taparla, al hacerlo rozó con su pecho el
brazo de Esther, después se tapó ella tomándola entre sus brazos. Sus cuerpos estaban
apegados, Maca pasó su pierna izquierda por encima de la de Esther dejándola
suavemente entre sus dos piernas bien cerquita de su sexo. El roce de su piel pues a
Esther el camisón le llegaba como a Maca tan solo a media pierna, las hizo estremecerse.
Maca se aferró fuertemente a ella, su cara quedaba a la altura de su cuello, podía llenarse
de su olor, de su piel, de su pelo, de su aroma, con su brazo rodeó la cintura de una Esther
que notaba el aliento de Maca sobre ella, provocando que su corazón se acelerara sin
remedio. La mano izquierda de la entregada doctora, había quedado sobre la mano de la
nerviosa enfermera, suavemente como un movimiento natural en ella con su dedo índice
comenzó a acariciarla, eran caricias finas, suaves y tiernas, pero no por ello, menos
profundas y excitantes.
M_ Ves como funciona, tonta –le susurró en el oído con su voz de seda pues Esther había
parado de temblar.
E_ Si, pero te importa dejar de hacer eso –tragó saliva disimuladamente porque notaba
como su garganta se había secado por el deseo.
M_ ¿El qué?-le preguntó distraída pues debía centrar toda su atención en controlar sus
ganas locas de besarla sin parar.
E_ Tu mano.
E_ Maca...
E_ ¿Oyes las gotas de la lluvia? –preguntó sonriente relajándose entre los brazos de su
amor que lo notó.
E_ Cuando veníamos -Maca volvió a rozar su piel suavemente con sus labios provocando
que Esther hablara con la voz entrecortada-, rogué perderme contigo aquí a pesar de todo.
M_ Y yo... ¿Será el destino quién ha estropeado el coche? –le preguntó con ternura.
M_ Esther...
E_ No digas nada –le susurró girándose hasta estar cara a cara con ella, puso su dedo
sobre los labios de una entregada Maca que la miraba repleta de amor-. No lo vayamos a
estropear.
Sobre ese dedo que rozaba sus labios, Maca dejó un fino beso, después fue Esther
quien sin dejar de mirarla fijamente comenzó con su mano a recorrer el muslo de Maca en
dirección ascendente, con lentitud pero decisión, con suavidad pero intensidad, Maca
entreabrió la boca para dejar escapar un pequeño suspiro, momento que aprovechó Esther
para besarla, primero con delicadeza después con pasión, para buscar su tesoro como si
su boca fuera el mar que lo escondiera sólo para ella en su más bella profundidad.
Se desataron las respiraciones, pero ninguna tenía prisa degustaron sus bocas
hasta que Esther se tumbó con infinita ternura sobre una entregada Maca que posó sus
manos sobre los muslos desnudos de su enfermera apretándole con ansias de tocar su
piel para poder beber de ella. Esther comenzó a desabrocharle lentamente el horrible
pijama ante la mirada entregada de Maca. Después comenzó a besar su vientre y fue
subiendo por su piel despacio como si tuviera que escalar una montaña y cualquier
movimiento en falso pudiera ser fatal. Deslizó con sutileza su boca por los pechos y bebió
de ellos mientras Maca que se mordía los labios agitando su cuerpo que buscaba el de
Esther desesperadamente, quería decirle cuanto la amaba, cuanto la necesitaba pero
quizá lo mejor, como ella había dicho era concentrarse en la pasión. La pasión que se la
estaba desencadenando los besos y la lengua de Esther que saboreaba su largo cuello
que sabía era su mayor debilidad. Así hasta volver a sus labios.
M_ Te quiero cariño –le mostró con total transparencia lo que había en su corazón, tal y
como latía, como lo necesitaba, sin ocultar nada y quizá por primera vez demostrando
abiertamente sus sentimientos, no solo estaba desnuda de cuerpo, Esther le había
desnudado el alma-. Te quiero.
E_ No digas nada –insistió con voz dulce mientras se quitaba el camisón de un solo
movimiento-. Sólo ámame.
Una desconcertada Maca, la tumbó sobre la cama y tal, y como ella había hecho
recorrió desde los dedos de los pies hasta su boca, su cuerpo llenándolo de finos y
excitantes besos, su boca navegaba por el mar que más le gustaba, la piel de la única
persona a la que había amado sin reservas. Aunque lo hacía con cierto aturdimiento,
siempre que hacían el amor les gustaba dedicarse palabras tiernas al oído murmuradas
con tono enamorado, entregado y aquella insistencia en el silencio de Esther se le había
clavado en el corazón. Lo que Maca desconocía, era que la razón para rogarle aquel
silencio trémulo era su defensa, su mayor aliado aunque tuviera que morderse los labios
para sellar un te quiero apasionado que luchaba en su garganta para tomar vida y forma.
Aquellas lagrimas llegaron del alma, y se abrazó a ella con total dependencia.
Esther se encargó de beberlas, y sabían a arrepentimiento.
Dos golpes secos las despertaron con un susto considerable, Maca se sentó en la
cama y tapándose con el pijama se acercó a la puerta, mientras Esther se desperezaba.
M_ ¿Si?
F_ El desayuno está listo, y si quieren que les mire el coche el Palomino deberán darse
prisa.
C_ Soy yo Maca, Carmen –abrió y al verla puso gesto serio-. Vaya cara hija, ¿no funcionó
el vino?
M_ No del todo.
C_ Vaya, ya lo siento ¿eh? Pero mira, me he permitido la licencia de traeros ropa porque la
vuestra no se ha secado.
E_ Buenos días –apareció Esther en albornoz y con una toalla en la cabeza para secar su
pelo-. ¡Menuda vista más maravillosa desde el cuarto de baño! –su tono era tranquilo y
hablaba con una sonrisa que tranquilizó la zozobra que había nacido en Maca al intentar
abrir la puerta del cuarto de baño-. Creo que volveré aquí cuando tenga vacaciones.
M_ Sí, claro.
Cuando salió, Esther se acercó a coger la ropa que curiosamente era su talla, la
miró gratamente sorprendida con una sonrisa en sus labios que animó a Maca para
tomarle por la cintura, para darle el beso de los buenos días, sin embargo, lentamente
Esther se separó de ella, que la miró sin entender su actitud.
M_ Esther...
E_ Mira no tenemos todo el tiempo del mundo, si se va nos tocará pasar otro día aquí, y no
estoy dispuesta a ello.
M_ Está bien –murmuró herida mortal y en la ducha mientras recordaba todo lo sucedido la
noche anterior no podía entender la postura fría y distante nuevamente de Esther.
E_ Maca te espero bajo, voy desayunando –dijo desde la puerta sin entrar. Maca no
contestó, estaba llorando-. ¿Me has oído?
M_ Sí –dijo escuetamente.
C_ ¿Qué tal?
E_ Ya... pero... hay muchas cosas entre las dos que nos duelen demasiado.
C_ A veces, hay menos de las que pensamos, pero nos da miedo enfrentarnos a las
verdades y aceptar errores.
C_ Espero disfrutes del desayuno Maca, está hecho con mucho cariño.
M_ Estoy segura que sí Carmen, y muchas gracias –se esforzó por sonreír mientras Esther
no levantaba sus ojos de la taza.
La mujer se marchó no sin antes mirar a una Esther que sabía perfectamente lo que
pasaba por la cabeza de Maca.
C_ Bueno hija, que tengas mucha suerte y como le he dicho a Esther, os espero por aquí.
C_ Claro que sí, ya lo veras, el amor al final triunfa aunque para llegar al perdón y la
reconciliación haya que recorrer un camino con tantas curvas como esta carretera, pero si
hay amor, al final triunfará.
M_ Claro... lo tendré
M_ Bueno lo dicho.
M_ Ni me vaciles –la miró fijamente con esos ojos penetrantes que la intimidaron un poco-.
¿Dónde está el hombre este?
P_ Hola, buenos días –apareció tras ella-, a ver, ¿dónde está el coche, más o menos?, ¿y
qué le pasó?
M_ Pues está subiendo la carretera, justo en la parte de arriba, y se detuvo, sin más.
E_ Yo de usted miraría de llevar una garrafa de gasolina si tiene, porque debe ser eso –
dijo con tono un tanto irónico.
M_ El coche tenía gasolina –la miró respirando hondo molesta cada vez más con ella.
M_ Sí, lo recuerdo Esther, pero es imposible que se quedara sin gasolina porque yo lo
llené... ¡esta claro!
E_ Es verdad, tú todo lo haces bien, si hubiera llevado yo el coche, se hubiera quedado sin
gasolina –respondió cruzando sus brazos sobre el pecho ante la mirada enfadada de
Maca.
E_ ¿Dónde está el coche? –le preguntó Esther adelantándose un paso y dejando a Maca
detrás.
P_ ¿Qué coche ni qué coche? –la miró sorprendido-. Vamos con el tractor. Venga suban.
E_ Discúlpela, es que ella es pija, y como buena pija esto de subir al tractor le produce
sofoco, ya sabe...
P_ La verdad que fueron muy valientes, ningún loco se hubiera atrevido a andar por aquí
de noche –les gritó porque el ruido era ensordecedor.
E_ ¿Por qué?
P_ Ya veo el coche.
Maca guardó silencio, con un movimiento brusco cambió de dirección y ella fue a
parar sobre Esther que la cogió temiendo que se cayera, sin poder evitar poner cara de
susto, borrando así el gesto divertido e irónico con que trataba de salvar su propia
situación.
M_ No.
M_ Que no es nada.
M_ Un poco.
E_ Trae, como te has comportado como una niña, te curaré el golpe como lo hacía mi
madre conmigo –le tomó el brazo y comenzó a besarla mirándola desafiante-. Cura sana,
cura sana... si no te curas...
E_ Ya lo sé –dio una carcajada-. Venga baja, ¿sabrás o tendré que cogerte en brazos?
Saltó y fue a parar a los brazos de Esther que la sujetó, la apretó con fuerza
sonriendo.
M_ Pues lo sabré a partir de ahora ¿no? –oyeron como el coche arrancó a la primera
volviéndose las dos a mirarlo con cara de tontas.
P_ Bueno pues esto parece que ni gasolina ni nada, debió tener algún fallo electrónico.
P_ Nada mujer, Carmen me ha dicho que como les cobre algo, me las veré con ella, y no
saben como es, no podría pasar sin sus cocidos –dio una carcajada acompañado por una
pequeña sonrisa de ellas-. Bueno, vayan con cuidado. Ya saben todo recto y el primer
camino a la izquierda.
M_ Gracias.
E_ Será cosa del destino –dijo con una sonrisa Esther mirando el coche.
E_ ¡Mamá! –exclamó sorprendida-. ¿Qué haces ahí?, ¡ah!, vale, bueno nada que ya
hemos salido de aquí, vamos camino para el hospital. Sí, ¿cómo esta el pequeñín?, vale,
venga hasta luego.
M_ ¿Está en casa?
M_ Mis padres no se comen a nadie –le contestó un tanto ofendida por su comentario.
M_ ¿Bueno?
E_ Déjalo Maca.
M_ Porque siempre tengo que dejar las cosas que tú empiezas y no te interesan terminar.
M_ No, tranquila.
M_ ¿Si?
M_ Dime.
M_ Ya vamos de vuelta –dijo mientras se retiraba con la mano el pelo de la cara y miraba a
Esther.
T_ ¿Y Esther?
T_ ¡Uy!, creo que vamos a tener que hablar. Oye Maca, yo... no sé si decirte pero... han
llegado unos papeles para ella... y... no sé si quieres que se los entregué o...
T_ Sí.
M_ Cuando llegue, nada más entrar, se los das y le dices de mi parte que espero le
aprovechen.
T_ Bien –le contestó aturdida y colgó-. Madre mía Cruz, creo que el viaje ha sido para
peor.
C_ ¿Nosotras?
T_ Imagínate a Esther y Maca en el hospital separadas, puede ser un infierno para todos.
C_ Tendrán que hacerse el ánimo de la situación. Pero desde luego va a ser difícil,¡pero
qué muy difícil Teresita!
M_ Ya estamos.
E_ Muy bien.
M_ ¡Espera! –le tomó de la muñeca con firmeza pero sin mirarla-. Después de lo que ha
pasado esta noche, ¿cómo puedes seguir pensando igual? –cuando acabó la pregunta la
miró con una intensa pena.
E_ Maca lo que ha pasado esta noche, ha sido por pura necesidad, nada más que eso,
necesidad –contestó tratando de mirarla intensamente para convencerla y evitando mirarla
a los labios que parecían llamarle.
M_ ¿Ah si? –dijo con una sonrisa punzante-. Esther, no te engañes y no me quieras
engañar, me quieres igual que yo a ti, y sucedió porque ambas así lo quisimos.
E_ Maca, la que no tienes que engañarte más eres tú, solo fue sexo, que es lo único que
nos une ya –abrió la puerta y cerró de golpe dejándola dentro con una expresión
meditabunda hasta que reaccionó y salió tras ella deteniéndola nuevamente-. ¿Y ahora
qué?
M_ No es verdad.
E_ Lo siento, por favor suéltame nos están mirando –le dijo mirando alrededor.
M_ Anoche...
E_ Anoche nada, sólo fue sexo, pasarlo bien y quitarnos el frío. Ya está no te creas
imprescindible, al menos, en mi vida ya no lo eres.
Maca se quedó con los ojos repletos de lagrimas y la boca abierta porque sentía que
le faltaba el aire, la miraba alejarse sin poder hacer nada, ni siquiera mover un solo
músculo, sentía ganas de gritar y llorar.
Lu_ Tengo que hacer algo y rápido, y he de creer lo que dice Teresa, no ha servido para
nada.
B_ Más nos vale. Ahora son más vulnerables, ahora debemos atacar.
Lu_ Si, sin piedad –murmuró entrecerrando sus ojos bañados por una mirada maligna.
Al entrar por la puerta Esther, todos la saludaron como si hubiese vuelto de un lugar
lejano, ella casi no podía articular palabra, aún tenía la mirada de Maca clavada en su
interior. Saludó a Eva y Rober que salían a por una urgencia, después en un corrillo contó
lo que había sucedido antes de que Teresa la separara y la llevara a un lugar apartado.
E_ Vale.
E_ Has tenido suerte, o más que suerte, has sabido mover los hilos –Teresa la miraba con
dudas-. Ya me has apartado de ella, ya la tienes para ti, solo espero que te dé con la
puerta en las narices, desgraciada.
Lu_ No me subestimes.
E_ Vete a la mierda.
Lu_ Donde me voy, es con ella. Tú no has sabido valorar lo que tienes, yo si.
T_ ¿Y tú quieres separarte?, ¿a quién quieres engañar? –la miró fijamente pero no halló
respuesta.
Esther aún con el dolor de soportar las palabras de Luna, se dirigió con el sobre del
abogado en la mano hasta el despacho de Dávila que las estaba esperando.
D_ ¿Y Maca?
M_ Siempre... –murmuró abatida dejando escapar sus pensamientos en voz alta-. Ya nada
será igual.
Se resistió a llorar, le dio mayor potencia a la radio, quería centrarse en algo hasta
llegar a casa y apartar a Esther de su cabeza.
M_ De mi cabeza llegará un día que podré –volvió a hablar en voz alta-. Pero... ¿cómo la
aparto de mi corazón?
Al llegar a casa, había tratado de serenarse no quería que sus padres la vieran así.
Allí se los encontró hablando distraídamente con Encarna. Ahora que se iban a separar,
ahora ellos parecían llevarse bien.
M_ Hola, ya estoy aquí –apareció en el comedor no sin antes exhalar un profundo suspiro
y con los ojos vidriosos.
R_ Hija por favor –se quejó su madre acariciándole la cara-. Si necesitas algo espero me
llames.
M_ Claro.
En_ Llora hija, ya no hace falta que disimules más, yo estoy aquí contigo.
M_ Todo ha terminado Encarna, todo terminó –se derrumbó entre sus brazos, mientras
repetía lo mismo una y otra vez.
Mientras en el despacho una nerviosa Esther le había explicado los motivos por los
que pedía el traslado a un Dávila que la miraba recostado en el sillón, sentado de lado con
E_ Sí Dávila, es lo mejor.
D_ Te das cuenta de que es un grave error –ella lo interrogó con la mirada-. Si Esther, sí.
Llevas más de diez años trabajando con nosotros, y me repatea que voy a perder a mi
mejor enfermera, por no saber comportarse como personas maduras y civilizadas, por no
entender según tú que se ha terminado el amor con tu mujer.
D_ Yo no quiero a ninguna otra que no seas tú, ¿sabes por qué has decidido irte, no?,
vamos tú eres inteligente y detrás de toda esa explicación que te queda muy bien para
cualquier persona que no te conozca, está la verdadera razón.
D_ La quieres y por eso te vas –se incorporó en la mesa apoyando los codos y mirándola
con tristeza. Después de hacerle una mueca apenada le dijo-. Yo no puedo hacer otra cosa
que pedirte que lo medites unos días.
D_ Está bien... si es lo que quieres yo no puedo obligarte a nada. Mañana tendrás los
papeles.
E_ Gracias Dávila, te lo agradezco –cuando iba a salir la llamó y ella se giró para mirarlo
atentamente.
Esther no tuvo palabras, salió tragando saliva pues notaba como el miedo se había
localizado en su garganta.
T_ ¡Esther!
T_ No me esquives más, antes o después tenemos que hablar –le acusó con el dedo
índice en alto muy cerca de su cara.
En_ No entiendo lo que os ha pasado Maca, y sin duda, separaros es un grave error.
En_ La situación ha dado la vuelta, antes eras tú, ahora es ella quien se comporta de esa
manera tan estúpida que dan los celos y el orgullo herido.
Sus voces mostraban la tristeza que sentían, durante un buen rato Maca estuvo
contándole todo cuanto había ocurrido, sabía que ella era quien mejor la conocía, y
también sabía que sus consejos eran los que más le podían ayudar.
En_ La solución hija es bien simple, muéstrate con ella, como siempre has sido, ¿antes le
hacías la cena?, pues hazla ahora, antes le preparabas la cama, pues lo mismo, trata de
demostrarle que te has equivocado pero no con palabras, o no llorando o suplicándole, ella
quiere ver a la misma mujer de la que se enamoró perdidamente. ¿Acaso tú no?
M_ Me moriría de gusto si pudiéramos compartir el sofá abrazadas y ver una película como
hacíamos siempre, con eso me conformaría para empezar –habló más calmada.
En_ Claro, porque lo vuestro es amor desde el primer día, si yo lo noté en tus ojos pero no
lo quise ver, por supuesto –sonrió.
M_ Es que ella desde que la vi, fue como si me atrapara en su mundo y aunque he
cometido errores, estoy segura que no quiero salir de él.
Cruz y Esther habían tenido que actuar en quirófano juntas, una vez salieron, Esther
se dirigió hasta su cuarto para cambiarse. Estaba allí parada mirando el sobre, la sacaron
de sus pensamientos dos toques en la puerta.
C_ No, no, viendo ese sobre en tus manos no hace falta. Yo vengo a preguntarte por
Maca. ¿Cómo está?
E_ No, no tranquila. Supongo que tendré que acostumbrarme –su tono y su gesto dieron
muestra de resignación.
C_ No tienes porque... en tus manos está la posibilidad de que no sea así –respondió
mirando el sobre.
E_ No es tan fácil.
C_ Si lo es. Mira, yo he pasado como tú por esto, y a veces hay personas por las que no
merece la pena volver a empezar –le sonrió-, y hay otras que por el contrario, se debe
empezar de nuevo.
C_ Creo que sí lo sabes –la miró sonriendo con una mueca de animo-. Pues lo dicho, me
voy y vigílala.
Esther comenzó a sentir un miedo incontrolado, recogió todo y salió corriendo hasta
el muelle donde estaba Teresa.
En_ Pues sí, me lo habías dicho –tapó el auricular y le dijo a Maca que la miraba mientras
se sonaba la nariz-. Es Esther, un poco rara, pero es ella –destapó el auricular-. Bueno...
¿y qué quieres?
E_ ¿Cómo está Daniel? –se estaba mordiendo una uña mientras fruncía el ceño.
En_ ¿Maca?, pues sí, la tengo aquí a mi lado –Esther suspiró profundamente-. ¿Quieres
hablar con ella?
E_ Mmmm no no, solo quería avisarte que iba a ir a comer. Adiós mamá –suspiró
profundamente ante la mirada atenta de Teresa.
T_ ¿Aún no?
E_ No.
T_ Bien... sólo te digo una cosa, dentro de cuatro días es la cena con Laura y Carlos, os he
apuntado a las dos.
E_ No.
T_ Has estado con Dávila mucho tiempo, ¿no habrás hecho ninguna tontería, verdad?
E_ No sé a que te refieres...
T_ Yo –le dijo firmemente mirándola por encima de sus gafas clavando sus ojos
preocupados en los suyos.
E_ “¿Qué estás diciendo? –se preguntó mordiéndose el labio-. Tengo los papeles, y los
debo firmar, no puedo ahora comenzar con dudas... no... tengo que ser firme... no porque
ahora ella quiera voy a ir corriendo... no.... claro que no. Dios mío si le pasara algo creo
que me moriría”.
E_ “¡De qué manera me hizo el amor!” –iba caminando y mirando alrededor sin ver más
que sus propios recuerdos-. “¿Y si me espero a firmar?, ¿y si no lo hago?... ¿pero esperar
a qué?, esto no va a cambiar y se convertirá en un calvario, al menos que no nos odiemos,
como ahora... ¿odiarla?” –sonrió negando con la cabeza-. “Si la quiero más que a mi
propia vida...”
Así llegó a casa, abrió la puerta con los nervios a flor de piel, estaba nerviosa pero
tranquila, su madre estaría allí y ella amortiguaría un poco las discusiones entre ellas.
E_ Ya estoy aquí –nadie contestó, imaginó que estarían en la cocina. Allí estaba Maca, con
un pantalón blanco de tela fina, una camiseta roja con su chaqueta de punto a juego
encima, pero no su madre-. Hola.
M_ Hola Esther, no te había oído –“espero saber hacerlo” se repetía “nunca se me ha dado
bien mentir”.
M_ Vale, oye Esther –su voz volvía a ser la misma de siempre, sus ojos la miraban
sinceros sin sombras, y su sonrisa aparecía tal y como si todo lo anterior hubiera sido una
pesadilla y volviera a ellas la felicidad-. Te he preparado un cocidito, he pensado que
después del viaje te iría bien. Ayer parecía que te habías constipado.
E_ Si.
E_ “¿No estará haciendo esto para que no firme?, seguro... con tal de salirse con la suya”.
Estuvo un buen rato con el niño pensando que Maca ya habría empezado a comer,
cuando oyó su voz desde el pie de la escalera
E_ Voy –contestó-, está clarísimo ahora me dirá cualquier cosa con esa voz que me vuelve
loca, luego querrá acostarse conmigo, y después me vendrá con el cuento de no firmes los
papeles. ¡Pues la lleva clara!
Bajó con el pequeño en sus brazos, al entrar vio la mesa puesta, y su plato donde
siempre comía Esther, aquello olía a encerrona, sin duda el “no firmes” saldría pronto.
M_ ¡Ay mi pequeño! –se acercó a besarlo y rozó la mano de Esther que cada vez veía más
claras sus intenciones-. Vamos que se enfría.
E_ Todo bien, está contento del trabajo que hicimos –contestó dejando al pequeño en la
tumbona que tenían en la cocina para él.
M_ Eso está bien, ¿no? –la miró con cara angelical, con esa expresión suya sincera sus
ojos penetrantes y su sonrisa que desataba los nervios de Esther.
E_ Pues sí.
M_ Oye Esther yo quería decirte una cosa de los papeles, ¿ya los has recibido, verdad?
M_ Cuando los vayas a firmar, hay una cláusula que no estoy del todo de acuerdo, y quiero
saber que opinas tú –Esther la miraba atónita-. No creo que sea necesario mientras tú lo
creas oportuno que te vayas de casa, me gustaría que Daniel creciera al menos al principio
con las dos.
M_ Respetando tu vida, claro, creo que será mejor enterrar el hacha de guerra por nuestro
hijo.
M_ Mi vida eres tú, no necesito más –le guiñó un ojo con una sonrisa completamente
conquistadora.
El silencio se adueñó de la cocina, Maca miraba a Esther con esos ojos entregados
a ella que parecía ardían del fuego de la pasión. Cuando terminó Esther si bien es cierto
que no hablaron de nada, fue a retirar los cubiertos.
E_ Da igual –la miró y leyó lo que tantas veces leía y le hacía consumirse en deseo, el
amor de Maca. Carraspeó y tratando de ser lo más entera posible añadió-. Está bien, me
voy a descansar.
M_ Tranquila –le sonrió cuando Esther se marchó Maca dio un suspiro enorme tapándose
la cara. Después apoyo los codos sobre la mesa, puso las manos sobre su barbilla y
resoplando murmuró-. No lo voy a soportar, fallaré, seguro, no puedo mirarla y ya está.
¡Joder!.
Esther había salido y se había apoyado en la puerta, tuvo que dar un fuerte soplido
para sacar de su interior el cúmulo de sensaciones y emociones que Maca había
provocado en ella. Estaba desconcertada con esa nueva actitud que por otro lado la volvía
loca, negó con la cabeza como queriendo sacudirse de encima todas y cada una de las
sensaciones vividas en aquella sabrosa comida. Estaba subiendo las escaleras, cuando la
voz sedosa de Maca que la llamaba la sacó de sus pensamientos deteniéndose a mitad
escalera.
E_ Gracias.
M_ Oye Esther... que… digo que a lo mejor te apetece venir a dar una vuelta con Daniel,
¿no?
E_ Sí, claro, si me levanto si, estoy muy cansada la mañana ha sido horrible.
M_ De acuerdo –le sonrió sintiendo que se moría por dentro. Y con su voz de seda
nuevamente activa, le susurró-. Que descanses –se mordió el labio cuando la vio subir.
T_ ¡Anda!, ¿y por qué no?, ante la cabezonería, no hay nada mejor que una mentira
piadosa. Debiste ver como vino corriendo a preguntar.
C_ Si es que yo creo que cuanto más tiempo dejen pasar, les va a costar más.
C_ ¿Cómo qué?
T_ La vi entrar al despacho de Dávila –Cruz asintió con la cabeza mientras bebía su zumo-
, tardó un mundo en salir, y luego Dávila andaba con gesto preocupado.
C_ ¡Caray Teresa!, es que no se te escapa nada ¿eh? ¿Y qué crees que haya podido
hacer?
C_ ¿Tú crees?
T_ Estoy prácticamente segura, mira, ella no va a soportar estar aquí trabajando con Maca
a su lado y que no pueda hacer como hasta ahora. Ni besarla, ni siquiera hablar con ella
como Dios manda, ¡vamos!
T_ Van a venir a la fiesta de Carlos y Laura, espero que no sea demasiado tarde, y
podamos hacer algo para que ellas se arreglen.
T_ Pues mira eso no se me había ocurrido –dijo seria mientras Cruz daba una carcajada.
C_ Miedo me das.
E_ ¿Estaré confundida?... Dios no sé que voy a hacer... no quiero quedar como una
estúpida, no quiero que sepa si no es verdad todo este numerito que me está haciendo,
que me muero por ella. No quiero....
Notó como la puerta se abría a eso de las seis de la tarde, sabía que era Maca, que
asomó su cabeza para ver si dormía, y al verla tranquila en la cama, cerró suavemente,
E_ ¡Teresa!
E_ Sí, veras... –se puso la mano en la frente con actitud nerviosa-... ¿puedo hablar contigo
un momento?
T_ ¿Ahora?, has tenido toda la mañana para hablar, ¿y quieres hablar ahora?
T_ Mira bonita, estoy la cola del súper, y no pretenderás que me pare aquí para que me
apedreen con las latas de cerveza, el pan o cualquier otro objeto –sonreía divertida.
E_ Está bien...
T_ ¿No le pasara algo a Maca, verdad?, porque con el susto del otro día ya tuvimos
bastante –hizo un gesto afirmativo como un pequeño tanto a su favor.
E_ Pues... está bien... yo la veo bien... ¡oye guapa, no tienes tiempo para mí pero si para
preguntarme por Maca!
T_ Yo sí, pero... si eres tan cabezota de salir huyendo... ¿cómo quieres que te ayude?
¿Seguro que no me ha cobrado de más? –le preguntó a la cajera.
E_ Bueno te dejo...
E_ Dime Maca.
M_ Esther, son las ocho y media –le dijo con tono sorprendido.
E_ Vale... pues nada... eh... dame diez minutos que me duche, me cambio y voy.
E_ Vale. ¡Joder Esther quita esa cara de idiota! –se dijo enfadada al verse reflejada en el
espejo.
A_ Déjame ver a este pequeñín –se sentó a su lado y Maca no pudo más que mirar hacia
la puerta por si entraba Esther, era lo último que necesitaba, nuevos problemas, nuevos
celos.
M_ Pues... más bien no... creo que después de lo del día de mi boda... quedó claro que no
tenemos mucho de que hablar.
A_ Bueno... siento haberte molestado, solo venía a ver a tu hijo nada más, pero si tanto te
desagrada, me marcho.
M_ Perdona Azucena –le dijo nerviosa-, es que no estoy en un buen momento con
Esther... y... lo que menos me gustaría es que te viera aquí.
M_ Pues... sí... pero vaya tampoco es como para que te alegres –le dijo un tanto enfadada.
A_ Está bien, ya veo que no quieres nada conmigo, ¡muy bien¡ -exclamó molesta, le dejó el
regalo que trajo para el pequeño sobre la mesa y se fue, al salir vio a Esther y con toda la
intención se cruzó con ella-. Hola Esther.
A_ No puedo decirte que me dé pena que os separéis, al menos ahora, Maca podrá
encontrar a alguien de su clase.
La dejó con la palabra en la boca y se fue para dentro, enseguida divisó a Maca en
la mesa, siempre se sentaban en aquel rincón porque por debajo de la mesa les gustaba
acariciarse con las piernas. Al verla seria y pensativa, su corazón le dio un vuelco, ya no
estaba como en casa, sin duda la visita de Azucena algo tenía que ver, ¿se estaría viendo
con ella a escondidas?, notó nuevamente los celos en su interior.
M_ ¡Ah!, hola a ver –miró el reloj y dijo-. Mmmm casi veinte minutos, has ganado tiempo
¿eh?
M_ Por mí sí –dijo con el ceño fruncido mientras pensaba “vaya inoportuna visita, con lo
que había ganado, solo espero no haberlo perdido, vamos ¡actúa!, ¡actúa rápido!”.
E_ Yo no, quiero cambiar –miró fijamente a Maca que agachó la mirada con tristeza.
E_ Sí por favor.
E_ Vale –cogió al pequeño y comenzó a darle el biberón bajo la atenta mirada de una
Maca que no sabía muy bien que decir-. Que guapo es.
E_ Bien.
E_ ¡Salud!
M_ Gracias –sonrió-. Aún queda rastro de nuestro viaje –la miró repleta de ternura.
E_ Hasta mañana.
M_ ¡Mierda!, ¿y ahora qué?, creo que debería hablar con ella y asegurarle que Azucena no
estaba allí conmigo ni... ¿pero qué digo?, ¿cómo voy a ir corriendo a justificarme?, una
cosa es que quiera recuperarla y otra que tenga que justificar todo lo que hago. ¡Joder
Esther! –murmuró apenada apoyándose sobre la puerta de su habitación con ganas de ir a
buscarla y arrastrarla hasta la cama-. No puedo más.
Esther se acostó pensando en Maca, sus ojos se cerraron con rapidez, estaba
cansada y los nervios la dejaban derrotada. Dormía profundamente cuando notó la mano
de Maca que le acariciaba la cara mientras la llamaba
M_ Cariño necesito hablar contigo o me voy a morir –le confesó abiertamente con tono
suplicante-. Dime que es lo que quieres que te diga, dime si quieres que te pida perdón, si
quieres que te diga que estoy arrepentida por todo cuanto he hecho.
M_ No puedo vivir sin ti Esther, si tengo que ser yo quien dé el paso, lo doy, si tengo que
ser yo la que cargue con todo lo haré, pero por favor no me dejes.
M_ Lo sé, me he comportado como una idiota, lo sé –le tomó la cara con sus dos manos
acercándole sus labios.
M_ Mi vida, mi princesa, mi niña –la besó por toda la cara mientras Esther ponía sus
manos en sus caderas atrayéndola más a su cuerpo.
M_ No –volvió a besarla.
E_ Te quiero... te quiero...
M_ Esther, Esther...
La voz de Maca la sacó de aquel maravilloso sueño, al abrir sus ojos la vio allí con
mala cara, las palabras de Cruz vinieron a su mente, se levantó con rapidez.
M_ Creo que tengo fiebre, no me encuentro bien –decía con la voz un tanto tomada-.
¿Puedes darle a Daniel el biberón?
E_ Será mejor –al sujetarle el brazo se dio cuenta que estaba tirando-. Maca estás
ardiendo.
M_ Sí, creo que voy a explotar –murmuró una vez acostada-, entre la calentura de la fiebre
y del deseo que tengo por ti, creo que voy a terminar quemándome, deberías llamar a los
bomberos.
E_ Voy a traerte algo, creo que deliras –trató de no sonreír, pero no lo consiguió.
Bajó a la cocina para preparar el biberón y también subirle a Maca una pastilla para
tratar de bajar la fiebre. Una vez le dio el biberón al pequeño, lo dejó en la cuna y se
marchó corriendo junto a ella.
M_ Estoy mareada.
M_ Si me tocas se acelerará y pensarás que me estoy muriendo –sonrió cerrando los ojos
con malestar.
M_ Estoy temblando.
El termómetro marcaba cuarenta grados, Maca temblaba sin parar, y por más que le
ponía mantas seguía sin dejar de hacerlo.
