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La psicología es la ciencia que tiene entre sus objetivos estudiar y comprender la formación
y el desarrollo emocional y de comportamiento del ser humano. A partir del nacimiento o
aún antes, el ser humano comienza a desarrollar una estructura emocional y conductual que
llamamos personalidad. Esta estructura se desarrolla a partir de la interacción de la mente
con el cuerpo y el ambiente. La mente trabaja de forma dinámica en sincronía con todos los
estímulos internos y externos, realizando en cada momento una evaluación de la situación y
en consecuencia produciendo emociones, sentimientos y conductas. Obviamente, en los
fenómenos de la nutrición, están los primeros y más significativos estímulos que el ser
humano experimenta, tanto internamente cuanto externamente. Así, la alimentación se
relaciona fuertemente con las emociones, sentimientos, comportamientos e,
inevitablemente, con la personalidad que comienza a tomar forma. Además, la alimentación
del recién nacido está siempre relacionada al contacto con otro ser humano. De esta forma,
en el contacto conjunto con los alimentos y con otro ser humano, el niño experimenta una
amplia gama de sentimientos y emociones positivas como: el placer del gusto, el cariño,
confort, protección, amor, o sentimientos negativos como: el hambre no saciada, la
irritación, la inseguridad, el descontrol, el miedo y algunas insuficiencias. Los fenómenos
de la alimentación participan, así, en la estructuración de la personalidad que se forma
desde la más tierna edad. Todavía podemos decir que el entrelazamiento de la alimentación
con la personalidad continúa por toda la vida. Las familias tienen formas variadas de
conjugar la alimentación con diversas situaciones como: conmemoraciones, reuniones,
premiaciones, obligaciones, puniciones, compensaciones, etc. Es evidente entonces que la
alimentación está íntimamente ligada a la formación y manutención de la personalidad.
Cada vez más, las personas y los gobiernos se preocupan con el control del peso como un
factor importante en la salud y, además, hay una fuerte exigencia social por la apariencia
delgada. Muchas providencias se toman, tanto por los individuos como por los gobiernos en
ese sentido. Sin embargo, típicamente, estas medidas centran los esfuerzos en los aspectos
médicos y farmacológicos, en las dietas y ejercicios físicos. Parece que la personalidad del
individuo no está muy bien considerada en la lucha por el control del peso, y siendo ella el
modelo base de la conducta humana, hace falta tenerla en cuenta como parte esencial del
problema de control del peso. Siendo así, entiendo que, juntamente con los profesionales
médicos, nutricionistas y educadores físicos, los psicólogos tienen mucho que contribuir
trabajando en la personalidad de los individuos, para ayudarles a formar nuevos
comportamientos que favorezcan el control del peso. La alimentación del ser humano es
mucho más que un proceso natural de nutrición fisiológica. Ella está en la base de la
estructura de la personalidad fundida con las emociones y sentimientos positivos y
negativos de amplio espectro. Por lo tanto, el problema del control del peso en niños,
adolescentes y adultos necesita considerar aspectos que van más allá de la nutrición, porque
lo que está en juego es el ser humano en su totalidad, incluyendo sus emociones,
sentimientos, comportamientos, y por tanto su personalidad.
Son reacciones automáticas que el cuerpo experimenta ante un determinado estímulo. Sin
embargo, todas ellas luego derivan en sentimientos más prolongados en el tiempo.
Tanto las emociones como los sentimientos nos señalan algo que debemos hacer o tener en
cuenta.
Vamos a desentrañar el significado de las emociones para que sepas qué son las emociones
y qué vienen a decirte.
Alegría: significa que algo está bien, es bueno y nos aporta bienestar. Es un
mecanismo para afianzar ese suceso y asentar ese aprendizaje en nuestra mente para
reproducirlo en el futuro.
Tristeza: Apunta a una pérdida, a que algo no va a ser como era antes y necesitas
asumirlo.
Asco: Algo o nos agrada y necesitamos alejarnos porque no es bueno para nuestra
salud.
