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1. TIPO PENAL
El tipo básico del homicidio que aparece como el primer delito específico regulado en el
código sustantivo, se encuentra tipificado en el artículo 106 de la manera siguiente:
El que mata a otro será reprimido con pena privativa de libertad no menor de seis ni mayor
de veinte años.
2. TIPICIDAD OBJETIVA
La conducta típica del homicidio simple consiste en quitar la vida dolosamente a una
persona, sin la concurrencia de alguna circunstancia atenuante o agravante debidamente
establecida en el Código Penal como elemento constitutivo de otra figura delictiva. Si
bien, en el tipo penal no se hace referencia a la forma de aniquilar la vida de otro, se
entiende que puede ser por acción u omisión, en este último supuesto será de aplicación
el artículo 13 del Código Penal que regula la omisión impropia. Siendo así, se concluye
que detrás de una omisión delictiva debe existir una norma de mandato (prestar auxilio,
avisar a la autoridad, etc.), caso contrario, la conducta es atípica. Ocurre, por ejemplo,
cuando un médico de guardia nocturna dolosamente no atiende a un paciente herido de
bala con la finalidad que muera desangrado por ser este, el causante de su divorcio. "Lo
determinante es que el sujeto activo se encuentre en una posición de garante frente a la
muerte del sujeto pasivo". Es decir, se encuentre con el deber jurídico de actuar para evitar
el resultado dañoso no querido por el orden jurídico.
Lo único que se exige es la idoneidad del medio para originar el resultado dañoso. No
obstante, las formas, circunstancias y medios empleados devienen en importantes al
momento de imponer la pena al homicida por la autoridad jurisdiccional competente. De
ese modo, lo entiende la Suprema Corte al exponer en la Ejecutoria Suprema del 16 de
julio de 1999 que: "en el delito de homicidio, la conducta se agrava en función al móvil,
a la conexión con otro delito, por el modo de ejecución o por el medio empleado,
elementos que dotan a la figura básica de un plus de antijuridicidad, que justifican la
imposición de una pena mayor teniendo en cuenta, además la nocividad social del
ataque al bien jurídico protegido".
El artículo 106 constituye el tipo básico del homicidio de donde se derivan otras figuras
delictivas que han adquirido autonomía legislativa y sustantiva propia a haber sido
reguladas en forma específica y con determinadas características (asesinato u homicidio
calificado, parricidio, infanticidio, etc.).
En otro aspecto, bien señalan Bramont-Arias Torres y García Cantizano, cuando afirman
que según la doctrina penal moderna, para que el comportamiento cumpla el tipo, se
requiere no solo el nexo de causalidad, sino, además, que dicha conducta sea imputable
jurídicamente a una persona. Ello conlleva a considerar que el nexo de causalidad entre
el resultado muerte y la acción u omisión no es suficiente para considerar a una conducta
como típica. Se requiere, además, la relevancia del nexo causal que permita comprobar
que ese resultado puede ser objetivamente imputado al comportamiento del autor.
En este extremo entra a tallar la moderna teoría de la imputación objetiva para resolver
los problemas que eventualmente pueden presentarse para el juzgador en un caso
concreto. Esta teoría sostiene que para atribuir o imputar responsabilidad penal a un sujeto
se requiere que su acción u omisión haya creado un riesgo no permitido jurídicamente, o
aumentado un riesgo jurídico y normalmente permitido, trayendo como consecuencia el
resultado letal.
Para nuestro sistema jurídico vigente, la condición, cualidad o calidad del titular del bien
jurídico "vida" no interesa para catalogar como homicidio simple a una conducta dolosa
dirigida a aniquilarla. Aquel puede ser un genio, un idiota, la miss Perú, un deforme, un
enfermo, un recién nacido, un anciano, un orate, etc. igual, el hecho punible aparece y se
sanciona drásticamente debido a que la vida humana independiente es el bien jurídico que
a la sociedad jurídicamente organizada le interesa proteger en forma rigurosa de cualquier
ataque extraño.
A fin de evitar confusiones, es de precisar que cuestiones diferentes son el bien jurídico
y el objeto material sobre el cual recae la acción del agente. En efecto, en el homicidio
simple, el bien jurídico es la vida humana independiente, en tanto que el objeto material
del ilícito es la persona humana naturalmente con vida contra la que se dirige el ataque y
se produce el resultado letal.
El tipo legal de homicidio simple indica de manera indeterminada al sujeto activo, agente
o autor, al comenzar su redacción señalando "el que (...)". De ese modo, se desprende o
interpreta q e autor del homicidio básico puede ser cualquier persona natural. Constituye
un derecho común, pues para ser sujeto activo no se necesita reunir alguna condición o
cualidad especial, ya sea que actúe por sí mismo o valiéndose de terceros, de medios
mecánicos o animales.
En los casos de omisión impropia, el sujeto activo solo puede ser quien está en posición
de garante respecto del bien jurídico lesionado. Si en el caso concreto no puede
determinarse que el sujeto tenía la posición de garante sobre el fallecido, resultará
imposible atribuirle el resultado letal a título de omisión.
2.3. Sujeto pasivo
Al prescribir el tipo penal la expresión "(...) a otro" se entiende que sujeto pasivo puede
ser también cualquier persona natural y con vida desde el momento del parto hasta su
muerte debidamente determinada -alegamos desde el momento del parto por las
consideraciones que expondremos más adelante, cuando desarrollemos la figura delictiva
del infanticidio-. Claro está, se exceptúa a los ascendientes, descendientes, cónyuges o
concubinas del agente, quienes solo son sujetos pasivos del delito de parricidio.
El sujeto pasivo tiene que ser una persona con vida. El que procura la muerte de un
cadáver creyéndole vivo, de ningún modo puede ser imputa do el hecho ilícito de
homicidio simple.