E_ Maca voy a pincharte –le dijo mientras iba a por los utensilios.
M_ No, por favor, no me pinches, sabes que me da miedo, ven aquí abrázame así seguro
se me pasara, por favor ven.
E_ Mira Maca no te comportes como una niña ¡eh! –lo preparó todo con rapidez-. A ver
date la vuelta que te voy a pinchar.
M_ ¡Ay! –se quejó Maca al notar el pinchazo-, te has vengado por portarme mal contigo,
pero tú sabes que te quiero, sabes que te quiero mucho.
E_ Si, lo sé.
E_ Nadie se muere por eso –volvió a taparla con ternura y gesto de preocupación-. Ahora
todo lo que te he puesto comenzará a hacerte efecto voy a cambiarte el paño de agua fría.
M_ No puedo vivir sin ti, mi niña –le acarició la cara con ternura-. Te quiero tanto cariño.
Esther la estuvo vigilando sentada a su lado sin moverse, le quitó la ropa pues no la
fiebre continuaba sin bajar, le puso paños de agua fría en la frente, las muñecas, los
tobillos, se llevó un palangana y así facilitaba su trabajo pero sobre todo, la tranquilizaba a
ella que cada vez que se marchaba de su lado, Maca la llamaba como si estuviera loca.
E_ A ver... –miró el termómetro-, ha bajado, treinta y ocho –resopló con tranquilidad-. ¿Te
encuentras mejor?
E_ No puedo tengo que seguir con los paños, haz el favor de estarte tranquila y sobre todo
callada.
Siguió con los paños durante un buen rato, Maca parecía que se había
tranquilizado, al menos ya no decía incoherencias como pensaba Esther que le estaba
diciendo cuando hablaba de ellas dos y de lo mucho que la necesitaba. Al abrir los ojos,
aún cristalinos por la fiebre, le dijo con seriedad.
E_ ¿Cantarte? –le preguntó asombrada y sonriente-. Pero si sabes que canto fatal,
siempre te burlas de mi oído.
M_ Ahora prometo que no, mi madre cuando era pequeña y tenía fiebre, siempre me
cantaba.
M_ Sí.
E_ Bueno... a ver... ¿qué te puedo cantar? –le volvió a cambiar el paño de la frente-. ¡Ah
si!... Te he querido tanto/ que aullaban los perros,/ gritaban los locos,/lloraban los cuerdos,
al verme intentando/ derretir el viejo corazón de hielo que llevabas dentro/ recojo mis
cosas, me pongo el abrigo/ no tengo la culpa, si todas tus risas y todas tus rosas/ se vienen
conmigo ...
E_ ¿Sabes una cosa, cariño?, no sé como voy a hacer para vivir sin tu sonrisa, ni sé como
voy a soportar mirarte a los ojos, mi amor... encontrarme con esa mirada tuya que me
desafía allá donde me ve con toda tu picardía, no sé, francamente no sé que voy a hacer
sin ti... –sonrió al recordar mientras cambiaba su paño en la frente-. Aún recuerdo como
me cambió todo cuando tú llegaste al hospital, recuerdo cuando me dijiste que eras
lesbiana las noches que pase de insomnio, la lucha en mi interior para no mirarte y
desearte, pero todo fue inútil, entraste en mi corazón como nadie lo había hecho, y estoy
segura que como nadie lo hará –la miraba con gesto apenado por su propio dolor, mientras
Maca tenía cogido su muslo con la mano como necesitando notarla-. Sé que he podido
superar otras relaciones, pero no sé como afrontar nuestra separación... y me gustaría no
hacerlo pero no podremos superar las heridas, las cicatrices de nuestros corazones, tengo
miedo a intentarlo cariño... y a perderte mucho más... no sé que voy a hacer, alejarme del
central, irme de esta casa, todo será en vano lo sé... porque mis ojos necesitan verte,
necesitan llenarse de ti –la acariciaba lentamente-, eres el amor de mi vida pero ya nada
será igual... supongo que encontrarás a alguien que te dé lo que yo no he sabido, o no he
podido, no lo sé... y sé que cuando llegué ese momento, me sentiré a morir, pero me siento
cobarde para tratar de recuperarte, no puedo soportar el odio en tus ojos, ni tu tono repleto
de reproches...
E_ ¿Qué cariño?
M_ Tengo frío...
E_ Voy por la colcha–se levantó para volver a taparla ya que se la había quitado
momentos antes.
M_ Te quiero.
En_ Algo pasa cuando me llamas a estas horas, provocándome casi un infarto hija.
E_ Maca está con mucha fiebre y mañana entro a las ocho, no quiero dejarla sola y he
pensado que tú podrías venir.
E_ Es normal has tenido mucha fiebre –la estrechó fuertemente contra ella.
M_ Apaga la luz.
M_ ¿Qué me cantes? –le preguntó sorprendida-. Con lo mal que lo haces deja deja...
Llegó la mañana y con él, la rutina de siempre, Esther se marchó de casa cuando su
madre llegó, no hablaron mucho porque llegaba tarde, pero su cara reflejaba que no
estaba en su mejor momento.
Teresa se estaba poniendo la bata cuando la vio entrar, con voz un tanto sarcástica
le dijo.
T_ ¡Uy!, ¿otra mala noche? –Esther levantó su mirada mientras firmaba el papel clavando
sus ojos en ella-. ¿Quién ha sido esta vez, la madre o el niño?
T_ Pobrecita mía... lleva la negra ¿eh? –le dijo cambiando el tono por preocupado.
E_ ¿La negra? –la miró enfadada-, la negra la llevo yo que aquí estoy sin dormir. Voy a
avisar a Dávila.
T_ ¡Vale, vale!, ¡hija estás de un humor últimamente! –le dijo mientras ella miraba las
guardias-. Oye ¿y vamos a hablar? o... piensas llamarme otra vez cuando esté en la cola
del súper.
Iba por el pasillo cabizbaja y con su rostro serio cuando se cruzó con Dávila.
E_ Dávila –le dijo con voz cansada-, ya te dije que no había nada que pensar, la decisión
está tomada –suspiró antes de volverle a hablar-. Te buscaba por Maca, está con fiebre y
no va a poder venir hoy.
D_ No te preocupes, deja eso en mis manos. ¿Sabes a qué es debida la fiebre? –se
mostró interesado a la vez que preocupado por ella.
E_ No pasa nada... pero me quedaría más tranquila si pudieras ir a verla Cruz, después de
lo que me dijiste...
C_ Claro, vamos.
En casa Encarna había preparado un suculento desayuno a una Maca que seguía
durmiendo agotada por la fiebre. Entró con cuidado dejando la bandeja sobre el escritorio,
abrió un poco la cortina lo suficiente como para dejar entrar unos tímidos rayos de sol.
Después con suavidad la despertó.
En_ Maca cariño... despierta debes tomar las pastillas que tu enfermera me ha insistido
hasta la saciedad en que te tomes –Maca sonrió, se desperezó suavemente-. ¿Cómo te
encuentras hija?
En_ Me ha dicho Esther que has tenido mucha fiebre –le acercó la bandeja.
M_ Pero Encarna... ¿por qué te has molestado? –le dijo sorprendida al ver que le había
preparado su desayuno favorito y con un poco de dificultad se sentó en la cama
poniéndose el almohadón en la espalda-. Que buena pinta.
M_ Ahora no tengo –le dijo al notar la mano de su suegra sobre su frente-, me duele un
poco la cabeza.
M_ Siéntate aquí Encarna –le dijo con la amabilidad de siempre que se dirigía a ella-. ¿Has
desayunado?
M_ Por lo que veo Esther me ha dejado un buen chute, con esto, una de dos o resucito o
me manda a mejor vida –puso gesto divertido y las dos rieron.
En_ ¿No tienes nada que contarme? –le preguntó después de que Maca le diera un
bocado a la tostada.
M_ ¡Ay Encarna!, claro que si –se limpió la boca suavemente con la servilleta-. Pues el
plan iba muy bien... francamente hasta yo estaba sorprendida de cómo Esther estaba
perdiendo la compostura.
En_ ¿Pero?
M_ Volví a notar la dureza en su mirada, además de una acertada indirecta que me dejó
helada –volvió a morder la tostada.
En_ No te dije que fuera fácil... pero piensa en la recompensa que tendrás.
E_ ¿Tiene fiebre?
En_ ¿Fiebre... pues espera y te lo digo? –por supuesto no se movió tapando el auricular le
susurró a Maca-. Está asustada, ¡te lo digo yo! A ver hija mía déjame ver... si, tiene
algunas décimas.
En_ Ahora le voy a dar el desayuno, ¿quieres hablar con ella y te lo cuenta?
E_ No, no –dijo apresuradamente-, tengo mucho lío aquí, sólo os quería avisar que Cruz
pasará dentro de dos horas para verla y así, nos quedamos tranquilas.
E_ ¿Podrías preguntarme como estoy yo, no?, vamos... ¡que soy tu hija!
En_ Sé como estás no me hace falta preguntar ¡qué soy tu madre! –le colgó con gesto
divertido.
En_ Vamos no te preocupes por ella, es una quejica pero es fuerte y míralo por otro lado,
igual este sufrimiento le hace reaccionar.
C_ No ha hecho falta. Si hay alguien que la conoce bien, es ella y creo que es ella junto a
Maca, la única que puede hacer algo al respecto.
D_ Me sabría muy mal que se marchara por estas circunstancias. Yo había pensado
ofrecerle el cambio de guardias cuando esté Maca, pero eso implica muchas variaciones, y
creo que nuestro equipo funciona bien así.
C_ Cambiar las guardias no es solución Dávila, en algún momento tendrán que verse.
Déjame intentarlo con Maca.
B_ Pues sí, fíjate tú quien nos lo iba a decir, si se han cambiado, si, tanto que parecía estar
enamorada de Esther, y mira, se han cambiado las guardias y todo para estar juntas, Luna
está enamorada de Maca hasta los huesos, y Maca está esperando poder quitarse del
medio a Esther para concretar ante todos su relación con ella. Las vueltas que da la vida
¿verdad?
La cara de Esther era todo un poema, cerró los ojos con fuerza y pensó que le
quedaba menos de aguantar aquellos comentarios, una vez fuera del Central ya no le
importaba lo que pasara entre ellas.
E_ ¿Por qué te engañas?, fuera o dentro me moriré de celos igual –se murmuró para sí
con la voz trémula.
Terminó de poner las pastillas que debía en cada box tal y como Vilches le había
pedido, y se marchó en busca de Teresa. Pero de igual modo que ella dejó las pastillas,
unas manos hábiles, las cambiaron de paciente.
Ri_ ¿Tienes un rato para un café? –le preguntó con tono amable bajo la mirada atenta de
Teresa que no perdía detalle alguno.
E_ ¿Dime Teresa?
T_ Que... tú y yo...
T_ Cierra la boca o te van a entrar moscas –su tono fue de gran fastidio.
Cuando Cruz llegó a casa de Maca y Esther, fue Encarna quien la recibió, después
de acompañarla hasta el comedor y ver al niño, se sentó esperando a que Maca terminara
de ducharse.
En_ Mira mientras estás acompañada voy a acercarme un momento al mercado, quiero
hacerte un caldito bien cargado para acabar con ese bicho que has pillado en aquellas
montañas.
M_ Es un encanto –murmuró Maca al verla marchar-. Bueno que de lo dicho a Esther nada
¿eh?, es que mi suegra pensó asustarla.
M_ Mejor, me duele todo pero bueno... ya sabes después de esa fiebre... Siento haberte
hecho venir por nada.
C_ Por nada no Maca, tengo algo que decirte –puso su gesto serio-, y no es muy
agradable para mí.
M_ ¿Qué pasa?, no me asustes, es sobre Esther ¿no? –la miraba con el temor asomando
en sus ojos.
M_ ¡Qué! –murmuró perpleja mientras sus ojos se quedaban nuevamente sin brillo-. Eso
no puede ser.
C_ Así es, Dávila no ha podido hacerle entrar en razón y tú eres la única que puede
lograrlo. Está decidida, lo siento.
M_ Perdona, ¿si? –Cruz desvió la mirada no quería importunarla, pero al ver como se
quedaba tan pálida como la luna posó sus ojos fijamente en ella-. No, yo no he firmado
nada... de acuerdo... gracias –empezó a llorar sin poder evitarlo, se vino abajo.
M_ Parece que quiere borrarme de su vida, ha firmado los papeles del divorcio.
M_ ¿Qué voy a hacer? –se levantó nerviosa apartándose las lagrimas de los ojos-. Tengo
que hacer algo.
M_ Pero es que ya le he pedido perdón, le he dicho que me perdone que no quiero saber
nada de lo que pasó, sólo quiero estar con ella, por encima de cualquier cosa, sólo me
importa ella.
C_ No sé que decirte, le dije que pensara bien lo que iba a hacer, pero Esther es así,
cabezota, no creo que haya sopesado bien las cosas.
C_ No he hecho nada, me duele veros así y en parte comprendo que se quiera ir...
Maca cerró los ojos porque sabía que tenía razón, a Esther el miedo la estaba
dejando atrás, la indecisión cada vez era mayor y debía actuar cuanto antes, aunque no se
sentía con fuerzas después de todo cuanto había escuchado en tan solo unos minutos,
decidió buscar en su interior la manera de hallarlas para hacer recapacitar a quien era el
amor de su vida.
Cuando Encarna supo lo que había pasado, casi le da un síncope, su hija había
perdido los papeles y quizá la presencia de Azucena le había facilitado la decisión, ayudó a
Maca en su plan, y lo único que pudo decir es que rezaría porque no fuera un plan
equivocado.
L_ ¿Oye Teresa has guardado la historia que te he dado del hombre de la angina de
pecho?
T_ No está por ahí –le señaló hacia un lado sin mirarla pues sus ojos estaba puestos en la
puerta.
L_ ¿A quién esperas?
T_ A Esther.
L_ ¿Se ha ido?
T_ Sí, ¡ah mira ya está aquí! –exclamó contenta al ver que volvía sola- ¡Esther!, ¡Esther! –
tuvo que insistir para que la escuchara.
E_ Joder todo el mundo me pregunta por Maca, como si yo estuviera de puta madre, ¡no te
jode! –el gesto de Teresa la alertó.
Ri_ Esther que se me ha olvidado decirte si te apetece salir a cenar esta noche conmigo,
creo que te iría bien –apareció nuevamente el chico por detrás de ella dejando a Laura y
Teresa boquiabiertas.
E_ Vale.
Teresa salió tras ella, Esther entró en el cuarto de enfermeras, cerró la puerta pero
ésta se abrió tras ella al segundo. Teresa entró y pasó el pestillo, la miró fijamente y le dijo
con voz de acero
T_ ¡Pero a ti que te pasa!, ¡estás ciega!, ¿qué pretendes, eh?. No te vas a escapar y me
vas a contar ahora mismo que es lo que te pasa porque te juro Esther que te miro y te
Esther la miró asustada, jamás había escuchado salir de la boca de Teresa un taco,
era algo inimaginable para todos. Tampoco la había visto con ese gesto serio y hasta
adusto, se sentó porque parecía que las piernas le iban a fallar, Teresa tenía razón.
E_ Es lo mejor Teresa.
E_ Para las dos, yo no quiero ni puedo verla sufrir, si me quedo sufriremos y no quiero –
Teresa la acompañó sentándose mientras la miraba apenada.
T_ No entiendo quien te ha metido esa tontería en la cabeza Esther –su voz volvió a ser
suave y su tono se tornó repleto de ternura-. Cariño, yo he vivido todas tus relaciones, tus
aventuras, tus momentos buenos, los malos, ¡todo cuánto te ha pasado!, sabes que te
aprecio y sabes que soy incapaz de ir en tu contra. Por eso, quiero que abras los ojos,
jamás te he visto tan feliz como cuando has estado con Maca y tan desdichada como
ahora.
T_ ¿Y entonces? Deberíais hacer un esfuerzo, hablar, aclararlo todo, olvidar cuanto antes
esta pesadilla en la que estáis metidas, cuanto más tiempo dejáis pasar, es más difícil para
las dos.
E_ ¿Sabes que ha cambiado su guardia?, prefiere trabajar con Luna que conmigo.
T_ No digas tonterías... esos celos que sientes son por amor –le acarició la cabeza con
suavidad mientras la miraba con afecto.
E_ Pero el amor se vuelve odio cuando la veo con otra, o cuando me habla con
indiferencia o con desprecio. Y todavía me siento peor, ayer, me habló de los papeles
¿no?, bien, se puso toda tonta, me miraba con esa mirada suya que sabe me vuelve loca,
me hizo la comida, me invito a cenar... y yo por un momento pensé que era porque iba a
pedirme que no firmara los papeles, que se comportaba así por su egoísmo de no ser
dejada.
T_ ¿Y?
E_ Tendré que poder, me he propuesto desde hoy mismo mirar hacia delante.
E_ Nadie podrá mirarme con la intensidad con la que me miraba Maca –murmuró apenada.
T_ Menuda manera de mirar hacia delante Esther –ella la miró con los ojos repletos de
tristeza y con insistencia añadió-. Hablad, hablad.
Mientras ellas hablaban Begoña había llamado a Vilches, ella y otra enfermera de
turno se habían dado cuenta que Esther se había equivocado en el reparto de medicación.
V_ Está bien. Gracias –se marchó en busca de Dávila acompañado por un Héctor que
estaba tan sorprendido como él. Al llegar al despacho asomaron la cabeza-. ¿Podemos
entrar?
H_ Vilches sabes que no me gusta acusar a nadie y menos sin pruebas, ¿pero no se te
hace extraño que todos los fallos de Esther siempre esté Begoña para darse cuenta?.
V_ Hasta hoy no. Conozco a Esther y por muy mal que esté, no la creo capaz de cometer
un error así.
V_ Abrir los ojos. Ya sabemos de lo que es capaz Begoña por subir de rango.
Vilches habló con Esther que le juró y perjuró que ella estaba segura de no haber
cometido ese fallo, era lo único que le faltaba para sentirse más hundida. De camino a
casa, una vez en el metro, se sentó y trató de relajarse poniéndose su Mp3, quería tener la
cabeza ocupada, y no pensar en Maca, porque realmente era lo único que sabía hacer.
Desde que habían empezado con los problemas serios, no podía concentrarse en otra
cosa, primero en como recuperarla después ante sus negativas una y otra vez, en como
olvidarla. Ni lo uno ni lo otro pudo conseguir, y desde entonces por primera vez le había
dicho a alguien lo que realmente quería. Huir, huir bien lejos para poder olvidarse de todo.
Su parada llegó y al bajar se vio reflejada en el cristal, su rostro triste, demacrado,
demostraba como se sentía su interior, no había sonreído excepto el rato que había estado
con Ricardo, él sí lo había conseguido.
Al llegar a casa se encontró con Maca en el sofá enroscada en una manta con un
libro de Pediatría en sus manos. Al verla entrar levantó la mirada del libro y clavó los ojos
en ella.
M_ Hola Esther.
E_ Hola –se sentó en el sillón que quedaba libre lejos de Maca-. ¿Cómo estás?
M_ Quiere que me haga unos análisis y... bueno... pruebas pero nada importante.
M_ Acabo de darle el biberón. Estás cansada Esther, siento haberte dado mala noche –le
puso gesto compasivo que disparó su corazón.
Maca entendió que lo mejor que podía hacer era ceder, estaban subiendo el tono sin
darse cuenta y pudo percibir que algo le había pasado en el trabajo, y que hasta su
malestar podía deberse a la firma de la separación prefirió jugar bien sus cartas y no
agobiarla.
M_ Esther –le cogió del brazo con suavidad como si al apretar sus dedos la pudiera
romper. Se puso delante de ella mirándola con la adoración de siempre-. ¿Qué te ha
pasado en el hospital?
E_ Un pequeño problema –agachó la mirada y con ternura Maca puso sus dedos en la
barbilla de Esther levantado su cabeza obligándola a mirarla-. No es nada, me equivoqué
al dejar unas pastillas.
M_ ¿Begoña?
M_ Vamos cariño –ante el gesto de Esther siguió como si nada-, no te auto castigues
¿quieres?, seguro que ella ha hecho algo, no me extrañaría lo más mínimo, con lo trepa
que es. Tú eres una enfermera eficiente al máximo pero en el caso que fuera cierto, todos
cometemos errores.
E_ Ya, pero últimamente parece que son mi especialidad –su voz bajó dejándola en un
susurro tímido.
M_ Esther cariño –le puso gesto tierno y la abrazó sin poderlo ni quererlo evitar-. No me
gusta verte así.
E_ Solo necesito descansar –dijo sin separarse aspirando todo el olor que Maca
desprendía, ese olor a azahar que tanto le gustaba de su piel.
M_ Anda ve, yo acabo con esto y descansas –le susurró con la voz cálida que a punto hizo
que Esther se derritiera entre sus brazos.
Cuando salió de la cocina, su corazón aún latía a galope, se percató que Teresa
tenía razón, estaba con la guardia demasiado baja, Maca quitó todo con una perpetua
sonrisa en sus labios. Una vez terminó subió al cuarto, entró despacio sabía que Esther
nunca se metía en la cama le gustaba dormir fuera, y el tiempo había cambiado, por eso le
echó una manta mientras juntaba las cortinas para que nada le molestara. La miró un buen
rato hasta que antes de irse le dejó un beso en la frente y una sonrisa entregada de amor.
M_ Bien… mejor...
T_ ¿Está Esther?
T_ Menudo es su abogado –le dijo molesta entrando en la cocina tras ella-. Ha salido con
él a tomar algo, ¡y esta noche se va a cenar con él!
Maca no pudo evitar poner un gesto de asombro, indignación, celos y rabia, todo en
uno. Notó como su mundo se desmoronaba. Y su frustración se reflejó en su rostro pálido.
Durante un rato estuvo hablando con Teresa, que trató de convencerla a ella
también del error en el que estaban viviendo. Cuando se quedó sola, se sentó en el sofá
tratando de ordenar sus ideas, tratando de serenarse y ver cual podía ser su mejor
movimiento, que Esther saliera con su abogado no tenía nada de significativo, tampoco
podía perder la compostura, o quizá si, porque justo ahora tenía la guardia baja como muy
bien había dicho Teresa. Después estaba lo del hospital, no quería ser la culpable de su
marcha y tampoco quería trabajar sin levantar la mirada y poder verla, poder llenarse de su
presencia. Estaba nerviosa, movía instintivamente la pierna, se quitó varias veces la
melena de la cara, hasta que se hizo una coleta porque aún desbarataba más sus nervios
el pelo sobre su cara. Era media tarde cuando Esther se levantó de la siesta, Maca tenía al
pequeño en sus brazos terminándolo de dormir.
E_ Hola.
M_ ¿Has descansado?
E_ Vale –sonrió ampliamente mientras cogía al pequeño en brazos y le besaba con locura-
. Mi pequeño...
M_ No, ha estado muy poquito, solo quería saber como estaba –salió con las dos tazas.
E_ No, no –le extrañó mucho que Teresa no le dijera nada del abogado.
M_ Me ha dicho Cruz que has pedido el traslado de hospital –Esther cerró sus ojos
mientras suspiraba profundamente y abrazaba al pequeño como queriéndose esconder-.
No lo entiendo Esther, tú puedes hacer lo que quieras si quieres cambiar por un motivo
profesional, pero... no me gustaría que hubieses tomado la decisión basada en que
nosotras...
E_ Bueno... creo que es lo mejor –la interrumpió no quería escucharlo de sus labios.
Esther no sabía que contestarle, aquel tacto en su pierna, aquellos ojos que volvían
a mirarla intensamente, aquella voz aterciopelada que volvía a susurrar como siempre...
E_ Ya se ha dormido.
M_ Esther que hayamos fallado, no significa que sea por tus errores... yo también los he
cometido cariño...
Mientras Esther había acostado al pequeño Daniel, se había sentado a los pies de la
cama y se mordía los labios con actitud nerviosa. Maca había sido sincera, sin embargo
ella había callado la verdadera razón por la que quería irse, era una estúpida se repetía
una y otra vez, Maca la miraba con ojos enamorados, ella, para no doblegar no quería
mirarla. Rompió sus pensamientos la música del móvil de Maca, fue a llevárselo cuando
vio el nombre de Luna reflejado en la pantalla, los celos acudieron a ella brutalmente.
E_ ¿Si?
Lu_ ¿Maca cariño, cómo estás?, me he enterado que estás malita y he pensado ir a verte.
E_ Soy Esther –dijo con tono firme y duro-. Maca está bien y no hace falta que vengas.
Lu_ Tú no eres nadie para decirme lo que tengo que hacer con Maca, ya has firmado los
papeles ¿no?, Maca es libre y puede hacer lo que le dé la gana.
E_ Mira Luna, si vienes a mi casa, te sacaré a patadas si es preciso, aquí no tienes nada
que hacer ¡está claro! –le colgó y suspiró con rabia al mirar el reloj, se dio cuenta que
llegaba tarde a su cita-. ¡Ricardo!
E_ Voy a cambiarme. Oye –la llamó cuando iba a entrar Maca a la habitación-. ¿Cómo te
encuentras?
M_ Mejor...
E_ Sí Luna.
M_ Vale.
M_ ¡Esther cariño! –le dijo preocupada dejando la ensalada y cogiéndole la cara-. Déjame
ver, ¿te duele?
E_ ¡Uf!
M_ Ven, ven –la llevó a la cocina y cogió un hielo en su mano con suavidad le frotó la
frente con él en silencio-. ¿Mejor?
M_ Menudo chichón, ponte el flequillo a ver... espera –le secó con cuidado la frente-.
Espera.
E_ No, no.
M_ Vale. Esther –la llamó cuando se iba ella se giró-. Estás preciosa.
M_ No está.
M_ No, ha salido con su abogado a cenar –al nombrarlo notó como las palabras le
quemaban la garganta.
E_ Perdona –con quien primero pensó fue con Maca, sus celos ya habían hecho aparición
y le iba a montar una escena telefónica, al ver el nombre de su madre le preguntó con voz
de sorpresa-. ¿Mamá, qué pasa?
En_ Eso digo yo, ¡se puede saber que estás haciendo! –no sonó a pregunta sino a
reproche-. ¿Cómo puedes estar cenando con tu abogado?, ¡qué significa eso hija!
E_ ¿Quién te lo ha dicho?
En_ Maca, ¿quién me lo va a decir?, ahora mismo deja al tipo ese y vete a casa con ella y
tu hijo que es donde debes estar.
E_ Nada, nada, impertinencias suyas –“Maca sabía que venía con él, claro se lo ha tenido
que decir Teresa... ¿y entonces por que me lo ha ocultado?...”
Ri_ ¡Esther! –insistió pues ella parecía estar bien lejos de allí-. Esther.
Ri_ Brindemos –los dos elevaron sus copas con el gesto confuso Esther-. Por tu divorcio...
que te deja libre para una nueva vida.
Esther pudo notar como al escuchar aquel brindis, su corazón se entristecía, y toda
ella temblaba de pena.
Ri_ Claro, claro, ya veo que no estás muy centrada en mí, ¿te aburro?
E_ No por favor, ¿cómo dices eso? –sonrió pensando “me aburres sí, no tienes nada que
ver con... ¡Esther para ya hostia, Maca, Maca, no sabes pensar en otra cosa”-. Sólo es que
con el golpe que me he dado la cabeza la tengo a punto de explotar.
Ri_ Maca... –sonrió-. ¿Oye Esther, me permites que te haga una pregunta?
Ri_ ¿Por qué te separas, si no haces otra cosa que hablar de Maca?, el vino lo elige Maca,
esta cena le gustaría a Maca, Maca es insufrible para ello...
E_ Bueno... ¿me llevas? –puso gesto de fastidio al reconocer que tenía razón.
Mientras tanto, la noche se estaba haciendo eterna para Maca, se había visto una
película y había terminado con una caja de bombones que había encontrado en la
despensa. Ya le había dado el último biberón al pequeño, lo había cambiado y había
estado paseando con él por casa hasta dormirlo. Después volvió al sofá y se acomodó allí
con el libro de pediatría entre manos a modo de excusa por si entraba Esther y la
sorprendía, le diría que estaba estudiando y había preferido quedarse en el sofá como
hacía a veces. Oyó como un coche aminoraba hasta frenar delante de su casa, oyó, como
una puerta de coche se cerraba y como la verja de su casa se abría, ya estaba allí, suspiró
fuertemente, Esther estaba de vuelta no iba a pasar la noche fuera, como tanto se había
estado imaginando. Cuando oyó la cerradura, puso gesto de concentración en su lectura y
miró el reloj, las doce, dos horas había estado fuera.
M_ Hola, ¿qué tal, cómo sigue tu frente? –levantó la vista del libro, llegando a la conclusión
de que estaba realmente hermosa.
E_ Me duele la cabeza –se sentó en su mismo sofá algo que la sorprendió gratamente y
que le hizo dejar escapar una risa nerviosa mientras cerraba el libro- Y estoy un poco
mareada, te aseguro que no he bebido.
E_ Si, es que eres tan fuerte que un poco más y me aniquilas –le dijo sonriendo.
M_ ¿Fuerte yo? –la miró sorprendida con una sonrisa sin separar sus labios.
M_ ¿Qué siga... qué? –le preguntó sorprendida pues Esther le había hablado con la misma
necesidad que cuando hacían el amor y aquello le hizo gracia, sabía perfectamente que
estaba perdiendo su control.
E_ No sé... ya te he dicho que estoy algo mareada y no sé que digo –dijo aturdida-. Oye,
déjame decirte que eres una mentirosa de las grandes.
M_ ¿Yo?, ¡seguro que no has bebido! –la miró con gesto divertido comiéndosela con los
ojos mientras pensaba “Dios no voy a soportar esto mucho tiempo”.
E_ Teresa te dijo que salía a cenar con Ricardo –Maca instintivamente se puso a la
defensiva mirándola seria-. Y a ti te ha faltado tiempo para decírselo a mi madre –ante su
gesto añadió-. Sí mi madre, me ha llamado al restaurante para echarme una de sus
broncas y decirme que volviera a casa, espera que me duelen los zapatos –se los quitó
poniendo gesto de alivio.
M_ Yo no se lo he pedido ¿eh? –la miró con seriedad aunque aquel gesto le hizo
estremecerse.
E_ No sé... algo.
M_ ¿Eso debía preguntarte? –la miró sonriente mientras Esther rompía en una carcajada-.
El golpe te ha afectado. Voy a traerte algo para la frente.
E_ ¿No has tenido visita? –le preguntó haciendo presión con su espalda hacia detrás,
apoyándola con toda su fuerza contra el sofá huyendo de aquellos labios, le gustaba ver en
los ojos de Maca el desespero que provocaba en ella en aquellos momentos su retirada.
M_ ¿Visita? –se quedó allí mirándola con los ojos ardientes de pasión.
E_ Luna.
M_ No –se separó bruscamente-. Voy a por el agua, no te lo quites, ¡joder con los celos,
Luna y la madre que la parió! ¡qué cabezota! –murmuró enfadada entrando en la cocina.
E_ Dijo que vendría a verte... “¿qué hago?”, pensó, “porque si hago lo que pienso pensará
que me he vuelto loca o que quiero aprovechar el momento para... ¡pues que lo piense el
mundo no es para los cobardes!”.
M_ A ver, aquí tiene la señora el agua –le sonrió sentándose junto a ella de lado quedando
de esta manera frente a frente porque Esther había hecho lo mismo al descalzarse.
M_ Si es que eres un maravilloso desastre –le dijo coqueteando sin tapujos mientras cogía
la servilleta para limpiarla, lo estaba deseando.
E_ ¡Deja, deja!, que está para llevarlo a la tintorería –le detuvo las manos aún un poco
trastocada por su comentario y más que nada porque si volvía a tocarle de la misma
manera que en la cocina, caería a sus pies-. ¡Cómo me duele!
E_ Pues claro...
E_ Sí... –se acercó a ella lentamente con un movimiento directo se puso a milímetros de su
cara mirándola a los ojos, deseándola más que nunca-. A ver esa frente... –puso su mano
y Maca al contacto cerró lo ojos-. No tienes fiebre.
M_ ¿Y no me quieres pedir nada? –seguían aun paso de distancia sus bocas, sus ojos se
devoraban sin piedad.
M_ Esther ¿por qué no dejas esta postura y vuelves a ser tú? –le acarició la cara.
E_ ¿Yo?, ¿y según tú... como tengo que volver a ser? –la miraba irónica sin quitar de sus
labios una sonrisa provocadora mientras se retiraba poco a poco hacia detrás.
M_ Pues tú, la misma de siempre –ante su retirada, Maca, se acercó nuevamente, la miró
a los ojos y su voz sonó repleta de ternura con un intenso cariño-. Deja a un lado tu miedo
y vuelve a mí, date la oportunidad y dámela a mí de volver a empezar con nuestra historia
de amor, deja a un lado ese temor de lo que pueda pasar mañana, para que volvamos a
ser felices juntas hoy –le sonrió tímidamente como si con esa sonrisa le entregara la fuerza
que ella necesitaba para dar el paso-. Vuelve a mirarme y ponerme nerviosa, vuelve a
sonreír provocando mi locura, vuelve a amarme a acariciarme a besarme sin pensar en
otra cosa –conforme iba diciéndole se iba acercando más y más a ella hasta quedar a un
milímetro de su boca-. Vuele a ser la mujer más maravillosa que he conocido, la mujer que
me hacía perder el sentido con su carcajada, vuelve a quererme y dejarme que te
corresponda con el gran amor que siento –conforme hablaba sus ojos ardientes miraban
sus deseosos labios.
E_ Maca... ¿y si sale mal? –estaba quedando hechizada por sus ojos y mostró por primera
vez su miedo.
M_ Estoy segura de que no –murmuró repleta de éxtasis al ver a Esther que dudaba-.
Esther... –se acercó para besarla.
