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Como sabemos, hay que distinguir tres planos en el esperpento. En primer lugar, el
esperpento es una sátira. Esta se presenta, en el caso del esperpento de don Friolera, en
una sátira contra los militares (puesto que el personaje principal es militar y obedece a
un código de honor impuesto por su profesión y sus superiores). En segundo lugar, hay
una presencia paródica tanto del mito del honor calderoniano (en este caso se trata de la
sátira de El médico de su honra) como del melodrama («¡Pachequín, respétame! ¡Yo
soy una romántica!», pág. 153) y del género chico, puesto que estamos ante un humor
sainetesco. Para lo último véanse frases como las siguientes:
Escena segunda:
Escena tercera:
Escena cuarta:
Otro procedimiento es la ausencia del héroe. Bien es verdad que el personaje de don
Friolera del romance es celebrado como un héroe; sin embargo, el lector o espectador
sabe que aquí se trata de una sátira y una mirada en el espejo cóncavo. Los personajes
son ridículos, desde el propio don Friolera a doña Loreta («jamona, repolluda y
gachona», pág. 193) y Pachequín («el barbero, cuarentón cojo y narigudo», pág. 135).
Nada tienen que ver con los personajes y héroes del Barroco que critica Valle-Inclán.
Por último, queremos apuntar la influencia de las artes plásticas y del cine. De lo último
tenemos un ejemplo claro en la primera acotación de la pieza central. Es como si una
cámara estuviera enfocando cada vez más al objeto de interés: «A la puerta de la garita
con el fusil terciado, un carabinero, y en el marco azul del ventanillo, la gorra de cuartel,
una oreja y la pipa del Teniente Don Pascual Astete –Don Friolera–». (pág. 131).