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Desarrollo humano

Unidad 1. Elementos conceptuales centrales


1.2. El desarrollo humano

1.2. El desarrollo humano


La teoría de Vigotsky (citado por Gabriela & Maldonado Israel) sostiene que “el desarrollo del
individuo se produce indisolublemente ligado a la sociedad en la que vive” (Philip, 1997: 67),
por lo que podemos identificar dos elementos fundamentales para el desarrollo humano: el
individuo y la sociedad.

Ésta teoría, al estar centrada en aspectos socioculturales, deja de lado algunos otros que
de igual manera influyen en el desarrollo íntegro del ser humano, tales como la economía,
la salud, alimentación, la sexualidad, la espiritualidad, y otros, que de igual manera cobran
importancia tanto en el plano individual como en el social.

Como mencionamos anteriormente, la teoría de Vigotsky se basa en el desarrollo del individuo


a partir de la interacción con los demás sujetos en un determinado contexto, sin embargo no
todas estas interacciones pueden conducir al desarrollo integral del que tanto se habla, puesto
que deja de lado un factor muy importante, el de saber ser, ya que como lo indica Philip “el
individuo estaría captando y reproduciendo las ideas sociales, lo cual plantea dificultades para
el progreso y la creación de nuevas ideas” (Philip, 1997: 70), y por ende seriamos una sociedad
mecanizada en la que las acciones que realizáramos se llevarían a cabo por cotidianidad;
acciones como el pensamiento, la solución de problemas estarían directamente influenciados
por cómo debemos actuar según la dinámica social.

En la perspectiva actual, de un mundo globalizado, en el que el acceso a la información se da


de manera más fácil, así como la relación con las demás naciones, se supone --según la teoría
de Vigotsky-- que el desarrollo se tiene que dar de manera tangible; sin embargo, en la realidad
existen aspectos que contradicen esta teoría, como los que ocurren en nuestra nación, en donde
la emulación de proyectos, planes o programas son implementados esperando los mismos
resultados que en las naciones más desarrolladas, sin tomar las condiciones propias del país.
Algo similar sucede con las tradiciones, actividades y actitudes que hemos ido adquiriendo
de otras latitudes, en las que efectivamente se aprende y produce algo, pero dejan de lado la
conformación de una identidad propia.

Podemos concluir que el desarrollo humano basado en la teoría sociocultural es importante,


pero es necesario asignar la misma importancia al desarrollo personal y sobre todo a la
formación del saber ser.

John Dewey (2003, p.e 1982) nos plantean un problema fundamental. De acuerdo a este
autor el objetivo final de las instituciones que hemos creado como sociedad (escuelas, estado,
etc.) es el de apoyar el desarrollo del individuo. Se plantea la sociedad como una estructura
antropocéntrica. Desde este punto de vista cualquier ideología (por ejemplo, una teoría
económica) u organismo que no vaya en esa dirección debería ser mirada con reparo y ser,
al menos, cuestionada. Esta es una de las funciones de la filosofía según Dewey, la cual
debería ser reconstruida para que retome su rol social. El pragmatismo --muchas veces mal
asociado al funcionalismo y a la acción que no da pie a la reflexión-- aparece entonces como
una manera de responsabilizar a las disciplinas científicas (ya sea en el ámbito de las ciencias
de la naturaleza física, como en las de la naturaleza humana o social) de su acción en el
mundo.

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Esto es cierto para las instituciones que están encargadas la “producción” del conocimiento,
como las universidades. Desde este punto de vista, el desarrollo de las personas se convierte
en uno de los fines centrales de la organización social. Pero esto no es todo. En el pensamiento
de Dewey hay una condición adicional: este proceso de desarrollo humano, apoyado por
toda la sociedad. Debería estar abierto a todos los individuos, sin importar las condiciones
o características de cada uno. La libertad de acceso a ese desarrollo es una declinación
importante a la idea de justicia. Podríamos decir que una sociedad “justa” –en relación al
desarrollo humano- sería una sociedad donde todos tienen ese derecho de acceso, donde
cada uno tiene un espacio para desarrollarse y para crecer.