E_ He firmado la separación –se acercó ella también y rozaron sus labios-. Ahora seríamos
amantes.
M_ Que va, yo no he firmado nada –la besó suavemente, tan solo un tímido roce que
desató las respiraciones de las dos al mismo tiempo-. Esther...
M_ Está bien –suspiró con fuerza-. Pero Esther por favor... piénsalo... yo te quiero –le
murmuró al oído pues Esther se iba a levantar.
E_ Buenas noches.
Esther subió las escaleras con el temblor en sus piernas, mientras Maca podía notar
la humedad que su cuerpo derramó presa del deseo. Negó con la cabeza mordiéndose los
labios, aquella situación estaba siendo para ella lo más duro que había vivido jamás. Subió
a su habitación y pasó por la puerta de Esther, puso atención por si la oía, no se oía nada,
estuvo tentada de entrar, pero prefirió por esa noche, no flagelarse más. Se duchó, y se
metió en la cama pero el deseo por ella, no había cejado su empeño, notaba como sus
pechos se habían endurecido, como su vientre le provocaba cosquillas y como sus manos
necesitaban buscar tesoros en su piel imaginando la otra piel deseada, estaba acariciando
lentamente su vientre cuando la puerta se abrió con su consiguiente susto, allí estaba
Esther.
M_ A ver –se levantó rápidamente y la cogió, la sentó en la cama y le miró los ojos, le hizo
una serie de pruebas para estar segura que no era nada grave-. ¿Quieres que vayamos al
hospital?, para hacerte alguna prueba.
M_ ¿Quieres acostarte aquí?, con lo miedosa que eres... a los dolores –le sonreía con
picardía.
E_ ¿Me dejas?
E_ Gracias.
M_ ¿Sabes que hora es? –se acostó sin rozarla-. Son casi las tres de la mañana, hemos
estado hablando más de dos horas, eso es suficiente para que te marees.
E_ Sí –entre ella pensó, “y la excitación y las ganas de volverte loca que tengo”.
M_ Buenas noches.
Esther una vez notó que Maca se había acostado, se acercó a ella de espaldas,
necesitaba buscar el contacto con su cuerpo, que por otra parte Maca esperaba que así
fuera. Cuando Esther llegó por fin a la meta que había estado buscando, Maca la estrechó
con sus brazos que aunque parecía amarrarla fuertemente, lo hacía con sensibilidad como
si fueran dos cadenas de pétalos de rosas; durante la noche no se movieron de la postura
en que habían decidido las dos dormir, Maca la vigilaba por si surgía algún imprevisto y
también porque su deseo no se había apagado, al contrario, tenerla entre sus brazos no
hizo más que avivarlo. Esther por su parte, dormía tan placidamente que no oyó el
despertador que avisaba que el pequeño Daniel tenía que tomar su biberón. Maca con
cuidado separó su cuerpo del de la mujer que despertaba en ella todas las sensaciones
que un ser humano siente a lo largo de su vida, ella, sin embargo las sentía cada vez que
la tenía a su lado, ese era el poder que poseía Esther.
En la cocina le dio el biberón a su hijo mientras lo miraba con una ternura de madre
emocionada, sabía que el cambio de Esther estaba influyendo en su ánimo, ya no quería
recordar las lagrimas que había derramado en ese mismo lugar por su traición, ni el dolor
tan agudo que sentía su pecho sin dejarla dormir. El pasado más reciente era como una
espina clavada en su alma que poco a poco había ido sacando con la mirada tierna
nuevamente de Esther. Al pensar en ella, nuevamente sintió como la felicidad, le robaba
una sonrisa.
M_ ¿Sabes Daniel?, vamos a volver a ser la familia que tanto deseé tener, tú, Esther y yo,
cueste lo que cueste.
Eran las seis y media de la mañana cuando volvió a la cama, dejó al pequeño en su
cuna una vez se había dormido, se estaba descalzando para acostarse cuando oyó la voz
adormilada de Esther que la llamaba con inquietud.
E_ Me duele la cabeza...
M_ ¿Mucho? –se acostó sin tocarla-. Oye dame un poco de sábana ¡anda! Que te la has
llevado toda.
E_ Lo siento –murmuró sin moverse pero apartando un trozo para Maca-. Sí me duele sí.
Te has vengado por irme con Ricardo, por eso no me dijiste que lo sabías.
M_ ¿Ricardo, se llama Ricardo? –se acomodó la sábana sin tocarla pero con una sonrisa
revoltosa.
M_ ¡Ah! –seguía sin tocarla y trataba de no dar lo que Esther quería encontrar, la
sensación de estar celosa, aunque sí lo estaba.
E_ Ahora entiendo el fin del accidente –Esther mientras hablaba se deslizó un poco para
atrás buscando el cuerpo de Maca, pero ésta la evitó-. Has esperado hasta que yo entrara
para golpearme.
E_ No, claro que no –volvió a buscar su cuerpo y una divertida Maca repitió la misma
maniobra de esquivarla y con voz acerada le preguntó-. ¿Pero por qué te vas?, no ves que
estoy mal. Cuando tú estuviste mala yo te cuidé mejor.
M_ ¿Ah si?, será porque no paras de decir tonterías o porque tú me quieres más.
El silencio se hizo dueño de la situación, Esther sintió que le habían pillado como si
fuera un ladrón con el motín en las manos, mientras que Maca sintió que lo que acababa
de decir, era una broma en un mal momento que podía perjudicar todo lo ganado. Así que
con cuidado se acercó a ella y la abrazó mientras pasaba su mano derecha por su vientre,
necesitó suspirar y con el movimiento Esther sintió el oscilación suave de sus pechos
sobre su espalda, aquello podía ser el éxtasis que tanto buscaba, se dejó abrazar, se dejó
besar, se dejó oler y la dejó susurrar.
M_ Te quiero
Se durmieron sintiéndose la una a la otra, hasta que el sonido del móvil despertó a
Maca que haciendo un gran esfuerzo soltó el cuerpo de una Esther dormida y entregada a
sus brazos.
M_ ¿Si?
T_ ¿Ahí? ¡Ay hija no sabes el peso que me quitas de encima! –suspiró aliviada y Maca oyó
como dijo a alguien que tenía cerca-. Está en casa.
M_ ¿Es Cruz?
T_ No, Vilches.
M_ Vilches, Vilches por favor espera... es que ayer tuvo un pequeño accidente.
M_ ¡Joder Vilches cómo lo voy a hacer queriendo! –le dijo molesta por su comentario
mientras se retiraba el pelo de la cara-. Le ha salido un chichón y un poco de morado, le he
examinado como he podido porque se queja de dolor de cabeza y un poco de mareo pero
yo creo que solo es la molestia del golpe.
Mientras en casa, Maca volvió a la cama nuevamente, se recostó al lado del cuerpo
de Esther y le dejó un beso en la mejilla.
E_ ¡Nueve y media! –de un salto se sentó en la cama con la cara descompuesta ante la
mirada incrédula de Maca que levantó una ceja en señal de duda-. ¡Ay!
E_ Sí Maca, sí –apoyó sus codos sobre las rodillas y se puso las manos en la cabeza ante
la mirada divertida de Maca.
M_ ¿Sabes que vamos a hacer? –Esther la miró con gesto de dolor-. Voy a prepararte un
buen desayuno, te tomas una pastilla para el dolor y a ver si así te encuentras mejor. ¡Ah!,
he hablado con Vilches, dice que estés tranquila.
Esther por su parte, sonreía divertida, se levantó y fue a la cuna a darle unos
arrumacos al pequeño Daniel, le besó y le dijo cuanto lo quería. Después con mucho
cuidado, apartó un poco el tirante de su camisón, dejando ver un poco de su pecho
derecho, sonreía conforme preparaba su actuación sin poder borrar la sonrisa de su boca,
ni de su corazón.
Cuando oyó que Maca subía se retocó el tirante, estaba perfecto, apoyó la cabeza
sobre el cabezal de madera y cerró los ojos, quería imaginar la cara de Maca.
M_ Ya estoy aquí –al verla con medio pecho fuera de su camisón, pensó que la bandeja
iba a caerle de las manos.
E_ Vaya... si que has sido rápida –le dijo confirmando su pensamiento, igual que la
imaginó, la tenía delante, con su melena recogida en una coleta, con el gesto relajado y
tranquilo, tan bella como siempre y su boca entreabierta con la expresión que tanto le
gustaba de asombro.
M_ Oye... yo de verdad siento mucho lo que pasó... no fue mi intención –no podía apartar
la vista de esa piel que tanto le gustaba devorar.
E_ Tranquila –entonces completamente sabiendo lo que hacia, miró los ojos de Maca y
después se puso bien el camisón-. ¿Aún te dura el chocolate, no?
E_ ¿Mi culpa?, solo a ti se te ocurre con lo excitante que es –la miró sonriendo y Maca no
pudo más que dar una carcajada-. ¿Pensabas que no iba a venir?
E_ Ya –sonrió con ironía porque recordaba el recorrido de su mano cuando entró por la
noche.
E_ De nada.
M_ Pero que mala eres, ¿sabes? no lo vas a conseguir, te lo advierto –la miraba
desafiante.
E_ ¿Para qué? Ya me has visto tú... por cierto ¿qué tal va? –se separó el flequillo.
M_ A ver no lo veo bien desde la distancia –puso gesto de no verse, retiró la bandeja y se
puso de rodillas ante Esther dejando sus pechos a la altura de su boca-. Bueno... yo diría...
que ¡ay! –dio un pequeño gritito pues Esther no había podido resistir la tentación de darle
un mordisquito-. ¡Pero...!
M_ No sé que voy a hacer contigo –la miró deseosa de seguir-... pero algo tendré que
hacer.
M_ Para lo que quieres estás tú mala. Venga vamos –suspiró con unas terribles ganas de
besarla.
M_ En la cabeza y ya sabes...
E_ Joder... –murmuró y cuando se quedó sola resopló diciendo en voz alta-, y ahora como
le digo yo a Vilches que no tengo nada, que solo es para que me dé mimos... ¡mierda!
Se levantó con rapidez, se fue a la ducha para despejarse y cuando estaba con el
pelo enjabonado sacó su mano para poder coger el jabón que se le había olvidado, notó
como se lo ponían en la mano, abrió los ojos y allí estaba Maca mirándola con la fuerza de
un volcán grabada en sus ojos.
M_ ¿Necesitas ayuda?
M_ ¿Quieres algo más?... ¿eh?... –le murmuró con voz sedosa al tiempo que se quitaba el
camisón y entraba con ella en la ducha...
M_ Me queda tiempo suficiente –le dio la vuelta y se besaron con pasión bajo el chorro del
agua que empapaba sus pieles.
E_ Déjalo que suene... –le susurró mientras su mano recorría la espalda camino hacia
donde termina.
M_ No Esther puede ser algo importante, venga, déjame salir –trataba de zafarse de sus
manos que la retenían con una sonrisa.
E_ Vuelve por favor... –le suplicó mientras dejaba escapar un suspiró con fuerza
mordiéndose el labio cerrando el agua caliente y dejando caer con toda potencia
resbalando sobre ella el agua fría-. Mierda, me haces perder la cordura Maca, no sé que
voy a hacer...
E_ ¿Quién era? –le preguntó sorprendiéndola desde la puerta con la toalla tapando su
desnudez.
M_ Saber cómo estábamos, venga va, vístete que he quedado con Vilches.
E_ Bien Teresa, Maca que es una exagerada –la miró haciéndole una burla que arranco su
sonrisa.
E_ Bueno voy a ver a Vilches, espero que no me haga una resonancia, ¡odio ese tubo!
T_ ¿Cariño? –la miró aún sorprendida mientras Maca sonreía abiertamente-. Dime que sí,
dime que todo está arreglado.
C_ ¡Pero mira quién está aquí! –sonrió Cruz al ver al niño-. ¿Qué tal Maca?, acabo de ver
la frente de Esther, ¡vaya golpe! –dijo con cara de circunstancias.
M_ Pues sí, yo salía ella entraba y mira... pero no lo hice a propósito ¿eh? –se defendió
ante la mirada de las dos.
C_ ¿Quién ha dicho eso?, oye os invito a un café y nos cuentas cosas que tengo un ratillo.
T_ Eso.
Las tres y el niño se marcharon hacia la cafetería, por el camino sus compañeros les
fueron parando y todos, acababan diciendo lo mismo ¡menudo golpe lleva Esther! Maca se
estaba sintiendo un poco culpable, aunque seguía pensado que ella estaba aprovechando
el golpe para jugar sus cartas, y tenía la impresión que la partida estaba ahora de su mano,
la ducha había hecho perder a Esther la última jugada.
M_ Va.
T_ Oye a mí me habías dado una alegría enorme con ese cariño que le has regalado,
tenías que haberla oído Cruz, como en los viejos tiempos –la miraba intensamente bajo la
sonrisa débil de Maca y la elevación de cejas de Cruz que la miraba también-. ¿No da
marcha atrás?
T_ ¡Jo Maca por Dios!, habla que nos tienes en vilo, yo anoche no podía dormirme –
protestó con serio de pena.
C_ ¡Vamos Teresa no seas pesada!, ella sabe lo que tiene que hacer. Bueno ahora te
pregunto yo –sonrieron las tres-. ¿Y lo del hospital?
T_ Pero...
C_ Bueno Teresa no te preocupes mujer, ¡anda!, bebe un poco de café que te has
quedado pálida.
T_ Es que Esther es para mí como una hija, ¡un poco loca!, pero como una hija.
M_ Lo sé –le sujetó la mano con cariño-. Yo he hablado con ella, le he dicho que si su idea
de marcharse es por mí por no trabajar juntas, que no lo haga –Teresa agachó la mirada
con tristeza.
C_ Vi que había recogido los papeles del divorcio –Maca bebió de su café e hizo un gesto
afirmativo con una mueca de aflicción-. La verdad es que últimamente no parece ella.
M_ Lo sé, y tengo una gran parte de culpa, lo que pasa es que es una cabezota y me
cuesta conseguir que olvide, ella ha firmado ya y... bueno... mi abogado me llamó para ir
yo. No lo voy a hacer por supuesto, sólo me queda luchar por recuperarla que es mi
necesidad, y creo que lo estoy logrando –hizo una mueca que reflejaba su esfuerzo.
T_ Ella te ama más de lo que jamás amó a nadie, eres lo más importante en su vida y por
eso le da miedo perderte. Había encontrado en ti lo que con nadie, tranquilidad, respeto y
amor –las dos la miraban fijamente pero Maca lo hacía además con un nudo en la
garganta-. Para ella cada vez que le hablabas mal era un suplicio, o cada discusión, no
podía soportarlo, y yo la entiendo, lo peor que podía sucederle es que tú la dejarás de
amar.
C_ Eso está muy bien. Yo creo que es lo mejor para las dos. Y estoy de acuerdo con
Teresa, Esther necesitaba a su lado una persona que pudiera darle calma, y eres tú.
M_ Bueno también está ahora el abogado ese –se quejó con expresión de repulsa.
M_ ¿Si? –se incorporó sobre la mesa mientras Cruz miraba a Teresa con insistencia para
que se callara-. ¿Ha venido muchas veces?
M_ Mira Teresa que te conozco –le habló con tono de advertencia y una sonrisa.
M_ Pues que no me vas a poner celosa, vamos, que no te inventes nada... que... no lo vas
a conseguir.
T_ ¡Allá tú Maca!, no te estoy inventando nada, es más, si te giras podrás ver que acaba
de entrar por la puerta.
Era cierto, Ricardo había llegado al hospital y estaba buscando a Esther, al ver a
Teresa, se acercó sin saber que allí presente estaba Maca. Teresa le habló con su tono
despreciativo y gesto molesto ante su presencia.
T_ ¿Qué quieres?
Ri_ La estaba llamando pero no me contesta el teléfono y pensé que podría haberle
pasado algo, como no se encontraba bien anoche.
T_ Espera – él se separó un poco y entonces Teresa miró a Maca con gesto contundente
preguntándole en voz baja-. ¿Aún sigues pensando lo mismo? Oye ven, ven –Ricardo se
acercó-. Maca dile a aquí al muchacho como está Esther, como ha dormido y todo eso.
M_ Está bien, muy bien –trató de que no se notara su malestar pero tanto Cruz como
Teresa se dieron cuenta que estaba rozando los peores celos porque Teresa tenía razón.
Ri_ No, pasaba por aquí y... a todo caso luego la llamo.
T_ No, luego no la llames que tiene que descansar. Yo le diré que has venido y que ella te
llame –Ricardo trataba de no mirar a Maca pues notaba como si sus ojos fueran cuchillos
dirigidos directamente a su corazón-. ¿Te ha quedado claro?
C_ Vaya con el abogado, no creo que le queden muchas ganas de volver por aquí, entre
las dos desde luego se las habéis quitado –dijo sonriendo.
V_ Sin duda alguna, es un buen golpe, vamos de diez, se nota que te tenía ganas –dijo
con seriedad.
E_ Ya sé que es broma, Maca es incapaz de eso, me hace cosas peores que no dejan
señal en el cuerpo –dijo pensando en la ducha.
V_ ¡Ay las mujeres que bonito lo decís todo!, ¡qué románticas sois hasta cuando os
enfadáis!
E_ ¿Me vas a hacer alguna prueba? –lo miró sonriente ante su burla.
V_ ¿Quieres?
E_ No.
V_ Pues es muy sencillo, no tienes un gran golpe como para marearte, ni tener dolores
fuertes de cabeza –le guiñó el ojo arrancándole una pequeña sonrisa-. Ahora bien, yo
puedo decir que debes estar en cama, reposadita y sin hacer nada, digamos que...
únicamente recibiendo mimos.
E_ Hecho.
V_ No pierdas el tiempo Esther, la vida nunca sabes lo que puede depararte y quizá
cuando quieras darte cuenta, sea demasiado tarde.
Vilches acompañaba a Esther sonriendo y charlando, cuando vio como venía Teresa
hasta ella.
V_ Bueno yo creo que con un par de días de reposo y cuidados, de esta no se muere.
T_ Gracias a Dios.
T_ Oye Esther –le dijo nerviosa-. ¿Te importa si hablamos un momento tú y yo?
E_ ¿Vas a reñirme?
E_ ¿Vas a decirme algún taco? –Teresa sonrió con un pequeño puchero en su barbilla
dibujado.
T_ ¿Por qué te vas?, no puedes hacerme esto Esther, no puedes marcharte eres... la
mejor persona que hay en este hospital –sus ojos se llenaron de lágrimas-. Ya perdí a
Rusti, y no quiero perderte a ti.
E_ Teresa –murmuró atónita por sus lagrimas que provocaron en ella que sus ojos se
inundaran también.
T_ Sería el peor de tus errores... alejarte así de Maca... y para mí una gran pena, que lo
sepas.
Se puso a llorar y Esther la abrazó con toda su fuerza, aquella mujer que en
ocasiones le había creado problemas por sus cotilleos, era cierto, que siempre estaba a su
lado, la había ayudado siempre que la había necesitado, alejarse del Central, era alejarse
de cosas que habían formado una gran parte de su vida. Teresa trató de tranquilizarse un
poco, limpiarse la cara y recuperar su porte.
E_ Te quiero Teresa, la verdad que nunca te lo he dicho pero, has sido para mí como mi
segunda madre.
E_ Hola.
M_ ¡Esther! –le sonrió mientras se separaba de Luna que tenía a Daniel en los brazos. Sus
ojos le hablaron a una Maca que pareció disfrutar de lo que en ellos veía-. Ya me ha dicho
Vilches que tienes que estar tranquilita en casa, así que venga, nos vamos.
Lu_ Es guapísimo Maca, la verdad se parece muchísimo a ti –la miró con devoción.
M_ Si, gracias Luna. Bueno, nos vamos –le cogió al pequeño metiéndolo en el cochecito
mientras Esther y Luna cruzaban una mirada de odio-. Venga Esther.
Se despidieron de todos, y el camino de vuelta a casa, fue sin una sola palabra,
Maca la miraba por el espejo retrovisor y podía ver en sus ojos reflejado el enfado, le
encantaba cuando ponía ese gesto contrariado, despertaba en ella un inmenso sentimiento
de ternura. Una vez llegaron a casa, Maca le cogió al pequeño que se había dormido.
M_ ¿Ah si? –la miró fijamente-. Bueno... vamos que te prepare la cama y te acuestas.
E_ No, lo haré aquí en el comedor, así estoy más cerca de la cocina para preparar los
biberones y...
M_ Vale –se acercó a ella y posó su mano sobre su cintura para besarla-. Tendré que
cuidarte ¿no?
M_ Es cierto –se acercó más y cuando fue a besarla llamaron a la puerta-. Debe ser tu
madre. ¡Joder no hay manera de acabar nunca! –dijo suspirando mientras se iba a abrir-.
Adelante Encarna, pero tenías que haberme dejado ir a por ti, dame, dame –le cogió las
bolsas.
En_ A ver –Esther miró a Maca suspirando y se apartó el flequillo-. ¡Pero si eso no es
nada!, no te preocupes Maca, fue peor cuando se cayó de la olivera, debiste verla -Maca
sonreía.
En_ Bien, prepara la mesa, yo pongo esto al fuego, y comemos, tú hija no te muevas de
aquí.
M_ ¡Ah Esther se me olvidaba! –dijo cuando se habían dado la vuelta pero Encarna se
detuvo y ella aprovechó intencionadamente su presencia para decirle a una Esther que se
había retumbado en el sofá-. Tu abogado ha ido a verte al hospital, como no estabas me
ha dicho que te llamará.
En_ ¡Deja que llame!, ya me encargo yo –dijo furiosa Encarna mirando a Esther, bajo la
mirada divertida de Maca.
E_ No...
M_ ¿La ducha?
M_ Claro –le sonrió de lado-, ¿por qué crees que lo he hecho?, tontita –se acercó hasta
ponerse a su altura y acercar sus labios despacio a los de una Esther enfadada-. Porque
no quiero moscones a tu alrededor, me molestan.
E_ ¿Y al tuyo?, tendré que llamar yo a Teresa –se besaron suavemente, tan solo fue un
pequeño roce.
M_ Mira cariño, ni Luna, ni cien como Luna, pueden apartarme de ti, sólo me interesas tú –
volvieron a besarse son sutileza y con cariño le susurró-. Princesa mía.
Esther sonrió cuando la vio desaparecer tras la puerta de la cocina, suspiró con
fuerza apoyando la cabeza en la almohada que con tanto mimo le había colocado Maca.
No podía resistirse más, estaba embrujada mucho más que el primer día que notó en su
corazón la llamada del amor. La visión de Luna con el niño en brazos y la sonrisa de las
dos, le produjo tanto temor a que aquella visión fuera la del futuro que se había sentido
estúpida como muy bien le había dicho Vilches. Debía vencer el miedo, debía vencer los
celos y también aquella pequeña rabia que había entrado en ella ante la indiferencia de
Maca con el abogado, eso le hacía sentirse perdedora en la batalla, mientras ella sufría y
se volvía loca por los celos, Maca parecía con ese control suyo tenerlo todo bajo su
dominio. Aquello le hacía sentirse como una tonta, ¿quién iba a controlar lo que ella hacía
en el Hospital?
Durante la comida todo fueron risas, Encarna le contaba ante el gesto molesto de
Esther todas las aventuras a la que ella y sus primos se enfrentaban todos los veranos,
Maca escuchaba embobada los relatos de su suegra, y sonreía con ganas, pero también
miraba a Esther con sus ojos repletos de ternura, no disimulaba ni el menor sentimiento
hacia ella, hasta Encarna se había percatado. Llegó la hora de marcharse y fue al cuarto
E_ No.
M_ Me marcho, cuando pueda te llamaré para saber como sigues –se sentó a su lado.
E_ Tengo sueño, ¿te vas o te quedas? –la miró con gesto entre divertido y desafiante.
M_ Si dependiera de mí, me quedaba –miró el escote del pijama que asomaba su pecho.
E_ Pues quédate –murmuró la voz repleta de deseo hizo que Maca se estremeciera y se
mordiera el labio-. Aunque... Luna te estará esperando.
Se marchó sonriendo mientras Esther se quedaba con las ganas del beso.
Llegó al hospital, con tiempo pues había decidido ir con la moto para poder hablar
con Teresa que cuando ella entraba se marchaba.
T_ Diez o los que quieras, mi marido tiene reunión de vecinos así que...
T_ Pues tú dirás.
M_ Bien, bien, yo creo que sólo lo hace por fastidiarme –sonrió con picardía.
M_ Sí, no tiene tanto como para estar tan mal, pero así no da su brazo a torcer y soy yo la
que voy doblegando.
T_ Si, si y puede huir del hospital si quiere también, pero ella te quiere a ti haga lo que
haga, se interponga quien se interponga.
M_ ¿Y por qué no deja de lado todo lo que ha pasado y volvemos a estar juntas como
siempre? –la miraba con la desesperación marcada en sus ojos.
T_ Buena pregunta... a la que no encuentro respuesta –negó con la cabeza-. Mira, yo creo
que el abogado no debería preocuparte, la que sí debería hacerlo es Luna.
T_ Sí, hablé con ella y la verdad, esa chica no debe estar muy bien de la cabeza, así que
ten cuidado.
M_ Ya Teresa, pero que quieres, las lesbianas somos así, además, tú sabes el gusto que
da con todo el mal rollo que tenemos hacerlo –Teresa negó con la cabeza ante la risa
E_ Mejor mamá, antes que me digas nada, te diré yo –tomó aire y le dijo de carrerilla-.
Estoy saliendo con Ricardo que es mi abogado.
En el hospital la tarde estaba siendo muy movida, y Maca no podía llamar por
teléfono, trabajaba sin descanso y siempre que recibía algún niño estaba a su lado Luna. A
mitad tarde llamó a casa y directamente le contestó Encarna con tono triste.
M_ ¿Encarna estás bien? –le extrañó su tono serio pero pensó que ya habría discutido con
Esther.
En_ Sí hija.
E_ Dime.
M_ Gracias. Oye tengo que comentarte algo y me gustaría hacerlo con tiempo, necesito tu
ayuda.
M_ Hecho.
Ca_ Oye os acordáis que mañana por la noche es nuestra fiesta de compromiso.
B_ Claro.
M_ Si, me acuerdo.
Al llegar al box, habló con los padres del niño y una vez finalizó la exploración le dijo
a Begoña.
B_ De acuerdo. Oye Maca –la detuvo por el brazo-, yo quería decirte que... bueno... que
aunque no sé si te lo creas siento lo de Esther.
B_ No, digo lo del hombre ese con el que la hemos visto besarse en la puerta, Teresa dice
que es su abogado pero... –Maca quedó impactada por lo que le contaba-... me sabe mal
por ti. Con ella tengo mis diferencias pero a ti te aprecio de verdad. Voy a sacarle sangre
¿eh?
Maca suspiró con fuerza, se fue a su despacho un poco contrariada por aquel
comentario aunque viniendo de quien venía tampoco le daba mucha credibilidad.
M_ Eso no puede ser... Esther me quiere estoy segura –murmuró en voz alta tratando de
convencerse aunque en su gesto se había marcado la duda-. Encarna estaba muy seria,
sé que iban a hablar de él, ¡no puede ser! –sonrió mientras se ponía en jarras pensativa-.
Es imposible.
Lu_ ¿Teresa has visto a Maca? –apareció Luna con gesto de nerviosismo.
T_ No.
T_ Pues no Luna, no está –al llamarla por su nombre, los ojos de Encarna se dirigieron a
ella como dos flechas-. Voy a avisarle.
Lu_ ¡Ah! –exclamó un poco cortada mientras Teresa contemplaba la escena divertida-.
Mucho gusto.
T_ Pues me ha dicho, que tú Luna subas un momento a mirar al niño que habéis ingresado
a primera hora.
En_ No te pases niñata, ¿eh?, no te pases –le riñó Encarna-. Que bastante daño has
hecho ya con tus mentiras.
T_ ¡Será posible Encarna!, esta chica está muy mal de la cabeza ¿eh?
En_ Todo el problema que tenemos viene por su culpa. ¡Y vaya si tenemos problema!
Maca iba hacia el muelle dispuesta a saber que había pasado para que Encarna
hubiera llegado hasta el hospital, sin duda tenía que ver con su tono de voz que ella había
notado al hablar por teléfono.
T_ Hola Maca.
Lu_ Maca, Maca –apareció Luna-, rápido tenemos que ir a quirófano Dávila nos necesita.
M_ Vaya –murmuró inquieta por su suegra-. Teresa por favor dile a Encarna...
T_ Ves tranquila. Oye Susana cúbreme un ratito ¿eh? –se marchó en busca de Encarna
que esperaba en la sala de espera dando ánimos a una madre que habían ingresado a su
hijo-. ¿Encarna?
En_ Sí, bueno... suerte ¿eh?, y tranquila está en las mejores manos, Maca es mi nuera y
es una médica maravillosa –se notaba en su voz el orgullo.
T_ ¿Sobre Esther?
Lu_ Estas muy pensativa –Maca no le contestó tan solo hizo una mueca-. ¿Maca
podríamos quedar después del trabajo para tomar un café?
M_ ¿No querías a Esther?, ¡deberías aclararte! –le reprochó con expresión de gran enfado.
M_ Mira Luna no voy a tolerar ni un comentario por tu parte contra Esther ¿te ha quedado
claro?
Lu_ Ella besándose por ahí con el tío ese, y tú, queriendo volver. Quizás estaba
equivocada y no eres la mujer que yo pensaba.
M_ ¡Pero bueno la tía esta! –murmuró escéptica al ver que se iba ofendida-. ¿Por qué
entregaría los papeles del divorcio, joder?
En_ Pero yo no la creo Teresa, más bien creo que es una excusa para poner a Maca
celosa.
En_ Mira por un lado si eso les vale para aclarar sus sentimientos, vale, pero por otro, me
da miedo que Esther haga cualquier tontería de la que pueda arrepentirse, es una cabeza
loca, yo que estaba contenta porque Maca le había hecho sentar esa cabezota suya –
decía con gesto de rabia.
T_ Yo no estaría tan segura de que es un farol Encarna. El chico ese la mira que se le cae
la baba.
En_ Bueno, él puede mirar todo lo que quiera... mientras ella mire a Maca.
T_ Eso... también es verdad –le aseguró afirmando con la cabeza-. ¿Vas a decirle algo a
Maca?
En_ He venido con esa intención, pero hablando aquí contigo, veo que no debería echar
más leña al fuego, si es un farol de mi hija para que Maca reaccione no creo que tarde
mucho en hacerlo, y si es verdad pues ya veremos como actuamos.
T_ Yo siempre dije que por esta pareja daba cualquier cosa, y fíjate como se les ha torcido
todo.
T_ ¿Pasa algo?
M_ ¿A ti no te ha contado nada?
M_ No sé... sobre Esther... el abogado ¡ya sabes! –su gesto de fastidio se transformó en
ira al nombrarlo.
M_ Sí Teresa, sí. Llámame gilipollas, pero tengo miedo a que Esther me deje.
T_ ¡Anda! Bueno, al menos espero que todo esto te sirva hija, porque sino, no sé yo que
vais hacer cuando Esther se vaya del hospital –murmuró puesta en jarras mientras la veía
marcharse con su aire portentoso.
Esther que se la llevaban los demonios no sabía ya que hacer, se había pasado
gran parte de la tarde con el pequeño, le encantaba el papel de madre le gustaba mimarlo,
besarlo, se le había pasado gran parte de la tarde con rapidez hasta que el pequeño se
durmió y ella tuvo que enfrentarse a la soledad de la casa. Estaba pensando en que
estaría haciendo en ese momento Maca, pudo imaginársela con su gesto de concentración
mientras pasaba examen a algún crío, ese gesto serio y responsable que tanto le gustaba
contemplar, la imagino sonriendo con algún pequeño, y la imagino trabajando al lado de
Luna, aquello le dio una fuerte patada en la espinilla, tan fuerte que llamó al hospital.
T_ ¿Pues... tú dirás?
E_ Si, Maca –murmuró un tanto cortada por ser descubierta tan rápido.
T_ Está muy liada de aquí para allá, ha tenido una tarde dura.
T_ Pues cuando acabe el turno. Oye Esther, ¿por qué no te relajas, le preparas una rica
cena, eh, le das unos mimitos que los necesita? –Esther sonreía-, y hacéis las paces.
Colgó con una sonrisa amplia, en ese mismo instante, el teléfono móvil le daba
aviso de que un mensaje había llegado. Sonrió pensando en Maca, pero al abrirlo leyó
perpleja lo que ponía.
E_ Pero...
No le salieron más palabras, cerró la tapa y cerró sus ojos sintiendo como los celos
hervían en su interior.
B_ Hola Luna.
Lu_ Tengo un notición para ti –Begoña la miró interesándose por sus palabras-. Esther se
marcha del hospital, enhorabuena enfermera jefe.
B_ No me lo puedo creer, por fin me desharé de la imbécil ésa. Oye y ¿tú que tal?, ya
hablé con Maca.
Lu_ ¿Y Esther?
B_ Ni idea, pero bueno... yo creo que deberías tener paciencia ¿eh?, tú ahí a su lado, mira,
mañana tienes una buena oportunidad para intentarlo, en la fiesta de Carlos.
Esther no quería pensar que aquel mensaje era cierto, pero Maca estaba tardando
más de lo normal y no le había avisado que lo haría, estaba pensando muy bien como
actuar, no quería montarle una escena de celos. Aunque algo le decía en su interior que
todo aquello era obra de la misma Luna, de lo que estaba segura, era, de que no haría el
menor comentario.
Por su parte, Maca había terminado de hablar con Carlos e iba en la moto de
camino a casa, se le había hecho un poco tarde, pero era necesario hablar con él.
Pensaba que haría con la situación del tal Ricardo, no quería hacerle ninguna escena de
celos a Esther, a todo caso, le mencionaría algo pero muy por encima, pero no, mejor se
callaría y dejaría las cosas tal como estaban, ella estaba casi segura que si insistía un
poco más, conseguiría que Esther dejara al lado su temor y volvieran a estar juntas.