Miedo: Evalúa el peligro en relación a los recursos que tenemos para afrontarlo.
Sorpresa: Pone nuestro cuerpo en alerta y lo enfoca al estímulo que ha provocado
la sorpresa, para poder evaluar si es peligroso o no.
Enfado: Algo ha invadido tus límites y necesitas defender lo que es tuyo.
https://befullness.com/que-son-las-emociones/
Las emociones las situamos en el corazón como si fuera ese órgano quien las genera pero
en realidad, es el cerebro quien potencia unas u otras. Las emociones, están generadas por
las interpretaciones que hacemos de los hechos, lo que pensamos sobre lo que nos ocurre
determina aquello que sentimos. A veces, ocurren cosas que no controlamos, que son
inesperadas pero aun así, hay una interpretación fugaz que hace que sintamos lo que
sentimos.
Las emociones no son buenas ni malas, más bien nos resistimos a unas con mayor fuerza
que a otras.
Alegría
Aparece ante algo que nos agrada, que nos gusta y eso nos aporta vitalidad, energía y
motivación (función motivacional) para reproducir la conducta (función adaptativa) y para
disfrutar de esa emoción. Cuando estamos alegres por algo queremos contarlo y
compartirlo con los demás (función social) Como toda emoción, tiene un principio y un fin.
Las cosas que nos alegran en un determinado momento van perdiendo intensidad, es decir,
cuando me entero de que he aprobado un examen me alegro mucho pero a los 2 días no se
siento la alegría con la misma intensidad.
Tristeza
Surge cuando ocurre algo que interpretamos como una pérdida, ya sea interna o externa. Al
igual que la alegría, hay diferentes cosas que nos ponen tristes pero no todas con la misma
intensidad. Es posible que ver ciertas noticias en la televisión nos genere tristeza (aunque
últimamente lo que generan son cabreos la mayoría) y que le ocurra algo a alguien que
queremos nos entristezca todavía aún más. La tristeza tiene la función adaptativa de aislar
para reconstruir a la persona, de lamernos la herida y motivarnos a buscar ayuda. Cuando
estamos tristes también necesitamos estar con los demás y sentirnos acompañados,
cumpliendo así la función social Si la tristeza se mantiene en el tiempo con estados
deprimidos intensos, corremos el riesgo de desarrollar una depresión. Lo sano de las
emociones es que tienen un principio y un fin.
Miedo
Aparece ante algo que interpretemos como una posible amenaza, a veces real y otras más
bien fruto de profecías. El miedo tiene la función adaptativa de activar el cuerpo
motivándonos a llevar a cabo conductas de protección y de evitación de peligros. Cuando
se vive continuamente con miedo, podemos acabar interpretando todo aquello que nos
ocurre como amenazante estando en hipervigilancia absoluta y pudiendo derivar en un
problema fóbico.
Culpabilidad
Esta emoción aparece ante algo que hemos hecho o pensado que no va en sintonía con
quien somos. Sentirnos culpables tiene la función adaptativa de enmendar nuestros actos,
motivándonos a pedir perdón que permitirá equilibrar las relaciones interpersonales que
mantenemos. La culpabilidad nos informa que lo que hemos hecho no nos gusta,
ayudándonos a reafirmarnos en nuestros valores. Cuando esta emoción no es gestionada de
forma adecuada puede convertirse en un calvario, en una auto mortificación que nos
condena a vivir con un lastre a las espaldas.
Ira/Rabia
Aparece cuando existe algo que nos obstaculiza a conseguir lo que queremos o cuando nos
sentimos atacados por alguien o algo y también cuando vivimos algún suceso como injusto.
La finalidad de sentir rabia o ira nos prepara para alcanzar el objetivo por el cual nos
sentimos obstaculizados, o también para atacar o defendernos de nuestros enemigo. Esta
emoción no canalizada de forma adecuada puede derivar en agresividad. No querer sentir
las emociones por considerarlas negativas es como tener sueño y no querer dormir. Las
emociones nos ayudan, nos orientan y nos permiten entender lo que está ocurriendo. Ahora
que sabes un poco más que son las emociones ¿Qué estás sintiendo?