3. TIPICIDAD SUBJETIVA
Para configurarse el homicidio simple es requisito sine qua non la concurrencia del dolo
en el actuar del agente. El dolo exige el conocimiento y voluntad de realizar las
circunstancias del tipo objetivo, es decir, el sujeto activo debe actuar con conocimiento
de dar muerte a su víctima y querer hacerlo. La Ejecutoria Suprema del 19 de
noviembre de 1998 es concluyente en este aspecto al señalar: "Para la configuración del
delito es preciso constatar en el agente una especial intencionalidad dirigida hacia la
realización del resultado típico; dicha intencionalidad o animus necandi, importa en el
sujeto activo un conocimiento actual de los elementos objetivos del tipo, conocimiento
que está indisolublemente ligado al aspecto volitivo de la conducta, de modo que
conciencia y voluntad, al ser los dos aspectos indesligables del dolo deben concurrir
necesariamente para 14 configuración del delito de homicidio simple. En la Ejecutoria
Suprema del 17 de octubre de 2007, la Segunda Sala Penal transitoria de la Suprema
corte ha precisado que: "para la configuración de delito incriminado es necesario
corroborar el agente una especial intencionalidad dirigida a la realización del resultado
típico, esto es, producir la muerte del sujeto pasivo; que dicho animus necandi importa
un conocimiento de los elementos objetivos del tipo, que está ligado al aspecto volitivo
de la conducta, puesto que el agente tiene la potestad de autodeterminarse, es decir, dirigir
su acción al fin que se ha representado: consecuentemente, conciencia y voluntad, al ser
dos aspectos indesligables del dolo, deben concurrir necesariamente para la configuración
del delito…”.
Es admisible el dolo directo, dolo indirecto y el dolo eventual. El dolo directo presupone
el gobierno de la voluntad. En él, las consecuencias que el agente se ha representado
mentalmente fueron voluntariamente buscadas y queridas. El autor quiere matar, emplea
el medio elegido y mata.
No deben confundirse los motivos y móviles que determinaron al agente a dar muerte a
su víctima con el elemento subjetivo del tipo denominado "dolo". Mientras los primeros
son las causas que hacen nacer el en homicida la intención de quitar la vida a su víctima,
el dolo es el conocer y querer quitar la vida a la víctima. El dolo es la consecuencia
inmediata de los móviles. Sin embargo, no se requiere necesariamente la concurrencia
de algún motivo o móvil para aparecer el dolo que es totalmente independiente.
La Sala Penal Permanente del Supremo Tribunal por ejemplo, en la Ejecutoria Suprema
del 11 de junio de 2004, resolvió un caso descartando el error de tipo en homicidio simple.
En efecto, "si bien es cierto los procesados coincidieron en el proceso que el imputado
Nicanor Manosalva en forma no premeditada disparó contra el occiso, toda vez que
cuando se encontraban con el agraviado apareció un sajino y que al intentar dispararle el
proyectil impactó en aquel debido a que se interpuso al intentar golpear al animal con su
machete, sin embargo del análisis del protocolo de necropsia se concluye que el disparo
fue a una distancia de dos metros aproximadamente, no siendo razonable que a una
distancia tan cercana se pueda errar en el tiro teniendo en consideración que la detonación
se efectúo con una pistola".
Los elementos del tipo también generan otras clases de error. En efecto, tenemos el error
sobre la persona (error in personam) y el error en el golpe (aberratio ictus). El primero
aparece cuando el agente se confunde de persona sobre la cual va dirigida la acción de
matar, por ejemplo: Francisco quiere matar a su ex amante Gertrudis, pero por causa de
la oscuridad mata a Susana que circunstancialmente vino a dormir en el cuarto de aquella.
El segundo aparece cuando el agente por inhabilidad yerra en la dirección de la acción y
mata a otra persona distinta a la que quería realmente aniquilar (por ejemplo: Oscar apunta
con su revólver a Gerardo y, finalmente, por deficiente puntería, la bala llega a Fernando,
que circunstancialmente acompañaba a aquel).
En ambos casos, al sujeto activo se le imputará la comisión del delito de homicidio a título
de dolo, con la diferencia de que en el segundo caso, además, se le atribuirá el delito de
tentativa acabada de homicidio respecto de Gerardo. Esto en consecuencia de considerar
que todas las vidas de la personas tienen el mismo valor. Lo verdaderamente significativo
es que aparece en el agente el animus de matar a una persona. Es más, el profesor Luis
Roy Freyre, basándose en Giuseppe Bettiol, asevera que la irrelevancia penal de error
respecto a la persona ofendida es perfectamente explicable: las normas penales tutelan los
bienes jurídicos pertenecientes a una generalidad de individuos sin prestar especial
atención a la persona de su titular siendo una de sus perspectivas más Importantes la
protección de la vida de la persona en cuanto tal.
Felipe Villavicencio Terreros, quien afirma que aplicando el concurso ideal se resuelve
el problema. Sostiene que en el error un personam aparecerá tentativa inidónea de
homicidio doloso y homicidio culposo; en el aberratio ictus, concurre homicidio culposo
y tentativa de homicidio simple. Para nada toma en cuenta aquel tratadista, el dolo
(animus necandi) con que actúa el agente. El autor tiene pleno conocimiento y voluntad
de aniquilar la vida de una persona. Incluso se prepara suficientemente para lograr su
objetivo, cual es lesionar el bien jurídico vida. El objetivo final del auto es quitar la vida
de una persona. Es irrelevante para calificar el hecho punible, determinar qué persona fue
afectada con la conducta criminal del agente, circunstancia que solo se tendrá en cuenta
al momento de individualizar la pena.
Los hechos o conductas valen más por lo que significan en sí mismos que por los
resultados que producen. En aquellos supuestos, el agente ha desarrollado toda la
actividad que ha estado en sus manos realizar para alcanzar su objetivo querido, cual era
quitar la vida a una persona. Ha cumplido con el iter criminis. Ha realizado todos los actos
que estaban a su alcance realizar para lograr su objetivo final. Hubo desde el principio
intención criminal, siendo que los hechos producen resultados en persona diferente a la
que se quería eliminar, carece de relevancia penal. Es más, para evidenciarse un
homicidio culposo, el agente debe actuar sin el dolo de matar. No se quiere la muerte de
alguna persona. Situación que no se presenta en el error in personam ni en el aberratio
ictus donde el dolo predomina en actuar del agente.