Aunque tenía muy claro, que ella no daría el paso definitivo porque era Esther, quien debía
estar completamente segura sin ser forzada a ello.
E_ Hola, ¿qué tal ha ido la tarde? –la miró pensando “que guapa está”.
E_ Sí, ¿acaso no lo has hecho tú por mí? –su mirada hablaba mucho más que sus
palabras.
E_ Para que veas que yo también puedo ser buena ama de casa.
E_ ¿Por qué no te duchas, te cambias y cenas? –sonrió sin apartar sus ojos de los de
suyos.
M_ Sí, tienes razón, además me encanta que te preocupes por mí –Esther sonrió pero la
sonrisa se le terminó en el momento en que Maca apoyó su mano sobre su muslo
apretando con deseo-. No sé como voy a agradecértelo.
E_ Venga ves o se te va a enfriar –le apartó la mano pues se levantó mientras Maca la
seguía con la mirada embobada-. ¡Vamos!
E_ Muy bien, le he bañado, cambiado, dado el biberón y ahora duerme como un bendito.
M_ No estés tan segura –se acercó a ella como si fuera a besarla pero en lugar de eso le
dio una palmada en el culo mientras le repetía en voz baja mirándole fijamente-. No estés
tan segura.
Esther suspiró con fuerza, aquella palmada que hacía tanto tiempo no recibía le hizo
sentir un escalofrío que le daba muestras de lo necesitada que estaba de ella, quería dejar
a un lado todo, y reconquistar todo lo que un día fue únicamente suyo, y sabía que Maca
había puesto mucho más que ella para dar ese paso. Ahora le tocaba a ella, pensaba de
que manera podría conseguirlo y cuando supo como, una sonrisa traviesa se dibujó en sus
labios.
Cuando Maca bajó con su camisón bien corto y escotado, perfumada y con el pelo
mojado, se encontró en el comedor con una bandeja y su cena, no pudo más que sonreír.
M_ ¿En serio? –la miró contenta por el gesto relajado que veía en su rostro.
E_ Sí.
E_ ¿Qué te hace tanta gracia? –la miró fijamente mientras Maca se sentaba dejando ver
sus largas piernas.
M_ ¡Vaya! –protestó.
Se callaron, porque Maca comenzó a cenar y Esther a ver la película aunque los
ojos se le iban más hasta ella que hacia la pantalla. Maca terminó y se levantó a llevar la
bandeja a la cocina, cuando pasó por delante del televisor, se le transparentó el camisón y
Esther notó como su cuerpo sufría una leve rigidez de forma natural acentuada en su bajo
vientre, como siempre que la veía en esa forma, tal fue así que no pudo más que
carraspear y seguirla con sus ojos hasta verla desaparecer por la puerta de la cocina,
entonces se puso las manos sobre la cara y sonrió, estaba que se moría de ganas de ir a
la cocina y hacer lo que tanto les divertía. Sin embargo Maca salió con una castaña helada
y una servilleta y se sentó a su lado.
M_ Allí me duele el cuello, ya lo sabes. ¿Te molesto? –la miró con una sonrisa llena de
provocación.
M_ Estupendo.
Volvieron a guardar silencio, sólo se oía de vez en cuando como Maca succionaba
la trufa, y cuando Esther miraba de reojo debía tragar saliva, pues su garganta se secaba
al ver como Maca chupaba la castaña, con esa dulzura que le hacia tiritar cuando estaban
juntas. Maca que lo sabía, no cesaba de recorrer la trufa con su lengua consciente de los
nervios de Esther que no podía evitar mostrarlos, bien moviendo sus piernas, cambiando
su postura en el sofá o mordiéndose las uñas. Maca la conocía tan bien que estaba
disfrutando como loca.
E_ A mí no me gusta, es triste.
M_ En la vida no siempre las cosas son alegres –la miró intensamente-. Pero hay que
luchar por que sean las más.
E_ Mira que eres guarra ¿eh? –le dijo dando una carcajada que enloqueció a Maca.
E_ Sabes que no –le cogió de la mano y dio un mordisco que le supo a gloria mientras
Maca hacia el mismo gesto que ella abriendo la boca-. Que rica, ¡por dios!
M_ ¿Yo?
E _ Sí, tú.
Maca hizo un gesto con el cuello poniéndose la mano sobre él, cerró los ojos y lo
movió con una mueca de dolor que fue captada en seguida por Esther, que no lloraba
porque no seguía la película, era imposible con Maca allí comiendo la castaña.
E_ ¿Te duele?
E_ Anda acaba de comerte la castaña, ¡joder lo que te está costando!, ¿lo haces a
propósito?, ¿eh? –le preguntó con la mirada llena de ironía.
M_ ¿De verdad?
E_ Claro –Maca se metió el trozo de castaña que le quedaba en la boca y Esther no pudo
resistir una carcajada enorme-. Mira que eres payasa.
M_ No me dirás que le vas a tener miedo ¿eh?, estamos en casa, así que no pares.
E_ Ya sabes que no me gustan nada, creo que tendrás que hacerme un hueco en la cama
si se acerca mucho –le decía sin darse cuenta que el masaje se había pasado a unas
caricias lentas por la espalda de Maca, y un acercamiento hasta casi estar pegada a su
cuerpo. Maca que estaba viviendo un éxtasis total, puso su mano sobre la pierna de
Esther-. ¿Te gusta?
M_ Sigue Esther –de repente un trueno inundo el comedor y se apagaron las luces
cortando el masaje por el grito de Esther-. Cariño no pasa nada.
M_ Pues compramos otra –le dijo con voz suplicante-. Por favor sigue.
E_ Maca esto es antes, habrá que desenchufar todo, ¿qué quieres que nos quedemos sin
ningún electrodoméstico?
M_ Por mí que desaparezca el mundo, pero quiero que sigas –murmuró sola.
M_ ¿Dónde estás?
M_ ¡Ah! –se asomó y la vio en la cocina con el reflejo de la luz de la vela sobre su cara y
suspiró-. Ven.
M_ Sí, pero no te voy a dejar así –le cogió la cara con sus dos manos y le besó
suavemente los labios-. Dulces sueños mi princesa.
Maca con toda la tranquilidad del mundo, se lavó los dientes, se cepillo la melena,
besó al pequeño Daniel y se metió en la cama, en lugar de acostarse, se sentó con los
brazos entrecruzados sobre su pecho, la oscuridad era total, pero sus sentidos estaban
bien despiertos, escuchó crujir el cuarto escalón, ya subía, estaba segura que iba a entrar,
su respiración se elevó casi sin darse cuenta ni poderla controlar, podía percibir que
llegaba, que estaba llegando a la puerta, y sonrió cuando se abrió. Ya estaba allí.
E_ Maca.
M_ ¿Si... qué? –la miraba porque llevaba la vela y su rostro lo decía todo.
E_ Si me haces un hueco.
E_ Me da miedo... ya sabes...
M_ Por supuesto –Maca le hablaba con ternura pero con un punto de burla con el que
disfrutaba.
Esther dejó la vela sobre su mesita de noche, las sombras y luces se reflejaban en
las paredes de la habitación, así como en el rostro de Maca, se sentó de igual modo que lo
hacía ella, con la espalda apoyada en los almohadones y en el cabezal, las dos en silencio
esperando quien se animaba a comenzar el juego. Esther sabía que Maca le había
lanzado el anzuelo y ella había picado al entrar en la habitación, por ese motivo sabía que
debía dejarse pescar del todo, por una pescadora tan maravillosa como la que tenía al lado
y a la que deseaba de manera volcánica.
M_ No –contestó sin mirarla cerrando los ojos, disfrutaba tan solo sabiendo que la tenía a
tan pocos centímetros de su piel.
M_ Claro.
E_ ¿El que? –la miraba aprovechando que Maca cerraba los ojos, la deseaba tanto como
la admiraba en aquel momento.
M_ Me da miedo... –su cabeza giró lentamente, clavó sus ojos en ella y le dijo con un
susurro repleto de devoción-... perderte.
M_ Ya te lo dije, todos cometemos errores –se disculpó mirándole con un enorme amor
reflejado en sus ojos.
M_ Si –sonrió.
E_ ¿Y el masaje, te ha aliviado?
E_ Oye...
E_ ¿No te parece romántico estar así, a la luz de la vela? –deslizó su mano por su cuerpo,
hasta llegar a su pecho donde apartó con maestría el camisón rozando su piel con
delicadeza.
E_ Entre sombras la verdad que estás muy bien –siguió con su mano acariciando hasta
bajarle el tirante y dejarle el pecho al descubierto-. Pero muy bien.
E_ ¿Te gusta, eh? –apartó la sábana y subió sobre sus piernas quedando las dos cara a
cara.
M_ Sabes que sí –metió sus manos por la camiseta que llevaba puesta rozando con
suavidad su espalda-. ¿Y a ti?
Sin prisas comenzaron a besarse, de vez en cuando separaban sus labios para
mirarse a los ojos, la luz de la vela tal y como había dicho Esther les daba un aire diferente,
y aunque quisieron amarse con calma, tanto juego anterior había despertado en ellas los
instintos más irracionales, pero esta vez fue Esther quien mandó, quien volvió loca a una
M_ Mmmm.
E_ Las cuatro.
E_ Sí, pero que... –se calló prudentemente mientras le retiraba el pelo de la cara.
E_ Pues he pensado –dio una carcajada-, que me apetece mucho hacer el amor –Maca la
miró sonriente negando con la cabeza-. No sé... y quería saber tú que.
M_ Pues yo tengo sueño, así que déjame dormir –se giró dándole la espalda.
E_ No puedo –le susurró al oído poniéndose sobre su lado mientras su aliento rozaba el
oído de una Maca que se estremeció-. Te deseo.
M_ Esther –le advirtió sonriente, porque sentía que por primera vez había conseguido lo
que tanto buscaba, que Esther volviera a ser la misma de siempre y ante su caricia no
pudo aguantar un gemido de placer.
M_ Eres un bicho, te lo aseguro –se levantó subiendo sobre ella-. Pero me vuelve loca que
lo seas.
Se amaron nuevamente pero con toda la ternura que había en ellas, fueron felices
entre susurros de amor, y caricias repletas de cariño, todo volvía por fin a la normalidad.
Otra vez ellas dos, otra vez volvieron a encontrarse en su cama, otra vez eran Maca y
Esther, Esther y Maca, o al menos eso pensó Maca.
Cuando sonó el despertador, hacia muy poco que se habían dormido, Maca tenía
cogido el cuerpo de Esther que murmuró quejosa al escuchar el sonido del timbre.
E_ Jo.
M_ Vamos cariño, no me seas renegona –la besó abrazándola fuertemente contra ella.
M_ Porque no estás mala, solo has querido parecerlo –la besó nuevamente.
M_ Claro, el golpe no fue para tanto, sólo que querías que te hiciera caso y mira a donde
hemos ido a parar, no te quejaras –le volvió a besar mientras acariciaba su pecho ante el
gesto contrariado de Esther que se sintió tonta-. Me voy a preparar el desayuno o no podré
parar.
Esther sintió como se separaba de su cuerpo, la vio desaparecer con la bata puesta
y aunque sonrió, se sintió descubierta.
E_ ¿Por qué siempre tiene que quedar ella como la perfecta, joder? –el niño lloró y fue a
por él poniéndose la camiseta-. Hola pequeñín, tienes hambre ¿eh?, pues tu súper madre
te está preparando el desayuno.
Al llegar al hospital, en el muelle les esperaba Teresa, al ver sus caras no pudo más
que sonreír, y mientras firmaban les recordó la fiesta.
E_ Bien.
T_ Oye Héctor, Dávila te buscaba –interceptó la respuesta Teresa pues Maca miró a
Esther esperando su respuesta.
C_ Hola, ¿qué tal estáis? –entró Cruz para firmar poniéndose junto a Maca.
E_ Lo tiene mi madre.
M_ Si que lo sabemos si, mi suegra es una bendita no como su hija –dijo orgullosa de
Encara pero con una sonrisa irónica miró a Esther mientras los tres las miraban como
esperando que dijeran que todo se había arreglado entre ellas.
T_ ¿Acompañante? –le preguntó nerviosa Teresa al ver la mirada furiosa de Maca clavada
en Esther.
H_ Yo... yo también me voy –dijo un poco nervioso al ver a Maca-. ¿Vienes Maca?, te
invito a un café.
M_ Sí, me vendrá bien, a veces creo que estoy despierta pero con la misma pesadilla –
recogió el bolso y con caminar triste se marchó.
T_ Mira, cuando han entrado me ha dado la corazonada de que todo estaba arreglado,
traían unas caritas –puso gesto coqueto.
T_ Miedo me da.
H_ Maca yo de ti cerraría la boca, no vaya a ser que me manches los expedientes con la
babita -Maca lo miró un tanto divertida y él sonrió-. Se te nota mucho Maca.
E_ ¿Cómo llevas la mañana Maca?, hola Héctor –se acercó Esther a ella sonriéndole
mientras la miraba desafiante.
E_ Vamos, que ligas seguro esta noche –le dijo sonriendo mientras Maca la miraba
intensamente-. ¿Cómo estás?
M_ Bien ¿y tú?
M_ Me alegro.
E_ Estás muy guapa ¿te lo había dicho? –se marchó dando una carcajada.
M_ Sí, claro.
M _ Sí Dávila.
D_ ¿Te ha dicho algo? –Begoña apareció cautelosamente por detrás para escuchar.
M_ No, le dije que si la causa de solicitar el traslado era yo, que por mí, no lo hiciera es lo
único que yo le puedo decir.
Begoña puso gesto fastidiado, ahora que tenía la oportunidad de hacerse con el
puesto que tanto anhelaba, y deshacerse de Esther, tenía otra vez la duda de que lo
lograra, todo por culpa de Maca, si ella le había dicho que no se fuera, sabía que
conseguiría convencerla. Fue en busca de Luna.
M_ ¿Qué te pasa?
Lu_ Me estoy mareando –hizo un amago de caerse y Maca se levantó corriendo hasta
alcanzarla y cogerla entre sus brazos.
E_ Maca que... –entró Esther con una taza de café y vio como Maca estaba abrazada a
Luna-. Te traigo una taza de...
E_ ¿A qué?
E_ Bueno, tú eres la médico –dio media vuelta y se fue ante la sonrisa de Luna.
M_ ¡Esther!, ¡Esther!
M_ Nada, nada verás que yo... quería decirte que lo de antes con Luna no era lo que
pudiera parecer –le hablaba con la frente arrugada por su mueca de preocupación.
E_ ¡Ah eso!, no te preocupes... –le acarició la mano de manera sutil mientras la miraba
fijamente a los labios-... a mí no tienes que darme ninguna explicación de lo que haces o
no, cariño.
T_ Bueno yo creo que ya lo estás por ella –sonrió-. Oye, que es por lo del regalo de Laura
y Carlos, yo puse vuestra parte y...
T_ Lo del regalo.
M_ Ah, vale luego te lo daré. Oye Teresa –la cogió del brazo.
M_ Tú sabes si Esther ha tenido algún tipo de... no sé... ya sabes con el abogado.
T_ Pues mira, yo no lo sabía y me he enterado hoy, al parecer la han visto besarse con él,
pero como todos te aprecian mucho, no creo que nadie te lo diga.
M_ Begoña me lo dijo.
T_ Ya pero Begoña solo se aprecia a si misma –le dijo con tono cansino.
M_ No entiendo nada –puso gesto extraño haciendo un puchero con la barbilla mientras
sus manos se posaban sobre sus caderas-. Pero nada ¿eh?
Esther había pasado por cafetería y había visto como Maca estaba hablando con
Teresa, por su gesto adivinó que el tema de conversación sería ella, por supuesto. Así que
cuando vio a Teresa en su puesto disimuladamente se acercó a ella.
E_ Hola Teresa
T_ Me ha contado lo de antes con Luna... ya sabes –la miró con temor como tratando de
adivinar la expresión de su cara.
T_ Mujer, yo creo que si Maca tiene una gran virtud, es su sinceridad para bien o para mal.
E_ Te has hecho tú muy amiga suya, creo que cuando tengamos la separación, deberías ir
como su abogado defensor.
T_ ¡Oye Esther, tampoco te pases, eh!, que hoy estás tú muy subidita.
E_ No te pases tú Teresa, que todo lo que hace Maca es perfecto –le reprochó mirándola
con gesto serio.
T_ Di lo que quieras, pero lo que has dicho esta mañana del acompañante, ha sido a
traición, y te digo yo que le ha dolido.
E_ ¿Ah si?
T_ ¡Lo has hecho a propósito! –la miró entrecerrando los ojos con rabia por su gesto
divertido.
E_ Begoña, ven –le llamó sin perder de vista la puerta-. Llévale esto a Vilches que lo está
esperando.
Le dio los papeles y se fue al lavabo, abrió la puerta justo en el momento que se oía
la cadena del lavabo, cerró rápidamente y pasó el pestillo.
Maca salió con gesto pensativo y cuando abrió el grifo para lavarse las manos, vio a
través del espejo a Esther que la miraba con las manos en los bolsillos, sonriéndole de
forma provocativa.
E_ Aquí nos dimos el primer beso, ¿lo recuerdas? –Maca no le contestó mientras se
secaba las manos con la toalla. Se acercó a ella lentamente y cuando llegó a su cuerpo
pasó sus manos por su cintura rodeándola-. Te he echado mucho de menos...
mucho...mucho.
M_ Esther –se separó de ella que la miró sorprendida-. ¿Qué es lo que pretendes, eh?
E_ ¿Tú que crees? –la miró sonriendo con los ojos repletos de deseo hasta acercar sus
labios a un milímetro de los suyos.
M_ ¿Volverme loca?, ¿eh? –no alzó la voz pero su tono fue lo suficientemente duro como
para que Esther comprendiera su alto estado de enfado.
E_ ¿Por qué dices eso? –se hizo la incrédula mientras le apartaba el pelo de la cara
mirándole los labios con pasión.
M_ Porque no te entiendo –se separó de ella un paso atrás y le dijo mirándola con gesto
de contrariedad-. Anoche vienes a mi cama...
E_ Nuestra cama –le interrumpió apuntándole mientras volvía a dar el paso que Maca
había tratado de dar para separarla y le rozaba con su dedo corazón los labios
suavemente.
E_ ¿Estás... celosa? –elevó una ceja mientras depositaba su mano izquierda en la cadera
izquierda de Maca que mostró un gesto de dolor-. Dime.
No la dejó continuar pues posó sus labios sobre Maca mientras la estrechaba con
fuerza contra su cuerpo, la besó con una pasión desmedida desatando en las dos sus
respiraciones jadeantes, Esther le clavó las uñas en la espalda de una Maca que no podía
resistirse a sus labios. Aunque con un gran esfuerzo terminó separándola.
M_ ¿Esto es lo qué quieres?, que te diga que te necesito, que dependo completamente de
ti, que me muero de celos.
E_ Sí –le susurro mientras le tocaba el culo feliz como si hubiera ganado la batalla que
esperaba vencer.
M_ Pues ya lo sabes –dijo aún con la voz agitada por el deseo y el dolor que le estaba
infringiendo con su actitud.
M_ ¡Esther! –la llamó con actitud nerviosa y gesto serio con los ojos repletos de lágrimas
que quería retener-. Nadie es imprescindible, tenlo en cuenta ¿vale?
Se acercaba la hora de la salida, Teresa estaba recogiendo las cosas, cuando llegó
Esther.
T_ Adiós.
E_ Dile a Maca que no voy a casa, que yo acudiré directamente al restaurante. Oye Teresa
–se acercó con cara de niña buena-. No te enfades conmigo.
M_ Hola Teresa.
M_ ¿Pero...? –murmuró perpleja elevando las cejas acompañando el gesto con una
sonrisa irónica.
T_ Como te lo digo –hizo una mueca de desconcierto tanto como el de la propia Maca.
M_ Bueno pues me voy a casa de Encarna a ver al pequeñín. Oye por cierto, ¿y tú como
vas a llegar?
M_ No, venga Teresa, nos vemos luego –se despidió Maca con una triste sonrisa.
T_ Pobrecita mía..
L_ Hola Teresa, nosotros nos vamos ya –le dijo Laura mientras miraba a Maca marcharse.
H_ Debieron verla, como se le iban los ojitos detrás de Esther... me tocó llamarle la
atención y todo –sonrió Héctor acompañado por Carlos.
V_ Por vuestro bien espero que el menú valga la pena, con la pasta que me he dejado con
vuestro regalo, ¡más os vale!
C_ ¿De qué hablabais que estabais tan serios? –les preguntó Cruz intrigada por sus
gestos.
V_ Joder Maca y Esther, parece que no haya otro tema, son como el disco Estrella del
verano.
C_ ¡Anda vámonos gruñón! –le dijo sonriente Cruz-. Bueno... hasta la noche.
T_ Sí Laura, no te preocupes, yo creo que aunque Esther está un poco loca, Maca no va a
permitir hacer nada extraño.
Ca_ Eso esperamos. Venga ponte bien guapa Teresa que quiero tener fotos tuyas bien
hermosa.
H_ Oye Teresita, ¿tú crees que las chicas se comportaran? –la miró serio Héctor.
Maca había llegado a casa, después de comer con Encarna quien no habían
hablado de Esther, cosa que le agradeció muy efusivamente a su suegra con un gran
abrazo al despedirse. Una vez llegó se metió en la bañera y se dio un largo e intenso baño
de sales, allí con la música de fondo para tratar de relajarse, no cesó ni un instante de
pensar en Esther, de encontrar sentido a lo que estaba sucediendo, a su cambio, a su
manera de tratarla, igual la volvía loca de pasión, como le clavaba un puñal por la espalda.
Después de un buen rato pensando sin llegar a conclusión alguna, se tumbó en la cama,
necesitaba descansar y quería relajarse para una cena que si bien al principio le había
gustado la idea, en ese momento rebuscaba en su mente una excusa para justificar su
Cuando despertó por un momento pensó que quizás Esther había vuelto y estaba
en casa, se levantó para tomar un vaso de agua bien fresquita y buscarla. La llamó un par
de veces, ella estaba casi segura que había notado su presencia, pero no aparecía por
ningún lado. Subió al cuarto otra vez y decidió llamarla, el contestador fue quien apareció
en sustitución de la voz de Esther. En el mismo momento de colgar se arrepintió de haber
llamado, parecería que estaba desquiciada por encontrarla, y aunque era cierto, tampoco
quería demostrarlo tan abiertamente. Se vistió sin ganas, eligió ropa cómoda e informal,
unos vaqueros y una camiseta porque el calor había vuelto sin avisar. Sin embargo, al
mirarse al espejo sintió la punzada nuevamente de los celos. ¿Por qué iba a ir informal?,
debería ir de la mejor manera posible, sí, tenía que despertar en Esther nuevamente su
lado más sensual, buscar que la mirara como siempre, y si por una de aquellas fatalidades
estaba con el maldito e inoportuno abogado, que viera como la miraba con cara de boba
sin poderlo evitar.
Abrió el armario con nuevos bríos estuvo buscando el mejor conjunto, no sabía si
ponerse falda o pantalón, mejor vestido o traje chaqueta, se probó varios modelos hasta
que encontró el ideal. Se puso una falda larga negra, con volantes y una camiseta de
tirantes plateada y ajustada a su cuerpo con un escote de vértigo. Se pintó suavemente, y
se dejó la melena suelta. Antes de salir de casa se dio una última revisión, y pensó, “desde
luego si te resistes a esto Esther, ya no sé que más puedo hacer por reconquistarte”. Subió
al coche y partió camino de casa de Teresa, al doblar la esquina no se percató del taxi que
esperaba en la misma parte de la acera.
Esther bajó del taxi con unas bolsas y un inmenso ramo de flores, llegó a casa
decidida a preparar el escenario, debía estar todo perfecto, ni un solo fallo. Y aunque le
costó lo suyo llevar a cabo todo tal y como lo tenía preparado, al terminar, sonrió
ilusionada. Cuando se fijo en la hora, tuvo que darse prisa tan solo le faltaba su vestido.
Había ido a la peluquería, había ido al salón de belleza para maquillarse y arreglarse la
T_ ¡Anda no te burles!, tú si estás guapa –le sonrió-. Bueno, vamos a la cena a ver que nos
depara.
T_ Más vale, porque yo aunque no te lo quería decir, Esther me da un miedo. ¿Tú estás
segura que el golpe no le ha afectado su poca cabeza?
T_ Estás monísima, solo espero que consigas captar la atención de la mujer indicada –
ante la mirada de Maca agregó con un suspiro de fastidio-. No vaya a ser que otra que no
debe, caiga irremediablemente a tus encantos.
M_ ¡Bueno Teresa ya está bien! –se quejó-. Ni siquiera me he parado a mirarme –Teresa
la miró incrédula-. En serio.
C_ Maca, ¿y Esther?
C_ ¡Ah! –se quedó un tanto cortada y la mirada de Teresa le hizo reaccionar-. Bueno...
pues muy bien, en ese caso llegará tarde.
M_ Si, como siempre –su rostro mostró aún con todo el maquillaje que llevaba, una
preocupación verdadera.
M_ Pues... sí.
T_ Bueno, ¿y dónde está Vilches? –trató de echar un capote a Maca a quien sus ojos se
habían cubierto por la sombra de la añoranza.
C_ Aparcando –Maca se giró para repasar con la mirada la calle en ambas direcciones
buscando la silueta de Esther. Cruz aprovechó y le dijo a Teresa bajito-. Joder, no sabía
como salir del embrollo.
T_ Ya me he dado cuenta –susurró como ella-. Solo espero que Esther sea comedida y no
se lo ocurra venir con alguna sorpresa.
R_ ¡Ahí viene Vilches! –le levantó el brazo Roberto con una sonrisa.
V_ Buenas noches, solo a estos se les ocurre venir aquí que no hay sitio para aparcar,
joder.
V_ Estás loca, después de lo que me ha costado aparcar, no, me quedo para poder pedir
cuentas a Carlos –todos rieron, todos menos Maca que no perdía detalle de quien pasaba
por allí.
T_ Os estábamos esperando.
L_ Vamos para dentro y conforme vayan entrando pues que se vayan colocando ¿no?
Lu_ Buenas noches –apareció Luna que miró devotamente a Maca que se dio cuenta y
sonrió de lado.
Ca_ Pues cuando queráis –fueron pasando uno a uno dentro del Restaurante.
Lu_ Bien, sólo estoy baja de tensión... oye Maca yo quería decirte que... –Maca la miraba
pero sin apartar la mirada de alrededor mientras pensaba “no creo que te atrevas a venir
con él Esther, si lo hicieras me moriría”-. ¿Me escuchas?
M_ Sí, sí perdona.
Lu_ Quería pedirte disculpas por lo que te dije ayer, yo... no sentía lo que dije, de verdad –
la miraba con los ojos repletos de amor.
D_ Hola chicas, pero que guapas vais –les digo Dávila contento.
H_ Pero esto es una cena o un desfile, están para salir de pasarela –sonreía Héctor.
M_ Gracias pero déjame decirte que tu traje no tiene nada que envidar a los nuestros,
estás guapísimo –le susurró guiñándole el ojo.
H_ ¿Tú crees?
M_ Plenamente.
Entraron a la mesa donde ya estaban sentados esperando a los demás, Maca tenía
el sitio reservado junto a Teresa y frente a Cruz, quien habían pensado que se sentara a su
otro lado era Esther, pero como no venía con ella hubo un momento de dudas entre Laura
y Carlos que no sabían que decir.
Lu_ Gracias.
M_ De nada.
T_ ¿Te has vuelto loca? –le susurró estirándole del brazo Teresa.
T_ La vamos a liar, ¡la vamos a liar y esta noche ni tú ni Esther sois las protagonistas!
E_ Buenas noches –sonrió aunque al ver sentada a Luna junto a Maca casi le dieron
ganas de ir a sacarla de allí y sentarse ella.
H_ ¡Caray Esther! -silbó Héctor al verla-. Por favor siéntate junto a mí, hazme ese honor.
C_ Oye Esther, déjame decirte que estás muy guapa –le sonrió Cruz saludándola por
detrás de Héctor y en voz baja le dijo-. Creo que Maca no va a poder resistirse.
Lu_ ¿Maca tú que entiendes de vinos, cuál recomiendas? –le sonrió ampliamente ante el
gesto molesto de Esther.
D_ Oye Esther tú y yo tenemos que hablar –le dijo Dávila-. ¡Esther!, ¡Esther!.
E_ ¡Ah, vale! –dijo distraídamente mientras pensaba “Que guapa está, seguro que se ha
vestido así para impresionarme” –sonrió ante la mirada de Teresa-. “Y lo ha conseguido”.
M_ Pues mira Luna, yo mejor le dejo a Vilches que para esto tiene muy buen ojo –le
contestó mientras dirigía sus ojos a Esther que en ese momento miró la carta “¡Cómo
M_ ¿Qué, qué?.
T_ Cierra la boca por favor... que como haya una mosca te la vas a comer.
L_ Bueno, yo creo que Vilches y Maca deberían decidir –apuntó Laura con una sonrisa.
M_ Vaya responsabilidad –sonrió de lado y notó como los ojos de Esther se clavaban en
ella provocando cierto sonrojo y nervios en el estómago.
L_ Venga llama al camarero cariño –le dijo Laura a Carlos, un tanto nerviosa como todos
por la tensión que se vivía entre ellas.
D_ Vamos Maca, la responsabilidad siempre te ha gustado, así que ahora no nos vengas
con cuentos.
C_ Eso, vamos que tú eres la vinícola –le dijo Cruz ante la sonrisa de todos excepto de
Esther que veía en los ojos de Luna cierto brillo que le molestaba.
E_ Es verdad, tú eres la entendida –dejó caer Esther ante el gesto inquieto de todos que
esperaban como si de un partido de tenis se tratase la contestación por parte de Maca.
Maca pidió el vino y comenzaron a traer los platos de comida, Luna le hablaba sin
parar y Maca sonreía sin apenas escuchar lo que decía porque sus ojos una y otra vez
iban a parar a una maravillosa Esther, que sonreía cuando veía a los demás hacerlo
acompañando, porque todos sus sentidos los tenía Maca atrapados. Después de su
comentario, no volvieron a cruzar palabra alguna, Teresa que estaba sentada justo en
medio de las dos, aunque Esther en la parte de enfrente, se sentía incomoda porque no
estaba acostumbrada a verlas así. Por esa razón, le estiró del brazo a una Maca que
hablaba del pequeño con Cruz, y Luna metía baza siempre y cuando podía.
M_ Dime Teresa.
T_ Bueno, te acabas de dar cuenta –bebió un sorbo del vino-. Oye que buen gusto tienes
hija para elegir el vino, exquisito. Como Esther.
M_ Eres muy mala Teresa –la miró intensamente manteniendo una sonrisa burlona en sus
labios.
T_ No aguanto más, que quieres que te diga, quiero que lo arregléis ya de una vez –
entonces Dávila fue al servicio y aprovecho para ponerse frente a una Esther que sonreía-.
Estás muy guapa Esther.
E_ Gracias Teresa.
T_ Espero que sea para quien tiene que ser –Héctor sonrió el comentario.
E_ Pregúntale a Luna.
Llegaron al final de la cena con un brindis por la nueva pareja, todos les desearon
suerte y le entregaron los regalos que Héctor y Vilches después de renegar lo suyo fueron
a los coches para llevárselos. El ambiente se había relajado, Esther y Maca, no habían
cruzado ni una sola palabra durante toda la cena, pero sus pensamientos, miradas y
deseos estaban correspondidos en sus ojos repletos de mensajes. Así decidieron salir y
marcharse todos juntos, mientras Teresa y Maca se marchaban al lavabo, Luna se quedó
allí sentada esperando a que Maca terminara para irse con ella, pero también estaba
Esther, allí sentada mirándola fijamente, desafiándola con la mirada. Sin embargo Luna no
se amilanó, y decidida se quedó a esperar a que Maca saliera. Esther al ver que no se
marchaba se dirigió hasta ella y se sentó a su lado, sonriente.
E_ ¿A quien esperas?
E_ ¡Ah!
Lu_ ¿Celosa?
Lu_ ¿Y tú que sabes? –quiso aparentar seguridad pero no la encontró ante la mirada de
Esther.
E_ Lo suficiente para saber que tan solo te ha utilizado de la misma manera que tú
utilizaste tu mentira para apartarnos. Pero lo siento, guapa, no lo has conseguido.
Lu_ ¿Ah no? –sonrió jactándose de ella-. Pues que yo sepa vas a divorciarte.
E_ ¿Tú que sabes realmente como están las cosas? –le sonrió marchándose pero cuando
ya había dado unos pasos volvió atrás y le dijo en el oído-. A partir de ahora aléjate de ella,
porque el centro de su mundo, somos nuestro hijo y yo.
Se marchó con una seguridad abrumadora dejando allí a una Luna repleta de
frustración.
Mientras, en la calle todos excepto Maca y Teresa que fueron al lavabo, decidían lo
que iban a hacer.
L_ Sí, no hace falta que vayamos todos con los coches, podemos repartirnos.
V_ De acuerdo Laura, ¿con quién voy? –se puso en jarras mirando a Carlos.
Ev_ Nosotros podemos irnos con Luna –le dijo Eva y Roberto mientras ella miraba
esperando la salida de Maca.
Lu_ ¿Conmigo?
H_ Eso y a mí me dejáis solo con las dos fieras –se quejó Héctor.
H_ Vale, así si hay que atenderlas por un ataque de celos, me sentiré más seguro.
Maca salió del lavabo y se encontró con Esther que la estaba esperando, al verla
suspiró con fuerza.
E_ ¿No vas a decirme nada? –se quedó tras ella preguntándole mientras la miraba a
través del espejo.
