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BLOQUE 2. LA FILOSOFÍA MEDIEVAL.

(Prof: José Antonio Morán).

2.1. CONTEXTO.
2.2. DE AGUSTÍN DE HIPONA A TOMÁS DE AQUINO.
A. AGUSTÍN DE HIPONA.
B. TOMÁS DE AQUINO.
C. IDENTIFICACIÓN DEL TEXTO DE SELECTIVIDAD.
D. IDEAS PARA LA VALORACIÓN RAZONADA DE LA
ACUTALIDAD DEL AUTOR.
2.3. EL PENSAMIENTO CRÍTICO DE OCKHAM.

2.1. CONTEXTO: EL FORZADO ENCUENTRO ENTRE FILOSOFÍA Y


RELIGIÓN.

La aparición del cristianismo dentro del Imperio Romano fue de gran trascendencia por lo
que a la filosofía se refiere. Es difícil imaginar lo que hubiera persistido de esa religión
surgida entre la gente humilde de no haber sido por un grupo cristianos cultos que para
hacer creíbles sus ideas utilizaron a la filosofía para acercarse a los intelectuales de la
época. El poder político que consiguieron los cristianos en los siglos siguientes (no
olvidemos que de ser perseguidos pasan a ser perseguidores) hizo que los eclesiásticos se
sirvieran de la filosofía para tratar de hacer razonables sus ideas. Pero poco a poco,
también se fue viendo que la filosofía no puede ser forzada para decir lo que alguien
previamente acepta por fe, y por tanto este matrimonio que la Iglesia intentó mantener
(entre razón y fe, o lo que es lo mismo, entre filosofía y teología) terminó rompiéndose y
su fractura llega hasta nuestra época (por ejemplo, los filósofos del XIX –como Marx y
Nietzsche- se posicionaron claramente en contra de la religión).

En definitiva, podemos decir que el cristianismo necesitó de la filosofía para hacer


comprensible su mensaje a los intelectuales, y también para salir al paso de las herejías (o
desviaciones de la doctrina oficial) de la época. Se produjo un encuentro entre ambas que
permaneció hasta el siglo XIV. En los primeros siglos (época que dentro de la Iglesia se
denomina patrística en relación a los padres de la fe) utiliza a Platón, mientras que en el
siglo XIV (época denominada escolástica) Tomás de Aquino utiliza a Aristóteles. La
preocupación recurrente en todos es hasta dónde se puede llegar con la razón para
descubrir verdades, o hasta dónde éstas son cuestión de fe. Esto en el fondo es de lo que va
a tratar este tema que abarca desde el comienzo de la era cristiana hasta el siglo XIV.

El cristianismo no acepta sin más a los filósofos sino que se sirve de ellos como base, pero
también les modifica o les fuerza a decir cosas que ellos no se plantearon. Y ello se debe a
que los cristianos traen nuevas doctrinas, visiones y problemas a la filosofía, entre los que
citamos los siguientes:

1- La idea de creación. Hemos visto que los griegos nunca concibieron a un Dios
creador sino como mucho ordenador de lo que existía. Los cristianos le confieren

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un poder ilimitado, es decir, es omnipotente. (Esto traerá no pocos quebraderos a
los cristianos ya que cuando tratan de mostrar que Dios tiene todas las cualidades
en sentido máximo se encuentran con problemas como el siguiente: Si Dios es
absolutamente bueno y absolutamente poderoso ¿podrá eliminar el mal? Si
respondemos que no, es que no es del todo poderoso, y si respondemos que sí no
queda muy claro que sea del todo bueno).

2- Meten a Dios en la historia al hacerle próximo a los asuntos humanos (de ahí que se
le siga rezando para que intervenga en las cosas cotidianas). Y más aún, le hacen
hombre (aspecto difícil de asimilar filosófica y teológicamente ya que ello es
incompatible con la supuesta inmutabilidad y perfección divina).

3- Los griegos en general señalaban los límites del conocimiento humano, o en todo
caso van a buscar la verdad sin saber si existirá o si la encontrarán, y para ello
tenían que debatirse con las armas de la razón contra los que pensaban lo contrario.
Los cristianos sin embargo comparten la afirmación de que ellos ya están en
posesión de la verdad porque Dios se la ha revelado; la filosofía será únicamente un
instrumento para demostrar racionalmente las verdades que ellos previamente
aceptan por fe. (A partir del siglo XVI la filosofía se revolucionó contra este papel
de comparsa de la fe, o de esclava que va iluminando con la razón a la teología).

4- Los cristianos defienden el monoteísmo cosa que la filosofía griega no había


alcanzado nunca en sentido estricto, aunque se hubieran acercado a él Platón o
Aristóteles. Pero, además, para los cristianos, Dios creó el mundo a partir de la
nada, idea extraña a la filosofía griega, para la que era imposible que surja algo de
la nada absoluta. La omnipotencia divina va asociada al monoteísmo y al
creacionismo: sólo si Dios es omnipotente puede ser creador, y sólo si es único
puede ser omnipotente. Esta es otra idea extraña a los griegos y ni siquiera el
Demiurgo o el Motor Inmóvil son omnipotentes.

5- Frente a la concepción cíclica del tiempo, ellos introducen una historia lineal en la
que todo se inicia con la creación y en la que al final de los tiempos los muertos
resucitarán.

6- Anulan el intelectualismo moral, ya que entienden que el pecado no es ignorancia


sino fruto de la libertad y de la maldad humana; y con ello aparecen ideas tan
importantes en la cultura cristiana como la de culpa y arrepentimiento.

7- Su concepción sobre el hombre también trae novedades y problemas, como por


ejemplo la resurrección del cuerpo que va contra toda lógica (¿con qué cuerpo, el
del anciano, el del bebé, el del enfermo..?), o cómo evitar la reencarnación en la
que creían los griegos, o las dificultades para explicar de dónde vienen las almas de
los que van naciendo (porque si Dios lo creó todo en el momento de la creación,
¿tienen los padres la potestad divina para crear almas, o Dios está pendiente de ir
creándolas en cada momento?). También difieren en la idea de felicidad que ya no
consiste en no sufrir, puesto que la felicidad verdadera únicamente la puede
proporcionar la religión verdadera, y está en el otro mundo, en el más allá, por lo
que el mundo terrenal pierde valor y encanto.

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8- Como consecuencia de esto último, los cristianos se sienten desarraigados y
forasteros en esta tierra, es decir, que están de paso. Una consecuencia colateral de
ello es que se unen más allá de pueblos y naciones, lo que les confiere un gran
poder.

2.2. DE AGUSTÍN DE HIPONA A TOMÁS DE AQUINO.

A. AGUSTÍN DE HIPONA.

Nació en Tagaste (actualmente Túnez) en el 354, hijo de padre pagano y madre cristiana
fue educado en el cristianismo pero lo abandonó en su juventud. Se hizo profesor y se
mantuvo en el maniqueísmo, (una doctrina herética que afirmaba que existían dos fuerzas
igualmente poderosas para el hombre, la del bien y la del mal). Años más tarde se convirtió
al cristianismo llegando a ser obispo, y combatió al maniqueísmo y otras herejías (como el
pelagianismo que afirmaba que el pecado original no corrompe la naturaleza humana y por
tanto no hay necesidad de un redentor, y el donatismo que pretendía separar a la Iglesia del
Estado). Murió en África en el 430 justo cuando el Imperio Romano se desmoronaba
definitivamente.