Dentro de la teoría psicoanalítica, según Freud (citado por Muñoz) el ser humano desarrolla su
personalidad en diversas etapas; él creía que el motor determinante de la conducta humana
era el sexo y la agresión, es decir que el ser humano actúa acuerdo a la búsqueda de placer
y a la evasión del dolor. Por ello, una persona en el afán de mitigar la ansiedad y el conflicto,
sentirse bien consigo mismo, recurre a mecanismos de defensa; entre éstos puede retomarse
el mecanismo de la regresión, que cumple su cometido cuando, por citar un ejemplo, una
persona padece de alcoholismo, el hecho de que la botella tiene un valor para él, lo hace
regresar a la etapa oral del desarrollo psicosexual, donde la principal fuente de gratificación es
la boca.

Siguiendo esta teoría, en el desarrollo humano se busca una persona íntegra, que cumpla
cada una de las etapas de forma efectiva, que le permita una congruencia con la edad que se
vive de forma satisfactoria y que así mismo lleve a la persona a un clímax vivencial.
Es importante recalcar que Freud basa su teoría sobre el supuesto de que el hombre siempre
busca el placer y trata de evitar el dolor, sin embargo, esto no abarca íntegramente al ser
humano, debido a que este principio también puede aplicarse a los animales. Para el ser
humano, no obstante, deben tomarse en cuenta valores como la honestidad, la caridad,
solidaridad y justicia que son principios con base a los cuales actúa el ser humano, no sólo a
la búsqueda de placer.

Rogers aborda la teoría humanista, definida como “la aproximación humanista que afirma
que los seres son agentes libres, con capacidades superiores para utilizar símbolos y pensar
en términos abstractos” (Philip, 1997:40) por lo que se puede decir que la persona tiene la
capacidad de reflexionar y reformar sus andamiajes y experiencias aprendidas para la solución
de problemas.

La Teoría del Crecimiento Personal, desarrollada por Carl Rogers (1902-1987), se enfoca y
toma en cuenta la autonomía, el auto concepto y la motivación del individuo, formulando que “si
la gente recibe libertad y apoyo emocional para crecer, puede desarrollar un ser humano pleno,
afirmando que el se es apto para resolver sus propias problemáticas y conflictos, convirtiéndose
en quien desean ser, sin la necesidad de criticar” (Philip, 1997:42); resumiendo, una persona
saludable es la que es libre y se encuentra estable emocionalmente, ya que cumplirá todas sus
metas y objetivos.
En el punto que acabamos de abordar, encontramos una incongruencia en la teoría y el
contexto real, debido a que la mayoría de las veces se necesita de una crítica o consejo para
que el individuo pueda detectar y evaluar sus debilidades y así convertirlas en fortalezas que
nos lleven al autoconcepto de un buen desarrollo humano. No obstante, diversos factores

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potencializan el desarrollo humano: entre ellos la economía, la salud, la sociedad, cultura,


entre otros.

Dentro de esta teoría se identifican una serie de incoherencias entre la teoría y la práctica, ya
que debido a la situación económica y social actual se establece un parámetro muy elevado
del yo ideal: qué es lo que percibimos y queremos ser en cuanto a lo económico, la salud y
el bienestar social --en especial la seguridad, que no se ha garantizado de manera viable o
factible--, percibimos que todo proceso de desarrollo provine del contexto en el que el individuo
se desenvuelve.

Es importante resaltar que la teoría toma en cuenta factores importantes para el desarrollo
integral del individuo, haciendo énfasis en la estabilidad emocional, en la que se manifiesta
afecto, amor, motivación y cariño.
La teoría es muy interesante aunque un poco difícil de llevar a cabo, ya que encontrar un
equlibrio entre el yo ideal y el yo real es complicado; sin embargo hay individuos que alcanzan
esa estabilidad que esta teoría propone, sin la necesidad de llegar a todas la metas establecidas.
Pero también existen personas que no logran alcanzar dicha estabilidad, pues no localizan el
yo ideal que persiguen. Sin embargo, esta teoría busca la motivación y se involucra con los
sentimientos de la persona, procurando una buena autoestima para el individuo.