E_ Todos me han dicho que estaba muy guapa –se acercó sin tocarla pero quedándose un
milímetro de ella-. Todos menos tú.
M_ ¿Y debería decírtelo? –la miró con gesto de sorpresa elevando sus cejas.
M_ Creo que ... –se giró mirándola fijamente de abajo arriba, mientras Esther sonreía y la
señora del otro lavabo salía a lavarse las manos contemplando absorta la escena porque
estaban a tan solo un paso para besarse-. Creo que estás tú muy narcisista hoy.
E_ ¿Eso crees?
E_ Pues... si supiera que te has puesto tan mona para mí, quizá te diría algo.
M_ Espero que tú te hayas puesto tan mona para mí, ¿o quizás esperas a tu abogado?.
E_ Eso no se sabe nunca –cuando Maca fue a besarla Esther giró su cabeza hacia la
señora que estaba mirándolas completamente ofendida-. Señora se le van a arrugar los
dedos de tanta agua.
E_ Pero usted ahí mirando ¿eh? –le guiñó un ojo mientras Maca se mordía el labio
esperando que Esther terminara de reñir a la señora y la besara-. ¿Por donde íbamos?
E_ Bueno... tú tampoco has parado de tontear, así que, ahora somos libres ¿no?
E_ Tú también.
E_ Yo también, aunque sean las menos –clavó su puñal haciendo daño a una Maca que la
miró desconcertada.
Durante un instante corto, estuvieron mirándose a los ojos, allí veían lo mismo
aunque sus palabras quisieran reflejar lo contrario. Hasta que Maca, se separó de ella para
marcharse lentamente, cuando estaba en la puerta se detuvo y sin mirarla le dijo.
E_ Yo espero lo mismo –le dijo mirándola a través del espejo viendo que no se giraba para
hablarle.
Cuando salió Maca, su gesto decía mucho más de lo que sus palabras pudieron dar
a entender a Teresa de un nuevo enfrentamiento. Esperaron a Esther que sin embargo,
salía con una sonrisa en los labios que aún crespo los nervios de una Maca que seguía sin
entender nada de lo que pasaba con ella. Se metieron en el coche y durante el camino
Héctor y Dávila fueron hablando del hospital, en el asiento trasero, iban las tres en el más
parco de los silencios.
H_ Chicas tengo que hacer una paradita, ¿no les importa, verdad?
Allí se quedó Teresa en medio de las dos con gesto contenido, tras un rato en
silencio murmuró.
T_ Bonita noche...
E_ Pues sí.
Nuevo silencio.
M_ No lo sé.
E_ Vaya así te has dado por aludida –Teresa ponía gesto repleto de tensión.
M_ Mira Esther, me tienes harta con tu doble juego –separó un poco a Teresa para verla
bien.
E_ Estás toda la noche provocándome ¿crees que soy idiota? –le sonrió irónicamente.
T_ ¡Bueno ya está bien!, parecéis dos niñas pequeñas discutiendo por una tontería.
E_ Lo mismo digo.
Lo dijo de una manera que Teresa giró su cabeza hacia la derecha mirándola
fijamente y después lentamente la giró a la izquierda encontrándose con el gesto triste y
enfadado de Esther, después miró al frente y murmuró tras un suspiro.
Bajaron del coche y Maca se adelantó junto a Dávila y Héctor, por su parte, Esther
se puso al lado de Teresa.
T_ Esther.
E_ Ya sé que me he pasado.
Esther no le contestó, pero su mirada le dio a entender que ella también estaba
cansada de vivir así. Entraron juntos y una vez dentro se encontraron con Laura y Carlos
que les llevaron hasta la mesa para estar todos juntos, allí sentada estaba Cruz y Vilches a
todos les sorprendió porque estaba besándose y sonriendo, como dos jovencitos.
L_ Vamos tomar lo que queráis invita la casa –sonrió feliz de ver allí a todos contentos y
tranquilos.
V_ Vamos y lo descubrirás.
C_ Nada mi maridito que ha visto una cabina de esas para jugar a los dardos y quiere
ganar a Dávila, siempre están igual, son como niños.
Lu_ Ven –le hizo una señal para que acercara el oído y una vez lo hizo murmuró-. Me
llevará Maca, entre sus brazos.
Por su parte, Maca había ido a los lavabos, era cierto necesitaba refrescarse la cara
después de lo sucedido en el coche, al salir había visto a Eva que le había dicho donde
estaba la mesa para reunirse con los demás. Iba caminando distraída pensando en Esther
cuando de repente una mano la tomó por el brazo deteniéndola.
A_ ¿Maca?
M_ ¿Sí? –la miró entrecerrando sus ojos pues su cara le sonaba de algo pero no lograba
situarla en su mente.
T_ Sí, bueno, al menos delante de nosotros iba. Pero bueno... –murmuró atónita.
E_ ¿Qué pasa?
T_ Mira donde está Maca –le señaló con la cabeza la dirección y tanto ella como Cruz
volvieron sus cabezas en busca de la figura de Maca-. ¿Quién es esa?
Esther no contestó porque notó como todo cuanto había comido en la cena le subía
del estómago, sin pensarlo se levantó dirigiéndose directamente hasta donde estaba Maca.
C_ Pero se siguen queriendo igual ¿eh?, menuda miradita le echó Maca a Esther cuando
la vio entrar.
T_ Sí, sí, y Esther a Maca no ha parado de mirarla en toda la cena, pero el problema es el
orgullo que tienen las dos, aunque déjame decirte algo.
C_ Cuenta –se acercó hasta el lugar que ocupaba Esther para estar más cerca de Teresa.
T_ Yo creo que las dos se han metido en un juego que no sé yo si van a poder salir de él.
C_ Sí, te entiendo, Maca ha buscado la compañía de Luna en la cena para dar celos a
Esther.
C_ Vilches dice que les quedan dos telediarios, y yo creo que ni eso ya.
M_ ¿Esther? –la miró perpleja ante su aparición y su tono amoroso que también sorprendió
a su amiga.
E_ Hola soy Esther –le dijo a la chica mientras pasaba su mano por la cintura de una Maca
que no salía de su asombro.
E_ Soy su mujer –Maca cerró los ojos estupefacta mientras su amiga cruzaba su mirada
con ella porque no estaba enterada-. Oye cariño que vienes ya ¿o qué?
M_ Esther estoy hablando con una amiga ¿vale? –le clavó su mirada fijamente queriéndole
dar un toque de atención.
C_ Le está tocando el culo con un descaro que para que –murmuró Cruz antes de beber
de su copa.
Esther no apartó su mano por mucho que Maca la mirara, ni se inmutó ante sus ojos
penetrantes repletos de furia.
E_ Bueno no tardes mi reina, te echo de menos –le besó en los labios-, bueno ¿Patricia
me dijiste?
E_ Pues nada Ana, hasta otra. No tardes mi vida –cuando se iba le dio una palmada en el
culo ante la risa de Cruz y Teresa que miraban la escena, estupefactas-. Te espero.
M_ ¿Perdona? –al escuchar su voz, volvió la cabeza hacia ella pues su mirada estaba
clavada en la figura de Esther que iba desapareciendo entre el humo, las luces y la música.
M_ ¡Ah!
En la mesa se les había unido Héctor, que había dejado a Luna bailando sola, las
dos mujeres le habían contado lo sucedido entre las dos, y él reía divertido.
T_ ¿Tú crees?
T_ ¡Ay no me digas esas cosas Héctor!, ¡qué estamos hablando de Maca y Esther!
H_ Me voy con Vilches, creo que Dávila le está dando una buena paliza.
C_ Oye, dile de mi parte a Dávila que como le gane, esta noche dormirá en su casa,
¡cualquiera lo aguanta!
T_ Mira viene Maca –le dijo cuando Héctor se levantó y les dejó otra vez ver la panorámica
de la discoteca-. Menuda carita.
M_ Hola.
M_ Encontré a una compañera del instituto –dijo mientras se separaba un tanto nerviosa el
pelo de la cara.
C_ Nada Maca, no le hagas caso. Oye ¿y Esther? –Teresa la miró confundida pues habían
quedado no provocar más problemas.
T_ Mujer si es pronto aún. Mira, nosotras aquí nos lo estamos pasando muy bien, ¿verdad
Cruz? –la miró sonriente.
C_ Sí, es distraído –sonrió haciéndole una señal con las cejas hacia el otro lado.
M_ ¿De qué? –la miró entrecerrando los ojos con gesto ambiguo
M_ No te entiendo.
Los ojos de Maca buscaron algo hacia el lado que Cruz había señalado con su
cabeza, rápidamente la vio, no necesito agudizar su vista, la vio tan clara como la luna en
una noche despejada. Su gesto demostró a sus amigas lo que estaban sintiendo, un
profundo y agudo dolor en su corazón.
T_ Madre mía.
T_ Oye Maca, oye, oye, ¡pues no se me lleva la copa con lo bueno que estaba el mezclado
ese! –dijo enfadada.
T_ Vamos hija haz algo, pero déjanos tranquilas. Mira me podías traer otro mezcladito del
que me has traído antes.
T_ No lo sé, Maca es capaz de todo lo que no sé yo, es, si lo hace por celos y rabia o
porque verdaderamente esta loca por ella y lo va a dejar bien claro.
E_ ¿Lo sientes?, lo has hecho adrede –le reprochó luego se miró y se quejó-. Joder mi
vestido.
C_ Espera, mira, le está tratando de secar el liquido y se lo está esparciendo más –decía
muerta de risa Cruz.
T_ Mira la cara del abogado –dio una carcajada Teresa-. Espero que esto sirva para bien.
E_ ¡Déjalo ya Maca!
E_ No tardo.
M_ Oye Ricardo, escúchame una cosa –se sentó en el taburete donde antes estaba
Esther.
M_ Te lo voy a decir nada más que una vez, espero que seas lo suficientemente inteligente
como para entenderlo –se acercó a él lo necesario como para que la escuchara bien.
Ri_ Dime.
Mientras, tanto Cruz como Teresa habían seguido muy de cerca los movimientos de
Maca, incluso cuando Laura le había llevado la bebida a la mesa, la habían despachado
rápidamente.
T_ Pues no lo sé, pero conociendo a Maca, alguna barbaridad de esas suyas de cuando se
pone borde.
Lu_ ¿Habéis visto a Maca? -se sentó junto a ellas Luna con otra copa y un alto grado de
embriaguez.
Lu_ ¿Y?
T_ Se ha ido con Esther, mira vamos a hacer una cosa, te metemos en un taxi y que te
deje en tu casa.
Lu_ Tú quieres hacerme daño eres tan amiga de las dos que te mueres de ganas de que
vuelvan.
H_ Hola chicas.
C_ Mmmm Héctor –le habló Cruz después de beber-, dime que noticias traes.
Se quedaron sonriendo y comentando lo bien que estaba aquel lugar, poco a poco
iban llegando a la mesa los demás extenuados de bailar en la pista. Se acomodaron y
brindaron por Carlos y Laura.
T_ Oye chicos este lugar está pero que muy bien –les dijo sonriente una Teresa a la que la
bebida le había hecho subir los colores de su cara.
L_ Son una pasada, tiene un lavabo para minusválidos. que es todo un lujo, le costó una
pasta.
Cuando Maca llegó al lavabo se encontró con Esther bastante cabreada tratando de
limpiarse la enorme mancha que le había hecho. La miraba divertida y cuando los ojos de
Esther se encontraron con ella le transmitió un profundo malestar.
M_ Lo siento cariño, fue sin querer –le hablaba sonriendo mientras se acercaba a ella
lentamente.
M_ Déjame anda.
M_ Sabes que no, de todos modos no creo que vuelva a acercarse a ti –sonrió mientras le
miraba los labios con deseo.
M_ Yo no estaría tan segura –se volvió a contemplarla y ella se detuvo en seco justo
delante del amplio lavabo de minusválidos.
No le dio tiempo a terminar la frase, notó como el brazo de Maca la agarraba con
fuerza y le obligaba a entrar. Esther se iba alejando del cuerpo de su mujer que sonriente
se acercaba a ella elevando su deseo de manera feroz. La barandilla la obligó a detenerse,
acto seguido Maca dejaba con suavidad reposar su mano sobre su cadera izquierda,
mientras con la que le quedaba libre la metía bajo su falda tocando suavemente la pierna
de una Esther ya entregada a sus caricias y su cuerpo.
E_ Maca...
Silenció su voz el tacto mínimo de los labios sensuales de Maca con los suyos que
hambrientos y sedientos de ser devorados por ella buscaron el contacto más intenso, se
entregó a sus caricias lentas, acompasando su cuerpo a ellas para facilitar el camino que
tantas veces habían recorrido sus rincones más secretos, mientras Maca la besaba ella se
aferraba con sus manos a la barandilla que agradeció estuviera allí porque de lo contrario
hubiera caído, sus piernas temblaban ante la profundidad de las caricias de una Maca
entregada a llenarla de placer, enloquecida por su propio deseo. Se apartó lo justo con la
respiración jadeante, con la mirada entregada a ella cuando su mano llegó a la que era su
finalidad, aquella parte íntima de Esther que la trastornaba, aquella parte que provocaba
que los latidos de su corazón volaran como gaviotas sobre el mar, que su sangre se
alborotara como las olas en un día de tormenta, que pudiera sentirse a un paso de la
muerte sin miedo alguno. Mientras con su otra mano acariciaba lentamente sus pechos.
M_ ¿Estás segura? –acercó su cuerpo sobre ella, haciendo que saliera de su garganta un
gemido repleto de gozo.
E_ Sí.
M_ ¿No te arrepentirás?
E_ No... pero no pares... sigue... sigue –decía jadeando mientras sus brazos rodeaban
necesitados de tocarla el cuello de Maca y sus ojos se llenaban de ella.
Entretanto, Cruz, Eva, Teresa y Laura, habían decidido ir al lavabo, iban sonrientes
hablando de Esther y Maca.
T_ Oye pues es verdad que pasada de lavabo ya nos podían poner unos así a nosotras en
el Central –dijo Teresa al entrar.
Mientras, Esther seguía con su placer particular y Maca con su deleite de verla
gozar. Al oír la voz de Teresa, Maca no pudo evitar detenerse, mientras Esther le tomó la
mano haciéndole continuar.
M_ Joder.
E_ Sigue por dios –le susurró mordiéndose los labios para sellar su respiración jadeante.
T_ Sí, sí –dijo nerviosa ante el gesto que Laura fue a hacer para intentar abrir la puerta-.
Está muy bien.
T_ El lavabo –Esther se tuvo que abrazar fuertemente a Maca porque tanto placer le había
hecho flojear sus piernas, ella la abrazaba necesitándola con locura ahogando su grito de
éxtasis entre los pechos agitados de Maca-. ¿Nos vamos?
Ev_ Ya estoy –salió Eva sonriente que al verlas frente al lavabo les indicó sonriente-. Es un
lavabo más de minusválidos ya era hora que facilitaran las cosas.
Esther giró a Maca con fuerza ante su sorpresa pues estaba escuchando la
conversación de sus compañeras, la apoyó igualmente sobre la barandilla, el gesto de
deseo de la pediatra le demostró que se moría por recibir sus caricias, aunque fuera
siguieran hablando. Esther así lo entendió y pasó a la acción con ternura y pasión, buscó
sus labios que encontró humedecidos por el deseo, levantó la falda y acarició fuertemente
su muslo logrando que Maca se estremeciera y apretara sus manos sobre la barandilla en
la que tuvo que recostarse para soportar tanto deseo en su piel.
T_ No, se habrán marchado –dijo apresuradamente Teresa mientras frotaba sus manos
una contra otra-. ¿Nos vamos?
L_ Yo tampoco.
C_ Bueno vamos –se apresuró a decir Cruz entendiendo el gesto de Teresa hacia ella-.
Espero que Vilches haya ganado, por mi bien.
T_ Vamos que tiene delito en el lugar que estamos hablando –carraspeó pues se oyó otro
pequeño gemido- Venga, venga.
Mientras ellas hablaban fuera, dentro Maca no podía callar su orgasmo, Esther
había actuado con una precisión exquisita, conocía perfectamente la debilidad de Maca,
allí jadeantes y abrazadas habían decidido parar, no por no desear amarse de nuevo, más
bien, porque era un peligro seguir en aquel lavabo con todas fuera. Esther se separó
primero. Suspiró con fuerza y miró fijamente a una Maca que no escondía su satisfacción,
entonces la dejó allí sujeta aún a la barandilla pues sentía sus fuerzas flaquear. Esther con
una pequeña sonrisa marcada en sus labios de vencedora, se lavaba las manos. Maca una
vez recuperada se acercó por su espalda estrechándola con fuerza, pero nuevamente
Esther la rechazó, la miró a través del espejo y le dijo con voz distante.
E_ Lo siento pero Ricardo me espera –el gesto de Maca reflejado en el espejo fue de
consternación.
M_ No te está esperando –le dijo con rabia al ver que abría la puerta.
E_ Maca...
M_ Le dije que se marchara que no vuelva a interponerse entre tú y yo, pero por lo visto...
mejor me hubiera callado.
Esther sin decir nada, se marchó segura plenamente de lo que tanto había dudado
en los últimos días. Sonrió aunque sabía que después debería recomponer todo lo que en
ese momento había roto.
Por su parte Maca, se miró derrumbada y rendida en el espejo, sin saber porque
sintió acertadamente que aquella era quizás, la última vez que disfrutaba del amor.
T_ Eso espero.
M_ Sí.
Lu_ Maca cariño, me voy contigo –dijo con un pésimo estado Luna.
M_ Sí, será mejor que te lleve a casa –su tono triste mostró su dolor.
C_ Si, y para mí, me iría contigo muy a gusto pero Vilches debe estar clavando dardos
como si cosiera heridas –sonrió.
Subieron al coche y Teresa se subió de copiloto con Maca, mientras dejaban a Luna
recostada detrás. Al principio ninguna de las dos habló, pero Teresa se percató que Maca
estaba llorando.
T_ Cariño...
M_ Tranquila estoy bien... creo que... mejor que nunca –se limpió los ojos.
T_ Anda toma y no seas tonta –le dio un pañuelo-. Solo dime una cosa, y perdona mi
indiscreción. ¿Qué le dijiste al abogado?
T_ ¿De verdad? –se tapó la boca con una mano sin poder evitar soltar una gran carcajada.
M_ Un poco bruta ¿no? –suspiró con fuerza sonriendo en el mismo momento que sonó en
su bolso el móvil-. ¿Puedes contestar por favor? –se sonó la nariz.
T_ ¡Anda que voy hacer!, hablar –sonrió a Maca que había parado en un semáforo.
T_ Está conduciendo.
T_ ¿Para qué? –Maca frunció su frente y Teresa tapó el auricular-. Quiere que le llames o
te pones ahora...
M_ No, que te diga lo que quiere, díselo –le dijo con tono inflexible.
E_ Dile que no tarde a venir a casa tengo que hablar con ella.
T_ ¿Mi casa? –no salía de su sorpresa-. Jo que difícil me lo ponéis, dice que...
E_ La he oído perfectamente.
T_ Ha colgado –dijo mirando el teléfono con gesto incrédulo-. Oye estaba nerviosa, yo creo
que quiere solucionar las cosas.
Lu_ No sé porque te empeñas en seguir con ella -murmuró de repente Luna asustándolas
pues se habían olvidado completamente de ella.
T_ La que faltaba. Pues... Maca... hablando de eso -dijo un poco turbada-... en el lavabo...
Por poco os oyen las demás –Maca la miró y dio una carcajada.
T_ ¿Entonces... no pasó nada entre Esther y tú? –se giró Teresa mirándola fijamente.
Lu_ Nada, no pude convencerla, solo te llamaba a ti... solo decía lo mucho que te amaba...
como la odié por sentir aquel amor... –rompió a llorar.
M_ ¿Por qué me miras así?, ya te dije que no me importaba si había pasado o no.
T_ Maca cariño... no seas demasiado dura con Esther... sabes que te quiere... te adora.
Torpemente... pero te adora.
M_ ¿Dura?... hoy debí cruzarle la cara de una buena hostia... no se merece otra cosa... es
la única persona que sabe como hacerme daño sin miramiento alguno.
T_ Por eso te digo que es torpe y cuánto más tiempo tardéis en solucionar esto, peor.
Lu_ Begoña me propuso ayudarme para deshacernos de ella, pero no se puede luchar
contra el corazón y tú eres todo su corazón –Teresa miró desconcertada a una Maca que
M_ Luna mírame –la sujetó por los hombros incorporándola en el asiento trasero-. ¿Qué ha
hecho Begoña?
Lu_ Ella quiere el puesto de Esther... y ha sido ella quien provocaba todos sus fallos... te
juro Maca que yo no estaba de acuerdo... pero te quiero tanto...
M_ ¡La madre qué la parió! –exclamó con gesto serio soltando a Luna que cayó sobre el
asiento.
T_ Debemos decírselo –le dijo con expresión realmente preocupada Teresa-. Tenemos
que conseguir que no se vaya Maca.
Lu_ No me dejes...
Maca salió del coche y ayudada por Teresa sacaron a Luna, con no pocas
dificultades lograron llegar hasta su casa, la acostaron y cuando estuvieron seguras de que
dormía se marcharon, en el coche Teresa una vez se puso el cinturón rompió el silencio y
los pensamientos de Maca diciéndole:
T_ No te culpes cariño –le dijo con gesto de ternura-. Habían muchas cosas en vuestro
entorno. Mira, tú sabes que yo te aprecio, y mucho, pero a Esther la siento muy mía, ya
sabes –sonrió al recordar-. Debiste verla cuando empezó a trabajar con la cara de susto
que llegó... es una persona maravillosa a la que con el tiempo y mucha pero mucha
paciencia he llegado a entender. Por eso, yo sólo puedo desearle lo mejor y aunque me
disgusté mucho cuando me dijo lo vuestro, soy consciente de que solo contigo es feliz, de
que lo mejor para ella eres tú. ¿Qué habéis cometido errores?, por supuesto... ¿qué
matrimonio no tiene problemas?... pero Maca, el amor verdadero está por encima de
muchas cosas, abrir vuestro corazón con sinceridad, dale la oportunidad que sé está
buscando, esta noche se ha vestido así para ti –la miró y percibió que Maca le estaba
prestando toda su atención y por su gesto, estaba influyendo en ella-. Te quiere y eso
T_ ¿Pero qué? –volvió a sonar el móvil y las dos cruzaron una mirada por parte de Maca
repleta de tristeza y dudas-. ¿Contesto?
M_ ¿Qué quieres? –quiso que su tono fuera serio pero al oír su voz repleta de ternura le
salió una pregunta preocupada.
E_ Te estoy esperando.
M_ Ya te he dicho que no voy a ir a casa –Teresa movió su cabeza de un lado a otro con
negación.
M_ No, sólo quiero que si lo que tiene que decirme es lo que deseo, que esta noche piense
bien lo que quiere hacer... no estoy dispuesta a sufrir más ni a soportar más este dolor que
siento.
Entre tanto en casa, Esther que había preparado todo para una romántica
reconciliación, se sintió torpe, se había sentado en el sofá pensando en lo ocurrido durante
toda la noche, en la cena había notado las miradas de Maca, ella misma había sido
incapaz de resistirse a sus encantos, que guapa estaba pensó, y era suya, y estaba a
punto de cometer el peor de los errores. Perderla. Su actitud cuando vio al abogado que
previamente había recibido un mensaje suyo para que acudiera y la ayudara, fue de total
entrega a ella, ¿qué más podía esperar?, ¿qué más podía pedir?. Sin embargo la tristeza
le embargaba, en el lavabo había sido demasiado injusta, no debió despedirse de aquella
forma, ni herirla como lo hizo, en ese momento sola en el sofá con la casa repleta de velas
y flores, se arrepentía. Pero no quería perder la esperanza, le quedaba mañana, si, y
mañana llegaría en nada, en unas horas estaría con Maca, hablando y pidiéndole perdón,
entregándole el anillo que aún guardaba, entregándole para siempre su amor. Miró la hora
eran las cuatro y media de la mañana, hacia algo más de una hora que Maca le había
colgado el teléfono con un hasta mañana, debía comerse las uñas y atarse las manos bajo
Por su parte, Maca no podía dormir, finalmente se había ido a casa de Encarna,
como tenía llaves le dijo a su suegra que no se preocupara que ella llegaría y se acostaría,
besó a su hijo mirándolo tranquila al verlo dormir, se marchó a la habitación que había
pertenecido a Esther y en la que habían desatado sus incontrolados deseos siendo
interrumpidas por Encarna, sonrió al recordarlo, y con un fuerte suspiro se puso de lado en
la cama, trató de buscar en las sabanas el olor a Esther, aunque no le hacía falta porque
con tan solo cerrar sus ojos podía notar hasta su presencia, el olor de su pelo, la suavidad
de su piel. Volvió a darse la vuelta, no podía dormir las palabras de Teresa habían entrado
en su alma de manera directa y le estaban haciendo pasar una odisea de sentimientos y
emociones por la persona que más había amado, la extrañaba en aquella cama donde
imaginó en otro tiempo, había pensado en ella como tantas veces entre sonrisas le confesó
y pudo escuchar nítidamente su voz y su gesto feliz.
E_ Yo no sabía que me pasaba contigo, solo sabía que algo extraño estaba despertando
en mí, y no podía dormir, entonces daba vueltas y vueltas en mi cama –sonrió pasando su
mano por la sábana-, y cuando me besaste en el cuello, me pase toda la noche con los
ojos abiertos de par en par, sintiendo la misma sensación que me atormentaba, hasta que
dije. Me encanta esa mujer.
E_ Dulces sueños...
La noche fue intensa para las dos, cada una pensando en la otra y cuando por fin el
cielo cobró el color rojo del amanecer, Esther se levantó, no podía soportar el lado vacío de
Maca, su ausencia era puro tormento arregló toda la casa, no quería que al regresar Maca
viera las velas consumidas, sonreía y daba por buena aquella perdida en cera. A lo largo
de la mañana llegaría y podría decirle lo que tanto ansiaba.
Esther miraba el teléfono móvil... eran las diez de la mañana y Maca no había dado
señales, se mordía las uñas con nerviosismo, había limpiado la casa de arriba a bajo, y
había hecho una lavadora, había tendido y estaba sentada en el sofá esperando la entrada
por la puerta del amor de su vida, pero aún no había llegado.
E_ Maca... espero que me escuches –susurró su pensamiento que más que eso, era un
ruego. Tomó el móvil entre sus manos temblorosas por los nervios y cuando fue a marcar
se detuvo-. Será mejor que no la llame, no quiero agobiarla...
El día pasó lentamente, el turno de ambas no era hasta la noche, y parecía que
sería en el hospital donde tendrían la charla tan deseada. Esther se marchó un poco antes
de la hora, con el anillo en la caja preparado para entregárselo, sabía que le gustaría y se
sentía feliz. Al entrar por la puerta se dirigió rápidamente a Teresa que se estaba poniendo
la bata, al girarse y verla sonrió.
E_ Tengo cosas que hacer... ¿ha venido Maca? –la miró intensamente con los ojos
nerviosos.
C_ Pero eso está muy bien, ¿no? –sonrió ante la noticia mientras firmaba.
T_ Sí, sí, pero yo no he pegado ojo en toda la noche, Maca ayer estaba un poco reticente a
la hora de perdonar a Esther.
T_ Dios te oiga Cruz. Oye me ha dicho Javier que hay un chico con una herida en el
hombro y en un costado, parece que ha sido una reyerta y estamos esperando la policía.
Eran las diez menos cuarto de la noche cuando Esther terminó de poner en la
taquilla de Maca, la caja con el anillo y una nota donde ponía “No puedo seguir mi vida sin
ti, perdóname. Te quiero”. Era la segunda vez que preparaba la misma sorpresa. Al cerrar
la puerta de la taquilla sonrió al ver la bata de Maca colgada allí, la rozó con la palma de la
mano y tras un suspiro se marchó.
T_ Maca aún no ha llegado –la miró con actitud un tanto nerviosa mientras por encima de
su hombro esperaba encontrar la figura de su hija entrando por la puerta.
R_ Sí.
T_ Pues... ahora mismo no sé... ¡ah mírala!. ¡Esther! –la llamó agitando la mano al viento.
T_ No aún no, pero Rosario quiere hablar contigo –Esther la miró asombrada-. Anda ves
ya me ocupo yo de avisar a alguien para que te sustituya.
E_ Vale –murmuró sin entender muy bien que hacía allí y por que la buscaba a ella-.
Vamos.
Se perdieron por el pasillo hacia el cuarto de enfermeras para poder estar solas sin
nadie que les molestara. Una vez dentro, Esther esperó a que su suegra tomara asiento y
luego lo hizo ella, no podía evitar mostrarse nerviosa, no podía esconder la duda reflejada
en su rostro de la presencia de Rosario allí. Decidió pensando que Maca no debía tardar
ser directa y saber que pasaba sin dilatar más el momento, aunque pudo imaginarse que
volvería a pedirle que se separara, aquel pensamiento le hizo mostrarse distante con ella
cuando le habló.
R_ Verás... sé que tú y yo desde siempre nos hemos mostrado un poco distantes y hemos
tenido algún que otro enfrentamiento –Esther asintió sin ocultar su extrañeza ante aquellas
palabras y sobre todo el tono conciliador de Rosario-. Vengo a rogarte que no te separes
de mi hija, que por favor lo pienses bien –posó su mano sobre la de una Esther que abrió
sus ojos de manera que parecían iban a salirse de las orbitas, se incorporó un tanto en el
sofá porque la sorpresa fue impactante para ella-. Ayer hablé con Maca, ya sabes que ella
me oculta siempre lo que le pasa, es muy suya, pero aunque no quiera comentarlo sé que
está muy mal por vuestra separación.
E_ La verdad que lo último que esperaba de usted era esto –fue franca mirándola fijamente
a los ojos.
R_ Lo sé, pero no quiero que mi hija pierda a quien le ha dado la mayor felicidad en su
vida. Tú.
E_ Yo... la verdad que no sé que decir –seguía impactada por aquel ruego firme que le
estaba haciendo su suegra mientras le apretaba la mano en señal de acercamiento.
R_ Pues es muy fácil Esther, dime que no te vas a separar de ella, dime que vas a
continuar a su lado, dímelo por favor –Esther la miró fijamente y ante su mirada Rosario le
rogó cerrando los ojos-. Por favor.
E_ ¿Aún no ha venido?
T_ No, Esther, aún no. Mira me estás tú poniendo mas nerviosa que yo que sé, hija,
tranquilízate –le dijo con la tensión reflejada en su rostro.
E_ Que cotilla eres... –dio una carcajada-. Que tranquilo está todo, ¿no?
T_ Pues sí, ya sabes juega España en el Mundial creo que es, y cuando hay fútbol nadie
se pone enfermo.
E_ Es verdad –sonrió.
T_ Mira, quien me tiene un poco mosca es el tío ese que esta en la puerta.
T_ Uno alto, muy alto, lleva ahí como una hora no para de mirar hacia dentro...
E_ Que no se te olvide avisarme, antes miré las guardias y le toca esta noche, no sé
porque tarda tanto... por favor Teresa en el momento la veas, me llamas.
Diez minutos después, hacia su aparición Maca, llevaba como era costumbre unos
vaqueros y una camiseta de tirantes bajo la cazadora de cuero, que Teresa pensó había
elegido a propósito para marear más a Esther.
T_ Tranquilo.
T_ Anda que... sois iguales. Esther lleva desde que ha entrado preguntado por ti, y tú
ahora me vas a preguntar donde está Esther.
M_ Pues... ¿oye y tú estás segura que no lees el futuro?, porque vamos... –la miraba
fijamente.
M_ Entonces ya ha venido...
T_ Lleva mas de tres cuartos de hora martirizándome –Maca sonrió más abiertamente
sintiéndose feliz-. Por cierto te has puesto tú muy provocadora ¿no?
M_ ¡Qué va, eso son imaginaciones tuyas! –le guiñó el ojo-. Bueno... a ver... ¿sabes dónde
está?
T_ ¿Quieres?
M_ No te voy a decir nada Teresa –se cruzó de brazos mientras dejaba el bolso sobre el
mostrador con actitud serena.
T_ Vale, vale. ¡Ah una cosa guapa!, quien ha venido ha sido tu madre
T_ Sí, tu madre.
M_ ¿Ah no? –elevó una ceja desafiando un tanto el tono burlón de Teresa.
T_ No.
T_ No te voy a decir más Maca –le devolvió la jugada mientras Maca la miraba divertida
entrecerrando los ojos. Marcó la extensión para avisar a Esther.
Ev_ ¡Maca!, rápido varón de once años, presenta un cuadro de fiebre, vómitos y dolor
abdominal –le decía Eva mientras entraban con la camilla.
M_ Está bien Eva, ¡Teresa!, guárdame el bolso ya vengo. ¡Y avisa a Esther la quiero en el
box dentro de dos minutos!, ¡díselo!
T_ Dos minutos –murmuró bajito-. En treinta segundos la tienes ahí. Esther ves al box
Maca te necesita, si, ya ha venido si te digo que te necesita es porque habrá venido ¿no?
T_ ¿A ti?, mira bonita, a ti mejor que no te llame porque cuando lo haga vas a caer de
culo. Ale, ves a trabajar.
En el box llegó a toda prisa una agitada Esther, que cuando vio a Maca se quedó
casi sin aliento, estaba tan guapa, tan maravillosa mientras reconocía al niño que no
paraba de quejarse, con ese gesto suyo tan concentrada, Esther sintió como su piel se
erizaba.
M_ Hola –le contestó sin apartar la vista del abdomen del niño.
E_ ¿Qué tenemos?
E_ ¡Ah! -murmuró sin saber que decir, su pensamiento le habló “tengo que conseguirlo, la
amo demasiado y sus ojos me dicen que me va a escuchar”.