Su idea filosófica de fondo (lo mismo que veremos con Tomás de Aquino) es que la razón
y la fe se complementan, y por eso decía: “creo para entender y entiendo para creer”. Está
convencido de que solo hay una verdad y que a ella se puede llegar tanto por la razón como
por la fe, y a la vez dice que la razón por si misma, es decir, sin ayuda de la fe, no puede
conocer la verdad, y que a la vez el cristiano debe comprender racionalmente lo que
previamente acepta por fe; hay por tanto una necesaria complementariedad entre ambas.
Influenciado por la Biblia y por Platón, escribió numerosos libros entre los que destacan
Las Confesiones y La Ciudad de Dios.

1. El innatismo. Agustín de Hipona dice que el hombre tiene tres formas de conocer. En
primer lugar, poseemos un conocimiento sensible, que es imperfecto porque es el que nos
llega a través de los sentidos, capta lo cambiante, y está relacionado con el cuerpo. En
segundo lugar, disponemos de un conocimiento racional que es el que nos diferencia de los
animales con el que podemos hacer conjeturas y avanzar hacia las verdades. Pero aún
poseemos otro, que es el de contemplación, con el que podemos alcanzar las verdades, lo
inmutable y lo objetivo; mediante él conocemos verdades solo accesibles desde él a las que
nos sería imposible llegar mediante los otros dos conocimientos.

¿Y cómo se descubre este conocimiento de contemplación? Pues mirando en el interior del


hombre donde habita la verdad. Y está en el interior porque Dios nos la ha puesto ahí para
que la miremos; es decir, ya nacemos con las verdades, son innatas, están en nuestra alma.

No es difícil adivinar la influencia de Platón en esta teoría ya que, como en él, hay una
división entre el conocimiento de los sentidos y el conocimiento de la razón, los sentidos
son insuficientes y es necesario ir más allá de ellos, hay que mirar en el interior de cada
uno para descubrir la verdad, y con esta verdad ya nacemos, es innata. También, en
Agustín, lo mismo que en Platón, podemos adivinar cómo el hombre es un ser compuesto
de alma y cuerpo; el cuerpo es únicamente un instrumento mortal y terrestre a la vez que
un estorbo para el alma que es la que alcanzará la felicidad; es decir que el auténtico yo

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humano, lo mismo que en Platón, es el alma; el cuerpo es solamente una envoltura, una
cárcel. Como creyente, sabe que el ser humano es unidad de cuerpo y alma, pero al hablar
de esa unidad aflora continuamente en su obra una valoración negativa del cuerpo. Por otra
parte, y como es evidente en un pensador cristiano, niega la reencarnación del alma, (aquí
se diferencia de Platón) afirmando sencillamente su supervivencia con respecto al cuerpo,
habiendo sido creada a partir de la nada por Dios. Otra diferencia con el griego en que éste,
no considera el tema de la fe.

2. La teoría de la iluminación. Esta teoría es continuación de la del innatismo, ya que lo


que nos indica es que si nacemos con una serie de verdades es debido a que han sido
puestas ahí por alguien, y este alguien es Dios. Dios ilumina –le da luz- al hombre que
quiera mirar en su interior para descubrir la verdad. Es una iluminación que guía a la razón
y que suple la carencia del conocimiento sensible e incluso del racional para llegar a las
verdades inmutables. Es una luz natural para que conozcamos lo sobrenatural, y ayuda al
hombre en su inacabable tarea de ir más allá de sí mismo, esto es, de autotrascenderse. Esta
luz en el fondo nos indica cómo ser felices, ya que la felicidad está más allá del hombre,
está en Dios.

La iluminación divina orienta al hombre en su libre albedrío que consiste en seguir o no el


camino recto para ser feliz (camino nada sencillo ya que el pecado original inclina hacia el
mal, mal que por cierto Agustín de Hipona matiza que es carencia de bien pero sin
identidad propia para evitar así caer en el maniqueísmo que él mismo había rechazado). En
caso de que siga el camino recto, y solo en ese caso, el hombre actuará con libertad, que
consiste en seguir voluntariamente el dinamismo del amor; por eso dice que “no es libre
quien quiere cualquier cosa, sino quien quiere lo que debe querer”. El cristianismo trae a
primer plano la libertad como posibilidad de elegir entre el bien y el mal. El hombre debe
elegir libremente si va a seguir a Dios, usando bien la libertad, o si le va a dar la espalda,
haciendo mal uso de esa libertad. Aunque el hombre tienda a la felicidad y ésta únicamente
se encuentre en Dios, como el hombre carece de una visión adecuada de Dios, de ahí se
sigue que le sea posible dirigirse a bienes mutables como objetivo de su vida, en vez de
tender al bien inmutable, Dios. La experiencia cristiana de la libertad se convierte en una
experiencia dramática, y la libertad casi anulada, ya que se desenvuelve entre la inclinación
hacia el mal, dada nuestra naturaleza corrompida por el pecado original, y la inclinación
hacia el bien empujada por la fuerza de la gracia.

Resaltar ya para terminar con este autor tres cosas. La primera es que una vez más vemos
en el símil de la luz o teoría de la iluminación una semejanza con la luz del sol de la que
hablaba Platón en el mito de la caverna. La segunda que no se debe confundir la
iluminación con la gracia ya que la primera se refiere más a la ayuda que Dios concede al
hombre para que comprenda las verdades de razón, mientras que la gracia se refiere más a
las verdades de fe, esas a las que es imposible llegar con la razón. Y en tercer lugar señalar
que el hecho de que mirando en nuestro interior encontremos las verdades que allí ha
depositado Dios, es prueba de la existencia de Dios (es quien las ha puesto). Esta forma de
demostrar la existencia de Dios mirando en el interior del hombre, en sus ideas, se llama
argumento ontológico, y autores como Descartes lo recrearán siglos más tarde (y el
argumento ontológico se opone a otras demostraciones de la existencia de Dios como la
que veremos en Tomás de Aquino, que lo hacen no partiendo de dentro del hombre, sino de
la observación del mundo exterior).

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B. TOMÁS DE AQUINO.

1. Contexto histórico-cultural y filosófico.

Si nos centramos en el contexto histórico-cultural podemos decir que el siglo XIII


(Tomás de Aquino vivió entre 1224 y 1274) es el de mayor florecimiento de la Europa
medieval y durante su discurrir se produce un aumento de la población, un incremento del
comercio y del urbanismo, y una mayor producción agrícola con nuevas roturaciones de
campos y fundaciones de aldeas. La economía goza de cierta estabilidad y el comercio es
floreciente, con el apogeo de las ferias. Las ciudades ganan en prosperidad, crecen las
antiguas y se fundan muchas nuevas, al tiempo que se construyen numerosas catedrales y
se empiezan a fundar desde principios de siglo las Universidades, que surgen de la
evolución de las escuelas catedralicias: Paris, Bolonia, Salamanca... Tomás de Aquino
enseñó en una de ellas. Al mismo tiempo se consolidan las organizaciones artesanales, los
gremios, que regulan la producción. Esta pujanza no evita las desigualdades sociales y la
pobreza de la mayor parte de la población, fundamentalmente campesina. En definitiva,
podemos decir que en el siglo XIII culmina un proceso de expansión y crecimiento que
comenzó en el X y que consistió en un progreso tanto en el campo como en la ciudad
debido a una serie de factores, entre otros la invención del molino de viento (ya no se
necesitaba tener agua para moler el grano) y del arado con rueda que contribuyó a que
hubiera más producción agrícola disponible (imprescindible para el mantenimiento de la
ciudad); florecieron ferias y mercados y –como hemos dicho- aumentó la población
(aunque en el siglo XIV y XV vuelve a disminuir debido al hambre, la guerra y las
epidemias).