Resulta que el desarrollo humano puede ser entendido como un proceso en donde la persona
busca un equilibrio con el ambiente que lo rodea. El problema fundamental es que una vez que
este equilibrio ha sido obtenido, se mantiene por muy poco tiempo. La clave de este equilibrio
está en las palabras “creatividad” y “dinamismo”. Dado que las condiciones externas cambian
continuamente, el ser humano debe buscar un ajuste creativo que vaya en acorde con estas
condiciones; la inercia es imposible y querer llegar a un estado fijo es una ilusión. Todos lo
hemos experimentado más de una vez al querer llegar a una situación estable como sinónimo
de “acabada”, una situación donde los sucesos no se alteren, donde podamos “descansar” y
vivir cómodamente.

El deseo de llegar a ese estado nos aleja –según las ideas expuestas por Pearls y Goodman–
del aquí y ahora, único “instante” que tiene una existencia verdadera para nosotros en donde
podemos actuar. Esta es la premisa en la que se sustenta este enfoque psicológico, y a partir
del cual podemos pensar una concepción del hombre “inacabado”. Hay un devenir continuo que
busca un ajuste creador en una frontera de contacto, pero esta frontera confronta al hombre
con su realidad social y en particular a sus instituciones.
La idea del self de la que habla Goodman nos lleva a considerar la unión entre el desarrollo
humano y la organización social que lo permite o lo impide. En el self la identidad del sujeto se
descompone en la conciencia individual y su relación con el ambiente.

Por ambiente debemos entender los otros (un componente intersubjetivo), pero también la
relación que tiene el sujeto con las instituciones que lo rodean y lo condicionan. Podemos
pensar este problema como la relación entre el individuo y la comunidad de la que forma parte.
El desarrollo humano, entendiendo al humano como ser inacabado que busca este ajuste
creador de forma continua, se transforma en un proceso de construcción permanente ligado
con lo local.

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Podemos tomar las ideas sobre el enfoque gestáltico (la Terapia Gestalt es un enfoque holístico
de la experiencia humana, asume la tendencia innata a la salud) para comprender la importancia
de la idea de comunidad en Goodman. Para él, el problema estaba en el “sistema organizado”
que dificultaba la conexión entre las personas y su propia realidad. Un sistema social debiera
tener como fin el desarrollo de aquellos que lo componen. La cuestión central es formulada por
Goodman de este modo: “La pregunta moral no es si el hombre es suficientemente bueno para
un tipo de organización social, sino que si esta organización social es útil para desarrollar sus
potencialidades de inteligencia, de gracia y de libertad” (Goodman, 1968b:19). Reencontramos
la idea del progresismo deweyeano en relación a las instituciones. Percibimos la idea de
promover el contacto entre el organismo (los seres humanos) y el ambiente (el entorno social
que los rodea). Como hemos visto, esta relación debe establecerse a través de un proceso
dinámico de ajuste creador.
Si la organización social tiene como objetivo el desarrollo del ser humano, podemos evaluar
la eficacia de este sistema a partir de la medida en que se promueva dicho objetivo. Así, por
ejemplo, el sistema de educación deberá facilitar el desarrollo de la autonomía para establecer
ese equilibrio y ajuste creador en la base de la comunidad. Lo mismo deberá ocurrir con
el sistema de gobierno. Desde este punto de vista, cada vez que observamos un sistema
de organización social debemos preguntarnos dónde está su labor de facilitar o promover el
desarrollo de las personas.