M_ ¡Esther!, ¡Esther! –la llamó repetidas veces mientras trataba de no sonreír pues podía
leer en sus ojos lo que estaba pensando.
M_ Quiero que le hagan todas las pruebas y que por favor preparen un quirófano habrá
que operar.
E_ Sí, está en el cuarto, que hay fútbol y no tenemos casi trabajo que lo haga ella.
M_ Ya, que mandona estás tú ¿no? –Esther agachó la mirada sonriendo-. Pues voy a
hablar con ella. ¡Venga muévete!
E_ Si –murmuró sin moverse del sitio-. Oye Maca –Maca se volvió-. ¿Tendrás un momento
para hablar?
M_ Si la noche es tan tranquila como aparenta sí. Venga llama a un celador. Oye Santiago,
te estás portando muy bien, ahora te van a hacer unas pruebas y te vamos a quitar en
seguida el dolor, ¿vale cariño? –miró a Esther que seguía allí mirándola fijamente-. ¿Te
pasa algo?
Maca iba por el pasillo del hospital sonriente, no podía evitar sentir los latidos de su
corazón, la Esther del box por un momento le recordó a la Esther que un día se presentó
ante ella toda nerviosa para decirle que quería repetir aquel beso, aquella noche estaba
tan nerviosa como antaño, se mostraba completamente entregada a ella y sus ojos
hablaban lo que su boca callaba. Al llegar al cuarto de médicos se encontró con Cruz y
Vilches.
M_ Hola pareja.
C_ ¿Qué tal? –le sonrió al verla sin poder recordar aquel suspiro del baño.
M_ Muy bien Cruz, mira acaba de entrar un niño con apendicitis, ¿lo operas tú o lo hago
yo?
M_ ¿No te importa?
C_ Para nada.
M_ Le están haciendo las pruebas, Esther ya sabe que tienen que preparar un quirófano,
el ataque es evidente.
M_ Gracias –cuando se quedó sola con Vilches decidió hablar con él sobre Begoña-.
¿Vilches tienes un momento?
M_ No.
V_ Dispara, ¡pero rápido! –se quitó los auriculares y la miraba fijamente con su gesto serio.
M_ Se trata de Begoña, anoche Luna nos confesó a Teresa y a mí, que todos los fallos que
hemos estado recriminando a Esther los ha provocado ella.
V_ Ya.
V_ Héctor y yo la estamos vigilando, hay cosas que a Esther se le pueden pasar, y más
con la rachita que lleváis que por cierto, a ver si os arregláis de una puta vez, que tenéis
todas las mujeres de este hospital revueltas.
V_ Pues que suponíamos que algo así pasaba, solo necesitamos una prueba antes que
Esther pueda pedir el traslado.
V_ Muy graciosa.
No había ido a su taquilla porque no le había dado tiempo, así que se puso la misma
bata que el día anterior, y fue a ver al pequeño para hablar con los padres. Después se
dirigió hasta el muelle para pedirle unas historias a Teresa.
M_ Sí.
M_ Nada.
T_ ¿Aún no te ha dicho nada? –puso su mano derecha sobre la mandíbula con expresión
incrédula.
T_ Mira hija, no sé tú pero yo, como sigáis así voy a tener que pedirme la baja por
insomnio.
Mientras, en la sala no habían más que dos familiares que salieron a pasear, la
noche estaba siendo muy tranquila, el guardia jurado, había decidido pararse un momento
en la puerta para respirar un poco de aire. Así que tan solo estaban Teresa y Maca
hablando distendidamente. No estuvieron solas mucho tiempo porque llegó Esther.
M_ Ahora no.
E_ Por favor –Teresa puso gesto negativo a Maca-, es que voy a subir a quirófano y antes
quiero hablar contigo.
M_ Está bien, ¿tú dirás? –apoyó el codo en el mostrador mirándola con gesto serio, muy
serio.
T_ Oye guapa, después de todo lo que llevo pasado, bien merezco saber que hay de
nuevo, ¿no? –se quejó amargamente y las dos trataron de no sonreír aunque no lo
lograron.
En ese momento oyeron un golpe detrás de ellas y un agudo quejido, no les dio
tiempo a nada más, Esther notó como una mano la apartaba brutalmente haciéndola caer
al suelo, oyó el grito de Teresa, y cuando pudo girarse, vio como el hombre que había
levantado las sospechas de Teresa tenía a Maca cogida por el cuello con su antebrazo,
mientras con la otra mano empuñando un gran cuchillo lo apoyaba sobre su piel con gesto
repleto de furia. El guardia jurado yacía en el suelo con un golpe en la cabeza y un charco
de sangre a su alrededor, otro hombre con una pistola estaba apuntando directamente a
Esther y otro había cerrado la puerta y esperaba con actitud nerviosa y una pistola en la
mano.
T_ Si... si –dijo nerviosa pues el gesto de dolor de Maca denotaba que no iba con tonterías.
As1_ Quiero que traigan a mi hermano, llevan ya un buen rato dentro y quiero que lo
saquen para llevármelo. Su nombre es Enrique. ¡Rápido!. También quiero que llames al
director y que solo él se persone aquí, si alguien más sale, no lo cuenta –señaló con las
cejas a Maca que trataba de mitigar la opresión del brazo en su garganta.
As1_ ¡Tú!, levántate y ponte al lado de la vieja –le ordenó a Esther que seguía impasible
bloqueada por el temor a que algo le sucediera a Maca.
As1_ Cállate y ponte detrás ni se te ocurra hacer ninguna tontería, ¿vale? –la miraba con
los ojos rojos de furia.
Vilches que se había percatado del tono de Teresa, pensó que algo grave había
ocurrido y no tardó en personarse tal y como ella le avisó, solo. Al salir y ver el panorama
que había, se quedó blanco. No entendía nada pero por el gesto de Maca, sabía que era lo
suficientemente serio como para terminar en una tragedia.
As1_ Eres muy lista. No quiero ninguna jugada, o me la cargo –apretó un poco más el
cuello de Maca que se quejó ante los nervios de Esther.
V_ Está bien. Déjame que avise a un médico que lo traiga hasta aquí. Héctor, por favor
trae al chico de la cortina cinco. Quiero que lo traigas tú solo.
V_ Sé como está, vamos haz lo que te ordeno y dile a Carlos y a Javier, que controlen que
nadie pase hasta aquí, por favor –le dijo con voz dura-. Ya lo traen.
V_ Oye estate tranquilo ¿vale? –Vilches no pudo evitar ponerse nervioso al ver el gesto de
dolor de Maca y la sangre caer por su cuello hasta la bata blanca-. Nadie ha llamado a la
policía, ¿vale?
E_ Por favor déjame que les cure están sangrando –dio un paso Esther hacia delante pero
Vilches la tomó por el brazo porque el otro asaltante le había apuntado directamente con la
pistola.
As1_ No te muevas hija de puta. ¡Y dónde está el cabrón que trae a mi hermano!
V_ Tranquilo, tiene que traerlo en silla de ruedas, no puede andar... no creo que sea buena
idea que te lo lleves.
V_ Oye ¿por qué no dejas que Esther le dé una gasa a Maca, está sangrando?
As1_ ¡Cállate! –le recriminó adelantándose nervioso y arrastrando a Maca que se quejó sin
poderlo evitar-. Roberto, ¿se han ido?
D_ ¿Pero qué significa esto? –apareció Dávila con gesto impresionado al ver en la bata de
Maca sangre-. Pero...
As1_ ¡Te dije qué no llamaras a nadie! –le gritó enfurecido mientras arrastraba a Maca
hacia detrás ante el grito de las dos mujeres y el gesto preocupado de los dos médicos.
As2_ Oye la pasma se ha largao –le dijo más tranquilo sin dejar de apuntar a los cuatro.
As3_ ¿Qué hago con este? –le preguntó mientras levantaba de la solapa de la chaqueta a
un conmocionado guardia jurado.
As1_ Déjalo –seguía presionando a Maca que le costaba respirar-. ¡Dónde está el jodido
médico!
D_ Escúchame, no sé muy bien que pretendes, pero deja que Esther le dé un vistazo al
guardia jurado y tapone su herida, y al cuello de Maca. No quiero que hagas daño a mi
As1_ A ésta no hace falta que la mire. Y a ése, tampoco. Solo duerme profundamente.
As1_ No –insistió-. Además si tratáis de hacer algo te juro que me la cargo, no tengo
ningún problema en cargármela, ¿entendido viejo?
V_ ¡Joder te dije que salieras solo! –le gritó nervioso Vilches ante el gesto del que parecía
el jefe.
As2_ Vamos al suelo, ¡echaros al suelo vosotros dos me cago en la puta! –ellos hicieron
caso mientras le apuntaba con la pistola.
Ca_ Pero...
As2_ ¿Dónde crees que vas viejo? –le golpeó echándolo sobre Vilches.
As1_ ¡Ya está bien estaros quietos me cago en vuestras vidas, coño!
As1_ Esto no es nada para lo que te voy a hacer si alguno de tus amiguitos mueve un solo
pie.
M_ Por favor, por favor –le murmuró aterrada por que notaba como se asfixiaba
E_ ¡Suéltala cabrón ya tienes a tu hermano! –le gritó fuera de sí Esther que acertadamente
fue retenida por Teresa.
D_ ¿Si?, hola comisario, no, no, todo bien... no... no pasa nada... no hay ningún problema
en este hospital. Pues quien le ha llamado está equivocado. De acuerdo.
As1_ Dile que si se acerca por aquí ésta no lo cuenta, y soy capaz de ir matando uno a
uno a tus trabajadores.
D_ Creo que será mejor que no se presente ninguna patrulla, me dice que si... de acuerdo.
Quiere hablar contigo.
As1_ No tengo nada que decirle, ahora nos vamos a marchar, tenemos el coche en la
puerta y esta señorita se va a venir con nosotros.
E_ ¡No! –ahogó un grito Esther mientras Teresa la abrazaba con los ojos repletos de terror.
As1_ Que si se acerca a nosotros, si nos persigue, le meto una bala por la boca.
D_ Creo que lo ha oído, por favor, tiene de rehén a la Doctora Fernández, se lo ruego
Comisario, no haga ninguna maniobra. Dice que... habrá trato siempre y cuando dejes a la
Doctora aquí.
Co_ Será cabrón el médico este, yo no he dicho eso –trató de alzar la voz el Comisario en
el auricular-. No juegues con él Dávila, es uno de los atracadores más peligrosos que hay
en este país.
D_ De acuerdo –murmuró Dávila derrotado-. Se hará lo que queráis. Van a dejaros salir
sin problema, dice que hay dos coches de policía, pero ninguno os seguirá.
As1_ Muy bien, dale el teléfono a mi compañero, no vaya a ser que cuando salgamos le
digas lo contrario, porque te lo advierto si aprecias a tu doctora, más te vale que lo
convenzas. ¡Vamos! –les dijo a sus hombres.
E_ Espera, espera –salió Esther del mostrador dirigiéndose a ellos ante la mirada aterrada
de todos-. Yo te ayudo a levantarlo, no puedes presionarle el pecho o de lo contrario sufrirá
una hemorragia –dijo con rapidez pues el otro hombre se dirigía a ella con el brazo en alto.
As3_ ¡Apártate! –le dijo a Esther una vez les había ayudado a levantar al herido, que le
hizo caso y miró a Maca-. Vamos Enrique, ya estás a salvo.
As1_ Vete con todos ellos, no quiero que nadie se mueva o la mato –le habló a Esther con
tono ácido mientras el otro se llevaba al herido-. Nada de chulerías ¿eh?
V_ Oye –le llamó Vilches con el gesto adusto-. Si le haces algo te juro que no hará falta
que el Comisario te encuentre. Más te vale que no le pase nada.
As1_ ¡Qué miedo me das! –dio una nueva carcajada mientras el otro asaltante le cubría
por detrás apuntándolos con la pistola.
Antes de salir por la puerta, Maca echó una última mirada hacia Esther y murmuró
con el pánico reflejado en su rostro.
M_ Adiós Esther.
Cuando oyeron las ruedas chirriar en la huída, Esther salió como loca a la calle,
Carlos y Héctor se levantaron del suelo de un salto con nerviosismo, mientras Teresa tenía
que apoyarse sobre el mostrador porque un mareo le sobrevino y no pudo reprimir las
lagrimas.
V_ Hijos de puta, ¿qué te ha dicho el Comisario? –lo miró atacado por los nervios.
D_ Que son muy peligrosos –se le notaba afligido y temeroso por Maca-. Son capaces de
todo Vilches.
D_ Tengo que contactar con el Comisario, no puede seguirles, antes de que sea
demasiado tarde.
Ca_ Esther ven aquí, vamos cariño todo irá bien. Teresa trae agua.
La_ ¿Pero qué ha pasado? –apareció nerviosa Laura que al ver el estado de su
compañera la llamó un tanto desconcertada-. ¡Esther!.
D_ Vilches tranquilo ¡vale!, Esther por favor trata de estar tranquila –trató de poner un poco
de calma.
T_ ¿Dónde vas hija? –le habló con ternura Teresa mirándola apenada.
Entonces sonó el teléfono y Dávila contestó con rapidez ante la mirada atenta de
todos que lo rodearon incluida Esther ansiosa por saber.
D_ Mire Comisario, me da igual lo que sean o dejen de ser, pero llevan a una médico mía,
y ante todo esta su seguridad, ¡me da lo mismo!, mire, si le pasa algo a la Doctora
Fernández, le aseguro que lo denunciaré.
E_ ¿Qué ha dicho?, ¿no les seguirán verdad?, ¿cómo vamos a saber dónde la van a
dejar?, ¿dónde la van a dejar en la carretera, en algún sitio?, ¡dime! –su pecho mantenía
un ritmo alterado que cada vez iba en aumento, sus nervios se estaban desbaratando tan
rápido como rápido se había marchado Maca.
E_ ¿Estás seguro?, ¿no me estás mintiendo? –lo miraba con la expresión del pánico
marcado en su rostro.
E_ No te creo Dávila, si fuera así no le habrías dicho al Comisario nada de lo que le has
dicho. Si le pasa algo a Maca, me muero...
Teresa la abrazó sin poder ocultar sus lagrimas, todos estaban consternados, más
aún cuando Dávila les hizo un gesto de preocupación que todos entendieron.
Había pasado tan solo media hora, en rotonda aguardaban juntos noticias, pero el
teléfono no sonaba, Cruz se había incorporado y ya todo el hospital sabía lo que había
sucedido. La tensión era patente, sin embargo cada vez uno trataba de consolar y
acompañar a una Esther que parecía ajena a todo cuanto ocurría a su alrededor, desolada
pero sin soltar ni una sola lagrima se sentó en una silla. La noche en cuestión de urgencias
era bastante tranquila y decidieron estar juntos para poder tranquilizarse unos a otros.
En aquel momento hizo acto de presencia el Comisario con dos policías, al verlo, se
precipitaron hasta él, la primera en hacerlo fue Esther quien aterrada le preguntó con voz
rasgada por el dolor:
E_ ¿Qué sabe?, ¿han dejado a Maca?, ¿dónde está, han ido a buscarla?
Co_ No sabemos más, pero les están esperando en la carretera para cortarles el paso,
creemos saber hacia donde se dirigen...
E_ ¡Qué! –lo miró impávida-. ¡La mataran, dijo que la mataría! –exclamó fuera de sí.
V_ Comisario... creo que le hemos dejado bien claro que ante todo está la seguridad de la
Doctora Fernández.
Co_ Ustedes lo ven como algo personal, pero nosotros debemos trabajar, son una de las
mafias más violentas que tenemos en la ciudad –Esther cerró los ojos abatida por el miedo
mientras Cruz la cogía por la cintura con gesto consternado-. No podemos flaquear,
trataremos de hacerlo de manera que la Doctora no corra peligro.
E_ ¿Y cómo lo van a hacer?, ¿eh?, en cuanto el desgraciado ese los vea, ¡la matara! –la
voz se le quebró.
C_ Vamos Esther por favor, ven siéntate necesitas tranquilizarte –le dijo Cruz acompañada
por Laura.
T_ Esther cariño, mira... ten Fe todo va a salir bien –trató de animarla Teresa, aunque tenía
un nudo en la garganta que no le dejó continuar.
C_ Bueno... sería una herida superficial –le acarició el pelo ante el gesto triste que cruzó
con Teresa.
C_ Esther... mira estoy segura que nada va a pasar... y cuando luego vuelva Maca, podréis
solucionar todo lo vuestro.
E_ No Héctor gracias.
H_ Todo va a salir bien, ya verás –le sonrió aunque no pudo evitar la tristeza en su rostro.
V_ ¿Comisario, puede por favor decirnos en que consiste su plan? –lo miró puesto en
jarras.
V_ No, no puedo confiar en usted, desde el momento en que le dicen que no se meta y lo
primero que hace es ir tras ellos.
Co_ Mire, usted como médico debe ser una maravilla y quizá hará cosas que yo no
entienda, pero esto me lo deja en mis manos. A esta gentuza quiero echarles el guante.
V_ ¿Y por qué no lo ha echó antes?, ¿por qué tiene que ser precisamente ahora?
D_ Vilches por favor... –le interrumpió porque estaba subiendo el tono de su voz y el
Comisario se estaba molestando-. Mire... estamos todos muy nerviosos, hemos vivido una
situación muy complicada y una de nuestras compañeras está en manos de esa gentuza
que usted dice –trató de disculpar a Vilches por su trato-. Le pido por favor que nos
comprenda.
Co_ Quiere hacer el favor de callarse –le riñó con cara tensa.
Co_ ¿Por dónde van?... ¡ahora!, ¡ahora!..-exclamó nervioso con las venas de su garganta
a punto de explotar.
Todos miraron atónitos esperando que es lo que había sucedido... todos excepto
Esther que tenía los ojos cerrados y en su interior rezaba intensamente para que nada le
sucediera a Maca.
V_ ¿Qué pasa? –le preguntó angustiado Vilches pero el Comisario le hizo un gesto para
que se callara mientras escuchaba atento las indicaciones que le transmitían y su gesto
cada vez iba tornándose más adusto.
Co_ Tengo que marcharme al parecer los cabrones han pretendido pasar por encima de
mis hombres –habló con rabia golpeando el mostrador.
E_ ¿Y Maca?, ¿dónde está Maca? –le hablaba desesperada mientras le estiraba la manga
de la chaqueta reteniéndolo.
Co_ Lo siento, el coche ha salido despedido y ha caído por un terraplén, hasta que no
lleguen los bomberos no podemos saber más. Les tengo que dejar.
E_ No puede ser –murmuró atónita mientras el resto de sus compañeros exhibían idénticos
rostros de dolor e incredulidad.
V_ Hijo de puta dijo que estaba todo controlado –le espetó Vilches.
Co_ A veces,... las cosas no siguen el guión establecido –le habló con tono tranquilo
aunque su gesto era de enfado.
V_ Ya puede rogar que a nuestra compañera no le haya pasado nada o quien va a tener
un guión fuera de lo establecido va a ser usted.
R_ De acuerdo.
V_ Ya voy yo Dávila, será mejor que tú te quedes aquí y tengáis todo preparado.
E_ ¡Voy yo, voy yo! –exclamó fuera de sí Esther yendo hacia ellos.
C_ Esther, Esther, es mejor que te quedes aquí ¿eh? –entre ella y Laura trataron de
sujetarla.
E_ No, no te das cuenta que es Maca... tengo que ir con ella –le gritó tratando de soltarse.
L_ ¡Esther! –alzó su voz haciéndola reaccionar-. Es mejor que dejes que vayan ellos, estoy
segura que no le habrá pasado nada.
E_ Maca... Maca mi amor –repetía una y otra vez abrazada a Cruz, mientras veía como los
tres se perdían camino de la ambulancia.
La primera ambulancia que llegó fue la del Central, rápidamente bajaron Vilches,
Eva y Roberto, con el gesto de angustia marcado en sus rostros, llegaron hasta quien
parecía estaba al mando en el lugar y los llevó hasta el terraplén que a juzgar por su altura
Maca no podía haber salido ilesa.
La expresión de los tres fue de auténtico estupor, Eva no pudo evitar que los ojos se
le llenaran de lágrimas mientras Roberto se pasaba las manos en actitud nerviosa por la
cabeza, y Vilches se quedaba inmóvil sin poder reaccionar. Ninguno cruzó entre ellos
palabra, sólo pensaban en Maca, y sobre todo en como decirle a Esther.
El bombero gritaba desesperado ante un cuerpo que yacía de lado, estaba repleto
de sangre, y con la poca luz que había sólo pudo ver que llevaba varios cortes en la
cabeza, y tenía el pulso muy débil.
V_ ¡Vamos! –les indicó con la esperanza de que fuera ella Vilches a Roberto y Eva que se
dejaron caer por el terraplén en busca de calmar su ansiedad-. ¡Soy el médico!
V_ Maca, Maca ¡vamos puedes escucharme! –le gritó pero no obtuvo respuesta alguna.
B_ ¡Traer luz, vamos rápido! –mandó a sus compañeros que rápidamente llegaron al lugar
alumbrando a los médicos mientras les ordenaba-. Vamos a necesitar una cuerda para
poder subirla. Ir preparándola.
V_ Dios mío –murmuró Vilches al poder ver con claridad su estado externo.
V_ Vamos a entubarle.
Los tres trabajaban con rapidez sabían que el tiempo jugaba en su contra, mientras
con la ayuda del bombero habían movido con cuidado el cuerpo repleto de sangre de
Maca.
R_ Hay que coser la cabeza, tiene una herida muy profunda –decía Roberto mientras
ventilaba-. Está perdiendo mucha sangre ¡joder!
R_ ¡Ponle adrenalina!
Ev_ Vamos Maca –le susurro Eva con un nudo en la garganta pues la situación era de
máxima delicadeza.
V_ Hay que trasladarla –dijo jadeante por el esfuerzo-, no tenemos tiempo que perder, el
tiempo juega en nuestra contra.
En el hospital, habían entrado unos cuantos pacientes a los que atender, Urgencias
no podía detenerse aunque les costara apartar a Maca de sus mentes. Habían decidido
que Teresa fuera quien estuviera mientras tanto junto a Esther, no querían dejarla sola, y
Teresa tan parlanchina ella, no podía encontrar las palabras que pudieran dar calma a la
destrozada enfermera que sólo miraba el suelo, entrecruzando sus manos nerviosas sobre
sus piernas. Hasta que el pesado silencio lo rompió ella misma sorprendiendo a Teresa
con una voz ronca y apagada, que denotaba así como se sentía su interior.
T_ Cariño cálmate, mira... si no dicen nada es que no es tan grave, hubiesen avisado ya...
por favor Esther... no le va a pasar nada.
E_ ¿Por qué no me cogerían a mí?... ella lo llevaría mejor que yo, estoy segura.
T_ No digas tonterías Esther... ¿ya no te acuerdas con tu accidente?, lo pasó muy mal, lo
mismo que tú ahora.
E_ ¿Qué? –la miró con sus ojos repletos por la sombra del terror.
C_ Maca viene muy mal... salió despedida del coche por fortuna, porque ninguno de ellos
lo contó –Dávila se acercó a ella apoyando su mano sobre el hombro de la enfermera que
sentía iba a desmayarse-. Viene inconsciente, con un neumotórax y no podemos descartar
alguna lesión en la cabeza...
T_ ¿Pero qué dices? –le preguntó con los ojos rasgados por las lagrimas que estaba
reteniendo Teresa mientras se tapaba la boca.
D_ Su estado parece que es grave, será mejor que no adelantemos acontecimientos, pero
Esther –la miró penetrantemente tratando de transmitirle algo de fuerza-... quiero que estés
preparada para lo peor.
Pero no le dio tiempo a nada, la puerta se abrió y la camilla con Maca entró siendo
arrastrada por Rober y Vilches que por sus caras transmitían la gravedad de su estado.
Esther cuando pudo la sangre y la extrema palidez que en su rostro existía, se dio
cuenta que las palabras de Dávila podían ser reales. Iba intubada y llevaba la ventilación
asistida, fue a seguirles para entrar en el box con ellos pero Cruz se giró y la detuvo
mientras mirándola seriamente le dijo:
E_ ¿Cómo no voy a entrar? –murmuró con su mirada fija en el cuerpo de Maca que estaba
siendo trasladado a la camilla.
E_ Maca –gritó Esther que trató de deshacerse de las manos de Cruz para acudir a ella.
C_ ¡Héctor sácala de aquí! –la empujó suavemente hacia donde estaba Héctor.
H_ Vamos Esther, vamos –la sujetó con fuerza para arrastrarla de allí mientras la llamaba
continuamente-. Venga todo va a ir bien.
E_ Maca Dios mío... –rompió a llorar mientras Héctor trataba de darle la vuelta para que no
viera como se habían colocado a su alrededor para trabajar por su vida-. No te mueras
Maca...
C_ Nada no reacciona –en la voz de Cruz, todos pudieron notar su gran preocupación.
V_ ¡Carga 360!.
B_ Ya.
C_ Nada...
V_ Hay que hacerle pruebas, no descarto que tenga un trauma cerrado, lo más probable
es que tenga una lesión en la columna cervical.
V_ Sí, lo primero hay que hacer un TAC, no me gusta nada, estoy casi convencido que
tiene un hematoma epidural en la cabeza. En la ambulancia le he hecho las pruebas, y no
responde ni a la luz ni tampoco a las pruebas de sensibilidad.
V_ No hay tiempo que perder –Vilches demostró a todos su estado de nervios y aquello
alertó más aún a sus compañeros que se la llevaron rápidamente para hacerle las pruebas
convenientes.
D_ ¿Quién se lo dice a Esther? –preguntó mientras se la llevaban a toda prisa por el pasillo
para hacerle la prueba.
C_ Una vez lo tengamos claro, yo. Ahora creo que es mejor no precipitarse –la tristeza se
había instalado en todos ellos-. Vamos chicos, no hay tiempo que perder.
Ev_ ¿Cruz?
Una vez tuvo las pruebas, debió enfrentarse a lo que para ella era más
complicado, hablar con Esther, comunicarle el estado de Maca. Con ella se encontraban
Carlos, Héctor y Teresa, estaban esperando en la sala de médicos tal y como Cruz les
había hecho saber, entre todos habían conseguido calmar un tanto a una Esther que volvía
a dar síntomas de no estar allí. Cuando Cruz entró y la vio, suspiró con fuerza sabía que lo
que iba a decirle no era nada fácil de asumir y si le costaba decirlo a personas que no
conocía, transmitirle a Esther las noticias, era un dolor en su corazón.
C_ Esther cariño...
T_ Gracias a Dios –murmuró Teresa aunque por la cara de Cruz sabía que las cosas no
iban bien.
C_ Ha recibido todo el golpe en la cabeza –le hablaba con su gesto serio y apenado.
E_ ¿Quieres decirme que vas a operarla de la cabeza?, ¿me estás diciendo que...?
C_ Esther, quiero ser sincera contigo, le hemos hecho un TAC cerebral y nos ha
confirmado las sospechas, su estado es de máxima gravedad si no la opero, morirá, -lo dijo
tan lentamente que a Esther le pareció que el tiempo se había detenido después de esas
palabras que tanto daño le hicieron-. Las pruebas nos dicen que tiene... –la miró fijamente
pues Esther había tomado el color pálido de la luna-. ¿Esther estás bien?.
Ca_ Siéntate Esther –le ayudó Carlos acercando una silla hasta ella.
E_ No quiero nada... solo quiero que la salves Cruz –se aferró a sus manos con la angustia
reflejada tanto en su rostro como en los ojos.
C_ Esther... sabes que va a ser largo... sabes que... puede no salir, ¿verdad qué lo sabes?
–Esther cerró los ojos fuertemente y Cruz sintió como se hacía en su corazón un nudo pero
no quería engañarla ni darle falsas expectativas-. Creo que deberías llamar a sus padres...
Esther –le tomó de la barbilla con ternura levantando su cara-, cariño sabes también que
haremos todo por sacarla adelante ¿verdad? –ella asintió aunque su mundo se acababa
de desmoronar-. Bien, vamos allá.
T_ Cruz –Teresa salió tras ella y le tomó del brazo con actitud nerviosa-. ¿Crees que
puede morir?
C_ Está muy mal Teresa, depende una vez abramos lo que nos encontremos, no podemos
perder más tiempo, cuanto mayor sea el tiempo que la sangre circule menos posibilidades
de éxito hay y más tejido cerebral se verá afectado. Además ha perdido mucha sangre,
tiene una vértebra del cuello rota y una rotura en su pierna izquierda, he preferido ocultarle
el resto de problemas a Esther... bastante tiene con esto –al ver que Teresa rompía a llorar
le dijo-. Teresa a ti no te puedo engañar, su estado es muy complicado y hay que
prepararse para lo peor. Llama a los padres.
T_ Dios mío Maca –murmuró sin poder evitar un llanto compungido por su buena amiga y
al entrar en el cuarto y encontrarse con Esther, se fundió en un abrazo con ella mientras
con lagrimas en los ojos le decía-. Todo irá bien Esther, todo irá bien.
Quería huir, no quería escuchar las palabras de nadie, quería pensar que estaba
dormida y cuando abriera los ojos la pesadilla desaparecería y Maca estaría a su lado,
como siempre acunándola entre sus brazos y dándole el beso de los buenos días. Pero
quien realmente estaba frente a ella, era Cruz. Ya no había escapatoria, no había posible
huída, tendría que escuchar.
[CONTINUARA]
Salió del cuarto con tristeza pero aún no había llegado a medio
pasillo, oyó los gritos de Maca llamándola y corrió a su lado.
E_ Estoy aquí Maca.
Teresa había preparado una tila bien fuerte, sabía que Esther la
necesitaba pero ella misma había pasado una situación tan
complicada que buscó un poco de calma en el silencio de la noche.
Se sentó junto a la chimenea mirando tristemente a una enfermera
que parecía divagar en recuerdos con la necesidad de no ahogarse
en el presente.
T_ ¿Cómo estás?
E_ Desquiciada –le dijo suavemente-, me estoy rompiendo la cabeza
y te juro que no sé que voy a hacer.
T_ Pues lo que has estado haciendo hasta ahora, cuidarla, amarla y
ayudarla.
E_ ¿Aunque ella no quiera?
T_ Ella quiere, ahora no es ella –bebió y después suspiró cerrando
los ojos.
E_ Tienes razón, jamás la había visto así.
T_ Maca está peor de lo que pensábamos, Vilches tenía razón.
Pasó más de una hora en el mismo lugar mirando la luna, quería ser
capaz de controlar lo que por su mente pasaba, a veces lograba
encadenar recuerdos seguidos sin sentir nada, a veces lograba
desesperarse porque no había manera de controlar nada. Quería
encontrar el punto en su interior aquel que le estaba martirizando el
corazón, quería ser capaz de controlar la ausencia de Esther, pero al
final derrotada, cansada y triste reconoció que era incontrolable, que
quizá todos tenían razón y debía dejarse llevar por él. Cuando oyó
abrirse la puerta se giró con la esperanza que fuera ella que se
hubiera arrepentido y hubiera vuelto para descansar junto a ella,
pero no fue así, quien apareció fue su madre con un vaso de leche
en la mano
R_ Cuando eras niña, te encantaba que te llevaré a la cama un buen
vaso de leche fría –le hablaba con una sonrisa cómplice y su voz
suave repleta de ternura-. No has cenado hija...
M_ No quiero –dijo ella secamente-. Esther no... –se calló de golpe
al ver que iba a hablar de ella demostrando así su nostalgia.
R_ ¿La echas de menos, verdad? –dejó el vaso sobre la mesilla de
noche y se sentó a su lado observándola con su infinito amor de
madre.
M_ No.
R_ Te está pasando algo parecido a lo que me ha pasado a mí toda
la vida –Maca la miró sin entender aunque tampoco tenía muchas
ganas de escucharla la observó porque su interior y su sentimiento
no le hacían sentir nada especial ante su madre, supo diferenciar lo
que sentía por Encarna o por Teresa, sin embargo no era igual con
su madre-. Siempre me enseñaron que los sentimientos hay que
guardarlos para una, que es señal de debilidad, que las señoras de
alta sociedad no pueden mostrarse débil, yo siempre te traté como
El día daba para poder disfrutar de él, de esa manera, Pedro había
decidido sacar a Maca al porche estaba haciendo sus ejercicios tanto
en la pierna como el brazo, ellos la miraban mientras hablaban de
los negocios, de sus sobrinos y de sus hermanos, ella sin embargo,
parecía estar en su mundo. Aprovechando que estaba más tranquila
una pensativa Encarna decidió ir a la parte de detrás a tender.
Estaba colgando una sábana cuando a lo lejos vio llegar a Esther,
dejó rápidamente la colada y se dirigió furiosa hasta ella.
En_ ¿Puede saberse que haces aquí?
E_ Vengo a ver a Maca.
En_ ¿Pero cómo hemos quedado? –le riñó con las manos puestas en
jarras sobre la cintura.
E_ Ya mamá, pero tú no sabes lo que ha hecho –le dijo ofendida
tratando de pasar por su lado pero ella se lo impidió.
En_ ¿Qué ha hecho?
E_ Quiere que venga Azucena.
En_ ¿Anda y tú como lo sabes? –la miró sorprendida.
Mientras en el porche...
308 ”Adiós Esther” © by ldana
P_ Vamos hija siéntate.
M_ En la silla de ruedas no quiero.
P_ Está bien, ¿en el balancín?
M_ No –dijo al recordar la noche entre los brazos de Esther-. En esa
butaca.
P_ De acuerdo –la ayudó a sentarse-. ¿Cómo te encuentras?
M_ Bien, me duele un poco pero... eso es normal.
P_ Hija... ahora que estamos solos ¿puedo hablar contigo?
M_ Si es para decirme algo sobre Esther –lo miró fijamente y en sus
ojos el hombre pudo captar una sombra que cubría el brillo que
siempre tenían sus ojos al hablar de ella-. Mejor no.
