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El acompañamiento escolar hace parte de la misión formadora que tienen los padres con el fin de
lograr la construcción y reconstrucción de las metas del desarrollo humano, integral, autonomía,
autoestima, creatividad y salud emocional de sus hijos.
La familia debe tener una participación activa en la formación de los hijos, que debe ir más allá de
la información puntual que proporcionan los docentes. Es necesario que los padres, inicien un
proyecto de vida común donde los hijos hagan parte de él.
Los padres deben sensibilizarse con los cambios educativos de sus hijos e identificar claramente
los momentos de desarrollo en que se encuentran para apoyarlos adecuadamente. En la etapa
infantil media de 3 a 7 años, el niño inicia el proceso escolar y en la etapa infantil superior de 7 a
12 años transcurre la primaria, caracterizándose por una semidependencia, en la que los niños
requieren sentirse seguros, en un ambiente de confianza y diálogo, estimulados en el desarrollo de
una autonomía. Es el espacio de aprendizaje de actitudes, habilidades y valores universales que
les permiten afrontar las dificultades y retos de la escolaridad. En la etapa de los 12 a los 18 años
la familia sigue siendo un contexto muy importante, pero las formas de acompañamiento
cambian. E l diálogo y la reflexión que ayuden a madurar, la toma de decisiones y el asumir las
consecuencias de estas son el camino hacia la autonomía, hacia la responsabilidad de su propio
aprendizaje.
Para el desarrollo de las actividades, los niños deben realizar las actividades independientemente,
orientarlos y apoyarlos cuando lo requieran, pero nunca hacerles las tareas o la actividad que le
permita aprender. Es importante que el niño haga las tareas aunque los padres no estén en casa.
Debe haber revisión diaria. Con los jóvenes, si han tenido un buen acompañamiento, se espera
que hayan alcanzado un buen nivel de autonomía y autoestima, lo que les permite
responsabilizarse de su propio aprendizaje. El acompañamiento deberá ser más desde la
comunicación para estar atentos e identificar dificultades, necesidades de apoyo y brindarlo
cuando sea necesario.
Los niños sin padre tienen el doble de probabilidades de abandonar la escuela. (Centro
Nacional de Estadísticas sobre la Salud, Washington, 1993).
La participación del padre en la escuela está asociada con una mayor probabilidad de que
el estudiante saque las mejores notas. Esto es válido tanto para padres biológicos como
para padrastros y para familias encabezados solamente por un padre. (Centro Nacional
de Estadísticas sobre Educación, Washington, 2001).
Treinta años de investigación confirman que la participación familiar ejerce una poderosa
influencia sobre el éxito del niño en la escuela. Cuando las familias se involucran en la
educación de sus hijos, ellos obtienen:
Mejores notas y calificaciones más altas en la pruebas.
Asisten a la escuela con mayor regularidad.
Cumplen más con sus tareas.
Demuestran mejor actitud y comportamiento.
Se gradúan con mayor frecuencia de la secundaria.
Tienen mayor tendencia a matricularse en la universidad, que aquellos estudiantes
con padres menos involucrados. ( Departamento of Educatión, Ziegler,1987).
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