4. ANTIJURIDICIDAD
La Resolución Superior del 6 de agosto de 1999, emitida por la Corte Superior de Loreto,
da cuenta de un hecho real donde aparece la causa de justificación del miedo insuperable.
En efecto, allí se establece que: "informado de esos luctuosos sucesos el procesado
Carlos Enrique Chávez Bonifaz, siendo la media noche aproximadamente del día de
los hechos se constituyó al local de la empresa..., a bordo de su motocicleta y al llegar al
lugar de los hechos verificó que dicha turba de gente estaba saqueando el local por lo que
sacó su pistola que la utiliza para su defensa personal y realizó tres disparos al aire para
persuadir y disuadir a los saqueadores , sin embargo, fue recibido con insultos y fue
agredido por personas desconocidas quienes lo amenazaron con matarlo, por lo que
decidió escapar del lugar para proteger su integridad física, sin embargo, como la
motocicleta no encendía..,. y la tur a de gente se acercaba hacia él confines inconfesables,
tuvo que realizar dos disparos contra el grupo de gente para alejarlos, los mismos que
imputaron en los cuerpos de los agraviados...; que la conducta asumida por el Procesado
... se encuentra contemplada en los incisos ...y séptimo del articulo veinte del Código
Penal. ..; el referido procesado obró compendio por miedo insuperable e un mal igual
o mayor, miedo entendido como una fuerte emoción producida por la perspectiva de un
mal que deja al sujeto un margen de opción entre soportar un mal que le amenaza o
eludirlo realizando un acto punible. El miedo es un estado de perturbación anímica mas
o menos profunda provocado por la previsión de ser víctima de un daño y admite
graduaciones: temor, terror, espanto o, Pavor y Pánico en el caso concreto materia de
estudio hubo fundado temor y pánico ya que la turba de gente enardecida se aproximaba
hasta el procesado Chávez Bonifaz obviamente con el finalidad de atentar contra su
vida ya que sería ingenuo en otra posibilidad menos grave dado el numero de personas
que confirmaba la turba dentro de la cual incluso se encontraba gente al margen de la ley
y en estado etílico".
5. CULPABILIDAD
En cambio, cuando se concluya que el sujeto es capaz para responder penalmente por su
acto homicida y se determine que conocía que su acto era contrario al ordenamiento
jurídico, el operador jurídico pasará a determinar si el agente tenía o le era posible
comportarse conforme a derecho y evitar causar la muerte de su víctima. Si se concluye
que el agente no tuvo otra alternativa que causar la muerte de la víctima, será culpable de
la conducta típica y antijurídica. Aquí nos estamos refiriendo al caso del estado de
necesidad exculpante, cuya construcción tiene una larga tradición que se remonta al
romano Carneades, quien lo ilustraba con el ejemplo del hundimiento de un barco en el
que se salvan dos personas, una de las cuales se ve obligada a dar muerte a la otra para
aferrarse al único tablón que le permite sobrevivir. También es conocido el caso
Minonette, sucedido en Inglaterra (1884), cuando dos náufragos salvaron la vida dando
muerte a un tercero, cuya carne consumieron. Lo mismo sucede en el conocido de huir
apresuradamente para salvar la vida, se atropellan entre sí y algunos mueren pisoteados
por los demás.
6. CONSUMACIÓN
Entendemos que existe consumación de un hecho punible cuando el sujeto activo da total
cumplimiento a los elementos constitutivos descritos en el tipo penal. En ese sentido, el
homicidio simple alcanza su consumación cuando el agente, actuando dolosamente, ha
puesto fin a la vida del sujeto pasivo. Esto es, haya agotado el verbo matar.
Aun cuando el tipo penal se refiere en forma singular al agente, es perfectamente posible
la participación de varios sujetos en la comisión del hecho criminal. En estos casos,
aplicando la teoría del dominio del hecho se diferenciará entre autores y partícipes (ya
sean en nivel primario o secundario). Para ello se tendrá en consideración lo prescrito en
los artículos 23, 24 y 25 del CP.
7. TENTATIVA
De acuerdo con el artículo 16 del Código Penal sustantivo, existe tentativa c ando el
agente comienza la ejecución de un delito que decidió cometer, .s n consumarlo. De modo
que al ser el homicidio simple un hecho comisivo d carácter doloso y de resultado
necesariamente lesivo, la tentativa es posible. Villavicencio afirma que "la tentativa de
homicidio comienza con aquella actividad con la que el agente según su plan delictivo se
coloca en relación inmediata con la realización del tipo delictivo". Ejemplo: Juan Quispe
premunido de un revólver calibre 38 ingresa al domicilio de Pánfilo Pérez con intención
de darle muerte, siendo el caso que en circunstancias que se disponía disparar fue reducido
con un golpe de palo de escoba en el cráneo por Rudecinda Márquez, doméstica de
Pánfilo Pérez, quien al ver el peligro en que se encontraba su empleador con cuidado y a
espaldas del agente actuó, evitando de ese modo la comisión del homicidio.
8. PENALIDAD
1. TIPO PENAL
El homicidio por arrebato repentino está debidamente tipificado en el artículo 109 del
Código Penal con el contenido siguiente:
El que mata a otro bajo imperio de una emoción violenta que las circunstancias hacen
excusables, será reprimido con pena privativa de libertad, no menor de tres ni mayor de
cinco años.
Si concurren algunas de las circunstancias previstas en el artículo 107, la pena será ni
menor de cinco ni mayor de diez años.
2. TIPICIDAD OBJETIVA
El ilícito penal se configura cuando el sujeto activo actúa y da muerte a su víctima bajo
el dominio de una emoción, violenta, la cual surge repentinamente por circunstancias
excusables o, mejor aún, justificables provocadas por el mismo sujeto pasivo o por un
tercero. Se trata de un homicidio realizado en estado de emoción violenta justificada por
especiales circunstancias.
