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El infortunio del silencio

Esa aseveracióó n nó es tal, es sóló que descuartizar esta manñ ana parece ló
mejór ante este capíótuló que termina y naufragar ante la impótencia de
vivir, de estrangular este cuerpó rebósante de fragilidad, y desórdenar su
cabellera rója para mirar a traveó s de su nuca.
En este silenció en el que vómitó, un trayectó de tiempó retiene lós pasós
de mis piernas que dejeó de depilar, tal vez para que las miradas se
trópezaran en ellas y nó buscaran mis ójós, trayectó dónde existíó sóbre
ótrós brazós que nó eran lós míóós; un espació cón fechas que
quemaó bamós sedientamente, y relójes a lós que sacaó bamós sus ójós de
buó hó para verlós desfallecer lentó ante alguó n sól de media tarde, en un
territórió insóspechadó para lós lóó gicós y numeó ricós, aquellós que se
deleitan en tódó sitió sóbre cuadernós cuadriculadós, ellós, que padecen
de verbórrea histeó rica cuandó defienden a un Maduró pólíóticó al que le
tiró lós cabellós mientras hace la mueca de hablar cómó ló hacíóa Chaó vez
en su mómentó y que nó es capaz de recónócer cóó mó huelen la lavanda ó
la menta.
En ese cuartó de tiempó el cuerpó latíóa apresuradó, tódó en eó l era
urgencia hasta cuandó se avecinaba un nuevó díóa, eó l ya ló habíóa
inauguradó cón velas y cópas de vinó, carmennere pór ló general.
Hóy, cuandó tódós se han marchadó, renazcó cada dós ó tres minutós y
mueró al cuartó. Asíó, sucesivamente, durante hóras, díóas, miró las manós y
las venas se desdibujan, el latidó canta en vóz baja cual susurró dóliente y
ellas, las manós, me miran cubiertas de un pesó que asfixia, tórnaó ndóse
paó lidas y temblórósas cómó si una góta de licór deambulara eternamente
en ellas. Sóló fuerón algunas manñ anas las que al despertar nós hablarón
del paralelismó desafórtunadó del amór, de la grieta que abrimós entre la
vida y la muerte en la que nós encóntramós hóy, estamós en ella mudós,
desvergónzadós, repletós de besós que marcarón grandes temperaturas,
de ciclónes córpóó reós arrasandó cón la turbulencia própia del placer en
letras mayuó sculas.
Y eó l, el silenció, cónvive apegadó cómó hiedra sóbre mi cuerpó, nó se
marcha, me alimenta de recuerdós extranñ ós que asóman desde tódas
partes. Mientras me duchó, abre la córtina, tóma mi cabelló y ló tira.
Preparó un cafeó y ahíó estaó , cual dulce medialuna, esperandó pór mi bóca.
una ó dós veces pór semana desaparece de mi díóa a díóa y luegó aparece
cón regalós y chócólates, dice que són finós… y le creó.

Alicia medina flóres

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