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Pontificia Universidad Javeriana

Preseminario: René Descartes.


Profesora: Anna María Brigante.
Nombre: Miguel Ángel Vencé Duran.
18 de abril de 2018

SOBRE LAS MEDITACIONES: LA EXISTENCIA DE DIOS

Introducción.

El presente texto pretende hablar sobre dos importantes puntos tratados en la primera
mitad de la cuarta parte del Discurso del Método. Estos serán: Primero, un breve resumen
acerca de lo hablado en las Meditaciones, haciendo mención al primer principio de la filosofía
cartesiana, el cogito. Y segundo, comenzar a hablar sobre, tal vez, el tema más importante
del texto, la existencia de Dios.

I) Sobre las Meditaciones...

En la cuarta parte del Discurso del Método se comienza hablando acerca de las
meditaciones metafísicas realizadas por el francés, que ciertamente no serán del agrado de
todo el mundo por ser “tan metafísicas y tan poco comunes” (AT, VII, 31).

Como desde el principio de la obra de Descartes se ha mencionado, en el comienzo de las


meditaciones se vuelve a hablar acerca de la necesidad de rechazar completamente cualquier
conocimiento del que exista así sea la menor duda, cualquier conocimiento que se considere
falso, para así, solo quedarse con lo claro y distinto y poder avanzar en la búsqueda de la
verdad para llegar a un conocimiento que sea completamente indudable y verdadero. El
filósofo piensa que entre los conocimientos por rechazar están los generados por los sentidos,
los cuales tienden a inducirnos al error, razón suficiente para suponer que no existe ninguna

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cosa que sea como estos no la hacen imaginar. También están en esta lista las demostraciones
realizadas y juzgadas por los hombres, hombres que están sujetos el error. Y finalmente los
pensamientos que se tienen en la vigilia, pero pueden acechar en el sueño, siendo falsos en
este último estado de conciencia y teniendo el problema de distinguir en qué momento se
dan, estando dormido o estando despierto.

Pero mientras deseaba pensar de esta manera, que todo es falso, se percató de que él, que
lo pensaba, debía ser alguna cosa. Así, logra llegar a lo que se considera el primer principio
de la filosofía que el mismo indagaba, la filosofía cartesiana, logra llegar al cogito. Puede
que todo lo pensado sea falso, pero lo que jamás será falso es el hecho de que uno se encuentra
pensando, esto es lo que lleva a la muy conocida frase “pienso, luego existo”.

Ya sabiendo que se es, la pregunta ahora es ¿Qué se es? Cosa pensante es lo que se es,
una sustancia que no necesita de la existencia de un cuerpo o de las cosas externas porque la
única condición para su existencia es el pensamiento en sí. Es por esto que “pienso, luego
existo” es cierto solamente mientras no cese la actividad del pensar, ya que cuando cesa, por
más de que lo imaginado hubiera sido verdadero, no hubiese habido ninguna razón para que
uno hubiese sido, puesto que no se está pensando.

Ya analizadas estas cuestiones, el autor se propone a reflexionar sobre “lo que se requiere
para afirmar que una proposición es verdadera y cierta” (AT, VII, 33), pues dado que acababa
de encontrar una con estas características, consideraba importante conocer en que consiste
dicha certeza. Y también, habiéndose dado cuenta de que “pienso luego existo” no tiene nada
que pueda asegurar su veracidad, a no ser, que vea de manera muy clara que para “pensar es
necesario ser” (AT, VII, 33), el filósofo juzgaba que podía aceptar como regla general que
las cosas concebidas de manera clara y distinta son todas verdaderas, el problema esta en
identificarlas.

II) La existencia de Dios

Teniendo en cuenta lo anterior, comienza una reflexión acerca de la acción de dudar, que
tiene como consecuencia hacer al humano un ser imperfecto, pues claramente, es más
perfecto el conocer que el dudar. A este punto surge la pregunta ¿De dónde se aprende a

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pensar en una cosa más perfecta que la que uno es? Y la respuesta es, necesariamente, que se
aprende en virtud de una naturaleza más perfecta que la de uno mismo.

En cuanto a los pensamientos acerca de las cosas existentes fuera de uno mismo, como el
cielo, la tierra, o cualquiera de los tantos de esta misma índole, no hay problema alguno para
determinar que provienen de uno mismo, pues nada los hace superiores. Así que se puede
decir que en el caso de que sean verdaderos, provienen de uno mismo, ser poseedor de una
naturaleza con alguna perfección. Y en caso de que sean falsos, provienen de la nada, es
decir, que se tienen debido al defecto presente en la naturaleza del hombre.

Sin embargo, no es posible opinar lo mismo respecto a la “idea de un ser mas perfecto que
uno mismo” (AT, VII, 34), pues decir que algo perfecto proviene de la nada, o que es
consecuente y dependiente de lo menos perfecto, es absurdo. Por lo tanto, esta idea no puede
tener origen en uno mismo. De esta manera, la única causa posible del porque existe esta
idea, es que haya sido provocada por una naturaleza más perfecta que la de uno mismo, o
más bien, por una naturaleza perfecta en todos los sentidos, una que es participe en todas las
ideas de perfección que uno podría llegar a pensar, es decir, en una palabra: Dios. A lo
anterior, Descartes añade que al uno ser conocedor de perfecciones de las cuales uno no es
poseedor, no puede ser el único ser existente, ya que debe haber uno participe de todas estas
perfecciones pensadas y de este es del que el hombre va a depender y del que va a adquirir
todo lo que posea. Pues si desde un comienzo el hombre hubiese existido solo y con
independencia de cualquier otro ser, hubiese adquirido por sí mismo lo poco que participaba
del ser perfecto y de la misma forma, también hubiese adquirido lo que le faltaba para ser ese
ser. Características como ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin,
todas las perfecciones que pueden comprenderse como dadas en Dios (AT, VII, 35).

En cuanto a la naturaleza de Dios, su naturaleza perfecta, para demostrarla el francés


consideraba que se debían examinar todas las cosas de las que se puede concebir una idea y
determinar si poseer estas suponía o no perfección. Claro está que de las ideas imperfectas
no puede ser participe un ser perfecto, pero de todas las demás sí. De esta manera, cosas
como la duda, la tristeza, la inconstancia y todas las de este índole imperfecto, no pueden
existir en Dios.

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Además de todo esto, el autor decía que se tienen ideas de cosas sensibles y corporales,
pues a pesar de que todo lo que se vea o se imagine sea falso, no es posible negar que estas
ideas estén verdaderamente en el pensamiento. Sin embargo en las Meditaciones quedo claro
que la naturaleza del pensamiento en completamente diferente a la naturaleza de lo corporal,
la composición de estas sería una dependencia, es decir, una imperfección de la cual Dios
claramente no puede ser participe, concluyendo que este no puede estar compuesto de dichas
dos naturalezas. Y por otro lado, las otras naturalezas imperfectas del mundo, cuerpos e
inteligencias, dependerían del poder de Dios de tal forma, que no podrían subsistir sin su
existencia ni un solo momento.

Referencias

Descartes, R, 1987, Discurso del Método, Alfaguara., Madrid.

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