No obstante, no debe pensarse que el legislador pretende que se tenga como atenuante del
homicidio cualquier emoción violenta surgida en el agente, sino que este estado de la
conciencia, debe ser de cierta intensidad que genere un estado transitorio de conmoción
o perturbación en la personalidad del sujeto activo que le impida controlar sus actos frente
a determinadas circunstancias, realizando con frecuencia conductas irracionales que
normalmente no realizaría. En otras palabras, aparece la emoción violenta como elemento
atenuante cuando, en las mismas circunstancias excepcionales, toda persona respetuosa
del orden o sistema jurídico la experimentaría y realizaría actos
impensables en circunstancias normales. "La conciencia del agente se fija en aquello que
ha motivado la emoción violenta, debilitando considerablemente el control del individuo
sobre su conducta hasta el extremo que realiza· con frecuencia actos irracionales que están
en desacuerdo con su comportamiento habitual".
No obstante, la intensidad de la emoción violenta no debe hacer perder el poder de
inhibición al agente. Caso contrario, la situación se desplazaría hacia los confines de la
inimputabilidad. Un individuo emocionado no es un individuo inimputable. La emoción
debe ser violenta, eso sí, pero no ser la causa de la pérdida del control de la conducta que
configure un estado de inconsciencia subsumible en el inciso 1 del artículo 20 del Código
Penal.
a. Circunstancias excusables
"Para gozar de la atenuante el autor debe matar bajo el imperio de una emoción violenta
excusable por las circunstancias, esto es, requiere que las circunstancias que rodean el
hecho justifiquen que una persona se emocione y que se encuentre en dicho estado
psicológico en el momento de la ejecución delictiva" o Las circunstancias excusables
pueden ser de cualquier naturaleza, no necesariamente éticas, solo deben tener una
capacidad de causar conmoción en la conciencia del sujeto activo. Aquellas
circunstancias deben hacer excusable el actuar del agente, esto es, justificar en cierta
forma o medianamente la conducta homicida. Con razón ha señalado el profesor Hurtado
Pozo que es inadmisible considerar que ciertas emociones son en sí excusables y otras,
condenables. Como exige la ley, este carácter de la emoción debe ser determinado en cada
caso concreto y apreciando las circunstancias en que actuó el agente, así como su
personalidad. Sin duda, aquellas circunstancias deberán ser valoradas en su conjunto por
el juzgador en su momento.
Compartimos criterio con Roy Freyre, quien, siguiendo al argentino Ricardo Núñez,
señala que la excusabilidad de la emoción violenta supone su justificación desde un triple
punto de vista: causal, subjetivo y objetivo. Desde la perspectiva causal, el surgimiento
de la emoción violenta tiene excusabilidad cuando ha sido motivada eficazmente por un
hecho extraño a la propia idiosincrasia del agente, es decir, la emoción violenta debe tener
un motivo razonable en las circunstancias que lo provocaron y de ningún modo en el
carácter iracundo del agente. Desde la perspectiva subjetiva, el surgimiento de la emoción
violenta se excusa cuando el sujeto activo ha sido ajeno a la gestación u origen del
fenómeno psíquico emotivo desencadenante del acto homicida; y, finalmente, desde la
perspectiva objetiva, se excusa la emoción violenta cuando el motivo de aquella no debe
radicar en un evento frente al cual el actor se encuentre obligado a responder en
determinadas circunstancias, con serenidad. No funciona alegar circunstancias
excusables, cuando un psiquiatra mata a su paciente que le dijo que era un charlatán y un
estafador.
No le falta razón a Castillo Alva al sostener que al emplear el tipo penal la expresión
"circunstancias", junto a la acción pueden sumarse una serie de diversas condiciones que
en una visión de conjunto y con efecto totalizador influirán en la producción del estado
emocional. La acción externa, llamada también causa provocadora o estímulo externo,
tiene que pertenecer al mundo real y debe ser ajeno al autor del homicidio. De no ser así,
la consecuencia atenuante se basaría en un amplio subjetivismo beneficiando solo al
intemperante y al malvado, como tendería un puente de oro, cercano a la impunidad, al
sujeto irascible por naturaleza y al falto de templanza. Asimismo, el derecho premiaría
con pena atenuada a todo aquel que encuentra en la emoción un fundamento para iniciar
la más vil de las venganzas y cometer homicidios.
b. Intervalo de tiempo transcurrido entre la provocación y el acto homicida Otro
aspecto importante a tener en cuenta es que las circunstancias que provocaron la emoción
violenta deben ser inmediatos, anteriores al acto homicida, es decir, entre la causa que
hizo nacer la emoción violenta y el resultado muerte de la víctima, no debe transcurrir
mayor tiempo que cree convicción en el juzgador que el sujeto activo tuvo oportunidad y
tiempo suficiente para sobreponerse, reflexionar y no cometer el homicidio. Mas, por el
contrario, si por la forma, tiempo y circunstancias en que actuó el agente, nos hacen caer
en la cuenta que tuvo bastante tiempo para salir del estado de conmoción y, sin embargo,
persistió en dar muerte a su víctima, no habrá homicidio por emoción violenta, sino
estaremos ante un homicidio simple o calificado según las características especiales en
que haya desarrollado su accionar delictivo el autor.
Villa Stein siguiendo al histórico Carrara y a Ricardo Levene. También Castillo Alva es
partidario de esta postura. Sin embargo, esta posición no podemos avalarla ni sustentarla
según nuestro sistema jurídico penal. Del propio texto expreso del tipo penal se desprende
que el sujeto activo debe actuar en el lapso que sufre o atraviesa una seria perturbación
de la afectividad que le impida reflexionar y controlar sus frenos inhibitorios, y ello
naturalmente, debe ser ni bien producido o conocido las causas provocantes de la emoción
violenta, la misma que viene a constituir una reacción desordenada, impetuosa y
repentina. Ello debido que la emoción violenta debe estar presente tanto en la decisión
como en el acto mismo de matar.
Es indudable que aceptar una reacción tardía o diferida es desnaturalizar el hecho punible
en interpretación. Estaríamos aceptando que también puede darse la conducta delictiva
atenuada así el agente haya tenido el tiempo suficiente para sobreponerse de la grave
perturbación provocada y reflexionar, y, de ser el caso, decidir no llevar a cabo su
propósito homicida, es decir, haya tenido la posibilidad de comportarse conforme a
derecho.