El feudalismo domina esta época como formación socio-política. En el sistema feudal, el


señor de un territorio garantiza la seguridad y la protección de sus vasallos y éstos, a
cambio, proporcionaban con su trabajo un excedente de bienes que permitía atender las
necesidades del señor feudal y su séquito. La sociedad por tanto es estamental (reyes y
nobles, obispos, siervos (campesinos), y los excluidos (leprosos, judíos, juglares y
vagabundos).

Políticamente se comienzan a esbozar los Estados de la Europa moderna. Francia, el país


más poblado, junto con Italia, goza de gran pujanza y prestigio con Luis IX el Santo. En
España la Reconquista hace notables avances con Fernando III y Jaime I, en Italia se
produce el apogeo de las ciudades y del comercio. En una palabra, comienzan a aparecer
los Estados modernos debido a las fracturas que se dan en el Imperio y en al Papado
(Cisma de Avignon, etc.)

El Papado intenta retomar la supremacía de la cristiandad, destacando Inocencio III y


Gregorio IX. Se funda la Inquisición para perseguir las herejías, también en ebullición,

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como cátaros y valdenses (que critican sobre todo, el lujo y depravación de los
eclesiásticos) y se fundan órdenes mendicantes como los dominicos y los franciscanos que
surtirán de maestros a las universidades y de inquisidores a la Iglesia (Santo Tomás
perteneció a la orden dominica).

A nivel artístico se comienza a producir el paso del románico al gótico, lo que en el fondo
significa el paso del domino platónico a través de Agustín de Hipona al aristotélico a través
de Tomás de Aquino. (Las iglesias románicas con sus muros anchos, su tejado bajo, su
sobriedad, y su falta de luz por la escasez de ventanas recuerdan al hombre que no puede
más que ser sumiso a Dios, mientras que las góticas se elevan con amplios ventanales y
son más acogedoras invitando al hombre a mirar hacia arriba, es decir a Dios; si el
románico es fruto del platonismo que desprecia lo sensible, el gótico invita a levantar la
vista y no estar tan sumiso).

Por otra parte es muy importante la recepción de las traducciones de los filósofos griegos,
árabes y judíos, que viene desde el siglo XII (Tomás de Aquino, como todo occidente,
conoció a Aristóteles a través de los árabes).

En cuanto al contexto filosófico de Tomás de Aquino hay que hablar de la la Escolástica.


La Escolástica es la filosofía que creció a partir de la enseñanza que se impartía en las
escuelas monásticas; una filosofía cristiana que tenía como tarea abordar y ordenar de
forma comprensible el conjunto de dogmas que la Patrística (Agustín de Hipona era uno de
esos “padres”) ya había elaborado. Los escolásticos estaban convencidos de que ya poseían
la verdad; así su objetivo no era buscarla porque ya estaba dada en la revelación divina,
sino fundamentar esa verdad e interpretarla a través del pensamiento racional. El propósito
de los escolásticos era profundizar en el conocimiento de las verdades de la fe a través de
la razón, sistematizando los contenidos de la verdad sagrada mediante un método
filosófico. También intentaban rebatir con argumentos filosóficos las objeciones que
podían resultar de la propia razón contra esa verdad religiosa. En esta línea se inscribe
Tomás de Aquino, quien representa la plenitud del pensamiento escolástico del siglo XIII.

Uno de sus temas y preocupaciones fundamentales es el de la relación que guardan fe y


razón, o lo que es lo mismo, Filosofía y Teología. Éste es el argumento filosófico de fondo
en la época, y había tres respuestas al respecto, aunque algunas ya venían de bastante atrás.

- La que dice que razón y fe son incompatibles y que basta con la revelación para
conocer las verdades; no se necesita la razón. Esta postura fue mantenida por
Tertuliano quien decía: “Creo aunque sea absurdo”.

- La que entiende que la razón y la fe se ayudan y complementan ya que una es


necesaria para la otra y al revés. Mantuvieron esta postura Agustín de Hipona y
Tomás de Aquino y se puede resumir en la famosa frase del primero: “Creo para
entender y entiendo para creer”.

- Otra polémica postura es la que mantiene que la razón y la fe son distintas y


autónomas, y cada una va por su lado sin prioridad de una sobre la otra ya que sus
caminos son independientes. Cabe la posibilidad entonces de que las conclusiones a
las que llegue una sean distintas o contrarias a las de la otra ¿qué hacer en este caso?

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Según Averroes (quien mantiene esta teoría llamada averroísmo) las dos serían
ciertas aunque se contradigan; es lo que se llama el principio de la doble verdad.

(Posteriormente, en especial con Guillermo de Ockham se vio claramente que la fe y la


razón son difícilmente compatibles ya que lo revelado por Dios es indemostrable, y con
posturas como ésta surge la crisis de la Edad Media desde dentro de la misma Iglesia.)

En cuanto a las corrientes filosóficas de la época de Aquino no hay que perder la


perspectiva de que al estar la Edad Media dominada por la Iglesia, era poco lo que se podía
diferir de ésta, y las distintas opiniones no eran más que desavenencias entre
congregaciones religiosas. En todo caso podemos destacar tres corrientes:

- una la del citado Averroes (que se conoció como averroísmo latino) que está
próxima al Aristóteles original, no al traducido,

- otra que se desarrolla en el interior de los franciscanos que siguen a Platón según la
interpretación de Agustín de Hipona (quien frente a Aquino entiende que el hombre
sí necesita de la iluminación divina para conocer las verdades),

- y una última –y la de más éxito en este momento- que es la de los dominicos


representados por Tomás de Aquino que se basan en Aristóteles (aunque un
Aristóteles menos fiel al original que en el que se basaba Averroes).

Como podemos deducir, Aquino se ve influenciado fundamentalmente por Aristóteles y


por la Biblia. Aunque también cabe señalar otras influencias como las de los filósofos
árabes Alfarabi, Avicena, el citado Averroes y por el judío Maimónides, de quienes recibe a
Aristóteles, que a su vez la permitirá establecer la diferencia entre esencia y existencia.
Pero, repetimos, la mayor parte de la filosofía tomista consiste en una asunción del
aristotelismo: teoría del conocimiento que parte de lo sensible, utilización del principio de
causalidad de acuerdo con los cánones aristotélicos (una serie causal debe ser iniciada por
una primera causa incausada), la antropología, las tendencias naturales en ética, la
felicidad como contemplación y el hombre como animal social. La cosmología aristotélica
también es fácilmente adaptable por Santo Tomás: el Motor Inmóvil y el mundo sin
principio temporal, se convierten en un Dios creador y el mundo como obra suya.
Destaquemos finalmente que aunque la mayor parte de su filosofía mire a Aristóteles, hay
un núcleo platónico muy importante: los seres creados lo son en cuanto que participan de
la existencia por obra de Dios.