P_ Pero hija...
M_ Pero nada... ¡no quiero ni que la nombres! –apartó su mirada de
los ojos de su padre y fijó la vista en la montaña y bajó la voz
dejándola en un susuro-. No quiero saber nada.
P_ Está bien...
M_ ¿Puedes traerme de la habitación mi libro?
P_ Claro.
Se quedó allí sentada miraba con ansiedad el camino, esperaba
ansiosa ver llegar a Esther envuelta en una furia incontrolada,
sonreía al pensar en ello, seguro que Teresa ya le habría llamado,
seguro que debía estar carcomiéndose el alma. Su sonrisa no podía
borrarse al pensarlo. Solo cuando llegó su padre y le dio el libro
cambió el gesto, no podían notar su alegría.
M_ Gracias.
P_ Estaré dentro, voy a ayudar a las mujeres o me tachan de
machista –le dejó un beso en la frente.
M_ Vale.
P_ Si necesitas algo...
El día llegó con un sol radiante, hacia frío pero el sol iluminaba
todo con tal coquetería que las montañas, los árboles, la hierba
parecían sacados de un paisaje sagrado. Los pájaros cantaban con
alegría. En la cocina ya estaban trasteando Encarna y Rosario,
preparaban el desayuno cuando Fermín llegó con una torta
Fuera estaban esperando que la pareja saliera las tres mujeres con
el niño, habían decidido de común acuerdo llevarlo con ellas.
R_ ¿Qué te ha dicho, Encarna?
En_ Pues creo que hemos llegado en mal momento –sonrió haciendo
una mueca simpática.
T_ ¡Encarna! –protestó con un tanto de vergüenza Teresa ante la
frialdad y normalidad con la que habló-. Por favor que está aquí
Danielito.
En_ No me seas antigua Teresa, mi hija y Maca hacen el amor de
igual manera que lo haces tú con tu marido, Rosario con el suyo y
yo en mis tiempos que ya ni me acuerdo, con el mío.
[continuará]
©de ldana
3ª y última Parte
1 ”Adiós Esther” © by ldana
El amanecer sorprendió a Encarna sin haber podido cerrar los
ojos, había dado mil vueltas en la cama, a su lado Teresa, parecía
dormir relajadamente, pero supo que no era así cuando se levantó
aún con el cielo rojo y una vista impresionante.
En_ Espero que sí, espero que cuando se haya terminado la pasión,
hayan hablado como dos personas racionales –entrecerró los ojos
mirando al infinito como si al hacerlo la visión de aquel lugar le
llegará más nítidamente-. Sería una verdadera lástima que
perdieran la oportunidad que les ha dado la vida.
T_ Creo que las dos han sufrido lo suyo, no son tontas y saben lo
que se quieren, quiero pensar que solo sea un bache cómo todos
pasamos en nuestros matrimonios, y estoy casi segura, que lo
sabrán apreciar para el futuro.
En_ Una vez oí a alguien que dijo, “una duda pesa más que una
razón”, y en ellas han existido no una, sino, muchas dudas... tengo
miedo que algo les haga romper esa fina línea que han trazado a su
alrededor.
T_ Encarna... ¿sabes lo que pasa? –la mujer la miró con sus ojos
repletos de lagrimas-. Estás cansada, yo misma lo estoy... tu
cansancio ha salido ahora y no te deja ver las cosas con tranquilidad
–le acarició las manos que tenía cruzadas sobre el vientre-. ¿Sabes
lo que necesitas?
En_ Paz.
T_ Dime Maca –su voz sonó precipitada y debía estar tomando algo
porque se notaba que salía a tropezones con algo que llevaba en su
boca.
En_ ¿Estos bichos no tienen altavoz? -se oyó la voz de Encarna que
por su ubicación debía estar cerca de Teresa.
Ca_ Vamos, venga Teresa, ¿qué dice?, ¿qué dice? –repetía Carmen.
T_ ¡Maca!, venga por Dios que me van a echar al suelo que las
tengo encima mía –protestaba Teresa.
En_ ¡Qué te decía yo! –se oyó la voz nerviosa de Encarna por
encima de la protesta musitada de Teresa y la carcajada de Carmen.
Ca_ Dejar a las chicas tienen mucho que hacer, ¿verdad Maca? –le
preguntó mientras daba una sonora carcajada.
T_ Pero vamos a ver Maca, ¿tú qué quieres?, que nos tengan que
ingresar a las tres... bueno a Carmen no porque está encantada con
vuestras locuras... ¡pero a Encarna y a mí!, ¡vamos palabrita del
niño Jesús que de esta nos ingresan! –Maca sonrió.
En_ Si, si, tú ríete que cuando tengas que cuidar de nosotras –le
dijo sonriendo ella también.
En_ Mira Maca, hacer lo que queráis, pero quiero que la próxima
llamada tuya o de la pachorra de mi hija, me digáis que todo está
solucionado ¿me has oído?
M_ ¿Tanto?
En_ ¿Y qué?, mientras ese par de madres que tiene tan fogosas
sigan poniéndose al día, el niño disfrutara de todos y cada uno de
los malcriamientos de sus abuelas, ¿alguna objeción, Maca?
En_ No has dicho tú una verdad tan grande como la que acabas de
decir en días –sonrieron todas-, que digo días... meses.
M_ Hasta la noche.
E_ ¡Nevado!
E_ Ahora si, pero dame tiempo... dame tiempo y verás –le susurró
mientras restregaban su nariz la una contra la otra.
E_ La derretiremos.
M_ Esther... no he terminado.
E_ Tú.
M_ Me lo temía.
E_ Te quiero Maca.
M_ La nieve cariño.
E_ ¿Qué? –llevó sus labios con suavidad hasta sus pechos para
devorarlos con mimo.
M_ Pero bueno...
M_ ¿Ah si? –le besó con pasión dejándola más deseosa sin cabía.
M_ Vale, ¿vas a ser una buena chica? –la miraba susurrándole tan
cerca que su aliento parecía llenar sus pulmones-. Dime.
M_ Oye.
E_ Dios estás tan buena –le dijo yendo hacia ella corriendo.
M_ No sé de que me hablas.
E_ La nieve no se va a marchar.
M_ Eso vamos.
En_ Mira, yo pase por algo así y nunca más volví a mirar a mi
marido como antes, porque siempre me quedó la duda.
Ca_ Pero ellas no es igual –les dijo muy seria-. ¿No decís que les
mintieron?
T_ ¿Y eso qué tiene que ver? –la miraba sin entender mientras cogía
a Daniel al brazo.
En_ Por su parte no, claro, pero me da miedo él –abrió sus ojos en
señal de temor.
Ca_ ¿Y eso?
Ca_ ¡Pero qué decís!, a ellas no las va a separar nadie, estoy segura
que con esta situación que han pasado ya no se dejan manejar por
nadie, y a lo mejor Encarna está exagerando al preocuparse –la
mirada de Encarna les hizo entender que no era una exagerada sino,
una dolorosa realidad-. Bueno... de todos modos no podemos hacer
nada.
T_ ¿A qué?
Ca_ Así me gusta, es más me voy contigo, por si hay que hacer más
fuerza.
M_ Tengo que darte las gracias –le dijo mientras el vaho que salía
de su boca se perdía delante de ellas.
M_ ¿Estás segura?
E_ Sí.
M_ Voy a ser el ser más bueno del planeta, vamos, un angelito –dijo
elevando sus hombros graciosamente.
M_ ¿Y eso?
E_ No, nosotras vamos a tener una muñeca de nieve –Maca dio una
gran carcajada acompañada por Esther-. ¿Qué, no te gusta?
E_ ¿Ah si?
M_ Llegó tu hora.
M_ Va Esther... venga...
M_ Esa sonrisita por bajo del bigotillo quiere decir... ¿que estoy
perdonada? –le estiró de la cremallera pero Esther se giró.
E_ Vale.
M_ Vamos allá.
E_ ¿Seré tu postre?
E_ Descuida.
M_ ¿Qué te pasa?
M_ No me hace gracia.
M_ Es un encanto.
E_ Como yo.
M_ No.
E_ Gracias mi amor.
E_ Vale –aceptó sin más, pues sabía que el momento debía llegar,
se recostó algo más sobre su pecho y la escuchó.
M_ Me dijo que era para mí, puedo hacer dos cosas o leerla o
echarla a la chimenea.
Al abrir, vio que tan solo había una hoja, se miraron un tanto
nerviosas aunque ambas sonrieron, no fueron capaces de disimular
sus nervios que aparecían reflejados en sus gestos. Maca, pasó a
leer en voz alta, no quería leerla solamente para ella, fuera lo que
fuera, quiso compartirlo con su mujer que la escuchaba atentamente
M_ Bueno... –no sabía muy bien que decir, entonces sintió la caricia
lenta de la mano de Esther, como recorría su rostro poco a poco,
llenándolo de ternura-. Hubiera sido una lástima no leerla –ladeó su
cabeza para llenarse de aquellos ojos felinos que irradiaban luz.
M_ No, claro que no Esther... –hizo una mueca con sus labios
tratando de retener sus lagrimas emocionadas-. Lo sé cariño, lo sé.
M_ Lo sé, quizá por eso caímos las dos en la trampa, porque crearon
una duda, y es lo que no quiero que vuelva a pasar, quiero que me
prometas que si alguna vez dejas de quererme, al instante me lo
dirás.
E_ Maca....
M_ Sí.
M_ Vale, eso está mejor... y ahora... ven aquí –la cogió subiéndola
sobre sus piernas ante su risa y gritito-. Ahora vamos a revivir
aquellos momentos en el lavabo de la discoteca, ¿lo recuerdas?
E_ Por Dios como olvidarlo –se acomodó de manera que Maca podía
llegar a cualquier punto de su cuerpo con un simple movimiento.
M_ Creo que esto nos sobra –le dijo graciosamente mientras dirigía
sus manos al cierre del sujetador. Justo cuando iba a desabrochar,
el timbre de la puerta sonó. Provocando el quejido de ambas-.
¡Mierda!
M_ Más te vale tener una buena razón para venir –la miraba de
manera inquisitiva con aquellos ojazos que podían hacer temblar a
cualquiera.
M_ Eso.
T_ Tengo el carné para conducir máquinas quita nieves –lo dijo tan
seria que ambas se miraron y rompieron en una gran carcajada que
ella misma les acompañó-. Bueno sentaros.
T_ Lo sé.
T_ Conmigo borderías las justas ¡eh!, además vas a tener más –les
guiñó un ojo.
T_ Bueno a lo que iba, nos vamos, así que por unos días vamos a
descansar de vosotras que nos lo hemos ganado.
E_ ¡Ya te vale!
E_ ¿Nosotras.
T_ Pues eso, yo hablaré con los chicos del Hospital para que vengan,
les hacéis una parrillada de carne, Carmen os ayudará, así que
hasta el Sábado podéis poneros al día de vuestro retraso marital, y
después, os ponéis a trabajar.
M_ Gracias.
E_ Está como una cabra –dio una carcajada al ver que les saludaba
con su brazo.
M_ Princesa, ¿por dónde nos habíamos quedado? –se puso tras ella
rodeándola con sus manos la cintura.
M_ Vale… a ver… –le besó el cuello mientras una mano bajaba hasta
la cremallera del pantalón y la otra subía hasta su pecho-. ¿Voy por
buen camino?
M_ Mi amor…
E_ No me sueltes.
M_ Dime.
E_ Si –le dejó un suave roce en sus labios, tan suave que Maca se
quedó con los ojos cerrados esperando más-. Vamos.
E_ Confía en mí. ¿Confías en mí? –le preguntó con esa sonrisa suya
tan especial y mágica que enamoró a Maca. Tuvo que insistir pues
parecía como si la pediatra se hubiera quedado aturdida ante ella-.
¿Confías o no?
M_ No tardes.
E_ ¿Lista?
E_ Aún no.
En_ Dime.
En_ Espero que no, solo temo la reacción del muchacho, él iba
diciendo por el pueblo que llegaría un día en que Esther pagaría por
haberlo dejado, no estaba muy bien de la cabeza... yo siempre he
temido que llegara el momento en que apareciera en su vida
nuevamente, parecía que la había olvidado de esto que te cuento
hará más de ocho años.
T_ Ya.
En_ Por eso quiero localizarlo y hablar yo, no voy a permitir que
ahora ese hombre que ya no tiene ninguna explicación a que
aparezca, haga daño a mi hija o a Maca.
En_ Pues ojalá y nada más sea un amago de susto –sonrió-. Y otra
cosa, ¿ya tienes preparado lo nuestro?
T_ Sí –sonrió contenta.
Ca_ ¡Qué frío hace!, bueno a ver, ¿y las niñas nuestras... cómo
están? –se sentó un tanto cansada.
T_ Pletóricas –sonrió.
En_ Vamos Fermín no sea tímido, que su mujer está coladita por
usted –sonrió ampliamente.
Ca_ Ya voy, venga que hoy tenemos una cena para chuparse los
dedos, venga, venga chicas.
En_ Mañana toca –le dijo bajando la voz para después dar una
sonora carcajada.
E_ ¿Te gusta?
M_ Me encanta.
E_ ¿Precioso, verdad?
E_ Esto es cosa del amor tan grande que Fermín le tiene a su mujer
–comenzó a desnudarse poco a poco ante el gesto fogoso de una
M_ Me encanta.
E_ Si –sonrió.
E_ Te lo prometí.
M_ No.
M_ Uf, te lo aseguro.
M_ Esther...
M_ Esther...
M_ No te vayas –murmuró.
M_ No –susurró agotada.
E_ Te quiero.
M_ Y yo mi amor…
E_ Quiero que sepas que eres lo más importante que tengo, y que…
bueno… me arrepiento de muchas cosas de las que te he hecho –sus
ojos se llenaron de lagrimas-, soy una estúpida y a veces no sé
porque estás a mi lado.
E_ Como tú quieras.
E_ No tardo.
En_ Nada hija que parece que han tenido una tregua.
En_ Lo sé, y de corazón te digo Esther que soy muy feliz por
vosotras, en especial por ti hija, te lo mereces después de todo.
En_ Mañana.
E_ Te quiero mami.
En_ Y yo.
M_ A cambio de un beso.
E_ No sé, debe saber todo lo que estamos haciendo, ¡yo que sé! –
dio una carcajada.
M_ Sí, tú.
M_ Te quiero mi niña.
M_ ¿Si?
M_ Descansando.
R_ Me alegro mucho.
M_ Buenas noches.
M_ Ni a mí.
M_ No, Encarna yo quería darte las gracias por todo lo que has
hecho por mí.
E_ Te quiero.
M_ Y yo...
E_ Ven aquí –la volvió a coger para que subiera-. ¿Y mi súper beso?
E_ Mejor no –sonrió.
M_ Si es que por esa sonrisa daría todo lo que tengo –se acercó
irremediablemente a su cuello y Esther la rodeó con sus manos la
cintura.
M y E_ ¡Carmen!
M_ Mala.
T_ Creo que voy a irme más veces, ¡uf! –se tapó la boca con su
mano mientras Encarna se reía abiertamente.
T_ ¡Qué pesadito!
T_ ¡Anda que yo! –le dijo sofocada ante la risa de Encarna agregó
con rapidez-. No seas mal pensada Encarna digo... por el asunto
este.
En_ Ya, ya, anda tira que desde luego no sé que voy a hacer con
tanta loca a mi alrededor.
M_ Esther...
E_ Dime.
E_ Vaya... yo no te creí.
E_ ¿Nos vamos?
E_ ¿Te gusta, eh? –el vaho por el frío recorrió el camino hasta la
figura de Maca quien pareció reaccionar a su contacto.
Pa_ ¡Esther hija! –se detuvo una señora al salir de su casa y verla.
Pa_ Me alegro mucho hacéis muy buena pareja –les sonrió con
sinceridad-. Pues nada... ha disfrutar que la vida es corta y en dos
suspiros se pasa.
M_ ¿Así qué vosotros sois quienes nos han recomendado ese lugar
tan maravilloso? –todos contestaron orgullosos y sonrientes-. Pues
muchas gracias chicos, nos gustó mucho, ¿verdad Esther? –le guiñó
el ojo sonriente.
Sa_ ¿Y cómo sigue Daniel? –preguntó Sara que era la más mayor.
E_ ¿Qué le pasa?
M_ Nada... pensaba que con toda la maravilla que nos rodea es una
verdadera lastima no tener aquí mi cámara de fotos, te haría miles.
E_ ¿Cómo qué no?, con las ganas que tengo de ver a mi chiquitín –
la miraba incrédula.
E_ Mira Maca –la miró tan fijamente que notó como sus ojos le
escocían-. O me lo explicas inmediatamente o te aseguro que te
torturare y ya sabes como me las gasto.
E_ Pues ya lo sabes.
E_ Sin duda, por eso es algo así como nuestra protectora aquí. Si le
decimos lo que ha pasado antes, ¡uf!, seguro la arma.
M_ ¡Qué va!, son adorables las dos, seguro que es algo bueno.
M_ ¿Sabes?
E_ ¿Qué?
Ca_ Pero si son mis niñas adorables –dijo abriendo los brazos y
sonriendo-. Venir, venir a estos brazos.
E_ ¡Carmen!
En_ Bebe hijo bebe, nosotras sabemos que esto después de tantos
años te iba a impresionar, pero... tus padres realmente te necesitan
–él la miró incrédulo.
T_ ¿Cómo que no? –le preguntó con ese gesto de incredulidad que
también sabía expresar Teresa.
Ju_ Ellos.. fue lo peor que he hecho en mi vida, cuando les dije la
verdad sabía que les estaba inflingiendo un dolor que me estaba
matando a mi mismo, jamás podré olvidar los ojos de mi padre... su
mirada... todas las noches la revivía en las paredes de mi casa... –
su tono era apenado.
En_ Esos son tus padres, ¿sabes que les mantiene el alma viva? –él
negó con lagrimas en los ojos-. La esperanza de verte llegar un día.
En_ ¿Por qué nunca les diste una dirección?, no sé un lugar donde
encontrarte.
En_ Sin duda... ellos te esperan con los brazos abiertos, pero te
quedan dos días y medio para pensarlo.
En_ Irá.
En_ Ese... ese nos va a costar más, te lo aseguro –le dijo con un
tono un tanto intranquilo.
En_ Espero que todo salga bien Teresa, porque no creo que
pudiéramos pasar por lo mismo otra vez.
Ca_ Ni Carmen ni nada, dijimos dos días, así que hasta el Viernes
por la tarde no os quiero ver.
E_ Por supuesto que no, pero representa que es nuestra fiesta y que
nosotras debemos ponernos las pilas, tú bastante haces y has hecho
–los ojos se le fueron hasta su mujer que en ese momento regalaba
una carcajada al viento.
E_ ¿Ah si?
Ca_ Vale.
M_ Pero...
E_ Es la verdad.
M_ Lo sé, y por eso me siento hoy más que nunca tan afortunada.
E_ Te quiero.
T_ No lo creo.
V_ ¿Tú eres el famoso Pablo? –lo miró como la anterior mujer había
hecho con anterioridad, duramente, él asintió un tanto intimidado
por aquel hombretón-. Vamos, cuanto antes acabemos, mejor.
M_ Mmmm me encanta.
E_ Vale, pues ves pero antes... –la volvió de cara a ella y se besaron
tímidamente sin demostrarse pasión-. ¿Dónde está ese chocolate de
anoche?
E_ Sí –volvió a besarla.
E_ ¿Me esperas?
E_ Hola.
E_ Pero que bruta eres –le dijo mientras le daba una palmada suave
en el culo e introducía sus manos entre el tanga y la piel.
M_ Sigue.
M_ Allí sobre la cama –le decía deprisa mientras se vestía pues los
golpes no cesaban.
Ma_ Prefiero que muera a que una de ustedes la toque, ¡me dan
asco! –las miró con odio primero a Esther, luego a Maca.
El silencio tenso y pesado se hizo dueño del lugar, tan solo roto
por el sollozo de una mujer. Todos quietos, todos contemplando a
las dos mujeres que se habían quedado quietas, tan solo hubo un
movimiento... tan solo uno...
Aquel movimiento firme y sin dudas fue dado por Fermín, dio
dos pasos hasta colocarse delante de Manuel, el padre de la niña.
Los ojos de los dos hombres parecían desafiarse, los de Fermín rojos
por la cólera clavaban su mirada en los otros que trataban de no dar
marcha atrás. Mientras, al fondo de la sala seguía oyéndose el llanto
de una mujer, y la mano tierna pero al mismo tiempo fuerte de
Esther mantenía a una Maca que se había quedado sin capacidad
para reaccionar.
Fermín abrió paso ante los que allí estaban, todos miraban
apenados al hombre, en el pueblo todos eran conscientes del dolor
que aquel hombre llevaba consigo, y llevaría hasta la tumba por
haber dado la espalda a su hijo, todos lo miraron tratando de darle
un poco de apoyo ante aquel momento en que le había hecho daño.
Su_ Doctora por Dios, sálveme a mi niña –le decía entre lagrimas
mientras apretaba las manos de una Maca totalmente
desconcertada.
E_ Está bien, ahora será mejor que salga fuera Susana, deje a su
hija con nosotras, haremos todo lo que podamos… se lo aseguro.
En_ Mira hijo, sabes que te aprecio, y sabes que aunque en su día
hiciste sufrir a mi hija, aquello lo dejamos pasar, ha pasado mucho
tiempo desde entonces, no sé a que vienes pero te diré algo... mi
hija tiene su vida, su familia y no creo que tú tengas nada que
decirle.
P_ ¿Se ha casado?
En_ No Vilches déjalo –le dijo con media sonrisa Encarna y Vilches
se volvió a sentar-. Sabes que aquello solo estaba en tu cabeza,
sabes que era mentira.
F_ Maca...
F_ De acuerdo.
M_ Vamos allá.
E_ ¡Maca! –le habló sin querer asustarla pues sabía que aquel
reconocimiento tan minucioso era vital para poder salvarla.
M_ Ya lo tengo casi.
M_ ¡Mierda!.
E_ Nada…
F_ Vamos Susana.
M_ Vamos.
Li_ Puede que usted no, pero sí su mujer y aunque en este pueblo
no somos muy abiertos con este tema, el bueno de Fermín lo sabe,
quería pedirle mis disculpas de todo corazón.
P_ Prometió...
P_ Ella...
P_ Yo la quería.
C_ ¿Ya se ha ido?
T_ Que va, aún sigue ahí dentro hija –se quitó las gafas
sujetándolas con el poyo acodado sobre el mostrador.
T_ Está Vilches.
M_ Dime.
E_ Te quiero.
P_ No me vale.
P_ Nunca pude con usted, pero tenga seguro que jamás podré
olvidar a Esther.
C_ ¿Qué ha pasado?
V_ Llama a Héctor.
T_ ¿Qué le pasa?
T_ ¡Encarna!
Cuando Esther salió con las dos tazas de tila, se encontró con
una Maca pensativa, había subido sus piernas al sofá y estaba
abraza a ellas, Esther se sentó a su lado, dejó con cuidado las tazas
sobre la mesa de madera sin derramar ni una sola gota, sus ojos
después fueron directos a la chimenea y entendió que Maca había
echado más leña para calentar aquel lugar que sin saber porque,
había perdido la calidez de horas antes. Sus pensamientos los
rompió la voz apagada de Maca.
M_ Estoy temblando.
En_ Es un cielo.
T_ ¿Qué, qué?
T_ ¡Vilches no me toques las narices! –le dijo con gesto muy serio.
V_ Sí, pero trata que descanse mañana se irá a casa y todos tan
contentos.
T_ ¿Avisamos a Esther?
V_ No hace falta.
V_ ¿Y tú donde vas?
V_ Está bien, voy a dejar que esté aquí esta noche como tenemos
guardia la vigilaremos pero mañana a casita.
E_ Sí… tengo mucho sueño… estoy agotada –le decía con voz aún
adormilada-. ¿Qué hora es?, quiero llamar a mi madre antes no
estaba debía estar jugando al bingo o las cartas con sus amigas.
E_ No tardes.
M_ Descuida.
T_ ¡Qué cosas tienes Encarna por Dios!, aunque es mejor que estés
de buen humor.
En_ No lo sé, yo creo que no porque Vilches estuvo muy bien puesto
en su lugar, se dio cuenta que aquí está bien cuidada.
T_ ¿Y a casa?
En_ No sabe donde vive, podría seguirla pero no creo, no creo que
se exponga tanto.
M_ ¿Y qué hace ahí? –no sabía muy bien como encajar aquel
comentario aunque de repente empezó a dolerle el estómago.
T_ Tuvo un desmayo.
M_ ¿Está ahí?
T_ Sí la tengo aquí espera que quiere ponerse, espera. Que dice que
vienen.
En_ Maca escúchame bien, solo te lo diré una vez, si te veo entrar
por la puerta de este hospital, te aseguro que vas a conocer el lado
más desagradable de tu suegra y te aseguro que es muy pero que
muy desagradable –su voz no dejaba dudas a que lo decía en serio.
M_ Pero...
En_ No hay peros que valgan, no le digas nada a Esther porque esto
es una tontería y total pasado mañana nos volvemos a ver...
M_ No me convences.
En_ ¡Ahora mismo te daba un colleja que todas las tonterías que has
dicho juntas te las tragabas! –le dijo molesta.
M_ Joder Encarna.
En_ Eso, joder, déjame tranquila que ya soy mayorcita. Ale, ahora a
callar a disfrutar de tu mujer y a dormir. Hasta mañana hija.
M_ Pues sí, hemos hablado y... tenías razón estaba jugando con sus
amigas –le dijo un tanto nerviosa girándose para beber agua.
E_ Pues a mí me gustas con este olor y todo –la besó y Maca sonrió
mordiéndose el labio-... ¿será que estoy muy pero que muy
enamorada... tanto que pierdo la cordura? –le decía mientras iba
besándole por el cuello, la barbilla, la boca.
M_ ¡Vale!
En_ Que hombre más simpático ¿por qué os metéis con él? –
sonreía.
M_ Verás Esther...
E_ ¿Es mi madre?
M_ Creo que sí, ella ha estado aquí con mucha tensión y...
M_ ¿Teresa?
E_ Joder Vilches eres adivino –le dijo Esther sin poder aguantarse.
V_ No, solo que sé que Maca no iba a poder callarse esto. Anda
quieres hablar con tu madre.
149 ”Adiós Esther” © by ldana
E_ Si.
M_ ¿Qué pasa?
E_ ¡Me ha colgado! –dijo con sus ojos abiertos como platos mirando
fijamente el teléfono.
E_ ¿Cómo estás?
En_ Estoy bien, dile a Maca que cuando la vea ella y yo tendremos
una charla.
E_ Menos mal.
E_ Aunque –la miró sonriente sabía que debía borrar aquella tristeza
suya-. Si que sé que te haría a ti.
M_ ¿Tú que crees? –le preguntó con un suspiro al notar como las
manos cálidas, deseosas y hambrientas de Esther se llenaban con
sus pechos apetitosos.
M_ Claro.
M_ ¿Tú crees?
M_ Si, debías ver como esta tarde nos miraba, creo que sueña en
ver así a su hijo, feliz, sea como sea.
E_ Es que lo soy.
E_ Lo sé.
E_ ¿Fervor?
M_ Tonta.
E_ Pero yo te diré, que te miro con los ojitos que Dios me ha dao
con un único fin –se detuvo y la besó-. Mirarte a ti.
V_ Ha muerto.
En_ ¿Qué ha pasado, Cruz? –le dijo con sus ojos entrecerrados por
la fuerza que las arrugas de su frente le oprimían.
E_ Sí, sí...
M_ ¡Por favor Fermín!, ¡qué tonterías son esas, hombre! –le dijo
mirándolo fijamente con sus ojos grandes mirándolo fijamente.
F_ Sí, he hablado mucho con ella de ti, un día estaba hundida aquí
llorando sin ver una solución ante el grave problema al que debía
enfrentarse –Maca frunció su frente mientras dejaba su taza
nuevamente sobre la mesa y miraba aquel hombre-. No sé si a
modo de ayuda a sí misma, me explicó como era tu rostro, lo definió
parte por parte, y te aseguro que lo hizo perfecto.
F_ ¿Te sorprende?
M_ Te quiero...
M_ Te quiero mi niña...
Mientras en el hospital...
En_ ¿Pero qué haces aquí?, te dije que te fueras a casa a descansar
–la quiso reñir pero el verla la llenó de paz y no pudo más que
sonreír agradecida.
En_ Fue algo que ella quiso borrar de su mente, tiene esa facilidad –
elevó sus hombros en señal de afirmación- … yo en cambio siempre
lo tuve presente.
En_ Tú lo has dicho, ¿por qué no podemos dejar a la gente ser feliz?
T_ ¿Qué ha pasado?
En_ Que ayer mi nuera salvó la vida a una niña –le dijo al ver el
gesto preocupado de la mujer.
En_ Bien... pero arrancaste... –le sonrió-. ¿Y qué tal está la niña?
E_ No lo sabemos mami.
En_ ¡Uy que ñoña la tengo! –dijo de pronto Encarna ante la risa de
Maca y Teresa.
E_ ¡Es mi madre!
En_ Anda ni que tu madre fuera tonta y no supiera lo que haces con
tu mujer.
E_ Vale mamá, vale, voy a dejarte... total te llamo para saber que
tal vas y te pasas el rato hablando con Maca.
M_ ¡Hola Vilches!
V_ Ya y no te fías de mí.
V_ Pues mira, vengo a darle una buena bronca –la miró con
seriedad la misma mirada que le devolvió ella desde su cama con los
brazos cruzados-. No tiene ni colesterol, ni triglicéridos, ni glucemia,
¡no tiene nada!, está hecha una chavalina.
M_ ¡Y yo!
E_ Porque es verdad...
M_ Ya... pero...
M_ Será –elevó sus cejas sonriendo-. Pero que sepa que te aguanto
con mucho gusto –bajó la voz para susurrarle al oído-. Sobre todo
me gusta aguantarte cuando subes sobre mí en la cama.
E_ Ya... pero ese será nuestro secreto –le contestó con la piel
erizada pues el roce de su aliento en la oreja la hizo tiritar.
E_ Sí –le dijo sin moverse besándole ella también-. A ver que tal
está Daniel.
M_ Uf Esther…
R_ Bien hija, bien –Maca volvió a llevar su mano donde debía estar
respondiendo así a la mirada y la sonrisa de Esther que tuvo que
contener un gemido entregado-. Llamaba porque… bueno… no sé
muy bien si decírtelo…
R_ ¿Estás bien?
E_ Mi amor…
M_ ¿Qué…?
M_ Y yo…
E_ Te quiero cariño…
R_ ¡En el hospital!
R_ Bueno… me vas a decir que tiene –su voz se mostró algo severa
ante el silencio nuevamente de su hija.
R_ ¿Está en el Central?
M_ Sí, sí, sí –el último sí fue más una exclamación fuera de control
que una contestación relajada.
M_ Te quiero…
La suya contestándole.
E_ Mi vida…
M_ Dime mamá.
M_ Vale mami.
E_ Sí… -sonrió.
E_ Vale.
E_ ¿Y?
E_ No puedo.
M_ Ni yo.
E_ ¿Y qué hacemos?
M_ Mi glotona favorita…
E_ Venga… ve.
E_ ¿Ah si? –la miró pues sus ojos le estaban transmitiendo sus
pensamientos y dio una carcajada acompañada por Maca-. Pero es
pegajosa…
E_ Maca para… creo que es mejor que hagamos todas las llamadas
precisas y desconectemos los teléfonos –se levantó a duras penas.
L_ Luna pidió traslado, creo que hizo bien –apoyó su cabeza sobre la
pared.
T_ Es que estoy muy nerviosa ¡hija! –se frotaba las manos como
disculpándose por hablar.
T_ ¿Y de Esther?
L_ No va a protestar.
L_ Si.
T_ Seguro que son las pesadas de tus… ah no, pues este número no
se de quien es.
En_ ¡Ah, cómo quiera pero... anda trae! –le dijo-. Rosario, hija ¿qué
tal?, yo bien no te preocupes... no quiero ser molestia de verdad, le
he dicho a Teresa que me iba a mi casa pero insiste... de acuerdo...
vale... gracias hija.
T_ Bien Encarna, yo creo que os irá bien hablar... –no pudo evitar
un poco la decepción de no llevársela.
M_ ¿Qué te pasa?
M_ ¿De mi?
E_ ¿Y la miel?
E_ Aguantar.
M_ Bien.
E_ Dios Maca...
M_ Esther...
En_ Bien… nada más fue un susto… yo creo que debilidad más bien.
R_ He hablado con Cruz –le sonrió y luego besó a Teresa que seguía
con el ramo en sus manos-. ¿Qué tal Teresa?
En_ Ven aquí Teresa –su amiga llegó y al recibir el enorme abrazo
de Encarna cerró los ojos emocionada. Mientras Encarna le decía
con un nudo en la garganta y una gran emoción en su voz.-. Gracias
por estar ahí, gracias.
As_ Buenos días Doctora –se le acercó con un pañuelo entre sus
manos temblorosas al igual que su barbilla que no cesaba de
contraerse.
As_ Vengo… vengo primero a darle las gracias –de sus ojos cayeron
un par de lagrimas tan fuertes que Maca mostró temor ante las
noticias que pudiera darle-. Gracias por salvar a mi pequeña que es
lo único que tengo…
M_ Te lo prometo.
M_ No digas tonterías...
E_ La puerta.
M_ Ya...
E_ ¿Pero...?
M_ Voy a ponerlo.
M_ ¿Sigo?
E_ Maca...
E_¿Y tú?
M_ ¿Yo qué?
E_ ¿Crees que podré llevarte allí dónde he estado yo? –la miraba de
manera provocativa.