Por lo demás, si de acuerdo con la forma cómo ocurrieron los hechos, al medio empleado
y por la personalidad del autor, se llega a determinar que este antes de actuar reflexionó
y tuvo la posibilidad de desenvolverse y comportarse conforme a derecho no ocasionando
la muerte de su víctima, el hecho se adecuará al homicidio simple o asesinato de ser el
caso, mas no al homicidio por emoción violenta.
Por ejemplo (pese a que el abogado defensor haciendo uso de la doctrina que sustenta la
reacción tardía y diferida, alegaba que el hecho se encuadraba en el tipo del artículo 109
del Código Penal), no se adecuará a la conducta delictiva de homicidio por emoción
violenta el siguiente hecho real: Juan Casi Ido y su cuñado Alberto Anchante, después de
estar bebiendo cerveza y pisco en el domicilio de Pedro Román, se liaron a golpes
haciendo uso incluso de piedras. Durante la pelea, Alberto Anchante le decía a viva voz
a su oponente que su esposa tenía un amante, quien incluso le daba de comer a sus hijos.
Al verse vencido Juan Casildo, ofuscado y herido en su amor propio, se retiró raudamente
a su domicilio. Después de conversar con su señora por espacio de hora y media
aproximadamente, con engaños, salió de su vivienda en busca de su cuñado para matarlo,
premunido ya de un revólver. En su mototaxi, volvió al lugar de la pelea, donde encontró
a su rival y sin decir palabra alguna le descargó la cacerina del revólver, ocasionando
instantáneamente la muerte de Alberto Anchante, dándose a la fuga el homicida.
Por otro lado, también resulta imposible que prospere esta atenuante del homicidio,
cuando hay indicios razonables o pruebas concretas que el sujeto activo actuó con
premeditación y solo estaba buscando las circunstancias o condiciones aparentes para
consumar su objetivo, cual es dar muerte a su víctima. La emoción violenta no es
compatible con la premeditación. Aquí, de ningún modo aparece la condición súbita o
repentina que exige el tipo penal.
Finalmente, resulta obvio que el autor no debe haber provocado ni facilitado su propia
emoción violenta. La provocación deber ser extraña al sujeto, de ese modo, la emoción
violenta tampoco puede ser el resultado del propio carácter del agente, sino que debe
encontrar su estímulo en una causa externa, fuera de él.
El segundo párrafo del artículo 109, regula la figura del parricidio cometido por emoción
violenta como agravante del homicidio realizado bajo el imperio de una emoción violenta.
A comparación de la figura típica del parricidio ya estudiada, el presente hecho típico
viene a constituir una atenuante de aquel, ello por las mismas circunstancias especiales
en las que ocurre. Es decir, estamos ante un supuesto que se constituye en agravante del
homicidio por emoción violenta recogido en el artículo 109 y, a la vez, una atenuante del
parricidio previsto en el artículo 107 del Código Penal.
En esta hipótesis penal se encuadran los conyugicidios pasionales, donde los 'celos'
aparecen como la principal causa que predispone a uno de los cónyuges O convivientes a
dar muerte al otro. La Ejecutoria Suprema del 05 marzo de 1987 da cuenta de un
uxoricidio ocurrido por emoción violenta, allí se expone que "el acusado al volver a su
hogar sorprende a su esposa en flagrante adulterio y la mata a golpes, logrando el amante
escapar; que cometido el delito, el causado en su desesperación arroja el cadáver al no y
denuncia a la autoridad la desaparición de su esposa; que esta última circunstancia puede
ser motivo para una mayor severidad en la graduación de la pena, pero no puede impedir
la aplicación del tipo legal que define la figura del uxoricidio por emoción violenta,
probada que ha sido la emoción violenta y las circunstancias provocadoras del delito y
tomando en cuenta que el acusado no ha sido arrastrado a cometer el ilícito penal por su
propia capacidad delictiva, sino, en gran medida por una fuerza impulsiva que encuentra
su causa en la propia conducta de la víctima".
1985 así lo establece en un hecho real ocurrido en el incontrastable Valle del Mantaro.
Allí, en forma pedagógica, se afirma que "la emoción violenta debe tener un motivo
razonable en las circunstancias que la provocaron y no en el carácter iracundo del actor;'
no constituye homicidio por emoción violenta la reacción del acusado, quien al ser
recriminado por su padre ante su mal comportamiento, reaccionó violentamente y
cogiendo un palo procedió a golpearlo hasta dejarlo tendido en el suelo semiinconsciente
para acto seguido con una chalina ahorcarlo; que faltando la figura privilegiada de
parricidio emocional, el acusado de responsabilidad restringida está incurso en el delito
de parricidio".
En el libro "Introducción al derecho penal y derecho penal procesal" de Claus Roxin,
Gunther Arzt y Klaus Tiedemann, traducido al castellano por los españoles Luis Arroyo
Zapatero y Juan Luis Gómez Colomer, el profesor Gunther Arzt expone un caso, al
parecer real, que grafica un parricidio por emoción violenta en nuestro sistema jurídico
penal, aun cuando para el sistema alemán daría la apariencia de un asesinato. El caso se
titula "Es Úrsula A. una asesina?". Úrsula A., de 33 años, el 31 de agosto de 1975, dio
muerte a su marido, comisario de policía de 31 años, con su arma reglamentaria. El propio
magistrado ponente al dar comienzo a la fundamentación de su sentencia hizo expresa
referencia que el asunto requería una difícil decisión entre dos distintas alternativas:
asesinato u homicidio pasional. El caso presentaba un matrimonio destruido y una disputa
en el curso de la cual el marido llegó a admitir un adulterio. La acusada gritó "quiero
divorciarme, devuélveme la libertad!", a lo que el marido respondió: "ni hablar, te
necesito para pagar deudas y para que limpies los excrementos del perro!", tras lo cual se
retiró al dormitorio se tumbó en la cama. A continuación, Úrsula cogió la pistola del
armario y repitió ante la cama su exigencia: "o me das el divorcio, o me pegó un tiro!", a
lo que el marido respondió: "dispara de una vez si te atreves cerda cobarde!". Entonces
sonó un disparo que alcanzó al hombre quien, en opinión del jurado, para mostrar que
para él el asunto estaba resuelto ostentosamente había cerrado los ojos.
protege en forma rigurosa por nuestro sistema jurídico al constituir el principal interés de
las personas y del Estado. A pesar de la fijación de una penalidad menor, el bien jurídico:
"vida" sigue conservando toda su significación valorativa. El fundamento de la
atenuación no deriva de la menor valiosidad de la vida, sino de un especial estado anímico
del autor del delito emergente de las circunstancias. No se toma en cuenta el bien jurídico,
el mismo que se mantiene inalterable, sino la perturbación de la conciencia producida en
el autor a raíz de la existencia de supuestos fácticos que alteran el razonamiento y
disminuyen los frenos inhibitorios.