Su vida es también un reflejo de la época. Nacido en Roccaseca (Nápoles) fue el hijo


menor de una familia noble, y como tal desde pequeño ingresó en un convento (lo que era
señal de estatus en la época). Se hizo dominico y se convirtió en un gran intelectual
llegando a ser profesor en las universidades de París (donde tuvo muchas polémicas con
los averroístas y con los franciscanos agustinistas) y Colonia. Murió en 1274 y escribió
entre otros tomos, los de Suma contra Gentiles y Suma Teológica (ampliar en la página 54
del libro de Textos de filosofía) a la que pertenece el texto que trataremos.

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2. Razón y fe en Tomás de Aquino.

Como ya vimos, Tomás de Aquino sostiene que la filosofía y la teología son dos “ciencias”
distintas con objetos, métodos y criterios diferentes, y que cada una en su propio campo es
autónoma y autosuficiente. La filosofía, al igual que la teología, por sí solas, pueden llegar
a la verdad en los temas de los se ocupan: el filósofo aceptando exclusivamente lo que se
puede demostrar mediante la razón, el teólogo, basándose en la autoridad de Dios, en la fe,
en la revelación y argumentando a partir de ella. La diferencia con Agustín de Hipona es
clara, pues hasta el siglo XIII se pensaba que la razón por sí misma no podía alcanzar la
verdad y requería el concurso de la fe (teoría de la iluminación).

Entre fe y razón hay una concordancia, una sintonía; no se contradicen (como diría
Averroes). Hay verdades teológicas reveladas, que únicamente son accesibles gracias a la
luz de la revelación divina, como la de la Trinidad divina o la encarnación de Dios. Pero
hay verdades que pertenecen a ambos ámbitos, un campo de intersección donde hay
contenidos comunes a la fe y la razón, verdades que son reveladas y a las que se puede
llegar mediante existencia de Dios y la creación del mundo por Dios. Es más, cuando el
objeto de la filosofía y el de la teología coinciden, cuando se ocupan de los mismos temas
(origen y creación del universo, inmortalidad del alma y destino del ser humano...),
necesariamente tiene que existir armonía entre lo que afirman filósofos y teólogos (y ello
frente al principio de la doble verdad de Averroes como acabamos de ver). Y también hay
verdades accesibles únicamente a la razón en las que la fe no tiene nada que decir (por
ejemplo si el gato pertenece a la categoría de los felinos o el número de planetas que
puedan existir).

El motivo que aduce Aquino para explicar la coincidencia entre la única verdad a la que se
llaga tanto desde la razón como desde la fe, es el siguiente: Dios es el que ha creado al
hombre como ser racional y también es el autor de la revelación, por lo que no puede haber
contradicción entre lo que Dios revela y lo que el hombre puede conocer con la razón. No
puede haber un conflicto entre fe y razón, ya que la verdad es única y se fundamenta en
Dios. De todas formas la verdad de la fe es superior a la de la razón y la fe actúa como
criterio extrínseco de verdad: la fe es el principal criterio de verdad, cuando la razón llega a
una conclusión distinta de la fe, la garantía y última palabra la tiene la fe (la razón en este
caso debe haber cometido un error en su proceder).

Así, cuando filosofía y teología estudian los temas que constituyen el campo de
intersección de sus investigaciones, para Aquino, se dan estas relaciones entre ambas:

1. La razón puede ayudar a la fe por ejemplo, ilustrando y esclareciendo las


verdades de la fe que son asequibles a la razón, como la existencia de Dios o la creación y
ofreciendo a la fe sus procedimientos de ordenación científica y sus armas argumentativas
para enfrentarse a la las afirmaciones de los filósofos que contradigan a la fe.

2. La fe puede ayudar a la razón: adelantándose a ella en la solución de los


problemas, puesto que al hombre que utiliza sólo su razón para hacerlo, le cuesta mucho
esfuerzo. En la Suma contra Gentiles, señala Aquino tres causas por las que es necesaria la
fe. Primera: se puede llegar a la verdad sólo a través de intensas investigaciones, y son
muy pocos los dispuestos a ello. Además la pereza, el cuidado de los bienes temporales, de

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los bienes familiares e impedimentos fisiológicos impiden a muchos desarrollar esas
indagaciones. Como segunda causa, la profundidad de la verdad hace que el
entendimiento, sujeto a los vaivenes pasionales, no sea idóneo para captar la verdad sino
después de un largo ejercicio. En tercer lugar, la misma debilidad de nuestro entendimiento
hace que a veces la falsedad se mezcle con la indagación racional, pues incluso los mismos
sabios enseñan verdades contradictorias. Por esto es conveniente presentar a los hombres
por vía de la fe, certezas fijas.

3. Filosofía y teología.

Aquino sabe por su fe adónde se dirige; sabe que cualquier investigación filosófica
correcta que se pregunte por el sentido del ser, de la realidad, va a llegar a Dios y, por eso,
el primer tema filosófico que se plantea, y al que se dedica con más intensidad, es el de la
existencia de Dios. Ahora bien, para que su indagación sea filosófica, basándose en la
razón, para demostrar la existencia de Dios y analizar otras cuestiones, no da ningún paso
ilegítimo, utiliza siempre los recursos de la razón y no se sale de ellos. Así, la filosofía es
en Santo Tomás teología natural, es decir, aquella parte de la filosofía que se ocupa
racionalmente de Dios. Pero como hemos visto, la fe actúa como criterio extrínseco (desde
fuera) de verdad y la filosofía se convierte en una ayuda útil para la revelación, quien en
definitiva tiene la última palabra, cosa lógica en un autor cristiano del siglo XIII. La plena
autonomía de la razón con respecto a la fe únicamente se hará patente en el siglo XIV con
el nominalismo de Guillermo de Ockham. A continuación analizamos cómo se desarrolla la
filosofía tomista con respecto al tema de Dios.

Si para Platón y Agustín de Hipona, el objeto propio y adecuado de nuestro conocimiento


son las realidades inmateriales (el alma se conoce a sí misma y a través de un proceso de
elevación puede llegar a un conocimiento de seres inmateriales más perfecto que el de los
seres materiales externos), para Santo Tomás el objeto adecuado para nuestro
entendimiento son las realidades sensibles materiales, no las realidades inmateriales.
Nuestro entendimiento está ligado a la experiencia sensible, su objeto es la realidad
sensible. Este planteamiento más empírico es aristotélico, y siguiendo esta línea
aristotélica, Aquino piensa que el edificio de la filosofía se ha de construir partiendo del
conocimiento de las realidades sensibles.

-Sobre el Ser y los seres.