Roszak llama al modelo de Goodman un “comunitarismo”, diciendo que su crítica social siempre
tuvo la misma finalidad: “limitar los poderes de nuestro industrialismo monstruoso para que se
someta a la ética del pueblo o del barrio” (Roszak, 1970: 220). De la misma manera Vincent
señala con una imagen muy vívida que “subdividir la sociedad para preservar la unidad de la
persona en vez que dividir la persona para asegurar la unidad de la sociedad” es el proyecto
general de Goodman” (Vincent, 2003b).

Se trata entonces de subsumir la organización social al desarrollo de las potencialidades del


ser humano. Tomando como consigna la autonomía de las personas, estas observaciones
nos llevan a desconfiar de un sistema altamente centralizado, donde se dan los procesos
burocráticos y se aleja a de los tomadores de decisiones de los eventos que tienen lugar
diariamente en la comunidad. Por esto, y desde la postura del equilibrio entre el organismo y el
ambiente, un sistema social descentralizado, en relación al poder, debería ser la manera obvia
de organizar las cosas.

Para hablar de la descentralización es necesario tener una imagen adecuada de lo que esto da
a entender. En el contexto de este artículo, y siempre tomando como marco teórico la filosofía
de la Gestalt de Goodman, podemos distinguir un sistema centralizado y otro descentralizado
en base a una serie de parámetros.

Un sistema centralizado se caracteriza por: a) la función a realizar es el objetivo de la organización


y no el de las personas. b) las personas son consideradas como personal de la organización. c)
los cargos más altos de la organización tienen más autoridad que los bajos d) la información se
compila en el nivel bajo y luego es procesada de manera que las personas que se encuentran
en el nivel suprior pueden utilizarla. e) las decisiones son tomadas en centro superior, para ser
transmitidas a los niveles inferiores. f) la organización está dividida en varios departamentos
de operación, a los cuales se les asigna personal con distintos roles.

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Por su parte, el principio de descentralización puede ser descrito de la manera siguiente: a)


son las personas que están involucradas en la organización. Esta es la forma de cooperación
utilizada para lograr este. b) la autoridad es delegada lejos de la cima de la organización, de
manera que sea posible tener muchos centros gestores de políticas y tomadores de decisiones.
c) la información es compilada y discutida en contactos “cara a cara” entre el terreno y el centro
de toma de decisiones. d) cada persona se vuelve consciente de la operación en su conjunto
y trabaja para cumplirla de acuerdo a sus propias capacidades.

El desarrollo humano se ve entonces ligado a la autonomía y a la capacidad de participación


en la vida de las comunidades. En realidad hay dos direcciones en las que debemos mirar:
la psicológica y la de acción en el mundo social, que puede entenderse como participación
ciudadana. Se trata del grado de compromiso que una persona puede tener al presentársele la
posibilidad de ser responsable de un aspecto (o varios) de su comunidad.
Así por ejemplo, Cornelius Castoriadis identifica una sociedad autónoma con una sociedad no
alienada (Castoriadis, 1975: 150). Para él la autonomía es un proyecto a definir “Es el nomos
que da todo su sentido al proyecto de la autonomía. Ser autónomo, para un individuo u una
colectividad no significa “hacer lo que uno desea o lo que satisface al instante, sino que darse
sus propias leyes” (Castoriadis, 1997: 198). Pero ¿en qué sentido hacemos esto? ¿Qué significa
darse sus propias leyes? Como lo señalamos antes, hay dos direcciones a estudiar. Para
Castoriadis se trata el problema analizando las restricciones que se nos imponen: la psicológica
y la social. En efecto, Castoriadis no lo separa del cuadro psicoanalítico, considerando la idea
Lacaniana de que el inconsciente “es el discurso del otro en mí mismo” (Castoriadis, 1975:
152). Tomando el problema de la libertad del hombre en relación a sus impulsos inconscientes,
la autonomía (y por ende el desarrollo humano) se transforma en un problema psicosocial o de
relaciones sociales (Castoriadis, 1975: 159).