La Inteligencia Emocional
Las primeras investigaciones que se conocen fueron realizadas por Edward Thorndike
(1920) quien comenzó a estudiar la Inteligencia Social, y la definió como “la habilidad para
comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar
sabiamente a las relaciones humanas” (Córtese, A, 2004, parr. 2).
Gardner (1983) desarrollo la teoría de las inteligencias múltiples donde da a conocer que el
individuo posee diferentes tipos de inteligencia, que para esta investigación destacan
inteligencia intrapersonal e interpersonal, por tener mayor relación con inteligencia
emocional (I.E.)
Con los estudios precedente realizados, en 1990 Salovey y Mayer utilizan por primera vez
el termino I.E. Finalmente en 1995 Goleman realiza una recopilación de estudios de I.E. y
con los que atrae la atención de los seres humanos. A partir de ese momento se han hecho
diversas investigaciones acerca del tema y esto da lugar a que diversos autores la definan.
Goleman (2000) define la inteligencia emocional como “las habilidades tales como ser
capaz de motivarse y persistir antes las decepciones; controlar el impulso y demorar la
gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de
pensar; mostrar empatía y abrigar esperanzas” pg. 54
Coertesa (2003) explica que la I. E. es una destreza que nos permite conocer y manejar
nuestros propios sentimientos, interpretar o enfrentar los sentimientos de los demás;
sentirnos satisfechos y ser eficaces en la vida, a la vez de crear hábitos mentales que
favorezcan nuestras propias productividad” (parr. 9)
La I. E. es una habilidad que el individuo tiene o puede desarrollar, la cual le permite
conocer y controlar sus emociones y sentimientos, así como de las personas que le rodean,
mediante el uso de autoconocimiento, autorregulación, motivación, empatía y habilidades
sociales, logrando adaptarse a su medio y llegar a destacar. De tal manera que la I. E. puede
influir para mejorar los resultados profesionales; y hacer que el individuo se sienta
satisfecho con su desempeño, mismo que ocasiona un incremento en su productividad, es
decir que la persona sienta que el trabajo es adecuado a sus capacidades y habilidades y que
el trato recibido sea equitativo en relación con sus semejantes; para que dichos ejemplos
conlleven a la competitividad. (Quintero,2003)
Alfabetización emocional
https://www.webpsicologos.com/blog/que-son-las-emociones/)
Somos lo que sentimos
Se aportan nuevas respuestas a viejas preguntas Albert Newen y Alexandra Zinck ¿Ha
contado el lector cuántas situaciones emocionales vive a lo largo de un mismo día ? No se
ha levantado y ya disfruta pensando en el café o té matinal que le espera. Se enfada, luego,
si el metro se le escapa por segundos .Mira de reojo, con envidia, el vistoso teléfono móvil
de otro viajero o se siente acosado por el pitbull de su vecino de asiento. Va subiendo su
tensión cuando recuerda la larga lista de tareas que le aguardan en el trabajo. Para turbar
más su estado de ánimo se percata que se ha olvidado del cumpleaños de su amigo, que fue
ayer.
Algunas emociones nos absorben por entero, otras asoman discretamente en un segundo
plano. Unas son horribles, otras bellas. Pero todas van y vienen, sin que nosotros podamos
hacer nada. O al menos así nos parece. Ni podemos especificar la razón de la presencia de
un sentimiento determinado, ni solemos poder acotar lo que nos está sucediendo en
realidad. Resulta obligado, pues, inquirir sobre la naturaleza de las emociones, averiguar
qué nos pasa cuando nos enamoramos o nos enfadamos, cuando lloramos de tristeza o
saltamos de alegría.
Sin embargo, la teoría de James-Lange tiene un punto débil: nuestro estado corporal
persiste invariable pese a experimentar sentimientos dispares. Estos se hallan asociados
frecuentemente a lo que ocupa nuestra mente, si la mujer que amamos o la tarea que
odiamos. Semejante observación llevó a los psicólogos a la tesis opuesta. Ahora, las
emociones dependían del contenido de nuestros pensamientos.