Esta postura tomista que -siguiendo a Aristóteles- se fija en los seres concretos que
tenemos delante es la que nos permite entender por qué Aquino dice lo mismo que el
griego. Así, reproduce lo que Aristóteles dice sobre los seres (ver el tema IV), su
composición (sustancia y accidentes), sus causas (teoría hilemórfica) y su movimiento
(potencia y acto). Donde tiene que añadir razonamientos nuevos es al diferenciar a los
seres del Ser (dios) ya que Aristóteles no necesitaba esa distinción porque Dios no era para
él lo que para el medieval. Para Aquino, el Ser tiene estas características que le diferencian
de los seres:

- Es creador, lo que significa que en el mundo hay dos tipos de seres: el necesario
(que es el Ser creador sin que haya sido creado por nadie, y se llama necesario

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porque los creados le necesitan para existir), y los seres contingentes que deben su
existencia a otro, y por tanto podrían no existir. El Ser, por tanto, no puede no existir
porque es el fundamento de todo y no debe a nadie su existencia.

- En los seres contingentes se puede diferenciar su esencia (aquello por lo que algo es
lo que es y no es otra cosa, por ejemplo lo que a un perro le hace ser perro y no un
caimán), de su existencia (el hecho de existir). Y una demostración de que esencia y
existencia son diferentes en los seres contingentes es que podemos hablar de
esencias sin que existan (por ejemplo de los ya extintos dinosaurios). Pero en el Ser
la esencia y la existencia van unidas: no se puede ni concebir la esencia del Ser sin
que exista porque a su misma esencia le corresponde existir.

- Es acto puro, sin potencialidad, lo que quiere decir que al no tener potencia no
necesita moverse hacia ninguna parte porque ya posee en acto todas las cualidades
en grado de perfección. Por el contrario, los seres siempre están pasando de la
potencia al acto, es decir, se están moviendo.

- Además de lo señalado, hay que insistir en que el Ser es infinito, perfecto,


omnipotente, inmutable, libre y creador.

- Sobre la demostración de la existencia de Dios.

Una vez que hemos visto lo que Dios significa para el autor cristiano, vamos a detenernos
ahora en cómo intenta demostrar su existencia. Como veremos más adelante, Tomás de
Aquino, siguiendo a Aristóteles, piensa que todo conocimiento humano comienza por los
sentidos, y por tanto la demostración de la existencia de Dios habrá de comenzar por la
información proporcionada por éstos. No acepta Aquino el argumento ontológico de
Agustín de Hipona (recordemos, ese que trata de demostrar la existencia de Dios desde las
ideas, es decir, desde el interior de uno mismo, lo que supone poseer ideas innatas de él).
Entonces, ¿cómo se puede demostrar la existencia de Dios partiendo de los datos sensibles,
es decir, desarrollar una demostración o prueba a posteriori?

Aquino lo intenta por cinco vías o caminos distintos, aunque utilizando la misma estructura
en todas, que es la siguiente:

1º Punto de partida: un hecho de experiencia. Comprobando que existe una realidad


sensible, material, percibida por nuestros sentidos, que requiere una explicación

2º Utilización del principio de causalidad. La consideración de esa realidad sensible como


efecto. Y todo efecto requiere la existencia de una causa que lo produzca: este es el
principio de causalidad. Pero Santo Tomás acepta la apreciación de Aristóteles de que no
puede haber una serie causal infinita, que en toda serie causal ha de haber una primera
causa.

3º Término. Afirmación de que la causa primera es Dios. Santo Tomás presupone que la
primera causa es el Dios de la revelación cristiana (se le ha criticado que se apresura a
identificar a la primera causa que genera el universo con Dios).

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Y con esta estructura de fondo, Aquino razona sus cinco vías:

1ª Vía del movimiento. Tiene su origen en Aristóteles y parte del hecho de experiencia que
supone constatar el movimiento. Las cosas del mundo se mueven y todo movimiento tiene
que tener una causa exterior a él mismo, toda cosa movida ha de ser movida por algo. Y
como no se puede extender al infinito tiene que haber una primera causa del movimiento,
un primer motor (si no hay un primer motor, no hay un segundo, pues las cosas segundas
dependen de las primeras). Ha de admitirse, pues, la existencia de un primer motor que no
es movido por ningún otro. Este primer motor es Dios.

2ª La vía de la causalidad eficiente, basada en la existencia de una serie de causas


subordinadas. También está basada en Aristóteles. Todo lo que existe lo hace por alguna
causa. Nada puede ser la causa de sí mismo, porque, para serlo, tendría que haber existido
antes de sí mismo. Todas las causas de este mundo son efecto a su vez de otras causas, pero
como no puede haber una serie causal infinita (si no hay una causa primera no hay una
segunda...), tiene que haber una primera causa eficiente de todo lo demás que exista, una
causa incausada y, ésta es Dios.

3ª La vía de la contingencia, basada en Maimónides. Parte de que lo que existe podría no


existir, se basa en el hecho de que algunos seres empiezan a existir y perecen, lo que
muestra que pueden ser y no ser, que son contingentes y no necesarios, puesto que si
fueran necesarios siempre habrían existido, sin empezar a ser ni perecer Los seres que
existen son contingentes: existen pero podrían no haber existido. La serie de causas
contingentes requieren la existencia de un ser necesario, que sea la razón de que los seres
contingentes lleguen a existir, causa de todos los seres. Si no hubiera ningún ser necesario,
no existiría nada en absoluto. Tal ser necesario es Dios.

4ª Vía de los grados de perfección. En la naturaleza existen distintos grados de perfección,


bondad, verdad, etc. que constatamos y así podemos afirmar que “eso es más bello que lo
otro”, por ejemplo. Si estas afirmaciones tienen un fundamento objetivo, los grados de
perfección implican la existencia de un máximo en cuanto a perfección, lo cual será el Ser
supremo. Lo más o menos perfecto depende en última instancia de lo más perfecto, a este
Ser sumamente perfecto lo llamamos Dios. Esta vía es de inspiración platónica (lo perfecto
como fundamento y la participación en el fondo: los seres contingentes reciben su bondad
ontológica, su perfección, participan de ella).

5ª Vía del orden cósmico, la prueba teleológica: parte de la observación de que todos los
seres actúan de acuerdo con un fin, e incluso cuando este fin sea inconsciente. Tiene que
haber una causa ordenadora, un ser inteligente que ha impuesto el orden y el fin de la
totalidad de los seres naturales. La armonía y el orden del mundo requieren una
inteligencia ordenadora. Esta inteligencia ordenadora primera es Dios.

-Sobre la antropología y el conocimiento.

Tomás de Aquino afirma la inmaterialidad del entendimiento y, por tanto, del alma, pero en
el hombre el entendimiento se halla vinculado esencialmente a un cuerpo material dotado
de determinados órganos de conocimiento (sentidos). Esta vinculación del entendimiento
humano al cuerpo tiene su raíz en la unión sustancial existente entre el cuerpo y el alma.
Tomás de Aquino sostiene la unidad sustancial de cuerpo (materia) y alma (forma),

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recogiendo la teoría hilemórfica de Aristóteles. De ahí que el entendimiento humano, en
cuanto que vinculado a un cuerpo sensible, dotado de sentidos como órgano de
conocimiento, tenga que desarrollar el conocimiento intelectual partiendo del conocimiento
sensible y no pueda ejercerse sin el concurso de éste: el entendimiento elabora los
conceptos a partir de los datos suministrados por la percepción sensible.