Agente del homicidio por emoción violenta puede ser cualquier persona natural, pues del
tipo penal no aparece que se exija alguna condición o cualidad especial.
3. TIPICIDAD SUBJETIVA
El agente debe actuar con conocimiento y voluntad de poner fin a la vida de su víctima.
La resolución homicida debe ser producto o consecuencia inmediata de la emoción
violenta surgida en forma súbita y repentina por especiales circunstancias excusables o
justificables. No obstante. debe tenerse en claro que, aquella emoción violenta de ningún
modo debe alcanzar real intensidad en el agente que le genere una grave alteración de la
conciencia de tal forma que afecte gravemente su concepto de la realidad y anulen la
facultad de comprender el carácter delictuoso de su acto. Si ello se evidenciara, al
desaparecer el dolo no habría homicidio atenuado sino estaríamos ante una causa de
inimputabilidad previsto en el inciso 1 del artículo 20 de la parte general del Código
Penal.
El dolo en el homicidio por emoción violenta puede ser directo o indirecto. No creemos
que sea posible un dolo eventual como sostiene Castillo Alva.
En definitiva, para tipificarse el ilícito penal se exige que el agente obre en un estado de
alteración de su ánimo y. por tanto, disminuido sus facultades de control.
4. ANTIJURIDICIDAD
Una vez que se ha determinado que en la conducta analizada concurren todos los
elementos objetivos y subjetivos que conforman la tipicidad del homicidio por emoción
violenta previsto en el artículo 109 del Código Penal, el operador jurídico pasará
inmediatamente a analizar el segundo elemento o nivel denominado antijuridicidad. Es
decir, se entrará a determinar si la conducta es contraria al ordenamiento jurídico O en su
caso, concurre alguna causa de justificación de las previstas y sancionadas en el artículo
20 del Código Penal. De ese modo el operador jurídico analizará si en el homicidio
emocional concreto concurre la legítima defensa o el estado de necesidad justificante o el
agente actuó por una fuerza física irresistible o compelido por un miedo insuperable o en
cumplimiento de un deber.
5. CULPABILIDAD
Si después de analizar la conducta típica de homicidio emocional se llega a la conclusión
que no concurre alguna causa o circunstancia que lo justifique frente al ordenamiento
jurídico, inmediatamente se entrará a determinar si aquella conducta homicida puede ser
atribuida o imputable a su autor. En consecuencia, se analizará si la persona a quien se le
atribuye la conducta típica y antijurídica es imputable penalmente, es decir, goza de
capacidad penal, para responder por su acto homicida. En este aspecto, por ejemplo,
tendrá que determinarse, en primer lugar, la edad biológica del autor del homicidio por
emoción violenta.
6. CONSUMACIÓN
El agente perfecciona el delito en sede cuando logra poner fin a la vida del sujeto pasivo
concurriendo en su accionar los elementos descritos. Todos deben de concurrir. A falta
de uno de ellos, el delito 1. TIPO PENAL
El homicidio por arrebato repentino está debidamente tipificado en el artículo 109 del
Código Penal con el contenido siguiente:
El que mata a otro bajo imperio de una emoción violenta que las circunstancias hacen
excusables, será reprimido con pena privativa de libertad, no menor de tres ni mayor de
cinco años.
Si concurren algunas de las circunstancias previstas en el artículo 107, la pena será ni
menor de cinco ni mayor de diez años.
2. TIPICIDAD OBJETIVA
El ilícito penal se configura cuando el sujeto activo actúa y da muerte a su víctima bajo
el dominio de una emoción, violenta, la cual surge repentinamente por circunstancias
excusables o, mejor aún, justificables provocadas por el mismo sujeto pasivo o por un
tercero. Se trata de un homicidio realizado en estado de emoción violenta justificada por
especiales circunstancias.
No obstante, no debe pensarse que el legislador pretende que se tenga como atenuante del
homicidio cualquier emoción violenta surgida en el agente, sino que este estado de la
conciencia, debe ser de cierta intensidad que genere un estado transitorio de conmoción
o perturbación en la personalidad del sujeto activo que le impida controlar sus actos frente
a determinadas circunstancias, realizando con frecuencia conductas irracionales que
normalmente no realizaría. En otras palabras, aparece la emoción violenta como elemento
atenuante cuando, en las mismas circunstancias excepcionales, toda persona respetuosa
del orden o sistema jurídico la experimentaría y realizaría actos impensables en
circunstancias normales. "La conciencia del agente se fija en aquello que ha motivado la
emoción violenta, debilitando considerablemente el control del individuo sobre su
conducta hasta el extremo que realiza· con frecuencia actos irracionales que están en
desacuerdo con su comportamiento habitual".
a. Circunstancias excusables
"Para gozar de la atenuante el autor debe matar bajo el imperio de una emoción violenta
excusable por las circunstancias, esto es, requiere que las circunstancias que rodean el
hecho justifiquen que una persona se emocione y que se encuentre en dicho estado
psicológico en el momento de la ejecución delictiva" o Las circunstancias excusables
pueden ser de cualquier naturaleza, no necesariamente éticas, solo deben tener una
capacidad de causar conmoción en la conciencia del sujeto activo. Aquellas
circunstancias deben hacer excusable el actuar del agente, esto es, justificar en cierta
forma o medianamente la conducta homicida. Con razón ha señalado el profesor Hurtado
Pozo que es inadmisible considerar que ciertas emociones son en sí excusables y otras,
condenables. Como exige la ley, este carácter de la emoción debe ser determinado en cada
caso concreto y apreciando las circunstancias en que actuó el agente, así como su
personalidad. Sin duda, aquellas circunstancias deberán ser valoradas en su conjunto por
el juzgador en su momento.