Los probandos interpretaron su propia excitación corporal ora como alegría ora como
enfado, según que hubiesen estado junto a una persona alegre o fastidiosa. Otros sujetos
experimentales, a los que se les había ilustrado sobre la dosis de adrenalina y sus efectos,
no expresaron, en cambio, las emociones mencionadas.
Parece, pues, que los estímulos internos, el conocimiento personal y la atribución de causas
representan factores importantes para nuestra vivencia de los sentimientos.
Las dos teorías clásicas de las emociones —“la que acentúa lo corporal” de James y Lange,
y la cognitiva de Schachter y Singer— coinciden en su extremada unidimensionalidad.
Los psicólogos optan ahora por un modelo de las emociones con varias componentes y
características:
Las muchas combinaciones que surgen de tales criterios condicionan la ingente diversidad
de nuestros estados emocionales. A fin de cuentas resulta, según Klaus Scherer, un
complejo modelo procesual de las emociones que, grosso modo, se resumiría en la imagen
siguiente: con un nuevo suceso —la primera vez que hace el pino con éxito— aumenta en
un principio sólo su excitación interna. Cuya valoración nos indica que para el sujeto el
éxito alcanzado es agradable y queda positivamente sorprendido. Advierte luego que el
suceso se integra en sus propósitos y en su autoimagen, para acabar sintiéndose orgulloso
de la hazaña.
Protoemociones
emociones básicas
emociones cognitivas primarias
emociones cognitivas secundarias
Sentimos miedo
.Junto a estos procesos rápidos hay otra reelaboración parsimoniosa y consciente de los
estímulos visuales. Desarrollada en la corteza cerebral, conduce a una representación exacta
del objeto; la serpiente o el palo se reconocen entonces como tales.
Esto produce una confirmación o un cese de la alarma para el primer impulso inconsciente
de miedo. Para nuestra fortuna, por precaución, nos hemos apartado de un salto.
En los estadios siguientes, el contenido del pensamiento recibe cada vez más peso.
Imagínese que un niño de diez años interpreta con éxito una sonata para piano de
Frédéric Chopin. Tras la actuación su madre le elogia con fervor, con el orgullo
consiguiente del pequeño. La misma situación, en otro contexto cultural: una madre
china le indicaría a su hijo que aún debía practicar más, para evitar ciertos fallos
producidos; el pequeño se sentirá avergonzado. A pesar del mismo resultado, la
valoración difiere y, con ello, la reacción emocional. Hay en algunas culturas
sentimientos que no conocemos: el amae de los japoneses designa un
agradecimiento especialmente hondo.
Las emociones no son caprichos de la naturaleza, sino que cumplen funciones de máxima
significación. En primer lugar, como evaluación rápida de los estímulos ambientales para
hacernos cargo de la situación; en segundo lugar, como preparación y para la motivación de
las acciones (cuando tenemos miedo, podemos huir mejor aumentando la circulación y
latensión muscular); en tercer lugar, como formas típicas de expresión, que señalan a otros
su disposición a la acción (si alguien nos sonríe, sabemos que la persona tiene la intención
de ser amable con nosotros) y, en cuarto lugar para el control de las relaciones sociales.
Las emociones complejas determinan el marco para la acción correcta. Mediante las
emociones evaluamos las situaciones, regulamos, motivamos y coordinamos los
comportamientos. Se trata de un factor imprescindible en la vida cotidiana. Lo sabemos por
experiencia, si el procesamiento emocional está perturbado, las consecuencias resultan
fatales. Hanna y Antonio Damasio y Antonio Becchara, de la Universidad de Iowa,
demostraron en los años noventa que las decisiones humanas, los planes a largo plazo y las
consecuencias de los planes dependían del sistema emocional de evaluación.