Y si el origen o la fuente de nuestro conocimiento son los seres concretos que percibimos
por los sentidos, Aquino, lo mismo que lo hicieron Platón y Aristóteles, tendrá que
preguntarse cómo la mente llega a tener ideas universales (por ejemplo la idea de árbol o
de gato) partiendo de de seres individuales o particulares. Su respuesta es la misma que la
de Aristóteles (ver tema anterior) y se aleja de la de Platón que creía en la existencia
independiente de las ideas y esencias universales, existencia que no dependía de la mente
humana.

El problema de la formación de los conceptos es, pues, el problema de cómo se pasa de la


individualidad de las percepciones sensibles (Toby, mi perro concreto) a la universalidad
de los conceptos (la idea general de perro). Habrá que admitir que el entendimiento posee
la capacidad de extraer de algún modo los conceptos a partir de los datos particulares
suministrados por el conocimiento sensible. Esta capacidad se denomina proceso de
abstracción. Por lo general, los filósofos que admiten que nuestro conocimiento comienza
con los sentidos (como Aristóteles o Aquino) admiten también la abstracción como proceso
de formación de los conceptos. Las percepciones sensibles, es decir lo que percibimos con
los sentidos constituyen el punto de partida del proceso, dejando en la imaginación o
memoria una imagen o representación particular (estas imágenes son llamadas fantasmas y
la imaginación fantasía). La capacidad abstractiva del entendimiento, la capacidad de
universalizar, actúa sobre estas imágenes o fantasmas despojándolas de sus elementos
individuales y haciendo posible que se ejerza el conocimiento mediante la formación de
conceptos universales.

En resumen, por si aún no ha quedado claro. Aquino, al igual que Aristóteles, explica la
aparición de los conceptos generales (perro, hombre, etc.) en nuestra mente debido a que
por los sentidos captamos los individuos (Andrés, Luis, Pablo) y debido a un proceso de
abstracción consistente en quedarnos con lo que de universal hay en esos particulares; es
decir, con los sentidos vemos los seres y con la mente captamos lo común en ellos y así
llegamos a los conceptos generales. Cuando Platón intentó explicar por qué tenemos
conceptos generales, recurrió a la reminiscencia y a la idea de que los poseemos de forma
innata.

4. La ética y la ley natural.

-La ética.

Tomás de Aquino adoptó un punto de vista eudemonista y teleológico similar al


aristotélico. Como la razón es la capacidad más elevada del hombre (porque le distingue de
los demás seres), la felicidad consistirá en el desarrollo de esa actividad racional, lo que
conducirá a la contemplación. Pero hay diferencias significativas entre el medieval y el
griego ya que en Aristóteles no se encuentra la menor insinuación de una visión del Motor
Inmóvil en una vida futura. Para el tomista la perfecta felicidad no ha de buscarse en

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ninguna cosa creada, sino en Dios, en el Bien supremo y, puesto que el objeto más elevado
de la contemplación es Dios, el fin último del hombre consistirá en la contemplación o
visión de Dios. Tomás de Aquino introduce la consideración de la vida futura del alma en
el más allá: la felicidad consiste en el conocimiento y en el amor de Dios tal y como
pueden alcanzarse en esta vida (beatitud natural imperfecta) y en la vida futura (beatitud
natural perfecta)

Vemos que la teoría moral de Tomás de Aquino se mueve en un plano distinto del de la de
Aristóteles, pues, por mucho que Aquino se valga del lenguaje aristotélico, la introducción
de la vida futura y de la visión de Dios en la teoría moral es extraña al pensamiento del
griego. Lo que en Aristóteles se llama felicidad es en Tomás de Aquino felicidad
imperfecta, o felicidad temporal, o la felicidad que puede alcanzarse en esta vida, y el
medieval ve esa felicidad imperfecta como subordinada a la felicidad perfecta, que sólo
puede alcanzarse en la vida futura y, que consiste principalmente en la visión de Dios. En
definitiva, la teoría moral de Aquino es en parte filosófica y en parte teológica ya que
utiliza la ética filosófica, pero la adapta a un montaje cristiano, pues llega a afirmar que "la
beatitud última y perfecta solamente puede consistir en la visión de la esencia divina."

-La ley natural.

Pero Tomás de Aquino no se queda en esta perspectiva de la moral, sino que añade otra, la
de la ley natural. Pero antes de introducirnos de lleno a explicarla, vamos a señalar unos
conceptos básicos para comprender mejor este apartado ya que es de lo que trata el texto
que tenemos que analizar:

1º) Tomás de Aquino aceptando el principio teleológico aristotélico, afirma que el hombre
–como cualquier otro ser- tiene una finalidad; es la felicidad a la que puede llegar si
descubre las tendencias que tienen enraizadas en su naturaleza, porque el hombre –a
diferencia de los animales- puede conocer con su razón estas tendencias y deducir sus
normas de conducta.

2º) A su vez, la razón del hombre tiene dos posibilidades:

A- Como razón especulativa (que es la que trata de entender y conocer las cosas) que
deduce los primeros principios (de donde salen los demás y que son evidentes e
indemostrables) y puede hacer distintas clasificaciones o tipos de orden
(especulativo, práctico, moral, lógico…) organizados todos a su vez desde el
principio de no contradicción que afirma que “no se puede afirmar y negar a la vez
una cosa”.

B- Como razón práctica (que no se preocupa por conocer sino por actuar en el orden
moral); en vez de deducir primeros principios, deduce su equivalente, los preceptos
(o primeras reglas de la moral o ley natural), y todos se organizan a partir de uno
primero que dice que “se debe obrar el bien y evitar el mal” .

3º) Centrándonos en la razón práctica, lo que debe de quedar claro es que si el hombre
analiza su naturaleza puede ver en ella unas tendencias o leyes que le sirven para saber
cómo comportarse, y que en resumen son las siguientes:

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A- La ley eterna, que es la ordenación divina que Dios ha dado a todos los seres de la
naturaleza, y por tanto es el fundamento de cualquier norma humana en cuanto que
el hombre es uno de tantos seres sometidos a esa ley.

B- La ley natural que es un reflejo de la ley eterna que a su vez fue inscrita por Dios
en la razón para que el hombre la conociera y obrara (si quería) conforme a ella; es
decir, que la ley natural inclina al hombre a realizar sus actos pero requiere de la
libertad de éste para que se realice. Esta ley natural es inmutable, se orienta al bien
del conjunto de la sociedad, y no solo al individual, y puede ser conocida
racionalmente. Coincide con la ley moral y de ella se deducen los preceptos de
donde a su vez salen las obligaciones morales y las leyes humanas positivas (es
decir, las leyes sociales).

C- La ley humana positiva es en definitiva la legislación de cada sociedad, y tiene su


fundamento en la ley natural.

D- Aclaremos para que no queden dudas, que no es lo mismo la ley natural (que es la
específica de los hombres) que las leyes naturales (que sirven para todos los seres)
aunque las dos –la ley natural y las leyes naturales- participan de la ley eterna. Ni
tampoco es sinónimo la ley natural (que además de ser específica de los hombres,
tiene la facultad de ser comprendida racionalmente y plasmada en obligaciones
morales que pueden o no cumplirse) de la naturaleza humana (donde también se
incluyen las leyes naturales que el hombre tiene en común con otros seres).