Compartimos criterio con Roy Freyre, quien, siguiendo al argentino Ricardo Núñez,
señala que la excusabilidad de la emoción violenta supone su justificación desde un triple
punto de vista: causal, subjetivo y objetivo. Desde la perspectiva causal, el surgimiento
de la emoción violenta tiene excusabilidad cuando ha sido motivada eficazmente por un
hecho extraño a la propia idiosincrasia del agente, es decir, la emoción violenta debe tener
un motivo razonable en las circunstancias que lo provocaron y de ningún modo en el
carácter iracundo del agente. Desde la perspectiva subjetiva, el surgimiento de la emoción
violenta se excusa cuando el sujeto activo ha sido ajeno a la gestación u origen del
fenómeno psíquico emotivo desencadenante del acto homicida; y, finalmente, desde la
perspectiva objetiva, se excusa la emoción violenta cuando el motivo de aquella no debe
radicar en un evento frente al cual el actor se encuentre obligado a responder en
determinadas circunstancias, con serenidad. No funciona alegar circunstancias
excusables, cuando un psiquiatra mata a su paciente que le dijo que era un charlatán y un
estafador.
No le falta razón a Castillo Alva al sostener que al emplear el tipo penal la expresión
"circunstancias", junto a la acción pueden sumarse una serie de diversas condiciones que
en una visión de conjunto y con efecto totalizador influirán en la producción del estado
emocional. La acción externa, llamada también causa provocadora o estímulo externo,
tiene que pertenecer al mundo real y debe ser ajeno al autor del homicidio. De no ser así,
la consecuencia atenuante se basaría en un amplio subjetivismo beneficiando solo al
intemperante y al malvado, como tendería un puente de oro, cercano a la impunidad, al
sujeto irascible por naturaleza y al falto de templanza. Asimismo, el derecho premiaría
con pena atenuada a todo aquel que encuentra en la emoción un fundamento para iniciar
la más vil de las venganzas y cometer homicidios.
b. Intervalo de tiempo transcurrido entre la provocación y el acto homicida Otro
aspecto importante a tener en cuenta es que las circunstancias que provocaron la emoción
violenta deben ser inmediatos, anteriores al acto homicida, es decir, entre la causa que
hizo nacer la emoción violenta y el resultado muerte de la víctima, no debe transcurrir
mayor tiempo que cree convicción en el juzgador que el sujeto activo tuvo oportunidad y
tiempo suficiente para sobreponerse, reflexionar y no cometer el homicidio. Mas, por el
contrario, si por la forma, tiempo y circunstancias en que actuó el agente, nos hacen caer
en la cuenta que tuvo bastante tiempo para salir del estado de conmoción y, sin embargo,
persistió en dar muerte a su víctima, no habrá homicidio por emoción violenta, sino
estaremos ante un homicidio simple o calificado según las características especiales en
que haya desarrollado su accionar delictivo el autor.
Villa Stein siguiendo al histórico Carrara y a Ricardo Levene. También Castillo Alva es
partidario de esta postura. Sin embargo, esta posición no podemos avalarla ni sustentarla
según nuestro sistema jurídico penal. Del propio texto expreso del tipo penal se desprende
que el sujeto activo debe actuar en el lapso que sufre o atraviesa una seria perturbación
de la afectividad que le impida reflexionar y controlar sus frenos inhibitorios, y ello
naturalmente, debe ser ni bien producido o conocido las causas provocantes de la emoción
violenta, la misma que viene a constituir una reacción desordenada, impetuosa y
repentina. Ello debido que la emoción violenta debe estar presente tanto en la decisión
como en el acto mismo de matar.
Es indudable que aceptar una reacción tardía o diferida es desnaturalizar el hecho punible
en interpretación. Estaríamos aceptando que también puede darse la conducta delictiva
atenuada así el agente haya tenido el tiempo suficiente para sobreponerse de la grave
perturbación provocada y reflexionar, y, de ser el caso, decidir no llevar a cabo su
propósito homicida, es decir, haya tenido la posibilidad de comportarse conforme a
derecho.
Por lo demás, si de acuerdo con la forma cómo ocurrieron los hechos, al medio empleado
y por la personalidad del autor, se llega a determinar que este antes de actuar reflexionó
y tuvo la posibilidad de desenvolverse y comportarse conforme a derecho no ocasionando
la muerte de su víctima, el hecho se adecuará al homicidio simple o asesinato de ser el
caso, mas no al homicidio por emoción violenta.
Por ejemplo (pese a que el abogado defensor haciendo uso de la doctrina que sustenta la
reacción tardía y diferida, alegaba que el hecho se encuadraba en el tipo del artículo 109
del Código Penal), no se adecuará a la conducta delictiva de homicidio por emoción
violenta el siguiente hecho real: Juan Casi Ido y su cuñado Alberto Anchante, después de
estar bebiendo cerveza y pisco en el domicilio de Pedro Román, se liaron a golpes
haciendo uso incluso de piedras. Durante la pelea, Alberto Anchante le decía a viva voz
a su oponente que su esposa tenía un amante, quien incluso le daba de comer a sus hijos.
Al verse vencido Juan Casildo, ofuscado y herido en su amor propio, se retiró raudamente
a su domicilio. Después de conversar con su señora por espacio de hora y media
aproximadamente, con engaños, salió de su vivienda en busca de su cuñado para matarlo,
premunido ya de un revólver. En su mototaxi, volvió al lugar de la pelea, donde encontró
a su rival y sin decir palabra alguna le descargó la cacerina del revólver, ocasionando
instantáneamente la muerte de Alberto Anchante, dándose a la fuga el homicida.
Por otro lado, también resulta imposible que prospere esta atenuante del homicidio,
cuando hay indicios razonables o pruebas concretas que el sujeto activo actuó con
premeditación y solo estaba buscando las circunstancias o condiciones aparentes para
consumar su objetivo, cual es dar muerte a su víctima. La emoción violenta no es
compatible con la premeditación. Aquí, de ningún modo aparece la condición súbita o
repentina que exige el tipo penal.