Esther sonrió y dejó el sitio que ocupaba para que una Maca
que no podía borrar de sus labios la sonrisa se tumbara. Esther
suspiró para poder controlar las ganas que tenía de devorar aquel
cuerpo maravilloso, trataba de dominar su estado excitado para
poder devolver a su mujer todo cuanto ella había sentido. Una vez
Maca estuvo cómoda subió sobre ella, le sonrió y comenzó a besar
suavemente su rostro, simples roces de sus labios que desataban
los latidos de ambos corazones, su boca rodaba por sus mejillas
lentamente, cuando Maca cerró los ojos le besó con tacto los
párpados, después llegó a la comisura de aquellos labios tan
M_ Esther... cariño...
M_ Esther...
M_ Sí, sigue –fue lo único que acertó a decir extasiada por las
caricias de su mujer-. Sigue...
M_ Esther...
Cuando llegó a casa, fue Pedro quien le abrió y con una sonrisa
le hizo pasar adelante.
T_ Muy bien Pedro –le contestó alegre dándole dos besos que ya no
sorprendieron al hombre acostumbrado a los gestos cariñosos de la
mujer-. ¿He llegado muy pronto?
En_ Hija mía si que has tardado –se besaron pues Encarna estaba
retumbada en el sofá por órdenes expresas de Rosario-. Cuenta.
T_ ¿Cómo te encuentras?
En_ Pues nada, que las pobres criaturas deben haber arrancado
todas las clavijas –dio una carcajada.
R_ ¿No me digas? –esta vez quien puso gesto de sorpresa fue ella.
T_ Así es, la vida que tiene cada casualidad que te deja perpleja.
T_ Yo creo que irá, solo tiene que pensarlo bien además tiene un
hijo.
T_ Sí.
T_ No podemos decirlo.
T_ Porque creo que eso tiene que ser su hijo el que le explique el
entramado de la situación. Además yo lo único que veo posible, es...
que si él no va los traigamos nosotros y los dejemos frente a la
peluquería.
E_ ¿Ah si?
T_ Ya, hija, menos mal que Rosario entiende estas cosas –le guiñó
el ojo-. Así que problemas con la línea ¿eh?
En_ Muy bien hija, yo casi tampoco me creo lo bien que estoy –
sonrió.
E_ Durmiendo.
R_ Lo mande a comprar.
T_ Adiós, hija.
E_ ¡Ay Maca! –suspiró dejando caer todo su peso sobre ella que la
acunó.
M_ Pues...
Ca_ ¿Molesto?
E_ Nada Carmen.
E_ No es nada.
M_ Anda ven ayúdanos que Carmen viene cargada –le decía sin
gritar pero alzando un poco la voz.
E_ Oye Carmen nos tienes que decir cuanto te debemos ¿eh?, para
nada vamos a dejar que gastes tú dinero por nosotras.
Ca_ Pues está hecho un sol con su abuelo Fermín jugando en las
caballerizas, pero no os preocupéis, en cuanto llegue lo baño.
M_ Eso Carmen. Precisamente eso, ser como eres con nosotras, ser
como has sido el apoyo de Esther, y habernos ayudado como lo has
hecho con Daniel, y de verdad que no sé como os lo vamos a
agradecer –le cogió la mano ante la mirada atenta de Esther y al
mirarla Maca, agregó un tanto dubitativa.
M_ Será que solo me gusta a mí, ¿eh? –la miró mordiéndose el labio
sin esconder en su mirada unas ganas enormes de devorarla.
M_ Te acompaño.
E_ ¿Qué haces?
M_ Contemplarte.
M_ Sí.
M_ Sí –le sonrió.
En_ Pasa Rosario estoy despierta –le dijo al oír que daba dos golpes
en la puerta.
En_ Deja, deja que yo estoy bien y Esther necesita otras cosas –
Maca guardó silencio Encarna no vio su rostro pero de haberlo visto
se hubiera alertado. Su seriedad y el ceño fruncido era el típico
gesto que no gustaba nada a su suegra porque daba muestras de su
alto grado de preocupación-. ¿Va todo bien hija?
En_ ¿Y Esther?
M_ Esther es lo mejor.
M_ No iba a volver.
M_ Sí.
E_ ¡No digas eso! –le dijo entre dientes con rabia y cerrando los
ojos.
E_ Para ti, puede –su voz apareció ronca por el dolor y la angustia
que sentía en su garganta-. ¿A dónde vas a ir? –ante la mirada de
Maca agregó-. No me importa por ti, pero sí por mi hijo –murmuró
con pena y al hacerlo sintió como su alma se desgarraba.
E_ Otra vez no... otra vez no... Maca –repetía con negando con la
cabeza, cerrando los ojos, agachando la cabeza, sintiéndose
perdida.
M_ La verdad...
M_ Adiós Esther...
M_ Bueno... en algo tiene razón esa pesadilla –la miraba con sus
ojos repletos de ternura y ante el gesto de Esther agregó-. En que
me apasiona hacerte el amor, en que me vuelve loca –Esther sonrió
con pesar mientras le daba un golpecito suave en el brazo. Maca se
acercó poco a poco a ella besándola con ternura mientras con sus
dos manos le sujetaba la cara con cuidado como si fuera algo
sagrado-. Ay Esther, ¡mi niña!, que ya vuelve a ser la Esther mía, la
Esther de siempre –la miró fijamente a los ojos y le susurró con su
voz suave como la seda al desgarrarse-. La mujer que amo más que
a mi vida.
E_ Te quiero...
E_ ¿Hablar?
M_ Eso he dicho.
M_ De ti.
E_ ¿De mí?
M_ Y yo mi niña, y yo.
E_ Sí, la verdad que la ducha me ha ido muy bien –resopló aún con
cara de susto.
M_ Si, será mejor. Oye Esther –la miró con cariño-. No me has
contado nada de lo que sucedió mientras yo estaba en coma.
M_ ¿Qué?
E_ Sí, yo no dije nada pero... al final fue creo que Cruz quien lo dijo.
Me negué por supuesto, es más, cuando volvamos a Madrid
romperás esa ultima voluntad –Maca dio una carcajada-. No me río
Maca, de verdad que lo pasé muy mal.
M_ Por eso quiero que me cuentes –la miró con extrema dulzura,
con extremo amor.
E_ La primera vez que te vi pensé que no eras tú, que sólo era una
broma del destino –Maca asintió dejando su taza y tomándole la
mano-. Era horrible.
E_ Pues... sí, así fue todo, recuerdo las noches cuando nada más oía
el pitido de la máquina y el sonido del respirador, es algo que a
veces sigo escuchando, me daba pánico Maca –sus ojos se llenaron
de lagrimas-. Me daba pánico dejarlo de oír, a veces me daba
cuenta, que no respiraba casi por no romper la monotonía de aquel
aparato.
M_ Debe ser duro ver a la persona que amas ahí, si hubiera sido al
revés no sé si lo hubiera resistido cariño.
M_ Puede que sea más fuerte que tú para según que cosas, sé que
cuando te trajeron del accidente de helicóptero, pensaba que me
moría, y solo fueron unas horas, no creo que hubiera resistido a
tanto dolor –Maca quería llegar al punto donde sabía le dolía, la
había escuchado en sueños, y quería que le hablara de su intento de
suicidio. Le acarició la cara.
M_ Lo sé, me lo dijiste.
E_ Maca...
M_ Llora, quiero que llores, que saques ese miedo que tienes
dentro... no volverá a suceder mi amor, no volveremos a sufrir así –
la miraba fijamente a los ojos, buscando transmitirle ese
pensamiento mientras Esther lloraba desconsoladamente-. Y si
tenemos que hacerlo, sabemos que nos tenemos la una a la otra y
que detrás tenemos nuestra propia familia, la que hemos creado con
nuestro amor, tenemos gente maravillosa que nos quiere.
M_ Dios nos ayuda claro que sí, está con nosotras diariamente. Yo
también me refugio en Él a veces.
E_ Aquella nota tuya “La vida es maravillosa”. Y supe que era cierto.
E_ Quiero vivir cada día para ti, cada noche para ti –Maca asintió
sonriente-. Bueno... y para Daniel...
M_ Pues claro... –la aupó sobre ella mientras Esther encajaba sus
piernas a los lados de las de Maca y se sentaba.
E_ Maca –no sabía que decir y por respuesta se subió sobre ella que
estaba retumbada sobre el sofá y la besó suavemente-. En este
momento es lo que más me apetece... poder tener un hijo contigo...
con la mujer que amo.
M_ Bien... pero será niña, será una Esthercita –sonreía con picardía
mientras se repartían sedosos besos.
E_ Maca... –se mordió el labio con felicidad-. ¿Te das cuenta que
podríamos tener la parejita?
E_ Ya no Maca...
M_ Para, para Esther por favor –le decía riendo mientras Esther no
cesaba y se revolcaban por el sofá-. ¡Para!
E_ No voy a parar.
E_ Ven aquí.
M_ ¡Esther por lo que más quieras para! –le decía sin poder detener
su risa.
E_ Por ti, lo que más quiero eres tú –la miró llena de deseo.
M_ ¡Te vas a enterar! –esta vez quien le dio la vuelta fue ella
echándola sobre la alfombra, se subió sobre ella luchando con sus
manos en el aire.
M_ Esther... Esther...
E_ Maca...
F_ Veinte minutos.
M_ ¿No tienes curiosidad? –esta vez sonrió feliz ante la sorpresa que
les había causado la llegada de Fermín.
M_ ¡Venga, corre! –estiró de ella para buscar algo elegante les había
dicho y salir a descubrir que pasaba.
E_ ¡La hostia!
M_ Ni idea.
M_ Pues será...
M_ Pues anda que tú, ya puedes rezar que Fermín no esté mirando
por la ventana, porque vas desnuda –le dijo sonriente.
E_ ¡Maca!
E_ ¿Qué haces?
E_ Pues no, te necesito muy viva, y mucho más ahora que nunca,
debemos quedarnos embarazadas.
M_ Dios...
M_ ¿Preparada?
M_ Veamos que nos depara ahí fuera –su sonrisa mostró felicidad
plena.
E_ Pues sí.
F_ Cosas de la Carmen.
E_ Ya... pero no hemos llegado hasta aquí para que nos caigamos
por este precipicio ¡Dios mío!
F_ ¿Tan poco confías en mí? –la miró por el espejo retrovisor y ante
el gesto de Maca, negó con su cabeza suspirando-. Pues relájate.
M_ Es precioso.
E_ Seguro. ¿Vamos?
M_ Vamos.
E_ ¡Qué yuyu!
En_ Gracias Rosario, por dar una oportunidad a mi hija –le tocó la
mano sonriente.
T_ Si –suspiró.
T_ Sí, la verdad que sí. Pero nuestras niñas están en el Paraíso, dice
que se quedaron con la boca abierta al ver aquel lugar.
R_ No me engañes.
E_ Luego lo probamos.
M_ Será mejor que dejemos los abrigos cariño –le dijo pues la
percha de hierro antiguo estaba justo al lado de Esther-. ¿Cuántos
años tendrá esto?
M_ Porque cariño… te queda tan bien ese vestido, pero tan bien –
asentía mirándola de arriba a bajo.
E_ ¿Puedo intentarlo?
M_ Ves como lo sabes hacer mi vida… además mucho mejor que yo.
M_ Eres fantástica –la abrazó con una sonrisa amplia que iluminó
aquella entrada del castillo-. Bueno mi vida… ¿seguimos?
E_ Seguro.
M_ Sigamos.
E_ ¿Y ahora qué?
M_ Y a mí .
M_ Mira, esta flor estaba el día que fuimos al lago –le dijo calmando
aquella sonora explosión de alegría.
M_ Te quiero.
E_ Maca mi vida...
E_ Y yo cariño, y yo.
M_ ¿Seguimos?
En_ Ahí voy, pero reconozco que no tengo mucha fuerza hoy,
seguro que mañana estaré mejor.
P_ Ya, pero tengo que reconocer que tú has sido para todos, incluido
yo, nuestro soporte, nuestro mejor apoyo –la miró fijamente con los
ojos repletos de gratitud-. Y quiero decirte que… tantas veces
critiqué que Maca estuviera con tu hija, haciéndotelo llegar incluso a
ti sin ningún pudor –suspiró demostrando su alto grado de
arrepentimiento ante su actitud, después la miró con una sonrisa de
lado y concluyó-. Que necesito ahora agradecerte Encarna no sólo lo
que has hecho por mi hija, también por lo que has hecho por mi
mujer, y hasta por mí, hoy cuando he entrado en el despacho, he
sido consciente de que todo cuanto tú me decías era cierto, que
estaba tan equivocado… ahí dentro he reconocido mi error y te pido
disculpas.
P_ Es verdad… pero debo reconocer que no tengo otra mejor que tú,
ya no sólo como te dije antes por la ayuda inestimable que le has
dado a Maca, también a Rosario, y por supuesto a mí. Pues si en su
día recé para que no volviera con Esther, hoy rezo para que no la
deje nunca –le tomó la mano con una caricia tan sincera como
tierna y con esos ojos y esa mirada de Maca le dijo-. Gracias
Encarna, gracias por todo cuanto has hecho y gracias por
enseñarnos a apreciar el amor que tu hija siente por la mía y
viceversa. Cuanto necesites sabes que nos tienes tanto a mi mujer
como a mí.
P_ Y a ti también te espero.
P_ Pues claro.
E_ No tiene nota.
E_ La tienes en el bolsillo.
E_ ¡Pero cómo me pones mala, más que mala! –se abrazó a ella y
Maca la estrechó fuertemente entre sus brazos necesitando sentirla-
. Te quiero.
E_ Pero más quiero una buena cena –dio una carcajada porque
Maca cerró los ojos con gesto de cansancio.
M_ ¡Ay Dios mío que cruz tengo con la niña! –se puso las manos en
la cabeza.
M_ ¡Ay Esther Esther!, menos mal que era Carmen si llega a ser otra
salen publicadas nuestras noches de lujuria –rompió a reír
abrazándola con enorme cariño.
M_ Sigamos a ver.
E_ Pues no tienen, pero aquí hay unas botellas bien raras. No voy a
tocar nada, si acaso venimos después.
M_ Por supuesto.
E_ Una nota.
M_ Lo intentaré. ¿Abrimos?
E_ Sí, espero que esté aquí la cena –giró con cuidado el pomo y al
entrar las dos no pudieron más que silbar-. ¡Pero qué barbaridad!
M_ Y que lo digas cariño, ¿has visto esto? –le enseñó las copas.
M_ Ni yo –sonrió-. Oye pero encima de la cama hay algo –le dijo con
expresión seria entrecerrando los ojos.
E_ Teresa...
E_ Si.
M_ ¿Y a ti?
E_ ¿A mí qué?
M_ Pues tranquila porque una vez cene ese ruido no volverá a sonar
–Esther la miró y ante su carcajada le golpeó el culo-. ¡Oye!
E_ Mira tu servilleta.
E_ A propósito Maca, tengo una noticia que darte –ella elevó una
ceja de manera tentadora-. No es lo que piensas.
E_ ¿Y? –esta vez quien la miraba con un ardor en sus ojos que no
quería esconder era ella.
E_ En serio.. verás...
E_ ¿Me provocas?
E_ Vamos...
M_ Brindo por ti –le dijo con su voz susurrante mirándola a los ojos,
devorándola de manera consciente-. Brindo porque ni nada ni nadie
nos separe, por nuestro amor, brindo porque eres la dueña de mi
vida.
E_ ¿No te gustan?
E_ ¿Te gusta?
M_ Apriétame Esther.
M_ Esther... Esther...
E_ Los camisones.
M_ Vale –dijo una vez de pie cogiéndola fuertemente del culo-. Voy
a por la nata mientras te cambias.
M_ ¿No? –la miró sin entender muy bien y con un resoplido-. Esther
no estoy para esperar mucho rato, te lo advierto, tengo un fuego
interior que me va a abrasar –decía mordiéndose el labio y
dirigiéndose de forma impulsiva a besarle.
E_ ¡Espera!
M_ ¿Y ahora qué?
E_ No, a la vez.
M_ Venga si.
E_ Voy.
M_ Estás divina...
E_ Tú si estás divina.
E_ Maca... ¿duermes?
M_ No... pero no me puedo mover cariño –le dijo con voz extasiada.
E_ Yo tampoco –sonrió.
E_ Oye.
E_ Te quiero.
M_ Con nadie mi amor –le besó la sien-. A veces tenía miedo porque
lo que sentía y siento por ti es tan fuerte, que me daba miedo.
E_ ¿Sabes una cosa Maca? –murmuraba con una voz más que rota
por el cansancio, mientras reposaba en el pecho de su mujer
E_ Sí –sonrió graciosamente.
M_ ¿Y en el coche?
M_ Confía en mí.
M_ ¿Y eso? –la llevaba cogida del vientre con sus manos mientras
Esther sujetaba la manta.
M_ ¿Ah si? –le abrió las piernas y se puso entre ellas sin tocarla,
Esther se estremeció-. Veamos que te parece esto –pasó su dedo
corazón por el vientre de su Princesa que no pudo evitar con una
gesto rápido y un golpe de respiración, esconder su vientre-. Bien…
veamos… ¿y esto? –con la otra mano le apartó la melena pasando
delicadamente su dedo por el cuello mientras la miraba con la boca
entreabierta y una ligera sonrisa vencedora.
E_ Joder…
E_ Vale –le cogió su mano y la llevó a la boca, Maca cerró sus ojos y
se humedeció los labios. Esther besó con delicadeza cada uno de sus
dedos.
E_ Si.
M_ Si.
E_ No tardes…
M_ Estoy aquí –le dijo desde detrás del dosel. Con cuidado le llevó el
vaso hasta la cama y se lo dio-. Bebe, te hará bien.
M_ Para Esther… esto no tiene nada que ver… y no quiero que vivas
el presente de recuerdos pasados ¿vale? –le alzó nuevamente la
cara para mirarla a los ojos-. Aquello pasó y está olvidado. Si no lo
olvidamos no podremos seguir adelante, aprendamos de nuestros
errores.
E_ ¿Y tú?
E_ Lo sé –le enlazó sus dedos con los otros que estaban calientes-.
Siempre tienes las manos calientes. No como yo.
M_ Pues por eso mismo Esther, por ese amor que nos tenemos y
que no han conseguido vencer, es por lo que tenemos que
levantarnos cada día seguras de lo que somos, y de quienes somos.
M_ ¿Lo dudabas?
E_ Joder...
E_ ¿Y qué sería?
M_ ¿Frambuesa?
E_ De muerte.
E_ Lo sé.
E_ ¿Ahora?
M_ Sí.
T_ Estoy histérica.
En_ Pues pronto lo estás... son las siete de la mañana –le apuntó
acercándose a ella-. Vamos a preparar el desayuno.
T_ Ya está preparado.
En_ Hay un dicho que dice: “mala hierba nunca muere” –soltó una
de sus encantadoras carcajadas.
T_ Otra que tal, ¿tú crees que esto es normal?, vosotras divinas de
la muerte y yo...
E_ Eres tan mala, tan bicho, tan... divina –le dijo después de que
Maca la besara con dulzura.
E_ ¿Qué?
M_ No, porque las llevaba cenando... tienen que estar por aquí.
E_ Vamos Maca por favor... faltan cinco minutos para que llegue
Fermín y quiero ver lo de fuera.
M_ Si lo que Carmen pretendía era que este lugar fuera mágico para
la despedida, lo ha conseguido
M_ Pues no.
E_ ¿Cómo?
M_ Pues...
E_ ¿Volviéndote loca?
M_ Eres más mala... eres de lo peor –y una vez se puso las bragas
salió corriendo tras ella-. No te vas a librar, ven aquí...
M_ Fermín...
M_ Yo llevo la falda metida por las bragas y tú, el escote por donde
no es –le señaló con las cejas y se miró encontrándose que tenía el
sujetador por fuera de su escote. Luego miró a Maca que se estaba
sacando la falda que se había metido en las bragas con las prisas y
dio una carcajada. Mientras Maca murmuraba-. Que fuerte, ¡qué
fuerte!
M_ Vale.
En_ El chico sabe llegar solo, no nos necesita –añadió una Encarna
que aún estaba un tanto impresionada por la reacción de todos
hacia ella.
F_ De eso no os preocupéis.
M_ Pero... es que...
M_ Eso también.
E_ Un poco, la verdad.
E_ Tu madre
M_ Lo haces.
Ca_ Bueno, bueno, bueno. ¡No mires hijo que tus mamis aún no han
acabado con sus cosas! –exclamó entre una carcajada sonora
Carmen mientras las chicas rompían a reír por el comentario.
M_ Gracias por todo –le dijo mirándola con sus ojos emocionados.
M_ Nos alegramos
F_ Claro.
F_ Las gracias hija mía, os las tengo que dar yo, te lo aseguro
Ca_ No hija, que va, si eres un sol y tienes una mujer que es otro
sol
E_ ¿Me crees ahora cuándo te decía que sin ella prefería morirme?
Ca_ Esther hija mía, yo también soy feliz de veros a vosotras así de
bien, y le pido a Dios que os ayude en vuestro camino.
E_ Gracias, con Su ayuda así será. ¡Ah pero ni creas que nos vas a
perder de vista, eh! –le decía sonriendo aunque ella también estaba
emocionada-. Vendremos siempre que podamos, y quiero que tú y
Fermín, vengáis a nuestra casa en Madrid, y os ayudaremos a
encontrar a vuestro hijo
E_ Te quiero Carmen
E_ Oye Carmen.
Ca_ Dime corazón –se detuvo ante ellas que seguían cogidas de la
cintura
E_ ¿Mi madre?
E_ Y yo... te quiero
L_ Esto es maravilloso
C_ Cariño no empieces…
C_ ¡Rodolfo!
A_ Es precioso, sí.
H_ Ellas son las que están preciosas, ché, no viste… ¡dios que par de
mujeres!
C_ ¡Dios mío Maca que alegría! –la estrechó fuertemente Cruz entre
sus brazos
M_ Gracias Cruz –le dijo con palabras sinceras que no hacían falta ni
más, ni más concisas.
H_ Ya la regó el proteston.
E_ Está dormidito…
H_ Vayamos para fuera, es lindo este lugar como para estar acá
encerrados
E_ Francamente, no.
E_ Maca –le dijo un tanto azorada por el tono que había gastado
ante sus compañeras-. Bueno… Carmen ha dicho que vayamos
M_ Me moría de ganas.
M_ Estás muy guapa –la miraba a los ojos con esa devoción,
idolatrándola como el primer día que la miró con los ojos del amor-.
Estás realmente hermosa, cariño.
E_ Soy muy feliz, tener a todos aquí –le dijo mientras pasaba sus
manos por la espalda delicadamente de Maca, allí en aquel lugar
que se habían amado tanto, apoyada contra la puerta-... tenerte a ti
así... tan cerca de mí... tan maravillosamente cerca de mi corazón
otra vez.
E_ Y a mí que estés...
T_ Ahora y es serio.
T_ No sé yo... no sé yo...
En_ ¿Has aprendido de tus errores hija? –le preguntó tras dar un
trago a la limonada-. ¡Todo lo hace bueno esta mujer!
En_ La vida es un camino largo hija, siempre hay que pensar que es
largo, y vas aprendiendo de tus errores, de tus sufrimientos…
siempre y cuando puedas salvar la situación pues es hasta normal
porque nadie es perfecto, pero lo que sí es importante cariño, es
aprender de ellos. Tú tienes una mujer que te adora, un hijo por
En_ Cariño –la abrazó bajo la atenta mirada de una Maca que
comprendía perfectamente a que era debido y sonrió mientras
seguía hablando con Javier y Héctor-. Eres mi hija del alma... lo
mejor que me ha dado la vida
En_ Nada hija... que me puse tonta yo que sé... –elevó los
hombros-. La tensión acumulada.
E_ Mamá yo...
E_ Te quiero.
E_ No quiero que te ocurra nada –la miró con sus ojos llenos de
miedo.
En_ Pues es ley de vida ¿eh? –entonces miró hacia Maca que seguía
mirándola aunque en esta ocasión lo hacía con su frente fruncida-.
Venga Esther Maca esta mirando con esa cara que pone ella de
preocupación, que aún así está guapa, ¿eh?
E_ ¿Dónde?
En_ No, es mejor así, algún día se enterara pero ahora no.
C_ Hacía mucho tiempo que no veía a Esther así... feliz –hizo una
mueca elevando sus hombros.
M_ Hola papá
M_ Entiendo –le dijo sin ese lado suyo tan defensivo de cuando
hablaba con su padre.
P_ Creo que te debo una disculpa, y sabes que me gusta aclarar las
cosas cara a cara.
En_ Paciencia hija, paciencia –en ese momento salían Maca y Pedro
de la cocina. Encarna le hizo una señal a Teresa con sus cejas hacia
ellos-. Creo que Pedro ha firmado la paz
T_ Pero...
Cuando Esther se percató les dijo a las demás que ya era hora
de ayudar y dejar de hablar, de esa manera, se fueron todas hasta
la cocina y los hombres se quedaron todos allí ayudando a Fermín.
F_ Así es.
E_ ¿Ah si? –ladeó su cabeza un poco elevando sus cejas con una
sonrisa triunfante
E_ Y yo
M_ Ya Teresa
T_ A lo que iba
M_ Eso
E_ Te quiero, Teresa
M_ Bueno… vamos a ver que encontramos por aquí –se puso a mirar
las botellas mientras Teresa se ponía las gafas y también miraba
M_ Mira que bien. Pues ahora ya que has querido tu fin de semana
en el balneario, te lo vas a tener que currar –se dio la vuelta
mirándola fijamente
T_ ¡Por Dios Maca no me mires con esos ojos! –le dijo un tanto
asustada
M_ ¿Quieres ir al balneario?
M _ ¿Qué otro?
M_ Toma anda –le dio una botella bajó otra del altillo y se dirigió
hasta la puerta-. Yo no recuerdo tal cosa, además, ahora debo
T_ Eso son celos, ¡lo que yo te diga Maca! –salió a pasos ligeros
hacia el comedor con las botellas de vino
R_ No tienes remedio.
M_ ¿Y Esther?
R_ Los hombres han ido con Fermín a ver desde no sé que lugar una
montaña
M_ ¿Papá también?
M_ Lo soy mamá, Esther y yo creo que nos hemos dado cuenta que
queremos vivir siempre juntas, que pase lo que pase, yo me muero
por ella y ella por mí, que tenemos una vida en común a partir de
R_ Ya me extrañaba a mí –sonrió
M_ Claro que esté pequeñín sabe que sus mamis están felices –se
tumbó en la cama junto al niño y comenzó a juguetear con él
E_ ¿Yo hago trastadas? –le abrió las piernas poniéndose entre ellas
ante la sonrisa de Maca
E_ ¿De verdad?
En_ Nada que Teresa está impaciente, bueno, algo histérica también
En_ Vamos como ahora –le dijo seria pero irónicamente Encarna
C_ Vamos Vilches deja al niño que vaya con su tito Héctor que se le
está cayendo la baba
M_ Yo te ayudo
C_ No hace falta ya voy yo, ¿no puedes estar unos segundos sin
ella? –le preguntó en voz baja sonriendo
C_ ¿Una solo?
M_ Oye... ¿pero esto que es? –protestó-. A ver si ahora voy a tener
que ponerme celosa –todos sonrieron
CA_ Eso o tendré que darle alguna que otra sesión –dijo Carlos muy
serio
Ca_ Dios mío Maca si llevas un plato en tus manos –dijo poniéndose
las manos en la cabeza
M_ ¡Pero bueno!
T_ ¡Ya estamos!
T_ ¿Quejica yo?
E_ Sí, tú.
En_ Lo es
Ca_ No late de una manera distinta amiga mía –se le acercó y con la
mano que le quedaba libre, le acarició suavemente la mejilla-. Late
gritando tu sentimiento de madre, más madre que nunca porque
ahora puedes abrazar a tu hija de manera abierta, sintiendo y
dejando sentir en tu alma su llegada. Ahora eres madre con todas
las palabras ya no tienes que luchar contra ti, ahora solo tienes que
dejar recorrer por tu sangre ese sentimiento de madre que tenías
amaniatado. Siéntelo con todas tus fuerzas Rosario siéntelo amiga
mía.
M_ Ya va, ya va
M_ Mira que eres malo ¿eh? Rodolfo –le dijo entrecerrando sus ojos
graciosamente
T_ Y que lo digas hija –soltó Teresa muy seria y consiguió que todos
rompieran en una carcajada y algunos aplausos-. Gracias.
M_ Y yo.
E_ No tenéis que hacer nada más que prepararos la maleta, eso si,
con ropa fresca ¿eh?, y pasarlo estupendamente
T_ ¿Y lo mío?
E_ Eso es cierto...
Ca_ ¿Sentarme?
F_ Vamos
Ca_ ¿Rafael has dicho? –le preguntó a su hijo que miraba a su padre
sonriendo.
Ca_ ¡Pero bueno esto que quiere decir!, vamos a presentaros a toda
esta que es nuestra familia.
M_ Hermano.
Ca_ Hijo, hemos sufrido mucho, mucho –le dijo con voz
entrecortada-. Nos equivocamos tanto cariño... pero ahora todo será
diferente, ¿verdad?
Ju_ Claro que sí Madre –la abrazó-. Que ganas tenía de abrazarte,
de volver a olerte sigues oliendo a leche de almendra.
M_ Sí.
Ca_ ¿Cómo que has hablado con ella? –la miró perpleja.
Ca_ Si es que ves como tengo razón y son mis niñas –las abrazó a
las dos a la vez haciendo que ambas quedaran muy juntas y
muertas de risa dándoles besos sin parar-. ¡Qué feliz soy madre!
E_ Mamá...
D_ Tiene razón ¿eh?, que últimamente estás tú muy por las nubes –
le dijo sonriente Dávila mientras todos seguían la broma.
C_ ¿Por qué?
C_ Es cierto.
C_ ¿Y?
M_ Tengo miedo.
C_ ¿A qué?
M_ Niña.
C_ Vale niña –respiró negando con la cabeza gesto que hizo que
Maca sonriera-. Sabes que eso le va a ayudar a superar este amargo
trago.
C_ No creo que sea un reto para ella –se sentó sobre la mesa de la
cocina igualmente que lo hacía ella-. Simplemente creo que te ama,
pero que con sus miedos no creía que para ti ella fuera tan
importante.
M_ Lo sé.
C_ Ese complejo que tiene ella, ese mar de dudas que siempre le
embargan, creo que lo ha superado.
M_ Lo sé.
M_ Sí, Esthercita.
C_ Pobre criatura.
M_ Ven aquí –le cogió por los hombros ante su gesto ilusionado-. Te
voy a mandar a uno que te va a encantar.
T_ ¿De verdad?
M_ Bien.
M_ Gracias.
T_ Me voy de un feliz.
M_ Me alegro mucho.
M_ Sí mi amor.
M_ Te quiero mamá.
R_ Y yo.
P_ Cuídate.
M_ Tú también.
En_ ¡Qué bichejo eres canalla! –la abrazó como ella solía hacer con
toda su fuerza-. Por eso te quiero tanto ahora que no me oye mi
hija.
En_ Soy muy feliz, de verdad, pero quiero decirte algo que llevo en
mente, ¿puedes acompañarme hasta el coche?
M_ Eso ya lo sé.
M_ ¿De qué?, ¿de tener una Esthercita? –la mujer la miraba con un
poco de temor en sus ojos-. Pues claro Encarna.
M_ Y yo...
M_ Un poco bastante.
M_ Tengo miedo Esther, aquí eres mía, este lugar es como una
fortaleza, nuestra fortaleza, puedes reírte de mí si quieres.
M_ Ya... lo sé... pero... ¿puedo decirte una cosa sin que te rías?
E_ ¡Ah, creía! –le besó mientras Daniel rompía a reír-. ¿Qué pasa
pequeño, te gusta que tus mamis se den cariñitos, eh?, a mí
también pero es un secreto.
M_ De acuerdo.
M_ Lo sé...
E_ Que está Daniel cariño –le susurró pues la mano de Maca se coló
por su camiseta.
E_ ¡Pero serás! –le dio un buen golpe haciéndola reír como loca.
P_ Bueno Fermín... me alegro que todo haya salido bien –le dijo
Pedro pues los hombres se habían adelantado a las mujeres que
reían divertidas con aquel bendito crío.
F_ Así es... pero ver esa luz en su mirada, me deja muy claro que
me importa un bledo lo que piensen los demás... he perdido muchas
cosas de su vida como para que los comentarios de la gente me
pueda afectar
P_ Somos afortunados.
En_ Tú lo has dicho, eso es ser madre, dar sin esperar nada a
cambio, dar el apoyo, el amor y el aliento que les falte.
P_ ¿Nos vamos?
R_ Pues ya sabes...
Ca_ No, ahora te veo como una madre y una esposa de verdad –le
sonrió
Ca_ Por supuesto... gracias Encarna –le dijo al estrecharla entre sus
brazos, con la emoción reflejada tanto en sus palabras como en sus
ojos-. Gracias amiga.
E_ Es espectacular
E_ Lo sabía
M_ Sí, sé el esfuerzo que hiciste para comprarme este anillo –le dijo
sonriendo
M_ Le hice una oferta a Fermín por ella, pero me dijo que no, que
esta casa no estaba en venta
E_ ¿Entonces?
E_ ¿Y?...
M_ ¿Y qué?
E_ ¿Bailas?
E_ El placer es mío
me enseño a pecar
E_ ¿Si?
E_ ¿Ahora?
E_ ¡Pero tendrás morro! –le dijo sonriendo-. Anda vamos cariño que
tu madre tiene más morro que yo que sé... ¡ay que rico madre! –
explotó en una exclamación feliz
E_ ¿A mi madre?, le va a encantar
M_ Ese mismo
E_ Te lo prometo
M_ Si
E_ Venga... venga...
M_ De acuerdo. No tardes
E_ Maca
M_ Mmmm
M_ Lo que tú quieras
M_ Lo prometo
FIN