Una vez explicados estos conceptos vamos a introducirnos en algunos de ellos para saber
más en concreto qué pretendía decirnos al respecto Tomás de Aquino:

a) Fundamentos de la ley natural. Para Aristóteles, Dios no creó el mundo, sino que lo
puso en movimiento por la atracción que ejerce como fin. Para Aquino, en cambio, Dios es
Creador. Y la creación la hace de acuerdo con la idea que tiene de cada una de las cosas. El
hecho de que las cosas actúen con ciertas regularidades puso de manifiesto en la quinta vía
que tiene que haber una Inteligencia Suprema que habría ordenado el mundo según un
plan. Es lo que se llama Providencia Divina. Esa misma Providencia ha querido que los
hombres tengan libertad y la ejecuten para perfeccionar y cumplir las facultades naturales
que Dios le concedió. Por tanto, Dios no pedirá a los hombres que hagan más de lo que
deben hacer de acuerdo con su naturaleza. Lo bueno o lo malo, los deberes o normas éticas
vendrán determinadas por la conformidad o disconformidad con la naturaleza creada por
Dios.

Así pues, Dios creó el mundo y los seres racionales de acuerdo con su ley eterna que será
a su vez el fundamento de toda ley humana. La ley eterna, esta ordenación divina de la
naturaleza, es definida por Aquino como «la razón de la sabiduría divina en tanto que
rectora de todos los actos y movimientos». Ahora bien, esta ordenación general del
universo no regula del mismo modo el comportamiento humano y el comportamiento del
resto de los seres naturales. El comportamiento de estos seres naturales es regulado a través
de leyes físicas o leyes naturales a cuyo cumplimiento no pueden sustraerse, ya que

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carecen de libertad. El hombre, por el contrario, es un ser libre y de ahí que su conducta
sea ordenada no por leyes físicas, sino por una ley moral que respeta su libertad.

La ley natural sería una parte de la ley eterna, la que se refiere a la conducta humana; no
es algo desconectado del orden general del universo ya que el hombre se halla inserto en
él; es decir, la ley natural es un reflejo de la ley eterna y por tanto no la contradice ya que
todo el universo se halla sometido a esta ordenación creada por Dios. La ley natural está
inscrita por Dios en la razón del hombre para que éste sepa seguir la inclinación natural del
bien y evitar el mal. Es por tanto a la razón a quien corresponde dirigir la actividad del
hombre hacia su fin y dar cumplimiento a las inclinaciones naturales, que son el bien del
hombre. (El concepto de ley natural, en cuanto expresa la exigencia de una ordenación
racional de la conducta humana basada en las inclinaciones y tendencias de la naturaleza,
ha gozado de prestigio en el pensamiento occidental; y en la actualidad, por poner un
ejemplo, la teoría de la ley natural ha constituido y sigue constituyendo el eje fundamental
de la doctrina moral católica).

Como hemos visto, estas inclinaciones no deben interpretarse como determinaciones


inevitables de nuestra acción moral, porque entonces se estaría negando la libertad
imprescindible para la misma acción. Son como disposiciones que prescriben ciertos
principios o preceptos. Por otra parte, la ley natural es única: “haz el bien y evita el mal”,
pero incluye preceptos de distinto grado o nivel. La ley natural se fundamenta en la
naturaleza humana como tal, que es idéntica a todos los humanos y se refiere a aquellas
cosas que son necesarias a la naturaleza humana, como preservar la propia vida, y el
hombre se distingue del resto de los seres naturales por su racionalidad, porque sólo él es
capaz de conocer sus propias tendencias y, por tanto, puede deducir ciertas normas de
conducta encaminadas a dar a éstas el cumplimiento adecuado. Como ser racional que es,
el hombre puede formular ciertas normas de conducta de acuerdo con las exigencias de su
propia naturaleza.

b) Los preceptos de la ley natural (recordemos que aunque son muchos se ordenan a
partir del más importante que consiste en “obrar bien y evitar el mal) se resumen y
concretan en:

- El precepto de conservación común a todos los seres (como consecuencia se prohíbe el


suicidio). El hombre tiene, como las demás sustancias, una inclinación natural a la
preservación de su ser y la razón reflexionando, ordena que se adopten los medios
necesarios a la preservación de la vida. Así, el suicidio ha de evitarse.

- El precepto de procreación y educación de los hijos. El hombre, en común con los


animales, tiene una inclinación a propagar la especie y a criar a los hijos. La razón ordena
que la especie sea propagada y los hijos cuidados. El precepto de propagar la especie se
aplica a la multitud en general, no al individuo, y se cumple aunque no lo cumplan todos
los individuos. Así responde Aquino a la objeción de que la virginidad es contraria a la ley
natural.

- El precepto social, natural al hombre, de vivir en sociedad y el de buscar la verdad. La


sociedad implica la ordenación racional de la convivencia con vistas a la consecución de

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ciertos fines, algo específicamente humano, no confundible con una manada. De estas
tendencias surgen las obligaciones morales de buscar la verdad y respetar la justicia.

Recordemos que todos estos preceptos o principios básicos obligatorios se manifiestan de


manera patente a todos los hombres y no varían con el tiempo; son evidentes (es decir,
fácilmente cognoscibles por la razón) y universales (pues la naturaleza humana es idéntica
para todos). Además, son inmutables, pues al fundamentarse en la naturaleza humana no
pueden cambiarse aunque pueden descubrirse nuevos deberes o derechos derivados de la
propia ley natural. Aclaremos también que estos tres tipos de preceptos vistos son muy
generales y deben de ser posteriormente concretados y en su concreción es donde se
plantea el problema desde dentro de la teoría. Por ejemplo, en la ley natural sobre
conservación de la propia existencia: ¿es lícito poner en peligro la propia vida en caso de
guerra o para ayudar a otro que se está ahogando? ¿ cómo enjuiciar la huelga de hambre?,
etc.

c) Las leyes positivas. El carácter general de los preceptos de la ley natural permite que
puedan aplicarse de manera diferente en cada comunidad. Las leyes positivas deben
derivar de la ley natural y la concretan.

La afirmación de la existencia de una ley natural hizo que Aquino formulara las relaciones
entre ésta y la ley positiva de un modo sistemático y preciso:

1- En primer lugar, la existencia de la ley positiva surge necesariamente de la ley


natural misma. En efecto, la ley natural impone la existencia de la sociedad y ésta sólo es
posible sobre la base de unas normas que regulen la convivencia.

2- En segundo lugar, la ley positiva constituye una prolongación de la ley natural,


su contenido viene a concretar las normas naturales que, dadas sus características de
generalidad, no descienden a una ordenación detallada pormenorizada de la convivencia
humana.

3- Por último, las exigencias de la ley natural han de ser respetadas por la
legislación positiva. La ley natural constituye, pues, el marco que señala los límites dentro
de los cuales ha de organizarse moralmente la convivencia humana. Así la presión de la
Iglesia con respecto a la legislación sobre temas como el aborto o la eutanasia se basa en
esta pretensión.

Esta forma de interpretar las relaciones entre la ley natural y la ley positiva pone de
manifiesto que Tomás de Aquino no concibe el mundo del derecho y el mundo de la moral
como dos reinos desconectados e independientes. El derecho se halla incardinado en la
moral.

C. IDENTIFICACIÓN DEL TEXTO DE SELECTIVIDAD.

En la página 54 del libro que utilizamos para los textos hay una buena información para
identificar el texto de la selectividad. Está muy bien tanto el apartado titulado Sentido y
estructura de la Suma Teológica, como el titulado Sentido y estructura del artículo.