Finalmente, resulta obvio que el autor no debe haber provocado ni facilitado su propia
emoción violenta. La provocación deber ser extraña al sujeto, de ese modo, la emoción
violenta tampoco puede ser el resultado del propio carácter del agente, sino que debe
encontrar su estímulo en una causa externa, fuera de él.
El segundo párrafo del artículo 109, regula la figura del parricidio cometido por emoción
violenta como agravante del homicidio realizado bajo el imperio de una emoción violenta.
A comparación de la figura típica del parricidio ya estudiada, el presente hecho típico
viene a constituir una atenuante de aquel, ello por las mismas circunstancias especiales
en las que ocurre. Es decir, estamos ante un supuesto que se constituye en agravante del
homicidio por emoción violenta recogido en el artículo 109 y, a la vez, una atenuante del
parricidio previsto en el artículo 107 del Código Penal.
En esta hipótesis penal se encuadran los conyugicidios pasionales, donde los 'celos'
aparecen como la principal causa que predispone a uno de los cónyuges O convivientes a
dar muerte al otro. La Ejecutoria Suprema del 05 marzo de 1987 da cuenta de un
uxoricidio ocurrido por emoción violenta, allí se expone que "el acusado al volver a su
hogar sorprende a su esposa en flagrante adulterio y la mata a golpes, logrando el amante
escapar; que cometido el delito, el causado en su desesperación arroja el cadáver al no y
denuncia a la autoridad la desaparición de su esposa; que esta última circunstancia puede
ser motivo para una mayor severidad en la graduación de la pena, pero no puede impedir
la aplicación del tipo legal que define la figura del uxoricidio por emoción violenta,
probada que ha sido la emoción violenta y las circunstancias provocadoras del delito y
tomando en cuenta que el acusado no ha sido arrastrado a cometer el ilícito penal por su
propia capacidad delictiva, sino, en gran medida por una fuerza impulsiva que encuentra
su causa en la propia conducta de la víctima".
1985 así lo establece en un hecho real ocurrido en el incontrastable Valle del Mantaro.
Allí, en forma pedagógica, se afirma que "la emoción violenta debe tener un motivo
razonable en las circunstancias que la provocaron y no en el carácter iracundo del actor;'
no constituye homicidio por emoción violenta la reacción del acusado, quien al ser
recriminado por su padre ante su mal comportamiento, reaccionó violentamente y
cogiendo un palo procedió a golpearlo hasta dejarlo tendido en el suelo semiinconsciente
para acto seguido con una chalina ahorcarlo; que faltando la figura privilegiada de
parricidio emocional, el acusado de responsabilidad restringida está incurso en el delito
de parricidio".
protege en forma rigurosa por nuestro sistema jurídico al constituir el principal interés de
las personas y del Estado. A pesar de la fijación de una penalidad menor, el bien jurídico:
"vida" sigue conservando toda su significación valorativa. El fundamento de la
atenuación no deriva de la menor valiosidad de la vida, sino de un especial estado anímico
del autor del delito emergente de las circunstancias. No se toma en cuenta el bien jurídico,
el mismo que se mantiene inalterable, sino la perturbación de la conciencia producida en
el autor a raíz de la existencia de supuestos fácticos que alteran el razonamiento y
disminuyen los frenos inhibitorios.
Agente del homicidio por emoción violenta puede ser cualquier persona natural, pues del
tipo penal no aparece que se exija alguna condición o cualidad especial.
3. TIPICIDAD SUBJETIVA
El agente debe actuar con conocimiento y voluntad de poner fin a la vida de su víctima.
La resolución homicida debe ser producto o consecuencia inmediata de la emoción
violenta surgida en forma súbita y repentina por especiales circunstancias excusables o
justificables. No obstante. debe tenerse en claro que, aquella emoción violenta de ningún
modo debe alcanzar real intensidad en el agente que le genere una grave alteración de la
conciencia de tal forma que afecte gravemente su concepto de la realidad y anulen la
facultad de comprender el carácter delictuoso de su acto. Si ello se evidenciara, al
desaparecer el dolo no habría homicidio atenuado sino estaríamos ante una causa de
inimputabilidad previsto en el inciso 1 del artículo 20 de la parte general del Código
Penal.
El dolo en el homicidio por emoción violenta puede ser directo o indirecto. No creemos
que sea posible un dolo eventual como sostiene Castillo Alva.
En definitiva, para tipificarse el ilícito penal se exige que el agente obre en un estado de
alteración de su ánimo y. por tanto, disminuido sus facultades de control.
4. ANTIJURIDICIDAD
Una vez que se ha determinado que en la conducta analizada concurren todos los
elementos objetivos y subjetivos que conforman la tipicidad del homicidio por emoción
violenta previsto en el artículo 109 del Código Penal, el operador jurídico pasará
inmediatamente a analizar el segundo elemento o nivel denominado antijuridicidad. Es
decir, se entrará a determinar si la conducta es contraria al ordenamiento jurídico O en su
caso, concurre alguna causa de justificación de las previstas y sancionadas en el artículo
20 del Código Penal. De ese modo el operador jurídico analizará si en el homicidio
emocional concreto concurre la legítima defensa o el estado de necesidad justificante o el
agente actuó por una fuerza física irresistible o compelido por un miedo insuperable o en
cumplimiento de un deber.
5. CULPABILIDAD
6. CONSUMACIÓN
El agente perfecciona el delito en sede cuando logra poner fin a la vida del sujeto pasivo
concurriendo en su accionar los elementos descritos. Todos deben de concurrir. A falta
de uno de ellos, el delito perfeccionado será el de homicidio simple o asesinato, según sea
el caso. Es irrelevante el modo y las formas empleadas.
7. TENTATIVA
Al ser un delito de comisión, ya sea por acción u omisión, y de resultado lesivo al bien
jurídico vida, es posible que el accionar homicida se quede en grado de tentativa.
8. PENALIDAD
7. TENTATIVA
Al ser un delito de comisión, ya sea por acción u omisión, y de resultado lesivo al bien
jurídico vida, es posible que el accionar homicida se quede en grado de tentativa.
8. PENALIDAD