Damasio propuso esa idea, ya hace años .La llamó “teoría de los marcadores somáticos”:
todas las experiencias de un individuo se marcan emocionalmente. Si se debe tomar una
decisión, esto permite una evaluación rápida e inconsciente, de la situación dada. Las
personas con el córtex prefrontal dañado, por el contrario, no pueden recurrir a las marcas
previas y, por tanto, han de evaluar de nuevo cada situación. También otros procesos
cognitivos dependen del procesamiento de los sentimientos. Se recuerdan mejor los sucesos
ligados a emociones. El aprendizaje le resulta a uno más fácil cuando se encuentra en un
buen estado de ánimo.
Por el contrario, las emociones negativas duraderas perjudican gravemente la vida de una
persona. Los psicólogos clínicos consideran trastornos afectivos la depresión o la manía, así
como las fases intermedias de cambio de ánimo. Los afectados no pueden llevar una vida
normal, porque su sensibilidad general se halla hundida o hiperexcitada.
Las emociones son, pues, indispensables para la acción y la interacción interpersonal: sin
ellas perderíamos el sustrato fundamental de una vida cotidiana exitosa. Las emociones
guardan, además, una estrecha relación con los procesos cognitivos; son indispensables
para la capacidad de aprendizaje implícito e inconsciente, así como para la decisión
racional. En otras palabras, nuestros sentimientos determinan quiénes somos y qué
hacemos.
Poder percibir y nombrar los propios estados emocionales es una parte importante del
desarrollo.
(Revista Mente cerebro edicion Enero -Febrero 2009 articilo “Las emociones “)
•Cada función emocional es independiente de la otra; se puede reconocer como una unidad
de procesamiento.
•El resultado de cada función puede ser utilizado por otros procesos de tu cerebro (sean
emocionales o no).
•Cada función exige recursos muy particulares del cerebro y del cuerpo.
•El resto del sistema nervioso (como el sistema nervioso autónomo, que hace que te
aumente el ritmo cardíaco y la respiración cuando te asustas, por ejemplo).
•La química: las hormonas —mensajeros químicos de un órgano a otro— y los
neurotransmisores —mensajeros químicos dentro del cerebro.
Ahora bien, ¿cuándo se ponen a trabajar las funciones emocionales? Volvamos a apreciar
nuestro organismo en general. En nuestros cuerpos hay innumerables procesos que suceden
simultáneamente. Pero la mayoría de los procesos que nuestro organismo puede hacer están
latentes, aguardando su turno para entrar en acción.
Las funciones están en standby…: basta la señal indicada y comienzan a trabajar. Por eso
podemos pensarlas como «programas». Como todo programa de computadora, algo debe
activarlas. Algo debe disparar el enojo, algo debe motivarnos esperanza, algo debe
llevarnos a sentir afecto por alguien cuando antes no lo sentíamos.
¿Sabés qué activa esos programas? La interpretación que hace tu cerebro de una
determinada situación.
De acuerdo con tu interpretación de las circunstancias y de lo que te pasa se van a activar
ciertas funciones emocionales y no otras. Cada función emocional opera bajo un modelo
«llave-en-cerradura». Es preciso que ciertas interpretaciones hagan de llave, a efectos de
que encajen en el formato que satisface a esa función.
Las funciones de procesamiento visual, por ejemplo, no reconocen como «llave» a los
impulsos nerviosos que llegan de las vibraciones del tímpano, pero sí reconocen los
patrones de información que provienen de los nervios ópticos.
Lo mismo pasa con las funciones emocionales, solo que con estímulos más complejos que
una simple percepción (porque «interpretar» es mucho más que solo «percibir»). Cada una
de nuestras funciones emocionales requiere su «llave» particular para ser satisfecha.
Conducta alimenticia
Adicionalmente, Macht (2008), encontró que los participantes de una muestra no clínica,
reportaron mayores niveles de hambre durante estados emocionales de alegría y enojo que
durante estados de miedo y tristeza.
al, 2007).
A pesar de los intentos previos por explicar el efecto de las emociones en la alimentación,
actualmente no es bien conocido el proceso mediante el cual las emociones afectan la
conducta alimentaria. Macht (2008), propuso las siguientes hipótesis:
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