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D. IDEAS PARA LA VALORACIÓN RAZONADA DE LA ACTUALIDAD DE
TOMÁS DE AQUINO.

El tema de la relación entre la filosofía y la teología (razón y fe) sigue candente desde
muchos frentes. A continuación se señalan algunos aunque no están desarrollados; son
orientaciones o ideas por si el alumno/a quiere introducirse y profundizar en alguno(s) de
cara a la selectividad. Están enfocados y organizados desde la perspectiva tomista en la que
destacan dos grandes temas, la demostración de la existencia de Dios y todo lo que ello
implicaría hoy, y lo relacionado con la ley natural. En todo caso debería tenerse siempre de
fondo la idea de que desde hace cinco siglos cuando Guillermo de Ockham dijo –dentro
del seno de la Iglesia- que “lo relacionado con Dios es indemostrable”, se ha visto con
claridad que la razón y la fe siguen caminos distintos y que pueden coincidir o no.

Sobre la demostración de Dios.

- Salvo por sectores religiosos muy concretos, hoy nadie en el mundo de la filosofía
se plantea ya el debate sobre si se puede demostrar a Dios desde la razón o desde la
ciencia. Desde la razón se ve imposible puesto que al partir (como Tomás de
Aquino) de premisas reales y aplicarles una secuencia lógica, nunca se puede dar el
salto hasta un Dios realmente existente. Y desde la ciencia no se puede demostrar
puesto que Dios no tiene cabida en el propio método empírico (y es que si Dios
fuera empírico no sería Dios).

- A pesar de lo dicho, en algunos lugares de EEUU y otros más, ha vuelto a resurgir la


teoría creacionista bíblica en contra de lo afirmado por las evidencias empíricas
evolutivas, lo que significa que el debate sigue latente en algunos sitios (aunque
insisto, no en la comunidad filosófica).

- Una teoría que trata de mezclar a Dios con el evolucionismo es la denominada


teoría del diseño inteligente. Viene a decir que aun aceptando el evolucionismo y los
datos de la ciencia habría que postular la existencia de un Dios para explicar el
origen de todo; de la misma forma que se hay un reloj implicaría la existencia de un
relojero. Esta postura ha sido denominada por los críticos como la del Dios
tapaagujeros, es decir, que cuando no sabemos algo a nivel científico metemos a
Dios para tapar el agujero abierto. Otra crítica desde la filosofía es que si el ser
humano se plantea por qué existe algo cuando podía no haber existido nada (por qué
el ser y no más bien la nada), la respuesta divina no le deja satisfecho porque la
pregunta se vuelva hacia Dios al plantearse por qué existe cuando podía no haber
existido. En el fondo el creyente no puede aceptar que la materia exista desde
siempre pero no tiene problemas en aceptar que el espíritu (Dios, o lo que sea) sí
exista desde siempre.

- En la época que acabamos de estudiar, la Iglesia pasó de ser perseguida a ser


perseguidora, lo que aún hoy acarrea unos problemas que pueden interpretarse como
secuelas de aquella época; en concreto, la confusión entre lo religioso y lo político
(debates que la iglesia abre o veta según le interese sobre asuntos como el aborto, la

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eutanasia, determinadas asignaturas, tipos de matrimonios, homosexualidad, etc.), o
también la típica visión universalista de las grandes religiones monoteístas o
abrahámicas (Cristianismo, Judaísmo e Islam)

- Lo mismo que ocurría en la época de Tomás de Aquino, ahora en el seno de la


Iglesia sigue habiendo discrepancias tanto con relación a otros cristianos (ortodoxos,
coptos, calvinistas, o las más recientes escisiones denominadas religiones de garaje)
como en su interior (por ejemplo la visión de la teología de la liberación poco tiene
que ver con la interpretación que de los evangelios hacen el Opus Dei o los
vaticanistas). Cabe argumentar al respecto que el recién nombrado papa Francisco
va haciendo continuamente declaraciones que van reactualizando la teología de la
liberación tan denostada por sus predecesores en el papado.

- A raíz del tema tratado cabe hoy matizar ideas que están en la calle como: creyente,
ateo, agnóstico, panteísta, etc. Y lo mismo decir sobre las relaciones de los Estados
con la Iglesia: confesional, aconfesional o laico. (Habría que introducirse en estos
interesantes matices).

- Un último tema tangencial es que hoy sigue utilizándose en ciertos ámbitos


religiosos y sociales, terminología aristotélico-tomista. Por ejemplo, los que se
oponen al aborto lo hacen con el argumento que si bien no se puede decir que en las
primeras semanas de gestación hay un ser humano, sí que lo habría en potencia. Un
argumento similar es el se utiliza para ir en contra de los preservativos ya que se
cerraría a los espermatozoides la posibilidad de realizar en acto una de sus
potencialidades: la procreación.

Sobre la ley natural.

- En general, hoy no se habla sobre derechos naturales ya que no se ve la naturaleza


humana como fija e inmutable, sino modificable en función del aprendizaje social
en el que el individuo esté inmerso. Quien hoy habla de derechos naturales lo hace
desde sus creencias, pero no desde la razón. La historia nos puede aclarar la
situación: hace unos siglos se veía a los reyes legitimados para gobernar porque
estarían en su puesto debido a una supuesta ley natural dada por Dios; a poco que
indaguemos en el tema veremos que el que haya o no reyes no depende de Dios sino
de la política humana.

- Siguiendo con el argumento anterior, quienes hoy siguen hablando de derechos


naturales están próximos a la(s) Iglesia(s) y/o a posiciones políticas de la derecha, y
suelen mantener posturas antiabortistas, o de oposición a matrimonios del mismo
sexo, o a formas concretas de mantener relaciones sexuales, y todo en base a unos
supuestos principios naturales que dicen conocer pero que en la práctica no pueden
explicar desde el convencimiento sino desde el vencimiento en política; no es lo
mismo convencer que vencer. Ejemplos concretos los podemos seguir a menudo en
reformas que el partido popular de vez en cuando trata de introducir en el Código
Penal a propósito del aborto, o también en las presiones de la iglesia en temas
relacionados con la sexualidad (homosexualidad, transgénero, etc), el aborto o la
autanasia.

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- Sin embargo, el que en general no se hable de ley natural, no quiere decir que se
caiga en un relativismo, y como ejemplo podemos poner a los Derechos Humanos,
fundamentales en nuestra vida política y social. Pero no deberíamos confundirnos:
los Derechos Humanos no son sinónimo de ley natural y esto se puede apreciar
simplemente en cómo van evolucionando con el tiempo (hoy ya se habla de cuatro
generaciones de Derechos Humanos: la primera defendería la libertad, la segunda la
igualdad, la tercera la solidaridad, y la cuarta lo relacionado con el mundo de la
información, la ecología, etc.). Lo que sí podemos ver en perspectiva es cómo la ley
natural es una precursora de los Derechos Humanos (pero eso no equivale a decir
que los Derechos Humanos sean derechos naturales).

2.3. EL PENSAMIENTO CRÍTICO DE OCKHAM.

NOTA: el contenido de este epígrafe no se pide para el examen.

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