Por su parte, el principio de descentralización puede ser descrito de la manera siguiente: a)


son las personas que están involucradas en la organización. Esta es la forma de cooperación
utilizada para lograr este. b) la autoridad es delegada lejos de la cima de la organización, de
manera que sea posible tener muchos centros gestores de políticas y tomadores de decisiones.
c) la información es compilada y discutida en contactos “cara a cara” entre el terreno y el centro
de toma de decisiones. d) cada persona se vuelve consciente de la operación en su conjunto
y trabaja para cumplirla de acuerdo a sus propias capacidades.

El desarrollo humano se ve entonces ligado a la autonomía y a la capacidad de participación


en la vida de las comunidades. En realidad hay dos direcciones en las que debemos mirar:
la psicológica y la de acción en el mundo social, que puede entenderse como participación
ciudadana. Se trata del grado de compromiso que una persona puede tener al presentársele la
posibilidad de ser responsable de un aspecto (o varios) de su comunidad.

Así por ejemplo, Cornelius Castoriadis identifica una sociedad autónoma con una sociedad no
alienada (Castoriadis, 1975: 150). Para él la autonomía es un proyecto a definir “Es el nomos
que da todo su sentido al proyecto de la autonomía. Ser autónomo, para un individuo u una
colectividad no significa “hacer lo que uno desea o lo que satisface al instante, sino que darse
sus propias leyes” (Castoriadis, 1997: 198). Pero ¿en qué sentido hacemos esto? ¿Qué significa
darse sus propias leyes? Como lo señalamos antes, hay dos direcciones a estudiar. Para
Castoriadis se trata el problema analizando las restricciones que se nos imponen: la psicológica

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y la social. En efecto, Castoriadis no lo separa del cuadro psicoanalítico, considerando la idea


Lacaniana de que el inconsciente “es el discurso del otro en mí mismo” (Castoriadis, 1975:
152). Tomando el problema de la libertad del hombre en relación a sus impulsos inconscientes,
la autonomía (y por ende el desarrollo humano) se transforma en un problema psicosocial o de
relaciones sociales (Castoriadis, 1975: 159).

La mirada de Castoriadis nos permite ligar el tema de la alienación con el desarrollo humano.
Si el desarrollo humano está ligado con la participación en la vida social y la autonomía, y si al
mismo tiempo entendemos la alienación como este poder que tendrían las instituciones sobre
el ser humano, debemos decir que finalmente el desarrollo humano debe entenderse como
un proceso continuo de desalienación. Para esto –y volviendo a Dewey y a Goodman– las
instituciones deberían ser pensadas no sólo como estructuras que permiten la organización
social, sino también como estructuras que promueven el desarrollo del hombre.
Las personas se desarrollan en la medida que participan y establecen un lazo activo son
su ambiente social. La participación ciudadana se transforma entonces en un aspecto del
desarrollo humano.
Un ser humano integral no es necesariamente el que ha desarrollado todos sus aspectos
potenciales, sino el que desarrollando algunas de sus capacidades, es capaz de ponerlas al
servicio de su comunidad y participar en la vida social de ésta.
Este proceso reúne dos condiciones importantes: sirve para poner en contacto a la persona
con su medio ambiente y así fomentar la creatividad y, por lo tanto, evitar los problemas de
“pérdida de contacto” (que llevan a una neurosis según el enfoque gestáltico). Pero el dar los
espacios de participación a las personas no es suficiente.

Existen en cada individuo resistencias y bloqueos psicológicos que pueden llevarnos a cerrar
las posibles dinámicas de participación. Es por ello que el acompañamiento que ayude a
las personas en esta etapa de su desarrollo es necesario. No es que se trate forzadamente
de un proceso “terapéutico” (aunque en algunos casos puede serlo) sino más bien de uno
educacional. La educación se transforma entonces en un proceso dual: de un lado el desarrollo
de las capacidades y potencialidades del individuo, y de otro la aplicación de éstas al entorno
social. Un movimiento hacia fuera y un movimiento hacia adentro son necesarios para plantear
el desarrollo humano y nos muestran la importancia de incluirlo en el centro de la preocupación
educacional.

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